Lopez hanna arendt y la banalidad el mal

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El texto intenta ser una descripción imparcial a la vez que una evaluación crítica del Holocausto a partir de la puesta en escena del Juicio de Eichmann en Jerusalén, en 1961. El objetivo de la autora es, en sus pro- pias palabras, “determinar hasta qué punto el tribunal de Jerusalén consi- guió satisfacer las exigencias de la Justicia”; pero no constituye única- mente una puesta en cuestión del tri- bunal de Jerusalén: lo que Arendt persigue es demostrar el sentido ba- nal que adquiere el mal cuando no se es capaz de juzgar las acciones pro- pias y ajenas. La autora aborda tres puntos esen- ciales en su obra: a) analiza las carac- terísticas adquiridas por la concien- cia moral humana y sus efectos a ni- vel individual (en particular el caso de Eichmann, pero que, sin embar- go, el modelo de comportamiento de éste bien podía ser identificado en el resto de los asesinos nazis) y social; b) describe sociológicamente los ele- mentos que caracterizaron al Holo- causto, desde datos estadísticos (la cantidad de judíos trasladados diaria- mente a los campos de concentración y el número de trenes ocupados, así como cifras aproximadas de la canti- dad de judíos asesinados) hasta datos históricos (fechas, acontecimientos, y agentes); y c) por último, destaca y critica las características de la admi- nistración de justicia, representadas en el tribunal israelí que no dejó de tener anomalías. “Este libro contiene el informe so- bre un proceso, cuya principal fuente es la transcripción de las actuaciones ju- diciales que fue distribuida a los re- presentantes de la prensa que se ha- llaban en Jerusalén”, tal es el objeti- vo que persigue Hannah Arendt: in- formar acerca de los elementos que participaron en el juicio de Otto Adolf Eichmann, criminal de guerra acusado de quince delitos entre los que se cuentan “delitos contra la paz”, “delitos contra el pueblo judío” y “de- litos contra la humanidad”; son estos últimos la justificación de que el jui- cio contra Eichmann se haya realiza- do en Jerusalén, dado que los cargos fueron derivados de la enumeración de delitos cometidos no contra el pue- blo judío sino contra la humanidad en general, apoyando el argumento en Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre la banalidad del mal, Trad. Carlos Ribalta, 2ª. edición, Bar- celona, Lumen, 1999, 460 pp. devenires iii, 6 (2002): 235-241 El “destino” es la interacción entre los autores del crimen y las víctimas. Raoul Hiliberg

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El texto intenta ser una descripciónimparcial a la vez que una evaluacióncrítica del Holocausto a partir de lapuesta en escena del Juicio deEichmann en Jerusalén, en 1961. Elobjetivo de la autora es, en sus pro-pias palabras, “determinar hasta quépunto el tribunal de Jerusalén consi-guió satisfacer las exigencias de laJusticia”; pero no constituye única-mente una puesta en cuestión del tri-bunal de Jerusalén: lo que Arendtpersigue es demostrar el sentido ba-nal que adquiere el mal cuando no sees capaz de juzgar las acciones pro-pias y ajenas.

La autora aborda tres puntos esen-ciales en su obra: a) analiza las carac-terísticas adquiridas por la concien-cia moral humana y sus efectos a ni-vel individual (en particular el casode Eichmann, pero que, sin embar-go, el modelo de comportamiento deéste bien podía ser identificado en elresto de los asesinos nazis) y social; b)describe sociológicamente los ele-mentos que caracterizaron al Holo-causto, desde datos estadísticos (lacantidad de judíos trasladados diaria-mente a los campos de concentración

y el número de trenes ocupados, asícomo cifras aproximadas de la canti-dad de judíos asesinados) hasta datoshistóricos (fechas, acontecimientos, yagentes); y c) por último, destaca ycritica las características de la admi-nistración de justicia, representadasen el tribunal israelí que no dejó detener anomalías.

“Este libro contiene el informe so-bre un proceso, cuya principal fuente esla transcripción de las actuaciones ju-diciales que fue distribuida a los re-presentantes de la prensa que se ha-llaban en Jerusalén”, tal es el objeti-vo que persigue Hannah Arendt: in-formar acerca de los elementos queparticiparon en el juicio de OttoAdolf Eichmann, criminal de guerraacusado de quince delitos entre losque se cuentan “delitos contra la paz”,“delitos contra el pueblo judío” y “de-litos contra la humanidad”; son estosúltimos la justificación de que el jui-cio contra Eichmann se haya realiza-do en Jerusalén, dado que los cargosfueron derivados de la enumeraciónde delitos cometidos no contra el pue-blo judío sino contra la humanidaden general, apoyando el argumento en

Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, un estudio sobrela banalidad del mal, Trad. Carlos Ribalta, 2ª. edición, Bar-celona, Lumen, 1999, 460 pp.

devenires iii, 6 (2002): 235-241

El “destino” es la interacción entre los autores del crimen y las víctimas.Raoul Hiliberg

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el hecho de que en Israel “no se ha-cían distinciones étnicas”.

Hannah Arendt hace una des-cripción de cada uno de los elemen-tos que componen el “cuadro gene-ral” del juicio, sin limitarse a la meray simple enumeración de los parti-cipantes en la representación; antetodo, la alusión de Arendt a datosestadísticos acerca del número devíctimas y el número de trenes yviajes que se realizaron durante elHolocausto, no deja de llamar laatención puesto que, a fin de cuen-tas tales remisiones no tuvieron quever propiamente en el juicio y lasalusiones hechas por los Magistra-dos tenían que ver con queEichmann había sido el único res-ponsable de lo sucedido. El juiciono era un asunto que tuviera quecontemplar necesariamente todo loocurrido, de lo que se trataba era dejuzgar a Eichmann por los delitoscometidos y nada más: “¡Y aquí estásentado el monstruo responsable detodo lo ocurrido!” (GuideonHausner, fiscal general del gobier-no israelí); pero la situación no te-nía que terminar ahí, simple y sen-cillamente porque Eichmann nun-ca actuó solo y, por otra parte, alTribunal de Israel se le olvidaba quese estaba “frente a un hombre decarne y hueso”, con una historia pro-pia y una experiencia muy particu-lar de la realidad; en lugar de esto,el Primer Ministro de Israel, Ben

Gurión, afirmaba: “en este juicio his-tórico, no es un individuo quien sesienta en el banquillo, no es tampocoel régimen nazi, sino el antisemitis-mo secular”. Todo adquiría un carác-ter abstracto: se pretendía tener con-centrado en las acciones de un sólohombre todo un aparato criminal.

El texto está dividido en tres par-tes bien distinguibles, a pesar de quela numeración que Arendt da a losapartados no sea la misma, a saber:en una primera parte, Arendt da cuen-ta de las circunstancias del juicio, laposición de los participantes, las con-diciones idiomáticas en las que se de-sarrollaron las declaraciones tanto delacusado como de los testigos, así comode las intenciones de los magistrados(en particular la de Hausner quien,según Hannah Arendt, era el porta-voz de Ben Gurión) que en buenamedida propiciaron las irregularida-des que hubieron en el juicio. En pri-mer lugar es de llamar la atención queel Tribunal estaba compuesto única-mente por magistrados israelíes (apesar de que el mayor cargo que se leatribuía a Eichmann era el de “deli-tos contra la humanidad”, razón porla que era necesario un tribunal in-ternacional) y el público estaba tam-bién formado por los vencidos, es de-cir, por los sobrevivientes del genoci-dio; aunada a esta situación, Arendtseñala que el juicio en su totalidad serealizó en hebreo con traducciones si-multáneas al francés, al inglés y al

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alemán (de los tres, el francés era acep-table, el inglés regular y el alemáncasi inentendible). Por otra parte, elhecho de que en varias ocasiones losmagistrados permitieron a la acusa-ción pública ser entrevistada en con-ferencias de prensa, suponía que elcurso del juicio no era completamen-te imparcial tal como se había pro-puesto inicialmente, y, además, el jui-cio era constantemente interrumpi-do por los programas de televisión (“elprograma norteamericano, patroci-nado por la Glickman Corporatión,fue constantemente interrumpido porlos anuncios comerciales de ventas decasas”). En este mismo punto, Arendtda las características del acusadoquien, desde el principio se declara“‘inocente’ en el sentido en que se for-mula la acusación”, y se remite a labiografía redactada por el mismoEichmann (biografía aún no publica-da), donde afirma: “Hoy, quince añosy un día después del 8 de mayo de1945, mis pensamientos se dirigen aaquel 19 de marzo de 1906 [fecha delnacimiento de Eichmann enSolingen], en que a las cinco de la ma-drugada, entré en la vida bajo el as-pecto de ser humano”. Eichmann, re-conocía su finitud en el sentido de queasumía su existencia ligada a un Mo-vimiento Universal —Eichmann noera cristiano y se negó a declarar bajojuramento— al que la vida humanaestá sujeta. Y, por otra parte, se escu-cha nuevamente la voz de Eichmann

(ahora durante el juicio): “ningunarelación tuve con la matanza de ju-díos. Jamás di muerte a un judío,ni a persona alguna, judía o no. Ja-más he matado a un ser humano.Jamás di orden de matar a un judíoo a una persona no judía. Lo niegorotundamente ... Sencillamente notuve que hacerlo”, aunque ya anteshabía declarado que era capaz de ma-tar a su propio padre si así se lo hu-bieran ordenado. Eichmann no sóloaceptaba su finitud, sino además nisiquiera era conciente de lo que ha-cía; ante todo, era un ciudadano fielcumplidor de las leyes y para dejarconstancia de su inculpabilidad, afir-mó desde el inicio del juicio que debuena gana “me ahorcaría con mispropias manos, en público, para darejemplo a todos los antisemitas delmundo”. El testimonio deEichmann, indudablemente, dabacuenta del estado en que vivían losnazis: desconocían las consecuenciasde lo que estaba sucediendo y se per-cataban de la imposibilidad de des-obedecer órdenes que bien a bien nosabían de donde provenían, puesEichmann no sintió nunca cargos deconciencia y siempre ocupó el cargode un subalterno (teniente coronelde la Subsección B-4, cuyo jefe in-mediato era Ernst Kaltenbrunner,Jefe de la Oficina Central de Segu-ridad del Reich, RSHA); Eichmannsimplemente experimentó “como siel partido me hubiera absorbido en

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su seno, sin que yo lo pretendiera,sin que tomara la oportuna decisión.Ocurrió súbita y rápidamente”.

Eichmann declaraba tambiénque nunca sintió odio por ningúnmiembro del pueblo judío, puesademás de no tener ningún motivopara hacerlo, contaba con “razonesprivadas” para hacer todo lo contra-rio (en su familia figuraban judíosque en su momento le habían ayu-dado a conseguir empleo). En estesentido, Arendt cita la forma en queEichmann fue ascendiendo de caboa teniente coronel (grado más altoadquirido por el acusado en las SS),ascenso que le costó integrarse algrupo de los alemanes dedicados alos “asuntos judíos”, es decir, a re-cuperar e instaurar bibliotecas en lasque se almacenara toda la informa-ción posible acerca de los enemigos.Eichmann se convirtió en un exper-to en “asuntos judíos” y en pocotiempo empezó a predicar el evan-gelio entre sus compañeros y a re-dactar folletos, situación que lo lle-vó a aprender hebreo y a leer más omenos bien el yiddish (viejo dialec-to alemán escrito en caracteres he-breos). Esta situación, además de for-mar parte en algún momento de ungrupo sionista, condujo a Eichmanna sentir afecto por los judíos (cuen-ta, además, de la amistad que guar-daba con un joven judío quien no semolestaba porque Eichmann lleva-ra el distintivo del Partido Nazi),

llegó a protegerlos y a hacer cuantoestuviera en sus manos para que nomurieran, de hecho, la emigración ju-día (a cargo de Eichmann) era uno delos recursos inventados por el acusa-do para impedir que miles de sereshumanos fueran conducidos a lamuerte (este mismo objetivo perse-guía el plan Madagascar, plan quenunca se llevó a cabo dadas las cir-cunstancias que lo impedían: necesi-dad de muchos barcos en los que tras-portar a los judíos, la presencia de lanavegación británica en el Mediterrá-neo, etc.). Eichmann, en varias oca-siones también abogó porque se lle-varan a algunos judíos al campo deTheresiestand (campo destinado a losjudíos destacados —intelectuales ygrandes comerciantes—) y pregunta-ba a sus superiores “¿estará bien así,señor Storfer?”, después de comentarcon aquellos que solicitaban su ayu-da: “Mire, en realidad no puedo ayu-darle, porque según las órdenes delReichsführer nadie puede salir. Yo nopuedo sacarlo ...”

Ahora bien, teniendo en cuenta to-dos los elementos anteriores, Arendtse pregunta: “¿es este un casoantológico de mala fe, de mentirosoautoengaño combinado con estupidezflagrante? ¿O es simplemente el casodel criminal eternamente impeniten-te (Dostoievsky en una ocasión cuen-ta que en Siberia, entre docenas deasesinos, violadores y ladrones, nun-ca conoció a un hombre que admitie-

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ra haber obrado mal) que no puedesoportar enfrentarse con la realidadporque su crimen ha pasado a ser partede ella?”.

Estos son datos que de ningunamanera pueden ser agradables a quie-nes consideran todavía que el Holo-causto constituye un acto de seres per-versos, anormales, fanáticos y demen-tes odiadores de judíos, influidos porla ideología de la pureza de la razaaria. Y resulta escandaloso el hechode que sea una mujer judía quien hagaestas afirmaciones, más aún, que pa-rezca ponerse de parte del acusadocuando fue su pueblo quien resultóvíctima del genocidio más terrible delsiglo XX. Arendt no se conforma conhacer este tipo de preguntas acerca delas formas de actuar del acusado, vamás allá al punto de afirmar, en el PostScriptum agregado a la segunda edi-ción del texto, que Eichmann no eramalo, ni estúpido “únicamente, lapura y simple irreflexión —que enmodo alguno podemos equiparar a laestupidez— fue lo que le predispusoa convertirse en el mayor criminal desu tiempo”; de ahí el subtítulo del li-bro: “un estudio sobre la banalidaddel mal”.

Por otra parte, contra la afirma-ción del doctor Servatuis, abogado de-fensor de Eichmann, de que lo que sudefendido estaba haciendo era obede-cer órdenes cuyas acciones, si teníanbuen resultado, merecían condecora-ciones y la horca si fracasaban, Arendt

observa que no, “Eichmann no co-rrió ‘peligro de muerte inmediata’y como sea que siempre asegurabacon gran orgullo que siempre ‘ha-bía cumplido con su deber’, quesiempre había cumplido las órdenes,tal cual su juramento exigía, siem-pre había hecho, como es lógico,cuanto estuvo en sus mano paraagravar, en vez de aminorar, ‘las con-secuencias del delito’”.

La segunda línea de exposiciónde la autora constituye un minucio-so recorrido por las característicasadquiridas por el antisemitismo másallá de Alemania y las maneras dereaccionar tanto del pueblo judíocomo de los habitantes nacidos enlos diferentes países. Es en esta par-te en la que Arendt señala minucio-samente los porcentajes aproxima-dos de los judíos deportados y de losasesinatos cometidos diariamente entoda Europa: desde el occidente(Francia, Bélgica, Holanda, Dina-marca e Italia —respecto a este úl-timo país, cabe decir que Arendthace una observación acerca delnacionalsocialismo y el fascismo, loscuales no son lo mismo, puesto quemientras que Hitler se dedicaba aordenar la muerte de otros seres hu-manos, Mussolini se negó siempre adeportar a los judíos italianos), losBalcanes (Yugoslavia, Bulgaria,Grecia y Rumania), y Europa cen-tral (Hungría y Eslovaquia); cadauno con características propias aun-

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que al final terminaron por deportarjudíos.

En relación con las característicasdel Tribunal, el informe no fue deltodo agradable a quienes pretendíanimpartir justicia a través de la conde-na de Eichmann, puesto que, en prin-cipio, Eichmann fue secuestrado enArgentina, en un suburbio de Bue-nos Aires y después trasladado poravión a Jerusalén donde sería juzga-do. Pero, este hecho singular impli-caba varios inconvenientes: en primerlugar, ni el estado argentino ni el es-tado alemán podían intervenir en lasituación del acusado, puesto queEichmann había conseguido la resi-dencia en la Argentina, lo que le per-mitió desempeñarse como cualquierciudadano sudamericano y, además,si era verdad que se acusaba aEichmann de crímenes contra la hu-manidad el jurado debió ser interna-cional y no estar integrado exclusiva-mente de magistrados israelíes. El di-lema se situaba en el hecho de queEichmann era un asesino alemán quetenía que ser juzgado por los críme-nes cometidos durante el régimen deHitler, pero, al mismo tiempo, eraciudadano naturalizado en Argenti-na, la pregunta sería ¿a quién corres-pondía intervenir en el juicio? En se-gundo lugar, si bien era cierto queEichmann era un criminal de guerra,nadie, absolutamente nadie tenía elderecho de secuestrarlo, amarrarlo auna cama y después conducirlo a un

país que no era el suyo para ser juz-gado, y, luego, afirmar que se actua-ba a favor de la Justicia, como si “ven-gar” la muerte de millones de seres hu-manos significara ponerla en prácti-ca, más aún, sobre un sólo hombrerepresentante de toda una máquinaasesina.

En este sentido, es sugerente ladescripción que hace la autora, pues-to que no sólo propone una interpre-tación del juicio de Eichmann, sinoademás describe el sentido burocrá-tico del fenómeno totalitario y, conél, la crisis de la conciencia humana,tanto de aquellos que obedecían lasórdenes del Führer como de los quedespués tomaron la forma de vícti-mas, a saber, los judíos que accedíana ser trasladados a los distintos cam-pos de concentración. Ambos, nazisy judíos, participaron activamente enel desarrollo de las acciones que ter-minaron en la “Solución final”, si nohubiera sido de esa manera, los suce-sos simplemente no habrían tomadoel curso que ahora conocemos, puesresulta llamativo el hecho de que sien-do millares de judíos quienes erantrasladados diariamente a los camposde concentración, no arrollaran a lospocos guardias que los dirigían a susdestinos finales. En el mismo senti-do, sugerente es la actitud del restode ciudadanos alemanes: “El Führer,en su gran bondad, tiene preparadapara todo el pueblo alemán una muer-te sin dolor, mediante gases, en caso

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de que la guerra no termine con nues-tra victoria”, afirmaba una señora en-viada a tranquilizar a unos campesi-nos.

Sugerente y sorprendente al mis-mo tiempo esta actitud, pues no re-fleja más que la incapacidad de pen-sar en lo que es realmente el mundoy poner en duda las afirmaciones yclichés bajo los que operaba todo elrégimen totalitario (síntoma del es-tado de enajenación que caracteriza alas masas); clichés de los que el mis-mo Eichmann no pudo desprendersemientras se dirigía a su propio entie-rro: “Dentro de muy poco, caballe-ros, volveremos a encontrarnos [decía asus ejecutores centrado completamen-te en su personalidad]. Tal es el des-tino de todos los hombres. ¡Viva Ale-mania! ¡Viva la Argentina! ¡Viva Aus-tria! Nunca las olvidaré”.

El texto ha sido objeto de múlti-ples críticas, tal como la misma au-tora lo expone en el Post scriptum, perotambién ha sido el punto de arran-que de investigaciones como la querealizó Tzvetan Todorov en su textoFrente al límite (en la traducción deFederico Álvarez, México, Ed. SigloXXI, 1993), cuyo objetivo central eshacer una interpretación moral del fe-nómeno totalitario en tanto que ré-gimen político extremo y de sus crea-ciones extremas: los campos de con-centración. Todorov se remite al tex-to de Arendt y reconoce que “a juz-

gar por el número de malentendidosque ha provocado, la expresión [acer-ca de la banalidad del mal] no ha re-sultado muy feliz: pero la idea deArendt es importante”. Otro de losautores que toma como punto de re-ferencia el reportaje arendtiano, aun-que no lo dice explícitamente, esZygmunt Bauman en su texto Mo-dernidad y Holocausto, publicado porla editorial Sequitur, Madrid, en elaño 2000. El texto de Bauman sugie-re la tesis de que el Holocausto ha deservir como una especie de laboratoriosociológico a partir del que la sociolo-gía contemporánea puede superar lasdeficiencias metodológicas caducas enlas que se mueve, sin olvidar que estamáquina criminal actualizada en elsiglo XX fue única y sin precedentealguno pero con múltiples posibili-dades de reactualización constante ennuestras sociedades. Por otra parte, essugerente retomar la obra de Arendtdados los últimos acontecimientos del11 de Septiembre del año 2001 enNueva York que han marcado el rum-bo de la humanidad y recuerdan elconflicto político y religioso quesubyace a nuestras estructuras socia-les.

Marina López LópezUniversidad Michoacana de San

Nicolás de Hidalgo