Logica cultural de practicas obreras al margen de las reglas Compensaciones ocultas y pillaje

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    que tienen en comn el hecho de que se apartan de lasreglas establecidas en las empresas y organizacio-nes sindicales. En este trabajo queremos contribuir a caracterizar estas actividades y, sobre todo, tratar dedescubrir las lgicas culturales que las subyacen,tomando como punto de partida las narraciones, ex-plicaciones y justificaciones que hacen los propios tra-

    bajadores en torno a sus acciones, lo mismo que lascategoras verbales que ellos utilizan para designarlas.

    Adems de revisar algunos ejemplos previamente do-cumentados, analizamos dos casos de los que tenemosinformacin directa: por un lado, una planta maqui-ladora de Ciudad Jurez, Chihuahua, cuyo sindicatopertenece a la Confederacin de Trabajadores de M-

    xico ( CTM) y, por el otro, una subestacin de la ComisinFederal de Electricidad ( CFE ) en el Estado de Mxico, 1cuyos trabajadores son miembros del Sindicato nicode Trabajadores Electricistas de la Repblica Mexicana (SUTERM ), que a su vez tambin pertenece a la CTM.2

    Como puede verse, en este artculo se hace una re- visin especfica de dos grupos sindicales muy distin-tos, con diferencias importantes en cuanto a historias,estrategias de accin y ubicacin geogrfica. En la maquiladora, se trata de un grupo de trabajadoras y trabajadores en la frontera norte, con una trayectoria industrial y gremial muy breve, pertenecientes a unsindicato dbil que se encuentra en franca desventaja frente a la empresa, lo que se refleja en la precariedadde sus salarios y de sus condiciones de trabajo. Encontraste, los trabajadores de la subestacin elctrica

    se encuentran en el centro del pas, tienen una experien-cia industrial y gremial de varias dcadas, formanparte de un sindicato poderoso, tienen salarios y con-diciones de trabajo muy favorables para el contextomexicano y cuentan con muchas armas en la negocia-cin con la empresa. Pese a esas diferencias, ambos ca-sos pueden ser comparados a partir de los factores cul-turales que inciden y justifican las transgresionesobreras a las reglas.

    Las acciones obreras que violan las reglas o escapana ellas han sido ampliamente documentadas por di-

    versos estudiosos del sindicalismo y de las relaciones

    laborales en Mxico (Pea, 1983; Zapata, 1990; Sn-chez, 1998; Gatica, 2001). Se han discutido mucho lasmaneras en que estos comportamientos se inscribenen el entorno poltico sindical del siglo XX mexicano, enparticular en su relacin con la persistencia del corpora-

    tivismo y el autoritarismo en las dinmicas laborales,con la democracia aparente en las organizaciones gre-miales y con la corrupcin abierta o implcita enempresas y sindicatos. Marco Antonio Leyva tambinha vinculado este fenmeno con la cultura clientelar

    y plantea el interesante concepto de consenso cmplice,que ayuda a entender el involucramiento de los traba-

    jadores en las redes del clientelismo (Leyva, 1995).En otros pases tambin se han estudiado prcticas

    desarrolladas por los trabajadores y otros sectores po-pulares al margen de la ley, como lo muestran los an-lisis de E. P. Thompson y Eric Hobsbawm sobre losobreros ingleses (Thompson, 1984; Hobsbawm, 1979),los de James Scott sobre los guiones ocultos y la resis-tencia cotidiana de los campesinos (Scott, 1990) y losde Robin Cohen sobre los trabajadores africanos (Cohen,2001). Todas estas investigaciones corresponden a historias, culturas y contextos muy diferentes a los delos trabajadores mexicanos, pero su revisin puede ser til para comprender la diversidad de las prcticasobreras independientemente de las reglas y de las in-terpretaciones que se ha hecho de ellas.

    A grandes rasgos, podemos identificar tres gran-des vertientes de interpretacin de la naturaleza de lastransgresiones que hacen los trabajadores a las reglas.La primera es la que las asocia con la corrupcin y elcontrol que ejercen los sindicatos y las empresas hacia los trabajadores, sobre la base de polticas clientelares

    y patrimonialistas. La segunda se interesa en destacar que en estas conductas se pueden identificar expresio-

    nes de la resistencia y la lucha de los trabajadores con-tra sus patronos. Por ltimo, una tercera explicacinconcibe estas costumbres en relacin con estrategiasindividuales de obtencin de ventajas y beneficios.

    Analizaremos brevemente cada una de estas tres orien-taciones analticas y aadiremos, como hiptesis, otra complementaria, que atiende al contenido de gnerode algunas de estas prcticas.

    La t e s i s de l a co rrupc in y e l con t ro l

    Una manera de explicar las prcticas ilegales de lostrabajadores es la de considerarlas asociadas con la corrupcin y los mecanismos tradicionales de domi-nacin en el medio industrial mexicano. Podra vrselescomo un resabio patrimonialista, premoderno, opuesto

    1 En ambos, la informacin fue recabada mediante observacin y entrevistas en profundidad. El trabajo de campo en la ma-quiladora Tauro fue realizado por Luis Reygadas, en diversas temporadas durante 1992 y 1993, mientras que Manuel

    Adrin Hernndez realiz dos temporadas de trabajo de campo en la subestacin de CFE en los aos 2000 y 2001.2 A la muerte de Fidel Velzquez, lder histrico de la Confederacin de Trabajadores de Mxico, el puesto de secretario general

    de esta organizacin pas a ser ocupado por Leonardo Rodrguez Alcaine, secretario general del SUTERM .

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    al funcionamiento racional y legal de la industria con-tempornea. Para Roger Bartra, la cultura proletaria de la imprevisin y el desorden ya no se encuentra enlos pases desarrollados, pero s en pases perifricoscomo Mxico, donde los obreros son evasivos y se fu-gan de una realidad dolorosa, de modo que la pereza

    y la abulia que llevan a evitar el trabajo seran una hui-da sin sentido, que contribuye al caos de la sociedadindustrial (Bartra, 1987: 174).

    La tesis de la corrupcin como elemento central delsindicalismo oficial o charro en Mxico est amplia-mente difundida, tanto entre la poblacin en generalcomo entre los estudiosos de las relaciones laborales.Se considera que la corrupcin permite a los lderesconsolidar su poder y obtener una clientela poltica deapoyo. En un anlisis comparativo entre el sindicalismooficial y el sindicalismo corporativo, Francisco Zapata contrapone la moral charra del primero con la moraldemocrtica, del segundo (Zapata, 1990). La prime-ra estara caracterizada por la imposicin de lderes, la ausencia de participacin democrtica de los trabajado-res, la tolerancia del liderazgo sindical a diversas vio-laciones de la legislacin laboral y la formacin de una cpula sindical que obtendra, de manera ilegal, diver-sos beneficios econmicos.

    Para la situacin especfica de las empresas maquila-doras, Sergio Snchez encontr en la ciudad de Chihua-hua numerosos usos ilegales y corruptos de los diri-gentes sindicales, entre otros, la aceptacin de regalos

    y sobornos por parte de las empresas, utilizacin de

    cuotas sindicales para beneficio personal, reparto de losrecursos sindicales entre sus allegados, trfico concasas del Infonavit y organizacin de fiestas, viajes y comidas con dinero de los sindicatos (Snchez, 1998).Estas prcticas ilegales, destaca, van de la mano demecanismos de control y centralizacin del poder enlos sindicatos, de modo tal que presenta la corrupcinde los lderes, la falta de democracia en los sindicatos

    y el control laboral que ejercen las empresas maquila-doras como fenmenos concomitantes:

    la antidemocracia y la corrupcin en los sindicatos

    campean en este contexto industrial, en el cual domina elcapital ampliamente y en el cual ha alcanzado cierta pre-sencia el sindicalismo de la CTM. Una y otra pareceran bi-nomios indisolubles con el fin de controlar a las bases

    obreras. B) Esa antidemocracia y esa corrupcin en lossindicatos analizados, y en este contexto industrial, sonparte de una cultura de esta nueva clase obrera que seasienta sobre dos elementos: por un lado, en la creacinde clientelas por parte de las y los dirigentes sindicales en-tre sectores de las bases obreras, por medio de mecanismosdiversos, entre los que hay que destacar la corrupcin deesas y esos dirigentes del sindicato y con prestaciones di-

    versas. Por otro lado, en la implementacin de mecanismosrepresivos por parte de la cpula de la FTCH -CTM dirigi-dos tanto a las bases obreras como a algunas y algunos di-rigentes que ya no responden a las exigencias de control

    y sometimiento (Snchez, 1998: 14-15).

    En sntesis, la tesis de la corrupcin permite iden-tificar un aspecto de las prcticas fuera de la ley en elmedio industrial mexicano, aquel que se refiere a la ca-pacidad de los dirigentes para fortalecerse y enrique-cerse a costa de sus agremiados. De acuerdo con esteenfoque, los trabajadores seran vctimas o, en el me-

    jor de los casos, clientes subordinados de las costum- bres ilcitas de sus dirigentes y, muchas veces de lasempresas que las toleran o fomentan. Sin negar la existencia de estas situaciones, es conveniente revisar tambin interpretaciones adicionales que abordanotro tipo de usos fuera de las reglas, en las que los tra-

    bajadores desempean un papel ms activo.

    La t e s i s de l a re s i s t en c ia

    Mientras que el postulado anterior critica acrementelas prcticas ilegales en los sindicatos por sus caracte-rsticas de corrupcin y dominacin, otros autores seinteresan por otro tipo de acciones fuera de las reglasdiferentes, pero que tendran un sentido diametral-mente opuesto, es decir, seran expresin de la resis-tencia de los obreros y no su subordinacin, ademsde que conllevaran una connotacin justiciera o re-distributiva.

    En un famoso ensayo sobre los motines de subsis-tencia que realizaban los campesinos y trabajadores

    ingleses durante el siglo XVIII, E. P. Thompson pro-porciona importantes claves analticas para el estudiode prcticas de esta naturaleza (Thompson, 1984). 3Durante dichos motines, que por lo general se presen-

    3 Adems de los trabajos de Thompson, hay en la investigacin histrica numerosos aportes para el estudio de la resistencia obrera mediante prcticas al margen de las normas patronales. Entre ellos, queremos destacar el texto de Eric Hobsbawmsobre los destructores de mquinas en Inglaterra (Hobsbawm, 1979) y el de Alain Cottereau sobre los obreros parisinoshacia 1870, en el que, a travs de la narracin de un antiguo capataz, descubre la resistencia cotidiana de trabajadoresmuy calificados conocidos como sublimes, misma que se expresa en las burlas, la aparente pereza, el consumo de alcohol

    y las costumbres familiares (Cottereau, 1980).

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    taban en pocas de escasez y precios altos, los trabaja-dores confiscaban el grano, la harina o el pan y obligabana los agricultores, molineros, panaderos y comerciantesa venderlos a un precio accesible a la poblacin de

    bajos recursos, o bien lo vendan por su cuenta y de- volvan a los propietarios el dinero obtenido de la ven-ta. Mientras que la mayora de los historiadores tradicio-nales explicaban los motines como meras reaccionesinstintivas frente al hambre y la escasez, Thompsonsugiere que esto tena sus races en antiguas tradiciones

    y ordenanzas, y estaban orientadas por una lgica cultural.

    El mismo autor seala que en estas acciones demasas se pueden encontrar nociones de legitimacin

    y que los hombres y las mujeres que las realizabancrean estar defendiendo derechos o costumbres tradi-cionales y, casi siempre, estaban apoyados por el am-plio consenso de la comunidad. 4 Muchas veces tambinles acompaaba una cierta tolerancia por parte de lasautoridades. 5 Los motines estaban guiados por una econom a m ora l d e los pobr es:

    operaban dentro de un consenso popular en cuanto a qu prcticas eran legtimas y cules eran ilegtimas enla comercializacin, en la elaboracin de pan, etc. Estoestaba a su vez basado en una idea tradicional de las nor-mas y obligaciones sociales, de las funciones econmicaspropias de los distintos sectores dentro de la comunidadque, tomadas en conjunto, puede decirse que constituanla economa moral de los pobres. Un atropello a estos

    supuestos morales, tanto como la privacin en s, consti-tua la ocasin habitual para la accin directa (Thompson:1984: 65-66). 6

    De inmediato hay que precisar que las acciones delos obreros mexicanos que aqu describiremos tienenprofundas diferencias con respecto a los motines ex-puestos por Thompson, porque no se trata de protestasde masas, sino de acciones individuales o de peque-os grupos y, lejos de responder a situaciones deemergencia o escasez extrema, son prcticas consuetu-dinarias que buscan conseguir beneficios personales.Cul es, entonces, la nocin que retomamos de Thomp-son? En especial la idea de que estas acciones estnmediadas culturalmente, orientadas por presupuestosde lo que es legtimo y de lo que no lo es y, aunque secolocan fuera de la ley, se apoyan en percepcionespopulares acerca de los derechos y atribuciones delos trabajadores y de los dirigentes sindicales. En estesentido tambin recuperamos las aportaciones de Gijs

    van Oenen en torno a los rd en es lega le s in for m a les .Este autor holands indica que un orden de esta natu-raleza que es exitoso:

    es a la vez autorregulado y autorrestringido. La autorre-gulacin significa que este orden no depende en principiode reglas y leyes formales, ni de su cumplimiento. La prc-tica desarrolla sus normas propias y sus mecanismos decumplimiento. La autorrestriccin implica que la conducta controversial y a veces ilegal que es caracterstica de lasprcticas no reglamentadas es al menos contenida por la prctica (Van Oenen, 2001: 6). 7

    Por su parte, James Scott propone el concepto de

    guiones ocultos (hid den tr an scripts) para explicar elsustrato cultural que alimenta mltiples y diversasacciones de resistencia subterrnea de los campesinos,

    4 Algo similar seala Hobsbawm con respecto a los bandidos que eran apoyados y admirados por los campesinos: Lo esencialde los bandoleros sociales es que son campesinos fuera de la ley, a los que el seor y el Estado consideran criminales, peroque permanecen dentro de la sociedad campesina y son considerados por su gente como hroes, paladines, vengadores,luchadores por la justicia, a veces incluso lderes de la liberacin, y en cualquier caso como personas a las que admirar,ayudar y apoyar (Hobsbawm, 1976: 10).

    5 Con respecto a los casos en los que las autoridades toleran determinados comportamientos ilegales de la poblacin o pre-fieren aplicar la ley de manera laxa, vase Van Oenen (2001); este autor establece que algunas de estas prcticas nogobernadas o no reglamentadas (unr uly pr actices) son criminales, pero que muchas otras no lo son e incluso pueden ser

    socialmente benficas, en tanto que complementan la aplicacin de la ley en lugar de subvertirla, de modo que, bajo ciertascondiciones, la aplicacin laxa de la ley puede ser preferible a la aplicacin forzosa y rgida de los ordenamientos legales(Van Oenen, 2001: 3-11). Sobre el concepto de unruly pract ices vase tambin Fraser (1989).

    6 Thompson tambin anota que estas costumbres tenan su origen en un antiguo modelo paternalista, segn el cual la comercializacin deba ser, en lo posible, directa del agricultor al consumidor. Los agricultores haban de traer su cereala granel al mercado local, no deban venderlo mientras estuviera en las mieses ni tampoco retenerlo con la esperanza desubir los precios. Los mercados tenan que estar controlados; no se podan hacer ventas antes de horas determinadas, lospobres deberan tener la oportunidad de comprar primero y slo despus lo podan hacer los comerciantes al por mayor.Los motines y la fijacin de precios por la muchedumbre eran una reconstruccin selectiva del modelo paternalista,tomaban de l los elementos que ms favorecan a los pobres: La economa moral de la multitud rompi decisivamentecon la de los paternalistas, puesto que la tica popular sancionaba la accin directa de la muchedumbre, mientras que los

    valores de orden que apuntalaban el modelo paternalista se oponan a ella categricamente (Thompson, 1984: 89).7 Thompson tambin destaca la autorrestriccin y autorregulacin que se presentaban en muchos de los motines de sub-

    sistencia: Lo extraordinario en estas insurrecciones es, en primer lugar, su disciplina () La accin central en este modelo

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    esclavos y otros sectores populares. Argumenta quecuando estn frente a los poderosos pueden seguir unguin pblico de respeto y deferencia, pero en los es-pacios ocultos a la mirada vigilante de los dominantestienen otro tipo de discursos y desarrollan comporta-

    mientos cotidianos de resistencia que, pese a ser depequea escala, adquieren relevancia por el gran n-mero de veces que se repiten (Scott, 1990). Eric Hobs-

    bawm tambin ha insistido en la eficacia que puedentener ese tipo de conductas, por ejemplo la destruc-cin de mquinas y los motines (Hobsbawm, 1979: 33).

    Para el caso de las maquiladoras asentadas en la frontera norte de Mxico, Devon Pea document enCiudad Jurez numerosos mecanismos de resistencia cotidiana. Bien sea ante la ausencia o debilidad de lasorganizaciones sindicales en la maquila, o para com-plementar la accin de las que tienen cierta fuerza,los trabajadores llevan a cabo una serie de tcticasque les permiten oponerse a las empresas, sobre todofrente a los agobiantes ritmos de trabajo en las lneasde ensamble. Estas tcticas incluyen la descompostu-ra de mquinas, el ausentismo, las inasistencias coor-dinadas, el tortuguismo y muchas otras que buscanhacer menos intensiva la jornada de trabajo, atacar a la empresa o a algunos de sus gerentes o supervisores. 8En especial hace nfasis en que los operadores parti-cipaban en acciones de reduccin de la produccin,particularmente en aquellas maquiladoras en las quela lnea iba a un ritmo muy acelerado y la supervisinera demasiado estrecha (Pea, 1983: 380 y 425-426).Mientras que diversos autores que slo haban estudia-do las acciones formales de protesta (huelgas, demandasante los tribunales laborales, formacin de sindicatos)haban concluido que las trabajadoras de maquilado-ras estaban totalmente sometidas a la hegemona pa-tronal, el anlisis de las prcticas fuera de las reglas lepermiti a Pea identificar una gama de formas de pro-testa y resistencia que haban pasado desapercibidas.

    Como ya dijimos, la tesis de la corrupcin es insufi-ciente para tratar el fenmeno que nos interesa, pues,aun abarcando un nmero importante de prcticas

    sobre todo las presentes en los grandes contextossindicales, deja de lado aquellas que no se realizandesde las posiciones de poder. Las explicaciones quehacen hincapi en la resistencia, al interesarse por lasacciones emprendidas desde el estrato subordinado,son ms tiles en este sentido, ya que brindan una mi-rada sugerente sobre la manera diaria de enfrentarsea un ordenamiento que no siempre es visto como total-mente legtimo. Sin embargo, una tercera va para la

    interpretacin puede arrojar luz sobre ciertos casosque no estn ligados directamente con los mecanismosde dominacin y resistencia.

    no es el saqueo de graneros ni el robo de grano o harina, sino el acto de fijar el precio. () Lo notable es la moderacin, noel desorden (Thompson, 1984: 105).

    8 Esto nos recuerda el anlisis de Eric Hobsbawm sobre el ludismo en Inglaterra, en donde muestra que las acciones de losdestructores de mquinas no eran espontneas o instintivas, ya que identificaban los puntos neurlgicos en los que podanatacar a los empresarios destruyendo mquinas cuando stas eran valiosas y estropeando las materias primas o los produc-tos terminados, segn el tipo de dao que ms pudiera afectarle a los patronos, con la finalidad de obtener de ellos con-cesiones respecto a salarios y otros asuntos (Hobsbawm, 1979: 19).

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    La t e s i s de l as e s t r at eg ias de m ax imizac in

    Tanto la tesis de la corrupcin como la de la resisten-cia hacen una lectura en clave poltica de las accionesobreras fuera de las reglas, bien sea porque refuerzanel control que ejercen las empresas y los lderes sindi-cales o porque expresan los anhelos redistributivos delos trabajadores. Pero las prcticas ilcitas de los tra-

    bajadores tambin pueden entenderse como estrategiasde sobrevivencia, maximizacin de beneficios y dismi-nucin de desventajas, en un entorno de complicidadcon la empresa y los sindicatos. En una investigacinsobre el sindicato ferrocarrilero en Mxico, Marco An-tonio Leyva plante el concepto de consenso cmplicepara ilustrar la manera en que la corrupcin puede ser uno de los elementos de la hegemona, al vincular a lostrabajadores con las direcciones sindicales y las em-presas (Leyva, 1995: 165-178). Leyva estipula que la cultura clientelar de los obreros puede ser entendida dentro de una estrategia de conservacin de beneficiosalcanzados:

    La cultura corporativa-clientelar-burocrtica ferrocarrile-ra que opera en los procesos de trabajo, ms que ser una cultura de resistencia a la dominacin burguesa, evasiva de los estragos de la modernidad o nostalgia del obrero dela locomotora de vapor, es una astucia de sobrevivencia para mantener las cosas como estn, mantener las con-quistas logradas. Asimismo, tampoco puede decirse quees una imposicin consciente de la empresa o del Estado

    como lo creen las fuerzas de oposicin al conceptualizar el problema como: el gobierno primero corrompe y despusdomina (Leyva, 1995: 75).

    Este investigador subraya que estas costumbresno son fruto de una imposicin de la empresa o los l-deres hacia los obreros, ni tampoco una creacinautnoma de stos, sino resultado de una relacin, esdecir, son una construccin compartida de los traba-

    jadores, de la empresa y del sindicato. La difundida

    frase la empresa hace como que me paga, yo hago co-mo que trabajo, expresara, segn Leyva (1995: 75),esta complicidad y responsabilidad conjuntas. 9

    Otro ejemplo en el que pueden verse estrategias demaximizacin de beneficios en los comportamientosilcitos fue encontrado por Israel Castellanos entreempleados de una delegacin poltica del Distrito Fe-deral, stos aprovechan la estructura corporativa de la dependencia gubernamental para realizar el mnimotrabajo posible e, incluso, atender negocios propiosfuera de la delegacin durante su jornada laboral (Cas-tellanos, 2001). En este caso es interesante que lasmismas personas que en su trabajo asalariado mani-fiestan desinters, abulia y apata son, en cambio, dili-gentes y empeosos en sus negocios particulares, por lo que concluye que el desgano en el empleo no corres-ponde a un rasgo de la personalidad sino ms bien a

    una estrategia para sacar provecho de un trabajo deplanta en el que los riesgos de despido son mnimos,por la proteccin clientelar que ofrece el sindicato a susagremiados. En una tesitura similar, R. Gordon hallque el trabajo a ritmo lento entre los obreros de una mina de Namibia no era atribuible a la pereza sino queformaba parte de una frmula para evitar la fatiga y proteger a los operadores ms lentos. 10

    La presencia de estrategias de sobrevivencia y ma- ximizacin de beneficios, que dan lugar a mltiplesprcticas ilcitas no es exclusiva de los sindicatos ofi-ciales o charros, sino que tambin se presenta en or-

    ganizaciones democrticas o independientes. En una sugerente investigacin sobre el SITUAM (Sindicato Inde-pendiente de Trabajadores de la Universidad Autnoma Metropolitana), Ignacio Gatica identific que entremuchos afiliados y dirigentes de esta organizacin sepresenta una cultura que define como pr a gm tico util i- ta r ia , que acompaa muchas hbitos laborales irres-ponsables e incluso venta de firmas de trabajadorescon antigedad que resultan indispensables para elingreso de nuevos trabajadores (Gatica, 2001).

    9 Leyva tambin propone que en el caso de los ferrocarrileros la corrupcin se vincula con el alcoholismo, la drogadiccin y el ausentismo, que han tenido consecuencias funestas sobre la productividad, adems de que en muchos casos hancontribuido a incrementar el nmero de accidentes en los ferrocarriles; describe asimismo incontables casos de robos y fraudes, cometidos tanto por los trabajadores como por los lderes sindicales y la empresa (Leyva, 1995: 75 y ss.).

    10 Los supervisores blancos atribuyen a la pereza las restricciones obreras de la cuota y sealan que es un comportamientoilgico desde el punto de vista de la remuneracin en metlico, ya que afecta a las bonificaciones de los trabajadores quetrabajan bajo tierra. Por lo tanto se deduce que la pereza es algo inherente a estos trabajadores. No obstante, desde la perspectiva de stos, las restricciones de la cuota tienen su propia lgica ya que les permiten evitar la fatiga y trabajar a un ritmo cmodo, con lo que obtienen un cierto grado de control sobre sus propios objetivos en el trabajo. () Estasrestricciones no slo evitan una competicin en el lugar de trabajo que podra perturbar las relaciones interpersonales es-tablecidas, sino que adems protegen a los hermanos ms lentos al aliviar la presin de los blancos, ya que se cree quesi un obrero trabaja ms duro, el hombre blanco esperar de los otros trabajadores que pongan el mismo esfuerzo en sustareas (Gordon, 1977, cit. en Cohen, 2001: 121).

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    La perspect iva de gnero

    A estas tres lneas clsicas de interpretacin, podemosagregar una que ponga atencin a las relaciones degnero. Como veremos ms adelante, muchas de lasprcticas ilegales de los trabajadores y dirigentes sin-dicales pueden ser entendidas tambin como expresinde ideologas y relaciones de gnero. Tal sera el caso delos y las lderes sindicales y supervisores que aprove-chan su posicin de poder para hostigar sexualmentea las trabajadoras o intercambiar beneficios y presta-ciones por favores sexuales. Tambin se observa estocuando algunas acciones ilegales de los obreros seasocian a expresiones de valenta o masculinidad. Por ltimo, es igualmente til la perspectiva de gnero para comprender medidas de resistencia a las que recu-rren las trabajadoras en contra de diversas formas dediscriminacin. Si bien durante los ltimos lustrosse han producido numerosas investigaciones sobre eltema del gnero y el trabajo, hasta la fecha se ha avan-zado poco en el estudio especfico de las prcticas ile-gales de los y las trabajadoras desde la ptica delgnero. Planteamos, como hiptesis, que es un aspectorelevante que complementa las tres tesis antes expuestas.

    De la revisin de estas cuatro lneas de interpretacinse puede deducir que las prcticas fuera de las reglasque realizan los trabajadores no son unvocas, las hay de diversos tipos que van desde la corrupcin simple

    y llana, tolerada y fomentada por un sistema polticocorporativo clientelar, hasta la resistencia obrera frente

    al autoritarismo y las deficientes condiciones de trabajo,pasando por estrategias individuales o colectivas para sacar los mximos beneficios del trabajo asalariado y por expresiones de masculinidad, hostigamiento sexual

    y resistencia femenina. Para profundizar en lo anterior,a continuacin describiremos ciertos comportamientosfuera de las reglas que practican dos grupos obreros enMxico para mostrar tanto su diversidad como las l-gicas culturales que los impregnan.

    Donde qu ie ra ha de me te r la co la

    e l d i ablo: co rrupc in y c om pens ac ione soc ul tas e n la m aqui ladora Tauro

    La maquiladora Tauro 11 se localiza en Ciudad Jurez,Chihuahua, en la frontera norte de Mxico. En ella hanllegado a trabajar ms de 3,000 personas y en la po-ca en que se recab la informacin lo hacan un pocoms de 2,000, de las cuales 1,700 eran trabajadores

    11 Tauro es el seudnimo que hemos elegido para designar esta maquiladora.

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    operativos. Produca ms de 1,000 televisores en cada da laborable. Tauro forma parte de un importanteconsorcio norteamericano del ramo de la electrnica.En su historia productiva hay dos grandes etapas. La primera arranc en 1985, cuando comenz sus ope-raciones; durante ella se dedic slo al ensamble degabinetes de madera para televisor y, aunque dependa de una empresa electrnica, desarrollaba procesospropios de la gran industria de la madera. As continuhasta 1990. La segunda fase va de 1991 en adelante;en ella, ampli sus operaciones; a la gran rea de en-samble de gabinetes se sumaron otras que permiten elarmado final del producto, de modo tal que ahora seensamblan televisores completos. Para lograr este ob-

    jetivo, la empresa comenz a reorganizarse desde 1989 y en marzo de 1992 se produjo el primer televisor de27 pulgadas ensamblado en la planta.

    En algunos sentidos, Tauro es muy distinta a lasprimeras maquiladoras, que empleaban en forma prio-ritaria a mujeres, no tenan sindicato, se dedicabanslo a ensamblar productos y pagaban el salario m-nimo. Es una empresa que emplea a muchos varones

    y no se reduce al ensamble, ya que transforma la ma-dera y produce artculos listos para salir al mercado,tiene sindicato y paga salarios un poco ms altos queel promedio de la maquila de la ciudad. Pero tambines diferente a las maquiladoras flexibles: se encuentra ms orientada hacia la cantidad que hacia la calidad,utiliza procedimientos fordistas y tayloristas, la rota-cin de puestos es muy escasa y la disciplina jerrquica

    ocupa un lugar central.En Tauro han resultado fallidos los intentos de lo-grar una relacin armnica entre los trabajadores y la empresa. En cambio, la vida interna de esta maqui-ladora se ha visto afectada por la corrupcin y por mu-chos otros actos fuera de las reglas. Se han presentadoconsiderables casos de corrupcin entre los dirigentessindicales, en la empresa y entre los trabajadores, cuya frecuencia indica que son un componente importantede la cultura del trabajo de la planta. Tambin se hanregistrado incontables casos de robo de material.

    La historia de la corrupcin arranca paralela a la

    organizacin sindical en Tauro. El primer secretariogeneral del sindicato vena de una vieja maquiladora de la industria de la madera, en donde haba ocupado

    un cargo sindical. Disfrutaba ah de varias prebendas,entre otras el manejo de los fondos de la caja de aho-rros, los cuales us para su beneficio personal. Al llegar a dirigir el sindicato de Tauro impuso ese estilo patrimo-nialista y corrupto que ha permanecido hasta la fecha. 12

    Siguiendo esta lnea, J. R. M., 13 quien fungi comosecretario general del sindicato de Tauro en el periodo1989-1990, cometi varios actos ilcitos. Negaba prsta-mos a la mayora de los trabajadores y, en cambio, selos proporcionaba a quienes eran sus amigos. Tam-

    bin manej de manera corrupta la distribucin de lascasas de Infonavit que obtena el sindicato. En 1990fue denunciado que peda 4,000 pesos por asignar cada

    vivienda. 14 Otra modalidad de traficar con las casas deInfonavit era ofrecrselas a las empleadas a cambiode favores sexuales, como lo comenta una obrera:

    Yo quera conseguir una casa del Infonavit, en ese tiem-

    po yo estaba embarazada y el del sindicato me dijo, yopens que jugando, que para poderme dar la casa me tena que acostar con l. Pues yo pens que estaba jugando y as

    jugando tambin le contest que no, jugando, hablandocomo yo hablo. Y luego despus ya no supe nada de la casa,sino que V. me dijo que ya mi casa ya haba salido y quela haban vendido, que la haban vendido a un supervisor.Entonces V. me pregunt: ps, qu le hiciste?, no, ps,nada; qu acaso no te pregunt si te queras acostar con l?, pues s, s me dijo, pero yo cre que estaba ju-gando, yo estaba embarazada; no, pues no era juego, era en serio. A m me dio mucho coraje, lo denunci y en-

    tonces ya tambin cuando empez todo mundo a protes-tar en contra de l, yo tambin, y a tirarlo. 15

    En septiembre de 1990 hubo un fuerte movimientode protesta dentro del sindicato, porque J. R. M. haba cometido un fraude con las cuotas sindicales por msde $50,000.00. La gente comenz a enojarse con lcuando hizo alarde del dinero que consegua de manera corrupta. Es interesante observar que muchos traba-

    jadores consideran ms o menos normal que los diri-gentes sindicales obtengan beneficios personales desu puesto, pero consideran abusivo que hagan osten-

    tacin de ello: ...la gente lo empez a notar porqueempez a sacar una troca Bronco, pulseras de oro y medallas que no alcanza [a comprar] con lo que uno

    12 Entrevista a ex trabajador de Tauro realizada en Chihuahua, julio de 1993.13 Hemos decidido emplear iniciales en lugar de los nombres de los trabajadores, para proteger su identidad.14 Oficio del asesor jurdico de los trabajadores de Tauro inconformes con J. R. M., dirigido al secretario general de la CTM de

    Ciudad Jurez, noviembre de 1990. Todas las cantidades expresadas aqu se convirtieron a nuevos pesos. Un nuevo pesoequivale a mil viejos pesos. En la poca en que se hizo la investigacin, se estaba dando la transicin de los viejos a los nuevospesos.

    15 Entrevista con ex trabajadora de Tauro, agosto de 1992.

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    gana all, J. R. M. cambi su forma de vestir de choloa chero [ranchero] con botas y camioneta bronco; sellevaba gente a comer, a beber, era un despilfarrode dinero. 16

    El Comit Ejecutivo que desplaz a J. R. M., pesea tener una ideologa democrtica y estar vinculado a grupos de la izquierda cristiana, tambin cometi

    varios actos indebidos. En primer lugar, en la fiesta de navidad de 1991, algunos funcionarios sindicales sequedaron con una parte de la cerveza y de los regalos.Un segundo caso se present cuando se obtuvieroncasas de Infonavit y se las distribuyeron entre miembrosdel comit y trabajadores cercanos a ellos, en vez derifarlas entre los trabajadores. Tambin hubo malosmanejos del dinero de las becas para los hijos de traba-

    jadores. La gota que derram el vaso fue cuando sereunieron $38,000.00 de cuotas extraordinarias desti-nadas a la construccin de un nuevo local para la CTM

    y algunos miembros del Comit Ejecutivo decidierontomar para ellos la mitad de esa cantidad. Fueron des-cubiertos y despedidos, con lo que abort un intentode democracia sindical en Tauro.

    Los dirigentes del sindicato que estuvieron involu-crados en estos acontecimientos no niegan su responsa-

    bilidad, pero de algn modo la justifican. El secretariogeneral seal varias atenuantes, entre otras, que enesa poca la empresa le haba negado un prstamo,que el dirigente de la CTM no le cumpli la promesa dedarle unas casas de Infonavit para los trabajadoresque representaba, que Tauro haba dado una coopera-

    cin mayor que otros sindicatos:

    Donde quiera ha de meter la cola el diablo (...) La CTM nospidi una cuota de cinco pesos por trabajador a la semana para arreglar el saln de la CTM. Tenamos una mala rela-cin con P. (el dirigente de la CTM en Ciudad Jurez). Alfinal se juntaron $38,000.00. Yo le haba pedido a la em-presa un prstamo de 4,000 dlares para comprar una camioneta, pero no me lo quisieron dar. Junt al Comit(del sindicato) les dije que cmo era posible que le fu-ramos a entregar los 38,000.00 a P., que dejramos$18,000.00 y nos tocaba de a tres mil por cabeza. Le en-

    tregamos a P. $20,000.00, Tauro aport ms que las otrasmaquiladoras. Z. (dirigente estatal de la CTM) me dijo quequ buena aportacin, que me iba a dar 30 casas de In-fonavit. 17

    Llama la atencin la frase donde quiera ha de me-ter la cola el diablo, utilizada por el secretario generalque fue el principal artfice del fraude, ya que indica unreconocimiento de que fue una accin negativa, pero,al mismo tiempo, seala las circunstancias particularesque, a su juicio, explican su conducta. Otros trabaja-dores tambin justifican la conducta del Comit Ejecu-tivo en esa ocasin; una operadora seal: Ese Comits defenda a los trabajadores y no le convena a lossupervisores. Lo que hicieron (el fraude) no era motivopara que se fueran. 18 En cambio, otro de los parti-cipantes del timo expres vergenza por lo que sucedi

    y narr as los acontecimientos:

    ...por un dinero de la CTM, fue una cuota de veinte pesospara cada trabajador. En total eran treinta y ocho mil quese iban a ir con P. (dirigente de la CTM en Ciudad Jurez).De esos treinta y ocho, nos junt F. (secretario general delsindicato de Tauro) a m y a D. (otro miembro del ComitEjecutivo) y nos dijo de ese dinero se lo vamos a entregar todo a P.?. Yo dije que s, que la CTM estaba esperando una coyuntura para quitarnos. Fue un da antes de que a mme corrieran. F. ya no tomaba en cuenta al Comit. Firmel cheque sin darnos cuenta. l ya haba hecho trato conM. [la gerente de personal de Tauro] por cinco mil pesos.Dijo que haba treinta y tres mil, que no se los iba a en-tregar todos a P., que le iba a entregar veinte o veintidsmil y que lo otro nos lo bamos a repartir, por tanto que ha-

    bamos trabajado. D. dijo que no, duramos toda la tarde y... [hace una pausa, toma aire, se ve nervioso] al fin acep-tamos. Se repartieron diez o doce mil, por partes igualesentre cinco, dos mil doscientos a cada uno, entre F., E.,

    V., D. y yo. Nos mandaron llamar a la CTM, ah nos dijeronde lo del dinero, que lo devolviramos o lo iban a tomar denuestra liquidacin, se iban a ir sobre m. Yo tena corajecon todos, fui con P. y le devolv el dinero, tengo recibo. 19

    Entre los obreros de Tauro tambin se presentanconductas no reguladas, en ocasiones relacionadas conestrategias de subsistencia que buscan aprovechar la maquiladora para desarrollar algn tipo de pequeonegocio. Un caso famoso fue el de una seora que con-

    virti la maquiladora en un gran mercado: se las in-geniaba para vender de todo adentro de la planta,aunque estuviera prohibido. Es muy comn que la

    16 Entrevistas con el ex secretario del trabajo del sindicato de Tauro y con un ex trabajador de Tauro, ambas en septiembrede 1992.

    17 Entrevista con ex secretario general del sindicato de Tauro.18 Entrevista con ex trabajadora de Tauro, julio de 1992.19 Entrevista con ex trabajador y ex funcionario del sindicato de Tauro, septiembre de 1992.

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    gente venda cosas en las fbricas, pero esta seora te-na un negocio bien montado, para ella la maquilado-ra era importante en tanto que le provea de clientes:

    Siempre me ha gustado la venta. Ah en Tauro empec a vender a los ocho das que entr. Venda broches, dulces,chicles, chocolates, de todo. Todo mundo vende algo: quetupperw are, que productos de belleza. Donde estoy ahora

    vendo dos o tres veces a la semana tamales. (...) Yo esta- ba muy a gusto en Tauro, sobre todo en las ventas: llegaba a sacar hasta quinientos pesos por semana con todo y elsueldo! Me iba a El Paso [Texas], al centro, a traer camise-tas y zapatos, dos veces me pas de mojada. Tambin a losguardias y a los supervisores les venda. (...) S, haba oportunidad de platicar, de vender. (...) un da vend cua-renta y cinco burritos, a la sorda. A veces venda en el co-medor, o en los baos. 20

    Para poder realizar sus ventas, esta seora tena que hacerse amiga de los guardias, de los supervisores y de los funcionarios sindicales: muchas veces tena quedejarles parte de sus ganancias, pero vala la pena porque con su actividad comercial ganaba el doble delo que obtena como operadora. Es comn que la per-sona que realiza un acto ilcito dentro de la planta com-parta los beneficios con quienes le ayudan. Eso mismoocurri con un trabajador que se sala de la planta llevndose herramientas y materias primas, pero te-na que hacerle algunos regalos a su supervisor. Esteejemplo es muy curioso, porque este trabajador, sinperder su puesto de obrero en Tauro, form un taller de carpintera valindose de las materias primas y losconocimientos adquiridos en la maquila:

    Yo en una hora y media terminaba todo lo que tena quehacer en Tauro y me sala. Tena una transa con el que sa-caba el scrap (desperdicio), lo llevaba a una ladrillera. A los cuatro meses yo ya conoca todo el movimiento. Me lle-

    vaba tornillos, tapas, madera, de todo. Los gringos no tedejan llevar nada. Yo llevaba una troca y sacaba muchascosas. Empec a hacer muebles con el estilo de trabajode Tauro: cmodas, libreros, muebles para televisin. Mecompr taladros para trabajar al estilo de Tauro. Estaba

    dos horas en la maquila y luego me iba a trabajar a la car-pintera que tena en mi casa. Eso s, me tena que repor-tar con mi supervisor, le haca muebles para su casa, tam-

    bin para su jaina [novia]. Dur como un ao haciendoeso. La raza deca que los muebles que yo haca tenan uncontrol de calidad ms duro que el de Tauro. 21

    En este caso el trabajador expropi materiales de la empresa, utiliz en su provecho parte del tiempo de su

    jornada laboral y se apropi del conocimiento tcnicoque obtuvo en la maquila para montar su propio nego-cio. Ms all de lo anecdtico, ilustra cmo los traba-

    jadores insertan su trabajo en la maquiladora dentrode redes grupales y estrategias de sobrevivencia, cmoasimilan la tecnologa y las formas de trabajo y las em-plean con otros fines. Otros trabajadores de Taurotambin narraron casos de gente que se llevaba mate-riales a su casa. Para robarse objetos de la maquila losobreros llegan a hacer cosas realmente ingeniosas,como las siguientes:

    Hay una ancdota que identifica la creatividad de la raza,te das cuenta de sus compensaciones ocultas. Haba uncholo en la maquiladora, al que le gust un pico, de sosque se usan en las obras, y se lo meti abajo del pantaln,

    en una pierna el palo y en otra el pico. Y as, caminandotodo chueco y tieso lleg a la salida. El guardia le dijo:que te pas mi cholo?, es que me clav un pico miguardia, ah, que cholo tan pendejo, y as se lo llev, sindecir una mentira y en los ojos del guardia. Yo llevaba un termo y una mochila. A la hora del almuerzo le ofreca al guardia. Un da me chingu [me rob] un multmetro

    y a la salida me dijo el guardia que abriera mi mochila. Ah, enfrente del guardia, saqu el termo, saqu mi lonche,nos lo comimos, me llev el multmetro y no se dio cuenta.Nos pusieron un detector de metales a la salida, cul era mi mtodo para sacar cosas?, yo cruzaba el detector con minavaja y desarmador a la vista, timbraba, yo lo dejaba delotro lado, como si nada, volva a pasar y ya no timbraba.Pero esa herramienta la dejaba en mi casa y al da siguien-te sacaba otra. 22

    En el comentario anterior llama la atencin el usodel trmino compensaciones ocultas para referirse a los robos de material. Al parecer fue acuado por unsacerdote de Ciudad Jurez para denominar a los roboshormiga y a pequeos actos de sabotaje que realizanlos trabajadores de las maquiladoras. Es un trmi-no que no slo describe, sino que legitima y de algnmodo justifica, estas acciones, en tanto que las califica

    como una compensacin por algn agravio previo quesufrieron los obreros, una medida de autojusticia frente al mal trato o el bajo salario. Es muy comn quela gente sustraiga cosas de la maquila, todos se llevanalgo, comenta un ex trabajador que se meti a Tauroa realizar labor de organizacin entre los obreros:

    20 Entrevista con ex trabajadora y ex funcionaria sindical de Tauro, julio de 1992.21 Entrevista con ex trabajador de Tauro, julio de 1993.22 Entrevista con ex trabajador de Tauro, julio de 1993.

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    Lo que deca el Padre, que eran compensaciones ocultas,era socializar un poco lo que la maquiladora tena. Es quela raza all, tenamos reventa, estamos sacando hojas,estamos sacando tape, estamos sacando marcadores, es-tamos sacando un montn de material, tenamos una encuesta de todo lo que haba de material, tenamos detodo. Lo que pasa es que t te justificas totalmente, por-que sientes que t lo ests ganando, aunque lo hayas sa-cado no con el permiso expreso de que te hayan dicho s,llvatelo. Aparte de que con eso la fbrica no va a que-

    brar, y eso es comn, todos los trabajadores que trabajanen la maquiladora tienen algo de la maquiladora, a pocono? O pregntale a cualquier trabajador, qu has saca-do de la maquiladora? y te va a decir que algo ha sacado,hojas, tape, es comn, a cualquiera al azar agrralo y vasa ver que algo ha sacado. 23

    Otra gama de acciones ignorando las reglas en Tau-ro consiste en pequeos sabotajes y trabajo a desgano,para hacer menos pesada la jornada de trabajo. Un ex trabajador de Tauro describi as este tipo de expresio-nes de resistencia de los trabajadores:

    ...los trabajadores tienen la capacidad de detener o dismi-nuir la produccin de muchas maneras, lo mismo que la calidad de la produccin el trabajador la puede bajar, (...)el hecho de conocer la mquina, ya te da capacidad para que t puedas aumentar o disminuir la produccin en la calidad, eso es muy comn en cualquier maquiladora, sila gente no llega con ganas de trabajar, la gente sabe cmo

    hacerle para hacer tortuguismo o para parar, o para echar a perder la mquina cuando necesitan ms tiempo dedescanso (...) Nada ms atorabas un gabinete que se la-deaba y se tena que parar porque se hacan bolas todoslos gabinetes. Un amarre con un alambre muy pegado y que se caiga ms adelante, y eso automticamente se tie-ne que parar porque si no se hacen bolas los gabinetes.

    Ahora, ah lo que la gente hace es que no aparezca que lohiciste a propsito, es la creatividad porque nada tienechiste irlo a aventar, vas a decir que es una ventaja, por-que te van a amonestar, el chiste est en la forma msprctica que no vean que lo hiciste a propsito. 24

    Este trabajador coment otras acciones, espont-neas o hasta inconscientes, pero que tambin repercu-ten en la productividad: quedarse dormido y, por ende,llegar tarde o faltar a trabajar, tardarse a la hora de ir al bao, cambiarse de fbrica, hacer tortuguismo. Mu-chas de estas acciones se refuerzan con comentarios

    entre ellos, se transmiten unos a otros los ardides para detener la mquina o realizar sus tareas con menosesfuerzo, escriben en los baos insultos contra los su-pervisores dspotas, se apoyan en la lnea con gestos

    y miradas.Los ejemplos anteriores sugieren que las prcticas

    no reglamentadas, bajo diversas formas, son un compo-nente significativo de la cultura del trabajo de Tauro,

    bien sean ligadas al patrimonialismo en la gestinsindical y empresarial, a estrategias de subsistencia delos trabajadores o a mecanismos cotidianos de resis-tencia y expropiacin. Estas conductas no son exclu-sivas de la maquila, se presentan en diferentes camposde la vida social mexicana. Vemos aqu cmo la cul-tura laboral se encuentra en relacin con la cultura delpas, en particular con la tolerancia hacia transgresio-nes a la ley, que son aceptadas o justificadas con elargumento de que los salarios son bajos y de que loslderes sindicales desempean un papel de interme-diarios que los autoriza a realizar una gestin patrimo-nialista del sindicato, siempre y cuando redistribuyanentre sus agremiados algunos de los beneficios alcan-zados. De cualquier manera, sera importante tratar de elucidar por qu en Tauro se registran con bastantefrecuencia. Aventuraramos la hiptesis de que sondos los factores que contribuyen a incrementarlas enesta planta. En primer lugar, el sindicato de Tauro nonaci de un proceso organizativo de los trabajadores,sino de un acuerdo entre la empresa y los dirigentes dela CTM, en el que, implcitamente, la compaa aceptaba

    o toleraba la administracin patrimonialista del sin-dicato a cambio de la proteccin contra otros sindica-tos o contra las demandas de los propios obreros, cuan-do estas ltimas se consideraran exageradas o fuera delugar, a juicio de la empresa. La existencia de este con-trato de proteccin convirti a la corrupcin en un viciode origen. Un segundo factor es el carcter autorita-rio de los sistemas de trabajo, mismos que no propicianautoestima, comunicacin ni identificacin con la em-presa. De este modo se genera una actitud instrumentalhacia el trabajo, hacia la empresa y hacia sus bienes,lo que, en un contexto cultural propenso a la corrupcin,

    con facilidad se traduce en bsqueda de ventajas per-sonales a costa de los dems y de las propiedades dela empresa o del sindicato.

    Podemos concluir que no pueden considerarsecomo corrupcin todas las prcticas infractoras de lasreglas por parte de los trabajadores de esta maquila-dora, pero tampoco pueden interpretarse todas como

    23 Entrevista a ex trabajador de Tauro, octubre de 1993.24 Entrevista con ex trabajador de Tauro, octubre de 1993.

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    una resistencia obrera frente a la empresa o frente a los lderes sindicales, sino que se presentan diversostipos y en cada caso hay que precisar si se trata decomportamientos que otorgan ganancias personalesa costa de los dems o slo hay un aprovechamientode los intersticios de las reglas sin afectar a los compa-eros o a la empresa. Adems, deben diferenciarse lasocasiones en que estas acciones son llevadas al cabodesde una posicin de poder (liderazgo sindical, pues-to de autoridad en la empresa) o desde una posicinsubordinada. Por ltimo, deben identificarse los con-tenidos de gnero que subyacen a muchas de estasacciones. Es muy distinto cuando un dirigente sindicalaprovecha su puesto para hostigar sexualmente a lastrabajadoras que cuando una obrera burla la vigilan-cia fabril para vender comida a sus compaeros o ungrupo de trabajadoras que actan coordinadamentepara molestar a un supervisor autoritario.

    Es llamativo que muchos de estos comportamientostienen cierta legitimidad ante los ojos de los trabajado-res, parece haber lmites culturalmente establecidospara diferenciar cules prcticas no reglamentadas soncorrectas o tolerables y cules son incorrectas, gravesu ofensivas. Uno de estos lmites tiene que ver con la funcin redistribuidora de los dirigentes sindicales, y est expresado en la muy difundida frase: est bien querobe, pero que reparta. Pareciera que para muchostrabajadores no es tan grave que un lder sindical ob-tenga ventajas personales como retribucin a su labor,en especial si consigue beneficios para todos los de-

    ms. Cabe recordar la opinin de una trabajadora, men-cionada ms arriba, de que el fraude realizado por unode los comits ejecutivos del sindicato con las cuotas dela CTM no era grave porque estaba trabajando bien.

    Algunos de los participantes en ese fraude tambin se justificaron diciendo que haban hecho mucho en fa- vor de la gente. Un segundo lmite se asocia con la idea que los trabajadores tienen sobre la reciprocidad enlas relaciones laborales: una gran cantidad de ellospiensa que tiene derecho a una compensacin oculta cuando la empresa les paga poco o los trata mal. A susojos son admisibles los robos hormiga o los pequeos

    sabotajes como medio para obtener el descanso o la re-tribucin que el supervisor o el patrn les est negan-do. Un tercer lmite tiene que ver con el cuidado de lasfronteras del grupo obrero: son criticados los lderessindicales que se enriquecen a ojos vistas y hacen os-tentacin de ello. Recurdense las crticas a J. R. M.cuando cambi su estilo de vestir y comenz a gastar

    dinero en forma escandalosa. Por ltimo, otro lmiteimportante a las prcticas fuera de las normas es elrespeto a la dignidad de los trabajadores: ser mal vistoel lder o el trabajador que obtenga beneficios enga-ando a otros o atropellando su dignidad, como fue elcaso del dirigente sindical que peda favores sexualesa cambio de viviendas del Infonavit. Estos lmites noson fijos, no constituyen barreras inamovibles sino una configuracin cultural que orienta a los actores, perose pueden hacer ms o menos estrictos, ms o menospermisivos, en funcin de la correlacin de fuerzas, delcontexto histrico y de la evolucin del grupo. La inci-dencia de la cultura del grupo sobre los lmites queorientan las prcticas obreras al margen de las reglastambin se observa con claridad en el caso de la subes-tacin elctrica que describiremos a continuacin

    El pi l la je: t ransgres ion es con sue tudinar iasen un a subes tac in de l a CFE 2 5

    El segundo caso a considerar es muy distinto del re-presentado por las maquiladoras. Se trata de un grupode trabajadores de la Comisin Federal de Electricidad,paraestatal que abarca el control de la produccin y suministro de energa elctrica. Este grupo comprendea los trabajadores sindicalizados, encargados de tareasmanuales que van desde labores de limpieza hasta puestos tcnicos de electricistas calificados, emplea-dos en una subestacin elctrica de gran tamao en el

    centro del pas. Aqu, estamos ante miembros de una empresa de gran magnitud, con muchas dcadas deoperacin y una extensin nacional de sus operaciones.

    Asimismo, hablamos de agremiados a un sindicato muy slido, fuertemente ligado al movimiento obrero corpo-rativista.

    Los trabajadores electricistas estudiados cuentancon peculiaridades que es necesario mencionar antesde describir su situacin especfica. Gracias al hecho deser parte de un entorno ms estable, en el que se pue-de desarrollar una carrera laboral de mayor duracin

    y con mejores perspectivas, podemos observar que exis-

    ten rasgos que nos permiten hablar de una cultura local del trabajo ms definida. De ah que destaque la construccin de un conjunto de caractersticas iden-titarias y un modelo autodefinitorio a travs de loscuales es posible entender la manera de comportarsede los trabajadores y sus opiniones sobre distintos te-mas. Entre estos rasgos, uno de los ms representativos

    25 Un anlisis ms detallado de la cultura laboral y de los mecanismos de aprendizaje entre los trabajadores de esta subestacin elctrica se puede encontrar en Hernndez (2001).

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    radica en la consolidacin de una entidad grupal fuer-te y diferenciada, conformada por los trabajadores sin-dicalizados y dirigida por aquellos que son los msexperimentados entre ellos. Este grupo forma el ncleode la cultura laboral local y son el sector con ms pesopara sancionar lo que consideran su conducta y ras-gos distintivos.

    Otro elemento muy llamativo al entrar en contactocon este grupo de trabajadores consiste en que se con-sideran a s mismos como empleados valiosos, quehan probado sobre el terreno su capacidad tcnica,su respuesta y compromiso con la empresa y el papelpreponderante que juegan para su funcionamiento. 26Estn convencidos de su desempeo satisfactorio encuanto a las exigencias generales de su trabajo. Elloconlleva a otra seal que no se debe ignorar: el senti-miento de identificacin y pertenencia a CFE , con el quelos trabajadores reivindican su lugar como miembrosde una entidad unificadora, a la que entregan parte desu compromiso y de la que deben recibir, en contra-parte, compensaciones o redistribuciones, en trminosque van ms all de una relacin contractual y hacenreferencia a nociones subjetivas y sentimentales.

    Al observarlos como grupo se puede apreciar quehan elaborado un modelo de autoridad en el que juega un papel preponderante la larga trayectoria dentro dela empresa. Esto es particularmente relevante para lostrabajadores que, despus de varios aos de experien-cia, han conseguido un dominio tcnico de sus labores

    y el respeto de sus compaeros y superiores por consi-

    derrseles personas confiables y responsables ante la exigencia. As, en el interior del grupo se construyeuna jerarqua informal que en ocasiones se sobrepone,a veces transforma y eventualmente coincide con el es-calafn establecido por la empresa, misma que rige en

    buena medida la convivencia interna de este lugar.Por ltimo, un elemento primordial en esta caracteri-

    zacin es la propia apreciacin de los trabajadores deacuerdo con la cual se autoconciben como un sector distinguido dentro de la clase obrera. Aunque debatansobre sus condiciones y expresen quejas en contra dela directiva empresarial, en su discurso es posible de-

    tectar la certidumbre de que su posicin es superior a la de los empleados en otros mbitos industriales.Esto pasa por distintos ejes. Uno de ellos es su convic-cin de una capacidad tcnica probada, que los con-

    vierte, en su opinin, en trabajadores reconocibles por su calidad. Otra es su pertenencia a un sindicatogrande y poderoso, gracias a la cual pueden dirimir

    sus dificultades laborales de una forma ms satisfac-toria. Junto a ello, es oportuno mencionar por ltimosu conviccin de ser un sector econmicamente msfuerte que otros dentro del ramo industrial, caracters-tica de la que, piensan, se debe hacer ostentacin.

    Tras esta exposicin esquemtica sobre estos traba- jadores de CFE es momento de abordar el tema principalde este trabajo: una serie de prcticas ilcitas conocidaslocalmente como pillaje. El pillaje consiste en la sus-traccin oculta de bienes propiedad de la empresa para uso personal, sobre todo refacciones utilizables omateriales que pueden ser vendidos de manera ren-table. El trmino abarca tambin los ingresos o bene-ficios obtenidos de hacer un uso ajeno al trabajo de

    bienes proporcionados para las labores (vender la ropa de trabajo o darle empleo personal a los vehculos deuso oficial) y al aprovechamiento excesivo de los be-neficios contractuales, como la entrega de reportesexagerados de tiempo extra o la obtencin de viticosadicionales. Esta prctica llama la atencin por estar de cierta forma institucionalizada: existe un eufemismocompartido por el grupo para definirla y, lo ms no-table, una serie de normas no escritas para realizarla

    y de referencias para explicarla y justificarla, congruen-tes con las normas y valores grupales.

    A simple vista el pillaje puede parecer una accinmeramente individual, estratgica para atender losintereses personales. Pero, observndolo con deteni-miento, queda de manifiesto que la cristalizacin deestos intereses se inscribe en la lgica del grupo. Se-

    gn comentan los trabajadores, el pillaje tiene una dimensin econmica, como compensacin adicionalal salario y como redistribucin del presupuesto de CFEque, por ser tan extenso y cuantioso, justifica una se-rie de pequeas fugas que permiten un beneficio com-partido en todos los niveles. Sin embargo, hacer un usoexcesivo de estos beneficios no es aceptable, en parteporque se cree que puede desembocar en un monopolio

    26 Este orgullo profesional recuerda al que experimentaban los sublimes, trabajadores parisinos del siglo XIX , conocedores y experimentados, descritos por Alain Cottereau (1980).

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    personal o poner en riesgo al grupo en su conjunto.Siendo una compensacin paralela al salario, entre lostrabajadores es mal visto que aquellos que tienen me-nos exigencias o responsabilidades o quienes son re-conocidos por sus compaeros como poco dispuestosal trabajo se favorezcan excesivamente del pillaje. Estoratifica la importancia que se concede a la antigedad

    y a la buena trayectoria laboral: se considera que elpillaje es un beneficio para los trabajadores experi-mentados, estando incluso bien visto que un trabajador prximo a la jubilacin obtenga por este medio antesde retirarse un cuantioso monto de recursos.

    En trminos de resarcimiento, el pillaje tiene una valoracin relevante. En buena medida, se trata deuna compensacin extraordinaria, en la que, de mane-ra justiciera, se nivela la exigencia que la empresa llega a ejercer al encomendar trabajos peligrosos, excesivos opesados que, en opinin de los trabajadores, no que-dan bien retribuidos con el salario. Se concibe comouna prerrogativa que tiene su contraparte en las situa-ciones de trabajo anormales que se llegan a enfrentar;por ello, dentro de las normas no escritas del pillaje, escensurado el beneficio excesivo de aquellos que sonconocidos como poco sacrificados en el trabajo. 27

    Como se dijo ms arriba, obtener grandes ventajaspor este medio es reprochable, pero tambin beneficiarsecon logros menores es censurado. Extraer sistemtica-mente objetos de poco valor para darle un uso doms-tico se contrapone con su reivindicacin de pertenecer a un sector social con mayor capacidad adquisitiva. El

    grupo se percibe y se define a s mismo como una espe-cie de aristocracia obrera, muy superior en sus ingre-sos y en su estilo de vida a la mayora de los trabajadoresindustriales, de modo que el pillaje tiene que ser con-secuente con esta autodefinicin: robar cosas de poco

    valor sera degradarse, rebajarse a la condicin de po- bres sin dignidad. En cambio, demostrar valenta y au-dacia en la sustraccin de cosas valiosas es congruentecon la imagen de un trabajador electricista orgulloso,diestro, viril y capaz en el trabajo.

    En la realizacin del pillaje emerge tambin otro delos valores fundamentales que se repite en los juicios

    de los trabajadores: la lealtad del grupo de sindicali-zados, que se concibe aqu como una unidad frente a la empresa y frente al exterior. As, para ellos es acep-table sustraer los bienes para uso personal, pero es re-

    prochable que los miembros de los grupos de seguridadque resguardan la subestacin o personas por completoajenas a ella se beneficien de algo que no les corres-ponde. Paralelamente, aparece tambin parte delsentimiento de pertenencia a la empresa: ellos puedenemplear sus recursos porque forman parte de ella y so-lamente estn redistribuyendo lo que es de su propiedad.

    Finalmente, otra de las dimensiones capitales deesta prctica es la que tiene que ver con una reivin-dicacin de la inteligencia, pericia y valor de los miem-

    bros del grupo. Se trata de un grupo obrero que exal-ta, de manera machista, su masculinidad, tanto en la realizacin de labores peligrosas como en la narracinde sus hazaas amorosas. 28 El pillaje no es ajeno a esta clase de exaltacin, lo cual se ilustra cuando lostrabajadores recuerdan las acciones de pillaje que sonosadas y resaltan la destreza y audacia de quienes lasrealizan, pues demuestran que son capaces de burlar los dispositivos de seguridad puestos para su con-tencin. En una ocasin, cuando se propuso que loselementos de seguridad revisaran los vehculos delos trabajadores al momento de salir, varios de los com-paeros se sintieron indignados, manifestando sumolestia firmemente con expresiones como ni quefuramos ladrones, que propiciaban risas generales

    y bromas, mismas que se agudizaron cuando un traba- jador comenz a relatar que el da anterior se haba roba -do algunos objetos para emplear en su casa, llevndolosmuy visibles en su carro al momento de salir, y entre-tenindose en platicar con el vigilante de turno, al que

    reclamaba que se les sometiera a revisin. El relato deesta ancdota gan una mayor aceptacin cuando ce-rr con el comentario: si de lo que se trata el pillaje noes de que sean buenos pacuidarte, sino de que seas

    bueno pachingarlos. Como se ve, en el pillaje se cristalizan distintos

    valores grupales, como la audacia y la valenta, la pre-eminencia de la trayectoria laboral y la lealtad de lossindicalizados en el enfrentamiento con la empresa.Por ello, en el reglamento informal del centro de tra-

    bajo la iniciacin en este tipo de prcticas representa un escenario esencial para la incorporacin de nuevos

    compaeros. Un joven trabajador que es llevado a par-ticipar por primera vez en las incursiones de pillaje seadentra en los conocimientos de su funcionamiento,tanto explcitos como implcitos. Seguramente sus

    27 En una ocasin un ingeniero de la parte directiva dijo que aceptaba ciertas modalidades de estos actos porque los consi-deraba justos, adems de que le garantizaban la respuesta de sus subordinados en casos de complicaciones o de demanda excesiva de trabajo.

    28 Para mayor informacin acerca de la masculinidad en la cultura laboral de este grupo obrero vase Hernndez (2001); sobrela masculinidad y el orgullo de ser electricistas tambin puede consultarse el estudio de Javier Melgoza y Rafael Montesinossobre la legitimidad en el combativo Sindicato Mexicano de Electricistas (Melgoza y Montesinos, 2002).

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    primeras experiencias sern cuando ocupe uno de lospuestos de ayudante y, literalmente, sa ser su par-ticipacin. De cierto modo, se le involucra mediantecomplicidad, pero, an sin verse beneficiado de lo quese obtenga, se da por sentada su lealtad. En una in-cursin de este tipo, ser uno de los mayores quiendecidir el objetivo y ordenar a sus ayudantes la for-ma de conseguirlo. Posiblemente redistribuir, o permi-tir que sus ayudantes tambin consigan algo, perosiempre en menor medida que l, afianzando la idea deque se trata de un beneficio que se gana con la expe-riencia. 29 Tras diversas correras como sta, y teniendo

    ya ms experiencia en su realizacin, el trabajador novato se familiarizar con los medios ms comunespara ejecutarlas. Comprender tambin la trascenden-cia de la complicidad del grupo. Adems, tanto en lasparticipaciones directas como en las plticas sobre eltema, conocer las opiniones de sus compaeros que

    justifican o reivindican el pillaje como un mecanismode compensacin del trabajo, de redistribucin de losrecursos de todos los sectores de CFE e, incluso, comouna manifestacin de pertenencia a la empresa. Estomuestra que hay un proceso local de aprendizaje de lasnormas del pillaje y que ste, a su vez, se realiza en con-cordancia con las diferencias jerrquicas dentro delgrupo laboral: a los que ocupan una posicin de man-do en la realizacin cotidiana del trabajo les corres-ponde una posicin similar al momento de realizar esas transgresiones.

    Todas estas dimensiones confluyen en la justifica-

    cin del pillaje. En diversas plticas se pudo apreciar la certeza de los trabajadores de que no se trata de algodel todo incorrecto, sino de una accin que es posible

    y aceptable por las caractersticas de la empresa y por su condicin de empleados valiosos, siempre quese produzca respetando esas normas no escritas im-puestas en su funcionamiento. Para enfrentar el tema que aqu nos ocupa debemos entender, antes de seguir adelante, que los postulados expuestos por los trabaja-dores no son solamente respuestas o actitudes individua-les aisladas, hechas en un clculo racionalista, sino lasmanifestaciones de una continuidad cultural, en la que

    el grupo desarrolla una lgica propia que, acorde conplanteamientos ms generales, permite explicar las ac-ciones de carcter extralegal que se mencionaron.

    El esfuerzo de anlisis para revisar todo esto noslleva a detenernos un instante en el trmino establecidopara nombrarlo. El hecho mismo de la existencia deuna expresin particular para definir este comporta-miento nos habla de un reconocimiento de su peculia-ridad por parte de los involucrados, y ah podemosencontrar algunos de los elementos necesarios para comprenderlo. Usar la palabra pillaje encierra con-notaciones eufemsticas y ldicas. 30 Se trata de accionesque se reconocen de entrada como ilegales de acuer-do con el reglamento interno. Pero se admite tambinque, en trminos generales y si se realizan respetandolos lineamientos paralelamente establecidos, son actosinofensivos y permisibles dentro de la empresa, conlos que los trabajadores aprovechan un espacio en elque las autoridades toleran ciertos hechos, al noaplicar el reglamento de una manera completamenterigurosa. As, al hablar de pillaje y no de robos o frau-des se eliminan parcialmente algunas connotacionesnegativas y se reviste con el peso del aval grupal accio-nes que, desde otra perspectiva, podran ser reprobadas.

    Al apreciar lo que se incluye dentro del pillaje sepueden encontrar lmites y espacios de explicacin so-

    bre su legalidad. Durante el trabajo de campo se regis-tr en varias ocasiones que los trabajadores establecenuna distincin entre el pillaje y lo que se evala simple-mente como un robo o un abuso de poder. Por ello, eltrmino nos remite ms a una prctica que refleja co-nexiones con otros mbitos de su cultura laboral y noslo de la existencia de una actitud estandarizada

    para justificar la ejecucin de acciones ilegales. Se tra-ta del reconocimiento de un segundo mbito regula-dor que es agregado al impuesto por la empresa, peroconstruido desde la posicin obrera, de acuerdo conel cual se pueden regir las acciones de los trabajadoresdentro su entorno.

    Aqu, nuevamente es til la referencia al conceptode econ om a m ora l que el historiador E. P. Thompsonpropone para explicar los motines que se vivieron enInglaterra repetidas veces en pocas de escasez duranteel siglo XVIII, mediante los cuales los sectores ms po-

    bres estabilizaban los precios de granos, harina o pan

    conforme los viejos modelos tradicionales, en los quese halla la legitimidad de sus actos. Lo ms interesan-te de este enfoque es que nos apunta una distincin de

    29 Aunque no se manifieste de manera abierta, pensamos que es una norma del grupo que los novatos hagan un uso msmoderado del pillaje que el realizado por sus compaeros mayores, en parte porque se encuentran en una posicin objetiva menos favorable para hacerlo no son responsables de vehculos oficiales, no pueden obtener muchos beneficios adi-cionales por horas extra o viticos al no ser titulares de las reparaciones y en parte, tambin, porque una de las dimensionesdel pillaje es un papel de compensacin o retribucin paralela al salario, que se goza ms por el que ya tiene un mayor mrito.

    30 Decir que alguien es bueno pal pillaje no es una expresin de censura, sta se aplica ms como un reconocimiento, comola aceptacin de una serie de habilidades particulares (las habilidades tcnicas necesarias para su realizacin) y de una actitud decidida y valiente (evidenciada en la ejecucin de actos heroicos que resaltan la posicin de quien los emprende).

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    un planteamiento de reduccionismo economicista y postula, en cambio, entender los hechos como resultadode una lgica cultural.

    En este sentido, podemos apreciar que, ms que uncomportamiento extralimitado de carcter econmico,el pillaje refleja la consistencia de un entramado de no-ciones que los trabajadores tienen sobre ellos mismos

    y su lugar dentro de la empresa. El papel econmicodel pillaje adquiere una relevancia particular si lo aten-demos como un conjunto de acciones amparado enuna propia reglamentacin, en el seguimiento de losparmetros distintos que se establecen, paralelamentea los lineamientos mayores, para modelar las conductasque se consideran correctas dentro del grupo. No pre-tendemos negar que con el pillaje se busque un be-neficio econmico. Simplemente afirmamos que, aunestando en un terreno de aparente extralegalidad, serealiza con apego a normas y presupuestos sustenta-dos por tradiciones locales. En consecuencia, pode-mos establecer que el beneficio personal perseguidoen estos casos puede ser filtrado por los marcos cultu-rales impuestos por la dinmica del grupo.

    Igualmente, es importante notar que en la realizacindel pillaje hay, junto con los motivos econmicos, el re-forzamiento de otras dimensiones identitarias dentrode la subestacin. La complicidad colectiva, impulsada por el liderazgo personal de las figuras con trayectoriasrespetadas dentro del grupo, reafirma las nociones deunidad y lealtad que enfrentan a los trabajadores conotros sectores. La realizacin de pillajes heroicos,

    que ponen de manifiesto valores comunes, como el in-genio y el comportamiento temerario, reivindican lasconcepciones que se han construido como relevan-tes entre los trabajadores. As, vemos que con este tipode acciones se solidifica la aceptacin de modelos deautoridad, de figuras ejemplares o de tratamiento y con-cepcin de la unidad grupal.

    Como apuntara Thompson, este tipo de acciones,enmarcadas en los planteamientos sociales que lesdan sentido, dejan de ser los actos meramente utilita-rios de un sector oprimido y se convierten en la manifes-tacin de la experiencia cultural de un sector de la clase

    trabajadora. Observando todo desde esta perspectiva,tenemos que no son slo los actos extremos de un ser marginal que decide estabilizar por mano propia una situacin que aprecia como injusta. Tampoco se trata del acto de resistencia militante de un personaje queconcibe su situacin de subalterno y emprende agre-siones contra el sistema. Son ms bien acciones acor-des con una lgica de mayor alcance y variedad, a la que hay que acercarse con ms profundidad y amplituden el intento de entenderla plenamente. En el caso deesta subestacin elctrica de la Comisin Federal

    de Electricidad destacan varios lmites culturales queregulan la prctica del pillaje. En primer lugar, la de-fensa del escalafn y de las jerarquas sociales y la-

    borales que entraa: el pillaje se verifica siguiendo laslneas de mando y coordinacin del ejercicio cotidia-no del trabajo, de modo que la posicin que cada quienocupa en los actos de pillaje y la proporcin que le co-rresponde en la distribucin de sus beneficios corres-ponde con la divisin de tareas propias del equipo detrabajo. En segundo trmino, el pillaje refuerza la auto-definicin de los trabajadores electricistas como unsector distinguido de la clase obrera, por lo que se re-prueban las prcticas fuera de la ley que llevan a la sustraccin de objetos de poco valor, porque estnen contradiccin con la categora o el estatus queellos consideran tener. Un tercer lmite tienen que ver con la nocin de masculinidad que defiende este grupoobrero: las prcticas de pillaje deben confirmar el va-lor, la virilidad, la audacia y el control del peligro, queson altamente valorados por el gremio. Por ltimo, unlmite importante es la defensa de las fronteras delgrupo: son reprobables las prcticas al margen de lasreglas realizadas por quienes no son electricistas sin-dicalizados o por aquellos que al exagerar o abusar delpillaje ponen en peligro la identidad del grupo.

    Perspec t ivas

    Del anlisis de estos dos casos llegamos a dos conclu-

    siones principales acerca de las prcticas fuera de lasreglas de estos dos segmentos de trabajadores mexica-nos. En primer lugar, que este tipo de prcticas se ex-tiende en una gama muy amplia, que incluye tantoexperiencias de corrupcin como casos de resistencia obrera frente a las empresas y/o los liderazgos sindi-cales, pasando por expresiones de ideologas de gne-ro y por diversas estrategias individuales o colectivaspara aprovechar las circunstancias del trabajo in-dustrial. Por ello, en cada caso especfico se requierede un anlisis histrico y contextual para poder dife-renciar de qu tipo de prcticas se trata, identificando

    en cada ocasin si cuentan o no con aprobacin y legi-timidad en el grupo obrero y en qu medida lo hacen,si son prcticas excepcionales, espordicas o consue-tudinarias, si se acercan ms al aprovechamientoegosta o a la reivindicacin colectiva, si implican o nodao patrimonial a las empresas, si entraan viola-cin de los derechos de otros trabajadores, si expre-san alguna forma de masculinidad, de dominacin degnero o de desafo a esa dominacin. Con frecuencia,las fronteras entre distintos tipos de prcticas ilcitasson nebulosas, en buena medida porque representan

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    acciones controvertidas y porque los trabajadores ex-presan al respecto sentimientos encontrados, expli-caciones ambivalentes, crticas y justificaciones. Una

    buena muestra de lo anterior es que, con distinta inten-sidad y diversos matices, estas prcticas se presentantanto en sindicatos oficiales, charros o subordinadoscomo en agrupaciones sindicales independientes o de-mocrticas

    En segundo lugar, destaca que estas acciones fue-ra de las reglas escritas se encuentren vinculadas connormas implcitas, mediadas por la cultura del trabajode cada grupo obrero. En el caso de Tauro, que es una maquiladora fundada hace unos cuantos lustros, endonde existe poca identificacin de los obreros hacia la empresa y tambin dbiles lazos entre los traba-

    jadores, lo mismo que sistemas fordistas-tayloristasde organizacin del trabajo, predominan acciones il-citas individuales o con escasa coordinacin colectiva,as como aquellas orientadas a disminuir la intensidadde los ritmos de trabajo. Aparecen como compensacio-nes ocultas de trabajadores que se sienten excluidosde una empresa que muestra el mnimo inters por es-tablecer un compromiso a largo plazo con su personal.Si bien hubo ciertos casos de hostigamiento sexual delderes sindicales hacia trabajadoras, el resto de lasacciones ilegales no presenta un carcter claramentemachista. Todo esto indica que estamos ante un grupode trabajadoras y trabajadores con una historia indus-trial breve, un sindicato dbil y un vnculo muy preca-rio con la empresa, de modo que sus acciones infrac-

    toras se orientan a obtener un beneficio rpido, ya quepara ellas y ellos el trabajo en Tauro representa slouna fase transitoria dentro de complejas trayectoriaslaborales, en las que aparecen empleos en otras ma-quiladoras y diversos trabajos por cuenta propia antes,durante y despus de haber estado en esa empresa.Otro es el caso de la subestacin elctrica, en una em-presa fuerte y antigua, en donde han laborado variasgeneraciones de obreros electricistas. En ella, el trabajooperativo es peligroso y realizado exclusivamente por hombres, hay una cultura muy slida de grupo, un or-gullo de pertenecer a una empresa importante y un

    gran respeto por la trayectoria laboral exitosa de algu-nos compaeros. En este caso las prcticas ilegalesconocidas como pillaje se encuentran ms instituciona-lizadas y tienen un elevado componente de masculini-dad y de defensa de las fronteras de un grupo obrerofuerte, a la vez que expresan y construyen el orgullo

    profesional de trabajadores calificados que tienen unestatus social ms alto que el de la gran mayora de losobreros industriales mexicanos. Las prcticas no re-glamentadas de los electricistas muestran el sello deun largo proceso de industrializacin, mientras quelas de los trabajadores de la maquiladora correspondena una proletarizacin ms reciente, muchas de ellasexhiben la lgica de trabajadores por cuenta propia que se resisten a ser absorbidos por la rpida indus-trializacin de la frontera norte. 31

    Pese a las diferencias encontradas, en ambos casosamplios sectores de trabajadores consideran que mu-chas de estas prcticas fuera de las reglas son legti-mas, piensan que les pertenece una porcin mayor dela riqueza generada en las empresas en que laboran.Estas prcticas son comunes en muchas otras empresas

    y en muchos otros sindicatos en Mxico. Si bien tienenrasgos especficos en cada rama industrial, en cada

    regin y en cada tipo de sindicato, su amplia difusinsugiere que se encuentran relacionadas con el corpo-rativismo autoritario y la corrupcin que han imperadodurante tantas dcadas en las relaciones laborales enel pas, as como con la resistencia de los trabajadores

    y con sus estrategias de supervivencia en este contextolaboral, por lo que es conveniente continuar profundi-zando en su estudio. Tambin es importante proseguir la indagacin de las culturas laborales en que se ins-criben. Para avanzar en la comprensin de las lgicasculturales que estn mediando las prcticas ilega-les, fue valioso escuchar las narraciones y explicaciones

    que ofrecieron los mismos actores. En ellas se descu- bren justificaciones y apologas de sus comportamien-tos, pero tambin muchos otros elementos que permitenincursionar en la complejidad de los mundos simblicosque alimentan el desarrollo de estas acciones fuera de las reglas, con todas las tensiones ticas y polticasque las caracterizan.

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    31 Algo similar encontr Robin Cohen entre los trabajadores africanos: por un lado, formas de resistencia que expresan elrechazo a la proletarizacin en sectores recin incorporados al trabajo asalariado (desercin, huida comunal y adecuacindel trabajo a la satisfaccin de necesidades limitadas); por el otro, los trabajadores con mayor experiencia industrial desa-rrollaban otro tipo de prcticas al margen de las normas: sabotajes, uso de drogas, robos, etctera (Cohen, 2001: 116 y ss.).

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