Lo que son las cosas de la vida

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Categoría: cuento

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Lo que son las cosas de la vida

—Lo que son las cosas de la vida ¿Quién iba a pensar? Una carrasperita que no decía nada y vea como estamos. —Sí, yo pensé que nos iba a dar gripa porque también me dolía la garganta. —Tan raro. —Sí, tan raro y tan horrible. ¿Todavía no dicen nada? —No, siguen entrevistando gente en la calle y doctores, pero todos dicen lo que ya sabemos. ¡Ah! y que unos chinos o japoneses, no sé, dijeron que tiene que ver con un cambio energético. Desde hacía dos semanas el aire se estaba pegando. Se había formado en diminutos cristales invisibles pero perceptibles porque se sentían como polvo de vidrio que se pegaba en los ojos, en la nariz y en la garganta. No era doloroso pero sí muy molesto. Era doloroso cuando venteaba: el viento dejaba mil rayas en la piel que ardían como si se hubiesen cortado con un montón de cuchillas mientras se depilaban. Hasta ahí la situación era soportable: en la colección Exotic Water and Wind Collection salieron al mercado sombrillas con una extensión plástica alrededor que llegaba hasta la rodilla y formaba como una especie de cápsula transparente y las gafas herméticas se habían vuelto un bien de primera necesidad. Al inicio de la segunda semana se levantó para tomar agua y quitarse la carraspera y vio casi paniqueada que el agua salía babosa, transparente pero tibia y babosa. Supieron por lo medios que el consumo era seguro. No era en todo caso un problema de salud pública. Pero ni los gringos, ni los rusos, ni ninguno, tenían explicaciones claras para este fenómeno que, por sus dimensiones, habían descartado que tuviera que ver con una guerra química. En todo el mundo lo padecían. Jugos babosos, sopas babosas, el cuerpo baboso, hasta el último espacio de paladar con pedazos de aire enterrado que ni con agua podían quitarse, porque el agua ya no quitaba el aire ni la sed. A quince días había quedado el último borde de realidad en la que el aire acariciaba con silencio táctico y el agua se deslizaba con una empatía anatómica envidiable, suave, a veces fría, siempre diligente y cuyos límites entre labor y placer eran tan débiles, que en cualquier momento podían ser ignorados. Ahora no hacía lo uno ni generaba lo otro y, sin embargo, seguía siendo necesaria. El mundo se estaba volviendo pesado y si el fenómeno era cíclico, aquel día cambiaría algo de nuevo. Se sintieron vulnerados por todo, cada segundo, pero al final del día supusieron que eran falsas alarmas. Sí sintieron un pequeño calambre antes de llegar la noche, pero fue tan suave y tan corto que nadie dijo nada. Muy temprano en la mañana mientras se aplicaba su crema para pieles lisas sin rastros de rayas, sintió de nuevo el calambre que a medida que pasaban los minutos se convertía en encalambrada. No era doloroso pero sí muy molesto. Sí era doloroso cuando salían al sol: el sol cogía como coge una licuadora en corto y se tienen los pies descalzos y las manos mojadas. Ya ahí la situación era casi soportable: en la nueva colección Aggressive Nature salieron al mercado sombrillas con un borde de caucho alrededor que llegaba hasta los pies

y formaba como una especie de tanque gris y el cubrecuerpo aislante se había convertido en un bien de primera necesidad. Habían transcurrido dos días de la tercera semana y en Myfilms el video de la multimillonaria Valyn Thompson fue el más visitado del año. La rubia había pagado 33 mil millones de dólares por un tarro de agua y dos libras de aire de laboratorio y otros miles de millones más por tomarlos en el SoftSun. Y a diferencia de sus excéntricas compras anteriores, nadie cuestionó la exorbitante cifra pagada. Descargaban el video para mirarlo una y otra vez con una fascinación que se convertía en delirio. Todos anhelaban ser aquella mujer que bajo el sol, tomaba agua líquida y respiraba aire en estado gaseoso.