Lo Entretenido y Lo Aburrido. La Television y Las Tablas de La Ley. Por: Carlos Monsivais

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Televisión Entretenimiento

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    Carlos Monsivis

    Lo entretenido ylo aburridoLa televisin ylas tablas de la ley

    I ntil disminuir el papel de la televisin en los procesos deidentidad nacional (segn sus adversarios, el apocalipsis,donde uno se ve obligado a repetir los mismos gestos portoda una eternidad para respetar a los ancestros), y de inte--gracin a la sociedad de consumo (el Juicio Final, segn susoponentes, donde uno se ve obligado a renunciar a la esenciapara salvar a la contingencia). Sin embargo, a esta certidum-bre se llega muy lentamente. En 1952, en las postrimeras delsexenio de Miguel Alemn, cuando se inicia la televisin, loscrculos oficiales la califican de "pasatiempo" al que, reiterati-vamente, no puede tomarse en serio. Que otros transmitanlas Maanitas desde la Baslica de Guadalupe la madrugadadel 12 de diciembre y capturen la atencin con teleteatros yprogramas de concurso; a los gobernantes les basta con elmanejo del pas y el monopolio del lenguaje pblico.

    La televisin, "asunto de entretenimiento". Tan se creeeso que el Estado no toma siquiera la precaucin, entre1952 y 1970 de reservarse un canal para difundir sus causaspolticas y sus proyectos culturales. La tecnologa deslumbray no hay dudas sobre la estrategia adecuada: imitar a lo nor-teamericano, mientras se vigilan los Valores Familiares. Contodo, y especialmente en provincia, la televisin cubre fun-ciones imprevistas o muy mal registradas:

    -Pone al da hasta donde es posible a colectividades ais-ladas en el costumbrismo.

    -Es modesta pero elocuente y sistemtica va de ingresoa lo moderno.

    -Rompe casi sin proponrselo los esquemas moralizan-tes ms rgidos, cuyo ridculo esencial, ya sealado por elcine, se pone al descubierto mediante la exhibicin de lascostumbres "modernas", presididas por la comodidad.

    -Disemina utopas del consumo y reelabora las jerar-quas del gusto.

    -Desprecia los modos de vida sustentados en el hacina-miento (y distribuye con esto un nuevo sentimiento deculpa entre las clases populares).

    -Deja fluir el ritmo de lo contemporneo, tal y como loapresan la industrializacin, la publicidad, las fantasas co-merciales y la desinformacin.

    -Alisa diferencias y crea rasgos comunes (el juego entrelos pblicos reales y El Pblico ideal).

    -Despoja de todo sentido de finalidad (social, familiar,individual) al uso del tiempo libre.

    -Acerca a los sectores rezagados a manifestaciones de lacultura, de la vida social y de la comprensin de lo externo,en un movimiento de importancia relativa pero no menos-preciable.

    Entre 1952 y 1980, suelen ser extremistas las respuestas ala televisin. Ms que el duelo de apocalpticos e integrados,lo que cunde en el medio latinoamericano es el falso en-frentamiento entre reticentes y feligreses. Segn algunos, latelevisin es el gozo incontaminado que libra a la familia delos peligros de la calle; para otros, que se confinan en lamurmuracin, es el asedio de la inmoralidad para la que nohay respuesta; la mayora la asume con gratitud distrada.Por qu no? La tele salva de las rutinas del aislamiento, yhace conscientes a los espectadores de cunto,. en sentidopositivo, los diferencia de sus ancestros, que no dispusieronde tales prodigios de la tecnologa. La televisin acelera elculto a la sociedad de consumo (que de espejismo adquisi-tivo se trasforma en mito primigenio), y a los defensores dela identidad nacional a ultranza les resulta el sinnimomenos cruento o ms ameno de la fatalidad. As va el razo-namiento: s, deberamos hacer otra cosa, la nacionalidad yla individualidad son hechos activos que requieren de laconcentracin de nuestra energa, es absurdo vivir en unpas (en un planeta) sentados durante das y aos frente al

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    aparato, felices en la resignacin. Pero qu se le va a hacer?Vivimos en el Tercer Mundo porque no tuvimos otra y la te-levisin es todopoderosa porque el Tercer Mundo nada msa eso llega, a las copias y los carnavales pobres. Destino sella-do: la televisin tiraniza nuestro uso del tiempo porque nootra cosa exige la globalizacin. Qu se le va a hacer? La in-dividualidad es, si se le toma en serio, de ardua obtencin, yla nacionalidad, de acuerdo a las reglas telegnicas, es slouno de los componentes del espectculo.

    El cmulo de dificultades urbanas arraigan a la televisinen el mbito donde la sociedad de consumo se encuentracon la sociedad tradicional. Muera, en ese afuera que va des-plazando en numerosos sectores al placer por la vida en lacalle,. estn las multitudes y los peligros y las exigencias degasto. Dentro, en el dentro donde se congregan las segurida-des, entre ellas y principalmente el espectculo de la familiaunida en torno al aparato, se hallan las ofertas: risas, lgri-mas, temas de conversacin. La tele es el gran interlocutor aquien se le cede el centro del dilogo familiar.

    "Aqu nadie se aburre menos que yo"

    En Amrica Latina, como en otros lugares pero sin mayoroposicin, la televisin privada decide por cuenta de nacio-nes y sociedades el significado de lo aburrido y lo entreteni-do. El proceso se inicia, no sin reservas, en la recepcinasombrada del cine norteamericano ydel nacional, que sulrraya las tradiciones que se consideran inoperantes, y pro-mueve el salto de una cultura todava penetrada por los va-lores "criollos", a una de expresin "mestiza" que cede a lamodernidad entre burlas y protestas. Pero el cine, de cual-quier modo sujeto al dilogo vivsimo con su pblico (la ta-quilla como lenguaje, los mitos como exclamaciones de lasfamilias), ofrece muchas ms alternativas que la radio,zona por excelencia del gusto monoltico. Una estacin degran alcance tcnico, la XEW, la Voz de la Amrica Latinadesde Mxico, desde su inicio en 1930 monopoliza a los ta-lentos de la cultura popular, asimila las frmulas norteame-ricanas, concentra el podero de las agencias de publi-cidad, garantiza la docilidad de los oyentes. Vnculo con elCentro ideal y real de la nacin, la radio contribuye al finde los aislacionismos regionales, instaura la moda (en lacancin, que es territorio del sentir; en los productos case-ros, que son adelantados de la modernidad), y fija el "soni-do popular".

    La industria cultural exige una "nueva imagen del pue-blo", que si quiere pertenecer al siglo XX deber mitificar suorigen rural para mejor distanciarse d l. Esto cancela elnfasis rstico en las canciones, el tono de letana indgena,arrastrado y quejumbroso, todava hoy perceptible en loscantantes del fervor guadalupano. A este sonido de la sierray del llano, lo va sustituyendo -por razones del prestigio ur-bano- un estilo que denota acercamientos a la educacinoperstica, o que ya expresa el apretujamiento urbano,donde al nfasis melodramtico lo corrige la irona. Tam-

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    bin los corridos y las canciones del costumbrismo se some-ten a los dos minutos y medio o a los tres minutos que exi-gen los tracks. Y las necesidades del comercio cancelan depaso "la vulgaridad y el frrago" atribuidos al pueblo.

    En el mismo orden de cosas, el dueo de la estacinXEW, Emilio Azcrraga Vidaurreta, propone que se le aa-dan las trompetas al mariachi, para desterrar el tono campi-rano tan reido con la modernidad. Si el cine mexicanosubraya las tradiciones que considera inoperantes, y pro-mueve el salto de una cultura an penetrada por los valores"criollos" a una de expresin "mestiza" que cede a la moder-nidad entre burlas y protestas, la radio transforma insensi-blemente el mbito hogareo, al volverse el interlocutorubicuo.

    Apotegma de la obviedad: una es la vida domstica antesy despus de la radio. A los entretenimientos pre-radiofni-cos (veladas, juegos de saln, conversaciones intermina-bies), la radio los va eliminando, y en su desempeoomnvoro se sirve de un nuevo personaje. "La radio invental Ama de Casa", afirma Azcrraga Vidaurreta. Ama de Casa:el primer y ms firme auditorio cautivo, la criatura de la do-mesticidad y los detergentes que llora, re o se pasma a peti-cin del melodrama y de las sugerencias como rdenes del ,.locutor.

    La televisi6n: "O me ves o te quedas con tus pensamientos"

    La sociedad de masas es un modo como otros de nombrarlas distancias entre la explosin demogrfica y el proceso ci-

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    Fotofrafa: Rogelio Cullar

  • vilizatorio. Por motivos de distribucin del ingreso, de edu-cacin y de incontinencia demogrfica, la democratizacinde la cultura es todava en Amrica Latina una experienciaminoritaria y con frecuencia marginal. En Mxico, la televi-sin privada dispone de un poder de convencimiento tanamplio que lo afirmado por los directivos de Televicentro(que ser Televisa) lo repiten funcionarios, artistas, intelec-tuales, periodistas que creen sin reservas en que lo culturalaburre y lo popular (sinnimo de lo intrascendente) es loque se requiere para estar a gusto, con "el cerebro en pantu-flas". Al respecto, es atrozmente sincero Emilio AzcrragaMilmo, presidente del grupo Televisa (Proceso, 15 de febrerode 1993). Le declara Azcrraga a la prensa:

    Estamos en el negocio del entretenimiento, de la infor-macin, y podemos educar, pero fundamentalmente en-tretener... Mxico es un pas de una clase modesta muyjodida, que no va a salir de jodida. Para la televisin esuna obligacin llevar diversin a esa gente y sacarla de sutriste realidad y de su futuro difcil. La clase media, lamedia baja, la media alta. Los ricos, como yo, no somosclientes, porque los ricos no compramos ni madre.

    En pocas palabras, nuestro mercado en este pas esmuy claro: la clase media popular. La clase exquisita, muy

    .respetable, puede leer libros o Proceso para ver qu dicede Televisa. Estos pueden hacer muchas cosas que los di-vierten, pero la clase modesta, que es una clase fabulosa ydigna, no tiene otra manera de vivir o de tener acceso auna distraccin ms que la televisin... Ustedes nuncahan visto un aparato de televisin en la basura, nunca. Yles juego lo que quieran. Cundo han visto un aparatode televisin en la basura?

    Lo importante, en este caso, es que la gente que en-ciende un aparato receptor, lo hace de manera volunta-ria. Entonces, puede escoger lo que se le chingue lagana. La respuesta que tengo es mucho ms importantey verdadera que cualquier reconocimiento cursi quepueda haber, sea el Oscar, los premios de Cannes y todala mierda que existe.

    Lo que vale es cuando uno se enfrenta a un auditoriode millones de personas y stas deciden sintonizar algoque, adems, es alegra, les ofrece un entretenimientosano, y que les brinda satisfaccin interna. Eso es la tele-visin, y entre muchos esfuerzos realizados, el ms impor-tante dentro de Televisa, curiosamente, se llama Los ricostambin lloran, para que vean que yo, siendo, habiendonacido rico, tambin lloro...

    El mensaje de Televisa es contundente: los jodidos slodisponen de la televisin si quieren vivir a secas o acceder auna distraccin. Pero qu es la distraccin en este caso, yqu son el entretenimiento, y su oponente, el aburrimiento?Se entretienen todos por igual con una telenovela, un noti-ciero que pregona la abundancia en el mejor de los mundosposibles, un programa de-

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    e) Como quien no quiere la cosa se sacraliza a la tecnolo-ga, en acto a la vez religioso y optimista. La tecnologa, asu-mida sin criterio alguno, es la seal de que no se vive en elpasado, yes el elemento innegociable, imprescindible.

    f) El lenguaje es tambin un instrumento de participa-cin y encierro. Por tanto -y esta "filosofia" no es progra-mada, y resulta del nivel cultural de quienes hacentelevisin- hay que cuidarlo al extremo, reducirlo a un vo-cabulario bsico, volverlo pueril. Recurdese: la televisin espara las mayoras, y las mayoras se ahogan guturalmentecon las palabras dificiles o que conduzcan al diccionario.(Lugar remoto al que nadie acudir.)

    La conclusin es tajante: el pblico es siempre menor deedad, y se representa por una ama de casa que se re detodo, un seor a quien la fatiga slo le permite ver la panta-lla seis horas seguidas, una familia ansiosa de comentariosjocosos. y tal idea fatalista, donde la integracin se escudatras la identidad, y la identidad se deja proteger por los re-cursos de la integracin,justifica la censura, la puerilidad, elidioma de trescientas palabras bsicas y nicas de actores ylocutores, las catedrales de la banalidad.

    La teleoisin: "Si te me quedas viendo, ya te convenciste"

    No s si alguna vez existi el espectador diseado por Tele-visa. Lo cierto es que desde hace una dcada por lo menos,se ha desarrollado un pblico amplio, que oye a los clsicos,lee lo que puede, va a las exposiciones si se las anuncian de-bidamente y, por ejemplo, permanece en vela hasta lascinco de la maana contemplando una polmica sobre elaborto, la violacin o el sida. En sectores ms vastos de loque se reconoce son ya distintos, gradualmente, los concep-tos de aburrimiento y entretenimiento, pero esto no se ad-mite, con tal de no abandonar el esquema que protege a losincapaces orgnicos, a los televidentes.

    Este es uno de los grandes escollos de los intentos poruna televisin diferente (no que abunden). Son casi cuaren-ta aos de un solo modelo, impuesto con estrpito, de loaburrido Ylo entretenido, un modelo que acatan por igual fun-cionarios pblicos y crticos solemnes, y que es el proyecto yel molde de la nueva identidad. En la raz de este criterio,intervienen las nociones despreciativas del pblico que-acepta-lo-que-le-den, se re con gratitud de chistes psimos ysufre escalofros porque los vericuetos de dramas elementa-les le recuerdan la existencia de su naturaleza humana. Ymuchos de quienes critican, por el solo hecho de hacerlo seconsideran inmunizados: ellos son diferentes, a ellos no losengaa esa televisin a la que slo dedican unas cuantashoras al da, y de la que nada ms extraen la mayora de susreferencias sociales.

    Muy caro se ha pagado en Latinoamrica la versin nicade lo aburrido Y lo entretenido, que de la televisin se transladaa la vida cotidiana, la cultura y la poltica. La identidad co-lectiva, cambiante por razones de creatividad y preserva-cin, se ve paralizada en el mbito de los prejuicios. La

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    despolitizacin tambin se inicia en la certidumbre de quela poltica aburre (por exigir puntos de vista), y al libro se leha hecho a un lado, qu caso tener, cmo acercarse a tantaspginas y tantas letras y tantas palabras que ni usan los ani-madores ni entretienen. Entretener, en este paisaje autorita-rio, es hacer que el tiempo pase sin que a nadie se le ocurraaprovecharlo, porque el sello de lo productivo se depositaen lo industrial y lo tecnolgico, el tiempo libre es un pa-rntesis entre una actividad seria (econmicamente produc-tiva) y la siguiente, y el tedio, simplemente, es la amenazapeor: si te aburres te quedars sin tu identidad predilecta, ladel que la pasa bien con lo que le den.

    Mucho ms que la "penetracin cultural" del imperialis-mo norteamericano (un trmino que bosqueja la virginidadespiritual de una Amrica Latina sumergida en sus valoresancestrales, vestal de las tradiciones que por s solas expul-san al enemigo) es la implantacin exitosa de las nocionesdel entretenimiento y el tedio, lo que da la medida del ava-sallamiento de la americanizacin, magno proyecto comer-cial y, en segundo trmino, ideolgico. El pblicolatinoamericano se ilusiona con un "tiempo libre" usado a lamanera de los norteamericanos, y all, en el salto de la iden-tidad antigua a la integracin superficial, se producen losacomodos. Para empezar, y no por cortesa, no se declaramecnicamente a la tradicin sinnimo del tedio y a la mo-dernidad sucursal del regocijo. Se produce un enredijooportunista de tiempos histricos, gustos generacionales yetapas culturales donde todo da lo mismo si se somete a lasreglas de juego: desatar sensaciones de lo-que-moderniza-sin-riesgo-para-el-alma, y de lo que rinde tributo al pasadosin nimo de valorarlo en demasa. Y lo furiosamente demoda o lo frreamente anacrnico son, si encuentran patro-cinador, dos caras de la misma moneda.

    Qu entretiene, qu aburre? Si uno aplica este cuestio-nario a los temas vitales y a los secundarios, de all depende,segn creo, una visin ms exacta de la televisin y de supropia persona. Empavorecen de hasto o estimulan losasuntos intelectuales, los valores patrios, los refrendos ti-cos, la vida en provincia, los programas "espectaculares" odel Bravo a la Patagonia, las entrevistas con las cantantesque no cantan y los grupos que le confian su talento al playbacli? Hay niveles intermedios? Es verdad que el auditoriose divide por edades, y a cada edad l corresponde un tem-peramento nico? Es el criterio del humor involuntario lanica defensa conocida contra las ordalas televisivas? Es latelevisin comercial la depositaria formal de los valores mo-rales? Las misas transmitidas desde la Baslica renuevan laidentidad o integran al credo con los satlites? Detrs delmito de lo fastidioso que aburre y de lo entretenido que di-vierte, est el debate en torno al ejercicio de la pluralidad,punto definitorio de la Amrica Latina de fin de siglo. Aesto se oponen los monopolios del poder poltico, econmi-co, religioso y, en alguna medida, cultural. Y al negarse demodo explcito a lo diverso, y slo aceptarlo a travs de lapublicidad, la televisin reafirma su desdn por lo plural Y

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    Andrs, Domingo.]ulin y Fernando Soler. Circa, 1920

    alaba la identidad monoltica y la integracin que excluye.Por comodidad, por complicidad, se le permiti a unos

    cuantos decidir el gusto en el mbito del tiempo libre, y alcabo de cuatro dcadas la mayora se atiene a esa imposi-cin. Para romperla, y dar paso a la genuina diversidad delgusto y del criterio, lo primero es desmovilizar a la censura,quizs el instrumento ms efectivo de reduccin del hori-zonte mental del pblico (en tanto pblico). Con la censuraque se padece, es arduo o imposible hacer una televisincontempornea, que le permita a su audiencia renovar loscriterios de lo aburrido y lo entretenido. Sin destruir la censura,y sin alejarse de las "facilidades" al espectador, la televisinen Amrica Latina seguir alimentando a la modernizacinque no moderniza en medio de las tradiciones que se des-hacen.

    Nadie rebaje a lgrima o reproche esta declaracin de la maes-tra de las transnacionales

    Con escasas excepciones (la telenovela, la ms destacada) lasujecin tcnica y psicolgica a la televisin norteamericanalo ha sido todo. Se copian los formatos, se masifica la imita-cin, se ma, que ala el repertorio francs y espaol de fines delsiglo XIX, los vericuetos de la novela de folletn, y el impulsode la cultura oral que todava adivina los chismes de pueblostras las fachadas de la lite en la megalpolis.

    Desde los aos sesentas las transnacionales se encargande tutelar a las sociedades latinoamericanas. Vayan a su re-gazo las modas, el sentido de los juegos infantiles, la culturajuvenil, el uso admitido del tiempo libre. Al principio lasmodas algo tardan en cruzar las fronteras comerciales y an-micas; luego el proceso de adaptacin mecnica se reduceconsiderablemente, hasta llegar a la casi simultaneidad dehoy (en los sectores con capacidad adquisitiva o en las van-guardias juveniles). Una tras otra las instituciones del gustoy el consumo de Norteamrica se vuelven las institucionesdel gusto y el consumo en Amrica Latina: la ceremonia deentrega de los Oseares y del Grarnmy, la adopcin de pelcu-las de culto o de estrellas de cine y del rock como derechouniversal, los best-seller, los estilos de ropa, los lenguajes cor-porales, etctera. En la actitud conviven la genuina interna-cionalizacin cultural y la imitacin pattica o descarada, lammica como solicitud de ingreso al Primer Mundo.

    . Cmo separar ambas instancias? Y de qu modo ayuda-ron en otra etapa las frmulas protectoras de la Identidadnacional y latinoamericana que divulgaron los nacionalistasy la academia marxista? A la enjundia de la ofensiva comer-cial (que es sin duda dispositivo ideolgico), la vigoriza lasacralizacin al revs. La crtica marxista de los aos sesen-tas y setentas concibi muchedumbres avasalladas, ganadaspara el capitalismo por el To Rico MacPato, inconscientes,

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    hipnotizables, que convertan a la televisin en el plpitodel nuevo Gran Inquisidor, cuyo centro era el imperialismonorteamericano y de cuya irradiacin nadie se hurtaba. Lasmasas, as se crea, no llegarn a tiempo a la revolucinmientras siga prendido el aparato. Ysi a esta perspectiva seaade por ejemplo el desplome del socialismo real y de laideologa que lo acompa como pedagoga exterminado-ra, y el macroespectculo de la sociedad de consumo, se en-tender porqu la manipulacin ms efectiva opera sobrelos sentimientos administrativos y adquisitivos y no sobre lasconvicciones, y porqu la ilusin del mundo "unipolar" sefundamenta en el exterminio de las alternativas. Los Mass-Media disfrutan por ahora de la credulidad planetaria, o por

    lo menos de ese arresto de la sensibilidad que cree en el en-tusiasmo pero no en la crtica. Al respecto, Terry Eagletonafirma:

    Lo que est subvirtiendo la cultura tradicional, sin em-bargo, no es la izquierda sino la derecha, no los crticosdel sistema, sino sus custodios. Como seal una vez Ber-told Brecht, no es el comunismo el radical, sino el capita-lismo. La revolucin, aadi su colega Walter Benjamin,no es un tren a la deriva sino la aplicacin del freno deemergencia. Es el capitalismo el que cuestiona todos losvalores, disuelve las formas de la vida familiar, derritetodo lo que es slido en el aire o en la telenovela... (Newft Reuiew 156,1992.)

    Por otro lado, "la manipulacin irresistible" (la deifica-cin de la tecnologa), es en el sentido profundo, mentira oinexactitud. Cierto, en la estrategia de las transnacionales,expresin que en este contexto considero ms precisa que"imperialismo", figura la demolicin de las tradiciones co-munitarias y la implantacin de los espejismos de la vidaultramoderna, en la efic'az combinacin de ideologa y mer-cadotecnia. Pero tambin sin duda, ante el engao colori-do, muchsimos eligen transformar en cultura popular y enespritu nacionalista, asumido gozosamente, la tontera o elenvilecimiento que se les ofrecen. De seguro, a los integra-cionistas ms ultramontanos les importa que la explotacinse perpete a travs de la interiorizacin colectiva de dog-mas yresignaciones, pero tambin de seguro nadie incorpo-ra mecnicamente a su vida lo que oye yve.

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    Los senderos de la americanizaei6n

    A la "desnacionalizacin", a la famosa y un tanto inasible"prdida de Identidad", las apuntalan el descrdito de lasideologas de Estado, el desgaste del civismo y de las tradi-ciones heroicas por va del abuso oficial, y la prdica con-

    ~emorativa ante el saqueo de recursos naturales, lamaquilizacin de la economa y las ofensivas ideolgicas dela derecha. El neoliberalismo es la tala real y simblica que,al devastar los pases y loar a la explotacin que se ostentacomo tcnica de salvamento, consigue que en grandes gru-pos se perciba a lo folclrico como lo nacional, y se concen-tre la idea de patria en lo ntimo y en lo sentimental. (LaIdentidad con maysculas se arrincona en la fiesta delbarrio o del gremio, entre boleros y canciones rancheras.Como alguien dira: "Patria es el conjunto de vivencias quenos defiende de una globalizacin que slo nos hace sitioen las mrgenes.") Al mismo tiempo, la lgica del cre-cimiento requiere de un mayor apego al modelo norte-americano. Y lo que en la dcada de los cincuentas esdeslumbramiento superficial, en los setentas es necesidadurgente, y en estos aos aparece como la nica garanta decontinuidad. La Integracin salva a la Identidad del riesgode que se le tome demasiado en serio.

    Quien se americaniza o se "desnacionaliza", segn se vea,adquiere ante s mismo, en diversas escalas, solvencia psico-lgica y fluidez social y, sin que pueda evitarlo, compara demodo incesante lo que ocurre en su pas y en Estados Uni-dos con resultados siempre desfavorables para lo nacional.La imagen del "latino" (pasin, romance, indisciplina, in-continencia demogrfica) elaborada en orteamrica, seexpande de modo difuso y a muchos les resulta una versinconvincente. As somos... Ya no es indispensable asustar a losmodernizables con el fantasma del primitivismo; el estuporde los "norteamericanizados" (es decir, "modernizados" porla imitacin reverencial o por la conviccin de que no lesqueda otra) ahorra trmites de control. Una falsa concien-cia de pertenencia a dos pases, a uno por nacimiento, aotro por modo de vida, impregna los nuevos hbitos y cos-tumbres.

    Desde los aos setentas las mayoras se aduean a sumodo de lo que haba sido el fervor de las lites. El apego a"lo norteamericano" (el confort, la tecnologa, el individua-lismo, el automvil como cacera de horizontes, la video-casettera) es un impulso masivo. De nuevo, se confundenaportaciones indispensables y mensajes ideolgicos, y lamentalidad competitiva de quienes no compiten se agrega ala compra de televisores, radios de transistores, licuadoras,grabadoras, lavadoras elctricas, computadoras. Aqu seduc-cin es tanto ms efectiva cuanto que identifica a cualquierforma de consumo con la rendicin ideolgica y el rechazoa la crtica, lo que lleva a concederle a la industria culturaluna influencia mucho mayor de la verdadera. En la socie-dad de masas slo caben versiones estentreas (atavos, cos-tumbres, habla, sentido del humor, visin del.erotismo)

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  • pero el dominio de las transnacionales ser muy imperfectomientras los modos de resentirla sean tan diversos.

    Quien dice en Amrica Latina medios electrnicos, alude aun procedimiento categrico que-- le permite a un mito in-sostenible ("la democracia capitalista") hacer las veces, en lapoca del fin de las utopas, de utopa para las masas, elgran aparato de falsificacin de vivencias y de aplazamientode la autodeterminacin, en la confusin institucional entrecultura y adquisicin de comodidades. Entre otras instancias, latelevisin, el dne, la msica popular, el teatro comercial, latransferencia de los sentimientos patriticos al deporte, la"cosmovisin" del best-seller, el control informativo, erradi-can o aslan las tendencias comunitarias y democrticas. A

    las comunidades les resulta imposible confrontar crtica-mente sus experiencias y verificar sus metas legtimas, y alensueo del triunfo individual, se sujetan la tica y los senti-mientos gregarios. Su cultura es -en palabras de Marcu-se- la nocin de esos valores morales, intelectuales yestticos que dan sentido y cohesin a una sociedad, la susti-tucin de realidades propone e impone el conjunto de valo-res que le restan sentido y le impiden cohesin a unacolectividad.

    En tanto adquisiciones ideolgicas, los sentimientos debienestar terminan por ser ofrecimientos de la integracin.No que la Identidad no posea zonas recompensantes, pero)10 son globalizables por as decirlo, y en el juego entre elnimo local y el nimo universal vienen a menos. Mientras,funciona una caracterstica implacable de la integracinque llamamos alguna vez hegemona: no le permite a los so-metidos extraer conclusiones ltimas sobre' la ndole de suopresin. A cambio, entrega ese co~unto de ilusiones vica-rias que el trmino sociedad de consumo engloba, y al decir so-ciedad de consumo, no evoco ni mucho menos a lasposiciones amedrentadas ante la incorporacin de tecnolo-gas y productos culturales de cualquier parte del mundo.Aludo ? las actitudes de quien, extraviado en el laberinto desu identidad, siempre considera inmerecidos tales benefi-cios, y llega a ellos con nimo supersticioso. Lo colonial es lapresuncin, en medios de escasez, de reproducir conductasde la afluencia y el excedente, y es la posicin intimidadaque engrandece lo de "afuera", por sentir que al hacerlo noslo adquiere un producto, sino la psicologa que le evita

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    responsabilidades con la sociedad a la que, de hecho, ya noquiere pertenecer.

    "Mientras -observ Pasolini respecto a Italia-, a espal-das de todos, la verdadera tradicin humanista (no la falsade los ministerios, de las academias, de los tribunales y delas escuelas) es destruida por la nueva cultura de masas ypor la nueva relacin que la tecnologa ha instituido --

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    -Cmo fue el recibimiento del pueblo ruso?-jUy, me recibieron muy bonito!-Por ti misma o porque ahora todo es nuevo para

    ellos?-Bueno, ha cambiado su manera de ver las cosas. Lgi-

    camente vienen de un sistema de mucha represin, de mu-chas provocaciones. Entonces, de repente, poder ver unahistoria con toda la libertad del mundo, apegada a la fami-lia, como que los vuelve a reubicar como seres humanos...

    -Cmo viste la nueva Comunidad de Estados Inde-pendientes?

    -No, pues me di cuenta de que nosotros vivimos en elparaso, con plena libertad. Aqu por ejemplo, cualquierapuede pedir limosna en las calles. All no, puedes hacer unmontn de cosas antes de degradarte para pedir limosna.

    -Qu opinas del proceso por el que pas la exUnin Sovitica y los conflictos que ahora se viven enBosnia?

    -Cuando volteo a ver la guerra y los pleitos stos, nolos entiendo. Veo las noticias, me aviento todo el ECO, Yveo la guerra como una pelcula norteamericana de esasde accin en donde se matan y se destruyen. Yo lo 'veoas, pero no logro entenderlo porque nunca lo he vivido.Esa es otra de las cosas maravillosas que tenemos quedarle gracias a Dios: que somos un pueblo que no ha su-frido na-da! Hemos gozado todo. Ysi sufrimos es poridiotas. Somos un pueblo privilegiado que nunca ha su-frido una guerra.

    -Y la Revolucin Mexicana y los movimientos socia-les como el del 68?

    -Bueno, pero de eso hace ya cunto tiempo. Algomuy halagador fue que el vicepresidente de Rusia medijo que ojal hubiera llegado el doblaje de la telenovelaa Bosnia, que as se pudo haber evitado la guerra.

    -Con ese propsito de unir musicalmente a los lati-noamericanos, te crees cercana al pensamiento deSimn Bolvar?

    -No, para nada. Mi propsito es unir musicalmente atoda Amrica y lo logramos. Si despus ustedes hacencomparaciones, es por parte suya.

    Me he extendido en la reproduccin de la entrevista, nocon tal de subrayar el humor involuntario, sino porque des-cribe la nueva "conquista espiritual" de Amrica Latina (siese nombre queremos darle), y ejemplifica el grado detriunfalismo de la televisin comercial y del aura tecnolgi-ca que los gobiernos y las sociedades le reconocen. En el ca-ptulo de la jactancia, Vernica Castro dista de ser laexcepcin, y su visin del mundo es, en lo bsico, corporati-va. Desde el mbito latinoamericano, la integracin comer-cial funciona. Las telenovelas se acercan al punto de ladevocin internacional, los dolos fabricados en serie retie-nen por un perodo la atencin de las quinceaeras detodas las edades, la desinformacin no convence peroaquieta, las canciones que se divulgan son consumidas con

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    la fiebre que en un mes desembocar en la amnesia. A 1mproductos los gobiernos les tributan reconocimientos, 1mpblicos latinoamericanos se vuelven uno solo para celebrarlos, y su carcter efmero se equilibra con la eternidadprevisible de sus capitales. Por qu no ufanarse qe esta verdadera, irreprimible anfictiona? Si despus ustedes hacencomparaciones es por parte suya.

    La televisin comercial: el nuevo canon de la vida latinoamericana. La gran ciudad: la forma suprema y la manifestacin degradada de la cultura popular. Y entre ambasinstancias, la cauda de situaciones y realidades que dancuenta de la sensibilidad finisecular a favor de la integra-cin: antenas parablicas, cablevisin, comics de super h-roes, humor rpida y malamente traducido, infinitud deproductos que sacian, inventan, desvan y modifican necesidades, programas de televisin centrados en el triunfo de lajusticia norteamericana, libros donde se le ensea al lector amodificar su alma para obtener el ascenso, tecnologas refi-nadsimas, discos lser, comunicacin por satlite, manifies-tos pstumos de la Villa Global macluhaniana, control de lastelecomunicaciones por transnacionale , estrategias de con-sumo que pulverizan las perspectivas arte anales, "filosofas"del vendedor ms grande del mundo, pelculas creadas encomputadora tras un examen minucioso del mercado comonico criterio artstico, Software audiovisual, agencias inter-nacionales de noticias, desdn ante la historia de cada na-cin, imposicin de un lenguaje mundial, negacin de laexistencia de las ideologas y circuitos de transmisin ideo-lgica que van de la publicidad a la pedagoga, revolucininformtica, revistas femeninas, reordenamiento de hbitosde vida, traslado del homecomputer a los nichos yde los disket-tes a los retablos.

    En la recesin mundial y en el continuo desperdicio de'recursos que interpreta en el doblaje al sistema de produc-cin, las ofertas culturales de la industria transnacionallefacilitan a la mayora una incorporacin a los estmulos ylas sensaciones de "10 contemporneo", marginal o secun-daria pero que resulta efectiva. Ynada se gana con oponer-le al avance meditico los mitos "nacionalistas" con susprevenciones antitecnolgicas, sus quejas por la disolucinde tradiciones, su homenaje acrtico a las concepciones pa-triarcales, su miedo pueril a la invasin del "spanglish" y lasdeformaciones de ese lenguaje que, con tal de no contami-narlo, sus protectores oficiales lo hablan con tal escasez derecursos. Si de algo estamos requeridos no es de ideologasa la defensiva, sino de anlisis que adviertan la inmensa vita-lidad popular.

    En una encuesta de Nielsen (1992), las dos frases qemayor penetracin o pegue en los ltimos cincuenta aosde Mxico no fueron "Sufragio efectivo, no reeleccin" o"Arriba y adelante" o "Ya nos saquearon, no nos volvern asaquear". Fueron: a) "Agarra lajarra" de la compaa Bacar-d, y b) ''Y t, quin eres?" Despus de esto, quin lograroptar entre identidad e integracin? O

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