Llobera - El Etnografo y El Racismo

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    tienen de su cultura; la antropologa debe ser juz-gada no por su capacidad de presentarse como unacultura sino por su capacidad para explicar dichacultura.

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    EXCURSUSEL ETNOGRAFO Y EL RACISMO

    Cuando el diario de campo de Malinowski querecoge sus experiencias en Mailu y en las Tro-briands entre 1914 y 1918 fue publicado pstuma-mente en 1967 -veinticinco aos despus de lamuerte del autor- las almas hipcritas se rasgaronlas vestiduras debido entre otras cosas a las invec-tivas racistas hatred for the niggers) que el antroplogo polaco vertiera en su diario en el sentido es-tricto del trmino. Como bien ha sealado Ray-mond Firth el crimen cometido por Malinowski fueel haber expresado por escrito lo que otros expresa-ban en privado. O mejor dicho haber escrito en sudiario los sentimientos que otros limitan a su menteo dejan slo escapar en momentos de embriaguez odebilidad.

    En cualquier caso el encuentro con el Otro pro-voca a menudo reacciones emocionales negativas.Quin no recuerda por ejemplo en The Mountain53

    Llobera, Josep. Excursus: El Etngrafo y el Racismo. En La

    Identidad de la Antropologa. Barcelona, Editorial Anagrama, 1990,

    pp. 53-76.

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    People 1972), el malestar de Colin Turnbull entrelos ik de Africa Oriental, tribu con la que el estudioso de los pigmeos mbuti no pudo establecer rap-port de simpata alguno ya que le fue imposible verlos como seres humanos?; la nica imagen quetenemos de los ik es la de individuos movidos porlas pasiones ms bajas y antisociales. Cincuentaaos de cambios sociales violentos, en los cuales losik fueron obligados a dejar su vida tradicional de cazadores nmadas y a convertirse en agricultores enuna tierra poco acogedora, cambiaron radicalmentesu manera de ser social. Su pobreza y abyeccin losllevaron a suspender las convenciones sociales bsicas que son necesarias para la supervivencia comogrupo. El cuadro que pinta Turnbull es dantesco; unmundo en el que parece dominar la divisa darwiniana de que slo sobrevive el ms fuerte o astuto.Entre los ik parece regir el principio de la inhumanidad del hombre contra el hombre. Aun as, elautor trata de entender el porqu de dicha situacin, a pesar de su repugnancia por todo lo que observa. Que el encuentro de Turnbull con los ik seaun caso extremo de reaccin contra el Otro, no invalida mi tesis original de que en el trabajo decampo el etngrafo tiene que hacer frente a situaciones que frecuentemente ponen en tela de juiciosu manera de ser, de sentir y de hacer. Es de extraar que el etngrafo reaccione a veces de forma negativa?

    a cuestin del racismo del antroplogo como54

    individuo perteneciente a una civilizacin la occidental que ha dominado el mundo durante mediomilenio ha recibido menos atencin de la que merece. En mi libro aminos discordantes 1989) hemencionado la repugnancia del mundo de la antropologa a aceptar a Gobineau como un antepasadode la disciplina. Como si la declaracin cannica deque Gobineau es el autor racista por antonomasia lecerrara automticamente el paso, no le diera el derecho a formar parte de una genealoga intelectualaceptable. a razn es bien simple: desde un presentismo en el que la antropologa anatematiza el concepto de raza, la presencia de Gobineau creara unaanomala seria que pondra en tela de juicio la historia asptica de la antropologa con la que se nosquiere hacer comulgar. a antropologa quiere presentarse como una disciplina que no slo ha aborrecido el racismo, sino que ha ido siempre a la vanguardia de la lucha antirracista. Por desgracia, lahistoria no siempre confirma dicha visin idealistadel pasado. Muchos antroplogos quisieran que elconcepto de raza no existiera, y de hecho procuranevitarlo en sus textos. Pero la verdad del conflictoracial acaba por imponerse, y nos obliga a afrontarel problema.

    Lvi-Strauss atrajo las iras de los gerifaltes de laUNESCO cuando en 97 pronunci una conferencia -Racisme et Culture- en la que tuvo la osadade poner en duda el catecismo antirracista de carcter simplista e intransigente de dicha organizacin.

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    En su opsculo clsico aee et histoire publicadoen 1952, Lvi-Strauss trataba de hacer compatiblesdos nociones caras a la antropologa -relativismocultural y progreso- y conclua que dicha reconciliacin slo la vea posible en un marco de colaboracin entre las distintas culturas del mundo. Escierto que el autor haca una distincin entre culturas activas y pasivas que, s in obl igarle a recurrira factores raciales, le permita explicar el hecho deque en cierto momento histrico una cultura podaimponerse a otras debido a circunstancias geogrficas o de otro tipo. Este texto le vali a Lvi-Straussfama de combatiente antirracista en una gran variedad de crculos intelectuales aunque no los estalinistas) y a nivel popular. Cul fue, pues, el crimende Lvi-Strauss en Racisme et Culture? Fundamentalmente se le critic por negarse a condenar elracismo, tal y como es entendido en los ambientes de la UNESCO en la actualidad. Este trmino seusa de forma tan amplia e indiscriminada que incluso llega a imponer un juicio de valor negativo sobre lo que, de hecho, son actitudes legtimas de defensa de la identidad cultural. El contacto entrediversas culturas hace inevitable que existan conflictos, pero mientras stos se mantengan dentro delos lmites de una convivencia bsica no tienen porqu ser interpretados como conflictos raciales. Eldetestar a una cultura determinada no debe catalogarse automticamente como actitud racista, a noser que exista una hostilidad activa contra ella.56

    ~ i s r e p o con Lvi-Strauss cuando afirma que elracismo es un fenmeno raro en la Europa Occidental. Es cierto que lo que a menudo se denominaracismo es simplemente un intento de preservar losvalores culturales de cada pas frente a una masaemigrante culturalmente distinta. Pero el factor racial, entendido en el sentido de color de piel, caractersticas faciales, etc., es tambin muy importante.El problema no es slo de asimilacin cultural, deque en Francia, por ejemplo, los musulmanes seconviertan al catolicismo o mejor dicho al laicismo), aprendan francs, se identifiquen con Juanade Arco y Napolen, conozcan a Moliere y Flaubert,se llamen Pierre en lugar de Mohamed, abandonenla chilaba por el traje y prefieran la salade ni9oise alcous-cous sino que sean aceptados racialmente. Sila apariencia rabe no desaparece totalmente conuna transformacin cultural, la negritud fsica esmucho ms obvia y se impone inexorablemente. EnGran Bretaa un negro puede tener un habla declase alta, haber estudiado en Oxbridge, trabajar enla City y ser rico, y sin embargo esto no impedir

    su status social sea inferior al de un blanco; o,para ser ms precisos, es un _hecho que la educaciny el dinero no blanquean, por lo menos no totalmente. El individuo de color negro se sentir a menudo preterido, humillado, insultado y segregado.Este no es un problema que vaya a desaparecer porarte de magia. Para comprender su magnitud es preciso explorar los arcanos de la civilizacin occiden-

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    tal y su encuentro con el negro desde la poca grecorromana y medieval, pero sobre todo desde el Renacimiento. A partir de la esclavizacin del negro,doblada en el mundo colonial americano por unainterpretacin abusiva de la Biblia que la justifica,aparece una concepcin esttica que lo denigracomo objeto de fealdad y una ciencia biolgica quelo condena al infierno de la inferioridad. Esta conjuncin de elementos definitorios cristaliza en unosestereotipos y prcticas que se incrustan en el almade la civilizacin occidental y se transmiten, a vecesde forma brutal, a veces de forma sutil, de generacin en generacin.

    Conviene decir, empero, que el racismo no es elprivilegio de la civilizacin occidental, es decir, dela raza blanca, a pesar de que muchos lo crean aspor motivos ideolgicos. Las civilizaciones del Ex-tremo Oriente, China y Japn en particular, encajanperfectamente en cualquier definicin estricta deracismo. No se trata slo de etnocentrismo o de xenofobia, sino de la creencia, por ejemplo en el Japn, de que los individuos de raza negra son intelectualmente inferiores. Este tipo de afirmacin noes el privilegio de una minora ultranacionalista,ya que el ex primer ministro Nakasone la hizohace poco refirindose a la poblacin negra de losEE. UU y que conste que ste no fue el motivo desu dimisin-. Por otra parte, existe un sector de lapoblacin negra de los EE. UU cuyo orgullo racial,surgido como reaccin contra el persistente ra-58

    cismo institucional antinegro de su pas, se acercapeligrosamente a actitudes racistas antiblancas.He titulado este excursus El etngrafo y el racismo, pero el etngrafo soy yo y el racismo es el

    mo. En este captulo quisiera describir en un tonoa la vez desapasionado y realista cmo a partir demis experiencias raciales en Barbados me he vistoforzado a profundizar en mi pasado, y hasta ciertopunto en el pasado colectivo de nuestra civilizacincon el fin de comprender el racismo.

    Ante todo convendra que nos entendisemos sobre el significado de la palabra racismo. Reconozcoque es un trmino ambiguo que se utiliza a diestra ysiniestra para referirse a una gran variedad de actitudes y situaciones. De hecho, en muchos pases laexpresin racismo se ha convertido en un eptetopoltico que se usa para confundir al enemigo. Sibien por una parte estoy de acuerdo en que, desdeun punto de vista antropolgico, el racismo se define como la creencia en la superioridad intelectualy moral de un grupo sobre otro u otros en razn dediferencias fenotpicas y que, a partir de esta premisa, el grupo superior tenga derecho a subordinaral grupo inferior), en la prctica esta definicin esmuy restringida y difcil de aplicar. Por ello prefieroutilizar la palabra racismo en un sentido ms general, es decir, como toda prctica en la que figurediscriminacin, prejuicios o desigualdades raciales.El hacer predicciones cientficas no entra dentro de los poderes limitados que los dioses nos han

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    dado a nosotros los antroplogos. Pero s puedo decir, sin temor a errar, que uno de los problemasms graves que tiene planteada la Europa Occidental para el in de siecle es el problema racial. Escierto que no se trata exclusivamente de una cuestin de color, sino tambin de diversidad cultural,lingstica y religiosa, o, si se prefiere, de manerasde ser y de hacer.

    EI desarrollo econmico de la posguerra y ladescolonizacin representaron un transvase importante de poblaciones de tonalidades oscuras, religiones no cristianas y costumbres exticas hacia laEuropa Occidental. Por motivos que seran largosde explicar, pero fundamentalmente debido al colorde su piel, la asimilacin fue imposible. Creo que lcaso de los negros de las Antillas britnicas llegadosa nglaterra en los aos cincuenta nos proporcionaun ejemplo excelente. No muy distintos de los ingleses, ni cultural, lingstica o religiosamente, el hecho de ser de raza negra les impidi convertirse enciudadanos de primera clase del Reino Unido. Loms trgico de esta historia es que las primerasoleadas de estos inmigrantes fueron atradas con elseuelo patritico de que eran britnicos y que lamadre patria los necesitaba. El contacto con la realidad ultrarracista de la sociedad britnica los afectprofundamente. Se vieron explotados, segregados,insultados y humillados. Cuando cayeron las bambalinas, lo nico que vieron fue la inmensa hipocresade los britnicos. Tras la explosin racial de Notting60

    Hill Gate en 1960, y de muchas otras que siguieron,la mayora de los negros han abandonado toda clasede ilusiones sobre la que denominan, jocosamente,la mother country La segunda generacin, nacida yaen el Reino Unido, ha tratado de desarrollar diversas alternativas para hacer frente a la realidad delracismo institucional. Una parte de la juventud hatratado de desarrollar una cultura crtica de supervivencia, muy influida por los acontecimientos culturales recientes rastafarianismo, reggae, etc.) delCaribe; otros han tratado de combatir el racismopor todos los medios legales a su alcance; en la actualidad se observa un intento de explotar al mximo las posibilidades del sistema en general y delmarco educativo en particular.Hay que partir de una premisa incontrovertible:la civilizacin europea fue, y todava es, eminentemente racista. Quinientos aos de dominacin planetaria, de vivir en un mundo donde todo lo nues-. tro ha sido considerado superior, no se olvidan tanfcilmente. Las buenas palabras y las buenas intenciones no bastan; incluso en aquellos pases en losque existe una legislacin explcitamente antirracista, la prctica cotidiana muestra la miseria delprogreso de las razas oprimidas. Porque si bien esposible atacar la discriminacin laboral y de otrostipos, cuando se llega a la cuestin de actitudes, esdecir, de maneras de pensar, de sentir y de actuar anivel personal, las cosas se complican. No hay dudaalguna de que en muchos casos la resistencia al

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    cambio se hace feroz e irracional. Incluso aquellosque se consideran tericamente l menos antirracistas se comport n como animales heridos. Y esque hay un p rte muy sensible del alma colectivaque no les permite cept r que un negro o un person de piel oscura les d rdenes se considerecultur lmente su igual o se quiera c s r con su hija.Pero volvamos al principio. Llegu a Barbadosun de las Antillas de barlovento un noche de julio. El c lor er bochornoso hasta el punto de queal salir del avin la primer boc n d de aire querespir me dio la impresin de quem rme los pulmones. Con la noche ya cada y el cansancio de unlargo vuelo sal del aeropuerto como alma en penasin ser muy consciente de su realidad. Es cierto quenot que prctic mente todo el personal er negroy que el alboroto que cre al tr t r de alquilar untaxi me hizo pens r en la idea de un gallinero tercermundista.Al poco de mi arribada a Barbados me enter deque el carnaval Crop Over como le llaman al festival que celebr el fin de la zafra estaba por empezar. Como se me dijo que el desfile principal tenalugar cerc de mi residencia decid ir andando. Esper a que el sol estuviera bajo con el fin de evitarel aturdimiento del c lor diurno y me dirig haciala autopista que conduce al puerto de la capitalBridgetown. Grupos de gente iban confluyendo hacia la amplia avenida provenientes de los arrabalesy villorrios circundantes. Al cabo de un rato de ca-62

    min r me di cuent de que el nmero de personas ami lrededor se haca c d vez ms numeroso. Derepente tom conciencia de que me encontr b totalmente rodeado de extraos; y que todas estas personas desconocidas er n adems negras. Este hechome impresion y me sent como prisionero dentrode la multitud. Yo er prctic mente el nicoblanco entre oleadas de gente negra mujeres yhombres de todos los tamaos y edades y con todla variedad de tonalidades y fisonomas de las poblaciones del Africa Occidental que h ce unos aos podan verse en el National Geographic Magazine. Depronto y confieso que sin poder d r razones measust. Un miedo ancestral casi instintivo seapoder de m. Tal vez sea import nte h bl r msclaro: sent un miedo irracional un sentimiento incontrolable de pnico; me sent amenazado demuerte como si todos aquellos m i ~ l r e s de hombres mujeres y nios se fueran a vengar de m porlos quinientos aos de esclavitud explotacin y racismo. Quise escapar pero no encontr ni las energas ni el camino.Lo que pas despus no fue demasiado reconfortante. Una c mionet conducida por un hombreblanco fornido y barbudo trataba intilmente depasar a travs de la multitud; como no lo conseguase enoj y empez a celer r su vehculo forzandoas a docenas de personas fuera de la autopista. Atodo esto yo no entenda muy bien lo que pasaba.a situacin se hizo todava ms confusa porque pa-

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    reca como si un ritual, un especie de juego racial,hubiera empezado. Cuando el conductor aceleraba,los jvenes negros gritaban, insultaban y rean, a lavez que se apartaban de la trayectoria del vehculo. Este divertimiento dur por espacio de diez oquince minutos, hasta que el hombre blanco salide repente de la camioneta, desplegando un mus-cul tur tarznica y un espritu fanfarrn, espan-t ndo as a mujeres y nios, pero no a las juventu-des, que si bien evitaban un confrontacin directa,continuaban poniendo banderillas vocales al toroque ya sacaba espuma por la boca y por la piel. Fi-nalmente, la bestia rubia, ya que hay que decir quede person tena muy poco, aceler al mximo suvehculo y se escap h ci la noche que ya apuntaba. Este episodio me enturbi la mente y me disp r la adrenalina. Pero haba que seguir adelante,continu ndo con la participacin observante quecaracteriza el trabajo de c mpo etnogrfico. Reemprend pues el camino hasta hallarme en medio delfragor del carnaval.

    a masa hum n er ya agobiante. a gente seagolpaba en los bordes de la autopista para dejarpaso al incesante trasiego de carrozas motorizadas,con msicos y coros, seguidos por un masa indife-renciada de pequeos y mayores, vestidos y disfrazados con colores vivos y estridentes, y que saltabanms que bailaban en el ingls local lo llaman umpup . a obscenidad grosera, casi animal, de los ges-tos y de los movimientos de los cuerpos negros me64

    molestaron. Un cierto puritanismo me hizo intolera-ble este acto masivo de copulacin simulada aritmo de calipso. No s por qu, de repente pensen la educacin religiosa que recib de pequeo enmi pueblo en los aos cu rent cu ndo el cur nostiraba de las orejas al vernos entr r en la sala debaile, o unos aos despus cu ndo los jesuitas nosmartilleaban sus prejuicios sobre el c rcter pec minoso del baile. Jams olvidar las imgenes deaquel cu derno de urbanidad en el que, en un baile,la pareja femenina, que en el primer dibujo es unchica bellsima, se transforma en el dibujo siguienteen un diablo con cola y cuernos.

    l c lor se haca insoportable. Tras beber un re-fresco rojizo y dulzn, decid prob r la pi local,que un vendedor joven y con trenzas de r st ofre-ca al pblico. No nos entendimos demasiado biendebido a que los rastafarianos se s f u r z ~ n en ha-bl r un lenguaje muy propio, pero s lo suficientepara que me cobr r el doble de lo norm l tarifade hombre blanco o de turista, como pude descubrir despus). Cuando trat de fotografiar al vende-dor y su tenderete el hombre se puso muy nerviosoe hizo gestos amenazantes; como ten en la m noun machete con el que cortaba la pia, me excuscon repetidos sorrys y me alej entre asustado y abo-chornado. A todo esto la polica pareca totalmenteausente, lo cual me result sorprendente ya que enla experiencia del carnaval de Notting Hill Gate deLondres la presencia de la polica er masiva. Sin

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    embargo, de vez en cuando poda verse un oficial depolica, bien plantado, con su bastn de mando y eluniforme inmaculadamente limpio y planchado a laperfeccin en l Caribe se utiliza todava mucho almidn). La visin del oficial era decadentementecolonial, pero lo cierto es que su presencia parecaser suficiente para mantener el orden. El retorno acasa fue espeluznante, ya que al tratar de abrirmecamino a contracorriente de la multitud no sabamuy bien si las reacciones de las personas con queme topaba eran raciales o tan slo humanas. Enconjunto fue una hora de tensin y de miedo, temiendo siempre lo peor es decir, una paliza o unacuchillada.Este fue mi primer bao de multitudes negras.Ha habido muchos otros, pero ninguno con efectostan contundentes Pocas veces en mi vida me habasentido tan amenazado sin saber realmente por qu.He tratado de describir los hechos lo ms objetivamente posible, acompaados por mis estados denimo. Retrospectivamente es fcil ver que de unamanera u otra estaba predispuesto, incluso diraprogramado, para reaccionar negativamente anteuna situacin como la que he esbozado; que de manera inconsciente, pero tambin inevitable, habaacumulado durante aos un complejo pret a porterde respuestas racistas. Lo ms preocupante de todoesto es el hecho de que, como antroplogo, soy muyconsciente de la falacia del concepto de raza y smuy bien que el racismo no slo carece de funda-66

    mentos cientficos, sino que desde un punto de vistahumanista es totalmente insostenible. De dndeproviene, pues, este racismo tan profundamente enraizado en mi espritu? Y qu tipos de enseanza yde experiencias, e incluso de adoctrinamiento sutilo descarnado, lo ha hecho posible?Si bien nacido en un pas multirracial -Cubadel que no tengo memoria consciente alguna, y conparientes de rasgos faciales diferentes y variadas tonalidades de color aunque en ningn caso marcadamente africanas), crec en un pueblecito de laprovincia de Tarragona Rocafort de Oueralt) dondeen los aos cuarenta lo ms extico era una familiaforastera conocida con el epteto de los castellanos. Como bien puede verse, se trataba de un ambiente poco cosmopolita, donde era difcil tomarconcienc ia de diferencias raciales. De, hecho, sinembargo, la mayor parte de familias del pueblo tenan parientes en las Amricas -especialmente enCuba-, que en ocasiones visitaban su patria chica.Es cierto que mi padre, que haba vivido muchosaos en Cuba, tena ideas muy claras sobre el papelsubordinado que corresponda a los negros en la sociedad cubana, pero durante mi infancia el temanunca sali a relucir. El nico recuerdo vivo quetengo de la poca es una ancdota, repetida a menudo por mi padre y mis tos, que describe la llegada de los transatlnticos al puerto de La Habana;mientras los pasajeros esperaban que su equipajefuera desembarcado, se entretenan arrojando unas

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    monedas al agua para ver cmo unos rapazuelos ne-gros se zambullan y las recuperaban del fondo de larada. Qu entretenimiento tan ejemplar y humani-tario Pero qu sorpresa no tuve en Barbadoscuando, asistiendo a la proyeccin de un documen-tal amateur filmado en los aos veinte por un ha-cendado barbadiano, pude ver la escena de unosdesharrapados nios negros lanzndose al agua pararecuperar unas mseras monedas.En nuestra civilizacin occidental los estereoti-pos racistas sobre los negros son tan omnipresentesque es imposible evitarlos. Tanto el cine de Holly-wood como la novela norteamericana (por lo me-nos hasta los aos sesenta) presentaban al vido p-blico infantil y adolescente unos personajes negrosque tenan poco de modlicos. El cine cre dos ti-pos bsicos de personajes negros: el servil y elbrutal. or una parte, los negros aparecan comoesclavos, criados, campesinos pobres, camareros,etc.; hablaban un dialecto que los ridiculizaba; acos-tumbraban ser perezosos, pero respetuosos y sumisos con sus amos blancos; y se conformaban con laposicin social que el sistema les haba asignado.

    or otra parte, los negros eran tambin presentadoscomo salvajes, feroces, violentos, sanguinarios. Eneste caso deban ser castigados ejemplarmente. Yqu decir de las chicas negras que nos ofreca Hol-lywood? El tipo ms comn era el de la criada perezosa y estpida. Quin se acuerda hoy de ButterflyMcQueen? Estoy seguro de que es un nombre8

    que nada dice a la mayora de la gente. En cambio,los nombres de Vivien Leigh y Clark Gable son bienconocidos, por no decir inolvidables, y la pelculaLo que el viento se llev es un clsico de los analesdel cine de gran espectculo. Quin es, pues, Butterfly McQueen? Es aquella chica negra, entre gor-dita y retrasada mental, Prissy se llamaba, que hacede criada de Scarlett O'Hara, que siempre habla convoz de falsete y a menudo recibe lea. Su frase msfamosa en la pelcula es: don know nuthin boutbirthing no babies, iss Scarlett. Habiendo ledo lanovela de Margaret Mitchell de muy joven y muchoantes de haber visto la pelcula, el carcter de Prissycre para m, y me imagino que para muchos otros,uno de los estereotipos ms comunes de mujer ne-gra. El otro estereotipo es el de la mulata sensual yseductora que introduce un elemento peligroso, sibien muy atractivo, de desorden dentro del modelotradicional de sexualidad.Fue tambin en mi adolescencia cuando le el fa-moso libro de Harriet Beecher Stowe La cabaa delto Tom. Esta obra, que durante muchos aos fuecasi de lectura obligada en muchas escuelas, hoy esconsiderada ambigua, o casi racista, por muchoseducadores. El modelo de hombre negro que propone es el de una persona subyugada y sumisa de-bido al efecto opiceo de la religin. El mensaje esclaro y contundente: el deber del negro es aceptarel papel que la providencia le ha asignado. En cual-quier caso la libertad y la felicidad no son cosas de

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    este mundo. Si ha de haber cambio ser pacfico ygradual. El hombre negro no est preparado todavapara romper sus cadenas; le conviene un largo periodo de aclimatacin a la civilizacin moderna ypor ello las revueltas antiesclavistas (o anticoloniales) incontroladas despiertan los instintos primitivosdel negro y le inducen a cometer salvajadas sin fin.En este contexto se podran aducir tambin muchosejemplos de pelculas que abonan distintos aspectosde dicho mensaje. Recuerdo todava con muchaprecisin las imgenes violentas de una pelculams bien intrascendente sobre la revuelta de Hait,en la que una de mis actrices favoritas de la pocaera perseguida a travs de una vegetacin lujuriantepor un grupo de ex esclavos negros, que a ojos vistas no caba la menor duda de que queran violarlay luego matarla. Es sta la misma isla y el mismoperiodo que produjeron al ex esclavo, genio military estadista Toussaint L'Ouverture tal y como nos lodescribe C R L James en su Black Jacobins?

    En un contexto ms contemporneo se podaexaminar tambin la revuelta de los mau-mau enKenia vista por la cinematografa britnica dondeel primitivismo de los kikuyu (dirigidos por ciertopor un antroplogo formado por Malinowski .en losaos treinta en la London School of Econom1cs) semanifiesta en el color rojo vivo de la sangre de losinocentes -mujeres y nios blancos cruelmente sacrificados por desagradecidos salvajes-. Y aqu podramos traer a colacin la primera estrofa del

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    poema del mulato cubano Nicols Guilln tituladoMau-maus:Envenenada tintahabla de los mau-maus;negros de diente y uade antropofagia y totem.Grue la tinta, cuentandicen que los mau-mausmataron a un ingls ..(Aqu en secreto: erael mismo ingls de kepisprofanador de rifleeh izado y remingtonque en el pulmn de Africacon golpe seco y firmeclav su daga-imperio,de hierro abecedariode sfilis, de plvora,de money, business, yes.

    Est por hacer un estudio comprehensivo de losestereotipos racistas de los medios de comunicacin masiva y de la literatura, si bien existen estudios parciales. Lo nico que he tratado de hacer espresentar un caso muy concreto -el mo- e ilustrarlo con ejemplos que estn vivos en mi recuerdo.Estoy seguro de que hay otras instancias de induccin racista de las que no soy consciente pero quetal vez han tenido un impacto ms fuerte y dura-

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    dero. Lo que s es importante subrayar es el hechode que estos prejuicios inculcados en la infancia, laadolescencia y la juventud, y luego consolidados enla madurez, permanecieron inactivos durante muchos aos por no tener ocasin de manifestarse. Porotra parte, a partir de lo que retrospectivamente podramos denominar un izquierdismo radical terico, desarroll ciertas actitudes literarias antirracistas que se concretaron en una serie de artculospublicados en revistas, enciclopedias, etc. En misestancias en el extranjero entr en contacto congentes de color sin que mis prejuicios salieran a florde piel. En la Francia y la Alemania de los aos sesenta not, con disgusto, la existencia de un marcado racismo antinegro. Es ms, me di cuenta deque muchos de los espaoles en el extranjero y merefiero aqu a la gente de clase media y educada-eran tambin abiertamente racistas, especialmenteen su vertiente antisemita. Este fenmeno me chocprofundamente y recuerdo haber desarrollado uncierto sentido de superioridad moral con respecto aellos. Reconozco que en aquella poca el tema meinteresaba poco, tal vez porque mis estancias fueroncortas de semanas o meses) o porque mi contactocon personas de color fue limitado.Con mi ida a Inglaterra en 1969 las cosas cambiaron radicalmente, si bien de forma paulatina. Dehecho, hasta que uno no conoce los secretos de unalengua extranjera y no participa de cerca en situaciones de conflicto racial es muy difcil emitir jui-7

    cios acertados. Acontece que Inglaterra se caracter i ~ por la existencia de un sistema racista muy enraizado y complejo. Ideolgicamente se fundamentaen la supremaca de la raza nrdica y clasifica aotros pueblos esencialmente en razn del color desu piel. Existe una clara y precisa gradacin en laque la persona negra es la ms despreciada, pero ano,sotros los mediterrneos sobre todo los de pielmas oscura) se nos ve tambin como inferiores.Este racismo es un hecho indiscutible que se manifiesta de diversas maneras: desde un repertorio florido de trminos despectivos e insultantes hasta laagresin fsica, pasando por todo tipo de discriminaciones laborales, residenciales, etc.). La respuestaracista de los ingleses vara segn las clases sociales: los trabajadores acostumbran ser ms directos ybrutales, mientras que las clases medias son ms hipcritas y reservadas, pero igual de racistas. Si param ha sido, y es, una experiencia en ocasiones penosa a pesar de haber vivido en un ambiente acadmico cosmopolita y relativamente libre de prejui

    cios lo cual no impide que para los ingleses no seams que un bloody dago o greaser , los pakistaneso los negros antillanos sufren el racismo de formaconstante y brutal, hasta el punt9 de que es partedel horizonte inmediato de su vida cotidiana. Dehecho, la primera frase que un nio negro escuchar de un nio blanco en la escuela es laexpresin black bastard. La escuela, el lugar de trabajo, el barrio, el pub, la prensa, los contactos for-

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    tuitos con blancos son situaciones potencialmenteconflictivas donde pueden manifestarse la discriminacin y el desprecio raciales. Palabras tan ofensivas contra la gente de color como wo y nigg r forman parte del vocabulario cotidiano de la mayorparte de la poblacin blanca de Inglaterra. Este racismo es tan omnipresente y est tan enraizado enla cultura inglesa que incluso las clases bienpensan-tes, que en circunstancias normales saben disimularlo bien al menos delante de la gente de color, explotan bajo el efecto del alcohol o de la tensin. Yahe dicho antes que para quien no tiene un conocimiento profundo de la lengua inglesa muchos de losmatices racistas pasan desapercibidos. Recuerdoque en el primer o segundo ao de estancia en Inglaterra, algunos de mis compaeros de universidadcalificaban de wo a uno de los profesores. No fuehasta unos aos despus cuando me di cuenta delsignificado de esta palabra y el porqu de su aplicacin: el profesor aunque blanco era de origen antillano y presentaba ligeras caractersticas fenotpicasde la raza negra.Con veinte aos de residencia en Inglaterra heabsorbido inconscientemente la quintaesencia de laideologa y de las prcticas racistas de los ingleses.Racionalmente siempre he rechazado el racismocomo un antihumanismo pero el hecho de serblanco aunque sea de segunda categora, ha creadoen m unos mecanismos reactivos fundamentalmente racistas de los que no era totalmente cons-

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    ciente hasta llegar a Barbados. El hecho de vivir durante un ao en una sociedad como la barbadianaen la que el 95 de la poblacin es de raza negra,muy distinto de vivir en un pas donde las gentes decolor son una minora localizada en ciertos barriosde ciertas ciudades. Esto quiere decir que en Inglaterra tanto en el contexto de mi trabajo en la universidad como en mi lugar de residencia, no entroen contacto con gente de color ms que de formaocasional y superficial. En mi crculo de amigosconocidos hay muy poca gente de color tal vez por-que son minora en el ambiente acadmico.

    En este excursus he utilizado esencialmente unasola experiencia racial con el fin de ilustrar un estado de espritu mo del que no era del todo consciente antes de llegar a Barbados. El hecho de quefuera al principio de mi estancia en la isla demues-tra que mi reaccin ante los hechos no fue el resultado de la interaccin continuada con los barbadia-nos, sino ms bien la expresin de un prejuicioracial. Tras un largo periodo de contacto con gentesde todas las razas y de todas las clases sociales den-tro del pas, mis sentimientos han cambiado hacindose mucho ms complejos y reflejando as msla realidad de mis experiencias y menos mis prejuicios. No obstante, el conflicto racial ms o menossoterrado que existe entre la minora blanca y lamayora negra de la isla, hace que todo blanco quellegue a Barbados para pasar una temporada largaen la isla experimente una sensacin de aislamiento

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  • 8/12/2019 Llobera - El Etnografo y El Racismo

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    y de desprecio, e incluso de peligro, ya que unaparte de la poblacin negra es francamente hostilcontra todo lo que sea blanco y europeo. Hay queaadir que la historia de cuatrocientos aos de colonialismo en la isla lo explican, si bien tal vez no lojustifiquen. En cualquier caso, lo que creo importante desde un punto de vista metodolgico es quela discusin abierta del tema racial desde la perspectiva de mi propia experiencia, me permite explorar el tema de la identidad tnica, si no con total objetividad, al menos con la conciencia de que no soyun espectador desapasionado, lo que tal vez me permitir corregir mis reacciones viscerales.

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    11 EL MEDITERRANEO, AREA CULTURAL OESPFJISMO ANTROPOLOGICO?

    En 1963-64, las mujeres casadas de Los Olivospseudnimo), un pequeo pueblo de montaa dela provincia de Huelva, en el sudoeste de Espaa,parecan representantes tpicas de la cultura mediterrnea. As empieza un artculo de ane F Collierpublicado recientemente 1987) en una de las revistas ms prestigiosas de los EE.UU., American Eth-nologist Y la autora sigue: Cuando las amas decasa se reunan en la fuente pblica para lavar la

    ropa, llevaban prendas montonas que ocultabanlas formas femeninas; muchas de ellas iban de luto.La mayor parte de las mujeres casadas eran obesas.Sus nicas actividades pblicas eran lavar la ropa yasistir a funerales. Al atardecer, las mujeres casadasse quedaban en casa o visitaban a los enfermos. Este texto mediterranesta, elegido al azar,ilustra de una forma clara y precisa la tesitura de losantroplogos que trabajan en dicha rea etnogr-

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