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Llegada y recepción del Quijote en la literatura y en la cultura popular japonesa Fernando Cid Lucas AEO, Universidad Autónoma de Madrid Para Jaime Fernández, en agradecimiento. 0. Introducción Según las dos acepciones recogidas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 1 Quijote sería: «1). Hombre que antepone sus ideales a su conveniencia y obra desinteresadamente en defensa de causas que considera justas. 2). Hombre alto, delgado y grave, cuyo aspecto y carácter hace recordar al héroe cervantino». Por su parte, en el interior del Ko̅jien, el diccionario de mayor prestigio de entre los elaborados en el Imperio del Sol Naciente, la definición de Quijote sería un (traslado aquí la traducción desde el japonés original): «Idealista, fantasioso. Individuo que, haciendo caso omiso de la realidad, se lanza imprudentemente a la acción, movido por un sentido de justicia presuntuoso y fantástico». Ahora bien, si analizamos las tácitas, aun rigurosas, exigencias que la moral nipona impone a sus ciudadanos, con rígidas obligaciones según las relaciones del individuo para con los otros, veremos que ese «anteponer sus ideales según su conveniencia» casa mal con la realidad social del país asiático, que impide a sus hijos salirse siquiera un ápice de sus competencias y, mucho me- nos, saltar del lugar que el destino les ha otorgado en la sociedad. Siguiendo estos mismos argumentos comprobaríamos que un personaje como Don Quijote jamás podría ser un ejemplo a seguir entre el pueblo nipón, ni aún bebiendo de su lado más romántico o idealista, opuesto en todo a la moral neoconfuciana que durante muchos años imperó en Japón. Sin embargo, en el imaginario popular nipón, el japonés medio sabe evocar muy bien la figura de un español enloquecido por sus muchas lecturas de naturaleza fantástica, alto y delgado, de barbas luengas y nariz aguileña (atributo que, bien es verdad, otorgarían con facilidad a cualquier occidental). Así, mientras que en Occidente dotamos a Don Quijote de aquella aludida carga romántica o de calas idealistas, o lo asociamos a alguien que se salta las reglas sociales establecidas por amor a unos nobles ideales, en Japón, en cambio, se ve como alguien que, debido a que incumple con sus obligaciones (giri), está condenado a fracasar. Es por esto que Don Quijote y sus muchas aventuras tengan vigencia en Japón en el ámbito 1. VV. AA., Diccionario de la Lengua Española (22ª edición), Madrid, Real Academia Española, 2001, p. 1879.

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Llegada y recepción del Quijote en la literatura y en la cultura popular japonesa

Fernando Cid Lucas AEO, Universidad Autónoma de Madrid

Para Jaime Fernández,en agradecimiento.

0. IntroducciónSegún las dos acepciones recogidas en el Diccionario de la Real Academia de la

Lengua Española,1 Quijote sería: «1). Hombre que antepone sus ideales a su conveniencia y obra desinteresadamente en defensa de causas que considera justas. 2). Hombre alto, delgado y grave, cuyo aspecto y carácter hace recordar al héroe cervantino». Por su parte, en el interior del Ko̅jien, el diccionario de mayor prestigio de entre los elaborados en el Imperio del Sol Naciente, la definición de Quijote sería un (traslado aquí la traducción desde el japonés original): «Idealista, fantasioso. Individuo que, haciendo caso omiso de la realidad, se lanza imprudentemente a la acción, movido por un sentido de justicia presuntuoso y fantástico». Ahora bien, si analizamos las tácitas, aun rigurosas, exigencias que la moral nipona impone a sus ciudadanos, con rígidas obligaciones según las relaciones del individuo para con los otros, veremos que ese «anteponer sus ideales según su conveniencia» casa mal con la realidad social del país asiático, que impide a sus hijos salirse siquiera un ápice de sus competencias y, mucho me-nos, saltar del lugar que el destino les ha otorgado en la sociedad. Siguiendo estos mismos argumentos comprobaríamos que un personaje como Don Quijote jamás podría ser un ejemplo a seguir entre el pueblo nipón, ni aún bebiendo de su lado más romántico o idealista, opuesto en todo a la moral neoconfuciana que durante muchos años imperó en Japón.

Sin embargo, en el imaginario popular nipón, el japonés medio sabe evocar muy bien la figura de un español enloquecido por sus muchas lecturas de naturaleza fantástica, alto y delgado, de barbas luengas y nariz aguileña (atributo que, bien es verdad, otorgarían con facilidad a cualquier occidental). Así, mientras que en Occidente dotamos a Don Quijote de aquella aludida carga romántica o de calas idealistas, o lo asociamos a alguien que se salta las reglas sociales establecidas por amor a unos nobles ideales, en Japón, en cambio, se ve como alguien que, debido a que incumple con sus obligaciones (giri), está condenado a fracasar. Es por esto que Don Quijote y sus muchas aventuras tengan vigencia en Japón en el ámbito

1. VV. AA., Diccionario de la Lengua Española (22ª edición), Madrid, Real Academia Española, 2001, p. 1879.

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eminentemente infantil, y que su discurso, transformado en cuento o en fábula, se haya dirigido durante años a los niños nipones, a quienes (por un tiempo al menos) sí se les está permitido trocar molinos por gigantes.

No extrañará por este argumento al japonólogo o al cervantista que en Japón existan más adaptaciones para niños del Quijote que en ningún otro país del mun-do, en cuentos o en cómics en los que Quijote y Sancho son sus protagonistas, compartiendo series animadas en colecciones en los que títulos como El gato con botas o Caperucita roja están también presentes.

Y, es que, la canonización de un personaje que está tan fuera de los límites de la razón, anacrónico, defensor de las causas perdidas, etc. tampoco correspondía a las maneras literarias del Japón Meiji, cuando, sin embargo, y al poco tiempo de abrirse a Occidente, reconocieron y situaron entre las cumbres de la literatura mundial a autores como William Shakespeare o Dante Alighieri, mientras que con Miguel de Cervantes los teóricos de la literatura japoneses tuvieron que realizar un pequeño análisis de valoración previo. Aunque, vayamos ahora por partes.

1. El arrivoAntes de hablar de la llegada y del arraigo de Don Quijote2 en Japón tendremos

que tener en cuenta que dicho país asiático vivió un casi completo aislamiento voluntario, que duró desde 16413 hasta la plena reinstauración del gobierno del emperador Mutsuhito (en 1867). Este aislamiento significó una clausura casi total del país al resto del mundo y el consecuente desconocimiento de modas, filosofías y, por supuesto, movimientos artísticos y literarios. Con la llegada del almirante Perry a las costas japonesas y con el asentamiento de los primeros legados diplo-máticos de países occidentales, como Francia, Alemania, Reino Unido o EE.UU., llegarían también los principales autores de sus respectivas literaturas. Así, antes de que finalice el siglo XIX comienzan a sonar en los círculos exclusivos de la sociedad japonesa los nombres de Shakespeare, Goethe, Dante... a la par que comienzan las traducciones y los trabajos críticos en japonés sobre dichos autores occidentales.

Volviendo al héroe cervantino por antonomasia, la primera referencia constata-da hasta el momento hecha a Don Quijote en tierras niponas data de 1867, tan sólo catorce años después de que el Comodoro Matthew C. Perry (1794-1858) pusiese sus pies en el puerto de Uraga. Al parecer, el autor fue un tal Kenichiro ̅ Koga (1816-1884), quien no fue un estudioso de la obra de Cervantes o uno de los primeros hispanistas japoneses, sino un erudito en cultura china y un gran aficionado a la cultura occidental, quien se sintió atraído por la azarosa vida del autor de Don Qui-jote4 más que por la novela en sí.

2. ドン・キホーテ・デ・ラ・マンチャ, en japonés.

3. El denominado Sakoku o «País encadenado» o «Cierre del país», que marcó la expulsión de todos los europeos del Imperio del Sol Naciente, previa persecución de los cristianos del lugar. Véase para profundizar en este interesante periodo histórico: CULLEN, L.M., «Sakoku, Tokugawa policy, and the interpretation of Japanese history», TASJ, nº 18, 2004, pp. 17-31.

4. Se supone que �oga tuvo acceso a esta información en alg�n manual de literatura occidental im- Se supone que �oga tuvo acceso a esta información en alg�n manual de literatura occidental im-preso en Inglaterra.

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2. Las primeras traducciones cervantinasEn 1885 verá la luz la primera traducción de un escrito cervantino en lengua

japonesa, se trata de la «ejemplar» El casamiento engañoso, publicada en la revista literaria Azuma con el rimbombante título de Oushu Jowa Tanamara (algo así como Historia europea de los amores de una mujer hermosa). Si bien, es cierto que se trataba tan sólo de la traducción aislada, sin aparato crítico o introducción de ningún tipo, teniendo como referente una traducción inglesa de la misma (casi con toda seguri-dad alguna edición de principio del siglo XVIII). En dicha publicación no tenemos siquiera el nombre del traductor o los motivos que le llevaron a realizar tal trabajo, por lo que es considerada todo un enigma en la cronología cervantina de Japón. En el año siguiente se publicará otro título más: Oushu̅ Shinwa Tanima no Uguisu (Otra historia europea del ruiseñor en el valle5). Es curioso constatar que críticos del momen-to afirmaron equívocamente que se habían traducido pasajes del Quijote, y, es más, llegaron a afirmar que su autor era un gran escritor francés de nombre Cervanto.6

Así, la primera traducción (más bien libre adaptación al japonés) del Quijote apa-reció en 1887, en la revista literaria que dirigía el intelectual Shu̅jiro̅ Watanabe (1855-1945), quien fue también el traductor de los veinte primeros capítulos del Quijote7 (aunque obvió el pasaje de Marcela, ubicado en los capítulos XII, XIII y XIV).

Inaugurando la última década del siglo XIX se vive en Japón un periodo de especial proliferación de traducciones del Quijote, siguiendo siempre las ediciones inglesas y siendo todas ellas selecciones de pasajes de la Primera Parte. De este modo, la primera de todas ellas data de 1893, la segunda de 1896, la tercera de 1901, la cuarta de 1902 y aun hubo una quinta, publicada en la primera década del siglo XX, en 1914, aunque sabemos que fue elaborada algunos años antes. Pero, parémonos siquiera un momento para comentar la segunda de ellas, la publicación de 1896. La traducción se debió a un tal Matsui Sho ̅yo̅, del que se conocen pocos datos precisos, aunque su versión llegó a ser conocida incluso en España (es cierto que sólo en círculos muy exclusivos). Sin ir más lejos, se la menciona en una carta escrita por el prestigioso hispanista y cervantista escocés James Fitzmaurice-Kelly (1858-1923), dirigida a nuestro Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) el 11 de noviembre de 1899. A la aludida traducción japonesa se refiere en estos términos:

[...] He oído decir que V. acabará la bibliografía del malogrado Sr. Rius,8 tan valiosa para todos los Cervantófilos, y á propósito de esto me atrevo llamar la atención de V. á una traducción poco conocida. Es una traducción del Quijote en lengua japonesa que fué publicada en Tokyo el año de 1896. Es un tomo en 8vo, contiene ambas partes

5. Quizá debidas ambas al mismo traductor.

6. Tal vez debido a que en esos años se estaban traduciendo una gran cantidad de obras francesas al japonés, entre ellas novelas de Víctor Hugo o dramas de Moliere.

7. Que, tanto el profesor Jaime �ernández como el profesor Norio Shimizu han considerado adapta-. Que, tanto el profesor Jaime �ernández como el profesor Norio Shimizu han considerado adapta-ciones del texto cervantino a la lengua japonesa, más que una traducción formal.

8. Se trata de la ingente recopilación bibliográfica realizada por Leopoldo Rius y de Llosellas, comen-zada en 1895 e interrumpida sólo por la muerte del autor.

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de la obra,9 y va precedido por una vida (muy corta) del autor. El traductor se llama Matsui Shoyo. En caso de que V. conoce ya esta versión japonesa, ruégole perdonar esta repetición inútil.10 [...]

Ahora bien, ¿quién fue este Matsui Sho̅yo̅? Sabemos que nació en 1870 y que falleció en 1933. Para la renovación de las letras niponas —y en especial para su teatro— fue una pieza importante. Junto a personalidades como Kaoru Osanai u Otojiro̅ Kawakami fue el artífice del revolucionario movimiento denominado Shinpa,11 que abogaba por la inclusión de los dramaturgos occidentales en el re-pertorio nipón y por la ruptura con los clásicos japoneses. Sho ̅yo̅ fue, asimismo, un importante productor de literatura occidental en lengua japonesa: realizó tra-ducciones desde el inglés, sufragó varios montajes teatrales y publicó panegíricos en favor de la literatura venida desde Occidente. Pero, sin embargo, tampoco fue un decidido cervantista, aunque, como afirma el profesor Jaime Fernández, esta traducción tiene un gran valor dentro de la cronología quijotesca en Japón: el de suponer la primera toma de conciencia del valor de la gran novela cervantina.

Sin embargo, y para desilusión de muchos cervantistas, esta supuesta pasión hacia el Quijote coincide en el Imperio del Sol Naciente con un gran número de traducciones de autores españoles, tales como Lope de Vega, Calderón de la Barca, Bécquer o Blasco Ibáñez, y aun de otros escritores occidentales de lo más variado, desde Homero a Walt Whitman. No perdamos de vista que en esos años Japón pone a trabajar sus máquinas a pleno rendimiento para asimilar lo antes posible la cultura occidental. En poco tiempo se construyen edificios a la manera europea, los burgueses cambiarán el kimono por el smoking, los palillos por la cuchara y el tenedor y las editoriales traducirán a gran velocidad (descuidando muchas veces los resultados) a los escritores venidos desde el extranjero.

Avanzando en el tiempo, será la traducción hecha por Shimamura y Katakami, publicada en 1915 (coincidiendo con el tercer centenario de la publicación de la Segunda Parte de la novela en la imprenta de Juan de la Cuesta), la primera en pu-blicarse de manera íntegra, del primer al último capítulo. Sin embargo, las traduc-ciones hechas desde el castellano original aún tardarían en llegar, concretamente tendrían que esperar hasta el año 1948, fecha en la que aparece en la conocida editorial Iwanami el primero de los seis cuidados volúmenes12 traducidos por Hi-rosada Nagata (1885-1973), que irían apareciendo de manera progresiva hasta el año 1977; si bien, es cierto que el último se debió casi por completo al discípulo aventajado de Nagata, Masatake Takahashi (1908-1984), que realizó la traducción de los últimos treinta capítulos de la Segunda Parte y la supervisión de otros tantos de su maestro.

9. En realidad sólo contiene la Primera Parte, como el resto de las traducciones coetáneas.

10. Correspondencia privada de Marcelino Menéndez Pelayo, vol. 15, carta nº 496 �inédita a�n�. Correspondencia privada de Marcelino Menéndez Pelayo, vol. 15, carta nº 496 �inédita a�n�.

11. Literalmente Literalmente Nueva Escuela, en oposición a la Vieja, constituida por formas teatrales centenarias como el No ̅, el Kyo̅gen o el Kabuki.

12. Algunos autores, como el también traductor y profesor de español Tatenori, han afirmado que la traducción del Quijote se convirtió en algo obsesivo para él, cuidando cada kanji y el lugar que ocupaba en la oración.

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Yu ̅ Aida13 (1903-1971), primero estudiante en la Universidad de Estudios Extran-jeros de Tokyo, en donde luego fue un reputado profesor de Literatura Española, publicó en Chikuma Shobo̅ en 1962 su propia traducción del Quijote, que fue ala-bada por la crítica nipona. Además de esta obra, Aida tradujo algunos entremeses cervantinos y sus Comedias Ejemplares, trabajos que, hasta el momento, no han vuelto a ser reeditados y que incluían enriquecedoras notas al texto.

Casi cuarenta años después, en 2001, veía la luz la notable traducción de No-buaki Ushijima, editada por Iwanami Shoten, que se recibió con buenas críticas y obtuvo un aceptable número de ventas. Como ya explicaremos en el párrafo siguiente, Ushijima pasa, además, por ser uno de los más importantes cervantistas de Japón, con señeros trabajos que describiéremos luego, siquiera de manera su-cinta. A él se debe también otra traducción con un inmejorable aparato crítico de las Novelas Ejemplares (Kokusho Kankokai, 1993).

Casi a finales de 2004 pudimos leer en la presa y en varias publicaciones espe-cializadas que aparecía una traducción más del Quijote, igualmente hecha desde su idioma original, debida esta vez a Katsuyuki Ogiuchi (1943-) y editada por la casa Shincho Sha. Ogiuchi dijo de ella en una memorable entrevista que «se podría leer como un manga», frase en la que unía (como es costumbre en Japón) la tradi-ción centenaria de la novela cervantina y la más candente actualidad de la nación, simbolizada ésta por el manga o el anime, tan de moda ya tanto en Japón como en Occidente. Igual de esclarecedora es la frase que pronunció, copiando a Cervantes, cuando se le preguntó por el fin que perseguía su trabajo: «procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y pe-riodo sonoro y festivo».

Catedrático de Filología Hispánica en la Universidad de Tokyo y también profe-sor en el Instituto Cervantes de la capital nipona, además de su imponente trabajo como traductor, ha pronunciado diversas conferencias sobre dicha novela, como la dictada el día de Sant Jordi de 2008 junto al traductor Ko Tazawa (1953-) para vislumbrar qué libro resulta más entretenido para el lector, El Quijote o Tirant lo Blanc. Consultando algunas reseñas que se hacen eco del «enfrentamiento» y varios testimonios directos parece que el resultado quedó en unas merecidas tablas.

A propósito de las otras traducciones aludidas, hechas desde el español, Ogiuchi dijo que «se meten en terribles laberintos sintácticos y morfológicos, [...] tanto es así, que los lectores suelen abandonarlas en los primeros capítulos».14 La verdad es que Ogiuchi no es un traductor al uso. Uno podría imaginárselo recluido en su despacho, consultando gruesos manuales o revisando una y otra vez cada palabra. Como buen descendiente de actores de Kabuki, Ogiuchi tiene un carácter histrió-nico, de ideales románticos;15 su traducción del Quijote casi podríamos decir que fue el fruto del amor hacia un país que admira profundamente y en el que pasa

13. Además de la obra cumbre de Cervantes, tradujo al japonés obras como Además de la obra cumbre de Cervantes, tradujo al japonés obras como El lazarillo de Tormes, El sombrero de tres picos, El sí de las niñas o La colmena.

14. Moix, Llátzer, «Ogiuchi, el amigo japonés», Vivir, 22 de septiembre de 2005, p. 7.

15. Como curiosidad, añadiremos aquí que Ogiuchi es, asimismo, el presidente de la peña taurina Tendido Tauro de Tokio, que cuenta ya con casi 150 miembros.

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algunas temporadas del año. En su defensa, hay que alegar que, en nuestros días, es la versión que mayoritariamente manejan los estudiantes de Filología Hispánica y los aficionados a la literatura española en general en el Imperio del Sol Naciente.

3. La crítica cervantina en Japón Siguiendo una vez más los valiosos ensayos debidos al profesor Jaime Fernán-

dez, en relación a los trabajos críticos tocantes a Cervantes o a sus obras, nos indica: «Mientras que estos dos genios [Shakespeare y Goethe]16 cuentan con miles de títulos bibliográficos en japonés, los referentes a Cervantes, descontando las tra-ducciones, no pasan de cuarenta»,17 si bien, es verdad que esto fue dicho en 1985, y que en estas dos décadas largas que han pasado se han publicado en Japón un ramillete magnífico de obras críticas relacionadas con Cervantes o con su obra más importante. Aunque, en estricta comparación con otros escritores occidentales, Cervantes y su obra sigue siendo aún feudo de unas pocas universidades y de unos pocos especialistas entregados.

A decir verdad, los estudios sobre Miguel de Cervantes y sobre su obra son relativamente tardíos y escasos en el Imperio del Sol Naciente.18 Si, como decía, Shakespeare o Goethe no hubieron de esperar mucho para que los teóricos de la literatura se fijaran en ellos, la crítica cervantina interesó en Japón de manera secundaria, y podríamos decir sin temor a equivocarnos que coincidiendo con un momento en el que en dicho país asiático estuvo de moda la filosofía española. Así, cuando lleguen hasta el Imperio del Sol Naciente figuras como Ortega y Gasset o Miguel de Unamuno, a través de los estudios de filosofías comparadas, donde tanta relevancia han llegado a tener en las aulas de las universidades japonesas, se traducirán las Meditaciones del Quijote del primero y la Vida de Don Quijote y Sancho del segundo, inaugurando casi estos títulos la cronología de estudios cervantinos en Japón. Siguiendo con este discurso, también tardarán en aparecer las monogra-fías, siendo muchas veces la vida de Cervantes o la trama del Quijote poco más que un capítulo o parte de capítulo en los libros dedicados a la Literatura Europea, a la Española, o, en algunos casos, a la construcción y a la teoría de la novela en Occi-dente; pongo como ejemplo: Cervantes o la crítica de la literatura, de Carlos Fuentes o L´ancien et le nouveau. De Don Quichotte a Kafka, de Marthe Robert, ambos tradu-cidos al japonés en la década de los ochenta.

Traducido también en los ochenta, por su propio valor literario, fue el breve estudio de Ramiro de Maeztu (1875-1936) «Don Quijote o el amor», y de 1985 data un magnífico ensayo, escrito originalmente en japonés, debido al ya aludido Jaime Fernández, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sophia, titula-do Invitación a «Don Quijote» (editado por la casa Seiwa Shorin de Tokyo).

16. La cursiva es mía. La cursiva es mía.

17. �ernández S. J., Jaime, «Cervantes en Japón», �ernández S. J., Jaime, «Cervantes en Japón», �ernández S. J., Jaime, «Cervantes en Japón», Anales Cervantinos, nº 23, 1985, p.203.

18. A excepción de la traducción al japonés del texto de la conferencia pronunciada por Turgueniev A excepción de la traducción al japonés del texto de la conferencia pronunciada por Turgueniev «Hamlet y Don Quijote», de 1897, momento en el que Shakespeare ya era serio objeto de estudio por parte de diferentes especialistas nipones.

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En 1987, el arriba citado Ogiuchi publicó un libro fundamental: La mesa del Qui-jote, en el que su autor desgranaba el momento y histórico y la sociedad española en la que vivió Cervantes.

Del profesor Seiji Honda tenemos un curioso artículo: El mundo erótico brujeril de Cervantes, publicado en el primer número de la revista Renaissance Studies, en el que trata la presencia de la brujería, la hechicería, la alquimia y las alusiones eróticas en la novela cervantina, y se aventura, incluso, con los contactos que el propio autor pudo tener con dichas cuestiones. Fuera del ámbito puramente quijotesco tenemos dos valiosos ensayos del citado Honda: Estudios y críticas sobre La Galatea de Cervan-tes, aparecido en el número dos de la mencionada revista Renaissance Studies (1995), y Sobre La Galatea como égloga, aparecido en el Actas del II Congreso de la Asociación de Cervantistas (1991).

Por su parte, el también aludido Nobuaki, quien es uno de los más grandes críticos cervantinos japoneses del momento, nos ha legado varios trabajos aca-démicos que han servido a muchos estudiantes de Filología Hispánica en Japón. Merece ser destacado su ensayo en japonés (aunque añade un resume de casi dos hojas en castellano) titulado La poética de las citas: El Quijote en relación con la Biblia, con el que se ganó el respeto de la comunidad de profesionales dedicados a los estudios hispánicos de Japón; lo mismo que con su Sobre los títulos del «Quijote»: la función del «ingenio» (de 1993), artículo con el que hizo posible una aproximación a algunos aspectos fundamentales del Quijote al lector japonés, como su origen o su importancia dentro de las letras hispánicas. Sólo dos años después aparecía el ensayo titulado Ben Jonson y Cervantes,19 de Yamada Yumiko, en donde, en un estilo muy asequible, se realizaba un interesante y lúcido ejercicio comparatista, primero al anteponer a Benjamin Jonson a William Shakespeare como primer dramaturgo isabelino, y segundo, al poner en relación a Cervantes y al escritor de Westminster por cuestiones de estilo e, incluso, de ética.

Y en 1992 apareció la traducción japonesa de un libro que se ha mostrado ne-cesario en la bibliografía quijotesca de cualquier país, la Guía del lector del Quijote (1926), del polifacético Salvador de Madariaga, al que desde su publicación han recurrido profesores y alumnos japoneses para una mejor comprensión del texto cervantino.

También es cierto que a partir del año 2000 en Japón se han publicado, coin-cidiendo con una etapa en la que España se puso muy de moda allí, una serie de interesantes trabajos dedicados a Cervantes o a sus obras.20 Permítanme añadir también aquí que inaugurando el siglo XXI se intensificaron los intercambios de estudiantes japoneses y españoles, siendo los principales focos de este trasvase cul-tural la Universidad de Salamanca, la Universidad de Valladolid y la Universidad de Santiago de Compostela. Volviendo a los asuntos eminentemente bibliográficos, muy conocido en las aulas universitarias de Japón es el libro del ya citado Honda

19. Tuvo su traducción al inglés en 2000 y algunos extractos puede leerse traducidos al castellano en varias páginas web. Pongo como ejemplo: http://www.h-net.org/~cervantes/csa/artics00/fike.pdf

20. Lo mismo podríamos decir de otros autores españoles, como Lope de Vega, �ederico García Lorca o Jaime Gil de Biedma.

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Seiji titulado El arte de Cervantes (2005), compañero en el tiempo de Don Quijote de Chiaki, estudio debido a Horikishi Chiaki. Aunque, y sin hacer de menos a las dos obras ahora citadas, mayor calado obtuvo la magna obra firmada por los profeso-res Higuchi, Honda, Shoji, Yamazaki, Katakura y otros, que ese mismo año veía la luz: Enciclopedia del Quijote; casi 450 páginas en donde personajes, temas, paisajes, etc. están descritos y estudiados cuidadosamente para el mayor deleite del japonés dedicado profesionalmente o de manera diletante a la novela cervantina.

En 2009, con motivo del VII Congreso Internacional de la Asociación de Cer-vantistas, en esta ocasión celebrado en Münster (Alemania), al que asistí con una humilde ponencia sobre la recepción del Quijote en Japón, pude saber por el mismo profesor Emilio Martínez Mata que uno de sus libros, Cervantes comenta el «Quijote», estaba en esos momentos en proceso de traducción al japonés. Como sucede con este título, sé que otros cuantos más se están traduciendo en estos momentos en el Imperio del Sol Naciente; y lo mismo podríamos decir de varios títulos escritos originalmente en japonés, que verán la luz en los próximos meses, o de al menos dos tesis doctorales que se defenderán en universidades niponas con el Quijote como argumento. A tenor de todo lo anteriormente expuesto, podemos afirmar que, de momento, el interés por Cervantes y por su magna novela está garantizado y en manos de buenos profesionales en Japón. Esperamos, sinceramente, que siga así por mucho tiempo, y que este diálogo literario establecido entre dos culturas tan separadas geográficamente sirva de puente inmejorable hacia la compresión, el entendimiento y el intercambio cultural.

4. El Quijote en la cultura popular niponaEn este último apartado trataremos brevemente sobre la influencia que ha ejer-

cido la novela cervantina en la cultura popular nipona. Como ya avanzábamos en la introducción, Don Quijote es un nombre conocido para el japonés medio; quizá algunos no lo asocian aún como protagonista de una de las novelas más importan-tes de la literatura mundial, pero sí a la cadena de tiendas Don Quijote de Japón, ver-dadera curiosidad que jóvenes y adultos nipones conocen y frecuentan. Las tiendas Don Quijote son un derroche de luces y de carteles gigantescos, y ya son más de 120 los establecimientos repartidos por todo Japón (incluidas las islas Hawai). Su historia comienza en 1980, con la apertura en Tokyo de su primera sucursal. Su slogan bien podría haber sido acuñado por el mismo Don Quijote, para pasmo de estudiosos o traductores occidentales: «Crear una actividad comercial que no sea vencida ni por el sentido común ya consolidado y ni siquiera por las autoridades». Poca explicación hay que añadir a tan elocuentes palabras.

Fuera de los supermercados, adentrándonos en formas tan populares como el cine, y aunque ningún director japonés haya rodado hasta la fecha ninguna pelí-cula sobre las peripecias del hidalgo manchego, uno de los más grandes críticos de cine nipón de nuestro país sí se ha atrevido a idear su versión ideal de ésta. Antonio Santos, en una entrevista publicada en la Revista de Estudios Cervantinos nos dice a este respecto: «Creo que nadie hubiera podido hacer una mejor adaptación de Don Quijote que Kurosawa ¿Se imaginan a un Don Quijote samurái, interpreta-

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do por Toshiro Mifune, con Daisuke Kato (el gordito de Los siete Samuráis) como Sancho Panza? ¡Hubiera sido glorioso!».21 Y razones no le faltan al profesor de la Universidad de Cantabria al pensar en el gran Mifune para que hubiese encarnado a Don Quijote, máxime si tenemos en cuenta que fue él quien interpretó a un in-superable Kikuchiyo en la mítica película Los siete samuráis. Y, es que, mucho hay de Quijote en dicho papel. Para comenzar, Kikuchiyo, como Alonso Quijano, no es un verdadero samurái, él no pertenece a ninguna familia con esta tradición (es hijo de humildes campesinos), sino que son sus ganas de ser samurái las que le ordenan como tal. Al igual que Don Quijote, su conducta tampoco es la propia de un verdadero samurái, con lo que consigue ser motivo de mofa entre sus compa-ñeros, ya que se muestra más como la caricatura del samurái que como un samurái auténtico. Incluso en las armas que ostentan se asemejan ambos «caballeros andan-tes», por viejas y desusadas las del manchego y por desproporcionas las del nipón; ambas, en definitivas, poco útiles a la hora de entrar en combate.

Fuera de conjeturas (por muy hermosas que estas puedan resultar), vamos a comentar algunos casos en los que la novela del alcalaíno ha servido de inspiración para varias creaciones propias de la cultura de masas, tales como videojuegos, se-ries manga o las versiones animadas de éstas (anime). Una de ellas es una curiosa serie de 23 capítulos en donde se adaptaba de forma muy libre la novela. Su título en japonés es Zukkoke Knight.22 Se vio en Japón en 1980 y tuvo bastante buena acogida entre los más pequeños. Para ella, sus creadores, Noa Kawaii y Kunihiko Yuyama, exageraron la locura de Don Quijote, quien aparece como un hombre (aunque su apariencia física en esta serie animada nos recuerde más a la de un perro) totalmente fuera de sus cabales, al que no se le puede discutir nada y quien jamás se deja guiar por el sentido común. Igualmente destacables son los perso-najes de Sancho Panza, aún más paciente si cabe en esta versión japonesa, o el de Aldonsa (Dulcinea), quien muestra una doble personalidad (muy común esto para muchos personajes femeninos de la literatura nipona): una fingida (la de mujer amable y refinada con Don Quijote) y la verdadera (pérfida y astuta con el fin de conseguir sus objetivos). Muy recomendable, en definitiva, aunque sólo sea para ver a nuestro héroe por antonomasia transformado en personaje de animación.

Recomendable también es una divertida saga de videojuegos lanzada al merca-do por la casa SEGA titulada Clockwork Knight (su primera entrega data de 1994), en donde conviven la estética de películas como Toy Story y la jugabilidad de gran-des hitos en la historia de los videojuegos, como Super Mario Bross o Sonic. Nues-tro protagonista aquí es un disparatado Sir Tongara de Pepperouchau III (Pepper, pimiento en inglés, para abreviar), quien fuese creado por Yoji Ishii y Makoto Os-hitano teniendo como claro referente al hidalgo castellano. Sir Pepper, como Don Quijote, es un «anticaballero» ya desde su apariencia física o por la armadura que viste. En lo referente a sus armas, veremos que el protagonista del videojuego ni-pón también presenta ciertas anomalías, siendo su espada una llave de dimensio-

21. nº 13, 2009, p. 2.

22. Jugando con la pronunciación homófona de la palabra tonto en japonés.

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nes desproporcionada, que no hace más que sumarle inverosimilitud al personaje virtual. E inverosímiles son otros atributos suyos de caballero andante: su caballo, Barobaro, sin ir más lejos, es (aun viviendo en el mundo de los juguetes) la caricatu-ra de una caricatura: desproporcionado, corvo, de rasgos faciales exagerados y con los ojos bizcos (algo que el resto de fingidos équidos del videojuego no muestran).

Y si Don Quijote tiene leal escudero y enamorada Sir Pepper no podía ser me-nos, él cuenta con los sabios consejos y con la ayuda del cuerdo Prunchau (nombre que nos recuerda a prune, ciruela pasa en inglés) y con el amor de la hermosa Cloc-kwork Princess Chelsea, ella sí princesa de nacimiento, no como Dulcinea, y cuyos modales y poses son los propios de una joven de su noble condición.

Dentro del apartado destinado a la cultura popular, quiero trasladar aquí la gran labor de difusión del Quijote en tierras niponas llevada a cabo por el reconocido actor de teatro Kabuki Ko ̅shiro̅ Matsumoto IX (1942-), quien hasta la fecha ha re-presentado casi mil cien funciones del musical The Man of La Mancha, encarnando y casi mimetizándose dentro y fuera del escenario con su protagonista. La com-pañía de Matsumoto ha acercado ya a miles de espectadores las andanzas de Don Quijote en la famosa versión de Dale Wassermann (1918-2008), de1966, y fue el éxito cosechado en el Imperio del Sol Naciente lo que suscitó luego que dicha obra se montase en otros países, entre ellos España, con un formidable José Sacristán como Alonso Quijano.

Termino este apartado reseñando un arriesgado «experimento», obra del guio-nista Sergio Coronel y del dibujante Federico Reggiani; este no es otro que una versión manga23 del Quijote, mas realizada por dos occidentales (ambos argentinos, para más señas), pero guardando escrupulosamente la estética y la poética de los dibujantes japoneses. Actualmente está ya en preparación el segundo volumen, que parecerá en la editorial Moebius, después de haber creado gran expectación su número inaugural. Si bien, es verdad que ambos creadores han jugado con algunos tópicos españoles, como el hecho de que Sancho Panza marche de una aventura a otra ataviado con un atuendo andaluz (sombrero cordobés incluido), algo que se corresponde poco con el traje típico manchego de aquella época, pero que cual-quier lector, oriental u occidental, identificará rápidamente con nuestro país.

5. CodaComo el lector imaginará, los presentados aquí son sólo unos pocos casos —tal

vez los más paradigmáticos— con los que se demuestra cómo Cervantes ha influi-do en diferentes campos de la sociedad japonesa: la traducción, la crítica o la cul-tura popular. Sin embargo, frente a lo que podría parecer (y como han demostrado los profesores Jaime Fernández y Norio Shimizu en varios trabajos) Cervantes o su Quijote no constituyen aún un tema prioritario en los estudios hispánicos en Japón, aunque, indiscutiblemente, se han dado ya pasos muy importantes. Quizá

23. No entraremos aquí a realizar una definición pormenorizada de la palabra manga o de su impor-tancia para la juventud japonesa u occidental, aclarando sólo que es una palabra que el mismo �atsushika Hokusai utilizaba ya en el siglo XIX para etiquetar sus álbumes de difícil catalogación; más tarde, y hasta nuestros días, pasó a significar el tebeo japonés en todas sus vertientes.

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sea necesario un esfuerzo más prolongado y más intensos los contactos entre un país y otro; tal vez deban fortalecerse —y aun mimarse— los vínculos académicos y literarios entre ambas naciones. En cualquier caso, estoy seguro de que toda aportación, hecha desde el corazón, será más que bienvenida en los citados estu-dios sobre la recepción del manchego universal en el país donde nace el Sol. Para terminar, y para superar el regusto pesimista, permítanme incluir aquí la famosa frase del escritor y traductor francés François Filleau de Saint-Martin, que ya se ha mostrado más que válida para cualquier país del mundo: «Es inconcebible que don Quijote muera».

6. Bibliografía24

BeasLey, William Gerald, La restauración Meiji, Gijón, Satori, 2007.BLoom, Harold, Don Quijote alrededor del mundo, Barcelona, Galaxia Gutenberg,

2005.Fernández S. J., Jaime, «Cervantes en Japón», Anales Cervantinos, nº 23, 1985, pp.

201-212. ____, Jaime, «El Siglo de Oro de España en Japón», Ínsula, nº 739-740, 2008, pp.

25-26.Gómez ruBio, Gema, «Crónica del coloquio sobre «Don Quijote...acercándonos a

su locura», de Ksec Act», La comedia de caballería: actas de las XXVIII Jornadas de Teatro Clásico de Almagro, Cuenca, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla la Mancha, 2005, pp. 239-241.

Guijarro CeBaLLos, Javier, El «Quijote» cervantino y los libros de caballerías: calas en la poética caballeresca, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2007.

inamoto, Kenji, «Don Quijote convertido en samurái: adaptación cultural en los primeros intentos de traducción al japonés del Quijote», Desviaciones Lúdicas en la crítica cervantina, Salamanca, Universidad de Salamanca, pp. 305-310.

PartzCh, Henriette, «El Quijote en el mundo», La imagen del Quijote en el mundo, Madrid, Lunwerg, 2004.

shimizu, Norio, «El hispanismo en Japón», Boletín de la Fundación Federico García Lorca, nº 33-34, 2003, pp. 177-185.

____, «Andanzas y peripecias de don Quijote en Japón», en http://www.casaasia.es/pdf/750584152AM1120545712575.pdf

24. Debo añadir en nota a la bibliografía y no en el corpus de ésta —ya que no ha sido utilizado como tal— un pequeño artículo de tan sólo seis páginas del que he oído hablar en más de una ocasión e, incluso, he visto reseñado pero que, casi tras un año de trabajo, no he conseguido localizar: «El Quijote en el Japón», escrito por el bibliófilo Juan Suñé Benage y publicado en el nº 1y2 de la revista Papyrus, Barcelona, 1936.

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Portada de una edición japonesa de Don Quijote de la Mancha (1919), conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid.

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