Llamamiento a Los Sacerdotes
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Llamamiento a los Sacerdotes
¡Oh! Vosotros, mis escogidos, sed los primeros en responder a mi
llamamiento; vosotros que sois los privilegiados entre todos, y depositarios de
la sana doctrina de la verdad… comenzad por vivir de ella íntimamente…
después, enseñad… Será más grande en mi Reino, aquel que hubiere hecho y
después enseñado.
Yo soy glorificado por vuestras obras, pero sobre todo, glorificado por
vuestra santidad… No seáis, pues, como postes indicadores, bronces que tañen
y címbalos que resuenan… acordaos de lo que dije a mis Apóstoles… que no
será a aquellos que dicen: “¡Señor! ¡Señor!...” ni tampoco a aquellos que
hayan profetizado o lanzado demonios en mi nombre o hecho otras maravillas,
a quienes miraré Yo como míos, sino a aquellos que hayan hecho la voluntad
de mi Padre y enseñado a otros a practicarla.
Vivid desde luego vuestra vida de cristianos… tan grande y tan
profunda… tened, más que todos los demás, conciencia de lo que sois y de lo
que debéis ser… de los talentos que se os han confiado y de los que tendréis
que responder, por vosotros y por los demás… porque vosotros sois mis
dispensadores, dispensadores de mis gracias para la humanidad… Sois el
campo que debe reportarme el fruto… y en el cual tenéis la misión de
sembrar…
No podéis saber hasta qué punto es grande vuestra influencia… Vuestra
mirada, vuestro trato, vuestras palabras, vuestros modales, todo importa… y
debe producir su fruto… La Iglesia espera mucho de vosotros, porque por
vosotros es por donde ella quiere llegar a las almas. ¡Vosotros sois los
ministros del Altísimo!
¡Cuán puros deben ser los labios de aquel que hace descender a su Dios
sobre el altar… cuán puras las manos que tocan al Dios Santos, y ofrecen a
Cristo… el Hijo muy amado de su Padre… y le dan en Comunión…!
¡Cuán bueno debe ser el Sacerdote, que participa cada mañana del
divino Sacrificio del Cordero, y que después de ofrecido, se le incorpora para
vivir más plenamente de su vida… y hablar a todos en su Nombre, otorgando
el perdón al pecador!
La gran misión del Sacerdote… es la de ofrecer el Sacrificio augusto del
Calvario… renovado cada mañana…
Esta es la continuación de mi misión sobre la tierra… de la misión que
Yo he recibido del Padre y que Yo les transmití antes de separarme de ellos…
“Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra…” y en
virtud de esta Omnipotencia divina: “Id, por tanto, y enseñad a todas las
gentes, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo…
enseñándoles a cumplir todo esto que Yo os he encomendado… Id por todo el
mundo y predicad el Evangelio a toda criatura…. El que creyere y fuere
bautizado, será salvo; el que no creyere será condenado”.
¡Oh Sacerdotes! He ahí vuestra misión… Ha salido de mi Corazón,
porque la boca habla de la abundancia del Corazón… y de mis labios sagrados
ha sido recogida la Palabra divina…
Todo lo demás, son medios… ese es el fondo… grabadlo en vuestras
almas… Vosotros sois Sacerdotes… como Yo, para ser salvadores del mundo,
y dar la vida al mundo… haciendo que se beneficien las almas con mi Pasión,
y participen de las gracias de la Redención… por la fe y la recepción de los
Sacramentos.
Ofrecimiento de Jesucristo Amor Misericordioso
Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús,
vuestro amado Hijo y me ofrezco a mí mismo en Él –con Él, por Él– a todas
sus intenciones y en nombre de todas las criaturas1, para gloria y gozo de
vuestro Amor Misericordioso, y para pedir vuestro reinado de Amor y
Caridad. Pater, Ave y Gloria Patri.
(Del “Mensaje del Amor Misericordioso” A los Sacerdotes, recibido por P. M. Sulamitis.
Texto presentado por Monseñor Zacarías Martínez Núñez, Obispo de Vitoria-Gasteiz y Arzobispo
preconizado de Santiago de Compostela. Editorial FIDES, Salamanca, España, 1928).
1 300 días de indulgencia cada vez y una plenaria al mes (Pío XI, 10 de Junio de 1923).