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LINGÜÍSTICA APLICADA Y ARGOT: LOS ÚTILES LEXICOGRÁFICOS DEL TRADUCTOR * JULIA SANMARTÍN SÁEZ Universitat de València (Grupo Val.Es.Co.) 0. A MODO DE PRESENTACIÓN La Lingüística Aplicada es una disciplina con un estatuto complejo, discutido y polémico (Slama-Cazacu 1984; Fernández 1996), cuyo tratamiento excede el objetivo de estas páginas; abarca, además, unos ámbitos de actuación muy variados y heterogéneos, que comprenden desde el análisis de las patologías lingüísticas o Lingüística Clínica, la automatización de textos, la enseñanza de segundas lenguas 1 , la lexicografía o la traducción, entre otros. Justamente el propósito de este artículo se centra en estos dos últimos ámbitos, o más concretamente, en estas líneas se pretende -desde la perspectiva del estudioso y conocedor del argot español-, por un lado, reflexionar sobre los escollos a los que se ve abocado el traductor 2 cuando debe trasladar a la lengua de destino o meta un texto de la lengua de origen que emplea un vocabulario argótico; por otro lado, explicar algunas nociones teóricas y proponer unas herramientas lexicográficas que puedan ayudar al profesional de la traducción en su quehacer cotidiano. La primera cuestión que se debe aclarar reside en qué se entiende por argot, aspecto del que ya se han ocupado diferentes autores, entre los que destacan, por ejemplo, desde la obra clásica de E. Patridge (1977) a la escuela francesa, con representantes como P. Guiraud (1985) o D. François-Geiger (1989), cuya labor ha cristalizado en la creación de un centro de Argotología en la Sorbona de París; sin * Este trabajo se enmarca en el proyecto subvencionado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (BFF 2000/1438), Elaboración de un diccionario de partículas. 1 Para la conexión entre argot y enseñanza de E/LE, véase, J. Sanmartín (2001) y para un acercamiento al léxico del español coloquial, remitimos al trabajo de A. Briz (2002). 2 Es más, la idea central de este artículo se origina en la invitación del Departamento de Español del Centro Europeo de Traducción (EKELME), para que se aborde en una sesión monográfica los problemas que supone el argot para el traductor. Sanmartín, Julia. (2003): "Lingüística Aplicada y argot: los útiles lexicográficos del traductor", Lexicografía y Lexicología en Europa y América. Homenaje a Günter Haensch, Madrid, Gredos, Biblioteca Valenciana, pp. 603-614.

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LINGÜÍSTICA APLICADA Y ARGOT: LOS ÚTILES

LEXICOGRÁFICOS DEL TRADUCTOR*

JULIA SANMARTÍN SÁEZ

Universitat de València (Grupo Val.Es.Co.)

0. A MODO DE PRESENTACIÓN

La Lingüística Aplicada es una disciplina con un estatuto complejo,

discutido y polémico (Slama-Cazacu 1984; Fernández 1996), cuyo

tratamiento excede el objetivo de estas páginas; abarca, además, unos

ámbitos de actuación muy variados y heterogéneos, que comprenden

desde el análisis de las patologías lingüísticas o Lingüística Clínica, la

automatización de textos, la enseñanza de segundas lenguas1, la

lexicografía o la traducción, entre otros. Justamente el propósito de

este artículo se centra en estos dos últimos ámbitos, o más

concretamente, en estas líneas se pretende -desde la perspectiva del

estudioso y conocedor del argot español-, por un lado, reflexionar

sobre los escollos a los que se ve abocado el traductor2 cuando debe

trasladar a la lengua de destino o meta un texto de la lengua de origen

que emplea un vocabulario argótico; por otro lado, explicar algunas

nociones teóricas y proponer unas herramientas lexicográficas que

puedan ayudar al profesional de la traducción en su quehacer

cotidiano.

La primera cuestión que se debe aclarar reside en qué se entiende

por argot, aspecto del que ya se han ocupado diferentes autores, entre

los que destacan, por ejemplo, desde la obra clásica de E. Patridge

(1977) a la escuela francesa, con representantes como P. Guiraud

(1985) o D. François-Geiger (1989), cuya labor ha cristalizado en la

creación de un centro de Argotología en la Sorbona de París; sin

* Este trabajo se enmarca en el proyecto subvencionado por el Ministerio de Ciencia y

Tecnología (BFF 2000/1438), Elaboración de un diccionario de partículas. 1 Para la conexión entre argot y enseñanza de E/LE, véase, J. Sanmartín (2001) y para un

acercamiento al léxico del español coloquial, remitimos al trabajo de A. Briz (2002). 2 Es más, la idea central de este artículo se origina en la invitación del Departamento de

Español del Centro Europeo de Traducción (EKELME), para que se aborde en una sesión monográfica los problemas que supone el argot para el traductor.

Sanmartín, Julia. (2003): "Lingüística Aplicada y argot: los útiles

lexicográficos del traductor", Lexicografía y Lexicología en Europa y

América. Homenaje a Günter Haensch, Madrid, Gredos, Biblioteca

Valenciana, pp. 603-614.

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olvidar, los trabajos pioneros en el marco hispánico peninsular de

autores como R. Salillas (1896) o más recientes, como los de L.

Martín Rojo (1994). A nuestro entender, con el término argot se alude

a dos entidades lingüísticas un tanto distintas: el argot común o léxico

coloquial y el argot de grupo.

I. EL ARGOT COMÚN: CARACTERIZACIÓN E INCLUSIÓN EN

DICCIONARIOS GENERALES

Las palabras y expresiones características y singulares del registro o

variante diafásica coloquial son conocidas o denominadas como jerga

urbana o argot común3, si sigue esa tradición francesa anteriormente

mencionada. Estas voces son conocidas por la mayor parte de los

hablantes, lo cual justifica su integración en diccionarios monolingües

generales o bilingües, en los que aparecen, como era esperable,

anotadas con diversas marcas diafásicas4 como popular, familiar o

coloquial, marcas excesivamente heterogéneas y ambiguas, y cuyo

empleo no responde a unos criterios intrínsecos estables. Este hecho

explica las profundas diferencias existentes entre la nueva edición del

DRAE (2001) y el reciente Diccionario del Español Actual (abreviado

como DEA), de M. Seco et alii (1999).

Ahora bien, sin duda, y como ya se ha expuesto, la falta de acuerdo

en torno a qué voces pueden considerarse como singulares o

específicas de situaciones dominadas por el tono informal5 (derivado

de la relación de proximidad entre los interlocutores, así como de su

relación de igualdad social y funcional y de su conocimiento común

compartido, o del espacio y el marco de interacción no marcados), por

la temática cotidiana y por el tenor socializador, que son, entre otros,

factores que delimitan o propician la aparición y el reconocimiento de

3 En diferentes lugares hemos definido el argot (Sanmartín 1998a), así como justificado la

etiqueta de argot común (Sanmartín 1998b), quizá un tanto ambigua, puesto que también podría utilizarse para referirse únicamente a las voces del argot de grupo que han traspasado las fronteras de ese mismo grupo y son de uso generalizado. Por último, cabe insitir en que con el término argot (jerga) ya se alude a este conjunto de voces coloquiales, incluso sin necesidad del adjetivo común, tal y como se aprecia en F. Lázaro Carreter (1974) o señala P. Daniel (1992: 14).

4 Como después se precisará, estas voces aparecen en diccionarios de argot, como el de V. León (1992) o J. Sanmartín (1998) sin marcas, ya que en estas obras tan sólo se muestran como etiquetadas las voces propias de los argots de grupo.

5 Inversamente, estas voces resultan inapropiadas en situaciones dominadas por la formalidad (Bajo 2000: 31; Borrego Nieto 2002).

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un registro coloquial (Briz y Grupo Val.Es.Co 2002), obedece a que

no existen unos rasgos específicos para identificar estas voces

(François-Geiger 1990: XII). Tan sólo se puede destacar que este argot

común o léxico coloquial, por un lado, nombra generalmente

realidades ya lexicalizadas. Predominaría, por consiguiente, un tipo de

neologismo connotativo (como pasta para referirse al dinero) si bien

también surgen neologismos designativos que no poseen equivalentes

léxicos en un español neutro (como sucede con gorronear,

dominguero o maruja). Cabe precisar que muchos de estos términos

no se consideran realmente como “neologismos”, puesto que ya se han

integrado en la lengua y han perdido su carácter neológico.

Por otro lado, este argot común recurre a unos procedimientos de

creación6 léxica, entre los que destacan aquellos en los que el sujeto

impregna con su emotividad o subjetividad el discurso; de ahí que

tanto el DEA como el DRAE7 añadan en algunos términos las marcas

despectivo y humorístico:

6 Como caracterizaciones generales, se pueden consultar las introducciones de P. Daniel

(1992: 10-23) y la nuestra, J. Sanmartín (1998b). En relación con este tipo de metáforas o sufijaciones, véanse, entre otros estudios, los versados sobre un corpus conversacional coloquial, Sanmartín (1999b, 2000a y 2002b).

7 Casi todos los términos mencionados aparecen documentados en el DRAE (2001) y en el DEA (1999); sin embargo, no deja de sorprender, como ya se indicó en otro lugar (Sanmartín 1997), la gran disparidad de marcas entre ambos diccionarios o incluso en el mismo diccionario, que supone, sin duda, un problema complejo al que debe enfrentarse el traductor. Desde su perspectiva, el DEA es más rico en unidades léxicas consideradas como argóticas, dado su carácter descriptivo. Por su parte, en el DRAE no se llega a entender el motivo que ha llevado a suprimir la marca coloquial en algunos lemas, frente a ediciones anteriores en las que sí se mantenía, como, además, presenta el DEA. El signo ø indica que dicha unidad léxica no se registra:

DRAE (2001) DEA (1999)

alunizaje ø jergal

armario (salir del) ø ø

asno sin marca literario (quizá por error)

body ø juventud

butrón ø jergal

ceporro coloquial coloquial

cerdo coloquial coloquial

chasis (quedarse/ estar en) sin marca coloq. y humorístico

chocolate coloquial jergal

chorar vulgar jergal

dominguero despectivo despectivo

farolillo rojo coloquial humorístico. Frec.deportes

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-el acortamiento afectivo de mani por manifestación;

-la sufijación apreciativa de viejales o guaperas;

-las metáforas intensificadoras (acentúan la cantidad o la cualidad

con propósitos estratégicos), humorísticas (ya que suponen un choque

entre realidades pertenecientes a dominios cognitivos muy dispares),

heurísticas (explican una realidad abstracta en términos más

concretos) y muchas de ellas “degradantes”, ya que, por ejemplo,

convierten al ser humano en animal (como se comprueba en las

múltiples metáforas que designan cualidades atribuidas al sujeto, así

cerdo, asno o ganso, o aluden a partes del cuerpo, como zarpas por

manos), en vegetal (ceporro para referirse al sujeto torpe o ignorante)

o en objeto (faros para ojos, o chasis, para cuerpo, en la expresión

quedarse o estar en el chasis);

-préstamos con huellas o connotaciones de modernidad, tanto del

inglés (money o body), como del francés (rúe), o con rasgos

connotativos marginales o estigmatizados, como del caló (chorar);

-o incluso también se toman como préstamo voces pertenecientes a

vocabularios específicos, etiquetados como argots de grupo (así el de

la droga, como chocolate para nombrar el hachís), en especial cuando

no existen palabras lexicalizadas en la lengua general como sucede

con ciertas especialidades delictivas, alunicero y butronero, o para

indicar el hecho de dar a conocer un homosexual su identidad como

tal, salir del armario. En general, estos préstamos experimentan

ciertos cambios de sentido al utilizarse en otros contextos; esto sucede

en la expresión deportiva, ser el farolillo rojo, que supone quedarse el

último pero no necesariamente en una competición deportiva; o en la

faros ø ø

ganso sin marca coloquial

gorronear coloquial sin marca

guaperas despectivo y coloq. coloquial

mani ø juvenil

marrón juvenil juvenil

maruja coloquial y despectivo despectivo y coloquial

money ø coloquial

pasta coloquial coloquial

rúe festivo. coloquial coloquial. humorístico

viejales festivo despectivo

zarpas coloquial (echar la zarpa) coloquial y humorístico

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voz marrón, que convierte la condena o los años de presidio del

recluso en un simple asunto enojoso.

Todas estas voces otorgan a su vez mayor fuerza al tono de

informalidad. El léxico también ayuda a crear el contexto situacional y

propicia un determinado marco de interacción entre los interlocutores,

como se aprecia también, por ejemplo, con las fórmulas de

tratamiento. Estas se negocian o pactan al principio de la interacción y

condicionan en cierta manera el tono que planea sobre el discurso. En

este sentido, es evidente que las voces anteriormente comentadas son

más frecuentes y características del registro coloquial, al mismo

tiempo que contribuyen a crear un tono informal.

De hecho, estas voces suelen aparecer en una variada tipología de

discursos dominados por ese tono de informalidad: desde aquellos

más prototípicos que emplean un canal fónico y se planifican sobre la

marcha, como es la conversación; hasta aquellos también con una

planificación también sobre la marcha, pero con un soporte gráfico,

esto es el chat o la denominada conversación tecnológica; o los que

presentan un soporte gráfico pero tienen una mayor elaboración, las

cartas personales, los mensajes en correos electrónicos o los grafitos

de algunos aseos y paredes. Por supuesto y paradójicamente, el

discurso más elaborado aparece en tres tipos de textos: en los medios

audiovisuales, como las películas, cuando un guion intenta recrear o

hacer verosímil un discurso como si fuera una muestra extraída de una

conversación coloquial; en los textos literarios, cuando el escritor

pretende dotar de realismo al lenguaje empleado por sus personajes; o

finalmente, en la publicidad o en los titulares y secciones, en especial

la de economía o deportes de algunos periódicos a modo de estrategia

para llamar la atención del lector, como se constata en la siguiente

noticia: En pocos días, Juan Villalonga ha dado un giro a la

estrategia de la compañía. A TELEFÓNICA SE LE CRUZAN LOS CABLES.

(El País, 25-8-1996, Negocios, p.13).

Desde la perspectiva del traductor, se hace necesario, como no

podía ser de otra forma, seleccionar equivalentes léxicos en el mismo

nivel de habla para obtener un texto perteneciente a la misma variante

diafásica o registro. En principio, esto no presenta mayor dificultad,

dado que en general este léxico aparece en los diccionarios generales

con sus respectivas marcas o en diccionarios bilingües, en los que se

suelen ofrecer equivalencias léxicas en ese mismo nivel de habla; esto

se documenta en las entradas del Diccionario moderno español-inglés

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English-Spanish de la editorial Larousse (1976: 150): burro Donkey,

ass. // fig. y fam. Ass, dunce, fol: (este chico es muy burro, this boy is

a real dunce /Lout, brute (tosco).

Sin embargo, surgen en ocasiones determinados escollos que

complican este proceso de traslación de una lengua a otra:

a) La falta de equivalente léxicos, esto es, las voces argóticas que

no presentan equivalentes léxicos en la lengua meta. Esto acontece

sobre todo con los clasificados como neologismos designativos y, en

particular, se aprecia en las metáforas animalizadoras, que no siempre

tienen un equivalente metafórico en esa lengua meta. Como muestra,

se puede citar la expresión dominguero o maruja, que quizá nombran

personajes muy fijados en la cultura hispánica. En estos casos, el

traductor debe tener suma precaución en no perder o suprimir los

semas connotativos asociados a estas voces.

b) La creación y pérdida de unidades léxicas, o en otras palabras,

las voces argóticas recientes que todavía no se han incorporado o

registrado en los diccionarios, pero que son conocidas por un sector

importante de la población, como sucede con las metáforas

cosificadoras, bollicao o cuerpos danone, motivadas, además y

respectivamente, por la edad de los consumidores (jóvenes, sobre todo

chicas) o por la publicidad relacionada con estos productos (personas

de aspecto atractivo). Desde la perspectiva contraria, muchas de estas

voces coloquiales poseen en sentido figurado “fecha de caducidad” y

dejan de utilizarse en determinados momentos históricos, por ello,

sería aconsejable que el traductor utilizase versiones actualizadas de

diccionarios tanto bilingües como monolingües; y entre estos últimos,

decidirse por aquellos que se caracterizan por una tendencia

descriptiva antes que normativa, como acontece en el DEA.

c) La diversidad diatópica existente en este tipo de voces, por

ejemplo, entre el español europeo y el español de América, en especial

si se compara con un tipo de léxico más estándar y neutro. Este hecho

se comprueba fácilmente si se revisan los tres primeros tomos del

Nuevo Diccionario de Americanismos, publicado en 1993, y

coordinados por los lexicógrafos G. Haensch y R. Werner, que como

analiza y señala M. Aleza (2000: 34), muestran por primera vez en

este tipo de diccionarios marcas referidas al léxico coloquial, así como

jergales o juveniles, y además indican los equivalentes léxicos del

mismo registro en español peninsular, dado su criterio metodológico

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de constrastividad: chuparse colq. Echarse atrás en algún asunto, por

temor o inseguridad (E; acojonarse; E, Col +: acobardarse,

achantarse, amilanarse; Col: V: agallinarse). (NDA, de Colombia).

Así pues, el traductor no sólo tendrá en cuenta la variedad diafásica

a la que pertenece un lexema en cuestión, sino que también atenderá la

variedad diatópica del texto objeto de traslación o la vigencia

cronológica de las voces.

II. EL ARGOT DE GRUPO: DESCRIPCIÓN E INCLUSIÓN EN

DICCIONARIOS PARCIALES

La voz argot, como ya se ha señalado, también se emplea para

aludir a las palabras propias y exclusivas de ciertos grupos humanos

(como los delincuentes, soldados, prostitutas, homosexuales o

camioneros), integradas en los denominados argots de grupo,

sociolectos o variantes diastráticas. Véase como muestra, jurdós,

sirlar o tequi, voces que designan en el argot de la delincuencia el

dinero, la acción de robar con la ayuda de una navaja o el coche.

Otro criterio para reconocer el argot de grupo es su reducción a

determinadas esferas conceptuales o campos léxicos, esto es, por

utilizarse sobre todo para nombrar los referentes propios de estos

colectivos (así, las actividades delictivas, sirlar, butronero o

esparramador; los servicios de las prostitutas, griego, francés, traje de

saliva, lluvia dorada o cubana; o los funcionarios de prisiones, jicho o

boqueras, entre otros).

Finalmente, estas voces adquieren una doble función

simultáneamente: refuerzan la cohesión entre los sujetos integrantes de

ese grupo, se convierten en una especie de seña de identidad; y sirven

para denominar realidades específicas de su ámbito (Sanmartín

1998a).

Estas voces presentan una triple relación con el argot común o

léxico coloquial. En primer lugar, estas piezas léxicas se suelen

insertar en un registro considerado como coloquial8, cuyo tono se

8 De hecho, cuando el argot se emplea en contextos dominados por la formalidad, suele

provocar cierta inadecuación, como sucedió con una sentencia redactada por un juez con léxico argótico, que suscitó una gran polémica, recogida como noticia en diferentes periódicos: Una sentencia inolvidable. (…) Así que, <<la pena mínima y la cuota mínima y eso porque no le puedo absolver, porque no me deja el juez que llevo dentroy porque el

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explica por la relación de proximidad social y vivencial entre los

interlocutores (todos ellos son miembros del grupo de referencia, por

ejemplo). Además, el discurso prototípico se planifica sobre la marcha

(por consiguiente, es hablado), con una toma de turno no planificada

(conversacional) y emplea un soporte fónico, lo cual, como en el caso

del argot común, no excluye que se puedan encontrar textos escritos

que utilicen el argot, bien de un modo “natural” (como los anuncios de

prostitución o las cartas y revistas penitenciarias), bien como

procedimiento “estilístico” elaborado con un fin estratégico, como

sucede con las obras literarias o con el intento de traducir los

evangelios al argot (Alonso y Gómez 1994). En segundo lugar, este

argot de grupo cede o presta algunas de sus voces al léxico coloquial,

como ya se ha indicado. Por último, los procedimientos de creación

léxica son similares a ambos tipos de argot, y sólo se singularizan en

cada uno de los diferentes argots de grupo, así en el léxico de la

delincuencia abundan los préstamos del caló, por ejemplo, y en el del

drogadicto, los del argot inglés.

A pesar de estas analogías, el argot de grupo se reconoce por un

rasgo específico: en general sólo es conocido por los integrantes de ese

grupo de referencia, lo cual explica que no se documente en

diccionarios generales. Cuando se incluye en estos, se añaden marcas

específicas como jergal, argot, prostitución o germanía, aunque estas

marcas, en principio, permiten una doble lectura o interpretación: bien

tan sólo remiten al origen o ámbito inicial de uso de la voz que en ese

momento ya es conocida entre amplios sectores de la población; bien,

como señala el DEA, indican todavía su pertenencia a estos grupos

específicos.

Así pues, como herramienta de uso en su actividad profesional, el

traductor puede acudir a diccionarios parciales, esto es, a diccionarios

de argot, que sólo incluyen este vocabulario con marcación diafásica y

diastrática. En el marco de la lexicografía argótica en español europeo,

se diferencian tres hitos a partir de las características

microestructurales de estos repertorios y de su fecha de publicación

(Sanmartín 2002b). Un primer período comprenderá las obras pioneras

de principios de siglo, en las que cabe destacar dos recopilaciones

esenciales, muy distintas entre sí, ya que se van configurar como dos

fiscal (que es muy buena gente, pero es fiscal) se va a cabrear y con razón. (Levante, 14-5-1999, 25)

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modelos del quehacer lexicográfico: el estudio de R. Salillas (1896),

El delincuente español. El lenguaje (estudio filológico, psicológico y

sociológico, con dos vocabularios jergales), centrado en un léxico

específico (el argot de la delincuencia) y con preocupación por las

fuentes; y la recopilación de L. Besses (1905=1990), Diccionario de

argot español (ó lenguaje jergal, gitano, delincuente profesional y

popular), el cual incorpora tanto el léxico coloquial como el argot de

grupo y, sin duda, resulta más útil para el traductor que la obra

anterior, dada la amplitud del corpus documentado, aunque no

explicita las fuentes utilizadas.

Otra etapa englobará los repertorios publicados hasta los ochenta.

Desde los años sesenta hasta el trabajo más destacado y relevante de

Víctor León, Diccionario de argot español, editado en 1980, parece

producirse una explosión de trabajos sobre el argot, tal vez motivada

por los cambios políticos, sociales y también lingüísticos, vividos en la

España democrática. Estos cambios se concretan en el surgimiento de

una contracultura, de un lenguaje juvenil y pasota (Rodríguez 1987),

que adquiere una notable difusión en los distintos medios de

comunicación. Se distinguen tres tipos de publicaciones con diferente

rigor metodológico en este período:

a) un primer tipo son los estudios lingüísticos que parten del

análisis de textos literarios y añaden un listado de voces, así el libro de

M. Seco (1970), Arniches y el habla de Madrid; o la tesis de

licenciatura inédita de M. Millá Novell (1975), El argot de la

delincuencia, en la que se explican un conjunto de voces, atestiguadas

en novelas posteriores a 1950. En cada entrada se suele incluir un

fragmento de la novela en que se documenta el lema en cuestión.

b) como segundo tipo aparecen los glosarios de voces, ya sean de

textos literarios marginales con una escueta definición de cada

palabra, tal es el caso de J.L. de Tomás García (1985), en La otra

orilla de la droga, o el de A. Alonso y J. Gómez (1994), El chuchi, los

colegas y la basca; ya sean estudios de carácter social o antropológico,

como el de C. Núñez y J. González (1977), Los presos, con 236 voces.

El principal mérito de estos glosarios, frente a los estudios lingüísticos

anteriores, reside en recoger una serie de palabras usadas en el mundo

de la delincuencia aparentemente en un contexto real, puesto que sus

autores, dada su experiencia personal han entrado en contacto con este

ambiente delictivo. Próximo también al glosario es el libro de los

periodistas Yale y Sordo, J. (1979), Diccionario del pasota, tanto por

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la metodología empleada como por el corpus recogido: 392 voces; o la

obra del novelista F. Umbral, Diccionario cheli, publicada por la

editorial Grijalbo en 1983, en la que se reúnen las voces peculiares de

un sociolecto, el cheli, considerado como un dialecto juvenil.

c) Ya como tercer tipo de repertorio, más extenso y complejo en

cuanto al corpus recogido, surgen diversos diccionarios con distintos

objetivos y metodología: el del filólogo J. Martín (1979), Diccionario

de expresiones malsonantes del español. Léxico descriptivo, y el de V.

León (1992), Diccionario de argot español y lenguaje popular,

editado por primera vez en 1980 y con una segunda edición ampliada

en 1992, que se convierte en la segunda obra más importante de esta

etapa y va a servir de referencia para cualquier trabajo posterior, un

diccionario riguroso y bien estructurado desde la perspectiva

metalexicográfica, que se hubiera podido enriquecer notablemente con

la adición de ejemplos de uso real o de la documentación de la fuente

donde el lema se ha atestiguado. Otros diccionarios posteriores, como

el de J.M. Oliver (1991), Diccionario de argot, publicado por la

editorial Sena en 1985, que consta de alrededor de 4.700 voces,

intentan seguir la estela de la obra de Víctor León, pero presentan

serias desventajas frente al modelo seguido. Por último, otra obra de

interés, surgida a finales del siglo XX, es la recopilación del

polifacético J.R. Martínez Márquez, más conocido como Ramoncín,

El tocho cheli. Diccionario de jergas, germanías y jerigonzas,

publicada en 1993.

Como novedad de esta etapa y de interés para el traductor, se

constata la inclusión de ejemplos, supuestamente reales y orales, en la

obra de J. Martín; los sinónimos argóticos del repertorio de Ramoncín,

situados generalmente en la propia definición; el comentario o

reflexión lingüística o social en las diferentes entradas del glosario de

Umbral; y, en especial, la indicación de sinónimos argóticos de voces

del español estándar o neutro en el diccionario de V. León, ya que

dicha recopilación presenta una segunda parte en la que se recoge el

argot pero con dirección inversa: español-argot.

En una tercera etapa, han visto la luz dos modelos de recopilación

lexicográfica. La primera, desde el punto de vista cronológico, nuestro

trabajo, J. Sanmartín, Diccionario de argot, publicado por Espasa en

1998, que incluye tanto las voces de argot de grupo como otras voces

más coloquiales, pertenecientes al denominado argot común. Las

primeras se etiquetan con sus marcas diastráticas correspondientes y,

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Julia Sanmartín Sáez

en principio, no son de conocimiento general entre amplios sectores de

la población, según el juicio de la autora y el contraste con otros

repertorios lexicográficos. En la microestuctura de esta obra se indica

la antigüedad de las voces, es decir, si se documentan en las obras de

principios de siglo de L. Besses (1905) y R. Salillas (1896); al igual

que se intenta establecer su vigencia en la actualidad a partir de la

documentación en fuentes reales, sobre todo, orales; y finalmente, se

señala, con mayor o menor acierto, el procedimiento de creación de

los diferentes lemas. Además, en determinadas entradas se lleva a

cabo algún comentario sobre cuestiones sociales, como pueden ser las

relacionadas con los tipos de droga, con las actividades delictivas o las

que reflejan el ambiente de la prostitución, que de algún modo ayudan

a entender mejor este lenguaje y este “mundillo”, como muestran las

entradas de campaña, para aludir a los años de condena y conectada

con el lenguaje militar, o la de hacer una plaza, tomada del ámbito

taurino, que designa un tipo de desplazamiento efectuado por una

prostituta..

Un segundo tipo de obra de esta etapa son dos recientes

diccionarios, cuya nota distintiva reside en la adición sistemática de

ejemplos en todos los lemas, siguiendo la estela de diccionarios

generales, como el DEA. El primero de ellos es de D. Carbonell

Basset, Gran diccionario del argot. El so(h)ez, publicado por la

editorial Larousse en 2000, que toma 2.500 citas del CREA, así como

otras 18.000 de su recopilación, según se indica en el “Prólogo”. Se

centra en ese argot común o léxico coloquial, similar, como Carbonell

también reconoce, al slang inglés, si bien en su obra se halla incluso

léxico más propiamente marginal, aunque no se marca como tal. Cabe

destacar como acierto el intento de establecer una especie de

diccionario del español al argot, pero sin crear una agrupación al

margen. Para ello, coloca un asterisco en la palabra que pertenecería al

español estándar en la que ofrece una serie de equivalentes léxicos en

un registro más informal, lo cual puede ser muy provechoso para la

labor del traductor: *padre cf. (afines) papá, papi, papuchi/ *pagar cf.

(afines) a pachas, acoqui, aflojar, aflojar la mosca, aforar, apoquinar,

escupir, explicarse, pagar a escote, pagar un huevo, pagar mierda,

pagar religiosamente, pagar un ojo de la cara, rascarse el bolsillo,

retratarse, de rositas, sinsopa, soltar.

La segunda recopilación es la de C.Ruiz, Diccionario ejemplificado

de argot, publicado en 2001 por Ediciones Península-Cilus. Esta obra

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Lingüística Aplicada y argot: los útiles lexicográficos del traductor

incorpora únicamente voces procedentes y originarias de sectores

sociales marginados o marginales (droga, delincuencia, prostitución),

voces que permanecen confinadas en estos sectores o bien ya han

“logrado una cierta extensión en registro comunicativos informales o

desenfadados o han sido aceptados en la lengua general” (Ruiz 2001:

11), si bien sorprende que no utilice ningún tipo de marcas para

diferenciar ambos tipos de voces. Como en el diccionario anterior, se

ejemplifica cada acepción con “fuentes escritas de muy diversa índole

y finalidad, aunque todas tienen en común la descripción, fabulación o

estudio de actividades, situaciones y comportamientos relacionados

con lo que tradicionalmente se ha denominado <<mala vida>>“ (Ruiz

2001: 11). En concreto, se toma como corpus 570 referencias

bibliográficas, de las que 470 son posteriores a 1975.

En relación con la labor del traductor, las obras de este periodo

actualizan el corpus anterior; además, unas nos permiten conocer

mejor las características lingüísticas del argot y su vigencia

cronológica (Sanmartín 1998) y otras ofrecen ejemplos de un modo

sistemático (Carbonell 2000 y Ruiz 2001). Además, también se

incorpora la dirección español-argot, de gran ayuda cuando se trata de

traducir un texto que presente como lengua de llegada el español. Por

supuesto, también sería útil la consulta de diccionarios bilingües de

argot, obra apenas elaborada en nuestro ámbito lingüístico, si

exceptuamos algún diccionario como el de D. Carbonell (1997).

En suma, la tarea del traductor encuentra en los repertorios

lexicográficos una herramienta útil, siempre y cuando dichos

diccionarios se encuentren actualizados, en especial si incorporan

argot, y presenten una marcación diafásica y diastrática, lo más

aproximada a la realidad de uso de la lengua. Se trata de otorgar

verosimilitud argótica al discurso traslado, y para ello hay que intentar

emplear unidades léxicas equivalentes en ambas lenguas, aunque esta

actividad nos conduzca a los referentes enciclopédicos propios de cada

cultura9, como las marujas o los domigueros, o a internarnos por la

senda de aquel vocabulario que transita en lares periféricos y

9 Así por ejemplo, lo casposo, documentado en diferentes textos: Ya es frecuente verla al

volante de coches de gran cilindrada, aunque también se da la variedad de las que arrean con cochecillos pequeñajos e incluso casposos; pero, eso sí, a toda pastilla, o sea al límite de lo que dan, roooooar, y que en la primera curva, lógicamente se van a tomar por saco (El Semanal, Sección Patente de Corso, de A. Pérez Reverte, 22-4-2001, p.8):

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Julia Sanmartín Sáez

marginales, de lumis o butroneros, difíciles de aprehender entre las

páginas de un diccionario.

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