LIMITACIÓN DEL ESFUERZO TERAPÉUTICO, UNA DECISIÓN ...

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UNIVERSIDAD DEL ISTMO FACULTAD DE EDUCACIÓN MAESTRÍA EN BIOÉTICA LIMITACIÓN DEL ESFUERZO TERAPÉUTICO, UNA DECISIÓN INTERDISCIPLINARIA EN COMPAÑÍA DE LOS PADRES ANA GABRIELA PAZ SANDOVAL Guatemala, 07 de noviembre de 2016.

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UNIVERSIDAD DEL ISTMO

FACULTAD DE EDUCACIÓN

MAESTRÍA EN BIOÉTICA

LIMITACIÓN DEL ESFUERZO TERAPÉUTICO, UNA DECISIÓN

INTERDISCIPLINARIA EN COMPAÑÍA DE LOS PADRES

ANA GABRIELA PAZ SANDOVAL

Guatemala, 07 de noviembre de 2016.

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UNIVERSIDAD DEL ISTMO

FACULTAD DE EDUCACIÓN

MAESTRÍA EN BIOÉTICA

LIMITACIÓN DEL ESFUERZO TERAPÉUTICO, UNA DECISIÓN

INTERDISCIPLINARIA EN COMPAÑÍA DE LOS PADRES.

TRABAJO DE GRADUACIÓN

PRESENTADO AL HONORABLE CONSEJO DIRECTIVO DE LA

FACULTAD DE EDUCACIÓN

POR

Ana Gabriela Paz Sandoval

AL CONFERÍRSELE EL TÍTULO DE

MÁSTER EN BIOÉTICA

Guatemala, 07 de noviembre de 2016.

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Guatemala, 06 de noviembre de 2016. Licenciada María Mercedes Pineda García de Carranza Directora de Maestría en Bioética Facultad de Educación Estimada Licenciada de Carranza: Por este medio informo que he concluido la revisión de forma y estilo del Trabajo de Graduación que presenta la estudiante ANA GABRIELA PAZ SANDOVAL, carné 2012-12, de la carrera de Maestría en Bioética, que se titula “LIMITACIÓN DEL ESFUERZO TERAPÉUTICO, UNA DECISIÓN INTERDISCIPLINARIA EN COMPAÑÍA DE LOS PADRES”.

Luego de la revisión, hago constar que ANA GABRIELA PAZ SANDOVAL, ha incluido las sugerencias dadas para el enriquecimiento del trabajo. Por lo anterior emito el dictamen positivo sobre dicho trabajo y confirmo que está listo para su reproducción digital. Atentamente,

Licenciada Carmen Amalia Méndez Santizo Revisora de forma y estilo

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ÍNDICE GENERAL.

RESUMEN

ANTECEDENTES

JUSTIFICACION

1. MARCO CONTEXTUAL

1.1. Situación inicial.

1.2. Complicación.

1.3. Problema y Pregunta de Investigación.

1.4. Objetivo de la Investigación.

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2. MARCO METODOLÓGICO

2.1. Fundamento en la línea de investigación.

2.2. Metodología de Investigación-acción.

2.3. Modelo de solución

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3. MARCO TEÓRICO

3.1. Fundamento antropológico.

3.1.1. Los médicos que laboran en las unidades de intensivo y salas

pediátricas.

3.1.1.1. Perfil y competencias.

3.1.1.2. Funciones y responsabilidades.

3.1.2. La población pediátrica con enfermedad crónica y en terminalidad de la

vida.

3.1.2.1. Dignidad de la persona enferma.

3.1.2.2. El valor del sufrimiento

3.1.2.3. Responsabilidad y derecho del enfermo y su familia a decidir

sobre su vida.

3.2. Ética en el área de salud.

3.2.1. La realidad de los cuidados paliativos en el sistema de salud de

Guatemala.

3.2.2. La ética y la calidad de la atención médica.

3.2.3. El médico, el paciente y la familia del paciente.

3.2.4. Ética para el cambio en el equipo de salud.

3.3. Dilemas éticos.

3.3.1. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida.

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3.3.2. Resolución de dilemas bioéticos.

3.3.3. Eutanasia.

3.3.4. Obstinación o encarnizamiento terapéutico.

3.3.5. Toma de decisiones.

3.3.6. La objeción de conciencia.

3.3.7. Función de los comités de ética.

3.3.8. Función de los equipos interdisciplinarios.

3.4. Cuidados paliativos.

3.4.1. Definición y fundamento.

3.4.2. Concepto de enfermedad crónica y enfermedad terminal.

3.4.3. Prolongación de vida y etapa de terminalidad de la vida.

3.4.4. Atención paliativa.

3.5. Limitación del esfuerzo terapéutico en pediatría.

3.5.1. Definición.

3.5.2. Características.

3.5.3. Consecuencias.

3.6. Fundamentos bioéticos para la limitación del esfuerzo terapéutico.

3.6.1. Fundamentos éticos para la argumentación bioética.

3.6.2. Elaboración de argumentos.

3.6.3. Toma de decisiones basada en fundamentos bioéticos.

3.6.4. La función del comité de bioética.

3.6.5. La función del equipo interdisciplinario.

3.6.6. La autonomía del paciente y de su familia.

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4. Propuesta de protocolo para la argumentación basada en fundamentos bioéticos

en la toma de decisiones para limitación del esfuerzo terapéutico, con la

participación de un equipo multidisciplinario y en compañía de los padres.

4.1. Introducción.

4.2. Definición de la limitación del esfuerzo terapéutico.

4.3. Marco bioético en la limitación del esfuerzo terapéutico.

4.4. Proceso de análisis del caso desde la perspectiva bioética.

4.5. Indicaciones para la limitación del esfuerzo terapéutico en pediatría.

4.6. Comunicación al paciente y/o a los padres de la limitación del esfuerzo

terapéutico.

4.7. Consentimiento informado.

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5. CONCLUSIONES 50

6. RECOMENDACIONES 51

7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. 52

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RESUMEN

La limitación del esfuerzo terapéutico es una medida útil en la atención del paciente terminal,

forma parte de las decisiones que pueden tomarse en la atención paliativa, evitando, de esta

forma, la eutanasia y distanasia; proveyendo las medidas necesarias de soporte vital que

den confort al paciente y le permitan alcanzar una buena muerte, libre de sufrimiento y dolor.

En este sentido, se considera indispensable, en el campo pediátrico, tomar en consideración

la participación de los padres y del paciente, cuando este pueda participar, para la toma de

decisiones durante todo el proceso de la enfermedad, desde el diagnóstico y pronóstico,

hasta la terminalidad.

En Guatemala, no se cuenta con atención paliativa en toda la red hospitalaria; sin embargo,

se requiere promover dicho servicio. Unido a ello, es también necesario formar, en bioética,

a los médicos, para que cuenten con las herramientas y fundamentos bioéticos que validen

la toma de decisiones al final de la vida, principalmente en el ámbito de la limitación de

esfuerzos terapéuticos.

Este trabajo consiste en la revisión sistemática del tema, sobre limitación del esfuerzo

terapéutico como un proceso que debe llevar conjuntamente el médico, con el equipo de

trabajo y la familia del paciente; y, cuando sea posible, con el paciente. Dicha revisión

pretende proponer un protocolo para la toma de decisiones al respecto de la limitación del

esfuerzo terapéutico, mismo que en trabajos o estudios posteriores, podrá evaluarse en

trabajo de campo para verificar si es factible su implementación en el sistema de salud.

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ANTECEDENTES

En pediatría la relación médico-paciente-familia del paciente, es fundamental para una buena

atención integral. Esta buena relación se hace vital e indispensable en el seguimiento y

atención de los pacientes pediátricos, crónicamente enfermos o terminales, que reciben

atención paliativa, ya que existe la posibilidad que en el afán de evitar el sufrimiento al niño,

se pueda, sin querer, abarcar dos extremos peligrosos de la atención médica, como lo son la

eutanasia y el encarnizamiento terapéutico.

Este peligro hace necesaria la participación del equipo multidisciplinario, para tomar

decisiones basadas en fundamentos bioéticos que garanticen la dignidad y respeto de la

persona enferma, en este caso, el niño y su familia.

Se entiende como atención paliativa, “[…]todos aquellos cuidados que, ante una enfermedad

grave, crónica o incurable, se brindan a la persona, con el fin de aliviar el sufrimiento de

síntomas y molestias relacionadas a la enfermedad y, de esta forma, mejorar la calidad de

vida a través de un abordaje integral y multidisciplinario, lo cual evitará la eutanasia y el

encarnizamiento terapéutico, velando siempre por el resguardo de la dignidad de la persona”

(MINISTERIO DE SANIDAD Y CONSUMO, 2008).

La toma de decisiones plantea un problema ético actual, en el marco de las enfermedades

crónicas que requieren atención paliativa, es la fundamentación bioética para la toma de

dichas decisiones, ya que el desarrollo tecnológico hace surgir nuevas inquietudes; y el

dilema inicial que se plantea es: ¿Si el avance tecnológico permite hacer muchas cosas que

antes eran imposibles, se deben hacer simplemente porque ya es posible realizarlas?

El médico puede, en su momento, advertir la responsabilidad y el riesgo de administrar

inapropiadamente los avances tecnológicos actuales, a favor de la salud (TRIPODINA,

2000, pp. 38-40). Esto hace considerar que la carencia de fundamentos adecuados, puede

llevar a tomar decisiones aplicando medidas no suficientemente justificadas, para

tratamientos que empeoran la calidad de vida y prolongan la agonía, generando angustia,

tanto al paciente como a la familia; sin embargo, es correcto afirmar que esta toma de

decisiones no pretende, deliberadamente, causar más molestias a la persona enferma, pues

esta prolongación innecesaria de tratamientos de soporte o la limitación apresurada y

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prematura del esfuerzo terapéutico, muchas veces responde a la angustia que el médico

experimenta ante una inadecuada respuesta del paciente a la terapia administrada, o al

hecho de tener que afrontar la muerte de su paciente, llevándole a obstinarse en la lucha por

“salvar al paciente” (SANS, 2005, pp. 1-8), o bien a querer acortar dicho sufrimiento.

Limitar el esfuerzo terapéutico, significa “[…]adecuar los medios terapéuticos a la situación

del paciente, con el objetivo de evitar el encarnizamiento terapéutico; o bien, correr el riesgo

de apresurar la limitación y caer en el extremo de una eutanasia pasiva.” Para ello es

necesario realizar una adecuada valoración de la futilidad de una determinada medida,

verificar que las decisiones sean revisables y reversibles si así lo precisara el caso, contar

con la existencia de un registro razonado en la historia clínica, y la exigencia de que, en

ningún caso, la limitación suponga el abandono de la atención del paciente, manteniendo

siempre cuidados ordinarios (SOLÍS, 2012, p. 650).

No todas las instituciones de salud pública, cuentan con comités de ética que ayuden a los

médicos a realizar una toma de decisiones basadas en fundamentos bioéticos; a eso hay

que sumar que la formación académica de los médicos, adolece de formación en una

bioética fundamentada en la persona, que le permita valorar los argumentos a favor de la

vida y un desenlace de la enfermedad lo más natural posible. Se necesita, en medicina, de

una bioética que permita y promueva un diálogo objetivo y profundo entre diversas ciencias y

corrientes de pensamiento actuales, para comprender y definir los aspectos éticos que

deben regir el cuidado de la persona enferma; y una bioética así, requiere de aceptar y

reconocer el aporte de la etica cristiana, así como de respetar la diversidad de pensamiento

y cosmovisiones de cada persona, según su cultura y educación; que, aunque pudieran

generar confrontación siempre se debe dar primacía, en toda discusión, al valor de la

persona y la vida humana. (LEON, 2010, pp. 9-11).

Una toma de decisiones ante la irreversibilidad de la enfermedad y el avance de la misma,

requiere de un equipo interdisciplinario que dialogue y analice los fundamentos que

argumenten una limitación terapéutica, enfocada en permitir que la enfermedad siga su

curso, sin extralimitarse en la atención que requiere la persona que se encuentre en el

proceso de acompañamiento en la etapa final de su enfermedad.

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Para fundamentar la argumentación que valide la toma de decisiones en enfermedades

crónicas y en las etapas finales de la vida, es necesario recordar que el objeto formal de la

bioética es el punto de vista con el cual se estudian los actos humanos, considerándolos

formalmente en cuanto tales, sin sesgo alguno de tipo personal, particular o por una finalidad

restringida.

La ciencia bioética admite tres niveles de reflexión: “Ética descriptiva que se dedica a la

investigación empírica, para describir sistemas de normas y creencias morales; ética

normativa, que es la que establece ciertas normas y principios como válidos; y, finalmente,

el último nivel de reflexión es la metaética, la cual realiza el análisis lógico y semántico de los

enunciados que expresan evaluaciones, creencias o imperativos morales” (RODRÍGUEZ A.

, 2004).

Junto a ello, la bioética ofrece cuatro principios que pueden sentar la base de las decisiones,

estos son: El principio de no maleficencia, que intenta no causar daño; el principio de

beneficencia, que responsabiliza al médico a buscar principalmente la preservación de la

vida y aliviar el sufrimiento; principio de autonomía, que implica respetar el derecho del

paciente y sus familiares para decidir; el principio de justicia: que significa la distribución de

los recursos y opciones de atención, pues debe ser equitativa. Con ello la decisión

terapéutica responderá a dos criterios: el mal pronóstico y la mala calidad de vida (GÓMEZ,

2014, pp. 10-11).

Es indispensable comprender que el término calidad de vida, no debe tomarse a la ligera y

que se debe definir conforme a la línea de pensamiento bioético, en el que prevalece la

persona y su vida como valor absoluto; por ello, debe evitarse caer en el error de definir

calidad de vida, desde concepciones utilitaristas. Si bien es cierto que calidad de vida se

vincula a la capacidad de una persona para elegir libremente lo que desea de su vida,

también es cierto que este enfoque puede prestarse a malas interpretaciones y permitir que,

en algún momento, en aras de esa libertad, se busque practicar la eutanasia o la obstinación

terapéutica (GUEVARA, 2010, pp. 357-360). El ideal es reconocer qué calidad de vida va

unido al fin último de la persona, que es el amor y su felicidad, apreciando y reconociendo

que la vida, como tal, es un bien irrenunciable.

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El concepto de calidad de vida requiere un análisis multidimensional, lo cual evidencia que

existen elementos objetivos y subjetivos en su definición; entre lo objetivo, prevalece el

bienestar social, la salud y las relaciones armoniosas con la comunidad y la naturaleza. Lo

subjetivo, abarca la intimidad de la persona, su seguridad, expresión de emociones, sentido

de utilidad. Todo ello hace del concepto de calidad de vida, algo muy generalizado; que,

entre tantos aspectos, puede hacer perder de vista la base fundamental que es la persona y

su dignidad (NAVAS, 2012, pp. 129-131).

En conclusión, se puede decir que, aunque hay bases bioéticas para permitir la adecuada

argumentación para evitar la obstinación terapéutica, es necesario informar y enseñar al

médico, a distinguir entre los argumentos que dignifican la vida humana en la etapa final,

para que su práctica profesional y la toma de decisiones en momentos difíciles, sea siempre

apegada al derecho a una vida digna, evitando la ambigüedad de decisiones que

representen una solapada eutanasia o distanasia.

De tal forma que se hace necesario profundizar en las propuestas existentes, en cuanto a los

principios para la argumentación ética, para la toma de decisiones en las etapas finales de la

vida y la participación proactiva del médico, con equipos interdisciplinarios como trabajo

social, psicología, bioeticistas, médicos de diversas especialidades, según sea la patología

del paciente, etc., para proponer soluciones a este dilema ético, que no se ha abordado

como debiera, en nuestro país; y luego, poder integrar a la familia del paciente, en la toma de

decisiones que haga prevalecer la dignidad de la persona hasta su muerte.

Para ello, en este trabajo de investigación, se hará una revisión de las bases y fundamentos

bioéticos, que deben acompañar la toma de decisiones para limitar el esfuerzo terapéutico, y

la forma apropiada de involucrar a la familia en dichas decisiones.

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JUSTIFICACION

En enfermedades crónicas y progresivas, así como en la etapa de final de la vida, se corre el

riesgo de recurrir a tratamientos que, llegado el momento, prolonguen el desenlace natural

de la enfermedad; o que por temor al sufrimiento del paciente, se puede limitar

prematuramente el esfuerzo terapéutico. En estas condiciones lo que se busca es brindar un

tratamiento proporcional a la condición del paciente; esta finalidad, aunque puede ser

sustentada por los principios de la bioética, arriba mencionados, ha generado duda y

desconfianza, debido a que puede tratarse de una forma de eutanasia pasiva o de una

obstinación terapéutica, según sea la tendencia a prolongar o acortar la enfermedad.

Se encuentra, en este punto, argumento para el surgimiento de un dilema ético, por lo cual

es necesario reflexionar, investigar y fundamentar la validez ética de la limitación del

esfuerzo terapéutico en el momento oportuno; y la importancia que tiene el que dichas

medidas, sean apoyadas por un equipo interdisciplinario que oriente y acompañe

adecuadamente al paciente y su familia, en la toma de decisiones; de tal forma que, tanto el

médico y la familia, en compañía de expertos puedan reconocer la necesidad de dejar que

una enfermedad siga su curso natural hasta la muerte, sin sentirse culpables por las

decisiones que se tomen, lleguen al consenso necesario en estos casos. (COMITÉ DE

DERECHOS HUMANOS Y BIOÉTICA, consejo de Europa, 2014, pp. 10-26).

En Guatemala, la mayoría de hospitales nacionales, en donde los médicos enfrentan

diariamente situaciones en las que es necesario realizar una toma de decisiones al momento

de que una enfermedad progrese y sea irreversible, no se cuenta con protocolos o guías que

apoyen al médico a afrontar esta situación, aportando fundamentos éticos que validen las

conductas a seguir. Y por otro lado, tampoco se le brinda al médico, la oportunidad de

capacitarse y formarse en aspectos bioéticos.

Está demostrada la necesidad e importancia de formar y educar a los médicos en la

comunicación de malas noticias, en la toma de decisiones fundamentadas en la bioética y

en la reflexión en cuanto al peligro de caer en una obstinación terapéutica o una eutanasia.

Para ello es necesario hacer una revisión de este tema, respecto del abordaje que otros

países, con experiencia en la materia de bioética y medicina , realizan para la limitación del

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esfuerzo terapéutico; y, de esta manera comprobar si existen protocolos que puedan

aplicarse a Guatemala, para despejar este dilema ético y proporcionar a los médicos, una

herramienta con la que puedan realizar una adecuada toma de decisiones, orientar y apoyar

a sus pacientes y familiares, en dilucidar, hasta qué momento se debe limitar el esfuerzo

terapéutico en los casos que se requieran, principalmente en la etapa terminal de una

enfermedad (GARCÍA F. , 1998, pp. 246-262).

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1. MARCO CONTEXTUAL

1.1. Situación inicial o contexto

La falta de fundamentos para la toma de decisiones en cuanto a limitación del

esfuerzo terapéutico, al avanzar la enfermedad hacia la terminalidad, genera un

dilema ético; pues las acciones del médico estarán privadas de un fundamento

bioético, con enfoque en la dignidad de la persona hasta su último aliento de vida, si

no se le provee de herramientas que le permitan cuestionar, analizar y discernir, en

medio de las diferentes corrientes éticas y filosóficas, aquellas que apoyen su

decisión, con miras a prestar una atención que brinde calidad de vida y en la que

prevalezca la dignidad de la persona y su derecho a una vida y muerte digna.

Por ello, se hace necesaria una investigación sobre este tema, con el fin de analizar

los fundamentos bioéticos planteados para la toma de decisiones en la limitación del

esfuerzo terapéutico; para resolver, de la mejor forma, el dilema ético, y presentar

una propuesta a manera de protocolo, para la toma de decisiones en la limitación del

esfuerzo terapéutico a los médicos, de manera que puedan trabajar en la prestación

de servicios al final de la vida, confiando en que se tomarán las decisiones

proporcionadas a la condición de terminalidad del paciente, bajo una argumentación

que lo proteja y dignifique como persona.

1.2. Complicación o situación problema que genera la investigación

El no conocer los fundamentos bioéticos para argumentar la toma de decisiones en

cuanto a limitación del esfuerzo terapéutico al final de la vida, considerando la

participación de un equipo multidisciplinario y de la familia del paciente, es un dilema

ético que requiere solución, para presentar a los médicos una propuesta de acción

con fundamento bioético de soporte, que garantice el respeto a la vida y a la dignidad

de la persona.

No existe formación en materia de bioética que satisfaga la necesidad de los

médicos guatemaltecos, en relación con encontrar fundamentos que apoyen la toma

de decisión y limitación del esfuerzo terapéutico y, que al mismo tiempo les permita

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involucrar al equipo multidisciplinario y a la familia en cuanto a tomar decisiones tan

complejas.

Por ello, se hace necesario profundizar en el tema, proponer soluciones al dilema

ético y plantear una propuesta que oriente la labor del médico, haciendo énfasis en la

importancia de tomar decisiones basadas en argumentos fundamentados en la Vida y

la Dignidad de la persona, involucrando al personal médico pertinente y a la familia

del enfermo.

1.3. Problema y pregunta-investigación

¿Cómo ayudaría a los médicos, contar con un protocolo de limitación del esfuerzo

terapéutico, para tomar decisiones conjuntamente con el equipo multidisciplinario y

los padres de familia?

1.4. Objetivos de la investigación

a. Revisar los fundamentos bioéticos que validan la limitación del

esfuerzo terapéutico en aquellas enfermedades que avanzan hacia la

terminalidad de la vida.

b. Definir el rol de la familia en la toma de decisiones para la limitación

del esfuerzo terapéutico.

c. Presentar una propuesta de protocolo para la toma de decisiones

cuando una enfermedad progresa hacia la irreversibilidad, basado en

fundamentos éticos, que dignifiquen a la persona hasta su último

aliento de vida y validen la limitación del esfuerzo terapéutico.

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2. MARCO METODOLÓGICO

2.1. Fundamento de la línea de investigación

Investigación documental.

La investigación se realizó a través de la revisión de artículos de revistas médicas,

de ética y bioética, así como de medicina y cuidados paliativos. Con ello, se ha

documentado la situación actual de la fundamentación bioética en la toma de

decisiones al final de la vida, en lo que respecta a la limitación terapéutica. Se

documenta también el rol que juega el equipo multidisciplinario y la familia del

paciente.

2.2. Metodología de Investigación-acción

Una vez aprobado el anteproyecto, se procedió a recolectar la información

bibliográfica pertinente, mediante fichas bibliográficas, bases de revistas y archivo de

artículos afines al tema investigado. Se utilizaron todas aquellas fuentes que

sustentaron los fundamentos de la limitación del esfuerzo terapéutico en pediatría, la

necesidad de participación del equipo interdisciplinario y la participación del paciente

y su familia. Se organizó la información para, posteriormente, redactar la propuesta

de un protocolo.

2.3. Modelo de solución

Propuesta de Protocolo: “Limitación del esfuerzo terapéutico, una decisión

interdisciplinaria en compañía de los padres”.

a. Objetivos:

- Presentar las bases y fundamentos bioéticos que pueden ayudar al

médico a tomar decisiones al final de la vida, en cuanto a limitar el

esfuerzo terapéutico.

- Obtener de la experiencia de otros países, en cuanto a la limitación

del esfuerzo terapéutico, aquellos principios, fundamentos y medidas,

que han hecho lícita la limitación del esfuerzo terapéutico.

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b. Aplicación:

- Este protocolo pretende alcanzar tres momentos en su desarrollo, los

dos primeros, son los que fundamentan esta investigación. El tercero,

deja abierta la oportunidad para una segunda investigación, en la cual

se socialice el protocolo y se evalué su utilidad. Los tres momentos

son:

§ La revisión bibliográfica con la elaboración

§ Redacción del protocolo propiamente

§ Implementación y evaluación del uso.

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3. MARCO TEÓRICO

3.1. Fundamento antropológico

3.1.1. Los médicos que laboran en las unidades de intensivo y salas pediátricas

Las unidades de intensivo pediátrico, se perciben como el último recurso para salvar una

vida. Por un lado, representan la confianza en el quehacer del médico intensivista, visto

como el superhéroe que podrá salvar la vida de un niño, así como la esperanza en la

tecnología de punta, que puede auxiliar al médico en su labor. Por otro lado, suponen el

mayor de los temores de toda persona y padre de familia, al enfrentarse al sentimiento de

impotencia, de finitud de la vida y el posible encuentro con la muerte.

Las salas de atención y hospitalización pediátricas, representan un lugar hostil para el

niño, en donde se ve expuesto a procedimientos que resultan algunas veces incómodos

y dolorosos, así como a verse privado de la compañía de todos sus seres queridos,

estando lejos de casa. Para los padres, estas salas pueden resultar angustiantes o

consoladoras, según sea la gravedad y evolución del padecimiento de sus hijos.

Lo cierto es, que en ambos escenarios, los médicos son vistos, principalmente, como los

únicos capaces de resguardar y salvar la vida de los niños. Esta condición, ejerce una

gran presión emocional sobre los médicos, debido a las expectativas que tiene el

paciente y su familia, en cuanto al actuar del doctor como profesional, y las expectativas

que el mismo médico tiene sobre su desempeño profesional.

En general, se tiene por sentado que el médico no puede equivocarse, ya que trata con

vidas; por lo tanto, se espera que sepa todo y que no falle. Esta manera de idealizar al

médico, muchas veces lo lleva a jugar el rol de salvador o redentor, lo cual está muy lejos

de la realidad, ya que el clínico es un ser humano con conocimientos y habilidades que

tienen un límite, que en un momento determinado no le serán suficientes para combatir

una enfermedad, debido a que los padecimientos también tienen sus propias

características y maneras de comportarse; y, sumado a ello, también la persona enferma,

presenta algunas características y formas de responder a la enfermedad, muy

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particulares; todo esto influye en el proceso de curación, y en gran parte, son factores

que no dependen del médico y no siempre podrán ser controlados por la ciencia médica.

Por lo tanto, es necesario ir rompiendo el estereotipo que la sociedad ha dado a los

médicos pediatras e intensivistas, con la finalidad de colocarlos en un sitio donde ellos

puedan sentirse responsables de la vida del paciente, sin caer en el error de creerse

dioses o superhéroes, pues esta condición los puede llevar a la frustración por no lograr

salvar todas las vidas y no llenar los estándares de dicho estereotipo. Para ello, hay que

volver al análisis y reflexión del perfil y competencias requeridos en un médico, de forma

que reconozca cuál es el valor de su vocación, la importancia de su formación académica

y personal, así como sus límites de actuación profesional.

3.1.1.1. Perfil y competencias

Quienes optan por la profesión médica, en su mayoría, son conscientes de que

responden a una vocación de servicio y entrega, lo cual sin querer dar un halo romántico

o idealizado, es la realidad; no se puede optar por la profesión médica, si no se está

dispuesto a sacrificarse a sí mismo en aras del servicio y la atención de la persona

enferma y sufriente. Los médicos pediatras y los intensivistas pediatras, son ante todo,

personas conscientes del servicio a la infancia y adolescencia, son profesionales que

poseen una sólida formación humanística, científica y social, forjada desde la

participación académica y la práctica clínica.

Esta formación los hace aptos para ejercer la práctica médica en la promoción,

prevención y tratamiento de la salud de los niños. Dicha formación, genera en ellos

competencias que les permiten realizar con responsabilidad y conciencia su trabajo,

reconociendo, a su vez, las limitaciones que como profesionales tienen, y asumiendo el

compromiso de actualizar su competencia profesional (BAQUERO, 2014, p. 9).

Muchas son las competencias esperadas,; sin embargo, para fines de este trabajo de

investigación se hará un listado de las que se consideran más importantes, tales como:

a. “Actuar en el marco de los derechos de la infancia y adolescencia,

b. brindar apoyo integral al niño y su familia, practicar la educación en salud en cada

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consulta, dirigiéndose tanto al paciente como a su familia, a la comunidad y a la

escuela,

c. pronunciarse en defensa o en aviso de los potenciales riesgos de salud a los que

pueda estar expuesta la población infantil y de adolescentes,

d. orientar y acompañar al paciente y su familia ante procesos de enfermedades

crónicas e irreversibles, sin abandonarlos en los últimos momentos de vida.

e. preservar la vida desde la concepción hasta donde sea médicamente y bioeticamente

posible respetando y haciendo valer siempre la dignidad de la persona enferma y

sufriente” (BAQUERO, 2014, pp. 17-18, 22-23), .

3.1.1.2. Funciones y responsabilidades

Si bien el actuar del médico pediatra e intensivista pediatra, no ha variado desde

Hipócrates hasta la época actual, sí se pueden dilucidar algunas novedades que agregan

funciones y responsabilidades en su qué hacer.

Los retos que trae el siglo XXI, con la facilidad de obtener la literatura científica y el

acceso a la tecnología, reclaman del médico, una constante actualización de

conocimientos, así como juicio y responsabilidad en los límites, para el uso de la

tecnología médica disponible; es decir, que el pediatra está obligado a poner como

referencia, la calidad del proceso de atención y asistencia, el uso correcto de los

servicios, el uso razonable de los recursos económicos y la satisfacción del usuario

(MARTÍNEZ, 2015, pp. 9-12).

Con estos matices, se puede decir que las funciones del pediatra actual van

encaminadas a dar una orientación moral y una valoración ética a la atención pediátrica y

al entorno familiar, escolar y social de cada uno de sus pacientes. “Ya no se trata sólo de

atender las necesidades físicas del enfermo pediátrico; sino, también, involucrar la salud

emocional y espiritual, con un sentido humano pero con el máximo rigor científico”

(MARTÍNEZ, 2015, p. 10).

Esta concepción de las funciones del médico pediatra, van resaltando algunas de las

responsabilidades indispensables de asumir; entre ellas:

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8

a. El compromiso profesional consigo mismo y con el paciente, de actualizar y renovar

su conocimiento, técnica y práctica, lo que implica altruísmo, disciplina, compromiso y

eficiencia.

b. Brindar servicios clínicos basados en el uso juicioso del conocimiento y razonamiento

clínico, con actitud positiva y practicando los valores humanos que benefician

digamente al paciente y, al mismo tiempo, dignifican al médico como persona.

c. En el ámbito de los pacientes crónicamente enfermos o con padecimientos

irreversibles, el médico asume también la función de acompañante, ya no podrá

curar, pero podrá paliar manejando los síntomas, resguardando el bienestar del niño

y acompañará, guiando y ayudando a preparar a la familia y al paciente, en el

proceso del bien morir y el duelo.

d. Tendrá también la responsabilidad de aconsejar y tomar decisiones conjuntas con un

equipo multidisciplinario y la familia, en cuanto a limitar esfuerzos terapéuticos, evitar

la eutanasia y la obstinación terapéutica. Esta función y responsabilidad implican,

que el médico tenga claros dichos conceptos y que esté preparado para toma de

decisiones, que afrotan el planteamiento de algunos dilemas éticos. (NAVARRO,

2014).

3.1.2. La población pediátrica con enfermedad crónica y en terminalidad de la vida

Ha sido gracias a la visión de la medicina paliativa, que hoy en día se presta mayor

interés al acompañamiento del paciente con enfermedad crónica o avanzada, tipo no

cáncer, tipo cáncer o en situación clínica de enfermedad terminal. Sin embargo, hasta la

fecha, se atraviesa por una serie de dificultades, debido a que el pronóstico de muchas

enfermedades de esta índole, es incierto, lo que ocasiona algunas limitaciones entre la

acción profesional y los servicios de atención. Por lo que, cada vez se hace más

necesario formar profesionales en medicina y cuidados paliativos, para que éstos puedan

atender la demanda de servicios médicos, que requiere este grupo de personas con

padecimientos crónicos, avanzados y en terminalidad (NAVARRO, 2014).

Al hablar de enfermedad terminal, actualmente se prefiere hablar de situaciones clínicas

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9

al final de la vida, en donde la terminalidad se encuentra entre un espectro de

enfermedad, que va desde enfermedad incurable avanzada hasta la situación de agonía.

Entendiendo enfermedad incurable avanzada, como enfermedad de curso progresivo,

gradual, con grado diverso de afección a la autonomía y calidad de vida de la persona,

teniendo una respuesta variable al tratamiento y que evolucionará en un mediano plazo

hacia la muerte.

Así mismo, se entiende por enfermedad terminal, a aquella que avanza y es irreversible,

presentando múltiples síntomas, con gran impacto emocional en el paciente y su familia,

con pérdida de autonomía y sin respuesta al tratamiento, proporcionando un pronóstico

de vida limitado a semanas o meses. Y, por último, la situación de agonía, se define

como la etapa que precede a la muerte, se produce gradualmente, con deterioro físico

intenso, debilidad extrema, trastornos cognitivos y de conciencia, dificultad para

alimentarse y pronóstico de vida en horas o días. (NAVARRO, 2014).

Como puede observarse, estas definiciones implican una situación de alta complejidad,

para la cual se requiere un enfoque peculiar de atención, tal y como los cuidados

paliativos lo han permitido. Aún así, es importante y fundamental, evitar etiquetar a una

persona con situación de terminalidad, si aún existe la posibilidad de curación.

Abordar este tema es importante, ya que la mayoría de pediatras no atiende niños en

situaciones de terminalidad, pero cuando tiene que hacerlo, puede experimentar cierta

frustración e impotencia, al no encontrar los medios para salvar la vida. Es necesario

que el pediatra aprenda a aceptar la muerte como proceso natural, con sus diversas

etapas y que, si bien, no está en sus manos el curar siempre, intente aliviar y consolar. El

pediatra, para una familia, es un consuelo y apoyo ante la irreversibilidad de la

enfermedad, si éste está preparado para ello; en consecuencia, nuevamente, se insiste

en la importancia de formar pediatras con conocimientos de medicina y cuidado paliativo

(MARTINO, 2007, pp. 926-934).

La muerte de un niño o adolescente, es una de las experiencias más dolorosas que

puede afrontar una sociedad, una familia, sus propios padres, porque invierte el supuesto

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10

orden natural de la vida, según el cual se comprende que los padres esperan ver crecer y

desarrollar todo el potencial de los hijos. En este sentido, también para el pediatra es

difícil aceptar la muerte de un paciente, pues formado para el cuidado del crecimiento y

desarrollo de los pequeños y adolescentes, tiende a ver una perspectiva de vida, sin

valorar a fondo la posibilidad de muerte inminente; pues, por muy graves que sean las

patologías que atienda, siempre pensará en salvar la vida y no en ayudar al bien morir.

Intentar abordar el tema de la terminalidad con la familia y el paciente, es difícil. Hoy en

día, se trata de proteger al niño y al adolescente del tema de la muerte; según los padres,

mientras menos tenga que saber sobre el dolor y la muerte, o afrontarla es mejor. Sin

embargo, es sabido que los niños y los adolescentes con enfermedades crónicas y

progresivas, logran comprender el significado de la finitud de la propia vida, y tienen

preguntas que exigen respuestas por parte de los adultos. Por lo que para el pediatra es

un reto, el hecho de poder explicar a sus pacientes y a sus familiares, lo que pasa y lo

que pasará, acorde a la edad cronológica y mental del niño, con apoyo de los padres.

3.1.2.1. Dignidad de la persona enferma

La dignidad de la persona, es un tema difícil de definir; específicamente, porque va más

allá de un simple concepto, implica también una cualidad que no es fácil de precisar. Lo

cierto, es que la dignidad es una verdad objetiva e irreductible, inherente a la persona; es

algo absoluto y que pertenece a la esencia del ser.

La dignidad no admite la superioridad de una persona sobre otra, ya que es igual para

toda persona.

La persona enferma, al igual que toda persona, tiene inviolabilidad, derechos y deberes

fundamentales, por lo que tomar decisiones respecto de su vida, requiere de un respeto

profundo, pues la persona enferma no es un medio o instrumento para sus familiares, ni

para los médicos, ni para sí misma. Su dignidad se basa en su espíritu o capacidad de

trascendencia, que no pierde valor aunque padezca enfermedad o sufrimiento. Su valor y

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dignidad nacen del ser, no del tener o del que pueda expresar sus facultades humanas,

total o parcialmente (HAMILL, 2009, pp. 63-64). Todo esto, confiere un derecho

fundamental de la persona enferma, y es el derecho a vivir dignamente la propia muerte,

lo cual es contrario a lo que la eutanasia plantea (TABOADA, 2000, p. 94).

El derecho a morir con dignidad, no se plantea exclusivamente desde la perspectiva u

orden jurídico, hace también referencia al planteamiento y a la exigencia ética, por lo que

no se debe interpretar como el acto de morir sino la forma de morir (TABOADA, 2000, p.

95). La persona enferma y en situación de muerte, debe tener derecho a una adecuada

atención de los síntomas que lo aquejan, tanto físicos como emocionales, sociales,

espirituales. Tiene derecho a saber su condición y, si lo desea, saber si está en riesgo

de muerte, tiene derecho a una atención y medicina paliativa.

La dignificación del paciente, es proporcional a la dignificación de las personas que le

atienden y acompañan, porque se da un crecimiento interior y a la vez una experiencia

del misterio de la vida y la muerte que lleva a toda persona a conocerse a sí misma de

una manera más profunda.

3.1.2.2. El valor del sufrimiento

En la sociedad actual, el sufrimiento es algo que no tiene sentido alguno, se considera un

absurdo. Sin embargo, el sufrimiento es parte de la experiencia de vida y se debe

aprender a convivir con él, pues es una vivencia personal e íntima que puede llevar a la

persona, a madurar y a enriquecerse humanamente. El sufrimiento forma parte esencial

de la naturaleza humana y de su trascendencia, según se dice desde mucho tiempo

atrás.

Pareciera que el sufrimiento contradice el deseo de felicidad que habita en la persona,

que la persona enferma y doliente, no realiza el ideal de una vida normal y sana. Por eso

es necesario descubrir el sentido que tiene el sufrimiento.

Algunos argumentan que no es posible darle un sentido, pero sin significado ni sentido,

se hace insoportable. Para aliviar el sufrimiento, es necesario entenderlo y darle un

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12

sentido, y éste debe buscarse en la esencia de la persona, en su principal vocación: la

del amor. Ya que es el amor lo que da sentido y significado a la vida, por lo que el

sufrimiento no es un obstáculo para dignificar a la persona enferma; sino que le da la

oportunidad de pensar y ver la vida de un nuevo modo, aprendiendo a captar lo esencial

de la existencia, dejando a un lado las cosas insignificantes y centrándose en lo

verdaderamente importante.

El sufrimiento transforma y abre la existencia a la dimensión de la trascendencia. Los

enfermos que descubren esto, saben superar las vicisitudes. A través de la experiencia

dolorosa del sufrimiento, la persona enferma se librera de apegos, egoísmos, purificando

su alma, liberándola de cuanto no le permite ser ella misma.

No se pretende en este punto hacer un estudio exhaustivo del sentido del sufrimiento,

pero sí decir que es un misterio para la vida, con espacios luminosos que le van dando

una razón de ser y lo transforman en un camino de verdad (BARRAJON, 2006, pp. 43-

61).

3.1.2.3. Responsabilidad y derecho del enfermo y su familia a decidir sobre su vida

El niño logra una comprensión de la enfermedad y la muerte, en diferentes etapas de su

vida, mediante su madurez cognitiva y edad cronológica. Los menores de 5 años,

perciben la muerte como una separación; a partir de los 6 años, ven la muerte como cese

permanente de la existencia, asociada a gérmenes o fuerzas externas; a partir de los 10

años, consideran la muerte como un proceso biológico inevitable, involucran en esta

concepción de muerte, su capacidad cognitiva y sus experiencias previas de muerte en

familiares, amigos o mascotas (FUNDACION MARIO LOSANTOS DEL CAMPO, 2011,

pp. 37-49).

Hablar con un niño o adolescente, de su enfermedad y la gravedad de la misma, implica

tener presente la concepción de muerte que puede ir unida al de enfermedad grave. Se

debe considerar, también, la capacidad de afrontar la situación de dolor y tristeza, las

circunstancias que puedan rodear el proceso de enfermedad y las situaciones de

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terminalidad.

Para hablar de enfermedad grave e irreversible con un niño o adolescente, es importante

adaptarse a su capacidad cognitiva y a su edad cronológica. Hay que ayudarlos a hablar

de sus sentimientos, de sus temores y de su propia muerte. Esta tarea no es tan

sencilla, dado que los padres pueden oponerse a este tipo de diálogo con los niños y

adolescentes, temerosos también de afrontar la idea de ver morir a sus hijos,

atravesando por una enfermedad crónica y progresiva.

Muchas decisiones en cuanto al seguimiento de la enfermedad no están directamente en

manos del niño o del adolescente; son sus padres quienes deberán tomar decisiones,

pero en la medida que el niño o el adolescente pide participar en el proceso de su

enfermedad, es necesario involucrarlo para conocer su sentir y parecer con respecto a la

difícil situación que afronta.

Es importante que, ante la toma de decisiones, se dé la adecuada orientación a los

padres, haciendo énfasis en que si ya no es posible algún tratamiento curativo, la

medicina paliativa podrá permitir brindar calidad de vida, para que su hijo pueda vivir con

dignidad hasta la muerte (MARTINO, 2007, pp. 928-929).

3.2. Ética en el área de salud

En la actualidad, la ética en el campo de la salud, cuenta con una doble vertiente: por un

lado, el análisis bioético de la relación médico-paciente; y, por el otro, la ética de la salud

pública, centrada en el diseño y aplicación de medidas para la vigilancia y mejoras en la

salud de las distintas poblaciones (COLEMAN, 2008, p. 577).

Los puntos álgidos de la ética en el área de la salud, son:

a. Desigualdad en el acceso a la atención en salud y en los beneficios de los avances

médicos,

b. Falta de respuestas adecuadas a las pandemias de enfermedades

infectocontagiosas,

c. Dificultad en el cumplimiento de normas internacionales en materia de salud,

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14

d. Poco interés en la promoción de la medicina paliativa (COLEMAN, 2008) .

Otro punto que ha cobrado mayor relevancia, es el hecho de que la medicina ya no está

en manos de los médicos, sino de administradores profesionales y burócratas, tanto en el

área pública como en el de la iniciativa privada; se ha optado por una medicina

mercantilista, donde es más importante la administración y las ganancias económicas,

olvidándose de que, aunque ciencia, la medicina también es humanística y no debe

perder de vista su finalidad de servicio. .Lo cual hace necesario retomar los valores de la

profesión médica, para plantear de nuevo los fundamentos de la ética en salud. Se

espera que el médico manifieste los valores de compasión, competencia y autonomía,

para una atención humanizada.

En el tema que interesa en este trabajo, es necesario hacer referencia que, en general,

tanto el área privada como la pública, no ha dado mucho interés a la adecuada atención

del paciente con enfermedad crónica irreversible, al paciente terminal y agonizante, y no

se ha tomado en serio la prestación de servicios en el campo de la medicina paliativa.

3.2.1. La realidad de los cuidados paliativos en el sistema de salud de Guatemala

En la actualidad, dentro del campo legislativo, Guatemala no cuenta con leyes que

regulen la prestación de cuidados paliativos, aunque existe el Acuerdo Ministerial No.

578-2011, para crear la Comisión asesora de cuidados paliativos, lo cual representa un

primer paso.

No obstante, de los sitios que brindan atención paliativa, no existe un sistema

gubernamental de evaluación y auditoria, para el control de calidad de dichos servicios.

Se ha considerado que la razón que afecta el desarrollo e implementación de los

cuidados paliativos en Guatemala, en las políticas sanitarias, es precisamente el

desconocimiento de la medicina paliativa, por lo que no está dentro de las prioridades de

la salud pública y privada (ALCP, 2012, pp. 175-186).

Sin embargo, se han ido dando pequeños pasos en materia de formación, pues existe en

la Universidad Mariano Gálvez una rotación en cuidados paliativos para estudiantes de

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pregrado de medicina. Así también la Universidad de San Carlos de Guatemala, formó

tres cohortes de personas formadas en cuidados paliativos geriátricos entre los años

2011 y 2013 confiriéndoles un grado de especialización, y en la actualidad, la

Universidad del Istmo, ha lanzado, desde 2015, un Diplomado de 5 meses de duración,

en Cuidados paliativos.

En cuanto a los sitios que prestan este servicio, se pueden contar, a nivel público: El

Instituto Guatemalteco de Seguridad Social: Instituto Nacional de Cancerología; Unidad

Nacional de Oncología Pediátrica y Hospital Roosevelt. A nivel privado: El sanatorio

Nuestra Señora del Pilar. Además la Unidad Nacional de Oncología pediátrica, cuenta

con un Hogar, que es un sitio diseñado, para el acompañamiento del enfermo crónico,

terminal o agonizante. Existe otro hogar que pertenece a la fundación Amar ayudando.

Por último, en la práctica médica privada, existe un médico paliativista, que da servicio

paliativo en el domicilio del paciente, a través de su propia empresa pero no se cuenta

con más información al respecto.

Estos pasos, son sólo el inicio, pero hace falta una mayor divulgación de la medicina y

cuidado paliativo, para una mejor atención del paciente crónicamente enfermo, terminal o

agonizante.

Así también, el conocimiento de la medicina y el cuidado paliativo, puede ser un buen

referente para el médico en materia de ética en la atención a sus pacientes.

Al existir políticas de atención paliativa, se abrirá la puerta para la legislación en el control

de opioides, tan necesarios para el tratamiento del dolor, ya que en la actualidad no se

cuenta con un sistema de control y acceso a dichos medicamentos, que faciliten la

adecuada atención del dolor en estos pacientes.

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3.2.2. La ética y la calidad de la atención médica

La atención médica está basada en la relación médico-paciente, en donde el paciente

espera una atención de excelencia, con una adecuada y empática comunicación, en la

cual se respete la confidencialidad.

A lo largo de los años, se le ha exigido al médico practicar la ética hipocrática cumpliendo

con el juramento hipocrático; sin embargo, al hacer una reflexión del mismo, se puede

dejar ver que adolece de algunas situaciones que pudieron mal interpretarse o

distorsionarse a lo largo del tiempo. Vale mencionar que en dicho juramento, se fomenta

el paternalismo, siendo que en algunos casos el médico tomaba las decisiones por el

paciente. Si se lee con atención, se podrá observar que, también dicho juramento,

compromete al médico con una deidad y no precisamente con el enfermo, se

comprometen a compartir conocimientos, pero sólo con aquellos que pertenecen a su

mismo culto o creencia (REMIS, 2009, pp. 139-141). Sin embargo, la evolución de la

sociedad y la responsabilidad civil, entre otras situaciones, han ido obligando al médico a

dejar el paternalismo y respetar la autonomía del paciente y su familia; aunque siempre el

médico actuará coherente con su conciencia y buscando el mejor interés y beneficio del

paciente, no le corresponde decidir por ellos, debe aprender a comunicar y practicar el

consentimiento informado, con el cual explicar el diagnóstico, pronóstico, alternativas

terapéuticas y riesgos que enfrenta el paciente y su familia, pero utilizando una

comunicación respetuosa de la singularidad y dignidad de quienes padecen

determinadas dolencias.

Otro punto importante, es el avance del conocimiento científico y tecnológico, que va

planteando nuevos horizontes para la práctica clínica, brindando algunos beneficios que,

a su vez, plantean nuevos problemas éticos; tal es el caso de la limitación del esfuerzo

terapéutico en pacientes terminales, lo que puede confundirse con eutanasia o llevar a un

encarnizamiento terapéutico. Y aunque algunos países, legalmente han aceptado la

práctica de la eutanasia, los comités de ética sugieren y animan a los médicos a no

participar de la eutanasia y considerar la medicina paliativa y la limitación del esfuerzo

terapéutico como medidas.

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17

Dicho punto, también es tratado por juramento hipocrático; sin embargo, se ha ido

quedando en el olvido. Al leerlo, se puede ver que ya Hipócrates comprometía al médico

en la defensa de la vida, al enunciar que no daría, aunque se lo pidieran, fármacos

letales; así como tampoco sugeriría algo que atentara contra la vida del paciente (REMIS,

2009, p. 140).

En conclusión, la atención médica debe apoyarse en fundamentos éticos, para que todo

paciente tenga idénticas posibilidades de recibir atención, se respete la dignidad de la

persona hasta el final de su vida; se respeten los derechos del paciente y también se

dignifique la práctica del médico.

En la actualidad, la ética para la práctica médica, considera que el médico no debe

permitir que su opinión se vea influenciada por beneficios personales o discriminación,

que no se lucre con los pacientes cual si fueran mercancía y no personas; abstenerse de

certificar lo que no le consta; dañar la relación de los otros colegas con sus pacientes.

Ética y medicina son una, no puede sobrevivir una sin la otra, por lo que es necesario

volver a los códigos éticos para dignificar la profesión y humanizar la atención.

3.2.3. El médico, el paciente y la familia del paciente

Establecer una relación médico-paciente-familia, es vital para la buena práctica clínica,

ya que ello aumenta las posibilidades de un tratamiento o acompañamiento adecuado y

exitoso; a este respecto, el médico necesita invertir tiempo para escuchar y responder.

No es tarea sencilla, para ello se requiere experiencia en identificar las verdaderas

dolencias del paciente y su familia, entender el contexto en el que se encuentran, ser

capaz de ponerse en sus zapatos, cubrir necesidades y expectativas. Así también,

requiere de que el médico haga uso de su inteligencia emocional, comunicación asertiva

y trato personalizado humanístico y obviamente de todo su conocimiento científico y

técnico (GARZA-ELISONDO, 2006, pp. 57-62).

En materia de comunicación de malas noticias y toma de decisiones, tener una buena

comunicación con el paciente y la familia, facilitará el trabajo. Muchas veces, el recurso

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del consentimiento informado puede ser una herramienta de gran valor para la

comunicación, pero es necesario saber que no se trata únicamente de transmitir el

contenido informativo; sino, también se requiere la calidad y calidez de la relación, para

que el paciente y su familia confíen y puedan dejarse guiar y orientar por el médico

(PADILLA, 2014, p. 587).

En el caso de la pediatría, la familia es el entorno más cercano del paciente, por eso es

necesario que el médico conozca cuál ha sido la dinámica familiar antes de la

enfermedad y durante la misma, ya que eso le ayudará a determinar el grado de

complejidad que pueda requerir el acompañamiento.

Por otro lado, la toma de decisiones, en cuanto al plan de abordaje de un paciente

paliativo o en fase terminal, no debe ser responsabilidad exclusiva del personal de salud,

ni mucho menos del médico. Debe existir participación del paciente y la familia.

La enfermedad, es un proceso que afecta no sólo al enfermo sino también a todos los

miembros de su familia, añadiéndoles una alta carga emocional, desgaste físico y, en

muchas ocasiones, un compromiso socioeconómico que no siempre puede cumplirse.

Un miembro de la familia que enferme crónicamente o que requiera atención

permanente, cambiará por completo la dinámica familiar, afectará de diferente forma e

intensidad a cada miembro, alterando la relación que entre ellos pueda existir. El médico

debe ser consciente de ello y estar atento a las necesidades que la familia y el enfermo

puedan manifestar, para poder apoyarlos de una mejor manera, sin dejarse influenciar

por alguno de los miembros de la familia o sentirse presionado a actuar de una manera

no adecuada.

Para fortalecer la comunicación con el paciente y la familia, se propone al médico seguir

una sencilla línea de acción, empezando por evaluar la situación del entorno del paciente

y su familia, explicarles con detalles, si así lo desean, todo lo concerniente a la

enfermedad, los avances, los tropiezos, las posibilidades de continuar el tratamiento, si

es necesario algo más, etcétera. Es importante que el médico establezca los objetivos

terapéuticos y se los comparta, para que, en conjunto, vayan monitorizando los avances

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de la terapia aplicada y las reacciones del paciente.

Por último, el médico tratante no debe descuidar los detalles en cada acercamiento al

paciente y a la familia, gestos, distanciamientos, estado de ánimo, y todo aquello que

pueda sugerir que hay dificultades en el núcleo familiar, con el paciente o con el medio

que los rodea (MUÑOZ F. , 2002, pp. 38-39).

3.2.4. Ética para el cambio en el equipo de salud

Para brindar una buena atención al paciente paliativo y en fase terminal, respetando su

dignidad, brindándole calidad de vida y alivio al sufrimiento, es necesario implementar en

las políticas de salud, la medicina y cuidado paliativo. Esta necesidad sólo será

satisfecha en la medida en que los equipos de salud se involucren, trabajando de forma

interdisciplinaria y transdiciplinaria (MORALES, 2011, p. 58).

Es necesario rescatar la ética del cuidado, para no perder la humanización de la práctica

clínica, la búsqueda del bienestar del paciente y su familia. Hay que generar empatía,

cercanía y confidencialidad en el trato al paciente crónico y en etapa terminal. Combinar

adecuadamente la técnica con la atención humanizada para generar una buena relación

terapéutica y excelencia en la atención.

Para ello habrá que volver a la práctica de los valores que son inherentes a la profesión

médica, de enfermería, psicología y trabajo social, para poder afrontar coherentemente

los dilemas éticos que acompañan a la atención paliativa. (GARCÍA L. , 2015, pp. 311-

317).

3.3. Dilemas éticos

El diccionario de la Real Academia Española define dilema, como: “[…]una situación en

la que es necesario elegir entre dos opciones igualmente buenas o malas”, o bien, como

“[…]un argumento formado por dos proposiciones contrarias disyuntivamente”. (REAL

ACADEMIA ESPAÑOLA, 2001). Muchos son los dilemas éticos que el profesional de la

salud puede afrontar a lo largo de su práctica clínica y que requerirán una toma de

decisiones. Para ello, se espera del profesional: conocimiento, habilidad, experiencia,

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ética y valores. Estas cualidades apoyarán las decisiones, permitiendo valorar como

persona al enfermo y su familia, respetando la dignidad de todos.

Los dilemas, generalmente, surgen cuando hay conflicto de intereses o valores, lo que

hace necesario reconocer la postura que se tiene ante la situación conflictiva, planificar y

pensar en las soluciones posibles, de cara al beneficio del paciente; y, con ello, trazar el

plan a seguir.

3.3.1. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida

Cada vez es más complejo el planteamiento de los dilemas éticos al final de la vida;

porque, por una parte, los avances científicos que abren un sin número de posibilidades,

pero que no logran resolver todos los casos particulares. Por otro lado, la autonomía del

paciente, que deja a un lado el paternalismo médico y exige a éste, respetar las

decisiones del enfermo y su familia en la medida que sea posible y de beneficio para

ellos.

Dentro de los principios bioéticos que regulan la práctica clínica, se pueden encontrar:

Las bases de la ética que plasmaron los griegos y las tradiciones morales asociadas a la

práctica de la medicina, que desde tiempos inmemorables se han transmitido y aprendido

en el ejercicio de la profesión. Todo este acervo de conocimiento en materia de moral y

ética, ha sentado las bases para los cuatro principios clásicos de la bioética, que, como

ya se apuntó con anterioridad, son: la no maleficencia, que lleva al médico a no dañar y

realizar de la mejor forma su trabajo; la justicia, que proporciona a todos los pacientes las

mismas oportunidades, sin discriminación; la autonomía, capacidad que tiene el enfermo

de realizar actos con conocimiento de causa: y por último, la beneficencia que obliga a

hacer el bien siempre (ASTUDILLO, 2012, pp. 13-15).

Contar con los principios bioéticos, brinda garantía para la argumentación y

fundamentación en la toma de decisiones; pues, en primer lugar, será necesaria la

prudencia para establecer la proporcionalidad en la intervención según la condición del

paciente, para definir hasta donde es responsable el médico en la toma de decisiones; y,

en segundo lugar, un plan a seguir, según los objetivos trazados conjuntamente con el

paciente y la familia.

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No existe fórmula de acción, más bien se requiere ser consciente de que para afrontar

los dilemas éticos, hay que correr riesgos con el fin de buscar la decisión correcta,

basada en la dignidad y respeto a la vida de la persona enferma. Aquí puede ser de

utilidad la ética personalista, que dará las herramientas necesarias para garantizar la

defensa de la vida, el respeto de la misma y el acompañamiento de la persona enferma

hasta el final. Evitando el utilitarismo (BURGOS, 2013, pp. 18-22).

3.3.2. Resolución de dilemas bioéticos

Uno de los primeros problemas que se plantea para la resolución de dilemas, es que, en

pediatría, no todos los pacientes participan directamente de la toma de decisiones

relacionada a su salud, más bien son los padres. Por eso, el médico debe buscar

siempre el bienestar del paciente, más que el de los padres.

La resolución requiere identificar el dilema, obteniendo toda la información pertinente

que pueda sustentar la toma de decisiones. Algunos bioeticistas, proponen realizar una

deliberación, basada en tres aspectos o niveles:

a. El primero, la dignidad de la persona,

b. El segundo, los cuatro principios clásicos de la bioética, y

c. El tercer nivel corresponde al análisis de las circunstancias y consecuencias que

rodean el dilema (RUÍZ-CANO, 2015, pp. 91-92).

Lo cierto, es que no hay una receta única para la resolución de dilemas, por lo que se

debe hacer una aproximación al dilema y considerar los aspectos relevantes para buscar

la solución. No se puede obtener una resolución a la ligera, debe llevar un tiempo para

analizar, realizar una profunda reflexión del tema y luego para establecer una

metodología a seguir para la resolución del conflicto.

Otros aspectos a considerar en la resolución de dilemas éticos son el análisis jurídico y

legal, el planteamiento científico en relación al tema a tratar, el planteamiento bioético

para ese dilema, el rol de la espiritualidad y religiosidad en dicho dilema, la repercusión

socioeconómica para el paciente y su familia, así como para la institución y el médico.

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22

Cada aspecto requiere una fundamentación, ordenación y estilo interdisciplinar para el

planteamiento y argumentación (TOMÁS, pp. 4-6).

3.3.3. Eutanasia

La bioética garantiza el acompañamiento y asistencia debida y adecuada al paciente

pediátrico y su familia, sobre todo en las etapas de enfermedad terminal. Cuando la

enfermedad progresa y no es posible curar, el médico puede experimentar un

sentimiento o estado de impotencia, frustración y duda, con relación a lo que podría ser

la mejor decisión para actuar en ese momento, y que pueda beneficiar al paciente.

Obviamente, la resolución de este conflicto, no debe obedecer al estado de ánimo de los

involucrados, ni a la intuición clínica. Requiere prudencia y reflexión, basada en

información verídica y científica que apoye su postura (TAPIERO, 2001, pp. 653-654).

La vida es, en sí misma, un valor supremo, base o sustento para todos los demás

valores. La muerte, es en sí misma, una etapa irrenunciable para la persona, es un

evento biológico natural. Sin embargo, el confrontar la muerte, muchas veces interpela al

médico y a cualquier persona, con relación a su muerte y aceptación de esta etapa de la

vida. Si no se está preparado psicológicamente para afrontarla, probablemente la

condición del paciente resultará compleja para el médico; pudiendo, en aras de una

caridad o compasión, tomar decisiones no adecuadas. Tal es el caso de la eutanasia,

que se mal define como una buena muerte, y que requiere de la participación del médico

para acabar con la vida del paciente, a petición de éste o de la familia del enfermo

familia.

Existen tres formas de practicar la eutanasia, según Rodríguez Casas:

a. La voluntaria activa, que literalmente es matar al paciente a petición de éste.

b. La voluntaria pasiva, que consiste en dejarlo morir, retirando o evitando tratamientos

a petición del paciente; y, por último

c. El suicidio asistido por el médico, en el cual este último administra

medicamentos o realiza algún tipo de intervención, a solicitud del paciente para

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23

cometer suicidio (RODRÍGUEZ R. C., 2001, p. 32).

Es una situación compleja, en cualquiera de los tres tipos. En pediatría, es aún más

complicado, dado que serán los padres quienes puedan solicitar la práctica de eutanasia,

con tal de no ver sufrir al hijo.

La eutanasia no es aceptable desde la bioética personalista, como deseo de precipitación

de la muerte, que lleva incluida la voluntad orientada hacia causar la muerte y la acción

que la desencadenará. Lo cual de ninguna manera obedece a la ley natural que valora

la vida en sí misma, como bien absoluto e irrenunciable. Tampoco es aceptable, para la

ética personalista, la práctica de la eutanasia como justificación ante el dolor o

sufrimiento; no es lícito aplicar medicamentos para acabar con la vida, pero sí es lícito

utilizar medicamentos que alivien el dolor y el sufrimiento.

Por naturaleza, ninguna persona desea morir, basta con observar que se tienen planes

siempre a futuro, a pesar de la adversidad; sin embargo, es probable que alguien desee

acabar con su vida, por no encontrar una salida a su dolor o sufrimiento. La medicina

paliativa es una respuesta a ello, y se ha logrado comprobar que quienes tienen acceso a

ella y alivian sus síntomas y sufrimiento, no desean la muerte como salida o solución.

3.3.4. Obstinación o encarnizamiento terapéutico

También se le conoce como distanasia o prolongación de la muerte. Conlleva el

ensañamiento, encarnizamiento u obstinación, por parte del médico o la familia, con el fin

de prolongar, lo más posible y a costa de lo que sea, incluso del mismo paciente, la vida

de éste. En parte, se puede presentar como producto del avance tecno científico, que da

rienda suelta a muchas posibilidades para mantener al paciente artificialmente. Por otra

parte, obedece también a problemas legales, que ponen en riesgo la práctica del

profesional, al ser víctimas de acusaciones de mala práctica, si sugieren limitar o adecuar

los esfuerzos terapéuticos a la condición particular del paciente.

En la distanasia, se pueden llegar a tomar decisiones para aplicar medidas

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24

desproporcionadas, sin beneficio real para el paciente gravemente enfermo o en

terminalidad, con alta carga emocional y desgaste físico para todos, y con un costo

económico y ético, muy alto.

Nuevamente, se recalca que la distanasia, no es una práctica lícita. Lo adecuado es que

se haga valer el respeto a dignidad del paciente, aplicando medidas sencillas y acordes a

su condición, procurando brindar calidad de vida y una buena muerte. Los cuidados y la

medicina paliativa son una buena opción, también en estas condiciones (GUTIÉRREZ-

SAMPERÍO, 2001, pp. 271-272).

3.3.5. Toma de decisiones

La toma de decisiones en pacientes que presentan enfermedades crónicas y próximas al

final de la vida, es compleja, pues requiere de un enfoque variado y un análisis

minucioso, para elegir lo que más conviene al paciente y a su familia; respetando, bajo

todo concepto, la dignidad de la persona y valorando la vida hasta el final.

La toma de decisiones, implica reafirmar la primacía de la persona humana, sobre todas

las cosas. La realidad de la persona, es el centro de la referencia moral, por eso, la toma

de decisiones involucra considerar a la vida, como valor fundamental que da origen a

todos los demás valores y principios. Así también involucra el principio terapéutico, que

obliga a que todo acto médico, considere a la persona en su totalidad o de forma

integral; el principio de libertad y responsabilidad, que permite responder de las propias

acciones ante los otros, busca evitar el encarnizamiento terapéutico o la eutanasia; y, por

último, el principio de socialidad y subsidiaridad, que busca promover la vida,

favoreciendo el bien común, la atención a todos en especial a los más necesitados

(SANTIESTEBAN, 2006, pp. 14-16).

3.3.6. La objeción de conciencia

La objeción de conciencia hay que entenderla desde su fundamento ético, más que de la

perspectiva jurídica y legal. Consiste en la oposición, claramente manifestada, de una

persona a un imperativo legal o a una autoridad, basada en los propios principios

morales (GRUPO INTERDISCIPLINARIO DE BIOÉTICA, GIB, 2012, p. 4). Se dice que

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25

es un derecho moral, que no permite ni prevé la ley, y el objetor la asume hasta las

últimas consecuencias, en virtud de la fidelidad que se debe a sí misma la persona

objetora.

La objeción de conciencia, como derecho moral, tiene su fundamento en el respeto a la

dignidad de la persona; y no se puede separar del respeto a la conciencia de cada uno y

de la concepción de la vida que dicha conciencia manifiesta. Es decir, la persona recurre

a ella, para evitar atentar contra la vida o la integridad moral y autónoma, para ejercer el

derecho a la ética personal (GRUPO INTERDISCIPLINARIO DE BIOÉTICA, GIB, 2012,

p. 5).

La objeción de conciencia, implica coherencia en el actuar y el decir entre los principios y

la responsabilidad; por lo que si su objetivo es la defensa de la vida, dentro del marco de

la práctica clínica, debe buscar ser reconocida y regulada por la legislatura, ya que en la

actualidad no hay leyes que le avalen o regulen (FUNDACION DE CIENCIAS DE LA

SALUD, 2008).

Es necesario diferenciar la objeción de conciencia de la objeción a la ley, ya que como

se explicó, la primera se refiere a la moral individual del médico, que no niega la

legitimidad de una ley, pero se abstiene de colaborar en su aplicación, en situaciones

bien concretas; y la segunda cuestiona la legitimidad general de la ley (FUNDACION DE

CIENCIAS DE LA SALUD, 2008, pp. 5-6).

Para que una objeción de conciencia tenga validez, no puede permitirse el tolerar

conductas irregulares ni falsas motivaciones. Requiere de coherencia en la práctica y

vivencia de los valores, así como bases y fundamentos sólidos para argumentar el

porqué se objeta. Es importante tener presente que la objeción de conciencia no es un

derecho absoluto, tiene límites en cuanto que puede afectar los derechos de otras

personas, por lo que debe argumentarse bajo la práctica clínica coherente y responsable,

explicando la condición del objetor y los límites de dicha objeción, para permitir la buena

organización de las prestaciones de servicios evitando perjuicios a los pacientes

(GRUPO INTERDISCIPLINARIO DE BIOÉTICA, GIB, 2012, p. 16).

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26

3.3.7. Función de los comités de ética

El comité de bioética, se define como un “grupo interdisciplinario de consenso que ayuda

a resolver conflictos de tipo valorativo, generados durante la atención médica, sea por

disposiciones de índole académica en la práctica clínica o por servicios tecnocientíficos”.

Como instancia de diálogo, puede presentar diversidad de puntos de vista y opinión, por

lo que necesitan cierta regulación para actuar, de modo que se favorezca el debate pero

ordenado en aras de resolver el conflicto o dilema, buscando siempre el bien del

paciente, su familia, o el bien común (BACCA, 2003, p. 65).

Aunque en los últimos años los comités de bioética, han ido adquiriendo mayor

relevancia dentro de las instituciones de salud, aún se requiere de mayor presencia y

divulgación de sus aportes y funciones. Su labor es amplia, desde ofrecer soluciones a

dilemas éticos en cuanto a la atención médica, así como el de revisar y proponer códigos

éticos. Pueden, también, asesorar a los profesionales según los problemas morales que

cada uno pueda plantear, y promover la formación bioética del personal de salud.

La bioética, ha generado la creación de dos tipos de comités: los de ética hospitalaria y

los de ética de la investigación clínica. Los aportes que estos pueden dar a las

instituciones de salud son principalmente calidad en la atención y en los proyectos de

investigación, al promover la reflexión de los médicos clínicos y de los investigadores en

relación a la dignidad de la vida, el respeto, la confidencialidad, la autonomía, la

veracidad de la información y los resultados, la protección y beneficencia del paciente

(SÁNCHEZ, 2011, pp. 426-427).

3.3.8. Función de los equipos interdisciplinarios

Un equipo interdisciplinario para brindar cuidados paliativos a los pacientes que los

requieran, desarrolla estrategias de atención y liderazgo para alcanzar la meta de

atender, acompañar y aliviar, tanto al paciente como a su familia. El que lo integren

profesionales de diferentes áreas, como psicología, trabajo social, medicina, terapistas,

etc., facilita que cada uno, desde su experiencia, aporte conocimientos y las ideas, para

trazar el plan de atención más adecuada a la necesidad de cada paciente.

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27

El objetivo primordial de un equipo interdisciplinario, es “mejorar la calidad de vida del

paciente y de su familia, previniendo y aliviando el sufrimiento que la enfermedad trae

consigo, tomando al paciente como un ser humano integral” (CERDAS, 2009, p. 294).

Para ello, el equipo se enfocará en el control de síntomas físicos, sociales, espirituales,

psicológicos y emocionales. También tendrá que reevaluar sus planes de acción,

verificando el alcance de los objetivos trazados en las estrategias interdisciplinarias. El

equipo, debe velar por la buena comunicación con el paciente y su familia, siendo

disponibles y accesibles según lo requieran, para dar información, orientar o resolver

dudas. Pero, ante todo, “el equipo debe velar por la autonomía del paciente, respeto a

sus derechos, y porque se respete su dignidad como persona enferma hasta el final “

(IBAÑEZ, 2008, p. 450).

3.4. Cuidados paliativos

Se consideran como la inspiración de la filosofía y atención en cuidados paliativos, a los

hospicios medievales que dirigían los monjes o monjas. Es interesante mencionar que,

es justo en la caridad cristiana católica, en donde encuentra su fundamento el cuidado y

atención al paciente crónico y al paciente terminal. Dado que la tradición hipocrática no

recomendaba el trato con enfermos incurables y terminales, la cultura cristiana fue clave

en el cambio, al promover la calidez y calidad en la relación con enfermos, apreciándolos

y viéndolos como personas enfermas sufrientes (SOCIEDAD ESPAÑOLA DE

CUIDADOS PALIATIVOS, 2014).

3.4.1. Definición y fundamento

La Organización Mundial de la Salud, utiliza la definición brindada por la Asociación

Europea de Cuidados Paliativos, indicando que se trata del “cuidado total activo de los

pacientes cuya enfermedad no responde a tratamiento curativo, y donde se hace

necesario controlar el dolor, otros síntomas, problemas psicológicos, sociales y

espirituales” (GRUPO DE TRABAJO DE CUIDADOS PALIATIVOS DE LA SOCIEDAD

DE MEDICINA FAMILIAR Y COMUNITARIA DE CASTILLA Y LEÓN.)

Page 44: LIMITACIÓN DEL ESFUERZO TERAPÉUTICO, UNA DECISIÓN ...

28

Su fundamento, está dado por la atención del sufrimiento físico, emocional, social y

espiritual del paciente con enfermedad crónica o en fase terminal. Buscan ser un alivio a

todo lo que conlleva una enfermedad crónica no curable, que como ya se ha

mencionado, dista mucho de ser una eutanasia o distanasia. Los cuidados paliativos, se

centran en la persona enferma y que sufre, brindando una atención integral en donde la

persona es vista en su todo indivisible; y la enfermedad, es abordada como un

padecimiento multidimensional. Así también los cuidados paliativos llevan de la mano la

atención a la familia del enfermo, acompañándolos, asesorándolos, educándolos para la

atención en casa y preparándolos para el duelo.

Desde el punto de vista terapéutico su objetivo es controlar los síntomas que afectan al

paciente, para proporcionar calidad de vida y calidez de atención (BENITÉZ, 2002, pp.

50-52).

3.4.2. Concepto de enfermedad crónica y enfermedad terminal

En la actualidad, se sabe que la enfermedad llega a romper el equilibrio de la persona

que la padece y el de su familia. Las enfermedades crónicas, traen consigo una serie de

reacciones que llevan al que la padece y a su familia, a buscar ayuda que a veces puede

ser contraproducente, cayendo fácilmente en manos de charlatanes que se aprovechan

de su vulnerabilidad.

Para este trabajo, se define enfermedad crónica a todos aquellos padecimientos que

afectan la integridad física, emocional, social y espiritual de la persona, persistiendo por

largo tiempo, generalmente son irreversibles, requiriendo largos períodos de cuidado,

atención y tratamiento para su control y para paliar sus efectos. Siempre provocan un

cambio en la dinámica familiar y su estilo de vida, con grandes costos emocionales y

económicos.

Las enfermedades crónicas, se pueden clasificar en aquellas que provocan un profundo

sentimiento de pérdida o amenaza física, las de mal pronóstico, las que generan gran

dependencia, dolor y pérdida de imagen personal.

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29

Hoy en día, se prefiere catalogar a la enfermedad terminal, como un conjunto de

situaciones al final de la vida, en donde se tienen la enfermedad incurable avanzada,

enfermedad de curso progresivo y gradual, que comprometen la autonomía y calidad de

vida, con respuestas variables al tratamiento y la evolución a la muerte en un plazo corto

o medio (ANTEQUERA, 2006) .

La enfermedad terminal, involucra un alto impacto emocional, limitando la vida a

semanas o meses, según el avance y fragilidad del paciente.

La situación de agonía que precede a la muerte, puede ser gradual, con un deterioro

físico marcado, fatiga, deterioro o trastorno cognitivo y conciencia, e inapetencia.

(NAVARRO, 2014).

3.4.3. Prolongación de vida y etapa de terminalidad de la vida

Con los avances de la ciencia y tecnología médica, hoy es posible vivir más tiempo y con

mejor calidad de vida, que hasta hace algunos años; sin embargo, estos avances

también pueden, en algún momento, propiciar una mala muerte. Esto es debido a que

dichos avances hacen que muchos mueran lejos de casa y en la soledad de una unidad

de cuidado intensivo, o un frío pabellón de hospital; es decir, que el precio de prolongar el

tiempo de vida, puede ser muy elevado si no se utilizan con prudencia y templanza, las

oportunidades que la ciencia y tecnología brindan.

Esta situación ha planteado reflexiones tales como: ¿Se debe mantener un tratamiento,

aun sabiendo que las posibilidades de vida son escasas?, ¿quién puede decidir cuánto

tiempo más debe vivir el enfermo? El hecho de poder prolongar la vida del paciente, ha

cambiado la concepción de la muerte, pues ante tanto avance, se ha considerado a ésta,

un fracaso que pone en evidencia la ineptitud del profesional al no poder preservar la

vida del paciente. En consecuencia, se intenta postergarla lo más posible, se le teme,

nadie quiere morir, y mucho menos morir mal, con dolor, sufrimiento o soledad, atrapado

en un sistema tecno científico médico carente de humanismo (AUSÍN, 1998, pp. 13-16).

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30

3.4.4. Atención paliativa

Según la Organización Mundial de la Salud, los cuidados paliativos pediátricos

consisten en el cuidado activo del cuerpo, mente y espíritu del niño con enfermedad

que amenaza y/o limita su vida (ALCP, 2012).

Esta atención paliativa, inicia al momento del diagnóstico, si existe posibilidad de

cura, pero con una alta probabilidad de complicaciones o fallo del tratamiento.

Implica apoyar a la familia, brindar un tratamiento escalonado de los síntomas

molestos, ofreciendo atención tanto hospitalaria como domiciliaria (BERNARDÁ,

2012, p. 204).

La atención paliativa, se diversifica en dos grupos de pacientes, según el grupo de

trabajo de cuidados paliativos de la EAPC:

a. El primero, hacia aquellos que sufren enfermedades que limitan la vida, en donde

el desenlace, tarde o temprano, será la muerte.

b. El segundo, los pacientes con enfermedades que amenazan la vida; es decir, con

alta posibilidad de muerte, pero con una supervivencia prolongada hasta la edad

adulta, por ejemplo (EAPC, 2009).

En niños hay cuatro grupos de situaciones:

a. Las que amenazan la vida,

b. enfermedades con largos períodos de tratamiento intensivo para prolongar la

vida,

c. enfermedades progresivas sin opciones curativas, y

d. las situaciones irreversibles, no progresivas pero con gran discapacidad. (EAPC,

2009, p. 19).

Dentro de las necesidades a atender en cuidados paliativos pediátricos, es necesario

considerar el control de síntomas de la enfermedad, con un manejo oportuno del

equipo paliativo; esto permitirá dar un enfoque integral a dicha atención, sin descuidar

la integridad del paciente y el respeto hacia su dignidad. A su vez, es importante ir

manejando las necesidades de la familia, tanto de los padres como de los hermanos,

sin descuidar a ningún miembro, identificando a los más vulnerables.

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Los objetivos que pretenden alcanzar los cuidados paliativos pediátricos son:

a. Una atención integral personalizada y continuada, prestando el mismo interés por los

aspectos físicos, emocionales, sociofamiliares y espirituales del niño.

b. Tratar a la familia y al niño como una unidad indisoluble.

c. Promover la autonomía y dignidad del niño, velando porque las decisiones que se

tomen sean encaminadas a ello (VILLEGAS, 2012, p. 113).

El equipo de cuidados paliativos, generalmente está integrado por un médico, una

enfermera, un psicólogo y un trabajador social; sin embargo, según la situación,

puede ser necesaria la participación de otros profesionales para brindar calidad de

atención, con la idea de que el paciente mejore su calidad de vida. Este equipo

realiza la intervención inicial y elabora un plan de atención continuada, debe prestar

atención al manejo del dolor y otros síntomas, a la identificación y atención al

cuidador principal, y por último, al proceso educativo con la familia y el paciente, que

va desde los cuidados del enfermo hasta la preparación para la buena muerte y

asumir el duelo.

3.5. Limitación del esfuerzo terapéutico en pediatría

3.5.1. Definición

La limitación del esfuerzo terapéutico, debe ser una decisión analizada y meditada a la

luz de lo que ofrece la ciencia y la tecnología médica, conjuntamente con los principios

bioéticos, que defienden la dignidad de la persona. “Trata sobre la decisión de

implementar o retirar todo aquel proceso terapéutico que no brindará un beneficio al

paciente, en aras de mejorar su salud o curar la enfermedad, pero que proveerá alivio y

calidad de vida; es decir que, la idea fundamental es evitar poner en práctica un

tratamiento que se sabe, con la mayor seguridad posible, no va a resultar en ningún tipo

de beneficio, sino que producirá dolor, sufrimiento y prolongación de la agonía “

(URIARTE, 2014, p. 18).

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32

Debe comprenderse que la limitación del esfuerzo terapéutico, no es una forma de

eutanasia, pues su finalidad es buscar la aplicación de medidas terapéuticas,

proporcionales a la situación clínica real de un paciente. Hoy en día se considera que no

es el término más adecuado, se prefiere hablar de una readecuación de los esfuerzos

terapéuticos, según la necesidad y condición del paciente. Con esto se quiere dejar claro

que no es exactamente una limitación sino más bien, la búsqueda de los mecanismos

para concentrar la atención en otros aspectos de más interés e importancia en el

momento crucial en el que se encuentra el paciente. Busca calidad de vida, una buena

muerte y, ante todo, velar por respetar la dignidad de la persona humana.

Durante el proceso de su formación, al médico se le orienta, para que sus acciones con

el enfermo terminal, se adecúen totalmente a la ética; por lo que no debe emprender o

continuar acciones diagnósticas o terapéuticas inútiles, obstinadas o sin esperanza, debe

tener en cuenta la voluntad explícita del paciente y la familia (BÁTIZ, 2010, p. 288). Los

médicos no tienen obligación de dar continuidad a tratamientos cuando se ha

demostrado que serán inefectivos (BÁTIZ, 2010).

3.5.2. Características

Las características o criterios para la limitación del esfuerzo terapéutico, se definen

en cuanto a si el tratamiento es inapropiado o no; para ello hay que considerar las

siguientes circunstancias, según Bátiz:

- Es innecesario: El objetivo que se desea alcanzar, es posible lograrlo con

medios más sencillos.

- Es inútil: La enfermedad ha avanzado tanto, como para dar una buena

respuesta al tratamiento sugerido.

- Es inseguro: Hay más riesgos que beneficios para el bienestar del

paciente.

- Es inclemente: No favorece una buena calidad de vida, una buena muerte

o la dignidad de la persona enferma.

- Es insensato: Resta oportunidad a otras actividades que podrían ser más

beneficiosas para el estado del paciente.

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33

Para algunos autores los criterios para implementar la limitación terapéutica son

subjetivos, por lo cual proponen que deberían ser objetivos y tipificados por la

medicina (BÁTIZ, 2010, p. 290). El hecho de que la tecnología abra un abanico de

posibilidades para el enfermo, no debe ser la única referencia a considerar, para

aplicar determinada terapia; por tanto, se debe analizar las complicaciones, efectos

secundarios, riesgos y beneficios que pueda producir, si su aplicación provocará un

efecto reversible en la enfermedad o si no aportará ningún avance.

En concreto, se puede decir que la limitación del esfuerzo terapéutico responde a dos

criterios: a) el mal pronóstico vital, y b) la mala calidad de vida. Es el diagnóstico y

la evolución en el tiempo de la enfermedad lo que marcará el pronóstico (BÁTIZ,

2010).

3.5.3. Consecuencias

Es importante tener siempre presente que, en condiciones de terminalidad, al limitar el

esfuerzo terapéutico, la causa principal de la muerte, es la propia enfermedad y no las

acciones médicas tomadas.

La limitación del esfuerzo terapéutico, puede generar en el paciente y su familia, la

sensación de abandono; por lo que es importante reafirmar el deseo de continuar el

acompañamiento acorde a las necesidades del paciente. Las emociones pueden influir

mucho en la toma de decisiones, lo importante es asegurar, según sea el acuerdo

logrado, que el objetivo de la limitación del esfuerzo terapéutico, es siempre el bienestar

del paciente y nunca evitar el sentimiento de culpa, ya sea del médico, la familia del

paciente o del propio paciente.

Otro conflicto que viene como consecuencia de la limitación del esfuerzo terapéutico, es

la incertidumbre o angustia que puedan experimentar los involucrados en la toma de

decisión, al momento de plantear no iniciar una terapia, pues genera la duda de si

haberlo empleado en algún momento, podría haber marcado una diferencia. Por eso es

más sencillo retirar tratamientos que evitar el inicio de alguno (BÁTIZ, 2010, p. 292).

Desde el punto de vista bioético, para evitar consecuencias graves en la limitación del

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34

esfuerzo terapéutico y evitar que se considere que se practica una eutanasia o

distanasia, la limitación debe responder a los principios bioéticos de no maleficencia,

justicia, autonomía y beneficencia, así también debe fundamentarse en la dignidad de

persona.

Es importante que quede registrado en la historia clínica, la limitación terapéutica, siendo

las indicaciones muy explícitas, tomando en cuenta la evolución y respuesta del enfermo.

3.6. Fundamentos bioéticos para la limitación del esfuerzo terapéutico

Dentro de los elementos que deben analizarse para debatir el uso de la limitación del

esfuerzo terapéutico, están las técnicas de reanimación cardiopulmonar, ya que con el

avance de la tecnología médica, es posible brindar un mejor soporte vital al paciente,

colocando desde un respirador artificial, hasta un marcapasos para el corazón. Por otro

lado, la indicación de órdenes de no reanimación, cuando se considera que éstas no

beneficiarán al paciente, hace que se plantee el dilema ético de quién tiene potestad para

tomar semejante decisión, contemplando o no, la decisión del paciente y su familia.

Estos aspectos, son quizás de los principales en generar un debate bioético, para

establecer la proporcionalidad de brindar un tratamiento según la condición del paciente,

lo cual si no se considera adecuadamente, puede llevar a una eutanasia o distanasia.

Hay que tener claro que morir dignamente, es absolutamente opuesto a provocar

deliberadamente la muerte del paciente o a ensañarse terapéuticamente con él; así

también hay que aprender a valorar adecuadamente la autonomía del paciente y la

responsabilidad, tanto del propio paciente y su familia, como del médico a la hora de

tomar decisiones.

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3.6.1. Fundamentos éticos para la argumentación bioética

El surgimiento de un dilema ético ante el deseo de limitar esfuerzos terapéuticos, tiene

que ver con el plantearse, antes que nada, qué de toda la terapéutica empleada

realmente ayuda o beneficia al paciente; es decir, permite aclarar los límites de la

autonomía del médico, del paciente y de su familia, así como el valor de la participación

del paciente y su familia en la toma de decisiones.

Existen tres factores condicionantes de la utilidad de una acción médica (BERNARD,

2002),

a. La primera es de tipo técnico,

b. La segunda, las cuestiones meramente éticas, y

c. La tercera, las implicaciones y repercusiones sociales.

Si el tratamiento no representa un beneficio real para el paciente, se atenta contra el

principio de beneficencia; por ello, es importante valorar la utilidad o inutilidad de los

tratamientos, y es necesario racionalizar y priorizar los servicios y tratamientos acorde a

la necesidad y condición del paciente.

Defender la autonomía del paciente es indispensable, ya que implica el respeto a su

libertad de elección; para ello, es indispensable la buena y efectiva comunicación e

información precisa al paciente y su familia. Se debe evitar la conspiración del silencio,

que consiste en la oposición de la familia a informar al paciente.

La responsabilidad ética ante el enfermo, implica considerarlo como fin en sí mismo, la

vida humana siempre debe defenderse aún en condiciones extremas.

Al brindar un tratamiento no recomendable para la condición del paciente, se atenta

contra el principio de no maleficencia; y, el negar algún tratamiento por situaciones

desligadas a la condición del paciente, sino por otros intereses, viola el principio de

justicia. (GAMBOA, 2010, pp. 1-10).

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36

3.6.2. Elaboración de argumentos

De los principios básicos de la bioética, el que fundamenta el argumento para la

limitación del esfuerzo terapéutico, es el principio de no maleficencia, pues obliga a

proteger y no dañar al paciente, basando el tratamiento en medidas seguras y bien

comprobadas para beneficio del enfermo.

Otro principio ético que fundamenta la limitación del esfuerzo terapéutico, es el principio

de justicia, que busca el correcto uso de los recursos y que los mismos estén al alcance

de todos. El uso correcto de los recursos y tratamientos, requiere, en determinado

momento, adecuarlos a la condición del paciente, teniendo en ocasiones que limitar su

uso.

Estos dos principios articulan el eje vertical o indicación clínica, que constituye la base

que da legitimidad bioética a la limitación del esfuerzo terapéutico. Los principios de

autonomía y beneficencia, articulan el eje horizontal o aceptación por el paciente y la

familia, como contraparte. (LORDA, 2014, pp. 25-27).

La decisión de limitar el esfuerzo terapéutico, se ajusta al conocimiento actual de la

medicina y debe consultarse con la familia.

Cada tratamiento debe analizarse desde la perspectiva del paciente, una vez elegido el

tratamiento a seguir, deben monitorearse los avances o complicaciones, esto llevará a

plantearse la idea de suspender o continuar.

Deontológicamente, la vida humana tiene un valor absoluto desde la concepción. A

pesar del deterioro de la salud del paciente terminal o su limitación, debe prevalecer su

dignidad de persona.

Se debe informar al paciente y su familia, sobre su condición y situación, haciendo

prevalecer la autonomía y autodeterminación; pues todo paciente, debido a su naturaleza

y dignidad de persona humana, tiene derecho a conocer su condición, a decidir si quiere

o no, recibir un determinado tratamiento.

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37

Todo enfermo tiene derecho a la atención integral y de calidad, sin discriminación, aún si

el paciente decide no recibir tratamiento, el médico tiene la obligación de continuar la

asistencia.

3.6.3. Toma de decisiones basada en fundamentos bioéticos

La toma de decisiones, es un tema que se ha estudiado a la luz de la psicología y la

economía, quizás no es el mejor enfoque, pues minimiza la respuesta emocional, las

creencias y da mayor prioridad a la razón, racionalizando toda decisión en aras de buscar

el bien general y muchas veces descuidando lo esencial, que es la dignidad del enfermo

terminal. Lo ideal es mantener un equilibrio en todos estos aspectos, para una mejor

toma de decisiones (BONILLA, 2010).

Desde la perspectiva bioética, a veces no es tan sencillo tomar decisiones, ya que no

existe una receta mágica a seguir, pues la situación de cada enfermo terminal, puede

variar según las características de cada paciente, haciendo necesaria la participación de

un equipo con experiencia bioeticista, que ayude y oriente la toma de decisiones, a través

de la reflexión crítica de la situación.

Lo importante en la atención paliativa al final de la vida, en cuanto a toma de decisiones,

es saber cómo llevar a cabo los procesos de discernimiento, cuestionando su razón, el

porqué y para qué, para que aplicando los conceptos éticos, morales y bioéticos, se

fundamente la respuesta y la decisión. (GARZÓN, 2001, pp. 171-175).

Para ello, es necesario investigar y definir cuál es el problema, la repercusión,

diagnóstico, y pronóstico. Luego de ello se deberá revisar y analizar las posibles

soluciones, evaluando las alternativas para elegir la que beneficie y dignifique al

paciente.

3.6.4. La función del comité de bioética

En materia de cuidados paliativos, los comités de bioética pueden actuar sobre dilemas

referentes a los aspectos de comunicación y toma de decisiones, en temas como

hidratación y nutrición al final de la vida, sedación paliativa y limitación del esfuerzo

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38

terapéutico; por ello la participación del comité es vital para la búsqueda de la calidad de

vida del paciente y el respeto a su dignidad como persona (PORTA, 2010, pp. 2-5).

Es indispensable que dichos comités favorezcan la transición de una ética del curar hacia

la ética del cuidar, al tener claro que el paciente presenta una enfermedad terminal o

incurable. Las personas integrantes de dichos comités, deben velar por la atención

integral, personalizada y continua, tanto para el paciente como para su familia.

También es importante que dichos comités, se preocupen por la formación, en bioética,

del personal de salud de la institución, para que este personal pueda aprender a tomar

decisiones al final de la vida de los pacientes y limitar el esfuerzo terapéutico de una

manera apropiada.

3.6.5. La función del equipo interdisciplinario

Ya desde el año 2002, la Organización Mundial de la Salud, plantea que los cuidados

paliativos utilizan un enfoque de equipo de trabajo multidisciplinario para responder a las

necesidades físicas, emocionales, sociales y espirituales del paciente y su familia.

Aunado a la atención integral del paciente y su familia, el equipo multidisciplinario de

atención paliativa, vela por la comunicación interna, la organización clínica con los

profesionales, la dinámica de apoyo mutuo, los procesos formativos y la convivencia

sana del equipo.

Otra labor indispensable del equipo multidisciplinario, es la elaboración de protocolos

para la atención en los diversos ámbitos, sea hospitalario, en hospice, o en casa. Así

también debe elaborar los protocolos adecuados para la gestión y mantenimiento del

equipo, en los que se especifica el funcionamiento y responsabilidades de cada

integrante, debe velar por el cumplimiento de las reuniones de discusión de casos con

todo el equipo y por la formación e investigación. (BARBERO, 2014, pp. 24-27).

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39

3.6.6. La autonomía del paciente y de su familia

El principio de autonomía, toma en cuenta la libertad y responsabilidad del paciente y de

su familia, para decidir lo que es bueno para el enfermo, aunque sea contrario a lo que el

médico piensa. Esto permite respetar la capacidad de decisión y la voluntad de las

personas, sin paternalismo médico; para ello es indispensable el uso del consentimiento

informado, por medio del cual se explica al paciente y su familia los pro y contra de los

tratamientos que se pueden ofrecer, con toda la información requerida y de forma

adecuada y sencilla, el cual deberá firmar el paciente, si está convencido de que se le ha

informado todo lo que necesita saber, antes de tomar cualquier decisión.

El dilema ético en pediatría, surge cuando se cuestiona si un niño está capacitado para

comprender las consecuencias de sus decisiones y, a su vez, cuando se concentra la

toma de decisiones en los padres, sin tomar en cuenta la opinión del niño.

Algunos profesionales de la salud, abogan porque tanto niños y padres, tienen derecho a

participar con conocimiento de causa en todas las decisiones relativas a la atención de

su salud, enfatizando en que también es necesario proteger al niño de tratamientos

innecesarios (GARDUÑO, 2011, pp. 2-3).

La pediatría en Guatemala, según el decreto No. 27-2003, define que “ningún

procedimiento puede realizarse a un niño, sin la autorización de los padres o encargado”,

salvo casos excepcionales que pongan en riesgo la vida del niño; para ello, la bioética

ha generado el instrumento que se conoce como el consentimiento informado, que velará

por respetar la autonomía del enfermo. Es a través de este documento, que se

constatará que los padres han sido informados, que comprenden los beneficios y riesgos

del tratamiento y, que al final, toman una decisión sin ser coaccionados por el médico o

personal de salud. El sólo hecho de permitir a los padres la toma de decisiones, bajo

conocimiento, acerca de la condición y situación del niño enfermo, ya es una garantía de

que se está respetando su autonomía.

Los padres tienen la obligación de tomar aquellos tratamientos que no dañarán o

afectarán más al niño y que producirán menos perjuicio. Cuando el médico nota que las

decisiones de los padres van en contra del bienestar del niño, porque anteponen sus

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40

necesidades y conveniencias, debe hacer valer el principio bioético de la beneficencia,

proporcionando y ofreciendo lo mejor desde la perspectiva médica para curar, para

prevenir o para paliar (MUÑOZ G. , 2004, p. 245).

Actualmente, se piensa que tanto niños y adolescentes, tienen el derecho a participar en

decisiones concernientes a su salud; sin embargo, dicha toma de decisiones requiere

cierto grado de madurez por parte del niño. Según Piaget, el niño identifica el principio

de equidad, alrededor de los diez años de vida; y los derechos individuales con los

principios éticos universales, entre los catorce y quince años. Por consiguiente, es

necesario definir la capacidad de decisión a diferentes edades, según su madurez

cognitiva y psicológica, lo cual hace coincidir que, a partir de los trece años, los niños

podrían estar en edad de tomar decisiones, haciendo valer su autonomía. Ahora bien, es

importante lograr diferenciar que la autonomía como forma de búsqueda del bien y no

como la oportunidad de realizar una simple elección, porque una decisión que no tiene

una trascendencia va a originar un inmenso vacío, dejando a un lado virtudes, ética

clínica y médica (GARDUÑO, 2011, p. 110).

En conclusión, la autonomía del paciente y su familia, depende de la información que se

les brinda en cuanto al padecimiento actual, acorde a su desarrollo y capacidad.

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41

4. PROPUESTA DE PROTOCOLO PARA LA ARGUMENTACIÓN BASADA EN

FUNDAMENTOS BIOÉTICOS EN LA TOMA DE DECISIONES PARA LIMITACIÓN DEL

ESFUERZO TERAPÉUTICO, CON LA PARTICIPACIÓN DE UN EQUIPO

MULTIDISCIPLINARIO Y EN COMPAÑÍA DE LOS PADRES.

4.1. Introducción

La posibilidad de mantener la vida, a pesar de situaciones clínicas concretas que

comprometen la fisiología del cuerpo, por enfermedades graves, crónicas, degenerativas

e irreversibles, es compleja. Para ello, los cuidados paliativos tienen una función

importante: dar calidad de vida, intentando aliviar la mayoría de síntomas que pueden

acompañar al padecimiento del paciente.

Sin embargo, existe un momento de no retorno, de progresión de la enfermedad hacia la

agonía y la terminalidad , en donde se hace necesario tomar decisiones importantes en

cuanto a la limitación o adecuación del tratamiento médico según la condición del

paciente. Esto puede generar un dilema ético, ante el conflicto de retirar o evitar el

tratamiento y tener que informar al paciente o a su familia. En el caso pediátrico, se

suma el hecho de involucrar a los padres en dicha decisión.

Esto hace necesario generar un protocolo de limitación del esfuerzo terapéutico, en

donde se indique cuáles son los principios bioéticos, que fundamentan dichas decisiones

y la participación que los profesionales de la salud deben permitirse, junto al equipo

multidisciplinario y los padres.

A continuación se incluyen conceptos y fundamentos que validan el argumento para la

limitación terapéutica, basados en el análisis de literatura internacional y los consensos

logrados al respecto.

4.2. Definición de la limitación del esfuerzo terapéutico

Se define como la “readecuación del tratamiento terapéutico, ya sea porque no se

instaure o retire, en función de no causar más daño al paciente, sabiendo que el

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pronóstico de la enfermedad, no da esperanzas de curación y la etapa de terminalidad

está ya próxima” (MOLINS, 2011, p. 13).

Desde el punto de vista ético, retirar o no instaurar las medidas terapéuticas, no tiene

diferencia, son equivalentes, su legitimidad no deriva de una cuestión terminológica

operativa, sino más bien del juicio de futilidad de dicha medida. La limitación del

esfuerzo terapéutico, trata de evitar la obstinación o encarnizamiento terapéutico, así

como la eutanasia pasiva. Por ello, la decisión de limitar esos esfuerzos, en pediatría,

debe fundamentarse, ante todo, en el respeto a la vida y a la dignidad de la persona; esa

decisión debe ser fruto de un proceso de análisis suficientemente ponderado de manera

responsable, con el apoyo y participación de un equipo multidisciplinario de

profesionales, que después de discernir, presentarán opciones a los padres del paciente,

para que también se haga valer su autonomía y derecho de conocer la condición de su

hijo y las posibilidades de sobrevivencia, según la terapéutica.

Para comprender la limitación del esfuerzo terapéutico, es necesario comprender en qué

consiste el proceso de toma de decisiones, el cual debe incluir al personal médico, al

equipo multidisciplinario que atiende al paciente y a los padres. Luego de ello deben

seguirse los tres pasos fundamentales en la toma de decisiones, que son: La indicación

clínica, en donde la evidencia científica y la experiencia médica cuenta, es decir aquí

juega un papel indispensable el juicio clínico-profesional. El segundo paso es la

autorización a través del consentimiento informado, que implica explicar al paciente ( si

está en condiciones de saberlo todo) y a sus padres la evolución de la enfermedad, las

opciones que se tienen, sus beneficios y contraindicaciones, para que ellos puedan

ejercer su derecho a ser informados y a elegir, según las opciones y explicaciones

recibidas. Hecho esto, el tercer paso será la puesta en acción de las decisiones tomadas

(LORDA, 2014, pp. 19-20).

Se puede concretar según Lorda, que la decisión de limitar el esfuerzo terapéutico,

responde a dos criterios básicos: a) Mal pronóstico de vida, o b)supervivencia y mala

calidad de vida. Teniendo dos escenarios para la toma de decisiones en la limitación de

los esfuerzos terapéuticos, estos son: el que evita el encarnizamiento terapéutico y el

que evita la eutanasia (LORDA, 2014).

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Es necesario un correcto análisis y discusión de la situación del paciente, para no caer en

alguno de los dos errores más grandes desde la perspectiva ética y clínica:

a. Omitir tratamientos que han demostrado beneficio aunque sea temporal, o

b. Imponer tratamientos innecesarios, desproporcionados a la condición terminal en la

que está el paciente.

Por último, no hay que dejar que la presión familiar influya en las decisiones, hay que

saber discernir desde la perspectiva y enfoque de la bioética, las ventajas o desventajas

de cada tratamiento a elegir, a sabiendas de que se debe optar por aquellos que

muestren un real beneficio, y que sean proporcionales a la condición del paciente.

4.3. Marco bioético en la limitación del esfuerzo terapéutico

De los cuatro pilares bioéticos, el principio de no maleficencia es el que sustenta los

juicios para la limitación del esfuerzo terapéutico. Su finalidad es proteger del daño,

permitiendo aquellos tratamientos que son comprobados y que están indicados por su

seguridad, para la condición precisa del paciente, así como de descubrirse que un

tratamiento no es eficiente y no proporciona un beneficio al paciente, debe retirarse.

El principio de justicia, desde el punto de vista del sistema de salud, ha jugado también

un papel importante, al hacer reflexionar sobre el uso ineficiente de recursos que podrían

beneficiar a otros; sin embargo, entre justicia y no maleficencia, debe prevalecer la no

maleficencia. Se trata de limitar lo inefectivo y no lo que tiene un alto costo al sistema de

salud. De estos dos principios surge la indicación clínica para limitar el esfuerzo

terapéutico. También existe otra indicación para la limitación, y es la aceptación de los

padres, que en este caso hacen valer los principios de autonomía y beneficencia.

Hoy en día, se lucha para que se reconozca la necesidad de respetar la voluntad del

paciente y, en el caso de la pediatría, la de los padres; sin embargo el médico siempre

debe asesorar y velar porque quienes decidan lo hagan motivados por el bienestar del

paciente y no por el propio bienestar. El principio de beneficencia impone al médico el

deber de no abandonar a su paciente, independientemente de la decisión terapéutica que

él o su familia elija (COSTA, 2006, pp. 1-2).

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La autonomía, si bien es un derecho irrenunciable del paciente y su familia, es también

una responsabilidad. Para que ellos puedan ejercer ese derecho, tienen que ser

informados respecto a la enfermedad, el tratamiento, el pronóstico y la finalidad de cada

tratamiento que se proponga; no deben ser coaccionados por ningún motivo, pero se

debe intentar negociar, para llegar a un acuerdo en el que siempre el beneficiado sea el

paciente.

En relación a la decisión de iniciar o retirar un tratamiento, el médico debe tener presente

que un tratamiento no es obligatorio si no ofrece beneficio al paciente; debe plantearse si

existen tratamientos más sencillos que proporcionen el beneficio deseado; si la condición

de la enfermedad ha avanzado tanto que el paciente no responderá satisfactoriamente al

tratamiento; si es inseguro o deteriora la calidad de vida deseada; si es insensato porque

consume recursos de otras actividades que podrían resultar más beneficiosas.

La ética personalista, aporta gran ayuda en la limitación del esfuerzo terapéutico, ya que

se fundamenta en la persona humana, considerando su dignidad. Esta ética presenta los

principios que plantean un problema moral y una orientación al momento de deliberar; el

primero, es el valor de la vida, que debe respetarse por sobre todas las cosas (BERMEO,

2013, pp. 3-4). Su fuente de reflexión es antropológica y ética. Sus principios son los que

a continuación se mencionan:

La vida física valor fundamental, el respeto a la dignidad de la persona enferma y

sufriente, el principio de la libertar-responsabilidad, el principio de totalidad (SALAZAR,

205, pp. 37-39)

4.4. Proceso de análisis del caso desde la perspectiva bioética

No existe una guía de soluciones al respecto de la limitación del esfuerzo terapéutico,

porque, cada caso y cada paciente, es diferente. Lo mejor es aprender una

metodología para analizar los dilemas éticos que puede presentar la limitación del

esfuerzo terapéutico. La propuesta, es la metodología de la deliberación, que permite

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la toma de decisiones prudentes y razonables, a través del análisis de todos los

puntos clave que intervienen para la toma de decisiones.

Los pasos a seguir en esta metodología de la deliberación de Antequera son:

a. Los Hechos: En este caso el historial clínico del paciente, que debe

ser claro, con el inicio de la enfermedad, su evolución, diagnóstico,

tratamiento y pronóstico. Es vital una buena historia clínica, sin ella no

tiene sentido el análisis.

b. Los valores: Entendiendo éstos como aquellas cosas importantes para

la persona y que por lo tanto exigen respeto. La vida es un valor al

igual que la salud, las creencias religiosas, las tradiciones, las

costumbres son también valores. A ello, la bioética agrega los

derechos humanos y los cuatro principios o pilares de la bioética,

justicia, no maleficencia, beneficencia y Autonomía. Por eso es de

suma importancia identificar los valores en conflicto, los que

intervienen en cada situación, enumerarlos para señalar con facilidad

los que están en conflicto en la toma de decisiones para la limitación

terapéutica.

c. Los deberes: En bioética siempre se debe realizar una toma de

decisiones, para saber cuál es la que se debe tomar. Identificado los

valores que entran en conflicto, se debe buscar salidas o soluciones, lo

que constituye el curso de acción, sin caer en el error de reducir dichos

cursos de acción a dos opciones o a extremos, a veces la solución se

encontrará en el medio de las dos opciones. Por lo tanto, es

indispensable identificar varios cursos intermedios para luego hacer la

deliberación y la toma de las opciones más adecuadas a la situación,

siendo mejor, todo aquel que afecte lo menos posible a los valeres en

conflicto.

d. Las normas: El objetivo de la bioética es la búsqueda de la solución

óptima, que lesiona menos los valores en conflicto, Para ello es

necesario el conocimiento de los principios jurídicos y bioéticos, para

que sea posible aclarar los límites que establece la ley y la bioética

(ANTEQUERA, 2006, pp. 3-12). Existen derechos del paciente en

situación de terminalidad, entre ellos el de poder rechazar un

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tratamiento, si este no es eficaz para prevenir o evitar la muerte. Otro

derecho es el de mantener la esperanza a pesar de la cronicidad y la

irreversibilidad de la enfermedad, por último otro de los derechos es el

poder rechazar aquellas intervenciones de soporte vital que pueden

caer en distanasia.

4.5. Indicaciones para la limitación del esfuerzo terapéutico en pediatría

La limitación del esfuerzo terapéutico, está indicada en aquellos pacientes que recibiendo

un tratamiento, manifiestan completa dependencia al mismo; o bien, que a pesar del

tratamiento, presentan un deterioro importante que avanza hacia el fin de la vida. Se

incluyen pacientes con muerte cerebral, fallo multiorgánico de tres o más órganos con

más de cuatro días de tratamiento y sin mejoría, así como pacientes en estado vegetativo

persistente y enfermedades degenerativas que avanzan a la terminalidad (BERNARD,

2002).

Se debe realizar la limitación del esfuerzo terapéutico, cuando el paciente arriba descrito,

presenta de 48 a 72 horas sin mejoría, o ha empeorado gravemente, con falta de

respuesta a todos los tratamientos intentados (BERNARD, 2002).

Para ello, antes de limitar la intervención terapéutica, debe hacerse un consenso con el

equipo multidisciplinario y la participación de los padres; también, debe analizarse

exhaustivamente el caso clínico, la condición del paciente, la fisiopatología de la

enfermedad y las posibilidades de sobrevida o muerte; es necesario plantearse las

soluciones pertinentes y, ante todo, tener presente, a lo largo del proceso, la dimensión

humana propia del paciente, así como el profundo respeto y salvaguarda de la dignidad

del paciente. Si no hay certeza diagnóstica o consenso entre los miembros del equipo

paliativo, o con los familiares del paciente, es mejor continuar el tratamiento que se tiene,

sin retirar o escalar a otros (BERNARD, 2002).

La finalidad siempre será acompañar, aliviar los síntomas y el sufrimiento; asesorar a la

familia; facilitar la comunicación de la familia con el enfermo; evitar procedimientos no

necesarios; manejar la tensión que estas decisiones causan en el personal de salud y la

familia. Acompañar en el duelo.

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47

Otros aspectos que deben tenerse en cuenta dentro del análisis son, según Bernard:

Inutilidad del tratamiento: Es el punto más importante, pues si no hay una justificación de

peso, no tiene sentido. Para ello Bernard, ha propuesto la categorización de

tratamientos inútiles de la siguiente forma: Intervención sin racionalidad fisiológica,

intervención que no produce efecto fisiológico, intervención que ya ha fallado en otros

pacientes, tratamiento máximo que está fallando, intervención que no alcanza los

beneficios esperados (BERNARD, 2002, pp. 60-61).

Voluntad de los padres competentes: La decisión debe considerarse en base a la

preservación de la salud y la vida, de no privar o coaccionar la libertad de elección, y

cuando no es posible curar, se debe priorizar el alivio de los síntomas para dar una

buena calidad de vida y preparar a una buena muerte.

Costo-beneficio: Bioéticamente, no se debe limitar un tratamiento por consideraciones

económicas, a menos que los costos sobrepasen las posibilidades económicas de la

familia y la institución. Es una situación delicada, considerando que en Guatemala no

hay leyes ni políticas en salud pública y en general para restringir o limitar el tratamiento

bajo ciertas condiciones y circunstancias. Por tanto el papel del médico es velar por una

justa distribución de recursos analizando y juzgando cada situación y las posibilidades de

supervivencia del paciente, según su condición y avance de la enfermedad. La

proporcionalidad del tratamiento se basa en la eficacia científico-técnica, el sufrimiento

físico, emocional, social y espiritual del paciente y su familia (BONILLA, 2010, pp. 61-62).

Hay otros requerimientos bioéticos que pueden fundamentar la limitación del esfuerzo

terapéutico, estos son desde el punto de vista clínico, la existencia de un síntoma

refractario, disminuir el sufrimiento, muerte cercana (BÁTIZ, 2010).

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4.6. Comunicación al paciente y/o a los padres, de la limitación del esfuerzo

terapéutico

Los estudios pediátricos, ponen en evidencia la importancia y el papel que juegan los

padres de familia y la familia en general, a la hora de tomar decisiones. Lo que se busca

es llegar a un acuerdo con los padres, en relación con las decisiones de limitación del

esfuerzo terapéutico, con la finalidad de conservar la dignidad del paciente.

Es indispensable la confianza para llevar a cabo la limitación del esfuerzo terapéutico,

por lo que se debe procurar que los padres y la familia del paciente, confíen en el equipo

multidisciplinario, para lo cual, mejorar la calidad de la comunicación, con información

objetiva, constituye un gran recurso.

Como profesionales de la salud y a sabiendas de las circunstancias que enfrenta el

paciente y su familia, un médico y/o los miembros del equipo multidisciplinario, deben

cerciorarse de realizar la comunicación en un lugar tranquilo, y la decisión consensuada

debe quedar escrita en el expediente clínico, razonada y bien justificada. Las órdenes,

deben ser lo más sencillas y claras posible; sin embargo hay que hacer la salvedad de

que éstas no serán estáticas, pues conforme el avance de la enfermedad, podrán variar y

ordenarse nuevas cosas, recordando que una limitación del esfuerzo terapéutico no

requiere el abandono de las medidas paliativas. (BÁTIZ, 2010, pp. 292-296).

La pregunta aquí es ¿Quién decide si se debe limitar el esfuerzo terapéutico?, la

respuesta es un consenso; ya que desde los aspectos cualitativos, que son calidad de

vida y las necesidades del paciente, debería contarse con la opinión del paciente y/o sus

padres. Y, desde el punto de vista médico, es el personal de salud, quien debe definir

hasta dónde se debe continuar escalando el tratamiento y por qué.

4.7. Consentimiento informado

Es obligación del médico, informar al paciente y a su familia o representante legal, sobre

el diagnóstico, pronóstico y tratamientos, indicando los beneficios y riesgos de cada

tratamiento y de la enfermedad. Esta comunicación debe ser completa, continua,

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objetiva y comprensible por parte el paciente y su familia. Luego de esta comunicación,

debe obtenerse la firma de aceptación del tratamiento. El consentimiento informado, es

gradual y continuado y constituye un proceso que finaliza con la firma de aceptación.

Los objetivos del consentimiento informado en la limitación del esfuerzo terapéutico,

según Garduño son: “Respetar a la persona y su dignidad, garantizar la información

suficiente y adecuada para que se pueda realizar una toma de decisiones, respaldar las

acciones del médico al compartir la toma de decisiones con el paciente y/o su familia,

determinar los límites de acción” (GARDUÑO, 2011).

Para que un Consentimiento Informado sea válido, requiere que la persona sea capaz de

tomar decisiones de forma libre y voluntaria, y que la decisión se tome después de

comprender y analizar toda la información recibida.

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5. CONCLUSIONES

5.1. Los cuidados paliativos son, desde el punto de vista de la bioética, la mejor opción

para el tratamiento del niño con enfermedad crónica o que se encuentra en la etapa

final de la vida.

5.2. La limitación del esfuerzo terapéutico, es una medida viable y lícita, desde el punto de

vista bioético. Es una forma de dignificar la vida del enfermo terminal, brindando

aquellas medidas necesarias para una buena muerte, sin caer en eutanasia o

distanasia.

5.3. El abordaje del caso clínico, debe hacerse de forma individual, para limitar esfuerzos

terapéuticos; para lo cual no existe una fórmula, receta o guía estandarizada; ya que

cada paciente es diferente. Sin embargo, contar con una guía que apoye la toma de

decisiones, es de mucha utilidad para el personal médico, pues les brinda

herramientas y fundamentos bioéticos que apoyen la decisión.

5.4. La participación del paciente y/o de su familia, es indispensable a lo largo de todo el

proceso de la enfermedad, debe existir buena comunicación, honestidad en la

comunicación diagnóstica y pronóstica, para que, llegado el momento, la toma de

decisiones no se convierta en un problema o dolor mayor para la familia, si no más

bien, en un momento en el que se elija lo que más beneficie al paciente y le ayude al

bien morir.

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6. RECOMENDACIONES

6.1. Esta primera etapa del trabajo ha pretendido realizar una revisión del tema, y

presentar una propuesta de protocolo para la toma de decisiones en la limitación del

esfuerzo terapéutico, en donde no solo participe el médico, sino también el equipo

que ha trabajado con el paciente, así como la familia.

6.2. La primera recomendación después de esta primera etapa, es probar la eficacia del

protocolo, socializándolo en hospitales, para poder verificar su utilidad, realizar

enmiendas de ser necesarias, para luego proponer su implementación a nivel

nacional.

6.3. Es necesario insistir en los centros hospitalarios, sobre la necesidad de crear comités

de bioética e incluir, en la formación médica continua, temas de bioética, para que,

llegado el momento de realizar toma de decisiones, no sea un conflicto para el

médico, sino más bien una medida que le ayude a brindar confort al paciente así

como procurarle una buena muerte.

6.4. Además de lo anterior, es necesario promover las unidades de cuidados paliativos,

para acompañamiento de los pacientes con enfermedades crónicas o incurables,

desde su diagnóstico hasta el final de la vida.

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