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1 Libros con mapas y libros de mapas. Imprenta y cartografía en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla Margarita Gómez Gómez. Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas, Universidad de Sevilla En 1611, Sebastián de Covarrubias, definía la palabra mapa como “la tabla, lienzo o papel donde se descriue la tierra universal o particularmente” 1 . En nuestros días, esta definición sigue siendo válida y se aplica a toda representación total o parcial de la tierra sobre una superficie plana 2 . Durante los siglos que median entre una y otra definición, la realización de los mapas, su técnica y su proyección, han evolucionado mucho y la forma en que tales imágenes han llegado hasta nosotros también. Hoy en día nada sería de la cartografía sin la imagen digital. En la época del Renacimiento, en cambio, la imprenta fue la técnica más novedosa de hacer llegar las representaciones geográficas a un mayor número de personas y a menor coste. La imprenta tipográfica, en conjugación con el desarrollo de otras técnicas de grabado y de reproducción de la imagen, revolucionaron profundamente el mundo de la representación gráfica en la Europa moderna, tanto que nadie duda en afirmar hoy que, sin la aparición y el desarrollo de la imprenta, la cartografía y, con ella, los avances en la geografía y el conocimiento general, no hubieran sido los mismos. 1 Y añade, “puede venir de mappa que quiere decir lienço o toalla, y particularmente la que los pretores en los juegos circenses, embiavan por señal, para que se empeçassen, en la qual estava blanqueada o engregada, como si dixéssemos almidonada... y por esta causa también a estas descripciones llamamos lienços, por estar en lienço”. (S. de COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid, por Luis Sánchez, 1611) 2 Esta es la definición que ofrece la última edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: (Del b. lat. mappa, toalla, plano de una finca rústica). 1. m. Representación geográfica de la Tierra o parte de ella en una superficie plana. 2. m. Representación geográfica de una parte de la superficioe terrestre, en la que se da información relativa a una ciencia determinada. Mapa lingüistico, topográfico, demográfico. 3. f. coloq. p. us. Lo que sobresale en un género, habilidad o producción. La ciudad de Toro es la mapa de las frutas.

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Libros con mapas y libros de mapas. Imprenta y cartografía en

la Biblioteca de la Universidad de Sevilla

Margarita Gómez Gómez.

Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas,

Universidad de Sevilla

En 1611, Sebastián de Covarrubias, definía la palabra mapa como “la tabla, lienzo o papel donde se descriue la tierra universal o particularmente”1. En nuestros días, esta definición sigue siendo válida y se aplica a toda representación total o parcial de la tierra sobre una superficie plana2. Durante los siglos que median entre una y otra definición, la realización de los mapas, su técnica y su proyección, han evolucionado mucho y la forma en que tales imágenes han llegado hasta nosotros también. Hoy en día nada sería de la cartografía sin la imagen digital. En la época del Renacimiento, en cambio, la imprenta fue la técnica más novedosa de hacer llegar las representaciones geográficas a un mayor número de personas y a menor coste. La imprenta tipográfica, en conjugación con el desarrollo de otras técnicas de grabado y de reproducción de la imagen, revolucionaron profundamente el mundo de la representación gráfica en la Europa moderna, tanto que nadie duda en afirmar hoy que, sin la aparición y el desarrollo de la imprenta, la cartografía y, con ella, los avances en la geografía y el conocimiento general, no hubieran sido los mismos.

                                                            1 Y añade, “puede venir de mappa que quiere decir lienço o toalla, y particularmente la que los pretores en los juegos circenses, embiavan por señal, para que se empeçassen, en la qual estava blanqueada o engregada, como si dixéssemos almidonada... y por esta causa también a estas descripciones llamamos lienços, por estar en lienço”. (S. de COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid, por Luis Sánchez, 1611) 2 Esta es la definición que ofrece la última edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: (Del b. lat. mappa, toalla, plano de una finca rústica). 1. m. Representación geográfica de la Tierra o parte de ella en una superficie plana. 2. m. Representación geográfica de una parte de la superficioe terrestre, en la que se da información relativa a una ciencia determinada. Mapa lingüistico, topográfico, demográfico. 3. f. coloq. p. us. Lo que sobresale en un género, habilidad o producción. La ciudad de Toro es la mapa de las frutas.

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En el contexto de la exposición que sobre cartografía histórica organiza la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, me corresponde analizar el papel jugado por la imprenta, por el libro impreso, en el desarrollo cartográfico de nuestra época moderna, una influencia notable pero que también se ejerció a la inversa, desde la cartografía hacia el mundo de la imprenta y del libro, un aspecto de gran interés y, sin embargo, prácticamente inexplorado, que voy a tratar de analizar desde el punto de vista de la historia del libro y la bibliografía material3.

1. Usos y funciones del mapa. Mapas manuscritos y mapas impresos.

Desde los primeros tiempos de la humanidad, el hombre sintió la necesidad de representar mediante el dibujo, mediante la marca, la imagen de lugares conocidos o imaginados, importantes para sí mismo o su colectividad. Los mapas han convivido con el hombre mucho antes que la propia escritura, siendo, en efecto, uno de los más antiguos y universales medios de comunicación gráfica4. J.B. Harley es uno de los pocos especialistas que han llamado la atención sobre las conexiones existentes entre el mundo de los mapas y el de la escritura. Considera a los mapas textos de iguales características que otros sistemas de signos no verbales, un lenguaje gráfico que, aunque carente de gramática, debe ser decodificado para su interpretación y se encuentra sujeto a ciertas reglas5.

A lo largo de la historia, los mapas han cubierto los fines y funciones más diversas y variadas. Desde los meramente utilitarios, de localización e identificación de un lugar en el espacio para cubrir necesidades elementales, hasta los más sofisticados y complejos con la intención de perpetuar elevados conocimientos científicos. Los mapas han                                                             3 Quiero agradecer a Julián Martín Abad, Jefe del Servicio de Manuscritos e Incunables de la Biblioteca Nacional, la ayuda prestada y acertadas orientaciones que me ha proporcionado para la realización de este trabajo, así como el haberme puesto en contacto con Carmen Líter Mayayo, Jefe del Servicio de Cartografía de la Biblioteca Nacional y Carmen Manso, Directora del Departamento de Cartografía y Artes Gráficas de la Real Academia de la Historia, a quienes agradezco su interés y sus indicaciones bibliográficas. También, a Arsenio Sánchez Hernámperez, especialista en conservación y encuadernación, actualmente restaurador en la Biblioteca Nacional, su generosidad y ayuda. Y aunque no quiero alargar la lista de agradecimientos, que podría ser interminable, no puedo dejar de mencionar aquí a Eduardo Peñálver, responsable del fondo antiguo de la Biblioteca e ideólogo de esta exposición, y de todo el personal dedicado al fondo antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. 4 I. J. GELB, Historia de la escritura. Madrid, 1991. G. R. CARDONA, Antropología de la escritura. Barcelona, 1994. W. ONG, Oralidad y escritura. Tecnología de la palabra. México, 1987. L. J. CALVET, Historia de la escritura: de Mesopotamia hasta nuestros días. Barcelona, 2001. Desde el punto de vista de la cartografía: C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps. London, 1989, pp. 3-10; C. JACOB, L´empire des cartes. Approche théorique de la cartographie à travers l´histoire. París, 1992. También, C. LITER MAYAYO, A. HERRERO VIGIL, F. SANCHIS BALLESTER: Geografía y cartografía renacentistas. Madrid, 1992, pp. 7-8 5J. B. HARLEY defiende la visión textual del mapa y su consideración como construcción social, producto de un contexto determinado, que se debe investigar, y generador de un simbolismo que igualmente debe ser analizado: “Los mapas son textos en el mismo sentido que lo son otros sistemas de signos no verbales como los cuadros, las impresiones, el teatro, el cine, la televisión y la música. Los mapas también comparten muchos intereses comunes con el estudio del libro al exhibir su función textual en el mundo y ser sujetos de control bibliográfico, interpretación y análisis histórico. Los mapas son un lenguaje gráfico que se debe decodificar. Son unas construcciones de la realidad, imágenes cargadas de intenciones y consecuencias que se pueden estudiar en las sociedades de su tiempo. Al igual que los libros son también producto tanto de las mentes individuales como de los valores culturales más amplios en sociedades específicas”. (J. B. HARLEY, “Textos y contextos en la interpretación de los primeros mapas”. En La nueva naturaleza de los mapas. Ensayos sobre historia de la cartografía. México, 2005, pp. 59-78, cit. en p. 62)

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facilitado las comunicaciones marítimas y terrestres, el desarrollo de la navegación y la exploración del mundo y se han puesto al servicio de intereses comerciales o militares, administrativos o fiscales e, incluso, propagandísticos, artísticos, decorativos y didácticos.

Los materiales sobre los que han sido realizados, son también muy variados. La palabra “mappa”, ya se dijo, significa pañuelo o lienzo, aludiendo a un material usual en la confección de los mismos, pero también pudo emplearse la piedra, la madera, el metal, el papiro, el pergamino o, por supuesto, el papel. Mapas se han realizado sobre tantas materias como sobre las que se ha escrito o dibujado. El tamaño de los mapas pudo, igualmente, ser muy diverso, desde auténticas miniaturas, hasta enormes mapas murales de varios metros de extensión. También pudo variar el medio adoptado para fijar el trazado, el diseño, al soporte. Durante buena parte de la historia, los mapas fueron dibujados, pintados o tallados a mano mediante técnicas similares a las empleadas en el mundo de la pintura o el bajorrelieve. Cuando, primero en Oriente y luego en Occidente, se descubrieron técnicas que permitieron la multiplicación mecánica de la imagen y de la escritura, muy pronto fueron aplicadas a la reproducción y multiplicación de los mapas6. Muchos mapas se conservaban enrollados y otros plegados sobre sí mismos, a veces, en complicados formatos que podían entorpecer, como todavía ocurre hoy día, su manejo y utilización7. También pudieron adoptar la forma de libro y ser encuadernados para su más fácil trasporte y conservación.

La elección de una materia u otra para confeccionar un mapa, de uno y otro formato o de un medio u otro de fijar el diseño al soporte, ha dependido a lo largo de la historia de dos factores fundamentales: por un lado, del avance técnico y la cultura material de la sociedad productora y, por otro, del uso y la función que el mapa fuera a cubrir en dicha sociedad. Esta es una cuestión importante para comprender otros muchos aspectos de la producción de los mapas en su conjunto. El consumo de mapas, su demanda, alterará tanto su aspecto formal, como su contenido geográfico y marcará su progresiva evolución conceptual y material. El uso del mapa determinó, pues, su mayor o menor difusión y ésta, a su vez, el medio adoptado para su reproducción.

Desde el siglo XIV era conocida en Europa una antigua técnica de impresión oriental, la xilografía, técnica de grabado sobre madera y en relieve que muy pronto se utilizó para la reproducción de imágenes, estampas y, por supuesto, mapas. La xilografía permitía abaratar el coste del diseño de la imagen, si bien tenía ciertos límites para la adecuada reproducción de los pequeños detalles. A principios del siglo XV, se conoce también en Europa otra técnica de grabado, cuyo origen es menos conocido que la xilografía. Se trata de la calcografía o grabado en cobre y en hueco, que permitía una mayor perfección en el detalle y una más alta expresión gráfica y artística. A mediados del siglo XV, además, se redescubre en Maguncia, otro nuevo arte de impresión, me refiero a la tipografía, técnica utilizada para la reproducción mecánica de la escritura mediante tipos móviles en metal

                                                            6 Los mapas impresos más antiguos son chinos. El más antiguo conservado es el llamado “Shiwu Goufeng dili zhitu”, datado entre los años 1131 y 1162. (D. WOODWARD, “Techniques of Maps Engraving, Printing and Coloring in the European Renaissance”. En The History of Cartogaphy, vol. 3, part. I. Cartography in the European Renaissance. Ed. by D. Woodward, Chicago, 1987 (2007), pp. 591-610) 7 N. BROC, La géographie de la Renaissance. París, 1986, pp. 43-44. C. JACOB en su ya citada obra L´empire des cartes... analiza con detalle cada uno de estos formatos y soportes, pp. 54-138.

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que modificó profundamente los sistemas que existían hasta entonces para producir y difundir los textos escritos8.

El descubrimiento y la conjugación de estas tres técnicas de impresión en la Europa del siglo XV, tuvo incalculables consecuencias en todos los órdenes y generó el desarrollo imparable de un nuevo oficio, el de las llamadas “gentes del libro”, personas de diversa calidad interesadas en editar, imprimir y vender textos y hacerlos llegar al mayor número de personas posibles y a los más alejados lugares. Un universo renovado y compartido de editores, mercaderes y consumidores de información escrita y, en general gráfica, que desde entonces no dejó de crecer hasta nuestros días.

La importancia que estas “gentes del libro” y de la imprenta tuvieron en la renovación general del conocimiento llevada a cabo en la Europa del Renacimiento, ha sido puesta de manifiesto por numerosos especialistas, algunos de los cuales han llegado a afirmar que, sin la imprenta, movimientos tan significativos para la cultura europea, como el humanismo o la reforma protestante, no hubieran obtenido los mismos resultados9. En el caso de los avances en el conocimiento geográfico y la cartografía se observa una dualidad según, como no podía ser de otro modo, la finalidad que el mapa en cuestión tratara de cubrir. El valor estratégico, político y comercial de muchos descubrimientos y descripciones llevadas a cabo en la Europa del XV y el XVI, favorecía su mantenimiento en secreto10. Muchos de estos mapas, y las exploraciones que los generaban, fueron financiados por monarcas, gobernantes o grandes comerciantes con la exclusiva finalidad de beneficiarse y ganar terreno político, militar o económico, frente a terceros11. Carlos V, por ejemplo, invirtió grandes sumas de dinero en cartografiar el interior de su imperio, pues imperaba ya la idea de que no podía gobernarse un territorio si el gobernante lo desconocía. Algunos de estos mapas llegaron a imprimirse, pero en tan escaso número que ni tan siquiera han llegado hasta nosotros. En numerosas ocasiones, incluso, estaba terminantemente prohibida la divulgación de los datos y descubrimientos conseguidos. Se observa, de este modo, un fuerte contraste entre la rapidez y secreto con que se actualizaban los mapas en instituciones como la Casa de la Contratación de Sevilla y la lentitud con la que estas novedades llegaban a plasmarse en mapas y libros impresos12. Se

                                                            8 La bibliografía sobre el nacimiento de estas técnicas de impresión y su descubrimiento en Europa es muy abundante. Por citar algunas obras significativas en este sentido: L. FEBVRE, H.-J. MARTIN, La aparición del libro. México, 2005; H. CARTER, Orígenes de la tipografía: punzones, matrices y tipos de imprenta (siglos XV y XVI). Madrid, 1999; A. JURADO, La imprenta: orígenes y evolución. Madrid, 1999; J. MARTÍN ABAD, “La técnica impresora”. En Historia de la ciencia y de la técnica en la Corona de Castilla, Valladolid, 2002, vol. II, Edad Media 2, pp. 651-674; del mismo autor, Los libros impresos antiguos. Valladolid, 2004; M. TWYMAN, L´imprimerie: histoire et techniques. Lyon, 2007. 9 Sobre el impacto de la imprenta en la cultura europea, E. EISENSTEIN, La revolución de la imprenta en la edad moderna europea. Madrid, 1994. Su relación con el Humanismo y la Reforma puede estudiarse en A. GRAFTON, “El lector humanista”. En Historia de la lectura en el mundo occidental. Dir. G. Cavallo y R. Chartier. Madrid, 1998, pp. 283 y ss. También, J.-F. GILMONT, “Reformas protestantes y lecturas”. En Historia de la lectura en el mundo occidental. Madrid, 1998, pp. 329 y ss. 10 G. PARKER, “Maps and Ministers: The Spanish Habsburgs”. En Monarchs, Ministers and Maps. Ed. by D. Buisseret. Chicago-Lonfon, 1992, pp. 124-152 11 H. van der HEIJDEN, “La unidad sobre papel. La cartografía de las Diecisiete Provincias de los Países Bajos”. En De Mercator a Blaeu: España y la Edad de Oro de la cartografía en las Diecisiete Provincias. Madrid, 1995, p. 95. D. BUISSERET, La revolución cartográfica en Europa, 1400-1800. La representación de los nuevos mundos en la Europa del Renacimiento. Barcelona-Buenos Aires-México, 2004, pp. 75-82, para el caso español. 12 N. THROWER, Mapas y civilización: historia de la cartografía en su contexto cultural y social. 2ª ed. Barcelona, 2002, p. 76. De gran interés el trabajo de J.B. HARLEY, “Silencios y secretos. La agenda oculta

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puede afirmar, por tanto que los mapas más novedosos no solían darse a la imprenta, todo lo contrario, se solían reproducir de forma manuscrita y se conservaban ocultos al conjunto de la sociedad. Ejemplos de esta práctica existen en las principales cartotecas y archivos de todo el mundo. Por citar algunos fondos cercanos, mencionar la importante sección cartográfica que se conserva actualmente en el Archivo General de Indias de Sevilla o en la Biblioteca Nacional de Madrid.

En la trasmisión de los avances geográficos la imprenta pudo ser superada, en muchas ocasiones, por otros medios de comunicación13. La intensa correspondencia mantenida entre comerciantes, diplomáticos y gobernantes, solía ser la principal vía de trasmisión de toda clase de noticias, incluyendo la relativa a descubrimientos geográficos. Sólo cuando tales textos parecían ser de interés general, se pasaban a la imprenta y se distribuían, normalmente mediante vendedores ambulantes14. Un caso conocido, en este sentido, es la famosa carta escrita por Cristóbal Colón, el 15 de febrero de 1493, anunciando su regreso de las Indias. El original manuscrito de esta carta se ha perdido, pero se conservan varias versiones en castellano, italiano y latín. Precisamente en la versión latina impresa en Basilea en 1494, se representa por primera vez a Colón rodeado de las islas por él descubiertas en una muy interesante xilografía que, sin embargo, no tiene ninguna intención cartográfica15.

Otro aspecto que limitaba el uso de la imprenta para la divulgación de novedades geográficas era el peso de la tradición. Incorporar los nuevos descubrimientos geográficos, la nueva imagen del mundo, en una obra de tanto peso como, por ejemplo, la Geografía de Tolomeo, significaba tanto como contradecir los contenidos que durante siglos habían sido defendidos como ciertos por las más altas autoridades académicas. En definitiva, dar a la imprenta los nuevos avances geográficos suponía imponer los datos suministrados por la experiencia práctica, por la observación, al dogma de la infalibilidad de los antiguos, al conocimiento perpetuado mediante la autoridad de la escritura, un riesgo que podía acarrear graves consecuencias y que tan sólo podía ser asumido por círculos de alto nivel científico y tras años de aceptación y evocación a antiguas y medievales concepciones del mundo16. La cartografía de un acontecimiento tan significativo desde todos los puntos de vista como fue el descubrimiento de América se imprimió por vez primera en Florencia, en el año 1506. Se trata del mapa de Giovanni Contarini, grabado por Francesco Rosselli, del que sólo se conserva una copia, hoy en la British Library17. En el intervalo de tiempo que media entre el año del Descubrimiento y la impresión de este mapa representativo de las nuevas tierras descubiertas18, se realizaron diversos mapas manuscritos y exentos de gran significación. El más antiguo de todos, como se sabe, parece ser el mapa de Juan de la Cosa, fechado en el 1500 y dibujado a                                                                                                                                                                                   de la cartografía en los albores de la Europa moderna”. En La nueva naturaleza de los mapas. Ensayos sobre historia de la cartografía. México, 2005, pp. 113-140. También D. BUISSERET, La revolución cartográfica en Europa... ob. cit., p. 75 y 80. 13 N. BROC, La géographie de la Renaissance... ob. cit., p. 30-31 14 D. WOODWARD: Cartografia a stampa nell´Italia del Rinascimento. Milán, 2002, pp. 121-127. 15 N. THROWER, Mapas y civilización ... ob. cit., p. 77 16 Como afirma N. Broc, la literatura geográfica del Renacimiento puede ser considerada como una literatura de ruptura, pero también como una literatura de continuidad. (N. BROC, La géographie de la Renaissance... ob. cit., p. 19) 17 N. THROWER, Mapas y civilización... ob. cit., p. 79. 18 No incluyo aquí la ya comentada xilografía incluida en la edición latina de la Carta de Colón publicada en Basilea en el año 1494, por tratarse de una ilustración sin valor cartográfico propiamente dicho. (N. THROWER, Mapas y civilización... ob. cit., p. 77)

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mano sobre pergamino, siguiendo el estilo de los portulanos19. También manuscrito y de muy grandes dimensiones es el mapa de Alberto Cantino (1502) donde aparece la línea de demarcación establecida por el Tratado de Tordesillas20. Y al año siguiente de la impresión de Contarini, en 1507, se realiza mediante xilografía el gran mapa de Waldseemüller, donde por primera vez el Nuevo Mundo se reconoce como algo distinto a Asia y se bautiza con el nombre de América en honor a Américo Vespucio21. Sin embargo, la primera vez que la representación del Nuevo Mundo se imprime formando parte de un libro fue en el año 1508, en concreto, en la edición de la Geografía de Tolomeo publicada en Roma por el impresor Bernardinus di Vitale, con un suplemento titulado “Nova Orbis Descriptio” donde se introdujo un mapamundi renovado, realizado por el holandés residente en Alemania, Johannes Ruysh 22.

La impresión de los mapas, pues, solía ser precedida por cartografías manuscritas, realizadas para cubrir distintos fines. Sólo cuando el contenido de un mapa cobraba valor propagandístico, decorativo o didáctico, pasaba a multiplicarse mediante la imprenta. A pesar de este evidente retraso en la impresión de las novedades cartográficas, la multiplicación y difusión de idénticos textos, imágenes y mapas mediante la imprenta, aun cuando en muchos casos fueran obsoletos, permitió su consulta simultánea por personas diversas y múltiples, repartidas por el mundo, alejadas unas de otras, desconocidas entre sí y con diferente formación e intereses, lo que a la larga contribuyó al paulatino avance del conocimiento23. Como expresa E. Eisenstein, “antes de que un mapa del mundo exacto pudiera recoger nuevos viajes, las viejas reglas que regían la confección de los mapas del mundo tuvieron que ser estudiados y asimilados24.

2. La forma del mapa: mapas exentos, mapas encuadernados y libros de mapas.

Ya se ha visto cómo los primeros mapas del Descubrimiento fueron mapas manuscritos y exentos, o sea, mapas que para ser consultados debían desplegarse sobre una superficie. Muchos de estos mapas eran de grandes dimensiones y se transportaban enrollados y, otros, plegados sobre sí mismos, a veces, en complicados formatos, que podían entorpecer su manejo y conservación25. La forma de globo fue también adoptada para representar en su totalidad la esfericidad de la tierra y, aunque existían desde antiguo, la importancia y

                                                            19 N. THROWER, Mapas y civilización... ob. cit., p. 77. G. R. CRONE, Historia de los mapas. México, 1956, p. 94 20 Al parecer Alberto Cantino se hizo con el mapa para el duque de Ferrara, Hércules d´Este, de forma clandestina, ya que el rey portugués había prohibido la difusión de mapas que mostraran los descubrimientos (G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., p. 97. También, N. THROWER, Mapas y civilización... ob. cit., p. 78) 21 Existe un mapa, dibujado por el italiano Nicolay Canerio, realizado en el año 1505-1506 que sirvió de modelo a Walseemüller para realizar su grabado en madera del mapamundi impreso en 1507. (G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., p. 100) 22 N. THROWER, Mapas y civilización... ob. cit., p.80. También, C. SANZ, La Geographia de Ptolomeo, ampliada con los primeros mapas impresos de América (desde 1507). Madrid, 1959, pp. 104-113. 23 E. EISENSTEIN, La revolución de la imprenta en la edad moderna europea. Madrid, 1994, p. 34, pp. 52-108. Sobre el impacto de la imprenta también reflexiona C. JACOB, L´empire des cartes... ob. cit., pp. 82-83. 24 E. EISENSTEIN, La revolución de la imprenta en la edad moderna europea... ob. cit. p. 191. 25 C. JACOB reflexiona ampliamente sobre los formatos del mapa y su uso a lo largo de la historia en su obra ya citada L´empire des cartes... ob. cit., pp. 109-138.

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desarrollo que adquirió su confección y venta puede considerarse una característica distintiva de la cartografía moderna26.

Ya se ha comentado cómo en el año 1507, el geógrafo Waldseemüller diseña un globo y un mapa, famosos porque en ellos por vez primera América aparece representada como un continente independiente. También G. Frisius plasmó sus conocimientos en textos, mapas y globos, confeccionados en un taller propio de gran reputación. En él se formó G. Mercator, quien, antes que geógrafo, fue un experto grabador de estampas y mapas, cartógrafo y fabricante de globos27. Muchos de los grandes cartógrafos de la época gustaron mostrar sus conocimientos y avances técnicos en grandes mapas murales que solían imprimir en hojas sueltas, luego ensambladas y pegadas en maderas o cartones para su consulta y exhibición28. Me interesa destacar el hecho de que algunos de estos grandes mapas y globos, fueron acompañados de pequeños tratados escritos, libros impresos, donde los autores explicaban y describían los aspectos más destacables de su cartografía. El propio Waldseemüller publicó, acompañando a su globo y su mapamundi, un libro de gran influencia posterior titulado Cosmographia Introductio, impresa en Saint-Die, en 150729. También, J. Schöner escribió e imprimió sus obras Luculentissima Descriptio (1515) o el Opusculum geographicum (1533) como explicaciones a sus globos terráqueos30. De esta forma, se fue desarrollando la costumbre de leer texto tipográfico como forma de comprender mejor la cartografía, una conjugación entre escritura e imagen que no hará sino crecer a medida que avance la época moderna y que terminará generando un nuevo producto librario, los libros con mapas y los libros de mapas, propios de la nueva cultura cartográfica y tipográfica, cuyo nacimiento me propongo analizar aquí planteando, en primer lugar, cuándo y con qué fines el formato libro comienza a ser utilizado para la difusión de la cartografía y cómo se fueron estableciendo relaciones entre el mundo de la cartografía y el de la imprenta tipográfica. El mapamundi de Waldseemüller consta de doce hojas grabadas sobre madera y mide 134,6 por 238,7 cm31. Su enorme tamaño dificultaba su uso y también su conservación, quizás ese sea el motivo de que tan sólo haya llegado hasta nosotros un ejemplar, adquirido por la Biblioteca del Congreso de Washington en el año 2003. Hasta entonces el inmenso mapa se había conservado Alemania, en la biblioteca del príncipe Waldburg-Wolfegg, quien lo adquirió a fines del siglo XVII. Las doce hojas grabadas que lo integraban se encontraban dentro de un portafolios, esperando la ocasión de ser expuestas. El portafolio pertenecía a Johan Schöner, fabricante de globos terráqueos de Nuremberg y allí quedó conservado hasta que en el año 1901 lo descubrió el jesuita Joseph Fisher, que lo dio a la luz32. Algo parecido ocurrió con el gran mapa de Europa realizado por Mercator y puesto a la venta en el año 1554. Se comercializaba en paquetes de quince hojas sueltas, preparadas para pegarlas unas a otras, si bien también podía venderse ya ensamblado y en forma de rollo. Se publicaron cientos de ejemplares, muchos de ellos coloreados, barnizados y colgados de

                                                            26 C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., pp. 79-82. 27 N. BROC, La géographie de la Renaissance... ob. cit., pp. 62-64 28 D. BUISSERET, La revolución cartográfica en Europa... ob. cit., p. 75 y 80 y G. PARKER, “Maps an Ministers: The Spanish Habsburgs”... ob. cit., p. 124-125. También, F. BOUZA, “Cultura de lo geográfico y usos de la cartografía entre España y los Países Bajos durante los siglos XVI y XVII”. En De Mercator a Blaeu. España y la Edad de Oro de la Cartografía en las Diecisiete Provincias de los Países Bajos. Madrid, 1995, pp. 53-72. 29 N. BROC, La géographie de la Renaissance... ob. cit., pp. 63. Sobre su influencia geográfica, p. 27 30 Ib., p. 62 31 N. THROWER, Mapas y civilización ... ob. cit., p. 80 32 Datos obtenidos de la página web de la propia Biblioteca del Congreso.

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las paredes de casas nobles, iglesias y otros lugares públicos. Sin embargo, hoy en día, tan sólo se conserva uno, concretamente el que fuera cortado, encuadernado y coloreado por un monje cisterciense del siglo XVI y hoy se conserva en la British Library de Londres33.

Parecen evidentes las grandes ventajas que la encuadernación podía proporcionar al uso y conservación de los mapas. A principios del siglo XVIII, el cartógrafo y editor de mapas francés Nicolás de Fer, puso a la venta un mapa de Flandes en 24 hojas que podrían venderse de dos formas distintas: sueltas, para disponerse en forma de mural, o encuadernadas, para mayor comodidad del usuario34. Las colecciones de mapas encuadernados constituyen un formato nuevo, propio de la modernidad, unos libros que comienzan a cobrar un fuerte desarrollo a lo largo de los siglos XVI y XVII a la par que lo hace el arte del grabado, de la imprenta y de las gentes del libro en general35.

Se conservan colecciones encuadernadas de mapas realizadas ya desde el siglo XV. A diferencia de la edición de Nicolás de Fer, son encuadernaciones realizadas a posteriori, es decir, no como iniciativa editorial previa a su venta, sino como forma de responder a diversos encargos de clientes que de ese modo podían manejar mejor los mapas adquiridos. Una de las colecciones de mapas más antiguas fue realizada por el veneciano Giácomo de Giraldi (1422-1446), quien encuadernó seis cartas portulanas de igual formato36. En la segunda mitad del siglo XVI, A. Lafreri, grabador de estampas y mapas, librero y encuadernador, publica en Roma una serie de mapas encuadernados de diferentes formatos y origen, aunque con igual portada y título: “Geografía. Tavole moderne di geografia de la maggior parte del mondo di diversi raccolte et messe secondo l´ordine di Tolomeo...”37. En la Italia de mediados del siglo XVI, junto a A. Lafreri, desarrollaron también un trabajo similar los hermanos Michele y Francesco Tramezzino, editores que entre los años sesenta y setenta producen también mapas de distintas partes de Europa, realizados en su mayoría por Pirro Ligorio y grabados por Jacques Bos, Sebastiano de Re, de Musis y George Lily. Los mapas fueron producidos entre Venecia y Roma y todos, salvo uno, llevan la indicación de pertenecer a Michele38.

Este tipo de colecciones se caracterizan, entre otras muchas cosas, por su gran diversidad. Los mapas que integran son de autores, grabadores e impresores diferentes y muestran unas características muy heterogéneas entre sí39. Desde un punto de vista estricto, los conocidos como “Atlas de Lafreri”, tienen muy poco que ver con los libros. Como afirma

                                                            33 A. TAYLOR, El mundo de Gerard Mercator. El cartógrafo que revolucionó la Geografía. Barcelona, 2007, pp. 163-165. El mapa ha sido recientemente digitalizado y puede consultarse a través de la página web de la British Library. 34 C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., p. 110. 35 M. PASTOUREAU el formato dado a los grandes mapas y su posible encuadernación en su trabajo titulado “Feuilles d´Atlas”. En Cartes et figures de la Terre. París, 1980, pp. 442-454. 36 H. ELKHADEM, “Le naissance d´un concept: le Theatrum Orbis Terrarum d´Ortelius”. En Abraham Ortelius (1527-1598). Cartographe et humaniste. Amberes, 1998, pp. 31-42. También J. M. BESSE, “El nacimiento del atlas moderno: Ortelius, Lafreri”. En El mundo de los mapas. Cuadernos de la Fundación M. Botín, 7, pp. 93- 130 37 Conocidos como I.A.T.O. (Italian Atlas Assembled to Order). (H. van der HEIJDEN: “La unidad sobre papel... ob. cit., p. 98). Una de las más antiguas recopilaciones de mapas conservadas se encuentra en la Biblioteca Marciana de Venecia y está datada en 1565. (J. M. BESSE, “El nacimiento del atlas moderno”... ob. cit., p. 97 y 105. También, G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., pp. 126-127) 38 J. M. BESSE, “El nacimiento del atlas moderno”... ob. cit., p. 101-102 39 J. M. BESSE prefiere denominarlos “Atlas compuestos” para marcar las diferencias respectos a los atlas propiamente dichos. (J. M. BESSE, “El nacimiento del atlas moderno”... ob. cit., pp. 106-112). Sobre sus características, véase C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., pp. 98-100.

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D. Woodward, estas recopilaciones no son más que simples “antologías cartográficas”, similares a otros tipos de antologías realizadas en el siglo XVI en el ámbito del arte, de la historia natural o de la numismática. La principal diferencia respecto al libro, propiamente dicho, estriba en la ausencia de proyecto editorial. Son resultado de encargos y soluciones diversas dadas a un material cartográfico preexistente y, como consecuencia, cada ejemplar conservado es único y diferente. Los mapas pueden ser de distintos estilos y tamaños y mostrarse pegados a pestañas o cartivanas o plegados en formas diversas. Además, carecen de escritura, siendo encuadernados sin ningún tipo de texto explicativo que los ilustre.

Un caso distinto y de gran interés para lo que aquí se estudia es el libro español del siglo XVII conocido como el Atlas del Rey Planeta. Se trata de un conjunto de mapas manuscritos de España realizado por Pedro Texeira por encargo expreso de Fernando IV, que pretendía elaborar una relación completa de las costas de España, incluyendo los principales puertos y ciudades. El libro está compuesto de 87 hojas de considerable tamaño (352 x 444 mm.) iluminadas al temple sobre vitela con mapas y escudos. Se trata de una serie de mapas manuscritos realizados para responder a un proyecto previo y coherente, que lo dota de unidad. A pesar de este síntoma de modernidad, el libro muestra una total separación entre imagen y texto, entre mapas y escritura. Al igual que hiciera Waldseemüller a principios del siglo XVI, Texeira prefirió presentar el texto explicativo a los mapas, de gran valor geográfico, en un libro diferente y separado también manuscrito, conservado actualmente en diversas bibliotecas40. La singularidad de este libro estriba en encontrarse a medio camino entre las antiguas prácticas cartográficas y los modernos atlas, un formato librario plenamente moderno que, como se verá, puede considerarse paradigma de las consecuencias que los avances en el mundo de la cartografía y de la imprenta provocaron en la comercialización y uso de los mapas.

3. Libros con mapas y libros de mapas.

La relación de los libros con la representación gráfica de un territorio o lugar se remonta a la antigüedad41. Ya durante la Edad Media solían ilustrarse textos de contenido geográfico o histórico, incluso religioso, con mapas que representaban la imagen, en ocasiones, abstracta, del espacio real o imaginario, que se estuviera describiendo o sobre el que versara el texto copiado. Códices ilustrados con mapas de mayor o menor valor científico, hay muchos. Baste citar, en este sentido, los mapamundis representados en los Beatos visigóticos, ilustraciones sobre pergamino a doble página que reproducían la

                                                            40 El Atlas del Rey Planeta: la “Descripción de España y de las costas y puertos de sus Reynos” de Pedro Texeira (1634). F. PEREDA y F. MARÍAS (Eds.). Madrid, 2002. Aunque en la actualidad sólo se conserva un ejemplar del Atlas, al parecer se hicieron tres copias. Sí se conservan las tres Descripciones textuales manuscritas, actualmente en diversas bibliotecas: la Biblioteca Nacional de España, la British Library y la Biblioteca Nacional de Viena. 41 El mapa conservado más antiguo de Europa, concretamente, de la Península Ibérica, se encuentra en un rollo de papiro descubierto recientemente, envolviendo una momia. Se trata del llamado Papiro de Artemidoro, datado en el siglo I a. C., que trasmite el texto geográfico de Artemidoro de Éfeso que describió la tierra en once libros. El rollo de papiro fue escrito por un escriba de profesión que dejó los huecos para posteriormente hacer el dibujo del mapa. Actualmente, se conserva en el Museo Egipcio de Turín, donde también se encuentra el Papiro de Turín I, donde figura el mapa verdaderamente geográfico más antiguo conservado. (B. KRAMER, “La “Geografía” de Artemidoro de Éfeso”. En La invención de una Geografía de la Península Ibérica. Málaga-Madrid, 2006, vol. I, pp. 97-116)

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imagen del mundo cristiano concebida en la Alta Edad Media. De la Baja Edad Media son también los libros de horas, algunos de los cuales, muestran interesantes vistas y mapas de gran valor42.

En todos estos libros, el mapa jugaba un papel equiparable al de cualquier otra ilustración43. Podían ser de mayor o menor tamaño, ocupar tan sólo unos renglones o, por el contrario, mostrarse a plena o doble página. En libros de geografía antigua las miniaturas cartográficas jugaron un importante papel. El caso más significativo lo representa la Geografía de Tolomeo. No se conserva ningún manuscrito anterior al siglo XII y se ignora si Tolomeo fue autor de algún mapa durante su vida, pero muchos de los códices conservados de su obra muestran hasta veintisiete impresionantes mapas dispuestos a doble página, al final del texto44.

Esta tradición manuscrita fue asumida desde un primer momento por la imprenta. El mapa impreso más antiguo conservado es la xilografía de un mapamundi en forma de T-O que ilustra las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, impresa por vez primera en Augsburgo, en el año 1472, por el impresor Günter Zainer45. El primer libro impreso de la Geografía de Tolomeo, el publicado en 1475, en Venecia, no fue acompañado de mapas46, sin embargo, en la siguiente edición, realizada en Bolonia, en 1477, por el impresor Dominici de Lapis, el texto fue seguido de 26 mapas impresos a doble página mediante la técnica calcográfica47. Estos primeros ejemplos se continuaron a lo largo de toda la época moderna, generando la producción de un nuevo tipo de libro, con unas características especiales, y para el que se ensayó toda una suerte de prácticas que conjugaban las técnicas de los mejores cartógrafos, con la practicada por los mejores grabadores, impresores y editores del momento.

Se debe tener presente que la impresión de un libro con mapas requiere la confluencia de una serie de especialistas distintos, aglutinados y coordinados con el único fin de facilitar la consulta de un texto ilustrado por el mayor número posible de personas. Sólo este objetivo de difusión convertía en rentable una empresa tan costosa como era la impresión de un libro con mapas. El editor-impresor que iniciara la tarea de su publicación debía, en primer lugar, conseguir diseños cartográficos antiguos o modernos, manuscritos o impresos, y encargar planchas de grabado, en madera o en cobre, con las que poder imprimir el número de ejemplares necesario para acompañar la edición. Según la intención que pretendiera conseguir, se conformaría con mapas obsoletos y superados o, por contra, entraría en relación con los geógrafos y estudiosos del momento, empeñados                                                             42 R. CLEMENT, T. GRAHAM, Introducion to manuscripts studios. Ithaca, 2007, con un capítulo específico dedicado a la ilustración de manuscritos con mapas y otro a los libros de horas. Sobre estos últimos también D. BUISSERET, La revolución cartográfica en Europa... ob. cit., p. 54. 43 M. CUESTA DOMINGO, “Descubrimientos, geografía y cartografía, de Cisneros a Pedro de Medina”. En Libros de Geografía en la Universidad Complutense: desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII, pp. 13-26, cit. en 20. 44 Estos veintisiete mapas (diez de Europa, cuatro de África, doce de Asia y uno del mundo) son los que acompañan la versión que finalmente fue traducida al latín en el año 1406 por Jacopo Angelus e influyó más directamente a occidente. Existe otra versión nunca traducida al latín que contenía sesenta y cuatro mapas. (G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., pp. 76-77). Se debe tener en cuenta también que de los cincuenta y un manuscritos griegos conservados, treinta y ocho no tenían mapas. (H. ELKHADEM, “Le naissance d´un concept: le Theatrum Orbis Terrarum d´Ortelius”... ob. cit., p. 31. 45 N. THROWER, Mapas y civilización ... ob. cit., p. 68 46 Un ejemplar de este incunable se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. 47 N. THROWER, Mapas y civilización... ob. cit., p. 68. C. SANZ, La Geographia de Ptolomeo... ob. cit., p. 70. Es en esta edición cuando por primera vez se utiliza la calcografía para la impresión de mapas.

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en cartografiar costas e interiores inéditos de los distintos continentes. En muchas ocasiones, la idea de edición va a partir de estos mismos geógrafos o cartógrafos, humanistas en definitiva, empeñados en revisar sobre criterios de autenticidad el mapa del universo y darlo a conocer con fines didácticos o científicos. Algunos de ellos, caso de Frisius o Mercator, ya se ha visto, llegaron a tener un taller donde confeccionaban sus mapas, globos y otros instrumentos geográficos.

Sin duda, abandonar en manos de terceros la plasmación gráfica de la cartografía que tanto tiempo les había costado diseñar, suponía un riesgo que no estaban dispuestos a asumir. Los estudiosos del Renacimiento se percataron muy pronto de que, si bien la imprenta facilitaba la difusión y multiplicación de buenos textos y mapas corregidos, también podía difundir cualquier error. Estos humanistas-geógrafos-cartógrafos, con importantes inquietudes intelectuales, resultaron de gran importancia para el mundo de los libros48. Ellos buscaron mecenas, aprendieron el oficio de grabador y se acercaron a los tipógrafos, a los impresores, que en muchas ocasiones preferían ilustrar sus libros con viejas planchas y grabados, tradicionales y aceptadas por las autoridades académicas y eclesiásticas, antes que arriesgarse a reproducir otros mapas en muchos casos contradictorios con la imagen del mundo convencional. En la mayoría de los casos, los impresores preferían garantizar la venta de su libro, antes que promover el avance en el conocimiento geográfico y, para hacerlo, no dudaban en emplear viejas planchas de grabado. Un caso conocido, en este sentido, lo protagonizaron el impresor de Estrasburgo, Johannes Grüninger, y el humanista, Willibald Pirkheimer, en la nueva edición de la Geografía de Tolomeo impresa en 1525. El humanista había estudiado durante años el texto y deseaba dar a la luz una obra plenamente corregida e ilustrada con mapas actualizados y modernos donde se recogieran los avances geográficos, incesantes en esos años. Sin embargo, el impresor, a excepción del mapa de Asía, utilizó las mismas planchas que las empleadas por él mismo dos años antes, en 1522, una edición que, a su vez, salvo algunos mapas nuevos, como el mapamundi de Frissius y dos mapas de Asia Oriental, mostraba grabados ya utilizados en las ediciones de los años 1513 y 1520. El resultado fue una nueva edición, la de 1525, con mapas que mantenían antiguas tradiciones y se hallaban plagados de monstruos, demonios, caníbales, serpientes y otros ornamentos fantásticos49. Ante la queja de Pirkheimer, el impresor Grüninger reconoció que no podría vender el libro si no incluía tales fantasías en las ilustraciones, pues el público las demandaba y resultaba indispensable contentarles50.

Todos estos factores tendrán sus consecuencias en el producto bibliográfico resultante. El interés del cartógrafo se acomodará, en mayor o menor medida, al del impresor, quien, en función de sus prioridades y, por supuesto, de la financiación con que cuente para llevar a cabo la edición, utilizará mejores o peores grabados y consonantes técnicas de impresión. En todo caso, y como cualquier libro ilustrado, el libro impreso con mapas será siempre un libro caro y escaso, aun cuando su evidente atractivo ha favorecido el que muchos hayan llegado hasta nosotros51. La seducción que un mapa ejerce sobre nosotros es mucho

                                                            48 M. PASTOREAU analiza las relaciones entre grabadores, impresores y editores en su trabajo, ya citado, “Feuilles d´Atlas”... p. 452. Sobre la edición de mapas en Francia, resulta de interés su trabajo titulado”Confection y commerce des cartes a Paris aux XVIe et XVIIe siècles”. En La Carte manuscrite et imprimée du XVIe au XIXe siècle. Sous la direction de F. Barbier. München Saur, 1983, pp. 9-32. 49 C. SANZ, La Geographia de Ptolomeo... ob. cit., p. 150-137 50 El gran libro de los mapas. P. Barber comp. Barcelona, 2006, p. 212 51 P. Barber estima que de las 30.000 ediciones de incunables conocidas, sólo 56 contienen algún mapa y que aunque la proporción fue en aumento, la proporción en relación a los libros sin mapas es infinitesimal.

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mayor que la provocada por la escritura. Sin duda, la combinación de imagen y texto, en libros convenientemente dispuestos y encuadernados, posee una plusvalía visual que aún hoy día es difícil de superar.

Durante los primeros años de la imprenta, la mayor parte de los libros ilustrados con mapas se valieron de la técnica xilográfica para su reproducción, si bien se observa una preferencia por este tipo de grabado en el norte de Europa, en Alemania, frente a Italia52. La xilografía, al ser, como se dijo, una técnica de grabado en relieve, al igual que la tipografía, va a permitir al impresor una mayor autonomía en la composición del libro que cuando empleaba grabados calcográficos en hueco, técnica opuesta a la tipografía que requería un tipo de prensa distinta para traspasar el diseño entintado a la hoja de papel. Esta diferencia va a traer importantes consecuencias, a su vez, en la composición interna de los libros con mapas y sus características formales, así como en el propio desenvolvimiento de la producción y venta de este tipo de obras53.

Los libros con mapas ilustrados grabados mediante la técnica xilográfica muestran una mejor integración del mapa en la estructura interna del libro. La posibilidad que ofrece la xilografía de combinar en una misma forma de imprenta la plancha de madera grabada y los tipos móviles, para imprimirlos conjuntamente con la misma prensa y bajo la directa supervisión del mismo y único maestro de taller, favorece el hecho de que la imagen y el texto compartan el mismo espacio, una misma página, y que los grabados queden inmersos en la misma secuencia de foliación o paginación que el resto del libro, compartiendo, incluso, la misma secuencia de signaturas tipográficas que dan orden a sus fascículos.

Los libros impresos con mapas grabados mediante la técnica calcográfica, muestran, por el contario, una mayor separación entre la imagen y el texto. Los mapas suelen disponerse en hojas diferentes que se cosen o pegan intercaladas entre los fascículos del libro o se disponen al final del mismo, a modo de apéndice. Tales hojas de grabados calcográficos suelen mostrar una numeración independiente al resto del libro y, por supuesto, no suelen compartir la secuencia de la signatura tipográfica que identifica la obra. La incompatibilidad de la calcografía, grabado en hueco, con la tipografía, en relieve, obligaba al impresor a ceder a terceras personas la impresión de unos grabados que serán integrados en el libro con posterioridad a la impresión del texto. Este hecho encarecía el producto y dificultaba el trabajo del tipógrafo que debía, necesariamente, contar con la

                                                                                                                                                                                  (P. BARBER, “The maps, town-viewa and historical prints in the Columbus Inventory”. En The print collection of Ferdinand Columbus, 1488-1539. A Renaissance Collector in Sevilla. London, 2004, pp. 246-262. Ver, también, M. PASTOUREAU: “L´illustration du livre: compredre ou rêver?”. En Histoire de l´edition française. Promodis, 1982, t. I, pp. 501-530) 52 N. THROWER, Mapas y civilización ... ob. cit., p. 68-69. La preferencia de la xilografía en el norte de Europa, frente a la pronta generalización de la calcografía en Italia, es una característica importante en la cartografía y ha sido estudiada entre otros por T. CAMPBELL, The earliest printed map, 1472-1500. London, 1987, p. 11; también, D. WOODWARD: Cartografia a stampa nell´Italia del Rinascimento. Milán, 2002, donde analiza el desenvolvimiento de ambas técnicas en Italia y ofrece interesantes datos sobre el modo de trabajar de los grabadores de mapas, ya fueran xilógrafos o calcógrafos, sus ventajas e inconvenientes. De carácter más general es su trabajo, ya citado, “Techniques of Maps Engraving, Printing and Coloring in the European Renaissance”... pp. 591-610. 53 Sobre las técnicas de impresión aplicadas a los mapas, váese C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit., pp. 11-18. También, A. ROBISON, “Mapmaking and map printing: the evolution of a working”. En Five centuries of map printing. Ed. by D. Woodward. Chicago, 1975, pp. 1-24.

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colaboración de un experto en el grabado en cobre y con un taller donde se imprimieran las hojas, luego incorporadas en el libro que se estaba imprimiendo en su taller.

De estas dos formas de imprimir y presentar los mapas y sus textos se conservan ejemplos en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Uno de los libros más representativos en este sentido es el incunable impreso en Salamanca, en 1498, con comentarios de Elio Antonio de Nebrija, de la Cosmographia de Pomponio Mela. Este incunable muestra un sencillo mapamundi xilográfico, dispuesto de forma apaisada en una página, plenamente integrada en el formato códice del libro54. Otro incunable con mapas xilográficos, en este caso de islas, conservado en la Biblioteca, es el Isolario de Bartolomeo Zamberti, impreso, al parecer, en Venecia, por Guglielmo Anima mia de Tridino, hacia el año 148655. También xilográficas son las abundantes vistas de ciudades impresas en el Liber Cronicarum de H. Schelder, impreso en Nuremberg por Koberger en 1493, uno de los incunables más importantes y representativos que se conservan por la calidad de sus ilustraciones. En el dorso de su folio XII y el recto del XIII, se imprime un mapamundi a doble página donde se mantiene la tradición medieval de reproducir imágenes de monstruos y seres fantásticos inspiradas en obras de los clásicos, junto a los tres hijos de Noé56. La edición de la Geografía de Estrabón publicada en el año 1571, en Basilea, en la “officina Henricpetrina”, es un buen ejemplo del mantenimiento de este estilo a lo largo del siglo XVI. En este caso, además, los mapas xilográficos, impresos en bifolios a doble página, muestran escritura tipográfica en su primera página, dejando la última en blanco. Los mapas mantienen la misma paginación, reclamo y signatura tipográfica que el resto del libro57.

En determinados casos, la integración del mapa en la página se logra incluso en libros donde la calcografía fue la técnica empleada para reproducir la imagen. Es el caso, por ejemplo, de la obra de T. Porcacchi titulada L´isole piu famose del mondo, impresa en Venecia en 1575, con muy buenos grabados calcográficos que comparten una misma página con el texto explicativo del mapa, dispuesto en una gran armonía58. No se puede decir lo mismo del libro de W. Lodewijcksz, Primier liure de l´histoire de la navigation aux Indes Orientalis, publicado en Amsterdam, por Cornille Nicolas, en el año 1598, cuyos grabados calcográficos también comparten espacio con la escritura, pero no con demasiada pericia, pues, en la mayoría de los casos, el grabado del mapa oculta parte del texto tipográfico59. En ciertos casos, el editor de la obra optó por conjugar el grabado xilográfico para mapas impresos en la misma página que el texto tipográfico y el grabado calcográfico para láminas sueltas que luego intercalaba en el libro de distintas formas. Es el caso de la obra en cuarto, de B. Arias Montano, De varia republica siue Commentaria in librum iudicum, impresa en Amberes por Jan Moretus en la oficina plantiniana, en el                                                             54 Biblioteca de la Universidad de Sevilla, en adelante BUS, A 335/022 55 BUS A 335/135 56 BUS A 335/107. Podría comentar también otro importante incunable aquí conservado con vistas de ciudades. Me refiero al Fasciculus temporum de Werner Rolevinck del que se conservan tres ediciones distintas, la realizada en Venecia, por Georgius Walch, en el año 1479 (BUS A 335/066), la edición sevillana de los impresores Bartolomé Segura y Alfonso del Puerto del año 1480 (BUS A 335/107)y la de Venecia, de Ratdolt, publicada el año 1484, en este caso sin vistas (BUS 336/046(2). También, cabría mencionar el incunable de la obra de Jacobo de Foresti titulada Supplementum chronicarum orbis ab initio mundi, publicada en Venecia el año 1486 por Bernardinus de Benaliis (BUS A 335/022) 57 BUS Res 75/2/15. Los mapas se unen al libro mediante el sistema de cartivanas. 58 BUS A 11/03/01 59 BUS A Res 18/2/11, el caso del grabado que tapa el texto en p. 3 vuelto, por ejemplo. En este caso aparecen también grabados xilográficos de determinados relieves

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año 159260. Un libro muy interesante, que no pudo dejar de mencionar aquí, es la impresionante obra de A. Kircher, Mundus subterraneus. La edición conservada en la Biblioteca consta de dos tomos publicados en Amsterdam, por J. Jansson y E. Weyerstraten, entre los años 1664-65. Los mapas no son las ilustraciones más representativas, todo lo contrario, pero muestra un sistema combinado de gran interés. De este modo, los grabados podrán intercalarse en la página de texto, tanto si son calcografías (p. 88, sobre los lagos del Mediterráneo) o xilografías, más sencillas (p. 98, sobre la profundidad de los mares) o bien añadirse al libro, pegándose mediante cartivanas (sistema del que se tratará más adelante) o cosiéndose en diferentes formatos. Es de mencionar que la mayoría de los grandes grabados calcográficos en esta obra están realizados en hojas plegadas e incorporadas al libro en lugares establecidos previamente por el autor o editor. La indicación del lugar donde debía ser añadido el grabado se indica, en este caso, en el ángulo superior de la ilustración donde se expresaba el tomo correspondiente y la página tras la cual debía ser colocado61.

La posibilidad de imprimir el texto a dos colores, es otra ventaja de la xilografía respecto a la calcografía. La primera vez que se imprimió un mapa policromo fue en el año 1511 y se aplicó a la edición veneciana de la Geografía de Tolomeo, impresa por Jacobus Pentius y editada por Bernardo Sylvanus. Tenemos la suerte de conservar en nuestra biblioteca un ejemplar de esta rara edición, que muestra impresionantes mapas a doble página, dispuestos, como suele ser habitual en esta obra, detrás del texto62. En el mismo volumen y precediendo a esta obra, se encuentra encuadernada la edición de la Geografía de Tolomeo realizada en Lyon, en 1535, por el gran impresor Trechsel63.

Curiosamente, la policromía en los mapas fue desapareciendo a medida que avanzaba el siglo XVI, al mismo tiempo que se generalizaba el uso de la calcografía, técnica que aunque aporta una mayor calidad artística no permite imprimir a dos colores. Muchos mapas y otros grabados impresos mediante la calcografía, se coloreaban a mano con posterioridad a la impresión y, en muchas ocasiones, por encargo de la persona que compraba la obra64. Ejemplos de esta práctica también pueden encontrarse en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, es el caso, por ejemplo, de la Geografía de L. Sanudo, publicada en Venecia en 1588, con doce mapas impresos calcográficos, cosidos como apéndice a mitad del texto y coloreados65.

El uso de la xilografía o la calcografía también influye en la escritura utilizada para rotular el contenido de los mapas e indicar el nombre de los lugares y diferentes accidentes geográficos. En principio, la técnica xilográfica obtiene mejores resultados para reproducir la escritura gótica, angulosa y con trazos más gruesos, que la humanística. Fue la técnica de grabado más utilizada en la impresión de mapas en el norte de Europa durante los siglos XV y XVI. Un buen ejemplo, en este sentido, lo proporciona la ya mencionada edición de la Geografía de Tolomeo publicada en Lyon por Melchor y Gaspar Trechsel, cuyos mapas son realizados íntegramente mediante la xilografía, mostrando una escritura gótica minúscula de muy buena calidad para el interior de los

                                                            60 BUS Res 59/4/02 61 BUS A. 149/134 62 BUS Res 01/04/01 (2) 63 BUS Res 01/04/01(1) 64 N. THROWER, Mapas y civilización ... ob. cit., p. 69. 65 BUS A Res 02/1/08. Los mapas se incluyen detrás de una primera parte textual que llega hasta la signatura f4. Tras los mapas continúa el texto con una nueva secuencia en la signatura A.

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mapas, junto a capitales humanísticas para el título de los mismos o sus partes principales66 Las formas más redondeadas de la escritura humanística, en cambio, se conseguían con más elegancia en el grabado sobre cobre y, finalmente, terminó imponiéndose67. La edición veneciana del Isolario de Benedetto Bordonni, impresa por Niccolò d´Aristotile, Zoppino, en el año 1534, es una muestra del trazado xilográfico de la escritura humanística, que resultaba demasiado angulosa para el gusto italiano68.

Se debe tener en cuenta que una de las principales marcas de la cartografía moderna es la concepción de los mapas según unas reglas gráficas y cartográficas estrictamente definidas que permitan su claridad, su legibilidad, al tiempo que ofrezcan un mínimo de estética. En este sentido, la escuela flamenca de grabado en cobre de mapas generó una fuerte influencia, en particular desde la aparición de la obra de G. Mercator sobre el diseño de la escritura humanística cursiva o itálica, que gradualmente se fue imponiendo a la escritura gótica, con la que convivió. Su tratado titulado Literarum latinarum quas italicas cursorias vocant scribendarum ratione, se publicó por vez primera en Lovaina en el año 1540 y fue rápidamente aplicado a la escritura de los mapas murales y de todo tipo, a partir del año 155069. La obra de Matthias Quad, Europae Totius Orbis Terrarum, impresa en Colonia por J. Bussemechers, en el año 1592, es una buena muestra del uso de esta cancilleresca en calcografía, si bien en ocasiones esta escritura podía convivir con el grabado de determinadas palabras en gótica, sobre todo si éstas estaban escritas en alemán70. Un caso extremo del uso de la calcografía en la realización de libros con mapas, lo protagoniza, ya en el siglo XVIII, N. Fer, quien publicó en París su Introduction a la Geographie, grabada en hueco sobre planchas de cobre, técnica que empleó tanto para la escritura humanística utilizada en el texto, como para los mapas71.

La escritura, gótica o humanística, tallada en la plancha por el grabador, podía convivir con la tipografía para reproducir nombres de lugares y signos diversos. El sistema fue distinto en la xilografía, donde los tipos móviles podían encajarse en la plancha de madera, que en la calcografía, donde la escritura se acuñaba mediante punzones, al igual que se hacía para reproducir música72. Un ejemplo de esta simultaneidad lo madera, que

                                                            66 BUS Res 01/04/01(1). Véase por el ejemplo el mapa número 28, dedicado a América o el 50, para la Península Ibérica. 67 C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., pp. 291-296. 68 BUS Res 28/02/07 69 P.H. MEURER, “Abraham Ortelius comme cartographe”. En Abraham Ortelius. Cartographe et humaniste. 1527-1598, 1998, pp. 43-60, cit. en pp. 58-59. 70 BUS Res 04/04/21. Véase, por ejemplo, el mapa dedicado a Alemania y Westfalia. Esta mezcla de estilos de escritura se observa también en otras obras y se alarga en el tiempo, siendo un aspecto que se merecería un estudio específico. La mezcla también se puede observar en mapas realizados mediante xilografía, aunque con escritura tipográfica, práctica de la que se hablará a continuación. Un ejemplo se encuentra en la ya comentada edición de la Geografía de Estrabón publicada en Basilea en el año 1571 con escritura tipográfica humanística en diversos tamaños y estilos. En el mapa dedicado a Asia (p. 834) intercala cirtas palabras en gótica, por ejemplo “Arabia” (BUS Res 75/02/15) 71 BUS A 034(bis)/199. Edición del año 1717. 72 Sobre la escritura en la cartografía reflexiona C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., pp. 291-296. Véase también, D. WOODWARD: Cartografia a stampa nell´Italia del Rinascimento... ob. cit., pp. 48-49 y, con más detalle, en su estudio “Techniques of Maps Engraving, Printing and Coloring in the European Renaissance”... ob. cit., p. 600 y ss.

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en la calcografía, donde la escritura se acuñaba mediante punzones, al igual que se hacía para reproducir música73. Un ejemplo de esta simultaneidad lo

encontramos en la ya comentada edición de la Geografía de Tolomeo de 1511 o en la de Estrabón del año 1571, ambas con mapas xilográficos rotulados con tipos móviles en humanística. Un caso diferente es la Polyhistor de C. J. Solino, impresa en Basilea, por M. Insingrinium, en el año 1543, con una gran diversidad de estilos. Así, por ejemplo, en ciertos casos, puede utilizar la técnica xilográfica para reproducir tanto el diseño del mapa como el de la escritura humanística (p. 23, mapa de Italia) y, en otros, recurrir a la tipografía para la escritura de los nombres de lugares y ciudades, en mapas también xilográficos (p. 144). Se observan mapas, también, donde la escritura xilográfica y tipográfica conviven en el mismo espacio (p. 54 y mapa de África) y otros en los que la escritura, en su totalidad, es tipográfica (p. 152, Europa)74.

4. Los libros de mapas: los atlas.

Las variantes que he venido comentando no se superaron unas a otras en el tiempo. En su conjunto, conforman la realidad de los libros con mapas producidos durante toda la época moderna, durante el periodo de la llamada imprenta artesanal. Cada una de estas formas y variantes se adaptó mejor o peor a las necesidades y usos de los mapas, pero en ningún caso pueden considerarse formas especializadas o específicas para la publicación de los mismos y, mucho menos, exclusivas de la cartografía. A largo de este mismo período, sin embargo, se asiste al nacimiento de un formato de libro nuevo y diferente, plenamente adaptado a las necesidades de la cartografía y producto de las nuevas técnicas de reproducción, uso y comercialización de los textos impresos. Se trata del Atlas o libro de mapas, una colección cartográfica diseñada por un editor bajo criterios uniformes, para satisfacer las más exigentes necesidades de la difusión del conocimiento geográfico.

Tradicionalmente, se afirma que el origen de los atlas se encuentra en Italia, en las ya comentadas colecciones facticias de mapas reunidas por encargo y encuadernados en forma de volumen por A. Lafreri y otros grabadores y vendedores de estampas de mediados del siglo XVI. Desde mi punto de vista, en cambio, el auténtico atlas es un tipo de libro muy diferente, que nace para responder a las nuevas exigencias provocadas por los avances en la cartografía y lo consigue empleando los nuevos medios de reproducción, edición y comercialización de los textos propios de la época moderna. El atlas es el resultado de un proyecto editorial previamente concebido y conjuga conocimientos y técnicas de especialistas muy diversos: en primer lugar, de tipógrafos, expertos en la impresión de libros complejos, normalmente voluminosos y compuestos de varios tomos; en segundo lugar, de grabadores, especializados en el diseño de mapas mediante la calcografía o la xilografía y, por último, de encuadernadores, conocedores de los problemas que podía ocasionar el ensamblaje de estos grandes libros y especialistas en sus posibles soluciones. Todos estos profesionales del mundo del libro debían contar, además, con el respaldo de editores humanistas, geógrafos interesados por difundir

                                                            73 Sobre la escritura en la cartografía reflexiona C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., pp. 291-296. Véase también, D. WOODWARD: Cartografia a stampa nell´Italia del Rinascimento... ob. cit., pp. 48-49 y, con más detalle, en su estudio “Techniques of Maps Engraving, Printing and Coloring in the European Renaissance”... ob. cit., p. 600 y ss. 74 BUS A Res 52/4/11

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correctamente sus esmerados conocimientos y, por supuesto, con el apoyo económico de alguien que financiara el proyecto, normalmente, monarcas, nobles o incluso burgueses y mercaderes que veían en estos nuevos libros una importante opción para promocionarse o dar a conocer la grandeza de los territorios por ellos gobernados. Grandes empresas editoriales que iniciaron su andadura al mismo tiempo que los avances en la cartografía y el conocimiento geográfico, y representaron una auténtica novedad propia del Renacimiento75.

Desde el punto de vista formal, este nuevo producto bibliográfico también muestra una serie de características específicas, consecuencias de lo especial de su concepción y de las variadas especialidades que intervienen en su confección. Por un lado, los atlas, propiamente dichos, tratan de compaginar en el mismo espacio libro, la imagen, el mapa, con la escritura, con la tipografía. Esta característica me parece fundamental y distingue al atlas de otras colecciones exclusivas de mapas ya comentadas. La escritura tipográfica en los atlas modernos cumple el objetivo de explicar no sólo el contenido geográfico del mapa, sino otros muchos aspectos relativos a la historia, cultura o forma de gobierno de los distintos territorios cartografiados. Suele ocupar uno o varios capítulos introductorios previos a los mapas propiamente dichos, si bien en muchos casos la escritura también invade el dorso de estos mapas que suelen presentarse plegados sobre sí mismos, dejando la imagen en el interior, o intercalarse en fascículos propios entre los mapas. La tipografía, por último, reproduce también en los atlas una parte del libro no menos importante y que sirve para distinguirlos muy bien, me refiero a los preliminares legales y literarios propios de los libros impresos de la época moderna: licencias, aprobaciones y privilegios de impresión expedidos por distintas autoridades y requisito indispensable para la adecuada comercialización del libro impreso, así como dedicatorias y cartas dirigidas a mecenas y lectores, tan significativas para entender lo que podía suponer una empresa bibliográfica de este tipo76.

Junto a la convivencia de tipografía y cartografía, los atlas se caracterizan también por compaginar dos formas distintas de composición interna del volumen. Estas dos formas se corresponden con las dos partes fundamentales de los mismos: la parte tipográfica y la parte cartográfica, respectivamente. Tanto una, como otra, adoptan el formato códice, habitual como es sabido en los libros desde época antigua. En codicología se entiende que el elemento constitutivo fundamental del códice es el fascículo o cuaderno, es decir, un conjunto de hojas plegadas sobre sí mismas por el medio y superpuestas unas a otras para ser cosidas conjuntamente y, normalmente, encuadernadas. La unidad mínima del códice y, por lo mismo, del fascículo o cuaderno es el bifolio u hoja plegada sobre sí misma una vez77.

La parte textual y tipografía de los atlas se compone, normalmente, de un número variable de fascículos, compuestos, a su vez, por un distinto número de bifolios, superpuestos unos

                                                            75 Sobre el valor intelectual y plusvalía conceptual del atlas reflexiona C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., pp. 97-109. 76 Sobre la concesión de privilegios y licencias para la comercialización de los mapas exentos, así como sus dedicatorias, trata D. WOODWARD: Cartografia a stampa nell´Italia del Rinascimento... ob. cit., pp. 89-98. 77 J. LEMAIRE, Introduction a la codicologie. Lovain-la-Neuve, 1989, p. 39. D. MUZERELLE, Vocabulaire codicologique: repertorio des termes français relativs aux manuscrits. París, 1985, p. 94. M. L. AGATI, Il libro manoscritto da oriente a occidente. Per una codicologia comparata. Roma, 2009, pp. 149-150.

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a otros y cosidos en un formato normalmente folio mayor o prolongado, aunque también se hicieron en formatos más pequeños, in 4º y, a veces, oblongos. Dependiendo del volumen del texto que se tratara de reproducir, el atlas estaría compuesto de un número mayor o menor de fascículos y estos, a su vez, de bifolios. La parte cartográfica del atlas adquiere una composición diferente. Normalmente se compone de fascículos compuestos por bifolios únicos que muestran en su parte interna el mapa y en la externa alguna indicación breve de su contenido o, simplemente, nada. Tales bifolios podrán unirse al libro mediante dos sistemas diferentes: el cosido habitual por el pliegue intermedio del bifolio o bien, de forma más característica y habitual, mediante cartivanas, es decir, mediante el empleo de unas estrechas tiras de papel o pergamino que plegadas en dos en el sentido longitudinal, eran pegadas o cosidas al libro dejando libres una o dos pestañas, que a su vez se utilizaban para pegar a ellas los bifolios u hojas donde habían sido grabados los mapas78. Este sistema, que ya era conocido desde la edad media en los códices manuscritos, se observa en muchos libros de mapas. El objetivo era permitir la apertura plena del mapa para poder ver con todo detalle la zona del pliegue, lo que no siempre se conseguía cuando los mapas iban cosidos. Según Arsenio Sánchez Hernampérez, restaurador de la Biblioteca Nacional de Madrid y especialista en conservación y encuadernación, el esquema seguido habitualmente durante los siglos XV y XVI fue el de pegar bifolios a cada una de las dos pestañas de que se componía la cartivana, lo que generaba el problema del mayor grosor del libro por el corte que por el lomo. En los atlas del siglo XVII esta descompensación se trató de solventar mediante el uso de papel adicional o plegado, o bien dejando libres algunas pestañas o talones de la segunda parte de las cartivanas79.

La convivencia de todas estas características y elementos dio como resultado un producto bibliográfico original y diferente, consecuencia de la conjugación de los conocimientos técnicos y de mercado propios de los tipógrafos, especialistas en la impresión de texto escrito y la composición de auténticos códices, con la aportada por el mundo de los grabadores y vendedores de láminas, mapas y estampas, especialistas también en las técnicas de encuadernación y expertos en dar solución a los problemas derivados de la compilación de láminas de gran tamaño.

Según las características apuntadas, los libros más antiguos que, en este sentido, pueden considerarse atlas son aquellos que desde época incunable trasmitieron la Geografía de Tolomeo. Desde las primeras ediciones conocidas, incluso en los manuscritos conservados, la convivencia entre la imagen y el texto resultó fundamental. En general, las distintas ediciones de la obra de Tolomeo comprenden dos partes diferenciadas: una primera, explicativa y textual, y otra segunda, compuesta de veintisiete mapas80. Estos                                                             78 En francés, “onglet”, en italiano, “brachetta”, en castellano, “cartivana” (D. Muzerelle, Vocabulaire Codicologique: répertoire des termes français relatifs aux manuscrits. París, 1985, nº. 314.17. La versión española realizada por P. OSTOS, M.L. PARDO, E. RODRÍGUEZ bajo el título Vocabulario de Codicología. Madrid, 1997, la define como la tira de pergamino, papel, etc. plegada en dos a lo largo y sujeta en la costura a la manera de un bifolio, a la que se pega o cose el borde de un folio aislado desprovisto de pestaña. Según J. MARTÍNEZ DE SOUSA, también puede llamarse “escartivana” o “pestaña”. Diccionario de Bibliología y Ciencias afines. Madrid, 1989. Voz cartivana. 79 A. SÁNCHEZ HERNÁMPEREZ, “Libri sine asseribus. Criterios de intervención en las estructuras de encuadernación flexible de los siglos XIV y XV”. En Criterios de intervención en la restauración de libros y documentos: actas de las II Jornadas Técnicas sobre restauración de documentos, Pamplona, 2008, pp. 179-190. 80 C. SANZ, La Geographia de Ptolomeo... ob. cit. H. ELKHADEM: “Le naissance d´un concept: le Teatrum Orbis Terrarum d´Ortelius”... ob. cit., pp. 31-36. De gran claridad resulta el trabajo de C. MANSO

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mapas se fueron incrementando a medida que fue avanzando el conocimiento del mundo, hasta llegar a contar con unos sesenta y cuatro81. Como se ha visto, se hicieron ediciones con grabados xilográficos y calcográficos y, según los casos, su integración en el formato códice pudo ser mayor o menor.

Los ejemplares de la Geografía de Tolomeo conservados en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla resultan representativos de esta variedad. Tenemos la suerte de contar con un ejemplar de la primera edición de esta obra, la publicada en Venecia el año 1475, aunque, como ya se ha visto, en esta primera edición impresa, el texto se publicó sin mapas82. También sin mapas es la edición realizada en Nuremberg el año 1514 por Ioanne Stuchs83. La primera edición con mapas conservada en la Biblioteca Universitaria de Sevilla es la ya comentada de 1511, impresa en Venecia, por Jacobus Pentium. Ya se dijo cómo los mapas xilográficos se disponían detrás del texto a modo de apéndice, impresos a doble página. Lo original de esta edición estriba en que los mapas se imprimen divididos en dos partes separadas, página a página. Este sistema, que se observa en alguna edición manuscrita, permite ver con detalle las partes intermedias del mapa que, de otra forma, quedarían ocultas por el cosido de los pliegos84. En el mismo volumen, se encuentra encuadernada la edición de 1535, impresa en Lión, por Melchor y Gaspar Trechsel. Según C. Sanz, los mapas de esta edición fueron impresos con las mismas planchas xilográficas que las utilizadas para las ediciones realizadas en Estrasburgo en 1522 y 1525, sin corregir ni añadir nada. En este caso, el sistema de impresión es diferente. Los mapas xilográficos van impresos a doble página en bifolios cuya parte externa muestra una tabla de presentación y un comentario del país o zona cartografiada y la interna, la impresión del mapa. Los mapas van numerados por bifolios, en una secuencia independiente al texto e indicada en la primera página de cada uno de ellos. En ambos casos, los libros se imprimen en un formato folio de grandes dimensiones y los mapas van cosidos junto con el resto de los fascículos del libro. No se emplea, pues, en este caso, el comentado sistema de cartivanas que, sin embargo, sí que es utilizado en otras ediciones de la obra conservadas en otras bibliotecas como la Institución Colombina de Sevilla o la Biblioteca Nacional en Madrid85. Tampoco lo utiliza la edición, ya tardía,

                                                                                                                                                                                  PORTO, “La Cosmografía de Ptolomeo de la Real Academia de la Historia y su relación con Cristóbal Colón”. En Cartografia e Historia Natural del Nuevo Mundo. Libros, grabados y manuscritos en Italia y España entre los siglos XV y XVIII.V Centenario de la muerte de Cristóbal Colón, 1506-2006, Valladolid, 2006, pp. 57-65. 81 C. SANZ piensa que al menos hasta el año 1570 fue la obra más importante para la trasmisión de los nuevos avances y descubrimientos geográficos (C. SANZ, La Geographia de Ptolomeo... ob. cit., p. 64). Sobre la sucesiva adición de los llamados “mapas modernos” ver la pormenorizada descripción bibliográfica que hace este autor. También H. ELKHADEM, en el trabajo arriba citado. 82 BUS A 335/043 83 BUS Res 04/2/01 84 BUS Res 01/4/01(2). La separación se observa muy bien en el mapa de África y en el de España. Como resultado, los mapas se imprimen de forma consecutiva por ambas caras de las hojas. Lo mapas van numerados aunque el texto no. 85 Es el caso, por ejemplo, de la edición realizada por Ioannis Schotti en Estrasburgo el año 1513, cuyos mapas xilográficos se disponen al final del libro, impresos en la cara interna de los bifolios, sin ninguna numeración ni texto tipográfico explicativo, y pegados a cartivanas sucesivas. Este es el ejemplo más antiguo con cartivanas que he podido ver. (Institución Colombina. Colombina 119-8-5). También muestra este sistema la edición impresa en Venecia en el año 1561, conservada en la Biblioteca Capitular de Sevilla (Institución Colombina. Capitular 20-4-4). Agradezco a la Institución Colombina las facilidades dadas para consultar éste y otros ejemplares y, muy especialmente a José Sáez, responsable de los fondos bibliográficos. Entre los Tolomeos conservados en la Biblioteca Nacional se observa también el sistema de cartivanas. Por ejemplo, en la edición realizada en Basilea en el año 1545 con muy interesantes grabados

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de 1597, impresa en Colonia el año 1597, copia, en realidad, de la edición del año anterior, publicada en Venecia, y último ejemplar de la Geografía de Tolomeo que se conserva en nuestra Universidad86. La singularidad de esta edición estriba en su formato in 4º y en el empleo del grabado calcográfico para los mapas. La edición resulta singular también por la posición apaisada que adoptan los mapas, grabados en la hoja izquierda de los bifolios, mientras que en la derecha se ofrece su explicación. Esta disposición permite que el mapa se vea en su plenitud, aunque en un formato mucho más pequeño.

A pesar de la importancia de todos estos antecedentes, todo el mundo considerada que el primer atlas moderno, propiamente dicho, fue el Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelius, publicado en el año 1570 en Amberes, por Gilles Loppens, y verdadero éxito editorial del momento. El Theatrum fue el primer libro de mapas adaptado plenamente a las necesidades del público lector, de ahí su uniformidad y homogeneidad conceptual y formal. Hoy se admite que la idea de facilitar la consulta de los mapas reuniéndolos y encuadernándolos en libros uniformes para favorecer su manejo y consulta, no puede deberse a una persona concreta e individual, sino que debía hallarse en el espíritu de numerosas personas desde mediados del siglo XVI. A pesar de esto, tradicionalmente se afirma que fue un comerciante de Amberes, Aegidius Hooftman, usuario habitual de los mapas para calcular las distancias y peligros que debían recorrer sus mercancías, quien propuso cambiar el incómodo formato de los grandes mapas murales o de las informes colecciones italianas, por otro más cómodo y manejable. Un volumen encuadernando en formato folio donde reunir mapas uniformes de los principales territorios europeos. Al parecer, esta idea fue trasmitida a Ortelius por su amigo Johannes Radermacherus, humanista y comerciante que trabajaba para Hooftman. El resultado fue un libro de treinta y ocho mapas uniformes, cartografiados a través de otros mapas recopilados por A. Ortelius en Francia e Italia, y acompañados de texto impreso explicativo. Este modelo, hoy perdido, parece que estaba ya terminado en el año 1569 y se considera el precedente más directo del Theatrum Orbis Terrarum, impreso y comercializado ya en el año 1570, con mapas calcográficos tallados por el grabador F. Hohenberg87.

                                                                                                                                                                                  xilográficos (Sala Goya. Cartografía GMG/232). También en la edición realizada en Colonia el año 1584 con mapas calcográficos de Mercator (Sala Goya. Cartografía GMG/294) o la de Venecia de 1588 (Sala Goya. Cartografía GMG/201). Por su parte, la edición de Venecia del año 1598 muestra mapas calcográficos dispuestos en la parte superior del folio para ser comentados mediante tipografía en la misma página, mostrando una plena convivencia entre calcografía y tipografía que no es usual, como ya se comentó en otro lugar (Sala Goya. Cartografía GMG/231) 86 BUS A Res 56/4/16 87 Otra teoría que durante años se ha mantenido en relación al origen de la idea del Atlas, afirma que fue G. Mercator quien se la sugirió a Ortelius, con quien mantenía una gran amistad, y que incluso pospuso la publicación de su trabajo cartográfico por no arruinar la obra de su amigo. Algo parecido se afirma también respecto a Gerard de Jode, quien parece que había comenzado a preparar un proyecto parecido al de Ortelius con anterioridad. Ortelius y Jode habían colaborado juntos al menos en 1563 y aunque no se puede asegurar nada respecto a la prioridad de ideas, al menos sí que Ortelius intervino conscientemente en impedir la concesión del privilegio imperial de impresión necesario para la publicación del atlas de Jode, quien no lo obtuvo hasta el año 1577 y a nombre de su agente Cornelis Caymox. Al año siguiente, en 1578, pudo venderse por fin el Speculum Orbis Terrarum de Jode (R. KARROW, “Abraham Ortelius: une introduction”. En Abraham Ortelius (1527-1598). Cartographe et humaniste. Amberes, 1998, pp. 25-42. H. ELKHADEM: “Le naissance d´un concept: le Teatrum Orbis Terrarum d´Ortelius”... ob. cit., p. cit. en p. 37-38). También, P.H. MEURER, “Abraham Ortelius comme cartographe”... ob. cit. pp. 43-60). Sobre los motivos prácticos y económicos que explican el nacimiento del Theatrum, C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit. pp. 101-103.

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A. Ortelius era ya por entonces un reconocido grabador de mapas y estampas, encuadernador y mercader. Nacido en Amberes, en 1527, se había formado como iluminador y trabajaba coloreando mapas y estampas. En el año 1547 fue admitido en la Gilda de los Pintores de San Lucas. También era vendedor de antigüedades, de monedas, mapas y libros, terminando por especializarse en su distribución y venta. Con el objeto de recopilar mapas y otros objetos de colección, recorrió toda Europa occidental, entablando relación con importantes cartógrafos, impresores y eruditos. En el año 1554 conoció a G. Mercator en la feria del libro de Franfurt, con quien mantuvo una gran amistad. También fue amigo del importante impresor C. Plantino, quien al igual que él pertenecía a la secta religiosa llamada “Familia de la Caridad”88. En realidad, C. Plantino, el impresor más importante de la Europa de mediados del siglo XVI, jugó un papel muy importante en la comercialización de globos terráqueos y mapas realizados por los mejores cartógrafos del momento, como G. Frisius y G. Mercator, a quienes también vendía cartón, papel y otros materiales demandados por ellos89. Es probable que C. Plantino suministrara el papel utilizado para imprimir la primera edición del Theatrum Orbis Terrarum, publicado a expensas del propio autor en 1570. Aunque A. Ortelius se encargó también de su comercialización, C. Plantino se quedó con un gran número de ejemplares que distribuyó desde su tienda a toda Europa90. El éxito de la obra fue tal que en el mismo año 1570 se editó una segunda edición.

Entre 1570 y 1612, año en que se publica la última edición del Theatrum, se contabilizan cuarenta y cuatro ediciones: quince en latín; tres en neerlandés; cinco en alemán; cuatro en francés; cuatro en español; una en inglés y dos en italiano. De todas ellas, veinticuatro se hicieron durante la vida del autor y diez después de su muerte. Durante este tiempo, el número de mapas aumentó constantemente, pasando de los cincuenta y tres, que tenía en el año de 1570, a ciento sesenta y siete, en la última edición de 1612. Estaba previsto que aquellos que poseyeran una edición anterior pudieran comprar las novedades que se iban publicando en forma de suplementos vendidos de forma separada. El primero de estos Additamentum se publica en los años 1573 y 1574 en latín, alemán y francés; el segundo, en 1579, con un apartado diferenciado dedicado a mapas históricos diseñados por el propio A. Ortelius, llamado Parergon, que también se fue ampliando en sucesivas ediciones hasta conformar una parte claramente separada, con portada propia desde el año 1595. También en esta edición de 1579 se publica otra parte definida del Theatrum, el Nomenclator Ptolemaicus, lista alfabética de los nombres de lugares que se encontraban en la Geografía de Tolomeo. El Additamentum III, aparece en la edición de 1584, el Additamentum IV, en 1590. Por fin, el Additamentum Quintum fue publicado en el año 1595, como ya se ha dicho, en la última de las ediciones realizadas durante la vida del autor91. También se publicó, no se sabe exactamente si con consentimiento del autor o sin él, una edición abreviada en 1577, realizada por sus amigos, el grabador Philip Galle y el

                                                            88 Sobre la vida de A. Ortelius existe abundante bibliografía. De gran utilidad, el trabajo ya citado de R. KARROW, “Abraham Ortelius: une introduction”... ob. cit., pp. 25-42 También el clásico estudio de G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., p. 138 y A. TAYLOR, El mundo de Gerard Mercator... ob. cit., p. 220. 89 F. NAVE, “Chistophe Plantin et les sciences “exactes” de son temps”. En Simposio Internacional sobre Cristóbal Plantino. Madrid, 1990, pp. 27-43. 90 C. CLAIR, Cristóbal Plantino. Editor del Humanismo. Madrid, 1964, pp. 255-257. Véase también la reciente publicación de K.L. BOWEN y D. IMHOF titulada Cristopher Plantin and engraved book illustrations in sixteenth-century Europe. Cambridge, 2008. 91 Un análisis pormenorizado de las ediciones del Theatrum en R. KARROW, “Abraham Ortelius: une introduction”... ob. cit., pp. 25-42.

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poeta traductor P. Heyns, impresa por C. Plantino bajo el título Spieghel der Werelt, que tuvo gran éxito, haciéndose treinta ediciones en distintas lenguas92.

Desde 1591, la versión latina del Theatrum recibe por primera vez una clara estructura en tres partes: en primer lugar, el Theatrum Orbis Terrarum; en segundo lugar, el Parergon y, por último, el Nomenclator Ptolemaicus. Fue a raíz de esta edición también cuando el Parergon adquirió claramente entidad propia, siendo publicado con portada independiente, ilustrada con un grabado que ya había sido utilizado por C. Plantino en la página de título del Pentateuco en la Biblia Regia impresa en 1569-1573. Esta edición consta de 108 mapas impresos a doble página para el Theatrum y 26 para el Parergon.

La amplia empresa cartográfica y humanista llevada a cabo por A. Ortelius para la publicación de su atlas sólo fue posible mediante la colaboración de una gran cantidad de personas. Ya se sabe cómo los mapas fueron recopilados por A. Ortelius y grabados de forma uniforme mediante la técnica calcográfica, pero no fueron cartografiados por él, sino por otras personas que, eso sí, fueron convenientemente reconocidas en la obra desde los preliminares. Según él mismo declara, los mapas que eran una copia íntegra o con ligeras modificaciones de los realizados por otras personas, llevaban grabado el nombre del autor, mientras que los que no muestran ningún nombre, eran mapas concebidos por el mismo A. Ortelius93. Parece que, salvo alguna contada excepción, A. Ortelius respetó esta norma que demuestra claramente su espíritu humanista. En su dedicatoria al lector, A. Ortelius explica este método, al tiempo que invita a todos los lectores, que conozcan mapas no incluidos en la obra, a que se los entreguen, para que se graben, reconociendo su autoría, y “se añadan a este libro en su lugar o adonde cada uno quisiere se pongan”94. Esta visión abierta de la obra me parece de gran originalidad. Sin duda, el gran conocimiento que A. Ortelius tenía del mundo del coleccionismo facilitó la adopción de este sistema, que demuestra la mentalidad del autor, capaz de concebir su trabajo como algo inacabado, en constante renovación y como producto de un esfuerzo colectivo. Ya se ha comentado cómo, las personas que ya tuvieran una edición, podían ir adquiriendo los mapas sueltos o suplementos que se fueran lanzando progresivamente para añadirlos a sus libros. En mayo de 1580, un tal Clemens Fliccius de Danzing, escribió a Ortelius para encargarle “un ejemplar iluminado y encuadernado de la última edición del Theatrum así como un Additamentum que incluiría numerosas páginas blancas sobre las cuales podrían ser colocados los nuevos mapas si fuera necesario”95. La consecuencia de esta práctica es la gran complejidad y variabilidad de los ejemplares conservados, con los problemas que ello acarrea a la correcta identificación de las ediciones96.

Desde el punto de vista material, Ortelius tampoco podía trabajar solo. Concibió el proyecto y lo financió, pero la ejecución de los grabados fue pagada por él a especialistas en el grabado en cobre. Se sabe que la mayor parte de los mapas fue grabada por Frans                                                             92R. KARROW, “Abraham Ortelius: une introduction”... ob. cit., p. 29. También, K.L. BOWEN and D. IMHOF, Cristopher Plantin and engraved book illustrations... ob. cit., pp. 401-402. 93 P. H. MEURER, “Abraham Ortelius comme cartographe” ... ob. cit., p. 54 94 Dedicatoria al lector de la versión castellana publicada en 1588, p. 3. (BUS Res 73/1/01) 95 C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., p. 104. 96 Sobre esta cuestión reflexiona acertadamente L. DANCKAERT quien pone de manifiesto cómo exiten variantes que afectan al contenido de los mapas que sin embargo, en muchas ocasiones muestran una numeración correlativa, sin que se puda llegar a asegurar si los mapas modificados se deben a cambios realizados sobre las planchas de cobre antiguas o sobre otras nuevas. (L. DANCKAERT , “Coup d´oeil sur les cartes d´atles d´Ortelius”. En Abraham Ortelius. Cartographe et humaniste. 1527-1598. 1998, pp. 61-69)

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Hogenberg entre los años 1568 y 1570. Al parecer, Ortelius poseía un arte superior en la utilización de plumas para escribir y diseñar, pero no dominaba el arte de la calcografía, por lo que se puede pensar que él sería el autor de la reformulación cartográfica de los mapas, de su diseño y contenido topográfico y textual, mientras que Hogenberg los grabó en cobre, contribuyendo a su claridad gráfica97. También Ortelius financió al principio la propia impresión del texto, que desde el año 1579 fue realizada por C. Plantino, aunque no la costeó también él hasta la primera versión castellana realizada en 1588. Desde entonces, fue C. Plantino el impresor y editor del Theatrum y tras su muerte, acaecida en el año 1589, lo siguieron haciendo sus herederos, el primero, Juan I Moretus98.

La distribución del trabajo parece que era la siguiente: los textos del atlas eran impresos en el taller tipográfico por Plantino o Moretus. Luego lo remitían a Ortelius, quien se encargaba de imprimir los mapas en una prensa especializada. Después, Ortelius vendía los ejemplares ya impresos a la librería de Plantino, que se encargaba de distribuirla y venderla al público99. La originalidad de la obra de A. Ortelius, estriba en haber sabido dotar de unidad a tan diversa y amplia cantidad de colaboraciones. Esta concepción unitaria se observa no sólo en los mapas, sino también en la propia presentación de los mismos y en el texto explicativo que les acompaña, modificado en tantas ocasiones como se creyó necesario. De este modo, el texto no se supedita al mapa, por el contrario, éste se concibe como la expresión gráfica de aquello que el texto enseña, cuyo contenido es de gran importancia para conocer el estado del saber geográfico del siglo XVI100.

En la Biblioteca de la Universidad de Sevilla se conservan cuatro ejemplares del Theatrum Orbis Terrarum de A. Ortelius. El más antiguo es un ejemplar de la edición latina de 1579101. También contamos con un ejemplar de la edición del año 1584, igualmente en latín102 y dos de la traducción castellana realizada por Baltasar Vincentius en 1588103. Todas estas ediciones fueron impresas por C. Plantino y, en el caso de la edición castellana de 1588, también editada por él, como ya se ha comentado. Las ediciones latinas de 1579 y 1584 se caracterizan por iniciarse con un frontispicio calcográfico donde se indica el título de forma abreviada: “Thetrum Orbis Terrarum”, sin referencia alguna al lugar y fecha de la publicación, ni nombre del impresor que, en ambos casos, aparecen referidos al final del libro, en el colofón. También en esa última página figura el registro del libro, es decir la secuencia de las signaturas tipográficas y características de los fascículos que servían de guía al encuadernador, un elemento de gran importancia en la encuadernación de tan complejos libros. En este caso, A. Ortelius explica el sistema de cartivanas utilizado y cuál debía ser el método a seguir para su correcta encuadernación:

“Ad libri compactorem.

                                                            97 P. H. MEURER, “Abraham Ortelius comme cartographe”... ob. cit., pp. 59-60 98 C. CLAIR, Cristóbal Plantino… ob. cit., pp. 255-257. D. IMHOF, “Abraham Ortelius et Jean I Moretus: la production et la vente de ouvres d´Ortelius per l´Officine Plantinianne de 1589 a 1610”. En Abraham Ortelius. Cartographe et humaniste. 1527-1598, 1998, pp. 193-206. Véase, también, K.L. BOWEN and D. IMHOF, Cristopher Plantin and engraved book illustrations in sixteenth-century Europe... ob. cit. 99 D. IMHOF, “Abraham Ortelius et Jean I Moretus...” ob. cit., p.195. Al parecer, se desconoce el nombre del especialista en calcografía que se encargó de tallar en cobre los nuevos mapas que sucesivamente se iban incorporando en la obra en las siguientes ediciones. 100 H. ELKHADEM: “Le naissance d´un concept: le Teatrum Orbis Terrarum d´Ortelius”... ob. cit., p. 42. 101 BUS Res 74/1/04 102 BUS Res 73/1/02 103 BUS Res 73/1/01 y Res 73/1/03

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Series et signa chartorum seu foliorum, A triternio, et B duernio. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. etc. usque 93, singula folia sunt. A. B. C. D. E. F. triternionibus constant praeter G, quternionem. Sed hae folia singula cifris notata, debet compactor aglutinare a tergo iusta papyri parte, qua in dorso libri ligentur, ne ligatura impediat, quo minus tabulae integre pleneque oculis pateant”104.

En la edición de 1579, A. Ortelius inicia la publicación de sus mapas históricos, únicos, al parecer, de los que es realmente autor, con tres grabados que se añaden a la serie habitual de mapas. Como se comentó, no será hasta la edición de 1584 cuando estos mapas adquieran entidad suficiente (doce bifolios) como para anunciarlos bajo el nombre de Parergon destacado en la parte superior del folio.

Los dos ejemplares de la edición castellana de 1588 conservados en nuestra Biblioteca nos ayudan a comprender la importancia que tenían las indicaciones dadas al encuadernador en el registro de las ediciones. Ambos ejemplares carecen de registro y colofón, el libro termina, sin más, con el último mapa encuadernado. La portada en cambio sí que muestra información relativa al lugar, nombre y fecha de publicación: “Impreso en Anueres por Christoual Plantino, Prototypógrapho del Rey nuestro Señor en sus Estados bajos. Año MDLXXXVIII”105. Ambos ejemplares son iguales, pertenecen a la misma edición, sin embargo, muestran una alteración en el orden dado a determinadas partes de la obra, en concreto, una despedida al lector, un texto dedicado a explicar las travesías y caminos frecuentes en el mercado, el nombre dado a diversas mercaderías y, por último, el privilegio y la aprobación a la impresión del libro. En el ejemplar conservado bajo la signatura Res 73/1/1, todas estas partes aparecen al final de la obra, detrás de todos los mapas, como parece más lógico. Sin embargo, en el que lleva la signatura Res 73/1/1, aparecen delante de los mapas. No se puede determinar cuándo se alteró el orden dado al libro, encuadernado quizás en más de una ocasión, recordemos que es el ejemplar que tiene la portada recortada y pegada a una hoja que forma parte de una encuadernación que sin duda no es de la época.

El éxito del Theatrum se constata en su importante presencia en las principales bibliotecas de Europa. Sus problemas con la censura llevó tal vez a su exclusión de las principales bibliotecas católicas italianas, pero ello no impidió que un monarca como Felipe II poseyera tres ejamplares106.

Tras la muerte de A. Ortelius, en el año 1598, el Theatrum siguió editándose en la oficina Plantin-Moretus, quienes publicaron una edición en el mismo año de su muerte y otra en 1601. Sin embargo, ese mismo año los herederos de Ortelius vendieron todas las planchas de los mapas al impresor de Amberes J. B. Vrients, quien publica cinco ediciones entre

                                                            104 Texto tomado de la edición de 1579 (BUS A Res 74/1/04) aunque la de 1584 se expresa de forma idéntica a excepción del número de los “singula folia” que ahora aparece escrito a mano, 114, en el hueco expresamente dejado en blanco por el impresor (BUS A Res 73/1/02) 105 Es igual en ambos ejemplares, si bien cabe mencionar que el que tiene signatura A Res 73/1/3 (digitalizado) muestra la portada recortada y pegada a una hoja en blanco. A pesar de ello, el resto de la obra guarda iguales caracteres del el otro ejemplar, salvo, como se va a comentar ahora, en el orden dado a determinadas partes. 106 El Theatrum fue objeto de censura por la Congregación del Índice que obligó al expurgo de todas las referencias a los autores protestantes como Münster, si bien Ortelius no modificó nada (J.M. BESSE, J. M. BESSE, “El nacimiento del atlas moderno”... ob. cit., p. 126). G. PARKER, “Maps an Ministers: The Spanish Habsburgs”... ob. cit., p. 124-125. F. BOUZA, “Cultura de lo geográfico y usos de la cartografía entre España y los Países Bajos durante los siglos XVI y XVII”... ob. cit., pp. 53-72.

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los años 1602 y 1609107. La oficina Plantin-Moretus sigue vendiendo el Atlas, aunque en un número muchos menor que cuando los imprimía ella misma. La muerte de Vrients, acaecida en 1611, permitió a los Moretus adquirir al año siguiente las planchas de cobre para imprimir los mapas, publicándose de nuevo por la oficina Plantin-Moretus cuatro nuevas ediciones en distintas lenguas, antes de retirar ese mismo año de 1612, las planchas definitivamente de la circulación108 .

A pesar de que el Theatrum puede ser considerado como el primer atlas moderno, la primera vez que se empleó este nombre para designar, como se hace actualmente, una colección uniforme de mapas geográficos, fue en el segundo volumen del Atlas de G. Mercator aparecido en el año 1589109. En su portada aparece un grabado alegórico que representa a Atlas, no el mítico titán que ya era frecuente entre otros geógrafos por cargar el mundo a sus espaldas (caso de las colecciones de Lafreri, ya comentadas), sino el rey mitológico de Libia o de Mauritania, que según la leyenda fabricó el primer globo celeste. En el prefacio del volumen, Mercator explica muy bien esta circunstancia y cómo deseaba seguir sus pasos110. Hoy todo el mundo admite que el significado actual dado a la imagen y al término referido a un libro de mapas se debe, sin duda, a G. Mercator111.

G. Mercator nació en Rupelmonde, Flandes, en el año 1512. Recibió una educación humanista y estudió en la Universidad de Lovaina, siendo alumno de G. Frisius, quien tan sólo era cuatro años mayor que él112. En el taller cartográfico que G. Frisius dirigía junto al orfebre G. van der Heyden, G. Mercator aprendió el oficio de grabador, construyendo también globos y otros instrumentos geográficos que le aportaron fama y reputación113. Ambos fueron cartógrafos-humanistas interesados por el avance del conocimiento geográfico y por su correcta difusión a través de nuevos mapas y textos. Se explica así su directa relación con el mundo de la imprenta y de la edición. G. Mercator se independizó muy pronto y en Amberés estableció su taller, entrando en relación con C. Plantino y A. Ortelius, con quien mantuvo una estrecha amistad.

En relación con el mundo del libro, G. Mercator llevó a cabo dos empresas fundamentales: en primer lugar, la edición corregida de la Geografía y mapas de Tolomeo y, en segundo lugar, la publicación de un Atlas propio que presentase su propia visión del mundo114. La edición de la obra de Tolomeo le llevó a comparar y revisar las diversas

                                                            107 J. B. Vrients también había comprado, tras la muerte de C. de Jode en 1600, las planchas de su Speculum Orbis Terrarum, de forma que dominaba el mercado de los atlas del momento. Continuó editando el Theatrum hasta su muerte, pero el Speculum no volvió a aparecer. (H. ELKHADEM: “Le naissance d´un concept: le Teatrum Orbis Terrarum d´Ortelius”... ob. cit., p. 42) 108 R. KARROW, “Abraham Ortelius: une introduction”... ob. cit. y D. IMHOF, “Abraham Ortelius et Jean I Moretus...” ob. cit. 109 A. TAYLOR, El mundo de Gerard Mercator... ob. cit., pp. 245-246. N. THROWER, Mapas y civilización... ob. cit., p. 89. Se debe tener en cuenta que con frecuencia se afirma que fue en la edición póstuma del Atlas publicada por el hijo de Mercator, Rumold, en 1595, cuando por primera vez se emplea la palabra y la imagen de Atlas en la portada del libro (Atlas sive cosmographicae meditationes de fabrica mundi et fabricati figura). Así lo hace G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., p. 137 y H. ELKHADEM: “Le naissance d´un concept: le Teatrum Orbis Terrarum d´Ortelius”... ob. cit., p. 31. 110 A. TAYLOR, El mundo de Gerard Mercator... ob. cit., pp. 245-246. 111 N. THROWER, Mapas y civilización ... ob. cit., p. 89 112A. TAYLOR, El mundo de Gerard Mercator... ob. cit. , p. 71 113 Ib. p. 83 y 90. También, N. BROC, La géographie de la Renaissance... ob. cit., pp. 64-65 114 Sobre el trabajo de Mercator en general G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., pp. 126-138

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ediciones publicadas hasta entonces del autor griego115. La primera edición por él corregida se publicó en Colonia en 1578, con 28 mapas grabados y comentados por Mercator, aunque sin el texto de Tolomeo, que fue incorporado años más tarde, en la edición de 1584, realizada con las mismas planchas de mapas que la edición anterior116. El Atlas por su parte, le invirtió aún más tiempo. Estimaba necesario incluir al menos unos cien mapas que serían diseñados por él. Su avanzada edad le llevó a publicar los mapas a medida que los fue terminando. En 1585 aparece el primer tomo relativo a Francia, Alemania y los Países Bajos, conteniendo cincuenta y un mapas117. En 1589, publica su segundo volumen con mapas de Grecia, Italia y los Balcanes. Hasta su muerte, en 1594, siguió trabajando y recopilando información para terminar su empresa y, aunque no lo consiguió del todo, su hijo Rumold publicó los materiales que tenía trabajados de forma póstuma en 1595 (Atlas sive cosmographicae meditationes de fabrica mundi et fabricati figura), si bien no se editó de forma completa hasta el año 1602118.

En los años siguientes, se sucedieron una serie de acontecimientos que pueden servir muy bien para comprender hasta qué punto creció el negocio del mercado de los libros de mapas en la Europa de los siglos XVI y XVII, más aún teniendo en cuenta lo analizado ya en el caso de A. Ortelius y su Theatrum. En el año 1604 las planchas de cobre que tanto esfuerzo le había costado tallar a G. Mercator y sus mapas salieron a subasta en Nimega. Allí las adquirió un importante grabador y artista flamenco, Jodocus Hondius, quien trabajaba en Amsterdam junto al editor Cornelius Claeszoon, cabeza de la producción de mapas en la ciudad hasta que murió en el año 1609119. La adquisición de las planchas de cobre permitió a Jodocus Hondius imprimir en muy poco tiempo, en Amsterdan, el Atlas de Mercator completo y ampliado con mapas nuevos120, una empresa que llevó a cabo junto a sus hijos, Jodocus II, el Joven, y Henricus121. Este famoso Atlas Mercator-Hondius se publicó por primera vez en el año 1606, para, desde entonces, iniciar su carrera triunfante, en detrimento progresivo del Theatrum Orbis Terrarum de Ortelius122.

En la Biblioteca de la Universidad de Sevilla se conserva un ejemplar de esta edición del año 1606 con numerosas marcas de expurgo. Salvo los preliminares legales y literarios, todos los fascículos son bifolios, encuadernados mediante cartivanas, foliados en su cara externa donde, como suele ser habitual, se dan explicaciones de los lugares cartografiados. La mayor parte de los grabados llevan el nombre de Mercator y la indicación del privilegio de impresión, otros, el de Hondius y, finalmente, otros, ninguno123.

                                                            115 H. ELKHADEM: “Le naissance d´un concept: le Teatrum Orbis Terrarum d´Ortelius”... ob. cit., pp. 31-36 116 Un ejemplar se conserva en la Biblioteca Nacional de España (C. SANZ, La Geographia de Ptolomeo... ob. cit., pp. 225-227). G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., p. 136-137 117 A. TAYLOR, El mundo de Gerard Mercator... ob. cit. 238-239 118 N. BROC, La géographie de la Renaissance... ob. cit., p. 181, N. THROWER, Mapas y civilización ... ob. cit., p. 87 119 Sobre Jodocus Hondius y su saga, véase C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit., pp. 102-103. 120 G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., p. 138 121 C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit., p. 97. 122 N. BROC, La géographie de la Renaissance... ob. cit., p. 181 123 BUS A 169/080. En el caso del mapa dedicado a España, el texto ocupa más de un página, añadiéndose bifolios para imprimir el texto tipográfico (h. 107v.-108r.). Interesante también el mapa de Andalucía (h. 115 v.-116 r.)

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En la Biblioteca de la Universidad también se conserva un ejemplar de la versión abreviada de este Atlas de Mercator, llamado Atlas Minor Gerardi Mercatoris que fue obra de Jodocus Hondius, quien regrabó las planchas de Mercator en un tamaño inferior. La primera edición de este Atlas Minor se publicó en el año 1607 y desde entonces se hicieron numerosas ediciones124. El ejemplar conservado en nuestra Biblioteca se corresponde con la publicada en Amsterdam en el año 1634, según la edición de 1628, con grabados calcográficos de gran calidad dispuestos en formato apaisado u oblongo125. El libro está compuesto por fascículos de dos bifolios y 4 hojas con signatura, reclamo y paginación. Los mapas se disponen siempre en la parte derecha del libro abierto y en su dorso aparece texto explicativo del siguiente. Este formato, según G. Zappella, era propio de álbumes de diversos contenidos. El caso que se está comentando se correspondería con un formato in 4º oblongo. La tipología de los libros que se valen de esta tipología es muy variada, desde textos de literatura popular, clásicos, partituras, reproducciones de trabajos artísticos y atlas diversos126.

Tras la muerte de Jodocus Hondius, el Viejo, en el año 1612, sus hijos, Jodocus II, el Joven, y Henricus, siguieron publicando el Atlas Mercator-Hondius hasta el año 1619127. Cuando Jodocus II el Joven murió en el año 1629, buena parte de las planchas de grabado con las que trabajaban salieron a la venta y una nueva persona se incorporó a la producción de los atlas. Se trataba de Willem Janszoon Blaeu, más tarde llamado Willem Blaeu, geógrafo reputado, instalado en Amsterdan donde fabricaba globos y mapas128. A partir del año 1600 decide dedicarse a la producción de mapas para su comercialización, fundando una tienda especializada también en la venta de libros, que luego heredaría su hijo Johannes Blaeu129. En el año 1630 publica su primer atlas (Atlantis Appendix130) que constaba de sesenta mapas, treinta y siete de los cuales se habían estampado con las planchas de Mercator compradas y el resto con otras propias. Al año siguiente, en 1631, publicó una nueva edición con el nombre de Ortelius-Mercator en el título y de gran calidad (Appendix-Theatri A. Ortelii et Atlantis G. Mercatori)131.

Los herederos de Jodocus Hondius II, el Joven, Henricus Hondius y Johannes Janssonius (Jan Jansson), su cuñado132, entraron en cólera y pagaron a los mejores grabadores de Amsterdam para que copiaran todos los mapas editados por Blaeu. El mismo año 1630 publicaron su Atlantis Maioris Appendix. Desde 1633 hasta el año 1641 se publicaron nuevas ediciones del Atlas de Mercator, algunas con los nombres de Hondius-Jansson juntos y otras veces separados133. Tras la muerte de Henricus Hondius, Jansson publica su llamado Atlas Novus, entre los años 1638 y 1666, iniciado con dos volúmenes y ampliado sucesivamente hasta convertirse en el llamado Atlas Major o Gran Atlas (1650 en adelante) que llegó a contar con once volúmenes y con ediciones en latín, holandés,

                                                            124 C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit., pp. 97-98 y 102-103. 125 BUS A 010/054 126 G. ZAPPELLA, Il libro antico a stampa. Struttura, techniche, tipologie, evoluziones. Milán, 2001, t. I, p. 339 127 C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit., p. 97. 128 Sobre su vida y obra, C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit, pp. 106-108. 129 Gran Atlas de Johannes Blaeu. Madrid, 1999, p. 11. 130 C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit., p. 97. 131 Gran Atlas de Johannes Blaeu. Madrid, 1999, p. 11. C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit, p. 108. 132 C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit., p. 110-111. 133 C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit., p. 97

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francés, alemán y español, claro competidor y copia evidente del Atlas Maior de Blaeu, del que ahora se hablará134.

En el año 1633, Willem Blaeu había alcanzado tal reputación que fue nombrado cartógrafo oficial de Holanda y cartógrafo oficial de la Compañía de las Indias Orientales, y siguió ampliando su trabajo cartográfico. En el año 1635-1655 publicó una obra en dos volúmenes titulada Theatrum orbis terrarum siue Atlas Novus, con 208 mapas que tuvo un gran éxito, traduciéndose al alemán, holandés, latín y francés135.

Tras su muerte, en el año 1638, sus hijos, Cornelius y Johan Blaeu, le sustituyeron en el negocio, si bien fue Johan Blaue quien alcanzó mayor reconocimiento, sustituyendo a su padre también en el cargo de geógrafo oficial de Holanda y cartógrafo de la Compañía Unida de las Indias136. Siguieron publicando su Theatrum orbis terrarum siue Atlas Novus que en años sucesivos fue ampliando sus volúmenes. Así, en el año 1640 lo amplía a tres tomos, en 1645, a cuatro, en 1654 a cinco, en 1655 a seis. Finalmente, desde 1662, publica, en Amsterdam, el conocido como Atlas Maior, en cuatro idiomas, latín (1662, 11 vol.), francés (1663, 1667, 12 vol.), holandés (1664, 9 vol.), alemán (1667, 9 vol.) y español (1772, 10 vol., impresos entre 1658 y 1672 y nunca terminados)137. En esta obra y sus distintas versiones estuvo trabajando hasta el año 1672, en que murió. Por desgracia, poco antes de su muerte en 1672, un incendio destruyó su imprenta y también casi todas sus planchas, impidiendo que se terminara la edición castellana en la que trabajaba y se estaba imprimiendo desde el año 1658. Con ello terminó la labor del taller más importante de la Europa del momento y la historia editorial del libro más caro publicado en el siglo XVII. Tras su muerte, sus hijos continuaron el negocio, pero la actividad se vio muy mermada tras el incendio. Algunas planchas que se salvaron, salieron de nuevo a subasta y fueron compradas por dos editores: Pieter Mortier, adquirió las planchas dedicadas a Italia y Frederic de Vic, la de los Países Bajos. Otras, finalmente, se dispersaron138.

Tenemos la suerte, también ahora, de contar con diversos ejemplares de estos grandes atlas entre los fondos de la Universidad de Sevilla y, también, diversos ejemplos de libros impresos en su taller. El más antiguo de los atlas conservados es la edición del Theatrum Orbis Terrarum sive Atlas Novus, impreso por Willem J. Blaeu, en Amsterdam, en 1655, si bien, en el primer volumen figura el año 1659 en la portada (BUS A 062 (c)/016-017). Habrá que llevar a cabo un estudio pormenorizado del ejemplar y compararlo con otros conservados en otras bibliotecas para podar ofrecer algún tipo de conclusión solida en este sentido139. De menor dificultad ha sido la identificación de los volúmenes

                                                            134 Ib. También pp. 110-112, donde detalla las ediciones realizadas por Jan Jansson. Sobre estos grandes atlas y su significación geográfica, véase C. LITER, F. SANCHÍS, A. HERRERO, La Geografía entre los siglos XVII y XVIII. Madrid, 1996. 135 Gran Atlas de Johannes Blaeu... ob. cit., p. 12. C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., p. 105, dice que constaba de 207 mapas y que la edición se escalonó entre los años 1635 y 1655. También, p. 108. 136 Ib. También, G. R. CRONE, Historia de los mapas... ob. cit., p. 142 137 C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps... ob. cit., p. 108. 138 Ib. 139 La edición conservada consta de seis volúmenes, impresos en Amsterdam entre los años 1648 y 1659. El primer volumen, dedicado a Europa Septentrional y Alemania, fue publicado en el año 1659, según consta en la portada, el segundo, correspondiente a Francia, España, Asía, África y América, en 1655; el tercero lleva la fecha de 1655, también, y recoge la descripción de Italia y Grecia. Estos tres volúmenes no concuerdan en fecha con las descripciones que de los mismos se ofrece en obras de referencia como la repetidamente citada de C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps (p. 108) donde se datan de

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conservados del Atlas Maior o Geographia Blauiana de J. Bleau en la rara versión en castellano que comenzó a imprimirse en el año 1658 y cuya conclusión frustró el incendio producido en el taller el año 1672, que destruyó la mayor parte de las planchas con las que se estaba imprimiendo140. La edición parece que constaba de diez volúmenes141, de los cuales el último se correspondería a la descripción de España. Sin embargo, en los ejemplares conservados en la Biblioteca hay un volumen número once, en dos libros, dedicados, el primero, a Asia y, el segundo, a China. Este segundo libro, dedicado a China, muestra un bello frontispicio, sin indicaciones tipográficas, pero con el título grabado que dice “Novus atlas sinensis a Martino Martinio. Soc. Iesu Descrptus at serenisimo Archiduque Loepoldo Guilielmo Austriaco dedicatus”142. Como muestra de la complejidad de las ediciones de estos atlas me gustaría hacer notar que igual frontispicio, con ligeras variantes, aparece en el último volumen (Pars sexta) del ya comentado Atlas Novus, impresa al parecer en el año 1655143. En la Biblioteca se conservan dos ejemplares de esta edición castellana del Atlas Maior que muestran variantes propias de la conservación de cada una de las colecciones. Una de ellas, con signatura A 215/135-144, se conserva íntegra a falta del libro primero del volumen once, ya comentado, dedicado a Asia. Cada uno de los libros muestra su portada y/o frontispicio grabado y un buen estado de conservación. Los otros ejemplares, con signatura A 062/045-54, están más deteriorados, con una buena parte de los volúmenes sin portada y muchos mapas arrancados.

El Atlas Maior de Blaeu debe considerarse con una obra de lujo, muy cara de confeccionar. Era una obra dirigida a los privilegiados, los únicos que podían pagar la calidad exigida de papel, gran formato, abundancia de mapas y una lujosa encuadernación, realizada por encargo144.

Quedan muchos libros de importancia que podrían ser objeto de comentario y estudio específico, como el Civitatis Orbis Terrarum, vistas de ciudades publicadas en seis tomos, en forma de atlas entre los años 1572 y 1618, en Colonia, por George Braun y Frans Hohenberg, quien había trabajado para A. Ortelius como grabador de sus mapas145. No puedo, sin embargo, extenderme más en este trabajo que no ha sido más que una primera aproximación a un tema de investigación apasionante, que espero poder continuar en breve. A modo de recapitulación, tan sólo decir que los Atlas pueden considerarse los mejores representantes de la conjugación de la cartografía y la tipografía y sus consecuencias. No pueden entenderse, ni se hubieran desarrollado de la forma en que lo hicieron, sin los avances producidos tanto en el conocimiento del mundo y su descripción, como en las técnicas de la edición y de la imprenta. Fueron grandes empresas que

                                                                                                                                                                                  otra forma: vol. I y II: 1635-1650; vol. III, 1640-1650. Los tres volúmenes siguientes, en cambio, sí que se corresponden en todo con las referencias ofrecidas por estos autores: vol. IV, 1648, Inglaterra; vol. V, 1654, Escocia, Hibernia; vol. VI, [1655] Atlas Sinensis. 140 C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps...ob. cit., p. 108. 141 Al menos eso afirman los autores arriba indicados. 142 BUS A 215/144 (libro II) y BUS A 62/53 (libro I, fecha en portada, 1659) 143 BUS A 062/21. En este caso el frontispicio muestra en su parte superior el título completo de la obra que ha sido sustituido por otro grabado alegórico en el Atlas Maior. Otra diferencia se observa en el título particular del volumen que en el caso del Atlas Novus que ahora se comenta se remata con una mención de privilegio que no figura posteriormente: “Cum privilegio S. C. Maj. Et Ord. D. Faed. Belg.” 144 C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., p. 106. 145 N. THROWER, Mapas y civilización ... ob. cit., p. 91. Sobre su historia editoral véase C. MORELAND and D. BANNISTER, Antique maps...ob. cit., p. 82-83. El ejemplar de la Biblioteca Universitaria de Sevilla tiene la signatura A Res 73/1/11-16. También, Res 03/3/9

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conjugaron intereses muy diversos, pero que en su conjunto son deudores de la nueva mentalidad del humanismo y el Renacimiento. Son obras abiertas, en sucesiva y constante renovación, sujetas a un proyecto de edición que desde el primer momento se concibe progresivo, que obedece a una lógica acumulativa, no cerrada, ni perfecta. Los Atlas se hallaban en constante cambio y renovación, lo cual facilitó la aparición de reediciones sucesivas, rentabilizadas, en gran medida, por la posibilidad de vender las novedades de forma independiente al conjunto de la obra146. La flexibilidad de los Atlas, los convierten en productos muy complejos, necesitados de estudios particulares que analicen tanto los diversos proyectos editoriales que los generaron e incrementaron, como el modo en que se comercializaron, usaron y conservaron hasta llegar a nuestros días147. El análisis comparado de los ejemplares conservados, con la historia de su edición y conservación resulta imprescindible para poder ofrecer conclusiones más certeras a cerca de lo que significaron en la historia del libro. Entretanto, nada mejor para cerrar este trabajo que las propias palabras con las que A. Ortelius se dirigía a sus lectores en los preliminares de su Theatrum:

“Porque muchos ay que gustan mucho de la Geographía o Chorographía, y más de las tablas, descripciones y retratos de las regiones que se hallan, mas por no tener con qué comprarlas y si tienen tanto quanto ellas cuestan, no lo quieren emplear en ellas y assí las dejan y no se satisfazen. También ay algunos que tienen con qué comprarlas y de buena gana las comprarían si tuuiesen lugar dónde desenbolver cómodamente y mirar cartas tan largas y anchas, porque para dezir la verdad, aquellas grandes y anchas cartas Geographicas enbueltas, no son tan cómodas, ni tan fáciles de mirar quando algo se lee y al que quisiesse desemboluerlas todas y estiradas pegar a la pared, sería necessaria no sólo vna casa grandíssima, pero también un theatro real. Auiendo esto muchas vezes esperimentado, comencé a pensar conmigo qué remedio se podía hallar para estos inconuenientes o para desmenuyrlos algún tanto o para quitarlos del todo y al cabo nos pareció que por este medio que hemos guardado en este nuestro libro (al qual como esperamos y a cada vno deseamos, podrán todos fácilmente dar lugar entre sus libros) se podría hazer”.

(A. Ortelius, Theatro de la Tierra Universal. Amberes, 1588. Epístola al lector)

                                                            146 C. JACOB: L´empire des cartes... ob. cit., p. 104. 147 D. Woodward enfoca su trabajo dedicado a los mapas impresos en general teniendo muy presente el uso y los destinatarios de los mismos, a quienes dedica un último capítulo. (D. WOODWARD: Cartografia a stampa nell´Italia del Rinascimento. Milán, 2002, pp. 99-130.