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    Ediciones de la Universidad Bolivariana de Venezuela

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    Hugo Rafael Chvez FrasPresidente de la Repblica Bolivariana de Venezuela

    Marlene Yadira CrdovaMinistra del Poder Popular para la Educacin Universitaria

    Luis BonillaViceministro de Planificacin Estratgica

    Rubn ReinosoViceministro de Desarrollo Acadmico

    Jehyson GuzmnViceministro de Polticas Estudiantiles

    UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA

    Prudencio ChacnRector

    Luis BigottVicerrector

    Jos BerrosSecretario General

    Sergio GarcaVicerrector Territorial

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    T E R R I T O R I O S

    Y V O C E S D E L A

    I N T E R C U L T U R A L I D A D

    A F R O D E S C E N D I E N T E

    NUESTRAAMRICA NEGRA

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    UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA

    Nuestra Amrica Negra:Territorios y voces de la interculturalidad afrodescendiente

    Ins Prez-Wilke y Flor Mrquez

    Hecho el Depsito de Ley

    Depsito Legal lf86120123704533

    ISBN 978-980-404-034-4

    Sobre la presente edicin

    Universidad Bolivariana de Venezuela.Direccin General de Promocin y Divulgacin de Saberes

    Edicin al cuidado de: Tibisay Rodrguez y Eduardo CobosDiseo de coleccin: Ariadnny AlvaradoDiseo de cubierta y diagramacin: Ariadnny Alvarado

    Av. Leonardo Da Vinci con calle Edison,Edificio Universidad Bolivariana de Venezuela.

    Apartado postal: 1010Telfonos: (0212) 606.36.16/ 606.36.14E-mail: [email protected] Web: http://www.ubv.edu.ve/

    Caracas, Venezuela, 2013Impreso en la Repblica Bolivariana de Venezuela

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    145 Una nueva sociedad va de la mano con una nueva universidad.Aiden Salgado Cassiani

    159La nueva inmigracin africana subsahariana en la Argentina. Unaaproximacin desde el trabajo etnogrfico

    .

    Marta Mercedes Maffia

    179 Los autores

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    Orgenes

    Lezama, el origenista, define a aquellas culturas que no fueron capa-ces de producir imgenes resistentes al paso del tiempo toscamente

    indescifrables. As, la memoria histrica debe ser interpretada como algo

    ms que una sucesin de datos en el tiempo, siendo tarea de los intrpre-tes descubrir los signos de identidad que los pueblos han venido hilvanan-do para hacerse visibles.

    Cmo contar la historia?Las manifestaciones artsticas: la escritura, el pintor que retrata una po-

    ca; la msica ancestral, la bsqueda de lo oculto en las culturas origina-rias, la indagacin de lo singular; en fin, la apropiacin de la historia desdela sensibilidad que vaticina el mundo, construye puentes inagotables entre

    un evento y otro, yuxtapone coincidencias que merecen ser narradas yreconocidas si se quiere ir en bsqueda de lo nuestro.

    La editorial de la Universidad Bolivariana de Venezuela ha querido reunirlas voces que han bordeado la historia latinoamericana. Por ello presen-tamos, ahora, la coleccin Orgenes, dedicada a valorar la memoria delos dignos victoriosos, pero tambin la de los no vencedores; annimasmanifestaciones que representan esa imagen poco narrada. Culturas que,por sus creaciones, hoy se resisten a morir y cuyos rastros desciframosgracias a cada lector.

    Tibisay Rodrguez TorresEdiciones de la Universidad Bolivariana de Venezuela

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    XI

    Con el genuino entusiasmo que originan quienes sociabilizan susinvestigaciones y conocimientos, leemos la compilacin NuestraAmrica negra. Territorios y voces de la interculturalidad afrodescendiente,realizada por las docentes Flor Mrquez e Ins Prez-Wilke de la Universi-dad Bolivariana de Venezuela, la cual viene a ser una refrescante oportuni-dad para apuntalar las fortalezas conceptuales sobre la dispora africanaen nuestro continente.

    Son nueve ensayos elaborados por Nelson Aboy, Leda Maria Martins,Matilde Eljach, Alejandro Frigerio, Eva Lamborghini, Ins Prez-Wilke, Pe-dro Alexander Cubas, Cristbal Valencia Ramrez, Aiden Salgado Cassianiy Marta Mercedes Maffia. Cada uno de ellos nos adentra en ineludiblesaspectos relacionados con la afrodescendencia tales como la religin, lamigracin, la msica, la oralidad, la educacin universitaria y en suma conla pluriculturalidad, proporcionando herramientas cientficas para abordarcon propiedad el estudio de la insoslayable presencia africana en Amrica.En su conjunto, la propuesta de girar en torno a la interculturalidad afrodes-cendiente, si bien no se agota, cumple con la meta de ofrecer al lector, in-vestigador o estudioso una valiosa bibliografa de consulta y referencia. Ensuma, una acertada recopilacin de las profesoras Prez-Wilke y Mrquez.

    Desde el despacho del Viceministro para frica, las Ctedras Libre fricade las universidades venezolanas y del Instituto de Investigaciones Estrat-gicas sobre frica y su Dispora (Centro de Saberes Africanos) celebramos

    este logro editorial que cuenta con la decisiva participacin del Centro deEstudios Sociales y Culturales de la UBV. Un nuevo aporte para el desarrollodocumental del tema de la africanidad en Venezuela y Amrica.

    Reinaldo Jos Bolvar Viceministro para frica

    Director del Instituto de Investigaciones Estratgicas sobre frica y su Dispora

    Presentacin

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    IntroduccinSe desalienarn aquellos blancos y negros que se nieguen a dejarse en-

    cerrar en la torre sustancializada del pasado. Para muchos otros la de-salienacin vendr de la negativa a considerar la actualidad como algo

    definitivo.

    Frantz Fanon1

    Los territorios interculturales se muestran sumamente complejos aun-que no se llegue a discernir de qu se trata tal complejidad. Es a par-tir de las investigaciones surgidas en y para las comunidades, que se tornainteligible, relevante, profundizar en el camino abierto, en este caso, por laspropuestas afroepistemolgicas. Esto quiere decir, la deconstruccin de la in-formacin generada por Occidente sobre los pueblos africanos y afrodescen-dientes; valorando, en contraste, el estudio y la fundamentacin de modos de

    pensamiento, enunciacin y ejercicio de visiones de mundo multipolares y nooccidentales. En esta reconstruccin son indispensables las investigaciones ysistematizaciones que vienen realizndose con la participacin de practicantesde las tradiciones populares, ya que sus voces, sus reflexiones, originan al in-terior de sus saberes la comunicacin con los estudios acadmicos.

    En este amplio espectro se ubican, entre otros, los estudios antropolgi-cos y etnogrficos recientes que aportan nuevas miradas, las cuales inclu-yen novedosas categoras en las que se revaloriza el conocimiento oral, y

    la dimensin espiritual no es considerada como mero elemento abstracto ofolclrico. Porque sin estos componentes es imposible comprender nues-tro presente, y su ausencia tiende a banalizar el entorno y los lazos huma-nos y sociales pierden sentido.

    As mismo, son importantes, desde la perspectiva afroepistemolgica,la corporalidad, la musicalidad, la potica de las vivencias y la transmisin

    1 Frantz Fanon, Piel negra, mscaras blancas. Buenos Aires, Editorial Abraxas, 1973, p. 187.

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    del saber, ya que es travs de la abstraccin terica que podemos sepa-rar contenidos ideales de sus formas de representacin y trasformacin.Solo al ser expresados se activan como catalizadores de la vida social y

    cultural. En fin, acercarnos a estos estudios de la mano de miembros delos pueblos que han tenido el tesn y la generosidad de dialogar con elmbito acadmico occidentalizado, permite con sus aportes un intercam-bio intercultural capaz de revolucionar la sociedad.

    Las corrientes fundadas por los estudios decoloniales y anterior-mente las postcoloniales proponen el anlisis y la reconstruccin cr-tica de los usos coloniales, especialmente aquellos cada vez menosvisibles pero presentes en el lenguaje, en las prcticas naturalizadas,

    en patrones de vida, expectativas, deseos, o en las construccionesimaginarias de negacin de s para adoptar las formas coloniales yneocoloniales. En el caso especfico de los pueblos afrodescendien-tes (Fanon, Csaire), es relevante identificar las estrategias en que latradicin colonial contina entre nosotros y las maneras en las que sereproduce, as como las manifestaciones neocoloniales del capitalis-mo mundial que vuelve a imponer relaciones de dominacin sobre lospueblos afrodescendientes y el papel que la Iglesia catlica ha tenidoen estos acontecimientos.

    Las cuestiones de afrodescendencia tambin han sido debatidas por losestudios culturales. En el caso de los estudios culturales latinoamericanos,han estado vinculados con la visibilizacin de los derechos de los pueblosafrodescendientes e indgenas, y el reconocimiento de sus saberes. Igual-mente, han sido recurrentes las aproximaciones a la identidad, el dilogoentre alteridades en torno a la interculturalidad relacionadas con las anti-guas y nuevas formas de hibridacin, mestizaje, encuentro y luchas. Sinembargo, todos estos temas adquieren vigencia transformadora con lasdinmicas globales tanto de homogenizacin como de organizacin parala visibilizacin de la diferencia. Dicho en palabras del antroplogo Emanuel

    Amodio:

    La realidad resulta siempre ms rica que su representacin, y esascategorizaciones poco sirvieron para controlar las relaciones coti-dianas, ya que, por un lado fue necesario redefinir continuamente

    las categoras y por otro hubo que justificarlas histricamente, en

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    un intento desesperado de encontrar un sentido a la multiplicacinindefinida de colores y culturas2.

    As, de importancia ha sido la revisin de la dispora africana en sus ex-presiones contemporneas: procesos migratorios y sus nexos con el ori-gen tnico, los vestigios coloniales y las fuerzas neocoloniales. Son ejem-plos de ello, los casos de los haitianos emigrados hacia el continente trasla convulsionada historia reciente de intervenciones internacionales; o deafricanos subsaharianos a Europa y Amrica. La dispora negra continahoy: pueblos negros siguen siendo desplazados, obligados a peregrinar ya buscar otros territorios para subsistir.

    Por ltimo, han sido tomados en cuenta por los estudiosos aspectosrelativos a los movimientos sociales y sus luchas por reivindicaciones pol-ticas, civiles, culturales y econmicas que han persistido desde la creacinde las comunidades cimarronas en la colonia, y que a la luz del siglo XXIarticulan el debate en otros mbitos y bajo pticas diversas que evidencianproyectos, planes y propuestas cuestionadoras de las prcticas naturaliza-das, excluyentes o racistas. Sin duda, el intercambio abierto entre investi-gadores, medios de comunicacin incluyentes y los movimientos afrodes-

    cendientes, ha proporcionado una mirada renovada para el quehacer delas comunidades organizadas. No en vano Boaventura de Sousa Santosnos advierte de una globalizacin contrahegemnica, de la que son partelas organizaciones regionales y mundiales de los movimientos sociales quevienen asumiendo tareas propositivas e incluso administrativas en materiaslegislativas y de polticas pblicas.

    Es por ello que, para la Ctedra Libre frica de la Universidad Boliva-riana de Venezuela, la estrategia de interrelacin regional es fundamental,

    en el sentido de acercar voces de distintas geografas que aporten a ladiscusin de los problemas concernientes a los pueblos afroamericanos.De esta manera, el presente proyecto editorial, Nuestra Amrica Negra. Te-

    rritorios y voces de la interculturalidad afrodescendiente,compilado por InsPrez-Wilke y Flor Mrquez, integrantes de la Ctedra, tiene el propsito de

    2 Emanuel Amodio, El crisol criollo. Mezclas, fusiones y contraposiciones de culturas en Venezuela,en Lourdes Manrique et alter.Aportes culturales a la venezolanidad. Caracas, Fondo Editorial Ipasme,

    2008, p. 67.

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    reunir diversos enfoques disciplinarios e interdisciplinarios fundamentadosen investigaciones y reflexiones de estudiosos, observadores, militantes dela negritud y la afroamericanidad.

    As, este panorama de saberes demuestra lo extenso, lgido y urgenteque es revisar los distintos aspectos de la etnicidad y su proximidad conlas dinmicas sociales, econmicas y polticas de los hijos e hijas de la

    frica trasplantada. En muchos sentidos, la condicin del pueblo negroesclavizado fue descrita por Miguel Acosta Saignes, prediciendo ademsla complejidad de la tarea por venir:

    El rgimen de produccin esclavista implica que el esclavo es

    una cosa, una simple propiedad, un medio de produccin com-prable y vendible como cualquier otro instrumento. Pero los se-res humanos esclavizados se rebelan, huyen, se defienden yatacan, protestan incesantemente contra su sometimiento. Suactividad y el desarrollo de la sociedad que sus propias manossostienen, engendran modificaciones y no puede mantenerseindefinidamente un status invariable3.

    Al sealar los territorios y voces de la interculturalidad afrodescendiente es-peramos hacer visibles lneas, trazos concretos, que conciernen a expecta-tivas, imaginarios y condiciones de vida de los pueblos afrodescendientes.De igual modo, hemos identificado territorios temticos que han dirigido laestructura del presente libro en cuanto a la aparicin y agrupamiento de losartculos, mientras que los enfoques tericos subyacen imbricados en loscontenidos textuales.

    Nuestra Amrica Negra inicia su recorrido con el captulo dedicado alos Saberes ancestrales y prcticas culturales, que en esencia se refiere alestudio de las prcticas antiguas fuertemente determinadas por la herenciaexpresiva, el universo imaginal, espiritual y religioso africano en procesos detransformaciones, enraizamientos e intercambios de la experiencia intercul-tural, o las tensiones con la cultura colonial eurocntrica. De esta manera,

    3 Miguel Acosta Saignes, Vida de los esclavos negros en Venezuela. Caracas, Hesprides, 1967,

    p. 297.

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    Nelson Aboy nos introduce con El It. Cdigo tico e identitario en el cultoa los orishas de Cuba a nociones poco difundidas sobre esta cultura, lacual se distancia notoriamente de las religiones occidentales. El culto orisha

    se centra en los problemas del individuo mientras que las religiones de grandifusin se apoyan en la recriminacin (el pecado, la absolucin, la rein-cidencia, el castigo, el perdn clerical). El It permite una caracterizacinpersonal que orienta a la persona para la vida. En La oralitura de la me-moria, Leda Maria Martins nos da a conocer algunos rituales africanos: lamsica, la danza, la lingstica artstica, la tcnica, o las gestualidades, quehan permeado la memoria de nuestros pueblos, haciendo nfasis en lasprcticas afrobrasileas. Para esto, es a travs de la oralituraneologismo

    que subraya las cualidades literarias del juego y la tradicin oral africanaque Martins edifica sus teoras de apropiacin conceptual: Las culturasnegras que matizaron los territorios americanos, en su formulacin ymodusconstitutivos, hacen evidente el entretejerse de las tradiciones y memoriasorales africanas con todos los otros cdigos y sistemas simblicos, escri-tos y/o grafos, con los cuales se confrontaron. Por su parte, Fragmentosde un discurso religioso, de la investigadora Matilde Eljach, hace hincapien el perodo de fines del siglo XIX y comienzos del XX, momento clave enla formacin del Estado-nacin colombiano. Eljach nos seala que es uti-lizando el discurso reedificado de raigambre colonialista, inquisitorial, quelos misioneros y sacerdotes cristianos impusieron la evangelizacin de loshabitantes afrodescendientes de la costa del Pacfico neogranadino, aca-llando en estos sus expresiones culturales, lo cual permiti la dominacinmetropolitana y eclesistica.

    El captulo dos, Identidades y narrativas interculturales, contiene artcu-los en los que sus autores reflexionan sobre los procesos identitarios y dedilogo de alteridades en la contemporaneidad ms reciente de Nuestra

    Amrica. En este contexto se incluyen, adems, las experiencias, nudostericos y sociales, que evidencian un imaginario vital africano y afrodes-cendiente en concordancia con otras influencias culturales. Pese a lo quese podra pensar sobre la sociedad argentina, debido al predominio denarrativas que enfatizan la blanquedad de sus habitantes, al interior de estaha coexistido, sin aspavientos, la presencia tnica y cultural afro. En este

    sentido, el aporte de Alejandro Frigerio y Eva Lamborghini con el texto Pro-

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    cesos de reafricanizacin en la sociedad argentina: umbanda, candombey militancia afro, viene a ser una revaloracin, con sus avances y retro-cesos, suscitada por los mismos grupos que redimen en la actualidad las

    prcticas heredadas de la dispora africana en nuestro continente. Estoscultores, en palabras de los investigadores: han realizado esfuerzos, enlos ltimos veinte aos, por rescatar la presencia afroargentina () Conmagros recursos econmicos, mediticos y, en ocasiones, retricos, hanintentado presentar contra-narrativas de la nacin (de distinto grado deformalizacin) que justifiquen la presencia de sus prcticas en el pas y quedisminuyan su carcter forneo. En Sentidos y contra-sentidos para laconstruccin identitaria de la negritud, Ins Prez-Wilke nos plantea los

    problemas relativos a las dinmicas subjetivas de la poblacin afrodescen-diente, especialmente en el entorno urbano. As mismo, la forma cmo lasprcticas socioculturales advierten las dificultades semnticas y epistemo-lgicas que dejan ver las presiones, transformaciones, contradicciones ylos cambios identitarios. A fines de la dcada de los 70, las expresionesmusicales en Cuba consolidan experimentaciones de amplio espectro. Sibien esta nueva escena artstica privilegia la cancin de contenido polti-co, no es menos cierto que hay grupos que echan mano a las tradiciones

    ancestrales africanas para enraizarse en una propuesta comprometida. Esel caso de la agrupacin Sntesis, quienes desde la msica afro-religiosa,el jazz y el rock logran una novedosa fusin. As lo seala en su artculo,Visibilizando identidades en la dispora: la propuesta (afro/etno) rock delgrupo Sntesis, Pedro Alexander Cubas Hernndez.

    En el captulo final, tituladoProcesos polticos y sociales, son visibilizadasluchas, alcances y actualidades relacionados con procesos educativos, demigraciones y polticas pblicas. Estos tres ejes temticos vienen, entonces,a insertarse en el marco de enfoques tericos y epistmicos diversos, quedan cuenta de asuntos estadsticos, narrativos, descriptivos, pero siempredesde una perspectiva crtica que permita trascender las limitaciones dela mirada occidentalizante. Partiendo de su trabajo de campo en comu-nidades caraqueas, en Bolvar ya no es blanco: la importancia de losprocesos identitarios el antroplogo chicano Cristbal Valencia Ramrezprofundiza sobre la sensibilizacin y reconocimiento de la identidad afro en

    nuestro pas. La experiencia narrada por este que incluye una acertada

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    lectura estadstica del fenmeno de autorreconocimiento se inserta enlos prolegmenos del Censo 2011, en el cual se incluira por primera vez lapregunta sobre la ciudadana afrovenezolana. En Una nueva sociedad va

    de la mano con una nueva universidad, Aiden Salgado Cassiani proponeuna revisin de los preceptos educativos relacionados con el tema de losafricanos y sus descendientes en las universidades venezolanas, lo cualse enmarca en la discusin poltico-acadmica en una sociedad donde seagencian grandes cambios polticos, econmicos y sociales. En La nuevainmigracin africana subsahariana en la Argentina. Una aproximacin des-de el trabajo etnogrfico, Marta Mercedes Maffia centra su estudio en elseguimiento y evaluacin de las condiciones sociopolticas de la migracin

    africana en su pas durante las dos ltimas dcadas. Maffia, adems, dacuenta de los nucleamientos y el estado de organizacin de estas comuni-dades, que intentan, con mayor o menor decisin, ser parte integrante delnuevo espacio de residencia por el cual han optado.

    Los aspectos sociales, econmicos, migratorios, educativos, culturales,o epistemolgicos que ameritan de una reflexin especfica relacionada connuestros pueblos afrodescendientes son un territorio amplio ya visitado,pero an no lo suficientemente conocido ni escuchado, requisito indispen-

    sable para la comprensin, integracin, respeto y cultivo de la diversidad, yel reconocimiento de la igualdad de derechos. Es la aspiracin del presenteproyecto editorial, contribuir con esta misin identificando especificidades ysingularidades, pero, sobre todo, como articulador de luchas, problemas,propuestas comunes que contribuyan a fortalecer la investigacin en el rea,nutriendo las luchas de colectivos y movimientos sociales afrodescendientes.

    La Ctedra Libre frica como programa de investigacin y formacindel Centro de Estudios Sociales y Culturales de la Universidad Bolivarianade Venezuela, quiere dejar constancia de su gratitud al Ministerio del Po-der Popular para la Educacin Universitaria y al Instituto de InvestigacionesEstratgicas sobre frica y su Dispora, instituciones que hicieron posibleesta publicacin.

    Ctedra Libre frica,Centro de Estudios Sociales y Culturales-UBV

    Caracas, mayo de 2012.

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    SABERESANCESTRALESY PRCTICASCULTURALES

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    El it. Cdigo tico eidentitario en el culto a

    los orishas de Cuba Nelson Aboy

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    N U E S T R A A M R I C A N E G R A Territorios y voces de la interculturalidad afrodescendiente

    En sentido general, se puede afirmar que todas las religiones poseenun cdigo o reglamento de tica, que norma la conducta y com-portamiento correcto que debern acatar todos sus afiliados por igual.

    En estos se establecen las ventajas o beneficios que disfrutarn los quecelosamente lo cumplan. Es caracterstico adems de todas las religionesen sus cdigos ticos, que su aplicacin y requisitos son los mismos paratoda la membresa, a excepcin de aquellos aspectos que sean aplicablesa determinados sectores en atencin al sexo, o edad; pero en cualquiercaso a los que correspondan, sern aplicables a todo el sector y por lotanto regulan o establecen patrones de conductas, que por su modo deaplicacin y acatamiento son de carcter masivo.

    Todos estos cdices generalmente responden, por un lado, a las cos-tumbres y con ello a la moral del contexto de que se trate y, por otro lado,garantizan los intereses del culto y de quienes lo administran, establecien-do claramente las prerrogativas y los niveles de estructura orgnica y conesto se entronizan los derechos y facultades, de a quienes corresponde elejercicio de los servicios religiosos sobre la membresa.

    Invariablemente en los principios de todos los cdigos ticos, que han

    creado las jerarquas religiosas, han estado muy bien representados losintereses de la casta sacerdotal gobernante y en no pocas ocasiones sehan convertido en los propios gobernantes de una nacin, aun cuandodentro de sus propias filas surjan movimientos de discrepancias, que lle-van a decisiones separatistas; de estos surjan los nuevos lderes, que consus renovadoras ideas erigen los nuevos pedestales, desde los cualescrearn sus propias doctrinas, para una nueva dinmica del ejercicio;pero en esta ocasin, de su propio poder.

    De alguna manera los preceptos que establecen los cdigos de ticade las religiones, por sus lineamientos y divulgacin preliminar, sirven paraque las personas afines o para que los intereses representados en ellos, seaglutinen a su alrededor y por consiguiente en su prdica que no siemprees su prctica. Hay una forma de proselitismo implcito en principio y demanipulacin masiva de sectores importantes de la sociedad; a tenor de loque un iluminado recibi como mensaje supremo, y en virtud de las inter-

    pretaciones de sus apstoles seguidores.

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    N U E S T R A A M R I C A N E G R ATerritorios y voces de la interculturalidad afrodescendiente

    En el caso del culto a los orishas todo esto tiene sus caractersticaspropias, que lo hacen atpico desde el punto de vista antropolgico; porello no guarda ninguna relacin con las restantes religiones que poseen

    un canon establecido, y que prescriben normas de conducta para gruposde individuos, a tenor de un criterio formulado por determinadas jerarquas,con el propsito de estereotipar comportamientos convencionalistas, sin darsolucin a la problemtica individual, que en muchas ocasiones obliga a laviolacin de preceptos, que solamente generan la doble moral y conocidasfrmulas de absolucin para pecadores debutantes o reincidentes.

    Los problemas de la espiritualidad de una sociedad son, ante todo, lasfrustraciones de cada individuo como unidad bsica, que en su conjuntointegra el grupo social, de esta manera las crisis de conciencia y de valoressociales tienen sus races en la problemtica de cada uno de sus integran-tes; las que en sentido general son tan diversas como diversas sean lasaspiraciones, objetivos, necesidades ms o menos cruciales, de cada indi-viduo, familia, o sector poblacional, en dependencia de la magnitud o enver-gadura de la problemtica y de a quines afecte o interese. De este modo,resulta muy difcil encontrar acicate espiritual en cultos religiosos, donde, si

    bien su prdica es noble y sana, sus preceptos solo exigen un estereotipode conducta a sus seguidores, sin tener ninguna forma, atractiva siquiera,de propuesta de al menos solucin a la problemtica que aqueja el indivi-duo.

    En el caso de los pases de Amrica y el rea del Caribe en su totali-dad, esto es an mucho ms complejo, dada la diversidad de etnos quese integraron en su composicin social y, en consecuencia, su riqusimadiversificacin cultural, donde en ocasiones incluso su acicate espiritual loes en tanto a su religin actual, y esta no resulta satisfacer su espirituali-dad ntegramente; en tanto a su problemtica por la transculturacin a quefueron sometidos, que en muchas ocasiones resultaron radicales mutila-ciones de su identidad propia y de su cultura nativa original.

    Un caso muy interesante con estas caractersticas es la situacin de pa-ses como EE. UU., en el cual, muy a pesar de haber una importante pobla-cin de origen africano, las condiciones de colonizacin bajo los auspicios

    de un protestantismo feroz, sectario, impositivo y autoritario, dio al traste

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    N U E S T R A A M R I C A N E G R A Territorios y voces de la interculturalidad afrodescendiente

    con una conversin al cristianismo protestante de toda la masa de escla-vos negros y sus descendientes, y con ello una prdida total de sus msgenuinos valores espirituales, dada la amputacin radical de sus religiones

    ancestrales, dialectos y cultura general, teniendo como consecuencia en lasucesin de generaciones, del negro ya norteamericano, que no ha logradosentirse dueo de su identidad. Por un lado por la prdida de su genuinaraz de identidad cultural real; por otro lado por la discriminacin racial de laque an es objeto. Por esta razn el negro norteamericano como entidadpsicosocial est pero no es.

    De manera que algunos de los problemas de la espiritualidad de los

    hombres, encuentran escasas alternativas en la recurrencia hacia religionescannicas, sobre todo en aquellas donde el canon es de obligatorio cum-plimiento de los hombres en la tierra, a cambio de un paraso de ultratumba,por el que ninguno de los problemas de hoy en da puede esperar. Mientrasque en culturas ms atrasadas en sus cultos religiosos, como La Regla deOsha, su primer objeto de preocupacin, atencin y alternativa de solucines la problemtica personal en su individualidad aislada, contextual y con-tempornea, y en la suma del saneamiento de las dificultades individuales,

    y como una consecuencia involuntaria resultan importantes acondiciona-mientos y acomodamientos de las tensiones de la sociedad, que inhiben oeliminan condiciones objetivas y subjetivas que hubiesen provocado com-pulsiones sociales.

    En virtud de estas caractersticas que perfilan el Culto de los Orishas,como una actividad religiosa para la mejor realizacin, que en primer tr-mino asume alternativas de solucin a la problemtica individual y social,es evidente que esta no tiene, por sus propsitos de realizacin, aspectosque pugnen o antagonicen con los cdigos ticos o polticos de ningunode los regmenes sociales con los cuales ha tenido que convivir. Por elcontrario, asume en su contenido y como una constante, buscar posiblessoluciones que garanticen o al menos pretendan una mejor plenitud en larealizacin existencial y con ello una sociedad ms equilibrada y muchomenos compulsiva. Tema no abordado todava por las ciencias socialescontemporneas. Cuando se va penetrando en el umbral de una praxis

    consecuente, por los iniciados en el culto a los orishas si se es ob-

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    servador del fenmeno de la vida que lleva cada uno, desde el punto devista socioantropolgico, se va comprendiendo que el cdigo tico deconducta es personal, nico, que responde a los intereses de la individua-

    lidad contextual y por ende, exclusivo de cada quien y de cada cual, conel ajuste y acondicionamiento de la individualidad en su especificidad; entanto su papel individual histrico, psicolgico, biolgico y social.

    El cdigo tico del culto a los orishas no es precisamente una relacinde preceptos y observancias que se conozcan de antemano y que regulenuna vida ejemplar en un contexto social, tampoco es resultado del criteriopersonal de un grupo de sacerdotes lderes, a los que el iniciado se debe

    someter. Luego, el cdigo de observancia de un iniciado no es por tantola motivacin de su iniciacin; tampoco es una conviccin o conversina un credo que se asuma por convencionalismos sociales y contribuyana proporcionarnos un estado de opinin favorable en un consenso de lasociedad; tampoco es, en modo alguno, un crdito o currculum sacro-social; sino que por el contrario resulta ser una consecuencia del procesoinicitico y, por ende, no solo se desconoce sino que simplemente noexiste hasta tanto el individuo se inicie al culto.

    Luego, el verdadero cdigo tico personal de los iniciados al culto delos orishas con independencia de la causa de iniciacin es una obli-gatoria consecuencia resultante del proceso inicitico del individuo. Puesal tercer da de consagracin en la misma, las deidades que el iniciadorecibir y a las cuales ya ha sido sintonizado, expresarn su mensaje oconsejo en registro trascendente que se denomina it y que se efectacon los medios oraculares de cada uno de los orishas.

    En virtud de lo cual se producir la revelacin krmica de cada cen-tro suprasensorial representado por cada orisha, que por conducto delas extremidades superiores del iniciado (sus manos), mediante el mediooracular (los caracoles), como instrumento de induccin para la interpre-tacin servir como portador, o soporte de la informacin del mensajevibracional interno. Que en atencin a su cantidad, como expresin nu-mrica y distribucin al ser arrojados sobre la superficie de una estera yal nivel del piso, los que caigan en posicin conversatoria (boca arriba),

    se convertirn en testigo indiscutible del mensaje y ser interpretado en

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    pero de cualquier forma multiplicado por los 4 que se encuentran en esta cate-gora participativa, aportan entre todos ellos un total de 1.879.448.334 por 10elevado a la 23 potencia de posibilidades alternativas de aportacin informativa

    al iniciado.Con esta misma dinmica de estructuracin, un sexto y ltimo orisha,

    que aportar la informacin del curso de vida, estar constituido por untotal de probabilidades que abarca unos 6.703.765.484 por 10 elevadoa la 12 potencia de posibles alternativas para el mismo individuo.

    Elementalmente la suma del total de las posibilidades alternativas quese van conjugando y que se pueden obtener en resumen, luego de un

    proceso inicitico, arroja que habrn definido la caracterologa de un tipode individualsima especificidad entre unas 2.617.717.537 por 10 elevadoa la 23 potencia de posibilidades de tipo especfico de personalidad indi-vidual del ser humano, perfectamente reconocibles y clasificables por estacultura de realizacin.

    Dicho de otro modo, son capaces de reconocer y clasificar tantos tiposespecficos de personalidad como seres humanos hayan existido, existeny existirn. Cada uno de los posibles smbolos que se van poniendo de

    manifiesto, como resultado del acto oracular post inicitico, se convierteen un elemento de aportacin cultural, para ir delineando la descripcincaracterolgica de la personalidad inicitica resultante. A pesar de que co-tidianamente operan de esta manera y con estos cdigos de clasificaciny repercusin psicosocial, los practicantes no se percatan en s mismosde la magnitud del fenmeno cultural que todo ello supone. Estas tcni-cas de clasificacin de la personalidad resumen en su haber la milenariasapiencia y experiencia. Ahora bien, hay que destacar que la mayor omenor riqueza de aportacin de caracteres ante estos resultados, estaren dependencia del mayor o menor conocimiento y riqueza cultural del sa-cerdote oficiante como oriat, en la lectura e interpretacin de la resultanteoracular. En palabras de Fabelo (1988):

    La moral entre los SanterosMoral es costumbres, pero las costumbres y las conductas son

    maneras de conducirse individuos y grupos humanos.

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    Cuando una costumbre es redactada intelectualmente, se le llamaregla de conducta.La regla puede ser instituida como principio por una institucin o

    filosofa.La sujecin de los principios a ciencia, teologa o filosofa consti-tuye la tica.Toda la estructura que da facturacin a la civilizacin Yorub, don-de encontramos costumbres, reglas de conducta, principios, tica,teofilosofa, poltica, educacin y metdica est implementada me-diante sus formas religiosas.Luego, toda su moral est en su religin.

    De este modo se comprender que un iniciado en sus pretensiones,no deber ir ms all de sus posibilidades reales, de vivir en ajuste y deconformidad con lo que trae predestinado. Con lo cual toma cuerpo elconcepto filosfico funcional que teolgicamente sustenta el verdaderosentido de ser de este culto religioso o, mejor dicho socio religioso queprocura, en primer trmino, la solucin de la problemtica personal delindividuo y como una consecuencia resultante, adems, su adecuamiento

    a las circunstancias insolubles en los casos donde as se requiera.Originalmente en frica, y a principios de siglo tambin en Cuba, los

    practicantes de estos cultos llevaban a sus hijos a los orculos para co-nocer de antemano toda la caracterologa de los mismos y poder de esaforma llevar la mejor conduccin de ellos; en el caso de los varones a losnueve aos y las nias a los siete, pues los yorubas opinaban que lashembras maduraban fsica y psicolgicamente antes que los varones.

    Se comprender que esta manera ajustada de vivir, con atencin a latraspolacin del equilibrio de las relaciones de la naturaleza, al equilibriode las relaciones sociales, tiene un sentido armnico e inteligente de co-munin interpersonal en el marco de la extraordinaria diversidad de per-sonajes psicolgicos; donde el conocimiento y aceptacin de virtudes ydefectos supone un conocimiento, infiere un dominio de las tendencias delas dems personas, en atencin a su caracterologa y esto evidencia quecada uno lleva una relacin con sus prjimos, conociendo con bastante

    exactitud al ente social que enfrenta dentro de los practicantes.

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    Por estas razones entre iniciados es importante conocer cul es el oris-ha personal de cada uno y, adems, cul es el signo correspondiente quelo definir luego de su iniciacin; porque nicamente as se puede conocer

    con exactitud las caractersticas vibracionales pluriformes, que determinancon objetividad la personalidad, y ser consecuentes con las mismas.

    Se necesita un trabajo meticuloso, multidisciplinario, esclarecedor ydesprejuiciado de estigmas discriminadores, en materia de antropologa,sicologa, sociologa, moral, tica, etnografa, etnologa, cvica e historia,sobre los patrones de origen africano subyacentes en nuestra cultura, quecontribuya al esclarecimiento de los orgenes y tendencias de nuestros

    cdigos ticos morales y, en consecuencia, su extraordinaria influencia enla tesitura de nuestra cultura mestiza americana; patrones estos que tienenmucho en sus esencias de la original cultura de los orishas. Resulta im-posible concebir un producto cultural blanco en una Amrica y en el readel Caribe, donde millones y millones de personas, no solamente son elresultado de un mestizaje racial; sino donde adems su modo cultural devivir es en ajuste a normas socio-religiosas de origen africano. Donde lamsica, la plstica, la danza, la oralidad, la sensibilidad y ejecutoria estn

    totalmente imbuidas del innegable perfil afroamericano. Si todo el cotidianodesenvolvimiento de los millones de iniciados al culto de los orishas, es enatencin a su cdigo tico personal, no podemos continuar desarrollan-do polticas o programas culturales en la Amrica con francas tendenciasblanqueadoras o, en el mejor de los casos, con omisin o desdn de losvalores estticos y ticos morales de la extraordinaria influencia de la cul-tura negra de nuestros pueblos americanos y del Caribe.

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    Quiera DiosQuiera Dios

    Oh, pueblo del mar.

    Quiera DiosQuiera Dios

    Es hora de navegar

    Cntico do Congo

    1.1 Los africanos no navegaron solos

    Zum, zum, zumAll en el medio del marZum, zum, zumAll en el medio del marEs el canto de la sirenaQue me hace entristecer

    Parece que ella adivinaLo que va a acontecerAydame, reina del marAydame, reina del marQue manda en la tierraQue manda en el aireAydame, reina del marZum, zum, zumAll en el medio del mar

    Cntico del Congo y de Mozambique

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    Reina de la tierra. Reina del mar. Seora de las aguas. En muchasversiones de la fbula que recrea la aparicin de la imagen de Nues-tra Seora del Rosario, ella surge en las aguas y es de las aguas que los

    negros del Rosario van a rescatarla, entronizndola en sus candombes,sus tambores sagrados.

    Aguas. Mares. Travesas. Disporas.La historia de los negros en las Amricas se escribe en una narrativa de

    migraciones y travesas, en las cuales la vivencia de lo sagrado, de modosingular, constituye un ndice de resistencia cultural y de sobrevivenciatnica, poltica y social.

    Los africanos trasplantados a la fuerza para las Amricas, a travs de laDispora negra, tuvieron su cuerpo y su corpus desterritorializados. Arran-cados de su domus1 familiar, ese cuerpo, individual y colectivo, se vioocupado por los emblemas y cdigos del europeo que se adue de lcomo seor, grabndole sus cdigos lingsticos, filosficos, religiosos,culturales, su visin del mundo. Subyugados por el perverso y violentosistema esclavista, convertidos en extranjeros, cosificados, los africanosque sobrevivieron a las condiciones deshumanas de la travesa martima

    transcontinental fueron destituidos de su humanidad, despojados de sussistemas simblicos, menospreciados por los occidentales y revestidospor una mirada ajena, la del europeo. Esa mirada, amparndose en unavisin etnocntrica y eurocntrica, despreci la historia, las civilizaciones yculturas africanas, predominantemente grafas, menospreci su rica tex-tualidad oral; quiso invalidar sus panteones, cosmologas, teogonas; im-puso, como verdad absoluta, nuevos operadores simblicos, un modusde pensar ajeno y totalizante, interpretar, organizarse, en fin, una nuevavisin de mundo. Objeto de un discurso que la inventaba al revs, fricaapareca en el imaginario europeo como el territorio de lo primitivo y losalvaje contrapuesto a las ideas de razn y de civilizacin, definidoras dela pretendida supremaca racial e intelectual caucsica2. El continentenegro se dibujaba en los textos y en los registros del imaginario europeo

    1 Del latn: casa familiar, hogar (N. de la T.).2 Ver Mudimbe, The invention of Africa: Gnosis, Philosophy, and the Order of Knowledge.

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    como el continente de las sombras3, tabla rasa a ser prevaciada, inven-tariada y ocupada por la inscripcin simblica civilizada de las nacioneseuropeas.

    Sin embargo, la colonizacin de frica, la trasmigracin de esclavos ha-cia las Amricas, el sistema esclavista y la divisin del continente africanoen guetos europeos no consiguieron borrar en el cuerpo/corpus africanoy de origen africano los signos culturales, textuales y toda la complejaconstitucin simblica que funda su alteridad, sus culturas, y la diversidadtnica y lingstica de sus civilizaciones y de su historia.

    En el siglo XIX, un gigantesco baobab se ergua, todava majestuoso,

    en Boma, capital del reino de Zaire. Con una edad de, aproximadamen-te, 4.000 aos, el rbol asombraba a los viajeros occidentales que en lescriban sus nombres y mensajes4. Sincdoque y metfora del corpusterritorial y cultural africano, ese baobab da testimonio espectacular delvigor de las fundaciones y races africanas y la permanencia de sus tex-tos, inclusive cuando estn atravesados por el palimpsesto del otro. Enla complejidad de su textualidad oral y en la oralitura5de la memoria, losrizomas grafos africanos inseminaron el corpus simblico europeo y pre-

    aron las tierras de las Amricas. Como el Baobab africano, las culturasnegras en las Amricas se constituyeron como lugares de encrucijadas,intersecciones, inscripciones y disyunciones, fusiones y transformaciones,confluencias y desvos, rupturas y relaciones, divergencias, multiplicidad,orgenes y diseminaciones.

    Como nos recuerda Gates, los africanos que cruzaron el Mar Oca-no no viajaron ni sufrieron solos6. Con nuestros ancestros vinieron sus

    divinidades, sus modos singulares y diversos de su visin del mundo,su alteridad lingstica artstica, tnica, tcnica, religiosa, cultural, sus di-ferentes formas de organizacin social y de simbolizacin de lo real. Las

    3 Ver Brantlinger, Victorians and Africans: The Genealogy of the Dark Continent, en Gates (ed),Race, Writing and Difference.4 Canedo,A descolonizao da sia e da frica, p. 4.5 Oralitura: neologismo identificado en la autora que subraya las cualidades literarias del juego y latradicin oral africana (N. de la T.).

    6 Gates, The Signifying Monkey, p. 3. La traduccin de todas las citas de Gates han sido realizadaspor Leda Maria Martins.

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    culturas negras que matizaron los territorios americanos, en su formulaciny modus constitutivos, hacen evidente el entretejerse de las tradiciones ymemorias orales africanas con todos los otros cdigos y sistemas simb-

    licos, escritos y/o grafos, con los cuales se confrontaron. Y es por estava de las encrucijadas que tambin se teje la identidad afrobrasilea, enun proceso vital y mvil, identidad esta que puede ser pensada como untejido y una textura, en los cuales el habla y los gestos mnemnicos delos archivos orales africanos, en el proceso dinmico de interaccin con elotro. Estos se transforman y se actualizan continuamente en nuevos y di-ferenciados rituales de lenguaje y de expresin, haciendo una coreografa

    de la singularidad y alteridades negras.Este proceso de entrecruzamiento ha engendrado, a lo largo de la his-toria, juegos rituales de lenguaje y de performance cultural, modulacionessemiticas que fundan estrategias de veracidad y se traducen en unareingeniera de operaciones semnticas, plurales y plurivalentes, que insti-tuyen y restauran su significacin7.

    La cultura negra es una cultura de las encrucijadas.

    En las elaboraciones discursivas y filosficas africanas y en los registrosculturales de ellas derivados, la nocin de encrucijada es un punto nodal queencuentra en el sistema filosfico-religioso de origen yoruba una compleja for-mulacin. Lugar de intersecciones, all reina el seor de las encrucijadas, puer-tas y fronteras, Exu Elegbara, principio dinmico intermediario de todos losactos de creacin e interpretacin del conocimiento. Como mediador, Exu esel canal de la comunicacin, quien interpreta la voluntad de los dioses y quea ellos lleva los deseos humanos. En las narrativas mitolgicas, ms que unsimple personaje, Exu figura como vehculo instaurador de la propia narracin.Juana Elbein dos Santos destaca las funciones comunicativas y movilizadorasde Exu Bara, principio dinmico del saber filosfico nag, en Brasil:

    De hecho, s no solo est relacionado con los ancestros femeninosy masculinos y con sus representaciones colectivas, l tambin es

    7 Ver Martins,A cena em sombras.

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    un elemento constitutivo, en realidad el elemento dinmico, no solode todos los seres sobrenaturales, sino tambin de todo lo que existe.

    En este sentido, como Olrun, la entidad suprema, protomateria deluniverso, s no puede ser aislado o clasificado en ninguna cate-gora. Es un principio y, como el as que l representa y transporta,participa forzosamente de todo. Principio dinmico y de expansinde todo lo que existe, sin l todos los elementos del sistema y sudevenir quedaran inmovilizados, la vida no se desarrollara () Ascomo Olrun representa el principio de la existencia genrica, s esel principio de la existencia diferenciada como consecuencia de su

    funcin de elemento dinmico que lo lleva a impulsar, a desarrollar, amovilizar, a crecer, a transformar, a comunicar8.

    Como propiciador de todo proceso de semiosis, y por lo tanto de pro-duccin y comunicacin de sentido, s jise tambin es conocido comointrprete y lingista del sistema9, aquel que porta el ash10, el logos, se-gn Gates11, con el cual Olodumar cre el universo. Sus varios nombrestraducen su multiplicidad en espiral y su naturaleza de principio motriz.

    Juana Elbein nos seala la variada figuracin de Exu en sus principios sig-nificantes: s Elegbara, principio dinmico y smbolo complejo de todolo que existe12; s-Yangi, primera materia dotada de forma portadorade existencia individual13; s-Oba, padre ancestral y al mismo tiempoprimer nacido14; Igb-Keta, tercera persona, el tercer elemento15; s-Eleb, seor de las ofrendas, el propietario, el que controla, el que regulael ebo, la ofrenda ritual16; s Yangi jis-ebo, smbolo de desprendi-

    8 Santos, Os nag e a morte, pp. 130-131.9 Ibdem, p.165.10 Ash: palabra de origen yoruba con diversas acepciones, entre ellas: flujo vital, fuerza vital,conocimiento religioso ancestral. Se puede encontrar escrito como Ache, predominantemente enCuba o en Brasil Ax(N. de la T.).11 Gates, The Signifying Monkey,p. 8.12 Ibdem,p. 134.13 dem.14 Ibdem,p. 135.

    15 dem.16 Ibdem,p. 161.

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    miento de la materia progenitora, de restauracin y restitucin, por mediode la cual la energa del ax es trasladada y transferida a algn otro objetoo a otro ser con el cual quien ofrenda se identifica17; s- jis, el mensa-

    jero, en el sentido ms amplio del trmino, el elemento de comunicacin,Agb, representacin colectiva de todos los Es individuales18; s-na,Seor de los Caminos que puede abrir o cerrarlos segn el contexto y lascircunstancias19. Siendo el resultado de la interaccin de un par, agua +tierra, Ornmil + Ybhiru () es el portador mtico del semen y del teroancestral y como principio de vida individualizada l sintetiza los dos20.Estas designaciones, que no agotan las cualidades de Exu, traducen su

    funcin nodal como signo de lo mltiple y de lo singular en el sistema reli-gioso de ascendencia yoruba, diseminado en las Amricas.Adems, Henry Louis Gates seala que, en la sintaxis del sistema de

    interpretacin sgnica yoruba, regido por la divinidad de If, Exu funcionacomo el principio del cual emergen las posibilidades de creacin y la tra-duccin de los saberes. En la estructura retrica del proceso de interpre-tacin de If, Exu conecta la verdad y el entendimiento, lo sagrado y loprofano, el texto y su interpretacin, la palabra (como una forma del verbo

    ser) que enlaza al sujeto y su predicado, enlazando la sintaxis del ritual deadivinacin a sus estructuras retricas21.

    En esa concepcin religiosa y filosfica de la gnesis y de la produccinen espiral del conocimiento, la encrucijada es un principio de construccinretrica y metafsica, un operador semntico pulsando significaciones, visi-blemente diseminado en las manifestaciones culturales y religiosas brasile-as de predominio nag y en aquellas matizadas por los saberes bant22.

    17 Ibdem,p. 163.18 Ibdem, p. 165.19 Ibdem, p. 169.20 Ibdem,p 163.21 Ibdem,p. 6.22 Al mapear, lingstica y tnicamente, la extensin de las lenguas bant, Yeda Pessoa deCastro afirma: El dominio bant abarca diversas lenguas habladas en toda frica subequatorial, enterritorios que van de la lnea del Ecuador a frica del Sur, entre los de Gabn, Zaire, Camarones,

    Angola, Uganda, Kenia, Zambia, Zimbawe, Mozambique, etc. () El trmino bant, plural demuntu, hombre, significa pueblo y fue inicialmente usado por Bleek, en 1870. El quicongo,

    hablado por los bacongos, el quimbundu, hablado por los ambundos y el umbundo, hablado porlos ovimbundos, son lenguas del territorio bant. Segn esta autora, otro dominio lingstico se

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    El trmino encrucijada, utilizado como operador conceptual, nos ofrece laposibilidad de interpretacin del trnsito sistmico y epistmico que emer-gen de los procesos inter y transculturales, en los cuales se confrontan y

    dialogan, no siempre amistosamente, registros, concepciones y sistemassimblicos diferenciados y diversos.

    La encrucijada, locus tangencial, aparece aqu como instancia sim-blica y metonmica que es procesada por diversas vas de elaboracio-nes discursivas, motivadas por los propios discursos que la cohabitan.De la esfera del rito y por lo tanto del performance, es lugar radialde centramiento y descentramiento, intersecciones, desvos, texto y

    traducciones, confluencias y alteraciones, influencias y divergencias,fusiones y rupturas, multiplicidad y convergencia, unidad y pluralidad,origen y diseminacin. Operadora de lenguajes y de discursos, la en-crucijada, como un tercer lugar, es generadora de produccin sgnicadiversificada y, por lo tanto, de produccin semntica. En esa va deelaboracin, las nociones de sujeto hbrido, mestizo y liminar, articula-das por la crtica post-colonial, pueden ser pensadas como ndices delos efectos de procesos y cruzamientos discursivos diversos, intertex-

    tuales e interculturales. Esos modos de constitucin y reconstitucinsimblicos surgen de la encrucijada, el operador sgnico, que permitesu emergencia, contemplndolos con los desdoblamientos posibles,sin agotarlos23. En esa concepcin de encrucijada discursiva es visible,tambin, su naturaleza mvil y deslizante, en el movimiento de la culturay de los saberes all instituidos. Ralph Elisson traduce ese dibujo enespiral cuando afirma:

    Cada momento verdadero de jazz () irrumpe de un contexto en elcual cada artista desafa a los otros y en que cada movimiento-solo,

    constituira por los grupos yoruba y ew: el primero est constituido por varios dialectos habladosen territorios del suroeste nigeriano y por el anag (anagot), este ltimo usual en Benin oriental, msexactamente en el antiguo reino de Queto. Castro,A presena cultural negro-africana no Brasil:

    mito y realidade,pp.1-2.23 Sobre las concepciones de hibridismo, mestizaje y liminaridad, ver: Bhabha (ed.) Nation and

    Narration; Serres, Filosofa mestiza; Ashcroft, Griffihs, Tiffin, The Empire Writes Black; Lima, Umescritor africano no espao cultural laminar: a literatura de Wole Soyinka.

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    o improvisacin, representa como las sucesivas pinceladas de unpintor una definicin de su identidad: como individuo, como miembrode la colectividad y como un eslabn en la corriente de la tradicin24.

    En este movimiento, la nocin de centro se disemina, en la medida en quese desplaza, o mejor, es trasladada por la improvisacin rtmica y meldica.Elisson dice: porque el jazz encuentra su punto vital en una interminable im-provisacin sobre materiales tradicionales, el jazzista debe perder su identidad,inclusive cuando la encuentra25. As como el jazzista, metonimia de las culturasnegras en las Amricas, vuelve a tejer los ritmos milenarios, trans-crendolos26dialcticamente, en una relacin dinmica y prospectiva, esta cultura, en susvariadas formas de afirmacin, se funda dialgicamente, en relacin con losregistros de las tradiciones, africanas, europeas e indgenas, en los juegos dellenguaje, inter-textuales, interculturales, que performa.

    Esta relacin de dilogo ha sido llamada sincretismo, trmino que confrecuencia traduce una cierta fusin de cdigos diferentes, en manifesta-ciones religiosas y/o seculares, reduciendo, en mi opinin, las posibilida-des de aprehensin de los procesos constitutivos derivados de los cru-

    zamientos simblicos. Srgio Ferreti enumera varios sentidos y usos deltrmino sincretismo, entre ellos los que se refieren a unin, fusin, mezcla,paralelismo, yuxtaposicin, convergencia y adaptacin, englobndolos engrupos semnticos:

    Decenas de palabras pueden, por lo tanto, ser usadas como ejem-plos o como explicaciones de los sentidos o significados del sincre-tismo. Aunque no haya sinnimos perfectos, los podemos agrupar,

    resaltando los principales y agrupando otros relacionados a l. Te-nemos as, tres variantes que alcanzan algunos de los significadosprincipales del concepto sincretismo, pero que necesitan evidente-mente ser especificados.A partir de un caso cero e hipottico de no sincretismo, tendremos

    24 Elisson, Shadow and Acts,p. 229.25 dem.

    26 Neologismo, aqu identificado, asociado a movimientos transversales no lineales y desuperposicin de contenidos, signos y/o sentidos (N. de la T.).

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    entonces:0 separacin, no-sincretismo, (hipottico)1 mezcla, unin o fusin

    2 paralelismo o yuxtaposicin3 convergencia o adaptacinPodemos decir que existe convergencia entre ideas africanas y deotras religiones, sobre la concepcin de Dios o sobre el conceptode reencarnacin; que existe paralelismo en las relaciones entre losorixas y los santos catlicos; que existe mezcla en el cumplimientode ciertos rituales del pueblo-de santo27, como el bautismo y la misadel sptimo da, y que existe separacin en rituales especficos de

    terreiros28, como en el tambor de choro o axex, en el arrambam oen el lorogum, que son diferentes de los rituales de otras religiones29.

    De esto podemos inferir que el trmino sincretismo ha sido utilizadocomo un paraguas, que acoge concepciones a veces dispares. Sin de-sear parecer especialista en tan compleja materia, pero reconociendo, sinembargo, las innumerables diferencias en la materializacin de los varia-

    dos procesos sgnicos y cognitivos derivados de los cruzamientos de lasculturas y de los saberes, opto por usar el trmino sincretismo solo comoun efecto de fusin y aglutinamiento de diversos registros simblicos, dis-tintos en su origen pero aglutinados en un nuevo cdigo y en una nuevasintaxis significante. La umbanda es un ejemplo de este registro sincrti-co, fundiendo en su tejido cognitivo y ritual, elementos de otros sistemasreligiosos nag, bant, catlico, tup-guaran, kardecista, espiritista en unanueva formasui generis.

    Concebido de este modo, el sincretismo no se confundira con otrosmbitos de significacin y procesos constitutivos derivados de las encruci-jadas de los saberes y engendrados por las relaciones de aproximacionesy distanciamiento diferenciadas. Entre las posibilidades de aprehensin

    27 Povo-de-santoes una expresin para llamar a la congregacin de los creyentes en la religinbrasilea del candombl (N. de la T.).28 Literalmente se traducepatio. Sin embargo, el trmino aqu hace referencia al templo o espacio

    de rituales sagrados de esta misma religin (N. de la T.).29 Ferreti, Repensando o sincretismo, pp. 90-91.

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    y designacin de esos efectos de cruzamientos, que no se instalan porla va del sincretismo, vislumbramos otros dos: un proceso de analoga yun proceso de desplazamiento similar a la contigidad. Ninguno de estos

    procesos se realiza con exclusividad, sino por su predominancia en rela-cin con los otros.

    El proceso analgico se realiza por la convivencia a la par de cdigosy sistemas diversos que conviven simultneamente en un tercer registro,enmascarndose de forma mutua, sin que en el proceso se eclipsen susindividualidades originarias. Aqu los sistemas se tocan por medio de unreflejo que produce imgenes duales, de doble faz, siendo siempre posi-

    ble vislumbrar en el nuevo lugar de significacin, no solo una imagen a tra-vs de la otra, sino ambas simultneamente. En el candombl baiano, porejemplo, permanece visible la yuxtaposicin de dos panteones y de doscdigos religiosos distintos, el nag (africano-yoruba) y el catlico (cristia-no-occidental). All, la yuxtaposicin de signos, articulada por una analogaperifrica, engendra un juego ritual estratgico de doble significacin: allado del nombre cristiano de los conos catlicos (como por ejemplo, N. S.de la Concepcin, San Sebastin, San Lzaro, Jesucristo), las divinidades

    yorubas (Yemanja, Ogun, Omolu, Oxal) mantienen sus nombres propios,sus atributos sagrados y sus fundamentos conceptuales originarios. Mu-iz Sodr enfatiza ese doble juego significante de formacin y fundacinde los rituales religiosos afrobrasileos al afirmar que desde la poca dela esclavitud, en los espacios considerados inofensivos por el sistemaesclavista, los negros revivan clandestinamente sus ritos, rendan cultoa sus dioses y recuperaban la va de las relaciones comunitarias, en unaestrategia de jugar con las ambigedades del sistema y actuar en losintersticios de la coherencia ideolgica30. De este modo en los territo-rios sagrados inscritos en el candombl, frica y Europa se tocan, hacenfriccin, se atraviesan; sin embargo, no necesariamente se funden o sepierden una en la otra.

    En el proceso de contigidad no se vislumbrara, como predominantes,la operacin de analoga totmica (del candombl) ni la de fusin sistmica(de la aglutinacin de la umbanda), pero s un desplazamiento sgnico que

    30 Sodr,A verdade seducida, p. 124.

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    hace posible traducir, en el caso religioso, la devocin por determinadossantos catlicos mediante una gnosis ritual acentuadamente africana ensu concepcin, estructuracin simblica y en la propia visin del mundo

    que nos presenta. En ese proceso se incluiran las ceremonias del Reina-do de Nuestra Seora del Rosario popularmente conocidas como Conga-dos, en los cuales santos catlicos son festejados africanamente.

    An cuando los trminos Congado y Reinado son usados indistintamente,mantienen diferencias. Ternos o Guardas de Congo31 pueden existir indivi-dualmente, ligados a santos de devocin en comunidades donde no exista elReinado. Los Reinados, en cambio, son definidos por una estructura simbli-

    ca compleja y por ritos que incluyen no solo la presencia de las guardas, sinola instauracin de un imperio, cuya concepcin incluye variados elementos,actos litrgicos y ceremonias y narrativas que, en la performance mitopotica,reinterpretan las travesas de los negros de frica a las Amricas.

    1.2 Reina Coronada, Corona del Rey

    Palacio del reyDe lejos avistPalacio del ReyDe lejos avistReina CoronadaCorona del Rey Cntico del Congo

    Seora reinaSal a la ventanaVenga a ver su guardaSal reinaYo llegu con ella Cntico del Congo

    31 En el lxico propio de los congaderos el trmino guarda o terno designa a un grupo especfico

    de danzantes o marineros, con sus trajes, funciones y caractersticas propias. Hay de este modo,guardas de Congo, Mozambique, Catops, etc.

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    En la estructura ritual de las ceremonias de Reinado, la reina y el rey con-gos representan las naciones negras africanas, presidiendo, por su jerarqua

    en la orden de lo sagrado, los ritos y las celebraciones all dramatizadas. Laseora Leonor Galdino, reina conga de la Hermandad de Nuestra Seoradel Rosario de Jatob, define de este modo la simbologa de ese poder: Lacorona representa poder, majestad, autoridad. Con la corona en la cabezayo soy la autoridad mxima32.

    Los registros de la coronacin de los reyes congos en Brasil, desdesus albores, vinculan esos eventos a la devocin de santos catlicos, ve-nerados por hermandades o cofradas religiosas negras. Diversas fuentes

    documentales muestran esa relacin, ya a finales del siglo XVII:

    La coronacin de reyes del Congo tiene un registro muy antiguo en Bra-sil, apareciendo en 1674, en Recife. Este evento que permiti simb-licamente que los negros tuviesen sus reyes fue un recurso utilizadopor el poder del Estado y de la Iglesia para el control de los esclavos.Era una forma de mantener en apariencia una organizacin social de losnegros, una sobrevivencia que se transform en fundamento mtico. En

    la ausencia de su sociedad original, donde los reyes tenan la funcin realde liderazgo, los negros pasaron a ver en los reyes congos elementosintermediarios para el trato con lo sagrado33.

    lise Girardelli, consultando la obra de Nina Rodrigues, destaca datosde Pernambuco que se refieren a los congos, ya en 1706. Segn lasfuentes se observa all la existencia del rey del Congo, de forma instituida

    y aprobada socialmente, con papeles definidos e inclusive con poderes yfunciones de control social sobre sus compatriotas (negros esclavizados).An hoy se encuentran referencias a la fiesta de N. S. del Rosario con laparticipacin activa del Rey Congo34.

    32 Seora Leonor Galdino, entrevista realizada el 17/08/1992. Ver tambin Omar,A coroao deuma rainha,audiovisual producido para Channel 4 de Inglaterra, 1993.33 Gomes & Pereira, Negras razes mineiras: os Arturos,p. 182.

    34 Girardelli, Ternos de Congo, pp. 99-100.

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    Moraes relata, con detalles, una ceremonia de coronacin de reyesnegros en 1748, en la capilla de Nuestra Seora de Lampadosa, en Rode Janeiro, situada en una localidad llamada Rosario. La peticin para

    coronacin de reyes data de 3 de diciembre de 1748, emitida por la her-mandad del Santo Rey Baltasar. Movilizando a la regin y sus alrededores,los festejos llenaban de colores y sonidos los pequeos pueblos:

    Y por las calles, por la ciudad, entrando en las haciendas de Eng-enho Velho, Engenho Novo, del Macaco, de Santa Cruz, en los l-mites de la autorizacin concedida, oleadas de negros, danzando ycantando, tocaban tambores de guerra, tocaban instrumentos mu-sicales de sus regiones natales, recibiendo abundantes limosnas,ddivas valiosas que iban al cofre de la hermandad, que corra conlos gastos de la fiesta35.

    La descripcin de los accesorios y de los movimientos corporales nosremite a las coreografas y los vestuarios de los grupos de congos actuales:

    Y los fiesteros africanos, de pantalones y tirantes de siluetas azulesal hombro y la cabeza adornada de plumas y el pecho adornado contiras vistosas, tamborileaban en sus tamborines de danza ampliandoel movimiento con las piernas para el aire, cantaban sus cancionesbrbaras, que repercutan, aumentadas o medio desvanecidas, enla proporcin de las distancias36.

    Los instrumentos de percusin abran el cortejo de los reyes negros,

    orquestados por el andar sordo de los tambores de guerra, el sonido de larapa, de las macumbas (tambores menores) en gran nmero, la cada, so-noramente uniforme de los chocalhos (), sumando negros oriundos dediferentes naciones y etnias que en sus cantos, gestos, danzas y hablasinscriban frica en el suelo brasileo:

    35 Moraes, Festas y tradies populares do Brasil,pp. 225-226.36 Ibdem,p. 226.

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    Mozambiques, Cabundas, Benguelas, Rebolos, Congos, Casanges, Mi-nas, la pluralidad finalmente de los representantes de naciones de frica.Esclavos en Brasil, se exhiban autnticos, cada uno con sus caractersti-

    cas diferenciadas, su tipo propio, su esttica exclusiva37.

    Los cortejos de Reinado, a finales del siglo XX, mantienen la mismadisposicin bsica del siglo XVIII, mostrando la permanencia de un conti-nuum paradigmtico en los lazos de la tradicin de las afrografas de loscongados:

    Atrs de la msica caminaban majestuosamente el Neuvangue(Rey), la Nembanda (reina), los Manafundos (prncipes), el Endoque(mago) los Uantuafunos (esclavos vasallos y vasallas del rey), lucidoy vigoroso grupo de aquellas fiestas tradicionales y genuinamenteafricanas. Celebradas en Ro de Janeiro en el siglo pasado38.

    Cmara Cascudo acenta la difusin territorial de las fiestas de congoso congados en el siglo XIX y su entrada en el siglo XX sealando: Henry

    Foster asisti a la coronacin de uno de esos soberanos en la Isla de Ita-marac, en 1811, como Martius en el Tijuco (Diamantina) en 1818, por lacoronacin de D. Joo VI39. Cascudo seala adems la permanencia delvnculo entre la coronacin de reyes negros y los poderes instituidos de lacolonia y de la Iglesia Catlica, as como de la formacin de una cierta na-cionalidad generalizante que condensaba en los ritos la diversidad tnicade los esclavizados:

    En todo el nordeste, y en el centro-norte, Alagoas, Sergipe, Baha,So Paulo, Minas Gerais, Mato Grosso, Gois, hay, con modificacio-nes locales, en el sentido de la msica, de los bailes y de las propiasnarraciones. En general hay, ampliamente documentados, dos gran-des motivos sociales para esas danzas que son, por su extensin yarticulacin escnica, autos: a) La coronacin de los Reyes de Con-

    37 dem.

    38 dem.39 Cascudo, Literatura oral no Brasil, p. 418.

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    go, homenajes, ceremonias en las iglesias, cortejo, visitas de pro-tocolo a personas importantes, b) sincretismo de danzas guerrerasafricanas, reminiscencias histricas, de las ms vivas en las regiones

    de donde los esclavos bants fueron arrancados, Congo, Angola;fundidas en un acto de rememoracin, convertido probablementeen nacional inclusive para los esclavos de otras razas y naciones40.

    Cascudo seala, en el siglo XIX, el desarrollo de una narrativa particularperformada por los Congados, los autos y las embajadas, que tenan portema celebrar la memoria y los hechos de la guerrera reina negra angolanaNjinga Nbandi, personaje histrico que, en el siglo XVII, resisti al dominioportugus por ms de cincuenta aos41.

    Los investigadores que se han abocado a los archivos y repertoriosde la memoria oral subrayan la territorializacin de los ternos de congosen gran parte de Brasil. La comparacin de estas fuentes muestra que,a pesar de encontrarnos con algunas variaciones, la estructura ritual y losfundamentos mticos/msticos mantienen en esas tradiciones una estruc-tura y una fabulacin similares que prefiguran un cierto continuum arquet-

    pico que funda su textura discursiva y mtico-dramtica. En su coreografaritual, en la cosmovisin que traducen, en toda su tesitura simblica, lasfiestas y las ceremonias de los congos, en toda su variedad y diversidadson microsistemas que fugan, abren, reorganizan, africana y grafamente,el tejido cultural y simblico brasileo, manteniendo vivas las posibilidadesde otras formas de veracidad y percepcin de lo real que dialogan, nosiempre amistosamente, con las formas y modelos de pensamiento privi-legiado por Occidente.

    En Espritu Santo, Paraba, Rio Grande do Sul, So Paulo, Rio, Minas,Gois, la gunga42canta, la gunga llora, la gunga sana, celebrando Zambi43,festejando a la Seora de las Aguas, los santos de los pretos, el Rosariode ingom, fabulando, texturizando, danzando la historia y los cuentos de

    40 Ibdem,p. 417.41 Ibdem,pp. 418-420.42 Gunga, en el lxico de los congados, significa tanto las guardas y el Congado, en conjunto,

    como las sonajas que los danzantes de la guarda de Mozambique usan en los tobillos.43 Zambi, dios supremo en el panten bant.

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    los negros que vinieron de ms all del mar. En Minas las fiestas de Reina-do constituyen y fundan una de las ms ricas y dinmicas matrices textua-les de la memoria bant, que se inscribe y se afirma por la actualizacin del

    rito en las grutas ms profundas, en las llanuras ms abiertas, as como enlas vas urbanas de las grandes ciudades. Diogo de Vasconcellos describecomo verdaderamente potica la narrativa sobre Chico Rei, africano que,en el siglo XVIII, habra instituido uno de los primeros (o tal vez el primer)reinos negros en las Gerais (Minas Gerais), en Vila Rica:

    Francisco fue hecho prisionero con toda su tribu y vendido con ella,incluyendo su mujer, hijos y sbditos. La mujer y todos los hijos mu-rieron en el mar, menos uno.Los dems vinieron para las minas de Ouro Preto. Resignado a susuerte, tenida por costumbre en frica, hombre inteligente, trabaj ypag la libertad, al hijo; ambos trabajaron y pagaron un paisano; lostres un cuarto, y as sucesivamente hasta que liberaron a la tribu, ysiguieron liberando a otros vecinos de la misma nacin. Hicieron as,en Vila Rica un Estado en el Estado. Francisco era el Rey, su hijo el

    prncipe, la nuera la princesa, y una segunda mujer, la Reina. El Reyposea para su comunidad la mina riqusima de la Encardideira oPalacio Velho44.

    El lugar de la antigua y legendaria mina de Chico Rei hoy es un sitiohistrico y turstico en la ciudad de Ouro Preto. En Sete Lagoas, prxima aBelo Horizonte, una de las majestades del Reinado de ese lugar personi-fica al ancestro soberano Chico Rei, afirmndose como su descendiente.

    Desde marzo, cuando los rosarios son abiertos, hasta finales de oc-tubre, cuando los rosarios se recogen y se cierran, los tambores cantanen Minas y guan por las callejuelas y por los asfaltos, por las capillas,por las iglesias del Rosario y por los patios, a las naciones del Congoque, con sus reyes y reinas, sus capitanes y marineros, matizan frica entierras de Amrica. Como pluma fuentes autografiando las abisales des-

    44 Vasconcelos, Histria antiga de Minas Gerais,vol. 2, pp. 162-163.

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    fronteras, y sin-lmites45simblicos-geogrficos de esas sierras; Congos,Mozambiques, Marujos, Catupes, Candombes, Viles, Caboclos, en suvariedad rtmica, cromtica y coreogrfica, performan cantos, gestos, rit-

    mos y hablas, como aedos y griots46que imbrican la historia y la memo-ria, postfaciando47el discurso cultural brasileo a partir de los prefaciosafricanos48.

    Esas fiestas reactualizan todo un saber filosfico bant, para quienes lafuerza vital se recrea en el movimiento que mantiene unidos el presente yel pasado, el descendiente y sus antepasados, en un gesto sagrado quefunda la propia existencia de la comunidad, expresado as por Vincent

    Mulago: Para el bant, la vida es la existencia de la comunidad; es la par-ticipacin en la vida sagrada (y toda vida es sagrada) de los ancestrales;es una extensin de la vida de los antepasados y una preparacin de supropia vida para que se perpete en sus descendientes49.

    Esa herencia ancestral y de los antepasados resuena en las expresio-nes del arte negro, en general, y de los congados, en particular, teniendoen la asimetra uno de sus signos agenciadores. Esta concepcin asim-trica dice, en gran medida, de un cierto pulsar del sujeto en movimientos

    constantes, garantizando que la relacin con los orgenes sea siempreprospectiva, pues, tal como en el jazz, funda el sujeto en movimiento. Esaasimetra, segn Nei Lopes, muestra que nada de lo que existe enel mundo puede ser fijo o esttico. Cada objeto, inclusive lo inerte, estanimado por un movimiento csmico que se ejerce segn un ritmo que elnegro procura expresar50.

    Esa energa csmica esculpe un saber que se expresa en el habla, en ladanza, en el vestuario, en objetos como los bastones, los distintos tambo-res, los adornos, cumpliendo una funcin ritual se sirve del lenguaje de los

    45 Trminos introducidos por la autora que cuestionan la nocin de las fronteras durante el procesoesclavista trasatlntico (N. de la T.).46 Palabras que podran ser traducidas como juglares (N. de la T.).47 El trmino postfaciando es utilizado por la autora como referencia al desarrollo americano deltexto cultural africano. (N. de la T.).48 Sobre las variedades y variantes de los ternos de congos en Brasil, ver: Gomes & Pereira, Op.Cit., pp. 260-261; y Ribeiro, Moambique, pp. 61-65.

    49 Mulago,apud Lopes, Bantos, Mles e identidade negra,p. 126.50 Lopes,Op. Cit., p. 130.

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    colores, de los sonidos y de los gestos y los conjuga en la elaboracin deun habla plural que (re)viste el tiempo presente con los adornos simblicosancestrales, cargando dentro de s una tradicin de ancestralidad, que la

    re-crea y la diviniza51.Los Congados expresan mucho del saber bant, que concibe el individuo

    como expresin de un cruzamiento tradico: los ancestros fundadores, lasdivinidades y otras existencias sensibles, el grupo social y la matriz lnea cul-tural52. Esa concepcin filosfica erige al sujeto como signo y efecto de princi-pios que no eluden la historia y la memoria, lo secular y lo sagrado, el cuerpoy la palabra, el sonido y el gesto, la historia individual y la memoria colectiva

    ancestral, lo divino y lo humano, el arte y lo cotidiano. Esta concepcin estpresente en la cosmovisin de los capitanes y reyes de los Congados, comouno de los sustratos de las culturas bant que all se orquestan. As, comoafirma Nei Lopes:

    al contrario de lo que preconiza la etnologa tradicional, los bantstambin fueron agentes civilizadores, tambin tienen una filosofa, ysiempre bajo la gua de los ancestros divinizados () honran y ala-

    ban el arte y el saber de sus escultores, sus msicos, sus contado-res de historia, sus bailarines, sus sacerdotes y sus jefes53.

    La coronacin de reyes negros, incorporada al sistema esclavista, comomodo de control de los africanos y de sus descendientes, es apropiadapor el mismo pueblo negro que, por medio de ella reterritorializa formasancestrales de organizacin social y ritual. Las fiestas del Rosario, perfor-mados bajo el estandarte de los Santos Catlicos de la devocin negra,

    Nuestra seora del Rosario, San Benedicto, Santa Ifigenia, San Baltasar,Nuestra Seora de las Mercedes, se han extendido por el territorio brasile-o, ya marcados con connotaciones y resoluciones que rompen el ordenesclavista y los cdigos occidentales, transformando el aparato institucio-nal en uno de los modus operadores y agenciadores de la inscripcin de

    51 Theophile Obenga, parafraseado por Lopes, Op. Cit., p. 131.

    52 Fagan,apudLopes, Op. Cit.,p. 128.53 Lopes,Op. Cit., p. 134.

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    otros procesos simblicos en la formacin de la cultura brasilea: tantoas, que abolida a mediados del siglo XIX la estrategia esclavista de elec-cin del Rey do Congo, las celebraciones que la rodeaban, y que nacan

    de la iniciativa de los propios negros, permanecieron transformndose enautos o danzas dramticas54.

    Ese proceso de trasgresin del orden esclavista, su transformacin enmodos de agregacin comunitaria y en nuevas expresiones artsticas yculturales, es subrayado por Stuckey Sterling al analizar la coronacin dereyes negros en Estados Unidos en el siglo XVIII, lo que nos revela, porejemplo, algunas semejanzas con los procesos en Brasil y en Cuba55.

    Burlando el propsito controlador esclavista, el rey negro coronado enlos festivales Pinksters funcionaba como agente aglutinador de los escla-vos oriundos de diferentes naciones y etnias africanas, muchas de lascuales eran antiguas enemigas. Los ritos realizados bajo la regencia deesos reyes re-territorializaban los repertorios culturales africanos, creandonuevas formas de expresin y singulares idiomas artsticos; instituan unaorden jerarquizada paralela a la esclavista: se apropiaban de un espacioldico, considerado menos nocivo por los seores, fomentando estra-

    tegias simblicas que, bajo el ritmo de los tambores, reforzaban las tradi-ciones culturales y su manifestacin:

    Se saba que el Rey Pinkster viajaba de un sitio a otro en un nicoda, en una jornada en la cual poda ser acompaado, con facilidad() por otros esclavos de Albano. () Pinkster era para ellos, (losesclavizados) la fiesta favorita, porque permita cierto grado de liber-tad que otras fiestas no daban56.

    Segn Sterling, la msica y la danza formaban el epicentro de las fes-tividades, siendo el rey responsable directo de las resonancias meldicasy de las coreografas que presida, tocando, l mismo, un gran tambor. Ladanza realizada por los esclavos era una variante de las danzas originarias

    54 dem,p. 150.

    55 Sterling, Going Through the Store.56 Ibdem,pp. 58-59.

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    del Congo, reproduciendo una forma que, como otras provenientes defrica, tena en comn movimientos circulares, expresando significadossagrados, desconocidos por los esclavistas y restituidos por el rey. Esa

    conjuncin expresiva de la msica y la danza como fuerza vital de las ce-remonias se constituy en proceso y medio de realizacin de una ciertaunidad entre los esclavos, independientemente de su origen tnico57.El sonido de los tambores funcionaba tambin como elemento significan-te, que restitua el recuerdo, la memoria y la historia del sujeto africano,exiliado por la fuerza de su patria:

    El uso de un objeto material tan importante (el tambor) como propul-sor de la danza en presencia de su rey, era, para muchos africa-nos, y no solo para los que haban nacido en frica, un recuerdo desu irrecuperable pasado y una fuente de dolor, a pesar de la atms-fera festiva del feriado58.

    Y fueron esos recuerdos del pasado, ese llanto dingom59, esa memo-ria fracturada por la desterritorializacin del cuerpo/corpus africano, esos

    archivos culturales que fomentaron las nuevas formas rtmicas, meldicasy danzarias del negro en las distantes Amricas, afrografiadas, afromatiza-das por los gestos de la oralitura africana.

    Los rituales de coronacin de los reyes negros en Brasil y susdesdoblamientos rompen las cadenas simblicas instituidas por elsistema esclavista secular y religioso, reterritorializando la cosmovi-sin y los sistemas simblicos-rituales africanos, cruzndolos con loselementos de las tradiciones europeas, y en ellos posteriormente in-

    tegradas, tales como las reminiscencias de las cabalgatas y de lasembajadas medievales de Carlo Magno, los cuales investigadores derenombre como Maynard y Marlyse Meyer han identificado en los cor-tejos del rey Congo y la reina Ginga60. Esas filtraciones de elementosde origen europeo en las escenas de las fiestas y de las narrativas de

    57 Ibdem,pp. 59-60.58 Ibdem, p. 68.

    59 Ingoma o engomaes el nombre que se da a ciertos tipos de tambores de tradicin congo.60 Ver Meyer, Caminhos do imaginario no Brasil.

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    las delegaciones (embaixadas) de los congos, dinamizando el proce-so de cruzamiento discursivo y semitico que en ellos se establece,no anula, como afirma Lopes, la estructura africana de esos fes-

    tejos, que es anterior a su transformacin en autos, habiendo loscatequistas introducido solo los textos evocativos de la Edad Mediaeuropea61.

    Resonando con el pensamiento de Oneyda Alvarenga, Nei Lopes afir-ma: esas fiestas de coronacin, con msica y danza, seran no solo unarecreacin de las celebraciones que marcaban la eleccin de los reyes enfrica, sino tambin una sobrevivencia de la costumbre de los reyes bant

    de, con squitos aparatosos, hacer sus incursiones y embajadas ento-nando cantos y ejecutando danzas festivas62. Fundamentan los asertivosrelatos de las delegaciones de reyes africanos, como la que ocurri en1575, reconstruida por Ralph Delgado y citada por Lopes:

    Trajeron, entonces, al embajador, con su compaa. Solemne y cere-monioso () rodeado de un escndalo infernal, en que sobresalanlos instrumentos de la tierra (taparas con piedras, bocina con diente

    de elefante, engomas, especie de vasija, una gunga con dos sona-jas juntas, una guitarrita parecida a una trampa, y una campana consonido fnebre63.

    En muchas formas de expresin artsticas afrobrasileas, los repertoriostextuales y simblicos africanos son su principal impulso constitutivo y ges-tionador. Esa reinvencin de la memoria pliega los cdices europeos, rit-mando las resonancias africanas en formas singulares de arte y expresin:

    Y as como gran parte de las manifestaciones de arte afrobrasile-o conserva el recuerdo de las grandezas pasadas de los antiguosreinos bants y sus soberanos, muchas otras constituyen danzasguerreras, reminiscencias, ciertamente, de los muchos combatestrabados por los bants en frica y en Brasil, como en el caso de

    61 Lopes, Ob. Cit.,pp. 152-153.

    62 Ibdem,p. 151.63 Delgado, en Lopes,Ob. Cit., p. 151.

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    N U E S T R A A M R I C A N E G R ATerritorios y voces de la interculturalidad afrodescendiente

    Mozambique y de los quilombos64. Y otras tambin reflejan la dispo-sicin atltica del bant, que ellos transformaron, en tierra brasilea,de danzas acrobticas en artes marciales como el caso del maculel

    y de la llamada Capoeira Angola65.

    La reterritorializacin y la restitucin de formas expresivas de la tradicinafricana se enlazan a la reinterpretacin, hecha por el negro, de los conosreligiosos cristianos, investidos de nuevas connotaciones semnticas. Enesa va de lectura, la devocin de los santos se reviste de significadosinteresantes, porque as las divinidades cristianas se tornan transmisoresde la religiosidad africana, oprimida por el sistema esclavista con la pro-hibicin de los dioses africanos. De este modo, la particularidad en lainterpretacin del mundo convirti al negro por parecidos y por diferen-cias en un participante de la comunidad de los hombres. Su herenciamtica se imbric en el tejido de la hagiografa66catlica modificndola ymodificndose67. Esa estrategia de reversibilidad es sealada por MunizSodr como uno de los modus constitutivos del cdigo de las aparienciasque, segn este, funda la cultura negra:

    Apariencia no implicar aqu, sin embargo, facilidad o la simpleapariencia que una cosa da. El trmino expresar la indicacin dela posibilidad de otra perspectiva cultural, del rechazo al valor uni-versalista de la verdad que Occidente atribuye a su propio modode relacionarse con lo real, y a sus sistemas de veracidad () Lasapariencias no se refieren, por lo tanto, a un espacio orientado a laexpansin, para la continuidad de la acumulacin instituida, o para

    la linealidad irreversible, sino para la hiptesis de un espacio curvoque comporte operaciones de reversibilidad, esto es, de retornosimblico, de reciprocidad en el intercambio, de posibilidades derespuesta68.

    64 Quilombo: grupos de esclavizados escapados que se establecan en las zonas agrestesllegando a construir poblados importantes (N. de la T.).65 Lopes, Ob. Cit., pp. 155-156.66 Ciencia de las cosas sagradas o religiosas. Tratado de los santos cristianos.

    67 Lopes, Ob. Cit., p. 102.68 Sodr, Ob. Cit., p. 136.

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