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  • Basada en la trgica historia del efmero Imperio Mexicano instaurado en lasegunda mitad del siglo XIX, esta grandiosa novela otorga el protagonismoa la voz de la emperatriz Carlota, viuda de Maximiliano. Ya octogenaria,Carlota escribe sus memorias y desgrana sus recuerdos en torno a la figurade su esposo, y de ellos van surgiendo una serie de personajes que perfilanntidamente una poca irrepetible. Un pas Mxico, dos continentes yuna historia universal se funden en esta obra tan ambiciosa como lograda.

  • Para mi mujer,Socorro

    Para mis hijos,FernandoAlejandro

    AdrianaPaulina

    A la memoriade mis padres,

    FernandoIrene

  • En 1861, el Presidente Benito Jurez suspendi los pagos de ladeuda externa mexicana. Esta suspensin sirvi de pretexto alentonces emperador de los franceses, Napolen III, para enviar aMxico un ejrcito de ocupacin, con el fin de crear en ese pasuna monarqua al frente de la cual estara un prncipe catlicoeuropeo.El elegido fue el Archiduque austraco Fernando Maximiliano deHabsburgo, quien a mediados de 1864 lleg a Mxico encompaa de su mujer, la Princesa Carlota de Blgica. Este librose basa en este hecho histrico y en el destino trgico de losefmeros Emperadores de Mxico.

  • I

    CASTILLO DE BOUCHOUT1927

    La imaginacin, la loca de la casa ,frase atribuida a Malebranche.

    Yo soy Mara Carlota de Blgica, Emperatriz de Mxico y de Amrica. Yosoy Mara Carlota Amelia, prima de la Reina de Inglaterra, Gran Maestre de laCruz de San Carlos y Virreina de las provincias del Lombardovneto acogidas porla piedad y la clemencia austracas bajo las alas del guila bicfala de la Casa deHabsburgo. Yo soy Mara Carlota Amelia Victoria, hija de Leopoldo Prncipe deSajonia-Coburgo y Rey de Blgica, a quien llamaban el Nstor de losGobernantes y que me sentaba en sus piernas, acariciaba mis cabellos castaos yme deca que yo era la pequea slfide del Palacio de Laeken. Yo soy MaraCarlota Amelia Victoria Clementina, hija de Luisa Mara de Orlens, la reinasanta de los ojos azules y la nariz borbona que muri de consuncin y de tristezapor el exilio y la muerte de Luis Felipe, mi abuelo, que cuando todava era Reyde Francia me llenaba el regazo de castaas y la cara de besos en los Jardines delas Tulleras. Yo soy Mara Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina,sobrina del Prncipe Joinville y prima del Conde de Pars, hermana del Duque deBrabante que fue Rey de Blgica y conquistador del Congo y hermana del Condede Flandes, en cuyos brazos aprend a bailar, cuando tena diez aos, a la sombrade los espinos en flor. Yo soy Carlota Amelia, mujer de Fernando MaximilianoJos, Archiduque de Austria, Prncipe de Hungra y de Bohemia, Conde deHabsburgo, Prncipe de Lorena, Emperador de Mxico y Rey del Mundo, quenaci en el Palacio Imperial de Schnbrunn y fue el primer descendiente de losReyes Catlicos Fernando e Isabel que cruz el mar ocano y pis las tierras deAmrica, y que mand construir para m a la orilla del Adritico un palacioblanco que miraba al mar y otro da me llev a Mxico a vivir a un castillo grisque miraba al valle y a los volcanes cubiertos de nieve, y que una maana dejunio de hace muchos aos muri fusilado en la ciudad de Quertaro. Yo soyCarlota Amelia, Regente de Anhuac, Reina de Nicaragua, Baronesa del Mato

  • Grosso, Princesa de Chichn Itz. Yo soy Carlota Amelia de Blgica, Emperatrizde Mxico y de Amrica: tengo ochenta y seis aos de edad y sesenta de beber,loca de sed, en las fuentes de Roma.

    Hoy ha venido el mensajero a traerme noticias del Imperio. Vino, cargado derecuerdos y de sueos, en una carabela cuyas velas hinch una sola bocanada deviento luminoso preado de papagayos. Me trajo un puado de arena de la Islade Sacrificios, unos guantes de piel de venado y un enorme barril de maderaspreciosas rebosantes de chocolate ardiente y espumoso, donde me voy a baartodos los das de mi vida hasta que mi piel de princesa borbona, hasta que mi pielde loca octogenaria, hasta que mi piel blanca de encaje de Alenzn y deBruselas, mi piel nevada como las magnolias de los Jardines de Miramar, hastaque mi piel, Maximiliano, mi piel quebrada por los siglos y las tempestades y losdesmoronamientos de las dinastas, mi piel blanca de ngel de Memling y denovia del Bguinage se caiga a pedazos y una nueva piel oscura y perfumada,oscura como el cacao de Soconusco y perfumada como la vainilla de Papantlame cubra entera, Maximiliano, desde mi frente oscura hasta la punta de mis piesdescalzos y perfumados de india mexicana, de virgen morena, de Emperatriz deAmrica.

    El mensajero me trajo tambin, querido Max, un relicario con algunas hebrasde la barba rubia que llova sobre tu pecho condecorado con el guila Azteca yque aleteaba como una inmensa mariposa de alas doradas, cuando a caballo y algalope y con tu traje de charro y tu sombrero incrustado con arabescos de plataesterlina recorras los llanos de Apam entre nubes de gloria y de polvo. Me handicho que esos brbaros, Maximiliano, cuando tu cuerpo estaba caliente todava,cuando apenas acababan de hacer tu mscara mortuoria con yeso de Pars, esossalvajes te arrancaron la barba y el pelo para vender los mechones por unascuantas piastras. Quin iba a imaginar, Maximiliano, que te iba a suceder lomismo que a tu padre, si es que de verdad lo fue el infeliz del Duque deReichstadt a quien nada ni nadie pudo salvar de la muerte temprana, ni los baosmuriticos ni la leche de burra ni el amor de tu madre la Archiduquesa Sofa, yque apenas unos minutos despus de haber muerto en el mismo Palacio deSchnbrunn donde acababas de nacer, le haban trasquilado todos sus buclesrubios para guardarlos en relicarios: pero de lo que s se salv l, y t no,Maximiliano, fue de que le cortaran en pedazos el corazn para vender laspiltrafas por unos cuantos reales. Me lo dijo el mensajero. Al mensajero se locont Tds el fiel cocinero hngaro que te acompa hasta el patbulo y sofocel fuego que prendi en tu chaleco el tiro de gracia, y me entreg, el mensajero,y de parte del Prncipe y la Princesa Salm Salm un estuche de cedro donde habauna caja de zinc donde haba una caja de palo de rosa donde haba, Maximiliano,un pedazo de tu corazn y la bala que acab con tu vida y con tu Imperio en elCerro de las Campanas. Tengo aqu esta caja agarrada con las dos manos todo el

  • da para que nadie, nunca, me la arrebate. Mis damas de compaa me dan decomer en la boca, porque yo no la suelto. La Condesa dHulst me da de beberleche en los labios, como si fuera yo todava el pequeo ngel de mi padreLeopoldo, la pequea bonapartista de los cabellos castaos, porque yo no teolvido.

    Y es por eso, nada ms que por eso, te lo juro, Maximiliano, que dicen queestoy loca. Es por eso que me llaman la loca de Miramar, de Terveuren, deBouchout. Pero si te lo dicen, si te dicen que loca sal de Mxico y que locaatraves el mar encerrada en un camarote del barco Impratrice Eugniedespus que le orden al capitn que arriara la bandera francesa para izar elpabelln imperial mexicano, si te cuentan que en todo el viaje nunca sal de micamarote porque estaba ya loca y lo estaba no porque me hubieran dado debeber toloache en Yucatn o porque supiera que Napolen y el Papa nos iban anegar su ayuda y a abandonarnos a nuestra suerte, a nuestra maldita suerte enMxico, sino que lo estaba, loca y desesperada, perdida porque en mi vientrecreca un hijo que no era tuy o sino del Coronel Van Der Smissen, si te cuentaneso, Maximiliano, diles que no es verdad, que t siempre fuiste y sers el amorde mi vida, y que si estoy loca es de hambre y de sed, y que siempre lo heestado desde ese da en el Palacio de Saint Cloud en que el mismsimo diabloNapolen Tercero y su mujer Eugenia de Montijo me ofrecieron un vaso denaranjada fra y yo supe y lo saba todo el mundo que estaba envenenada porqueno les bastaba habernos traicionado, queran borrarnos de la faz de la Tierra,envenenarnos y no slo Napolen el Pequeo y la Montijo, sino hasta nuestrosamigos ms cercanos, nuestros servidores, no lo vas a creer, Max, el propioBlasio: cudate del lpiz-tinta con el que escribe las cartas que le dictas camino aCuernavaca y de su saliva y del agua sulfurosa de los manantiales de Cuautlacudate, Max, y del pulque con champaa, como tuve yo que cuidarme de todos,hasta de la Seora Neri del Barrio con la que iba y o todas las maanas en unfiacre negro a la Fuente de Trevi porque decid, y as lo hice, beber slo de lasaguas de las fuentes de Roma en el vaso de Murano que me regal Su SantidadPo Nono cuando fui a verlo de sorpresa sin pedirle audiencia y lo encontrdesayunando y l se dio cuenta de que estaba y o muerta de hambre y de sed,quiere unas uvas la Emperatriz de Mxico? Se le antojara un cuerno conmantequilla? Leche quizs, Doa Carlota, leche de cabra recin ordeada? Peroy o lo nico que quera era mojar los dedos en ese lquido ardiente y espumosoque me habra de quemar y tostar la piel, y me avalanc sobre el tazn, met losdedos en el chocolate del Papa, me los chup, Max, y no s qu hubiera hechoy o despus de no haber ido al mercado a comprar nueces y naranjas parallevarlas al Albergo di Roma: yo misma las escog, las limpi con la mantilla deencaje negro que me regal Eugenia, examin las cscaras, las pel, las devory tambin unas castaas asadas que compr en la Via Appia y no puedo

  • imaginar cmo me las hubiera arreglado sin la Seora Kuchacsvich y sin elgato, que probaban toda mi comida antes que y o, y sin mi camarera MatildeDoblinger que se procur un hornillo de carbn y me hizo el favor de llevar unasgallinas a la suite imperial para que y o pudiera comer slo aquellos huevos queviera poner con mis propios ojos.

    Entonces, Maximiliano, cuando y o era el pequeo ngel, la slfide de Laekeny jugaba a deslizarme por el barandal de las escaleras de madera del palacio, yjugaba a estarme quieta para la eternidad en los jardines, mientras mi hermanoel Conde de Flandes se paraba de cabeza y me haca muecas para hacerme rery mi hermano el Duque de Brabante inventaba ciudades imaginarias y mecontaba la historia de los naufragios clebres, entonces, cuando mi padre mehaba invitado ya a cenar por primera vez con l y me coron con rosas y mellen de regalos, y o iba cada ao a Inglaterra a visitar a mi abuela Mara Ameliaque viva en Claremont, te acuerdas de ella, Max, que nos dijo que no furamosa Mxico porque all nos iban a asesinar?, y una de esas veces en el Castillo deWindsor conoc a mi prima Victoria y mi primo el Prncipe Alberto. Entonces,mi querido Max, cuando y o era la nia de los cabellos castaos y mi cama eraun nido blanco alfombrado con nieve tibia donde mi madre Luisa Marahumedeca sus labios, mi prima Victoria que tanto se asombr de que yo mesupiera de memoria los nombres de todos los rey es de Inglaterra desde Haroldohasta su to Guillermo Cuarto, en premio a mi aplicacin me regal una casa demuecas y cuando la casa lleg a Bruselas mi pap Leopich como y o le decame llam, me la mostr, me volvi a sentar en sus piernas, pas su mano por mifrente y al igual que le haba dicho a su sobrina Victoria la Reina de Inglaterra,me dijo que cada noche de cada da mi conciencia, as como mi casa demuecas, deba estar inmaculada. Desde entonces Maximiliano, no hay noche enque no me dedique a ordenar mi casa y mi conciencia. Sacudo las libreas deterciopelo de mis lacayos en miniatura y te perdono que hayas llorado, en la Islade Madeira, la muerte de una novia a la que quisiste ms que a m. Lavo en unapalangana los mil platos minsculos de mi vaj illa de Sevres, y te perdono que enPuebla me hay as abandonado en mi cama imperial, bajo el dosel de tules ybrocados, para irte a dormir a un catre de campaa y masturbarte pensando enla condesita Von Linden. Y les saco brillo a las fuentes de plata miniatura, limpiolas alabardas de mis alabarderos liliputienses, lavo las pequesimas uvas de lospequesimos racimos de cristal y te perdono que hayas hecho el amor con lamujer de un jardinero a la sombra de las buganvillas de los Jardines Borda.Despus barro con una escoba del tamao de un pulgar las alfombras del castillodel tamao de un pauelo, y sacudo los cuadros y vaco las escupideras de orodel tamao de un dedal y los ceniceros minsculos, y as como te perdono todo loque me hiciste, perdono a todos nuestros enemigos y perdono a Mxico.

    Cmo no voy a perdonar a Mxico, Maximiliano, si todos los das sacudo tu

  • corona, pulo con ceniza el collar de la Orden de Guadalupe, lavo con leche lasteclas de mi piano Biedermeier para tocar en l todas las tardes el himnoimperial mexicano y desciendo las escaleras del castillo y de hinojos a la orilladel foso lavo en sus aguas la bandera imperial mexicana, la enjuago y laexprimo y la cuelgo a secar en la punta de la torre ms alta, y la planchodespus, Maximiliano, la acaricio, la doblo, la guardo y le prometo que maana,de nuevo, la sacar a ondear para que la vea Europa entera, de Ostende a losCrpatos, del Tirol a la Transilvania. Y slo hasta entonces, con mi casa limpia ymi conciencia tranquila, me desvisto y me pongo mi camisn minsculo y rezomis pequesimas oraciones, y me acuesto en mi gran cama miniatura y bajo laalmohada del tamao de un alfiletero bordado con acantos en flor pongo tucorazn y lo escucho latir y escucho los caonazos de la Ciudadela de Trieste ydel Pen de Gibraltar saludando a la Novara, y escucho el triquitraque delferrocarril de Veracruz a Loma Alta y escucho las notas del Domine Salvum facImperatorem y escucho de nuevo la descarga de Quertaro y sueo entonces,quisiera soar, Maximiliano, que nunca abandonamos Miramar y Lacroma, quenunca nos fuimos a Mxico, que nos quedamos aqu, que aqu nos hicimos viejosy nos llenamos de hijos y nietos, que aqu en tu despacho azul adornado conncoras y astrolabios te quedaste t, escribiendo poemas sobre tus viajes futurosen el y ate Ondina por el archipilago griego y la costa de Turqua y soando conel pjaro mecnico de Leonardo y me qued y o, para siempre adorndote ybebiendo con mis ojos el azul del Adritico. Pero me despert con mis propiosgritos, y tena yo tanta hambre, Max, no sabes, despus de siglos de no comersino angustias y sobresaltos, tena y o tanta sed, Max, despus de siglos de nobeber sino mis propias lgrimas, que devor tu corazn y beb tu sangre. Pero tucorazn y tu sangre, mi querido, mi adorado Max, estaban envenenados.

    Por suerte en el camino de Pars a Trieste y de Trieste a Roma haba llovidotanto, Maximiliano, tanto o ms que aquella noche en la que llegamos a Crdobaen una diligencia de la Repblica porque a nuestra carroza imperial, teacuerdas?, se le haba roto una rueda en el Cerro del Chiquihuite, y estbamossalpicados de barro de los pies a la cabeza, pero dando gracias a Dios porque yahabamos dejado atrs las infectas tierras calientes y con ellas Veracruz y loszopilotes y el vmito negro y que pronto, en uno o dos das ms podramoscontemplar desde las faldas del Popocatpetl como lo hicieron Hernn Corts yel Barn de Humboldt el inmenso valle transparente y la ciudad de los milpalacios construidos con la lava roja de los volcanes y la arenisca amarilla de lospantanos. A cntaros llovi en la Saboya y a cntaros al paso de mi tren y de micomitiva en el Monte Cenis, y a lo largo de todo ese rodeo por Maribor, Mantua,Reggio y tantas otras ciudades donde el pueblo italiano y los Camisas Rojas deGaribaldi me recibieron con vtores y lgrimas y que tuvimos que hacer por laepidemia de clera que haba en Venecia, y llovi tambin cuando tu amigo el

  • Almirante Tegetthoff, que fue el mismo que a bordo de la Novara y en unacapilla ardiente bajo las alas abiertas de un ngel llev tu cuerpo de Veracruz aTrieste, hizo desfilar ante mis ojos a la flota austraca en el orden de combate dela Batalla de Lissa en la que se cubri de gloria, y yo te envi un mensaje aMxico, Max, te dije que si Plus Ultra haba sido el lema, el grito de conquista detus abuelos, tendra que ser tambin el tuyo, y que as como Carlos Quinto habasealado el camino ms all de las Columnas de Hrcules, t tambin tendrasque seguir adelante, no abdicars te dije, no abdicars es el onceno mandamientoque Dios escribi con fuego en el corazn de todos aquellos monarcas a quienesotorg el derecho divino, irrenunciable, de gobernar a los pueblos, no abdicars teescrib, te lo dije mil veces cuando estabas en Orizaba y paseabas con Bilimek yl te explicaba cmo se haca jabn con las semillas de ricino y jugabas a lasescondidas con el Doctor Basch y con el General Castelnau entre los cafetos ylas flores blancas de la yuca, te escrib, dime, Max: te llegaron mis cartas?,cuando estabas en la Hacienda de Xonaca y cuando regresaste a la ciudad deMxico y cuando te fuiste a Quertaro no abdicars, te mand decir, te lodijeron?, as tengas que comer, como comiste, carne de gato y caballo con tusgenerales Meja y Miramn y con tu Prncipe Salm Salm que les arrojabamendrugos de pan a tus guardianes, y t, que nunca tuviste remedio, mi queridoMax, le dabas al Doctor Sznger las ltimas instrucciones para embalsamar tucuerpo, y a Blasio le dictabas los cambios que queras hacer en el Ceremonial dela Corte, porque nunca creste que te iban a asesinar, Max, como te asesinaron.

    As que durante todos esos tray ectos, de Pars a Trieste, de Trieste a Roma yde nuevo a Trieste hasta llegar a Miramar me bastaba sacar las manos por laventanilla del tren o del coche para beber de la nica agua que yo saba que noestaba envenenada, del agua de lluvia como lo hago ahora en los balcones delcastillo y all, en la cuenca rebosante de agua cristalina y en cuy o borde se posaa veces una paloma blanca cuando de paloma blanca viene disfrazado elmensajero y me trae, desde la Isla de Cuba, las palabras de la cancin deConcha Mndez, all en el hueco de mis manos como en el fondo de una pteraveo tu rostro y me lo bebo a sorbos, tu rostro de muerto con los ojos cerrados ysobre los prpados el peso del polvo de todo el tiempo que ha pasado desde el aoen que te fusilaron, que fue el ao en que naci, cmo me hubiera gustadobailarlo contigo, Max, el vals del Danubio Azul, o veo tu rostro de muerto con losojos abiertos, negros y de cristal, los ojos que te pusieron en Quertaro, y que memiran desde muy lejos, desde las faldas de un cerro cubierto de tierra ynopaleras me miran asombrados como si me preguntaran por qu y cmo es quehan sucedido tantas cosas de las que jams te has enterado te dijo alguien,Maximiliano, que inventaron el telfono?, que inventaron el gas nen?, elautomvil, Max, y que tu hermano Francisco Jos que segn l fue el ltimomonarca europeo de la vieja escuela slo una vez en su vida se subi en un coche

  • de motor, y sabas, Maximiliano, que ya no volvers a ver en las calles de tuquerida Viena los faetones y los coches a la Daumont, los forlones y las berlinasy ni siquiera esos caballos garaones con crines y colas entrelazados concordones de oro porque las calles estn llenas de automviles, Max?, sabas todoeso?, y tambin que inventaron el fongrafo y que t y yo podramos irnos deda de campo los dos solos, y los dos y a la orilla del Lago de Chapultepecescuchar el Danubio Azul tocado slo para ti y para m sin que hubiera ningnmsico trepado y escondido en las ramas de los sabinos y los dos solos lobailaramos a la sombra dorada y violeta de los arcos vivos y temblorosos de laAvenida de los Poetas sin que hubiera ninguna orquesta escondida bajo el puentedel lago, Maximiliano? Pero sabas tambin que del Dianabad, el saln viensdonde se estren el Danubio Azul no ha quedado nada, que fue destruido por lasbombas como pas con el Palacio de Saint Cloud, y que del Olimpo de Mignardpintado en el techo del Saln Marte donde me recibieron con el vaso denaranjada Napolen y Eugenia, el mismo saln donde Cambacres le ofreci laCorona de Francia a Napolen Bonaparte, y que de todos los muebles yalfombras que all haba, de la chimenea monumental coronada por un tapiz delos gobelinos, de todo eso no qued nada, quedaron piedras y recuerdos, ytampoco de la escalinata al pie de la cual y con la condecoracin del guilaMexicana colgada al cuello me recibi el principito imperial Luis Napolen,Lul, el de la guardia de j inetes rabes, y que tampoco, sino polvo, lagartijas,nada qued del estanque de Saint Cloud y de las lanchas que le regal a Lul elEmperador de la Cochinchina?

    Cuando me pongo a recordar todo eso, Maximiliano, me parece mentira quehay an pasado tantos aos y que hayan llegado y se hay an ido todos esos das quepareca que nunca iban a llegar. Porque, sabes otra cosa, Maximiliano? Todos losdas llegan alguna vez, aunque no lo creas y aunque no lo quieras, y por mslejanos que parezcan. El da en que cumples dieciocho aos y tienes tu primerbaile. El da en que te casas y eres feliz. Y cuando llega el ltimo da, el da de tumuerte, todos los das de tu vida se vuelven uno solo. Y resulta entonces que t,que todos, hemos estado muertos desde siempre. Resulta entonces que la esposade tu hermano, Sisi, qu pena tener que decrtelo, Maximiliano, desde que erania y bailaba en las plazas de Baviera mientras su padre tocaba el violndisfrazado de gitano, desde entonces, imagnate, ella tena y a clavado en el pechoel estilete que un fantico le encaj a la Emperatriz Elisabeth a orillas del LagoLeman cincuenta aos despus. Y resulta que desde que tu padre El Aguiluchoera un nio y descubra asombrado la Batalla de Austerlitz y la toma de Mantuaentre los trozos de zanahoria y pavo trufado, ya tena en la boca, qu dolor que losepas, Maximiliano, la ltima bocanada de sangre fresca con la que se le ira lavida al Duque de Reichstadt en un cuarto oscuro y fro del Palacio deSchnbrunn. S, qu pena, Maximiliano, tener que decirte que todos los das llegan

  • alguna vez, aunque t no lo creas. Cuando mi to Ton Ton el Prncipe Joinville meenseaba las acuarelas que hizo a bordo de un barco que se llamaba La BellePoule en el que trajo a Francia de la Isla de Santa Elena los restos de Napolen elGrande. Cuando yo juntaba ramos de violetas en los Jardines de las Tulleras yme arrojaba despus a los brazos de mi abuelo el Rey Ciudadano con su cabezade pera y su paraguas negro y le preguntaba qu se senta ser rey, y a mi abuelaMara Amelia le preguntaba qu se senta estar casada y ser reina, entonces,Maximiliano, nunca pens que habra de llegar el da en que y o misma iba a serprimero esposa y luego esposa y soberana. Y lleg el da, Maximiliano, porquetodos los das llegan alguna vez. El da en que me hice tu esposa me coronaroncon una diadema de brillantes entreverados con flores de naranjo, y Bruselas medio el velo, Ypres los zapatos bordados, Gante el pauelo y Brujas el manto realsobre mis hombros y me cas con un prncipe, con un prncipe marinero vestidode almirante y condecorado con el Vellocino de Oro, contigo, Maximiliano, ycon l, contigo, navegu ro arriba por las aguas del Rhin y ro abajo por elDanubio hasta los bosques de Viena, navegu sobre los valses y bajo tus brazos, ycuando conoc a tu pueblo, a tus burgueses de negro y gris que nos saludaban consus sombreros, a los hombres de Carintia de medias azules y sacos de solapascarmeses que nos decan adis con sus pauelos y a las mujeres estirias con susfaldas multicolores que nos arrojaban claveles desde los puentes, cre que nuncajams habra de llegar el da en que yo misma fuera soberana de un Imperio as,tan vasto y tan magnfico, del que slo nos dieron unos andrajos, porque contigofui a Miln y a Venecia, Maximiliano, y t fuiste Virrey y yo Virreina de un bailede mscaras. Y regresamos a Miramar para aburrirnos de soledad y amor, ycuando te ofrecieron el trono de Mxico, cuando a tus pies pusieron un Imperioms grande an y ms esplndido, ms grande que la herencia de Constantino,ms esplndido que la Casa admirable que Dios fortaleci para ser martillo de losherejes en Hungra, Bohemia, Alemania y Flandes, y t aceptaste ese Imperio yt y yo decidimos reinar en el pas de los dieciocho climas y los cuatrocientosvolcanes y de las mariposas grandes como pjaros y los pjaros pequeos comoabejas, en el pas, Maximiliano, de los corazones humeantes, pens que nunca,tampoco, habra de llegar ese da. Y lleg, Maximiliano, porque todos los dasllegan alguna vez. Fuiste Emperador y fui Emperatriz, y coronados cruzamos elmar Atlntico y su espuma ba nuestra prpura imperial, y en La Martinica,nos recibieron las orqudeas y los danzantes negros que gritaban Viva ElEmperador Flor Perfumada, y nos recibieron las cucarachas gordas y voladorasque hedan cuando las aplastbamos, y en Veracruz nos recibieron las callesvacas, la arena y la fiebre amarilla, el viento norte que derrib los arcostriunfantes y en Puebla nos recibieron los maguey es y los ngeles y en elPalacio Imperial de Mxico nos recibieron las chinches y t tuviste que pasar esaprimera noche en una mesa de billar, te acuerdas, Maximiliano? Y y o, por ti, fui

  • Emperatriz y gobern Mxico. Y por ti lav y bes los pies de doce ancianas ytoqu con mis manos reales las llagas de los leprosos, y enjugu las frentes de losheridos y sent en mis piernas a los hurfanos. Y por ti, slo por ti, me abras loslabios con el polvo de los caminos de Tlaxcala y los ojos con el sol de Uxmal.Por ti, tambin, arroj al Nuncio apostlico por la ventana de palacio y elNuncio, te acuerdas, Max?, se fue volando por el valle transparente como unzopilote ms de tierras calientes, henchido de hostias podridas.

    Pero nos dieron, Maximiliano, un trono de cactos erizado de bayonetas. Nosdieron una corona de espinas y de sombras. Nos engaaron, Maximiliano, y meengaaste t. Nos abandonaron, Max, y me abandonaste t. Sesenta vecestrescientos sesenta y cinco das me lo he repetido, frente al espejo y frente a turetrato, para creerlo: nunca fuimos a Mxico, nunca regres a Europa, nuncalleg el da de tu muerte, nunca el da en que, como ahora, an estoy viva. Perosesenta veces trecientos sesenta y cinco das el espejo y tu retrato me hanrepetido hasta el infinito que estoy loca, que estoy vieja, que tengo el corazncubierto de costras y que el cncer me corroe los pechos. Y mientras tanto, t,qu has hecho t de tu vida todos estos aos mientras yo he arrastrado misguiapos imperiales de palacio en palacio y de castillo en castillo, de Chapultepeca Miramar, de Miramar a Laeken, de Laeken a Terveuren y de Terveuren aBouchout, qu has hecho t sino quedarte colgado en las galeras, alto, rubio,impasible, sin que una sola arruga ms empae tu rostro ni una sola cana msblanquee tu cabello, congelado en tus treinta y cinco aos como otro Cristo parasiempre joven, para siempre hermoso, vestido de gala y montado en tu caballoOrispelo, y con tus grandes espuelas de Amozoc? Dime, Maximiliano, qu hashecho t de tu vida desde que moriste en Quertaro como un hroe y como unperro, pidindole a tus asesinos que apuntaran al pecho y gritando Viva Mxico,qu has hecho sino quedarte quieto en los retratos de los palacios y de los museos,Maximiliano con tus tres hermanos, Maximiliano en la proa del yate Fantaisie,Maximiliano en el Saln de las Gaviotas del Castillo de Miramar, congelado all atus dieciocho, tus veintitrs, veintisis aos, y congelado tambin en misrecuerdos: mi querido Max en el mercado de esclavos de Esmirna, mi querido,adorado Max con su red de mariposas a orillas del Ro Blanco, mi querido,idolatrado, perezoso Max toda la maana en bata y con pantuflas sorbiendo vinosdel Rhin y comiendo soletas remojadas en jerez, qu has hecho, dime, sinoquedarte quieto desde entonces en la cripta de los Capuchinos, quieto yembalsamado, relleno de mirra y especias y mirando al mundo con los ojos deSanta rsula, lo ms quieto posible para que nada ms te pase, para que nadiems te afrente y te derrote, para que nunca ms tengas que regalarme treinta milflorines para que me acueste contigo, o veinte pesos de oro a cada uno de tusverdugos para que te quiten la vida? Qu has hecho sino quedarte quieto desdeentonces, para que quieta y calladamente tu barba vuelva a crecer y cubra las

  • rojas, coaguladas medallas que compraste en el Cerro de las Campanas, qu hashecho, Maximiliano, mientras yo me he vuelto cada da ms vieja y ms loca?Qu has hecho t, dime, aparte de morirte en Mxico?

    El mensajero me trajo tambin un lingote de plata de las minas de Real delMonte. Un mono araa de San Luis. Un violn de Tacmbaro. Un cofre desndalo con frijoles saltarines. Me trajo tambin una calavera de azcar con tunombre en la frente. Y me trajo un libro con las pginas en blanco y un frascocon tinta roja para que escriba y o la historia de mi vida. Pero t tendrs queayudarme, Max, porque me estoy volviendo tan olvidadiza y distrada que haydas en que me pregunto dnde dej mi memoria, dnde quedaron misrecuerdos, en qu cajn los guard, en qu viaje los perd. Me vieras entonces,loca de angustia, cmo los busco en las cartas que me escribiste desde el Brasil ydonde me contabas que habas caminado por la selva con una camisa azul ybotas rojas y en la cabeza un gorro de dormir y a cuestas una bolsa en la quellevabas frascos llenos de insectos luminosos. Estabas tan orgulloso entonces de tucoleccin de mantis religiosas, de haber trado un tapir y un guat para elzoolgico de Schnbrunn, de haber encontrado en las playas de Itaparica unesqueleto de ballena, mi pobre Max. Y busco mis recuerdos en las cartas que meescribiste desde Quertaro cuando y a habas cado en las manos de los juaristasy donde me contabas que siempre creste que Jurez te iba a perdonar y dondeme dij iste, Max, qu risa, que al llegar al Cerro de las Campanas se atasc lapuerta del coche negro que te condujo y tuviste que salir por la ventana, y dondeme dij iste, qu orgullo, que te negaste a que te vendaran los ojos, y me contaste,qu pena, Max, que tu primer atad estaba muy corto y se te salan los pies, yque el doctor que embalsam tu cuerpo, qu injusticia, Max, haba dicho que quenorme placer era para l lavarse las manos con la sangre de un Emperador.Qu risa, qu dolor, qu pena, mi pobre Max, mi pobre Mambr que se fue a laguerra y se muri en la guerra, qu orgullo, que injusticia, qu pena que tuvieranque embalsamar dos veces, qu justo que al abandonar las aguas mexicanas laflota austraca disparara ciento un caonazos en tu honor, qu lstima queestuviera nevando el da de tu funeral, Max, qu dolor, qu fro. Y entoncesquisiera hundir mi rostro en tus cartas y ahogarme con la fragancia de losmangos y la vainilla y sofocarme con el olor de la plvora y de tu sangre vertiday no puedo, Max, porque a veces tampoco encuentro tus cartas. Las he buscadobajo mi cama. En el cofre donde an guardo, junto a mis paoletas y mis chales,los pilones de azcar morena y los panes de especias que me regalaron el da demi boda mis campesinos valones. Las he buscado en la cocina. He ordenado quelos buzos rastreen el foso de Bouchout y los canales de Brujas y el Lago deChapultepec. He pedido que las busquen en el basurero de Laeken, en todas lassalas del Palacio Imperial de Mxico, en las bodegas del Convento de lasTeresitas de Quertaro, en las sentinas de la Novara, en los nidos que hacen en las

  • chimeneas de Gante las cigeas que llegan de Alsacia, y no aparecen, Max, ypienso a veces que nunca, nunca me escribiste esas cartas y que ahora y o tengoque hacerlo por ti, que ahora todos los das tendr que escribirlas por ti.

    Si supieras, Max, qu terror me dio la primera vez, cuando vi todas esaspginas en blanco, cuando me di cuenta que si no encontraba mis recuerdostendra que inventarlos. Cuando me di cuenta que no saba en qu idiomaescribirlos de los tantos que aprend y que se me han olvidado. Cuando me dicuenta que no sabra en cul tiempo verbal contarlos, porque estoy tanconfundida que a veces no s si fui de verdad Mara Carlota de Blgica, si soyan Emperatriz de Mxico, si ser algn da Emperatriz de Amrica. Y porqueestoy tan confundida que a veces no s dnde termina la verdad de mis sueos ycomienzan las mentiras de mi vida. La otra vez so que el Mariscal Bazaine erauna vieja gorda que coma pistaches y escupa las cscaras en su bicornio deplumas blancas. El otro da, que daba yo a luz a un nio que tena la cara deBenito Jurez. So, tambin, que el General Santa Anna vena a visitarme y meregalaba su pierna. So que estaba yo en los Alpes, recostada en una alfombraviva de nomeolvides y gencianas azules, y me levantaba y comenzaba a bajar lamontaa, y cada vez el sol me abrasaba ms y al medioda llegu a Mxico ysegu caminando y en la noche llegu a un desierto y estaba yo muerta de fro:mi edredn de plumas de pato salvaje se haba cado al suelo y el hogar estabaapagado. Llam a mis damas y no vinieron. Llam a los guardias y no meescucharon. Volv a llamarlos y entr Bazaine a mi cuarto para violarme con elbastn de Mariscal de Francia que tena entre las piernas, y vieras cmo tengoan fuerzas, Maximiliano, a pesar de lo vieja que estoy : lo ahogu con mispropias manos y despus corr en busca de una chimenea encendida y traje unaantorcha y le prend fuego al cuerpo de Bazaine, y le prend fuego a toda el aladel Castillo de Terveuren, que se volvi cenizas.

    Cenizas, tambin, se han vuelto todos los dems, Maximiliano. Ya no tengotestigos de mi vida. Si t no me ayudas, quin ms podra ayudarme, Max: atodos les lleg el da de su muerte. Qu pena tener que decrtelo y qu alegra.Qu alegra, s, saber que el pequeo prncipe imperial que me recibi en lasescalinatas de Saint Cloud dej su vida en Zululandia, dentro de un uniformeingls y con las botas llenas de lodo, a orillas del Ro Sangre. Qu alegra saberque su padre, Napolen el Pequeo, muri en el exilio con los bigotes escurridosy la vej iga llena de piedras, y que murieron tambin todas sus amantes; laGordon, la Castiglione, Miss Howard, la Belle Sabotire, y que su mujer laEmperatriz Eugenia muri vieja y fea y casi ciega y con las crinolinasarrugadas. Y es que no sabes, Maximiliano, cmo se ha muerto de gente. La otratarde me sent a bordar unas flores con mis damas de compaa, y a la mitad deuna rosa me dijeron que se haba muerto en Mayerling tu sobrino Rodolfo. Elotro da estaba yo pintando de memoria el Paseo de Santa Anita con sus

  • aguadores y sus vendedoras de carbn de encina, y me enter que se habamuerto Francisco Jos. La otra tarde estaba yo almorzando y me contaron que sehaba muerto Leonardo Mrquez. Y tambin se muri el Padre Fischer y semuri asesinado en Sarajevo el Archiduque Francisco Fernando de Austria, semuri de angina de pecho Benito Jurez, se muri el General Escobedo, se muriConcha Mndez, se muri fusilado en Vincennes el hijo que engendraste en losJardines Borda y se muri su madre Concepcin Sedano, y se muri Baby elperro fiel que te sigui a Quertaro y se muri Florin el caballo favorito de tuhermano el emperador. Y el otro da me asom a la ventana y me enter que sehaba muerto el siglo y que se haba muerto el Imperio Austrohngaro y que sehaba muerto un milln de hombres en el Valle del Somme.

    Y ahora, quin de los vivos puede decir que vio nacer a tu padre NapolenSegundo el Rey de Roma? Quin de los vivos puede contar que lo vio pasear enla carroza de plata y madreperla que le regal mi bisabuela la Reina Carlota deNpoles, tirada por dos cabras amaestradas condecoradas con los listones rojosde la Legin de Honor? Quin te vio a ti jugar con tu hermano Francisco Jos enel cuarto de Aladino del Palacio de Schnbrunn, quin te vio meditar bajo losnaranjos del Hofburgo y caracolear un alazn de cola trenzada en la Escuela deEquitacin Espaola de Viena, y junto al crter del Vesubio de pie sobre losfragmentos de azufre multicolor, sobre los pedruscos anaranjados y rojos yverdigrises cubiertos de escarcha, quin te vio que te recuerde? Quin, dime,Maximiliano, recuerda nuestra entrada triunfal en Miln y que yo llevaba unacorona de rosas entrelazadas con diamantes? Quin recuerda que en honor delVirrey y la Virreina de las provincias lombardovnetas tocaron el himno nacionalaustraco y la Brabanzona? Quin, dime, recuerda la dalmtica de oro quellevaba el Arzobispo Labastida cuando nos recibi a la puerta de la Catedral deSan Hiplito de la ciudad de Mxico? Quin, ahora, ms de sesenta aosdespus, puede decir que recuerda que las cuarenta y ocho campanas de lacatedral tocaron a rebato para darle la bienvenida al Emperador y la Emperatrizde Mxico? Muri tu madre la Archiduquesa Sofa, que hundi la cara en la nieveque coronaba tu atad cuando llegaste de regreso a Viena hecho una momia.Muri tu hermano Carlos Luis y muri, de una enfermedad venrea, tu sobrinoOtto. Muri, asesinado por unos bandidos, el Coronel Platn Snchez. Muri tuhermano Luis Carlos, encerrado de por vida en un castillo y servido y rodeadoslo por mujeres porque le gustaba acostarse con los hombres. Muri, con laboca llena de espuma, nuestro compadre el Coronel Lpez. Y ahora, quin delos vivos, quin que te haya visto alguna vez baarte en el mismo manantial delos jardines colgantes de Chapultepec donde se baaba La Malinche, puede decirque nos vio desde las terrazas del alczar contemplar los lagos de Xaltocan y deChalco bordados con nenfares y ms all las montaas nevadas como alas dengeles y arriba el cielo puro de Anhuac? Me vest, para los pintores de la corte,

  • de campesina lombarda y de china poblana. En el mercado de Venecia comprmandarinas y uvas moscatel. En el Portal de Mercaderes de la ciudad de Mxicocompr rebozos de seda y lacas de Olinal, chirimoyas y flores de Nochebuena.Le en voz alta los poemas del Rey Netzahualcyotl y me aprend de memoria laleyenda del Seor del Veneno de la Calle de Puerta Coeli. Nos besamos a lasombra del convento de muros cubiertos de clemtides de la Isla de Lacroma enla que naufrag Ricardo Corazn de Len, y el da de nuestra boda la Casa RealInglesa y la Marina Britnica brindaron por nuestra felicidad con vino y grog. Enel Alczar de Sevilla aspiraste la dulce fragancia del mbar y en el cuarto delsecreto de la Alhambra escuchaste los murmullos de los hijos de Felipe Segundo.Te obsequiaron una escolopendra gigantesca en Las Canarias, y en Mxico unaculebrina de bronce fundida en Manila y con las armas de Carlos Tercero.Llegamos en gndola al Teatro de LHarmonia donde nos insultaron con supresencia los criados de los aristcratas milaneses y a bordo del Elizabethhicimos el amor una noche de tormenta en que las escobas y las tazas de t y lasbotellas de vino danzaron, enloquecidas, entre la espuma. Con tu sarape de Saltillosobre los hombros diste el grito de Independencia en Dolores mientras yogobernaba Mxico y firmaba decretos y ofreca saraos. Y quin, de los vivos,nos recuerda? Quin me vio encerrada en el gartenhaus de Miramar con lasventanas atornilladas y las puertas llenas de cerrojos rumiar mi locura y midesesperacin, y quin te vio, Maximiliano, en tu celda del Convento de lasTeresitas de Quertaro sentado el da entero en tu alta bacinilla de porcelana conuna diarrea que no se acababa nunca? Quin recuerda, Max, quin que lo hayavisto, lo gallardo que era el Coronel Van Der Smissen al frente del Cuerpo deVoluntarios belgas, lo carioso que era nuestro pequeo Prncipe Iturbide, loasesino que fue el Coronel Du Pin, lo humildes que eran nuestros inditosmexicanos que se persignaban ante nuestro retrato y me llenaban el regazo dedalias y de alacranes de vainilla y de huevos de turquesa? Quin vio, quinrecuerda lo feo que era Benito Jurez, lo valientes que fueron los soldadosfranceses triunfadores de Magenta y Solferino, quin, dime, recuerda lo verdesque eran los ojos del traidor Lpez? Slo la historia y yo, Maximiliano.

    Yo que recuerdo al Coronel Lpez bello como un ngel de la luz quecabalgaba a mi lado en el camino a Crdoba y me ofreca ramos de orqudeas.La historia que vio cmo asesinaron al Rey Alejandro y la Reina Draga deSerbia, y cmo le quemaron el pecho con agua hirviendo a Benito Jurez, ycmo se incendi la Biblioteca de Lovaina y yo, Maximiliano, que desde lasventanas del Castillo de Bouchout vi arder los fuertes de Amberes, y vi cmoasesinaron en Madrid al General Prim y cmo muri Bazaine en el destierro y lamiseria, y cmo Bismarck proclam el Imperio Alemn en el Saln de losEspejos de Versalles, y cmo el Prncipe Imperial Luis Napolen tena la caradevorada por los chacales, y cmo se le sala un ojo a Mara Vetsera la amante

  • de tu sobrino Rodolfo y cmo el Palacio de Buena Vista se transform en unafbrica de cigarrillos y cmo, Maximiliano, tu fiel cocinero Tds y tu valet Grillhumedecieron sus pauelos con tu sangre en el patbulo del Cerro de lasCampanas, yo, Maximiliano, Mara Carlota Amelia de Blgica, Condesa deMaracaibo, Archiduquesa del Gran Serto, Princesa de Mapim, yo que probpias en lata, que viaj en el Expreso de Oriente, que habl por telfono conRasputn, que bail fox-trot, que vi a un gringo robarse la cabeza de Pancho Villa,y al atad de Eugenia cruzar Pars coronado de violetas, yo que con mi alientoescrib tu nombre en los jarrones de prfido de la escalinata de Miramar, yo queen los cenotes sagrados de Yucatn donde sacrificaban a las princesas vrgenescontempl tu rostro muerto, yo, Maximiliano, que cada noche de cada ao de lossesenta que he vivido en la soledad y el silencio te he adorado en secreto, yo queen las sbanas y en los pauelos y en las cortinas y en los manteles me paso lavida, Maximiliano, me la he pasado bordando tus iniciales Maximiliano PrimeroEmperador de Mxico y Rey del Mundo, en las servilletas y en tu sudario, en lasrosas de la almohada y en la piel de mis labios, y o que desde la cumbre de lasmontaas de Acultzingo all donde el aire enrarecido ilumina las constelaciones yagiganta las estrellas te seal la curvatura del cielo y te dije que all, en el Navoy en la Cruz del Sur, y en Arcturus y en el Centauro, all donde estaba escrito eldestino de los ms grandes de todos tus ancestros, el de Carlomagno el fundadordel Sacro Imperio Romano, el de Rodolfo de Habsburgo que cruz con unejrcito el Danubio en un puente hecho con botes, el de Alberto Segundo Prncipede la Paz, el de Carlos Quinto en cuyo reino nunca se pona el sol, el deMaximiliano Primero y el de Mara Teresa de Austria y el de Felipe Segundotriunfador de la Batalla de San Quintn y azote de los moros y el de LeopoldoPrimero salvador de Europa y vencedor del Gran Visir Kara Mustaf y el deJos Segundo el rebelde vestido de prpura del que aprendiste a amar la libertadde tus sbditos, all tambin, te dije, que estaba escrito el destino de un hombreque sera ms grande de lo que fueron todos ellos y que ese hombre se llamabaMaximiliano Primero, Emperador de Mxico. Quin, dime, quin que est vivolo recuerda, quin sino yo, que hace sesenta aos te dije adis a la sombra de losnaranjos perfumados de Ayotla y te dej para siempre solo, montado en tucaballo Orispelo y vestido de charro y con tu catalejo de almirante de la flotaaustraca, y quin sino la historia, que te dej tirado y desangrndote en el Cerrode las Campanas con el chaleco en llamas y te dej colgado de los pies de lacpula de la Capilla de San Andrs para que se te salieran los lquidos con los quete haban embalsamado y embalsamarte de nuevo a ver si as tu piel,Maximiliano, dejaba de ponerse cada vez ms negra, como se puso, y tu carnede momia hinchada, pobre Max adorado, dejaba de ponerse cada vez mshedionda, como se puso? Slo la historia y yo, Maximiliano, que estamos vivas ylocas. Pero a m se me est acabando la vida.

  • II

    ENTRE NAPOLEONES TE VEAS1861-62

  • 1. Jurez y Mostach

    En el ao de gracia de 1861, Mxico estaba gobernado por un indio cetrino,Benito Jurez, hurfano de padre y madre desde que tena tres aos de edad, yque a los once era slo un pastor de ovejas que trepaba a los rboles de la LagunaEncantada para tocar una flauta de carrizo y hablar con las bestias y con lospjaros en el nico idioma que entonces conoca: el zapoteca.

    Del otro lado del Atlntico, reinaba en Francia Napolen III, apodado porunos Mostach a causa de sus largos, abundantes bigotes negros y puntiagudosaderezados con pomadas hngaras, y por otros llamado Napolen ElPequeo , para diferenciarlo de su famoso to Napolen El Grande , esto es,Napolen Bonaparte.

    Un da, Benito Pablo abandon a los parientes que lo haban recogido, a susovejas y a su pueblo natal de Guelatao palabra que en su lengua quiere decir noche honda y se larg a pie a la ciudad de Oaxaca situada a catorceleguas de distancia, para trabajar de sirviente en una de las casas grandes, comoya lo haca su hermana mayor, y ms que nada para aprender. Y en esa ciudad,capital del estado del mismo nombre, y ultramontana no slo por estar ms allde las montaas, sino por su mojigatera y sumisin a Roma, Jurez aprendicastellano, aritmtica y lgebra, latn, teologa y jurisprudencia. Con el tiempo, yno slo en Oaxaca sino en otras ciudades y otros exilios, ya fuera por alcanzar unpropsito en el que se haba empecinado o por cumplir un destino que le cay delcielo, tambin aprendi a ser diputado, gobernador de su Estado, ministro deJusticia y de Gobernacin, y presidente de la Repblica.

    Emperador de los franceses hasta la tercera vez que lo intent, ni el anillo debodas de Napolen y Josefina, que dicen que us la primera vez, ni la lonja detocino que cuentan se prendi con alfileres al sombrero la segunda vez que losiguiera y revoloteara a su alrededor el aguilucho que por una libra esterlinahaba comprado en Gravesend poco despus de embarcarse en el Tmesis abordo del Edinburgh Castle, le sirvieron a Napolen el Pequeo al llegar aFrancia para conquistar el poder. Unas cuantas horas bastaron para sofocar laprimera intentona en 1836, cuando lleg a la ciudad de Estrasburgo y redujo alCuarto Regimiento de Caballera. Luis Napolen fue enviado, en un barco, a losEstados Unidos. Unas cuantas horas, tambin, le fueron suficientes cuatro aos

  • ms tarde a la polica y a la Guardia Nacional de Boulogne para sembrar elpnico entre los cuarenta o cincuenta de sus seguidores que segn dijeronalgunos usaban uniformes franceses alquilados en una tienda de disfraces deLondres, y capturar al sedicioso Luis Napolen, y al mismo tiempo rescatarlo,tembloroso pero no tanto de miedo como de fro, hecho una sopa y con losbigotes escurridos de algas, de las inhspitas aguas del Canal de la Mancha en lasque haba cado al hundirse el bote salvavidas en el que emprendi la fuga. Estavez, el Rey Luis Felipe lo recluy, condenado a prisin perpetua, en el Castillo deHam, al norte de Francia y orillas del Ro Somme.

    Vestido siempre de negro, con bastn y levita cruzada, Don Benito Jurez leay relea a Rousseau y a Benjamin Constant, formaba con stas y otras lecturas suespritu liberal, traduca a Tcito a un idioma que haba aprendido a hablar, leer yescribir al mismo tiempo, como en el mejor de los casos se aprende siempre unalengua extranjera, y comenzaba a darse cuenta de que su pueblo, lo que lllamaba su pueblo y al cual haba jurado ilustrar y engrandecer y hacerlosuperar el desorden, los vicios y la miseria, era ms, mucho ms que un puadoo que cinco millones de esos indios callados y ladinos, pasivos, melanclicos, quecuando era gobernador bajaban de la Sierra de Ixtln para dejar en el umbral desu casa sus humildes ofrendas: algunas palomas, frutas, maz, carbn de maderade encina trado de los cerros de Pozuelos o del Calvario. Pero para otros, paramuchos, Benito Jurez se haba puesto una patria como se puso el levitn negro:como algo ajeno que no le perteneca, aunque con una diferencia: si la levitaestaba cortada a la medida, la patria, en cambio, le quedaba grande y se ledesparramaba mucho ms all de Oaxaca y mucho ms all tambin del sigloen el que haba nacido. Y por eso de que aunque la mona se vista de seda monase queda , las malas lenguas le compusieron unos versitos:

    Si porque viste de currocortar quiere ese clavel,sepa hombre, que no es la mielpara la boca del burro;huela, y aljese del.

    En el Castillo de Ham, con todo el tiempo del mundo para contemplar lacada de las hojas, leer La Guerra de las Galias o pensar con orgullo que en esamisma prisin haba estado tambin confinada haca muchos aos la Doncella deOrlens, Juana de Arco, Napolen el Pequeo, Luis Napolen, que a su manerafue o era entonces una especie de socialista sansimoniano, comenz apreocuparse por los pobres y por la injusticia y escribi entre otras cosas unpequeo libro titulado La Extincin del Pauperismo. Tambin all, y preocupadopor su futuro, le pidi al gobierno britnico que intercediera en su favor ante el

  • rey francs Luis Felipe para que, con la promesa de no volver nunca a Europa, lopusieran en libertad. Se embarcara entonces de nuevo rumbo al continenteamericano, se volvera Emperador de Nicaragua y realizara uno de sus viejossueos que era el de construir a lo ancho de ese pas un canal interocenico dePunta Gigante a Punta Gorda que, a despecho de mdanos, mosquitos yplatanares, uniera y reconciliara las aguas del Atlntico con las aguas delPacfico. Si Napolen el Grande se haba casado sin desdoro con una criollamartiniquea, l eligira una nativa caliente de grandes ojos negros para hacerlasu emperatriz. Desde el puesto imperial de observacin en las Islas Solentinamecontemplara con sus binoculares el paso de las naos de la China cargadas de t ytelas de Shantung, de maderas aromticas y de unas cuantas docenas de chinoscon destino a las fbricas de cigarros de La Habana. Pero ni Sir Robert Peel elprimer ministro britnico se tom la molestia de pedirle a Luis Felipe la libertadde Luis Napolen, ni al Rey Ciudadano cabeza de pera se le ocurri, en ningnmomento, otorgarle la libertad condicionada al exilio. El rey, con su sombrillanegra y su traje de hombre de negocios parisino casaca marrn de cuatrobotones, chancletas de hule sobre los zapatos para no mancharlos con el lodo,cortaba flores en los Jardines de las Tulleras para envirselas, entre las pginasde Fabiola o de un libro de cuentos de hadas, a su nieta Carlota, la princesita deBlgica. Por lo que Luis Napolen tuvo que plantarse una peluca y un delantalazul y echarse al hombro un tabln para escaparse, disfrazado con las ropas deun trabajador llamado Badinguet, de la prisin de Ham. Vivi en Londres variosaos, se codeaba con la aristocracia inglesa en los clubes de Saint James, bebajerez amontillado y se paseaba por Pall Mall al lado de su rubia amante, MissHoward, en un carruaje que luca en las puertas el guila imperial napolenica.

    gueda, la santa que sostena en una bandeja sus dos pechos cortados, leense al nio Benito Pablo la letra a . Blandina mrtir, que muri envuelta enuna red, entre las patas y los cuernos de un toro, la letra b . Casiano de Inmola,al que sus propios discpulos dieron muerte acribillndolo con sus plumas dehierro, la letra c . Y a pesar de ello, a pesar de haber aprendido el abecedarioen Las Vidas y Martirios de los Santos, gracias a la paciencia y buenamor de sumaestro, el lego pero casi fraile Salanueva, que estaba siempre vestido con elsayal pardo de los carmelitas descalzos, Benito Jurez, siendo ministro de Justicia,expidi una ley que llevaba su nombre, Ley Jurez, y la cual, al poner trmino ala jurisdiccin de los tribunales eclesisticos en los asuntos civiles, volvi aecharle lea al fuego de la vieja rencilla entre la Iglesia y el Estado, y que enesos das provoc, adems de sangrientos combates, la expulsin de seiseclesisticos, entre los cuales se encontraba el Obispo de Puebla, Pelagio Antoniode Labastida y Dvalos. Los angelopolitanos, que as se llamaban los que habannacido o vivan en Puebla de los ngeles, acompaaron por un buen trecho a susobispos en su viaje al destierro, jerimiqueando. A pesar tambin de haber sido

  • aplicado alumno del Seminario de Oaxaca cuando, antes de decidirse por laabogaca deseaba ser cura, y de haber jurado al protestar como Gobernador deOaxaca por Dios y por los Santos Evangelios defender y conservar la religinCatlica, Apostlica y Romana y de encabezar sus decretos con el nombre deDios Todopoderoso, uno en esencia y trino en persona, Benito Jurez a quienSalanueva le haba enseado lo mismo los secretos del arte de encuadernarcatecismos Ripalda, que el respeto y la veneracin al Nazareno del Va Crucisque todas las tardes de todos los das pasaba frente a su casa, siendo Presidentede la Repblica confisc los bienes de la Iglesia mexicana, abog todos losprivilegios del clero y reconoci todas las religiones. Por esta osada, Jurez fueconsiderado por los conservadores mexicanos y europeos, y desde luego por elVaticano y por el Papa Po Nono futuro creador del Dogma de la InfalibilidadPontificia, como una especie de Anticristo. Por no saber montar a caballo, nimanejar una pistola y no aspirar a la gloria de las armas, se le acus de ser dbil,asustadizo, cobarde. Y por no ser blanco y de origen europeo, por no ser ario yrubio que era el arquetipo de la humanidad superior segn lo confirmaba elConde de Gobineau en su Ensayo sobre la Desigualdad de las Razas Humanaspublicado en Pars en 1854, por no ser, en fin, siquiera un mestizo de media casta,Jurez, el indio ladino, en opinin de los monarcas y adalides del Viejo Mundoera incapaz de gobernar a un pas que de por s pareca ingobernable. Es verdadque el ministro americano en Mxico, Thomas Corwin, exageraba cuando en unacarta al Secretario de Estado William Seward le deca que en cuarenta aosMxico haba tenido treinta y seis formas distintas de gobierno, y a que enrealidad era una sola, con raras y espordicas excepciones: el militarismo. Y esverdad tambin que Mster Corwin haca mal las cuentas cuando afirmaba queen esos mismos cuarenta aos Mxico haba tenido sesenta y tres presidentes,porque no slo haban sido menos, sino que entre esos menos hubo varios quevolvan una y otra vez a la presidencia, y que eran como una fiebre terciana quesufra el pas. Pero de todos modos, y como deca Monsieur Masseras, redactoren jefe del peridico publicado en Mxico en francs, LEre Nouvelle, esadesafortunada nacin no esperaba sino una sola cosa: un gobierno de orden, deorganizacin y prosperidad, tres palabras, agregaba el periodista, que referidas aMxico, terreno proverbial de revoluciones y contrarrevoluciones, resultaban pordems irnicas. Por su parte Monsieur Charles Bordillon, corresponsal del diarioingls The Times, afirmaba que la nica moral de esa nacin cuy a raza estaba profundamente pervertida era el robo, visto como objetivo principal de todoslos partidos polticos. El ilustre Lord Palmerston comparta esos puntos de vista.Para l, el mexicano era un pueblo degenerado y corrompido hasta la mdula,sin valor y sin fuerza, que y o se lo aseguro a Su Majestad le dijo un da a laReina Victoria en el Castillo de Balmoral ser tragado por la raza anglosajonay desaparecer como desaparecieron los indios pielroja ante los blancos . A las

  • carencias de su raza y a sus defectos como individuo demagogo, dspota,jacobino, vendepatrias y tirano rojo formaban parte de la sarta de adjetivos quele colgaron sus enemigos el Presidente de Mxico agregaba una fealdad fsicanotable, rubricada segn afirmaron muchos que lo conocieron y entre ellos laPrincesa Salm Salm, por una horrible cicatriz sanguinolenta que nunca aparecien sus fotografas. Margarita, su esposa, hija de los patrones y protectores que lohaban acogido cuando lleg a la ciudad pidiendo Doctrina y Castilla , y quetodas las maanas le anudaba la corbata de moo negro y bendeca el blancoalbor de sus almidonadas pecheras impecables, se deca a s misma y le deca asus hijos: Es muy feo, pero es muy bueno .

    Blanco l s, pero no rubio y no feo aunque tena cara de loro melanclico,Napolen el Pequeo no por hablar francs con acento alemn, o por ser suizo deeducacin o ingls por le bon ton, se crey nunca otra cosa que un corso deorigen y un francs por derecho y tradicin familiares, o en otras palabras unhombre de lo que l llamaba la raza latina , y de cuyo destino y futuragrandeza, ante la voracidad y el empuje anglosajones, se hizo responsable y noslo en Europa sino allende el mar cuando, y a transformado en Emperador deFrancia, el nombre de Mxico comenz a repicarle en los odos con retintines deplata sonorense. Pero para esto, tuvieron que pasar algunos aos. Y sobre todoalgunas cosas, como las que sucedieron en 1848, ao de la revolucin de la quealguien dijo que fue un momento decisivo de la historia en que la historia no pudodecidirse, y en que la doctrina de los derechos humanos comenz a alborotar avarios de los pases de Europa como Francia, Italia, Polonia y las nacionescomprendidas por el Imperio Habsburgo. Y entre las cosas que pasaron: enBudapest, los estudiantes radicales exigieron derechos iguales para todas lasnacionalidades y el fin del Robot sin compensacin. El rebelde Johann Strausshijo llev su orquesta a las barricadas para tocar polkas y mazurcas, mientrasJohann Strauss padre continuaba tocndolas en el Hofburgo y el Palacio deSchnbrunn. Los milaneses radicales les arrebataron a los peatones, en las calles,los cigarros encendidos en protesta contra sus dominadores austracos queadems de tener el monopolio del poder tenan el del tabaco. Los estudiantes deMunich expulsaron a la bailarina irlandesa Lola Montez, amante del viejo ReyLuis I de Baviera. El ministro de Guerra austraco Conde Latour acab destripadoy colgado de un farol de la hermosa Plaza de Am Hof. Los izquierdistasprusianos clamaron su satisfaccin por la supresin de los rebeldes checos. Ellder campesino Tancsics cruz en hombros del pueblo y los estudiantes el puenteque una a Buda con Pest y el poeta Sandor Petfi fue asesinado y su cuerpoarrojado a una fosa comn. El alemn Karl Marx que desde la Nueva GacetaRenana alentaba la insurreccin contra el gobierno del Rey de Prusia, fueacusado de alta traicin. El General Cavaignac reprimi con brutalidad inauditala insurreccin de junio en las calles de Pars. El poderoso canciller austraco

  • Metternich se eclips, pero antes logr que el semimbcil Emperador Fernandode Austria Hungra abdicase en favor de su sobrino Francisco Jos, hermanomay or del Archiduque Fernando Maximiliano. Miles de alemanes emigraron alos Estados Unidos siguiendo los pasos de los irlandeses que huyeron de su tierra acausa de la gran hambruna causada por la plaga de la papa. Hungra se proclamRepblica y eligi como presidente a Kossuth, y as como en los tiempos del ReySol sala volando cada maana por las ventanas de Versalles el contenido fecal delas bacinillas reales que de paso serva de abono para rosas, begonias y alheles,y de festn para los escarabajos estercoleros, as tambin sali volando por unaventana del Palacio de las Tulleras el trono de Luis Felipe, para ser reducido mstarde a cenizas en la Plaza de la Bastilla. Tras ms de dos meses de vejacionesdurante los cuales se le confin y expuls en forma alternada de varios pueblos,ciudades y rancheras, el Licenciado Benito Jurez fue llevado al Castillo de SanJuan de Ula. Construido con piedra mcar una especie de coral sobre elarrecife de La Gallega a la entrada del puerto mexicano de Veracruz, en tierracaliente donde la malaria y la fiebre amarilla eran endmicas, la Fortaleza deSan Juan de Ula, ltimo reducto de los espaoles que la abandonaron hasta casicuatro aos despus de consumada la independencia mexicana, le haba costadomuchos millones a Espaa. Tantos, que cuentan que un da se le pregunt a unode los monarcas espaoles qu era lo que contemplaba, con su catalejo, desde ElEscorial y el rey contest que trataba de ver el Castillo de San Juan de Ula: tancaro le ha salido al tesoro espaol , dijo, que cuando menos deberamos verlodesde aqu . Trece aos despus de la retirada de los espaoles, en octubre de1838, la fortaleza capitul tras haber sido bombardeada por una escuadrafrancesa al mando del Almirante Charles Baudin y de la que formaba parte elPrncipe de Joinville, hijo de Luis Felipe de Francia y to de la Princesa Carlotade Blgica, y quien reclamaba a nombre del gobierno francs una indemnizacinde seiscientos mil pesos en favor de ciudadanos franceses residentes en elterritorio mexicano, que se quejaban de la merma sbita o paulatina de suscapitales, debida a los emprstitos forzosos, o robos legalizados, que condemasiada frecuencia decretaban las autoridades mexicanas para financiar sussucesivas revoluciones y sus perpetuos desfalcos. Debido a que entre estasreclamaciones figuraba la de un pastelero de Tacubay a que diez aos antes dijohaber perdido sesenta mil pesos de mercanca en clairs, vol-au-vent, brazos degitano y babas-au-rhum, a este primer conflicto armado entre Francia y Mxicose le llam La Guerra de los Pasteles . En la defensa del Puerto de Veracruz,perdi la pierna izquierda un general mexicano a quien alguna vez Benito Jurez,en sus tiempos de criado de casa grande en Oaxaca, haba servido la cena, elmismo que ahora era el culpable de los maltratos sufridos por el indio, y de suprximo exilio: Antonio Lpez de Santa Anna, quien haba sido ya Presidente deMxico cinco veces y que, tras de que su heroica pierna fuera enterrada con

  • honores y desfiles, con lgrimas y lpida conmemorativa y con salvas yfanfarrias militares, sera presidente otras seis veces ms. A veces hroe, a vecestraidor, a veces las dos cosas al mismo tiempo, Santa Anna se levant un dacapitn y se acost esa noche teniente coronel durante la Guerra de laIndependencia de Mxico. General a los veintisiete aos y Benemrito de laPatria a los treinta y cinco, haba sido condecorado por la flecha de un indio en suprimera campaa contra Tejas, la provincia mexicana que deseabatransformarse en Repblica independiente. Hroe ya desde entonces, Santa Annase hizo un poco ms hroe cuando regres a la provincia rebelde para tomar porasalto el Fuerte del lamo y obtener un sangriento triunfo remember Goliatdonde pas a todos los prisioneros a cuchillo y a plvora, y un poco menoshroe cuando, vencido por las fuerzas de Sam Houston huy a caballo y a pie,cay en manos del enemigo tras el combate de San Jacinto y reconoci pormiedo, por obtener la libertad o porque era sencillamente un hecho consumado,la existencia de la Repblica de Tejas. Vuelto al poder despus de que su piernafuera desenterrada y arrastrada en las calles por el populacho, y Presidente deMxico dos veces en el ao de 1847 en el que culmin la invasin expansionistanorteamericana con la cesin a los Estados Unidos de territorio mexicano conuna superficie de ms de un milln trescientos cincuenta mil kilmetroscuadrados que inclua las provincias de Nuevo Mxico y de la Alta California y que, agregada Tejas equivala a la mitad del territorio nacional, Santa Annase convirti en el gran traidor tras dejar la presidencia en manos de un interinopara ponerse al frente de las tropas, ser derrotado por el General Tay lor enSacramento y abandonar el pas, lavndose las manos, pasando sin sermolestado, como Pedro por su casa, entre las propias filas del enemigo: SantaAnna, se dijo, haba recibido cuantiosas sumas de los norteamericanos parainfluir en la aprobacin, por parte del congreso mexicano, del Tratado deGuadalupe Hidalgo, que adems de ratificar la cesin del territorio, reafirmabalos viejos lazos de amistad que unan a Mxico y los Estados Unidos. Vuelto alpoder a pesar de todo unos cuantos aos despus y transformado en DictadorSupremo y Alteza Serensima, Santa Anna, si era posible, fue un poco mstraidor todava al firmar el Tratado de La Mesilla por medio del cual Mxico levendi a los Estados Unidos otros cien mil kilmetros cuadrados de territoriofronterizo que comprenda, entre otras cosas, la zona llamada del Mineral deArizona, productora de plata nativa en grandes trozos que llegaban a pesar hastacien arrobas y que poco antes haba intentado conquistar Raousset-Boulbon, unfilibustero francs vinculado con la empresa suizomexicana Jecker de la Torre yque por ello, y por haber proclamado la independencia de Sonora, muri fusiladoa orillas del mar.

    Destronado l, y defenestrado su trono, Luis Felipe se fue de Francia yNapolen el Pequeo regres a ella, esta vez sin trencillo de tocino en el

  • sombrero y sin aguilucho aunque muchos dijeron que no haba sido unaguilucho, sino un buitre y pas de diputado a Presidente de la SegundaRepblica antes de que terminara el ao, elegido por seis millones de franceses.Haca diecinueve aos que haba muerto en el Palacio de Schnbrunn, en Viena,el hijo que Napolen Bonaparte haba tenido con la austraca Mara Luisa, y onceaos desde el da en que los lanceros de penachos tricolores precedieron, en sumarcha a Los Invlidos, el fretro que contena los restos de Napolen el Grande,llevados a Francia por el Prncipe de Joinville, y al que segua un caballo sinj inete, blanco como el caballo de batalla del Gran Corso, que era conducido pordos palafreneros vestidos de verde y oro. La dinasta de los Bonaparte parecientonces extinguirse para siempre. Pero en la maana del 2 de diciembre de1851, aniversario de la Batalla de Austerlitz y de la coronacin de Napolen I, lostmpanos de los tambores de la Guardia Nacional amanecieron desgarrados, lascampanas escondidas, las imprentas y los peridicos antibonapartistasclausurados, y las casas y los edificios, los kioskos y los arcos triunfales de Parscubiertos de carteles en los que el Presidente Luis Napolen anunciaba ladisolucin de la Asamblea y la restauracin del sufragio universal. Lo primero, ladisolucin de la Asamblea, crimen de alta traicin, consumada cuando losltimos diputados que haban huido del Palais Bourbon para refugiarse en laalcalda de Saint-Germain fueron llevados a prisin entre dos filas de cazadoresde frica, le permiti a Luis Napolen detentar el poder ejecutivo absoluto. Losegundo, la restauracin del sufragio, lo habilit para convocar unos mesesdespus un plebiscito nacional en el que propuso al pueblo de Francia que se lerestableciera la dignidad imperial hereditaria, y el pueblo le dio su espaldarazocon dos millones de votos ms ocho en total que aquellos que lo habanllevado a la presidencia. Con este golpe de Estado qued as reivindicada ladinasta napolenica en la persona de Napolen III quien, a partir de esemomento o de unos das antes, olvid en realidad lo olvid casi toda Franciaque, como presidente haba jurado respetar la Constitucin y ser fiel a laRepblica democrtica, una e indivisible. Pero despus de todo esa mismadinasta haba nacido de otro olvido: al crearla, al proclamarse emperador ydespus divorciarse de Josefina por no haberle dado un heredero para casarsecon la austraca Mara Luisa de cuyos labios Habsburgo estaba tan orgullosoporque demostraban que era una verdadera hija de los Csares , Napolen elGrande olvid que su propia entronizacin haba sido resultado del rechazo alsupuesto derecho divino a gobernar de todos los borbones que haban reinado enFrancia antes que l. Un Napolen ms, qu vergenza! , dijo el poetaCharles Baudelaire, que acostumbraba pasearse por los bulevares de Pars delbrazo de una negra y con el pelo pintado de verde. Otro escritor francs de lapoca, Vctor Hugo el mismo que le haba puesto a Luis Napolen el apodo de El Pequeo , hablara en Les Chtiments del nio que muri con la cabeza

  • destrozada por las balas de los soldados: una entre otras cuantas atrocidades notantas quizs como las habidas en el 48 que siguieron a la proclamacin delSegundo Imperio: una que otra carga de los lanceros contra republicanosexaltados recin salidos del Caf des Peuples que gritaban Viva la AsambleaNacional!; uno que otro fusilazo a quemarropa contra aquellos parisinos que consus gorras y sus corbatas rojas hacan alarde de sus proscritas ideas; una que otramujer destripada a culatazo limpio y cuy a sangre se mezcl con los ros de lecheque salan de los odres rotos de un carromato usado para improvisar, en la RueTransonian, una barricada tres veces desmantelada por los cazadores a pie yotras tantas veces vuelta a levantar. Y, en fin, uno que otro conde, diputado,carnicero, mdico, albail y nio con las cabezas destrozadas por las balas, cuy oscadveres, amontonados en carretas, fueron sacados de Pars en la madrugada,la hora en que los traperos de Pars salan de sus covachas y tugurios paraescarbar en los basureros. Pacificado Pars, el flamante rgimen imperial acalla los ardientes provenzales y los montaeses alebrestados, y envi a Argelia adiez mil de las veintisiete mil personas arrestadas, y a unos cuantos centenares aCayena. Tambin esto fue olvidado muy pronto por los franceses: ir al teatrogratis en el cumpleaos del emperador a ver el Can-Can o La Dama de lasCamelias; cegarse con el sol reflejado en los yelmos de acero del Escuadrn delos Cien Guardias a caballo cuyo comandante tena fama de hacer que se echaraa tierra el garan ms bravo que tuviera entre las piernas con slo apretarlas;asistir en la Gare du Nord a principios del otoo a la partida de los invitados deNapolen III que viajaran en un tren especial a Compigne a cazar liebres,jabales, faisanes y perdices; admirar las largas filas de lujosos carruajes queiban, unos, hacia el Bal Mabille , el inmenso dance-hall con paredes tapizadasde damasco rojo y cinco mil lmparas multiplicadas hasta el infinito por grandesy lmpidos espejos venecianos con marcos dorados, y se encaminaban, otros,cargados con slfides y reinas de corazones, conquistadores espaoles derelucientes armaduras y Evas recin baadas en los ros de miel del Paraso albaile de fantasa dado por el emperador en las Tulleras; o en las tardes y largasnoches de invierno ver los trineos con forma de cisnes, pegasos o dragonesarrastrados por caballos blancos coronados de penachos de plumas y cascabelesque surcaban los caminos nevados del Bosque de Bolougne mientras las damasenvueltas en sus martas cebellinas y los caballeros con sus largas bufandas decachemira patinaban a la luz de las antorchas en el lago congelado: todos estosespectculos compensaron, al parecer, a los franceses, por la prdida no slo deuna repblica, sino tambin de algunos de sus smbolos ms sagrados, como LaMarsellesa, sustituida por una vieja cancin, a la cual le puso msica la propiaReina Hortensia, madre de Luis Napolen: Partant pour la Syrie, que contabacmo el joven y bello Dunois le jeune et beau Dunois le peda a la VirgenMara venait prier Marie cuando parta rumbo a Siria partant pour la Syrie

  • que bendijera su empresa de bnir ses exploits.All, en uno de los calabozos de San Juan de Ula, a los que llamaban

    tinajas porque estaban situados bajo el nivel del mar y el agua rezumaba porlos muros de piedra mcar para evaporarse casi al instante, pas once dasincomunicado el Licenciado Benito Jurez, para ser llevado despus a bordo delpaquebote Avon donde los pasajeros hicieron una colecta para pagar su boletohasta la primera escala, La Habana, de la cual se march poco despus ellicenciado rumbo a Nueva Orlens, la antigua capital de Louisiana donde conocia otros mexicanos liberales y entre ellos a Melchor Ocampo, discpulo como lde Rousseau y adems de Proudhon, que sera despus uno de sus ms cercanoscolaboradores, y al que tanto admir Jurez por su clara inteligencia. Paraganarse la vida, Jurez torca tabaco. Ocampo elaboraba vasijas y botellones debarro. Otros paisanos exiliados trabajaban de meseros si bien les iba, o delavaplatos en un restaurante francs. De pie frente al mar, Jurez contemplaba laancha desembocadora del Mississippi y esperaba al barco que le traera lascartas de su mujer y sus amigos. Margarita se haba ido con los nios al pueblode Etla, y all la iba pasando con lo que les dejaba un pequeo comercio. Losamigos le pedan a Jurez que tuviera paciencia, le enviaban a veces algo dedinero, le reprochaban, algunos, que hubiera elegido a los Estados Unidos comolugar de exilio, le juraban que Santa Anna caera pronto del poder, esta vez parasiempre. De espaldas al mar, Jurez segua con la mirada el curso del Mississippi,el caudaloso ro de los cuarenta tributarios que naca muy lejos, en la reginnorte de Minnesota, y pensaba en una singular coincidencia: por la mismacantidad quince millones de dlares por la que Mxico haba cedido a losnorteamericanos las provincias de Nuevo Mxico y la Alta California, Napolenel Grande haba vendido a Estados Unidos lo que en 1803 restaba en poder deFrancia los dos millones trescientos mil kilmetros cuadrados de la cuencaoriental del Mississippi de ese gigantesco territorio llamado la Luisiana enhonor de Luis XIV, el Rey Sol. As haba crecido Estados Unidos, pagndole aNapolen seis dlares cincuenta y seis cntimos por kilmetro cuadrado, y aMxico, once dlares con cincuenta y tres. Pero Jurez haca cuentas: si seinclua a la Repblica de Tejas, que se haba perdido sin recibir un solo centavode indemnizacin, los once dlares y fraccin se reducan a seis. Bonito negocio.

    Una noche Jurez y sus amigos fueron a ver a una troupe de minstrels quepasaba por Nueva Orlens, y que era un grupo de msicos blancos pintadoscomo negros, que se movan como negros, hablaban y cantaban como negros ycomo negros tocaban el banjo y los bones, que eran una especie de castauelashechas con dos trozos de las costillas de un animal. No entiendo , dijo Jurez. S, el ingls es muy difcil de aprender , dijo uno de los mexicanos que nohaba entendido a Jurez. Pero quien siempre saba muy bien lo que Jurezquera decir era su amigo Melchor Ocampo, quien en algunas de esas tardes

  • hmedas de los domingos en que paseaban por los muelles en mangas de camisa,haca gala de todas sus culturas, incluyendo la poltica y la botnica. Ocampo elpoltico propona, como remedio de los males de Mxico, que se llevara a cabo laReforma iniciada en los primeros aos de la etapa independiente del pas con laocupacin por parte del gobierno de las fincas destinadas a las misiones de lasFilipinas y continuada por el Presidente Gmez Faras sin xito la primera vez, ycon mejor fortuna la segunda, cuando decret la incautacin de los bienes de laIglesia para reunir fondos que sirvieran en la lucha contra la invasin americana,y Ocampo recordaba y citaba ejemplos y antecedentes histricos que le venana la memoria en desorden, como la nacionalizacin de los bienes del clerodecretada en Espaa 1835 por un primer ministro liberal, la confiscacin de losbienes de la Iglesia en Bohemia en el siglo XV como resultado de la revolucinhusita que al fin y al cabo slo benefici a la clase noble, deca Ocampo, ladesamortizacin llevada a cabo en Francia tras la Revolucin, y las medidasadoptadas por uno de los emperadores austracos, Jos II, y que en realidad nolograron sino cambiar el capital de un bolsillo a otro de la Iglesia, dijo Ocampo,porque el producto del remate de casi la mitad de los conventos, fue destinado alos curatos, con lo cual se comprueba que si Jos II no quera a los monjes, sinduda no tena nada, o poco, contra los curas. Y Ocampo el botnico, amante delas plantas raras, a quien una vez se le vio hincarse y llorar ante unos liriosyucateros que crecan, solitarios, en la estacin de Tejera; cultivador de especiesexticas en su finca michoacana de Pomoca anagrama de su apellido,propona, como remedio para la diarrea del Licenciado Benito Jurez, unapcima de flores de cabello de ngel triturados en agua, o contaba cmo lapasin de la Emperatriz Josefina, la primera esposa del primer Napolen, habasido una flor de origen mexicano, la dalia excelsa, que ella haba ordenadosembrar en los Jardines de Malmaison y prohibi que nadie ms la cultivara enFrancia, y cmo, despus de que alguien rob unas plantas y la dalia mexicanacomenz a aparecer en otros jardines, Josefina dej de interesarse por ella y ladesterr para siempre no slo de Malmaison, que le parece? y excuse usted larima, Licenciado, sino tambin de su corazn.

    Los franceses, o casi todos, le perdonaron por igual a Napolen III elhombre que haba prometido un reinado de paz las alianzas blicas, lasexpediciones imperialistas y las guerras coloniales que comenz a planearapenas se instal en el Palacio de las Tulleras, con la mira de devolverle aFrancia su gloria y su prestigio militares. Empresas, stas, que fueron bendecidasunas s y otras no, por Dios o por la suerte. El golpe que con un espantamoscas ledio al cnsul francs el Bey Hussein, gobernador de Argel en la poca en que elImperio Otomano se extenda hasta el Norte de frica, fue el pretexto parainiciar la conquista del territorio argelino, que Napolen el Pequeo llev anms lejos, al suby ugar a las tribus del desierto de Kaby lia. La muerte de algunos

  • misioneros franceses a manos de los nativos de Indochina provoc el envo deuna fuerza franco-espaola que se apoder de Saign y de las tres provincias deAnam. La exigencia de Rusia de ejercer un protectorado sobre la IglesiaOrtodoxa de Turqua y la subsecuente invasin de las tropas rusas de losPrincipados del Danubio, le record a Napolen III que Francia se habacomprometido a amparar a los cristianos que vivieran bajo el dominio turco, y ala Reina Victoria que el paso de su marina blica y mercante hacia la Indiacorra un serio peligro, y as, ingleses y franceses, de la mano, pelearon contra eloso ruso en la Guerra de Crimea, famosa no slo por Florencia Nightingale y porla desastrosa y suicida carga de la caballera ligera inglesa en Balaclava, sinotambin por las batallas de Alma, Inkerman y Sebastopol. De nombres menossonoros, pero ms coloridos, fueron los combates de Magenta y Solferino durantela campaa emprendida por Napolen III tras haber hecho un pacto secreto conel Conde Cavour, Primer Ministro de Cerdea, para ayudar a la dividida Italia aliberarse de sus opresores austracos. El magenta, como llamaron los italianos aun mineral rojo carmes la fucsina fue descubierto poco antes de la batallaque culmin con la rendicin de la ciudad del mismo nombre, Magenta. Pero elcolor solferino, un morado roj izo, slo se puso de moda en los bulevares parisinoshasta despus del triunfo de las tropas francopiamontesas sobre los austracos enla batalla de la ciudad as llamada, que sigui a la de Magenta, aunque sin dudaalguna el color que ms impresion al emperador de los franceses fue el queoscilaba entre esos dos matices del rojo y que abund a raudales en la cruentacampaa que, si no logr unificar a Italia, s, en cambio cubri de sangre lasbanderas francesa y austraca. Tambin durante ese prometido reinado de la paz,los franceses enviaron una fuerza expedicionaria a Siria quizs para justificarla existencia del himno imperial y otra a la China, esta ltima para unirse a losingleses en la operacin de venganza por el mal trato dado por los chinos a unosdelegados europeos y, otra vez de la mano, las fuerzas francobritnicas redujerona cenizas el Palacio de Verano de Pequn. Pero de todas estas aventuras blicas,la que ms atrajo y sedujo, absorbi y preocup a Luis Napolen, fue laintervencin francesa en Mxico, que tuvo el objetivo de crear un Imperio en eseremoto, extico pas del continente americano. Que Mxico no funcionaba comorepblica, lo demostraba esa guerra civil que con escasas treguas haba duradocuarenta aos. Que los mexicanos, como los franceses y la mayor parte de lospueblos amaban el boato real, lo probaban trescientos aos de virreinato y loprobaba tambin el xito de Su Alteza Serensima, el General Antonio Lpez deSanta Anna. Era este hombre, orador grandilocuente de hinchada retrica,condotiero y mujeriego, jugador empedernido y amante de protocolos, alamaresy tricornios emplumados, de ttulos y herldicas, creador de rdenes ycondecoraciones. Era este Napolen criollo entre Napoleones me veo, decaJurez, pero todos pequeos que jugaba a ganar el poder y perderlo como

  • jugaba a los gallos y a las cartas, que asuma o dejaba la presidencia cuando aslo deseaba o as le convena por razones polticas o motivos de salud, o porcapricho, o por venganza o porque lo echaban sus partidarios o sus enemigos, oporque lo llamaban el pueblo y sus adversarios, porque sala de su retiro deManga del Clavo para combatir al extrao enemigo que osara profanar el suelopatrio para decirlo con las palabras del himno nacional creado bajo su gidao porque lo iban a buscar hasta su exilio en la casa de Turbaco en la que algunavez haba vivido El Libertador Simn Bolvar, o a las Islas Vrgenes dondecultivaba tabaco y caa de azcar y criaba gallos de pelea, para que regresara acastigar la mano que haba turbado el augusto templo de la Constitucin, paradecirlo con sus propias palabras. Era este Napolen de pacotilla, decamos, el quepareca justificar la teora y las palabras del Vizconde de Castlereagh, ministrobritnico de Guerra a principios del siglo cuando ya Inglaterra haba puesto susojos en las colonias espaolas de Amrica, algunas de ellas muy cercanas a suindependencia. Lord Castlereagh, no obstante que era un hombre de armas tomarcasi mata de un pistoletazo a su colega de gabinete Lord Canning unos cuantosaos antes de matarse l mismo con un navajazo en la yugular de mejor tinoopinaba que, mejor que intentar por la fuerza la reconquista de esas colonias, eracrear en ellas monarquas y poner al frente a prncipes europeos quefavorecieran los intereses del viejo continente y les dieran a esos pueblos,sumidos en la ignorancia atvica, las supersticiones y el alcoholismo, lacontinuidad de esos regmenes patriarcales, de pompa y circunstancia,absolutistas y casi omnmodos, pero controlados desde Europa, a los que Espaalos haba acostumbrado desde la conquista. As pensaba tambin el propio LordCanning, quien segn el historiador Ralph Roeder sola arrancar una pgina delGnesis, abanicarse con ella, y decir a propsito de la Amrica Espaola: Hellamado a la vida a un mundo nuevo . Tambin haba pensado as alguna vez elDuque de Wellington, quien le sugiri al clebre Fouch que enviara como rey oemperador a un pas americano a Fernando VII el Deseado, cuya abdicacinhaba despojado el camino para que Pepe Botella, el hermano de Napolen elGrande, gobernara Espaa. Deseado fue tambin Fernando VII, como monarca,por los propios caudillos que iniciaron en 1810 la independencia de Mxico.Tambin aspir a ser emperador de ese pas un ex vicepresidente americano,Aarn Burr. Poco despus un oscuro fraile dieguino espaol, Joaqun Arenas, quelleg a Mxico cargado de grilletes y muri fusilado en el camino a Chapultepec,conspir para restablecer el dominio espaol en Mxico bajo una monarqualocal. Y no faltaron los presidentes mexicanos promonrquicos que abogaban porun prncipe extranjero. Entre ellos Mariano Paredes, y ms tarde el propio SantaAnna quien solicit la ayuda de Europa para que les enviara un hombre quepusiera fin a la corrupcin y al bandidaje, y coadyuvara a la redencin de esepueblo cuy a crueldad, documentada por conquistadores y viajeros, sera

  • corroborada tambin por intelectuales y polticos ilustres de la poca. El clebreparlamentario e historiador francs Emile Ollivier, en su Historia del ImperioLiberal, contaba cmo el emperador mexicano Iturbide, para celebrar en unaocasin el Viernes Santo, haba hecho fusilar a trescientos prisioneros. Y sucompatriota el Conde de Kratry, quien lleg a Mxico con las tropas francesas,narr en su libro La Contraguerrilla Francesa en Mxico, cmo en el asalto alcampamento ferrocarrilero de La Loma los guerrilleros juaristas sorprendieron aun panadero con las manos en la masa, lo mataron a machetazos y siguieronamasando la harina con su sangre.

    Napolen el Pequeo, Luis Napolen, que alguna vez haba soado confundar un imperio en Nicaragua, slo tuvo que subir unos cuantos grados delatitud en el mapa para encontrarse con Mxico. Francia, la Francia protectoradel orden y de la civilizacin, de la libertad y de la fe catlica estaba destinada,bajo el reinado del sobrino de Napolen el Grande, a detener la expansin delpodero anglosajn y del protestantismo en el continente americano, formado ensu may or parte por pueblos que, como el francs, pertenecan a la raza latina. Ylo hara creando un trono en Mxico y sentando en l a un prncipe europeo. Laidea se la dio a Luis Napolen la bella Eugenia, la espaola Eugenia, hija delConde de Montijo y nieta de un marchante de vinos escocs emigrado a laPennsula Ibrica. De joven, Eugenia haba intentado suicidarse cuando el Duquede Alba descendiente del siniestro noble del mismo nombre, azote de Dios yEspaa y creador en los Pases Bajos del Tribunal de la Sangre prefiri a suhermana Paca para matrimoniarse. Pero Eugenia sobrevivi al suicidio ysobrevivi a su hermana, para cumplir el alto destino que la aguardaba, y quecomenz a asumir el da en que quinientos msicos tocaron la marcha LeProphte de Meyerber frente a la Catedral de Nuestra Seora de Pars de lacual sala Eugenia, del brazo del emperador de los franceses, con un vestidoblanco de seda y terciopelo de Alenzn, en las manos un ramo de capullos denaranjo y en la cabeza la diadema de brillantes de la Reina Mara Luisa. Franciay el mundo le pertenecan a Eugenia, y si la corona dorada que remataba elcarruaje que la haba transportado a la catedral, y que era el mismo en el queviajaron Napolen el Grande y Mara Luisa el da de su boda, si la corona habacado a tierra al salir de las Tulleras, como sucedi, tambin, cuando se casNapolen el Grande, esa increble, extraordinaria coincidencia, slo poda serinterpretada como un feliz augurio.

    Y Jurez, el indio Jurez, le dio a Napolen el pretexto. Vuelto a Mxico trasun largo rodeo viaj de Nueva Orlens a Panam, cruz el Darin y seembarc de nuevo en el Pacfico rumbo a Acapulco se desempe al frentede los ministerios de Justicia y Gobernacin, y despus fue nombrado Presidentede la Suprema Corte de Justicia por el Presidente Juan lvarez, quien alrenunciar a la primera magistratura dej en su lugar a Ignacio Comonfort,

  • apodado por ello el Presidente Sustituto . Hacia fines del ao 57, Comonfortdio un golpe de Estado al apoy ar el Plan de Tacubaya proclamado por el GeneralFlix Zuloaga, que desconoca la flamante Constitucin del mismo ao yrestableca los fueros eclesistico y militar. Se aprehendi a Benito Jurez y se leliber unas semanas despus, el 11 de enero del 58. Sin apoyo y sin deseos deseguir en la presidencia, Comonfort abandon Mxico. Dos das antes de la salidade Comonfort rumbo al pas que era el refugio eterno de los liberales mexicanos:los Estados Unidos, Benito Jurez, quien en su calidad de Presidente de laSuprema Corte de Justicia se transform automticamente en Presidente de laRepblica, asumi el poder en la ciudad de Guanajuato y se dirigi despus aGuadalajara. El General Zuloaga fue elegido por los conservadores comopresidente interino, cargo al que renunci un ao despus, nombrando en su lugaral General Miguel Miramn, apodado por muchos el Joven Macabeo , deveintiocho aos de edad, y quien durante la intervencin americana del 47 habasido uno de los jvenes cadetes que defendieron el Castillo de Chapultepec, sededel Colegio Militar. Mxico tuvo as, durante casi tres aos, dos gobiernos. Losconservadores eran dueos de la capital. Jurez decidi instalar su administracinen la ciudad de Veracruz, a la que lleg tras otro de los largos rodeos que tantoparecan gustarle y que prefiguraban el ambulatorio destino que le estabareservando a su gobierno durante la intervencin francesa: se embarc en elPacfico en el Puerto de Manzanillo, viaj a Panam, cruz el Darin y seembarc de nuevo en el Atlntico, rumbo al Golfo de Mxico. Con el Plan deTacubaya se inici uno ms de tantos conflictos sangrientos, la llamada Guerrade Reforma o Guerra de los Tres Aos, entre liberales y conservadores. Cuandoal fin los liberales obtuvieron el triunfo, fue slo un triunfo precario, una victoriaprrica, porque el pas se encontraba en bancarrota: vacas las arcas del tesoro,abandonadas e improductivas las tierras cultivables. Adems, los bienesinmuebles del clero que haban sido nacionalizados no rindieron lo que seesperaba, en parte porque las propiedades fueron malbaratadas por sus nuevosdueos en su ansiedad de transformarlas en dinero contante y sonante lo mspronto posible, y las riquezas de que se haba despojado a los templos, los objetosde oro del culto, las pinturas valiosas, los candelabros de plata, las joy as de lasreliquias, haban ido a parar a los bolsillos, casas y cofres de muchos militares yno pocos civiles. Para salir del atolladero, el 17 de julio de 1861 el gobierno delPresidente Benito Jurez decret la suspensin, por dos aos, del pago de losintereses sobre la deuda exterior de Mxico, cuyo monto era de poco ms deochenta y dos millones de pesos. Los principales acreedores eran Inglaterra,Espaa y Francia. A los ingleses, Mxico les deba sesenta y nueve millones; a losespaoles nueve millones y medio; a los franceses, dos millones ochocientos milpesos.

    A sus sesenta y nueve millones, los ingleses agregaban varias reclamaciones,

  • y entre ellas la devolucin de seiscientos sesenta mil pesos extrados por la fuerzade la sede de la legacin inglesa en Mxico por el ex Presidente Miramn y delos seiscientos ochenta mil pesos que vala la carga o conducta de platapropiedad de sbditos de la Corona, incautada en Laguna Seca por el generalliberal Santos Degollado. El gobierno de Jurez haba anteriormente reconocidola responsabilidad nacional en ambos casos, y acordado pagar las sumascorrespondientes, por medio del tratado Wyke-Zamacona, que el Congresomexicano se neg a ratificar.

    A sus nueve millones y medio, los espaoles agregaban la indemnizacinreclamada por el asesinato de varios sbditos espaoles