Libro no 359 historia de la filosofía en españa hasta el siglo xx méndez bejarano, mario...

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular! 1 Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2012 GMM

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Historia de la Filosofía en España hasta el Siglo XX. Méndez Bejarano, Mario. Biblioteca Emancipación Obrera. Guillermo Molina Miranda.

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  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    1

    Coleccin Emancipacin Obrera IBAGU-TOLIMA 2012

    GMM

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    2 Libro No. 359. Historia de la Filosofa en Espaa hasta el Siglo XX. Mndez

    Bejarano, Mario. Coleccin Emancipacin Obrera. Diciembre 14 de 2012.

    Ttulo original: Historia de la Filosofa en Espaa hasta el Siglo XX. Mario

    Mndez Bejarano

    Versin Original: Historia de la Filosofa en Espaa hasta el Siglo XX. Mario

    Mndez Bejarano

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    3 Mario Mndez Bejarano

    Historia De La Filosofa En

    Espaa,

    Hasta El Siglo XX. Ensayo

    Renacimiento, Madrid [1929], XVI+563 pgs.

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    Historia de la filosofa en Espaa hasta el siglo XX. Ensayo por D. Mario Mndez Bejarano,

    Catedrtico por oposicin, Doctor en Filosofa y Letras; Licenciado en Derecho Civil y Cannico,

    Consejero Real de Instruccin Pblica; ex-Delegado Regio de Primera Enseanza de Madrid y

    Comisario Regio de la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer; Individuo de la Junta Directiva

    de la Real Sociedad Geogrfica de Madrid y correspondiente de la de Mxico; Medalla de Oro de la

    Real Academia Espaola y del Instituto Nacional de Previsin; Acadmico Honorario de la Real de

    Jurisprudencia y Legislacin de Madrid, de la S.A. de Historia Internacional de Pars y de la

    Maatschappij der Nederlandsche Letterkunde de Leiden; Acadmico Preeminente de la Real

    Sevillana de Buenas Letras y Vocal de su Diputacin Permanente en Madrid; Correspondiente de las

    Reales de Buenas Letras de Barcelona e Hispano-Americana de Cdiz, de la de Bellas Artes y

    Ciencias Histricas de Toledo, del Instituto de Coimbra, de la Academia de Ciencias y Letras de

    Npoles, de la de Historia y Etnografa de Atenas, de la Romana Universalis Quiritum Coetus, de

    la Socit de Linguistique de Pars, de la Cientfica Mexicana Alzate, de l'Alliance Franaise;

    Socio de Mrito de la Real Econmica Matritense y numerario de la de Antropologa y Prehistoria de

    Madrid; Honorario de la Asociacin de la Prensa de Cdiz y Protector de la de la Prensa diaria de

    Sevilla; Hijo adoptivo y predilecto de Lebrija y de Jan; ex-Diputado a Cortes; Gran Cruz del Mrito

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    5 Militar; Gran Cruz de la Corona de Rumania; Comendador de la R.O.A. de Isabel la Catlica y de la

    literaria de San Thiago de Portugal, &c. Biblioteca Renacimiento. Renacimiento. San Marcos, 42.

    Madrid. [Imprenta Renacimiento. San Marcos, 42. Madrid.]

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    ndice

    Prlogo.

    Captulo primero. Tiempos primitivos

    Orgenes de la nacin espaola. Civilizacin tartesia. Leyes, poemas, opulencia, alfabeto, creencias

    religiosas, ritos, monotesmo. Antigedad, de la cultura turdetana. Latinizacin de la Btica. Sus

    progresos. Su influjo en la versificacin y el gusto artstico. 1.

    Captulo II. poca pagana

    Predominio espaol en la edad de plata de la literatura latina. Lucio Anneo Sneca: sus obras

    filosficas, su carcter, su originalidad, su relacin con otras escuelas, su obra cientfica. Moderato:

    su doctrina. Quintiliano. Anneo Sereno y Deciano: su insignificancia. Juicio de esta etapa. 9.

    Captulo III. poca cristiano-romana

    Primeras manifestaciones. Heterodoxias. Los agapetas. Prisciliano: descubrimiento de opsculos suyos.

    Sus doctrinas. Juicio de ellas. Baquiario. Origenismo: los Avitos. 15.

    Captulo IV. Ojeada general sobre la filosofa en la Edad Media

    La Filosofa medieval. El Cristianismo. Misin de la Filosofa platnica. La Gnosis. Los PP. orientales.

    La Iglesia y los brbaros. El trivium y el quatrivium. La Escolstica: su carcter, sus pocas, su

    desenvolvimiento, sus direcciones. El misticismo en la Edad Media. 25.

    Captulo V. poca visigtica

    Esterilidad de la etapa visigtica. Divisin espiritual del reino. San Martn Dumiense. Liciniano y

    Severo. San Isidoro: su patria; su vida y su muerte. Las Etimologas: su importancia. El acefalismo.

    El concilio II hispalense. Antstites. 37.

    Captulo VI. Accin de los musulmanes en la cultura espaola

    Orgenes de su filosofa. Aparicin de la filosofa musulmana en Andaluca. Problemas que plante.

    Escolstica musulmana. Ibn Masarria. El masarrismo. Persecucin intil. Discpulos de Masarria.

    Avicena: su patria; su doctrina. Ibn Hazam. Avempace. Escuela de Almera. Ibn Zuhar. Ibn Tufail: su

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    7 risala, exposicin de su doctrina, juicio y relaciones de ella. Averroes: carcter de sus ideas, su

    originalidad. El averrosmo y sus vicisitudes. Muhi al Din: su misticismo. Ibn Sab'in. Filsofos de

    Ichbilia: Abu Aamir. Al Taryali. Abu Muhammad. Al Azahri. Ibn al Karchi. Ibn Galendo. Ibn Zarqum.

    Al Charai. Ibn el Karchi. Ibn al Mahri. Al Chaduni. Servicios prestados a la civilizacin por los

    filsofos hispanomusulmanes. 47.

    Captulo VII. Los Muzrabes

    Muzrabes y mudejares. Condicin de los primeros. Tolerancia musulmana. Decadencia de la lengua y

    tradicin. Hostegesis y el antropomorfismo. El abad Sansn. Concilio de Crdoba. Controversia entre

    Hostegesis y Leovigildo. Misin de los muzrabes en la historia de la civilizacin. Reaccin latino-

    cristiana. Speraindeo. Eulogio y lvaro. Polmica entre lvaro y Juan de Sevilla. 65.

    Captulo VIII. Filosofa hispano-hebraica

    Consecuencias de la dispora. Los hebreos en Espaa. Odio de los visigodos a los israelitas. Aptitud de

    los hebreos para la filosofa. Academia juda. Aben Asdai. Aben Gabirol: sus obras. Idea y carcter

    de su doctrina. Su influencia. Cruzada de los rutinarios contra Gabirol. Abraham ben Daud.

    Panegiristas: Sem Tom ben Falaquera. Jehudah-ha Lev: su inferioridad filosfica. Bechaii b. Iusuf b.

    Pakuda. Aben Saddik. Maimonides: sus obras, idea y juicio de su doctrina. Moseh ben Jehudah.

    Moseh ben Thibon. Filsofos inferiores de los siglos XIII y XIV. Jom Tob. Moseh Cordobero.

    Jehudah ben Thibon. Juicio de la filosofa hispano-semtica. 71.

    Captulo IX. Influencia oriental

    Superioridad de la cultura meridional. Academias andaluzas. Colegio toledano de traductores. Juan

    Hispalense. Gundisalvo. Mauricio. Conquista de Sevilla y su decisiva influencia en la Historia y en la

    cultura cristiana. El Libro de los doce sabios. Flores de Philosophia. Poridad de Poridades. Barlaam y

    Josafat. Bocados d'oro. Otros libros anlogos. Libros astronmicos. Virgilio Cordobs. Alfonso

    Martnez. Alfonso de la Torre. 83.

    Captulo X. Estados cristianos del norte hasta el siglo XIV

    Heterodoxias. Migecio; desconocimiento de su doctrina. Elipando y el adopcionismo. Beato y Etherio;

    juicio de su obra. Prudencio Galindo. Pedro Compostelano. Pedro Alfonso y sus obras. Alfonso X

    como filosofo. lvaro Pelagio; importancia de su doctrina. 89.

    Captulo XI. Catalua en la Edad Media

    Carcter de la mentalidad y de la lengua catalana. Influjo oriental. Los hebreos. Controversias.

    Escolsticos antiguos. Raimundo Lulio: su carcter: sus obras. La maquina de pensar. Juicio acerca

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    8 de sus ideas. El lulismo: su difusin. Pensadores lulistas hasta nuestros das. Antilulistas. Injustos ataques

    del P. Feijoo y Forner. Arnaldo de Villanova. Francesch Eximeni y su labor enciclopdica. Anselmo de

    Turmeda. Raimundo de Sabunde: su misin histrica en la filosofa. Conocimiento de su Teologa

    Natural. Su vida y sus obras. Carcter de su doctrina. Bernat Metge. Los moralistas. 97.

    Captulo XII. Idea general del Renacimiento. 117.

    Captulo XIII. El Renacimiento en Espaa

    Filosofa del Renacimiento. El Renacimiento en Espaa. Albores del Renacimiento. Colecciones de

    mximas. Traducciones. Exiguo valor de la didctica. El escolasticismo: sus escasos frutos.

    Resurreccin del platonismo. Impulso renacentista. Nebrija. El erasmismo: sus apostles. Alfonso

    Valds. Los antierasmistas. Luis de Carvajal. Filsofos y didcticos de orden inferior. Juan de

    Lucena. El platonismo en Espaa: Fernando de Crdoba. Predominio de los espaoles en las aulas

    francesas. Pedro Hispano: su influjo. Tratadistas de segunda fila. Luis Vives: resumen de su ideario

    filosfico, sus dos pocas. 127.

    Captulo XIV. El Siglo de Oro

    I. Momento crtico que denota el siglo XVI. La Casa de Contratacin y su influencia en la mentalidad

    hispana. Las escuelas filosficas. Decadencia de la nacin y del pensamiento nacional. 149.

    II. Aristotlicos. Gins de Seplveda. Rodrigo de Cueto. Prez de Oliva. Ruiz de Montoya. Melchor

    de Castro. Jos de Herrera. Pedro Juan Nez. Francisco Ruiz. Martnez de Brea. Baltaas. Pez de

    Castro. Monllor. Monz. Francisco de Toledo. Marsilio Vzquez. 160.

    III. Escolsticos moderados. El neoaristotelismo. Los precursores. Ledesma. Oa. Bez. Alfonso de

    Crdoba. Alfonso de Castro. Mercado. Diego de Len. Hidalgo. Bernardo y Benito Henriquez.

    Montes de Oca. Pedro de Fonseca. 166.

    IV. Los platnicos. Carcter del platonismo; su incompatibilidad con el realismo nacional espaol.

    Len Hebreo. Luis de Len: doctrina que de sus obras se desprende. Es un perfecto platnico?

    Basilio Ponce de Len. Jos de Sigenza. 173.

    V. El misticismo y los msticos. Carcter histrico-filosfico de la Mstica: su heterogeneidad, sus

    direcciones. Diferencia entre el misticismo y el ascetismo. Trnsito del uno al otro. Las ordenes

    religiosas. Esencia de la Mstica. Origen, historia y desenvolvimiento del misticismo. Predominio del

    ascetismo en Castilla. Exotismo de la Mstica en Espaa. Osadas del espritu mstico. Gnesis y

    carcter del misticismo en Espaa: sus formas literarias: su bifurcacin. Elementos humano y

    ontolgicos. Santa Teresa. San Juan de la Cruz. Bernardino de Laredo. Fray Juan de los ngeles.

    Malon de Chaide. Diego de Estella. 181.

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    9 VI. Los ascticos. El ascetismo es una filosofa? Inters de su estudio en nuestra patria. Orgenes de la

    literatura asctica. Libros de moralidad y de devocin. Fray Luis de Granada: sus obras, su proximidad al

    misticismo. El P. Ribadeneira. 196.

    VII. El protestantismo. La Inquisicin: su Instalacin en Sevilla. Celo de los inquisidores. Pasividad

    de la nacin, excepto de Aragn y Andaluca. Cartas de la reina Isabel. Del erasmismo al

    protestantismo: Juan de Valds: su indecisin entre las varias tendencias reformistas. Juan Daz.

    Alfonso Daz, fratricida. Servet. El protestantismo en Espaa. Se vigila el comercio de libros. Los

    protestantes de Valladolid: Agustn de Cazalla, D. Carlos de Seso, el P. Pedro de Cazalla, otros

    reformistas, las monjas de Beln. Vicisitudes de la comunidad. El pueblo reclama la hoguera para los

    reformados. Autos de fe. El protestantismo en Sevilla. Rodrigo de Valer. El Dr. Egidio y el Dr.

    Constantino. Prez de Pineda. Comunidad reformada. El Dr. Ponce de Len. Losada. Fernando de

    San Juan. El Dr. Gonzlez. El monasterio de San Isidoro del Campo. Pesquisas de la Inquisicin.

    Prisiones. Evasiones. Procesos y autos de fe. Protestantes emigrados: Reina, Corro, Valera. 200.

    VIII. Los antiaristotlicos. Bocarro y Herrera. Dolese. El escepticismo. El Brocense. Francisco

    Snchez, lusitano. Pedro de Valencia. 233.

    IX. Los naturalistas. Alonso de Fuentes. Gmez Pereira. El Br. Sabuco. Huarte. La Paremiologa:

    Juan de Mal-Lara y sus imitadores. 237.

    X. Los eclcticos. Bartolom de Medina. Venegas. Valls. Antonio de Guevara. Arias Montano. 254.

    XI. Conatos de armonismo. Gabriel Vzquez. Cardillo de Villalpando. Andrs Laguna. Sebastin Fox

    Morcillo y su hermano Francisco. 259.

    XII. La escolstica aplicada. Melchor Cano. Fray Antonio lvarez. Castillo. Surez. Luis de Molina.

    Pererio. Fray Juan de Mrquez. Jernimo de Carranza. El P. Mariana. Juan de Espinosa. El magnfico

    caballero D. Pero de Meja. Fray Domingo de Soto. Vitoria. Luis del Alczar. Fray Bartolom de las

    Casas. 272.

    Captulo XV. Aetas Argentea

    I. El siglo XVII. Felipe II acenta la decadencia. Analogas con la decadencia de la literatura romana.

    Parlisis de la investigacin. Intolerancia, religiosa y aislamiento de la mentalidad espaola. A fines

    del siglo la Real Sociedad de Medicina y Ciencias de Sevilla introduce el mtodo experimental.

    Balance de las tendencias filosficas en este tiempo. 295.

    II. Los escolsticos. Diversas manifestaciones del aristotelismo cristiano: tomistas, escotistas y

    suaristas. Mariner. Hurtado de Mendoza. Manrique. Gonzlez Mateos. Molina. Toms Ortiz.

    Moreno. Diego Ortiz. Vzquez de Padilla. Sotomayor. El P. Muniesa. Bernaldo de Quirs. Juan de

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    10 Santo Toms. Martnez de Prado. Cabello. Tllez. Llamazares. Flores. Fuente de la Pea. La magia:

    Castillo, Torreblanca. 305.

    III. Escolsticos independientes y eclcticos. Rodrigo de Arriaga. Castillo Caldern. Ostos. Gaspar

    Hurtado. Juan de Lugo. Fernndez de Torrejn. Caramuel. Juan de Torres. El Pascal espaol, Juan

    del Espino. Conoci Pascal la obra de Espino? 312.

    IV. Ascticos. Formas del ascetismo espaol. El P. Nierenberg. D. Miguel de Maara. Miranda y Paz.

    317.

    V. Degeneracin de la Mstica. Juan de Palafox. Sor Mara de Agreda. Doa Constanza Osorio. Sor

    Gregoria Parra. Miguel de Molinos. Persecucin inquisitorial. 321.

    VI. Sensualismo y naturalismo. Isaac Cardoso. Dez de Leiva. Ramrez de Arellano. Pujasol. 323.

    VII. Escuela crtica. Nicols Antonio. Quevedo: es un filsofo propiamente dicho?; sus obras; su

    antisemitismo: su pesimismo; su filosofa aplicada. Saavedra Fajardo. Gracin. Lope de Vega. 326.

    Captulo XVI. El siglo XVIII

    I. Degeneracin de la filosofa. Predominio de la escolstica. Recrudecimiento del sensualismo.

    ltimos msticos. Novedades exticas. Decadencia de la cultura general espaola. Atraso de la

    enseanza y de la mentalidad nacional. Esfuerzos meritorios de algunos sabios. Ctedras libres de

    ciencias puras. Atraso general. 335.

    II. Escuela llamada critica. Sentido crtico. El P. Benito Feyjo: carcter de sus escritos, sus obras,

    sus adversarios. Opiniones de Menndez y Pelayo y de don Adolfo de Castro. El P. Almeida. 345.

    III. Los sensualistas. Introduccin del sensualismo francs e ingls. Empeo en armonizarlo con la

    ortodoxia. Verney. El P. Monteiro. El P. Eximeno. El P. Andrs. El P. Njera. Avendao. Lpez de

    Zapata. Pereira. Campos. El P. Alea. El P. Ignacio Rodrguez. El P. Jos Rodrguez. El P. Tosca.

    Andrs de Santa Cruz. 349.

    IV. Los escolsticos. Estancamiento del escolasticismo. Cspedes. Silva. Valcarce. El P. Muana.

    Aguilar. Rodrguez de Vera. El P. Lossada. El Dr. Lessaca. Araujo. Palanco. El P. Ceballos. El P.

    Gonzlez de la Pea. Fray Jos de S. Pedro Alcntara. 357.

    V. Extincin de la Mstica. Sor Gregoria. Jaime Font. Francisco Avils. Antonio Guerrero. Toms

    Prez. Juan Daz. El P. Morat. El P. Flrez. El P. Risco. 362.

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    11 VI. Los eclcticos. Carcter del eclecticismo en el siglo XVIII. El Dr. Martnez. Piquer. Calatayud.

    Forner. Garca Ostos. Campo-Raso. D. Juan B. Muoz. El P. Codornu. Don Antonio Xavier Prez y

    Lpez: sus obras, su inversin del entimema cartesiano, su tendencia armnica, su Discurso sobre la

    honra y la deshonra legal. Pereira de Castro. Berni. Luis de Flandes. 366.

    VII. Filsofos prcticos. La teosofa: Martnez Pascual. Buenda y Ponce. Jove-Llanos. Cascallana.

    Pealosa. Juan Francisco de Castro. El P. Guzmn. lvarez de Toledo. Hervs. Arteaga. Mayans.

    O'Conry. Noriega. Zambrana. 377.

    Captulo XVII. El siglo de las luces

    I. Carcter extranjero de la cultura espaola en el siglo XIX. El sensualismo francs y la

    Enciclopedia: su influjo. Sensualismo mitigado. El Ateneo y sus vicisitudes. La enseanza de la

    filosofa. Influjo de la escuela escocesa y de Hegel. El eclecticismo cousiniano. La escuela teolgica.

    Escasa difusin del hegelianismo. El krausismo: su imperio. La revolucin de 1868. Rpida

    decadencia del racionalismo armnico. Sus enemigos. Profanacin del busto de Sanz del Ro.

    Servicio que prest el krausismo a la especulacin. Sus defectos. La Institucin Libre de Enseanza:

    su origen, su primitiva organizacin: su estructura actual. El transformismo en Sevilla; Granada y

    Santiago. El positivismo spenceriano y el neo-kantismo. La Escolstica. La Academia de Santo

    Toms. El neo-escolasticismo. Carcter prctico de la filosofa en Catalua. La actividad filosfica

    en Andaluca. Precedentes. La Sociedad Antropolgica de Sevilla. La Revista de Filosofa, Literatura

    y Ciencias. Academia hispalense de Santo Toms. La Genuina. El Ateneo Hispalense. La Biblioteca

    Cientfico-Literaria. Revistas cientficas en Sevilla. Escisin del Ateneo. El Ateneo y Sociedad de

    Excursiones. La revista El Ateneo Hispalense. La Academia de Ciencias y Letras de Cdiz. Triunfos

    del positivismo. 385.

    II. Escuela teolgica y tradicionalista. Contagio de la reaccin francesa. Donoso Corts. El Conde del

    Valle de San Juan. Nocedal y la Academia de Ciencias Morales y Polticas. 413.

    III. Escolsticos rgidos. El P. Alvarado. El P. Mendive. El P. Zeferino Gonzlez. Fernndez Cuevas.

    Orti y Lara. Alonso Martnez. Lpez y Snchez. El P. Gonzlez Snchez. Casanova. Palacn. Pidal.

    Polo y Peyroln. Torre Insunza. Espaa y Lled. 417.

    IV. Escolsticos moderados. Reaccin contra el eclecticismo. Balmes. Mestres. Comellas. Quadrado.

    El P. Urburru. 424.

    V. La escuela escocesa. Carcter de la escuela. Mora. Mart de Eixal. Codina. Llorns. Nieto y

    Serrano. 444.

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    12 VI. El kantismo. Precursores: D. Manuel y D. Ignacio Mara del Mrmol. Rey y Heredia. El neo-

    kantismo. Perojo y la Revista Contempornea. Revilla. Papel del neo-kantismo. Decadencia de la

    flosofa. 452.

    VII. El hegelianismo. Contero. Fabi. Pi y Margall. Salvoechea. Castelar. Fernndez y Gonzlez.

    Nez Arenas. Escudero y Perosso. Bentez de Lugo. lvarez de los Corrales. Lpez Martnez. 457.

    VIII. Los eclcticos. Garca Luna: sus lecciones en el Ateneo de Madrid. Martn Mateos. Armesto.

    Garca Ruiz. Sanz y Escartn. 462.

    IX. Los Krausistas. Fcil propagacin del realiamo armnico. Ataques de sus adversarios y

    desertores. Sanz del Ro. Salmern. La derecha: Romero Castilla, D. Fernando de Castro, D.

    Francisco Canalejas, lvarez Espino. La izquierda: Romero Girn, Garca Moreno, Salas, Ruiz

    Chamorro, Ars, Sama, Arnau. El centro: D. Federico de Castro, Lpez Muoz. D. Jos de Castro,

    lvarez Surga, Giner de los Ros (D. Francisco y D. Hermenegildo). Krausistas Independientes:

    Gonzlez Serrano. Krausistas de ciencia aplicada: Barns, Azcrate (D. Gumersindo), Reus y

    Bahamonde. 466.

    X. Escuelas materialistas. D. Jos Marchena. El sensualismo: El P. Muoz y Capilla. D. Juan Justo

    Garca. Reynoso. Lista. Arbol. Martel. Pascual. Salas. Difusin de las teoras de Bentham. La

    frenologa: Cub. El materialismo: Mata. Sala y Villaret. 481.

    XI. El positivismo. Direcciones positivistas. El transformismo: Machado y Nez, Garca lvarez,

    Medina y Ramos. Positivismo de Comte: Flrez, Varela, Poey. Estasn. La Revista Anales de

    Ciencias Mdicas. El spencerianismo: Cortezo, Simarro. Tubino, Gonzlez Janer. Positivistas

    independientes y naturalistas: Gonzlez Linares, Gener, Calderon y Serrano Caldern. Crespo y

    Lema. 491.

    XII. Los crticos. El P. Dehaxo. El Antdoto del comisario Lamota. D. Patricio de Azcrate. Laverde.

    Menndez y Pelayo. Valera. 497.

    XIII. Independientes. Blanco-White. Lapea. lvarez Guerra. Alcntara. Santos y Castro. Portillo.

    Crdenas. Moreno Nieto. Mena y Zorrilla. Campoamor. El marqus de Seoane y su Pentanomia

    Pantanmica. Moreno Fernndez. Milla. Pabn. Vida. Ganivet. Garca Caballero. Romero Quiones.

    503.

    XIV. El espiritismo. Primeras manifestaciones en Espaa. Su desarrollo desde 1855 a 1865.

    Excomuniones y autos de fe. Perodo revolucionario. Apogeo del espiritismo. Centros y

    publicaciones. Roma y el Evangelio y Marieta. Exposicin a las Cortes de 1873 para incluir el

    espiritismo en los planes de enseanza oficial. Propagandistas. Primer congreso internacional

    espiritista en Barcelona en 1888. Congreso de Pars en 1889. Ortodoxia cardeciana espaola. Muerte

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    13 de Fernndez Colavida. Centro barcelons de estudios psicolgicos. Sorprendentes fenmenos. Congreso

    espiritista de Madrid. Ms centros y publicaciones. El Dr. Sanz Benito. Decadencia. Clnica

    hidromagnetica. Fenmenos fraudulentos. Congreso de Pars en 1900. Carcter del espiritismo espaol.

    Garca Lopez. Fernndez Colavida. Vives. Torres Solanot. Huelbes Temprado. Gonzlez Soriano. S.

    Sells. Amalia Domingo. Navarro Murillo. Garca Gonzalo. Palas. Melcior. Quintn Lpez. 515.

    XV. La teosofa. Degeneracin del espiritismo. El ocultismo. Mtodos de una y otra escuela. Doctrina

    teosfica. Explicacin de los fenmenos por el espiritismo y por la teosofa. Idea de la teosofa y su

    procedimiento. Difcil adaptacin de los occidentales. Ingreso de Espaa en la Sociedad teosfica

    universal. Montoli. Xifr. Grupos espaoles. Trabajos. D. Florencio Pol. Roso de Luna. Escasez de

    literatura original. Difusin en Andaluca. Los cuadros de Villegas. 534.

    Captulo XVIII. Conclusin. 543

    ndice. 553-563

    Resea Biogrfica del autor:

    Mario Mndez Bejarano

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    14

    Prlogo

    Il n' y a plus de philosophie en Belgique, me repeta con melanclico acento Mr. de

    Tiberghien en el despacho de la modesta casita que, ya jubilado, habitaba en Bruselas, rue de la

    Commune, nm. 4. El buen anciano, que hasta ltima hora trabajaba y se interesaba por el destino de

    la humanidad, me pregunt por el estado de la conciencia espaola, y se sorprenda de lo poco que

    Espaa, no obstante la extensin de sus dominios, haba influido en el pensamiento universal.

    No niego que aquella candorosa extraeza mortificaba un tanto mi amor patrio.

    Efectivamente, no slo resonaban en la ctedra con exclusivo imperio nombres exticos, sino

    que en ninguna obra magistral ni compendiosa haba ledo mi aplicacin nada referente a filosofa ni

    a filsofos espaoles. En la mayor parte, silencio absoluto; en alguna que otra, remotsima alusin sin

    concederles importancia.

    Los mismos manuales de Historia de la Filosofa escritos en Espaa, ya que no se acometieron

    obras de mayor empuje, trazaban toda la historia del pensamiento reflexivo sin mencionar para nada

    a nuestra patria. Hasta Balmes en su conato histrico-filosfico, prescinde en absoluto de todo

    nombre espaol. Solamente, en tiempos ya muy cercanos, D. Federico de Castro hizo una ligera

    alusin a ciertos pensadores del siglo XVI y su hijo don Jos agreg notas relativas a algunos

    modernos.

    Era realmente el pensamiento espaol refractario a la filosofa? Acaso no exista pensamiento

    espaol? [VI]

    Desde las aulas, me persegua con lacerante tenacidad esta duda estremecindome al pavor de

    verla negativamente resuelta.

    No se trataba de un extranjero, era un compatriota, don Baltasar Champsaur, quien

    lamentndose de que la filosofa espaola se reduce a citas y alardes de erudicin, prorrumpa: Es

    preciso, ante todo, fortalecernos en nuestro propio saber; inquirir por nosotros mismos, con nuestras

    propias manos abrir las entraas de la naturaleza, poner algo nuestro en la universal colaboracin

    cientfica, algo original y de alcance, para levantarnos de una vez de la gran postracin que sufrimos.

    De otro modo, la filosofa espaola seguir siendo una ilusin, un deseo de algunos pocos (Nuestra

    filosofa contempornea, Rev. Cont., ao XVIII, Sept. 1892. Tomo LXXXVII, 15), y prosegua:

    Nuestros libros de filosofa, con pocas excepciones, no vienen a ser otra cosa que trabajos de

    exposicin o de crtica, ms o menos discretos y eruditos, pero nada ms, aunque cueste mucho

    confesarlo y se quiera asegurar que existe una filosofa espaola contempornea. Nuestros

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    15 pensadores no carecen de talento, hasta cierto punto superior: lo que yo no creo que tengan es

    originalidad suficiente para influir en el pensamiento filosfico europeo.

    Y tales afirmaciones de un espaol con apellido francs, hallaban refuerzo en las de un francs,

    aunque nacido en Menorca, con apellido espaol: el Sr. Guardia, cuyo desdn hacia la filosofa

    espaola, ms mortificante por albergarse en persona tan culta y autor de excelentes monografas

    sobre pensadores espaoles, se traduca en despectivos conceptos, en crueles sarcasmos, como si el

    tema no mereciese ms seria y deferente atencin.

    Desconsolado, trmulo, apliqu el odo al hemisferio opuesto y mi latente deseo crey percibir

    en los rumores de su brisa tenues ecos de aliento e indecisas voces de esperanza.

    Acaso inexplicables negligencias, la falta de estudio [VII] inmediato del pensamiento espaol, si

    censurable en los extraos, culpable e indisculpable en los propios, dej en la sombra mritos e

    iniciativas que un tardo, pero redentor esfuerzo lograra reivindicar para gloria de Espaa y bien del

    mundo. Arrullado por tan dulce ilusin, inici con entusiasmo, antes que la personal, la investigacin

    bibliogrfica de los sabios patriotas, tan superiores a mi parvedad en aos, ttulos y erudicin. Era el

    prtico obligado del catecmeno, la mano paternal que deba guiar los primeros vacilantes pasos, el

    tributo de respeto a los que antes que yo y mejor equipados emprendieron el spero camino.

    Prescindiendo de levsimas indicaciones, nada interes mi curiosidad hasta ciertos escritos de

    mitad del siglo XIX, tales como un brevsimo apndice agregado por Mart de Eixal a la versin

    del Manual de Historia de la Filosofa de Amice (1842), al cual, no s por qu, atribuye importancia

    el Sr. Bonilla; otro apndice, inferior an, aadido por el P. Monescillo a la Historia elemental de la

    Filosofa por Bouvier (1846); otro anlogo de D. Vctor Arnau al fin del Curso completo de

    Filosofa (1847) y el libro segundo de la Historia Philosophiaedel P. Fernndez Cuevas (1858).

    En el siguiente decenio, hallamos algunas pginas interesantes de D. Patricio Azcrate en

    su Exposicin histrico-crtica de los sistemas filosficos modernos (1861), pero harto insuficientes;

    los estudios de Vidart titulados La Filosofa espaola (1866), los Ensayos crticos sobre filosofa,

    literatura e instruccin pblica, de D. Gumersindo Laverde (1868), compuestos de monografas muy

    superiores a los precedentes ensayos, y el ureo opsculo de D. Federico de Castro,Cervantes y la

    filosofa espaola, donde no slo se arriesga a afirmar la realidad de una filosofa nacional, sino a

    especificar sus vernculos y peculiares caracteres.

    El hecho ms constante de nuestra historia filosfica es sin duda que en ella no nacen ni

    arraigan, cuando de [VIII] fuera se importan sistemas exclusivos. Sneca en la antigedad; San

    Isidoro, Maimnides y Raimundo Lulio en los tiempos medios; Vives, Foxio Morcillo, Servet y aun

    los mismos msticos y sensualistas, expresan todos sntesis ms o menos acabadas y comprensivas. Y

    cuando tras los dos siglos de sopor, que el despotismo y la intolerancia impusieron al pensamiento

    ibero, despierta ste en medio de la Europa sensualista, no lo seducen enteramente los maravillosos

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    16 descubrimientos que en las ciencias naturales haba alcanzado aquella doctrina, y de que, por cierto,

    ningn pas estaba ms necesitado que el nuestro: sino que, consultando su manera peculiar de ser en esta

    relacin, reproduce Martn Martnez a Doa Oliva (el autor de este prrafo ignoraba, porque an no se

    haba esclarecido el punto, que Doa Oliva fue un seudnimo de su padre, el Br. Miguel Sabuco),

    rehcese a Huarte, y con esto se determina la direccin predominantemente escptica que cuenta por

    jefes a Martnez y a Piquer; escepticismo que, por lo dems, no consiste sino en apartarse de toda

    autoridad exclusiva adoptando lo que consideran el mejor de todos los sistemas. De tal modo en

    nuestra historia filosfica hasta la duda es afirmacin, hasta la negacin armona!

    Y en otro lugar estampaba estos a modo de interrogativos corolarios: Explicar esto,

    preguntamos nosotros ahora, la esterilidad relativa de nuestro genio filosfico? Ser que nuestro

    pueblo, como pueblo, est destinado a no dirigir el pensamiento sino en los perodos sintticos,

    tomando en los dems de los otros pueblos slo lo absolutamente indispensable, para que la reflexin

    no se apague y la vida racional no se extinga?

    No volvi a renovarse el tema, hasta que Menndez y Pelayo, con esfuerzo laudabilsimo desde

    el punto de vista patritico, interesantsimo por la erudicin, aunque poco cientfico por el

    apasionamiento, se obstin en convencer al mundo de la realidad de una ciencia espaola. No

    constituyeron los escritos de D. Marcelino armazn sistemtica. [IX] Las ideas y datos en ellos

    contenidos andan dispersos por varias obras y artculos, si bien todos responden a la unidad

    preconcebida y no ordenada de un pensamiento nacional.

    No tropec con guas ni elementos aportados por la bibliografa hasta la fecha en que llam a sus

    puertas. Con posterioridad a mis indagaciones escribi D. Federico de Castro un hermoso discurso

    inaugural para el Ateneo Hispalense y otro destinado a la apertura del curso universitario, donde, si

    no se atreve a establecer con la seguridad de antes la existencia de un pensamiento peninsular,

    sostena con decisin la realidad de una filosofa andaluza con pronunciado y privativo carcter.

    Muchos aos ms tarde, su hijo y sucesor en la ctedra de Filosofa, dio a la estampa un extracto de

    la Historia de la Filosofa publicada por su progenitor, aadindole, a la vez que una ms detenida

    exposicin de los recientes sistemas contemporneos, notas y datos de filsofos espaoles, aunque no

    intentando rebuscar un sello comn de nacionalidad hispnica. No slo con igual carcter, sino

    desnacionalizndolos para insertarlos en la corriente general de la filosofa europea, el P. Zeferino

    intercala algunas y apasionadas notas en los tomos III y IV de su no afortunada Historia de la

    Filosofa.

    En suma, notas dispersas, aisladas referencias, golpes de vista parciales, observaciones

    ingeniosas ms o menos sutiles y nobles apasionamientos. Nada reflexivo, sereno, sistemtico e

    imparcial.

    Contestando a los adversarios que nos negaban la originalidad, la influencia en la evolucin del

    pensamiento general humano, hasta la capacidad para la especulacin, los panegiristas entonaban

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    17 ditirambos en vez de argumentos, hiprboles en lugar de hechos comprobados y oponan al desdn la

    energa de la protesta, no la fuerza de la razn.

    Con el mejor deseo inscriban en su haber a los profesores oficiales de filosofa, los abreviadores

    de smulas, los [X] exegetas, los meros expositores y glosadores, comentaristas y escoliastas, nobles

    obreros de la vulgarizacin y no investigadores ni sintetizadores, muy distantes de la categora de

    filsofos. En todas partes han existido tales maestros y no en todas partes ha habido una filosofa

    nacional.

    Trataban otros de enaltecer la Mstica como planta nativa de Espaa: mas, prescindiendo de si la

    Mstica nacida de la fe y del sentimiento, por su naturaleza refractara al anlisis y a la sistemtica

    reflexin, puede considerarse una filosofa, lo peor consiste en que el misticismo nada tiene de

    espaol en su esencia ni en su origen, y aun cuando en nuestros msticos se hallara algo peninsular,

    habra de considerarse como ese matiz externo que da al cielo en cada lugar el reflejo del agua, de la

    nieve, del llano o de los montes sobre que despliega su manto, sin que el firmamento, siempre uno,

    pudiera considerarse distinto en cada regin.

    Rellenaban otros ms perspicaces el vaco con preclaros nombres de telogos. Melchor Cano,

    Surez, Ruiz de Montoya... explotando las analogas entre la Teologa y la Metafsica, ya que

    gravitan ambas sobre el tema fundamental de la Ontologa. No observaron o se resistieron a observar

    la radical diferenciacin, el abismo abierto entre ambas disciplinas, pues mientras la segunda analiza,

    libre de trabas, hasta las races de la idea del Ser, la primera arranca de un postulado indiscutible,

    exaltado por encima de toda investigacin personal, previamente impuesto a la inteligencia. Es decir,

    que el problema ontolgico del metafsico deja de ser problema para el telogo. El dogma sustituye a

    la tesis.

    No puede titularse filsofo escptico el que duda, ni dogmtico el que afirma. Uno y otro sern o

    un incrdulo o un creyente. Para llamarse dogmtico o escptico en filosofa hay que afirmar o negar,

    no por espontaneidad de la inteligencia, sino por lgica reflexin, por rgido proceso deductivo, en

    una palabra, por sistema. [XI]

    An ms penosa impresin de esterilidad me produca la inclusin de poetas, novelistas,

    preceptistas y oradores. Fernando de Herrera, Mateo Alemn, Cervantes, Luis de Len, Luis de

    Ribera, Quevedo, Gracin... Dios mo! Tan poco, tan casi nada ha producido la reflexin espaola

    que hay necesidad de recurrir, de arrebaar en todas las manifestaciones del espritu para engendrar

    una apariencia de filosofa? No. Las intuiciones artsticas, por altas y hondas que se estimen; las

    adivinaciones, por muy cercanas que anden de la verdad; la percepcin de relaciones parciales, por

    agudas o poticas que luzcan, nada tienen que ver con la labor filosfica, con la reposada

    investigacin, con el escrpulo del anlisis, con la justificacin de la sntesis, con la misma intuicin

    genial del filsofo, que no se presenta inesperada y espontnea como la del poeta, sino al trmino de

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    18 un proceso lgico, cuando la mente, en pos de lenta y sistemtica ascensin, llega a una altura donde

    inmenso panorama y horizonte se abren a la ya educada retina de sus ojos.

    No basta tener talento para creerse filsofo. Claro que en la entraa de todo pensamiento

    individual o colectivo, sea cual fuere su ndole, palpita un germen inconscientemente filosfico, mas

    la labor filosfica discurre siempre consciente, pudiera llamarse la apoteosis de la conciencia, y los

    relmpagos mentales no convierten al hombre de talento en filsofo, ni ofrecen segura base para

    cimentar una filosofa definida nacional.

    Resumiendo tantos generosos delirios de grandezas ms o menos Justificados, D. Adolfo de

    Castro exclama triunfalmente: A pesar de este desdn de algunos sabios hacia Espaa, todava se lee

    en los libros escritos de sabios extranjeros el nombre de Raimundo Lulio, como enigma filosfico,

    deprimido por unos, ensalzado por otros. Ernesto Renn, Luis Figuier, Pablo Antonio Cap, Nourisson

    y otros muchos hablan de sus escritos. Todava se escriben libros acerca de Maimnides y de

    Averroes, como los de Adolfo Frank y de Ernesto Renn, todava se [XII] publica en lengua italiana

    la teologa moral de Raimundo Sabunde y Sainte Beuve habla de este autor al par de Montaigne;

    todava Emilio Saisset escribe de Miguel Servet como filsofo y telogo; el Padre Bautain publica un

    libro basado en las doctrinas de Santo Toms y de nuestro doctor eximio, Francisco Surez,

    declarando que su filosofa de las leyes bajo el punto de vista cristiano est tomada de estos dos

    hombres eminentes.

    Los nombres del Tostado, de Luis Vives, de Melchor Cano, de Eusebio Nieremberg y de

    Surez se repiten con elogio por Alzog. El mismo Ernesto Renn trata honorficamente a Luis Vives.

    Si Emilio Saisset y Alberto Lemoine al hablar de Descartes no mencionan a Gmez Pereira,

    Nourrisson sigue proclamando que en la teora de ser los animales mquinas precedi el filsofo

    espaol al francs. Washington Irving y Prescot han encomiado a Fray Bartolom de las Casas por

    sus ideas sublimemente humanitarias... Pero a qu seguir enumerando autores? La satisfaccin de

    todo buen espaol no puede menos de ser cumplidsima al contemplar que an en el mundo de los

    sabios se oyen los nombres de nuestros filsofos antiguos.

    A la radiante estrofa del patriotismo responda el doctor Guardia motejando a los panegiristas de

    que su carencia de ttulos legtimos los impulsase a despojar a otros pueblos de hombres eminentes

    que hubieran nacido en Espaa si la intolerancia no hubiera obligado a sus padres a emigrar del suelo

    patrio, cual sucedi con Len Hebreo y el gran Baruch Espinosa...; pero, dice, se necesitaba el

    nombre de Len para inflar la lista de pretendidos platnicos. Los filsofos no residan en Espaa.

    El mismo Vives y Fox Morcillo se formaron o filosofaron en el extranjero. Aquel que distinga la

    filosofa de la teologa, el misticismo, la casustica y la declamacin retrica, no se dejar engaar

    por el fantasma de una filosofa espaola que no existe y en vano se evocara de la nada. (La miseria

    filosfica de Espaa, Rev. de Phil., 1893.) [XIII]

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    19 Coincide con tan adverso fallo el espaol Ramn y Cajal, estatuyendo en sus Reglas y consejos

    sobre investigacin cientfica (cap. X) que Espaa es un pueblo intelectualmente atrasado. El mismo

    Menndez y Pelayo sembraba en mi alma el desaliento cuando al lado de su optimismo trazaba estas

    palabras: Espaa ni antes ni ahora ha tenido ni tiene ciencia desinteresada. (La ciencia

    espaola (1887) t. 1, p. 96, nota.) Cuando la filosofa representa el desinters absoluto, la conquista

    de la verdad, virgen pursima, desdeosa de todo homenaje que lleve distinta intencin envuelta, y se

    esquiva a cuantos la solicitan para ponerla al servicio de estmulos sectarios o egostas. Como las

    flores, destinadas a agradar, se creera rebajada con ser til fuera de la ideal y suprema utilidad.

    No obstante, me alentaba mi antiguo y venerado maestro D. Federico de Castro. Segn su

    optimismo, los trabajos de Alemania en la pasada centuria, anlisis que se pierde de una parte en el

    absoluto de Hegel, ltima evolucin del formalismo conceptualista aristotlico, y de otra en el

    positivismo, nacido del mismo conceptualismo mirado por el lado de la experiencia y la materia,

    suponen necesariamente un momento, en que, agotadas todas las abstracciones del entendimiento que

    slo han podido producir dos fenomenologas, la del sentido y la del entendimiento puro, reinar la

    razn, se constituir definitivamente la filosofa, y esta obra sinttica no podr ser reclamada sino por

    el espritu latino... Mas, pensaba yo: No existe ms espritu latino que el espaol? Francia no inici

    con el cartesianismo todo el movimiento idealista moderno y todo el sensualista que propag la

    Enciclopedia?

    Schliepacke, uno de los mejores discpulos de Krause, puntualiza ms escribiendo: Es de

    desear que llegue un da en que, en beneficio de la comn cultura, Espaa sea la encargada de llevar

    la voz del genio latino, que Francia nos ha manifestado durante dos siglos nada ms que por cierta

    predominancia externa y militar. [XIV]

    Podemos juzgar sinceras estas lneas del escritor tudesco? No sern eco de la lucha, ya

    declarada, ya sorda, que desde fines del siglo XVIII, preludiada en los das de Klosptock, exacerbada

    por los Schlegel y los romnticos, consagrada urbi et orbi por tres horrorosas guerras, mantiene

    Alemania con el latinismo representado por Francia? Habla el cientfico o el patriota? No habr en

    sus afirmaciones ms odio a Francia que amor a Espaa y a la verdad?

    Esta fe en el futuro del pensamiento espaol no tiene ms de sueo que de realidad?

    El hecho de refugiarse en el porvenir no indica la esterilidad del pasado y del presente?

    Al enorgullecernos con esas magnas figuras, Sneca, San Isidoro de Sevilla, Averroes, Tufail,

    Gabirol, Maimnides, Vives, Fox Morcillo, Prez y Lpez, Balmes... no nos adularemos

    demasiado? No pecaremos de narcisismo colectivo?

    Qu importa? Si el escepticismo supone el suicidio de la inteligencia, el pesimismo, derrota

    anticipada y conviccin de impotencia, acusa el suicidio de la personalidad.

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    20 En tal situacin de nimo, anhelando a fuer de patriota alumbrar una filosofa nacional y

    reprimiendo, a fuer de aprendiz cientfico, los impulsos sentimentales; comprendiendo que ante la verdad

    no hay pasin, prejuicio ni estmulo que no deba desaparecer, siquiera al huir se lleve en sus garras lo ms

    intimo, lo ms querido de nuestra alma, di en aquellos soles juveniles, engredo con la petulancia y la

    ilusin de los pocos aos, comienzo a mi obra dispuesto a trazar antes que nadie el cuadro histrico

    de la filosofa espaola o, si no hallaba sujeto idneo, a confesarlo con la honradez exigida por la

    moral cientfica y presentar los elementos ms o menos considerables con que la realidad respondiera

    a mi ingenua evocacin.

    Muchos aos volaron; lenta y paulatina, mi labor progresaba [XV] en la quietud de los crmenes

    granadinos, y al trasladar mi residencia, con sobra de enojos, que deca el poeta, al centro docente

    de Madrid donde voy dejando los postreros frutos de mi ancianidad, mi empresa se acercaba a su fin

    y ya me preparaba a darle los ltimos toques, cuando trab amistad con el Sr. Bonilla, amistad que

    slo la muerte logr romper y que, por mi parte, ha perdurado ms all de la tumba.

    Aprend entonces que D. Adolfo Bonilla tenia proyectada una Historia de la Filosofa espaola,

    prontos para la impresin dos volmenes, en prensa el primero... Se me haba adelantado e inutilizaba

    sin querer mi ocupacin de tanto tiempo. El vaco que pretendi llenar mi presuncin estaba colmado

    por su pericia.

    No niego la primera penosa impresin que deprimi mi nimo, pero tampoco la saludable

    reaccin que confort mi abatimiento al reflexionar cunto ganara la ciencia con tan ventajosa

    substitucin.

    Me resign sin esfuerzo, relegu al olvido mis notas y abandon para siempre aquella ilusin de

    la mocedad, noble, aunque sobrado ambiciosa para mis fuerzas.

    La muerte arrebat a la ctedra, a la amistad y a la ciencia aquel ilustrado comprofesor en el

    punto de su apogeo mental, cuando apenas haba dado a la prensa los prolegmenos de su obra, la

    edad antigua y los hebreos. El edificio no se alz sobre el rea trazada. Si realmente exista una

    filosofa espaola, su historia continuaba por hacer.

    Asaltme la idea de emprenderla otra vez, aprovechando lo poco publicado por Bonilla, mas

    pronto me disuadieron dos potsimas razones. Proseguir la admirable labor de mi llorado amigo, se

    me antojaba profanacin, razn subjetiva a que se agregaba otra nacida de la diferencia de criterio.

    l, ms patriota acaso que filsofo, era un perfecto apologista; yo no pasaba de ser un estudiante.

    Resolv, pues, recoger de nuevo mis ideas y mi nocin de los hechos y volver, paciente araa de

    la ciencia, a [XVI] tender los tenues hilos que prend muchos aos antes y que haba arrebatado, a mi

    juicio para siempre, el viento de lo imprevisto.

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    21 Ahora bien, al reanudar mi olvidada labor no poda pensar en darle los aires y las dimensiones con

    que so cuando crea la vida casi eterna, ni siquiera las amplias proporciones con que la empez el Sr.

    Bonilla.

    Transpuesta la frontera de la ancianidad, con ms desengaos que das por delante, disminuida

    mi capacidad de trabajo, se me antoja insigne demencia pensar en obras de larga extensin que,

    probable, casi seguramente, la muerte dejara por concluir. Doblando la frente al fallo de la realidad,

    reducir mi cuadro hasta donde estime posible, rechazar lo superfino, renunciar a pruritos de

    erudicin y procurar en el lmite de mi temor presentar con claridad los hechos, sin descender a

    pormenores, atenindome a la idea fundamental en cada proceso filosfico, tarea de condensacin,

    harto ms dura, aunque ms breve, que la nuda exposicin y detenido anlisis; sofocando mi

    patriotismo hasta donde la pasin no me engae, facilitando a los que me sigan la metodizacin de

    los fenmenos y no sugiriendo prejuicios a la conciencia del lector. Cuando lleguemos, si llegamos,

    al fin de la penosa jornada, preguntar otra vez a mi conviccin y al pblico:

    Han existido filsofos en Espaa?

    Brindan stos un carcter comn?

    Podemos proclamar ante el mundo la existencia de una filosofa espaola?

    Con tratarse de conceptos mutuamente complementarios, tan divorciados andan el sumite

    materiam vestram y el manoseado nosce te ipsum que nadie podra plantearse el primero sin la

    previa y casi imposible posesin del segundo. Si se apedrea mi modestia con aforismos clsicos, me

    abroquelar en el verso de un gran poeta:

    El intentarlo slo es herosmo...

    Captulo primero

    Tiempos primitivos

    Orgenes de la nacin espaola. Civilizacin tartesia. Leyes, poemas, opulencia, alfabeto, creencias

    religiosas, ritos, monotesmo. Antigedad de la cultura turdetana. Latinizacin de la Btica. Sus

    progresos. Su influjo en la versificacin y el gusto artstico.

    El erudito Cavanilles resume as los orgenes de la sociedad espaola: El hecho capital es que

    Espaa se civiliz por la costa; que el pas que primero ejercit el comercio y adquiri cultura fue la

    Btica; que los extranjeros arribaron a Espaa conducidos tal vez por el acaso; que siguieron

    frecuentando puertos, atrados por el aliciente de los metales preciosos que reciban en abundancia,

    en cambio de objetos de escaso valor; que para regularizar sus expediciones establecieron factoras, y

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    22 que, para su resguardo y defensa, las fortalecieron y presidiaron, corroborando lo ya establecido por la

    tradicin recogida por Florin de Ocampo al decir: Muchos sostienen ser Sevilla lo primero que

    hombres ac moraron. La misma opinin han sostenido Nebrija, Leibniz, Bory de Saint-Vincent, [2]

    d'Abbadie, Gallatin, Broca, Chao, Tubino y tantos otros.

    Parece seguro que el Norte se civiliz mucho ms tarde, puesto que Estrabn nos afirma que

    lusitanos, gallegos y cntabros vivan en completa barbarie; el P. Mariana dice: como era aquella

    gente de suyo grosera, feroz y agreste, al tratar de los vascos, y con su aseveracin convienen Silio

    Itlico y otros autores. Las mismas fuentes nos presentan a los habitantes de la Espaa Central menos

    rudos que los septentrionales, si bien no civilizados todava, aunque ya tenan cantos y danzas

    religiosas. Los clticos del Guadiana dice Estrabn eran menos feroces que sus iguales, debido a

    la vecindad de los turdetanos.

    Jzgase a la Tartsi, nombre indgena del que, segn parece, sac la Biblia Tarschich y los

    helenos Tartessos, el ms antiguo centro fabril, comercial e intelectual del Occidente de Europa y el

    objetivo de las navegaciones fenicias. nica comunidad existente en la pennsula que pudiera

    llamarse Estado, extenda su imperio desde el Anas hasta el Jcar y desde Sierra Morena hasta el

    mar. Sus reyes Grgoris y Alisque se esconden en la penumbra que separa el mito de la historia; pero

    Novax, Argantonio y Sern, acaso el Geryn de los griegos y ltimo de sus monarcas, reciben por

    completo, hasta donde su antigedad lo permite, la luz de la consagracin. Las naves turdetanas

    llegaban por el N. a las costas de Bretaa y por el S. hasta la boca del Niger, dejando por doquiera

    inequvocas huellas de su paso. (Frobenius. Auf den Wege nach Atlantis, 1911, p. 14.)

    La Btica, ofrecindonos una civilizacin contempornea de Moiss, debe enorgullecer el

    patriotismo espaol; Dionisio, Perigesto y Prisciano la llaman suelo de hombres opulentos;

    Avieno, pas rico, y Estrabn afirma que hasta los utensilios domsticos eran de plata. Posidonio,

    citado por el gegrafo, escriba: Debajo de la Turdetania no existe el infierno, sino la mansin del

    Dios de la riqueza. Codicibase en Roma las granadas de [3] Psula (Salteras) y de Ilipa

    (Cantillana), los aceites de stigis (cija) y Carmo (Carmona), los vinos de Carisa, los alcoholes de

    Callentum (Cazalla), y las naranjas, sin rival, de Orippo (Dos Hermanas). La excelencia de los

    bueyes turdetanosdice Corts y Lpezdio ocasin a que los poetas fingieran que Hrcules acometi

    la empresa de robar unos cuantos al pastor ibero Geryn y esta misma excelencia y hermosa

    presencia fue la que tent al pastor Caco para robar a Hrcules algunas de sus vacas que llev a Italia

    desde la Turdetania.

    Quince siglos antes de J. C. se laboraba en Andaluca el bronce, segn comprueba el precioso

    hallazgo de los bronces de Huelva, se forjaban armas de cobre, se extraa el oro y la plata de la

    Sierra y se exportaba el estao.

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    23 Las artes industriales correspondan a la riqueza natural, pues ya se labraban tejidos de esparto, se

    grababa en hueso, se fabricaba pan, en tanto que su cermica produca el elegante vaso campaniforme y

    creaba el vaso de doble cavidad, la copa.

    Los turdetanos escribe Estrabn eran los ms doctos de los iberos, pues usan de Gramtica y

    tienen de antiguo libros, poemas y leyes en verso, umon mmtroi, que cuentan, segn dicen, seis

    mil aos de antigedad. Leyes tan remotas aade un historiador, aun rebajado todo

    encarecimiento, pudieran graduarse de coetneas del misterioso Egipto. Los fragmentos

    conservados de aquella legislacin muestran una sabidura que no desmerece de posteriores leyes,

    pues no aceptaban el testimonio contra los mayores en edad y otorgan al anciano la preferencia en

    toda ocasin, no permitan la vagancia, castigaban la prodigalidad, erigan altares al Trabajo,

    confiscaban el capital prestado con inters a prdigos y concedan premios a las mujeres ms

    trabajadoras {(1) Nicols Damasceno: Frag. Hist. Grae., t. III, p 456}.

    La cultura literaria de Andaluca, isla de luz en la general barbarie, produjo los poemas pico-

    mticos de Geryn y [4] de Grgoris, cuyos fragmentos nos han conservado Trogo Pompeyo y

    Macrobio, y los heroicos que cantaron la expedicin de los andaluces a la conquista de Crcega y

    Cerdea con los triunfos de su rgulo Argantonio sobre los fenicios; los testimonios de poesa

    gnmica, epitalmica, funeraria y cosmognica, as como los ensayos de poesa dramtica. Polibio,

    testigo presencial, nos representa los rgulos andaluces suntuosamente vestidos, los edificios de

    magnfica arquitectura, los banquetes amenizados por dulces liras y los vasos de oro circulando entre

    las manos de los comensales, la pompa, en fin, de aquellas cortes donde hasta los pesebres de los

    caballos eran de plata.

    No se olvide que Andaluca, con su alfabeto fonogrfico propio, anterior a la invasin fenicia,

    puede disputar el honor de haber inventado la escritura al Egipto, a Babilonia y a la China, que a la

    vez se ufanan de tan gloriosa invencin.

    Los sacerdotes de los templos andaluces y, singularmente, del de Hrcules, compusieron poemas

    teognicos y cosmognicos, en los cuales se cree que hall Tisias, vulgarmente denominado

    Steschoro o regulador de los coros, inspiracin para su perdida Geryoneida.

    Alguna luz arroja tambin sobre las creencias religiosas el estudio de los carmina

    mgica,destinados a evocar los espritus y a formular las contestaciones de los orculos. Convienen

    tales observaciones con el aserto de Filstrato, el cual asegura la creencia en la vida futura y por eso

    los turdetanos celebraban los funerales con cnticos de victoria, corroborando su confianza en la

    inmortalidad.

    Tanto prestigio logr la civilizacin tartesia, que San Agustn crey que sus sacerdotes y sabios

    haban conocido la verdadera doctrina por sus propias fuerzas y Menndez Pelayo juzga digna de

    meditacin la idea del santo doctor. Rodrigo Caro sostiene averse en ella (Hispalis) tambin

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    24 guardado y exercitado la ley natural y conocimiento de un Dios verdadero(Ant. de Sev. C. IV, f. 7). Para

    el conocimiento de las primitivas ideas religiosas de [5] la Tartside, recurdese que los fenicios, para

    atraerse las simpatas de los espaoles, erigieron en Cdiz un templo al Hrcules egipcio. Pomponio Mela

    dice al describir la isla gaditana: Qua Oceanum spectat, duobus promontoriis erecta in altum,

    medium littus abducit, et fert in altero cornu eiusdem nominis urbem opulentam, in altero templum

    AEgyptii Herculis, conditoribus, religione, vetustate, opibus illustre.

    A este templo, reputado por uno de los ms opulentos de la antigedad, templo sin esculturas,

    sin imgenes, sin ms que los doce trabajos de Hrcules grabados en el santuario, que an en el siglo

    IV se ergua soberbio sobre las ruinas de la ciudad, acudan las gentes de todo el mundo llevando a

    sus aras regias y abundantes ofrendas y a l fue Anbal a dejar las suyas antes de acometer la osada

    expedicin al centro de Italia.

    La rivalidad mercantil indujo a los cartagineses a destruir la floreciente ciudad, honor de

    Espaa, cinco siglos antes de J. C. La envidia y la codicia hundieron en el polvo la que Rufo Festo

    Avieno llama grande y opulenta ciudad en tiempos antiguos, ahora... un campo de ruinas. (Or.

    mar.)

    La diferencia entre los pueblos del Medioda y los centrales y septentrionales de la pennsula

    resalta en los diferentes rdenes del pensamiento y de la vida. Los del Norte, supersticiosos, adoraban

    dioses representativos de objetos fsicos, en tanto que los sacerdotes andaluces puntualizaron la

    nocin de un Dios Supremo, creador y omnipotente, cuya virtualidad superior apareca

    ordinariamente annima o inefable, simbolizado a menudo en Hrcules, en el Sol o en Osiris, en el

    becerro, en el cordero y en el macho cabro, reservada su explicacin a los doctos o al efecto de

    misteriosas iniciaciones; idea monotesta que se fue extendiendo por toda Espaa. As en Cdiz, se

    adoraba a Hrcules sin representacin plstica:

    Sed nulla efigies, simulacraque nota Deorum, [6]

    que deca Silio Itlico, y en cuya forma de culto vea San Agustn el presentimiento del verdadero

    Dios. (Civ. D. VIII, c. IX.)

    De todas suertes la civilizacin andaluza es antiqusima y el griego Asclepades, que daba

    lecciones de humanidades y filosofa a los turdetanos 48 aos antes de J. C, la juzgaba tan antigua e

    inmemorial que la supuso posterior en muy breve lapso a la catstrofe tradicionalmente conocida con

    el nombre de el diluvio universal.

    El historiador Guichot escribe: No es verdaderamente asombroso encontrar entre los

    turdetanos, pueblo de Andaluca, un cdigo de leyes, monumento literario que, por la forma en que

    est escrito, revela una civilizacin muy adelantada y que aparece ser contemporneo del libro de

    Moiss, del de Job, de las obras de Sanchoniaton y de los Vedas de la India?

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    25 Dnde estaban todava Licurgo, Soln, Numa y la ley de las doce Tablas? Dnde el Parthenn,

    el Capitolio, Fidias, los bronces, las medallas y los vasos etruscos?

    No es, pues, evidente que la regin de Espaa que hoy y desde el comienzo del siglo V de

    nuestra era se llama Andaluca, fue la primera de Europa que se civiliz, y que su cultura es anterior

    en algunos siglos a la que produjo el siglo de Pericles en Grecia y el de Augusto en Roma?

    El adelanto de la Btica facilit su latinizacin. Al acercarse las legiones de la repblica, el

    andaluz se senta ms cerca de la ilustracin romana que de la barbarie peninsular. Estrabn cuenta

    que existan en Turdetania ms de 200 ciudades y cita a Corduba, hechura de Marcelo; a Gades por

    su comercio martimo y a Hispalis que resplandece por sus excelencias. La importancia de esta

    ltima urbe puede calcularse por el hecho de que Csar mand inscribir su conquista en el Calendario

    romano por uno de sus principales fastos con estas palabras: E NEFASTUS PRIMO. HOC DIE

    CAESAR HISPALIM VICIT, y Dion Casio [7] llama a esta victoria el triunfo de Espaa. Y de tal

    modo se crea que aquella ciudad era el alma de la nacin, que se la tena por la ms antigua y

    genuina. Muchas escrituras de gran substancia dice Florin de Ocampo slo por hallar su

    fundacin tan trasera, certifican muy de propsito ser sta la primera poblacin de toda ella (Espaa),

    y aun dicen que por su causa la tierra y comarca de aquellos derredores se dijo Hispalia primeramente

    y que despus aquel nombre se fue derramando y aadiendo por las otras provincias, hasta que todas

    ellas, en lugar de llamarse Hispalia, corrompieron el vocablo y se nombraron Hispania. La misma

    opinin sostiene con no refutadas razones Antonio de Nebrija y el texto de Justino que reza: hanc

    veteres ab Ibero amne primum Iberiam post ab Hispalo Hispaniam cognominavunt, confirma que el

    nombre del ro Hispal pas a la ciudad (Hispalis) y de sta a la nacin (Hispania).

    Muestras indiscutibles del adelanto intelectual suministra el discurso de Csar a la Asamblea de

    notables convocada en Sevilla. Vosotros les dice que conocis el derecho de gentes y el de los

    ciudadanos romanos..., la existencia de Colegios de barqueros y de monederos; la de la beneficencia

    privada, cuyo monumento ms antiguo es el legado de un capital de 50.000 sextercios impuesto al 6

    por 100 a beneficio de la infancia por Fabia Hadrianila y la costumbre de epitafios en verso.

    Imaginmonos escribe Menndez Pelayo aquella Btica de los tiempos de Nern, henchida

    de colonias y municipios, agricultora e industriosa, ardiente y novelera, arrullada por el canto de sus

    poetas, amonestada por la severa voz de sus filsofos; paremos mientes en aquella vida brillante y

    externa que en Crduba y en Hispalis (Sevilla) remedaba las escenas de la vida imperial, donde

    entonces daban la ley del gusto los hijos de la tierra turdetana, y nos formaremos un concepto algo

    parecido al de aquella Atenas, donde predic San Pablo. Uno de los hechos que confirman la

    peculiar complexin de los meridionales [8] favorable a la literatura, es el citado por Plinio, de aquel

    andaluz que realiz un viaje a Roma (entonces!) slo por conocer a Tito Livio, tornando despus a

    su patria. (Pl. joven: Cartas II, 3, 8.)

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    26 En tiempo del imperio no interrumpi la Btica sus progresos. Se enorgulleca con sus urbes unidas

    entre s por amplias carreteras, posea las nicas seis ciudades libres que hubo en Espaa, y la densidad de

    su poblacin se eleva por Orosio a muchos millones de habitantes, afirmacin que comprueba Cicern al

    decir: No hemos superado en nmero a los espaoles. Los turdetanos aprendan latn de los

    invasores y griego de Asclepiades; celebraban ostentosas representaciones teatrales, y si bien en el

    idioma triunfaron los latinos, ellos contagiaron el Parnaso clsico con sus dos formas de

    versificacin, la aliteracin y la rima embrionaria, que ya surge mucho antes de la invasin goda en

    ciertos monumentos espaoles, tales como el epitafio del auriga Fusco. Los historiadores refieren el

    triunfo de las andaluzas sobre las arpistas, juglaresas y bailarinas asiticas y cmo dictaron la moda

    artstica en el imperio.

    Captulo II

    poca pagana

    Predominio espaol en la edad de plata de la literatura latina. Lucio Anneo Sneca: sus obras

    filosficas, su carcter, su originalidad, su relacin con otras escuelas, su obra cientfica.

    Moderato: su doctrina. Quintiliano. Anneo Sereno y Deciano: su insignificancia. Juicio de esta

    etapa.

    Nota caracterstica de las aetas argentea de la civilizacin romana es que la mayor parte de sus

    hombres ilustres son espaoles, y principalmente andaluces. Lucio Anneo Sneca (2?-65), cordobs,

    hijo de Marco A. Sneca, el retrico, posey acaso la inteligencia ms extraordinaria de este perodo

    literario. Despus de una vida accidentada, ora condenado a muerte por la envidia de Calgula, ora

    recogiendo misterios en Egipto y enseanzas en Grecia; calumniado de adltero por Mesalina;

    desterrado por Claudio en conmutacin de una segunda pena de muerte impuesta por el Senado;

    vuelto ocho aos despus a Roma para instruir a Domiciano; elegido por Agripina para que su hijo

    saliese de la niez aconsejado por tal maestro; cuestor, cnsul: preceptor de Nern; acumul grandes

    riquezas y excit la envidia de su discpulo el emperador. Sneca, temiendo por su vida, hizo

    donacin de su hacienda al tirano: mas ya era tarde, fue condenado a muerte y sucumbi a la asfixia,

    despus de fracasar la rotura de las venas y la absorcin de la ponzoa. Aquel cuadro del sabio

    dictando sus ltimos consejos a los discpulos y [10] consagrando a la divinidad su ltimo aliento,

    recuerda la muerte de Scrates, preludio de la tragedia del Calvario.

    Las obras filosficas de Sneca son doce, a saber: De Ira, libri III; De consolatione ad Helviam

    matrem liber, notable por el vigor y hermosura del discurso; De consolatione ad Marciam,una de las

    ms elocuentes y sentidas composiciones de Sneca; De Providentia, en que trata la eterna cuestin

    del triunfo del mal en la tierra y aconseja a los desgraciados la medicina del suicidio; De consolatione

    ad Polybium liber, de dudosa autenticidad; De animi tranquilitate ad Serenum; De constantia

    sapientis; De clementia ad Neronem Caesarem, celebrando la piedad y abominando del rigor: De

    Brevitate vitae ad Paulinum, considerando que la vida humana es larga para el sabio y slo breve

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    27 para quien la malgasta; De Vita beata, donde se establece que el soberano bien reside en la virtud y no se

    opone al disfrute de riquezas legtimamente adquiridas; De Otio sapientis, obra de difcil y delicada labor,

    y De Beneficiis, tratando el modo de hacerlos y de aceptarlos. Al mismo grupo podran agregarse las

    ciento veinticuatro Epstolas ad Lucilium, reputadas por uno de los libros ms excelsos de la

    antigedad.

    En Sneca se admira siempre la profundidad del pensamiento y la dignidad, a veces exagerada,

    del estilo. Sus aforismos presentan algo de vivo, se aplican a la crisis, a los dolores de cada da; se

    esculpen en el alma y el hombre se siente y se reconoce en su expresin.

    Las ideas filosficas del gran andaluz y la solemnidad de su lenguaje, despiden reflejos de

    amargura, matices de aquella inmensa tristeza que abrumaba las almas entre los horrores de la orga

    imperial.

    Sneca tiende a reducir la filosofa a la moral. Diderot considera que no ha podido la

    antigedad legarnos un curso de moral tan grande como el suyo; en fin, se alza tan insigne pensador

    y moralista, sintetizando a su modo el estoicismo y el cristianismo, que los Padres lo tuvieron por su

    precursor e incluyeron sus mximas en los textos [11] cristianos. De todas suertes, se nos antoja el

    nico filsofo del imperio romano. Es verdad que Marco Tulio estudi filosofa, pero qu revelacin

    trajo? Dnde estn sus discpulos? A quin ense a vivir ni a morir?

    Con viriles acentos proclama Sneca la fraternidad humana: Son esclavos? Di que son

    hombres. Son esclavos? Lo mismo que t. El que llamas esclavo naci de la misma simiente que

    t... cual t vive y muere (Ad Luc).

    La originalidad del pensamiento de Sneca estriba en su anhelo de llegar al conocimiento y a la

    perfeccin por s mismo. No rehuye el maestro, no desprecia el libro, pero nuestros maestros no son

    nuestros dueos, sino nuestros guas; la verdad patente a todos, por nadie se agota y an hemos de

    dejar mucha a nuestros sucesores. (Ep. XXXIII.)

    El sabio es superior a los dioses: stos son buenos por naturaleza, el sabio se hace bueno. Mas,

    aun estimando su propia alteza, se puede saber sin infatuarse: licet sapere sine pompa, sine invidia.

    (Ep. 103.)

    La razn es la revelacin divina; la filosofa est en nosotros y consiste en conocer las cosas, no

    en jugar con los vocablos, non est philosophia populare artificium, nec ostentationi paratum: non in

    verbis, sed in rebus est; as el conocimiento propio eleva el alma a lo absoluto. Dios se muestra en la

    conciencia, y vindose el individuo en su razn suprema, se convence de la inmortalidad. No

    podemos, pues, calificar a Sneca de mero sectario de Zenn. Ir su reflexin a anlogas

    conclusiones, pero va por su propia indagacin; como coincidente, no como discpulo, porque no ha

    llegado por la senda de la enseanza, sino por su individual y primitiva lucubracin. Bien claro lo

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    28 expresa en De Vita Beata: Cuando digo nuestra doctrina no me sujeto a la de ninguno de los estoicos

    principales, porque tambin yo tengo libertad.

    Se ha opinado que Sneca se parece a Schopenhauer porque para ambos el mundo es un

    conjunto de apariencias sometidas a determinismo; la verdad consiste en nuestras percepciones reales

    e inmediatas; la voluntad [12] individual, la Voluntad absoluta determinndose en cada uno, y la

    filosofa preparan a la muerte, que es la liberacin. Pero Sneca, fundiendo la Voluntad y la Razn,

    no llega al desconsuelo de la indiferencia, sino, sobreponindose a las miserias terrestres, se prepara

    para una existencia superior. Nuestra alma viene de Dios, habita en nosotros, vino al mundo para

    purificarse, pero tiende hacia arriba. Desde todos los puntos se puede mirar al cielo. As fue el primer

    filsofo romano que ense a vivir y a morir, aun hallando preferible no haber nacido (ad

    Lucilium). De todas suertes, hay que confesar que pocos escritores han dejado huella tan honda como

    Sneca en la memoria y en la conciencia de la humanidad.

    Un literato francs confiesa lo que su teatro nacional debe al poeta andaluz diciendo: C'est de

    Snque, beaucoup d'gards que relve particulirement la tragdie franaise. En la Medea (Acto

    II, vs.-371-5) se estampa la rotunda afirmacin, que traduzco, de la existencia en nuestro planeta de

    nuevos e ignotos continentes, como si fuera predestinacin geogrfica e histrica del genio andaluz

    presentir la invencin del mundo americano.

    Tiempo vendr, pasados muchos siglos,

    En que rompa el Ocano sus lindes,

    En que Tetis descubra nuevas tierras Y no sea Thule el trmino del mundo.

    La obra cientfica de Sneca es la intitulada Cuestiones de Historia natural (Quaestionum

    naturalium, libri VII), curiosa produccin en que se mezcla la fsica y la moral, con seria intuicin de

    la unidad de la esencia.

    Contemporneo de Sneca, discpulo de los pitagricos y natural de Cdiz, brill Moderato,

    autor de Lecciones pitagricas, obra distribuida en diez libros, de que slo nos quedan tres

    fragmentos conservados por Estobeo en su Florilegio. Goz de slido prestigio en su tiempo, vir

    eloquentissimus le apellid San Jernimo: Mr. Fouill estima su intento de conciliar a Platn con

    Aristteles, [13] ideal de toda la filosofa hasta los tiempos modernos, ms feliz que el de Alcino, y

    D. Federico de Castro opina que, en cuanto a los principios, la idea de Moderato supera al

    neoplatonismo, por aparecer en l la voluntad como razn activa, ligando y distinguiendo lo finito y

    lo infinito. La inteligencia puede conocer la nou, del mundo, sin confundirse con l, mas tambin

    puede alcanzar por el xtasis la perfecta unin, abismndose en la divina esencia.

    No me atrevo, siguiendo a Bonilla, a incluir entre los filsofos al retrico M. Fabio Quintiliano.

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    29 La exposicin de la preceptiva en sus Instituciones oratorias, est realizada con claridad, y en la

    parte crtica se nota una marcada preferencia por el lenguaje y estilo, relegando los conceptos a

    secundario lugar. Menos espaol que Sneca, no aport nada al conocimiento de las primeras causas ni

    enva ningn aura de regeneracin a la amanerada oratoria de las escuelas. Su espritu romano se

    deleita en los clsicos maestros; tiene su ideal en el pasado; su preceptiva trasciende a culto y,

    aceptando la perfeccin consumada, se limita a actuar de inteligente pedagogo.

    Tampoco aaden nada al pensamiento nacional el estoico Anneo Sereno, prefecto de la guardia

    neroniana, ni el emeritense Deciano, proslito de la misma escuela.

    Al cerrar esta etapa, que llena Sneca con su nombre, no podemos dudar de una filosofa

    espaola y aadir con legtima satisfaccin que en todo el mundo no existi ms filosofa que la de

    este inmortal andaluz, pues ni los epicreos ni los estoicos, incluyendo a Marco Aurelio, supieron

    dilatar el molde forjado por los maestros helnicos. No investigaron ni pensaron con originalidad,

    humildes escolares y rumiadores de aforismos. La Historia podra sin violencia omitir sus nombres.

    Por el contrario, Sneca desborda sobre la ortodoxia estoica la abundante savia de su acentuada

    personalidad y, si no crea sistema nuevo, al modificarlo, sepulta el antiguo convirtiendo la

    uniformidad en modalidad progresiva, el estoicismo en senequismo.

    Captulo III

    poca cristiano-romana

    Primeras manifestaciones. Heterodoxias. Los agapetas. Prisciliano: descubrimiento de opsculos

    suyos. Sus doctrinas. Juicio de ellas. Baquiario. Origenismo: los Avito.

    La literatura cristiana, desenvuelta en pos de la conversin del imperio, es menos espaola,

    debido a su carcter religioso y cosmopolita. Llenan este perodo los poemas religiosos, hagiografas,

    tratados teolgicos, disciplinarios y litrgicos, sin que ni las obras de Osio, el elocuente obispo de

    Crdoba, propagador del platonismo, que pronunci la Frmula de la fe en el concilio de Nicea y a

    quien se atribuye una traduccin del Timeo, bien que la desempeara por s, o que la mandara

    ejecutar a Calcidio, brinden el mnimo inters para el pensamiento nacional.

    Apenas cristianizada la pennsula ibrica, florecen las heterodoxias, aunque ninguna con

    carcter nacional. Sin detenernos en los libelticos, no disidentes, sino cobardes obispos y tibios

    creyentes, ni en las opiniones ms o menos acertadas referentes a la Encarnacin que se profesaron

    en la Btica, ni menos en el donatismo, el luciferianismo ni en las rfagas arrianas, porque nada hay

    en ello de indgena ni de propiamente filosfico, sealaremos la intrusin en el siglo IV del

    gnosticismo, debida a Marco, el egipcio, y sus discpulos el retrico Elpidio y la matrona Agape, de

    cuyo nombre se deriv el de agapetas, aplicado a la nueva comunin. Del agapetismo aprendi

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    30 Prisciliano, espaol, [16] rico y erudito, cualidades a que, segn Sulpicio Severo, mezclaba gran

    vanidad, hinchado con su falsa y profana ciencia.

    De las ideas de Prisciliano, nicamente se saba lo que cantaban sus enemigos, pues no

    poseamos ms que algunas lneas reputadas autnticas; pero en 1885 el doctor Jorge Schepss

    encontr en la biblioteca de la Universidad de Wurzbourg un cdice del siglo V con once opsculos

    annimos. La lectura de ellos convenci al Dr. Schepss de que nadie poda ser su autor sino

    Prisciliano y divulg su descubrimiento en una Memoria, a cuyo frente va un facsmile de una hoja

    del original, que presenta claros indicios de ser escritura espaola.

    Es el primero de los opsculos citados el Liber Apologeticus, en que Prisciliano rebate el libelo

    presentado por Itacio en el concilio de Zaragoza. El segundo, el Liber ad Damasum

    episcopum, relacin de los sucesos que se desarrollaron desde la clausura del concilio hasta la llegada

    del autor a Roma, acompaado de una vindicacin de su doctrina y conducta. Sigue elLiber de fide et

    apocryphis, en defensa de los libros apcrifos. Los siguientes, menos importantes, son: Tractatus ad

    populum I, Tractatus ad populum II, compuestos ambos de plticas dirigidas al pueblo; Tractatus

    Genesis, Tractatus Exodi, no menos enderezados a la propaganda popular; dos tratados sobre los

    salmos primero y tercero, y la Benedictio super fideles, notable por su estilo oratorio, pero sin inters

    por lo que respecta a la doctrina. Completa este descubrimiento la compilacin titulada Priscilliani in

    Pauli Apostoli Epistulas (sic) Canones a Peregrino Episcopo emendati. No se sabe quin sera este

    Peregrino que, segn confiesa, expurg la obra de Prisciliano y le antepuso un breve prefacio, ni

    hasta dnde logr alterar el primitivo texto. Al lado de tales testimonios, aydannos a reconstruir el

    credo priscilianista los escritos de Orosio y Santo Toribio, pues las noticias de stos son las que

    reproducen Sulpicio Severo, San Agustn, San Jernimo y San Len. [17]

    Parece que los priscilianistas daban enseanza oral y reservaban ciertas doctrinas esotricas para

    los perfectos. Prisciliano lo niega en el Apologtico citado, mas hay indicios en el himno de Algirio

    que Jess dijo secretamente a los apstoles, en algunas abraxas y en las reuniones secretas de los

    afiliados.

    Esta observacin es importante, porque de lo contrario no podra explicarse la incoherencia de

    ciertas afirmaciones de Prisciliano. Hay que pensar que esas opuestas sentencias se hallaban

    armonizadas por vnculos que no conocemos. Una de estas contradicciones, probablemente

    aparentes, es la de no admitir distincin de personas en la esencia divina, sino slo en los atributos,

    siendo el mismo Dios unas veces Padre, otras Hijo y otras Espritu Santo, habiendo, por consecuencia

    de esta indivisibilidad, padecido las tres personas muerte en la cruz y admitir que el hijo era inferior y

    posterior al padre, el cual no tuvo hijo hasta que lo engendr.

    En varias ocasiones, principalmente en los dos primeros opsculos, Prisciliano hace una

    profesin de fe perfectamente ortodoxa y anatematiza con sospechosa insistencia las herejas de que

    era generalmente acusado; mas debe rebajarse mucho de su ortodoxia as como de sus negativas de

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    31 las reuniones secretas, pues estos escritos eran alegatos ante jueces eclesisticos que seguramente haban

    de condenar la hereja y los concilibulos nocturnos.

    Prisciliano aceptaba escrituras apcrifas. Segn l, el canon bblico no estaba cerrado y en el

    tercer libelo se esfuerza en demostrar que los mismos libros aceptados conceden autoridad a los

    apcrifos. Confesaba que estos ltimos contenan doctrinas herticas; pero pensaba que el buen juicio

    poda separar lo bueno de lo malo, es decir, que recomendaba en cierto modo el ejercicio del libre

    examen. Opinaba adems que no existe slo la revelacin escrita, sino que hay otra revelacin

    perpetua del Verbo, siendo el grado supremo de la fe el conocimiento de la Divinidad de Cristo.

    Reminiscencia acaso de los dogmas del [18] mazdesmo, existe en la metafsica de Prisciliano un

    dualismo muy interesante. Segn esta metafsica, el diablo no es obra divina, sino producto de las

    tinieblas, por lo cual nunca fue ngel. Y como le atribuye la creacin de los cuerpos, le parece

    absurda la resurreccin de la carne. Al lado de los cuerpos est el mundo de los espritus, que, aunque

    dotados de una comn esencia, poseen individualidad propia en consonancia con las aptitudes de su

    cuerpo.

    Cada facultad anmica corresponde a un personaje del antiguo testamento, creencia que debe de

    ser simblica por ms que hoy no poseamos la clave del simbolismo. Las almas prometen luchar con

    valor en la vida y, descendiendo por los siete crculos celestes, en cada uno de los cuales habita una

    inteligencia, llegan al mundo inferior, donde el diablo las encarcela en cuerpos cuyos miembros

    dependen cada uno de un signo del Zodiaco. Purgaban as las almas la falta primitiva, y, como el mal

    es sombra, Cristo lo vence mostrndose a los hombres bajo una forma fantstica y clavando en la

    cruz el signo de su servidumbre.

    Protesta con indignacin el autor del cargo que se le dirige de rendir culto a los demonios y traza

    una demonologa que difiere en parte de la gnstica. Con no menos ardor se defiende del dictado de

    encantador, cargo que acaso le achacaran sus enemigos porque el pecado de la magia se condenaba

    con la pena de muerte. Al defenderse, desenvuelve cierto pantesmo, segn el cual, una sustancia

    nica se reparte entre los seres, coparticipando todos de la esencia divina, y torna al dualismo persa

    admitiendo la creacin de los seres por dos principios, uno masculino y femenino el otro, que se

    subdistinguen en la naturaleza de Dios.

    La moral de Prisciliano descansaba en el ascetismo con absoluto menosprecio de los goces

    mundanos. Practicaran o no sus proslitos esa austeridad, l atribuye la animadversin de sus

    enemigos a que la conducta de los priscilianistas [19] era una reprobacin de la licencia en que los

    contrarios vivan.

    Como se ve, Prisciliano era fundamentalmente un gnstico e intenta conciliar las dos

    direcciones en que se bifurcaba el gnosticismo, la pantesta y la dualista, tratando a la vez de

    armonizar la Biblia con el Zendavesta.

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    32 Hay dos circunstancias curiosas en la disidencia de Prisciliano: la primera, que prepar el

    pensamiento para la difusin en Espaa del platonismo cristiano de San Agustn; la segunda, que al

    proclamar la libre interpretacin, vino a ser un prematuro precursor de la reforma protestante.

    Fue inmenso el nmero de eclesisticos y seglares que se afiliaron al priscilianismo en todas las

    regiones de Espaa. Asustado Adygino, obispo de Crdoba, recurri a Idacio, prelado de Mrida, el

    cual extrem tanto el rigor, que obtuvo resultados contraproducentes, aumentando el nmero de los

    heterodoxos. Para atajar los progresos de la nueva secta, se reuni un concilio en Zaragoza (380) al

    cual no asistieron los disidentes; pero su jefe present su Apologtico en contestacin al captulo de

    cargos formulado por Idacio. El concilio no se satisfizo, siendo excomulgados los obispos Salviano e

    Instancio y el mismo Prisciliano. Tales rigores no detuvieron el curso del priscilianismo, antes bien,

    aumentaron sus secuaces, y el mismo Adygino, que levant el primero la voz contra la hereja, se

    pas al campo enemigo, por lo cual fue depuesto. El emperador Graciano dio un rescripto en 381 que

    desterraba extra, omnes terras a los herejes espaoles, resolucin que pareci apagar la hoguera.

    Prisciliano, elevado por los suyos a la sede de vila, consult con los prelados de su partido el

    remedio para acabar con la discordia reinante en la Iglesia espaola y, al tener conocimiento del

    rescripto de Graciano, march a Roma, haciendo de paso muchos proslitos en las Galias, entre ellos

    a Eucrocia, con cuya hija, Prcula, se dice mantuvo relaciones amorosas.

    Llegado a Roma, negse S. Dmaso a orle y l entonces [20] le dirigi el Libelo ad

    Damasum, solicitando tambin que el obispo de Mrida, su enemigo, compareciese ante el Tribunal

    de S. Dmaso, y, si se negase por cualquier consideracin, que ordenara el papa la reunin de un

    concilio provincial para fallar la controversia entre Idacio y l. Dirigise despus al emperador y

    consigui la derogacin del rescripto imperial.

    Se devolvieron sus iglesias a los priscilianistas y comenz la persecucin de stos a los

    ortodoxos en tales trminos, que Ithacio, el obispo portugus, que ms se haba sealado contra

    aqullos, se vio precisado a huir de la pennsula. Ocurri entonces la proclamacin del espaol

    Clemente Mximo, que, despus de destronar a Graciano, comparti con el andaluz Teodosio el

    poder imperial. Ithacio le present un hbil escrito contra los priscilianistas. El emperador remiti la

    decisin al Snodo bordels. All fue condenado y depuesto Instancio. Prisciliano apel al emperador,

    el cual nombr juez de la cuestin al prefecto Evodio. Terminado el proceso, se mand abrir otro

    nuevo en que el acusador no fue ya Ithacio, sino Patricio, oficial del fisco. Por la sentencia se

    conden a muerte a Prisciliano y a los principales sectarios. Todos ellos fueron degollados en

    Trveris (385) en tanto que los menos importantes se vieron desterrados y algunos apedreados por el

    pueblo.

    El sangriento castigo de los heterodoxos priscilianistas indign a S. Martn Turonense, el cual se

    dirigi a la corte, y, a cambio de comulgar con Ithacio y los dems instigadores del emperador,

    consigui la revocacin del rescripto. Efectuse una reaccin contra los antipriscilianistas, llamados

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    33 tambin ithacianos, se atribuy su conducta a animosidades personales, e Ithacio fue excomulgado (389)

    y depuesto de su silla; Idacio, su principal secuaz, tuvo que renunciar la mitra, y Rufo, otro de sus ms

    ardientes partidarios, acusado de prestar fe a un impostor que embaucaba con falsos milagros al pueblo,

    perdi tambin su obispado. [21]

    Animados los priscilianistas, trajeron a Espaa los restos de sus mrtires, los de Prisciliano entre

    ellos, y les tributaron culto de santos; constituyronse en sociedades secretas, jurando no revelar a

    nadie lo que en ellas aconteciese; nombraron obispos y produjeron un cisma que sumi a la Iglesia

    espaola en la ms completa anarqua. Tal era la confusin, que los mismos heterodoxos propusieron

    a S. Ambrosio renunciar sus opiniones, si hallaba frmula de avenencia. S. Ambrosio escribi desde

    Miln a los obispos espaoles aconsejndoles que recibiesen en su comunin a los gnsticos y

    maniqueos convertidos. Reunise un concilio en Toledo (396), donde los priscilianistas declararon

    haber abandonado los errores de su secta; pero continuaron firmes en sus libros y prcticas. Aunque

    fracas el primer intento de avenencia, el ao 400, en el concilio de Toledo, llamado primero por no

    conservarse las actas del anterior, Simphosio, Dictino, Isonio, Vegetino, Comasio y todos los

    priscilianistas abjuraron en masa.

    En este concilio se form la Regula fidei contra omnes hereses, maxime contra

    Priscillianistas.Slo persistieron en su fe algunos presbteros, que fueron depuestos por el concilio,

    mas no todos los obispos espaoles se conformaron con la absolucin concedida a los priscilianistas

    despus de su conversin y, negndose a comunicar con ellos, resucitaron las ideas luciferianas. Por

    todas partes se ordenaban y se deponan obispos, reinando tal desconcierto, que el papa Inocencio

    dirigi a los prelados espaoles una Decretal en que encareca la concordia; fustigaba a los

    luciferianos, excomulgando a los que no aceptasen las resoluciones del concilio toledano, y mandaba

    deponer a los obispos elegidos anticannicamente (404).

    A pesar de sus desventuras, el priscilianismo no se extingui. En vano Honorio (409) rompi

    contra los priscilianistas, les conden a perder sus bienes y sus derechos civiles, declar libre al

    siervo que delatase a su seor e impuso multas a los funcionarios pblicos remisos en perseguir [22]

    la hereja. Ya a mediados del siglo V, Santo Toribio, obispo de Astorga, se aplic a arrebatar de

    manos de los fieles todos los libros priscilianistas y, comprendiendo que todava este remedio era

    ineficaz, remiti al papa San Len el Magno elCommunitorium, enumeracin de los errores

    consignados en los libros apcrifos, y el Libellus,donde refutaba el priscilianismo. San Len aconsej

    la celebracin de un concilio nacional, o, si esto era imposible por el estado de guerra en que arda la

    pennsula, un Snodo de obispos gallegos. Celebrse el Snodo, llamado de Aquis Caelenis, mas los

    heterodoxos, aun aparentando admitir la Assertio fidei, perseveraron en sus doctrinas y prcticas,

    hasta mediado el siglo VI. El priscilianismo se enterr en el concilio bracarense (567), donde por

    ltima vez condenaron diez y siete cnones las proposiciones de gnsticos y maniqueos. Como se ve,

    la doctrina de Prisciliano nada tiene de original ni de espaol. Se reduce a un sincretismo de la idea

    gnstica oriental y posea su parte exotrica y su esoterismo slo comunicable a losperfectos.

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    34 Frente a Prisciliano, Baquiario, galaico, optimista e ignorante, de quien se conservan dos opsculos

    sin inters, manifiesta su desconocimiento de la naturaleza y origen del alma y hasta del fondo del

    problema.

    Contemporneo del priscilianismo, brot el origenismo en Espaa. Dos presbteros bracarenses

    llamados los dos Avito salieron el uno para Jerusaln y el otro para Roma. El primero se impregn de

    las doctrinas de Orgenes y, vueltos ambos a Espaa, convirti al otro, que haba adoptado las

    doctrinas platnicas de Mario Victorino. Comenzaron la propaganda del origenismo, extremando las

    ideas del maestro y estableciendo que todo estabarealmente en el pensamiento divino antes de poseer

    existencia exterior. La sustancia era una sola desde el ngel al demonio, de donde se deduca que no

    poda haber penas eternas y aun el mismo diablo acabara por salvarse, pues su esencia,