Libro Los Chibchas Hijos Del Sol La Luna

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Estudio antropológico de los chibchas

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  • Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes.

    Orgenes de su diversidad Jos V. Rodrguez C.

    Bogot, Agosto de 2011

  • Rodrguez Cuenca, Jos Vicente, 1952 - Catalogacin en la publicacin Universidad Nacional de Colombia

    Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes. Del mito a la historia natural/ Jos V. Rodrguez C. Bogot: Instituto de Desarrollo Urbano (IDU): Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Antropologa, 2011. 284 p, 55 il.

    1. Arqueologa indgena - Andes Orientales - Colombia. 2. Indgenas de los Andes Orientales (Colombia) - Vida social y costumbres. 3. Indgenas chibchas de los Andes Orientales (Colombia) - Orgenes.

    Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes. Del mito a la historia natural

    Primera edicin:Agosto de 2011 Jos V. Rodrguez C. Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Antropologawww.humanas.unal.edu.co/antropologa

    ISBN: 978-958-719-937-6

    Correccin de estilo:Zdena Porras Jandov

    Diseo y diagramacin:Julin R. Hernndez [email protected]

    Impresin y encuadernacin:Julin Hernndez, Taller EditorialBogot, D. C.

    Distribucin:Unibiblos Ciudad UniversitariaLibrera Torre de EnfermeraTels: 57-1-368 14 37 368 42 40

    Siglo del Hombre EditoresCra 32 N. 25-46Tels: 57-1-337 77 00 368 73 82www.siglodelhombre.com

    Impreso en Colombia Printed in Colombia

    Todos los derechos reservados.Prohibida su reproduccin parcial o totalpor cualquier medio sin permiso del editor

  • Al profesor Elicer Silva Celis (1914-2007), pionero de las investigaciones en arqueologa funeraria, bioarqueologa, arqueoastronoma y chamanismo prehispnico chibchas. Fundador del Museo Arqueolgico de Sogamoso (1942) y cofundador de la Universidad Pedaggica y Tecnolgica de Colombia, UPTC (1953). Hijo del sol y de la luna; un Sugamuxi dedicado a la recuperacin de la memoria del pueblo muisca.

  • Presentacin 13Agradecimientos 15Introduccin 17

    Captulo 1El territorio ancestral de los Andes Orientales 231.1 El espacio simblico 231.2 El espacio biofsico 261.3 El espacio andino durante el Pleistoceno 28

    1.3.1 Cambios climticos durante el Holoceno 301.4 El espacio y el tiempo mtico de Bochica

    en la sabana de Bogot 301.5 El espacio sabanero a la llegada de los conquistadores 32

    Captulo 2Los primeros pobladores del altiplano Cundiboyacense 372.1. El poblamiento temprano del noroeste de Suramrica 372.2. Cambios climticos y opciones de recursos 412.3 La produccin ltica 432.4 Los recursos alimentarios 452.5 Las adecuaciones de los espacios de vivienda 47

    Captulo 3Los primeros horticultores (II milenio a. C.) 513.1 Aguazuque y la neolitizacin en la sabana de Bogot 513.2 Los recursos vegetales cordilleranos 523.3 La evolucin de los horticultores 54

    Captulo 4Los primeros agroalfareros: pobladores de valles de antiguas lagunas (I milenio a.C. a siglo VIII d. C.) 594.1 Cambios climticos y surgimiento de los primeros agroalfareros 594.2 Los pobladores del entorno de la antigua laguna de La Herrera 63

    Contenido

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    4.3 Los pobladores de la llanura de inundacin del ro Bogot 674.4 Los pobladores de Tunja 694.5 El valle de Sogamoso 704.6 El valle de Leiva 724.7 El valle de Duitama 744.8 Los orgenes de la poblacin del Perodo Herrera 75

    Captulo 5Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes (siglos IX-XVI d. C.) 835.1 Paisajes andinos y adecuaciones prehispnicas 835.2 La transicin entre los perodos Herrera y Muisca 885.3 La organizacin social 915.4 El intercambio y la conexin de los Andes con los valles interandinos 95

    Captulo 6Los muiscas del altiplano Cundiboyacense 996.1 Las confederaciones muiscas 996.2 Los muiscas de Bogot 1026.3 Los muiscas de Tunja 1046.4 Los muiscas de Sogamoso 1066.5 Pueblos independientes 108

    Captulo 7Los chibchas septentrionales 1157.1 Las lenguas de los antiguos habitantes de la cordillera Oriental 1157.2 Los chitareros 1177.3 Los guanes 1207.4 Los laches 122

    Captulo 8Cosmovisin, rituales funerarios y chamanismo en los Andes Orientales 1298.1 La tumba: reflejo del mundo de los muertos y de los vivos 1298.2 Prcticas funerarias y chamanismo precermico 130

    8.2.1 Los abrigos rocosos de Tequendama 1308.2.2 Checua 1328.2.3 Aguazuque 133

    8.3 Prcticas funerarias durante el Perodo Herrera 1348.3.1 Madrid 2-41 134

    8.4 Prcticas funerarias y chamanismo entre los chibchas 1358.4.1 Cosmovisin y rituales muiscas 1358.4.2 Los sk o mohanes: sacerdotes, brujos y mdicos 1368.4.3 Sobre la muerte y el ms all 1398.4.4 Los sacrificios de los muiscas 1398.4.5 Rituales funerarios 1448.4.6 Los laches de la Sierra Nevada del Cocuy 154

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    8.4.7 Los guanes 1548.4.8 Los chitareros 155

    8.5 Tendencias temporales y espaciales en las prcticas funerarias de los Andes Orientales 156

    Captulo 9Orgenes y evolucin de la diversidad poblacional de los Andes Orientales 1699.1 Sobre los factores de la diversidad poblacional humana 1699.2 Los orgenes de los primeros americanos (paleoamericanos) 1719.3 Un estudio craneomtrico 176

    9.3.1 Anlisis intragrupal 1789.3.2 Variacin intergrupal 1799.3.3 Las poblaciones prehispnicas de Colombia en el mbito mundial 183

    9.4 Los estudios dentales 1869.5 El ADN mitocondrial 1939.6 El cromosoma Y 1979.7 Sntesis de los orgenes poblacionales 198

    Captulo 10Las condiciones de vida de la poblacin prehispnica de los Andes Orientales 20510.1 Caractersticas fsicas de los chibchas segn los cronistas 20510.2 Bioarqueologa y condiciones de vida 21010.3 Salud y cosmovisin indgena 214

    10.3.1 El chamn como agente de salud 21510.4 Los indicadores de salud 21710.5 La salud de los cazadores recolectores 22010.6 Horticultura y salud 22210.7 La intensificacin de la agricultura y la salud 22910.8 Variacin social de la salud 23410.9 Variacin ocupacional de la salud 23510.10 Vivan los chibchas mejor o peor que sus antepasados

    recolectores cazadores? 237

    Captulo 11 243Esplendor, ocaso y renacimiento 243del Sol de los chibchas 24311.1 El esplendor de los usaches, hijos del Sol y de la Luna 24311.2 El ocaso de los hijos del Sol 24711.3 El renacimiento de los hijos del Sol 253

    Bibliografa 257

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    Tabla 1. Cambios socioculturales, climticos y biolgicos en los Andes Orientales de Colombia. 35

    Tabla 2. Datos de istopos estables (nitrgeno y carbono) y frecuencia de caries en grupos de la sabana de Bogot. 55

    Tabla 3. Prueba Kolmogorov-Smirnov entre grupos precermicos. 55Tabla 4. Estratigrafa del perfil norte del Corte 2 de Madrid 2-41. 64Tabla 5. Dataciones radiocarbnicas del sitio arqueolgico Madrid 2-41. 65Tabla 6. Distribucin de los tipos cermicos por regiones y perodo. 76Tabla 7. Pueblos e indios tributarios chibchas en el Nuevo Reino de Granada en

    1538 (Tovar, 1987: 75). 92Tabla 8. Clasificacin de las lenguas chibchas segn Constela (1993: 109). 116Tabla 9. Patrones funerarios segn los perodos culturales de los Andes orientales. 159Tabla 10. Dimensiones craneales y dentales de Tequendama y Aguazuque

    (Correal, 1990; Rodrguez, J. V., 2001). 178Tabla 11. reas de las clases dentales y valores totales (TS) en grupos

    colombianos (Rodrguez y Vargas, 2010). 188Tabla 12. Variacin de rasgos dentales de Colombia prehispnica y

    contempornea, y del mundo (Vargas, 2010). 192Tabla 13. Frecuencias de haplogrupos mitocondriales en poblaciones de

    Colombia (Casas, 2010; Melton et al., 2007; Silva, A., 2007: 53), Norteamrica (Torroni et al., 1993) y Centro-Suramrica (Moraga et al., 2005; Ribeiro dos Santos et al., 1996). 195

    Tabla 14. Frecuencia de indicadores de dieta, salud y demografa en la sabana de Bogot. 226

    Lista de Tablas

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    Figura 1. Mapa con la localizacin de los grupos chibchas y vecinos hacia el siglo XVI. 36

    Figura 2. Crneos dolicocfalos de Tequendama (arriba) y Checua (abajo). 49Figura 3. Crneos dolicocfalos de Floresta, Boyac, de 8000 aos de

    antigedad (Museo Arqueolgico de Sogamoso MAS). 49Figura 5. Crneos dolicocfalos de Aguazuque. 57Figura 4. Laguna de la Herrera. Al fondo vista desde una terraza coluvial con

    cementerio precermico en Malpaso (Vistahermosa), Mosquera. 57Figura 6. Estratigrafa del perfil norte del Corte 2, Madrid 2-41.

    En el horizonte CR2 se aprecia la arcilla blancuzca del fondo del antiguo lago y carbn de un fogn (Rodrguez, J.V., y Cifuentes, 2005). 77

    Figura 7. Huecos alineados, vestigio de posible vivienda tipo palafito (Madrid 2-41, Corte 18). 77

    Figura 8. Fragmentos cermicos del Perodo Herrera, Templo del Sol, Monquir, Sogamoso (arriba); Madrid 2-41, Cundinamarca (abajo). 78

    Figura 9. Copa esgrafiada, Madrid 2-41, Corte 0 (Rodrguez , J.V., y Cifuentes, 2005). 78

    Figura 10. Fragmentos cermicos excavados en el norte de Bogot (La Francia), correspondientes a los tipos Mosquera rojo inciso (izquierda) y Mosquera roca triturada (derecha). 79

    Figura 11. Vestigios lticos en el sitio de Goranchacha, UPTC, Tunja (Pradilla et al., 1992) y corte de la planta excavada por Hernndez de Alba (1937: 16). 79

    Figura 12. Columnas alineadas (arriba) y falos lticos (abajo) en El Infiernito, Villa de Leiva. 80

    Figura 13. Crneos dolicocfalo (izquierda) y mesocfalo (derecha) de Madrid . 81Figura 14. Crneos dolicocfalo (izquierda) y robusto (derecha) del Cocuy. 81Figura 15. Crneos deformados de Madrid (izquierda) y Duitama (derecha) del

    Perodo Herrera. 81Figura 16. Sistema de canales y camellones de damero junto a Los Lagartos, Bogot 98Figura 17. Huellas de antiguos canales en la hacienda Las Mercedes. 112

    Lista de Figuras

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    Figura 18. Templo del Sol en Monquir, Sogamoso. 112Figura 19. Excavaciones adelantadas en 1945 en predios del Templo del Sol

    (Elicer Silva C.) 113Figura 20. Hunza a la llegada de los espaoles segn el Equipo de Arqueologa

    de la UPTC (Pradilla et al., 1992). 113Figura 21. Crneos deformados de Tunja, Boyac (coleccin UPTC). 114Figura 22. Crneos T-28B (izquierda) y T-88 (derecha) de Portalegre, Soacha. 114Figura 23. Can del ro Chicamocha cerca del parque del mismo nombre. 126Figura 24. Vasijas halladas en un abrigo rocoso de La Purnia, Mesa de los

    Santos, Santander, junto a decenas de esqueletos. 126Figura 25. Crneos deformados de la Cueva de los Indios, Mesa de los Santos,

    Santander (Museo Horacio Rodrguez Plata, Socorro). 127Figura 26. Crneos deformados de Bolvar, Santander (izquierda), y Soat,

    Boyac (derecha). 127Figura 27. Crneos sin deformar de Cheva T-05 (Cocuy), Boyac (izquierda),

    y La Purnia 014, Mesa de los Santos, Santander (derecha). 127Figura 28. Distribucin de los grupos sociales de Portalegre

    segn dos funciones cannicas discriminantes. 160Figura 29. Entierros 12 y 13 de Tequendama (Correal y Van der Hammen,

    1977: 132). 160Figura 30. Entierros 10 y 11 de Checua, posiblemente correspondientes a una

    pareja (Groot, 1992: 67). 161Figura 31. Entierro colectivo de Aguazuque, Soacha, Cundinamarca (Correal,

    1990: 145). 161Figura 32. Entierro ritual boca abajo (arriba); huesos largos pintados (abajo),

    Aguazuque. Soacha, Cundinamarca (Correal, 1990: 146). 162Figura 33. Entierro 11 del corte 0, Madrid 2-41 (Rodrguez y Cifuentes, 2005). 162Figura 34. Entierro boca abajo de individuo masculino deformado, Madrid

    2-41 (Rodrguez y Cifuentes, 2005). 163Figura 35. Yacimiento ritual de Madrid 2-41, Cundinamarca

    (Rodrguez y Cifuentes, 2005). 164Figura 36. Ofrenda ritual de pie humano sobre metate, Madrid 2-41,

    Cundinamarca (Rodrguez y Cifuentes, 2005). 165Figura 37. Ofrenda de cuerno de bvido en estructura cnica, Madrid 2-41,

    Cundinamarca (Rodrguez y Cifuentes, 2005). 165Figura 38. Tumba 18 (arriba) de individuo incompleto; entierro infantil (abajo).

    Madrid 2-41, Cundinamarca (Rodrguez y Cifuentes, 2005). 166Figura 39. Tipos de entierros excavado en la UPTC, Tunja (Pradilla, 2001). 166

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    Figura 40. Huellas de postes de planta de vivienda (abajo) y entierro infantil (arriba), Tibanica, Soacha. Obsrvese que el esqueleto infantil no est desarticulado (sealado dentro del crculo) (Langebaek et al., 2009). 167

    Figura 41. Distribucin de las tumbas de Portalegre, Soacha (Botiva, 1988: 28-29). 168Figura 42. Entierro No. 110, Portalegre, Soacha (sealada dentro del crculo)

    (Botiva, 1988). 168Figura 43. Anlisis cannico discriminante craneomtrico entre

    grupos masculinos de Colombia. 201Figura 44. Distribucin de los grupos mundiales masculinos segn

    las funciones cannicas discriminantes craneomtricas. 201Figura 45. Distribucin de los grupos mundiales femeninos segn

    las funciones cannicas discriminantes craneomtricas. 202Figura 46. Funciones cannicas discriminantes de variables odontomtricas

    de grupos mundiales. 202Figura 47. Dendrograma de distancias segn variables craneomtricas,

    epigenticas, odontomtricas y morfolgicas dentales. 203Figura 48. Dendrograma de correlaciones intergrupales craneomtricas de

    Amrica, Asia y Australia. 204Figura 49. Defectos del esmalte en momia de la Mesa de los Santos, Santander

    (Casa de Bolvar, Bucaramanga). 239Figura 50. Espondilolistesis en transicin lumbosacra, Portalegre T-112. 239Figura 51. Torus auditivo en individuo 6300246 de Sogamoso. 240Figura 52. Crneos deformados procedentes de Ccota, Santander,

    afectados por traumas frontales. 240Figura 53. Caries sicca en frontal por treponematosis de Aguazuque (Correal,

    1990). 241Figura 54. Tibias en sable de Madrid, Cundinamarca (arriba),

    y Silos, Santander (abajo), afectadas por periostitis. 241Figura 55. Vrtebras afectadas por procesos infecciosos, con lesiones compatibles

    con tuberculosis, Portalegre, Soacha (Rodrguez, J.V., 2006). 242

  • | 12 | Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes. Orgenes de su diversidad.

  • E l Plan de Ordenamiento Zonal del Norte de Bogot es una reglamentacin integral que garantiza un desarrollo y proteccin del territorio con equi-dad, productividad y sostenibilidad. Esta es una de las diez Operaciones Estratgicas para la ciudad que defini el Plan de Ordenamiento Territorial POT, donde los criterios de sostenibilidad aseguran la continuidad y conexin de la es-tructura ecolgica regional entre cerros y ro Bogot, donde los criterios de equidad proveen el suelo necesario para vivienda de inters social- VIS y/o prioritaria VIP, donde los criterios de productividad buscan fortalecer las actividades comerciales y de servicios ubicadas a lo largo del eje de integracin regional Avenida Autopista Norte, mejorando la movilidad y concibiendo el Borde Norte en su conjunto como un punto clave para el fortalecimiento de la ciudad regin.

    Por ser este uno de los pocos lugares que se conservan en estado natural es de gran importancia desarrollar un estudio arqueolgico de las franjas por donde se estructura el proyecto, con la finalidad, por una parte, de garantizar la no afectacin de zonas con un posible valor arqueolgico e histrico, y, por otro lado, teniendo claro de que esta zona de la ciudad conserva rastros con alto valor cultural. Por esta razn se busca que la investigacin desarrollada por el convenio entre la Uni-versidad Nacional de Colombia y el Instituto de Desarrollo Urbano contribuya a la comprensin sobre los orgenes del poblamiento y posterior urbanizacin de la sabana, aportando pruebas para la construccin de la historia de la ciudad, relato que se inicia desde los primeros habitantes que vivan en abrigos rocosos por el piedemonte de los cerros Orientales; los primeros grupos hortcolas que aprove-charon las races y tubrculos de la sabana de Bogot para su alimentacin, adems de la carne de venado, cur y otros animales, y construan campamentos a orillas de los ros para guarecerse de las inclemencias del clima; hasta los agricultores que convirtieron el pantano del ro Funza (Bogot) en parte de una red hidrulica para el manejo de las aguas. La fundacin de Santaf en 1539 al pie de los cerros de

    Presentacin

  • | 14 | Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes. Orgenes de su diversidad.

    Monserrate y Guadalupe siguiendo la tradicin espaola de trazar cuadrculas a partir de una plaza central, y los posteriores desarrollos urbansticos que dependan de los vaivenes polticos, configuraron el actual aspecto de la ciudad.

    Con la publicacin del presente texto que trata de los orgenes de las sociedades chibchas que se asentaron en los Andes Orientales, sus adaptaciones medioambien-tales, prcticas funerarias y condiciones de vida, el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) busca contribuir con el conocimiento sobre los pueblos que antecedieron la llegada de los espaoles con el propsito de que la comunidad acadmica se enriquezca con ese saber ancestral y tome lecciones para el futuro.

    Dr. Hctor Jaime Pinilla, Director del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU)

  • E sta investigacin sobre los orgenes y condiciones de vida de las poblaciones chibchas de los Andes Orientales de Colombia ha sido posible gracias al apoyo financiero y cientfico de Colciencias, de la Divisin de Investigacin Sede Bogot (DIB) de la Universidad Nacional de Colombia, y del Departamento de Antropologa de la misma entidad que me ofreci el tiempo y el apoyo logstico necesarios para iniciar y continuar esta investigacin en el transcurso de casi dos dcadas de vida docente. El Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) del Distrito Capital consider pertinente contribuir con el conocimiento acerca de los antiguos pobladores de la sabana de Bogot, como parte del proceso de socializacin de los resultados del proyecto de Arqueologa Preventiva sobre el trazado del POZ Norte de Bogot, por lo cual apoy la publicacin del presente texto.

    Los resultados de las investigaciones se han podido materializar en este texto gra-cias a la colaboracin de varias personas que facilitaron la revisin de las colecciones seas de distintos museos del pas y su contexto arqueolgico. El Dr. Elicer Silva Celis [q.e.p.d.], a quien dedicamos esta obra, entonces director del Museo Arqueolgico de Sogamoso, nos ofreci largas y amenas conversaciones sobre su lucha por recuperar la memoria del pueblo chibcha, la reconstruccin del templo del Sol, las excavaciones arqueolgicas adelantadas en la penumbra de la noche para escapar de las furtivas miradas de los guaqueros y, en general, sobre su vida de investigador. La actual di-rectora del Museo, la antroploga Margarita Silva Montaa, quien ha puesto todo su empeo por actualizar la obra museolgica, nos brind una clida hospitalidad y una amable colaboracin para el estudio de las colecciones. El profesor Gonzalo Correal Urrego, pionero de las investigaciones bioarqueolgicas precermicas de Colombia, nos ofreci su asesora cientfica en el estudio de los restos de cazadores recolectores que reposan en el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia; el actual coordinador del Instituto, el profesor Germn Pea, nos facilit la revisin de la coleccin de Aguazuque. En la Universidad Pedaggica y Tecnolgica

    Agradecimientos

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    de Colombia (UPTC) con sede en Tunja, la profesora Helena Pradilla apoy la labor de anlisis de la coleccin de referencia y su contexto arqueolgico. En la Universi-dad Industrial de Santander (UIS) de Bucaramanga, el profesor Leonardo Moreno nos abri el incgnito y fascinante mundo de los chitareros, sus prcticas funerarias y sus restos seos. En la Casa de Bolvar de la Academia de Historia de Santander, doa Martha Hlida Ardila Daz nos abri las puertas y acogi con mucho cario durante nuestra estada por los pasillos, que algn da hace casi 200 aos recorriera el Libertador. En Socorro el Dr. Eduardo Rojas de la Casa de la Cultura Horacio Rodrguez Plata facilit el estudio de la coleccin de crneos de la Mesa de Los Santos, Santander. En el Instituto Colombiano de Antropologa e Historia (ICANH) los entonces investigadores Ana Mara Groot y Alvaro Botiva, as como su actual director Dr. Diego Herrera, y Emilio Piazzini, subdirector tcnico, nos brindaron su colaboracin en la revisin de las nuevas colecciones osteolgicas prehispnicas. Al INCIVA y a sus antiguos colaboradores Guillermo Barney M., Carlos A. Rodrguez y Hctor Salgado, adems de la nueva generacin representada por Sonia Blanco y Alexander Clavijo, con quienes compart mis primeras incursiones bioarqueolgicas hace ms de veinte aos, les debo mi conocimiento sobre los antiguos pobladores del Valle del Cauca, que resultaron emparentados con los chibchas.

    La fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales (FIAN) del Banco de la Repblica financi los estudios del yacimiento arqueolgico de Madrid 2 - 41 y la publicacin de una versin inicial de este texto (Rodrguez, 1999).

    Los profesores Hctor Polanco, Benjamn Herazo, Clemencia Vargas y Ricardo Parra de la Facultad de Odontologa de la Universidad Nacional de Colombia, me introdujeron en el apasionante mundo de los dientes, sus enfermedades, morfologa y tamao, lo que me permiti rastrear las huellas de los chibchas en el tiempo y el espacio.

    Los estudiantes de varias generaciones de cursos de bioarqueologa con sus inquietudes me motivaron para ampliar las pesquisas bioarqueolgicas, excavando contextos funerarios donde se poda indagar directamente sobre las relaciones entre el mundo ritual y el material. Mis amigos chamanes Jos Juan Matap y Jos Dolores Malo, sabios conocedores de otras dimensiones del conocimiento, me indujeron a prospectar el papel del chamanismo y la cosmovisin para entender el intrincado y misterioso mundo prehispnico.

    Finalmente el investigador Jorge A. Gamboa evalu una versin inicial de este texto, aportando valiosas sugerencias sobre la temtica muisca histrica.

    A todos, nuestros sinceros agradecimientos por su apoyo, crticas, sugerencias y sabios senderos.

  • Introduccin

    E l proceso de crecimiento de Bogot ha exigido la incorporacin de nuevas tierras para la construccin de grandes proyectos urbansticos. Esto tiene lugar especialmente sobre terrenos que antiguamente fueron ocupados por grupos humanos prehispnicos, desde los primeros cazadores recolectores que ha-bitaron en el actual territorio capitalino hace ms de 10.000 aos, pasando por las poblaciones del perodo Herrera que iniciaron el desarrollo agrcola de la regin (I milenio a. C. a 800 d. C.), hasta la sociedad muisca que acometi la intensificacin de la agricultura (800-1600 d. C.) en los tiempos anteriores a la llegada de los conquistadores espaoles en el siglo XVI. A raz de la ejecucin del Plan de Orde-namiento Zonal (POZ) del Norte de Bogot, el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) consider pertinente atender las exigencias de la normatividad existente en la Ley General de Cultura respecto a la elaboracin y aprobacin de un Plan de Manejo Arqueolgico que recupere informacin representativa acerca de los antiguos pobladores sobre el rea de inclusin. Para ello vincul a la Universidad Nacional de Colombia mediante el Contrato Interadministrativo 018-2010. Como producto de la prospeccin y excavaciones arqueolgicas adelantadas por el equipo de arqueologa preventiva de la Universidad, se encontraron yacimientos que dan cuenta de la presencia de los antiguos pobladores, como tambin del proceso de ocupacin hispnica del piedemonte sobre la carrera 7 de la ciudad, en forma de haciendas y quintas. Las basuras excavadas en este sector nos han permitido abordar algunos aspectos de la cultura material y vida cotidiana de estos habitan-tes que permiten complementar la informacin recabada de las fuentes escritas y otras evidencias materiales, especialmente restos seos humanos pertenecientes a los antiguos ocupantes. Con el fin de divulgar y socializar estos datos recientes, el IDU ha considerado importante aportarle a la sociedad colombiana un texto que d cuenta de la problemtica acerca de los orgenes de las poblaciones chib-chas, sus condiciones de vida, la cosmovisin y prcticas funerarias, el manejo del

  • | 18 | Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes. Orgenes de su diversidad.

    medio ambiente frente a las constantes inundaciones del ro Bogot y el impacto de la Conquista que condujo a su reduccin demogrfica y al surgimiento de los mestizos, base del desarrollo cultural, poltico y econmico de la regin andina.

    Por otro lado, a raz de las recientes inundaciones que han afectado a los mu-nicipios de Bogot, Cajic, Cha, Cota y Mosquera, evento que se ha repetido du-rante varios momentos del desarrollo histrico de la sabana de Bogot y que qued plasmasdo en el mito de Bochica, es importante conocer las respuestas adaptativas que en su momento desarrollaron las poblaciones chibchas y que les permitieron sobrevivir de manera exitosa. En los aos 2010-2011 hemos visto en Colombia los efectos de una gran catstrofe ecolgica producida por las vastas inundaciones que han anegado miles de hectreas, causando prdidas de vidas humanas y de bienes materiales, y afectando los intereses de los propietarios de las tierras ms costosas que se hallan a lado y lado de los ros. Estas inundaciones no son nuevas. Hace 7500 aos, durante el hipsotermal cuando las temperaturas se elevaron en cerca de 2-3 C el deshielo de los casquetes glaciares que cubran los cerros Orientales del Distrito Capital produjo el diluvio universal de la sabana de Bogot, con-formando un enorme lago cuyo relicto se conoce actualmente como la laguna de La Herrera, que se extiende por Mosquera y Madrid. Este evento, sincrnico al acontecido en tiempos bblicos, qued plasmado en la tradicin oral y mitos de los protochibchas. Hace cerca de 3000 aos, debido a la presin de las aguas por la parte ms baja de la sabana (Fontibn, Soacha, Bosa), se rompieron con fuerza las peas de Tequendama, con lo que se desagu parte de la enorme laguna. Este evento permiti cultivar el maz, que se convertira en el pan de los muiscas, y fue asociado por los habitantes de esa poca con el personaje mtico de Bochica.

    Para regular las aguas, los primeros cultivadores construyeron canales y came-llones a lo largo de la llanura de inundacin del ro Bogot, sistema hidrulico que los muiscas continuaron utilizando y ampliaron considerablemente hasta la llegada de los conquistadores. Estos ltimos se asentaron en la parte ms elevada de la sabana de Bogot, en el piedemonte de los cerros Orientales, para evitar los cenegales donde se escondan los indgenas en las islas que sobresalan de la superficie pantanosa; talaron, adems, los bosques para criar ganado vacuno y sembrar cereales del Viejo Mundo. Quinientos aos despus, la poblacin bogo-tana creci desmesuradamente, expandindose por las partes bajas, que hoy da reclama el ro. La solucin est en la preservacin de los humedales que sirven de contencin a las frecuentes inundaciones, y, por qu no, en reconstruir el antiguo

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    sistema hidrulico de los muiscas, ya sea perpendicularmente al ro o en forma de damero (ajedrez).

    Este ejemplo nos demuestra que el estudio del pasado tiene aplicacin en la solucin de problemas del presente, especialmente en lo referente a las lecciones de las normas adaptativas de los chibchas: nutricin balanceada basada en productos de alto contenido protenico como la quinoa, amarantceas, frjol, man y cur; el empleo de abonos naturales, el policultivo (maz, frjol y ahuyama) y la rotacin de los suelos; la regulacin del crecimiento demogrfico que controla el consumo; todo ello enmarcado en un pensamiento que propende por mantener la armona con la naturaleza y no por explotarla en sentido literal de la palabra, como pretende el mundo occidental. Esta es la principal razn por la que estudiamos el pasado indgena.

    Los muiscas del altiplano Cundiboyacense, los laches de la Sierra Nevada del Cocuy, los chitareros de la provincia de Pamplona y los guanes de Santander, por sus orgenes comunes compartieron una familia lingstica chibcha, una cosmo-visin andina, un culto solar muy similar y una red de intercambio comercial que permiti mantener lazos culturales y genticos durante centenares de aos antes de la llegada de los conquistadores. Gracias a la conjuncin de varios eventos am-bientales e histricos, las sociedades chibchas de los Andes Orientales de Colombia lograron posicionarse durante el perodo prehispnico de Colombia como las ms numerosas, las de mayor extensin territorial y las ms desarrolladas en sentido socioeconmico. Sus huellas se aprecian en los actuales departamentos de Santander (Norte y Sur), Boyac y Cundinamarca, importante centro econmico del pas, donde se asentaron las primeras haciendas, las primeras industrias, donde se desa-rroll la Campaa de Boyac de 1819 que condujo a consolidar la Independencia, y, actualmente, la regin ms rica del pas que produce casi el 40% del PIB total de Colombia. En este territorio florecieron antes del siglo XVI culturas indgenas que aportaron plantas tiles (tubrculos de altura, frutas, plantas medicinales), tcnicas de cultivo, frtiles tierras y mano de obra agrcola calificada y disciplinada que posteriormente aprovecharon los encomenderos y hacendados de la Colonia. Fue tal la importancia de la lengua chibcha en el pas, que el conquistador, al verse abocado, al igual que en Mesoamrica y los Andes Centrales, a un problema de comunicacin con fines de reduccin, evangelizacin y aprovechamiento de los recursos nativos, pens en ella como una lengua general para todo el Nuevo Reino de Granada, tal como ocurri con el quechua, el azteca y el tup. Sin embargo, el proceso de hibridacin biolgica y la espaolizacin de la sociedad condujeron a que los chibchas no se extinguieran, sino que se mezclaran y dieran origen a los

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    mestizos andinos (cundinamarqueses, boyacenses, santandereanos), con un alto componente gentico materno indgena (con casi el 80% de haplogrupos miton-driales indgenas A, B, C y D), herederos de la arepa de choclo, las mazamorras, los mutes y los cocidos. Igualmente, de una fuerte disciplina laboral, apreciada tanto en la industria como en el campo.

    La produccin material de los chibchas es muy vasta y se exhibe en los museos de Bogot (Museo Nacional), Tunja, Sogamoso (Museo arqueolgico de la UPTC) y Bucaramanga (Casa de Bolvar), as como en museos locales (Guane, Pamplona, Socorro) que ofrecen exposiciones permanentes e itinerantes, nacionales e interna-cionales, con gran diversidad de muestras de orfebrera, cermica, textiles, lticos, momias y restos seos. Se puede decir que la imagen del desarrollo prehispnico de Colombia se identifica en gran medida con lo chibcha.

    Los estudios antropolgicos e histricos de esta regin se han dedicado bsicamen-te a escudriar los aspectos culturales, la mitologa, la organizacin social y poltica, y el proceso de conquista y colonizacin, basados en las fuentes documentales de los cronistas, y, en menor medida, en datos arqueolgicos y estudios lingsticos. Poca atencin se ha dedicado al problema de los orgenes de la poblacin, del manejo ecolgico milenario y de su cosmovisin, cuyo estudio nos puede arrojar luces acerca de las causas de su desarrollo econmico y social, en fin, de su historia antigua o prehistoria. Algunos autores consideran que los habitantes vinieron en diferentes oleadas migratorias y que a cada cambio cultural corresponde un nuevo evento po-blacional. Sin embargo, las investigaciones bioarqueolgicas (historia natural) que aportan evidencias materiales (restos seos, momificados y dentales) para el estudio de la variacin biolgica de los pobladores, sealan una nueva y ms objetiva visin: la microevolucin de los ancestros chibchas en el transcurso de ms de una decena de milenios, confirmada por la historia no escrita pero transmitida de generacin en generacin mediante los mitos de origen1. De esta manera, la comparacin de la historia mtica con la historia natural nos ofrece un nuevo cuadro de los chib-chas, trazado en diferentes momentos histricos o escenas de su desarrollo, desde la etapa de los recolectores cazadores (Precermico, milenios X-II a. C.), los primeros

    1 El mito y, en general, el pensamiento primitivo son considerados por Claude Lvi-Strauss como un comportamiento lgico al igual que el de la sociedad occidental, sin que diste mucho del pensamiento cientfico, pues opera mediante un sistema clasificatorio construido con base en la percepcin sensorial. Por esta razn, los mitos deben considerarse como una forma superior del conocimiento, por lo menos la ms fundamental. En este sentido, los mitos contienen imgenes de la realidad obtenidas de la experiencia cotidiana y, por ende, la originalidad del pensamiento mitolgico estriba en que desempea un papel conceptual. Ver Lvi-Strauss, 1989: 35; 1982: 124; 1988: 124.

  • Introduccin | 21 |

    agroalfareros (I milenio a. C. a siglo VIII d. C.) y los chibchas (siglos IX-XVI d. C.), hasta la insercin biolgica y cultural de los chibchas en los mestizos coloniales y republicanos.

    El objetivo de este texto es abordar este vaco investigativo sobre los orgenes de la poblacin prehispnica de los Andes Orientales de Colombia, en el tiempo y en el espacio, mediante el mtodo comparativo y a la luz de una visin integral (hols-tica, multidimensional, multicausal), combinando las fuentes bioarqueolgicas con las medioambientales y documentales (etnohistricas, etnogrficas), analizando la relacin entre la historia natural (evolutiva) y mtica (tradicin oral) de los chibchas. Se incluye un captulo adicional sobre prcticas funerarias con el fin de abordar la problemtica de la evolucin de los rituales mortuorios, la diferenciacin social y el desarrollo del chamanismo, desde los cazadores recolectores hasta las sociedades tardas, con el fin de ubicar las principales tendencias de su cambio sociocultural. Como ejemplo de caso para interpretar desde la perspectiva de la arqueologa fu-neraria, se revis el sitio de Portalegre (Soacha, Cundinamarca) mediante anlisis estadstico multivariado.

    El presente texto complementa los ya publicados Los chibchas: Pobladores antiguos de los Andes Orientales. Adaptaciones bioculturales (1999) y Los chibchas: Adaptacin y diversidad en los Andes Orientales de Colombia (2001), en los que se propuso brin-dar al lector una visin integral de la problemtica antropolgica chibcha con base en investigaciones sobre etnohistoria, arqueologa y bioantropologa de las reas culturales Chitarero, Lache, Guane y Muisca, con el apoyo de Colciencias. Aqu el Dr. Elicer Silva Celis jug un papel muy importante al permitir el acceso a las colecciones seas del Museo Arqueolgico de Sogamoso (MAS), y por su experiencia sobre el mundo chibcha, pero, infortunadamente, por motivos de salud no alcanz a presentar su escrito. El presente texto incluye actualizaciones sobre el mbito del poblamiento temprano de Colombia y Amrica en general, adems de algunas aportaciones bioarqueolgicas y genticas.

    El pionero de las investigaciones bioarqueolgicas del territorio chibcha es el profesor Elicer Silva Celis (1914-2007), quien conjug sus vastos conocimientos etnohistricos con sus propios estudios arqueolgicos y bioantropolgicos (cra-neometra, paleopatologa) de las reas tnicas Chitarero (Silos), Lache (Chiscas, Chita) y Muisca (Villa de Leiva, Sogamoso, Tunja, Soacha), interpretados a la luz comparativa de la antropologa americana que se conoca en su poca. Don Elicer Silva Celis dedic, desde 1942 hasta su deceso, todas sus energas y tiempo a la reconstruccin del Templo del Sol y el respectivo Museo Arqueolgico de Soga-

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    moso; igualmente, a la recuperacin de la informacin arqueoastronmica en El Infiernito, Villa de Leiva. Su principal objetivo era divulgar la cultura muisca de cara a la formacin de una identidad cultural que respetara y valorara el ancestro indgena, y a la consolidacin de la espiritualidad de los colombianos. Su obra fruc-tific, hasta el punto de que a su muerte fue velado en este sagrado lugar, y en su sepelio fue despedido por nios del Colegio Sugamuxi que conocan y escuchaban con atencin los relatos sobre Bochica, Bachu y otros personajes, acompaado con sonidos de caracoles y fotutos, al estilo de los personajes indgenas, como un verdadero Sugamuxi. Sus cenizas yacen en el Templo del Sol y su obra perdurar en la memoria de las nuevas generaciones. A este ilustre investigador del territorio chibcha hemos querido dedicarle el presente texto como homenaje a sus aporta-ciones, dedicacin, tezn y ejemplo para las futuras generaciones de investigadores.

  • Captulo 1El territorio ancestral de los

    Andes Orientales1.1 El espacio simblico

    E l espacio y el tiempo tienen, adems de dimensiones fsicas, connotaciones simblicas construidas por la sociedades humanas como una forma de asegurar unos recursos suficientes para mantener su vitalidad. Esta sim-bologa se ha venido desarrollando desde que la humanidad tuvo uso de razn, y las evidencias arqueolgicas se remontan por lo menos al Paleoltico Superior, hace 40.000 aos, cuando se fortalecen las manifestaciones rituales del Homo sapiens sapiens reflejadas en los enterramientos de cuerpos dispuestos en posicin de descanso para el ms all, cubiertos de ocre que simboliza la sangre que les dio vida, junto a adornos personales y restos de animales (Binford, 1972). Esos sitios funerarios se convirtieron en espacios sagrados de identidad y arraigo territorial, significativamente fuertes, junto a espacios no consagrados, sin estructura ni consistencia. Dada la amplia diversidad de lugares para cazar, pescar, recolectar, habitar, reunirse y enterrar a sus muertos, todo deba estar en orden y orientado segn puntos de referencia fijos y visibles cuando el sol iluminaba, ya fuesen cerros tutelares, lagunas, desembocaduras de ros, o rocas erguidas en la inmensidad de las montaas, para lo cual se requera de un punto fijo, un centro, equivalente a la creacin del mundo (Eliade, 1992: 25-26).

    Lo que se apreciaba con facilidad, el mundo de arriba se convirti en el espacio de la luz, el sol, astros y dioses; el espacio habitado por los humanos, animales y plantas se estableci como el centro; el inframundo o mundo desconocido se relacion con la oscuridad, las cuevas y lo subterrneo. Ejemplo de esta percepcin del espacio se encuentra en la Amazonia, y en las sierras nevadas de Santa Marta y del Cocuy, donde los indgenas conciben el mundo de manera tripartita: arriba se encuentra la bveda celeste con los astros dadores de vida y los espritus con distintos tipos de poderes que pueden ser empleados por los chamanes para prote-

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    ger en sus prcticas curativas, o para atacar a los agresores; en la tierra habitan los humanos, las plantas y los animales terrestres, los bosques y los ros; en el mundo de abajo se hallan otros espritus y animales subterrneos como las hormigas y gusanos, adems de ser el mundo de los muertos (Cabrera et al., 1999; Cayn, 2002; Falchetti, 2003; Reichel-Dolmatoff, 2005; Uribe, 1998). Esta estructura se replica en las viviendas, tejidos y objetos de uso cotidiano; el cielo reposa sobre pilares, de la misma forma que el techo de una casa se apoya en horcones, y las vigas longitudinales se orientan como la Va Lctea (Nio, 2007).

    De esta manera las poblaciones de selva hmeda y serranas han domesticado la naturaleza mediante un sistema simblico, con el fin de favorecer la reproduccin de plantas y animales, como tambin de los mismos humanos, en lo que se conoce como la humanizacin del espacio y el establecimiento de relaciones sociales con el entorno (Cabrera et al., 1999; Correa, 2004; Descola, 2002). Esto significa que los asentamientos se distribuyen segn los ciclos reproductivos de los vegetales y animales, y que se establecen procesos sociales para su apropiacin.

    As como los indgenas de la selva tropical conciben y organizan el mundo se-gn los ros, bosques y cerros que los circundan, los grupos montanos aprendieron durante milenios a reconocer su diversidad, sus atributos y fuentes de recursos, los peligros que podan afectar tanto a los individuos como a la sociedad, y las fuentes de energa para la comunicacin con sus dioses. Los cerros tutelares, como puntos geogrficos visibles, se convirtieron en mojones delimitadores de los espacios inte-rtnicos, y como lugares de sacrificios para ofrendar al astro solar, dador de luz y de vida, tal como se practica en las sierras nevadas de Santa Marta y del Cocuy, visitadas an hoy da por grupos sabaneros para ofrendar despus de varias jornadas a pie.

    Los abrigos rocosos fueron utilizados para la socializacin de los grupos nma-das de cazadores recolectores, para acampar durante las arduas jornadas de cacera, para elaborar instrumentos lticos y para enterrar a los muertos, cubrindolos con el color rojo del ocre que recuerda la sangre de la vida y de la muerte; sus paredes rocosas fueron empleadas para plasmar mensajes pictogrficos (arte rupestre) du-rante las ceremonias chamnicas. Las lagunas se constituyeron en puntos de rituales grupales de iniciacin y ablucin, donde se consagraban los caciques y sacerdotes. All donde no existan accidentes naturales para demarcar los espacios sagrados, se construyeron observatorios astronmicos para reproducir el espacio sideral que se observaba (Villa de Leiva), o templos dedicados al astro solar (Sogamoso, Chita) para las procesiones religiosas de grupos vecinos, o simplemente se erigieron piedras

  • El territorio ancestral de los Andes Orientales | 25 |

    paradas o menhires (Cocuy), o se excavaron pozos redondos y cuadrados para ob-servar las sombras durante el atardacer y el reflejo del agua al anochecer (Madrid).

    Los cazadores recolectores de las cordilleras Oriental (Ardila, 1984; Correal, 1990; Nieuwenhuis, 2002), Occidental (Gnecco, 2000; Salgado, 1989) y Central (Aceituno, 2003; Lpez, 2004; Santos y Otero, 2003) desde finales del Pleistoceno manejaron una territorialidad relacionada con la bsqueda focalizada de recursos, los cuales conseguan durante perodos y espacios delimitados, interviniendo so-bre las plantas y animales, no como sujetos sumisos de la naturaleza, sino como actores dinmicos que aprovechaban las oportunidades de la selva tropical, bus-cando alianzas intergrupales, intercambiando bienes exticos (chert, animales, posiblemente plumas) y manipulando las plantas hasta lograr su domesticacin.

    Con el tiempo, las comunidades sacralizaron sus espacios y los conectaron me-diante una intrincada red social administrada por chamanes. Por ello los indgenas del noroeste amaznico manejan la selva de manera ritual y mancomunada, dentro de un espacio multitnico regulado por relaciones sociales, con muchos sitios sagra-dos interconectados entre s que dibujan un mapa de geografa chamanstica, pues consideran que el dao a cualquier segmento de la selva amaznica afecta a todo el territorio (Cayn, 2002: 120). Estos espacios son controlados por chamanes, cuyas funciones y poderes varan segn el conocimiento que posean, pero en esencia el pensamiento chamnico es un marcador de territorio, dado que las clases de po-deres de cada grupo tnico se integran en una inmensa red de manejo de la selva tropical y de sus recursos. Sin embargo, la eficiencia de los chamanes se encuentra en el trabajo mancomunado, pues tienen la responsabilidad de manejar su propio espacio sin transgredir los lmites territoriales de las etnias vecinas ya que la unidad macro-territorial es el mismo yurupar primordial. Territorio es conocimiento y los seres que dependen de l estn bajo la fuerza del pensamiento (Cayn, 2002: 124). El universo es el macroterritorio de la etnia, delimitado por accidentes geogrficos (ros), y el territorio no es ms que el espacio propio de cada grupo tnico.

    Para el caso de los uwa de la Sierra Nevada del Cocuy, las actividades sociales, polticas y econmicas se organizan en torno a un calendario csmico a lo largo del ao, segn el cual se celebran ceremonias con el fin de mantener el orden del universo mediante la observacin de normas de conducta que siguen la tradicin ancestral, y que integran la vida cotidiana. Los chamanes o karekas, que pueden ser hombres o mujeres, aprenden sus oficios desde la infancia, conociendo los mitos y las tcnicas de curacin de las diferentes enfermedades mediante ciertas plantas medicinales; posteriormente, el aprendiz consume otoba (awa), que es una

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    sustancia iluminadora extrada del rbol otobo o awa-sira (Dialyanthera otoba) con el fin de favorecer su comunicacin con el mundo primordial (Falchetti, 2003: 41-45). Tambin utilizan el yopo (akwa) y el tabaco mascado para fortalecer el alma, fuerza espiritual del chamn en su comunicacin con Sira, deidad mxima del mundo de arriba. En estado de xtasis, el chamn se puede transformar en animales, sea en jaguar, asociado con el mundo de abajo, o en ave, relacionada con el mundo de arriba, restableciendo la unidad entre humanos, animales y plantas.

    Para los indgenas de la Sierra Nevada de Santa Marta una constante en su cosmovisin indgena es la existencia de un mundo tripartito, dividido en un mundo terrestre, un mundo subterrneo y un mundo celeste (donde habitan los espritus). Los lderes espirituales (mama) pueden acceder a otras dimensiones mediante la meditacin, con el fin de explorarlas, comunicarse con sus seres y solicitar ayuda para los riesgos que deben enfrentar. Conciben el mundo como una bveda celeste, donde las montaas y los detalles arquitectnicos simbolizan la estructura del cosmos (Preuss, 1993; Reichel-Dolmatoff, 1985; Vinalesa, 1952). Todos los humanos, animales y plantas participan del mismo orden, sin que exista divisin entre la naturaleza y la cultura. Igualmente, cada animal y planta tiene un dueo o espritu guardin; de ah que los humanos deben solicitar su respectiva autorizacin para poder obtener la fuerza que poseen mediante la caza o recoleccin (Reichel-Dolmatoff, 2005: 43).

    Estas tradiciones son milenarias y se desarrollaron desde que los primeros po-bladores arribaron al territorio de Colombia, donde el conocimiento fue construido mediante conceptos sociales que le dieron vida, fuerza y orden, garantizando la supervivencia de la sociedad hasta la llegada de los conquistadores. Igualmente, podemos concluir que la ocupacin de estos espacios debe ser muy antigua, lo suficiente como para dar tiempo a conocer todos sus secretos, sus ciclos, fuentes de recursos, alimentos, materias primas y de sus riesgos, generando respuestas adaptativas dinmicas. Por el contrario, una poblacin recin llegada habra estado desadaptada mientras conoca las propiedades de los recursos locales.

    1.2 El espacio biofsico

    El ecosistema es definido como el conjunto de organismos de un rea, que inte-ractan con el ambiente fsico (abitico), donde el flujo de energa configura una estructura trfica de quin come a quin, con una diversidad bitica y ciclos

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    materiales. Habitualmente se piensa que en determinados ecosistemas el objetivo de las sociedades es incrementar la produccin de energa til para s mismas, antes que la energa utilizada para el mantenimiento del sistema. Sin embargo, en los ecosistemas existen factores estacionales y cclicos (inundaciones, sequas, sismos, erupciones volcnicas, cambios climticos bruscos) que desajustan la relacin entre las sociedades humanas y el ambiente, produciendo momentos de presin ambiental (desbalance, desequilibrio, estrs) en los cuales las sociedades deben aportar el mximo potencial de sus esfuerzos para reponer el equilibrio. Habitualmente, esa relacin entre sociedad y ambiente es siempre imperfecta, pues el proceso adaptativo nunca podr mantener un acoplamiento ideal con el medio biofsico. Por esta razn, en los estudios ecolgicos se pretende analizar la natura-leza y la frecuencia de los factores que desequilibran el sistema, y los mecanismos empleados por las sociedades para responder a tales desequilibrios (Morn, 1993).

    Desde la perspectiva de la ecologa humana, el estudio de la relacin entre las sociedades y el ambiente debe tener en cuenta, a su vez, la relacin entre indivi-duo y sociedad, entre individuos y medio ambiente, entre procesos a nivel local, regional, nacional e internacional. En su desarrollo deben ser incluidos no slo procesos materiales, sino tambin valores simblicos, sistemas morales, formas de racionalidad provenientes de la lingstica y la historia cultural (Morn, 1993: 64).

    En este sentido, es importante hacer un recorrido por la historia geolgica de formacin de los Andes Orientales de Colombia (Figura 1). La formacin de los altiplanos de la cordillera Oriental est relacionada con la creacin de la cordi-llera misma, cuyo levantamiento se produjo a raz del plegamiento producido por el choque entre las placas continental y pacfica a finales del Plioceno (entre 5 y 2 millones de aos atrs), cuando empieza la conformacin de los depsitos de la formacin Tilat (Guhl, 1975). El ecosistema de los Andes Orientales est constituido en sus partes altas por montaas, sierras (Nevada del Cocuy), farallones (Yaregues, Medina) y pramos (Sumapaz, Siberia, Berln); en las partes bajas se ha-llan sabanas (Bogot) y valles de los antiguos lagos, donde se asientan las principales poblaciones (Tunja, Duitama, Sogamoso, Tenza, Leiva, Floresta y muchas ms), lagos (Guatavita, Fquene, Tota) y valles fluviales (Bogot, Chicamocha-Sogamoso, Surez) que recorren el territorio de sur a norte y viceversa. La cordillera se encuentra bordeada de selvas hmedas y sabanas; al nororiente se extienden las sabanas de los Llanos Orientales y del Orinoco; al sureste, la selva hmeda amaznica; al occidente se dilata el valle del Magdalena; la parte media-norte de este ltimo mantiene selva

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    hmeda (Carare), mientras que la sur est cubierta de vegetacin xeroftica o bosque seco tropical (Van der Hammen, 1992).

    La distribucin altitudinal de sus diferentes pisos trmicos ha generado una variacin en clima y vegetacin. As, hasta los 1000 msnm se extienden las tierras bajas tropi cales; entre los 1000 y los 2300-2500 m de altura se localiza la zona altitudinal del bosque subandino; entre los 2300-2500 m y los 3200-3500 m se encuentra la zona de bosque andino de encenillos, robles y otros gneros de rboles; la zona de pramo se extiende hasta los 4000-4200 m; el cinturn de superpramo se distribuye desde los 4000-4200 m hacia arriba.

    Los suelos de la parte plana son potencialmente aptos para la agricultura y la ganadera intensivas, de uso estacional, con inundaciones irregulares o peridicas que requieren para su explotacin permanente de mecanismos de adecuacin (control de inundaciones, drenajes, desalinizacin, riegos) (Guhl, 1975: 23), que han sido reportados tambin para tiempos prehispnicos (Bernal, 1990; Boada, 2006). El piso trmico del altiplano Cundiboya cense o sabana de Bogot, espe-cialmente entre los 1000 y los 2500 msnm, fue el ms densamente ocupado, y ofreci en pocas prehispnicas un abundante espacio para el cultivo de plantas, y los bosques circundantes posibi litaron la recoleccin de frutas silvestres, plantas medicinales y tintreas, leas y maderas, y la cacera de animales de monte. Las lagunas y ros constituyeron importantes fuentes de pescado que contribuyeron a mejorar la disponibilidad de protena animal en la racin alimentaria antigua.

    Sin embargo, a pesar de esta potencialidad, fue muy importante el vaco producido por la ausencia de grandes mamferos domesticables, como el caballo, el asno, el ganado vacuno y porcino, aptos para una disponibilidad permanente de productos crnicos y labores agrcolas y de transporte. Igualmente, hay que resaltar que la ausencia de herramientas metlicas y de la rueda condujo a grandes deficiencias tecnolgicas que se manifestaron en el empeoramiento de las condi-ciones de vida de las poblaciones agrcolas, pues tenan que roturar los campos con artefactos lticos, pesados y con poco filo, y transportar todos los productos por intrincados caminos a sus espaldas debido a la ausencia de animales de carga.

    1.3 El espacio andino durante el Pleistoceno

    Hace aproximadamente tres millones de aos, a finales del Plioceno, concluy el principal levantamiento de la regin, y la altiplanicie de Bogot qued cubier ta

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    por un extenso lago que se ubicaba hacia los 2500 m de altura. Al mismo tiempo el levantamiento del estrecho de Panam produjo un intercambio de flora y fauna entre Norte y Suramrica. Durante el Pleniglacial Inferior y Medio (55.000-28.000 aos), la laguna se extenda por la parte central del altiplano, con variaciones al-titudinales segn la intensidad de las precipitaciones, ascendiendo hasta las rocas circundantes de la montaa en algunas ocasiones, y en otras descendiendo hasta replegarse por la zona ms ancha en la regin de Funza, conformando amplias reas pantanosas. Hacia finales de este perodo, el gran lago de la alti planicie de Bogot se sec, como consecuencia del descenso gradual del nivel de sus aguas, la erosin, el relleno y el desage producido por el ro Bogot al precipitarse por el salto de Tequendama, aunado esto a la disminucin de las lluvias anuales. La formacin de centenares de metros de depsitos lacustres, que oscilan entre los 200 y los 400 m de espesor, gener una de las tierras ms frtiles del territorio colombiano (Van der Hammen, 1992: 69).

    Durante el Pleniglacial Superior (26.000 hasta cerca de 14.000 aos a. P.), el clima se torna considera ble mente fro, desciende el nivel de las aguas de las lagu-nas y llega a dominar la vegetacin de pramo. El lmite altitudinal del bosque se extiende muy bajo, hasta los 2000 m, y el de los glaciares, hasta los 3800 msnm, conformando una vegetacin de pramo seco, con precipitaciones de lluvias menores que las actuales. Las temperaturas eran unos 6-8C ms bajas que las actuales, lo cual dificult la ocupacin humana del altiplano. Hace 18.000 aos, eran 8C ms bajas a 3000 m de altitud, y 6C ms bajas a 1500 m. Los cambios climticos, tanto en los Andes Septentrionales como en los valles interandinos durante este perodo fueron vitales para la supervivencia de la megafauna, especial-mente del extinto elefantoide mastodonte (Haplomastodon y Cuvieronius), cuyos huesos, colmillos y molares han sido fechados entre 25.000 y 11.000 aos a. P. La existencia de una inmensa rea abierta que una el altiplano Oriental con los valles interandinos, favoreci la abundancia y el libre movimiento de megafauna, siendo una de las presas favoritas de poblaciones de cazadores recolectores. Entre los 21.000 y los 14.000 aos a. P., los glaciares se retiraron, produciendo un clima seco y fro, con una amplia vegetacin de pramo seco (Van der Hammen, 1963).

    Durante el Tardiglacial (14.000 a 10.000 aos a. P.), el clima se torna ms hmedo y clido; las dos reas de vegetacin abierta y seca del altiplano y valles interandinos se reducen y se separan por un bosque montano. La reduccin del hbitat de la megafauna conduce a su aislamiento y posterior reduccin, fenmeno agudizado por la actividad predadora de los cazadores recolectores. Durante estos

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    cuatro milenios, hay alternancia de climas fros (estadiales) y clidos (interestadia-les); inicialmente se observa el interesta dial de Susac (circa 14.000-13.000 aos a. P.), seguido por un estadial fro; posteriormente sobreviene el interestadial calien te de Guantiva (12.000-11.000 aos a. P.); finalmente acontece el estadial fro de El Abra (11.000-10.000 aos a. P.). Durante estos interglaciares, las condiciones climticas son favorables para las ocupaciones humanas.

    1.3.1 Cambios climticos durante el Holoceno

    En los Andes, el Holoceno sobrevino hace cerca de 10.000 aos, con un clima muy similar al actual, aunque con algunas fluctuaciones menores de temperatura y precipitacin de lluvias. Alrededor de los 9000 aos a. P., el bosque montano alto llega a sobrepasar la cota de los 3000 msnm; hacia los 5500 aos a. P. vuelve a incrementarse el lmite altitudinal del bosque, pero desciende poco antes de los 5000 aos a. P.; entre los 5000 y los 3000 aos a. P., el lmite del bosque alcanza su posicin ms alta. Durante el ptimo del Holoceno, hace 6000-4000 aos, la temperatura fue 1-2C ms alta, y hace 3000 aos lleg a ser algo ms fra. Estos cambios provocaron la deseca cin de pequeos y poco profundos lagos del alti-plano; el bosque invade la mayor parte de la regin, aunque las zonas pantanosas permanecen abiertas. El palinlogo Thomas van der Hammen (1992: 110) ha establecido que a partir del I milenio a. C. se evidencia un descenso de las tem-peraturas medias anuales; los pantanos tomaron el lugar de la antigua laguna y el bosque descendi casi hasta el nivel existente actualmente. Los perodos secos ubicados en 3000 a. C. (extincin de la megafauna), 1000-700 a. C. (finales del Precermico) y 1250 d. C. (inicios de los chibchas tardos), coinciden con significati vos cambios culturales en la cordillera Oriental. Para la sabana de Bogot se destaca entre el 700 y el 300 a.C. una poca de notable sequedad, detectada por la reduccin del lago (inicios del periodo Herrera).

    1.4 El espacio y el tiempo mtico de Bochica en la sabana de Bogot

    Segn la tradicin bblica del diluvio universal, No salv a varias poblaciones animales en su arca cuando las aguas del Mediterrneo por el deshielo alpino

  • El territorio ancestral de los Andes Orientales | 31 |

    rompieron las barreras del estrecho del Bsforo, inundando gran parte del mar Negro y sus poblaciones ribereas, hace cerca de 7500 aos durante el hipsitermal. Durante este perodo, se alcanzan las temperaturas ms altas del Holoceno, lo que produce un masivo deshielo de las nieves acumuladas en las montaas alpinas. Por la misma poca y como fenmeno mundial, en la sabana de Bogot tuvo lugar una gran inundacin por la parte ms baja y ancha que se extiende entre Madrid, Funza, Mosquera, Fontibn, Bosa y Soacha, la que se anega por la creciente de los ros que all desembocan al Bogot, como el Subachoque, el Fro y, ms adelante, el Checua y el Sop, adems de algunos cauces pequeos, que desaguan en la re-gin del Tequendama a travs de un estrecho rocoso que forma el famoso salto del mismo nombre. En esta regin se desarroll el mito de Cuchaviva, Chibchacum y Bochica que fue transmitido de generacin en generacin hasta la llegada de los europeos, dndonos una idea de la profundidad temporal de la tradicin chibcha y de su permanencia en este territorio. Si los chibchas fuesen advenedizos, como han planteado algunos autores, habran conservado en su memoria mitos de otras regiones de donde habran provenido, de su xodo y avatares durante su travesa, al igual que los hebreos. Sin embargo, ante nuestros ojos tenemos una tradicin local muy profunda en el mbito temporal que se remonta a varios milenios antes de la llegada de los conquistadores.

    Anota el cronista fray Pedro Simn (1981, III: 379-381) que la adoracin al arco del cielo llamado Cuchaviva se relaciona con el mito de la gran inundacin, y lo ubica en el contexto geogrfico adecuado. Todas las aguas que descienden de los cerros que rodean la altiplanicie, y que en tiempos inmemorables fueron abundantes, desembocan en el ro Bunza (Bogot), y tienen una sola salida en el suroeste por la regin de Tequendama, donde rompen estruendosamente entre dos rocas, con tanta fuerza, especialmente en invierno, que rebosan por la parte posterior, inundando durante buena parte del ao Bosa, Hontibn (Fontibn) y Bogot (Funza). Cuenta el mito que por algunas ofensas proferidas contra el dios Chibchacum, ste castig a los pobladores de la regin haciendo crecer los ros Sop y Tibit (Chocont) que aportan mayor cantidad de agua, anegando gran parte de la sabana, algo que no ocurra anteriormente, pues el agua de ellos se empleaba en las labranzas y sementeras sin necesidad de desage. Al no tener alimentos y ser muy grande la poblacin, las gentes empezaron a aguantar hambre, por lo que decidieron solicitar la ayuda del dios Bochica. ste, compadecido por las penurias de los chibchas y agradecido por los sacrificios, clamores y ayunos ofrendados en su templo, decidi ayudarles. Una tarde soleada hizo aparecer el arco iris acompaado de un fuerte

  • | 32 | Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes. Orgenes de su diversidad.

    viento; se vio surgir al resplandeciente Bochica con forma humana y arrojar una varita de oro contra las rocas de Tequendama, con lo cual se desagu la regin de la inundacin. Qued as libre la tierra para poder sembrar y tener sustento, y los indgenas obligados a continuar con su culto a Bochica como dios benefactor, aunque temerosos por la amenaza de Chibchacum de que habran muertes cuando apareciera el arco iris. Por este hecho, Bochica lo castig obligndolo a sostener la tierra sobre sus hombros antes apoyada sobre guayacanes; cuando se cansa y quiere cambiar de lado, puede hacer temblar la tierra.

    1.5 El espacio sabanero a la llegada de los conquistadores

    A la llegada de los espaoles, la sabana de Bogot estaba cubierta de lagunas, pantanos e islas donde se refugiaban los indgenas de las huestes conquistadoras, pues los caballos por su peso se hundan en el cieno y no los podan perseguir. Cuenta fray Pedro Aguado:

    Eranles favorables a estos mseros indios, para no ver de todo punto su ruina y destruccin, unas lagunas o pantanos que cerca del pueblo de Bogot haba, en las cuales se recogan al tiempo que los espaoles iban a su alcance, y all guarecan las vidas los que escapaban, porque como aquellas lagunas fuesen de grandes cenegales y tremedales, no entraban dentro los espaoles con sus caballos, por no ser sumidos en el cieno y puestos en notorio peligro. (1956, I: 273)

    Adems de ese ambiente anegadizo, haba valles habitables, cerros, bosques y sabanas con una gran diversidad climtica y tierras adecuadas para la agricultura. Al respecto, Fernndez de Piedrahita describa as la regin de Tunja:

    Cenla dos colinas rasas, una a la parte de oriente, donde habitan los chibataes, soracaes y otras naciones que se extienden hasta la cordillera que divide los llanos de San Juan de lo que al presente se llama Nuevo Reino; la otra al occidente, llamada la Loma de los Ahorcados [...] o cuesta de la Laguna, por el valle que tiene a las espaldas... donde hay un gran lago y en que habitan las naciones de los tibaquiraes, soras, cucaitas [...], furaquiras y otras que por el mismo rumbo confinaban con las tierras de los caciques de Schica y Tinjac, seores libres y de la provincia [...] donde est fundada la Villa de Leiva. Al sur de las dos colinas, cinco leguas

  • El territorio ancestral de los Andes Orientales | 33 |

    distante, tena su estado el cacique Turmequ, seor poderoso y sujeto al Tunja [...]; y aunque todas aquellas tierras son speras y dobladas, por ser tan frtiles las ocupaban muchas naciones, como son los boyacaes, icabucos, tibanaes, tenzas y garagoas, y al norte era seor de los motabitas, sotairaes, tutas y otros muchos, hasta confinar con el Tundama, seor absoluto y poderoso [...] A estos trminos y calidades se reducan el seoro y estados del Tunja [...]. (1973, I: 91-92).

    La tierra de la provincia de Tunja era muy variable, pues tena valles llanos, templados y calientes, muchos de ellos frtiles por la calidad de sus suelos, aunque predominaban los cerros y cuestas. El temple era ms sano que enfermo, cuando el clima era seco, pero cuando llova o estaba cubierto de nubes, era an ms sano, de manera que el sol no pueda estar, y lo mismo es en los frutos, que se dan mejor en los tiempos lluviosos y nublados que en los claros, que es cuando el sol y hielos los daan [...] (Relacin de Tunja de 1620; en Patio, 1983: 339). Estaba rodeada de importantes manantiales (Soya y Aguayo) y fuentes fluviales (Chicamocha y Sogamoso) y lacustres (Tinjac o Fquene y Guquira o Tota) que proporcionaban variedad de peces (capitn, sardinatas, bagre), patos y agua potable de buena calidad. Al norte (Zipaquir, Nemocn, Tausa) existan varias fuentes saladas que proporcionaban sal comestible. En sus tierras crecan rboles que suministraban maderas, animales de monte, aves, frutas, hortalizas, yerbas y flores que brindaban lo suficiente para el sustento nativo. Los indios de esta provincia que vivan en tierras calientes cultivaban algodn, coca y tabaco, que intercambiaban con los de tierras fras.

    El territorio de la confederacin de Bacat era tierra fra, con algunas sierras, aunque era ms bien llana por la planicie aluvial del ro Bogot que se anegaba en invierno. Generalmente era sano, poblado de robles, cedros, nogales y alisos, buenos para madera. Haba abundancia de rboles frutales, maz, races, frjoles y [...] alguna coca que traen y siembran en algunos valles calientes que alcanzan; en los cuales asimismo se les da mucha diversidad de frutas que ellos tienen [...] (Relacin de Popayn y del Nuevo Reino 1559-1560; en Patio, 1983: 65). Venados haba en abundancia, especialmente en un vedado del seor principal de Bogot, pero exista veda estacional sobre su consumo. Las rozas y sementeras estaban a la puerta de las moradas, por lo cual las poblaciones estaban separadas unas de otras, aunque las que se extendan por la sabana de Bogot casi estaban en forma de pueblo, y [...] las sementeras en este valle algunos aos previenen se prest los indios con sembrar en la tierra caliente que alcanzan y en el entretanto que se coge

  • | 34 | Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes. Orgenes de su diversidad.

    se sustentan con papas [...] (Descripcin de la ciudad de Tunja; en Patio, 1983: 65). En los trminos de la ciudad de Santaf de Bogot haba una gran diversi-dad de fuentes de agua salada que se explotaban para obtener sal comestible. En las fuentes lacustres y fluviales se obtena un pescado sin escamas, como anguila (capitn), y muchos cangrejos.

    Al sur, hacia la frontera de los panches de Conchima, se hallaban fros pramos donde se cultivaba predominatemente papa, pues los hielos y fros no permitan el cultivo de otros productos.

    De esta manera, se empleaban todos los pisos trmicos, siendo los clidos valles tiles para el cultivo de coca, algodn, tabaco, yuca, batata, frjol, maz de tierra caliente y frutales, mientras que los ms templados lo eran para sembrar papa, arracacha, cubio, hibia, y frutales de los bosques subandinos. La sal que se obtena de diferentes fuentes saladas era intercambiada por oro, esmeraldas y artculos exticos, como plumas (guacamayas), pieles (jaguar), tinturas vegetales (bija) y sustancias psicotrpicas (yopo, ambil). No en vano a los conquistadores les llam la atencin en 1537 la parefernalia de un chamn del altiplano, atavia-do con plumas de aves tropicales, pieles de felinos y recipientes para yopo de los Llanos Orientales, caracoles marinos, adornos orfebres del valle del ro Magdalena y cuentas de collar de la Sierra Nevada de Santa Marta (Langebaek, 1996: 9). Es decir, ya en el siglo XVI los indgenas de los Andes Orientales de Colombia estaban globalizados mediante una red de intercambio que les conectaba con todo el pas.

  • El territorio ancestral de los Andes Orientales | 35 |

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  • | 36 | Los chibchas: hijos del sol, la luna y los Andes. Orgenes de su diversidad.

    Figura 1. Mapa con la localizacin de los grupos chibchas y vecinos hacia el siglo XVI.

    SAN CRISTOBAL

    CUCUTA

    GUANES

    YARIGUIES

    CHITAREROS

    LACHES

    ZAQUE

    MUISCAS

    ACHAGUAS

    ACHAGUAS Grupo tnico

    Lmite

    Ros Principales

    Poblaciones Actuales

    Lagunas

    500 m.s.n.m1.0002.000

    3.0004.000

    Escala:

    TECUAS

    ZIPA

    GUAYUPES

    SUTAGAOS

    PANCHES

    COLIMAS

    MUZOS

    CUCUTILLA

    PAMPLONA

    LABATECAMUTISCUAMATANZA

    R. SOGAMOSO

    R. LEBRIJA

    CORD. DE

    LOS YAR

    EGUIES R.

    SUAREZ

    R. MINE

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    R. BOG

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    R. HORTA

    R. GUAYABITO

    R. ZULIA

    R. CHIT

    AGA

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    AMOC

    HA

    R. CRAVO SUR

    R. UPA

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    R. GUAITIQUA

    R. TOCARA

    R. FONCE

    R. CASANARE

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    MESA DELOS SANTOS

    BETULIA

    BUCARAMANGA

    SILOS

    CHITAGA

    GUACAS.ANDRES

    MOGOTES

    ONZAGASOATA

    ENCINO

    CHARALA

    SOCORRO

    OIBA

    SUAITACHIPATA

    CHIQUINQUIRASACHICA

    SUSA

    UBATE

    SUPATA

    LA PEA

    CHIA

    BOGOTA

    FOMEQUE

    PASCA

    FUSAGASUGA

    SILVANIA

    TIBACUYFOSCA

    SOACHA

    SOPOGUASCA

    GUATAVITA

    SUBAMADRID

    FACATATIVA

    CHOCONTATENZA

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    LAG. DETOTA

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    LA BELLEZA

    SUTAMARCHAN

    BOAVITA

    LA UVITA

    CHITAJERICO

    SOCHA

    MORCOTE

    TASCO

    CONVENCIONES

    COTAS

    BELEN

    SATIVANORTE

    DUITAMA

    SOGAMOSO

    LABRANZAGRANDE

    PISBA

    EL COCUY

    UBICACION DEL TERRITORIO CHIBCHA EN EL MAPA DE COLOMBIA

    0 30 45 60 Km.15

    FLORESTA

    PUENTE NACIONAL

    TAUSA

    ZIPAQUIRA

    SUBACHOQUE

    AGUA DE DIOS

    TEQUIAS

    CAMPOHERMOSO

    R. OPON

  • Los primeros pobladores del altiplano Cundiboyacense | 37 |

    Captulo 2Los primeros pobladores del

    altiplano Cundiboyacense

    2.1. El poblamiento temprano del noroeste de Suramrica

    Gracias a las investigaciones adelantadas en el marco del programa Medio ambiente pleistocnico y el hombre prehistrico en Colombia, coordinado por el arquelogo Gonzalo Correal U. del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia y por el palinlogo holands Thomas van der Hammen [q.e.p.d.], la historia de Colombia se ampli en ms de 10.000 aos de antigedad (Correal, 1979, 1981, 1990, 1993; Correal y Van der Hammen, 1977, 2003; Correal et al., 1972). Este trabajo pionero inspir otras investigaciones, entre ellas trabajos arqueolgicos (Ardila, 1984; Groot, 1992, 2000; Orranta, 1997; Pinto, 2003; Rivera, 1992) y estudios especializados sobre paleoecologa (Van der Hammen, 1992), paleodieta (Crdenas, 2002), paleontologa (Ijzereef, 1978), paleopatologa y paleodemografa (Correal, 1985, 1996), tecnologa ltica (Nieuwenhuis, 2002), y la evolucin de la morfologa craneal (Rodrguez, J. V. 2007) y dental (Rodrguez y Vargas, 2010; Vargas, 2010). Igualmente, se posee una amplia informacin sobre el precermico en el valle del ro Magdalena (Correal, 1976; Lpez, 1991; Santos y Otero, 2003), el suroccidente (Gnecco, 2000), la cordillera Occidental (Cardale et al., 1989; Salgado, 1989) y el valle medio del ro Cauca (Aceituno, 2003). Esta informacin permite abor-dar la discusin sobre las diferencias regionales en el uso de los paisajes y tecnologas locales, el impacto de los cambios climticos en el comportamiento de los cazadores recolectores especialmente en la obtencin de recursos faunsticos y vegetales, la salud y la enfermedad, y los orgenes de la diversidad poblacional y su proceso evolutivo.

    Las primeras bandas trashumantes de cazadores recolectores en su bsqueda de recursos traspasaron el istmo de Panam a finales del Pleistoceno cuando no exista cobertura boscosa tropical, sino llanuras propicias para la pastura de grandes herbvoros, con pequeos reductos boscosos. Desde all pudieron remontarse hacia el interior del pas por el occidente (costa Pacfica, cordilleras Occidental, Central y

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    valle del ro Cauca), centro (valle del ro Magdalena, cordillera Oriental) y oriente (Llanos Orientales), dada la atractiva diversidad de recursos de animales y plantas de los valles interandinos y montaas. A los Andes Orientales pudieron haber as-cendido por dos rutas: una por el norte (valles de los ros Sogamoso-Chicamocha y Opn), extendindose por los Santanderes y Boyac, y otra por el valle del ro Bogot, al sur, dispersndose por la regin meridional del altiplano Cundiboyacense. Este evento debi haber ocurrido durante el Pleniglacial Superior (26.000 a 14.000 aos a. P.) si se confirman las fechas obtenidas por Liliana Cajiao en el can del ro Sogamoso, Santander (15.000 aos, informacin personal), por Tito Miguel Becerra en el sitio Tocogua, municipio de Duitama, Boyac (19.000-21.000 aos, asociadas a puntas de proyectil de cuarzo lechoso, pedunculadas con muesca en una esquina, y a restos de grandes aves similares al and), y por Gonzalo Correal y colaboradores en la vereda Pubenza, municipio de Tocaima, Cundinamarca, cercanas a los 17.000 aos (Correal, 1993; Correal et al., 2005; Correal y Van der Hammen, 2003). Este ltimo yacimiento corresponde a un antiguo pantano en el que se conservaron polen y semillas, restos de tortugas, roedores, crustceos, huesos de megafauna (mastodonte) y artefactos fabricados por humanos.

    Los recientes estudios contextuales de los yacimientos precermicos mencio-nados han roto con el tradicional paradigma arqueolgico que se tena sobre las sociedades de cazadores recolectores de la sabana de Bogot. La tradicin nor-teamericana de dividir los estadios de desarrollo cultural en Paleoindio (hasta 5000 a. C.), Arcaico (5000-3000 a. C.), Formativo (3000 a. C. a 300 d.C.) y Tardo (300-1600 d. C.), con una supuesta Big Game-Hunting Tradition o tradicin de caza de megafauna (caballo americano, camlidos, mastodontes, perezosos gigantes, armadillos gigantes y otros) con puntas de proyectil lanceoladas tipo Clovis, Folsom y formas relacionadas (Willey, 1966), con diferente tipologa craneal (paleoindio y amerindio) (Stewart, 1973), no tiene aplicacin en los contextos andinos. A pesar de que el sitio de Tibit, Tocancip (Correal, 1981), fue un lugar de matanza y tasajeo de megafauna (mastodonte, caballo americano) que podra encajar en la tradicin norteramericana de cacera de grandes presas, la mayora de sitios precermicos andinos se incluye en tradiciones de grupos que eran ms vegetarianos que cazadores. Ello obedece a que las caractersticas ambientales del trpico andino, con la ausencia de estaciones, la presencia de abundante y diversa biomasa animal y vegetal domesticable, y la conexin de los altiplanos mediante corredores con los clidos valles interandinos en los que era posible hallar com-plementos alimenticios y materias primas, permitieron desarrollar sociedades con

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    un patrn de subsistencia generalizado, para las que los vegetales jugaron un papel muy importante desde el Holoceno temprano, al igual que el cur, con una clara intervencin de los bosques y un oportunismo ecolgico.

    En algunas regiones con condiciones ambientales especiales, como la cuenca baja del ro Bogot, que comunica con el valle del ro Magdalena, se logr con-servar megafauna hasta mediados del Holoceno, como se ha reportado en el sitio El Totumo, Pubenza, Cundinamarca, donde se han hallado restos de mastodontes y megaterios fechados en 4.000-3.000 a. C., asociados a artefactos lticos de tipo Abriense (Correal y Van der Hammen, 2003). Por otro lado, los autores plan-tean que la existencia de una estatua de forma elefantoide con grandes colmillos y trompa en San Agustn, Huila, datada hacia finales del I milenio a. C., podra estar demostrando la sobrevivencia en la memoria de algunos pueblos del suroeste de Colombia de tradiciones sobre la existencia de megafauna.

    De acuerdo con los cambios ambientales, culturales y biolgicos percibidos en la sabana de Bogot, podemos dividir la secuencia de las ocupaciones humanas prehispnicas en varios perodos:

    1. Precermico Temprano (hasta mediados del III milenio a. C.), en que pre-valece la recoleccin y la caza. La gente es robusta, dolicocfala, de dientes grandes y rostro mesomorfo.

    2. Precermico Tardo (finales del III milenio a inicios del I milenio a. C.), cuando surge la horticultura y la pesca como actividades de subsistencia importan-tes. La poblacin se ve afectada por un proceso de gracilizacin y de reduccin del aparato masticatorio, y por enfermedades infecciosas propiciadas por el crecimiento demogrfico y la sedentarizacin.

    3. Formativo o Herrera (I milenio a. C. a siglo VIII d. C.), cuando surge la agri-cultura del maz y otros productos como el frjol y la achira. La poblacin se torna ms grcil y braquicfala tipo mongoloide y se congrega en torno a pequeas aldeas.

    4. Tardo o Chibcha (siglos IX-XVI d. C.), cuyas caractersticas fueron similares a las descritas por los conquistadores europeos.

    Sin embargo, hay que acotar que este cuadro, a pesar de configurar una visin evolucionista en sentido biolgico, no es de tipo unilineal, ni gradual ni genera-lizado. Esto obedece a que no existe coincidencia entre las secuencias biolgicas y culturales, pues el tipo paleoamericano (de cabeza alargada, angosta y alta, y rostro mesomorfo) se conserva hasta finales del I milenio a. C. en cercanas de la antigua laguna de La Herrera (Madrid) (Figura 13), y en Chita, Sierra Nevada del Cocuy (Figura 14), hasta principios del I milenio d. C., quizs debido a la

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    presencia de variados recursos alimenticios que suplan las necesidades dietarias bsicas sin necesidad de recurrir a la agricultura, pero ya con acompaamiento de cermica del perodo Herrera, de significado ms ritual que domstico. En segundo lugar, el nivel de desarrollo fue desigual en el mbito continental, precisamente en virtud de la diversidad de biomasa vegetal y animal de los sistemas cordilleranos; el cambio cultural fue ms lento (por ejemplo, el surgimiento de la alfarera) en la sabana de Bogot que en la costa Caribe y el valle medio del ro Porce (Antioquia), aunque a la postre el nivel de desarrollo sociocultural de los muiscas fuera ms jerarquizado y con una poblacin ms numerosa y de mayor extensin territorial.

    As, por ejemplo, en el valle medio del ro Porce en la cordillera Central se reporta una secuencia cultural bastante dinmica, con un temprano manejo de vegetales y alfarera (Santos y Otero, 2003: 100-104). Los estudiosos de esta regin han dividido el Precermico en dos fases. La primera se extiende entre el 7000 y el 5500 a.C., con ocupaciones estacionales de movilidad restringida, cuyo utillaje l-tico inclua cantos rodados con bordes desgastados, cantos con bordes desbastados, placas de moler, hachas talladas con bordes pulidos, lascas y ncleos de cuarzo. La segunda fase se ubica entre el 5500 y el 3500 a. C., y denota un mayor manejo del bosque, con utillaje que inclua martillos, percutores, elementos con talla bipolar, artefactos con bordes retocados, lascas laminares, puntas de proyectil y raspadores plano-convexos. Durante esta fase se desarrolla la horticultura, evidenciada por la mayor dispersin de plantas como manihot (yuca), amarantceas, cucurbitceas, smilceas, maz, malanga, ame nativo y batata. Entre el 3500 y el 2000 a. C. se desarrolla la cermica mediante el estilo conocido como Cancana (pequeos cuencos de paredes muy delgadas y vasijas de boca muy estrecha). La similitud en la forma de explotacin de los recursos y en la propia tecnologa ltica ha dado pie para sugerir que los recolectores horticultores precermicos tuvieron continuidad genealgica en los alfareros del estilo Cancana (Castillo, 1998). Es decir, en esta regin el desarrollo, tanto de la horticultura como de la alfarera, antecedi en casi 2500 aos a su similar de la sabana de Bogot.

    Este desarrollo desigual debe estar asociado a las diferencias temporales y espaciales en la capacidad de sustento de los ecosistemas. La sabana de Bogot solamente a partir del I milenio a. C., una vez se redujeron las reas anegadas, habra dispuesto de una mayor extensin de tierras frtiles y una mayor disponi-bilidad de recursos agrcolas, con lagunas, sabanas, valles y lomas adecuadas para los asentamientos humanos, condiciones que mejoraron notablemente a partir de mediados del siglo XIII d. C.

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    2.2. Cambios climticos y opciones de recursos

    Durante el clido interesta dial Guantiva, hacia los milenios XI-X a. C., surgieron condiciones climticas benignas que posibilitaron la ocupacin del altiplano Cundi-boyacense, como se evidencia por los hallazgos realizados en los niveles inferiores de los abrigos rocosos de la regin utilizados para guarecerse del fro, acampar, preparar los alimentos y proveerse de vituallas y artefactos lticos, ubicados en El Abra, Sue-va, Tequendama, y en Tibit, un sitio de matanza y tasajeo de grandes herbvoros.

    Durante este largo perodo ms clido, los cazadores recolectores pudieron adaptarse a las condiciones de la sabana de Bogot y sobrellevar el rigor del fro subpramo del estadial El Abra que sobrevino hacia el IX milenio a. C. La ve-getacin de reas abiertas con praderas y pastizales propicia para los herbvoros favoreci algunas regiones de la sabana, orientando la atencin de las bandas de cazadores recolec tores en los alrededores de los abrigos rocosos (Tequendama, El Abra), pero tambin en espacios abiertos (Checua, Galindo). Durante este perodo se incrementa la densidad de ocupacin, como lo seala la asociacin de fogones y restos de fauna hallados en estos yaci mientos arqueolgicos.

    Tanto la cacera de herbvoros (caballo, mastodon te, venado) como la recoleccin (moluscos, races) jugaron un papel importante en la dieta de los recolectores caza-dores, como se puede colegir por la presencia de percuto res para machacar vegetales y por los restos de gasterpodos que abundaban en los riachuelos cercanos.

    Con el advenimiento del Holoceno a principios del VIII milenio a. C. ocurren grandes cambios climticos. Las temperatu ras ascienden 2-3C en comparacin con las actuales (Van der Hammen, 1992: 109); los bosques invaden la sabana de Bogot y desapare cen las hmedas praderas donde antiguamente pastaban rebaos de herbvo ros, lo que contribuye a la reduccin de la megafauna. Las bandas de recolectores cazadores se ubican durante largas temporadas sobre terrazas elevadas frente a las antiguas lagunas sabaneras donde podan avistar las manadas de aves y roedores, recolectar moluscos y races, y adentrarse en los bosques donde abundaban los animales. El campamento temporal Tibit 1 (Tocancip) pierde su significado en calidad de estacin de matanza y tasajeo, como lo demuestra la ausencia de restos culturales en el horizonte 2; en las unidades estratigrficas de Tequendama, Sueva 1 y de El Abra correspondien tes a este perodo se aprecia igualmente una reduccin del material cultu ral. Entretanto, Checua (Nemocn) y Galindo (Bojac), situados estratgicamente sobre colinas frente a antiguas lagunas y conectados a zonas boscosas, observan una continuidad de ocupacin durante varios milenios.

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    Esto no significa que se abandonen los abrigos rocosos como sitios te