Libro Desiciones Que Cambian Vidas_FINAL

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EL CAMINO HACIA UNA VIDA REALMENTE ABUNDANTE Pr. Marcos Villegas

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EL CAMINO HACIA UNA VIDAREALMENTE ABUNDANTE

Pr. Marcos Villegas

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DECISIONES QUE CAMBIAN VIDASCopyright © 2011 - Pr. Marcos Villegas

[email protected]

Editorial AmplitudBuenos Aires, Argentina.

Todos los derechos reservados conforme a la ley.Prohibida la reproducción de esta obra,

salvo en segmentos pequeños,sin la debida autorización del autor o la editorial.

ISBN 978-987-25157-8-2

Diseño & DiagramaciónEstudio Qaio. DG. Pablo Gallo

Impreso en Argentina.Printed in Argentina.

Esta edición se terminó de imprimir en Ghione Impresores.

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Grandes pensadores han explicado el mundo de dife-rentes maneras y cómo cambiar las cosas de esta so-ciedad en que nos toca vivir.

En este libro, Decisiones que cambian vidas, el autor brinda un enfoque interesante, pero aquí es donde sur-gen las preguntas. ¿Cómo podemos asegurarnos de un cambio de vida más amplio y generoso? ¿Cómo po-demos ver a más y más personas cambiadas por creer en Cristo como su Salvador? ¿Cómo podemos ver las Buenas Nuevas transmitirse con poder de persona a persona?

Entiendo que en el corazón del autor de este libro nace la necesidad inspirada por Dios de esclarecer, ayudar y bendecir y no dudo que estas páginas serán muy útiles.

Nada en este mundo descalifica lo que el Espíritu Santo de Dios ha hecho y esta haciendo a través de los esfuer-zos especiales, inmensos y cuidadosamente planeados. Aquí el autor expone con mucha humildad, pero con po-der lo que hay en su corazón.

El trabajo del Pastor Marcos Villegas está centrado en el modelo que vemos en Jesús y sus discípulos. Con fundamentos alineados siempre con las Escrituras, el estilo del Señor es directo, y el autor rescata esa faceta fielmente. Es indudable que esta obra denota un arduo trabajo y una dedicación que se refleja en cada página.

Considero un privilegio personal la oportunidad que me ha dado mi colega en el ministerio de escribir este pró-logo. Pero sin elogios infundados afirmo que este libro acarreará a cada lector ricos beneficios espirituales.

PRÓLOGOPor el Reverendo Hugo Castro

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No tengo ninguna reserva en recomendar este libro, el cual, estoy seguro, se convertirá en una inmensa bendición a los hermanos no sólo de Argentina sino también de otros países.

Reverendo Hugo Caupolican Castro Rojas· Chileno, radicado en Argentina.· Fundador de la Misión Iglesia Biblia Abierta, Misión Sudamericana y de la Misión Iglesia del Evangelio Cuadrangular.

Reconocido como: · Patriarca Pentecostal por el CEP.· Fundador de la Asociación de Pastores de Zona Norte del Gran Buenos Aires.· Miembro Honorario de la junta de Faciera.· Apóstol del Ministerio El Camino.· Supervisor de las Iglesias de Biblia Abierta en Uruguay, Paraguay, Perú, Chile, Bolivia y Brasil.

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AGRAdecimientOs A mi esposa Magali, mi fiel compañera, quien estuvo a mi lado cada vez que necesité su ayuda. Por sus oraciones que me dieron aliento para terminar este libro. Por sus consejos y palabras sabias que trajeron paz a mi corazón en momentos difíciles. Gracias mi amor. A mis padres Héctor y Gladys que siempre me apoyaron y creyeron en mi. A mi hermanita Erica, por su corazón sensible y por su ayuda incondicional. A todos los miembros del ministerio CATEDRAL DE LA FAMILIA de la Biblia Abierta, Iglesia que pastoreo, por su amor y respeto siempre demostrado a mi persona y familia.

dedicAtORiA A Dios, por su gran amor, misericordia y gracia. Por cuidar siempre mi bienestar y darme participación en sus planes. A Jesús, por morir por mi, salvar mi vida y darme una nueva oportunidad. Por enseñarme a vivir una vida llena de grandezas. Al Espíritu Santo, por su amistad y compañerismo. Por su fi-delidad hacia mí, su presencia siempre tierna y dulce y sus palabras de amor.

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Introducción ....................................................................... 07

Capítulo 1Él asumirá toda la responsabilidad ....................................... 09

Capítulo 2La obediencia es vital para el desarrollo ............................... 19

Capítulo 3Valorando quienes somos .................................................... 25

Capítulo 4Venciendo a mi enemigo ...................................................... 33

Capítulo 5Corriendo hacia la meta ........................................................ 41

Capítulo 6El pecado contamina todo .................................................... 49

Capítulo 7Estructuras incompatibles con el fundamento ..................... 57

Capítulo 8Un milagro diferente ............................................................ 67

Capítulo 9Un capítulo más ................................................................... 77

Capítulo 10Él quiere perfeccionarnos ..................................................... 89

Capítulo 11¿Quieres ser grande? ........................................................... 95

Capítulo 12Tesoros en el cielo .............................................................. 101

Capítulo 13Perseverar es el requisito para triunfar ................................ 107

Capítulo 14Asumiento nuestra posición en Cristo ................................ 115

Conclusión ........................................................................ 119

indice temÁticO

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intROducciÓn

Las decisiones juegan un rol fundamental en el desarrollo de la vida de las personas, pues a través de ellas elegimos qué ca-mino tomar. Al comenzar un nuevo día, desde el momento que iniciamos nuestras actividades por la mañana, hay un sinnúmero de situaciones que se presentan. No necesitamos pensar de-masiado para saber qué nos conviene hacer o tomar la decisión que más nos beneficie. Pero no podemos dejar de lado que el beneficio para nuestras vidas no sólo depende de decidir qué nos conviene; es más importante decidir lo correcto, aún cuando esto no nos convenga en absoluto. El problema radica en que muchas veces asumimos como correcto cosas que no lo son, acarreándonos malas consecuencias. Por el contrario, si toma-mos la decisión correcta, a veces pareciera no convenirnos para nada. Pero luego veremos los frutos.

La verdad es que todas nuestras decisiones frente a un suceso, traerán consecuencias buenas o desagradables. Vivimos en un mundo donde no podemos dejar de tomar decisiones y cada uno es responsable por las suyas. Es importante tener en cuen-ta que en todo momento se presentarán oportunidades de pro-greso para el bienestar del matrimonio, la familia, la prosperidad económica, etc. Tarde o temprano, las elecciones que tomemos provocarán el éxito o el fracaso en nuestras vidas.

A veces no nos damos cuenta que las decisiones que tomamos no sólo nos afectan a nivel personal, también afectan a quienes están a nuestro lado, a los que más amamos y nunca querríamos lastimar. Por lo general las víctimas terminan siendo los más ín-timos, los más allegados, el cónyuge, los hijos, etc. A través de nuestras decisiones marcamos sus vidas con experiencias posi-tivas o negativas que no se olvidan fácilmente y por lo general, quedan en el recuerdo por largo tiempo. A los abuelos por lo general les agrada contar historias o anécdotas sobre las cosas que vivieron. Muchas de estas historias son buenas pero otras no lo son. Si bien pueden prevenir a alguien de cometer algún error, también descubrimos las consecuencias que esas perso-

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nas vivieron por tomar malas decisiones y esto debilita el valor de su experiencia. “De los errores se aprende”, este es un dicho popular que refleja la realidad de muchas personas que trataron de aprender de sus equivocaciones, pero esto es imposible sin rendirnos a la voluntad perfecta de Dios. Te invito a que juntos cambiemos la historia de la humanidad y demostremos que la manera de enseñar lo bueno no es aprender de los errores co-metidos, sino por tomar decisiones basadas en la verdad de Dios y aplicarlas a nuestra vida.

El libro “Decisiones que cambian vidas”, te ayudará a encontrar las soluciones a los problemas para que a través de las decisio-nes poder cortar definitivamente con los fracasos y comenzar una vida diferente en el poder del Espíritu Santo. Este libro te mostrará cómo transitar por el camino hacia el éxito.

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cAPÍtuLO 1

ÉL AsumiRÁtOdA LA ResPOnsABiLidAd

“LAS DECISIONES TIENEN EL PODERPARA RESOLVER UN PROBLEMA O AGRAVARLO´´

Una de las preguntas que todos deberíamos hacernos es: ¿Qué nos lleva a tomar malas decisiones? Existen dos fac-

tores que llevan a la humanidad a equivocarse con sus decisio-nes. Jesús habló de ellos en Mateo 6:25-34 llamándolos afán y ansiedad. Cuando Jesús menciona estas dos palabras y las une directamente, resalta que una es consecuencia de la otra. El afán es el trabajo solícito, pesado y excesivo en el aspecto corporal y la ansiedad es la inquietud, aflicción y congoja que ataca directa-mente a la mente. El afán y la ansiedad actúan en el ser humano afectando tanto el cuerpo como la mente (pensamientos). La Es-critura declara: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7). Esto implica trabajar excesivamente hasta el cansancio corporal todos los días, por el sólo hecho de estar preocupados ante la necesidad o si acaso nos llegara a faltar algo. Esta actitud demostraría nuestra falta de fe en el cuidado y el amor paternal de Dios. Si nuestro pensamiento fuera diferente y trabajáramos confiados en la provisión de Dios, sin afanarnos por lo que vendrá, pues cada día trae su afán, nuestra actitud sería totalmente diferente. Nuestra fe descansaría en el cuidado y el amor paternal de Dios.

Es cierto que vivimos en una época difícil e insegura pero no de-bemos olvidar la providencia de Dios sobre sus hijos. Jesús dijo: “Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se hecha en el horno, Dios la viste así ¿no hará mucho mas a vosotros hombres de poca fe?” (Mateo 6:30). Hay momentos donde pareciera que nuestras

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vidas están rendidas a la voluntad de Dios y el afán y la ansiedad no están presentes. Pero si nos detuviéramos por un momento a examinar los resultados que obtuvimos en el transcurso de la vida, nos daríamos cuenta que con frecuencia las decisiones to-madas no fueron las correctas. Podríamos ver que esa vida abun-dante y llena de bendiciones que muchas veces hemos profesa-do, está muy lejos de la realidad que vivimos a diario. Debemos tomar la decisión de confiar en la voluntad de Dios, rindiéndonos por completo a sus pies. No hay de qué preocuparnos cuando permitimos que Dios reine en nuestras vidas, porque Él asumirá toda la responsabilidad por aquellos que se rinden a sus pies.

LAs cOnsecuenciAs sOn ReveLAdORAsLas consecuencias son indicadores de nuestra condición. Saber o conocer algo no implica vivir esa realidad. Si podemos detectar que las consecuencias de las decisiones que tomamos no son buenas y dejan mucho que desear o no son lo que espe-rábamos, indica que hay áreas en nuestra vida que no están del todo bien. La solución es rendirlas ante Dios para dejar de ser vulnerables ante el afán y la ansiedad. Este nivel de desconfianza nos lleva a vivir una vida de frustraciones donde no podemos ver a Dios obrando en nuestra vida por la sencilla razón que no se lo permitimos. Nuestra confianza y dependencia no están depo-sitadas en Él sino en algo más como nuestro trabajo, esfuerzo, capacidades, habilidades, conocimiento, etc.

Con esto no digo que cada uno tomemos las responsabilidades que nos competen a la ligera. Por el contrario debemos ser so-lícitos en todo. El problema está en que la mayoría de las veces las responsabilidades o los deseos de progresar se tornan en un sentimiento obsesivo. Entonces se produce el uso desmedido del tiempo en el trabajo, en los pensamientos, en lo que esta-mos realizando y no le damos el lugar a Dios que él merece en todos nuestros asuntos. Así nos convertimos en personas que llevan todo con su propio esfuerzo. La Escritura dice: “Separa-dos de Mí, nada podéis hacer” (Juan 15:5).

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En este pasaje Jesús estaba enseñando que Dios es el labrador, Él es la vid y nosotros los pámpanos. El pámpano es un una pequeña rama o racimo de uvas que se corta de la vid y una vez separada ya no produce fruto. Así es la persona que deja a Dios a un costado en sus decisiones, dejando de producir fruto por estar separado del Dador de la vida. Cuando Dios no es el centro de todas las cosas y es reemplazado por cualquier otra cosa, cada decisión que tomamos dejará un gran vacío y un deseo expectante de prosperidad que no será saciado.

Es importante tener presente todos los días de nuestra vida que separados de Él nada podemos hacer. Es muy posible que haya consecuencias difíciles que nos toque vivir después de to-mar decisiones de espaldas a Dios, pero es hora de pensar qué tan cerca o lejos de Él viviremos el resto de nuestra vida. Algunos años atrás finalmente entendí que Dios nunca cambia. Es decir, no se aleja de nosotros, nosotros nos alejamos y apartamos de su lado. Abandonamos a Dios con nuestra indiferencia, nuestra distancia o nuestras decisiones, ¡pero Él es siempre el mismo!

viviR seGuROs cOnfiAndO en ÉLLa única manera de vivir seguros es confiando en El. Si hoy podemos elegir servir a Dios comprometidamente y depositar nuestra confianza en Él, deberemos tomar la mejor de las deci-siones para despojarnos de toda ansiedad acerca de las cosas necesarias para la vida. Sólo de esta manera podremos conocer a Dios como proveedor. Jesús nunca quiso que anduviéramos preocupados por la vida, sintiéndonos acosados y atormentados por la ansiedad que perturba el gozo, la paz del espíritu y el dis-frute de las bendiciones recibidas. Él mismo dijo: “Por tanto, os digo: No os afanéis ansiosamente por vuestra vida, que habéis de comer o que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir” (Mateo 6:26).

Pensar y ocuparse de las responsabilidades de la vida como tra-bajar para ganarse el sustento o el anhelo de adquirir algún bien material no sólo es legítimo, es ordenado por Dios para sus hijos.

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Si podemos entender que anhela nuestro bienestar, entonces debemos aprender a confiar en Él porque es la única manera de prosperar en nuestro camino. La actitud correcta que debemos tener frente a Dios se debe basar en acercarnos confiadamente a su presencia. Lo único que nos hará sentir bien y sin necesidad alguna será su presencia: “Acercaos a Dios, y el se acercara a voso-tros” (Santiago 4: 8).

diOs deBe seR nuestRA PRiORidAdSi Dios se transforma en nuestra prioridad, nosotros tam-bién seremos la suya. Sin duda alguna a Jesús le pareció muy importante enseñar este tema a sus discípulos y a todos los pre-sentes en aquel momento. Queda claro que no hay nada más importante para Dios que una persona confiada en su providen-cia que demuestre esa relación con acciones concretas cada día. La mayoría de las personas hoy son muy afectadas por el afán y la ansiedad. Quizá nosotros mismos sin darnos cuenta somos afectados por las presiones que debemos enfrentar a diario. El mundo donde vivimos nos presiona de forma constante. Se nos ordena cuándo comprar, cuándo endeudarnos y durante cuánto tiempo. Hoy en día es muy fácil adquirir lo que sea a través de un crédito o un préstamo personal en cómodas cuotas y sin interés. Conozco personas que planificaron salir a pasear para respirar un poco de aire puro, disfrutando un momento de esparcimiento y tranquilidad. Pero se encontraron con toda clase de avisos publi-citarios que los incitaban al consumo compulsivo y terminaron comprando de todo en cómodas cuotas y sin interés.

Lo triste de esto es que el sistema del mundo no nos dice cómo salir de las deudas, el estrés y la angustia, no nos provee paz in-terior y nos carga con el temor de perderlo todo. Por el contrario, sólo nos presiona para que tomemos malas decisiones sin dar-nos la salida. Así empezamos a experimentar inseguridad, temor, falta de paz y angustia desesperante. Pero Dios sí nos provee la salida porque nos enseña a buscar primeramente su Reino, su gobierno y señorío sólo se pueden manifestar cuando Él manda.

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QuiÉn tiene eL cOntROLSegún como me conduzca sabré quien tiene el control. De-bemos examinarnos para ver las actitudes que tenemos ante Dios, si realmente le permitimos participar en nuestra vida o no. A menudo enfrentamos solos las situaciones que la vida nos de-para, sin ver que Dios está verdaderamente interesado en nues-tro bienestar. Sin embargo, en ocasiones me tocó ver cómo las personas hacen sus propios planes, al parecer perfectos, luego los ejecutan y por último llaman a Dios para que les dé su bendi-ción. La triste noticia es que Dios no bendice esa clase de planes hechos a la ligera, sin buscar su voluntad o sin su dirección. La manera de conducirnos tiene que estar relacionada directamen-te con entregarle a Dios el control de todos nuestros asuntos y vivir confiados en Él, dependiendo sólo de Él y comprendiendo que sin Él nada podremos hacer. Ya no se hará a nuestra manera, sino como Dios quiera, cuando Él quiera y con lo que Él quiera: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

El verbo buscar implica que como creyentes debemos inclinar-nos constantemente hacia Dios. Asombrados por Quién es Él, llevando a cabo un esfuerzo perseverante y tenaz por vivir en su presencia. La palabra que usa el NT para definir el Reino es “ba-sileia”, con un sentido restringido y otro más amplio. El primero se refiere al gobierno de un rey en un área específica, así como a un período. El sentido amplio habla de una estructura ideal de orden, gobierno, dominio y señorío, sin apelación necesaria a la geografía o a un tiempo específico. En esta última forma debe comenzar la interpretación de la frase Reino de Dios, porque es el dominio real del Creador en la vida interior y exterior del ser humano por medio de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

En el pasaje de Mateo 6:33 se hace referencia a los dos objetos de la búsqueda de todo creyente. Primero, el Reino de Dios. Esto significa procurar con fervor que el gobierno y el poder de Dios sean visibles en nuestra vida para exaltar el Nombre del Señor

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Jesucristo. Segundo, su Justicia por medio del Espíritu Santo, pues nos ayudará a obedecer los mandamientos de Cristo para permanecer separados de la corriente de este mundo y manifes-tar su poder a todos.Dios quiere ser nuestro Señor para tener el control de nuestra vida. No veo nada positivo en aquellos que piensan lo contrario, viviendo como si no necesitasen a Dios, dejándolo totalmente al margen y en el último lugar. Hay momentos en los que parecie-ra que olvidamos lo que nos dice: “Más buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Jesús estaba hablando de un desorden en la esfera divina, don-de Dios tiene que estar sentado en el trono de cada corazón y no los bienes materiales. Estaba hablando de un orden divino para que podamos recibir las bendiciones de Dios. Si Él ocupa el primer lugar en nuestra vida, la consecuencia será una vida más abundante.

nuestRO tesORO mÁs PReciAdO Nunca posterguemos su presencia, hagamos de ella el teso-ro más preciado. En el libro de Mateo 6:33 podemos ver el gran interés que tenía Jesús por enseñar que en el mundo o la socie-dad, hay una gran preocupación que quiere alojarse en las per-sonas. Donde la prioridad no sea buscar su presencia o confiar y depender de Él, habrá ataques continuos por estar afanados y ansiosos. Debemos dejar en segundo lugar lo material para que no se convierta en el principal objetivo de nuestra atracción. Nos ahorraríamos muchos inconvenientes si decidiéramos acercar-nos confiadamente ante el trono de la gracia para que Él tenga el control de nuestra vida.

El rey David podía reconocer quién era y qué lugar ocupaba a pesar de ser alguien muy importante: “Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo so-mos, y ovejas de su prado” (Salmos 100:3). Si por un momento pu-diéramos reconocer que sólo hay un Creador y nosotros somos

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su creación, donde Él es Padre y nosotros sus hijos, nos daría-mos cuenta que todo lo sabe y nada escapa a su conocimiento. Eso nos permitiría escuchar sus consejos para llevarlos a la prác-tica y seguro que nos iría bien en todo. Si a Dios le pareció bien hacerlo así y bendecirnos de esta manera, debemos hacer sólo lo que Él quiere.

AdministRAdORes No somos los dueños, sino, los encargados de cuidar lo que es de El. Debemos recordar siempre que sólo somos adminis-tradores y no dueños de todo lo que poseemos. El apóstol Pablo les enseñó a los corintios: “Tengamos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios” (1 Corintios 4:1). En otras palabras, tenemos la responsabilidad de adminis-trar los asuntos que parecieran ser nuestros aunque no lo son. Me refiero a la buena administración de todo lo que poseemos como la familia, los bienes materiales, el tiempo, los dones espi-rituales, etc., porque el dueño es Dios.

Lucas 12:42-46 dice: “Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo Fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo le de su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle asiendo así. En verdad os digo que le pon-drá sobre todos sus bienes. Más si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe, y le castigara duramente, y le pondrá con los infieles”.

Nuestra actitud correcta ante Dios debe ser ocupar el lugar que nos corresponde. Cuando Jesús enseñó esta parábola dejó claro que sólo hay un Señor o Dueño y los demás son siervos que deben asumir su rol con responsabilidad, procurando ser fiel en lo que Dios les entregó.

Nuestras decisiones nos llevarán hacia una vida de éxito o al fra-caso. Quizá hayamos sentido que fracasamos muchas veces,

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pero Dios nos invita cada día a tomar la decisión de comenzar de nuevo. Nos advierte que no debemos detenernos en el pasado para lamentarnos por los errores cometidos. Debemos renunciar a ellos con arrepentimiento verdadero y esto nos conducirá a to-mar mejores decisiones para que nuestro mañana sea diferente. No se puede volver el tiempo atrás y cambiar las cosas que ya hemos vivido, pero sí podemos tomar en este momento la de-cisión correcta para que nuestro futuro sea diferente. Lo signifi-cativo para nuestra vida no debe ser cuantos años vamos a vivir, ni cual será nuestra fortuna, si somos altos o bajos, robustos o flacos. El verdadero significado será qué tanto pudimos lograr en nuestros días, si llegamos a cumplir con el propósito de Dios para el cual nacimos o si desempeñamos la función para la que fuimos creados. No debemos esperar a la vejez para aferrarnos a Dios y vivir según su voluntad. No debemos llegar a los últimos días de nuestra vida en la cama de algún hospital o clínica, con la pregunta constante en nuestra mente: ¿Habré hecho todo lo que debía hacer? o ¿Cuántas cosas inconclusas quedaron en mi vida?

El éxito de una persona no se mide por su dinero o sus pose-siones, si no por lo feliz o dichoso que se sienta en el último momento de su vida. Cuando hizo lo correcto y no dejó cosas inconclusas, con la seguridad de no haberse rendido frente a las dificultades sin cansarse de hacer el bien, cumpliendo el propó-sito de Dios.

Nuestra vida será mucho mejor si aprendemos a confiar en Dios como nunca antes lo habíamos hecho. Seguir tomando deci-siones por nuestra propia cuenta, sin participar a Dios de cada una de ellas, nos llevará hacia el desastre. Es tiempo de depender de Dios, depositando nuestra fe sólo en Él y no en nuestras capacidades, fuerzas o intelecto. Si Él ocupa el centro de nuestra vida, comenzaremos a ver resultados que realmente superarán nuestras expectativas. No sólo tendremos un cono-cimiento intelectual de las promesas de Dios, serán visibles en nuestra vida. El afán y la ansiedad se encontrarán tan lejos de nosotros que nunca más tendremos temor frente a la necesi-

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dad, pues Dios hará con nosotros más de lo que le pedimos o deseamos en oración. Esta promesa dependerá de cuánto per-mitamos que la presencia, el poder y la gracia del Espíritu Santo obren en nuestras vidas.

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cAPÍtuLO 2

LA OBedienciA es vitALPARA eL desARROLLO

“LA OBEDIENCIA NO ExAMINA LOS MOTIVOS,CUMPLE LA VOLUNTAD DEL qUE MANDA”

Por qué se detiene el crecimiento de una persona en el propó-sito de Dios? He conocido muchas personas que tuvieron la

mejor de las intensiones, haciendo buenas obras para los demás y ser colaboradores en la Iglesia sin faltar a ningún servicio. Podría seguir describiendo muchas cualidades más que hablarían de lo que prometían ser. Pero había algo en sus vidas que detenían el crecimiento y el desarrollo en sus ministerios: la desobediencia.

Sólo existe una cualidad que nos llevará más lejos que ninguna otra: la obediencia. Es uno de los temas más importantes y sig-nificativos para comenzar a crecer. La obediencia marcará una diferencia notable en nuestras vidas porque todos los logros y avances en nuestro trabajo deben notarse. Creo que una de las cosas más desagradables es ver nuestro trabajo y esfuerzo sin resultados. En algunos casos la gente dedica toda su vida a un proyecto sin observar resultados satisfactorios. Para que nues-tras vidas puedan ser abundantes, será necesario examinarnos y ser sinceros frente a esta cualidad como parte de nuestra vida. Este es el único camino para un desarrollo y crecimiento efectivos.

La palabra obediencia figura en reiteradas ocasiones en el AT y el NT. Jesús enseñó sobre la obediencia y fue un testimonio vivo de ella. Los apóstoles, siguiendo el ejemplo de Jesús, también en-señaron sobre la obediencia. El término hebreo “shama” signifi-ca prestar oído, escuchar, pero en algunas ocasiones se traduce como obedecer. La obediencia (shama) es el acto de cumplir las

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órdenes o instrucciones de una autoridad superior. Si podemos reconocer a Dios como superior a nosotros o sujetarnos a alguna autoridad puesta por Él, se desatará su bendición. Por ejemplo: “Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma, yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite. Daré también hierba en tu campo para tus ganados; y comerás y te saciaras” (Deuteronomio 11:13-15).

Moisés le habla al pueblo de Israel sobre cómo entrar a poseer la tierra. Cualquiera de nosotros pensaría que les va a enseñar el arte de la guerra, cómo tensar el arco o empuñar una espada o como guardar las filas para ser fuertes y poseer la tierra. Moisés era un experto estratega de guerra, pues había sido preparado por los egipcios de la mejor manera para combatir contra sus enemigos. En su lugar, cualquiera de nosotros hubiera preparado al pueblo para una gran batalla.

Pero sucedió algo muy extraño. En lugar de adiestrarlos para la guerra, Moisés comenzó a enseñarles que bastaba con observar y ser obedientes a los mandamientos de Dios para ser fortale-cidos y poseer la tierra. Moisés había aprendido algo que iba más allá del razonamiento. Sabía por experiencia propia que si obedecían a Dios, Él pelearía la batalla por ellos. Dios les había dado la victoria cuando salieron de Egipto. Ver abrirse el mar en dos y pasar con todo el pueblo en seco, pero cuando los egip-cios intentaron hacer lo mismo, las aguas se cerraron y murieron todos. Esta vez no sería la excepción, Dios también pelearía una vez más la batalla por ellos. Sólo debían obedecer su palabra.

diOs nuncA cAmBiADios nunca cambia, Él es el mismo por la eternidad. Nuestra prosperidad y éxito están asegurados bajo la condición que sea-mos obedientes a la Palabra de Dios. Así como el pecado debilita al hombre y acorta sus días, debilita la prosperidad de un pueblo y acorta sus éxitos. La obediencia a Dios prolongará nuestra vida, asegurando la paz y fomentando la prosperidad.

CAPÍTULO 2 - LA OBEDIENCIA ES VITAL PARA EL DESARROLLO

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Dios puso delante de su pueblo la opción de recibir una bendi-ción o una maldición. Si obedecían su Palabra, separándose del pecado y la maldad de las naciones circundantes, la bendición vendría sobre ellos y los alcanzaría. Desafortunadamente, el pue-blo de Israel no tomó en cuenta este mandato la mayoría de las veces y pecó contra Dios.

La única palabra que define todo lo contrario a la obediencia es la desobediencia. El desobediente es aquel que no hace lo que le ordenan las leyes o sus superiores. Veamos qué dice la Palabra de Dios al respecto: “Y el os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al prín-cipe de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de des-obediencia” (Efesios 2:1-2).

Cuando la Escritura menciona a los hijos de desobediencia, es un hebraísmo para indicar una inclinación constante hacia la des-obediencia, sumisos ante el diablo, por medio del pecado como la peor esclavitud. El apóstol Pedro enseñó en la Escritura: “Por-que el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 Pedro 2:19).

En Deuteronomio 11, Dios le da a su pueblo tres normas con el propósito de vencer la desobediencia, para no ser esclavos del pecado. Estas normas también son efectivas para todos los que decidan vencer esta debilidad en sus vidas y continuar avanzan-do en victoria. Estas normas son:

1) Que nuestro corazón se llene de la Palabra de Dios: “Pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma” (v.18).2) Que nuestros ojos estén fijos en la Palabra de Dios: “Las ata-reis como señal en vuestra mano, la cual siempre estará a la vista y serán por frontales entre vuestros ojos” (v.18). Dondequiera que di-rijamos nuestra mirada, siempre tendremos presentes los man-damientos de Dios.3) Que nuestra lengua se use para la palabra de Dios: “Y las enseñaras a vuestros hijos, y hablando de ellas, etc” (v.19)

CAPÍTULO 2 - LA OBEDIENCIA ES VITAL PARA EL DESARROLLO

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La obediencia exterior y las prácticas religiosas correctas tienen validez e importancia sólo cuando se basan en el conocimiento de Jesucristo mediante una fe y amor sincero por Él, por quién es Él y por su obra por los seres humanos.

Cuando comenzamos a movernos según nuestras reglas y nuestra voluntad, dejamos a un lado la voz de Dios y su Palabra, retirando nuestra obediencia al Rey de reyes. Comenzamos a obedecer según nuestros criterios personales, basando nuestras decisiones en nuestra razón. Así cedemos terreno ante uno de los mayores enemigos que un creyente puede tener: la rebel-día. Esta situación lleva al corazón o la voluntad a ser indócil y renuente a rendirse, sublevándose ante lo que Dios estableció. No puedo dejar de mencionar que la obediencia a Dios está por encima de cualquier otro deber. Dentro de este marco se debe obedecer a las autoridades. La Escritura dice: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra” (Tito 3:1).

Cabe mencionar que esta sujeción a los gobernantes está sujeta a la condición de hacer buenas obras, todo lo aprobado ética y moralmente por Dios.

“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuentas” (Hebreos13:17).

“Empleados, obedeced a vuestros patrones terrenales con temor y tem-blor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo” (Efesios 6:5).

Deberíamos estar convencidos de la justicia de Dios y sus pro-cedimientos divinos. Nos ahorraríamos muchos inconvenientes y situaciones dolorosas si entendiéramos que el pecado nos se-para de Dios, pues transgredimos sus leyes divinas al menospre-ciar y desechar su Palabra. No podemos pretender llevar una vida en desarrollo hacia lo que Dios quiere para cada uno y vivir en la

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plenitud de sus bendiciones sin obedecer lo que Él estableció. El problema de mucha gente es que prefiere hacer las cosas a su manera, mostrándose autónomos en sus pensamientos, con-ductas, actitudes, etc.

En este tiempo que vivimos Dios no necesita creyentes que cuestionen su proceder. Tampoco que estén analizando cuánto les conviene comprometerse con su voluntad por lo que pue-dan perder o ganar. Dios está observando quiénes se atreven a obedecerlo viviendo sin condiciones y no según sus criterios personales. Si Dios puso la bendición y la maldición delante del hombre, ¿por qué escogemos lo que arruina poco a poco nues-tras vidas, debilitándonos hasta quedar destruidos? Debemos examinar nuestras vidas y ver si agradamos a Dios o no.

Deberíamos preguntarnos si a la hora de ser fieles a su Palabra, ¿estamos dispuestos a cumplirla? Al momento de sujetarnos a una autoridad superior como el pastor, un líder o las autoridades gubernamentales, ¿qué tan decididos estamos a obedecerlos? ¿Se verá reflejada la obediencia en nuestras expresiones, actitu-des y palabras?

Desde el principio el hombre fue tentado a desobedecer a Dios y su desobediencia lo llevó a la caída. Pasó de un lugar de señorío a estar en la miseria. Si estudiamos la vida de cada personaje de la Biblia, sacaríamos la conclusión que como resultado de su obe-diencia se encontraron con el poder de Dios y sus vidas fueron transformadas. Llegaron a ser hombres y mujeres que marcaron la historia de la humanidad. Experimentaron que la correcta su-jeción desata bendición en abundancia y el desarrollo de su vida fue increíble. Podemos formar parte de ese grupo extremo que lo dio todo en el terreno de la obediencia, atreviéndose a marcar una diferencia y hacer historia.

Dios dijo: “He aquí Yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición”. Dios pone delante de ti la opción de recibir una bendición o una maldición, pero vivir en la dimensión sobrena-tural y en la abundancia de su presencia, sólo dependerá de ti.

CAPÍTULO 2 - LA OBEDIENCIA ES VITAL PARA EL DESARROLLO

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eL ejemPLO de jesucRistOEl ejemplo sublime de obediencia a Dios fue Jesucristo. Si como creyentes nos apartamos de Dios y sus caminos rectos, perde-remos la presencia, ayuda y protección del Pacto de Dios. Así como Jesús aborreció el pecado, nosotros también debemos hacerlo. Si podemos convertirnos en imitadores de Él y procu-ramos servirlo constantemente en obediencia, recibiremos su bendición y poder.

“Y estando en la condición de hombre, se humillo así mismo, ha-ciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2:8).

La obediencia de Jesús a la voluntad del Padre fue total, porque sabía desde el principio cuál sería su tarea y no miró por sus inte-reses, si no por el de los demás. Fue obediente a Dios muriendo crucificado en la cruz del Calvario y como consecuencia de su obediencia, su recompensa fue:“Por lo cual Dios también le exalto hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y confiesen que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11).

En abundancia o escasez, todo nos favorece para que amemos y sirvamos a Dios. Cuanto menos tengamos que preocuparnos por nuestras razones y pensamientos, tanto más podremos preocuparnos por las cosas de Dios. No cometeremos el error de cuestionar o mostrar desacuerdos que nos puedan llevar a desobedecer su Palabra.

CAPÍTULO 2 - LA OBEDIENCIA ES VITAL PARA EL DESARROLLO

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cAPÍtuLO 3

vALORAndO Quienes sOmOs

“LA ALTITUD DE UNA PERSONA NO SE RELACIONACON LAS RIqUEzAS SINO CON LA EfICACIA EN CREER

qUE LOGRARá ALCANzAR LA META”

Es muy triste mirar hacia atrás y no encontrar nada positivo que nos haga sentir bien, sólo tiempo perdido. Es hora de

tomar una decisión al respecto y comenzar a confiar en lo que Dios nos entregó. No dejemos pasar esta oportunidad para ser referentes en la historia de la humanidad. Dios nos predestinó para que dondequiera que nos encontremos, hagamos maravi-llas, algo extraordinario y fuera de lo común. La palabra predesti-nar significa “decidir de antemano”. Esta misma palabra se aplica directamente a los planes de Dios. El apóstol Pablo menciona en Romanos 8: 30: “Y a los que predestino, a estos también llamo, y a los que llamo, a estos también justifico; y a los que justifico, a estos también glorifico. ¿Qué pues diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿Quién contra nosotros?”.

En este pasaje el apóstol Pablo declaraba que Dios predestina a sus elegidos para que sean conforme a la imagen de su Hijo Jesús, hombres o mujeres santos y sin mancha. Justificados y glorificados adoptados como hijos suyos, redimidos y destina-dos a una herencia para alabanza de su gloria. Destinatarios del Espíritu Santo, creados para hacer buenas obras. Esta revela-ción nos da la convicción que si permanecemos fieles al Señor, podremos disfrutar de una vida abundante. Dios ya sabe cómo termina todo, pues Él ya lo predestinó, sólo debemos seguirlo para alcanzar su grandeza.

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LA Gente siGue A LOs decididOs Al final la gente siempre sigue a los que saben a donde van. En una oportunidad Pablo les dijo a los Corintios: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Estas palabras de Pablo no fueron a modo de invitación o petición, fue una or-den para seguir el ejemplo de Cristo. Debemos ser como Cristo. Como Pablo sabía a quién seguía, podía exhortar a los demás que lo siguieran. Si vamos a seguir a alguien, debemos seguir a Jesús.

Desde niño sabía que había sido predestinado para algo muy im-portante. Entendía que era parte del negocio de su Padre y no perdía tiempo en averiguar de qué se trataba. “¿Porque me bus-cabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi padre me es necesario estar? Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia con Dios y los hombres” (Lucas 2:49 y 52).

No podemos perder de vista que estamos en un negocio y es el más importante de todos. Dios nos puso en un lugar de privi-legio. Jesús tenía muy en claro que su prioridad era estar en los negocios de su Padre. Había puesto su confianza en que llevaría a cabo lo que Dios preparó para su vida. Cada uno de nosotros debe estar comprometido con Dios para confiar en Él y creer que lograremos todo lo que quiere.

cOnfiAR en sÍ mismOLa esencia del heroísmo radica en la confianza que uno ten-ga en si. No podemos ignorar que una de las claves del éxito es la confianza y cuando no existe, habrá desconfianza y esto duplicará el costo de nuestro negocio. Perderemos tiempo y nos estancaremos, deteniéndose el progreso de nuestro trabajo, deseos, sueños, etc. El libro de Crónicas registra los sucesos importantes de la historia de Israel. Entre ellos se menciona la valentía de tres hombres que ganaron la credibilidad de su rey al creer que podían abastecerle de agua. 1 Crónicas 11: 16-18 dice:

CAPÍTULO 3 - VALORANDO QUIENES SOMOS

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CAPÍTULO 3 - VALORANDO QUIENES SOMOS

“David estaba entonces en la fortaleza, y había entonces guarnición de los filisteos en Belén. David deseo entonces, y dijo. ¡Quien me diera de beber de las aguas del pozo de Belén, que esta a la puerta! Y aquellos tres rompieron por el campamento de los filisteos, y saca-ron agua del pozo de Belén, que esta a la puerta, y la tomaron y la trajeron a David; mas el no la quiso beber, sino que la derramo para Jehová”.

Estos valientes que quisieron suplir los deseos de su Rey, salie-ron confiando que podrían conseguir el agua. Creyeron en sí mis-mos y pudieron demostrarle a su Rey su compromiso. El servicio que estos hombres brindaron no sólo a David, sino a todo un país, les confirió un mayor honor. También mataron a los filisteos y a otros enemigos públicos, consagrándose como instrumen-tos de salvación para su nación. Esto los llevó a ser reconocidos como los valientes de David y ningún otro hombre los igualó.

Estos valientes confiaron que podían penetrar en el territorio de Be-lén donde se encontraban los filisteos y tomar el agua para su rey.

Esa verdad se hizo patente mediante sus actos. No se quedaron pensando que podrían hacerlo o analizando cuál sería la estra-tegia para llegar a aquel lugar. En el momento que supieron la razón por la cual se encontraban en ese lugar, se abrieron paso entre los demás soldados y con actitud valiente suplieron el pedi-do de David. En el ejército de Israel hubo muchos valientes, pero ninguno como estos tres. El ejemplo de estos valientes bastó para que otros entendieran que también podían ser valientes. Después de irrumpir en el campamento de los filisteos para traer agua, muchos soldados siguieron sus ejemplos.

Las recompensas y honores del Reino de Cristo están prepara-das para los que creen y confían en Dios, demostrándolo con acciones que reflejen una actitud de confianza en sí mismos para comprometerse con lo que Él quiere. Debemos estar dispuestos a enfrentar la fatiga y el sufrimiento, arriesgándolo todo por Cris-to, incluso la vida misma.

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seR cOnfiABLeNo se puede confiar en aquellos que no se tienen confianza. Un tiempo antes a este suceso, cuando David fue proclamado rey de Israel, el pueblo declaró lo siguiente: “Entonces todo Israel se junto a David en Hebrón, diciendo: nosotros somos tu hueso y tu carne” (1 Crónicas 11). Estas palabras no eran para tomarlas a la ligera y creer al momento que cada persona estaría dispuesta ha-cer lo que fuera por David. Con el correr del tiempo realmente se verían los fieles al rey. Ya David había demostrado ser un hombre confiado y valiente al lado del rey Saúl.

En su liderazgo, David obtuvo resultados y por eso inspiraba con-fianza. Estaba en el tiempo de poner a prueba quienes seguirían sus pasos, la Nación se había declarado como “su hueso y su carne”, era el momento de saber en quienes podía confiar y de-legar autoridad.

Una de las funciones muy importantes del liderazgo es lograr que los demás confíen en sí mismos y David les estaba dando esa oportunidad. Dios les prometió que estaría con ellos, sólo restaba que tomaran la iniciativa de avanzar. El rey les estaba dando la posibilidad de hacer historia. Ese día tres personas decidieron ser algo más que soldados, decidieron ser hueso y carne del rey.

Hoy Jesús nos da la posibilidad como el mejor de todos los maes-tros, reyes y líderes de ser algo más de lo que somos para llegar a ser conocidos por nuestras hazañas y victorias en el campo de batalla. Deberíamos hacernos esta pregunta, ¿las demás per-sonas podrán confiar en mí? ¿Seré alguien en quien los demás puedan confiar? Pensemos detenidamente por un momento y veamos la respuesta que encontramos en nuestro interior. No se puede confiar en quienes no confían en sí mismos. Si estás en busca de una oportunidad, cree que podrás lograrlo y alguien te la dará. Si nuestra vida está centrada en la Palabra de Dios, la confianza produce en nosotros esperanza, dándonos ánimo, aliento y vigor para trabajar. El rey David dijo: “En paz me acos-tare, y así mismo dormiré; Porque solo tu Jehová, me haces vivir confiado” (Salmos 4:8).

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Para la mayoría de nosotros sería muy sencillo irnos a descansar por la noche y levantarnos por la mañana para comenzar con un nuevo día realizando las respectivas actividades cotidianas. Este cuadro era muy diferente para David. Cuando se iba a descansar en medio de una guerra, había enemigos por todos lados. Decir: “en paz me acostare y asimismo dormiré”, no era cosa sencilla.

Cualquier persona que se detuviera a pensar en las palabras de David, llegaría a la conclusión que estaba loco. Pero al analizar la frase: “me haces vivir confiado”, vemos que la paz y el descanso que tenía David, no provenían de sí mismo, sino de Dios. Sabía que el propósito para su vida no había terminado y aún quedaba mucho camino por recorrer. Por tanto, podía estar seguro que Dios lo guardaría en todo momento.

Debemos estar confiados, pero no sólo cuando todo va bien, también cuando todo pareciera estar mal. Si estamos atravesan-do situaciones difíciles y adversas, debemos recordar que fuimos creados por Dios con un propósito. Y si aún no hemos terminado con nuestra labor, esto quiere decir que queda mucho por hacer en su voluntad. Si Él nos eligió, sabía que podíamos llevar a cabo su propósito a pesar de los imposibles. Pues es el único Dios que hace realidad lo imposible, llegando donde nosotros no podemos llegar. Por eso si Él creyó en nosotros, podemos estar seguros y confiados que llegaremos a ser lo que quiere que seamos.

ALcAnzAR LO Que deseAmOsLograr algo es alcanzar lo que deseamos. Cuando una perso-na comienza a creer que logrará su objetivo, sin importar que tan grande o difícil parezca, llegará a concretarlo. Un creyente que comienza a actuar confiando en sí mismo acorde a la confianza que Dios puso en él, se transforma en una persona de acción que ofrece soluciones y cambios. No es lo mismo una persona que no cree en sí mismo a la hora de confiar cuando necesita

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lograr su objetivo que ver las cosas desde otra perspectiva. Debe creer en sí mismo a la hora de confiar para lograr el objetivo. Sin duda alguna, el resultado será extremadamente diferente.

cReeRLe A diOsDebemos comenzar a creer lo que Dios dice que somos. Una verdad que debemos tener presente en nuestros pensamientos cada día de nuestra vida es que Dios estableció un Nuevo Pacto con nosotros. La solución que este pacto conlleva es extraordi-naria, puesto que se trata de la muerte de Jesús para perdón de nuestros pecados. Ahora bien, Dios amó tanto a la humanidad que dio a su único Hijo, lo más preciado de sí para morir en la Cruz por cada uno de nosotros. Morir de esta manera era la sen-tencia más cruel, dolorosa y vergonzosa que un hombre podía recibir. Esta condena sólo estaba destinada para los hombres con delitos aberrantes. Jesús no había cometido ningún delito (pecado) y se hizo pecador, llevando nuestros pecados a la cruz del Calvario. Este acto sin precedentes fue necesario para nues-tra redención. Sin dudas, esta entrega de Cristo nos muestra su amor y el interés de Dios por el ser humano. Si Él creyó en nosotros al punto de enviar a su Hijo como el Cordero inmola-do que quita el pecado del mundo a través de ese sacrificio de muerte de cruz, deberíamos ser más decididos a la hora de con-cretar algo. El apóstol Pablo dijo por revelación del Espíritu Santo: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amo” (Romanos 8:37).

cReeR Que sOmOs tRiunfAdOResUna persona no podrá alcanzar el triunfo si antes no cree que sea un triunfador. La confianza es un valor que con el correr del tiempo no dejó de trascender y los que la supieron aprove-char tuvieron resultados increíbles. No podemos tener una vida abundante en Dios si no podemos confiar en nosotros mismos como Él lo ha hace. Si podemos creer que vamos a lograr el pro-pósito para el cual nacimos, seguro comenzaremos a transitar un

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camino totalmente diferente, un camino que nos llevará cada vez más cerca del propósito de Dios.

Existen tres tipos de personas: los que no tienen éxito, los que alcanzan un éxito temporal y los que logran el éxito permanente. La diferencia que existe entre quienes alcanzan el éxito y lo man-tienen, radica en creer que lo lograrán, más allá de lo que otros crean u opinen.

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cAPÍtuLO 4

venciendO A mi enemiGO

“EL PEOR ENEMIGO NO ES EL qUE SE CONOCESINO EL qUE SE IGNORA”

La mayoría de las personas vive sugestionada por lo que su-cede a diario en la sociedad. El miedo a que algo malo pueda

sucederles está siempre presente. Pareciera ser que el temor comenzó a formar parte en sus vidas. Esto no debería ser así, pero lamentablemente el hombre le ha dado participación a este enemigo del alma en su mente. Hay diferentes tipos de temores. Hay personas que le temen a los truenos, otros le temen a las alturas, a los insectos, al fracaso, a la enfermedad, a la muerte y así infinitamente.

Hay casos de personas que ni aún querían salir de sus casas por temor a sufrir algún accidente. Una estadística muestra que nueve de cada diez personas le tienen terror al pensamiento de hablar frente a un grupo de personas. Esta es una realidad muy triste, pero hay tanta diversidad de temores como hombres so-bre la tierra.

un enemiGO invisiBLe Un enemigo invisible se hace visible cuando menos lo es-peramos. El temor es una forma agravada de duda que abre espacios para el miedo. Quita nuestra atención de Dios para concentrarla en los sucesos desafortunados de alguien más. Así comenzamos a estar alertas al punto de sugestionarnos pensan-do que podremos prevenir que nos suceda lo mismo. Entonces el mal de otra persona termina siendo nuestra propia causa de persecución. De esta manera el miedo toma control de nuestra vida hasta el punto de hacernos entrar en pánico.

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No es casualidad que en la Escritura se mencione 365 veces la expresión, no temas. Es decir, tenemos una cita para cada día del año. Esta cifra tiene que llamarnos la atención. Creo que Dios está muy interesado en que el temor no forme parte de nuestra vida, por eso nos manda a no temer en todo momento.

El temor es, sin lugar a dudas, uno de los enemigos de la mente que con mayor frecuencia viene a atacarnos. No lo podemos ver, pero en los momentos menos esperados se dará a conocer. Las expresiones de nuestros rostros y la forma de hablar entre otros, son una prueba de ello.

En griego la palabra temor es phobos. El miedo es un arma letal que utiliza el temor para paralizar las vidas. El miedo es el en-cargado de infundir terror, espanto e inseguridad por la duda de no saber cómo encontrar una salida cuando la tormenta azota nuestras vidas. Por lo general, en un momento creemos tener la fe necesaria para atravesar lo que sea. Pero al momento si-guiente, pareciera que no podemos avanzar y comenzamos a conformarnos a esa situación. Esto ocurre debido al efecto que este enemigo produce en nuestra mente.

Cuando el temor toma control de nuestra vida, lejos de acceder a una vida abundante, podemos hasta caer en problemas de índo-le físico. El temor nos mantiene ocupados con pensamientos de duda e inseguridad y nos bloquea. Si logra dominar nuestra vida, impedirá nuestro progreso. Es muy importante vencer al temor. Y con la ayuda de Dios es posible.

sin PRefeRenciAsEl temor no tiene preferencias. No sólo las personas que no tienen a Jesús en su corazón padecen el miedo, también ocu-rre con los cristianos que no terminan de confiar en el Señor. Al leer los Evangelios notamos que Jesús cuando comenzó su ministerio le dijo a dos de sus discípulos: “Venid en pos de mi, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron” (Marcos 1:17-18).

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Estos hombres fueron obedientes a la voz del Señor. La Escritura dice que dejando luego sus redes, le siguieron. A partir de ese momento nunca más se apartaron de Jesús. Al estudiar la vida de los discípulos, con excepción de Judas Iscariote, vemos que siempre estuvieron atentos escuchando, aprendiendo y hacien-do lo que Jesús les enseñaba. Ninguno de nosotros podría decir que eran personas sin compromiso con Dios, pues habían deja-do todo por Él. Pero aún así el temor era parte de sus vidas. Lo que trato de decir es que no importan los años que tengamos de creyentes, ni a cuantas cosas hayamos renunciado por causa de Cristo, aún así podemos ser víctimas de este enemigo del alma. A simple vista, el temor pareciera no estar presente, pero en determinados momentos se dará a conocer sin previo aviso. En la Escritura encontramos una historia donde Jesús les enseñó a sus discípulos sobre este enemigo:

“Y entrando en la barca sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levanto en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero el dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo ¿porque te-méis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza” (Mateo 8:23-26).

Había una diferencia notable en el comportamiento de Jesús con respecto al de los discípulos, pues eran hombres con mucha experiencia sobre navegación. Esta no era la primera vez que se embarcaban y tampoco era la primera tormenta que experi-mentaban. Sin ir más lejos, Pedro se dedicó a la pesca toda su vida embarcado en el mar de Galilea. Ninguno era ajeno al viaje que estaban realizando y a los frecuentes peligros que pudieran atravesar. Creo que las tempestades no son fáciles de soportar y mucho menos si transcurren en las profundidades del mar, justo cuando estamos navegando. Los vientos huracanados sacudían la barca de un lado a otro. Las olas debieron golpear la barca cada vez con mayor fuerza. Bajo estas condiciones de tan grande tem-pestad, el miedo comenzó a trabajar en sus pensamientos. Una tempestad feroz comenzó a desatarse repentinamente. Mien-

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tras Jesús dormía bajo las mismas condiciones, ellos estaban aterrados y preocupados por sus vidas. “Esta gran tempestad de viento echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba” (Marcos 4:37).

Para colmo de males la tormenta transcurrió durante la noche. El Evangelio de Marcos enriquece un poco más toda esta situación porque añade un dato “Aquel día, cuando llego la noche, les Dijo: Pasemos al otro lado” (Marcos 4:35). El temor terminó por apode-rarse de ellos. Estaban tan preocupados que con desesperación tuvieron que llamar a Jesús “¡Señor sálvanos que perecemos!”. Este acontecimiento los puso en el lugar que Jesús quería que estuviesen. No había un mejor momento para que les mostrara lo que había en sus corazones. Sólo así podrían reconocer sus li-mitaciones como hombres y su necesidad del poder de Jesús. El Mar de Galilea representa el mundo y la tempestad los temores que nos atacan constantemente.

incReduLidAd El temor produce falta de fe. El gran problema de estos hom-bres de Dios fue su falta de fe. Jesús les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Relacionó directamente su falta de fe con el temor. Les estaba enseñando que el temor producía incredu-lidad. Si estos hombres escogidos por Dios que pasaban tiempo con Jesús y veían sus milagros tuvieron miedo, lo más probable es que si atravesáramos una situación similar también reaccio-naríamos así. Jesús les mostró cuál era su problema. Hoy Dios también nos muestra que el temor nos lleva a ser incrédulos. El miedo mina nuestra fe.

Una de las cosas que logra el temor es quitarnos los ojos de Cristo. El temor hizo que por un momento los discípulos se olvi-daran que Jesús estaba con ellos. ¿Cómo podría ocurrirles algo malo si Jesús estaba en la misma barca? No debemos ignorar que el diablo es especialista en arrojar dardos de duda sobre la presencia y protección de Dios sobre sus hijos y así atemorizar-los. La mayoría de las veces los temores son el resultado de la in-

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fluencia de espíritus malignos que quieren atormentar nuestras vidas y ante los cuales debemos resistir firmes en la fe.

¿HAstA dÓnde nOs LLevA eL temOR?¿Que tan lejos podemos llegar con una vida llena de temor? Los discípulos de Jesús emprendieron un viaje. El propósito era muy bueno pues se dirigían a servir a Dios. Parecía que todo en esa noche se encontraba bien. Pedro siendo uno de los mejores pescadores de la época, no creo que se hubiera embarcado en una situación tan extrema. Puesto que estaba acostumbrado a navegar, era una rutina para él, algo de todos los días. Pero su-cedió todo lo contrario. Sólo pudieron avanzar una pequeña dis-tancia hasta que se encontraron en peligro y eso los hizo temer. No era correcto que pensaran que por ser parte de los doce y pertenecer al grupo íntimo del Señor, estarían a la altura de las circunstancias de las exigencias del servicio a Dios. Cualquier esfuerzo por intentar salvar sus vidas era inútil. Jesús usó esta actividad para llevarlos hasta un punto extremo y exponer el te-mor que había en sus corazones.

Muchas veces creemos estar a la altura de las demandas de las situaciones e incluso nos creemos capacitados para resolver determinados asuntos, pues estamos acostumbrados a ellos. Es una rutina en nuestras vidas. Pero ignoramos que no importa cuán capacitados estemos, si hay temor en nuestros corazones estaremos en serios problemas.

¿Qué intenta mostrarnos Jesús a través de esta historia? Nos demuestra que aún en lo que estamos acostumbrados hacer, debemos ajustar nuestras vidas para cumplir su propósito. Cada vez que emprendamos un viaje hacia algo nuevo, si tenemos temor, las tormentas nos impedirán continuar nuestro viaje. No podremos llegar lejos a menos que venzamos ese enemigo del alma.

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desteRRAndO eL temOR Si queremos llegar lejos debemos arrancar el temor de nues-tras vidas. La Escritura menciona en 1 Juan 4:18: “… porque el temor lleva en sí castigo”. El temor va trabajando de tal manera que nos aleja de las bendiciones de Dios y nos coloca bajo el yugo del pecado. El que teme vive en un verdadero y constante tormento, corriendo el riesgo que Satanás se ocupe de cumplir la razón de nuestro temor. Job pudo reconocer que el mal le so-brevino por causa del temor: “Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía” (Job 3:25).

El mayor deseo en la vida de Job era la presencia y el favor de Dios. Pero ahora ocurrió lo que más temía. En el momento que Job dice: el temor que me espantaba, seguramente esta ora-ción se refiere con toda probabilidad a los continuos sobresaltos que lo oprimían cuando recibía las malas noticias. En un sólo día perdió todas sus posesiones: diez hijos, setecientas ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y también sirvientes de ambos sexos. El había sido un hombre: “Perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Pero a pesar de ser un hombre de Dios, había temor en su vida. También la Escritura dice que Job temía que sus hijos ofendieran a Dios mientras hacían banquetes: “Porque decía: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazo-nes” (Job 1:5).

Satanás no pudo negar que Job perseveraba en su integridad a pesar de su gran aflicción. Pero desde el momento que Job escuchó la voz del temor, perdió la imagen del Dios bueno y esto lo llevó a poner su atención en todo lo demás, comenzando a temblar de miedo. Su dolor lo llevó a pensar o imaginar que esa experiencia no acabaría jamás, una impaciencia que podríamos justificar. Pero esta actitud no tiene justificación y demuestra una tremenda ingratitud hacia el Dador de la vida.

Job era un hombre recto y temeroso de Dios que comenzó a reconocer que el temor que lo espantaba cayó sobre su vida y le

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aconteció lo que más temía. Se dio cuenta que él mismo desde su mente le dio lugar a los pensamientos de temor que lo lleva-ron por un camino que le generó grandes pérdidas.

Tanto los discípulos como Job eran hombres elegidos por Dios con un propósito extraordinario y esto hablaba muy bien de ellos. Eran hombres apartados del mal, sensibles a la voz de Dios y res-ponsables. Pero no habían tenido en cuenta que el temor existía en sus corazones. Dios tuvo que mostrarles cuál era el problema que había en ellos, porque esto les impedía avanzar hacia sus llamados. Una vez que aprendieron que el temor era responsable por detener la bendición de Dios, caminaron en fe y se convir-tieron en hombres referentes para la humanidad. Entonces Dios los bendijo en gran manera. Sólo de esta forma pudieron llegar tan lejos.

En los momentos de presión, donde los resultados no son los que esperábamos, podemos notar a través de nuestros pensa-mientos y actitudes si hay temor en nuestra mente o no. Cristo respondió con palabras de aliento para estimular la fe de aquellos hombres sumidos en una situación que parecía sin esperanza. A lo largo de la historia redentora hubo creyentes que depositaron su confianza en Dios cuando todo parecía estar perdido. En tales ocasiones, Dios proveyó la fe necesaria, liberando a su pueblo según su voluntad divina y su propósito eterno.

El temor y la falta de fe impiden la manifestación de los milagros y el poder de Dios. Dejar de creer en la verdad para dar lugar a la duda originada por el miedo, implica negar a Jesús porque es la Verdad. Si rechazamos las normas de la justicia de Dios, impedi-mos que manifieste el poder de su Reino en nuestra vida.

En una oportunidad los discípulos le dijeron a Jesús: auménta-nos la fe. Entonces el Señor dijo: “si tuvieres fe como un grano de mostaza podrías decir a este sicomoro: desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería” (Lucas 17:5-6).

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Como creyentes debemos conservar el hambre por la Palabra de Dios y pedirle al Señor en oración que aumente nuestra fe. De esta manera podremos romper con nuestras limitaciones que probablemente sean consecuencias del temor, el enemigo que quiere robarnos la fe.

En la Escritura encontramos una historia donde Jesús regresaba de la región de los gadarenos hacia Galilea. Allí había un jefe de la sinagoga que se llamaba Jairo que cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba que entrara a su casa pues tenía una hija única de doce años que estaba muriendo. Pero Jesús lo anima y le dice: “No temas, cree solamente, y será sanada” (Lucas 8:50).

Nuestra fe en Cristo tiene que ser atrevida y sin miedo, aunque las dificultades parezcan imposibles de resolver. Él tiene el poder para hacer posible lo imposible: “Más el tomándola de la mano, clamo diciendo: Muchacha, levántate. Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levanto: y El mando que se le diese de comer” (Lucas 8:54-55).

Dios nos ofrece una excelente alternativa a nuestros temores: el amor divino de Cristo que puede hacernos vivir confiados. Debe-mos pedirle al Señor que abra nuestros ojos para ver cuánto nos ama y cuán poderoso es para que no volvamos a temer jamás. No debemos olvidar que Jesús siempre estará con nosotros. No apartemos nuestra mirada de Él para ponerla en el temor. Consideremos e imitemos la actitud que tuvo Jesús frente a la tempestad. Él pudo descansar cuando todo parecía un caos por-que tenía la seguridad que su Padre estaría allí para protegerlo, aunque el mundo se volviera un caos.

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cAPÍtuLO 5

cORRiendO HAciA LA metA

“LAS METAS NO MUESTRAN SóLO EL DESTINO fINALDE NUESTRAS ACCIONES, SON EL PUNTO DE PARTIDA

hACIA LA GLORIA ETERNA”

Gregorio Marañón, (1887-1960)definió a la vida de esta bella forma:

Vivir no es sólo existir,sino existir y crear, saber gozar y sufrir

y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir.

Albert Einstein (1879-1955)Científico alemán nacionalizado estadounidense,

la precisó así:

“Al final, lo que importa no son los años de vida,sino la vida de los años”

Pero lo rigurosamente cierto es que consiste en el espacio de tiempo que media entre el nacimiento y la muerte. En reite-

radas ocasiones he oído la siguiente pregunta: ¿En qué etapa de tu vida estás? Esta es una pregunta muy frecuente entre las personas y se convirtió en una de las más populares de este último tiempo para la sociedad. Y allí se menciona la etapa de la juventud, de la media vida – donde dicen que aparecen las crisis del hombre - y la tercera edad.

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No caben dudas que la vida del hombre, sea por cuestión de edad, logros, sentimientos o sueños, se mide por etapas. Las etapas permiten medir éxitos o fracasos, marcan una época en la vida de los hombres que delatan el avance o retroceso del desarrollo de sus acciones.

Existen diferentes etapas y cada una de ellas viene acompañada por una crisis. Por ejemplo, tenemos la etapa de la adolescencia-juventud. Esta es la edad que sucede a la infancia y transcurre desde la pubertad hasta el desarrollo completo del cuerpo. En este ínterin comienzan las personas a definir su personalidad. En la etapa llamada crisis de los cuarenta, las personas se plantean los resultados que obtuvieron a lo largo de su vida. Por ejemplo: sus logros, lo que pudieron haber hecho y no hicieron, las malas decisiones que los llevaron a vivir momentos dolorosos, etc.

Por último llega la etapa de la vejez. Esta etapa viene acompa-ñada de una crisis que lleva a las personas de la tercera edad a pensar que ya no tienen la misma fuerza de antes. Se sienten incapaces de realizar determinadas tareas, creen que su tiempo ya pasó y no hay cosas interesantes que podrían hacer. Sea una u otra la etapa en la que nos encontremos, debemos estar se-guros que hay un propósito de Dios para cada una de ellas. Él nos entregó la vida, no para lamentarnos sino para disfrutarla a pleno. Y podemos tener la certeza que juntamente con ella dis-frutaremos de todas las cosas. “Pues Él es quien da a todos vida, el aliento y todas las cosas” (Hechos 17:25).

Si la vida del hombre se mide en etapas, como creyentes debe-mos saber que en cada una hay metas de Dios que debemos alcanzar. El secreto para una vida más abundante es descubrir que fuimos destinados con un propósito de Dios y luego hacerlo. El apóstol Pablo dijo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo

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que queda atrás, y extendiéndome a lo que esta adelante, prosigo a la meta, al supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:12).

Pablo descubrió cuál era el propósito de su vida. Descubrió para qué fue creado y se propuso alcanzar esa meta. Llegar hasta el final de su sueño en Cristo Jesús. Sus palabras fueron: “Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás” (Filipenses 3:13).

Quien tiene una meta sabe qué debe dejar atrás con el fin de ir hacia adelante. Pablo creyó al llamado que Dios le había hecho y estuvo dispuesto a pagar el precio por ello: “Pero cuantas cosas eran para mi ganancia, las he estimado como perdida por amor de Cristo” (Filipenses 3:7).

Pablo fue una persona sensible al llamado de Dios, al punto de no quedarse con la idea que algún día lograría concretar el pro-pósito de su vida. Fue una persona sabia al proponerse una meta y avanzar hasta llegar a las últimas consecuencias para lograrlas. Salomón, uno de los reyes más sabios de la tierra, dijo lo siguien-te: “La sabiduría es la meta del inteligente pero el necio no tiene meta fija” (Proverbios 17:24).

Hay tres aspectos que deben estar presentes en nuestras metas para avanzar en el desarrollo de nuestras vidas:

• Tener un sueño o un deseo.• Saber hacia dónde vamos.• Identificar qué queremos logar.

un sueñO nOs dA diRecciÓnLos sueños pueden indicarnos que camino tomar.1) - Los sueños representan una visión interior que habla al espíri-tu mismo para concretar aquello para lo cual fuimos llamados: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).

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Me refiero a aquello que está en lo profundo de nuestro corazón que nos hace sentir especiales o fuera de lo común. Esto nos coloca en una época determinada, en el tiempo de Dios, con el propósito de lograr algo impactante para la humanidad. Así hare-mos historia como tantos hombres de Dios.

Tener un sueño no significa que debemos ser espectadores es-perando que las cosas sucedan por sí solas o por intervención “divina”. No significa quedarnos sentados esperando que todo ocurra mientras el tiempo avanza. Si tenemos un sueño debe-mos comenzar a prepararnos para realizarlo en nuestras vidas, tomando parte activa en la conformación del propósito. ¿Qué quiero decir con esto? Un sueño nos muestra la dirección de lo que seremos y nos muestra cómo trabajar para desarrollarlo. Hay personas que dicen tener sueños y anhelos, pero lamenta-blemente sólo fue un lindo pensamiento y nada más. Nunca se prepararon ni trabajaron para que sucediera. También están los que no creen poder realizarlos porque son afectados por lo que no tienen o por lo que les hace falta. Esto es un impedimento para lograr sus sueños y deciden quedarse con el recuerdo de algo lindo que pudo suceder.

eL POdeR de un PensAmientONuestros pensamientos pueden abrir caminos de éxito o condicionarnos en el progreso de la vida. A través de nues-tros sueños podemos ver en el presente quienes seremos en un tiempo futuro. Nuestra manera de pensar impactará podero-samente nuestra visión en el camino hacia el éxito de nuestro sueño. “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis en mi, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Filipenses 4:8-9). Si los pensamientos en relación a nuestros sueños son de mal, estare-mos condicionando el progreso de nuestras vidas.

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La Escritura nos habla de un soñador llamador José que era hijo de Israel. Este joven a la edad de diecisiete años tuvo sueños de grandeza. Por causa de ellos sufrió mucho y se enfrentó a gran-des obstáculos para cumplir su propósito. José tuvo que superar una serie de problemas difíciles. Por ejemplo:

1 - Lo echaron en una cisterna: “y le tomaron y le echaron en la cis-terna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua” (Génesis 37:24).

2 - Buscaron la ocasión para matarlo: “Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿que provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte?” (Génesis 37:26).

3 - Lo vendieron como esclavo: “Venid, y vendámosle a los ismae-litas, y no sea nuestra mano sobre el; porque el es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con el” (Génesis 37:27).

4 - Terminó en Egipto: “Llevado, pues, José a Egipto, Potifar ofi-cial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compro de los ismaelitas que lo habían llevado allá” (Génesis 39).

5 - Fue encarcelado: “Y tomo su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel” (Génesis 39:20).

A pesar de todas las dificultades que vivió José, nunca dejó de creer en su sueño. Se aferró cada vez más a él. Nunca se dio por vencido y siempre hizo lo correcto. Fue una persona justa, obediente y responsable. Dios prosperaba todo lo que hacía: “Y el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que habían en aquella prisión; todo lo que se hacia allí, el lo hacia. No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que el hacia, Jehová lo prosperaba” (Génesis 39.22-23). No im-

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porta lo que podamos estar atravesando, los sueños de Dios en tiempos difíciles nos mantendrán firmes porque nos mostrarán lo que seremos.

eL OBjetivO finALLas metas son el objetivo final al que se dirigen nuestras acciones.2) - Es importante saber hacia dónde nos dirigimos. No podemos transitar por la vida sin dirección, sin saber a dónde ir. José, el jo-ven soñador, podía ver en sus sueños quién sería algún día. Eso lo llevó a no bajar sus brazos en medio de las dificultades y en tiempos difíciles, sus sueños lo sostuvieron. Se transformaron en su meta y fueron la guía en el rumbo de su vida.

Las metas trazan el camino para que nos direccionemos. Si la meta es concretar un sueño, tendremos un camino por el cual transitar y, si luchamos, llegaremos al destino deseado. Como creyentes debemos tener metas, un objetivo donde llegar. Un viejo refrán dice: “El secreto de la eterna juventud es tener más proyectos que recuerdos”. No nos alcanza con tener buenas in-tenciones o ser positivos y optimistas, incluso cambiar de acti-tud. Sin una meta nos encontraremos cada vez más perdidos. Saber hacia dónde nos dirigimos nos enfocará en la visión de nuestra meta. Nos motiva y desafía a esforzarnos para alcanzar y conquistar nuestros sueños, llevándonos hacia una permanente autoevaluación. El apóstol Pablo dijo: “Prosigo a la meta” (Filipen-ses 3:14).

Literalmente decía “voy en dirección a la meta para obtener el premio”. Sin una meta hacia donde vamos, se torna imposible alcanzar algo. Es el momento donde comenzamos a perder el entusiasmo y el esfuerzo. Se disipa todo en multitudes de cosas sin un objetivo central y comenzamos a vivir sin rumbo fijo. No siempre llegan los más veloces, pero sí los que perseveran hasta el final. Quienes no avanzan permanecen en el mismo lugar, si no es que retroceden.

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No creo que permanecer en el mismo lugar transformando nues-tras vidas en una rutina o habiendo permanecido para después retroceder sea nuestra mejor opción. Sin duda alguna, hay una vida más abundante esperándonos. Detenidos en el camino, se-guro que no la vamos a encontrar. Tampoco retrocediendo por un camino por el cual ya hemos andado. La única manera que podremos encontrarnos con nuestro destino será avanzando. El apóstol Pablo dijo: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:39).

cReAdOs PARA seR efectivOsFuimos creados para vivir de manera efectiva, correcta y nunca seremos felices de otro modo.3) - Identificar lo que queremos lograr implica que la meta y nosotros debemos ser uno. José, el joven soñador, no hubiera avanzado sin antes identificar su sueño de tal manera que fue-sen uno. Cada creyente tiene sus propias metas elegidas por Dios, pero con frecuencia buscamos cambiarlas para hacer nues-tra propia agenda. Acudimos interesadamente a la ley del libre albedrío para aplicarla a nuestras vidas. Podemos dejar de ser uno con lo que deberíamos ser, para unirnos con lo que no debe-ríamos ser. Así elegimos unirnos con algo que será desagradable y malo, pues como fuimos creados para vivir de manera efectiva y correcta, nunca seremos felices de otro modo.

José nunca hubiera logrado ser gobernador de Egipto, sin creer que fue creado para ese propósito. Cuando somos hechos por una razón, no podremos hacer nada tan significativo como eso mismo. Cualquier otra cosa que realicemos no se puede compa-rar ni dará los resultados que esperamos, pues no fuimos dise-ñados para ello.

Cuando seguimos correctamente el sueño de nuestra vida y lo-gramos alcanzarlo, nos damos cuenta que su causa no sólo es

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buena para nosotros, también para quienes nos rodean. José experimentó esto mismo y habló de ello: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encamino a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Génesis 50:20).

Finalmente José se dio cuenta que todo lo que vivió era parte del propósito para llegar a su sueño. Su presente no era para tenerlo en poco, pues se había convertido en el gobernador de Egipto y era la mano derecha del faraón. Después del faraón, José fue la persona con mayor poder. Y no sólo eso, pudo ver la consecuencia de su sueño y la voluntad de Dios: “Mantener en vida a mucho pueblo”.

El fin de nuestra meta debe ser alcanzar nuestro objetivo: el pro-pósito de Dios. No importa cuán fácil, difícil o imposible pudiera parecer. Debemos ser efectivos en lo que hacemos y no detener-nos para seguir adelante aprendiendo a solucionar los problemas que puedan presentarse. La Escritura dice: “Quien se rinde ante un problema, no demuestra fuerza ni carácter” (Proverbios 24:10).

Avancemos hacia una vida más abundante, abramos nuestro co-razón al Espíritu Santo y permitamos que nos corrija, enseñe y aliente en este camino hacia la meta.

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cAPÍtuLO 6

eL PecAdO cOntAminA tOdO

“EL PEOR AGENTE CONTAMINANTE ES EL PECADOy NO SE ENCUENTRA EN LOS DESEChOS TóxICOS,

SINO EN EL CORAzóN DE LOS hOMBRES”

Vivimos en una sociedad marcada por el pecado. Cada vez con mayor frecuencia somos atacados por este mal a través de

diferentes formas que quieren contaminar nuestras vidas para hacernos fallar en lo que Dios establece. Marcar una diferencia entre lo bueno y lo malo con nuestras acciones es fundamental para nuestro bienestar. Nuestra personalidad juega un papel im-portante en estas acciones, por esta razón el propósito de todo creyente debe ser parecerse cada vez más a Cristo y descubrir la importancia de ser buenos ejemplos. Una de las preguntas que deberíamos hacernos es: ¿Qué características tiene nuestra per-sonalidad? En la Escritura encontramos un ejemplo donde Dios habla con el profeta Jeremías cuando atravesaba un momento muy difícil y de mucha presión en su vida. La Palabra de Dios fue la siguiente: “Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos” (Jeremías 15:19).

imAGen de diOsLa personalidad de Dios constituye al hombre. Para llevar a cabo este trabajo, Jeremías debía estar seguro de encontrarse del lado de Dios y no del pueblo. Sus convicciones debían es-tar sujetas a los principios y valores que establece la Palabra de Dios. Para esta gran misión, Dios necesitaba un hombre con per-sonalidad que marcara una diferencia y distinción entre lo bueno y lo malo. Jeremías era ese hombre. Encontramos en la Escritura que este profeta, por llevar una vida diferente y profesar la ver-dad de Dios, comenzó a ser perseguido por un pueblo que sólo

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hacía lo malo. Al quedar expuestos ante la corrección de Jere-mías, buscaban matarlo. A pesar de la gravedad del caso, Dios le pidió que en su trato con los demás, no debiera descender al nivel de ellos, porque ellos debían elevarse hasta su nivel. Dios no estaba dispuesto a negociar con el pecado del pueblo y necesitaba un hombre con personalidad que lo diese a conocer. Pero no sólo con palabras, también con hechos. Hoy Dios está en busca de hombres que así como Jeremías, a pesar de correr peligro de muerte por enfrentar al pecado, continúan siendo un ejemplo para los demás. Entonces tendrán en Dios a un podero-so libertador como lo tuvo Jeremías: “Porque yo estoy contigo para guardarte y para librarte dice Jehová” (Jeremías 15.20).

un RefLejO deL cORAzÓnQuien soy es un reflejo de una condición espiritual interior. Cuando podemos honrar a Dios con nuestra vida, elegimos apar-tarnos del mal a través de nuestras acciones y conductas. En-tonces podremos experimentar su promesa fiel donde Él esta-rá con nosotros y hará que en los momentos difíciles podamos tener tranquilidad, paz y armonía. Su poder actuará a nuestro favor. ¿Qué implicaba para Jeremías el pedido de Dios de no descender al nivel de los demás? Jeremías había llegado muy lejos como para dejarlo todo y retroceder. Dios le advierte que no piense como el resto de la nación, viviendo como ellos y mucho menos consintiera el pecado de los hombres cerrando su boca. Cuando estudiaba en el colegio secundario al que asistía, tuve algunos compañeros de curso que en ocasiones me hacían sen-tir un extraño. Esto era algo lógico pues cuando en los recreos íbamos a los baños, ellos aprovechaban para fumar. El vocabu-lario que tenían no era para nada agradable, sólo se escuchaban insultos saliendo de sus labios. Y como si esto fuera poco, su comportamiento era muy rebelde.

Como no me sentía integrado al grupo por no llevar la vida que ellos llevaban, durante algunos meses decidí cerrar mi boca para consentir lo que ellos hacían. En lugar de hablarles la verdad de

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Jesús, callé para formar parte de ese grupo que todos querían integrar. Recuerdo que durante esos meses mis calificaciones bajaron, mi comportamiento cambió bruscamente y pasé de ser una persona tranquila, a ser alguien desconocido. Recuerdo que en una noche me di cuenta que estaba lejos de ser quien Dios quería que fuese. Mi personalidad estaba siendo afectada por un grupo de jóvenes que sólo deseaban hacer lo malo. En vez de convertirlos a mí, yo me estaba convirtiendo en uno de ellos. Esa noche tomé la decisión de volver a ser el mismo de antes. Recuperé mi fama como un buen joven, mis calificaciones subieron y pude marcar una diferencia en ese lu-gar. Después de varios años de terminar el secundario, volví al colegio para pedir unos papeles que me hacían falta y la directora junto con las preceptoras recordaba quien era yo por mi buena conducta. No dejaba de hablarles a otros sobre la diferencia que había en mi persona. Si buscamos en todo momento con nues-tra conducta la imagen de Dios en nuestro carácter y la ponemos en práctica, seremos personas de referencia para los demás y nunca más nos olvidarán.

un PROductO PeRfectONo somos producto de la evolución. Tanto el hombre como la mujer son una creación especial de Dios y no un producto de la evolución. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Debido a esa imagen podemos responder a su voz y estar en comunión con Él, reflejando su amor, su gloria y su santidad. Sig-nifica que podemos vivir una relación personal con su presencia que implica una obediencia moral y una comunión íntima. Cuan-do pecamos, rompemos esa comunión con Dios.

Vivir una vida comprometida con Dios alejado del pecado, de-manda tomar decisiones según su Palabra y caminar con valen-tía. Demanda mucho más que decir: “Es mi forma de ser”, “soy así y no pienso cambiar” o “Dios me ama como soy”. De ninguna manera este puede ser el pensamiento de un creyente, porque Dios nunca aprobaría tal mediocridad y conformismo en la vida

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de sus hijos. No descender al nivel de los demás implica some-ter nuestro carácter al Espíritu Santo para ser transformados en personas de bien. Nuestros ejemplos de vida marcan el nivel espiritual en el que estamos acostumbrados a vivir.

Todo lo que demostramos ser es reflejo de una condición es-piritual interior. ¿Qué quiero decir con esto? Nuestras acciones hablan de quiénes somos en realidad. ¿Qué tanto creemos que nos parecemos a Cristo? Es una pregunta que siempre debe-ríamos hacernos porque marca el punto de partida en el nivel espiritual de lo que Dios aprueba o desaprueba.

Un hombre de Dios que imita a Jesús es disciplinado en todos los asuntos de la vida y no malgasta su tiempo como los demás. Estudia mientras otros duermen y ora mientras otros juegan. Un hombre de Dios ordena de tal manera su tiempo que lo pone siempre en primer lugar, la familia en segundo y el ministerio en tercero. Ser disciplinados nos habla del dominio que debemos ejercer sobre nuestra propia vida, en nuestras emociones, pen-samientos y acciones, a través de la Palabra de Dios. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).

Cuando elegimos poner a Dios en primer lugar, estamos deci-diendo no contaminarnos más con el mal y buscar lo bueno.

Vivimos en una sociedad donde existen diversidad de opiniones y pensamientos, donde muchos están de acuerdo que practicar el mal está bien porque cada uno es dueño de hacer lo que quie-ra. Frente a esta postura, la Escritura enseña algo importante: “El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios” (3 Juan 1: 11).

Un hombre llamado Daniel tuvo el valor de poner a Dios en primer lugar, obedeciendo a su Palabra y resistiendo a las costumbres que le querían imponer. Siempre trató de agradar a Dios, a pesar de las amenazas que recibía continuamente. “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey,

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ni con el vino que el bebía; Pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse” (Daniel 1:8). Muchos israelitas fueron deportados hacia Babilonia y uno de ellos era Daniel.

En aquel entonces era muy común que les cambiaran el nombre a los esclavos y más aún quienes servirían al rey. De modo que terminaron cambiando el nombre de Daniel por el de Beltsasar. Pero nunca pudieron cambiar su corazón. Daniel estaba en tie-rras extranjeras y su nación había sido conquistada por el rey de Babilonia llamado Nabucodonosor, un hombre muy respetado por las naciones. Su fama de conquistador había llegado hasta los confines de la tierra.

Daniel era un prisionero, un esclavo del rey y no estaba en condi-ciones de querer hacer su voluntad, debía obedecer todo lo que le ordenaran. Así y todo fue una persona valiente al determinar no contaminar su corazón, pues tenía principios de conciencia. No era pecado comer la comida del rey y beber su vino. Pero no estaba seguro que la carne fuese de animales limpios según la ley, ni de que hubiese sido preparada según las leyes mosai-cas concernientes a la comida. Si podía estar seguro que esos alimentos habían sido dedicados previamente a los dioses de Babilonia porque esto era una costumbre en ese pueblo. Si parti-cipaba de esos alimentos, era como reconocer a las deidades de ese país y Daniel no estaba dispuesto a hacer algo semejante.

diOs BuscA cORAzOnes ÍnteGROsDios está en busca de corazones íntegros para derramar Su Presencia. Permanecer con un corazón integro y apartado del mal en un lugar donde nadie lo haría, demuestra el valor para vivir por fe, creyéndole primero a Dios y no al mundo. “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden, pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18). En la Escritura, tener el valor de creerle a Jesús se llama poder de Dios. Daniel fue un hombre que se atrevió a creerle a Dios y fue hallado fiel. En esta misma situación, otros hubieran pasado por alto los mandamientos de Dios para salvar sus vidas.

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Daniel fue determinante en sus decisiones para no dar lugar al pecado en su corazón. La indecisión en momentos de vida o muerte destruye la capacidad de los creyentes. Debemos en-tender que es necesario tomar una decisión correcta en cada situación pese a su dificultad. En todas nuestras determinacio-nes debemos darle el lugar más importante a Jesús. Daniel tenía mucho que perder si guardaba su corazón y su vida, pero estaba dispuesto a perderla por causa de Dios. Jesús enseñó lo siguien-te: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardara. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi padre le honrara” (Juan 12:25-26).

LOs OjOs de LA feDebemos mirar con los ojos de la fe. A través de este versí-culo Jesús nos enseña que aborrecer la propia vida indica una actitud para valorar los intereses celestiales por encima de los terrenales. Los que siguen a Cristo le dan poca importancia a los placeres, las filosofías, los éxitos, los valores, las metas y los métodos del mundo. Quienes siguen a Jesús ganarán la vida eterna porque no aman tano las cosas de este mundo como para no dejarlas por Él.

La fe en Jesucristo implica un compromiso personal de seguirlo, obedeciendo sus enseñanzas para estar donde Él está. Seguirle incluye la negación de uno mismo. Un hombre de Dios no se de-jará estorbar por los problemas, ni los evitará, los enfrentará con fe como si fuera una oportunidad para glorificar a Dios. No se en-tretiene mirando lo que no tiene y perdiendo el tiempo, redime sus días pensando qué puede hacer con lo que tiene.

unA vidA de POdeRDios quiere glorificarse en nuestras vidas con poder. Todas las prácticas que se realizaban en Babilonia iban contra los prin-cipios y valores que Daniel recibió de Dios. Era el momento para

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aferrarse a Él sin importarle si perdería su vida o no. Dejó a un lado sus problemas y se atrevió a glorificar a Dios hasta las últi-mas consecuencias. Cuando estamos seguros de la voluntad de Dios y sabemos qué es lo correcto, nuestro curso de acción hará que lo veamos glorificándose en nuestras vidas con poder. Cada vez que le decimos sí a Dios y no al pecado o cuando guardamos nuestro corazón de toda contaminación, Él desata los recursos para enfrentar cualquier situación. Su poder estará allí siempre para mostrarnos la salida y sacarnos adelante.

Daniel no estuvo sólo en este propósito, hubo personas que si-guieron sus pasos como: Ananías, Misael y Azarías, a los que el jefe de los eunucos les cambio el nombre por: Sadrac, Mesac y Abednego. Qué importante es darnos cuenta que no estamos solos en la tierra y no todo gira alrededor nuestro. Con su actitud de guardar su corazón, Daniel no sólo agradaba a Dios, marcaba un camino a seguir. Eran tres personas que estaban siendo mo-tivadas a guardar su corazón por su conducta.

ALumBRAndO A OtROsAlumbremos a todos los que están en oscuridad. La Escritura menciona que somos “luminares en el mundo” (Filipenses 2:12). Somos los encargados de alumbrar a todos los que están en oscuridad. Pero si nuestras acciones y conductas nos llevan a caer en el error, comenzaremos a apartarnos de Dios y nuestra luz se irá apagando llevándonos a vivir en oscuridad. Las tinieblas comenzarán a tener el control de nuestra vida, pues no debemos ignorar las palabras de Jesús: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34).

Daniel no estuvo dispuesto a contaminar su vida transformándo-se en un esclavo del pecado. Tomó una decisión que lo llevó a ser luz en medio de un ambiente totalmente pagano como Babilonia. Él y sus amigos resolvieron ser fieles al único Dios verdadero. Hoy tenemos la oportunidad de vivir una vida diferente y abun-dante si guardamos nuestro corazón del pecado.

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No nos olvidemos que la mirada de muchas personas está puesta en nosotros y podemos marcar sus vidas para bien o para mal, a través de nuestras decisiones, conductas y acciones. Alumbremos lo suficiente para que otros también lleguen al ca-mino de Dios. Guardemos nuestro corazón del mal para forjar una historia diferente en medio de una sociedad donde abunda la maldad. “Para qué seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Filipenses 2:12-15).

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cAPÍtuLO 7

estRuctuRAs incOmPAtiBLescOn eL fundAmentO

“LAS ESTRUCTURAS REPRESENTAN LAS PARTES DE UN EDIfICIOy SI TIENEN UN BUEN fUNDAMENTO, LO AfIANzAN y ASEGURAN”

Varios años atrás, en la ciudad donde vivía y muy cerca de mi casa, había un edificio a medio terminar. Estaba ubicado en

una zona residencial muy hermosa y parecía uno de los más pro-metedores de la ciudad. Pasando el tiempo me llamó la atención que la obra no avanzara. Primero fueron semanas, las semanas se transformaron en meses y los meses en años y el edificio seguía paralizado, como lo había conocido años atrás. Cada vez que pasaba caminando por la vereda de ese lugar miraba esa construcción y pensaba: qué lástima que no se concluyó. Creo que era inevitable que alguien no lo pensara. Siempre que podía, preguntaba por ese edificio esperando recibir una respuesta que me ayudara a entender por qué se había detenido la construc-ción. Pero nadie sabía la respuesta. Mis padres todavía no tenían casa propia y alquilaban una. Algunos meses después decidieron cambiar de vivienda por una más cómoda que se encontraba muy lejos de allí. Podría decirse que estaba ubicada al otro extre-mo de la ciudad. Todo esto hizo que no pasara más por allí como antes lo hacía. Al tiempo volví a caminar frente a ese edificio. Obviamente esperaba encontrarme con ese viejo recuerdo, pero mientras más me acercaba, menos familiar se me hacía todo el lugar pues habían cambiado muchas cosas. Estaba todo más hermoso y al caminar hacia el edificio me sorprendió encontrar-me con aquel lugar totalmente terminado. Lo primero que hice fue comentar con una persona lo hermoso que había quedado. Pasó mucho tiempo para que lo terminaran pero finalmente pu-dieron acabar la construcción.

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Ese edificio tenía un problema porque había un error de cálculos en la estructura y no era seguro. Se corría el riesgo que todo se desplomara de un momento a otro. Pero demoliendo las es-tructuras que no soportarían el peso del mismo, haciendo otras nuevas y reforzando todo el lugar, permitió continuar avanzando con la obra hasta el final.

ALimentARse de sus PROmesAsTendremos todo lo necesario cuando elijamos alimentarnos de sus promesas. Uno de los motivos por el cual los cristianos comienzan a desanimarse, es no hallar cómo crecer en las dife-rentes áreas de sus vidas. Pueden comenzar a trabajar en nue-vos proyectos con esfuerzo y dedicación, incluso pueden tener muy buenos resultados. Pero lo importante no es haber comen-zado muy bien, sino terminar muy bien.

Conozco muchas personas que dicen haber sentido de parte de Dios algo especial con respecto a una actividad, en los negocios o en el ministerio y comienzan muy motivados. Pero con el correr del tiempo, el compromiso que tenían en un principio comenzó a decaer y lo dejaron todo por la mitad, sin terminar lo que habían comenzado. Con esto no trato de decir que su impresión no venía de parte de Dios. Trato de decir que hay un problema de estructura en sus vidas y con el tiempo, todo lo que pudieron realizar se es-tanca o termina por derrumbarse. Creo que este no es el final que alguien pudiera imaginar para su futuro, pero es una realidad que se ve cada vez más seguido en las personas. La Escritura en el lenguaje actual dice: “Tú debes confiar en Dios. Dedícate hacer el bien, establécete en la tierra y mantente fiel a Dios. Entrégale tu amor a Dios, y el te dará lo que más deseas” (Salmos 37:3-4).

Cuando el rey David dice “establécete en la tierra”, se refiere a que el hombre debe habitar en la tierra ordenadamente. En otras palabras, todo lo que ya hizo sin confiar en Dios y sin hacer el bien, debe hacerlo de nuevo. No podemos pretender aportar algo nuevo si no hubo antes una preparación nueva. Como cre-yentes debemos estar prevenidos anticipadamente para ver el

CAPÍTULO 7 - ESTRUCTURAS INCOMPATIBLES CON EL FUNDAMENTO

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CAPÍTULO 7 - ESTRUCTURAS INCOMPATIBLES CON EL FUNDAMENTO

fin del asunto. No con improvisaciones, sino con disposición para una acción a seguir. Tenemos que poner en Dios nuestra espe-ranza en cuanto al camino del deber. Esta es la única manera que podremos hallar en la tierra consuelo y ventajas que el pecado nunca nos dará.

Si decidimos confiar en Dios no podemos estar inclinados a vi-vir como nos plazca, pues Dios nos promete que tendremos en este mundo todo lo necesario para subsistir. Cuando elijamos alimentarnos de sus promesas, Dios no negará su pan al que practica su justicia. El salmista decía: “Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan” (Salmos 37:25).

eL deRRumBe OcAsiOnA mOLestiAsLos escombros son el resultado de una mala construcción. Es doloroso ver derrumbarse algo que hemos edificado duran-te mucho tiempo. Las personas no quieren pasar por el duro proceso de ver en ruinas lo que construyeron durante años. Si podemos encontrar fallas en las estructuras de nuestra vida, es el momento de tomar una decisión antes que sea demasiado tarde y todo termine en ruinas. Quitar las estructuras que no sir-ven y reemplazarlas por nuevas que soporten el peso necesario para lo que Dios quiere realizar, nos llevará hacia una vida más abundante.

No podemos pretender avanzar con una vida cargada de errores, pues la carga del pecado se hará muy pesada y nos detendrá en nuestro camino. Pero si podemos seguir avanzando y nos dispo-nemos a derribar esos argumentos que sólo nos han hecho perder el tiempo, comenzaremos a tener resultados notables. Jesús nos enseña que “su yugo es fácil y ligera su carga” (Mateo 11:30).

Él siempre estará dispuesto a ayudarnos en su propósito. Por lo general estamos acostumbrados a edificar con planos que no es-tán aprobados por Jesús – planes personales - y escapan al pro-

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pósito de Dios en nuestras vidas. Por eso, cuando actuamos sin su guía ni su aprobación, los resultados siempre son negativos.

LO BARAtO siemPRe es cARO“Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire como sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que esta puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamen-to alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarara, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego la probara. Si permaneciere la obra de al-guno que sobreedifico, recibirá recompensa. Si la obra de algu-no se quemare, el sufrirá perdida, si bien el mismo será salvo, aunque así como por fuego. ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:9-16). En estos versículos el apóstol describe los materiales del edificio de Dios, así como la recompensa respectiva de los constructo-res. Al decir que puso el fundamento no se refiere a la persona de Cristo, sino al mensaje del Evangelio. Por eso dice que nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto. Nadie lo puede modificar o cambiar y todo el que predique a Cristo debe predicar lo que Él predicó. Sobre ese fundamento pueden sobreedificarse materiales hermosos como enseñanzas bíblicas puras, sólidas, acendradas y rectamente trazadas que el apóstol compara con el oro, la plata y las piedras preciosas. Pero también describe otros tres materiales inútiles: madera, heno y hojarasca o paja. Tratándose del templo de Dios que es sagrado, dichos materiales son inútiles y sin valor. Aún cuando se les diera un uso corriente, la madera para puertas y ventanas, el heno para mezclarlo con barro para las paredes y la hojarasca o paja para el techado. La madera, heno y hojarasca son materiales que repre-sentan los esfuerzos humanos.

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Que la obra sea útil bajo la providencia de Dios, no garantiza su permanencia ni la recompensa del obrero. Cada uno de nosotros puede discutir los diferentes materiales que usa para edificar a diario. Pero llegará el día cuando la obra de cada uno será pro-bada y cada material de los ya mencionados mostrará su calidad doctrinal y espiritual cuando pasen por el fuego. Lo más probable es que la expresión que utiliza el apóstol Pablo en el versículo 15 “así como por fuego”, significa salvo a último momento. Esto quiere decir que Dios evaluará la clase de vida, la influencia, la enseñanza, el trabajo, etc., de cada persona y si es hallada indig-na, perderá su recompensa. Aunque el mismo pueda ser salvo.

Podríamos decir que el edificio del que habla el apóstol, sólo se trata del templo de Dios como un espacio físico. Pero no es así porque hace la siguiente comparación: si tomamos como refe-rencia los versículos anteriores, el apóstol acababa de desarrollar que “somos edificio de Dios” v.9, para terminar diciendo “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” v.16. Y continua diciendo: “Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a el; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” v.17.

mORAdA PARA su PResenciASu Presencia quiere morar en nuestras vidas de manera es-pecial. Podemos ver claramente que Dios no se refiere al edificio como un espacio físico donde el hombre puede intervenir en su construcción. Se refiere al edificio como templo y nosotros somos ese templo donde mora su presencia. Es de notar que el apóstol Pablo no usa el vocablo hieron, que incluye a todo el edi-ficio del templo, sino naon, que denota el santuario propiamente dicho. En referencia al Lugar Santo y el Santísimo, es decir la parte del templo donde se manifestaba la presencia de Jehová de manera especial. Por eso encontramos al apóstol diciendo que “Él mora en vosotros”.

La función del templo en el NT debe entenderse dentro del con-texto de lo que simbolizaba el templo en el AT. En este último,

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para los israelitas el templo simbolizaba la presencia y protección del Señor hacia su pueblo. El precursor del templo fue el taber-náculo, un templo hecho de tiendas portátil y movible. Era fácil de trasladar, esta tienda fue construida por los israelitas mientras estaban estacionados en el desierto en el monte Sinaí. Después de entrar a la tierra prometida de Canaán, continuaron conser-vando este santuario móvil hasta la época del rey Salomón. Este rey durante los primeros años de su reinado se encargó de la construcción del templo de Dios. Cuando se dedicó este templo, Dios bajó del cielo y lo llenó con su gloria.

La Escritura lo describe así: “Cuando salomón acabo de orar, des-cendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las victimas (animales perfectos); y la gloria de Jehová lleno la casa. Y no po-dían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová. Cuando vieron todos los hi-jos de Israel descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron a Jehová, diciendo: porque el es bueno, y su misericordia es para siem-pre. Entonces el rey y todo el pueblo sacrificaron victimas (animales perfectos) delante de Jehová. Y ofreció el rey Salomón en sacrificio veintidós mil bueyes, y ciento veinte mil ovejas; y así dedicaron la casa de Dios el rey y todo el pueblo” (2 Crónicas 7:1-5).

El templo representaba la redención divina del pueblo de Dios. Allí ocurrían dos importantes solemnidades: los sacrificios se ofrecían por el pecado sobre el altar de bronce y el día de la expiación. Durante estos días el sumo sacerdote entraba al lu-gar Santísimo para esparcir la sangre sobre el propiciatorio del arca para expiar los pecados del pueblo. Estos ceremoniales del templo les recordaban a los israelitas el carácter costoso de su redención y reconciliación con Dios.

Es de notar que en ningún momento de la historia del pueblo de Israel hubo más de una morada de Dios. Eso le demostraba al pueblo de Israel que sólo había un Dios, el Señor Jehová, el Dios de pacto.

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El punto central de la adoración se desplazó del templo hacia Je-sucristo mismo. Porque Él, no el templo, constituye la presencia de Dios entre su pueblo. La Escritura dice: “… aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria como la del unigénito del Padre), lleno de gracia y de paz” (Juan 1:14). Y en “Él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad” (Colosenses 2:9). Jesús fue el primer hombre que enseñó que el cuerpo era el templo de Dios: “destruid este templo, y en tres días lo levantare. Mas el hablaba del templo de su cuerpo” (Juan 2:19 y 21).

Jesús por medio de su sacrificio en la cruz del Calvario cumplió con todos los sacrificios que tenían lugar en el templo. Perso-nificó el significado del templo y cómo la Iglesia es su cuerpo: “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5). Se denomina a la iglesia como el templo de Dios, donde mora Cristo y su Espíritu. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16).

dAR siemPRe LO mejORTratándose de Dios debemos darle siempre lo mejor. Enten-diendo el contexto de lo que simbolizaba el templo en el AT, po-demos entender lo que el apóstol Pablo nos habla en el libro de 1 Corintios al decir que somos edificio o templo de Dios. Cristo vive en su Iglesia por medio de su Espíritu y exige que su cuerpo sea santo. El Espíritu Santo no sólo se encuentra en un templo hecho de material por la mano del hombre, al que obviamente debemos de cuidar. Mucho más en el creyente individual como miembro de su cuerpo, el cual es la verdadera Iglesia de Dios. Por esta razón, la Escritura nos advierte vigorosamente contra cualquier contaminación del cuerpo humano por inmoralidad o impureza.

Esto resalta lo importante que somos para Dios, al punto que nos considera su templo donde anhela morar o como el lugar santísimo, donde su presencia quiere estar en todo momento. Debemos analizar cómo estamos edificando nuestro cuerpo o

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qué clase de estructuras hemos levantado. Si ellas podrán sopor-tar lo que Dios quiere derramar sobre nuestras vidas o no.

Hay momentos cuando las personas se preguntan: ¿por qué mi situación no cambia? ¿Por qué no puedo prosperar en determi-nadas áreas de la vida? La respuesta a ello es muy sencilla. La Escritura dice: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo mas es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo mas es injusto” (Lucas 16:10).

Este es uno de los fundamentos de los cuales carece la edifica-ción de las vidas, haciéndolas vulnerables a las tempestades del mundo. Donde el esfuerzo de las personas se va deteriorando y desgastando, terminan por no intentarlo más. Estos son algunos de los tantos resultados debidos a los fracasos. No debemos optar por convivir con nuestros imposibles de la mejor manera posible o actuar como si no tuviéramos otra alternativa. Obvian-do lo que está mal, convenciéndonos de alguna manera que lo que estamos haciendo es lo correcto. Pero los resultados finales demostrarán que lo que edificamos a diario carece de calidad. Sólo lograremos vivir cada vez más inseguros porque de un mo-mento a otro, todo lo que hemos construido puede derrumbarse hasta no quedar nada.

sAntuARiO de su PResenciANuestro corazón es el santuario de Su Presencia. Es necesa-rio que observemos la calidad de los materiales que usamos para edificar nuestra familia, matrimonio y vida personal, procurando para cada día utilizar los mejores materiales. Los que pasaran por el fuego serán aprobados por Dios con grandes recompensas. Si nos mantenemos firmes en Cristo y mantenemos nuestro co-razón limpio para su presencia, lograremos un lugar donde se sienta cómodo y a gusto.

Debemos tener en cuenta que en la antigüedad dedicaron mucho tiempo, esfuerzo, trabajo, dinero y sacrificio a la construcción de un templo, haciendo notorio lo importante que sería la presencia

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de Dios en ese lugar. Cuánto más como sus hijos debemos dedi-carnos a Dios con fidelidad, porque nuestro cuerpo es el templo que Dios eligió para morar. Debemos examinar nuestra vida y si existen estructuras o fundamentos que no tienen que ver con lo que Dios nos enseña, es necesario removerlos. Muchas ve-ces elegimos edificar nuestra vida con otros fundamentos que conseguimos a muy bajo precio y nos separan de lo que Dios nos habla, deteniendo nuestra vida. Este es el momento para ponernos a cuentas con Jesús. Es tiempo de renunciar a todo argumento que creíamos podía sacarnos de la situación en la que nos encontrábamos y comenzar a edificar nuestra vida en la Palabra de Dios. Pronto veremos el cambio y el crecimiento hacia una vida abundante en Dios. No perdamos más tiempo y tomemos hoy la decisión de poner los fundamentos de la Escritura en nuestra vida. La única manera de avanzar en esta vida es por medio de su presencia a pleno en nuestro interior.

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cAPÍtuLO 8

un miLAGRO difeRente

“LA PRESENCIA DE DIOS ES EL MAyOR MILAGROqUE EL hOMBRE PUEDE LLEGAR A RECIBIR”

En los Evangelios encontramos un milagro diferente al que es-tamos acostumbrados a ver. En este milagro, Jesús no sana

a ninguna persona como era de esperarse. Cada vez que obser-vamos la vida de Jesús, siempre se encontraba sanando a las personas con enfermedades espirituales, físicas y materiales. Pero este milagro fue diferente: “Aconteció que estando Jesús jun-to al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre el para oír la pala-bra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogo que la apartase de tierra un poco, y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando termino de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, ence-rraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinie-sen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían” (Lucas 5:1-7).

jesús es LA sOLuciÓnCuando Jesús se presenta en un lugar es para dar soluciones. Este es un milagro poco frecuente pero impresionante. Fue un milagro sobrenatural que demostraba la autoridad de Jesús, no sólo para sanar enfermos sino para darle una orden a la natura-leza y que ésta le obedeciera. Quienes iban a ser sus discípulos no necesitaban ningún milagro en sus cuerpos porque estaban

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sanos, pero necesitaban un milagro en sus almas. Una de las co-sas que quiero remarcar en este milagro, es que Jesús demostró que Simón, Andrés, Jacobo y Juan hasta ese momento sólo per-dieron tiempo. Su presente era un testimonio de ello. Ninguno de sus esfuerzos pudo marcar la diferencia para que ese día no fuese uno más como tantos otros. Si no hubiera llegado Jesús en ese preciso instante para hacer un milagro, hubieran regresa-do a sus hogares de la misma manera como subieron a la barca y con las manos vacías.

La imagen que Simón reflejaba seguramente era la de un hombre cansado y agotado. Pero el milagro que Jesús estaba a punto de realizar cambiaría la existencia de esos hombres. El hecho que Jesús apareciera donde ellos estaban, hablaba que nada volvería a ser igual. Es de notar que cada vez que Jesús se presentaba en un lugar determinado, era para corregir y traer soluciones. Si analizamos la vida de Jesús encontraremos que siempre llegó a tiempo y glorificó a Dios en medio de las situaciones difíciles.

un miLAGRO ResueLve unA necesidAdDios hace milagros donde hay necesidades de ellos. ¿Qué habría sucedido si Simón hubiera estado en un buen momento de pesca abundante como tantas otras veces? Jesús nunca se presentaría para hacer un milagro en estas circunstancias y así glorificar a Dios. Cuando Jesús interviene en un momento donde todo marcha a la perfección, sólo se hubiera generado confusión. Quizá pudiéramos pensar si realmente fue Jesús quien hizo el milagro o Simón que estaba en su mejor noche de pesca. Cada vez que Jesús glorifico al Padre lo hizo en momentos de una necesidad real.

Cada vez que provocó un milagro, no dio lugar a dudas que Él lo había hecho. Siempre que intervino con poder, fue en medio de situaciones difíciles como momentos de necesidad espiritual, enfermedades en el cuerpo, provisión material, etc. Hoy debe-mos comprender algo importante. Si nos encontramos en medio de una situación difícil, transitando por un tiempo de necesidad,

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es el momento oportuno para permitir que Jesús haga un mila-gro en nuestra vida.

un miLAGRO mOviLizAJesús movía multitudes cuando quería llevar a cabo un mi-lagro. Simón y su hermano Andrés trataron de pescar toda la noche y no consiguieron nada. Aquella situación debió ser muy incómoda para ellos. Imaginémonos por un momento en el lugar de estos dos hombres. Pasar toda una noche en vela tirando las redes al mar sin recoger nada. No olvidemos añadir el agota-miento físico por causa del movimiento de las olas, tirar las redes vez tras vez y el mal humor por los resultados obtenidos.

Pero esto no termina aquí. Sumemos a esta situación que al re-gresar a la orilla de la playa mientras lavaban las redes y recor-dando cada episodio de lo que sucedió durante la noche. Una persona se acercó y se subió a la barca para darle una charla a una multitud que lo estaba siguiendo. Por último, para ir cerrando este cuadro imaginativo, Jesús interrumpió su labor para pedirles que lleven la barca hacia el mar. Y sentándose en ella comenzó a enseñarle a la multitud. Creo que esta hubiera sido una situación muy incómoda para cualquiera de nosotros. Al menos querría-mos tener un poco de privacidad y no que hubiera cientos de espectadores contemplando nuestro fracaso.

en eL mOmentO justO El mueve su mano de poder en el momento que lo cree ne-cesario. Simón y Andrés se habrán sentido muy incómodos con la situación por el fracaso de la jornada de trabajo, pero no se negaron al pedido de Jesús y colaboraron con la atención y el respeto que merecía. Si alguien te preguntara cómo acostum-bras a actuar en las situaciones difíciles, ¿qué le responderías?

Jesús realmente sabe cómo hacer las cosas y se presentará en el momento más oportuno, aunque para nosotros suelen ser los más inoportunos. Cada vez que Jesús se hace presente en nues-tras vidas no es para importunarnos sino para bendecirnos.

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Cada vez que el Señor se presenta en medio nuestro es para resolver nuestros problemas. Aunque a veces, por no decir siem-pre, con nuestras acciones le decimos que no lo necesitamos. Cuando no es por falta de tiempo, es porque estamos ocupados. Cuando no estamos ocupados, es porque llegó la hora de nues-tro descanso. Y cuando no estamos descansando, es porque es-tamos en nuestro tiempo de esparcimiento. En última instancia, Jesús se queda esperando que le demos tiempo para hacer el milagro que necesitamos. Somos los únicos responsables de la demora en el cumplimiento de sus promesas.

enfOcAdOs en ÉLNo se trata de nosotros, se trata de El. Era obvio que Jesús estaba buscando la manera de acercarse a estos hombres para que escucharan su voz y así provocar un milagro en medio de su necesidad. “Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” (Lucas 5:4). Si esto nos ocurriera a nosotros de seguro nos excusaríamos como lo hizo Simón: “Maestro toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado” (Lucas 5:5). Pero su respuesta no terminó allí. Luego de excusarse dijo algo muy importante: “Más en tu palabra echare la red”. Simón le quiso decir: “Jesús, toda lo noche lo intenté arrojando vez tras vez las redes al mar hasta el amanecer y nada sucedió. Pero si tú me pides que lo vuelva a intentar, en tu Palabra lo haré”.

Es asombroso ver cómo Jesús llamó la atención de sus discípu-los. En otras palabras, les estaba diciendo que no es cuestión de esfuerzos ni de cuántas veces lo intentaran, sino de su presencia en ese lugar. Sólo por esta razón sucedería algo extraordinario.

cuAndO menOs LO esPeRAmOsEl hace milagros en los momentos menos esperados. El es-cenario cambió porque la noche había pasado y era de esperarse que la pesca no fuera efectiva. Pero lo que estaba por suceder rompería las reglas establecidas por el hombre. Jesús no iba a

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dar lugar a dudas con el milagro que estaba a punto de realizar. Si se acostumbraba a pescar durante la noche porque los peces abundan en ese horario, Él llenaría las redes de peces durante un día esplendido y en medio de un sol radiante. Nadie hubiera es-perado que sucediera aquello esa mañana. Las redes se llenaron de peces y fueron tantos que se rompían. Tuvieron que llamar a otra barca que se encontraba cerca para que los ayudaran. La Es-critura menciona que ambas se llenaron a punto de hundirse por la cantidad de peces. Jesús le mostró a Simón y a la multitud que no bastaba con ser trabajadores, esforzarse, dedicar tiempo y ser entendidos en el tema. Si había alguien con suficiente cono-cimiento sobre la pesca era Simón, pues se había dedicado toda la vida a pescar. Era un profesional en el tema, pero todo esto no le sirvió en lo absoluto en ese momento. Sólo Jesús pudo llenar las redes con peces hasta que se rompieron.

LA difeRenciASu Presencia hace la diferencia en todo. ¿Qué quería lograr Jesús con todo esto? Quizá para muchos este milagro no los sorprenda tanto como si Jesús sanara a un paralítico, un ciego o resucitara a un muerto. Pero a través de este milagro estaba llamando a Simón para un propósito muy especial. Quería que dejara de ser un pescador de peces para convertirse en un pes-cador de hombres. Y qué mejor manera de demostrárselo sino por medio de un milagro sobre la pesca, porque era el medio donde Simón estaba acostumbrado a vivir. Para que pudieran en-tender el llamado que Jesús les estaba haciendo, era necesario un milagro de esa magnitud.

Jesús hace todo más sencillo para que podamos entender su lla-mado. Sólo un milagro de estas características podía hacer que Simón dejara todo a un lado: “Cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo le siguieron” (Lucas 5:11).

Dios utiliza los milagros, no sólo para sacarnos de la necesidad en la que nos podamos encontrar, también para demostrarnos que quiere hacer algo importante con nuestras vidas. Muchos

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reciben su milagro y luego se apartan de Dios, olvidándose de Él. Otros al recibir su milagro creen que ya todo está bien. Si su necesidad fue satisfecha y no necesitan nada más, seguirán a Jesús desde lejos y esto no debe ser así. Cada vez que Dios se glorificó en la vida de un hombre lo hizo para que lo sirviera.

Cuando Jesús quiere hacer un milagro en tu vida y le dices sí, nunca más serás el mismo porque siempre estará su presencia contigo, no te dejará ni te abandonará. Jesús hizo algo importan-te con Simón y debemos entender que también quiere hacerlo con cada uno de nosotros. Cuando le dijo: “Boga mar adentro y echad vuestras redes para pescar” (Juan 5:4), Jesús ya estaba en la barca y no descendió hasta que llegaron a tierra firme. Jesús no se quedó en la orilla mirando cómo le iría a Simón con la pesca, eligió no bajarse de la barca y lo acompañó hasta que ocurrió el milagro. No lo dejó sólo y tampoco lo observó a la distancia, es-tuvo con él en todo momento.

La diferencia entre los intentos de pesca anteriores y este últi-mo. Los resultados serían diferentes pues Jesús se encontraba con él. Cuando el Señor nos pide permiso para subir a nuestras barcas y se lo permitimos, comenzarán a suceder cosas maravi-llosas y extraordinarias que no tienen explicación alguna. Jesús sabe cómo hacer la diferencia en todo, como ocurrió en ese mo-mento. La Escritura dice: “Viendo esto Simón Pedro, cayo de rodi-llas ante Jesús, diciendo: Apártate de mi, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5:8).

Al instante de haber sucedido el milagro, Simón pudo reconocer que era un hombre pecador y se sintió indigno que Jesús estu-viera en su barca. Dios hace que lo imposible sea posible para que reconozcamos nuestro estado y nos arrepintamos. A partir de ese momento comenzó un tiempo diferente para Simón. Y Jesús le respondió: “No temas; desde ahora serás pescador de hom-bres” (Lucas 5:10).

Si observamos este milagro como todos los demás que hizo Je-sús, todos tuvieron la finalidad de dar alivio a los necesitados.

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Pero también hizo algo con la persona que se conectó con su poder. Así como Simón se transformó en pescador de hombres y fue uno de los apóstoles más nombrados de la Biblia, no de-bemos conformarnos con la provisión para nuestra necesidad inmediata. Tenemos que entender que hay mucho más del Señor para nosotros. Hay algo único y especial que Dios quiere hacer con nuestra vida que aún no hizo con nadie más.

eL POdeR de LA GRAciAA mayor necesidad, mayor es el milagro. El último versículo de este milagro que Jesús realizó detalla: “Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron” (Lucas 5:11). Queda muy claro que el propósito de Dios para estos hombres no era solamente recibir el milagro, a través de esa situación debían entender lo interesado que estaba en ellos.

Atónitos por el milagro e impactados por la abundancia de la pesca, Simón y sus compañeros regresaron a tierra sin importar-les el milagro en relación a la pesca abundante. Tampoco por la cantidad de dinero que representaba, pues ese era su negocio. Cualquiera hombre de negocios hubiera velado por los intereses de su empresa, pero este no fue el caso. Lo que más les llamó la atención fue el interés de Jesús en ellos y lo que quería hacer con sus vidas. Más que las redes llenas de peces, éste fue el gran milagro.

La Escritura dice que “dejándolo todo le siguieron”. Algo extraordi-nario y fuera de lo común debe haberles sucedido. Y no me refie-ro a que las redes se rompían por el peso de la pesca o que las barcas se hundieran por la cantidad de peces. Pudieron entender que Jesús los había elegido. Esto fue lo que provocó que nada tuviera tanto valor que la mirada de Jesús en sus vidas. Simón Pedro pudo haberle dado las gracias al Señor por ese milagro y continuar con su vida. Pero no sucedió así, se postró ante Jesús reconociéndolo como su Señor.

Cuando Jesús terminó de hablarle a la multitud le dijo a Simón: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” (Lucas 5:4).

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Esto significaba remar hacia la profundidad del mar. Recordemos que en aquel tiempo las barcas no tenían motores como hoy en día. ¿Por qué era necesario ir hacia la profundidad del mar para pescar? ¿Acaso Jesús no podía realizar el milagro cerca de la orilla? Aunque podía realizar el milagro desde la orilla, había una razón por la cual debían dirigirse hacia las profundidades. Los en-tendidos en el tema dicen que el tamaño de los peces es mayor y hay más abundancia de ellos mar adentro. Esto último no debe quitarle crédito al milagro que realizó Jesús. No olvidemos que la pesca se llevó a cabo durante el día, algo imposible de realizar para los pescadores de aquel tiempo.

AtRAPAR LAs OPORtunidAdes La obediencia no deja escapar oportunidades. ¿Cuál fue el accionar de Simón y sus compañeros frente al pedido de Jesús? Respondieron con obediencia ante su pedido. Después de tratar de pescar toda la noche sin conseguir nada, Jesús le dijo: “Bo-guen mar adentro y echen sus redes para pescar”. Qué bueno que Pedro pudo decir “más en tu palabra echaré la red”. A pesar de estar cansados por remar hacia la profundidad del mar y regresar a la orilla, sin pescar nada, su obediencia fue suficiente para des-atar el milagro y conocer el poder de Jesús.

Sin dudas, la invitación que Jesús le hizo a Simón tenía un sig-nificado espiritual porque Pedro jamás volvió a ser el mismo al regresar a la orilla. Algo ocurre cuando nos atrevemos a ir mar adentro, hacia la profundidad de lo desconocido y donde nuestra barca se ve pequeña e insignificante. Ese es el sitio donde el hombre aún no pudo llegar con todo el avance de la tecnología que dispone. Si Jesús está a bordo somos invencibles, porque la diferencia radica en que Él está frente al timón.

Así como Jesús invitó a Simón a ir hacia la profundidad de la mar, hoy nos invita a hacer lo mismo. Si permitimos que suba a nuestra barca, no importan las malas experiencias que hayamos vivido, tendrá el control de todo. Quiere demostrarnos que si

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nos atrevemos a ir mar adentro, hacia las profundidades de su presencia santa, seremos pescadores de hombres. Pedro fue tan impactado por la presencia de Jesús en su barca que se olvidó de su frustración por no haber pescado nada y salió a buscar peces, demostrando un temor reverente. “Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5:8).

cOntemPLAR eL ROstRO deL señOR Cuando estamos frente a El, no hay nada más importante que hacer. El propósito de ir mar adentro, era que Pedro enten-diese que en esos momentos es donde se conoce más intensa-mente a Jesús y cuando su presencia sobrenatural se hace más notoria. En ese preciso instante Jesús le reveló su propósito: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (Lucas 5:10). Para Pedro, la decisión que tomó Jesús de elegir su barca y no cualquier otra fue muy importante, sintiéndose indigno de estar ante a Él. Cayó de rodillas y le dijo: “Apártate de mí, Señor, que soy hombre pecador”.

Esta última actitud de Pedro es digna de resaltar porque pudo haber esperado llegar a la orilla para postrarse frente a Jesús en tierra firme. Allí estaría libre de presiones, sin tener que pensar en la pesca que estaban realizando y mucho menos en que se estaban hundiendo por el peso de los peces. Sin embargo, le pa-reció bien hacerlo en ese preciso instante. No había un momento tan inoportuno y lleno de presiones para rendirse a su Señor. En medio del mar, con una barca a medio hundir y lejos de la orilla, este hombre hizo tiempo para rendirse ante su Señor. No había nada más importante que reconocer su situación de pecado.

Nunca debemos pasar por alto que más allá de las situaciones o apuros en los que pudiéramos encontrarnos, si el Señor está frente a nosotros, merece toda nuestra atención. Él sabe qué nos conviene más para nuestras vidas. Muchas veces caemos en el error de postergar un encuentro íntimo con Dios, poniendo en primer lugar nuestros compromisos y responsabilidades. Así es como le quitamos el protagonismo a Jesús en nuestra vida

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y nos apoderamos del papel principal, tratando de resolver los asuntos que se presentan.

Debemos asumir la actitud de Pedro, quien a pesar de haber intentado progresar varias veces con sus fuerzas, dedicación, responsabilidad y esmero sin ver resultados, le entregó a Jesús el control de su vida. Sin más que su presencia dirigiéndonos y nuestra voluntad rendida ante Él, caminaremos hacia una vida abundante.

un cORAzÓn RendidOA Dios le agradan los corazones rendidos. Debemos tomar la decisión sabia de permitir que Jesús tome el control de nuestra vida, sin imponerle condiciones personales o individuales. A Je-sús no le interesan nuestros métodos porque diseñó de antema-no lo que quiere hacer con nosotros, por eso no le sirven nues-tras ideas brillantes. Dios está interesado en un corazón rendido ante su presencia y su voluntad. Quizá oímos estas palabras muchas veces, pero es posible que nunca las hayamos vivido con tanta intensidad como para ver la gloria de Dios acompañán-donos en todo momento. Si estamos cansados de intentar que algo cambie en nuestra vida, este es el momento donde Jesús quiere subirse a nuestra barca.

Permitamos que Él tome el mando de nuestro ser y escuche-mos su voz diciéndonos al oído: inténtalo una vez más, boga mar adentro y echa la red para pescar. Esta vez los resultados no serán los mismos que antes porque Cristo va al frente y llega-remos a nuestro destino.

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cAPÍtuLO 9

un cAPÍtuLO mÁs

“LAS RIqUEzAS O LA fAMA jAMáS SACIARáN AL hOMBRE,PERO EL CUMPLIMIENTO DE LA PALABRA DE DIOS EN SU VIDA

LO TRANSfORMARá EN EL SER MáS fELIz DEL MUNDO”

Vivir todos los días con la misma intensidad es bueno, siem-pre y cuando estemos sujetos a los principios y valores de

la Palabra de Dios. Todo lo que el ser humano quiere hacer debe estar fundamentado siempre en la voluntad del Padre. ¿Por qué es tan importante saber lo que Dios dice sobre nuestra vida? Porque necesitamos seguir la dirección correcta para proyectar nuestra vida sobre un camino seguro. Hay una estadística muy elevada de personas que decidieron estudiar una determinada carrera para ser profesionales.

Con el correr de los años obtuvieron sus títulos y finalmente pu-sieron en práctica su profesión. Cuando se les preguntó si se sentían satisfechos con sus trabajos, muchos respondieron: “aunque me fue bien económicamente, si tuviera la oportunidad de volver el tiempo atrás y elegir una carrera, sin dudas elegiría otra”. Otros comenzaron una carrera universitaria y luego de cur-sar algunos años, se dieron cuenta que eso no era para ellos y abandonaron esa carrera para comenzar otra.

En todos los casos, perdieron varios años de sus vidas. También hay quienes no pudieron estudiar una carrera por cuestiones económicas y comenzaron a trabajar desde temprana edad. Al preguntarles si les gustaba su trabajo, la respuesta fue negativa porque preferirían trabajar en cualquier otro rubro. Estos son al-gunos ejemplos de personas que sienten que todavía no pudie-ron concretar algo que realmente las haga felices.

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Esto no sucede solamente en la elección de una carrera universi-taria, sino en todas las áreas de la vida como el matrimonio, la fa-milia, las amistades, etc. Así como un libro se compone de varios capítulos, ocurre lo mismo con la vida del hombre. Un capítulo no abarca la totalidad de un libro, representa la división que se hace para obtener un mejor orden. Un capítulo marca el principio y el final de cada mes o año en nuestra vida. Sólo al terminar un capítulo podemos comenzar otro nuevo.

Quienes trataron de escribir un capítulo nuevo sin concluir el anterior o resolver su pasado, siguen atados a ese suceso sin importar los años transcurridos. Al intentar hacer algo nuevo, siempre volverán a ese mismo capítulo de sus vidas como si la historia volviera a repetirse. Quizá el escenario sea diferente y el lugar donde se encuentran no es igual al anterior, pero la historia volverá a repetirse. Si en nuestro presente sentimos que hay cosas que en el pasado debimos hacer y vemos que saltamos algunos capítulos, es el momento oportuno para reconsiderar la voluntad de Dios en nuestra vida. Esta es la única manera de traer orden sobre todos nuestros asuntos.

HAciA eL PRÓximO niveLCuando tenemos en cuenta su opinión, nos mueve a otro nivel. A pesar de ser una persona espiritual, Jesús tenía un excelente testi-monio y esto no fue un impedimento para vivir en toda justicia. Cuan-do Juan el Bautista predicaba en el desierto de Judea para arrepen-timiento, porque el Reino de los cielos se había acercado, la gente salía a su encuentro. “Jerusalén, y toda Judea, y toda la provin-cia de alrededor del Jordán y eran bautizados por el en el Jordán, confesando sus pecados” (Mateo 3:5-6). “Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por el. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejo” (Mateo 3:13-15).

El sol de justicia que Isaías había profetizado años atrás, se levan-taba gloriosamente a través de Jesucristo. Había llegado el tiem-

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po para que Jesús cumpliese su propósito y escogió el río Jordán donde Juan se encontraba bautizando. Allí se congregaban todos los que esperaban la consolación de Israel, quienes estaban dis-puestos a darle la bienvenida al Mesías. Las palabras de Jesús hacia Juan fueron, conviene que cumplamos toda justicia.

La palabra cumplir significaba ejecutar, llevando a efecto la Pa-labra de Dios. Significaba darle fin a un capítulo para comenzar otro. Hasta ese momento Jesús fue una persona diferente y de una conducta intachable, pero conocido como el hijo de José, el carpintero. Ese capítulo de su vida finalizó por completo para transformarse en el Mesías, el Rey de los judíos, el Hijo de Dios, porque hasta ese momento no lo conocían como tal. Nuestro Señor había comenzado a escribir un capítulo nuevo de su vida.

El bautismo de Jesús no habría marcado una diferencia porque era el Hijo de Dios. El mismo Juan se resistió a ello diciendo: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mateo 3:14). ¿Qué cruzaba por la cabeza de Juan? Lo mismo que hubiera pensado cualquiera de nosotros. Pero Jesús dejó en claro que era con-veniente cumplir con toda justicia porque eso lo llevaría hacia el próximo nivel, hacia el siguiente capítulo de su vida.

Cuando dejamos cosas inconclusas en nuestra vida no podre-mos avanzar, prosperar o progresar en nuestro caminar con Je-sús. El trecho que caminó Jesús para ir desde Galilea hasta el Jordán a ser bautizado por el profeta, es muy largo y agotador. Esto nos enseña que no debemos ahorrar esfuerzos a la hora de cumplir una orden de Dios.

Él sabe qué cosas vendrán sobre nuestra vida o qué ocurrirá con nosotros en el futuro, por eso nos dejó la Escritura, el manual de instrucciones poderosas. Allí encontraremos qué dice respecto de nuestra vida. Ser diligentes en cumplir su voluntad nos llevará a concluir bien cada capítulo de nuestra vida y comenzar uno nuevo.

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Hay veces que caemos en el error de creer que por nuestra edad, experiencia de vida, años en los caminos de Dios y la ca-pacidad o preparación que adquirimos, podemos manejarnos a nuestro criterio personal. Creemos que calificamos para tomar determinadas decisiones y obviar el cumplimiento de la Escritu-ra. Jesús nunca procedió de esta manera. Si había alguien que podía jactarse de tener conocimiento, experiencia y preparación, ese era Jesús. Pero nunca lo hizo y nos enseñó que a pesar de ser alguien muy importante, no eludió cumplir la justicia de Dios (Palabra). Por el contrario, no permitió que se alterase nada de lo que fue declarado por Dios a los profetas. Este acto de obedien-cia y profunda humildad de Jesús, lo llevó a finalizar un capítulo de su vida para comenzar uno nuevo y cumplir el propósito de salvar a la humanidad. “Después que fue bautizado, subió luego del agua: y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venia sobre el. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi hijo amado, en quien tengo complacen-cia” (Mateo 3:16-17).

visiÓn cLARA Su palabra nos da visión y claridad. Sin dudas, la postergación del cumplimiento de nuestro propósito en la vida es uno de los asuntos más serios que enfrentamos, acomodándolos a nues-tros compromisos. Pero lo único que logramos es traer ruina y escasez a nuestras vidas. Las riquezas o la fama jamás podrán saciar nuestro ser, sólo el cumplimiento de la Palabra de Dios hará de nosotros personas realizadas. Así su presencia será cada vez más grande y notoria en nuestra vida.

Conviene que cumplamos toda justicia… Jesús sabía qué le convenía, porque cada decisión trae conse-cuencias y Él esperaba las mejores. ¿Sabemos qué nos convie-ne más? Según las decisiones que tomamos, ¿cuáles son las consecuencias que esperamos recibir? Nuestra calidad de vida que es la respuesta a nuestras decisiones. Si vivimos diferentes etapas y cada día que pasa somos sorprendidos por el Señor, es porque sabemos qué nos conviene. Pero si en nuestra vida nos

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sentimos atrapados en un capítulo que parece interminable, don-de todo parece una rutina, lamentablemente no sabemos qué nos conviene más.

La Escritura dice que el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en forma de paloma. ¿Acaso podríamos decir que Jesús no tenía al Espíritu Santo? Era el Hijo de Dios, el Verbo hecho carne, Dios en forma de siervo. La Escritura lo describe con estas palabras: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el verbo (Jesús) y el Espíritu Santo; y estos tres son uno” (1 Juan 5:7).

Así como Dios hace notorio su amor y cuidado, proveyéndonos protección y prosperidad en todas las cosas, lo hizo con su Hijo frente a la multitud. La costumbre de las personas era quedarse un buen tiempo después de ser bautizadas para meditar y termi-nar de arrepentirse por sus pecados.

Entonces tendrían el privilegio de ver los cielos abrirse y escu-char la voz de Dios. Como Jesús sabía qué le convenía, no per-día tiempo en tratar de demostrarlo. Incluso ser bautizado por alguien que ni siquiera se sentía digno de atar la correa de su sandalia fue un impedimento para su bautismo. Su fidelidad a Dios por sobre todas las cosas desató visión y claridad para los demás sobre su llamado como Mesías, dando comienzo a un nuevo capítulo en su vida.

eL HOmBRe mÁs deseAdOSe convirtió en el hombre mas deseado. El pecado cierra los cielos y pone una barrera en la comunión entre Dios y el hombre. Pero Jesús hizo algo que nadie había podido hacer, abrió el Reino de Dios para todos nosotros. La señal fue que los cielos le fueron abiertos y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venia sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Dios estaba hon-rando a su Hijo en público por su obediencia hacia su palabra. Después de esto las multitudes comenzaron a seguir a Jesús, convirtiéndolo en el hombre más buscado.

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Sus maravillas, prodigios y milagros sobrenaturales se hicieron notorios en todas las ciudades y aldeas que visitaba. Esto era el resultado de su fidelidad y compromiso hacia Dios. Todo era consecuencia de su obediencia a la Escritura, la justicia de Dios. Si Él, que tenía naturaleza divina, fue tan humilde y obedeció en todo, cuánto más deberíamos andar como Él anduvo, cum-pliendo la Palabra de Dios. El alimento de Jesús fue cumplir la voluntad del Padre. Un alimento espiritual que prefería antes que cualquier otro: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4). La Palabra de Dios no sólo nos ins-truye y fortalece, nos da aliento y vida.

eL POdeR de LA fideLidAd No podemos tener mas de lo que hoy poseemos, sino, de-mostramos primero ser felices con lo que tenemos.

Jesús les enseño este principio a sus discípulos: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo mas es fiel; y el que en lo muy poco es in-justo, también en lo mas es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿Quién os confiara lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿Quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16:10-12). Esto nos habla de cómo debe ser nuestra fidelidad a Dios en todo lo que poseemos. Sólo podemos llegar a ser confiables si cumplimos su Palabra a cabalidad. Si pretendemos progresar en cada uno de las áreas de nuestra vida, debemos ser fieles a Dios. Si cumplimos con Él, sus promesas se harán realidad en noso-tros. Cumplir su Palabra nos hará pasar de lo poco hacia lo mu-cho y dejaremos de vivir la rutina de todos los días para disfrutar de un mañana diferente, un nuevo capítulo.

nuestRO PResente es deteRminAnteNuestro futuro es condicionado por nuestro presente. En la vida hay momentos agradables que nunca queremos dejar pasar, son momentos que hablan del favor de Dios y su misericordia, manifestándose todos los días. Sería muy fácil quedarnos en un

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capítulo para siempre donde todo está bien, pero Dios quiere que concluyamos cada capítulo para comenzar uno nuevo. No podemos quedarnos en el tiempo por algo que nos agrada o nos disgusta, debemos continuar avanzando sin detenernos. Sabe-mos que el poder de Dios se hace mayor cada día para aquellos que son fieles.

También hay momentos desagradables que quisiéramos no vol-ver a experimentar. Son momentos donde se hacen presentes la tristeza, la angustia, la enfermedad o el dolor que obviamente queremos que pasen de inmediato. Pero aunque deseáramos dejar de atravesar estas situaciones de sufrimiento, todo se tor-na al revés. Esto es nada más que una consecuencia de la falta de obediencia. Comenzamos a vivir el mismo capítulo doloroso día tras día, sin poder salir de él y pareciera que todo lo que pla-nificamos no es significativo para nuestro futuro. Nuestro desti-no quedará condicionado por las decisiones que tomamos en el presente.

Hoy podemos terminar con la costumbre de vivir en el fracaso para comenzar a vivir un mañana diferente. Un capítulo no dura toda la vida, es sólo un momento con principio y fin en la exis-tencia del ser humano. Obedecer la Palabra de Dios nos llevará a terminar con cada capítulo de nuestra vida. No importa que tan dolorosos o frustrantes hayan sido los anteriores, cuando nos animamos a obedecer a Dios, el sanará nuestras heridas, cambiará nuestro presente y comenzaremos a vivir las buenas consecuencias de esa elección.

cuAndO diOs PROmeteCuando Dios hace una Promesa, siempre la cumple. “En el año cuatrocientos ochenta, después que los hijos de Israel sa-lieron de Egipto, en el cuarto año del principio del reinado de Salo-món sobre Israel, en el mes de zif, que es el mes segundo, Salomón comenzó a edificar la casa de Jehová” (1 Reyes 6:1)… “Y vino palabra de Jehová a Salomón, diciendo: Con relación a esta casa

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que tu edificas, si anduvieres en mis estatutos e hicieres mis decretos, y guardares todos mis mandamientos andando en ellos, yo cumpliré contigo mi palabra que hable a David tu padre; y habitare en ella en medio de los hijos de Israel, y no dejare a mi pueblo Israel. Así, pues, Salomón labro la casa y la termino” (1 Reyes 6:11-14).

Habían pasado cuatro años aproximadamente de la muerte del Rey David y comenzaba a reinar en su lugar su hijo Salomón. Lo primero que hizo Dios fue recordarle a Salomón que debía andar en sus estatutos, obedecer sus decretos y guardar sus mandamientos, porque así su reinado sería duradero y efectivo. Entonces se podría cumplir en su vida lo que le prometió a David su padre.

Antes de morir, David todavía ejercía su reinado sobre Israel a pesar de su vejez y lo avanzado de sus días, tomando decisiones desde su lecho. Cuando llegó el momento de su muerte, le or-denó a Salomón lo siguiente: “Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y manda-mientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que esta escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas; para que confirme Jehová la palabra que me hablo, diciendo: Si tus hijos guardaren mis caminos, andando de-lante de mi con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltara a ti varón en el trono de Israel” (1 Reyes 2:3-4).

A través del consejo de David podemos observar cómo Dios le da instrucciones a Salomón para prosperar y desarrollar un reina-do efectivo en Israel, aún antes de ser coronado rey. Pero cuando estuvo al frente de Israel como rey, Dios nuevamente le recuerda a Salomón las palabras de cuatro años atrás, con el sólo propósi-to de cumplir sus promesas. Así se cumpliría la voluntad de Dios en su vida. “Si anduvieres en mis estatutos, he hicieres mis decretos, y guardares todos mis mandamientos andando en ellos, yo cumpliré contigo mi palabra que hable a David tu padre” (1 Reyes 6:12).

Es importante notar que Dios les habla a los hombres con insis-tencia para que prospere todo lo que emprendan. Tenemos que

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estar atentos para caminar en su verdad, sólo así se cumplirán sus promesas en nuestras vidas. Salomón pudo comenzar con un proyecto que desarrollaría durante años.

Nunca la nación había hecho un templo utilizando materiales como oro, plata, bronce, piedras preciosas y las mejores ma-deras de la época. Hasta entonces el templo era una tienda con hermosas telas. Pero Salomón se disponía llevar a cabo una obra maestra. Algo muy particular que Dios hizo con Salomón fue ase-gurarle que si era fiel en todos sus caminos sin apartarse de su Palabra, comenzaría a edificar el templo y podría terminarlo.

No importa cuán grandes sean nuestros proyectos o sueños, si podemos ser fieles a Dios y vivimos en obediencia, comenzare-mos a experimentar algo nuevo en nuestra vida. El propósito de Dios se cumplirá y no quedará nada inconcluso frente a nuestro caminar. Es de notar que separados de Dios y sin la instrucción divina, todo lo que comenzamos no llegará a su fin.

Pero si hoy comenzamos a caminar en su Palabra, todo lo que emprendamos no quedará a mitad de camino porque Él nos ayu-dará a concretarlo. Salomón abrió un nuevo capítulo después de la muerte de su padre y comenzó a edificar el templo hasta ter-minarlo. Así comenzaremos un capítulo en victoria para finalizarlo lleno de gloria, porque Dios cumplirá lo que nos prometió.

jesús OBedeciÓ en tOdOJesús no vino a mandar, sino, a cumplir órdenes. Los hom-bres y mujeres que registra la Palabra de Dios que vivieron obe-deciendo su voluntad, marcaron logros y avances significativos para la humanidad. Jesús fue el más grande de ellos y lo seguirá siendo. Cuando fue bautizado por Juan debía cumplir toda justi-cia. Siempre se encargó de hacer lo que quería su Padre: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17).

Cumplió el requisito de justicia de Dios cuando se consagró pú-blicamente por medio del bautismo. Jesús mismo se unió al lla-

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mado de Dios a este mover de arrepentimiento que predicaba Juan. Por ser Jesús, podía dejar pasar este llamado pero no fue así. A pesar de no tener pecado alguno, se bautizó para arrepen-timiento.

Muchas veces nos sentimos identificados con el sermón que se predica y a pesar que Dios nos estaba hablando, elegimos no re-conocer nuestra situación. Pensemos por un momento si Jesús hubiera actuado de esta manera. Si se hubiera negado a morir por nosotros, dónde quedaría nuestra salvación. Siendo un hom-bre sin pecado alguno, ¿por qué debía morir por los pecadores? Qué lamentable hubiera sido nuestra situación frente a Dios. Si Jesús prefirió morir por nosotros a pesar de no tener nada de qué arrepentirse, deberíamos ser más sensibles a la voz de Dios y responder a cada llamado que nos hace. Sólo así viviremos una vida de obediencia absoluta a su voluntad. No importa el minis-terio o el lugar jerárquico que ocupemos dentro de la congrega-ción, sólo lo que Dios habló sobre nuestra vida.

LA veRdAdeRA HumiLdAdLos hombres humildes siempre reconocen sus errores. Re-cuerdo haber asistido a un evento para pastores y líderes algu-nos años atrás en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. El orador de esa noche era un hombre de Dios muy reconocido. Cuando comenzó a exponer su sermón, llegó un predicador de jóvenes muy popular. Recuerdo que todas las pantallas mostraron a este hombre. Las cámaras lo acompañaron todo el tiempo hasta que llegó al asiento que le habían reservado en la primera fila. Las personas comenzaron a hablar del recién llegado y lo señalaban con sus manos. El predicador continuó con su mensaje y llegado el momento, hizo un llamado de parte de Dios.

La prédica consistía en reconocer que como ministros de Dios podemos tener errores y debemos cambiarlos. Mientras el ora-dor hacía el llamado, logro percatarme que este predicador tan conocido estaba en el altar con sus brazos en alto, rendido ante

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Dios. Aún no había pasado nadie y se encontraba solo respon-diendo a ese llamado. Al terminar la reunión de esa tarde, algu-nos hablaban sorprendidos que este hombre hubiese pasado al frente.

Ese día comprendí que más allá de los cargos que podamos ocu-par o qué tan conocidos seamos, lo importante es cuán atentos podamos estar para responder a su llamado. Sin dudas, Dios enaltece a los que se humillan y los pone en lugares de honra. Fueron pocos los líderes que respondieron a ese llamado porque muchos se quedaron en sus asientos. En mi opinión debimos pasar todos, pero seguro cometieron el mismo error que yo al pensar que no podía reconocer mis faltas por mi reputación.

Dios siempre espera una acción humilde de nuestra parte que nos mueva a estar cerca de Él. Fue tan obvia esta justificación que sabía que esto no era suficiente. Durante el viaje de regreso a la ciudad donde vivo, meditaba sobre lo que sucedió y entendí que mi actitud no fue la correcta. No basta con saber qué es lo correcto o pensar que nuestra reputación nos hará superar la cri-sis. Debemos reconocer con sinceridad que fallamos en nuestra relación con Dios y determinarnos a cambiar de actitud. Sólo así podremos salir del lugar donde nos encontramos para responder a la voz de Dios.

No importa si somos importantes o reconocidos, si tenemos ri-quezas o no, a Dios le interesa que vivamos una vida basada sólo en su voluntad. El Padre debe ocupar el lugar protagónico en nuestra vida. Así todo lo que emprendamos para cumplir su Palabra, nos llevará a una vida abundante y sin reproches. La rutina de fracasos que antes nos seguía, dejará de seguirnos. La historia de nuestra vida jamás volverá a ser la misma, pues Dios le pone un final a nuestro pasado para vivir un presente sin pre-cedentes, caminando hacia un futuro lleno de paz.

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cAPÍtuLO 10

ÉL QuieRe PeRfecciOnARnOs

“LA ACCIóN DE PERfECCIONAR CONSISTE ENACABAR ENTERAMENTE UNA OBRA hASTA LLEGAR

AL MAyOR GRADO DE ExCELENCIA POSIBLE”

En un momento muy difícil de su vida, Jesús enseñó que a pe-sar del dolor y el sufrimiento podemos ser fieles a la voluntad

de Dios. Después de comer con sus discípulos en la última cena, mencionó a quién lo iba a entregar y declaró la negación de Pe-dro. Cuando finalizó la cena, Jesús invitó a todos sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, también conocido como el Monte de los Olivos.

El único que no asistió a la convocatoria fue Judas porque ya se había retirado para entregarlo. Getsemaní significa “prensa de olivos” y precisamente llevaba ese nombre porque allí abun-daban las olivas y se extraía su aceite. La manera de extraer el aceite era prensando las olivas, triturándolas hasta sacar la ma-yor cantidad de jugo o líquido posible. Pero no sólo se prensaba la carne de la oliva, también se usaba el carozo porque allí se encuentra el aceite de mayor calidad. Jesús eligió ese lugar por los acontecimientos que se habían comenzado a desarrollar. A partir de ese momento, Jesús comenzó a transitar el proceso conocido como “pasión”.

Como un paralelo de la extracción del aceite de las olivas, Jesús fue herido y prensado para que de Él saliera el aceite nuevo para todos los creyentes.

Mateo 26:37-38: “Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces

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Jesús les dijo: mi alma esta muy triste, hasta la muerte, quedaos aquí, y velad conmigo”. En un principio, los once discípulos se encontraban junto a Jesús, pero luego invitó a tres de ellos hacia un lugar más apartado. Estos tres eran Pedro, Jacobo y Juan. Aquellos que contemplaron la gloria del Señor, estarán mejor preparados para sufrir con Él.

sufRiR cOn ÉLSi esperamos reinar con El, ¿Por qué no habremos de sufrir con El? Estos tres, eran los que ya habían tenido la oportunidad de ser testigos de la transfiguración, la gloria de Dios: “Jesús tomo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevo aparte a un monte alto; y se transfiguro delante de ellos, y sus vestidos se hicie-ron blancos como la luz. Y he Aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con el” (Mateo 17:1-3). En esa ocasión tomó a los mis-mos tres que fueron testigos de su transfiguración y los preparó para sufrir con Él. Jesús quería que participaran de lo que estaba viviendo. El libro de Mateo expresa las siguientes palabras de Jesús: “Mi alma esta muy triste, hasta la muerte” (Mateo 26:38). Lucas lo expresa en los términos siguientes: “Y estando en ago-nía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44).

Está comprobado que cuando alguien se encuentra bajo una pre-sión extrema, los vasos capilares de las glándulas sudoríparas pueden romperse, mezclándose la sangre y el sudor. Esto fue lo que Lucas describe que le sucedió a Jesús. Las dos descripcio-nes hacen referencia a lo profetizado por Isaías: “Fue despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento. Y como escondimos de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos. Ciertamente él lle-vó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Nosotros le tuvimos por azotado, como herido por Dios, y afligido. Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pe-cados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados. Todos nosotros nos descarriamos como

CAPÍTULO 10 - ÉL QUIERE PERFECCIONARNOS

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ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero Jehovah cargó en él el pecado de todos nosotros. Él fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca. Como un cordero, fue llevado al matadero; y como una oveja que enmudece delante de sus esquiladores, tam-poco él abrió su boca. Por medio de la opresión y del juicio fue quitado. Y respecto a su generación, ¿quién la contará? Porque él fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la transgresión de mi pueblo fue herido. Se dispuso con los impíos su sepultura, y con los ricos estuvo en su muerte. Aunque nunca hizo violencia, ni hubo engaño en su boca, con todo eso, Jehovah quiso quebran-tarlo, y le hirió. Cuando se haya puesto su vida como sacrificio por la culpa, verá descendencia. Vivirá por días sin fin, y la voluntad de Jehovah será en su mano prosperada. A causa de la angustia de su alma, verá la luz y quedará satisfecho. Por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con los pecados de ellos” (Isaías 53:3-11).

Jesús hacía partícipe a estos tres hombres del sufrimiento que estaba padeciendo. La tristeza de su alma debió ser tan fuerte que agonizaba lentamente. El apóstol Pablo les enseñó a los ro-manos que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Jesús estaba llevando sobre su vida al pecado de toda la humanidad y la paga por ello era la muerte. La tristeza de Jesús, la aflicción de su alma y su padecimiento debieron ser tan grandes que la única palabra para describirlos fue “agonía”. Si queremos reinar con Cristo, necesitamos aprender a sufrir con Él.

LOs Que cALificAnEl se relaciona de manera especial con los que califican a las condiciones que requiere. A la hora de elegir personas para realizar determinadas tareas, seleccionamos a las que creemos preparadas para realizar dicho trabajo. Jesús nuevamente eligió a las mismas tres personas para mostrarles íntimamente cómo su-perar un momento de angustia, dolor y aflicción extremos. Ellos calificaban según las condiciones que requería Jesús para ese momento porque era la segunda vez que los escogía.

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Cristo los había exhortado a velar y esperaba que lo apoyaran, como cualquiera de nosotros. Sin embargo, se durmieron y no pudieron hacer algo más indigno. A pesar de la indiferencia de sus discípulos, Jesús se mostró amable con ellos, aprovechando la ocasión para decirles: “Velad y orad, para que no entréis en ten-tación; el espíritu a la verdad esta dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Jesús quería que supieran algo más antes que lo detuvieran y quería darles otro mensaje más: “la carne es débil, aunque el espíritu está dispuesto a la verdad”.

Imaginémonos por un momento que estamos cara a cara con Je-sús y nos hace la siguiente pregunta: ¿quieres acompañarme a caminar? Nuestra respuesta seguramente sería afirmativa. Esta es una realidad que Él nos invita a vivir todos los días, caminando juntos y tomados de la mano para poder atravesar juntos cual-quier cosa que se nos presente. Sólo invitó a tres personas a su lado para mostrarles cómo su espíritu estaba dispuesto a la verdad y lo débil que era la carne en ellos.

La invitación que Jesús les extendió a sus discípulos fue para hacerlos participar de su sufrimiento. Aunque no podían hacer nada al respecto, aprenderían de su padecimiento y lo mucho que costó su salvación. Más tarde el apóstol Pedro escribía lo siguiente: “Puesto que Cristo ha padecido en la carne, armaos tam-bién vosotros con la misma actitud. Porque el que ha padecido en la carne ha roto con el pecado” (1 Pedro 4:1).

En otras palabras, Pedro dice que si soportamos los sufrimien-tos con el mismo espíritu de Cristo y nos encaminamos en su sufrimiento por hacer el bien, recibiremos los beneficios que Él obtuvo. Jesús enseñó que amaba al pecador pero aborrecía el pecado. Sostuvo esta declaración hasta el último momento de su vida y no le importó morir por ella. Siempre se mantuvo cerca de los pecadores pero lejos del pecado.

Mantuvo una vida agradable a los ojos de Dios, haciendo el bien a todos. Como consecuencia, el pecado no era compatible con

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su vida. Todo lo que vivió mientras estuvo aquí en la tierra como hombre, lo manifestó en un sacrificio perfecto al morir en la cruz, llevando sobre sí mismo el pecado de todos para hacerlo morir en su cuerpo.

mORiR AL PecAdOMorir al pecado nos hace igual a El. No basta anhelar predicar bonito o ser ministros reconocidos. Es vital armarse del mismo pensamiento que Cristo porque debemos ser imitadores de Él. No sólo debemos tener el deseo de reinar y ser gobernadores, debemos estar dispuestos a sufrir por hacer lo correcto. ¿Quién no desearía ser ungido por Dios de tal manera que sucedieran cosas sobrenaturales en cada servicio en la Iglesia? Pero no muchos desean pagar el precio de sufrir, sometiéndose de todo corazón al Señor y renunciando a los deseos de la car-ne. Morir al pecado nos hace igual a Cristo. Ese debería ser el principal objetivo de nuestra vida, imitándolo en todo y entonces podríamos ver el poder de Dios alcanzándonos de manera sor-prendente. Para tener una comunión íntima con Dios y servirlo con gozo, es necesario consagrarse a Él, respetando la norma bíblica que dice: “Amaras al señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37).

El mayor problema que podemos tener es cansarnos de hacer el bien porque todas las cosas nos darán lo mismo. Si bien es cierto que hay momentos difíciles que debemos atravesar en la vida, hay que continuar avanzando hasta superar cualquier situación y llegar a la meta. Siendo un anciano de edad avanzada que expe-rimentó momentos muy difíciles en su vida, Pedro se describe a sí mismo como testigo de los padecimientos de Cristo. Declara lo siguiente: “Y cuando hayáis padecido por un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, quien os ha llamado a su eterna gloria en Cristo Jesús, él mismo os restaurará, os afirmará, os fortalecerá y os esta-blecerá” (1 Pedro 5:10).

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Sería un privilegio para nosotros ver a Jesús cara a cara perfec-cionándonos, afirmándonos, fortaleciéndonos y estableciendo nuestra vida. Si después de cada sufrimiento pudiéramos tener-lo a Él para vendar y sanar nuestras heridas, ser imitadores de Cristo nos hará ser dichosos y bienaventurados. Sólo los que se arriesgan por Jesús tienen este tipo de privilegios. Él murió por nosotros y ahora nos toca vivir para Cristo, armándonos de su mismo pensamiento, porque padeció en su carne por hacer la voluntad de Dios y terminó con el pecado.

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cAPÍtuLO 11

¿QuieRes seR GRAnde?

“LA GRANDEzA ExCEDE LO COMúN y REGULAR,SU ORIGEN ESTá EN EL AMOR POR LOS DEMáS”

No existe una persona que se resista a ser grande. Cada ser humano lleva arraigado en su interior este pensamiento. El

anhelo de ser reconocidos, famosos o importantes no se entor-pece por las diferentes situaciones que nos presenta la vida.

Por ejemplo, no interesa si nuestro nivel social es alto o bajo, si gozamos de buena salud o nos encontramos enfermos, si esta-mos casados o solteros, si estudiamos una carrera universitaria o no, si somos dueños de una empresa, negocio o sencillamente empleados. Cualquiera sea nuestra condición, ninguno de estos aspectos es un impedimento para ser grandes. Siempre desea-remos ser grandes a pesar de nuestra realidad, pues el anhelo de ser reconocidos y famosos, es algo latente en la vida de los hombres.

No es malo que queramos ser grandes o importantes; más aún, Dios está de acuerdo con ello. Pero ¿cuál es la razón por la que no todos llegan a ser grandes hombres? Cuando Jesús comen-zaba con su ministerio, en el sermón de las bienaventuranzas, le habló a la multitud de la siguiente manera: “No penséis que he ve-nido para abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17).

Jesús les decía que todo lo que el Padre había hablado a través de Moisés y los profetas. Jamás haría o enseñaría algo diferen-te, pero en lo concerniente a la vida de las personas, habría de mostrar las fallas en las intensiones que tiene el corazón de los hombres.

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El evangelio de Marcos narra la historia de dos jóvenes que se acercaron a Jesús, Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, para ha-cerle una petición. Esta misma historia se encuentra en el evan-gelio de Mateo y a diferencia de los escritos de Marcos, en esta oportunidad la madre de estos jóvenes intercede por ellos ante Jesús. Para entender un poco más esta historia, quiero profundi-zar en el entorno de esta situación.

La Biblia no declara que María, la madre de Jesús y Salomé, la madre de los dos jóvenes, fueran hermanas, pero la tradición les asigna ese parentesco. Si a esto sumamos que estos dos jóve-nes junto con Pedro pertenecían al círculo íntimo de Jesús, nota-remos la presunción con la que hacen su petición. Estos jóvenes se acercaron a Jesús y le dijeron: “Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él y le dijeron: Maestro, queremos que nos concedas lo que pidamos. Él les dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros? Ellos dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda” (Marcos 10:35-37).

Jesús les contestó a Jacobo y Juan: “Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes está preparado” (Marcos 10:40). Esta actitud produjo molestia y enojo en los demás discípulos que observaban a la distancia, pues era una falta de respeto dirigirse al Maestro de esa manera. No sólo por hacer esa petición, sino por la forma que la habían hecho: “queremos que nos hagas lo que te pedimos”. El apóstol Pablo en-señó: “Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20).

tOdOs estAmOs invOLucRAdOsEl anhelo de ser grandes es un pensamientos que todos tie-nen. Debemos dejar que el amor y la sabiduría de Dios nos con-cedan lo que más nos convenga, sin imponerle de antemano condiciones, como en el caso de Jacobo y Juan. La invitación que Jesús les hizo a sus discípulos da lugar a creer que no sólo

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estuvieron enojados por la situación que se daba con los herma-nos, pudieron llegar a pensar lo mismo que ellos y molestarse por no haber hecho la misma petición antes. Cuando Jesús los llamó a todos, dejó en claro que no sólo Jacobo y Juan debían escuchar la regla que daría a continuación para hacerse grandes. También involucró al resto de los discípulos en el tema tan deli-cado sobre quiénes pueden ocupar lugares de honra.

El hecho que los discípulos estuviesen allí presentes nos habla de una condición general que iba más allá de los doce, también va dirigido hacia nosotros. Después de haberlos llamado, les dijo: “Pero Jesús los llamó y les dijo: Sabéis que los que son tenidos por príncipes de los gentiles se enseñorean de ellos, y sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. Pero no es así entre vosotros. Más bien, cual-quiera que anhele hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y cualquiera que anhele ser el primero entre vosotros será siervo de todos” (Marcos 10:42-44).

jesús APRendiÓ A seRviRSi Jesús sirvió toda su vida, ¿Cómo nos atreveremos a vivir do-minando? ¿Qué quiso decir Jesús? Mostraba una realidad dife-rente a la que estamos acostumbrados. Para ejercer potestad y señorear sobre las naciones, no debemos ser gobernadores y conducirnos como ellos lo hacen. La verdadera grandeza no es cuestión de liderazgo, autoridad o un logro extraordinario perso-nal, se trata de una actitud del corazón por la cual debemos vivir sinceramente para Dios y para los demás.

Necesitamos entregarnos a Él comprendiendo su voluntad y sus propósitos, identificándonos con ellos de tal manera que no de-seemos recibir gloria, posición o recompensas materiales en la tierra, porque seguro vendrán. Debemos cumplir la voluntad de Dios llevando a otros a la salvación en Cristo y agradándole a Él con nuestra vida, porque estas son las recompensas que nece-

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sitamos buscar. Para persuadirlos de ello se pone a sí mismo como ejemplo diciendo: “Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).

Si vemos que Jesús sirvió siempre desde el comienzo de su vida, ¿cómo podremos vivir dominando? Ser importantes es la consecuencia de un espíritu humilde y se ve reflejado en quie-nes expresan su fe y amor por Cristo con humildad sincera, no por ocupar un lugar de jerarquía. Con esto no digo que debemos conformarnos con lo que somos, necesitamos analizar la inten-ción del corazón, pues ella determinará en nuestra voluntad el orden para llegar a un fin específico.

Este fin podrá ser el propósito de Dios para nuestra vida o, en el peor de los casos, iremos tras la ambición de nuestro corazón. “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá? Yo, Jehovah, escudriño el corazón y examino la conciencia, para dar a cada hombre según su camino y según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:9-10).

Jesús enseñó que no se trata de pedir solamente, debemos obedecer. La primera respuesta de Jesús para estos jóvenes fue: “Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: Beberéis la copa que yo bebo, y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes está preparado” (Marcos 10:38-40).

Hay un dicho popular que dice: “lo único que se empieza desde arri-ba es un pozo”. En estos días se vive tan apresuradamente que muchas veces por atender lo urgente, desatendemos lo impor-tante. Estamos tan acostumbrados a planificar todas las cosas. Estudiamos las avenidas o calles donde haya menos congestión

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para llegar más rápido a nuestros trabajos o queremos que los trámites terminen en poco tiempo, pero la paciencia es un requi-sito que parece estar ausente en situaciones de apuro.

El ser humano quiere tener todas las cosas apresuradamente, sin importar el costo o qué debamos hacer. Cuando no logramos alcanzar las cosas en el tiempo pensado, comenzamos a deses-perarnos hasta el punto de perder los buenos modales. Estos dos jóvenes dejaron sus modales a un lado y le exigieron a Jesús que respondiera a sus demandas. Esperaban una respuesta afir-mativa y no que se les dijera que debían calificar para sentarse al lado de Jesús, pues esos lugares Dios los había preparado para determinadas personas.

Para sentarse al lado de Jesús era necesario cumplir ciertos re-quisitos y para demostrar que eran dignos de esos puestos, pri-mero debían aprender a servir. “Pero no es así entre vosotros. Más bien, cualquiera que anhele hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y cualquiera que anhele ser el primero entre vosotros será siervo de todos” (Marcos 10:43-44).

eL seRviciO nOs enGRAndeceLa grandeza del servicio nos pone en primer lugar. Estas pa-labras no son para que pensemos que al hacernos siervos (cria-dos) seremos inferiores o menos que los demás. Si Él, siendo el Maestro, el Hijo de Dios, el Mesías, enseñó la grandeza del servicio no sólo con palabras sino con hechos, convirtiéndose en servidor, ¿por qué no habríamos de hacer lo mismo? No dejó de ser el Hijo de Dios por servir a los demás, por el contrario, eso lo hizo grande y fue el primero de todos.

Si buscamos convertirnos en grandes hombres de Dios, debe-mos imitar a Jesús. Él no comenzó desde arriba como muchos pretenden hacer al creer que son un caso especial. Jacobo y Juan pensaban que eran un caso especial, familiares directos de

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Jesús, para ellos era natural esa petición. Las amistades, paren-tescos o la afinidad entre personas importantes, no nos llevarán a un lugar de privilegio, sino hacia una vida de servicio a Dios y a los hombres. Esto nos introducirá en una vida abundante y ex-traordinaria, fuera de lo común. Si Dios hizo así con Jesús, tam-bién lo hará con nosotros. No lo dudemos o nos preocupemos de nada. A su tiempo, Dios nos levantará con poder y gloria para ser los primeros, haciendo de nosotros grandes hombres.

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tesOROs en eL cieLO

“UN TESORO ES ALGO DE MUChO PRECIO y VALOR,DIGNO DE ESTIMACIóN y ATENCIóN”

Cuando miramos las actitudes y acciones de los seres huma-nos, se revelarán sus intenciones. Las actitudes y acciones

son el producto final de los pensamientos que hay en nuestro interior. Todo lo que pensamos definirá nuestro comportamiento. La batalla espiritual librada en nuestro interior por causa de los malos pensamientos, nos lleva a tomar decisiones opuestas a la voluntad de Dios para nuestra vida. Los pensamientos son una potencia y una facultad que todos poseemos, la idea capital de una obra. Al hablar de obra me refiero al proyecto en cuestión, el pensamiento en general. Cuando me refiero al capital, estoy hablando de lo principal y más importante en un pensamiento: la intención.

Todos los pensamientos tienen una intención, un propósito y a través de ellos reflejamos lo que hay en nuestro corazón. Dentro de los pensamientos o ideas, existen buenas o malas intensio-nes. Génesis 6: 5 dice: “Jehovah vio que la maldad del hombre era mucha en la tierra, y que toda tendencia de los pensamientos de su corazón era de continuo sólo al mal”. El grado de maldad que había en el corazón de los hombres en el tiempo de Noé les costó la vida a todos ellos. Dios no pasó por alto la intención del corazón de aquellos hombres porque era el origen de la conducta peca-minosa que tuvieron ante Él.

Es muy importante poder entender que la Escritura habla del corazón como el centro de la naturaleza humana, el asiento de las emociones, sentimientos y voluntades. No en vano Jeremías profetizó: “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin re-

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medio. ¿Quién lo conocerá?” (Jeremías 17: 9). Por eso la Escritura nos advierte que debemos cuidar mucho lo que sembramos en nuestra vida, porque eso será lo que va a brotar de ella. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida” (Proverbios 4: 23).

Cuando Jesús habló sobre los pensamientos, enseñó lo siguien-te: “Pero lo que sale de la boca viene del corazón, y eso contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los ho-micidios, los adulterios, las inmoralidades sexuales, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias” (Mateo 15: 18-19). Si guarda-mos nuestro corazón para que sólo manifieste cosas buenas, las intenciones de nuestros pensamientos carecerán de maldad. Si le entregamos nuestro corazón a Dios, rindiéndole todo nuestro ser, las cosas serían diferentes y podríamos caminar por un ca-mino de verdad y vida. “Dame, hijo mío, tu corazón y observen tus ojos mis caminos” (Proverbios 23: 26).

LA imPORtAnciA de LA intensiÓn Mateo 6:21 dice: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará tam-bién vuestro corazón”. La palabra tesoro se traduce en la Escritura como algo de mucho valor que se guarda con gran cuidado. Esto no sólo se refiere a objetos de oro, plata o piedras preciosas, abarcaba otros objetos de valor como el trigo, la cebada, el acei-te, la miel y todas las riquezas que producían la tierra o bienes materiales. Erramos al elegir como recompensa lo que se que-da en este mundo, porque tarde o temprano llegará el día de nuestra partida y no podremos llevarnos ningún bien. La Escritu-ra dice: “En la oscuridad deambula el hombre; de veras, en vano se inquieta por acumular, y no sabe quién lo recogerá” (Salmos 39:6). No sirve de nada poner nuestro corazón detrás de las riquezas o cosas materiales como si fueran un tesoro, dejando de lado lo importante: obedecer a Dios.

A lo largo de la historia el hombre demostró con su intensión al escoger algo, haciendo de ello su tesoro particular donde pone

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su corazón. La codicia y la acumulación de riquezas son un mal que los hombres siempre estuvieron dispuestos a abrazar.El final de un corazón codicioso que sólo se interesa por acumu-lar riquezas, tarde o temprano creará problemas familiares por-que sus acciones alborotarán su casa y su familia. Comenzará a sentirse decepcionado por su manera de ser y por la conducta de quienes están con él. El amor al dinero no puede satisfacer a nadie porque nos alejará de nuestra comunión con Dios, afec-tando nuestro matrimonio, familia e hijos. Concentrarse en acu-mular riquezas nos vuelve egoístas porque cerraremos nuestro corazón, aún hacia los que más amamos.

La vida de Jesús nos enseña que no tiene sentido rendir nuestro corazón ante cualquier cosa que no sean los pies del Padre. Dios no quiere privarnos de nuestro tesoro, pero trabaja para enseñarnos escoger lo que más nos conviene. Dios quiere ser nuestro tesoro, pero siempre estamos tentados a hacer un ídolo de las cosas que ven nuestros ojos, olvidándonos que Él es la fuente de nuestra pro-visión. Jesús nos da la mejor razón para no considerar como un te-soro a nada de este mundo, porque todo está expuesto al deterioro o la pérdida. La única intención en el pensamiento de los hombres desde la antigüedad fue encontrar la felicidad a cualquier costo. Los resultados siempre fueron lamentables porque de esta manera el hombre nunca logró encontrar la verdadera felicidad. Nada de lo que edifiquemos fuera de la voluntad del Señor durará para siempre, será un bienestar pasajero que nos arrojará a un vacío más grande. Por eso las intenciones correctas de nuestros pensamientos son muy importantes para Dios, porque redundarán en un mayor bien-estar para nuestra vida. El parámetro correcto es: “…no fijando nosotros la vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).

No debemos poner la confianza en las cosas materiales para ase-gurar nuestro futuro y mucho menos decir que nuestra esperan-za se encuentra en las riquezas. Contentarnos con este tipo de cosas como si fuera todo lo que necesitamos o deseamos no es una opción. Si consideráramos bien quiénes somos, para qué

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fuimos hechos y lo inmenso de nuestra capacidad, nos daríamos cuenta que hacer tesoros en la tierra es una locura. Si hacemos que las cosas celestiales sean nuestro tesoro nunca habrá pér-dida, porque estarán bien aseguradas en las manos de Dios. No debemos agobiarnos con las riquezas de este mundo y procu-rar comprender las promesas de Dios para desarrollarnos en la vida. Cuando nos acercamos a Dios por quién es Él y no por lo que podamos necesitar, las necesidades que nos agobian serán abastecidas por su presencia.

Recuerdo que algunos años atrás Dios manifestó su poder con milagros económicos extraordinarios en algunas familias de nuestra congregación. Su palabra fue muy clara hacia aquellos que buscaran de Él con todo su corazón, porque su presencia se encargaría de suplir con abundancia para todas sus necesidades. Una semana más tarde, las personas comenzaron a dar testimo-nio de lo que Dios había hecho. Como vimos que los milagros iban en aumento los hicimos públicos para glorificar a Dios. Cada testimonio que se contaba describía lo mismo: por buscar a Dios y poner nuestra confianza en Él, ocurrieron milagros financieros. Los que no tenían una vivienda propia pudieron acceder a una. Otros tenían grandes deudas y cuando fueron a cancelarlas, se encontraron con la sorpresa que alguien más había saldado sus deudas. Otros no tenían trabajo y comenzaron a lloverles oportu-nidades laborales. Tenían tantas ofertas que podían darse el lujo de dar turnos, postergarlos o directamente rechazarlos.

Cuando nos atrevemos a confiar en Dios y Él se vuelve lo más importante para nuestras vidas, al punto de considerarlo como nuestro mayor tesoro. Todo lo demás pasará a un segundo plano, porque nuestro Padre se encargará de nuestro presente y nues-tro futuro. Podemos tener la certeza que nada nos faltará.

nuestRAs AcciOnes…Lo que hacemos refleja lo que en realidad somos. Hay cosas que creemos muy importantes para nuestro vivir que despier-tan un interés y un deseo desmedidos. Para saber en qué está

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pensando alguien más, sólo debemos observar sus acciones. Si observamos la vida de Jesús, podríamos ver con claridad las intenciones de su corazón. Estas son algunas de las que Jesús acostumbraba hacer a diario:

• Daba buenas nuevas a los pobres• Sanaba a los quebrantados de corazón• Sanaba todo tipo de enfermedades del cuerpo• Pregonaba libertad a los cautivos y daba vista a los ciegos• Daba libertad a los oprimidos• Resucitaba muertos

Los pensamientos de Jesús lo llevaron a actuar de esta manera sobrenatural. En otras palabras, manifestaba lo que había en su interior porque ese era su tesoro. Nuestras acciones hablan de lo que hay en nuestro corazón, porque nadie puede dar lo que no tiene. Si todo el día pensamos en el dinero, nuestro compor-tamiento y nuestras palabras serán una consecuencia de ellos. Si nuestra mente está ocupada en los asuntos de nuestro traba-jo, nuestras acciones demostrarán la preocupación que hay en nuestro interior.

Si tenemos comunión con Dios y es nuestro tesoro, nuestra acti-tud y nuestras acciones reflejarán esa realidad. Todo lo que haga-mos será extraordinario y fuera de lo común. Jesús era poderoso porque su tesoro era hacer las obras que veía realizar a su Padre. Si Dios es nuestro tesoro todo lo que hagamos será poderoso, porque todo pasa por quién ocupa el trono de nuestro corazón. Jesús enseñó: “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrece-rá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).

Queda claro que no podemos dividir el corazón entre Dios y las cosas materiales o las riquezas, como si pudieran competir con Él o estar en su mismo nivel. No podemos tener nuestro tesoro en el Cielo y a la vez en la tierra, tampoco no podemos agradar a Dios y a los hombres. En este pasaje Jesús establece un princi-pio general donde nadie puede servir a dos señores.

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Un empleado puede trabajar en distintos horarios con dos jefes, pero en el caso de un esclavo es completamente diferente, por-que no puede dividir su vida entre dos amos. Si ambos se pusie-ran de acuerdo y marcharan juntos, el criado o el esclavo podrían seguir y servir a ambos. Pero si tomaran caminos diferentes, el criado no tendría más remedio que seguir a uno de ellos y aban-donar al otro, manifestando a quién le pertenece en realidad. Debemos decidir a quién le pertenece nuestra vida.

El corazón siempre se irá detrás del tesoro. Jesús dijo: “donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”. Donde esté nuestro tesoro, estará también nuestra confianza, seguridad y esperan-za, nuestros pensamientos y nuestras intenciones. Nuestro co-razón se debe a Dios y para que lo tenga, nuestro corazón debe estar “en” y “con” Él. Así como un metal se va detrás del imán o el girasol sigue cada mañana el movimiento del sol porque lo necesita para vivir. Así debemos volvernos a Dios, haciendo de Él el más grande e inmenso tesoro que jamás hayamos imaginado tener, pues es el único que puede bendecirnos para transformar-nos y darnos una vida más abundante.

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PeRseveRAR es eL ReQuisitOPARA tRiunfAR

“LOS qUE PERSEVERAN A PESAR DE LAS DIfICULTADES,TERMINARáN ENCONTRANDO LA SALIDA A SUS PROBLEMAS”

Tomar un momento para pensar qué haría Jesús en nuestro lugar frente a un problema, sería más que suficiente para dar-

nos cuenta de lo que deberíamos hacer para que todo lo que no funciona tenga una solución. Pero no siempre estamos dispues-tos a pensar que Dios es la fuente que nos permitirá cambiar todo lo incorrecto, porque sólo por medio de su Espíritu recibire-mos las fuerzas necesarias para perseverar hasta el fin.

La historia de la humanidad demostró que los hombres eligen obrar según su criterio personal, encerrándose en sí mismos para adquirir un comportamiento inmaduro para resolver sus problemas. Pero así lo único que logran es estar cada vez más perdidos.

Toda persona puede actuar frente a su problema de dos formas diferentes. Puede tomar la actitud de un pesimista, renegando y quejándose por lo que le sucedió, afirmando que no hay solución para sus problemas. En la mayoría de los casos, después del descontento terminan dejando todo igual y se acostumbran a vivir con ello como si esa fuera la solución.

Por otro lado, puede ver las cosas de una manera diferente, ser optimista y creer que ese problema es una puerta o una salida para resolver su circunstancia adversa. Quizá sea el medio para resolver la causa que lo detiene y así seguir avanzando. Cada día tenemos la oportunidad para dejar de hacer las cosas a nues-tra manera y permitirle a Dios derramar su presencia en nues-

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tras vidas. Sólo así las cosas podrán tomar un rumbo diferente y nuestra tristeza será transformada en alegría. Si podemos ver las cosas desde la perspectiva de Dios, todo cobrará un nuevo sen-tido y habrá razones suficientes por las cuales seguir avanzando cada día.

disPuestOs AL cAmBiO Para perseverar muchas veces hay que ceder. Para perseverar y cambiar lo que no funciona en nuestra vida, no basta con iden-tificar el problema, debemos hacer algo al respecto. Ocuparnos de lo que nos perjudica, nos conducirá a grandes cambios en nuestra salud espiritual y física. Para que los cambios sean signi-ficativos, debemos estar dispuestos a desistir, ceder o abando-nar lo que estamos haciendo para cumplir la voluntad de Dios.

Tenemos que dejar de intentar cambiar por medio de nuestras fuerzas. Dios tiene la solución para todos nuestros problemas y antes de tratar de buscar una solución por nuestros propios medios, debemos acercarnos a Él para aprender cómo resolver-los. Nadie que se encuentre perdido en un desierto rechazará la ayuda de alguien que pueda sacarlo de ese lugar. Esta es una realidad que muchos viven hoy en día. Dios se acerca a sus vidas para darles la salida, pero ellos prefieren seguir en su desierto ignorando su voz. En lugar de abandonar lo que están haciendo, parecieran esmerarse aún más en hacer las cosas a su manera. Para perseverar hasta el fin debemos estar dispuestos a hacer lo que Dios quiere. Aunque a nuestro alrededor todo pareciera derrumbarse y el mundo comenzara a caerse a pedazos, si nos acercamos a Dios nos ayudará a triunfar en todos los asuntos de la vida. “Pero el que persevere hasta el fin será salvo” (Mateo 24:13).

Estamos en un tiempo aceptable para buscar a Dios porque su paciencia nos espera, su palabra nos invita y su Espíritu está dis-puesto a aconsejarnos e instruirnos. La Escritura dice: “¡Buscad a Jehovah mientras puede ser hallado! ¡Llamadle en tanto que está

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cercano!” (Isaías 55:6). Dios está siempre dispuesto a oírnos y atento para saciar cualquier necesidad que podamos tener.

Cambiar de mentalidad y conducta con respecto a cómo ma-nejamos la vida que Dios nos dio, para muchos es un precio demasiado alto que no siempre están dispuestos a pagar. Pero si realmente queremos perseverar y salir del pantano que nos detuvo durante tanto tiempo para seguir avanzando y encontrar la salida a las dificultades, es necesario un cambio en nuestros pensamientos.

Isaías 55: 8-9 dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos, dice Jehovah. Como son más altos los cielos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos”. En este pasaje Dios aclara que sus pen-samientos y sus caminos no son como los de los hombres. Los pensamientos de los hombres están dirigidos hacia las cosas de abajo y los del Padre están muy por encima.

Perseverar hasta el fin consiste en poner por encima de todo al Creador. Por lo general caemos en el error de impresionarnos por lo que ven nuestros ojos, los paisajes o la naturaleza, cuando deberíamos impresionarnos por la razón de su existencia: Dios mismo. Por momentos demostramos que las dificultades o los problemas son lo más importantes en nuestras vidas, porque sólo hablamos de ellos. Conocí personas que esperan todo el día cruzarse con alguien para hablar de sus frustraciones y cuando finalmente lo consiguen, compiten por ver a quién le va peor.

Cuando estamos pendientes de aquello que nos agobia, el tiem-po se nos escapa de las manos como si fuera agua. En lugar de prestarle atención al que todo lo puede, terminamos enfocándo-nos en las dificultades. Si queremos llegar a la meta, debemos cambiar nuestras prioridades y estar dispuestos a renunciar a cuanto sea necesario para alcanzar el favor de Dios y accionar en su voluntad.

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cOndiciOnes PARA tRiunfARLa perseverancia es una condición bíblica para triunfar. Per-severar es persistir haciendo lo mismo todas las veces que sea necesario. Si no prestamos la debida atención a lo que Dios nos habla, persistiremos una y otra vez cometiendo el mismo error. La Escritura declara que Dios pagará a cada uno según sus obras. Romanos 2:7-11 dice: “…vida eterna a los que por su perseverancia en las buenas obras buscan gloria, honra e incorrupción; pero enojo e ira a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre toda persona que hace lo malo (el judío primero, y también el griego); pero gloria, honra y paz a cada uno que hace el bien (al judío primero y también al griego). Pues no hay distinción de personas delante de Dios”. Perseverar es una opción fundamental que comprende obedecer a Dios, a pesar de las dificultades. Es el acto de mantenernos constantes en algo o insistir en la práctica del cumplimiento del deber. Si nos determinamos a obedecer a Dios y vivir conforme a su voluntad, hallaremos la salida a las dificultades.

Si a partir de hoy podemos mantenernos firmes, perseverando en la palabra de Dios, estaremos condicionados a tener una vida abundante, llena de sorpresas y bendiciones. Perseverar en Dios es una tarea ardua, un trabajo que va contra la corriente de la na-turaleza caída del hombre. Si obramos según el pensamiento de Dios, Él es fiel y justo para pagarle a cada uno con abundancia.Cuando no perseveramos haciendo lo bueno y persistimos en el error, debemos esperar tribulación y angustia como resultado de nuestras decisiones. Mantenernos en la postura de persistir en el error no nos conducirá a nada bueno. Vivir fuera de la justicia de Dios sólo nos acarreará aflicción y angustia. Por eso debe-mos dejar a un lado nuestros pensamientos y considerar lo que Dios piensa de nosotros. Santiago 1:25 dice: “Pero el que presta atención a la perfecta ley de la libertad y que persevera en ella, sin ser oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.

En este versículo Santiago afirma que el diligente, cuidadoso,

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exacto y activo, no resulta ser un oyente que olvida, sino un ha-cedor de lo que Dios quiere que cosechará la dicha por su obrar. El vocablo que se usa en este versículo para señalar al “oidor olvi-dadizo” es epilesmonés y procede del verbo epilanthánomai que significa: olvidar por falta de atención. Con frecuencia el olvido es por la falta de atención, producto de la falta de interés.

Para perseverar en medio de las dificultades y salir de ellas, es necesario estar atentos a lo que Dios nos enseña. Cuando estu-diaba años atrás, había materias que no me gustaban y por esa razón me costaba mucho prestarles la atención correcta. Pero había materias que sí me agradaban y atraían toda mi atención. A la hora de estudiar para rendir los exámenes recordaba todo lo que había escuchado de las materias que me gustaban, pero de las otras no recordaba absolutamente nada. La diferencia estaba únicamente en el interés que ponía en una materia o en la otra. Esto mismo ocurre con Dios.

Creo que es muy importante examinarnos con respecto a este punto. Nuestra perseverancia reflejará el interés que demostra-mos en la voluntad de Dios. Cuánto mayor atención prestemos a un asunto, mayor será nuestro nivel de perseverancia.

LA imPORtAnciA de nuestRA AtenciÓnLa Escritura registra un hecho donde un rey llamado Saúl finalmente fue desechado por ser desobediente y no prestar atención. El profeta Samuel le exigió solemnemente a Saúl que obedeciera las órdenes de Dios. 1 Samuel 15:1-3: “Samuel dijo a Saúl: Jehovah me envió para ungirte como rey de su pueblo Israel. Escucha, pues, ahora las palabras de Jehovah. Así ha dicho Jeho-vah de los Ejércitos: Yo castigaré a Amalec por lo que hizo a Israel, porque se le opuso en el camino cuando subía de Egipto. Ve ahora y ataca a Amalec; destruye completamente todo lo que le pertenece. No le perdones la vida; mata a hombres y mujeres, a niños y bebés, vacas y ovejas, camellos y asnos”.

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El profeta le encomendó a Saúl un servicio especial donde debía mostrar su obediencia a Dios, más que en cualquier otra oca-sión porque en otras oportunidades no había actuado así y esta vez debía ser la excepción. Pero Saúl desobedeció a Dios e hizo según su propio parecer. Si bien derrotó a los Amalecitas, le per-donó la vida a los Ceneos, tomó vivo al rey Agag y le perdonó la vida. Conservó lo mejor de las ovejas, el ganado mayor, los animales engordados y los carneros, negándose a destruir todo lo bueno.

El profeta Samuel le dijo: “¿Se complace tanto Jehovah en los holo-caustos y en los sacrificios como en que la palabra de Jehovah sea obedecida? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención es mejor que el sebo de los carneros. Porque la rebeldía es como el pecado de adivinación, y la obstinación es como la iniquidad de la idolatría. Por cuanto tú has desechado la palabra de Jehovah, él también te ha desechado a ti, para que no seas rey” (1 Samuel 15: 22-23).

La conducta de Saúl fue tan grave porque nada provoca más a Dios que la desobediencia y la falta de atención a su Palabra. Po-ner nuestra voluntad en oposición a la suya es caer en rebelión y obstinación, comparada con la brujería y la rebeldía. Vivir prestando atención a todo lo demás menos a Dios equivale a servir a otros dioses. Debemos comenzar a vivir de una forma diferente, perseverando en todas las áreas de la vida sin olvidar-nos de Dios para que nuestra atención se fije sólo en Él. Esta es la forma más inteligente de proceder que podemos tener. Si perseveramos en los pensamientos de Dios, podremos vivir en paz y felicidad. Isaías 26: 3-4 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado. Confiad en Jehovah para siempre, porque Jehovah es la Roca de la eternidad”.

Dios no hace nada a medias y si perseveramos en su voluntad, aún cuando las situaciones puedan ser extremas, comenzarán

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a mejorar. Cuando estamos dispuestos a llevar a cabo el pensa-miento de Dios, recibimos libertad completa sobre el mal. No nos dará la solución que necesitamos según la expectación de nuestros temores o fantasías, sino según la expectativa de la fe con que perseveramos y la atención que demostramos hacia su pensamiento. Jeremías 29: 11 dice: “Porque yo sé los planes que tengo acerca de vosotros, dice Jehovah, planes de bienestar y no de mal, para daros porvenir y esperanza”.

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AsumiendO nuestRA POsiciÓnen cRistO

“NO SE PUEDE VIVIR APARENTANDO SER LO qUE NO SE ES”

Para ser todo lo que Dios quiere que seamos, hacer todo lo que quiere que hagamos y tener todo lo que quiere que tengamos,

primero debemos ver como Él nos ve. Entender nuestra identidad es el fundamento crítico para la estructura de nuestras creencias y los patrones de nuestro comportamiento como cristianos. A un joven se le preguntó quién era y contestó: Soy un ladrón.

Había robado antes de conocer a Cristo, pero ya no lo era. Ba-saba su identidad en lo que había sido, permitiendo que las acu-saciones de Satanás influenciaran su percepción acerca de su identidad. Esto impedía que el Espíritu Santo le revelara su iden-tidad como hijo de Dios en Cristo y así transformar su compor-tamiento.

Hoy muchos cristianos están atrapados en el mismo problema. Fracasan y se consideran fracasados, esto sólo hace que fraca-sen aún más. Pecan y se consideran pecadores, lo cual los hace pecar aún más. La esperanza de crecimiento y realización como cristianos, está basada en comprender nuestra identidad como hijos de Dios.

Por más que intentemos recibir la aprobación de los demás por medio de nuestra apariencia, realización o status social, es impo-sible lograr la satisfacción. Cualquier identidad propia que logre-mos, pronto se derrumbará bajo la presión del rechazo hostil, la crítica, la culpabilidad o la ansiedad.

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Salomón fue rey de Israel durante los años más grandiosos de esa nación. Tenía poder, posición, riqueza, posesiones y mujeres. Si la vida significativa es resultado de la apariencia, admiración, realización, logros, status o reconocimiento, Salomón hubiera sido el hombre más completo de la historia. Pero su comentario sobre esta situación material fue: “Vanidad de vanidades…vani-dad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1: 2).

El libro de Eclesiastés continúa describiendo lo inútil que es bus-car un motivo para nuestra vida en las cosas externas. Tomemos el consejo del rey sabio: la suma de lo material y todo el status que podamos adquirir, no podrán hacer de nosotros una persona completa. 1 Corintios 2: 12 dice: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente”.

La Escritura enseña: “A éstos, Dios ha querido dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre las naciones, el cual es: Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). Cristo es nuestra única esperanza y sólo Él puede llenar nuestras necesidades más profundas de: • Vida• Aceptación• Identidad• Seguridad• Significado

¿QuÉ es estAR cOmPLetO?Estar juntamente con Cristo hace de nosotros personas completas, con una razón para vivir. 1 Corintios 6:17 dice: “Pero el que se une con el Señor, un solo espíritu es”. Ser cristiano no se limita a recibir algo, es cuestión de ser alguien. El cristiano no es simplemente la persona que recibe perdón, vida eterna, al Espíritu Santo y una nueva naturaleza. En relación a nuestra iden-tidad más profunda, es ser santo, un hijo espiritual de Dios, una creación divina, un hijo de luz y un ciudadano del Reino. Creo que

CAPÍTULO 14 - ASUMIENTO NUESTRA POSICIÓN EN CRISTO

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CAPÍTULO 14 - ASUMIENTO NUESTRA POSICIÓN EN CRISTO

lo más importante es saber quiénes somos y no qué hacemos, porque la revelación de nuestra identidad determinará qué ha-cemos. No servimos a Dios para lograr que nos acepte, somos aceptados y por eso servimos a Dios. 1 Juan 3:1-3 dice: “Mirad cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo somos! Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora so-mos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Pero sabemos que cuando él sea manifestado, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperan-za en él, se purifica a sí mismo, como él también es puro”.

Comprender nuestra identidad en Cristo es absolutamente esencial para nuestra vida cristiana. Nadie puede comportarse constantemente de una manera contraria a su percepción acerca de sí mismo. Si creemos que somos malos y no hacemos nada bien, probablemente viviremos de esa manera haciendo todo mal. Si comenzamos a vernos como hijos de Dios, viviremos en victoria y libertad como Jesucristo.

Conocer quiénes somos en Dios, sin duda es la verdad más im-portante que podemos poseer. Como hijos de Dios hemos reci-bido una nueva identidad, transformándonos en recipientes de su naturaleza y sus riquezas. Unidos en Cristo, tenemos todo de-recho para disfrutar de una relación de intimidad con Dios como nuestro Padre.

¿QuiÉnes sOmOs en cRistO?Hay un sinnúmero de cristianos que luchan con su comporta-miento diario porque se esfuerzan bajo un falso concepto de su identidad. Se ven como pecadores que esperan llegar al cielo por la gracia de Dios, pero en realidad no pueden sobrellevar sus tendencias pecaminosas. ¿Por qué no pueden vivir vidas victorio-sas en Cristo? Porque tienen una percepción errónea de quienes son en Él.

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Una de las mejores maneras de crecer y madurar es recordar-nos constantemente quienes somos en Cristo. Entre más rea-firmemos esta realidad, nuestro comportamiento reflejará la verdadera identidad. Recordemos que nadie puede comportarse constantemente de una manera contraria a la manera como se percibe a sí mismo. Debemos percibirnos como hijos de Dios, para vivir y caminar según esta realidad.

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cOncLusiÓn

“Escucha, hijo mío, y recibe mis dichos, y se te multiplicarán años de vida” (Proverbios 4:10)

En estos capítulos enfaticé la tarea importante que tenemos de tomar decisiones para el perfecto desarrollo de nuestra vida y también para las de quienes nos rodean, porque pueden ser be-neficiados o afectados por ellas.

Recuerde: Las decisiones tienen el poder para solucionar pro-blemas o para complicarlos más. Por eso hay tantos consejos en la Palabra de Dios sobre qué debemos hacer y qué no. Nuestras acciones correctas e incorrectas demostrarán como resultado la decisión que hemos tomado.

No es sabio tomar decisiones contra la voluntad de Dios refleja-da en su Palabra. Determínese a agradarlo en todo. Su presencia transformará su vida para que se manifiesten su voluntad y su propósito, reflejando una vida más abundante.

Morir a nuestros deseos personales y carnales para atender la voz de Dios nos llevará por un camino lleno de vida, pues nuestra actitud determinará el curso hacia una vida más abundante o a una vida llena de lamentos y reproches.

Si desea cambiar su realidad actual, sométase al Señor con hu-mildad y un corazón arrepentido. Pídale que quite todo dolor que experimentó en el pasado para que no vuelva más a su presente. Pídale que transforme su presente para que sea realmente el Señor de su vida, porque sólo así su futuro estará alineado con el propósito de Dios.

Efesios 3:20: “Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros…”. ¡Dios lo hará en su vida!

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cÓmO cAminAR en unA vidA ABundAnteProverbios 3:1-2: “Hijo mío, no te olvides de mi instrucción, y guar-de tu corazón mis mandamientos; porque abundancia de días y años de vida y bienestar te aumentarán”.

Proverbios 3:22: “… y serán vida para tu alma y gracia para tu cuello”.

Proverbios 4:13: “Aférrate a la disciplina y no la sueltes; consérva-la, porque ella es tu vida”.

Proverbios 4:20-22: “Hijo mío, pon atención a mis palabras; in-clina tu oído a mis dichos. No se aparten de tus ojos; guárdalos en medio de tu corazón. Porque ellos son vida a los que los hallan, y medicina para todo su cuerpo”.

Proverbios 6:23: “Porque el mandamiento es antorcha, y la instruc-ción es luz. Y las reprensiones de la disciplina son camino de vida”.

Proverbios 8:35: “Porque el que me halla, halla la vida y obtiene el favor de Jehovah”.

Proverbios 10:11: “Fuente de vida es la boca del justo, pero la boca de los impíos encubre la violencia”.

Proverbios 10:16-17: “La obra del justo es para vida, pero el logro del impío es para pecado. El que guarda la disciplina está en el ca-mino de la vida, pero el que descuida la reprensión hace errar”.

Proverbios 19:16: “El que guarda el mandamiento guarda su alma, pero el que menosprecia sus caminos morirá”.

Proverbios 19:23: “El temor de Jehovah es para vida; el hombre vivirá satisfecho con él y no será visitado por el mal”.Proverbios 21:21: “El que sigue la justicia y la bondad hallará vida, justicia y honra”.

Proverbios 22:4: “Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehovah”.

CÓMO CAMINAR EN UNA VIDA ABUNDANTE

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Mateo 7:13-14: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y son pocos los que la hallan”.

Mateo 10:38-39: “El que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí. El que halla su vida la perderá, y el que pierde su vida por mi causa la hallará”.

Mateo 19:17-18: “Él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Hay uno solo que es bueno. Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Jesús respondió: No cometerás homicidio, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio”.

Mateo 19:29: “Y todo aquel que deja casas, o hermanos, o herma-nas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o campos por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna”.

Lucas 12:15: “Y les dijo: Mirad, guardaos de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.

Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Juan 3:36: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que des-obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él”.

Juan 4:14: “Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”.Juan 5:21: “Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere”.

Juan 5:24: “De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida”.

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Juan 5:29: “…y saldrán, los que hicieron el bien para la resurrec-ción de vida, pero los que practicaron el mal para la resurrección de condenación”.

Juan 5:39-40: “Escudriñad las Escrituras, porque os parece que en ellas tenéis vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí. Y vosotros no queréis venir a mí para que tengáis vida”.

Juan 6:33: “Porque el pan de Dios es aquel que desciende del cielo y da vida al mundo”.

Juan 6:35: “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás”.

Juan 6:40: “Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que mira al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el día final”.

Juan 6:47-48: “De cierto, de cierto os digo: El que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida”.

Juan 6:63: “El Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.

Juan 10:10: “El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abun-dancia”.

Juan 10:27-28: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen. Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano”.Juan 11:25: “Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá”.

Juan 12:50: “Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así que, lo que yo hablo, lo hablo tal y como el Padre me ha hablado”.

Juan 17:3: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado”.

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Juan 20:30-31: “Por cierto Jesús hizo muchas otras señales en pre-sencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nom-bre”.

Hechos 11:17-18: “Así que, si Dios les dio el mismo don también a ellos, como a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder resistir a Dios? Al oír estas cosas, se calmaron y glorificaron a Dios diciendo: ¡Así que también a los gentiles Dios ha dado arrepentimiento para vida!”.

Hechos 17:25: “…de común acuerdo nos ha parecido bien elegir unos hombres y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo…”.

Romanos 2:6-8: “Él recompensará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que por su perseverancia en las buenas obras buscan gloria, honra e incorrupción; pero enojo e ira a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injus-ticia”.

Romanos 5:18: “Así que, como la ofensa de uno alcanzó a todos los hombres para la condenación, así también la justicia realizada por uno alcanzó a todos los hombres para la justificación de vida”.

Romanos 6:4: “Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamen-te con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de en-tre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”.Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

Romanos 8:6: “Porque la intención de la carne es muerte, pero la intención del Espíritu es vida y paz”.

2 Corintios 3:6: “Él mismo nos capacitó como ministros del nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica”.

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Gálatas 6:8: “Porque el que siembra para su carne, de la carne cose-chará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna”.

Efesios 6:3: “…para que te vaya bien y vivas largo tiempo sobre la tierra”.

Santiago 1:12: “Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba; porque, cuando haya sido probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman”.

1 Juan 2:25: “Y ésta es la promesa que él nos ha hecho: la vida eterna”.

1 Juan 5:12: “El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”.

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