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43 9 (1) 2005: 43 - 53 Resumen El presente artículo explora, en términos teóricos e históricos, los principios del actual planeamiento físico, a la luz de la dialéctica entre campo y ciudad. La com- plejización de esta relación, ha generado un profundo cuestionamiento para las actuales regiones urbanas, lo que para el autor encierra la búsqueda de un modelo ciudad-región que, a priori, podría estar contenido en la noción de “Agrópolis”. Palabras clave Ciudad-región, agrópolis, territorio, rural. Agropolis, or the city-region end. Conceptual bases for a rural planning. Abstract This article explores the Region and the territory, under the influence of the theory and the history of the actual physical planning, from the modern dialectic bet- ween land and urban spaces. This relation, generates deep questions for urban regions. In those terms, the author explores the question about the city-region model, that in a preliminary, stage could be included in the “Agrópolis” concept. Key words City-region, agropolis, territory, rural. Recibido: octubre 07 /05 Aprobado: noviembre 11 /05 AGRÓPOLIS Mauricio Puello Bedoya APORTES CONCEPTUALES PARA UN PLANEAMIENTO FÍSICO DE BASE AGROPOLITANA 1 o el fin de la ciudad–territorio”

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artículo sobre agropecuaria

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9 (1) 2005: 43 - 53

ResumenEl presente artículo explora, en términos teóricos

e históricos, los principios del actual planeamiento físico, a la luz de la dialéctica entre campo y ciudad. La com-plejización de esta relación, ha generado un profundo cuestionamiento para las actuales regiones urbanas, lo que para el autor encierra la búsqueda de un modelo ciudad-región que, a priori, podría estar contenido en la noción de “Agrópolis”.

Palabras claveCiudad-región, agrópolis, territorio, rural.

Agropolis, or the city-region end. Conceptual bases for a rural planning.

Abstract This article explores the Region and the territory,

under the influence of the theory and the history of the actual physical planning, from the modern dialectic bet-ween land and urban spaces. This relation, generates deep questions for urban regions. In those terms, the author explores the question about the city-region model, that in a preliminary, stage could be included in the “Agrópolis” concept.

Key wordsCity-region, agropolis, territory, rural.

Recibido: octubre 07 /05Aprobado: noviembre 11 /05

“AGRÓPOLIS

Mauricio Puello Bedoya

APORTES CONCEPTUALESPARA UN PLANEAMIENTO FÍSICO

DE BASE AGROPOLITANA1

o el fin de la ciudad–territorio”

44 enero - diciembre de 2005

Planteamiento La complejidad de las diversas escalas, agentes y procesos que intervienen hoy

en la producción de los asentamientos humanos, constituye quizá el principal reto del planeamiento urbano-regional y el ordenamiento territorial contemporáneo. Esto los ha obligado a ensayar y generar nuevas imágenes, nociones y métodos capaces de superar la tradicional dialéctica ciudad-territorio, en la cual ya no encuentra referencia la comprensión y el manejo del fenómeno habitacional humano, como tampoco las relaciones sociales ni la mentalidad del habitante urbano.

En particular, preguntarnos por la ciudad contemporánea desde su espacio agrícola y rural constituye la posibilidad de recuperar las fuentes de su emergencia histórica. El descubrimiento de las técnicas agrícolas marca para la génesis humana el tránsito del nomadismo a un modo de vida sedentario, germen del hecho estático que hoy es la ciudad. Sin embargo la ciudad, bajo su aparente inercia material, es un sistema dinámico en permanente evolución e intercambio con su entorno. Esto hace parte de los aportes que haremos al debate del planeamiento físico contemporáneo desde la transformación de las relaciones ciudad-campo, y que desde ahora dejamos acotado, de manera general, en la dificultad occidental por entender el movimiento o la mutación permanente como pauta de toda realidad material. Vale aclarar que las proyecciones del Plan nunca capturarán de manera definitiva las formas de organiza-ción del hábitat humano.

Así, en la tradición del manejo público del espacio urbano que las ciudades contemporáneas heredan, temas de ordinario asociados a lo rural, como el abasteci-miento o la seguridad alimentaria, han resultado siempre factores de segundo orden al momento de definir modelos espaciales. Estos temas han quedado relegados a ser parte de las políticas sectoriales, la planeación económica o la economía espacial.

Los temas agrícolas y rurales, como actores estratégicos del desarrollo urbano contemporáneo, pertenecen a un contexto más amplio: la redefinición misma de la noción de territorio. Esta noción emerge con las dinámicas humanas de uso y significa-ción del espacio y su traducción en procesos culturales. Tales dinámicas abarcan hoy la escala del planeta, es decir, nuestro territorio alcanza la dimensión de la tierra. Es ne-cesario, por tanto, que nuestro propósito de ofrecer algunos elementos conceptuales, útiles al momento de comprender, planear y proyectar las relaciones de la ciudad con su entorno agrícola y rural, pase por referenciar la crisis de los supuestos conceptuales que han soportado la tradición moderna del planeamiento físico.

En efecto, el análisis y revisión de temas relacionados con el territorio, tan sen-sibles para el desarrollo de los pueblos en un marco global, demanda de realidades sociales como la latinoaméricana, una gran capacidad de apropiación y reinvención de

“Las autoridades vacilan en intervenir más enérgicamente enla agricultura porque la consideran en gran medida

como el resultado de no haber abordado el desarrollo rural.Ello está causando estragos en la planificación y ordenación

del uso de las tierras, está obstaculizando el desarrolloy la reorganización de las ciudades” 2

Sr. Mwale, Alcalde de Lusaka.

1 La Línea de Trabajo Agropolis, que corresponde al desarrollo del tema de Tesis Doctoral del autor, se inicia con la coordi-nación del Proyecto “ Parque Agrario Sabana Occidente ” (2001) desde la U. Nacional, que en su momento propuso asociar 10 Municipos de la co-rona metropolitana de Bogotá, en torno a una Política comun de ordenamiento, gestión y de-sarrollo agrorural; continúa con la experiencia “Territorios vs. Agenda Interna” (2005), coor-dinada desde la Escuela Supe-rior de Administración Públi-ca-ESAP, dinámica académica orientada a identificar, congre-gar y empoderar los actores mi-croterritoriales de la Subregión Sabana de Bogotá, y que pro-yecta actualmente una segunda Etapa de desarrollo, a través de la construcción de la “Agenda Microterritorial Bogotá–Sabana” (2006); hasta el actual proyec-to de investigación “Cundina-marca Agropolitana” (2006), gestionado desde el Instituto Hábitat, Ciudad y Territorio de la U. Nacional y actualmente en ejecución, con el apoyo de Colciencias y la Gobernación de Cundinamarca.

2 Notas del “Segundo coloquio Internacional de Alcaldes sobre un Ejericio del gobierno a favor del crecimiento Sostenible y la Equidad”, New York, 1997 – Documento FAO, ONU. Ver a FRIEDMANN, John, “Ciudades modulares: más allá de la sepa-ración rural-urbana”. Tomado de Environment and Urbaniza-tion, en www.laneta.apc.org/ur-bania/urbani.html.

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paradigmas de última generación. Nuestro objetivo es en-sayar posturas desde las cuales podamos elaborar la pro-fundidad epistémica que demanda la tarea de construir hoy una realidad social justa y a la medida de nuestras propias aspiraciones histórico-culturales. En ese sentido, la naturaleza del presente ensayo es preliminar y pura-mente experimental.

Contexto – el consumo territorial

En la tradición de la planeación y el ordenamiento urbano-territorial, el suelo agrícola ha sido asociado a una concepción genérica de espacio vacío, entendido como espacio residual o espacio inútil. Es decir, el suelo agrícola es aquello que queda del espacio ocupado o del espacio sobre el cual existe interés inmobiliario, que en la memo-ria urbanística moderna ha sido el verdadero sujeto de ordenamiento y legislación.

Esta concepción es hereditaria de la antigua per-cepción de lo agrícola como un exterior urbano peligroso, pobre, ignorante y supersticioso, del cual las murallas o el perímetro urbano vendrían a ser instrumentos de defensa y control. Un afuera concebido como no-ciudad y, por tanto, lugar de residencia de lo potencialmente subversivo a lo instituido, se opone al espacio urbano, geométrico, civilizado y legal. El territorio rural es informe, inmenso, sinuoso, y por eso retador de la escala legal del antropo-centrismo urbano.

La planeación urbana, enfrentada a la explosión del espacio de la ciudad y sus consecuentes nuevas funciones y formas de crecimiento, no logra ver en su momento al espacio agrícola y rural como un aliado de las soluciones estructurales al problema habitacional, insistiendo en el referente de residuo territorial. Este referente es igual a residuo del Estado, condición que históricamente ha pro-mocionado el alejamiento del hábitat agrícola y rural de los beneficios de la cultura. Al mismo tiempo ha impli-cado la carencia de un modelo de desarrollo o imagen urbano-territorial inclusivo, orientado a reconocer en esa tradicional mancha de uso agrario, una dignidad mayor que esperar el crecimiento urbano que un día le permitirá volverse urbanizable.

Sin embargo, si bien para la ciudad industrial la se-paración entre lo rural y lo urbano fue pensada inicialmen-te como una estrategia de división espacial del trabajo, en la práctica esto se tradujo inevitablemente en un modelo de desarrollo de base urbana. La división no resultó tan rígida como se había supuesto, pues las industrias de todo tipo pasaron a establecerse en las áreas rurales y, la agri-

cultura, junto con una pequeña producción de ganado, se convirtió con el tiempo en una actividad difícilmente separable de lo urbano3.

Por otro lado, es claro que hoy se habla de eco-nomía mundial, con manifestaciones específicas sobre procesos de reestructuración territorial y readecuación de procesos productivos de base territorial. Se trata de un proceso de aspiraciones globales que, tal como señala F. Fourquet, se origina en la dinámica de acumulación de capital y de dominio político de las primeras civilizacio-nes. La naturaleza expansiva del poder, en una metáfora termodinámica, sabe que en la transferencia y redistribu-ción permanente de la energía social cautiva, es decir, la colonización, la captura y el contagio, son la fuente del equilibrio interno que permitirá permanencia al imperia-lista o al despota4.

En ese sentido, el origen e identidad profunda de la ciudad, velada por la tendencia del planeamiento a simplificar su dimensión material y revelada hoy por los flujos inmateriales globales, residiría en su función de ob-jeto - vampiro, al absorber y nutrirse incesantemente de la actividad humana, para finalmente vivir en simbiosis con ella5. Principio de reinversión o autoproducción (au-topoiesis) de la ciudad que, antes que una realidad fuera-de-nosotros o producida por nosotros, nos constituye, nos produce y consume6. Queda planteado aquí un cuestio-namiento que apenas soslayamos, acerca de las verdade-ras posibilidades prácticas de objetivación y transforma-ción de ese objeto interior que es la ciudad.

Es claro que para los países en desarrollo, en tan-to eslabón más débil de una cadena nutritiva de alcance global, el proceso impersonal de planetización de las re-laciones sociales adquiere matices dramáticos. En parti-cular nos interesa señalar los notables efectos negativos de los flujos económico-políticos sobre los patrones de ocupación, usos y tenencia del suelo. Frente a la ausen-cia de herramientas locales y regionales de intervención pública que garanticen la regulación de las nuevas formas y escalas de control y redistribución de la energía social, podríamos tener la opción de afirmarnos en un desarrollo de base territorial, capaz de reivindicar en la dimensión

3 Ver a FRIEDMANN, John, “Ciudades modulares: más allá de la sepa-ración rural-urbana”. Tomado de Environment and Urbanization, en www.laneta.apc.org/urbania/urbani.html.

4 FOURQUET, Francoise, Los Equipamentos del Poder, Editorial Gus-tavo Gili. Barcelona, 1978.

5 Ibid, p. 168. 6 ZARONE, Giussepe. Metafísica de la Ciudad. Editorial Gustavo Gili.

Barcelona, 1993.

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de Construcción Social del Territorio, las identidades y autonomías culturales que, solo entonces, transformarían la globalización de agresión en oportunidad.

Una de las principales manifestaciones de este proceso ha sido la mutación de los actores y procesos que determinan el desarrollo rural en general, con impactos di-rectos sobre el proceso de empobrecimiento y desplazamiento de grupos sociales que, atados a patrones culturales rentistas y de sobrevivencia, no logran ser competitivos al interior de la dinámica mercantil contemporánea.

En efecto, la apertura económica en América Latina, ha derivado en una modifi-cación profunda de las estructuras territoriales, sobre todo en el sector rural7: la puesta en marcha de ajustes estructurales, orientados a facilitar la generación de economías autorreguladas por la libre fuerza del mercado y, por tanto, a la disminución de la par-ticipación del Estado a favor de una paulatina permisividad a la inversión por parte de capitales externos, ha estimulado la importación indiscriminada y el consumo masivo. Esto ha impactado de manera nociva la producción y comercialización agrícola local y, por tanto, la transformación de las relaciones estructurales de las ciudades con su entorno. La planeación urbana intenta actualmente subordinar a reformas fiscales o estratégicas los potenciales de la dimensión espacio - territorial del desarrollo.

Transitos – suelo, territorio y tierra

El principio maquínico Son los modelos urbanos que pretenden dar respuesta a los problemas que

plantea la explosión de la ciudad industrial quienes inauguran un primer valor propio al entorno urbano y, específicamente, al suelo urbano. Al separarlo del valor de la edifi-cación, de la cual constituía una prótesis, el valor del suelo se vincula inmediatamente a un mercado propio que, en medio del ambiente liberal del siglo XIX, de mínima legislación a favor de una máxima acción individual, se abre a la especulación y al naci-miento de importantes procesos de acumulación de capital, que pronto se convertirán en actores determinantes de la planeación urbana.

Las relaciones entre poder político y económico se transforman: al terratenien-te, representante de la tradición de los derechos políticos ligados a la propiedad de bienes inmuebles y a la organización rural como base del sistema electoral, se opone ahora la figura del comerciante y el industrial, lideres del cambio de una economía rentista a una economía de mercado. Este es un proceso de transformación que en Europa se cristaliza en la Ley inglesa de Reforma Electoral (1932), que traslada cerca de 200 escaños rurales a la ciudad8. La institucionalidad pública queda progresivamente asociada a la capacidad del Estado de controlar y planear la dinámica de transforma-ción de las ciudades, como garantía de bienestar de la gran masa de inmigrantes y obreros urbanos. La ciudad desde ese momento se perfila, definitivamente y según lo confirmará años más tarde Le Corbusier, en el lugar del poder, en dos sentidos: la ciudad como residencia del poder y la ciudad como principio de realidad del poder, en la perspectiva vampirezca ya anotada9.

Invirtiendo los tradicionales valores de dependencia hasta el momento, es en-tonces el predio el que determinará la edificación, considerándola como una unidad de inversión cuya realización está sujeta a la viabilidad de uso y densidad que determi-ne la dinámica económica del suelo.

7 Ver al respecto Héctor Ávila Sán-chez, “La Dinámica Actual de los Territorios Rurales en Amé-rica Latina”, en Scripta Nova Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Nº 45 (40), 1 de agosto de 1999. I Coloquio Internacional de Geocrítica (Ac-tas del Coloquio). Universidad de Barcelona.

8 BENEVOLO, Leonardo. Historia de la Arquitectura Moderna. Ed-itorial Gustavo Gili. Barcelona, 1980. p. 71-72

9 Meter referencia a L.C.

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Nuevas técnicas, asociadas a la ligereza constructi-va y al rendimiento de ocupación; ampliación de la parce-la, para albergar nuevas formas de ocupación, tales como unidades habitacionales y grandes equipamentos públicos, el ferrocarril aparece como la herramienta más potente de planeación territorial, representante de nueva dimensión de las infraestructuras impulsadoras de la economía y el desarrollo urbano-regional; estos son algunos de los ele-mentos que identifican las nuevas relaciones territoriales de las cuales emerge la noción de suelo, impulsada por la demanda urbanizadora.

El proceso de consolidación de lo urbano se de-canta en el transcurso de más de dos siglos. La búsqueda inicial de nuevas herramientas públicas que recuperen para el estado el control y la delimitación de la expansión urbana, se desarrollará permanentemente bajo el supues-to de la representación y manejo de la ciudad como un todo, en la línea de la mecánica de Newton, que define la impronta mental de la época: dame las condiciones inicia-les de un sistema, y yo predeciré todo su comportamiento en el futuro. Y es ese espíritu totalizador el que orienta las experiencias del Planning, que entre finales del XIX y prin-cipios del XX enmarcará el debate en torno a la ciudad, con el Zoning y el Perímetro Urbano como instrumentos centrales de la regulación pública del espacio urbano.

La plataforma de difusión más importante de este debate, donde encuentran síntesis y articulación las expe-riencias mundiales, es quizá la Town Planning Conference de 1910, donde se confrontan los resultados de las prácti-cas americanas de Burnham para Chicago y Washington, con las inglesas de Geddes y E. Howard y las alemanas, como el Gran Berlin. Con tal éxito y acogida se extiende la práctica de Planning, que entre 1907 y 1917 más de 100 ciudades norteamericanas inician.

Las relaciones de la ciudad con su entorno agrícola y rural, sin embargo, quedan inicialmente sujetas al im-preciso debate acerca de la relación hombre-naturaleza, que rápidamente se mitifica. Más tarde se estigmatiza-rá esta ciudad que F. Ll. Wright definirá como “irracio-nal trampa de monstruosas dimensiones, enormidad que devora al género humano, confundiendo la personalidad mediante la frustración de la individualidad. ¿no es este el Anticristo?...” 10.

El ansia de retorno a la naturaleza, identificada hoy como Mito del origen en los amplios estudios realizados por M. Eliade y el simbolismo arquetípico de C. G. Jung, permiti-rá la emergencia del movimiento Romántico y la aparición de

la Naturaleza Urbana, que propone el Parque Urbano como principio racionalizador de la estructura. Sin embargo indica la poca importancia o incapacidad original de abordar técni-camente, como parte del discurso del Plan, las implicaciones de los procesos de urbanización sobre la transformación de las relaciones de la ciudad con su entorno11.

Un buen ejemplo de la tendencia original a polarizar lo urbano y lo rural, en la misma línea mitológica, es pre-cisamente el llamado Mito agrario norteamericano12. Este es la expresión del pensamiento antiurbano de la época, al identificar en la ciudad el origen de la decadencia del ideal de la vida de la frontera. En efecto, la frontera representa en el proceso de colonización del territorio de los Estados Uni-dos el principal referente de la mentalidad norteamericana conquistadora de los márgenes territoriales, que pronto se trasladará a la oposición entre el oeste agrario y la pujanza industrial de la costa este. Tradición que también Wright recreará al elegir, durante 20 años, la frontera agro-urbana del Chicago de 1888 como su residencia, experiencia de un middle landscape que constituirá el centro de su modelo Broadacre City (1935), en un intento de conquista del an-siado equilibrio urbano-rural13.

La ideología agraria norteamericana logra consoli-dar así, a través del modelo de hacienda como unidad de ocupación territorial y la propiedad de la tierra como parte de la realización del individuo, la cultura de propie-tarios y la tradición morfo-tipológica con la cual se iden-tificará en gran parte el modo de ser norteamericano: las extensas unidades barriales de casas con jardín.

En esa perspectiva, la propuesta del Plan Regula-dor de arquitecturizar el planeamiento físico inaugura, desde la segunda mitad del siglo XX, un intento por re-solver los problemas urbanos a partir de un modelo de ciudad que recoge el protagonismo del vehículo, la des-aparición de la parcela y la aplicación de nuevas técnicas aplicadas a una edificación en bloque. A nuestro juicio está aparente novedad no hace sino trasladar la antigua tensión urbano-rural a la oposición espacio-economía. No hace más que insistir en el paradigma maquínico newtoniano, como lo confirmará Le Corbusier al anunciar que la vivienda es una maquina de vivir.

10 Wright, F. Ll., The Living City, Horizont Press, New York, 1958, p. 70. 11 CIUCCIO, Giorgio; DALCO, Francesco; MANIERI-ELIA, Mario; TA-

FURI, Manfredo, La Ciudad Americana. Gustavo Gili. Barcelona, 1975. Capitulo 1. “La Ideología Agraria y el Mito de la Frontera”, p 84-184.

12 Ibid, p. 299. 13 “La Ideología Agraria y Frank Lloyd Wright-Orígenes y Desarrollo del

Broadacre” en Ibid, p. 297.

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Es decir, en esa nueva forma de polarización, hay un acuerdo: la concepción del territorio como plataforma o soporte indiferenciado de actividades, sin cualidades vitales intrínsecas.

Así, van ganando peso las regiones en las relaciones mundiales, constituidas en punta de iceberg por parte de las economías nacionales, permitiendo a la eco-nomización del desarrollo trasladar la concepción de la ciudad como productora de riqueza a una amplia estrategia global de competitividad-productividad. Mien-tras tanto, el Planeamiento Físico se ha orientado al abordaje de los procesos de connurbación (termino acuñado por P. Geddes) o de los sistemas de ciudades des-de aspectos estratégicos como las cadenas productivas o las infraestructuras. Esto aparece en escenarios públicos vigentes, desde los cuales se proyecta actualmente nuestra futura realidad urbano-regional, bajo preocupantes denominaciones como Plataforma Funcional Productiva.

El desdoble orgánico Más allá de su eventual identificación como partícipe de la demonización de

la ciudad, es Patrick Geddes, a nuestro juicio, quien ofrece inicialmente verdaderas alternativas prácticas a la relación ciudad-campo. Será a partir de su idea de Confe-deraciones libres de regiones autónomas, venida del anarquismo frances, en donde Geddes propondrá la figura de la Región Natural, en combinación con las fuentes de la identidad cultural. Geddes, un adelantado de su época, prevé así la relación entre la realidad física, a partir del sistema hídrico entendido como unidad esencial para el es-tudio de la territorialidad urbano-regional, y los hechos culturales, representados para él en la recuperación de fiestas populares y procesiones, humus de la vida cívica14.

La propuesta biótico-simbólica de Geddes para entender la territorialidad huma-na, es hoy más actual que nunca, al sintetizar la complementariedad entre Territorialida-des. Con esto se refiere a las formas de uso y significación del espacio por parte de grupos sociales específicos, y al entorno geográfico-natural caracterizado. Esta conexión, amplia-da al plano de la evolución integral del sujeto, nos permite decir que nada hay fuera de la naturaleza. No como un naturalismo o retorno a una mitología del origen, sino como la reivindicación del carácter relacional de la realidad humana en todos sus planos y pro-cesos orgánicos, espirituales y mentales, que pertenecen o devienen de nuestra relación con la tierra, de nuestra condición terrícola, nunca considerada en su verdadera dimen-sión al momento de pensar el desarrollo o la constitución de la psiquis.

Es decir, la más sofisticada de las ideas humanas, como un postmundo salvador o condenador, surge de la amplia ecología que conecta la más básica de las funciones orgánicas del globo terráqueo con las redes simbólicas de todas nuestras religiones, con las más altas aspiraciones del espíritu o con la articulación de las pautas del lenguaje a los procesos del pensar humano. La culpa, en esos términos, no es más que la negación per-manente del carácter inmanente de la vida humana, pues nos ha costado entender que no venimos al mundo, surgimos de él, que no somos pura trascendencia, al menos no plenamente, desde el momento en que nos desconocernos como hijos de la tierra15.

El descubrimiento y promoción de la cooperación profunda entre el medio y el hombre, en tanto realidades simultáneas e inseparables, residiría, según H. Ma-turana, en la recuperación de la misma pegajosidad interna o amorosidad que ha permitido permanencia, cohabitación y solidaridad a las comunidades de todos los seres vivos vigentes.

14 HALL, Peter. Ciudades del Maña-na. Ediciones del Serbal. Barce-lona, 1996. p. 154.

15 WATTS, Alan, Naturaleza Hombre y Mujer, Editorial Kairos. Barce-lona, 1989.

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Nuestra reflexión acerca de las relaciones de la ciudad con su entorno agrícola y rural tiene, entonces, dos reivindicaciones terrícolas complementarias entre sí: los lazos de proximidad del hombre con su entorno, a través de la recuperación y activa-ción de su memoria topológica; y, las relaciones que allí mismo, se están gestando con la macroescala de la tierra. Recursividad o parecido entre escalas, que constituye una condición urgente para la reconstrucción de nuestra conciencia terrícola.

Modelar – agropolis vs. MetrópolisEn torno a la concepción de la ciudad como una herramienta generadora de

riqueza, se ha desarrollado y consolidado desde finales del siglo XIX y principios del XX una tipología de ordenamiento espacial soportada sobre la identificación de la prima-cía de algunos núcleos urbanos sobre una malla cada vez más densa de asentamientos más pequeños.

Sin embargo, el interior de esta imagen metropolitana se ha analizado que la relación entre asentamientos, más allá de la capacidad de atracción del núcleo central, ha evolucionado hasta llegar a establecer los centros satélites del sistema urbano con dinámicas de desarrollo poblacional y económico superiores al núcleo preponderan-te16. En efecto, la tasa de crecimiento demográfico de grandes urbes como Sao Paulo y Buenos Aires son hoy inferiores a las de su entorno, en lo que se ha llamado Reversión de la Polarización17. En ese sentido, la actual proporción de población mundial que vive en ciudades, asumiendo que hay acuerdos mínimos que garantizan definir lo que hoy es y no es ciudad, es sustancialmente menor que la proporción que vive en centros urbanos de todos los tamaños18.

El papel de la relación agricultura - ciudad en el proceso de conformación de la urbe, se puede observar en la importancia que han tenido los bienes agrícolas en el desarrollo temprano de las regiones y grandes ciudades latinoamericanas. Tal es el caso de Sao Paulo, un pequeño pueblo de frontera que nace y se fortalece en rela-ción a sus funciones en la cadena de producción y exportación de café. Igualmente ha sucedido en ejemplos inversas, es decir, centros urbanos que, localizados en áreas agrícolas prósperas, recibieron poco estímulo del auge de las dinámicas agrícolas que evolucionaban en el entorno inmediato, pues la ciudad central estableció sus fuentes de intercambio directamente con otras urbes grandes y distantes. Un principio de enajenamiento del entorno que los modelos globales de gestión territorial ya comien-zan a institucionalizar, valoran por lo bajo el emplazamiento natural de la ciudad y los aportes del territorio al desarrollo. El desarrollo es entendido como un horizonte autoreferencial de bienestar, construido desde los propios patrones internos de territo-rialización de cada comunidad, fuera de los cuales no es formulable, pues la memoria topológica es intransferible.

De esta manera, las relaciones contemporáneas de la ciudad con su orbita agrí-cola y rural, vistas desde el patrón de tenencia de la tierra como instrumento de valo-ración del grado en que la producción agrícola puede estimular el desarrollo urbano, demuestran que hoy suelen tener un impacto más positivo los pequeños pero próspe-ros agricultores que los grandes emporios agroindustriales. Los pequeños agricultores generan un tejido social y territorial que conlleva el reconocimiento e inclusión del entorno19. La promoción y apropiación por parte de la ciudadanía de su génesis te-rritorial debería constituir, a partir de una verdadera territorialización de una gestión publica, un patrimonio publico y un conocimiento colectivo sin el cual difícilmente es posible hoy el desarrollo20.

16 CENTRO DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LOS ASENTA-MIENTO HUMANOS. Un mun-do en Proceso de Urbanización – Informe Mundial sobre los Asentamientos Humanos 1996. Tercer Mundo Editores. Bogotá D.C., 1996.

17 TONWROE, P.M., Polarization Reversal in the State of Sao Paulo, citado por Centro de las Naciones Unidas para los Asen-tamientos Humanos, 1996.

18 HARDOY y SATTERTHWATE, citados en Centro de las Na-ciones Unidas para los Asenta-miento Humanos, 1996.

19 Ibíd, p. 30. 20 Para ampliar el tema ver: ROE-

MER, John E., Un futuro para el socialismo, Ed. Crítica, Bar-celona, 1995.

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Un modelo de Agrópolis encierra, en ese marco, la recuperación y actualización de las relaciones de proximidad de los centros urbanos y los microterritorios sociales, como un referente inaplazable de sus posibilidades de dignificación y proyección en un marco regional. Un proceso que, antes que desconocer los retos de las relaciones de alcance global, por el contrario apunta, precisamente, a valorar y potenciar las singularidades territoriales y sociales que identifican en los emplazamientos un bono frente al mundo global, garantizando a las redes de asentamientos humanos la cons-trucción de escenarios y herramientas que acrediten a los gobiernos y comunidades locales una mayor capacidad para la toma de decisiones respecto a las relaciones ambientales, sociales, urbanísticas, de abastecimiento y seguridad alimentaria que les permitirían establecer condiciones sostenibles y de justicia social a sus procesos de explotación y ocupación territorial.

Las pocas aproximaciones agropolitanas formuladas en el país, han reiterado so-bre imágenes ideales, originadas en el facilismo funcional moderno inconsulto y construi-do desde arriba, que, enajenado de la comprensión de la lenta y profunda consolidación histórica de las condiciones políticas y económicas de una cultura, ha ignorado que sólo desde adentro, nunca desde la periferia de la pura imaginación técnica, es posible pene-trar y transformar las redes sobre redes que constituyen la territorialidad humana.

En esa perspectiva, anotaremos a continuación algunos aspectos que señalan las fa-lencias del tradicional manejo espacial Metropolitano, a favor de un manejo Agropolitano:

• En primer lugar, la cosificación metropolitana del territorio a partir de criterios de pura productividad económica (inmobiliaria, industrial, extractiva, etc.), que han priorizado el potencial de ocupación urbanístico y la localización de actividades sobre cualquier otro tipo de cualidad espacial.

• En segundo lugar, y en consecuencia, la subordinación del ordenamiento territorial metropolitano al plusvalor, que no sólo simplifica y restringe las relaciones espacia-les a la eficacia de la tributación sobre la renta del suelo, sino que sectorializa el planeamiento físico hasta desconocer en temas como el abastecimiento y la seguri-dad alimentaria funciones del territorio que, incluso, valoradas desde la noción de Huella Ecológica, ponen en cuestión los supuestos epistémicos de lo que hasta hoy hemos entendido como Territorio: las cadenas de relaciones necesarias para soste-ner el funcionamiento de una ciudad, puestas sobre el espacio, certifican hoy que todas las ciudades para sobrevivir se apropian de la capacidad de soporte de otras áreas; es decir, un asentamiento nunca está estrictamente en su lugar, sino en los muchos lugares que sus relaciones e intercambios de energía social determinan.

• Por último, y recogiendo aspectos anteriormente mencionados, señalamos la gran dificultad de vincular a los principios de la gestión territorial metropolitana un ho-rizonte ecológico para el desarrollo; en ausencia del cual las reservas ambientales y ecosistemas siempre resultarán subvalores territoriales que sucumben a las pre-siones de los intereses inmobiliarios e industriales sobre el desarrollo urbano, pues a primera vista no rentan. De fondo, aparece en este punto la necesidad de un desarrollo institucional que apunte, en un marco Agropolitano, a un modelo de Gobernancia de base ecológica: un eco-Estado que no solo reivindique el medio ambiente y los ecosistemas como capital colectivo, sino la voluntad, las aspiracio-nes e imaginarios ciudadanos como componentes de una ecología profunda con efectos políticos concretos sobre el manejo del territorio.

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Puzzle – piezas para armar

Habitar es crear Es claro que la mentalidad que ha guiado los contenidos y utilidad del planea-

miento físico a la cosificación de la tierra, achatada y resistente a consideraciones más allá del pragmatismo económico, ha sido la fuente de grandes conflictos humanos, pues así mismo cosifica al hombre y sus posibilidades a través de la forma del espacio.

Sin embargo, nosotros confirmamos nuestra credulidad en la prevalencia del plan, y no exactamente en la utilidad de su naturaleza promisoria, considerando la cri-sis de la espacialización del tiempo como fundamento del planeamiento físico, a favor de una emancipación del tiempo. En efecto, perdido su carácter de imagen idealizada que invita a su consecución, el plan se convierte en un durante, sólo aprensible desde una geometría espacial de carácter temporario, donde las transformaciones formales propuestas emergen del poder de devenir que el movimiento mismo manifiesta21.

Nuestra reivindicación del plan reside, más bien, en la confirmación de que encarna la condición anticipatoria y transformadora del hombre, permanentemente inventivo y dispuesto como ninguna especie a la adecuación del entorno a sus necesi-dades. Insistimos en la legitimidad de los procesos de formalización y transformación del espacio habitado, es decir, creemos en el proyecto, donde se pone en juego la naturaleza propositiva de la arquitectura en su condición de ciencia de la forma, en tanto la forma es significativa y muestra las capacidades de adaptación del organismo y la comunidad; la forma debería demostrar, si pudiéramos, observarlo, que estas son capacidades creativas22.

La unidad ciudad-planeta, pondría así de manifiesto la comprensión de los al-cances y cualidades de la conexión de la urbe con la dinámica de la tierra, como fondo de un planeamiento físico de tipo vital, susceptible de incorporarse al modelo plane-tario de dinámica celular que Gaia anuncia23. Los tipos de relaciones y escalas donde cobran importancia las interdependencias culturales y biológicas, desde las cuales la materialidad de la ciudad debe resolver hoy los términos de su inscripción en la matriz, constituyen la posibilidad de construir de un pacto profundo entre ciudadanos y de los ciudadanos con la tierra, hacia una nacionalidad terrestre24.

Sin embargo, no nos confundamos: tal como ha ocurrido con otros modelos civilizatorios, el Ecologismo sólo será paradigma de nuevas formas de civilización si, como aquellos otros, consigue ofrecer una nueva síntesis que contenga, junto a las nuevas perspectivas que ofrece, todo lo que de progreso contienen los paradigmas precedentes25. Aplazando, en todo caso, un profundo análisis acerca de al noción de progreso.

La dualidad ciudad-territorio, que por mucho tiempo dio soporte al plan y a la comprensión del entorno físico humano, quedaría expresada hoy en un “todo es ciudad, todo es territorio”. En el fin de la extrapolación, el simple descripcionis-mo espacial no basta para la comprensión de la compleja matriz que se autoorga-niza, hecha de puentes informacionales, biológicos, estéticos, económicos, donde quizá solo nos quede el arte. Al mismo tiempo que el arte marca la diferencia de nuestra especie, capaz preguntar e intervenir la constitución biótico-simbólica del entorno, constituye el saldo más auténtico que nos ha dejado toda la historia de la ética y la técnica.

21 Al respecto ver BACHELARD, Gastón, “Filosofía Cinemática, Filosofía Dinámica”, en El Aire y los Sueños. Fondo de Cultura Económica. México, 1990.

22 McHARG, Ian L. Proyectar con la Naturaleza, Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 2000. p. 187-188.

23 THOMPSON, N.I Editor. Hi-pótesis Gaia. Implicaciones de la Nueva Biología .Edit. Kairos. Barcelona, 1989. Introducción.

24 MORIN, Edgar. La Tierra como Patria. Revista de la Unesco. Madrid, 1992. p. 8.

25 BAIGORRI, Artemio, Conferen-cia pronunciada en la Universi-dad de Zaragoza, Mimeo. Zara-goza, abril de 1990.

52 enero - diciembre de 2005

La pareja múltipleAhora bien, desde estas reflexiones, ¿qué posibilidades concretas tenemos de

comprender y proyectar las actuales relaciones entre la ciudad y su entorno rural, en un marco Agropolitano? A nuestro juicio, habría varias imágenes de tipo espacial, que formulamos de manera preliminar y con el interés de experimentar con algunos elementos renovadores. Cada una ellas, que en su conjunto no pretenden agotar el listado o la diversificación de las mismas nociones que al azar ofrecemos, constituyen un ensayo de complejización, aplicado a las tradicionales imágenes venidas de la lógi-ca binaria con la cual hemos entendido la constitución del espacio. Del mismo modo, postulamos conceptos y definiciones que ameritarán, posteriormente, otro escenario de ampliación y contextualización.

Del centro-periferia al policentrismoEl fenómeno urbano contemporáneo escapa a la macroidea centro-periferia,

haciéndose necesario fragmentar el estudio de la estructura espacial desde un análisis multicentral de los procesos de concentración. En general, más allá de las centrali-dades económicas, lo poli o diverso como realidad especifica del espacio urbano, corresponde a una episteme que enuncia la imposibilidad de abarcar la totalidad, y que en el proceso de planeamiento supone espacios en blanco o preliminares, donde lo inesperado suceda, o donde la voluntad colectiva y su accionar en el tiempo, sean ese durante del plan.

Del adentro-afuera al territorio relacional La pregunta por el espacio, se resuelve hoy considerando su inscripción en la

red profunda de las relaciones materiales. En la perspectiva de la ciudad-como-red / red-como-ciudad, la red deja de ser una herramienta del socius para convertirse en el socius mismo, donde todo es adentro26.

De la concentración a la difusión Las dinámicas urbanas contemporáneas ofrecen formas variadas y diferenciadas

de concentración al interior de la estructura urbana, así como altos grados de disper-sión en la dinámica de expansión y ocupación del territorio, perdiéndose definitiva-mente la noción tradicional de frontera como línea. La medición y espacialización de estas formas urbanas, superarían los referentes euclidianos que apoyaron el modelado espacial del p lan, para localizarse en exploraciones de lógicas geométricas más cerca-nas al Fractus27.

Del continnum al salto En el mismo sentido, la ciudad ha dejado de ser una realidad física susceptible

de controlar y planear como un objeto continuo y compacto sobre el territorio, para dar saltos. Adicional a los saltos de la forma urbana generados por las dinámicas in-formacionales, es posible encontrar en las urbes contemporáneas unidades agrícolas interiores como los Parques Agrarios, que ponen en cuestión la misma categoría de campesino, en su significado original de habitante del afuera urbano, a cambio de la de agricultor. Una ciudadanía que nos incluye a todos, a través de las actuales prácticas de agricultura urbana y periurbana.

Del pleno al vacío El planeamiento físico, tradicionalmente orientado al pleno o espacio culto (el

lleno) como prioridad del proceso de urbanización, ha dado paso al espacio vacío

26 JOSEPH, Isaac. El Transeúnte y el Espacio Urbano. Editorial Gedi-sa. Buenos Aires, 1988. p 132.

27 Ver MANDELBROT, Benoît. Los Objetos Fractales. Forma, Azar y Dimensión. Tusquets Editores. Barcelona, 1988. p-13-26.

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o espacio rustico, de características agrícolas, rurales o ambientales, como el factor estratégico más importantes de los asentamientos humanos contemporáneos, pues en él reside tanto la capacidad de sostenibilidad económica y social de estos, como la consolidación de la dimensión patrimonial del espacio urbano.

En general, entendido lo agrícola y lo rural o agro-rural como dimensión contemporánea de lo urbano, de obligada consideración por parte de los instrumentos de planeamiento físico, creemos que el debate iniciado ofre-ce a la urbanística, antes que una afrenta, una posibilidad de revisión y cualificación general como disciplina, asu-miendo que estamos frente al reto de ampliar el ámbito de acción de una Arquitectura de la Ciudad a una Arqui-tectura del Territorio, a tono con las actuales Ciencias de la Tierra.