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M. BAHAMONDE ANDRESINA (LEYENDA EN VERSO) n. VALDETTARO EDITOR AIRES

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M. BAHAMONDE

ANDRESINA (LEYENDA EN VERSO)

n. VALDETTARO EDITOR

l3~JENOS AIRES

I

Alumbraba las márgenes del Bórmida, el sol amarillento de la tarde cuando volvia Plácido á su choza rendido, y sin cuidarse. -¡Ingrata tierra! murmuró su boca,­cuanto trabajo para tener hambre! Te .dí mi juventud, mi fuerza toda, y me niegas el pan sin apiadarte!. De que me sirven las pasadas horas de fatiga y de amor con que mis padres pagaron mi colegio de Savona? ¿Que fruto recogí de sus afanes? trabajar y vivir en la zozobra sudando y miserable.

¡Pobre Andresina! ¡Pobre Olimpia! Solas .... sin amparo de nadie .... y mi cuerpo se encorva, mi ánimo decae .... Diez años más y las eternas sombras velarán mi cadáver, y entonces, herirán nuevas congojas á la hija y la madre. Si emigrara á la América española ... Aun me quedan diez años .... Es probable .... Pero estamos sin ropa, no tenemos pasages .... Ah! Italia, Italia, con que usura cobras el dulce bien de respirar tu5 aires! Calló Plácido. Estaba de S'U choza treinta metros distante, y corría hácia él, cual brisa loca que discurre entre bosques de rosales, una niña preciosa, raro prodigio de infantil donaire, que llevaba en la boca un te·iioro de besos á su padre. Tenia trece años ya cumplidos, los ojos como cuentas de azabache,

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las mejillas de rosas y de armiño, los di en tes de ~iaman tes, los cabellos en trenzas recogi~os,

, . negns1mos, suaves; vigorosos los miembros·, aire altivo, fuerte, robusto y tornea~o el talle. Y la frente? ¡Ah! la frente era su sino. Tenia las señales de ambiciosos delirios; de esperanzas y dudas que se baten, desarrollo precoz de los sentidos, y firmeza resuelta, incompa.rable. El exámen prolijo de aquel conjunto juvenil y grave, impresionaba al ánimo más frio. No sé que de siniestro y adorable habia en su persona reunido .... Llevan desde la infancia los mortales, sobre la frente escrito, el código invariable de su propio destino. Se reforman los gustos, los modales, disminuyen los fuertes apetitos y la ambicion en parte:

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Pueden ser ·los defectos corregidos fisiológicamente, hasta acabarse; pero nunca la índole, el instinto; estos siguen al hombre, sin dejarle desde su nacimiento, hasta su obito. Podrán permanecer. en los pañales de la infancia dormidos; pero llegan al fin á revelarse rujiendo de improviso en un hecho, una frase; en medio de la gloria ó del martirio

t ' ' t d mas emprano o mas ar e; pero el caso es fatal y paladino.

II

,;...-.¿Que venias diciendo pue querido? -Que me niegan sus frutos nuestros árbole que'la tierra produce poco trigo; que se secan las viñas, que no cuaj_a el olivo y que pide el gobierno muchas liras al pobre labrador que está caído. Que está vieja y cansada nuestra 1 talia · ,

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que apenas nos vestimos, y tenemos ejércitos y armadas para ayudar á nuestros enemigos. Que deseo alejarme de esta casa con tu madre y contigo, para buscar en tierra Americana lo qu3 me niega mi país nativo. -¿Y porque no nos vamos? Hay montañas? ha y florestas y rios? aves hermosas, nidos en las ramas, y caballos bien mansos, y burritos? -Mucho más que en Savona. -Hay casas grandes, mármoles pulidos? zap:.:ttitos de raso, y sombreros con cintas para niños? Abanicos y moñas? -Mucho más que en Savona. -Hay frutas y confites, procesiones, madonas, paseos y jardines donde puedan cojerse mariposas? -Mucho más que en Savona. Hay tierra fértil, ramas apiñadas que protejen las flores con su sombra:

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Hay picachos y lomas de plata y oro, qne jamás se acaban: hay ríos que descansan sobre lechos de arena brilladora, y un sol que desparrama dest~llos de una luz encantadora. -¡Eso no ·hay en Savqna! -Hay libertad, que es gloria de la vida; allí vive feliz el que labora, se embellece el hogar, y la familia por la lucha, se eleva y perfecciona. La honradez, el vigor é iniciativa, el justo afan del labrador coronan: Las tendencias de todos se armonizan, las pasiones se doman; --' la intemperancia criminal se enfría, ·y la miseria del hogar se borra .... Pero, que entiendes, tú, pobre Andresina .... -Yo sé que no me gusta mi Savona, que es más bella la América, y deseo marchar y yerla toda. -Talvez se realicen tus deseos, si Dios no me abandona. En el nativo suelo,

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no tenemos más bi~nes que esta choza, y el triste cementerio dó las cenizas de mis padres moran .... ¡Ah! tenemos los impuestps de gobierno que cuanto cosechamos nos devoran; tenemos al buen rey, y al papa viejo, que con cargas y rezos nos agobian .... N os podemos pasar sin este cielo cargado de opresion, de la Savona. Iremos a la América, en su seno habrá tierra feraz para mi choza. -Y veremos al rey, que será bello. -No forjan en América coronas; el monarca es el pueblo. -Y ese pueblo es persona? -Es la reunion de vidas y de esfuerzos bajo un mismo sistema é idioma, teniendo por cimientos la igualdad en la ley, y el bien por norma. -Y que mano gobierna todo eso? hay oficiales como aqui en Savona? - .. Hay ciudadanos que por poco tiell"!po · dirigen las naciones á la gloria, Y se confunden, al dejar su empleo,

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con las clases modestas que los nombran. . . ' .

Calló el padre, y la JOven pensativa, entornando los ojos seductores, dentro de su cerebro revolvía ejércitos de dulces ilusiones. Ah! desde entonces pareció absorbida

por un solo deseo: Como la veraniega golondrina, ir á buscar el sol de otro hemisferio. Sus inquietas pupilas, sus agitados sueños, su espíritu, sus nervios á la vez le decían: "Abandona este pueblo donde falta la luz para tu vida: __, Hay un mundo más rico y más risueño detrás de esas colinas, que tapizan de nieve los inviernos''. Y al compás de los bailes y las fiestas, en el Mayo lujoso, ó d torvo Enero, le decia un acento: "Abandona ·tu tierra donde se dobla sin cesar tu cuerpo al peso del trabajo y la miseria.

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Cruza la mar y enc_ontrarás un pueblo donde reina sin sombras la belleza". Las olas de la mar, la lluvia, el viento, otoño y primavera, todo le'repetia:' 'Hay otro cielo donde rutila de tu bien la estrella. Y vivió siete años su cerebro nutriendo estas ideas, recordando á su padre, entre lamentos, la querida promesa de abandonar el italiano suelo. -Espera que mejoren las cosechas, le contestaba él: y nos iremos. -Oh! madona, madona, como vuela · sin apiadarse de mi suerte, el tiempo! He cumplido veinte años, y no llega la dulce realidad de mis deseos ................... .

················································································ Los mozos de la aldea, decian á la jóven sus requiebros, mi en tras seguia aglomerando ella ?-nhelos y proyectos en el hondo volean de su cabeza. Ay! del audaz que por hurtarle· un beso

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á tocarle la !llano se atreviera, levantaba su brazo gigantesco y derribaba al atrevido á tierra: Guardaba la fragancia de su seno toda para la América. Pero su padre que tenia apenas harina de maíz, por aliment9, sus huesos entregó á la ingrata tierra, que mató su esperanza y sus esfuerzos. Quedaba Olimpia, siri valor, sin fuerzas, transida de pesar, sin más consuelo que el amor de su hija, embriagada por el eterno sueño de vivir en la tierra Americana. Pero como llegar? Su pobre madry, sin recursos, postrada, se sentía morir y nadie, nadie aJivió su desgracia. Llegó por fin la hora pavorosa .... El cementerio se tragó una anciana. Una huérfana más tuvo Savona. · Y un agente· del rey y otro del Papa trasmitieron en pública subasta las tierras y la choza

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donde Andresina adormeció su infancia al paternal contacto de dos bocas. Era libre, era jóven, era hermosa, ya podia partir; mas no tenia

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recursos, m mas ropa que la modesta saya desteñida que ocultaba el tesoro de sus formas. Descubierto su pié y su pantorrilla, pasmada y sin llorar, llegó á Savona, donde fué socorrida por una noble rica, que ofrecía á las jóvenes hermosC¡ls un salario mensual de ochenta liras. Cuando supo la noble, que Andresirra emigrar para América anhelaba, desplegó una sonrisa, le clavó una mirada, y le dijo en seguida: -Yo vuelvo pronto á esas hermosas playas. -Oh!_ madona; seréis americana? -He nacido en H ungria; pero encanta mi vida el occidente. Allí está mi fortuna radicada; Y hácia esa tierra mis miradas vuelven

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con más cariño que á la propia patria. Allí las niftas como tú, que tienen el rostro bello y candorosa el alma, miel de placeres· y riquezas beben, y tornan millonarias al hogar que guardó su tierna infancia. -Oh! madona; llevadme; mis delirios la cabeza me abrasan. Yo quiero andar; la voz de mi destino desde la tierra de Colon me llama. Quiero bañar mi cuerpo en esos ríos que en lechos de oro sus corrientes lanzan; quiero escalar sus cerros Circuidos de selvas dilatadas; quiero gustar los chispeantes vinos_¡ que marean, que exaltan, y ~ubrirme de joyas y vestidos, como las reinas de mi vieja Italia. Quiero mecer mi cuerpo entumecido en la .quemante fiebre de las danzas .... quiero vivir, enloquecer; quemarme en esta hoguera que mi pecho inflama ..... Oh! madona, llevadme. -Te llevaré; pero serás sumisa

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á cuanto yo te mande. Ni el placer, ni la ira, ni las leyes, ni nadie dispondrán de tu vida: Serás mia del todo, sin quejarte. -Oh! si; oh! s1; llevadme.

III

Refractaba su espléndida silueta en el puerto de Génova, una tarde ·el Ducca di Galliera. Botes, vapores, lanchas, balleneras, ,, . circundaban el casco de la nave atestados de enorme concurrencia perdida entre montañas de equipajes. Juramentos de gente marinera, despedidas, sollozos, besos, ayes, silbi?os del vapor, risas y queJas, tronaban en el aire mezclados con ruidos de cadenas y la voz de atencion del comandante .. Revolvíase el barco perezo~o, ,. cual si temiera despertar los mares;

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y hundia el sql su cabellera de oro en el regazo oscuro de la tarde, cuando lanzó el vapor un grito ronco, que es el último adiüs de los que parten. Cuantas coSas dirian, mirando á Italia tantos miles de ojos! Cuanta melancolia reflejaba la tez de aquellos rostros! Cuando la tierra se ocultó á la vista se miraron los unos á los otros con mezcla de temor y simpatia; meditaron, talvez, que estaban todos unidos en la muerte y en la vida, mientras iban á bordo! Circundada de jóvenes hermosas, __, elegante y tranquila, se veía sentada una señora con aspecto de rica que se hada llamar condesa Lola, y á quien nadie en el buque conoc1a. Algunas ojeadas codiciosas al grupo juvenil se dirijian; mas guardaban las bocas la palabra inicial de la malicia.

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Entre aquellas hermosas, destacaba sus gracias Andresina, riente, seductora. Ya no era la pobre de Savona, descalza, de desnudas pantorrillas; gastaba seda, charoladas botas, y esencias en la trenza, recogida bajo el ala de felpa de la gorra. Con que gracia é infantil coquetería trasformaba ]as cintas en elegantes moñas! Aquella savoñona, ya no era la misma; la belleza rural se corregia, se afinaban sus formas, y una espresion de castellana altiva disimulaba su progenie tosca. Sus cejas arqueadas, renegri~as,

sus ojos chispeantes, y su boca, que en diminuta curva se aproxima á la barba redonda : La nariz recta y fina, la frente majestuosa, las mejillas suaves

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pintadas con la luz de las auroras: La blancura divina donde su cuello los cimientos posa; el abultado seno en que palpitan los cauces de su sangre abrasadora; la flexible cintura, sostenida por caderas macizas y redondas, todo anunciaba en la gentil bambina esa transformacion que se .elabora, en los prósperos cambios de una vida en que la fuerza y el amor desbordan. Y no obstante la espléndida armonía del conjunto triunfal de su persona, su frente pensativa velaba siempre una siniestra sombra.

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La huérfana harapienta de Savona, borracha de esperanza y de alegria, olvidaba su luto y su congoja .... N o turbaba su sueño de delicias el nombre de sus padres, ni su choza!

IV

Cuantas más millas devoraba el buque, cuanto más lejos se quedaba Europa,

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más encendía la. ilusion su lumbre en aquella cabeza de ambiciosa. -Oh! madona, oh! madona! cuantas borrascas en mi frente rujen. Ah! cuanto tarda la soñada hora de ver las cimas de las altas cumbres que denuncian la América española! Si pudiera prestar al aire empuje, como cortara esa insensible proa las montañas de mar en que se hunde! Oh! madona, madona, este camino de agua no concluye! Ni el marino galante, ni el rico pasajero, lograron conmover en el viaJe de la preciosa aventurera el pecho. Ni promesas amables ni dádivas, ni ruegos pudieron escapar á los desaires de aquella singular hija de un sueño. La abrasaba el amor, pero sus carnes no palpitaban al hervor del cienq; adoraba la América, su anhelo, y era ese amor tan grande,

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que le absorbia todo el pensamiento. Conocia los vinos espumantes, los manjares sabrosos del festin, y hasta el baile, porque bailaba á bordo. Ya conocia las melosas frases conque el amor dibuja cuadros de oro; mas á todas aquellas novedades su corazon permanecia sordo. Amaba una ambicion mas bella y grande, un placer infinito y misterioso; otra luz, otro espacio y otros aires. Sin saber para que, porque, ni como la empujaba el destino inescrutable, y ella rodaba con secreto gozo.·

V

Llego por fin el deseado dia .. , Al declinar la tarde dijeron los marineros: se divisa la tierra hacia -levante. H undióse la mirada de Andresina en la opaca estension sin divisarle·

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pero la sien la t.en te le decia que al fin iba á encontrarse, instalada en la tierra apetecida. Cubrió la noche con su manto el. cielo; mas no cerró los ojos de Andresina un solo instante el sueño: Inquieto y desvelado revolvía su ilusion el cerebro. Apenas la mañana enrojecida las negras. ondas nacaró de nuevo, se levantó Andresina, subió á cubierta y contempló á lo lejos, como faja estendida, una porcion del suelo donde esperaba aprisionar su dicha. Entonces si que palpitó su seno; entonces sí que su mirada ardia y temblaba en sus labios el acento, como la nota que en la cuerda vibra. Bulliciosa, exaltada á la vista del pueblo, no oye los ca m panazos que anuncian el almuerzo. Subió su protectora á la toldilla

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y le dijo riendo: -¿No almuerzas Andresina? -N o distingue allá lejos, como una gota de almidon perdida en el oscuro fondo de un pañuelo, muchas casas reunidas? Dijo sin contestar, y dirigia á tierra los gemelos. -Como no? Alli está Montevideo; pero escucha, querida, por ahora, almorcemos, que aun faltan muchas millas para llegar al puerto. -Que bella perspectiva! Que sol tan dulce y bello! Que perfumadas brisas! • Que azul y puro me parece el cielo. -Nos vuelven á llamar; vámonos, niñ~, -Allá se vé, sobre la izquierda, un cerro. -Que la sopa se enfria, -A la. derecha el pueblo, y enfrente una ·bahía salpicada de buques como el nuestro. -A la mesa, á la mesa, señoritas,

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gritaba el cama.rero. Era en vano, la j óven parecia concentrar la existencia en sus jemelos. Saboreaba la tierra prometida con toda la violencia del deseo; contemplaba la América: Andresina realizaba sus sueños. Ocupó la mañana en admirar el oriental follaje, y oyendo hablar en , una lengua extraña. Llegó por fin la tarde; resonó la campana, gimio el vapor, se revolvió la nave y hendió las olas del soberbio Plata, dirijiendo ·la proa á Buenos Aires. Esa ,nochs, la jóven fatigada, se durmió con los sueños de los angeles; mas. apenas abrió su seno el alba al beso de las brisas matinaies, se despertó, se incorporo en la cama; guardó el pudor sus gracias incitantes, y gozosa, escitada, sobre cubierta se encontró al instante. Cayeron con estrépito las anclas,

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cesó el silbato de atronar el a1re y millares de lanchas circundaron la nave. El Ducca di Galliera vomitaba los hombres por millares, que los botes y lanchas se tragaban agitando sus alas, burlando el oleage, cual si fueran ~aviotas que vaciaran el vientre de un cadaver, que de improviso apareció en la playa. En medio de esa nube de gaviotas, como aguila silbante se estremece un pequeño vapor. Sobre la popa atónitas se miran y revuelven las protegidas de la vieja Lola, con~emplando la gente como una inmensa toa, estendida a lo largo de los muelles. Desembarcan las jovenes hermosas y hacia el Resguardo la jornada emprenden, entre necias miradas, p2:.labrotas y sonrisas de imberbes, que el destino pregonan

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de aquel nuevo puñado de mujeres. Son las esclavas que recluta el vicio, las esclavas del siglo diez y nueve, engañadas por labios corrompidos·, en la edad de los sueños inocentes. Son seres desvalidos á quien la ley, que á los demas proteje, deja solas en medio del camino, que conduce á la isla de Citéres. En la calle Viamonte dos carruages detuvieron su marcha. Bajaron los cocheros del pescante, dejaron los asientos las muchacha~ y, como alado enjambre entraron en la ca~a, triste retiro de un comercio infame á que las trajo Lola destinadas. Multitud de mujeres en en~~-con las mámas al aire, -~ · el cabello tendido en las espaldas y el gesto repugnante, o~uparon las sillas de la sala. Ante aquella erupcion de miserables, Andresina, pasmada,

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no tenia valor -para sentarse. La abandonó la fuerza, la sombra del pavor cubrió su alma. Se acordó de su aldea, de sus padres, su Italia, y, tuvo miedo por la vez primera, de verse sola ·en tierra Americana. Pero vino en su auxilio la condesa, indicándole un cuarto de la casa y besándola dijo, que durmiera para estar á la noche despejada; que habría baile y esquisita cena y jóvenes hermosos como el alba. Al terminar esta traidora arenga, dejó á la jóven y volvió á ~a sala.· --' Instalada Andresina en su vivienda dirigió las miradas con mucha indiferencia á todos los objetos. que encerraba, y recostó abatida la cabeza sobre aquellas almohadas, testigos insensihles de miserias, que la pobre Andresina ni soñaba ....... Quiso dormir; pero la acerba pena

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humedeció sus· párpados con lágrimas, mirando al traves de ellas terroríficos fantasmas, que amargaban su vida y su esperanza: Intuiciones del alma, que á los peligros ignorados llegan! ]\!T uchas horas hacia que lloraba cuando se abrió la puerta, y un anciano temblon, hácia su cama encaminó· las huellas. Saltó del lecho la gentil muchacha con gesto duro y actitud resuelta, y mirando al intruso cara á cara,, le preguntó quien era. El viejo sonrió, y sin decir nada, le ofrecia un puñado de monedas, y avanzaba, avanzaba, temblando de emocion y -de .indecencia. -Fuera de aqui, vociferó exaltada. -Yo no entiendo tu lengua, dijo el anciano y pretendió besarla. Enarboló su brazo la doncella, o

y le dejó caer como una maza sobr~ el pecho asqueroso de la bestia1

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de pasiones de simio y forma humana. Rodaron por el suelo la monedas, el cuerpo vaciló como una rama y fué á caer de espaldas á la puerta pálido y sin palabra. Al rumor de la lucha, la condesa corrió á la habitacion sobresaltada, llamó un sirviente, y entre él y ella acostaron al viejo en una cama. -¿Que es lo que hiciste miserable necia? Al mejor parroquiano de la casa ........

-Tan rico y generoso, que si estrena, me enriquece de joyas y de plata. Veamos, dime ¿que manera es esta de pagarme el dinero qué me gastasf -Ese hombre, es un viejo sin verguenza; ha querido besarme, y ........ basta, basta. -Y porque no, si tu carrera es esta? N o te vaya á manchar! Miren la guasa! que tenia el estiercol en las piernas, cuando la vi en Italia. Te ha de besar· y dormirá en tu cama, no solamente este señor, cualquiera que á mi me dé la gana:

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Eres mia y hará·s lo que convenga; te enseñaré como se adquiere plata. Acercóse Andresina á la condesa, se arrodilló llorando, dominada, y le pidió, que al Ducca di Galliera otra vez la llevara. -".'amos, no seas imprudente; piensa que s~ras millonaria; que reinarás en la brillante fiesta que tengo ·preparada. Que voy a regalarte mis pulseras de perlas y esmeraldas. Que seras la primera, entre todas las joyas de mi casa. Levántate, ya sé que eres muy buena; el viejo te perdona; anda, anda; recoge esas monedas. Iras conmigo á pasear mañana. Vuelvo á rogarte, que no seas terca: aquí se vive, se derrocha y se ama, dijo riendo la falaz condesa, y se alejó cantando una romanza,' Mientras los ojos de la astuta vieja sus rayos de hipnotismo fulguraban,

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Andresina perdía su entereza; cedía, se entregaba; pero al hallarse sola, recordando á su Italia, recuperaba su energía toda, esgrimía sus puños de aldeana y comenzaba· á maldecir la hora en que soñó con tierra americana. Donde estaban sus padres, y su choza; su querida Savona, las murmurantes aguas del cariñoso Bórmida, en cuya margen sin temor, descalza, perseguir. las bellas mariposas? Comprendía por fin su gran desgra.cúa. DescuLria lo que era aquella Lola, áquien creyó caritativa, honrada, condesa de verdad, y gran señora. Al ver huir sus bellas esperanzas se estremecía, y espantada, loca, levantando los puños esclamaba: -Oh! madoria, madona! mientras sus ojos se cubrían de agua, y echaba sangre de sus lábios rosa.

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Ya dominaban las primeras sombras la incierta luz de la muriente tarde. Ya saludaba la condesa Lola, despues de una comida confortable, á la virgen altiva de Savona, que llenaría de actrativo el baile. Ya chupaban el nectar de las copas cuarenta comensc;tles, con desfloradas y marchitas bocas de es tú pidas bacan tes resagos del deleite de una hora, máquinas despreciables, que sufren la presion voluntariosa del bolsillo primero que se abre. Y a corría el Borgoña y espumaba el champagné, cuando Andresina levantó su copa y arrojándola al aire, dijo: "Bebamos por las tristes sombras de mi padre y mi madre, antes que el lábio de una estraña boca los de su hija abandonada empañe"· Carcajadas burlonas conteshuori al ·brindis insondable,

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abundando las pullas y las bromas sobre el temido trance, en que la honesta timidez se borra, á la calor de una codicia infame. Andresina entre tanto se colora con el licor chispeante que á cada paso le presenta Lola, y cae al fin, borracha, irr~sponsable, riendo á carcajadas, en la alfombra. La cercaron aquellos miserables, y siguiendo la voz de su patrona, entre pullas y dichos repugnantes, la llevaron al lecho, y entre todas, la desnudaron, sin que su alba carne cubriera la mas debil de sus ropas,.., Un minuto despues, cuando Andresina semejaba una muerta, entraron en su cuarto con bujia el viejo y la condesa. -Ahi la tiene á su gusto; pero .... En libras .... que. tiene que mandarlas, á Inglaterra. -Es -~nglesa ·está chica? -No; pero allí se estableció su abuela. -Es lo mismo .... Mi franca bonhomia ....

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-N o le digo por ~so.... ¡buetta prtteba! -Hasta luego, Lolita. Salió la bruja, se cerró la puerta, y .... la pobre Andresina inconsciente, indefensa, fué pasto de las lúbric,as caricias de un viejo millonario, sin conciencia. Con las otras novicias, hizo Lola esa noche, almot·leda! Ninguna protestó, porque eran todas mujeres de carrera! Eran migajas de! festin fjUe Europa en los templos de Citeres, celebra. Exudaron los poros los vapores

'que agitaron la sangre del cerebro. Huyó la confusion, y en el instante abri6- los ojos Andresina, y luego, al ir á incorporarse, tropezó con su cuerpo en otro cú'erpo. · Creyó soñar y comenzó á palparle a_sustada, en silencio. Dobló los cobertores de su parte

.Y muy despació descendió del lecho.· Buscó su ropa y se cubrió las ca:rnes;

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avivó la bujía, y con recelo, fué á su cama acercándose. Tapado cqn la ropa hasta el cabello dormía un hombre. Pudo destaparle, sin perturbar su sueño, y al conocerle murmuró: ¡Cobarde! ¡El miserable viejo! Su primera intencion fué de matarle; pero_ buscando á su dolor remedio, }a reflexion le prodigó su auxilio y apaciguó sus irritados nervios. Sacudió la cabeza del dormido, que á duras penas despertó, diciendo: -Ah! ¿eres tú bien mio? Y dominado cie cansacio y sueño, se durmio nuevamente, como urí' niño. La desdichada meditó de nuevo .... Estrajo la cartera del bolsillo del leviton, del viejo y en renglones torcidos, escribió con terrible ortografia: -"Soy italiana, huerfana; no tengo en esta casa proteccion ni amigas. Protéjc,tme; no quiero

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pasar aqui ni la mitad de un dia. En cambio le prometo, la eterna esclavitud de su Andresina:." Se acabó de vestir con todo esmero, se recostó en la silla, y así aguardó que despertara el viejo, que despertó al despuntar el dia. Le mostró la cartera, puso el dedo en la página escrita, y soportó el asqueroso beso de una boca de nieve y de lascivia. Salió aquel hombre de la casa, envuelto en un gaban que el rostro le cubfia, y en su palacio penetraba luego con la conciencia de su honesta vida: pero llevando en el cansado pecho la señal de los puños de Andresina. Arrancó á la cartera la reciente hoja escrita, é hizo traducir con buena letra lo que en mal italiano contenía. Leyó la traduccion; hizo una mueca ,. dijo en alta voz: ¡Me ama la gringa! { aún dirán muchas gentes majaderas

que no estoy en edad de hacer conquistas! .... Qué mujer se resiste á un calavera que reparte á puñados esterlinas ? Hasta Lola, que marcha para vieja .... está loca por mí, la pobrecita. A las nueve bajaba la escalera y al meterse en el coche, repetía : Al Hotel de Inglatera. Llegó, entró y dando una propina, pidió uri departamento de primera, de seis piezas, lo menos, y bonitas. Pagó lo que buscaba con largueza, escribiendo en seguida á Lola, que saliera á esperarle en Moron, con Andtesina, de tres á tres y media. Cuando el viejo se fué, la desdichada hañada en llanto, se acercó á la cama; .. dió vuelta á los colchones, tiró la ropa en un rincon con náuseas, y se acostó pensando en los dolores que en aquella vivienda le esperaban. Ella que amó la América encantada, que sofiaba con púdicos amores,

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con cariños sin mancha, con mancebos y dones mas dulces que las frutas d~ su patria, generosos y nobles como la altiva gente castellana, se 'veía de un golpe con.vertida en inmunda barragana. ¿Por qué no oyó los cánticos de amores que á 'bordo le brindaban, si habían de venir sus ilusiones á perecer entre ceniza helada! Era aqu~lla la América y sus flor,es, la juventud dorada, con palabras de miel y faz de dioses. que en sus sueños mirára ? U . . "11 1 u vteJo con m1 ones ..... _ Con hielos .en la boca y en el alma !. .. ¡ La aborrecible noche ! ....... Ese triste recuerdo la matab.a. · HaCia los proyectos mas atroces de esterminio y revancha, y pensó, y pensó, y desde entonces su ánimo incitaba la idea de venganza.

Resonaron las . once del gran reloj en la espiral campana; y aún mujeres y hombres cerradas sus alcobas conservaban, cuando el portero conduciendo un sobre, al dormitorio de la vieja entraba. --Alejandro, es muy tarde ? -Son las once pasadas. Trajeron este sobre y al instante una respuesta aguardan. Abrió, leyó, se sonrió, y con lapiz escribio en un papel: "Iré sin falta". Cogió un sobre, cerró, y dijo: "Dale al que trajo la carta" Y así, en camisa, con la carne al aire,

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cuando el portero le volvió la espalda dijo en la puerta de Andresina :-"Abre''. ! Que suerte de muchacha! repetía al entrar. Hijita sabe que hoy mismo nos aguarda el señor de ayer tarde. Es un hombre que tiene mucha plata; deseo que le agrades : quiero verte feliz y millonaria ....

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¿ Que tal noche pasaste ? La pobre joven se tapó la cara, sin poder contestarle, Y la vieja agregó :-A las dos mi alina espero verte alegre y elegante, ·porque á las tres, sin falta, nos espera el señor en cierta parte, dijo y volvió con perezosa planta á su cuarto á encerrarse. Entre tanto,· la jóven esperaba. pqder al fin librarse de Lola y de su casa. Despues .... !Ah sus proyectos eran gre~;ndes .... Aquel viejo á quien vió; como limaza pretendiendo trepar á los rósa.les y marchitar las rosas delicadas con su babeo acre, era por el momtmto, su esperanza; fuerte cimiento de atrevidos planes de un próximo mañana. Dió la una el reloj, cuando el sirviente, seguido de la dueña de la casa, llevó el almuerzo de las dos mujeres al cuarto de Andresina. Lola ·estaba

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elegante, locuaz, resplandeciente. -Almorzaremos com~ camaradas mientras las otras duermen. Ya se acerca la hora se'ñalada. ¿Estas triste? ¿Por qué? ¿Dime, qué tienes? Parece que te faltan las palabras; comes poco; no bebes; toma una copa para estar rosada, que es el color, la luz de las mujeres, y el vin.o la abrillanta. ¿Te disgusta e.l paseo? Te conviene. Quien sabe lo qu.e el viejo te regala. Pero .Andresina, qué mil diablos·~ quieres? vámos, demonio, habla. -Tengo fuego- en la frente. / -Un dolor de cabeza; eso no es nada. Baremo¡; un paseo muy alegre .... Pero" ya son las dos: vamos,· en marcha, Airigieronse al once de Setiembre· eh un coche de plaza; tomaron do~-boletos de pnmera, y á las tres se bajaban en Moran satisfechas. Allí estaba D· ·Fausto Besarabia

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que es el viejo ~ abab de esta novela. Las vió, y sin saludarlas, comenzó á marchar seguido de ellas. Diez minutos despues, los tres entraban , en una quinta nueva. Reunidos allí, y ya cambiadas las palabras primeras, empezó la batalla entre el viejo y la vieja. Cual dos perros hambrientos se acosaban por_ la mísera carne de una oveja: El precio de la jóven desdichada era objeto de fuertes controversias. Reñían, regateaban la posesion de la anhelada presa. -Le entrego lo mejor que hay en m1 casa. --Buenos pesos me cuesta. -Mil esterlinas nada mas, ¡gran. plata! -N o seüora, quinientas. -Por ese precio, nunca hareriws nada. -.De todos modos no se vá; se queda, dijo don Fausto con sonrisa estraña," que alarmó á la condesa. -Por qué se ha de quedar, si no la paga?

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-No se vende á la gente en esta tierra. -No se pagan los gustos con palabras. -N o se esplota el honor y la inocencia. -Viejo avariento, y de pasiones bajas! murmuró la condesa. -Traficadora con esclavas blancas, no has de vivir con el dinero de esta, pensó D. Fausto, y agregó en voz alta: -Concluyamos; que sea juez en la cuestion ·la interesada. ---Muy bien, acepto, replicó la vieja. Mi querida Andresina, habla, habla y no olvides que vive en la miseria esperando la plata, tu cariñosa abuela, --' dijo clavando su falaz mirada en el rostro encendido de la bella. Cual si recien entonces despertara, ' sin mirar Andresina á la condesa, contestó c~n voz clara : -Yo no tengo parientes en la tierra, ni es el dinero lo que me hace falta. Quiero vivir y trabajar honrada .... Me quedo aquí para que no me vendan

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como se vende á 1a más vil esclava. -Qué dices miserable? Tú me cuestas .... Don Fausto no entendía la respuesta; pero leyó en la cara de la irritada vieja, que era él quien triunfaba y le dijo con tono de sentencia : -Señora,, V d. se marcha. Andresina se queda desde hoy en esta casa. Súplicas, juramentos y protestas, lágrimas y amenazas, todo fué inutil, la burlada vieja volvió sola á su casa, llevando sin embargo, en recompensa quinientas esterlinas bien contadas. El entusiasmo de. salvar su cuerpo de un comercio que humilla y envejece, le hizo abrazar sin repugnancia al viejo besándole en la frente, con fingido respeto. N á u fraga de la vida, ante la muerte; oprimia en la lucha un palo ardiendo. Oh! madona, madona, por fin . vuelve

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la esperanza á mi pecho. La sombra de mis padres me proteje; puedo volver á reanudar mis sueños .. . solo la horrible noche me entristece .. . Mas ¿qué fueran sin. ella mis proyectos? fantasmas de humo, que al soplar se pierden en la insondable bóveda del cielo ....... Llegrtré, llegaré, que nadie muere ·sin calmar su ambicion, si tiene aliento. Así Andresina el porvenir resuelve, mientras gozoso la contempla el viejo, creyendo que la jóven se entretiene · en amarle en silencio. Aquel octogenario, aún se cree muy capaz de inspirar un amor ciego, y al pensar en la noche se estremece éual si fuera un mancebo. El relajado que bm:cara 'siempre placeres pasajeros,

al primer soplo de constancia siente acrecentar la llama del deseo. Es la primera vez que se somete al femenil_ imperio; que escucha y obedece,

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sin prefijar á su obediencia tiempo. Así, sin voluntad, ella le quiere; apasionado, ciego, para alcanzar los fines que revuelve su agitado cerebro. Antes de ir, para esperar los trenes á la estacion y recoger boletos, los favores de Venus él pretende, y ella se aleja hácia el jarQin corriendo, hace un ramo· con arte y se lo ofrece. -Andresiha, no es esto .... Ella que no comprende sonríe sin recelos, mientras D. Fausto, sin saber que hace'rse, se encoje de hombros· y murmura : ¡Luego! Salieron de la quinta, eran las siete. Compró él dos boletos, entraron en un coche· como gentes que ni en sueños se vieron, bajandose en el 11 de Setiembre. Se aproximó un cochero de librea elegante y reluciente, saludó con respeto, abrió la portezuela,

subió al pescante, y luego, piafaron los caballos de impaciencia. Dió órdenes don Fausto en tono seco, y humilló la elegante carretela, huyendo con su carga, al pavimento. Volaba el carruaje, cual pampero que arrastra confundidas y revueltas, entre los tallos de los cardos secos las flores perfumadas de las selvas. Llegaron al hotel. Los muebles nuevos, el aire puro y las alegres piezas llenaron á la jóven de contento. Que grata diferencia! entre áquel cuarto infeccionado, estrecho, que le dió la condesa, ./ y aquel departamento! .... ,Allí la luz y la estension campean; en el otro la sombra y los recelos .... En dos dias ¡qué cambios y qué penas! ¡Qué estrañas situaciones y momentos ! Cada huma.no que nace es una rueda que dá vueltas y vueltas sin rumbo ni concierto Quien ::;abe los vaivenes de las fecha::;

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que le destina el tiempo? El mañana será siempre un problema impenetrable, eterno, por mas deveras que Andresina crea, que_ el suyo está resuelto. Un soplo de aire, un sueño, una impaciencia, trastorran los mas hábiles proyectos. Despues de revisar todas las piezas, tocó el timbre don Fausto. Un camarero se presentó vestido de etiqueta y preguntó, con italiano acento, si servía .la cena. -Si, c~ntestó don Faus~o, y vinos buenqs; los mas finos que tenga. Los ojos de Andresina se encendieron en llamaradas de alegría inmensa, al preguntarle el mozo en italiano qué vino queria ella. Ah! es tán dulce en un país estraño oir hablar eh la nati~a lengua! Al fin tenia á la mano un ser que la entendiera, un viviente pedaL~o de su lejana tierra.

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Desde entonces, hablaron, hablaron sin reservas, estuviera presente ó no don Fausto. Qué le importaba á ella ? Andresina beLia sin cuidado, hacia honor á la esquisita mesa, y por seguir á su beldad don Fausto, ya sentía pesada la cabeza que oprimía en las palmas de las manos apoyando los codos en la mesa. Su organismo decrépito y cansado , sucumbia al principio dt la empresa. Es tan breve el reinado del goce y la potencia !. ... El aturdido anciano ~

ya no podia resistir la prueba. Andresina y el mozo le llevaron como una caña seca, dejándole en el lecho recostado sin que los ojos el borracho abriera. El camarero, .loco, impresionado por aquella belleza que ie hablaba con aire dulce y llano y quedaba indefensa,

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sintió latir su corazon, y el labio desató sus palabras indiscretas. Era el ·mozo, un espléndido muchacho de hermosa talla y de mirada fiera; locuaz enamorado, con ensueños de músico y poeta, y valiente á la vez como un Bayardo. Al escucharle conv.ersar, cualquiera lo tomaría por doncel de rango. Qué preciosa pareja Andresina y Porciano ! Pero así como al lujo del verano interrumpe la nieve del invierno, el egoismo del pudiente a'ncianG> interrumpía el juvenil llameo. Andresina tenia sin pensarlo, de un lado sol y de otro lado hielo. Ella hablaba con gusto y sin .cuidado, y el jóven camarero, interpretando á. su favor el caso,

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le habló de amores sin ningun ·recelo. Puso Andresina la nerviosa mano .. sobre el botan del timbre en el mom~nto. Huyó con rapidez de allí Porciano, ·

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y apareció en el· acto el hotelero. -NecP.sita Vd. algo? -Que nos cambien el mozo es mi deseo.

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-A caso el que les ·dí les ha faltado? preguntó el hotelero en idioma italiano. -N o, no señor; no es eso .... -Perdon, señora, mandaré uno nuevo. No disgustó á la jóven, de Porciano, el loco atrevimiento, mas convenía no apurar el paso en la prosecucion. de sus proyectos; sin prolijo cuidado no lograría su atrevido intento. Por lo demas, el mozo enamorado / era un auxilio inmenso, si podia amoldarse á ser esclavo hasta la hora de llamarse dueño. Vino otro mozo, y arreglb en el acto para Andresina un lecho. , Media hora desp~es habia quedado envuelta en el silencio, y pensó y 'calculó · t(l)dos sus pasos mientras los· ojos le cerraba el sueño.

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Amaneció, y se ·despertó don Fausto molido y descontento de haber cedido al exigente Baco, los triunfos que debia al niño ciego. Andresina dormia en otro cuarto cerrado por adentro. Llamóla él y contestó en el acto, vistiéndose apurada al mismo tiempo. Dos minutos despues entró d~n Fausto con la mirada baja, como el reo ante el juez de quien espera el fallo. Cuántas cosas al verse se dijeron, frente á frente sentados! y eso que hablaba e~ español el viejo y la bella, Andresina en italiano. ¿Y, como se entendieron? preguntará el lector, en este caso. Se entendian mirando el movimiento constante de los labios. Por ese solo medio

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vino á saber con inquietud, don Fausto la imprudencia del jóven camarero, y se quedó encantado de la actitud y proceder severo,

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con que Andresina castigó al incauto, y en. agradecimiento, ~ la heroína le ofreció sus brazos; pero Andresina, con altivo gesto cortó su entusiasmo. Vió sorprendido el proceder don Fausto y_ con los ojos insinuó ¿qué es esto? A"ndresina escribió con desparpajo: "Prometí ser su esclava y lo sostengo; mas para ser esclava yo reclamo una . dote que llene mis deseos; de -otro modo declaro, que á las instancias del amor' no cedo." Traducido lo escrito al_ castellano, y recordando al jóven camar~ro, --' conocia don Fausto que era punto resuelto por Andresina, _el de no dar un paso sin ver colmada su ambician primero. Quién podía prever el mundo estraño que hacia palpitar aquel cerebro? Por otra parte, él era millonario, le sobraba dinero; ya no estaban sus hijos á su lado,

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¿qué le importaba· un despilfarro nuevo, tratándose de un ser extraordinario que dominára su albedrío al verlo? Tendrá dote, decia; soy viudo, y hasta ... quien sabe si despues no llego .... Es jóven, bella, de caracter duro y virtuoso, porque bien lo veo en todL".s sus acciones. Ella pudo entregarseme á mi ó al camarero, y resiste cori brio á los dos juntos. Solo á una cosa le ha tenido miedo; á la casa de Lola; al lodo i11mundo. Se valió de 1:1n interprete discreto para sondar las ambiciones de ella, y supo que no era la dote á que aspiraba de dinero: Era el dote de honor que se reserva al dios del himeneo. Grande fué la sorpresa de don Fausto al saberlo. ¿Despreciaba la hermqsa aventurera la dote de dinero? Era acaso princesa, robada del hogar de sus abuelos

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por la astuta ramera? Con estas congeturas y estos hechos tomaba proporciones gigantescas en la mente del viejo la joven estrangera. Despues de meditarlo largo tiempo y de muchas y largas conferencias, resolvió celebrar con gran secreto don Fausto el casamiento. Ignoraban sus hijos las ideas que acariciaba el viejo. En la trama sutil de esta comedia so] o estaba metido· el camarero, la interprete, don Fausto y la doncella, que con tanto te son· como prudencia_.., colmaba sus anhelos. Cua.ndo Andresina despidió á Porciano creia el infeliz perder su empleo; pero al ver que no babia denunciado su loco· atrevimiento, agradecido, y mas amante acaso, dijo á Andresin~ una ocasion:-Espero que me habrá perdonado, señora; me arrepiento

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de mi amor insensato, dijo y tembló de su robusto pecho un suspiro en los labios. -Sus escusas acepto, á condicion de que nos entendamos. Necesito de un hombre bien dispuesto, sumiso, t:namorado, que obedezca sin replica mi acento; enérgico, prudente, reservado, que secunde inis planes en silencio con la fiel sumision· de los esclavos, sin preguntarme nunca mis in_tentos ni juzgar de las cosas que yo hago. -Y o, seré mudo, insensible y ciego; mi cabeza y mi brazo no seran mas que meros instrumentos de la 6rden que salga de sus labios. Desde el asesinato hasta el incel\dio i.rá ~egura mi implacable mano. -Así es el hombre que será mi· dueño, cuando la fuerte 1 ucha ha ya pasado; por ahora, silencio, ~o me hables jamas, si no te hablo. Juraron con los ojos el secreto

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del repentino pacto, y siguieron .su ma,rcha los sucesos sin llamar la atencion de los estraños. De esta alianza nos diran los hechos muy pronto el resultado. Activó sin ruido el casamiento el novio octogenario. Reducía las fincas á dinero; mas siempre calculando la herencia de sus hijos, con arreglo á la mitad de su caudal saneado. Tres millones 4e pesos réalizó, y otros tantos dejó sin realizar. Sus herederos harían entre sí de ello~ repart<?. .-~

L~ suma reducida· por el ~iejo á billetes de ~anco, des pues de realizado el casa miento, .á.nombre de Andresina la anotaron en los libros de un Banco de descuentos. Cuando vió la libreta, le brillaron los ojos como in~endio, y mostrandola á solas á Porciano le dijo:-Al fin llegamos.

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Conviene que los celos hieran ahora el corazon de Fausto. Le dirás con misterio, que yo tengo un amante; que le engaño. Que tu le llevarás donde nos vemos y lo llevas á un punto solitario, le mat<1s, y le dices que te quiero: Que la afrenta he vengado que me infirió cuando llegué á este suelo. Empápas en· petroleo mucho pasto, · rocías el ~adáver, y que el fuego nos una para siempre en un abrazo. ¿Te espanta mi proyecto? ¿No me quieres acaso? ¿Eres cobarde, cuando todo es nuestro, lib.ertad, juventud, amor, dinero? · -Tuya es mi alma y m ir robusto brazo; pero ante un crimen tari horrible, tiemblo. Ahoga tus temores en mis labios; seras rico y felíz en aquel cielo donde los dias de niñez pasamos ........ Seras conde ó marques; tendras dipero. Te amaré' con delirio; tu mandato dispondrá de mi. alma y ·de mi· ctterpo,

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dijo y llenó Ja boca de Porciano con el ·grato perfume de sus besos. -Mataré, mataré; yo soy tu esclavo, repetía el mance~o empujando á la joven con sus brazos hacia el próximo lecho. -Despues, despues, decía suspirando Andresina. Concluye con. el viejo. Lanzó un rujido de furor Porciano, sacudió la cabeza como un réprobo, y dijo embriagado: -Morirá, morirá, estoy resuelto. y firmó con el borde de los labios la promesa que hacian sus acentos. Desde entonces l~s dos confabulados/ hablaban solo de lugar y tiempo. De repente Porciano fingió un disgusto, renunció su empleo y apareció en la casa de don Fausto con aire embarazoso . y de misterio, pidiéndole le oyera breve rato, pues iba á revelarle un gran. secreto. Cuando se fué Porcia.no estalláron las: iras en el viejo.

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-Ah! la chusma, la ~husma, siempre ha dado la misma recompensa .... Aun tiene muestras de vigor mi mano .... lo sabrán él y ella, si llego á sorprenderlos descuidados consumando mi afrenta •. Ay! del que fia en los leales lazos que los estremos de la edad acercan! ó que al siervo y al amo les pretende asignar la misma esfera. Cada mortal se agita en el espacio propicio á su existencia; arrancarlo de alli para elevarlo, e!ji arrojar un pez sobre la tierra con la ilusion de mejorar su estado. Mi compasion y mi confianza ciegas tendrán un triste pago. Combinaron el dia de sorpresa y don Fausto y Porciano salieron cada uno á hora cierta, y por distinto lado, á tomar el camino de Floresta. Llegaron sin hablarse y se bajaron fr.ente á una casa retirada y vieja,

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situada en un a~cho despoblado. El reloj de la iglesia marcó las diez y cuarto. Ese dia Andresina retiró su dinero de los Bancos y dejó ir el tiempo muy tranquilo hablando con· Porciano. A las seis de la tarde dirigía . hácia el muelle sus pasos, a pura da y seguida de un changador que le llevó. sudando una gruesa balija. Fletó un bote en el. acto, y despues de un. momento, estaba en. ei vapor "Villa deL Salto":

. /

Y vá á Montevideo, en d9nde á la llegada de Porciano, tomaría ·la Mala .hasta Bordeaux. Comió y durmió sin miedo ni cuidados, llegó, de~embarcó y empleó el tie~po en ir hasta la playa de los baños; y pasó el dia entero ' sin tener telegrama . de Porcüi.nó. , A la noche :l'lQ·pud_o:t(mer Rueño,

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Se levantó tempra~o salió, compró un' boleto, y hasta la tarde se pasó esperando. Alarmada por fin con el silencio, y temiendo un fracaso, se embarcó para puertos europeos; allí se juntaría con Porciano, para gastar el capital del viejo, si babia ejecutado punto por punto su fatal proyecto. Si por desgracia le tembló la mano. si se encontrara preso, y descubriera, por cobarde, el pacto, ella tenia medios de escapar á la accion de ~odo .daño •

. . ·EL: GHIUEN~ ..

El verdugo ·y la .v:ictima entre .tahto llegaron á la casa. -Entremos con cuidado, le decia en voz baja el infame PorCiari.o, escalando la tapia.

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que rodeaba el jardjn abandonado. Cuando estuvo en el cerco á horcajadas dió la mano á don Fausto que subió, auxiliado por la rabia, ligero como un gato. -Ahí está la ventana; escuche con cuidado, dijo el j6ven con voz entre cortada, y mientras escuchaba así don Fausto le acribilló el bandido á puñaladas. Un grito solamente hirió el espacio y el cuerpo de la victima inmolada al odio y al dinero, cayó como una masa á los piés. del verdugo satisfecho. Cubrió el cuerpo de paja bañó el todo en petróleo,. y enttendiendo un fósforo con pausa, . lo acercó al combustible, y al 1J1omento se elevó la siniestra llamarada. Arrojó su puñal entre las llamas,. saltó en seguida ti cerco, y con rumbo á la calle Rivadavia se alejó de la casa del suceso.

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De pronto se detu,vo, á la distancia vió mover multitud de b~lt9s negro~ en direccion contraria ¡ '

á la que iba siguiendo. _ Eran vecinos, que al mirar .\as llama~, corrían á extinguir aquel incendio. Temeroso de verse descubierto trató de huir el criminal Porciano; mas pronto percibió en su seguim-iento dos hombres á caballo, y cesó de correr .-Esta V. preso, los hombres le gritaron. -Y porque caballeros, si no tengo delito para estarlo? -De donde viene y porque vá corriendo solito en estos pagos? -De la estacion de la Floresta vengo,

' . perdí el tren de _las once conversando, y voy á ver si puedo alcanzar el tranvía para Almagro. --Que ha de venir! N o ha visto aquel incendio? -Si seiior. No señores. En que lado? -No le digo; si V. vienejuyendo " de la quema, cuñao.

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Marche adelante: le llevamos preso. Mientras ;tuvo lugar este altercado, llegó la policia, y un sargento del preso se hizo cargo. Cuando la gente vió por sobre el cerco que lo que ardía era un montqn de pasto, y que se iba extinguiendo sin amagar la casa en ningun lado, regresó hácia el pueblo. Consolábansé todos del engaño. por llevar de re~orno un prisionero, con· quien muchas preguntas ensayaron'· á las que el jóven contesto mintiendo. -Diga, cuñao, donde deja el nido? le decia un cochero.

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-No le diga amigaso, que este bicho le va. á sacar los huevos, agregaba riendose un lampiño decidot y travieso. . -Mirá! tiene la vaina sin cuchillo, si será terutero? observó un paisanito

que marchaba muy cerca del sargento, tocando con un lado del estribo ·

la cintura del j6ven prisionero. -La gran flauta que ojo! Y como vida que no trae mangurrengo? le pregunt6 un vecino. -Lo vide porque el viento le ha levantado el saco de un soplido. -A ver. dijo el sargento; deme esa vaina amigo. Porciano la entreg6 con desaliento. -Y ande dej6 el cuchillo? -Lo habré perdido, puede ser corriendo. -Y algun regüelve no perdió, amiguito? dijo con sorna el chacoton cochero. -Yo no tengo revolver, ni he tenido; ni tiene V. que ver tampoco en esto. - Tomá; metéte. Ah! hijito! dijo ellamp.iño riendo. -Pucha que te tengo miedo! repuso el aludido. -Ya basta de chacotas, caballeros-, que va preso y es gringo, dijo al fin el sargento, Y se fueron quedando los vecinos, mientras entr6 la polícia al pueblo.

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De~pués de preguntar al detenido por su patria, su edad y por su empleo, continuó el comisario muy atento: -Cual es su domicilio[ -En la calle de .... el nombre no recuerdo. --Su nombre y apellido? .-Andreotte Danielo, y agregó: Soy un pobre contadino .... -Es casado ó soltero?. -Soltero contestó; bien solterito. -Y como vive sin tener dinero. -Sin dinero no vivo. -Entonces, caballero, estoy hablando con un hombre rico? -No señor, que soy pobre; pero tengo...~ muchisimos amigos. -Como se llaman? Cite uno al menos. -Don Cárlos, D. Ambrosio, D. ,Domingo .... -Basta,· basta, ya veo, que tiene V. muchísimos amigos. Y esa sangre que. tiene en ese dedo? 1\Iiró la mano y trémulo, aturdido contestó: será barro del camino. --Asi será .. Debe pisar muy recio.

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"Y donde diablos olvi9ó el cuchillo? -Lo he perdido corriendo. -Entonces le han corrido? -N o señor: yo corria con el miedo de encontrarme solito con .la noche y tan lejos. -Acerque amigo, el dedo á la luz de la lámpara un poquito, para ver sin podemos limpiar el barro que se le ha adherido. Porciano hizo un esfuerzo y obedeció, al parecer tranquilo, -Pues amigo, yo creo que esta es sangre muy fresca .... No está herido? -Que yo sepa á lo menos ... . -Vamos confiese; V. no es contadino, ni mozo de turbarse por el miedo, ni ha perdido el cuchillo, ni vino á la Floresta por capricho. Digame la verdad y le prometo ayudarle á salir del compromiso. -Le juro que no tengo .... -Porque jurar. Al hombre mas tranquilo .le hacen perder el . seso

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los amores y el vino, la traicion, el despecho. Talvez un desafio .... Confiese sin recelos; yo tambien me bati por amoríos allá en mis buenos ti e m pos. -Yo jamas me he. batido, dijo Porciano en conclusion, resuelto á persistir en lo que habia dicho. Al ver el comisario que su empeño ponia mas alerta al detenido, le dijo con un touo zalamero: -Disculpeme, señor, si me permito ofrecerle tan pobre alojamiento. Si se siente mañana decidido á ser mas franco, avise y hablaremos, que ten.dré mucho gusto en atenderlo. Los papeles .... que tiene en el bolsillo .... podría V. perderlos .... Tome la llave de este cajoncito .... -Seño~, no tengo mas papeles que estos, dijo el joven sacan·do en -qn rollito dos mil quinientos pesos.

-Me parect un pehgro

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llevar tanto dinero .... -Yo no soy avariento, aunque soy gringo, no me importa perderlos. o

Para escapar Potciaho del peligro le echaba al comisario: aquel anzuelo; iba perdiendo el tino y el comisario no perdia · el· tiempo; estaba cierto de' tener el hilo de un precioso secreto~ -Si desea esctíhir á sus amigos, : allá en su alojamiento hay todo preparado·para eso. -¿Me deja detenido? -Por ahora á lo menos .. :.: Si V. me hablara con franqueza, hoy mismo .... -Cuanto le dije es cierto. -Perfectamente. Hasta mañana, amigo. Sirva de guia á este señor, sargento. Porciano se alejo algo mohino. · U na hora mas tarde del arresto escribia: '' Andresina, liquidé la factura y estoy preso; pero pronto sabrá la policía que soy un caballero.

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No temas ni te aflijas. d t " que en to a es. a semana nos veremos

Escribió una inicial por toda firma, puso por direccion Montevideo y entregando el papel y una esterlina á un vigilante viejo, le dijo: " Es telegrama,' de fa,milia. Puede guardarse para V d. el vuelto." -Gracias patron. ¿Y nada mas precisa? --N o señor, nacla. m a~, por el momento. Se alejó el vigilante, con malicia conversando coQ otro ccmpañero, y se volvió enseguida trayendo el telegra,ma, y al sargento se · lo ·entregó á escondidas. El comisario tuvo con el preso frecue_n tes . entrevistas; pero el hondo misterio mas hondo cad.a vez aparecia. Avanzaba el proceso, se llenaban carillas; declaraciones del p· resunto reo

' ' evacuacion de citas, todo iba creciendo;

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pero aún la verdad no parecia, despues de la labor de mes y medio. Muchas contradiciones y evasivas había en las palabras del mancebo, pero cuando el juez ya se creía ser dueño del secreto, nuevas complicaciones imprevistas torcian su criterio.' En tal estado, presentóse un dia un comerciante avecindado en Merlo, declarando ser dueño . de una pequeña quinta que tenia alquilada á un extrangero, y al ver que su deudor no respondía, cansado de llamar, escaló el céreo y ·bajo una montañ~ de cemza tropezó con un cuerpo convertido eri carbon, y qué 'venia . á denunciar el hecho. Se fueron á la quinta el comisaría y el juez y el médico·. i\llí estaba el carbon, y en una orilla de la extension que limitara el fuego, la hoja de un cuchillo, carcomida

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por la accion de las llamas y del tiempo. Juez y .comisario en el momento pensaron en la vaína que tenían como única pieza del proceso, y en aquel extrangero de impenetr~ ble y misteriosa vida. Examinando el médico aquel cuerpo halló un reloj oculto en la ceniza con anagrama· de· ,brilla_nte~ negros, única cosa que ofrecer .'podia probable indicio de quien era el muerto. Reconoció el dueño de la quinta á su inquilino· en aquel joven preso. La hoja del cuchillo, introducida en la vaina, ajustaba.' sin , esfuerzo. .-~

Don Fausto· á quien sus hijos suponian respirando los aires europeos, pues supieron~ al fin, de buena tinta, que se babia casado, conocieron el reloj y .la cifra. Fué compelidG.: á deClarar ·e;l dueño del magnífico ·hotel ·donde vivian Andresina ~. el, viejo1

y expuso las :W)apechas. que tenia,

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desque Porciano ren~nció su empleo, que la moza y el mozo se entendían:. La enetgia y la astuc.ia sucwnbieron. Porciano confesó la trama inícua y llorando por fin su crimen negro, acusó sin piedad á la Andresina. Mandáronse despachos á Burdeos y agotó sus recursos la justicia, sin conseguir razon del paradero de la jóven perdida. Se supo que en París cobró un mancebo fuertes giros, que fueron. tomados sobre Francia en la Argentina. ¿Seria aquel jóven un amante nuevo de la hermosa Andresina? Cuando la jóven arribó ;á. Burdeos · esperó á .Porciano, hasta que supo· por los di~rios, que se hallaba preso, aunque no descubierto; · mas calculando cop criterio -agudo que la justicia descubriera· el hecho, cambió su ropa al punto. por trajes de otro.s~1 ·:!.: .•

Adoptó un aire m~:;:nesuelto y rudo,:

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se cortó ·los cabellos tomó el nombre de Cárlos Segismundo y, fué á París para cobrar con tiempo los giros que llevaba. Tomó el ferro-carril, y fuése huyendo á establecerse en la frontera de Austria: Alquiló una casita de recreo, se rodeó de criadas, haciendo su papel de hombre completo, y leyó en los periódicos. de Italia, toda las peripecias y comentos de su célebre causa. Perfeccionó .la letra con esmero, dándole forma varonil y clara y colmado su empeño, dirigiéndose á España arrojó en el correo con destino á la América esta carta: Hoy vive en California, con un viejo rentista amancebada Andresina · sin miedo.'' Esta noticia incógnita llegaba á la tierra Argentina, en el momento que el Juez de la causa,

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ya no creía descubrir la. reo. Pidió requisiciones para España, mandó á California dos sabu~os, y por resúmen, nada .... Un fracaso completo. Y mientras tanto se volvía al Austria el jóven Segismundo satisfecho. El delito triunfaba. Andresina debía haberse muerto; ó seria robada ..... Sola, sin direccion y con dinero, temerosa de ser reconocida, tenia que apartarse de su Italia, y en su rápida gira tal vez habría sido asesinada. Así filosofaba casi toda la prensa en la Argentina, Y una piedra cayó sobre la causa y un calabozo se tragó otra víctima ..

Cerca de Trieste, en la r~gión más bella del margraviato de Istria, columpiada por ondas marineras Y perfumadas brisas, hay una casa oc"dta en la arboleda

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murmurante y umbr.ía;~ . De esta vivienda cerca

. . ~ l.

montañosas porciones se divis~n donde e'l paciente cazador acecha la caza apetecida. i.

Allí van los : ahl-rrlnos , de la escuela, cuando dejan en:·paz -la: hidrografía, á probar el poder de su escopeta y calmar del estudio las\ fatigas. También don Segismundo se ,recrea haciendo en la·mottt'aña: sus batidas,

, .

y se ne y conversa con todo el escolar que :se·· le acerca. Uno de ellos, que siempre se· aproxima á Segismundo, con marcádas' muestras de franqueza exquisita, antes de ir a :recorrer léi sierra, le hace al solitario una visita y complacido ahriuerza con él algunos días. Entre los dos parece que creciera cada instante .la dulCe simpatía·. Fritz es joven y hermoso, su ascendencia es de orígen- itálico,. y dominan

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en su espíritu culto las ideas asáz irredentistas, y su amigo las nutre sin reserva, condenando del Austria la codicia. La intimidad creció en las conferencias. Los estudios de Fritz se concluían· y el pecho de los dos hirió la pena, pensando en la difícil despedida. -Yo no sé, dijo Fritz, por qué se acercan con tanta prontitud los tristes dias .... -Dices tristes oh! Fritz, cuando te esperan la gloria de los hombres que conquistan alto puesto en la ciencia? -Antes de conocerte, parecia que el tiempo no marchaba¡ .... ahora vuela .... Separarme de tí.. .. En la pupila de Fritz brilló la niebla de la ternura que los ojos hín.cha. -Tanto me estimas? -Ojalá pudiera quererte menos. Más feliz seria. Ay! á tí si, que no te causa pena la cercan~ verdad de mi partida. -Tú no lo sabes; puede ser que sienta

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mas dolor que tú mismo, .y no lo diga. -Mas que yo, imposible; lo dijeras, porque los infortunios se mitigan toda vez que se cuentan. -Quieres vivír en esta casa misma para siempre á mi lado? Está resuelta de ese modo mi dicha. -Y mis padres oh! Cárlos, que no cuentan. con más pan. ni fortuna que la mía, y aún de viejos emplean cuanto ganan, en mí, con sus fatigas? -Fritz, yo poseo una fortuna inmensa, puedo darte los marcos que me pidas, aún cuando por millones los pidieras. -Y donde oculto mi delicadeza? -Aquí, en mi corazon, que es una cima que hondos secretos de ternura encierra, y pasa comq huérfano la vida. Aquí, donde el incendio de la guerra, aglomeró montañas de ceniza, bajo las cuales el amor conserva, sin apagarse, las primeras chispas ..• Quedate aqJ.Ií, que aún la primavera sembrará para tí flores bonitas.

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De los ojos de Cárlos, cómo pérlas~ las lágrimas brotaron ·á porfia, y en su emocwn mmensa, sin tener la nocion ni de su vfda, entre los brazos del delirio presa. del velo del pudor dejó las trizas .... ........................................................................ ········ En aquei rapto del amor de hembra, que embruteció su espíritu y su carne, bebia los placeres sin reserva. Andresina no pudo imaginarse , que aquel deleite ambicionado fuera el anuncio seguro de sus males. Amó con los estremos de una fuerza que no tuvo ocasion de ejercitarse, y se dió toda entera al joven estudiante. En la embriaguez del goce y la sorpresa brotaron expansiones á millares, y él preguntando, y contestando ella, se pasaron las tardes, hasta que al fin, cual rama que se quiebra al empuje de rudos huracanes, cayeron las venturas y quimeras ... :

~·So-

Fritz- conocía la verdad ·entera, era dueño del oro y de la vida de aquella miserable, y sentía hácia ella una pasiqn que no podía explicarse. En todq aquel conjunto ~e belleza, _de juventud y robustez _notable, . en sus caricias llenas de violencia encontraba un exceso repugnante. Era mas qu_e mujer, era una fiera hambrienta de erotismo, que al saciarse, se entregaba al silencio y la reserva y sus gestos y ojos colosales parecian buscar víctimas nuevas á quien sacrificar sin inmutarse. Andresina pulsaba la conciencia de su cándido amante; veía los . progresos que hacia en ella el deseo fatal de denunciarle. Fritz no dormia, sombras de tristeza nublaban su semblante, y cayó Andresina en la sospecha, de que el jóven amable iba á ser. un verdugo para ella.

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Necesitaba prevemrse, armarse y vivir siempre alerta." Le babia dado cuanto pudo darle y era un peligro ·conservarle ~erca, En cuanto al pensamiento de apartarse no pasaba de ser una quimera; llevaria el secreto á cualquier parte que llevara sus huellas .... Habia que aplastarle ... Los que mueren. no cuentan ... Revolviendo estos planes, sentia.la atrevida aventurera hastio hácia su amante. Se apoderaba de su alma ~nferma el deseo de sangre. Le parecia verse descubierta, en .manos de jueces implacables, denunciada por Fritz, como una fiera, maldecida por sombras sepulcrales· que la insultan y. aterran. Contemplaba á Porciano miserable, encerrado en su celda de criminal infame,. escupiéndole el rostro, y de su tre~za

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asido, pisoteándola gozarse. ¡Ay! de Jos séres que en su frente llevan la sombra de sus hechos criminales! N o vivirán en paz con su conciencia, vivirán miserables y en torno de su crimen darán vueltas, porque el crimen atrae. Durante el mes de ausencia que Fritz tardó para rendir exámen, alhagó Andresina á ]as sirvientas brindándoles pasages para que fuesen á la rica tierra de América, y ganásen cuanto dinero su ambicion qutstera. Aceptaron la oferta y se embarcaron para Buenos Aires. Andresina se fué con todas ellas, y no dejó la nave hasta que el pito de señal no hiriera por cuarta vez los aires. Cuando bajó á tierra, con su porte de jóvcn elegante, iba incendiando el pecho de las bellas que estaban en edad. para casarse.

¡Qué formas varoniles tan completas daba á la hembra el masculino traje! A ninguno asaltaba la sospech~, de que fuera mujer, por un instante. Volvio á su casa, se arrojó en el lecho pálida y pensativa; dió la última mano á sus proyectos, y se quedó dormida. Quitando y añadiendo detalles á su plan, pasó los días, hasta que Fritz abandonó el colegio, por tener su carrera concluida. El jóven profesor volvió contento al lado de Andresina; mas ay! al verla, se trocó en despecho su plácida alegria. Entre los dos se levantó un espectro salido de una. hoguera enrojecida que llevaba en el pecho la hoja del puñal de un homicida, Y azuzando al malvado, con sus besos creyó ver á Andresina. La vision erizaba los cabellos del jóven profesor de hidrografia.

-¿Por qué no traen luz? Me infunde miedo .... -El qué, mi Fritz? le preguntó Andresina besándole los ojos y el cabello. -No sé, repuso el joven, que sentía la accíon fascinadora de los besos. Y ahogando el pavor en las caricias, se hundieron juntos· en el tibio lecho. De la jóven beldad, provocativa y abrasadora lava era el aliento. Redoblaba el deleite sus caricias cual si fuera el primero, y se iban velando las pupilas con el párpado m ustío por el sueño. • Fritz se durmió. Cuando le vió Andresina inmóvil é indefenso, se bajó de la cama decidida á realizar su oculto pensamiento. Abrió con precaucion una balija; empuñó un estileto, volvió hácia Fritz con la cabeza erguida, le descubrió, con precaucion, el pecho y apretando los dientes, que crujían cual de una puerta los mohosos hierros, clavó el arma homicida

- ss-apagando la luz al mismo~ tiempo. Saltó Fritz de la cama, en la agonia solo pudo exclamar: ¡ J e sus! me muero .... y se puso de pié, para enseguida con su cadáver golpear el suelo. Esperó diez minutos Andresina en medio de la duda y el silencio. Encendió la bujia, se fué acercando muy despacio al tnuerto y le alumbró la cara contraida por las últimas fuerzas de los nerviqs .... Era libre otra vez; ya no temia que nadie divulgara sus secretos. Condujo con trabajo á la cocina el desnudo cadáver de su dueño, y redujo á cenizas todos los rastros del delito horr,endo. Las ropas, los objetos que á Fritz pertenecian, tambien desaparecieron entre las llamas de la inmensa pira. Avivando el incendio se miraba á la jóven asesina, con la faz colorada por el fuego,

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nerviosa, extreniecida, agitando sin tregua aquellos restos con mano convulsiva .... Pocas horas despues, harria el viento las huellas del delito de Andresina. Se pasaron · tres dias. Levó un buque sus anclas en el puerto con rumbos á la India, que como pasagero al joven Segismundo conducía· ... ~ ••••••• 1 • •••••••••••• 1 • •••••••••••••••••••••••••••••••••••••• 1; ••••• 1 ••• ••• 1 • ••

Batió sus álas otra vez el cuervo; vá buscando carniza ... En donde tenderá su manto negro? En los charcos de sangre y de inmundicia!

Un matrimonio pobre, pero honrado celebraba con justo regocijo, en un modesto y apartado barrio del comercio triestino, el diploma alcanzado por su único hijo .. El gremio de artesanos · estaba reunido en la vivienda de los dos ancianos ,

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ostentando su traje de domingo. Esperaban á Fritz para abrazarlo, y beber una copa de moscato . por la buena salud de sus vecin-os. En fumar y charlar, los convidados modestos y tranquilos, la tarde de aquel dia se pasaron, porque Fritz les había prometido encontrarse á su lado. Señalaba el reloj las ocho y cuarto y visibles bostezos reprimidos pugnaban por decir: "es demasiado." Dieron las diez, y muchos se marcharon' contrariados, mohínos. -Nos trata con desden este muchacho, está lleno de orgullo, no es el mismo, murmuraban algunos despechados. ·-Las once de la noche! y no ha venido, decían los dos viejos suspirando. A las doce no babia ni un vecino en la vivienda de los dos ancianos, que tristes y aflgidos, toda la noche sin dormir pasaron. -Ni una carta siquiera, ni un aviso

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disculpando accidente tan extraño, murmuraban los padres, aturdidos por funestos presagios. El dia siguiente se pasó lo mismo, temiendo y esperando, y el jóven profesor tampoco vino. Entonces los ancianos denunciaron el hecho desolados. Cuando la policía empezó sus tareas, surcaba el mar con rumbos á la India el verdugo de Fritz, libre de penas. La autoridad, sin rastro ni noticias del destino del jóven ya no piensa continuar sus pesquisas. No se encontraba la mas leve huella; se trataba quizas de un suicida.

Contemplaba entre tanto de la Persia las costas Andresina, y viendo en sus maletas con que cargar dos buques en la India, indujo al capitan para· que hiciera un viaje á la América latina. Su objeto era ejercer en la condesa

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una venganza que la enloquecía. Estaba y:t segura que su huella de mujer criminal, era perdida; que ni el mismo Porciano, si la viera, la reconocería. Sn labio superior daba la prueba de que no en vano de va ron ves tia; poblado con un vello como seda le daba semejanzas masculinas, y todas sus acciones· y maneras que era un hombre decian. Gastaba con largueza, y encontrando mujeres divertidas hacía su papel de calavera, apurando en su grata compañia el nectar chispeador de las botellas. Con tales condiciones, Andresina no temia jamás ser descubierta. Llenó el buque de arroz, dejó. la India y siguiendo su largo derrote.ro arribó á la Argentina, triplicando el valor del cargamento. El rico cargador, que era Andresina, solo aceptó su capital ínt_egl"Q; .. , , ..

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su mitad ganancial fué dividida entre jefes de mar y marineros. Cargó el buque de nuevo y al estar en franquía, bajó la jóven en la noche al puerto. Entró en casa de Lola, sin ser vista y despreciando lo mas bello y nuevo, superó' con oferta la tarifa para pasar con la condesa el tiempo. De las clases de vinos que vendían en aquella mansion, de todos fueron probando con delicia la vieja y el mancebo. La condesa bebía conservando la luz en el ~erebro; nias fué tanta la mezcla de bebidas que al fin cayó sobre su mismo lecho, y á medio desnudar quedó dormida .... . . . . . . . . ' ....... ~ ..................................................... ' ... ' .. . Media hora despues, daba al portero al salir el galan una propina. Se encaminó apresurado. al puerto, entró en el bote ·Y gobernó á Balizas jugando con los cuatro manneros,

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y antes de ser de dia la nave en popa se entregó á los vientos .... El ave de rapiña alzó otra vez su vuelo, dejando tras de si la red tendida y salpicado con la sangre el suelo. Pasó la noche. Al empezar el día, de la casa de Lola escapaban las últimas visitas, ocultando la cara . cuidadosas al ojo inquisidor de la malicia. El silencio envolvió la casa toda; las es el a vas dormian sobre montones de revueltas ropas, con las caras marchitas, entreabiertas las bocas, los labios sin color por la lascivia, circundados los párpados de sorn bras, destapados los miembros dó se agitan· del espamo las últimas congojas. Allí reina e) desorden de la vida, las huellas del exceso. En las alfombras las almohadas caidas como trozos de mármoles reposan.

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Arrojadas sin 6rden en.las sillas las ropas de vestir, medias y botas mezcladas con enaguas y con ligas, patentizan las horas de locura y de orgía. Y este conjunto de revueltas cosas una muríente lámpara ilumina. Dieron las once. La condesa Lola

' aun no aparecm. -Ya pueden despertar á la patrona, gritó la voz de un hombre en la cocina, que el almuerzo se pasa y me resonga, cuando encuentra la carne recocida. -Es estraño que duerma á tales horas, empujando la puerta, ~e decia el portero de Lola. ¡Cerrada por adentro! Ni respira, ni contesta siquiera; estará sorda, murmuraba· el portero y repetía los golpes en la puerta sin demora. Levantáronse al fin las pensionistas, reuniéronse todas, · llamaron á su vez con grandes risas á la condesa Lola,

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y en vista del silencio, decidiqas violentaron la puerta sospechosa y avanzaron riendo hácia la cama. Allí estaba la vieja, inmóvil, sola, desnuda y bien tapada, con los ojos abiertos, y la boca despidiendo una espuma violacea. Retrocedieron con espanto todas, sin siquiera atreverse ni á tocarla. Los hombres se miraron indecisos sin podt::r pronunciar una palabra, y el portero salió despavorido y contó al comisar-io la desgracia. Del informe prolijo que el médico elevó, se destacaba, que usando un estileto el asesino mató con una sola puñalada; que tapó á su víctima tranquilo, cerró la puerta. y se llevó la Ua ve, borrando la sospecha de~ delito por algunos instantes. C'on las señas del jóven que ha salido de la casa r.1uy tarde; con las declaraciones y el registro

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de 1titifas y rufianes completaron los hom brcs del oficio las formas procesales, y fue heredero universal el Fisco de los dineros de un comercio infame. ! Santidad de la ley! que hasta el ludibrio recoje para sí, sin sonrojarse! Habló mucho la prensa del delito en pomposos y huecos reportajes; y citando á Lom broso con. ahinco se escribieron solemnes disparates, hasta que el hecho sepultó el olvido entre sus negras y profundas fauces. La incierta filiacion del asesino, las presunciones de hora y de detalle en que el crimen se habia cometido, el hecho de no haber robo ni fraude que le diese objetivo, hacia a parecer como probables el údio ó la venganza; pero ódio, ¿por qué, si los marchantes salían satisfechos de ·1a casa? Las pensionistas, eran miserables, sin mas aspiracion -que ser esclavas,

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sin vínculos con nadie, perdidas en el cuerpo y en el alma hasta vivir sin voluntad y hallarse felíces eri la casa .... Comentarios sin luz, ociosas frases por una muerta que ya está enterrada .... Porque rompa la vida un eng~anage el mundo no se para; sigamos adelante. mientra su forma los que mueren cambian! Desembarcó Andresina, ó bien sea don Carlos Segismundo en un. puerto de España y enseguida, pretestando un apuro y exigencias premiosas de familia, se despidió -del capitan, que sup~ pagar las protecciones recibidas en el lenguage de su afecto rudo. Dirigióse el mancebo á Alejandría y allí se estableció por fin, seguro de que todos los crímenes se olvidan entre las flores, el placer y el lujó. Recobró su apariencia femenina Y pasó por marquesa para el mundo

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mas neo y seductor de Alejandria. De sus hechos atroces nunca supo mostrarse arrepentida; pero hay leyes que llenan al· espacio y van sobre la frente suspen.didas de aquellos criminales, que escaparon al brazo vengador de la justicia. Al volver una noche á su palacio notó que un extrangero la seguia. Apuraba ella el paso y él tambien. Si por fin se detenia el hombre hacia. otro tanto. -¿Quién es Vd.? le preguntó Andresina. -Soy la sombra implacable de don Fausto. -¡Miserable! ¡ladran! ¿Quieres mi vida? gritó -la jó~en de pavor temblando. -No tiembles todavía; mira con calma; vengo -acompañado. Aquí está Fritz, y la condesa; mira, replicó el extrangero señalando dos bultos que .venian sig\liéndole los pasos. · Lanzó un grito Andresina, ocqltó su semblante entre las manos

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y corrió sin saber á donde ;ha, hasta chocar con un objeto extraño. Abrió los ojos y se halló cogida por los robustos brazos del mismo servidor que la seguía. Miró á todos lados, se restregó los ojos pensativa, y exclamó : ¿Se han marchado esos tres que detrás de mi corrian? -Si están solas las calles que cruzamos! Era yo quien venia muy tranquilo marchando, al gritar la señora enfurecida y correr como el viento hácia este lado. Corrí ·á mi vez, y la alcancé cuando ·iba á estrellarse en la puerta del palacio. Esto dijo mostrándole á Andresina su propia casa, el servidor· pasmado. Ella calló, pero su frente ardia, brotaba de sus ojos fuego extraño, rechinaban sus dientes como limas· que estuvieran frotando, Y bañaba su faz descolorida un sudor continuado.

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La ruda aventurera se rendia,. empezaba el calvario... . En donde ·el crimen. su. puñal afila queda el remordimiento palpitando: La conciencia no muere, se amortigua, y recobra su fuerza con los años.

Hacia esfuerzos por estar tranq.uila, inquiriend:O el motivo de su espanto, y cuando parecia segura de encontrarlo, las visiones volvian crugiendo, desangrando, amenazando, lívidas·, con los mismos acentos que emplearon cuando _la, humana realidad· vivian. Guiaba el viejo. Fausto la lúguQr~ é impalpable comitiva-,, y cerraban la. marcha. dos ancianos· preguntan~ por Fritz,. co.n voz delida·. La mujer de resuelto y fuerte brazo, la impasible Andresina, · temblaba de pavor en su palacio, y acurrucada en un rincon gruñia.

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Gon los ojos abiertos y-esp~ntados, los. miembros inactivos, · los labios sin color, confuso el cráneo y el corazon rompiéndose á latidos, se alzó de pronto, y con incierto paso, subió el segundo piso, y arrojando monedas á puñados á la calle, decia : "Tomad! idos " Despertáronse todos los criados al rumor de los pasos y los gritos, y vieron la marquesa derramando el dinero en la calle. En su delí rio gritaba sin descanso : -· ¡Tomad, tomad todo el dinero, & idos! Al verla con el pelo destrenzado, y en el traje qne uEÓ en el Paraíso la primera mujer, era probado que acababa de irsele el juicio.

Veinticuatro horas nada mas pasaron despues que la locura sobrevino, Y ya quedó sin muebles, marquesado, alhajas y servicio. De la fortuna que robé á D. ·Fausto

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aun le quedaba mucho oro en g1ros, y á interés en los Bancos, el cual fué intervenido· por las autoridades, en el acto de inventariar los bienes eximidos de la rapacidad de los criados. Encerraron la loca en el hospicio, y en virtud de su rango, le dedicó la ciencia con ahinco sus fuerzas y cuidados. Estaba la locura en su principio; los médicos. lucharon y la victoria, á los seis meses, vino á discernirles un brillante lauro. La robusta alienada, que había sido rebelde é todo trato, era docil y mansa como un niño. Ya no rugia, s~ a.negaba en llanto, anuncio de la crisis repetido en multitud de pobres alienados. Recuperó el juicio, y dejó el·manicomio antes de un año. Reclamó los caudales que tenia

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y olJtuvo esta .. respuesta SU· reclamo.:

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El dinero robado se evapora, Andresina" -¿Quién pudo formular esta respuesta? La formuló ella misma, al b!'usco despertar de su conciencia. Y sin casa, sin pan y sin familia, mendigó la soberbia aventurera, en aquella ciudad que la vió nca, festejada, y marquesa.

Pidió limosna á un marinero un dia, él la miró con plácida insistencia, y lleno de emocion y de sonrisas le dijo con sorpresa. -¡El señor Segismundo .... No se explica .... Vestido de mujer en esta tierra .... ! No me conoce del viaje á la India? Yo era marinero. ¿No se acuerda? -Me acuerdo. ¡ Francisquin! Dijo Andresiha, sin escusarse de decir quien era. -¿Pero como se encuentra metido en esta ropa de mendiga? -Es una historia, larga, para dicha en horas tan supremas. ·.

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¿Es Vd. marinero todavía? -No, señor, soy patron de una goleta, y le debo una parte de propina á Vd, mismo. ¿Recuerda, las ganancias del trigo de la Indir~ ? ..... Con aqueí capital hice mis pruebas de cargador, y la fortuna amiga me llenó la bodega. Pero vamos á bordo; está cerquita del muelle la goleta. Se vestirá con ropa de la mia y dispondrá de toda mi moneda. Para V ll. tiene el buque una cavina y un asiento mi mesa. Zarpamos para el Havre en pocos días, y de allí, nos .hacemos á la vela con rumbo á la República Argentina. ¿Por qué llora D. Cárlos? Vamos, venga; me contará en el buque sus desdichas.

La generosidad y la franqueza, á la honradez y gratitud unidas conmovieron el p~chp de la méndiga, y bañaron de llanto sus mejillas.

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-Vamos, D. Cárlos, á la mar las penas, que Dios es bueno, y la goleta mia. -V.amos, si, vamos, que la Providencia ampara mi intencion, dijo Andresina camiJ¡lndo dispuesta á realizar· un sueño que bullía ton rara pertinacia en su cabeza, La infeliz peregrina, sintió los aguijones de la enmienda en mitad del camino de la vida, que recorrió como una hoja seca por vientos de pasiones impelida. Recorda ha los di as de paz y de niñez, en que fué buena; los besos de .su padre, las canctas, que en el regazo maternal se prueban, en los espasmos del placer se olvidan y el primer llanto del dolor recuerda. Buscaba la razon de sus falsias, el móvil de sus crímenes de fiera, 'y horrorizada entonces de sí· misma, renegaba del oro y la belleza: por ser mas bella y rica, se olvida del honor y la conciencia.

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Feliz de aquel que sus afanes cifra en llevar resignado su pobreza; ese tendrá mas dulce la agonia, el alma sin quimeras, y en su sepulcro alguna mano amiga pondrá una cruz siquiera. Estupida crueldad de· la avaricia ! Terrible vanidad de ser muy bella .... Oh! malditas, malditas!

Gustando Francisquin su obra buena y llorando las suyas Andresina, se pasaron del muelle á lo goleta, en su mútua actitud meditativa. -A ver grumete, á preparar la mesa, gritó el patron, para arreglar la estiva. Aquí tiene .·D. Carlos su cucheta, mi ropa en esta caja. Voy arriba mientras V d. se arregla, á ver si marcha en popa la cocina. No le tenga aprension; la ropa es nueva y ahí nos vamos de eslora y de bodega. Si las botas son grandes, voy á tierra y le traigo zapatos de medida,

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dijo el marino, y se subió á cubierta para evitar escusas y porfias. Un cuarto de hora le bastó á ella para quedar en hombre convertida. -Ahora es ctra cosa, dijo al verla el noble Francisquin con alegria. Es de valde, la ropa de las hembras nunca sirvió mas que para ellas mismas. Le vuelvo á ver, D. Cárlos, como ·era pescando las muchachas de la India; ahora vamos á pescar francesas, que las hay en el Havre muy bonitas; pero mucho cuidado, porque dejan recuerdos para médico y botica. Cuando yo voy á pesca de ballenas no n:te olvido jamás del salva-vidas y no arrojo el harpon, sin que antes vea como está la escotilla, que embarcan mucha mar esas goletas y los víveres sufren averías. Sí, D. Cárlos,.los lances de la pesca .... ¡Pero qué diablo de muchacho! ¡Aviva! ó te cuelgo dP. un brazo en la cangreja, gritó el patron con aparente ira '

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parado en la mitad de la escalera, y bajando en seguida se metió murmurando en la despensa: -Sondemos entre tanto la bahía con algunas conservas, y volvió con un tarro de sardina~, otro tarro de atun, y' dos botellas. -El piloto no viene en todo el dia; empecemos, D. Cárlos, mientras llega la carga almacenada en la cocina.

Hacia mucho tiempo que A ndresina dejára les placeres de la mesa!. ... Vivió dias enteros sin comida, sucia, andrajosa, incierta del hueco en que la noche pasaria, y al verse limpia ante una buena mesa, gustaba lus manjares con delicia. Recobraba una cama, aunque modesta, reparadora y .limpia; tenia pan y una amist~d sinc~ra; estaba bien vestida, pero la dulce paz de la conciencia, esa .... no parecía ....

La llev6 el a ve de las alas neg-ras de carniza en carniza, y la dejó con vil indiferencia en sangrientos ~espojos convertida.

Se hicieron á la mar. En el viage de Alejandría al Havre, las brisas vocingleras que venian del Bórmida, cual aves, á bañarse en las aguas de· Cerdeña, parecian gritarle á la pobre Andresina : !A venturera! Sobre ]a sepultura de tus padres anidan Jos reptiles, y la yerba nace, crece y se pudre, sin que nadie vaya un dia á moverla~ ¿Qué has hecho de tus di as miserables orgullosa aldeana de mi tierra? Andresina lloraba, á los pesares de su existencia enferma venian á asociarse los dolores nostálgicos, que llevan la memoria á un suplicio insuperable; á contemplar la dicha y la inocencia

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cuando la podredumbre nos invade. Recostada Andresina en la obra muerta mirando á la distancia proyectarse la costa de Cerdeña, le parecia distinguir los valles de su vieja Savona, las FJorestas y el Bórmida adorable, cuyas aguas y piedras los pies desnudos le besaran antes. Veía aparecer las primaveras salpicando de rosas los rosales, y dorarse en las verdes arboledas las frutas con el sol, inolvidable vecino de su aldea. Los pájaros cerniéndose en el aire al campas de sus plácidas endechas, y palpitando en lábíos de sus padres los besos para ella. Se veía· á sí misma, con su traje ordínario, pequeña, corriendo entre pajizos. matorrales en pos de mariposas, que se alejan burlando la ambician de aprisionarles; los peces relucientes como perlas,

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colCiando ·en el Bórmida á. millares, y el trigo balanceando la cabeza en la atmósfera tibia de la tarde. -Oh! madona! madona! quien pudiera borrar la historia de mi vida enferma : exclamó, al lanzárse á toda vela en el golfo dP Argel la dócil nave.

Arribaron al Havre, la descarga y la carg·a fué ligera. -Revisemos D. Cárlos, el velámen. Esta noche á la caza de ballena, y despues., proa al mar, y á Buenos Ail·es, antes que el equinoccio se nos venga. -Disculpe que esta vez no le acompañe; me siento acometido de jaqueca, contestó Andresina. No se alarme, que es rin mal que se cura con cucheta. -Pues tiene buen color, y si lo hace por falta de dinero, está bien llena la caja del patron; no hay que asustarse por un ciento de francos que se pierda. -No lo hago por eso. En otra parte le prometo que iremos á -la pesca.

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-Bueno, se irá sin ca-renar la nave; el mal es pata Vd. que la gobierna.

·&a noche volviéronse muy tarde el patron y el piloto· á la goleta. Andresina acababa de acostarse y fingió que dormía satisfecha .. -La maldita jaqueca hizo á D. Cárlos perjuicio grande,. por que mire. piloto, ha sido pieza., ahí donde lo vé tan quieto y grave. Y o le ví al timon, con mar deshecha, corriendo la borrasca imperturbable. -Pues ahora, patron, se nos. marea antes de abrir la caja. del octante. -¿Si se habrá retirado de la pesca. con el arpon, roído por las sales? -Sabe, piloto, que muy . bien pudiera haberle sucedido ese percance? El no dice la historia de sus penas era rico y se encuentra n:tiserable, y si hablamos de pesca, se queda triste y sin mirar á nadie. El ha sido corsario de las hembras

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y algun rumbo le abrieron ~n la nave. -Pregúntele, patron, él no le niega. -Hay preguntas, piloto, que no se hacen, y la que me propone es una de ellas. -Pues durmamos entonces sin afanes y que siga D. Cárlos como quiera.

Se alegró Andresina de escucharles, y de que ellos cayeran en un error tan grande. Asi no llegaría en la goleta su sexo á sospecharse.

Cincuenta y cuatro dias navegaron arribando por fin á la Argentina sin otra novedad, que los chubascos y calmas de la línea. Izaron la bandera, y el Resguardo practicó la visita. De la popa del barco veía á Buenos Aires Andresina, como ve de las -márgenes de un lago su próximo sepulcro el suicida. -Allí se acabará mi itinerario ....

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¡Adios .Italia mia! .... He man<~hado tu nombre, pero te amo y con la sangre que me queda .limpia será tu castidad de mi~ pecados.

Eran las doce del siguiente dia, cuando paró en la calle de Zeballos un coche de alquiler. Cobró el z~uríga y el pasagero con seguro .paso entró en la instalacion de policía. Preguntó por el jefe, le anunciaron, contó cuatro horas, y al sonar .la quinta el hombre fué escuchado. -Señor jefe, aquí estoy. Soy Andresina. -Buen provecho, señor; quedo muy grato por la buena noticia, . · · pero tengo <Jue hacer en otro lado, dijo el jefe, creyendo que tenia un loco en su despacho. -Dos crímenes le debo á la justicia. -Está bien, ya· están pagos. -Maté á la condesa, que tenia .... .:.._Yo al conde, de un palo. ·-Puse en juego el amor y la c;odicia,

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y asesiné á D. Fausto. -Pues búsquele otro novi.o á Margarita. -Maté á Fritz, con estas mismas manos. -¿Deveras, ¿con las mismas? Continúe matando, que ya vuelvo á enterrar á la familia, dijo el jefe saliendo del de~pacho conteniende la· risa. -No soy un hombre, señor jefe; le hago la historia de mi vida, dijo ella siguiéndole los pasos al bravo director de policía -Oficial de servicio, á este italiano · me lo echa á la calle, ó lo bautiza con la manga de goma, por si acaso la recibió por gotas en la pila. Rieronse al oir los empleados, las gracias de su jefe, y Andresina se alejó del palacio, mendigando el rigor· de una justicia que se burlaba de su acento franco. Pidió la direccion de los juzgados y fuése al otro dia á ellos demandando,

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por favor, el castigo de· asesina. Jueces y escribanos embromaban, reian

· con el loco italiano. Pudo al fin Andresina descubrir un legajo ~marillento y su.cio, t¡ue tenia el nombre de Porciano. Declaró al juez, que era Andresina, y el juez que leyera en los diarios la constante mania de un hombre, que anhelaba ser juzgado, diciendose mujer y a:se-sina, le prohibió la entra'da en . su despacho. Le quedaba la ·cárcel todavia; allí estaba P.orCiano, y si no era por él reconocida·, desnudándose entonces sin reparo, que era ella por fin, constataria.

Lo mismo· que lo hubo Foyectado,. se dirigió á la cárcel decidida, pero un nuevo fracaso desbarató los plane~ de Andresina.

-ns-Allí supo asombrada, que J.?orciano, el número quinientos, no existía. El mundo y la justicia 1a despreciaban;· se quedaba sola en frente de sus crímenes-. Levantó su cabeza de leona, brilló la l~z de ~u mirar terrible, frunció una mueca de desden su boca, y murmuró: Mis crimenes 1. ... N o son mios a: hora; son de la sodedad que nos ·exprime, hasta que eJ. zu,mo -del honor se agota, y luego nos maldice, no por horror, por mantener las formas ...... . Si su castigo el criminal le pide, con ·]a burla en los labios le abandona. Estoy aquí, con mi maldad visible, diciéndoles quien soy y ellos me arrojan á la calle y se· rien. Pues bien, estos delitos que no cobran·, será porque no existen .... Estoy limpia; adelante, ya no estorban mi camino mis crimenes. Usaré mi valor, mi audacia toda-;

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subiré la montaña dó residen del trabajo las glorias, que dos .ancianos por mi culpa viven si pan y sin hogar que los recoja. Les robé un hijo, les daré el desquite, y volveré á vivir en mi Savona aliviando el dolor de los que gimen, repartiendo limosnas; desvaneciendo sueños, que no sirven . . smo para congojas; enseñando á las jóvenes que aspiren á ser modestas, para ser dichosas. El trabajo redime, y conservo vigor para la obra.

Fuerte, audaz, emprendedora y firme, empezó sus trabajos en la Bolsa.

Atronaban el templo de Mercurio del gentio las voces.

-Compro. Vendo. Al coptado. Para Julio .... -Vendo certificados. Compro acciones, se oia entre el murmullo gritar los corredores.

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Mirando la pizarra, exclamó uno: -Ese lote de cédulas .... N o embromen, si no es de Andresina es gato puro. -Porque, señor ? Hay muchos, que compran por millones. ¿ Acaso es Andresina el mas platudo de nuestros compradores ? -Desde un año á esta parte, no hay ninguno, que como él en las cédulas negocie. -Valiente gringo sucio, que entró aquí sin poseer dos cobres, h 'd ·' - '1 1 ara os o tres anos, a o sumo ..... ~-Pues, ahí está la gracia; con millones negocia cualquier bruto. -Pero¿ quien es el hombre que mete tal barullo ? -Cuando entró á la Bolsa, hay quien supone, que era loco, y muy rudo; pero ahora, mi amigo, es un fantoche . que tiene á los bajistas en un puño. Cuando bajan las cédulas de golpe, dos y medio ó tres puntos, las compra por montones y las vende por puchos,

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-Así ha de: ser el golpe que llevarán algunos !. .. Para mi, este hombre

- nos ha de dar un susto. -N o crea, él no se es pone; compra y vende al contado á todo el mundo,. y con las diferencias que recoge se forma un capital, fuerte, y seg-pro. Para que, no lo sé. No hace derroches, no tiene amigos, ni familia. Arguyo .... -¡ Que se lo dá á los pobres! -No sería el primero; he visto muchos .... -Tiene mas facha de asesino innobl(:!, que de hacer caridad á los desnudos. Pero dejemos las apreciaciones; me intereso muy poco en este asunto. ¿ Que dice el " Nacional " de los rumores de crisís y de anuncios ? -Aun no lo lei. A ver: " Versiones " "Ferro-carriles," "Contratistas," "Zunchos," "Los coches en el Once," "Empedrados," "La carne,'' Por un tubo." Veamos lo que dicen las "versiones." "El señor Andresina,

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el rey de los ricachos d~ la Bolsa, se embarca para Europa en estos días. Su fortuna cuantiosa, ganada con talento y energía, su cualidad- de caballero abona. Es un hombre de honor, que se retira sin dejar tras de sí, dudas ni sombras" -Como no! Se ha llenado la barriga y se vuelve á su tierra sin demora, exclamó el que leia. -Que se vaya á la .... norma, dijo el oyente con fugaz sonrisa, saliendo de la Bolsa.

En efecto, Andresina, en tres años de dudas y zozobras, alcanzó la fortuna que quena. Entre tanto, la envidia disimulada y torv~, tramaba sus proyectos de rüina imprimiendo una hoja para infamar al mismo que temia, y con visos de historia, intentaba cubrirlo de ignominia.

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A pesar de la forma caprichosa en que la vil calumnia se eJercta, á mas de ser anónima, al punto fué atendida con una actividad escrupulosa por nuestra policía. Por aquella entidad, que en otras horas se rió de Andresina, sin tomar ni una nota de los nombres y hechos que envolvían sus denuncias ingénuas y horrorosas. Entonces era un loco sin malicia, un atorrante estupido, y ahora, un hombre de fortuna repentina.

Acudió un comisario con la hoja publicada á la pesca de Andresina. Hizo registro de la casa toda, y salió sin indicios ni noticias, de aquel á quien buscaba. La víctima se hallaba prevenida de la enemiga trama, y cruzaba los Andes muy tranquila mientras el comisario la buscaba.

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Pocos meses despues, reaparecía en la frontera de Austria.

Recobró su apariencia femenina, fué á Trieste, y despues de una semana, á los padres de Fritz establecía con gran comodidad en propia casa. Les asignó una renta vitalicia, y partió .para 1 talia. Cuando vió á Savona desde lejos, al escuchar la voz de sus campanas, el tumulto opresor de los recuerdos aceleró del corazon las válvulas. · Se agitaron las fibras de su cuerpo y tembló todo él como una caña. Volvía á su país en el momento, que ya cedia ante la lucha el alma. Volvía, con muchísimo dinero á aliviar las desgracias de los mendigos de su mismo pueblo, de aquellos ay! que la existencia pasan fatigados y hambrientos. o

Iba á comprar la choza en. que pasara sus infantiles tiempos,

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y á convertirla en una regía casa donde hallarian la piedad los viejos, y los nifios escuela preparada. Iba á cuidar el triste cementerio, las sepulturas que el tesoro guardan del único cariflo que es. sincero. Iba al fin la aldeana á descansar en aquel mismo suelo que abandonó con desdeñosa calma. Ahora hasta la nieve de los cerros. -le parecia mas hermosa y blanca, mas grande y limpio el puerto, la ciudad mas galana, y mas azul y transparente el cielo. -Se ha vuelto jóven mi querida Italia murmuró sonriendo cuando fijó la vagabunda planta sobre la tierra de su patrio suelo, y recorrió las calles y las plazas con infantil curiosidad y anhelo. La casa episcopal, con su fachada severa, los colegios, el arsenal, las tiendas y las casas, que halló feas y viejas en los tiempos

de su modesta· infat)cia .. ~ todo, todo era nuevo, encantador, como su bella 1 talia. Pero aun le faltaba lo mas bello, 'lo mas grato á su alma. Su choza, aquella choza en que corrieron sus dias como el agua que se mece del Bormida en el lecho. Las tierras que su padre c.ultivaba hasta el dia funesto, en que abatido, se quejó.en voz alta y engendró, sin saberlo, qmmeras y e~pera-nzas, ignorados deseos, que llenaron su espiritu de manchas. ¡ Cuantas penas é infamias su vida conmovieron, despues que recogiera esas palabras su. exaltado e ere bro ! Crimenes, fuga~, seduccion,desgracias, extorsiones, procesos, . todo en confusa procesion pasaba por su memoria huyendo, empujado por soplos de bonanz~,

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de amor, de paz y de arrepentimiento. La oveja descarriada se volvía al redil; aun era =tiempo. ' ·

Las gentes de Savona pensaban é inquirían quien era aquella es'pléndida señora, tan modesta y tan rica, ' que no dejaba un pobre sin limosna ni enfermo sin consuelo y medicina; que construía una mansion costosa, donde ~obres y huérfanos tendrian asegurada una existencia cómoda. ¿ Quien era aquella dama misteriosa á quien solo llamaban Andresina, aquella bien-hechora sin nombre y sin familia ? Los malos, que tambien hay en Savona, sin reservas decian, · que aquella millonaria dadivosa, era el demonio en pin~a; que compraba las almas con limosnas y luego en el infierno las hundía. Las gen tes juiciosas,

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de estas torpes patrañas se reian; pero m u eh as personas, aseguraron que era una odalisca, que robara al sultan todas susjoya~. Otros, que eran viuda presumían de algun rey sin corona. Los ricos la miraban con envidia, los pobres que gozaban sus limosnas jamás la defendían, antes mas bien, iban urdiendo historias llenas de falsedad y de malicia. Y entre tanto, los pobres de Savona tenían bien-estar por Andresina. Donde estaba su choza hay ahora un palacio y una l}uinta, á los hambrientos se reparte sopa1

dos veces cada dia, y la vejez y la horfandad sus horas sobre-llevan tranq~ilas. Allí recojen alimentos, ropas, caridad, i'nstruccion y cama limpia. El obispo bendijo aquellas obras; la autoridad civil se las prohija. La critica cerró Su· necia boca,

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se adormeció la miseraBle envidia, y triunfóla constante protectora de las tramas inícuas. Aquellas de sus mismas protejidas, mas discretas y buenas que las otras, la marcha del asilo dirigían con un sueldo apropiado á sus faenas. La mas jóven y activa, dotada de vivaz inteligencia, era la cuarta hija de un mendígo asilado, cuya lengua, ni bien ni gratitud reconocía. Víctima de incurable borrachera, al tener una lira, la compraba de grapa de la buena y vagaba sin rumbo tantos dias como frascos de grapa consiguiera. Así gastaba el sueldo de su hija, que se lo daba sin ninguna queja, hasta que al :fin lo comprendió Andresina y le hizo objecciones ·muy severas, varias veces seguidas. El mendígo inclinaba la cabeza,

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mas no se correg1a. Como el borracho no teni~ enmienda, la casa proctectora de Andresina al fin le tuvo que cerrar las puertas. El mendígo en el colmo de la ira juró vengar.se, y empezó la guerra.

La acusó de mujer de mala vida ante la autoridad,. y de embustera, pues su nombre de pila no era el que llevaba, y sus riquezas de robos provenian, efectuádos ~n lejanas tierras; tal vez en la República Argentina, pues tenia papeles cuyas letras ese nombre decian. Que él sabia ttsa-s cosas, como ciertas·¡ por boca de su hija, empleada en la casa. de asistencia sin sueldo y ~in propina. Estas y otras denuncias embusteras fueron mal acogidas, pero tanto insistió á cerca de ellas; que al fin la autoridad hizo pesquisas,

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y obtuvo referencias de la tierra Argentina, respecto de quien era el señor Andresina, negociante en la Bolsa, sobre cédulas, con las que hizo una fortuna exímia. Las denuncias que-daban muy mal trechas. Se trataba rle un hombre. No tenia nada que ver la denunciada en ellas. Y aunque fuera ella misma, su fortuna era honesta, justamente adquirida. Y sin embargo, el mendigo no ceja •. Declara que él sabia que era hombre Andresina, que usaba relaciones deshonestas con lasmozas á quienes protegia. -Ese hombre se afeita, y viste de mujer sin que nos diga doode tiene l.as rentas, ni quien es su famili<~, esclamaba con ira el mendígo en la audiencia. La novedad en tanto.recorria

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la Savona completa, y hasta la gente pulcra y. mas medida, tomaba la denuncia como buena. Llegaron mas detalles y noticias por último, de América, y se supo de cierto, que Andresina era aque] aegociante de las cédulas, que huyó de Buenos Aires, cuando iba á exigirle un comümdo cuentas exactas de su vida. En estas causas nuevas apoyó la justicia italiana, sus fuerzas. Se trasladó á la casa de Andresina y supo de su~ labios, que ella era la que, en traje de hombre, residía negociando en América; mas de que era mujer, ella daria las mas seguras pruebas. Que adoptó traje de hombre en la Argentina porque así lo exigía su carrera. -¿ Y porque se escusó á la polícia ? . -Para evitar tan solo la vergüenza de decir, soy mujer, á la justicia, ·

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-Ese no es un delito cuya pena avergüence y aflija. -Pues no hubo otras causas que me hicieran salir de Buenos Aires fugitiva. -Hubo una hoja impresa ... -Anónima, es verdad, falsa y rastrera. -~ Porque no la entregó á la polícia ? -Porque no descubrí su procedencia. -Todo será verdad; no habrá malicia en su declaracion, pero V. queda, mientras que la verdad no se avengua, por nuestra órden presa. -Estoy pronta y tranquila. Mi asilo tiene rentas para seguir su marcha progresiva. -El asilo se cierra. -¡ Cómo ! ¿ Porqué ésta gente desvalida ha de perder su pan y su vivienda ? ¿ Tienen algo que ver con Andresina la desnudez, el llanto y la miseria, de los mendigos de mi propia tierra ? ¿ Los huerfanos y ancianos que tiritan pidiendo que comer, de puerta en puerta, van á perder la sopa que tenían

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asegurado aquí ? Ah ! no lo creo. Los tristes accidentes ·de mi vida, no deben ser el hambre para ellos. -La que manda, señora, es la justicia. -El que paga, señor es mi dinero. -Su fortuna, por hoy, es un emgma -Es hija del trabajo. ·-Lo verémos. -Me prenden, me avergüenzan y me quitan mis pobres y mis huérfanos .... Y se llama justicia, la entidad que así obra, en estos tiempos ! Vamos, señores, disfrutad mi vida. para acabar con todos mis derechos. -Señora, el desacato se castiga. -Pero no se castigan atropellos, que arrebatan el pan de cada dia á multitud de méndigos. -Su rara exa]tacion la perjuJica. . -Y o no me exalto, alego en favor de desgracias conocidas. -Vamos, señora, que perdemos tiempo. -Vamos, señores, que hay juez arriba,. repitió ella señalando el cielo.

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Vagaron esa tarde por Sa vona los pobres del Asilo, sin encontrar la cotidiana sopa, ni consuelo, ni abrigo. La justicia encerró á la protectora sin pensar en el pan de los mendigos.

Instruyendo un proceso, muy prolijo, acrecentando costas, siguió la autoridad varios caminos, en busca de una causa productora de fallo depresivo, y basándose al fin en ténues sombras, á falta de delitos, por adopcion de masculinas ropas la imputiieron veinte años de presidio, y tan enormes costas, que nunca pudo reabrir su Asilo.

Desde entohces la cárcel de Savona conserva en sus dominios á la mujer, cuya .suscinta historia al presente escribimos.

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La casa de los pobres está sola; el legal rigorismo qued6 encantado de su magna obra, y el vulgo maldiciente, complacido.

La justicia del hombre no perdona .... los pequeños delitos!