Lewin, Roy - El Fin Del Pleistoceno

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EL FIN DEL PLEISTOCENO ROY LEWIS * * * Cuando los vientos soplaban fuertes del norte, helado recordatorio de que el gran casquete polar aun seguía avanzando, solíamos apilar todas nuestras reservas de ramas, maleza seca y árboles rotos frente a la cueva, haciendo una hoguera realmente estruendosa, y nos decíamos que por muy al sur que llegase esta vez, incluso a Africa, podríamos enfrentar al frío y derrotarlo. Teníamos grandes trabajos para mantener el suministro de combustible necesario para una gran hoguera, a pesar de que un buen cuchillo de cuarcita podía cortar perfectamente una rama de diez centímetros de cedro en diez minutos; eran los elefantes y los mamuts los que nos permitían calentarnos con su atenta costumbre de derribar y desgajar árboles para demostrar la fuerza de sus colmillos y sus cuerpos. El Elephas Antiquus era aun más dado; esto que el tipo moderno, pues aún se hallaban en pleno proceso de evolución, y no hay cosa por la que se preocupe más un animal en evolución que por el estado de sus dientes. Los mamuts, que se consideraban casi perfectos en aquellos dias, sólo derribaban árboles cuando estaban enfurecidos o quería lucirse ante las hembras. En la estación de celo, no teníamos más que seguir a los rebaños para recoger leña, pero otras veces una piedra bien dirigida detrás de la oreja de un ceñudo mamut hacia maravillas, y podía proporcionar combustible para un mes. Yo he practicado este juego con los grandes mastodontes, pero un baobab arrancado de raíz pesa demasiado y cuesta mucho trabajo arrastrarlo. Arden bien, pero tienes que mantenerte a una distancia de por lo menos treinta metros. No tiene sentido extremar las cosas. En conjunto, lográbamos mantener un buen fuego cuando hacía frío y las capas de hielo del Kilimanjaro y el Ruwenzori descendían por debajo de la línea de los tres mil metros. Las chispas volaban hacia las estrellas en las noches invernales frías y claras, silbaba la madera verde al arder y 1

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ROY LEWIS

EL FIN DEL PLEISTOCENO

ROY LEWIS

* * *

Cuando los vientos soplaban fuertes del norte, helado recordatorio de que el gran casquete polar aun segua avanzando, solamos apilar todas nuestras reservas de ramas, maleza seca y rboles rotos frente a la cueva, haciendo una hoguera realmente estruendosa, y nos decamos que por muy al sur que llegase esta vez, incluso a Africa, podramos enfrentar al fro y derrotarlo.

Tenamos grandes trabajos para mantener el suministro de combustible necesario para una gran hoguera, a pesar de que un buen cuchillo de cuarcita poda cortar perfectamente una rama de diez centmetros de cedro en diez minutos; eran los elefantes y los mamuts los que nos permitan calentarnos con su atenta costumbre de derribar y desgajar rboles para demostrar la fuerza de sus colmillos y sus cuerpos. El Elephas Antiquus era aun ms dado; esto que el tipo moderno, pues an se hallaban en pleno proceso de evolucin, y no hay cosa por la que se preocupe ms un animal en evolucin que por el estado de sus dientes. Los mamuts, que se consideraban casi perfectos en aquellos dias, slo derribaban rboles cuando estaban enfurecidos o quera lucirse ante las hembras. En la estacin de celo, no tenamos ms que seguir a los rebaos para recoger lea, pero otras veces una piedra bien dirigida detrs de la oreja de un ceudo mamut hacia maravillas, y poda proporcionar combustible para un mes. Yo he practicado este juego con los grandes mastodontes, pero un baobab arrancado de raz pesa demasiado y cuesta mucho trabajo arrastrarlo. Arden bien, pero tienes que mantenerte a una distancia de por lo menos treinta metros. No tiene sentido extremar las cosas. En conjunto, logrbamos mantener un buen fuego cuando haca fro y las capas de hielo del Kilimanjaro y el Ruwenzori descendan por debajo de la lnea de los tres mil metros.

Las chispas volaban hacia las estrellas en las noches invernales fras y claras, silbaba la madera verde al arder y crepitaba la seca, y nuestra hoguera era como un faro al fondo del Valle de la Grieta. cuando las temperaturas en tierra eran lo bastante bajas, o la humedad de la lluvia persista hasta el punto de hacer crujir las articulaciones y entumecer el cuerpo el To Vanya vena a visitarnos. Durante un intervalo en el estruendo del trfico selvtico poda orsele llegar, con su zum-zum-zum a travs de las copas de los rboles, puntuado por espordicos y lgubres chirridos de una rama sobrecargada que se desgajaba y un reniego apagado, que se converta en grito de clera sin inhibiciones cuando realmente llegaba a caer.

Por fin descenda en el crculo iluminado por el fuego, con su corpulenta y maciza figura, sus largos brazos que casi se arrastraban por tierra, su cabeza cuadrada hundida entre los anchos y peludos hombros, los ojos inyectados en sangre, los labios encogidos en un esfuerzo que sola hacer por conseguir que sus caninos sobresaliesen ostentosamente. Esto daba a su cara la expresin propia del que esboza una sonrisa completamente falsa en una fiesta que le desagrada profundamente; y yo, de nio, quedaba absolutamente aterrado ante aquella expresin. Pero luego fui descubriendo, por detrs de excentricidades y malos humores (que l era el primero en lamentar, y padecer, y en realidad el nico), una persona amable dispuesta siempre a regalar un puado de bayas de junperos o higos a un muchacho al que cariosamente supona sobrecogido por la ferocidad natural de su apariencia.

Pero, cmo hablaba, cmo discuta! Apenas nos saludaba y hacia un gesto corts en direccin a Ta Mildred, apenas extenda sus manos entumecidas y azuladas de fro hacia la hoguera, se lanzaba contra Padre como un rinoceronte con la cabeza baja y su largo dedo ndice acusador apuntando como la punta del cuerno. Padre le dejaba desahogar su clera en un torrente de acusaciones y reproches; luego, cuando se haba calmado un poco y haba comido algo, Padre se una a la discusin, salpicando los ataques de To Vanya con sus suaves e irnicas interjecciones, reducindole a veces a un silencio estupefacto al admitir alegremente sus enormidades y al considerarlas positivas y beneficiosas.

Creo que en el fondo se queran mucho, aunque se haban pasado la vida en violentos desacuerdos; no poda ser de otro modo, pues ambos eran hombres-mono de principios inquebrantables, que vivan en estricto acuerdo con sus creencias, por otra parte totalmente opuestas en todos sus puntos. Cada uno segua su camino, firmemente convencido de que el otro tomaba una direccin totalmente errnea, confundiendo trgicamente la va de evolucin de las especies antropoides; pero su relacin personal permaneca intacta pese a todo. Discutan, se chillaban incluso, pero nunca llegaban a las manos. Y aunque To Vanya sola dejarnos en un arrebato de clera, siempre volva.

La primera vez que recuerdo haber visto discutir a los hermanos, tan absolutamente distintos en apariencia y conducta, fue sobre si era conveniente o no tener encendida una hoguera en las noches fras. Yo estaba acuclillado a respetable distancia de aquella cosa roja serpeante y vacilante pero voraz, observando cmo Padre la alimentaba con un esplndido y circunspecto sosiego. Las mujeres formaban un grupo compacto, acuclilladas tambin, charlando y despiojndose; Madre estaba como siempre un poco separada, contemplando a Padre y observando el fuego con sus ojos sombros y meditabundos mientras masticaba la papilla para los nios destetados. Entonces, de pronto, apareci entre nosotros To Vanya, una figura amenazadora, hablando con voz de trueno.

Ahora si que la has hecho buena, Edward gritaba. Podra haberme imaginado que iba a suceder esto tarde o temprano. Claro que pens que hasta tu locura tendra un limite. Me equivocaba, claro! Basta con que me aleje una hora de ti para que me encuentre con que has cometido una nueva estupidez. Y ahora esto! Edward, cuntas veces te he advertido, te he suplicado, como tu hermano mayor, que lo pensases bien antes de seguir este camino catastrfico, que enmendases tu vida antes de que os vieseis envueltos t y los tuyos en un desastre irreparable... Te lo repito, con ms insistencia que nunca: Detente! Detente, Edward, antes de que sea demasiado tarde... Si an hay tiempo, detente...

To Vanya resopl antes de completar este parlamento impresionante, pero evidentemente difcil de redondear, y Padre intervino.

Hombre, Vanya, haca mucho que no te veamos. Ven y calintate un poco, muchacho. Dnde estuviste?

To Vanya hizo un gesto impaciente.

No tan lejos. Ha sido una temporada pobre en fruta y en vegetales, que es en lo que yo baso mi dieta...

Lo s, lo s dijo Padre con tono amable. Parece como si estuvisemos entrando en un perodo interpluvial. Ya me he dado cuenta de lo mucho que se ha extendido ltimamente la desecacin.

Pero no por todas partes, no creas continu To Vanya, irritado. Hay comida de sobra en el bosque si uno sabe buscarla. He aprendido que a mis aos tengo que andar con cuidado con la comida... as que, como cualquier primate sensible, me fui un poco lejos a buscar lo que quera... bueno, fui hasta el Congo, donde hay de todo para todos, sin necesidad de tener que fingir que uno tiene dientes de leopardo, estmago de cabra y hbitos de chacal. Edward...

No crees que exageras un poco, Vanya?dijo Padre.

Volv ayer continu To Vanya, decidido, a pesar de todo, a hacerte una visita. Al anochecer me di cuenta de que algo andaba mal. Saba que haba once volcanes en el distrito, Edward... Y no doce! Me di cuenta enseguida de que haba algn problema, y supuse que t estabas detrs de l. Esperando contra toda esperanza, y con el corazn atribulado, vine rpidamente hacia ti. Cuanta razn tena. Volcanes privados! Ahora si que la has hecho buena, Edward!

Padre sonri maliciosamente.

Realmente piensas eso, Vanya? pregunt. Quiero decir, te parece esto realmente el punto decisivo? Pens que podra ser, pero es difcil saberlo con seguridad. Desde luego, es un punto decisivo en la ascensin del hombre, pero, es el punto decisivo?

Padre achic los ojos con un aire de cmica desesperacin que era muy caracterstico en l en de terminados momentos.

No s si es un punto decisivo o el punto decisivodijo To Vanya. No pretendo saber lo que crees que haces, Edward. Intentando superarte a ti mismo, s. Lo que te digo es que esto es lo ms perverso y antinatural...

Antinatural? T crees? dijo Padre, ansioso por entrar en discusin. Dime, Vanya, no crees que ha habido un elemento artificial en la vida subhumana desde que comenzamos a utilizar herramientas de piedra? Sabes, puede que ese fuese el paso decisivo, y esto simple elaboracin; y t utilizas pedernales tambin...

Ya hemos discutido antes esa cuestin dijo To Vanya. Herramientas y artefactos, siempre que se usen dentro de unos lmites razonables, no violan las leyes naturales. Las araas utilizan sus telas para atrapar las presas; los pjaros pueden construir nidos mejores que nosotros; y ms de una vez te ha cado en tu dura cabeza un coco arrojado por un mono; quizs fue eso lo que te desequilibr el meollo. Hace unas cuantas semanas sin ir ms lejos, vi a una tropa de gorilas derribar un par de elefantes, elefantes, date cuenta!, con garrotes. Estoy dispuesto a aceptar como natural el uso de simples piedras talladas, siempre que uno no pase a depender demasiado de ellas, y no pretendas perfeccionarlas indebidamente. No es que no sea liberal, Edward, puedo admitir eso. Pero esto! Esto es algo muy distinto. Quin sabe cmo puede acabar! Esto

afecta a todos. Incluso a m. Podras quemar el bosque. Qu hara yo entonces?

Oh, vamos Vanya, no creo que las cosas llegasen a tanto dijo Padre.

No lo crees, verdad? Dime una cosa, Edward, puedes controlar eso?

Bueno... ms o menos. Ms o menos, sabes.

Qu quieres decir con eso? O puedes o no puedes. No intentes desviar la cuestin. Puedes apagarlo, por ejemplo?

Si no lo alimentas, se apaga solodijo Padre en tono defensivo.

Edwarddijo To Vanya, te lo advierto. Has iniciado algo que quizs no puedas parar. As que crees que se apagar solo si no lo alimentas? No has pensado alguna vez que podra decidir alimentarse solo? Qu haras t entonces?

Nunca se ha dado el caso hasta ahoradijo Padre turbado. En realidad, tengo que estar constantemente alimentndolo para que no se apague, sobre todo en las noches de lluvia.

Entonces mi mejor consejo es que no sigas alimentndolo ms tiempodijo el To Vanya, que desistas antes de que se inicie una reaccin en cadena. Cunto tiempo llevas jugando con fuego?

Oh, lo descubr hace unos mesesdijo Padre. Y, sabes, Vanya, es la cosa ms fascinante que puedas imaginarte. Las posibilidades son magnficas. Quiero decir, puedes hacer infinidad de cosas con l. No es nicamente el calor, sabes, aunque eso slo es ya un gran paso adelante. Apenas si he empezado a estudiar sus posibles aplicaciones. Considera slo el humo: lo creas o no, acaba con las moscas y los mosquitos. Por supuesto, el fuego es peligroso. Es difcil de transportar, por ejemplo. Adems tiene un apetito voraz; come como un caballo. Y puede ser malvolo, puede atacarte si no andas con cuidado. Y es algo realmente nuevo; abre todo un panorama...

De pronto, To Vanya lanz un chillido y comenz a dar saltos apoyado en un solo pie. Yo haba observado con gran inters que llevaba un rato apoyado en una brasa al rojo. La discusin con Padre le excitaba tanto que no se daba cuenta ni adverta el rumor silbante y el olor peculiar que brotaba de su pie. Pero por fin la brasa haba perforado la planta de su pie.

Aaaj!aullaba To Vanya. Eres un loco, Edward! Me ha mordido! Este es el resultado de tus infernales inventos! Aaaj! Qu te deca? Acabar devorndoos a todos! Estis sentndoos sobre un volcn vivo, eso es lo que estis haciendo! No quiero saber ms de ti, Edward! No tardaris en perecer todos vosotros. La habis hecho buena. Aaaj! Yo me vuelvo a los rboles! Esta vez te has extralimitado, Edward! Eso fue lo que le ocurri tambin al brontosaurio!

Pronto desapareci, aunque sus aullidos continuaron oyndose durante otros quince minutos por lo menos.

Esperemos que no le dure muchodijo Padre a Madre, mientras barra cuidadosamente la ceniza con una hojosa rama.

To Vanya volvi, a pesar de todo, para repetir sus advertencias varias veces, sobre todo en las noches fras y lluviosas. Sus prevenciones no desaparecieron en absoluto por nuestro gradual progreso en el control del fuego. El mascullaba despectivamente cuando le mostrbamos cmo poda apagarse con agua, cmo poda dividirse, como una lombriz, en varios fuegos, y cmo poda transportarse en la punta de unas ramas secas. Aun cuando Padre supervisaba cuidadosamente todos estos experimentos, To Vanya los condenaba; l crea que una educacin cientfica deba constar exclusivamente de nociones de botnica y de zoologa, y se opona en redondo a aadir la fsica al programa.

Sin embargo, todos comenzamos en seguida a controlar aquel nuevo instrumento. Las mujeres actuaban con torpeza al principio y solan quemarse; y durante un tiempo pareca como si la generacin ms joven no fuese a sobrevivir a la experiencia. Pero Padre pensaba que todos deban cometer sus propios errores.

El nio que se quema, respeta el fuegodeca confiadamente, al ver que otro nio comenzaba a chillar despus de coger una brasa. Tena razn.

Se trataba, en realidad, de pequeos inconvenientes frente a grandes beneficios. Nuestro nivel de vida se elev increblemente. Antes de disponer del fuego, nuestra situacin era precaria. Habamos descendido de los rboles, tenamos el hacha de piedra, pero poco ms, y pareca como si todos los dientes, garras y cuernos de la naturaleza estuviesen en contra nuestra. Aunque nos considerbamos animales de superficie, tenamos que trepar rpidamente a los rboles de nuevo si nos veamos en apuros. An tenamos que seguir viviendo de bayas, races y frutos principalmente; an devorbamos gustosos gruesas orugas y gusanos para aumentar la racin de protenas. Estbamos crnicamente escasos de alimentos energticos, pese a necesitarlos desesperadamente para sostener nuestra estructura fsica en crecimiento. Una razn importante para abandonar el bosque era conseguir ms carne para nuestra dieta. En las llanuras haba carne en abundancia; lo malo era que tenia siempre cuatro patas. Las grandes sabanas estaban llenas de caza: grandes rebaos de bisontes, bfalos, impalas, antlopes, gacelas, cebras y caballos, por mencionar slo unos pocos de los que nos hubiese gustado comer. Pero cazar carne de cuatro patas cuando uno ha de perseguirla con dos es un juego difcil; y nos veamos obligados a andar erguidos para poder ver por encima de la alta hierba de la sabana, Aunque uno agarrase a un gran ungulado, qu poda hacer?; el animal te rechazaba a patadas. A veces podas derribar a un animal cojo; pero entonces te atacaba con los cuernos. Para matarle con piedras era necesaria toda una horda de hombres-mono. Una horda poda rodear y derribar la pieza; pero para mantener agrupada a una horda se necesita un suministro de alimentos abundante y regular. Este es el circulo vicioso ms viejo de la economa: para obtener un resultado sustancial es necesario un equipo de cazadores; para alimentar al equipo ha de disponer uno de ese resultado sustancial con regularidad. De otro modo la comida es tan irregular que slo puede alimentar a un pequeo grupo de tres o cuatro individuos como mucho.

Por lo tanto, tenamos que empezar por la base e ir subiendo. Tuvimos que empezar con conejos y pequeos roedores fciles de liquidar con una piedra; perseguamos galpagos y tortugas, lagartijas y culebras, a las que se poda capturar si se estudiaban sus hbitos con asiduidad. Una vez matadas estas pequeas piezas haba que cortarlas en trozos adecuados con cuchillos de pedernal, y aunque la mejor parte de la carne no resultase fcil de despiezar y comer sin los grandes caninos de los carnvoros, poda cortarse y machacarse un poco con piedras antes de masticarla con los molares, en principio destinados a una dieta frugvora. Las partes blandas no suelen ser muy agradables, pero los individuos hambrientos por el esfuerzo de caminar erguidos sobre sus patas traseras todo el da, y que quieren alimentar sus cerebros, no pueden permitirse demasiados melindres. Competamos por las partes blandas y nos alimentbamos sobre todo de animales pulposos, porque aliviaban la tensin de nuestras digestiones.

Dudo que haya muchos hoy que recuerden el calvario de indigestin que hubimos de soportar en aquellos primeros tiempos; ni en realidad cuntos sucumbieron. Estbamos permanentemente amargados por los trastornos gstricos; y el gesto hosco, adusto de los pioneros subhumanos de los das primordiales se deban mucho menos a su salvajismo que al estado de sus pobres estmagos. El carcter ms alegre se vea socavado a la larga por la colitis crnica. Es absolutamente falaz suponer que, debido a que acabbamos de descender de los rboles y nos hallbamos ms cerca de la naturaleza, podamos comer cualquier cosa, por correosa y desagradable al paladar que pudiese ser. Por el contrario, ampliar los hbitos alimenticios de lo puramente vegetariano (casi exclusivamente frugvoro en realidad) a la alimentacin omnvora, es un proceso difcil y penoso, que exige una paciencia inmensa y una gran tenacidad, imprescindibles para tragar y mantener en el estmago cosas que no slo nos desagradan sino que no estn de acuerdo con la propia naturaleza. Slo una ambicin sin limites, un deseo de mejorar la propia posicin en la naturaleza y una autodisciplina implacable, pueden permitir superar ese proceso de transicin. No es que niegue que uno se encuentre con golosinas inesperadas, pero no todo son caracoles y mollejas. Cuando uno se decide a ser omnvoro debe aprender a comer de todo, y a veces, cuando uno nunca sabe de dnde va a llegar la comida siguiente, debe uno hartarse de todo. Tenamos que educar a los nios estrictamente segn estas normas; y el nio que se atreviese a decir: "Pero mam, a mi no me gusta el sapo!", estaba pidiendo que le calentasen las orejas. "Cmelo; es bueno para ti", ste fue el sonsonete de mi infancia; y por supuesto es verdad. La naturaleza, maravillosamente adaptable, endureci de algn modo nuestras pequeas vsceras para que pudisemos digerir lo indigerible.

No se ha de olvidar que cuando empezamos a convertirnos en comedores de carne tuvimos que mascar, y en consecuencia gustar, todo este rico e inadecuado alimento. Los carnvoros (los grandes felinos, los lobos y los perros, los cocodrilos) se limitan a despiezar la carne y tragarla, sin preocuparse de si se trata de espalda, lomo, hgado o tripas. Pero nosotros no podamos permitirnos ese lujo. "Mastica cien veces antes de tragar", otra mxima de la niez, se basaba en la certeza de que, si no lo hacas, sufriras de feroces dolores de vientre. Por muy repugnante que fuese el bocado, en los tiempos primigenios, boca y paladar tenan que explorarlo abundantemente. Nuestro nico condimento era el hambre; pero tenamos gran abundancia de este condimento.

As que envidibamos los inmensos banquetes de carne de los leones y de los dientes de sable, que devoraban indiferentes la pieza, desperdiciando, gran parte de ella, y dejando hasta tres cuartas partes para chacales y buitres. Nuestra primera preocupacin era, en consecuencia, siempre que caba tal posibilidad, la de situarnos cerca de los cazaderos del len, y, cuando ste haba devorado su parte de la pieza, coger el resto. Estbamos, cuando menos, igualados con chacales y buitres, con nuestras hachas y nuestras bien dirigidas piedras y nuestras varas aguzadas, aunque a veces tenamos que luchar encarnizadamente. Nuestras mejores comidas las conseguamos a veces observando a los buitres y corriendo hacia el lugar donde descendan; aunque el ser un carroero implica el inconveniente de que tienes que andar cerca del cazador, y precisamente cuando tiene hambre. Esto comporta el riesgo de que puedes servirle t mismo de almuerzo.

Era un grave riesgo. El chacal y la hiena pueden correr, el buitre volar, pero t, pobre simio recin bajado de los rboles, caminas torpemente en la llanura. Haba muchos a quienes no atraa en absoluto esta vida peligrosa y que se limitaban a la caza menor, aunque pudiese resultar repugnante, y a la pequea y aburrida sociedad que este tipo de alimentacin poda sustentar. Los mejor alimentados, ms grandes y ms emprendedores, eran sin duda los que seguan a los grandes felinos (el len, el dientes de sable, el leopardo, la pantera, el lince y el resto de la tribu) y coman cuando los otros dejaban la mesa. Era un trabajo peligroso, pero los que preferan sus compensaciones afirmaban siempre que los felinos comeran de todos modos carne de primate, aunque slo fuese por variar su dieta; mantenindose cerca de ellos uno no incrementaba notablemente el riesgo de que le cazasen sino que, por el contrario, aprenda mucho de sus hbitos y eso le permita eludirlos en el momento de peligro. Luego, cuando uno tenia que correr para librarse, se encontraba adems bien nutrido y bien entrenado. El asunto era saber cundo un len estaba hambriento y cundo no lo estaba; las vctimas se podan reducir a la mitad slo con tener adecuadamente en cuenta este punto. He odo objetar que cazar con el len es lo que dio al len su gusto por nuestra carne; pero aquellos primeros cazadores lo negaban ardientemente, como tambin la insinuacin de que eran meros parsitos de los carnvoros superiores. Hay que aceptar, opino yo, que, despus de todo, aprendieron mucho sobre los animales de presa, y que todos esos conocimientos sern permanentemente tiles a la Humanidad.

Desde luego, podamos aprovecharnos algo de los carnvoros, pero no podamos competir con ellos. No podamos oponernos a ellos. Ellos eran los seores de la creacin, y su voluntad era ley. Mantenan nuestro nmero constantemente bajo y poco podamos hacer al respecto, salvo volver a los rboles y renunciar a todo. Como Padre estaba absolutamente convencido de que seguamos el camino justo, ni siquiera se discuta la cuestin, salvo por individuos como To Vanya. Padre estaba tranquilamente seguro de que surgira algo que restaurase nuestra suerte; habamos confiado plenamente en la inteligencia, en la posesin de un gran cerebro y un gran crneo para sustentarlo, y debamos aferrarnos a esto y seguir esta va por todos los medios posibles.

Entre tanto, debamos disponer de un par de piernas lo mejores posible. "No hay ninguna razn terrena", o decir ms de una vez a Padre, "por la que un hombre-mono no pueda recorrer cien metros en diez segundos, saltar un matorral de espinos de dos metros de altura, o, utilizando una vara, superar otro de tres metros; con un salto aceptable y bceps suficientes para poder lanzarse de rama a rama, uno puede librarse del peligro noventa veces de cada cien". Le vi demostrarlo personalmente.

Todo esto estaba muy bien, pero no resolva el principal problema ni eliminaba toda la serie de pequeos inconvenientes que son inevitables cuando la tribu felina es la clase dirigente. Uno de ellos indudablemente el albergue. Toda mujer-mono quiere un lugar decente donde criar a sus hijos, una autntica casa, acogedora, clida y, sobre todo, seca; creo que nadie negar que esto significa una cueva. Ningn otro lugar resuelve realmente el problema de la prolongacin de la infancia, la firme ampliacin del proceso educativo tras la etapa primaria, que es la caracterstica ms sobresaliente de nuestra especie. La unin de dos ramas de un rbol es un lugar relativamente seguro, pero uno tiene que dormir atravesado o medio colgando, y todo el que lo ha hecho (y pocos de nosotros, incluso en estos das ilustrados, no lo han hecho) saben lo sumamente incmodo que resulta. Hasta los chimpancs caen a veces si tienen una pesadilla (esa horrible sensacin de cada que, cuando despiertas, descubres que es absolutamente cierta). Para una mujer es peor porque tiene que sostener a uno o ms nios al tiempo. Esto se hizo progresivamente imposible a medida que las mujeres dejaron de tener pelo en el pecho y que los nios perdieron sus reacciones prensiles congnitas a una edad cada vez ms temprana.

Por supuesto, uno puede hacer un nido en el suelo. La fabricacin de nidos es un instinto muy extendido; aunque no lo fuese, se podra aprender de las aves. En un par de horas se puede construir un nido muy aceptable con cualquier material adecuado, como bamb u hojas de palma; y tambin se puede construir una impresionante residencia a base de ramas en una semana si se piensa permanecer un tiempo prolongado en un lugar. En un nido de este tipo uno puede estirar perfectamente sus extremidades durante la noche. Pero no protege contra una tormenta fuerte ni contra un leopardo. Por mucho cuidado que uno ponga en colocar las hojas, por muy hbilmente que lo oculte entre las ramas, cuando llegan las dificultades acabas por coger reumatismo y por perder a las cras.

Hasta la mujer-mono desea una cueva, aunque sea muy pequea, con un techo encima, slida roca atrs y una entrada estrecha, en la que poder encontrarse a cubierto con sus cachorros con cierta posibilidad de xito. Puede luego tapiar la entrada con un rbol atravesado, y puede disponer incluso de un saliente elevado dentro, donde pueda colocar al beb o utilizar como despensa. Pero, claro est, los animales saben todo esto tan bien como nosotros, tanto los osos como los leones o los dientes de sable, y nunca hay cuevas bastantes para esconderse. Hay pocas que no puedan llenarse una y otra vez por familias sin hogar de cualquier gnero. Pero nadie las compartir, salvo quizs la serpiente. Nos encontrbamos con que, si uno de los grandes felinos ocupaba la cueva, no tenias ms remedio que dejarle seguir en ella; y si t tenas la cueva y l la quera, no tenas ms remedio que empaquetar tus cosas y largarte. Pero esto no impeda a las mujeres quejarse constantemente.

Ni mucho menos. Seguan y seguan quejndose sin cesar. La mitad de su conversacin giraba alrededor de este tema: encantadoras cuevecitas que haban tenido... hasta que sus maridos permitieron que un bestial oso las arrojara de all; cuevas secas, espaciosas, maravillosas en el distrito inmediato que podan ocupar, si alguien tuviese realmente en cuenta el punto de vista de la mujer, simplemente haciendo desplazarse a una pequea camada de leones unos kilmetros ms all (donde haba adems muchas ms cuevas); cuevas perfectas que se podan localizar, sin leones, si uno buscase un poco en vez de dedicarse a elaborar excusas hablando de la necesidad de estar todo el da puliendo trozos de pedernal; y la cueva destartalada y ruinosa e intil que estaban ocupando... que en realidad ni siquiera mereca el nombre de cueva, que era un simple agujero rocoso, una simple escarpadura con un ligero techo, por el que se filtraba la lluvia, y no haba ms que or la tos espantosa de los nios para convencerse de ello.

Es bastante cierto que sola haber fro y humedad adems de hambre durante la noche, y tambin miedo, cuando la oscuridad se llenaba de los gruidos de los leones persiguiendo a sus presas, o de los aullidos de las manadas de perros olfateando. Uno poda or al enemigo acercarse cada vez ms, y el grupo se acuclillaba y se agrupaba encogido en su miserable pedazo de roca (en cuyo suelo, por supuesto, siempre surga un helado arroyuelo inexplicablemente), las mujeres con los nios en brazos, los hombres sujetando sus hachas o sus varas aguzadas, incluso los muchachos apretando una piedra en la mano dispuestos a arrojarla. La caza cada vez ms prxima; luego se oa el gemido de algn corzo atrapado, y entonces sabas que no era todava tu turno. Luego una hora o dos de inquietos sueos y la caza comenzaba otra vez. Brillantes ojos contemplando feroces la pequea horda desde la oscura lnea de la selva; brillaban y se alejaban o se acercaban ms a las dbiles y temblorosas varas aguzadas que defendan nuestra guarida y nos proporcionaban quizs un segundo o dos extra en el que arrojar la piedra o lanzar la vara. Luego caa sobre nosotros como un gran proyectil el inmenso cuerpo, ojos relampagueando, quijadas abiertas, rugido ascendiendo hasta un crescendo de triunfo; y nosotros nos alzbamos con nuestro grito de desafo y luego se produca una gran confusin de varas enarboladas, piedras lanzadas, quijadas mordiendo y garras como cuchillas rasgando el aire y destrozando muslos desnudos y vientres indefensos. Y luego el invasor se iba, dejndonos abatidos y sangrantes... y siempre desapareca tambin algn pequeo.

Este era el resultado del enfrentamiento entre la inteligencia y los firmes msculos y las garras retrctiles! A veces ganbamos incluso frente a un ataque frontal directo. A veces nos refugibamos en un saliente que quedaba fuera del alcance del enemigo (y era proporcionalmente incmodo) y mejorbamos nuestro vocabulario de insultos frente a la colrica mirada del frustrado atacante. A veces una piedra bien dirigida hacia alejarse al gran matasiete con la cabeza maltrecha. En una ocasin, no se me olvida, matamos, y comimos inmediatamente, a un dientes de sable; haba perdido sus colmillos en un enfrentamiento con algn otro animal y debi de pensar que nosotros ramos comida fcil. Pero de lo que ms me acuerdo es de las largas noches de espera en posiciones descubiertas, pobremente fortificadas; de los crecientes rugidos del enemigo, de los ojos relampagueantes, del ataque.

Y uno no poda hacer sino esperar y escuchar, la boca seca, el estmago vaco, la cabeza palpitando, las rodillas flexionadas para la accin. Largas noches insomnes en las peores estaciones, cuando pareca que manadas de carnvoros se proponan cazarnos en turno. Los hombres desfallecidos, muertos directamente o como resultado de las heridas; simples muchachos aguantando en la primera lnea. Y seguan llegando. Y luego, una noche, tampoco Padre estaba all. Aquella maana haba contemplado la carnicera, resultado de la batalla de la noche, plido, agotado, abatido por el pesar. Luego haba dado la vuelta y se haba internado en el bosque, diciendo tan solo: "Volver esta noche. Tengo algo importante que hacer". Madre lanz un profundo suspiro y continu vendando con hojas y con pieles de serpiente secas, que guardaba para tales emergencias, una horrible herida en el hombro de mi hermano. Haba perdido a Pepita, mi hermana ms pequea, aquella noche. Pero cuando cay de nuevo la oscuridad, Padre an no haba vuelto. Al anochecer l supervisaba siempre la reconstruccin y el fortalecimiento de la empalizada, procurando que todos tuviesen algo que comer, aunque solo fuesen races y bayas, e inspeccionaba las hachas y aguzaba las varas. Sabamos lo que significaba su ausencia (un enfrentamiento con un mamut, un pie posado imprudentemente sobre un cocodrilo) y nos dispusimos a hacer lo que l haba hecho siempre. Al final, una plida luna comenz a dibujarse entre las estrellas y nos dimos cuenta de que las cosas iban a ponerse mal de nuevo.

Pronto llegaron, pronto empezamos a ver brillar sus ojos ardientes; rondaban incansables frente a nosotros; y decan a la luna que tenan hambre y deban comer; y cazaban; y volvan a nosotros de nuevo. Vi que se aproximaba desde muy lejos una bestia desconocida de un solo ojo; medio dormido vi aquel animal dentro de mi cabeza, como una gran lagartija con un volcn ardiendo en la frente que avanzaba implacablemente hacia nosotros, un inmenso leviatn de plateada armadura que nos tragara del modo ms amistoso, poniendo fin a aquella tensin insoportable. As vena, aplastando en el suelo a otras criaturas ms pequeas, cada vez ms cerca, mayor, y ms brillante, decidido a llegar a nosotros antes de que los leones y los leopardos seleccionasen los bocados ms escogidos, o los lobos irrumpiesen vesnicos e irresistibles. Y en el momento en que todos los dientes de la selva parecan converger sobre nuestra empalizada, sbitamente, la extraa bestia broto, pequea y gil y morena y bpeda, entre nuestra niebla, y taladr un rojo agujero en el negror de la noche. Y era Padre, con el brazo en alto, y en su mano, cautivo en una rama, llameando y humeando amenazador haciendo retroceder a la jungla ms all del salto d un len, estaba el fuego.

A la maana siguiente, Padre nos condujo, una pequea y atribulada procesin, desde aquel saliente salpicado de sangre a la mejor cueva del distrito. Tena un magnfico prtico arqueado, de unos cinco metros de anchura y siete de altura, protegido por un saliente rocoso graciosamente moldeado por el tiempo del que colgaban, proporcionando una especie de cortinajes, brotes de buganvillas. En la parte frontal, una amplia y suave plataforma de roca serva al mismo tiempo como hogar y lugar de reunin, con un agradable aspecto seco y soleado; estaba flanqueado por un bosque de cedro a travs del cual corra un suministro constante de agua fresca, adecuada para beber, baarse y servir de sumidero. Dentro, la cueva era cmoda: la sala central tena unos doce metros de profundidad, y techo abovedado. A ambos lados se abran una serie de cuevas internas y alcobas. Al fondo, un estrecho tnel conduca a las entraas mismas del cerro. Padre y Madre contemplaron aquellas modernas comunidades con la ms profunda satisfaccin.

Al menos las chicas tendrn un poco de intimidaddijo Madre.

Bvedasdijo Padre, atisbando en el tnel. Hay posibilidad de ampliacin. Debe de haber murcilagos, por supuesto; pero pronto nos libraremos de ellos. Oloroso, pero perfectamente nutritivo. Un santuario interno, una... una bodega para vino algn da, quin sabe?

Y espacio suficiente en la parte delantera para cocinardijo Madre.

Si, queridaacept Padre, creo que nos ir muy bien.

La cueva haba sido durante mucho tiempo hogar de una gran familia de osos, que nos miraron totalmente asombrados cuando avanzamos hacia ellos dispuestos a expulsarlos. Apenas podan creer lo que vean. Deba parecerles como si les estuviesen sirviendo en bandeja el almuerzo. Pero de pronto Padre comenz a lanzar contra ellos teas encendidas. Con gritos de rabia y de asombro se lanzaron hacia nosotros tambalendose, llenando el aire con el olor de la piel quemada. Su jefe, al que conocamos muy bien como el mayor matasiete del contorno se lanz hacia nosotros ferozmente; pero se encontr, sin embargo, con que ya no ramos una presa fcil cuando nos agrupamos dispuestos a resistir su carga, con un hacha en una mano y una llameante tea en la otra. El humo brotaba amenazador de nuestra lnea de combate, y el oso se detuvo de pronto sobrecogido. Sus seguidores vieron asombrados cmo su paladn vacilaba y grua en vez de avanzar hacia nosotros. Luego otro ardiente proyectil, que dej tras s un rastro circular de humo, brot de nuestra pequea falange y fue a dar exactamente en su entrecejo, incendiando por un breve instante sus peludas cejas. Esto fue decisivo. Con lgrimas de dolor y humillacin, retrocedi y los suyos retrocedieron con l.

Hemos ganado!gritamos, exaltados de alegra aunque incrdulos. Hemos ganado!

Claro que hemos ganado dijo Padre. Y aprended la leccin de que la naturaleza no est necesariamente a favor de los grandes luchadores. La naturaleza est de parte de las especies de tendencia tecnolgica, que dominan tecnolgicamente a las otras. Y esa especie somos nosotros... de momento. Nos mir con un gesto de prevencin. Dije de momento. No permitis que el xito se os suba a la cabeza. An tenemos mucho camino que recorrer... mucho. Pero ahora tomemos formalmente posesin de esta magnfica residencia.

As que la ocupamos, y la encontramos inmensamente mejor que nuestros albergues anteriores. Los osos volvieron varias veces, sobre todo cuando pensaban que Padre se encontraba fuera cazando, pero se encontraron siempre con una brillante hoguera que les daba la bienvenida a la entrada de la cueva, y se lo pensaron mejor y se fueron. Los leones y los otros felinos vinieron tambin a observar, y luego, tras examinar el fuego a distancia, procuraron fingir que tenan una residencia mejor y se alejaron con el gesto ms digno de que fueron capaces entre nuestras risas despectivas.

Un da de stosdijo Padrenos pedirn que les dejemos acercarse para calentarse en nuestra hoguera.

Y les diremos: "Seguid vuestro camino, miserables!"dijo mi hermano Oswald.

Puededijo Padre pensativo. O quizs... lleguemos a un acuerdo con ellos.

A m me gustara tener un gatito propiodijo mi hermano ms pequeo, William.

No les metis en la cabeza a los nios ideas tontasdijo Madre.

Por entonces ramos una horda pequea, diezmada por los ataques que habamos sufrido antes de que Padre trajese el fuego de la montaa.

Supongo que debamos de ser ms o menos una docena cuando empezamos juntos aquella nueva vida. Estaba Madre, jefe de las mujeres. Pero tenamos tambin cinco tas. Ta Mildred era una mujer gorda y estpida que no saba ni tirar una piedra; en realidad perteneca a To Vanya, pero l se haba deshecho de ella al descubrir que no era capaz de subirse a un rbol. Tena una razn muy particular para que le gustase el fuego, porque el fuego traa de vez en cuando a To Vanya entre nosotros y ella poda ufanarse as de que an eran pareja. Ta Angela era bastante agradable, y estaba emparejada con otro de los hermanos de Padre, To am, del que oamos hablar mucho cuando ramos pequeos, pero al que nunca veamos porque siempre estaba viajando por el extranjero. Como no poda enviarnos ni una postal para decirnos si estaba vivo, y no se le vea desde haca aos, Madre y las otras tas crean que haba muerto; pero Ta Angela estaba segura de que volvera. "El muchachito volver pronto" deca si le oa nombrar en una conversacin. "El es mi muchachito, un terrible vagabundo quizs, pero yo estara con l, y l estara encantado de que estuviese si no fuese por mi pobre corazn". Ta Angela padeca de palpitaciones.

Pero ella tena a alguien en quien pensar, que era ms de lo que tenan Ta Aggie, Ta Nellie y Ta Pan. Al marido de Ta Aggie lo haba matado un len. A Ta Nellie la haba dejado viuda un rinoceronte lanudo, y a Ta Pam una boa constrictor. "El intent comrsela", se quejaba Ta Pam. "Aunque yo le dije que no le sentara bien. Pero, nunca me haca caso. Dijo que era como comerse una serpiente normal! Bueno, por lo menos la cortar me dije. Pero no, cmo iba a hacer l eso. Y slo porque yo le dije que lo hiciera, claro. Dijo que ella nunca cortaba las cosas que coma, as que por qu haba de hacerlo l? Se crea que todo lo que el bicho pudiese hacer poda hacerlo l. Pero claro, no pudo. No pudo comerse ni siquiera la mitad! Y cuando aquel terco estpido hubo de admitir que yo tena razn, como siempre, era ya demasiado tarde. Que eso sea

una leccin para vosotros". Siempre contaba esta historia a los nios que se atragantaban por intentar tragar algo sin apenas masticarlo. Pero otras veces salpicaba sus acres comentarios de lgrimas; su larga nariz se pona roja como una fresa y su cuerpo anguloso se estremeca en un calvario de remordimientos. "Podra haberla cortado despus de medio metro", gema. "Y entonces no se habra muerto l. No lo hice porque quera que le sirviese de leccin. Le dej ir demasiado all, se excedi en varios palmos. Oh, Monty, Monty, Por qu me provocaste as?"

Se converta entonces en una figura trgica, y Ta Aggie y Ta Nellie se sentaban y hablaban con ella intentando consolarla; la cosa acababa con que las tres se ponan a llorar por los maridos que haban perdido. "Ay, qu muchacho tan guapo y tan listo tena yo", gema Ta Aggie. "El len te llev, Patrick, Maldito sea el viejo Cromwell!" .

Las mujeres dicen a veces todas las tonteras que les vienen a la cabeza. "Un rinoceronte lanudo adems", gema Ta Nellie. "Esa bestia odiosa y repugnante, qu tena que hacer aqu en Africa? Por qu no se habra quedado en la Riviera, donde el hielo? Por supuesto que perdi el control, al venir aqu con ese ridculo exceso de abrigo!"

No puedo recordar a todos los nios de la familia; a algunos los devoraron los lobos antes de que creciesen. El que estaba ms prximo a m era mi hermano Oswald, que pronto mostr su notable genio como cazador y trampero y tambin como pescador. Siendo muy nio, se pasaba horas a la orilla de un ro observando a los peces e intentando cogerlos, tal como vea hacer a los pjaros. Al final consigui coger uno grande e intent comerlo; y casi muri de la muerte de To Monty. Tardamos mucho tiempo en descubrir un medio realmente satisfactorio de comer pescado.

Pero deberamos ser capaces de comerlosdeca l obstinadamente; he visto a un leopardo comerse uno.

T no tienes por qu andar observando a los leopardos a tu edad! grit Madre. Cmo te atreves a hacer una cosa as, nio desobediente! Venga vete a tallar pedernales.

Oswald obedeci sombro; a diferencia de Wilbur, tena un talento natural desde muy pequeo para tallar pedernales.

Muy bien, hijo modeca Padre cuando Wilbur tallaba una piedra con una precisin asombrosa para un nio de su edad. Pero, aunque muy hbil con el pedernal y el cuerno, tena escasa iniciativa, y nos segua a Oswald y a m en la mayora de las cosas. Haca de ayudante nuestro, llevndonos las varas aguzadas cuando bamos de caza, afilando nuestros pedernales, transportando a casa lo que matbamos; l haca la mayor parte de las tareas para capturar las piezas pequeas, y era el que sola robar de los avisperos la miel para todos nosotros.

Tambin nuestro hermanastro Alexander ayudaba en estas tareas; pero aunque era bastante voluntarioso no podamos confiar en l, pues raras veces terminaba los trabajos si no le vigilabas y le gritabas cuando los abandonaba. No es que le faltase perspicacia o persistencia; simplemente se quedaba embobado ante cualquier cosa que vea, sobre todo tratndose de animales. Se quedaba como en trance y tenas que darle con una piedra en la cabeza para despertarle. Ni l mismo poda explicarlo. Su observacin de los animales era extraordinariamente aguda, pero constitua algo sin un claro objetivo, algo que no se relacionaba con las tcnicas de caza, como en el caso de Oswald; y observaba con el mismo placer a los pjaros, la mayor parte de los cuales son,

claro est, totalmente intiles salvo para indicarte la presencia de la caza mayor. Alexander poda ayudarnos a veces en las expediciones cinegticas por el mismo motivo. Lo malo era que senta el mismo inters por un papamoscas que por un avestruz o un antlope.

Hay algo en ese muchacho, estoy seguro o que comentaba Padre a Madre un da, despus de que Alexander les explic que la hembra del rinoceronte siempre camina exactamente detrs del macho, pero no tengo ni idea de lo que es.A veces llamaba a Alexander "nuestro joven naturalista".

Tambin tena yo un hermano mucho ms pequeo, William, pero ramos Oswald, Wilbur, Alexander y yo quienes formbamos el grupo que ayudaba a Padre en sus caceras.

De las chicas, mi hermana Elsie era la que senta ms prxima a m; habamos decidido emparejarnos cuando creciramos. Ella era alta y esbelta como una gacela joven, y saba correr y saltar y tirar igual que un chico. Madre le asignaba la mayora de las tareas de la cueva, y a medida que nos hacamos mayores fue dejando progresivamente de salir en las expediciones de caza. Nunca pude entender por qu Madre encontraba siempre algo urgente para que hiciese ella en casa en el momento mismo en que debamos salir. Haba una expresin anhelante en sus grandes ojos castaos cuando me deca: "Tengo que quedarme para cuidar el fuego y atender a los nios, Ernest, pero treme algo lo hars?" Yo siempre lo haca. Le guardaba los ojos de las piezas, cuando me correspondan; o un hueso con tutano, o una hoja llena de miel o de pulpa de termitas.

"Gracias, gracias, querido Ernest", me deca mientras lo depositaba en su roja y voluptuosa boca. "Saba que no te olvidaras de m", y luego me rodeaba con sus brazos alegremente, y yo consideraba que mereca la pena privarme del placer que le proporcionaba a Elsie. No hubiese sido capaz de hacerlo por nadie ms.

Tenamos otras tres hermanas: Ann, Doreen y Alice; Tenamos acordado entre nosotros, los muchachos, que cuando fusemos mayores, Oswald se unira a Ann (era una chica fuerte, muy capaz para transportar la caza hasta casa), Alexander a Dorren (que era maternal y le quera mucho), y Wilbur a Alice. Las cosas iban a ser as de sencillas. El fuego nos daba luz despus de ponerse el sol, y aprendimos el infinito lujo de relajarnos alrededor de l al anochecer, mascando nuestra comida, sorbiendo el tutano de los huesos y contando historias. Estas, al principio, procedan casi exclusivamente de Padre; y la mejor de todas era la de cmo haba conseguido traer el fuego salvaje. La recuerdo palabra por palabra.

Todos recordisdeca Padre, sentndose cmodamente con una vara para aguzar, pues casi nunca estaba ocioso. Todos recordis lo mal que nos iban las cosas en aquella poca. Nos estaban cazando y acosando hasta la extincin. Perdisteis tos, tas, hermanos y hermanas en aquella carnicera. Los carnvoros se haban volcado en nosotros debido a la escasez de ungulados en la regin. No s exactamente a qu se debi esto. Quizs fuese una serie de perodos de sequa que redujeron sus pastos. Quizs a una enfermedad que los diezmase. Lo cierto es que en cuanto los felinos empezaron a comernos en cantidades apreciables, adquirieron rpidamente la costumbre y el gusto de hacerlo, y por supuesto les resultbamos presas ms fciles de capturar.

Debis preguntaros sin duda por qu no decid conduciros a zonas ms seguras. Por supuesto, pens muchas veces en ello. Pero, adnde bamos a ir? Haca el norte, internndonos ms en las llanuras, donde los carnvoros podan seguirnos y diezmarnos en el viaje? Volver al bosque, donde incluso ahora a To Vanya le resulta cada vez ms difcil alimentarse? No poda admitir sacrificar los esfuerzos de centenares de miles de aos de evolucin y la cultura de la Edad de Piedra y empezar otra vez como monos arborcolas. Mi viejo padre se habra levantado del cocodrilo que le sirvi de tumba, si yo hubiese traicionado todo lo que l defendi. Tenamos que quedarnos, pero tenamos que utilizar la cabeza. Debamos hallar algn medio de impedir que los leones siguieran devorndonos, un medio definitivo. Cul poda ser? Al final descubr que sta era la cuestin clave. He ah la maravilla del pensamiento lgico; te permite eliminar sistemticamente las alternativas hasta dejar slo la cuestin bsica que debes resolver.

Padre sac una vara chamuscada del fuego e inspeccion pensativo su humeante punta.

Yo saba, como sabemos todos, que los animales temen el fuego. Tambin nosotros lo tememos, pues somos animales como los dems. Lo hemos visto de vez en cuando burbujear y hervir ladera abajo en las montaas, incendiando bosques; y todas las especies huyen de l entonces, aterradas. Y nosotros tambin, tan deprisa como puede huir el ciervo; y el peligro hace hermanos a leones y hombres-mono. Hemos visto tambin estallar toda una montaa en humo y llamas y a todos los animales huir aterrados. No ocurre a menudo, pero sabemos lo que pasa cuando ocurre. No hay dolor como la quemadura; ni muerte como la de morir quemado. O eso parece. Siendo as, mi problema era lograr el efecto de un volcn sin perecer yo mismo. Lo que quera era un pequeo volcn porttil. La idea general me asalt con vvida claridad una noche en que estaba de vigilancia en las barricadas. Pero la idea general (la solucin terica) es una cosa, y la aplicacin eficaz otra muy distinta. Las ideas tericas no permiten expulsar a los osos de las cuevas. Yo estaba extasiado ante la maravilla de mi teora, pero comprenda que si no hacia algo ms que complacerme ante su maravilla, acabara infaliblemente devorado con el resto de mi familia.

Cmo trabaja el fuego? Mi segunda idea decisiva, que me asalt poco tiempo despus, fue que deba subir a un volcn a observar. Evidentemente era el camino ms adecuado, y me maldije por no haberlo pensado antes, os lo aseguro. Sobre todo deba hacerlo entonces, en mitad de una emergencia. Pero no haba duda de que mi nica esperanza de encontrar el tipo de fuego limitado, tamao familiar, que deseaba, era subir a un volcn e intentar traer un poco de algn modo. No poda buscarlo en ningn otro sitio, ni tena tiempo para pensar ms. Decid arriesgarlo todo en un ltimo intento.

As que me fui al Ruwenzori. Me orient por las llamas que salan de la cima y, bordeando los glaciares por un lado, ascend sin detenerme. La montaa est rodeada de un cinturn de espeso bosque, formado principalmente por alcanfores y euforbios, lo cruc lo ms deprisa que pude, en parte por el suelo y en parte de rama en rama. Al principio vea animales (jabales verrugosos, monos, varios felinos, etc.) y bandadas de aves; pero gradualmente, a medida que desaparecan los rboles, fui encontrndome cada vez ms solo. Poda or el rumor de rugidos subterrneos, que me recordaban los del len. Al final me vi ante una zona de sabana, con rocas ennegrecidas, manchas de hierba y raquticos rboles; haca un fro mortal, y haba incluso manchas de nieve. El aire se haca ms sutil y me costaba trabajo respirar. Estaba ya completamente solo, salvo por un tetratornis que volaba muy alto haciendo crculos sobre las copas de los rboles que haban quedado atrs y que a lo lejos no pareca ms grande que un guila. Un viento helado azotaba la tierra y me temblaban los hombros de fro, pero bajo mis pies notaba a menudo las rocas dolorosamente calientes. Comenc a preguntarme por qu haba ido all; no vea ya ms que roca desnuda y lava solidificada, y ms arriba, bajo un palio de negro humo, los labios mellados del crter. Entonces, sbitamente, comprend lo aventurado de mi empresa: iba a buscar un instrumento capaz de chamuscar las narices de un len en un lugar donde las rocas ardan como si fuesen modera seca. Mi corazn estuvo a punto de desfallecer; sent un vigoroso impulso que me mova a dar la vuelta y a escapar de all; pero comprend que volver con las manos vacas era tan intil como no volver; y el puro inters del escenario me hizo continuar.

Mi persistencia se vio sbitamente recompensada. Descubr que no poda, como en principio me haba propuesto, escalar hasta el borde mismo del crter; las rocas aun ascendan unos mil metros o ms por encima de m. No tena ms eleccin que abrirme camino en espiral alrededor del crter, pero cuando sal al otro lado de la montaa vi algo que renov todas mis esperanzas. Vi que no sera necesario subir hasta la cima misma, lo cual poda haberme costado das, si sobreviva a la noche en un lugar sin proteccin como aqul. Lo que vi fue que surgan humo y vapor muy abajo, por aquella ladera de la montaa, solo un poco ms arriba de donde yo estaba entonces. Haba, pues, fuego disponible mucho ms abajo, y suficientemente lejos de los peligros del propio crter, resplandeciendo y burbujeando con miles de grados centgrados. En consecuencia, cruc oblicuamente la ladera hacia el humo. All, despus de no pocos trabajos, descubr algo ms providencial. El lquido del interior de la montaa brotaba y descenda lentamente por el flanco rocoso de sta. Era como si la montaa hubiese sido rasgada por un enemigo, y sus rojas entraas arrancadas; o quizs como si la montaa hubiese tenido una especie de clico y estuviese vomitando. Esto, segn creo, me aproxim ms a la comprensin de cmo haba sido hecho el mundo mismo, pero por desgracia, no tuve tiempo de hacer ms que precipitadas observaciones. Lo que me interesaba de forma inmediata era que cuando aquel vmito ardiente tocaba un rbol que se interpona en su camino, el rbol se encenda en llamas al instante.

All, entonces, estaba lo que yo quera: una conexin entre el fuego bsico de la tierra y el fuego porttil que buscaba yo. Mientras observaba, comprend el secreto del asunto: pues cuando un rbol se incendiaba, todo rbol que le tocase se incendiaba tambin. Este era el principio de la transmisin del fuego, demostrado en la naturaleza. Si uno toca el fuego con algo que a este le guste comer, ese algo se incendia inmediatamente. Esto resulta evidente ahora, pero tened en cuenta que yo estaba vindolo por primera vez.

La vara de Padre haba dejado de humear y l comenz a raspar con aire ausente la punta ennegrecida con un trozo de pedernal.

El volcn era el fuego padre; los rboles eran hijos e hijas, pero podan convertirse tambin en padre del fuego a su vez si tocaban otro rbol combustible. La simple aplicacin del principio me sugiri inmediatamente una solucin. Lo nico que tena que hacer era coger una rama cada, acercarla a uno de los rboles en llamas, y marchar con

ella. Lo intent inmediatamente; resultaba difcil, pues la pared de lava emita un calor tremendo y hube de acercarme a cuarenta metros de ella; pero result! Mi rama arda! Tena fuego en mis manos. Lanc un grito de alegra mientras me alejaba con la rama de los rboles en llamas, alzndola en el aire, y vea aquel pequeo volcn ardiendo y humeando sobre mi cabeza. Con aquella terrible antorcha en mi mano caba que poda asustar y hacer huir a un len. No me detuve ni un instante, sal corriendo hacia casa. Hasta que no recorr un kilmetro no me di cuenta de que mi rama llameante haba dejado de llamear y no era ms que un tronco ennegrecido y caliente que me quemaba la mano.

"As que tuve que volver para hacer unos pequeos experimentos. Un fuego pequeo, comprob, devoraba muy pronto su comida; haba que darle ms porque si no mora. Para transportarlo me di cuenta de que tendra que establecer una especie de sistema de relevos. Encenda primero una rama y luego, cuando la tuviese casi consumida, encenda otra del rbol ms prximo y as sucesivamente. Todo muy simple y lgico, visto desde aqu... pero no lo era tanto entonces. Este plan funcion admirablemente, si bien descubr que algunos rboles no ardan tan bien como otros. Pero teniendo cuidado, consegu llegar hasta aqu perfectamente, con la rama seiscientos diecinueve de la serie, con la que consegu ahuyentar a los leones y encender un fuego nuestro dentro de la empalizada; el mismo fuego que trajimos aqu, y que no ha vuelto a apagarse desde entonces. Pero aunque se apagase seria muy fcil...

Padre se detuvo de pronto, mirando con la boca abierta la vara que tena en la mano.

Tiene gracia! balbuci. Mientras hablaba con vosotros, sin pensarlo siquiera, he hecho un invento importantsimo: la vara de mximo rendimiento con la punta endurecida al fuego!

Siempre andbamos buscando un trozo de madera recto y filme para convertirlo en una buena vara con nuestros rascadores de pedernal, para abatir fcilmente la caza menor, pero el problema era siempre la punta. Hasta para matar a un animal pequeo tenamos que acercarnos mucho, porque desde lejos la punta tena escaso poder de penetracin. Pero resulta difcil acercarse a cinco metros de un animal, y perdamos muchas piezas por ese motivo. Nuestras varas simplemente rebotaban en la armadura de los animales grandes, y acercarse mucho a la mayora de ellos resultaba peligroso. El mejor sistema era atacar en bandada, y luego seguir a los animales hasta que se encontraban demasiado agotados para luchar; pero a veces no hacas ms que seguirlos hasta que los liquidaba un leopardo o un len.

Las nuevas varas endurecidas al fuego alteraron significativamente la situacin. Resultaban mortales para las cebras, por ejemplo, a doce metros. Y practicbamos regularmente con blancos a quince metros. Yo poda acertar a la cuenca ocular de un crneo de cebra a catorce metros. Oswald a quince, e incluso a ms si la vara era buena. Practicbamos, desde luego, con varas sin punta, porque para endurecer las puntas para cazar tenamos que volver al fuego. Despus de que la lanzabas unas cuantas veces la punta quedaba roma. Esto limitaba la ventaja de la nueva arma, sin duda, pero su introduccin general signific un gran incremento de nuestro suministro de comida. Ya no pasbamos tan a menudo hambre ni fro.

Empezamos a cazar caballos y cebras como algo normal, y tambin impalas, venados, kongonis, oryx y ovejas, siempre que se nos presentaba la oportunidad, por supuesto. Los ensartbamos en las hierbas altas que cubran las llanuras, corriendo agachados pero irguindonos para localizar a nuestra presa. Aunque los rebaos tenan centinelas que deban avisarles, esta habilidad de correr agachado y erguirse luego o subir a los rboles para buscar la posicin ms favorable, nos ayudaba mucho. Slo la jirafa poda mirar por encima de las altas hierbas mejor que nosotros, y normalmente nos localizaba; y luego su gran velocidad las alejaba de nosotros enseguida. No conseguamos cazar muchas, pero tenamos ms suerte con los chalicoteriums, cuyos cuellos eran algo ms cortos; pero eran ms peligrosos que las jirafas cuando se vean acorralados o heridos, pues podan hacerte tremendas heridas con sus astas. Las nuevas varas permitan tambin matar bfalos, pero estos animales eran demasiado peligrosos, y al principio muchos perdieron la vida clavndoles varas no lo bastante profundamente. Nadie corre ms deprisa que un bfalo, aunque el animal lleve una vara clavada en el lomo.

En el bosque habamos cazado siempre cerdos, jabales verrugosos, monos y cosas parecidas; pero ahora podamos atacar tambin al jabal gigante. Probamos nuestras nuevas varas con cocodrilos e hipoptamos en los ros. Pero nos proporcionaban poca seguridad adicional en aquellos lugares peligrosos donde, lo mismo que el resto de los animales, tenamos que arriesgar a menudo nuestras vidas por un trago de agua.

Como los cocodrilos, tendamos emboscadas a los animales que bajaban a beber a los ros y estanques. Observando el terror de un animal acorralado, que se lanzaba entre los espinos o se hunda en las cinagas de papiros, se nos ocurri la idea de tender trampas. Padre se interes especialmente en eso, pero nosotros no nos entusiasmamos gran cosa con la idea, pues recay sobre nuestras espaldas la tarea de cavar los pozos en los que habian de caer los animales. Cavar un agujero de tres metros de profundidad y cuatro de anchura, significa mover casi cincuenta metros cbicos de tierra, lo que no resulta precisamente divertido cuando slo se dispone de una vara endurecida al fuego para cavar y un omoplato de caballo y las manos desnudas. Pero Padre insista. Lo que le gustaba de las trampas, segn deca, era su carcter automtico. "S que es un trabajo duro", admita, apero la idea es magnfica. Lo nico que tenemos que hacer es idear un equipo de movimiento de tierras ms eficiente". Pero nunca lo hicimos, y fue un alivio para nosotros el que ms tarde se le ocurriera la idea de suspender una vara aguzada, con la punta hacia abajo entre dos rboles, sostenida por una cuerda de enredadera, de

tal modo que sta rodease la lanza y cruzase entre los rboles exactamente a la altura de los colmillos de un jabal antes de anudarse de un lado. Cuando el jabal rompa la cuerda la lanza le caa entre los omoplatos. "El germen del sistema autoalimentario" dijo Padre crpticamente, y habramos llenado el bosque con lanzas de este tipo de no ser porque corramos el peligro de olvidar dnde estaban localizadas y de perecer nosotros mismos. To Vanya escap por los pelos en una ocasin.

Cazbamos abundantemente, con una nueva confianza en nosotros mismos proporcionada por nuestras nuevas varas y por la seguridad de nuestra cueva defendida por el fuego. Cuando matbamos a una pieza, la desollbamos y despiezbamos, regalndonos con la sangre, los sesos y las entraas en el lugar donde caa, bajo la alegre msica de chip-chip-chip de los cuchillos de pedernal. Luego cuartebamos el animal y llevbamos las piezas a casa a hombros: majestuosos trofeos comparados con los conejos, tejones, ardillas o pequeos antlopes que tan a menudo haban sido nuestro nico botn en los viejos tiempos. Con las nuevas varas alejbamos fcilmente a las hienas que queran unrsenos. Con ellas podamos aprovecharnos tambin de las disputas entre los animales. Podamos observar los combates entre rinocerontes o elefantes en la poca de celo y rematar al derrotado, herido o agotado; luego toda la horda se lanzaba sobre el cadver como una manada de buitres y lo devoraba en un fin de semana. Las grandes hachas se alzaban y caan separando las inmensas vrtebras, los gigantescos fmures, grandes como los troncos de los rboles cados del bosque, llenos de ricos tesoros de tutanos. El sistema de caza mucho ms eficaz permita a las mujeres quedarse ms en casa en vez de seguir a los cazadores y participar tambin en sus tareas. "El lugar de la mujer es la cueva", empezaba a decir Padre.

Nosotros los muchachos nos incorporbamos a la cacera, no slo porque nos necesitaban sino porque Padre consideraba que no haba ms mtodo de educacin posible que el mtodo directo. Se nos enseaba desde nuestra ms tierna edad a tallar el pedernal. El muchacho que no estuviese durmiendo o siguiendo a los cazadores, deba estar con sus pedernales, en opinin de Padre. Tambin pensaba que no haba edad demasiado temprana para empezar. A los nios, casi nada ms nacer, se les pona un guijarro en cada manecita, y, despus de tragarse unos cuantos, pronto aprendan a golpear uno con otro imitando a sus mayores. "Nunca olvidemos", dira Padre, "que todo depende, en definitiva, de nuestra habilidad para concentrar nuestra visin. Aunque tuviramos manos y visin estereoscpica no podramos tallar el pedernal si no fusemos capaces de centrar la vista". Tambin las nias tenan que tallar. "Una chica tiene que ser capaz de ganarse la vida por s misma", deca Padre. "Incluso en estos tiempos. Una chica que sepa realmente afilar un trozo de obsidiana, siempre podr conseguirse un compaero o una comida decente".

As pues, nunca se acababa el trabajo de tallado, y Padre nunca se cansaba de hablar sobre este arte. Cuando nos quejbamos de la fragilidad de los filos que tanto trabajo nos haban costado, por ejemplo, deca rpidamente: "No olvides que la fragilidad del pedernal ha hecho posible la ascensin del hombre. Los monos utilizaron herramientas durante miles de aos antes de pensar en hacerlas, porque un pedernal, al romperse accidentalmente te proporciona un instrumento de borde cortante, que no hay ms que recoger del suelo. Luego alguien tir una piedra y vio lo que pasaba, y durante mil aos ms el arte de la fabricacin de herramientas fue simplemente el arte de arrojar un trozo de pedernal contra una roca y recoger los fragmentos tiles. Si pensis que lo que estis haciendo es un trabajo duro, intentad fabricaros rascadores por ese sistema! Al fin, en vez de tirar los pedernales, los hombres comenzaron a tallarlos, as es como empez todo. Los mtodos modernos han puesto fin a aquella prdida de tiempo y de material de la antigedad. Ahora eliminamos un fragmento de un ladoAs! y luego utilizamos esa superficie como una plataforma para conseguir nuevos fragmentos As!

Uno! Dos! Tres! Cuatro!Qu maravilla! Ahora podis ver lo uniformes que son los fragmentos, y cunto ms ligeros son los golpes que debis dar a la piedra. Y podis variar su fuerza; levemente As! si os interesa un fragmento pequeo, o ms fuerteAs!cuando os interesa un fragmento mayor o la superficie lo exige. Bien, ahora quiero

que retoquis todos esos fragmentos para antes de la hora de comer.

El segundo gran departamento de educacin era el estudio de los animales que cazbamos, y de los que nos cazaban. Tenamos que aprender dnde vivan, de qu vivan, a qu dedicaban su tiempo, cul era su olor, y cul su lenguaje. Desde nuestros primeros aos aprendimos a imitar el rugido del len, el carraspeo del leopardo, el bum-bum del avestruz, el trompeteo del elefante, el gruido del rinoceronte y el grito plaidero de la hiena. Descubramos por qu cebras y caballos, rpidos de pies, se atrevan a relinchar tanto y por qu impalas y gacelas eran tan silenciosas. Seguros en los rboles, los monos podan hablar entre s, como nosotros, vara en mano, podamos hacerlo en el suelo; pero los grandes rebaos se movan silenciosamente, rodeados de enemigos. Aprendamos a encontrar huevos de tortuga y de cocodrilo y a robar las cras de los pjaros en los nidos. Sabamos encontrar escorpiones y cortarles la cola antes de comerlos.

Estudibamos tambin botnica econmica. Algunos frutos, algunos hongos y algunas races se podan comer: otros no: a lo largo de la Edad de Piedra muchos pioneros haban dado sus vidas para descubrir exactamente cules eran unos y cules otros. Tenamos el instinto demasiado atrofiado para poder confiar en l. Debamos aprender la diferencia vital entre la raz de cazabe que nutra y la que mataba; tenamos que saber cules eran los frutos prohibidos, y alejarnos del rbol prohibido, Acocanthera byss Abyssinica, cuyas sola savia significaba muerte.

Cuando empezamos a cazar caballos y cebras de forma regular, empezamos a considerar a los grandes felinos ms como rivales que como enemigos, y empezamos a verlos incluso como modelos y como profesionales del mismo ramo. Les veamos trabajar: leopardos y panteras en los cerros altos, leones y dientes de sable en las llanuras, pumas, ocelotes y caracales en la selva y en los rboles; y hienas por todas partes. No poda por menos de impresionarnos el equipo cinegtico de que disponan: ojos, odos y olfato que les permitan funcionar perfectamente en la oscuridad, garras retrctiles para sujetar a la presa y para subir a los rboles, treinta formidables dientes, un magnfico sistema de camuflaje y una velocidad considerable, con una mxima de unos cien kilmetros por hora.

Padre les admiraba tanto como los dems, pero nos adverta que no debamos exagerar. "No es ms que especializacin", deca. "Son soberbias mquinas cinegticas orientadas a un solo objetivo. Cazan a la perfeccin. Y esa es su debilidad. No pueden hacer otra cosa. No evolucionarn mucho ms, creedme. No lo olvidis, con toda su fuerza y su habilidad, no sern capaces de superar su situacin. Si la caza desapareciese, se moriran de hambre; jams podran alimentarse de cocos! Algunos de ellos estn sentenciados ya. Pensad en el dientes de sable: puede atravesar la yugular de un rinoceronte, pero quin desea vivir de rinocerontes? Sus dientes son mortferos, no hay duda, pero el dientes de sable tuvo su momento cuando los animales eran ms grandes que ahora. Deba de liquidar infinidad de brontopos, amebelodones, megaterios y todos aquellos primeros mamferos de que sola hablarme mi padre cuando yo era nio; sus colmillos le hacan poderoso cuando la velocidad era mucho menos importante de lo que es hoy, pero ahora le restan movilidad. No olvidis mis palabras: est sentenciado. Los otros puede que aguanten mucho mejor y sobrevivan, pero llegar un da en que vengan a recoger las migajas de nuestra mesa".

Al or esto nos reamos, pero Padre mova la cabeza y aada: "Reos, reos, pero reduciremos al len a la mitad de su tamao. No es que diga que no haya animales que puedan derrotarnos. Pero lo ms probable es que sean antropoides. Siempre estoy al tanto de ese peligro. Vosotros nunca sabis lo que se cuece. Lo importante, sin embargo, es atenerse con firmeza a unos principios slidos; y yo estoy totalmente seguro de que el principio de especializacin impide, tarde o temprano, la evolucin. Sin embargo los animales estn fatalmente condenados a ella. Pensad, por ejemplo, en el viejo chalicoteria. No es ni un caballo ni un ciervo ni una jirafa. Tiene el cuello demasiado corto para que le sirva para dominar el paisaje y ver acercarse al enemigo y para alcanzar las hojas altas de los rboles cuando los grandes rebaos han acabado con la hierba. Pero es demasiado grande para poder utilizar con eficacia sus astas. No tiene tampoco pezuas adecuadas para alcanzar gran velocidad. No es ni una cosa ni otra, y los autnticos especialistas acabarn con l.

Pero nosotros no somos tampoco ni una cosa ni otradije yo.

Las tupidas cejas de Padre se fruncieron pensativas.

Eso es cierto, hijo mo, no hay duda. Nosotros hemos abandonado los rboles y nos hemos convertido en animales de presa; carecemos, sin embargo, de la dentadura y la velocidad de los felinos. Al mismo tiempo nuestra fuerza se basa en no ser especializado. Sera retrgrado volver a andar a cuatro patas y hacer que se desarrollasen nuestros caninos. Gatos y perros pueden cazar: pero, qu ms pueden hacer? Nada ms.

Pero Padre, quin quiere hacer otra cosa? pregunt Oswald.

Admito que t ests bastante especializado, Oswald dijo Padre con acritud. De todos modos, quiero que de vez en cuando ocupes tu mente primitiva en cosas ms elevadas.

Pero, qu otra cosa se puede hacer?insisti Oswald.

Espera y versdijo Padre, frunciendo los labios. Espera y vers.

S, ahora s que la has hecho buena, Edward dijo To Vanya, mientras mascaba un lomo de caballo.

Eso mismo decas antesreplic Padre, ocupado con un lomo de jabal. Pero dime, qu hay de malo, en realidad, en el progreso?

T lo llamas progreso dijo To Vanya, escupiendo un trozo intragable de cartlago en el fuego. Yo, desobediencia. S, Edward, desobediencia. Ningn animal ha intentado nunca robar fuego de los picos de los montes. T has violado las leyes naturales establecidas. Ahora comer un poco de este antlope, Oswald.

Para m es un paso adelanteinsisti Padre. Un avance en el proceso evolutivo. Un avance quizs decisivo. Por qu me consideras entonces desobediente? To Vanya le apunt acusatoriamente con una clavcula de antlope.

Porque lo que has hecho te ha apartado de la naturaleza, Edward. Es una presuncin condenable, es qu no te das cuenta? Y eso es decir poco. Tu eras un sencillo hijo de la naturaleza, lleno de gracia, formabas parte del orden natural, aceptabas sus obsequios y sus castigos, sus alegras y sus terrores: eras bueno, autosuficiente, inocente. Eras un elemento ms de la gran textura de la flora y la fauna, viviendo en relaciones perfectamente simbiticas, pero avanzando con el resto de los elementos con infinita lentitud en la majestuosa caravana del cambio natural. Y ahora, dnde ests?

Bueno, dime, dnde estoy?replic Padre.

Aisladocontest To Vanya.

Aislado de qu?

De la naturaleza... de tu solar... de cualquier sentido autntico de pertenencia... del Edn.

Y de ti? dijo Padre, sonriente.

Y desde luego de midijo To Vanya. Yo no estoy de acuerdo. Ya te lo he dicho antes. Lo desapruebo con todas mis fuerzas. Yo contino siendo un hijo de la naturaleza sencillo e inocente. Yo he elegido. Sigo mantenindome como un simio.

Quieres ms antlope?

Probar el elefante, gracias. Y no creo que hayas ganado gran cosa, Edward! Cualquier animal lo bastante presionado por el hambre utilizar alimentos no habituales; sa es la ley de la supervivencia. Frutos, races y gusanos constituyen mi dieta habitual, pero en circunstancias excepcionales se me permite comer caza. Oye, este elefante est un poco pasado, no crees?

S, desde luego. An no conseguimos matar elefantes con bastante eficacia. A ste le herimos y tuvimos que seguirle kilmetros y kilmetros. Luego tardamos varios das en traerle a casa. Los elefantes pesan demasiado. Pero duran mucho.

Oh, no te disculpes. Seria ridculo, dado lo impropio de todo el procedimiento. No me importa que est un poco pasado. As se mastica con ms facilidad: nuestros dientes no estn hechos para la carne, sabes, Edward. Todos vosotros pasis la mitad del tiempo masticando. Eso no es nada sano.

Si, eso es un problema, lo admitodijo Padre.

Ves como tengo razn? No puedes negar que la naturaleza nos revela claramente sus mandamientos. Nunca sers un cazador ~1e caza mayor, porque no tienes dientes para ello. Quieres una prueba ms clara? O esto otro: no debes robar fuego del monte porque tienes una magnifica piel peluda para mantenerte caliente.

No la tengoprotest Padre. Llevo aos sin tenerla. Adems, esta no es la cuestin, ni mucho menos. Tenamos que impedir que los felinos nos comieran. Eso era natural, no crees? Por supuesto, el fuego es una cosa magnifica en otro sentido, ahora que lo tenemos. Echa otro tronco, Oswald, hijo mo.

No debes comer del rbol de la ciencia del bien y del maldijo lgubremente Tio Vanya, retrocediendo.

Adems, no estoy seguro, ni mucho menos, de que nos hayamos separado de la naturalezadijo Padre. An no has contestado a mi pregunta. Por qu no puede ser evolucin el descubrimiento del fuego, lo mismo que el que la jirafa estirase su cuello o el caballo se librase de los dedos de los pies? Yo poda desarrollar una piel peluda si descendiese el hielo hasta aqu, supongo. Pero eso llevara muchsimo tiempo; y luego, cuando volviese a hacer calor, me pasara otra era penando para perder la piel. Lo mejor es poder quitarse y ponerse la piel a voluntad; hay una buena idea en esto, sabes, aunque quizs resultase difcil llevarla a la prctica. To Vanya resopl. Tal como estn las cosas, tenemos fuego, y podemos disponer de calor segn nuestro gusto. Esto es adaptacin. Lo mismo que evolucin, slo que ms rpido.

Ah est el asunto, condenado proyecto de hombre!grit To Vanya. No te das cuenta de que no tienes ningn derecho a acelerar las cosas? Precipitar los acontecimientos, eso es lo que ests haciendo en vez de adecuarte a ellos. Pretendes tener voluntad, incluso voluntad libre. Empujando a la naturaleza. A la naturaleza no se la puede empujar; va te dars cuenta de eso, ya.

Pero si es lo mismodijo Padre con indignacin. Slo que nosotros vamos un poco ms deprisa, nada ms.

Qu va a ser lo mismodijo To Vanya. Es completamente distinto! Esto es ir disparatadamente aprisa. Intentar hacer en mil aos lo que debe durar millones y millones... si es que en realidad debe hacerse, que me parece sumamente improbable. nadie puede vivir a este ritmo mortfero! No me digas que esto es evolucin, Edward... adems, t no eres quin para decidir si debes seguir evolucionando o no. Lo que t ests haciendo, segn tus propias palabras, es algo completamente distinto. Lo que t ests haciendo, y lamento mucho decirlo, es intentar mejorarte a ti mismo. Y eso es antinatural, presuntoso, es desobediencia, y, permteme que lo diga, es algo vulgar, burgus y materialista. Ahora dime. Edwarddijo To Vanya aviesamente, hablemos con claridad. T crees que estis creando una especie completamente nueva, verdad?

Bueno dijo Padre, con embarazo yo slo haba pensado...

Lo saba! grit triunfalmente To Vanya. Edward, puedo leer tus pensamientos como un... como un... bueno, yo s muy bien lo que te propones. S muy bien lo que te pasa. El orgullo, el orgullo pecaminoso de la criatura! No quedar impune, recuerda mis palabras. No te saldrs con la tuya. No, y te dir por qu. Ya no eres inocente, pero eres ignorante. Has roto tus lazos con la naturaleza, y crees que vas a poder dominarla. Pues bien, descubrirs que no es tan fcil como piensas, amigo mo! Mejorarte a ti mismo, eh? A ti no te basta el instinto, verdad? Veremos adnde te lleva esto... Maldita sea, que est haciendo ese bestia de nio!

Alexander intent huir hacia los rboles, pero el largo brazo de To Vanya le atrap rpidamente y le arrastro de nuevo hacia el fuego por una oreja.

Ay! gritaba Alexander, con la oreja implacablemente retorcida.

Qu estabas haciendo? atron To Vanya.

Yo... yo slo estaba... gimi Alexander y luego rompi a llorar. Tena en la mano un palo chamuscado y todo el cuerpo lleno de negros manchones.

Esto es un ultraje! grit To Vanya.

Djame verdijo Padre, acercndose apresuradamente; todos nos agrupamos siguiendo la direccin de la colrica mirada de To Vanya. Brot un grito de asombro.

All, en la superficie de la roca, estaba la sombra de To Vanya, fielmente perfilada a carboncillo. Era inconfundiblemente la sombra de To Vanya: slo a l podan pertenecer aquellos inmensos hombros cados, aquellas peludas rodillas semiflexionadas, aquella mandbula prognata y, sobre todo, aquel simiesco brazo extendido en un gesto tpico de acusacin. Era una sombra inmvil y fija del modo ms asombroso, en medio de todas las otras sombras que danzaban y se agitaban al ritmo del fuego.

Qu es esto?preguntaba To Vanya con voz terrible, aunque slo poda ver una desastrosa respuesta.

A-arte representativo balbuci Alexander.

Nio espantosobram To Vanya. Qu has hecho con mi sombra?

Ah la tienes... o si no te ha crecido otra muy deprisa, Vanya dijo suavemente Padre. No ves?

Ahdijo To Vanya, aplacando levemente su clera. S, ya veo. Pero no quiero separarme de mi sombra ni un slo instante, por culpa de tus malditos cachorros, Edward. Podra haberme hecho un dao mucho mayor. Y adems no tienes tampoco ningn derecho a esa sombra. Quiero tenerla otra vez... inmediatamente, me has odo?

Scala y dsela, Alexanderdijo Padre con severidad, y el pobre Alexander lo intent.

No puedogimote. Puedo borrarla, sin embargo. Ante nuestro asombro, la sombra desapareci bajo el sucio pie de Alexander. Era slo un dibujodijo.

Slo un dibujo!exclam Tio Vanya. Eso es el colmo, no hay duda. Te das cuenta, Edward? No puedes controlarlo, no puedes controlar eso que te complaces en llamar progreso. No has de hacer imagen grabada de tu to silb en el torturado y aterrado odo de Alexander.

Fue una inconveniencia, Vanyadijo Padre, y le castigar. Pero no creo que el chico quisiera hacerte dao.

Que no quera hacerme dao!chill To Vanya. Edward, t eres tonto. Esta es una generacin de vboras. Me voy.

A dnde?pregunt Padre, inocentemente.

Vuelvo a los rboles!grit To Vanya. Vuelvo a la naturaleza!

Padre dio una zurra a Alexander pero no con demasiada conviccin, como todos pudimos advertir.

No dibujes las sombras de la gente, hijo mo dijo. Eso no est bien. La gente lo interpreta mal y da lugar a malentendidos, y a incidentes desagradables. En esta etapa del desarrollo cultural debemos andar con cuidado en este campo. Sin embargo, eso no significa que tus... ejem... tus facultades de autoexpresin vayan a quedar totalmente suprimidas. Pensar en el asunto.

Ms tarde Alexander y Padre pasaron mucho tiempo juntos en un lugar donde las rocas caan casi a plomo hasta el suelo; de vez en cuando uno de ellos regresaba al fuego y recoga varas medio quemadas. Cuando intentbamos ver lo que estaban haciendo, nos ahuyentaban a voces. Pero al final volvieron triunfalmente a la cueva, varios das despus, gritando:

Ahora podis ir todos a verlo!

Y todos fuimos en rebao a la pared rocosa.

All, majestuoso, de tamao natural, haba un gran mamut negro! Las tas se pusieron a chillar y huyeron aterradas; los nios se subieron a los rboles en todas direcciones. Solo Oswald, Wilbur y yo bamos armados; inmediatamente lanzamos nuestras varas.

Detrs de las orejas! Defendamos nuestras vidas, muchachos! gritaba Oswald; pero el mamut permaneca imperturbable mientras las varas rebotaban en su piel. Y entonces vimos que Padre y Alexander estaban rindose a carcajadas.

No importadijo Padre. Hemos demostrado un importante principio psicolgico.

Pero es un mamutdijo Oswald. Puedo jurar que...

Qu?pregunt Padre.

Le vi moversemurmur Oswald.

Exactamentedijo Padre.

Es la sombra de un mamutdije yopero, dnde est el mamut?

Apuesto a que le herimosdijo Oswald. Tenemos que bajar y seguirle.

Creo que ser mejor que dibujes un antlope la prxima vezdijo Padre a Alexander. Los cazadores tienen una mentalidad demasiado literal.

Sin embargo, poco despus Oswald y yo perseguimos a un mamut y conseguimos derribarle. Era la viva imagen de la sombra dibujada. Y luego sucedi una cosa aun ms significativa: la sombra de la roca desapareci. A mi me pareca extrao que pudisemos comer el mamut sin que ello afectase a su sombra, y a la maana siguiente del da en que lo comimos fui a arrojar una vara o dos contra la sombra. Era una maana maravillosa, clara, fresca y soleada, despus de la lluvia. La sombra haba desaparecido.

Volv corriendo a dar la noticia. Padre se enfureci; simplemente no me crea, pero hubo de admitir que yo tena razn. Estuvo contemplando la roca desnuda durante por lo menos una hora y luego dijo:

Hay una explicacin perfectamente natural.

Claro que la hay, Padre dije. La sombra est dentro de nosotros con el mamut.

Ernest, hijo modijo Padre. Con ese cerebro tan sutil llegars lejos, no hay duda. Puede que demasiado lejos. Vete a tallar pedernales hasta que yo te diga. No podemos permitir que ese cerebro se sobrecargue.

Era un trabajo aburrido y repetitivo para un intelectual. Y tardaron mucho, mucho tiempo en avisarme de que lo dejara.

Yo no haba prestado demasiada atencin a Alexander hasta aquel sbito despertar de su talento, pero ahora senta hacia l un creciente respeto. Pronto se dedic a atrapar las sombras de toda clase de animales en las rocas, y su arte tena amplio y admirado pblico. Yo tuve la satisfaccin de que pudiese demostrarse que exista una correlacin significativa entre el trazado de la sombra, el arrojar contra la sombra las varas y la muerte subsiguiente del animal. Comprend inmediatamente que esto tenia consecuencias de gran valor prctico, que abra, de hecho, magnificas posibilidades. Padre medit sobre lo que a m me pareca una inexplicable ampliacin de la forma en que las obras de Alexander desaparecan como resultado de nuestra caza.

Obras maestras deca Padre con tristeza. Magnficos primitivos. Y todo condenado. La tcnica brillante, la composicin vigorosa, pero el medio frgil, la superficie no preparada y sin proteccin; pobre hijo mo, la posteridad nunca te proporcionar la gloria que mereces. Dudo que dure mucho ms en la cueva, pero, por qu no dibujas dentro?

Porque all no puedo ver nada dijo quedamente Alexander.

Oh, que fatalidaddijo Padre, y se alej suspirando.

Nadie poda considerar a Padre un tipo temperamental, y casi siempre estaba alegre, animado y activo, buscando trabajos para todos, supervisndolo todo. Ahora estaba discutiendo con las tas el raspado y cortado de las pieles; luego estudiando las propiedades de flexibilidad de las cuerdas de enredadera; ms tarde pensando en los posibles usos de las astas de las piezas cobradas.

El secreto de la industria moderna est en la utilizacin inteligente de los subproductos sola decir frunciendo el ceo, y luego se levantaba de un salto y coga a un nio que andaba gateando a cuatro patas, le abofeteaba con ferocidad, y lo haca ponerse de pie y tiraba de las trenzas a mis hermanas. Cundo acabaris de entender que a los dos aos deben andar de pie? Os he dicho miles de veces que debemos eliminar esta tendencia instintiva a volver a la locomocin cuadrpeda. Si no conseguimos eso todo estar perdido! Nuestras manos, nuestros cerebros, todo! Comenzamos a andar erguidos en el Plioceno, y si creis que voy a tolerar que se destruyan millones de aos de progreso por culpa de una pandilla de estpidas inconscientes, estis muy confundidas. Obligad a ese nio a andar de pie, o si no os dar una buena zurra.

Pero por esta poca pareci que le asaltaban ataques de depresin y desaliento. Esto nos desconcert, pues nunca habamos disfrutado de tanta prosperidad. Volvamos de las caceras cargados de piezas, y sin embargo Padre nos miraba lgubremente y deca:

S, s, muy bien, antlope, babuinos... Muy sabroso, no hay duda, pero qu habis hecho que sea nuevo?

Nosotros explicbamos todo el desarrollo de la cacera y Padre escuchaba atentamente con las mujeres; pero al final, siempre deca:

S, s, pero es lo mismo de siempre, comprendis. Qu habis hecho que sea nuevo?

Pero, Padre, qu podemos hacer en la caza que sea nuevo?protestaba Oswald. Lo hacemos de la forma que t nos enseas. Quieres que persigamos leones?

No, no, no quiero decir eso; lo sabis muy bien contest Padre quejumbrosamente. No podemos perseguir al len hasta que no tengamos... bueno, sa es precisamente la cuestin. Estis satisfechos con vuestro equipo?

Por supuesto, Padredijo Oswald.

Y t, Ernest... qu progresos has hecho?deca Padre con impaciencia, volvindose hacia m. Eres ya prcticamente un adulto, comprendes!

Bueno, Padredije yo. Estaba pensando en que poda hacer magia con las sombras...

Puaf!replic Padre. Y stos son mis hijos! William... bueno, me parece que t eres demasiado joven para exmenes.

Yo he cogido estodijo William inesperadamente.

Qu es eso?pregunt Padre con dureza, y William alz un pequeo objeto que se debata en sus manos.

Es un perritodijo William. Un cachorro. Le llamo Rags.

Ten cuidado no te d una indigestin dijo Madre. Se ponen duros enseguida. Ser mejor que lo comas inmediatamente, pero mastcalo bien, querido.

Pero si yo no quiero comerlogimi William.

Echalo aqu entoncesdijo Oswald.

No! grit William. No quiero. No quiero que lo coma nadie. Es mo! No lo comeris ninguno, me os? Pobrecito Rags.

Se ha welto locomascull Oswald.

El cachorro le morder, Padredije yo. Quieres que se lo quitemos?

No, no intentes hacerlo, Ernest grit William. Le dir que te muerda.

Siempre ha sido un nio histrico dijo Ta Nellie suavemente. Solan darle mucho ms a menudo estos ataques cuando era ms pequeo. Djamelo a m, William querido, los perritos muerden. Y tienen unas costumbres muy sucias, sabes. Djame que lo cuartee para ti, y te lo comers t solito de cena.

Os detesto! Os detesto! grit William, y el perro empez a ladrar furioso.

Un momento, un momentodijo Padre al ver a Oswald levantarse amenazador. Hay en esto mucho ms de lo que parece a primera vista. Sintate Oswald. Y clmate t, William. As que no quieres comerte el perro. Muy bien, no tendrs que hacerlo. Pero, qu hars con l?

Yo... mascull William. Yo quera educarlo, Padre. Su madre muri, y tambin sus hermanos y hermanas. Est solo en el mundo y es demasiado pequeo para seguir a la manada. Es muy carioso.. casi siempre. Y pens que si creca a mi lado podamos ser amigos siempre.

Y qu objeto tendra esto?pregunt Oswald impaciente. Aunque lo consiguieras, el perro no hara ms que ponerse demasiado duro para poder comerlo. Recapacita!

Eso har, Oswalddijo Padre. Ten la bondad de dejarme resolver este asunto a mi. Bien, William, yo no he dicho que fueses desobediente. Pero debes tener sentido. Qu ganaremos, hijo mo, teniendo por amigo a un perrazo amarillo de stos? Te robar la carne, no te quepa duda.

No me importaradijo terco William. Al menos mientras sea pequeo. Cuando crezca puede venir a cazar conmigo y tener una parte en la presa. Ayudara mucho en la caza, porque corre mucho.

Vayagrit Oswald con una gran risotada. Esta es la idea ms estpida...

Calma, Oswald intervino Padre. Calmaos todos! No es una idea tan estpida como imaginis. Dejadme pensar... William, no estoy seguro pero creo que has dado por fin con algo nuevo. El perro, el fiel amigo del hombre, hombres y perros cazando. Mm, si, puede ser, quizs sirva. Podra servir muy bien! Galgos, mastines, podencos... Las posibilidades son magnificas! Dime, William, cules son exactamente las relaciones entre ese cachorro y t?

Bueno dijo William defensivoestoy ensendole a pedir. Ya sabe casi.

Veamosdijo Padre.

Nos colocamos todos alrededor de William. El cogi al perro por la piel del cuello con una mano y lo deposit en el suelo, y con la otra situ una zanca de avestruz a un metro por encima de l.

Tiene que sentarse sobre las piernas traseras explic William y alzar las delanteras y esperar a que yo le d la zanca. Luego, le ensear "espera", y "ya", que significa que no debe tocar la carne hasta que yo diga "ya" despus de haber dicho "espera". Luego le ensenar "por favor" y "gracias", y despus de eso debo ensearle a andar slo con las patas. traseras, y despus...

S, sdijo Padre. Veo que has planeado muy bien todo el sistema, William. Pero ahora veamos cmo se alza sobre las patas traseras y cmo pide.

Muy bien dijo William dudoso. Vamos, Rags, pide! Pide, Rags perrito bueno!

Durante todo este tiempo el cachorro haba estado gimiendo y debatindose intentando librarse de William. Cuando William lo solt, las cosas sucedieron demasiado aprisa. Rags dio un salto y asest a William un feroz mordisco en la mano. William, con un grito de "Maldito Rags!, solt la zanca. Rags la atrap y se meti entre las piernas de Oswald. Oswald intent arrearle un puetazo, fall, y con una explosin de blasfemias se aplast los nudillos contra el suelo rocoso. Yo, que haba intuido vagamente que algo pasara, haba cogido una vara y con ella intent golpear a Rags, pero slo golpe a Alexander en las canillas. Alexander cay hacia atrs y al caer dio un fuerte golpe en la barriga a Tia Pam con el codo. Ta Pam cay sentada entre las brasas, lanz un chillido, agarr a Tia Mildred por el pelo para intentar levantarse, Ta Mildred chill tambin, y luego todas las tias empezaron a gemir, mientras Madre aplicaba hojas de llanten al trasero de Ta Pam. Mi hermana Elsie, que haba salido corriendo detrs del perro, volvi jadeante.

Se escap dijo.

No volvimos a ver a Rags, aunque William sali tras l tras disculparse precipitadamente.

Bueno, all t dijo Padre ms tarde. Me temo que era una tarea demasiado grande para ti. Qu lstima.

Estoy seguro de que emprend un camino interesantedijo William, lamindose la mano. Hay que cogerlos muy pequeos y tratarlos con amabilidad.

Puede que sdijo Padre secamente. Pero el problema es, qu puedes hacer si continan comportndose como animales salvajes? Ese es el problema. Si esa herida que tienes en la mano se infecta, morirs y sers un mrtir del progresoaadi amablemente. As que no te entristezcas demasiado, hijo mo. El adelantarse al propio tiempo es una gran cosa, y ms a tu edad. T y Alexander os habis portado muy bien ltimamente. Slo espero que esta temprana promesa no se disipe cuando seis ms viejos por excesiva aficin a los placeres de la caza.Lanz una mirada feroz hacia Oswald y hacia m. Que esto sea una leccin para vosotros, los mayores. Hay muchas cosas que meditar, mucho que aprender y nos queda an un largo, largusimo camino. No debemos dormirnos en los laureles, no podemos permitrnos