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LA LITERATURA DEL SIGLO XIX Lengua castellana y Literatura – 1º Bachillerato 1 LA LITERATURA DEL SIGLO XIX Dos grandes corrientes se desarrollaron a lo largo del siglo XIX: el Romanticismo, que había comenzado a extenderse por Europa de acuerdo con la voluntad transformadora de este momento, y, posteriormente, el Realismo, que pondría su atención en el análisis de la sociedad contemporánea. LA LITERATURA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX: EL ROMANTICISMO Se conoce con el término de Romanticismo el movimiento cultural que se opone, de forma más o menos explícita, a los principios característicos de la Ilustración y que es resultado de la profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio, como es el del principios de siglo XIX. 1. RASGOS DEL ROMANTICISMO Los rasgos esenciales de la cosmovisión de los románticos son los siguientes: El individualismo: en el Romanticismo se reivindica el yo del autor, tanto en su faceta creativa —defensa de la originalidad—como en la existencial; el hombre romántico tiene una conciencia aguda y dolorosa de la propia personalidad, de ser distinto de los demás, y afirma constantemente ese yo frente a todo lo que le rodea. En algunos casos, se siente superior a todo lo otro: exalta su sensibilidad, sus emociones —que nadie puede siquiera comprender—, su genio, pero también su desgracia o infelicidad, mayores que las de nadie. El choque entre el yo hipertrofiado romántico y la realidad prosaica y gris que no da satisfacción a sus anhelos e ideales produce en el artista romántico un hondo desengaño, un tedio y un hastío vitales que lo llevan a rebelarse contra las normas morales, sociales, políticas o religiosas. Irracionalismo: se niega que la razón explique por completo la realidad. Es más, se abandona la idea de que existan verdades fijas e inmutables. Por el contrario, la realidad es, en esencia, cambiante, caótica e incomprensible. Por ello, no hay entre los románticos un pensamiento sistemático coherente que aspire a comprender el mundo de forma global. Este rechazo de la razón y de lo racional justifica también la preferencia de los románticos por temas como lo sobrenatural, lo mágico y lo misterioso. Para ellos, el mundo es esencialmente un misterio, algo oculto a lo que la razón es incapaz de llegar.

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LA LITERATURA DEL SIGLO XIXLengua castellana y Literatura – 1º Bachillerato

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LA LITERATURA DEL SIGLO XIXDos grandes corrientes se desarrollaron a lo largo del siglo XIX: el Romanticismo, que había

comenzado a extenderse por Europa de acuerdo con la voluntad transformadora de este momento, y, posteriormente, el Realismo, que pondría su atención en el análisis de la sociedad contemporánea.

LA LITERATURA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX: EL ROMANTICISMO

Se conoce con el término de Romanticismo el movimiento cultural que se opone, de forma más o menos explícita, a los principios característicos de la Ilustración y que es resultado de la profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio, como es el del principios de siglo XIX.

1. RASGOS DEL ROMANTICISMO

Los rasgos esenciales de la cosmovisión de los románticos son los siguientes:

El individualismo: en el Romanticismo se reivindica el yo del autor, tanto en su faceta creativa —defensa de la originalidad—como en la existencial; el hombre romántico tiene una conciencia aguda y dolorosa de la propia personalidad, de ser distinto de los demás, y afirma constantemente ese yo frente a todo lo que le rodea. En algunos casos, se siente superior a todo lo otro: exalta su sensibilidad, sus emociones —que nadie puede siquiera comprender—, su genio, pero también su desgracia o infelicidad, mayores que las de nadie. El choque entre el yo hipertrofiado romántico y la realidad prosaica y gris que no da satisfacción a sus anhelos e ideales produce en el artista romántico un hondo desengaño, un tedio y un hastío vitales que lo llevan a rebelarse contra las normas morales, sociales, políticas o religiosas.

Irracionalismo: se niega que la razón explique por completo la realidad. Es más, se abandona la idea de que existan verdades fijas e inmutables. Por el contrario, la realidad es, en esencia, cambiante, caótica e incomprensible. Por ello, no hay entre los románticos un pensamiento sistemático coherente que aspire a comprender el mundo de forma global. Este rechazo de la razón y de lo racional justifica también la preferencia de los románticos por temas como lo sobrenatural, lo mágico y lo misterioso. Para ellos, el mundo es esencialmente un misterio, algo oculto a lo que la razón es incapaz de llegar.

Idealismo. En conexión con la filosofía idealista, fundamentalmente alemana, que se impone con fuerza en toda Europa en la primera mitad del siglo, el hombre romántico siente predilección por lo absoluto, lo ideal. No quiere una parcela de libertad, un avance en el progreso o la contemplación de algo bello, sino que se lanza a la búsqueda de la Libertad, del Progreso, de la Belleza. Hay en los románticos un sentimiento de no plenitud, una conciencia de lo incompleto de la existencia humana que les hace buscar casi desesperadamente lo absoluto. Ello explica, por una parte, su necesidad de acción, su vitalismo, pero también, por otra, que sus anhelos se vean insatisfechos, lo que los conduce a la frustración y a la infelicidad.

Ansia de libertad y rebeldía: los románticos desean romper con todos los convencionalismos, persiguen la libertad y se rebelan contra cualquier tipo de constricción o norma. La voluntad transgresora de los autores se refleja varios aspectos: elección de personajes marginales (el pirata, el bandolero, el reo de muerte, etc.) y la búsqueda de la libertad formal (polimetría, mezcla de géneros, etc.)Las nuevas ideas de libertad permitieron que la sociedad admitiera la dedicación de las mujeres a la literatura: Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Rosalía de Castro, Cecilia Böhl de Faber, Concepción Arenal, etc.

Necesidad de evasión: para escapar del mundo en el que no encuentra cabida su idealismo extremo, el romántico opta por huir de la realidad que no le gusta. La evasión puede producirse en el tiempo, en el espacio o tomar un cariz más radical:

o Evasión en el tiempo: los románticos vuelven su mirada al pasado, especialmente a la Edad Media, que se presenta de manera idealizada.

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o Evasión en el espacio (exotismo): los románticos tienden al exotismo, situando sus obras en lugares lejanos y evocadores como el mundo oriental.

o Soledad: el gusto por la soledad se convierte en uno de los temas románticos por excelencia. Esto justifica la preferencia por lugares solitarios como castillos, cementerios, jardines, espacios apartados o recónditos.

o Suicidio: entendido como una forma de evasión extrema. Europa fue recorrida por una sorprendente ola de suicidios provocada por la lectura del Werther de Goethe.

Proyección en la naturaleza. Frente a la naturaleza artificiosa y bucólica del Neoclasicismo, el artista romántico representa la naturaleza en forma dramática, en movimiento y con preferencia por la ambientación nocturna. Opone, pues, al orden, a la mesura y a la armonía neoclásicos, el desorden y la falta de proporción. La naturaleza se identifica con los estados de ánimo del creador como una proyección de sus sentimientos. Pero a la vez la naturaleza está por encima de todo, lo que deja traslucir cierta concepción panteísta del universo, como se advierte en el tópico romántico de las ruinas, que simbolizan el predominio de la naturaleza sobre el hombre y sus obras.

Nacionalismo. Los románticos, que han perdido la fe en los valores absolutos tradicionales, encuentran un asidero existencial en el espíritu comunitario que los liga a su entorno. En este momento se forja el concepto de pueblo como entidad espiritual supraindividual a la que pertenecen individuos concretos que comparten una serie de rasgos comunes: lengua, costumbres, folclore, leyes… Ello explica el interés que se despierta en la época por conocer el espíritu de cada nación y la obsesión por buscar las raíces de cada pueblo en su historia, su literatura, su cultura, etc. Así se comprende la revitalización de los antiguos poemas épicos y de las leyendas y tradiciones locales, el nuevo cultivo que alcanzan las lenguas vernáculas y la exaltación de la patria. Estas dos ideas románticas se oponen al espíritu universalista de la Ilustración.

El genio creador. Durante el Romanticismo se cree que el arte es una forma de expresión del genio que el creador lleva en su interior. El artista nace, no se hace. De ahí la revalorización de lo espontáneo, de lo intuitivo, de lo original, de aquello que es característico del genio creador. La obra de arte es el resultado de un momento de inspiración que refleja la valía de su autor. La posibilidad de desarrollo de su capacidad creativa hace del romántico un individuo vitalista, eufórico y apasionado. Pero de aquí proceden también sus quejas de artista incomprendido, sus protestas cuando siente que la sociedad desconoce o desprecia su genio individual otra vez la conciencia de la soledad.

Nueva sensibilidad. El sentimentalismo, manifiesto ya en muchos autores ilustrados, se prolonga y amplía durante el Romanticismo, que lleva a primer plano la intimidad. Resultan ahora características la introspección, la nostalgia, la melancolía, la tristeza y la soledad. Se extiende el sentimiento de la fugacidad e infelicidad de la vida humana, que provoca la típica angustia romántica. El gusto por lo sombrío y crepuscular es revelador de tal sensibilidad.

2. ETAPAS

En Europa, el movimiento romántico atraviesa tres etapas:

Prerromanticismo. Los orígenes del Romanticismo hay que buscarlos ya en el siglo XVIII, sobre todo en la filosofía y la cultura alemana. El movimiento alemán Sturn und Drang se enfrenta a las normas de creación neoclásicas, a las que opone la libertad del genio creador y la expresión de los sentimientos. El principal escritor de este movimiento es Goethe.

Romanticismo pleno. Coincide con las primeras décadas del siglo XIX. Se hacen evidentes dos corrientes ideológicas distintas dentro del movimiento: una tendencia conservadora (Goethe, Scott), que busca en el pasado los auténticos valores, y otra progresista (lord Byron, Victor Hugo, Shelley), que defiende la democracia y la libertad plena.

Posromanticismo. A partir de la segunda mitad del siglo XIX se va imponiendo una literatura preocupada por la realidad social, si bien en la obra de algunos autores pervive la exploración de los sentimientos íntimos.

En España estas etapas son algo distintas:

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Primeras décadas del siglo XIX. Sobrevive la literatura dieciochesca, a pesar de que algunos autores europeos veía el pasado literario español esencialmente romántico.

Desde 1833 hasta 1840. Se difunde y llega a su apogeo el Romanticismo gracias autores como Espronceda y Larra (progresistas en lo ideológico), Zorrilla y el duque de Rivas (pertenecientes a la línea conservadora).

A partir de 1840. Va ganando terreno el movimiento realista, aunque los dos grandes poetas posrománticos, Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, publican sus obras en la segunda mitad del siglo XIX.

3. TEMAS ROMÁNTICOS

La literatura es una vía utilizada por el romántico para transformar la sociedad y plasmar sus ideales y actitudes ante la vida. Son escritores comprometidos que intervienen activamente en la política y los conflictos sociales, a la vez que se dedican al periodismo como un medio de llegar a la masa. Su ideología y su actitud se traducen en sus temas literarios:

Temas históricos

La historia nacional o regional se convierte en una de las principales fuentes de inspiración. La Edad Media, el mundo árabe y su exotismo y los personajes literarios creados en el Barroco, como don Juan o don Quijote, aparecerán con frecuencia en la obra romántica. De ahí el apogeo de la novela histórica, los romances y leyendas o el costumbrismo.

Los sentimientos

El individualismo y egocentrismo románticos se traducen en una literatura plagada de emociones y sentimientos subjetivos:

El amor

Un fenómeno romántico por excelencia que adquiere dos formas: el amor sentimental, envuelto en una actitud de ensueño y melancolía y el amor pasional, que rompe las fronteras y convencionalismos sociales, reclama la libertad del corazón y da lugar, a veces, al desengaño y la frustración.

La mujer

Forma parte de ese sentimiento amoroso e igualmente adquiere dos papeles: el ángel de amor, dulce e inocente, hermosa y víctima: doña Inés, en Don Juan Tenorio; o bien, la mujer perversa, vengativa y destructora: Zoraida, en Los amantes de Teruel.

La vida El hombre, en su búsqueda de un sueño inalcanzable, no logra adaptarse a una forma de vida cotidiana y esta aparece como un problema irresoluble que conduce a la angustia vital. Ese desprecio conduce a aventuras peligrosas, sueños heroicos o incluso a desear la muerte como única libertad.

La rebeldía

El descontento romántico aparece en multitud de obras. Las ansias de libertad no encuentran cauce, las grandes ilusiones desembocan en el desengaño y todo ello se traduce en una rebeldía política que conlleva el exilio o en una rebeldía social que conduce al retiro ascético o al suicidio.

Los conflictos sociales

El artista se hace eco de los conflictos sociales y políticos del siglo, de las desigualdades y frustraciones, de la conciencia nacionalista y regionalista, de las teorías del humanitarismo social. Presenta personajes marginados, pero libres: bandoleros, piratas, mendigos y víctimas, en general, de una sociedad clasista y opresora.

La Naturaleza Se ha dicho que los románticos descubrieron el paisaje. La Naturaleza cobra especial importancia y se adapta a los estados de ánimo del poeta o del personaje. A la angustia y la obsesión por la muerte responde el gusto por la noche o los paisajes sepulcrales. La soledad del romántico encuentra marco adecuado en yermos desolados, paisajes recónditos o jardines abandonados. En fin, resulta explicable la preferencia por una literatura “en libertad”: bosques intrincados, ásperas sierras, etc.

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4. LA POESÍA ROMÁNTICA

Durante la primera mitad del siglo XIX, la poesía refleja ya el proceso de transición desde la estética neoclásica hasta la romántica. Gran parte de este periodo sigue dominada por la figura de líricos de inspiración ilustrada como Alberto Lista o Manuel José Quintana.

Como en los demás géneros, el triunfo de la poesía romántica se produce en los años treinta, tras la muerte de Fernando VII. Se compusieron entonces numerosísimos textos poéticos que siguieron difundiéndose por la tradicional vía oral y por los habituales medios escritos. La poesía encuentra ahora un nuevo medio de difusión en los periódicos y las revistas. El eco que la poesía tuvo en los medios burgueses iba ligado al hecho de que estos poetas expresan unas inquietudes y una sensibilidad afines a la burguesía.

Dentro de la poesía romántica tiene gran desarrollo la poesía narrativa, que relata en verso variados sucesos históricos, legendarios o puramente inventados. Entre estos poemas destacan El moro expósito de Ángel de Saavedra, duque de Rivas; El estudiante de Salamanca y El diablo mundo de José de Espronceda y Granada. Poema oriental de José Zorrilla. Destaca igualmente el desarrollo del romance. Merecen mencionarse los Romances históricos del duque de Rivas y los numerosos de Zorrilla.

La poesía lírica romántica, por su parte, expresa en sus versos temas característicos del Romanticismo: sentimientos, melancolía, hastío de la vida, amor, la mujer ideal, la religión, etc. También son románticos los ambientes: lugares solitarios, cementerios, la noche, la luna, las ruinas, el mar embravecido, las tempestades… Falta en la poesía romántica española la sensación de autenticidad y desgarro propios del yo romántico.

Uno de los rasgos característicos de la poesía romántica es la mezcla de géneros, de modo que no siempre queda clara la distinción entre lírica y épica. Otra característica formal es la polimetría. La principal novedad en este sentido es el uso de la escala métrica, que consiste en aumentar o disminuir gradualmente la medida de los versos a lo largo de un poema.

Los poetas más destacados son José de Espronceda y José Zorrilla, junto muchos otros, entre los que cabe señalar la presencia de escritoras como María Josefa Massanés, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Carolina Coronado.

4.1. JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

Fue el escritor más conocido de su tiempo tanto por su poesía como por sus dramas. Su poesía se bifurca en dos grandes campos: la lírica y la narrativa.

4.1.1. Poesía narrativa: las leyendas

Zorrilla le dio el nombre genérico de leyendas: algunas de ellas tienen origen popular, otras son inventadas por el autor. Zorrilla domina en todas ellas no solo las técnicas narrativas, sino también los recursos dramáticos y líricos con los que crear la suspensión y el interés necesarios para adentrarse en el ambiente peculiar en que se mueven sus personajes: un mundo primitivo y mágico, donde aún es posible reencontrar un pasado espléndido de castillos y caballeros, de gentes crédulas, de grandes pasiones y crímenes, de damas soñadoras y galanes enamorados.

4.1.2. Poesía lírica

La poesía lírica de Zorrilla tiene una temática y una métrica muy variadas. Zorrilla cambia de registro con gran facilidad (de lo sublime a lo vulgar, de lo retórico a lo coloquial) y maneja con soltura los más diferentes estilos: el grandioso y apocalíptico, el dulce y sentimental, el brillante y el ostentoso, el realista y el sencillo. Posee, asimismo, un gran sentido del ritmo y de la musicalidad y un dominio absoluto de los efectos verbales y de los recursos retóricos. Todo ello explica su influencia en la poesía española posterior, a la que proporcionó ideas y motivos, en especial a los premodernistas.

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4.2. JOSÉ DE ESPRONCEDA (1808-1842)

Aunque escribió teatro y novela (la novela histórica Sancho Saldaña, publicada en 1834), la faceta literaria más importante de Espronceda es la de la poesía, tanto en su vertiente lírica como en la narrativa. En su obra poética se produce una clara división que permite dividirla en etapas:

4.2.1.Etapas de la poesía de Espronceda

a) Poesía de corte neoclásico

Corresponde a sus textos juveniles, escritos bajo la influencia de Alberto Lista. La obra más destacada de este periodo es El Pelayo, intento inacabado de poema épico. En estos primeros poemas los temas son los propios de la poesía neoclásica: amores pastoriles en una delicada naturaleza, anhelo de fraternidad universal, defensa de la libertad, etc.

b) Poesía de la etapa del exilio

La impronta neoclásica sigue siendo importante, pero a ella se suman las nuevas influencias que anuncian su evolución hacia la sensibilidad romántica. El más significativo de estos influjos es el del ossianismo1. Textos esproncedianos de este tipo son el Himno al sol o el poema narrativo Óscar y Malvina.

c) Poesía romántica

Escrita desde su regreso a España, aborda al principio los temas convencionales del Romanticismo histórico (caballeros medievales, cruzados, motivos exóticos, etc.), pero produce sus frutos más logrados cuando evoluciona hacia un Romanticismo liberal en el que abundan los tonos sociales. Dentro de esta última orientación escribe tanto poemas líricos (Canción del pirata, El verdugo, El mendigo, El reo de muerte, El canto del cosaco, A Jarifa en un orgía) como narrativos (El estudiante de Salamanca, El diablo mundo).

En los poemas líricos es donde se encuentra ya el Espronceda más genuino: defensa de los seres marginales, identificación con los proscritos, desprecio de las normas y las leyes, así como de las riquezas materiales, anhelo de libertad, sentimentalismo. Todos parecen añorar una inocencia perdida cuando todo lo nuevo se miraba con ilusión, pero lamentan que el contacto con la realidad produzca siempre desengaño. Ello es especialmente evidente en el caso de la mujer y el amor. La mujer es la pureza y la belleza supremas, pero en cuanto el hombre la toca, el encanto se desvanece. No hay, por tanto, plenitud amorosa en Espronceda. Todo lleva en sí el principio de la destrucción, la señal de la muerte.

Sus dos grandes poemas, El estudiante de Salamanca y El diablo mundo, si bien básicamente narrativos, son ejemplo de la mezcla de géneros propia del Romanticismo, pues no faltan en ellos ni los pasajes líricos ni narrativos.

El estudiante de Salamanca (1840)

Es quizá el mejor poema narrativo del Romanticismo español. Cuenta la historia de don Félix de Montemar, cínico donjuán en la Salamanca del siglo XVII, quien, tras seducir y abandonar a Elvira, que muere de dolor, mata en duelo al hermano de la fallecida. Finalmente, persigue una tétrica noche a una fantasmal dama, que resulta ser el esqueleto de Elvira la muerte misma, con quien contrae un matrimonio macabro y acaba bailando una danza horripilante, rodeado de espectros.

La mayor parte de los motivos que utiliza Espronceda en la obra procede de la tradición literaria: el tema del donjuán burlador, el del personaje que presencia su propio entierro, la mujer transformada en

1 Se conoce con este nombre un tipo de literatura que parte de los escritos de Ossian, un falso poeta gaélico de la Antigüedad inventado por el escritor escocés del siglo XVIII James Macpherson. El ossianismo, que tuvo gran eco en Europa, cambia la mitología grecolatina del Neoclasicismo por una mitología y un marco poético nuevos (antiguos héroes célticos, la luna y el sol convertidos en temas literarios, naturaleza agreste: cataratas, ríos, tormentas, mares, nieblas…)

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esqueleto, la danza de la muerte final. El poeta logra fundir todos estos elementos dispares para conseguir la creación de un ambiente intensamente romántico y de un personaje, el de don Félix, que encarna la rebeldía, el cinismo y el satanismo del Romanticismo más genuino.

Otros rasgos del poema son: la variedad métrica, la alternancia de fragmentos descriptivos, narrativos y dramáticos, así como la indeterminación de las referencias temporales y espaciales, la vaguedad en la presentación de las cosas y en las apreciaciones de hechos, personajes y situaciones. Estas últimas características explican la frecuente presencia de palabras como acaso, quizá, tal vez, parece, a veces, allá, antiguo, confuso, eco, noche… Se consigue con ello un efecto de diferenciación entre la realidad cotidiana y la que expresa el texto poético.

El diablo mundo

Publicado por entregas de 1840 a 1841, es un extenso poema simbólico, compuesto por más de seis mil versos. Su protagonista es un viejo desengañado que se transforma en Adán, símbolo del ser humano puro. El texto se compone de elementos muy variados. En el canto segundo, Espronceda intercala el “Canto a Teresa”, elegía a la muerte de su amada, escrito en octavas reales.

4.2.2. Estilo

El estilo de Espronceda es netamente romántico. Prefiere las sensaciones extremas, de ahí su gusto por las sonoridades retumbantes, los efectos rítmicos sorprendentes, las rimas agudas, los cambios métricos repentinos, los contrastes violentos, las exclamaciones, las interrogaciones retóricas… Le interesa siempre la reacción sentimental, el efecto que los versos puedan producir en sus receptores y, por eso, abusa a veces de los recursos melodramáticos, de la tendencia a lo misterioso, de las situaciones emotivas.

En la lengua de Espronceda conviven el estilo elevado y el lenguaje llano. Es muy llamativa la abundancia de adjetivos, preferentemente antepuestos, que suelen subrayar el tono lúgubre, dramático o sentimental de las escenas. Son asimismo frecuentes las simetrías, oposiciones, enumeraciones, encabalgamientos, hipérbatos, etcétera.

También es significativa en su poesía la propensión a lo fragmentario, a lo inconcluso, a lo vago e impreciso. Ello produce una cierta sensación de caos que se aviene bien con la idea de un mundo diverso e inacabable.

5. LA PROSA ROMÁNTICA

5.1. LA NOVELA

Aunque en la primera mitad del siglo XIX no hay en España, salvo notables excepciones como Larra, prosistas de alta calidad literaria, todo este periodo no transcurre en vano, pues a lo largo de él se forjan lentamente las condiciones que propician más tarde el surgimiento y la consolidación de la novela realista. Durante esta época se va gestando un entramado editorial, que publica periódicos y libros y que hace rentable no sólo la traducción de novelas, sino también su escritura original. Ello permite que, aunque de baja calidad, sean muchas las obras que se publiquen, lo que crea el contexto necesario para que, avanzado el siglo, pueda aparecer una auténtica novela como género. Lógicamente, el desarrollo de la novela va parejo con el del público lector: la incipiente burguesía.

Novela histórica

Es el género en prosa más propiamente romántico. Influida por la obra de Walter Scott. Son novelas de amor y aventuras situadas en el pasado, en las que frecuentemente se producen anacronismos. Utilizan un lenguaje arcaico que pretende imitar el de los siglos XVI y XVII. Lo más característico es la presencia en el relato del narrador, que se dirige directamente al lector y comenta la acción.Las más conocidas novelas históricas españolas son El doncel de don Enrique el Doliente (1834) de Mariano José de Larra, Sancho Saldaña (1834) de Espronceda, Sab (1841) de Gertrudis Gómez de Avellaneda y El señor de Bembibre (1844) de Enrique Gil y Carrasco.

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Novela por entregas. El folletín

La novela por entregas, es decir, de manera fragmentaria, por capítulos permitió aumentar la masa de lectores y condicionó la forma y la estructura de los textos. Cuando se publicaba en un periódico o revista se llamaba folletín. Se dirigía a un público muy popular, por lo que abundaban los elementos melodramáticos, los temas sociales; se publicaban en tipografía grande y con láminas que ayudaban a leer y comprender el texto respectivamente. Dentro de este género destacan Manuel Fernández y González y Wenceslao Ayguals de Izco, cuya novela María, la hija de un jornalero (1845-6) inauguró la novela proletaria.

5.2. EL PERIODISMO

El periodismo es fundamental para la prosa española del siglo XIX. Durante la primera mitad del siglo XIX son cientos los periódicos que aparecen y desaparecen en España. Materialmente son todavía muy rudimentarios: suelen constar de cuatro páginas de tipografía monótona y amazacotada 2. Predomina en ellos el artículo doctrinal, aunque también aparecen artículos literarios y costumbristas, así como la presencia de folletines que, con letra más menuda, ocupan la parte inferior de las páginas.

5.2.1. El artículo de costumbres

Vinculados estrechamente a la prensa periódica surgen los artículos de costumbres. Se trata de textos breves que describen con finalidad satírica las costumbres, los tipos populares y los lugares o instituciones de la vida social contemporánea, poniendo énfasis en lo pintoresco.

El costumbrismo puede tener como objeto censurar costumbres caducas. Se habla entonces de costumbrismo progresista, del que Larra es el mejor ejemplo. Sin embargo, lo habitual es un costumbrismo conservador y estático, al predominar la nostalgia, el deseo de salvar las costumbres que se están perdiendo o el interés por el registro folclórico de muchos elementos de la cultura tradicional.

Por todo ello, junto a la narración es muy importante la descripción, que aproxima estos cuadros de costumbres a la pintura. La obra colectiva más interesante del costumbrismo español es Los españoles pintados por sí mismos y va acompañado de ilustraciones a las que en ocasiones hacen referencia directa los textos literarios que componen la obra. Pueden mencionarse entre los costumbristas las figuras de Serafín Estébanez Calderón con su obra Escenas andaluzas (1847), Mesonero Romanos con Escenas matritenses (1842) y, por supuesto, Larra.

Algunas de las novelas que se publicaron en esta primera mitad del siglo XIX, como la Vida de Pedro Saputo (1844) del aragonés Braulio Foz, muestran ya en su utilización de diversos elementos folclóricos cierta proximidad a la estética realista.

5.3. MARIANO JOSÉ DE LARRA (1809-1837)

Larra es principalmente conocido por su trabajo como periodista, pero además de sus artículos periodísticos, Larra cultivó otros géneros literarios, con desigual fortuna. Desde muy joven escribió diversas composiciones en verso, de escaso valor.

Por lo que respecta al teatro, Larra manifestó siempre mucho interés por él, como puede observarse en sus artículos. Además de diversas traducciones del teatro francés, Larra escribió algunas obras de teatro entre las que destaca su drama Macías (1834) que lleva a escena la historia del trovador medieval de ese nombre. Escrito en verso, formalmente se encuentra todavía dentro de la tradición neoclásica, pero el contenido tiene ya sabor romántico: amor extremado, conflicto entre la pasión y las normas sociales, final trágico.

En cuanto a la novela, escribió una única novela, El doncel de don Enrique el Doliente (1834), desarrolla también la vida de Macías, dentro ahora de los rasgos de la novela histórica: ambientación medieval, asunto amoroso, peripecias variadas, lenguaje arcaizante, referencias a la realidad contemporánea, etc.

2 Amazacotada: pesado, espeso, falto de gracia.

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5.3.1.Artículos periodísticos

Es en su actividad periodística donde la talla de escritor de Larra alcanza su mayor altura. Publicó muy joven, en 1828, El duende satírico del día. En 1832, regresó al campo del periodismo con una nueva revista también íntegramente redactada por él: El pobrecito hablador. Duró hasta el año siguiente y se publicaron catorce números en los que se encuentran ya muchos de sus mejores artículos: El casarse pronto y mal, El castellano viejo, Vuelva usted mañana… Estos escritos guardan relación con los cuadros de costumbres, pero Larra utiliza este molde para modificar una realidad social que reprueba.

De manera simultánea, en esta época comienzan también sus colaboraciones en diversos periódicos, con críticas teatrales, artículos políticos, etc. En poco tiempo, Larra se convierte en un prestigioso escritor que se disputan los periódicos más importantes del momento. Entretanto, él mismo prepara la publicación de una selección de sus trabajos periodísticos en tres volúmenes que se edita en 1835 con el título de Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres. Antes de poner trágico fin a su vida, escribe algunos de sus mejores artículos, amargos y emotivos, en los que su experiencia vital se plasma de modo conmovedor. Es el caso de El Día de difuntos de 1836 y La Nochebuena de 1836.

Ya póstumamente, en 1837, se publican otros dos nuevos volúmenes con el mismo título que los tres anteriores, lo que permite una clasificación, con todo insuficiente por la gran variedad temática, de los más de doscientos artículos de Larra:

Artículos de crítica literaria y cultural

Reseñan estrenos teatrales, publicaciones de nuevos libros, conciertos y espectáculos diversos. Algunos de ellos exponen los conceptos teóricos de Larra sobre la literatura y el arte, quien muestra una actitud ecléctica entre Neoclasicismo y Romanticismo. De todos modos, también en cuestiones artísticas defiende la libertad por encima de todo.

Artículos políticos Comentan las vicisitudes políticas de cada momento. Tienen, por ello, características muy circunstanciales. En general, Larra adopta la actitud de un liberal progresista y critica con severidad tanto a los carlistas como a los liberales moderados.

Artículos de costumbres

Son fundamentalmente satíricos. Censuran comportamientos y usos sociales diversos como la holgazanería, la indolencia, la brutalidad, la presunción, la hipocresía, la estupidez, la suciedad, el mal gusto, etc. La sátira no tiene una finalidad en sí misma, ni busca el humor fácil ni el mero entretenimiento, sino que se hace con voluntad modernizadora y reformadora.

Larra publicó estos textos con distintos seudónimos, de modo que el uso de uno o de otro implicaba diferencias en los propios artículos. Así, el más famosos de todos sus seudónimos, Fígaro, era identificado por sus contemporáneos con la mordacidad satírica.

Los temas de los escritos de Larra muestran una amalgama del pensamiento ilustrado y de la nueva sensibilidad romántica. Desde luego, el deseo de libertad es el primer motivo que guía su obra literaria. Larra es consciente de que este ideal no puede quedar solo en las disposiciones legales, sino que debe plasmarse en la vida cotidiana. De ahí el alcance que tiene en sus artículos la sátira de costumbres, pues en ellas se refleja la conquista efectiva de la libertad. Por ello el importa mucho a Larra la educación, porque de ella debe partir la reforma de las antiguas costumbres.

Estos principios básicos explican que en la obra de Larra se censuren los privilegios de la nobleza y defienda la igualdad política y que las referencias a la Iglesia siempre sean críticas.

Larra, como buen romántico, es profundamente individualista. Niega la aristocracia de sangre y reconoce la igualdad jurídica de los individuos, pero subraya sus diferencias en virtud de su posición social o su valía personal. Por ello, en su crítica de muchas costumbres populares se mezcla su anhelo de libertad y modernidad con cierto espíritu exquisito y elitista que desdeña lo que considera vulgar y zafio. Esta es una característica típica del Romanticismo, el llamado dandismo romántico, que exalta la elegancia y el buen tono frente al mal gusto popular. Larra, como otros románticos, sustituye la aristocracia de sangre por la

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del talento, pues los mejores, los más preparados o los más cultivados son el modelo en quien los demás deben fijarse.

El choque entre sus deseos de reforma, las ansias del ideal y el individualismo exacerbado con un realidad que se resiste a cambia y que, cuando lo hace, decepciona, conduce a un individuo de sensibilidad extrema como Larra a contradicciones insalvables que se muestran en el escepticismo y pesimismo crecientes de sus páginas.

5.3.2. Estilo

La prosa de Larra viene determinada por su carácter periodístico. Su estilo es funcional, al buscar preferentemente convencer y gustar al lector de la prensa. Para ello se vale de los más variados recursos, pero siempre con un lenguaje claro y directo, como conviene a este tipo de destinatario: interrogaciones y exclamaciones retóricas, diálogos fingidos, enumeraciones caóticas, uso de ejemplos y comparaciones, abundante utilización de la caricatura, parodia de lugares comunes y sobre todo, empleo constante de la ironía y el sarcasmo. La ironía es para Larra el mecanismo fundamental para desvelar las apariencias y dejar al desnudo las situaciones que satiriza.

Contribuyó Larra con todo ello a crear una lengua moderna, libre de adornos ya gastados, y capaz, por su mayor flexibilidad, de expresar más adecuadamente las ideas y problemas de la nueva realidad.

6. EL TEATRO ROMÁNTICO

Durante el primer tercio del siglo, la situación del teatro español es precaria. Se representan pocas obras originales de calidad. La escena está dominada por las traducciones, en general de autores franceses, Las comedias sentimentales y los melodramas son los favoritos del público. También se siguen representando comedias de magia, sainetes y refundiciones de obras barrocas. El teatro neoclásico continúa presente a través de las comedias moratinianas. A partir de los años veinte es notable la aparición de la ópera italiana, acogida favorablemente.

Los lugares de representación van cambiando a lo largo del siglo, sustituyéndose los corrales de comedias por locales expresamente construidos expresamente para las representaciones teatrales. Este nuevo espacio escénico es conocido, debido a su origen, como escena italiana, y es que el predominará posteriormente.

Con el triunfo del Romanticismo en la década de los treinta, los dramas románticos conocen un éxito rapidísimo. Luego, hasta más allá de mediados de siglo, se tiende hacia un cierto eclecticismo, aunque las obras de inspiración romántico siguen siendo bien recibidas.

6.1. RASGOS DEL TEATRO ROMÁNTICO

Temas: el tema principal de los dramas románticos es el amor, un amor absoluto e ideal, que está muy por encima de las convenciones sociales. La imposibilidad de alcanzar un amor puro y perfecto en un mundo hostil hace que frecuentemente los finales sean trágicos. El destino trágico de los personajes románticos no es tanto un hado inexorable cuanto un componente melodramático que sirve para subrayar el choque entre los protagonistas y su realidad. Unidos a este tema aparecen el azar, la libertad, la rebeldía política o moral.

Personajes: los personajes de los dramas románticos no cambian, son siempre iguales, carecen de evolución psicológica. Los héroes suelen tener un origen desconocido y misterioso o bien ocultan su personalidad; están poseídos por una pasión absoluta y su ánimo oscila bruscamente de la felicidad a la desesperación: tienen dos grandes aspiraciones: el amor a la libertad y el amor a la mujer. Las heroínas, siempre bellas física y espiritualmente, representan el amor. Alrededor de ellos los demás personajes parecen existir sólo para oponerse al amor de la pareja protagonista o para asistir, impotentes, a la destrucción final.

Marco histórico: los dramas románticos suelen desarrollar las acciones amorosas en un marco histórico, normalmente de la historia nacional. A veces se busca el drama mismo en la historia, no reconstruyéndola con fidelidad, sino dándole un giro romántico, pero lo habitual es que la historia sea un mero decorado.

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La escenografía: adquiere gran importancia. Sirve para dar al teatro carácter de espectáculo y se suele poner en relación con el modo de ser de los protagonistas, bien en correspondencia con sus sentimientos, bien representando el mundo con el que chocan. Tienen predilección por panteones, paisajes abruptos y solitarios, mazmorra, riscos y montañas, etc. La escenografía no es un simple marco de acción sino que cumple una función dramática importante. Recursos formales:

o Mezcla de tragedia y comedia: los dramas románticos suelen mezclar la tragedia y la comedia para realzar los contrastes entre los ideales y la realidad.

o No se respeta la regla de las tres unidades.o Mezcla de verso y prosa: los dramas románticos introduce la innovación de mezclar prosa y

verso, aunque a la larga se impone el verso y la polimetría, pero ya no existen adecuación entre el contenido y el tipo de metros y estrofas (el decoro poético barroco).

o El número de actos varía de tres a cinco. A veces se les pone título.o Intriga: en el desarrollo de los argumentos es fundamental la intriga, caracterizada por la

inclusión de numerosos elementos melodramáticos (origen desconocido de los personajes, anagnórisis o reconocimientos finales, escenas nocturnas y sepulcrales, desafíos…) con el fin de conmover y emocionar al público, al que ahora no se pretende ni educar ni aleccionar.

o Se introducen pasajes líricos, sobre todo en las escenas amorosas, desdeñando la división clasicista de los géneros.

o Se subraya el carácter inexorable del paso del tiempo que se pone en relación con el destino fatal que siempre persigue al héroe romántico.

Finalidad: la finalidad última del teatro romántico es conmover al espectador, llegar a su fibra sensible, hacer reír y llorar. Se expresan los anhelos de una sociedad más justa: defensa de la libertad y del derecho a la rebelión frente a los tiranos y los malos gobiernos, reivindicación de la felicidad íntima de los individuos frente a los códigos morales establecidos, preocupación por los problemas sociales y políticos contemporáneos, etcétera.

6.2. EVOLUCIÓN DEL TEATRO ROMÁNTICO

El triunfo del drama romántico se produce en 1834, cuando se representan La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa y Macías de Larra. En 1835 el éxito corresponde a Don Álvaro o la fuerza del sino, del duque de Rivas. El trovador de García Gutiérrez es la obra más representada en 1836.

La consagración del teatro romántico tiene lugar en 1837, cuando se estrenan muchas obras nuevas, como Los amantes de Teruel de Eugenio de Hartzenbusch, y se siguen reponiendo las anteriores. Durante los años cuarenta el dramaturgo que domina la escena es Zorrilla.

Paralelamente a estos dramas románticos, Manuel Bretón de los Herreros pone en escena obras donde domina el elemento cómico y costumbrista. Siguen de cerca la construcción y la temática de la comedia moratiniana, con especial preocupación de los problemas matrimoniales y la defensa de la moral burguesa. Entre sus obras destacan Marcela o ¿cuál de los tres?, Muérete y verás o El pelo de la dehesa. Próximo a Bretón, y ya cerca del ecuador del siglo, Ventura de la Vega estrena en 1845 El hombre de mundo, obra que se considera el arranque de la alta comedia.

6.3. PRINCIPALES AUTORES DEL DRAMA ROMÁNTICO

Dentro del drama romántico nos centraremos únicamente en dos autores: Ángel de Saavedra, el duque de Rivas y José Zorrilla.

6.3.1. Ángel de Saavedra o duque de Rivas (1791-1865)

Don Álvaro o la fuerza del sino es quizá el mejor drama romántico español. El estreno de Don Álvaro o la fuerza del sino fue un auténtico escándalo que supuso el triunfo del Romanticismo en España. Parte del público selecto rechazó la obra por su irregularidad: mezcla de prosa y verso, de escenas de ambiente popular con otras apasionadas y refinadas, de personajes nobles con otros de la plebe, más duelos, muerte y el terrible final con el suicidio del protagonista.

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Los temas de la obra: amor, muerte, pasión, frustración, honor y, sobre todo, el destino la convierten en un ejemplo claro de lo que fue el teatro romántico en España. Lo mismo puede decirse de los personajes, empezando por el protagonista (Don Álvaro), prototipo de personaje romántico y Leonor, su amada, que encarna a la perfección el ideal romántico de la mujer: hermosa, apasionada, pero también prisionera del mundo y de las convenciones sociales.

Muy estrecha es la relación con La vida es sueño calderoniana de otra importante obra del duque de Rivas, El desengaño en un sueño, mezcla de comedia de magia y drama filosófico, que expresa una visión pesimista del mundo.

6.3.2. José Zorrilla

Es el dramaturgo romántico de más éxito. Escribió una treintena de obras, casi todas en verso y de carácter histórico. Zorrilla se caracteriza por su habilidad en el planteamiento de los conflictos y en el mantenimiento del interés de las historias dramatizadas, pero los desenlaces suelen ser demasiado improvisados y sus dramas pecan a veces de superficialidad.

Él mismo estima en poco su teatro, del que salva dos obras: El zapatero y el rey y Traidor, inconfeso y mártir. Sin embargo, su obra más celebrada es Don Juan Tenorio (1844), cuya popularidad ha perdurado durante mucho tiempo.

El protagonista presenta las características que los románticos adjudicaron al personaje asocial y demoníaco. Es juerguista y le gustan toda clase de apuestas, incluidas las que exigen las artes de seductor cínico e irresistible, pero en la obra de Zorrilla se produce una transformación en el personaje del libertino, que finalmente es redimido de su vida escandalosa gracias al amor angelical de una mujer. Con ello el dramaturgo da satisfacción a la moral tradicionalista y reaccionaria de su tiempo, que ve con buenos ojos la conversión del impío calavera y su salvación cristiana por medio de un amor sublime y sacrificado. Esta es, por tanto, la versión del Romanticismo conservador del personaje mítico del burlador, lejos del tipo rebelde y satánico de, por ejemplo, El estudiante de Salamanca de Espronceda.

LA LITERATURA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX: EL REALISMO Y EL NATURALISMO

A mediados del siglo XIX predominan en los medios artísticos los principios estéticos del realismo. Se denomina realismo al movimiento cultural característico de la sociedad burguesa a la que no agradaban las fantasías idealistas románticas. Aunque siguen perviviendo muchos rasgos románticos en el arte realista, el realismo surge por depuración o desaparición de elementos románticos más idealistas.

1. EL REALISMO EN ESPAÑA

Es una corriente literaria que se desarrolla en Europa y en España durante la segunda mitad del siglo XIX. Surge como reacción al Romanticismo y está influido por las teorías de Comte, Darwin y Mendel. Coincide con el desarrollo y hegemonía de la nueva clase dominante.

Influidos por los novelistas europeos —Stendhal, Dickens, Flaubert— los escritores españoles que han conocido las novedades de la novela por entregas y el Realismo literario deciden escribir, en palabras de Galdós, “una novela de verdad y de caracteres, espejo fiel de la sociedad en que vivimos”. Así, designan a la clase media, que en la forma de hablar del siglo XIX comprende también la burguesía, como la “fuente inagotable” de su novelística.

La imaginación, protagonista del arte romántico, va a ser sustituida por la observación del arte realista. El yo y los temas exóticos ceden su protagonismo a la realidad inmediata, a lo humilde y cotidiano. La lírica y el drama dejan paso a la novela, porque el Realismo, en literatura, se va expresar narrativamente, aunque se cultiven formas poéticas y dramáticas con la misma estética. El lenguaje realista se vuelve minucioso y descriptivo en la construcción de personajes o en la recreación del ambiente. Las técnicas narrativas se diversifican.

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2. EL NATURALISMO EN ESPAÑA

Se conoce como naturalismo una corriente literaria que se desarrolló durante el último tercio del siglo XIX, fundamentalmente en Francia, y que tuvo como principal impulsor a Émile Zola, quien proporcionó en sus novelas las claves del naturalismo:

La literatura entendida como ciencia cuyo objeto de estudio es el medio social. La literatura debe analizar científicamente el comportamiento humano siguiendo los principios de la observación y la experimentación.

La literatura naturalista se basa en la teoría del determinismo, es decir, la idea de que el hombre se encuentra condicionado por su herencia genética y su ambiente social. Esto explica la propensión de los naturalistas por ambientes miserables y sórdidos y por personajes tarados, alcohólicos, embrutecidos o enfermos, ya que estos les permiten demostrar la influencia determinante de la biología y del medio social.

Técnicamente, la literatura naturalista se caracteriza por:o Descripciones minuciosas que dan cuenta del carácter o del ambiente.o Reproducción fiel del lenguaje hablado.o Narrador impersonal y objetivo: el novelista se comporta como el científico: se limita a

exponer y analizar los hechos, sin intervenir. Intención moral: las novelas tienen, además, una intención moral. Influidos por las ideas socialistas,

los naturalistas piensan que, ya que no se puede modificar la herencia biológica, sí es posible igualar las condiciones sociales en que viven los hombres. La novela naturalista contribuiría a proporcionar un conocimiento más exacto de los seres humanos y de la sociedad, con el fin de poder mejorarlos.

En España la temprana traducción de las obras de Zola hizo que se conociera bastante pronto, pero levantó enseguida una gran polémica y su penetración en la literatura española fue muy dificultosa. Se acusa al naturalismo de inmoral y anticatólico, en su defensa Emilia Pardo Bazán escribe una serie de artículos recogidos en su libro La cuestión palpitante (1883), donde defiende a Zola, pero rechaza el determinismo naturalista. El mismo Zola interviene en el debate indicando que desde presupuestos católicos, sólo se puede adoptar un naturalismo puramente formal, artístico y literario.

El naturalismo español aprovecha del movimiento naturalista ciertos recursos narrativos y su interés por los ambientes míseros y degradados, pero no acepta la idea de convertir la literatura en una ciencia. Aparte de Pardo Bazán, se advierten rasgos naturalistas en obras de Galdós como La desheredada, en La Regenta de Clarín y en algunas novelas de Palacio Valdés.

De todas formas, sí existe un naturalismo radical en la obra de ciertos autores como Alejandro Sawa o Eduardo López Bago, quien denomina a sus obras novelas médico-sociales.

3. LA POESÍA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

Durante la segunda mitad del siglo XIX se compuso abundante y variada poesía, que debe entenderse en un contexto en el que la burguesía dominante impone sus gustos dentro de un modelo de sociedad donde cultura y política parecen unidas. Pueden distinguirse tres tendencias poéticas:

a) Poesía realista antirretórica

Adoptó formas expresivas nuevas que la alejaban del Romanticismo. Es la lírica que con más propiedad puede denominarse realista. Se reivindica un lenguaje prosaico y antirretórico, que supere la retórica romántica, y que, de acuerdo con la mentalidad positivista y burguesa, sirva de cauce para las nuevas ideas y no las oculte bajo el peso de la carga ornamental. Esta poesía se abre camino desde mediados de siglo gracias a la figura de Ramón de Campoamor. El ideal poético de Campoamor es el prosaísmo: el uso de un lenguaje claro y sencillo que acerque la poesía a la prosa. Otras características de

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su poesía son la ironía, el escepticismo, la sentenciosidad, las apelaciones al sentido común, etc. Entre sus obras destacan Doloras (1846), Pequeños poemas (1872-4) y Humoradas (1886-8).

b) Poesía realista grandilocuente

La poesía realista grandilocuente enlaza con el neoclasicismo a través de la figura de Quintana, tanto en sus temas de carácter cívico como en su preocupación por la forma rotunda y bien construida. El autor más representativo de esta tendencia es Gaspar Núñez de Arce, que compone poemas de tono declamatorio próximos a la grandilocuente oratoria política de la época.

c) Poesía intimista posromántica

La poesía intimista posromántica, cuya figura fundamental es Gustavo Adolfo Bécquer, busca superar el Romanticismo retórico y trivial a través de la condensación y la simplificación formales, como medio de sugerir con la palabra, la imagen y el símbolo las ideas que rozan lo inefable. Junto a Bécquer, Rosalía de Castro constituye uno de los máximos exponentes de la lírica posromántica, caracteriza por el intimismo y la melancolía.

3.1. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER (1836-1870)

3.1.1. Obra lírica

La obra lírica de Bécquer está recogida en su obra Rimas que, en su edición de 1871, son setenta y nueve poemas breves, asonantados en general, y de metros variados, en los que se funda la importancia de Bécquer en la literatura. De estos poemas, solo quince se publicaron en vida del autor. Bécquer las reunió para editarlas en un libro y se las entregó a su protector, el ministro González Bravo, que se había comprometido a publicarlas, pero en un saqueo en el domicilio de este durante los tumultos de 1868, desapareció el original. Posteriormente, el autor reprodujo los textos de memoria, sin un orden determinado, al final de un cuaderno que, con el título de Libro de los gorriones, bajo el epígrafe “Poesías que recuerdo del libro perdido”, se conserva en la Biblioteca Nacional. Tras la muerte del poeta, sus amigos prepararon una edición de las Rimas, publicada en 1871, en la que los poemas aparecen ordenados en cuatro grupos:

Rimas I - XI El tema de estos poemas es la reflexión sobre la creación poética y sus motivos básicos: el amor, el misterio, etc. Trata además del deseo de expresarse mediante la poesía.

Rimas XII- XXIX Las diecisiete rimas de este grupo obedecen a una contemplación afirmativa y confiada de la belleza femenina y del amor.

Rimas XXX- LI El más abundante cuerpo de la poesía becqueriana está constituido por rimas amargas y dolientes, con tonos que van de la melancolía hasta la ira y la desesperación, en las que poetiza su experiencia de amor desengañado por Elisa Guillén, quien lo abandonó por otros hombres.

Rimas LII-LXXVI Tratan de la soledad y de la muerte desde un punto de vista desolado y pesimista.

En 1914 se dio a conocer el manuscrito del Libro de los gorriones, que cuestionaba el ordenamiento de la edición de 1871 e incluía tres rimas más (LXXVII-LXXIX). En las ediciones posteriores de las Rimas, los poemas llevan un número romano (el de la edición de 1877) y otro arábigo (el del Libro de los gorriones).

Los núcleos temáticos de la poesía de Bécquer están relacionados con el ordenamiento que sus amigos hicieron de las Rimas:

Poesía y creación artística: Bécquer concibe la poesía como una forma de expresión inmediata de emociones íntimas que están más allá del poeta mismo y que solo esperan al escritor que sepa formularlos. Se trata de una concepción romántica de la literatura, frente a la idea clásica del arte como elaboración meditada y concienzuda. Sin embargo, Bécquer se aleja de estos conceptos románticos debido a su formación literaria. Llega así a una poesía sintética, normalmente breve, nada grandilocuente y en la que la expresión de las ideas se apoya a menudo en objetos materiales.

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La inspiración no se explica sin la razón que da la forma definitiva al poema. Por tanto, es difícil desligar por completo a Bécquer de la estética realista que empezaba a dominar en su época. Los poemas de Bécquer, partiendo de la realidad cotidiana, intentan expresar ideas (belleza, amor, poesía) que se resisten a ser formuladas con palabras.

Amor, desengaño amoroso y decepción: el amor, relacionado con la poesía, la naturaleza y Dios, es el tema central de las Rimas; es un ideal inalcanzable, y la amada, expresión máxima de la belleza, resulta ser un ideal, un ser inaccesible, un misterio intangible, que se desvanece como un sueño. El resultado final no es otro que el fracaso de la experiencia amorosa, el desengaño. La decepción se muestra, unas veces, con ironía, crueldad y sarcasmo, y otras, con la angustia más profunda y la desesperación sin límites del yo poético.

Soledad y muerte: la soledad es un sentimiento consustancial al yo lírico romántico, para el que la naturaleza, aun en su aspecto más agresivo, puede constituir un refugio. El individuo se siente solo en la soledad del mundo y no encuentra respuestas para los interrogantes vitales (¿De dónde vengo?; ¿Adónde voy?). La soledad se intensifica frente al enigma de la muerte y queda simbolizada en la tumba abandonada, que ya todos ignoran.

El sueño y la naturaleza: la realidad se percibe como una integración de lo racional y lo soñado; existe una fusión entre mundo y sueño. Los sueños permiten la expresión del espíritu y la fantasía, en ellos se presentan zonas y seres misteriosos, desconocidos, un mundo de visiones que enriquece la percepción del universo. Aunque la naturaleza es a veces un marco impasible e indiferente, en muchas de los poemas de Bécquer es expresión de los sentimientos del yo lírico, quien busca la integración en el mundo natural. En general, se presenta en constante movimiento, y las imágenes relacionadas con la luz y el aire adquiere especial importancia.

En cuanto al estilo poético de Bécquer, tras su aparente sencillez y espontaneidad, hay una cuidada elaboración de los textos. Buena parte de los aciertos expresivos de Bécquer proceden de su maestría en amalgamar los artificios retóricos de la poesía culta con los de la poesía popular.

Así sucede, por ejemplo, en la métrica: utiliza, a veces estrofas clásicas (octava real, serventesio, quintilla, combinaciones de endecasílabos y heptasílabos), así como el empleo de formas populares (copla asonantada, seguidilla). Rasgo general de sus versos es la preferencia por la rima asonantada, con la que evita la sonoridad estridente del Romanticismo.

Compositivamente, los poemas de Bécquer suelen ser breves y, muchas veces, parecen quedar truncados al cerrarse con un verso quebrado que condensa la idea expresada y abre nuevas sugerencias. Los más extensos utilizan normalmente el paralelismo como técnica estructurante (correlaciones bimembres o trimembres, antítesis, anáforas, repeticiones…); y no es extraño que sus diversas estrofas, con preferencia por las de cuatro versos, concluyan también con un pie quebrado. Todas las rimas prueban su pensada construcción y su trabajada arquitectura.

El lenguaje becqueriano también es sencillo en apariencia. No son raras las metáforas (saeta…/ hoja…/ gigante ola…/ luz…/ esa soy yo) y también son habituales las comparaciones(como la brisa que la sangre orea, tus ojos/ verdes como el mar…). Las imágenes se construyen casi siempre con palabras que aluden a realidades materiales, sensoriales. Por eso su lenguaje poético abunda en vocablos referentes a la naturaleza (golondrinas, búho, viento, huracán, campanillas, madreselvas, violeta, árbol, mar) o a la música (arpa, lira, compás, cadencia, laúd). Tampoco falta el léxico más prosaico (átomo, máquina, roncar, comer, engordar, billete de banco, diccionario), que revela la influencia de la poesía realista, al lado de un vocabulario todavía romántico (suspiros, sueño, dolor, vértigo). Sin embargo, lo más importante del léxico de Bécquer es su capacidad de sugerencia más allá de su significado denotativo: los elementos de la realidad se corresponde con emociones íntimas, o a través de ellos se descubren otros sentidos insospechados u ocultos en la misma realidad descrita. Esta es la razón por la que se puede considerar a Bécquer como un poeta presimbolista.

3.1.2. Obra en prosa

Como prosista, Bécquer escribió, además de numerosas colaboraciones periodísticas, una inconclusa Historia de los templos de España (1857), dos colecciones de cartas, Cartas literarias a una mujer (1860) y

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Cartas desde mi celda (1864), así como las Leyendas, que aparecieron en la prensa entre 1858 y 1864 y que se recogieron en un libro en 1871 en el mismo volumen de las Rimas.

Las Leyendas son un conjunto de relatos cortos de carácter fantástico y ambientación romántica (la Edad Media, el mundo oriental o morisco, el halo de misterio, la noche…) Muchas de ellas son muy conocidas: El caudillo de las manos rojas, El Monte de las Ánimas, El Miserere, La corza blanca, El beso…

Las Leyendas se encuentra muy cerca del Romanticismo tradicional, por los precedentes del género (Zorrilla, Espronceda, duque de Rivas, la novela histórica) y por los temas que desarrolla (la mujer ideal, el desengaño, el ansia de amor absoluto…), así como por los personajes (caballeros, galanes, artistas, bellas mujeres) y por los ambientes exóticos o legendarios. Pero Bécquer acierta a crear un nuevo género, el de la leyenda lírica. La prosa becqueriana destaca en las Leyendas por sus valores rítmicos y musicales y por sus calidades pictóricas, que preludian ya las narraciones modernistas.

3.2. ROSALÍA DE CASTRO (1837-1885)

Aunque escribió también en prosa, destaca sobre todo como poetisa. Compuso versos tanto en gallego, Cantares galegos (1863) y Follas novas (1880) como en castellano, En las orillas del Sar (1884).

Con Rosalía de Castro nos encontramos ya muy cerca de la poesía contemporánea entendida como comunicación de una experiencia personal: aflora de forma directa el mundo interior, se manifiesta la subjetividad abiertamente y no envuelta en el tono declamatorio y muchas veces superficial del Romanticismo externo.

Cantares galegos. Escrita en gallego, en ella aparece la añoranza de la tierra natal lejana, además de la crítica por la situación de muchos de sus paisanos. Por ello algunos poemas tienen un tono de protesta y rebeldía.

Follas novas. Poemario compuesto también en gallego en el que el paisaje de su tierra se convierte en un escenario para versos que expresan el dolor y el desengaño vital.

En las orillas del Sar. Escrita en castellano, en ella Rosalía de Castro continúa, con un tono melancólico y pesimista, poetizando el paso del tiempo, las ilusiones perdidas y la deseada muerte que libere el dolor de vivir. En esta obra, Rosalía de Castro alcanza muchos momentos de honda emoción y de expresión de una intimidad conflictiva que anticipan lo más granado de la poesía posterior.

En cuanto a su técnica, Rosalía, influida como Bécquer por la obra del alemán Heinrich Heine y por la poesía popular, emplea un lenguaje emocionado e intimista que huye de la grandilocuencia. La constante presencia de elementos de la naturaleza aporta a sus versos un tono de autenticidad, de experiencia vivida.

Utiliza versos y estrofas hasta entonces poco usuales, como las estrofas polimétricas que combinan versos alejandrinos, decasílabos, pentasílabos, etc. Esta innovación la convierte en una pionera de la poesía moderna, y su influencia la reconocerán poetas posteriores como Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca, entre otros.

4. LA PROSA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

Para el desarrollo de la prosa realista tienen una gran importancia el auge del periodismo. La mayor parte de los prosistas del XIX escriben para un periódico. La prensa, por pura necesidad de proximidad al lector, contribuye a forjar una prosa directa, flexible y liberada de la grandilocuencia romántica. Uno de los géneros periodísticos, el artículo de costumbres, va a evolucionar hacia la novela prerrealista, próxima todavía al costumbrismo y construida de manera poco orgánica mediante la mera suma de escena costumbrista.

Cuando la novela realista triunfa, el costumbrismo periodístico va siendo sustituido en la prensa por el cuento. Suelen reflejar la España contemporánea y prefieren el entorno urbano y los ambientes burgueses.

El costumbrismo está en la base de otro aspecto característico de la novela realista : el gusto por la novela regional. En Andalucía están ambientadas muchas de las novelas de Fernán Caballero y de Valera,

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en Cantabria las de Pereda, en Asturias las de Palacio Valdés, etc. En estas novelas se observan minuciosamente las costumbres locales.

4.1. LA NOVELA REALISTA

La novela se consideró el género más adecuado para observar, representar y explicar la realidad social. La novela realista se caracteriza por:

Descripción minuciosa y detallada de la realidad externa, para lo cual el escritor pasa por una fase de observación y documentación. La observación rigurosa y la reproducción fiel de la vida están en el centro de la doctrina realista. El escritor se documenta exhaustivamente sobre el terreno o en los libros para conseguir la máxima exactitud ambiental o psicológica. Esta exactitud se ejerce en dos terrenos y siempre con intención moral o social:

– La pintura de costumbres nos muestra gran diversidad de ambientes: urbanos o rurales, refinados o populares, aunque hay preferencia por los ambientes burgueses.

– La pintura de caracteres que da origen a la novela psicológica donde se analizan los temperamentos y las motivaciones de los personajes

Ubicación próxima de los hechos: Frente a la evasión espacio-temporal del Romanticismo, los autores realistas escriben sobre lo que conocen, con lo que sitúan sus obras en el presente y en lugares próximos. La mirada se desplaza a lo cotidiano, eliminando el subjetivismo y la fantasía y controlando los excesos imaginativos y sentimentales.

Frecuente propósito de crítica social y política: La intencionalidad sociopolítica varía según la ideología particular de cada escritor. En general, los autores conservadores describen la realidad para mostrar su degradación y postular un retorno a los valores tradicionales. Los progresistas también muestran las lacras sociales, pero éstas, según ellos, obedecen a la pervivencia de una mentalidad conservadora que lastra el avance hacia el mundo nuevo.

Estilo sencillo y sobrio. Se prefiere una prosa sobria, a veces cuidada, a veces familiar. En los diálogos, la lengua se adaptará a la índole de los personajes; de ahí, por ejemplo, el reflejo del habla popular. Se trata de reflejar el estilo coloquial, incluso con incorrecciones y vulgarismos. El ideal del estilo es la claridad y la exactitud, como corresponde al deseo de acercar la labor del escritor a la del científico.

Verosimilitud: Las historias son como fragmentos de realidad. Aunque inventadas por su autor, se basan en la experiencia cotidiana, y tanto los protagonistas como los ambientes son creíbles. Desaparecen del relato los sucesos increíbles, los hechos maravillosos y las aventuras insólitas.

Protagonistas individuales o colectivos: Novelas psicológicas: Los protagonistas de las novelas suelen ser individuos que se relacionan

problemáticamente con su mundo. El novelista hace hincapié en el análisis psicológico del personaje.

Novelas de ambientación social: Los protagonistas son grupos sociales completos, que permiten al novelista dar una visión global de la sociedad contemporánea. En este caso el autor describe los más variados ambientes y comportamientos con la aparición de grupos sociales ignorados (burguesía, proletariado, mendigos, desclasados…)

Narrador omnisciente: El narrador maneja por completo los hilos del relato: lo conoce todo, interviene en la obra con sus juicios sobre hechos y personajes y con observaciones dirigidas al lector. Con el tiempo, el ideal de objetividad conduce a atenuar las apariciones del narrador en la obra. Junto con la narración tradicional y el estilo indirecto, destacan el diálogo, el estilo indirecto libre y el monólogo interior.

Uso del estilo indirecto libre: se trata de un estilo narrativo en el que se insertan en la voz del narrador enunciados propios de un personaje, que se reconocen mediante marcas que descartan la vinculación de ese registro del lenguaje o punto de vista con el narrador. En el enunciado del narrador fragmentos del discurso de los personajes que no son introducidos expresamente mediante marcadores o conectores (verbos de palabra y pensamiento o nexos introductorios del enunciado).

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Ejemplo: Juan estaba agotado, los pensamientos se agolpaban en su mente, no, jamás volvería a subir corriendo3

Didactismo: es corriente que los autores pretendan con sus novelas ofrecer una lección moral o social. Ello es así en las llamadas novelas de tesis, en las que el escritor desea demostrar una idea general a la que quedan subordinados el argumento, los personajes y el ambiente de la obra.

Estructura lineal: los hechos transcurren de forma lineal en el tiempo, aunque no son extrañas las vueltas atrás para contar episodios pasados, pero estas no interrumpen más que provisionalmente el hilo general de la narración.

Descripciones minuciosas: las descripciones interiores y exteriores y las de los mismos personajes son extremadamente detalladas, de modo que en las obras a veces predomina la descripción sobre la narración. Esto se relaciona con la obsesión de los realistas por el dato exacto, típica del positivismo.

Aproximación del lenguaje al uso coloquial: el lenguaje narrativo se aproxima a la lengua de la conversación, que se eleva a la categoría de lengua literaria. Los autores se esfuerzan en adecuar el lenguaje a la naturaleza de los personajes, que hablan con arreglo a su condición social, a su origen geográfico o a sus propias particularidades.

4.1.1. Principales autores realistas

TRANSICIÓN DE LA PROSA ROMÁNTICA A LA NOVELA PRERREALISTAFernán

CaballeroEs el seudónimo de la escritora Cecilia Böhl de Faber, hija de uno de los introductores del Romanticismo en España: Nicolás Böhl de Faber. Su obra se ha considerado precursora del realismo español, pero la abundancia de elementos románticos y, sobre todo, el didactismo católico y la idealización de tipos y paisajes, la alejan de los presupuestos centrales del realismo. Entre sus obras más conocidas destacan La gaviota y La familia de Alvareda.

Pedro Antonio de Alarcón

Es también un escritor prerrealista, cercano aún al Romanticismo y a la prosa costumbrista. Sus novelas no son de gran calidad: sus personajes carecen de individualidad y están construidos con un maniqueísmo absoluto, las situaciones argumentales son inverosímiles y su lenguaje peca de excesiva verbosidad. Una sorprendente excepción es la novela corta El sombrero de tres picos (1874).

CONSOLIDACIÓN DE LA NOVELA REALISTAJuan Valera Es un escritor peculiar dentro del movimiento realista. Defiende el carácter poético de

la novela y postula un tipo de narración que estudie el interior de los personajes. Reclama una literatura que cree objetos bellos que deleiten al lector, dejando a un lado cualquier preocupación por la sociedad del momento. En consecuencia, sus novelas suelen moverse dentro de marcos ideales donde se difuminan los conflictos sociales. Tampoco sus personajes hablan de manera realista; su estilo es culto y academicista. Las descripciones exteriores son poco frecuentes. La construcción narrativa es hábil y, aunque el narrador interviene en los relatos, el uso de la ironía pone distancia entre los personajes y el autor. El amor es el tema de la mayor parte de su obra narrativa en la que destaca Pepita Jiménez (1874), Doña Luz (1879), Juanita la Larga (1895) y Morsamor (1899).

José María de Es el máximo representante, dentro del realismo, de la novela tradicional. Defiende en 3 El estilo directo es un estilo narrativo en el que se inserta en el relato la voz de los personajes reproduciendo literalmente lo que dicen. El estilo directo se caracteriza por la presencia de verbo de lengua o sentido (dijo, exclamó, gritó, etc.), seguido de dos puntos y aparte, precedido de un guión, las palabras textuales del personaje.

Juan estaba agotado, suspiró y dijo: “Jamás volveré a subir corriendo.”

El estilo indirecto es, por otra parte, otro estilo narrativo en el que se introduce la voz de los personajes. En este caso, el verbo de lengua o sentido es seguido de la conjunción completiva que o si y a continuación se reproducen las palabras de los personajes modificadas:

Juan estaba agotado, suspiró y dijo que jamás volvería a subir corriendo.

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Pereda sus obras un patriarcalismo rural e idílico frente a los males del mundo urbano y burgués. Casi todas sus novelas transcurren en la región cántabra y son un ejemplo de novela regional. Sus obras presentan muchos defectos: personajes acartonados, moralismo abrumador, constantes intromisiones del narrador, argumentos faltos de intriga, etc. Sin embargo, son apreciables su gran calidad descriptiva tanto de paisajes como de personajes. Entre sus novelas destacan: El sabor de la tierruca (1882), Pedro Sánchez (1883), Sotileza (1884), La puchera (1889) y Peñas arriba (1895).

Emilia Pardo Bazán

Aristócrata gallega, fue persona cultivada y buena conocedora de las corrientes literarias europeas de su tiempo. Su obra narrativa es muy variada: tuvo unos comienzos románticos, y tras sus escarceos naturalistas, será seguidora del espiritualismo ruso e, incluso, al final de su producción, de la estética modernista en boga. Defiende, pues, todo lo novedoso, pero en el fondo su obra tiene un hilo conductor unitario que le proporciona coherencia: su ideología cristiana y conservadora. Así, el naturalismo, tan presente en novelas como La tribuna (1882), Los pazos de Ulloa (1886) y La madre Naturaleza (1887), es siempre puramente formal: situaciones escabrosas, ambientes degradados, señores decadentes y criados brutales, crudas descripciones, escenas de desmesurada violencia, etc. Pero el determinismo naturalista sólo es externo y circunstancial, pues es corregido por la fe religiosa.Tiene mucho interés el más de medio millar de cuentos que la condesa de Pardo Bazán publicó en la prensa, parte de los cuales reunió en diversos volúmenes: Cuentos de Marineda, Cuentos de Navidad, Cuentos de amor, Cuentos sacroprofanos, Cuentos de la tierra…

4.1.2. BENITO PÉREZ GALDÓS (1843-1920)

4.1.2.1. Primeras novelas

Publicadas durante la primera década de los setenta, casi todas son novelas de tesis en las que se contraponen dos ideologías, conservadora y liberal. Galdós no oculta sus simpatías por la España liberal, y la intención didáctica de las obras es explícita. Títulos de esta época son La Fontana de Oro (1870), Doña Perfecta (1876), Gloria (1877), Marianela (1878) y La familia de León Roch (1878). Pese al esquematismo de sus ambientes y personajes, se advierte en estas obras una evolución técnica que culminará en el gran Galdós posterior.

4.1.2.2. Novelas españolas contemporáneas

Así llamó Galdós a las novelas que publicó a partir de La desheredada (1881). Esta magnífica obra, influida en parte por las ideas naturalistas de Zola, no presenta ya de forma elemental acciones y personajes, sino que estos son fruto ahora de una cuidada evolución psicológica. Algunas otras novelas de este periodo son El amigo Manso (1882), La de Bringas (1884) y Miau (1888).

Todas estas obras analizan con maestría el mundo de la clase media. La visión galdosiana de esta sociedad mesocrática se plasma generalmente en Fortunata y Jacinta (1886-7), su obra más ambiciosa. Se trata de una novela extensa y cuidadosamente construida, que desarrolla, sobre la base de diversos triángulos amorosos, la convulsa y cambiante vida social madrileña entre 1873 y 1876, entrelazando calculadamente los elementos de ficción y los históricos.

En esta obra, Galdós despliega sus mejores artes narrativas: minuciosa captación de ambientes y tipos, uso magistral de los diálogos, empleo de novedosos monólogos interiores, sabio manejo narrativo de múltiples anécdotas argumentales, etc. En ella alcanza su cumbre el realismo total galdosiano. A los elementos genuinamente realistas, Galdós incorpora recuerdos, sueños, imaginación, locura, símbolos. Todo ello se integra de tal forma que da por resultado un acabado fresco social pero no se trata de una sociedad abstracta, sino de un mundo poblado por numerosas individualidades, que son las que transmiten al lector esa fuerte impresión de verdad.

4.1.2.3. Últimas novelas

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La crisis de la estética realista y el interés por buscar nuevos cauces expresivos se manifiestan claramente en sus novelas desde 1889. De este periodo son La incógnita (1889), Realidad (1889), Ángel Guerra (1891), Tristana (1892), la tetralogía que tiene como protagonista al usurero Torquemada (1889-1895), Nazarín (1895), Misericordia (1897) , El caballero encantado (1909).

En todas ellas ensaya originales procedimientos narrativos: novelas dialogadas, narraciones epistolares, introducción de elementos fantásticos, sueños, símbolos, etc. En alguna es también visible la influencia del espiritualismo de la novela finisecular europea. La modernidad narrativa galdosiana tiene su raíz en la progresiva radicalización ideológica del Galdós, que le lleva a buscar vías estéticas diferentes como modo de comprender la realidad en toda su extensión.

4.1.2.4. Episodios Nacionales

Los Episodios Nacionales, constituidos por cuarenta y seis novelas dispuestas en cinco series de diez episodios cada una (excepto la última, que quedó inacabada con solo seis), pretenden reconstruir en forma novelada la historia del siglo XIX español. Las dos primeras series fueron escritas entre 1873 y 1879, al tiempo que sus primeras novelas; las tres últimas entre 1898 y 1912.

Los Episodios son un intento de entender desde la literatura los conflictos que dividen la sociedad española a partir de la que novela Galdós, quien acude a la Historia para explicar su propio presente y las convulsiones político-sociales que siguen al derrocamiento de la monarquía borbónica en 1868.

Las dos primeras series muestra la ideología liberal de Galdós. Abundan en recursos folletinescos, aunque se apartan de la novela histórica romántica por la proximidad de los hechos narrados y porque la Historia no es un mero marco decorativo.

Casi veinte años después don Benito reemprende la redacción de los Episodios. Se percibe claramente que Galdós ha madurado como novelista: mezcla de narradores en primera y tercera persona, monólogos, novelas epistolares que ofrecen la impresión de intimidad al tiempo que proporcionan la ilusión de crónica histórica…

En estos últimos episodios se advierte también el conocimiento de primera mano de los hechos por parte de Galdós, pues la época se corresponde con la de su propia juventud madrileña, que el escritor juzga ahora desde sus nuevas posiciones ideológicas republicanas.

4.1.2.5. Temas e influencias

Las obras de Galdós, aunque ambientadas en su mayoría en Madrid, son una completa visión de conjunto de la sociedad española de su época. En sus novelas Madrid concentra todas las contradicciones sociales e históricas del país y se ha convertido en una gran ciudad cuyo complejo mundo presenta con pluma maestra el novelista. Aunque las clases medias son las que ocupan el primer plano de sus obras, la mirada de Galdós presta atención a todas las esferas sociales. Todo ello se expone en íntima relación con las vicisitudes históricas que dan lugar a esta nueva sociedad que arrolla a su paso los viejos moldes estamentales.

La sensación de vida en acción de las novelas de Galdós hacen que sus obras ofrezcan una reflexión sobre la condición humana: el tiempo que todo lo cambia, las reacciones psicológicas ante las situaciones extremas, las ambiciones, el dolor, los suelos, las ilusiones, las fantasías, el amor, los diversos placeres, los ambientes sórdidos, todo desfila ante los ojos del autor y bajo la mirada de Galdós, dura y sarcástica en ocasiones, tierna y humanísima en otras, irónica en las más.

Los modelos literarios de Galdós son muy diversos. Es apreciable la influencia de los escritores realistas: Balzac, Dickens, Flaubert, Dostoyevski y Tólstoi. Es también muy notable la influencia de la literatura: la Celestina, la picaresca, los clásicos del siglo XVI y XVII, y particularmente Cervantes, de quien aprende Galdós el recurso fundamental de la ironía, que le permite alejarse de lo narrado y ver más objetivamente a sus personajes.

4.1.2.6. Estilo

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El ideal estilístico galdosiano es el lenguaje llano y sencillo. La prosa de Galdós es extraordinariamente ágil y de apariencia espontánea, pero siempre producto de una meditada elaboración. Sus personajes se expresan de acuerdo con su condición y quedan caracterizados por su forma de hablar. En realidad, lingüísticamente, Galdós es también un creador. Es en él constante su alerta ante el lugar común y la retórica manida (frases hechas, locuciones tópicas, formulismos de la prensa y del parlamento…) Pero, además de denunciar el lenguaje anquilosado y las fórmulas burguesas de la conversación, Galdós se sirve de esas mismas locuciones y coloquialismos fosilizados como cantera de su creatividad y juega con los sentidos literal y metafórico de muchos tópicos, rompiendo con el automatismo de las selecciones léxicas y valiéndose de esos mismos clichés en la génesis de situaciones narrativas o en la caracterización de personajes, para los que emplea constantes metáforas asociadas con su profesión, aficiones, etcétera.

4.1.3. LEOPOLDO ALAS, “CLARÍN” (1852-1901)

El escritor Leopoldo Alas, Clarín, publicó multitud de artículos periodísticos de contenido político defendiendo su ideario republicano. Es autor además de numerosos escritos de crítica literaria, en los que analiza con ironía las tendencias de la época y censura las obras de mala calidad, con el fin de guiar y aconsejar al público lector.

En cuanto a su obra de creación, es casi exclusivamente narrativa, a excepción de algunos poemas juveniles y su drama Teresa (1895), que intenta conjugar la crítica social y el espíritu evangélico, dentro de una estética de intensa concentración dramática y escenográfica naturalista.

Pese a su brevedad, es su obra narrativa la que le concede un puesto de primer orden en las letras españolas. Solo escribió dos novelas: La Regenta y Su único hijo, algunas novelas cortas (Pipá, Avecilla, Las dos cajas, Doña Berta, El Señor…), varios fragmentos novelescos inconclusos y poco más de cien relatos breves, publicados en su mayoría en la presa y que recopiló, junto a otros inéditos, en volúmenes independientes: Pipá (1886), El Señor y lo demás, son cuentos (1893), Cuentos morales (1896) y El gallo de Sócrates (1901).

4.1.3.1. Las grandes novelas

Su único hijo (1891)Narra la vida en una pequeña capital de un frustrado matrimonio, cuyas relaciones con los

componentes de una compañía de actores sitúan la acción en un ambiente extraño y degradado. Clarín juzga duramente la moralidad de la sociedad que retrata, cuyos rasgos, ocultos bajo una máscara de pseudorromanticismo trasnochado son el egoísmo, la rapacidad, el engaño, la hipocresía y la mentira.

Los personajes viven en la más extrema soledad y se mueven por intereses materiales en un medio social que condiciona su comportamiento con una mezcla de determinismo naturalista y sensualismo decadente. El protagonista es un individuo pusilánime que realiza un ímprobo esfuerzo por vencer esa debilidad y reafirmar su identidad. El personaje oscila entre lo ridículo y lo sublime. Su fuerza de voluntad lo hace elevarse por encima de la realidad que lo rodea y forjarse un destino propio elegido personalmente.

La importancia en la novela de la voluntad, de la familia, de la infancia, del espíritu religioso, del tiempo de la memoria, de lo subjetivo, responde a la angustia ante la sociedad, el desarraigo y el miedo al mundo.

La Regenta (1885)La Regenta se encuadra dentro de dos modelos típicos de la novela realista: la novela de adulterio,

que tiene como protagonista a una mujer burguesa profundamente insatisfecha y la novela de sacerdote que narra el conflicto entre la castidad impuesta y el instinto natural.

Los protagonistas de la novela son dos: Ana Ozores y el Magistral, Fermín de Pas. Ambos personajes tienen en común su desclasamiento: ella, hija de un aristócrata liberal, acaba como esposa del viejo y ridículo regente de la Audiencia; él, de humilde origen, está escalando a los más altos puestos de poder del cabildo catedralicio. En los dos se produce una profunda insatisfacción: Ana, frustrada humana y sentimentalmente en el marco de una ciudad levítica, añorando una madre que no tuvo y un hijo que no

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tiene; el Magistral, sometido a la férrea voluntad de su madre y sin meta humana alguna, excepto la ambición desmedida del poder.

El tercer personaje en importancia es Álvaro Mesía, dirigente liberal de la provincia y tenorio por excelencia de la misma. Ana termina en manos del insustancial Mesía, con lo que consuma su propia degradación.

En el fondo, la auténtica protagonista de la novela es la sociedad provinciana en su conjunto. Clarín disecciona en Vetusta, nombre literario de Oviedo, las mezquindades, frustraciones y pequeñeces de la sociedad española de la Restauración. Satiriza sin piedad los comportamientos de la clase dominante de la sociedad canovista: clero, nobles, indianos, burgueses desfilan por sus páginas dando muestras de su frivolidad, hipocresía, orgullo, mediocridad y miseria moral. La extensa fauna de personajes de la novela está casi por completo marcada por los mismos rasgos de los protagonistas: frustración, insatisfacción, sexualidad reprimida. Hay pocos personajes y éstos no tienen la entidad suficiente para cambiar los derroteros de la sociedad podrida.

La estructura de la novela está muy pensada. Todos los elementos están interrelacionados: reflejan las relaciones de sus tres personajes y todo se organiza en función de ello. Consta de dos partes simétricas y bien equilibradas. La primera se desarrolla en tres días y la segunda en tres años. Esta desproporción es solo aparente, porque en la primera parte se rememoran retrospectivamente muchos años.

Al principio la acción es más lenta, ya que se describen en detalle personajes y ambientes que son fundamentales para el desarrollo de la novela. La segunda parte es más rápida y dinámica, hasta el desenlace de la obra.

En La Regenta, es muy importante la influencia del ambiente sobre los personajes, por ello se ha insistido en su carácter naturalista. En efecto, tanto el mundo exterior (la ciudad en que viven, el ambiente callejero, las relaciones sociales) como el más próximo a los personajes (su familia, su infancia, su formación) los condicionan de modo definitivo. Incluso la naturaleza se relaciona con los movimientos anímicos de los personajes: la lluvia constante, las estaciones del año…

Dos son las notas dominantes en el ambiente que envuelve a los personajes de la novela: el tedio y la lujuria. En la cerrada ciudad provinciana todo se repite hasta el aburrimiento, y personas como Ana Ozores no encuentran más salida a su hastío que el refugio en libros y sueños románticos, perfectamente inútiles como solución vital. La sexualidad, más o menos reprimida, es la vía de escape de muchas frustraciones. Objetos, ambientes y personajes parecen rodeados de un halo de erotismo que impregna sus movimientos, sus conversaciones, sus sueños y sus pensamientos.

Clarín ensaya en esta novela múltiples recursos narrativos. Lejos de las novelas de tesis, el autor deja hablar a los personajes, que charlan o piensan en alto constantemente. Cada personaje se expresa de acuerdo a su carácter, formación, nivel social… Muchos están caracterizados por sus tics lingüísticos.

El narrador, en consonancia con los principios naturalistas, se distancia de sus personajes y deja que ellos mismos vayan construyendo sus historias particulares mediante el uso consciente y reiterado del estilo indirecto libre. Ello no obsta para que el narrador externo intervenga cuando le interesa, anticipando acontecimientos, sembrando pistas falsas para intrigar al lector, contraponiendo su visión de la realidad con la que de ella dan los distintos personajes, etc. No se trata nunca de un tosco narrador omnisciente, sino que mediante la ironía el autor revela su inteligentísima mirada sobre los seres y las cosas.