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1 MONADOLOGÍA §§ 84-90: LIBERTAD Y PRINCIPIO DE RAZÓN El principio de razón suficiente como clave de la filosofía leibniziana Siempre he entendido la filosofía de Leibniz como un doble desarrollo de su famoso principio de razón suficiente. Este doble desarrollo consiste, básicamente, en el monismo sustancialista y la modalización de la ontología. a) Monismo sustancialista El principio de razón suficiente dice, en efecto, que nada es sin razón 1 . Y se explica porque, según Leibniz, supuesto el conocimiento absoluto de Dios, o bien para un conocimiento infinito, todo juicio es analítico. Dice Leibniz: en toda verdad está incluído el predicado en el sujeto; o también: suponemos que es propio de la naturaleza de la noción perfecta de un sujeto el comprenderlo todo, para que de este modo el predicado esté incluido en ella 2 . De esa manera los predicados de un sujeto tienen su fundamento en su noción o naturaleza; en virtud de lo cual, por ejemplo, conociendo plenamente la noción de César sabremos también la razón por la que prefirió pasar el Rubicón a detenerse 3 . De modo que la unidad de las mónadas leibnizianas, con ser una unidad sustancial, es, al tiempo y más radicalmente en cuanto a su sentido genuino, la unidad lógica del sujeto del juicio con sus predicados, ya que la unidad monádica precontiene virtualmente todos sus posibles atributos. Precisamente queremos apuntar que Leibniz presupone, da por supuesta, la equivalencia de sustancia y sujeto; a diferencia de Hegel que encarga al tiempo histórico la transformación de aquélla en éste. Leibniz, en cambio, estipula la completa equivalencia entre sustancia y sujeto en virtud de la totalización de los predicados. Así se justifica el sentido del principio de razón suficiente. Lo primero en la realidad –la sustancia como prioridad- es, en términos absolutos, sujeto; en ello radica lo nuclear de la monadología. La noción de mónada, que es una designación de realidad sustancial, se formula más bien en términos de subjetualidad lógica, de sujeto que integra todas sus notas y atributos, y es así razón de ellos. Me parece apreciar, entonces, que el principio de razón suficiente es la logificación del respecto fundamental de la sustancia en orden a sus accidentes, de acuerdo con la cual los predicados tienen su fundamento y razón de ser en el sujeto. Y ciertamente, con esta posición de Leibniz se corresponde el que las mónadas no tengan ventanas por donde algo pueda entrar o salir 4 : porque sus presuntas acciones o pasiones no son en realidad más que el despliegue o la expresión de su interno concepto, la manifestación predicativa de la sustancia-sujeto que son. Y además. En tanto que esta manifestación correlaciona unas sustancias con otras, y así aparenta ejercer acciones y recibir pasiones -pues enlaza y acomoda unas y otras entre sí, dice Leibniz-, cada sustancia simple tiene relaciones que expresan todas las demás y es, por consiguiente, un viviente espejo perpetuo del universo 5 . 1 Nihil est sine ratione, GP II, 56; IV, 232; VII, 109, 289, 300 y 301; etc. 2 Sobre la libertad, la contingencia y la providencia; en LEIBNIZ, G.W.: Escritos en torno a la libertad, el azar y el destino. Tecnós, Madrid 1990; p. 103. 3 Discurso de metafísica, § 13, GP IV, 437-8. 4 Monadología, § 7, GP VI, 607. 5 Monadología, § 56, GP VI, 616.

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MONADOLOGÍA §§ 84-90: LIBERTAD Y PRINCIPIO DE RAZÓN

El principio de razón suficiente como clave de la filosofía leibniziana

Siempre he entendido la filosofía de Leibniz como un doble desarrollo de su

famoso principio de razón suficiente. Este doble desarrollo consiste, básicamente, en el monismo sustancialista y la modalización de la ontología.

a) Monismo sustancialista

El principio de razón suficiente dice, en efecto, que nada es sin razón1. Y se explica porque, según Leibniz, supuesto el conocimiento absoluto de Dios, o

bien para un conocimiento infinito, todo juicio es analítico. Dice Leibniz: en toda verdad está incluído el predicado en el sujeto; o también: suponemos que es propio de la naturaleza de la noción perfecta de un sujeto el comprenderlo todo, para que de este modo el predicado esté incluido en ella2. De esa manera los predicados de un sujeto tienen su fundamento en su noción o naturaleza; en virtud de lo cual, por ejemplo,

conociendo plenamente la noción de César sabremos también la razón por la que prefirió pasar el Rubicón a detenerse3.

De modo que la unidad de las mónadas leibnizianas, con ser una unidad

sustancial, es, al tiempo y más radicalmente en cuanto a su sentido genuino, la unidad lógica del sujeto del juicio con sus predicados, ya que la unidad monádica precontiene

virtualmente todos sus posibles atributos. Precisamente queremos apuntar que Leibniz presupone, da por supuesta, la

equivalencia de sustancia y sujeto; a diferencia de Hegel que encarga al tiempo histórico

la transformación de aquélla en éste. Leibniz, en cambio, estipula la completa equivalencia entre sustancia y sujeto en virtud de la totalización de los predicados. Así se

justifica el sentido del principio de razón suficiente. Lo primero en la realidad –la sustancia como prioridad- es, en términos

absolutos, sujeto; en ello radica lo nuclear de la monadología. La noción de mónada, que

es una designación de realidad sustancial, se formula más bien en términos de subjetualidad lógica, de sujeto que integra todas sus notas y atributos, y es así razón de

ellos. Me parece apreciar, entonces, que el principio de razón suficiente es la

logificación del respecto fundamental de la sustancia en orden a sus accidentes, de acuerdo con la cual los predicados tienen su fundamento y razón de ser en el sujeto.

Y ciertamente, con esta posición de Leibniz se corresponde el que las mónadas

no tengan ventanas por donde algo pueda entrar o salir4: porque sus presuntas acciones o pasiones no son en realidad más que el despliegue o la expresión de su interno

concepto, la manifestación predicativa de la sustancia-sujeto que son. Y además. En tanto que esta manifestación correlaciona unas sustancias con

otras, y así aparenta ejercer acciones y recibir pasiones -pues enlaza y acomoda unas y

otras entre sí, dice Leibniz-, cada sustancia simple tiene relaciones que expresan todas las demás y es, por consiguiente, un viviente espejo perpetuo del universo5.

1 Nihil est sine ratione, GP II, 56; IV, 232; VII, 109, 289, 300 y 301; etc. 2 Sobre la libertad, la contingencia y la providencia; en LEIBNIZ, G.W.: Escritos en torno a la libertad, el azar y el destino. Tecnós, Madrid 1990; p. 103. 3 Discurso de metafísica, § 13, GP IV, 437-8. 4 Monadología, § 7, GP VI, 607. 5 Monadología, § 56, GP VI, 616.

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Todo tiene que ver con todo, según el dicho de Anaximandro; pero concretamente en términos de relaciones lógicas, y con distintos grados de percepción y

apetición.

Desde este mismo punto de vista, y como son muchas las mónadas existentes, y pensables todas sus relaciones, es fuerza concluir la armonía preestablecida entre ellas:

esa armonía universal que hace que toda sustancia exprese exactamente a todas las demás, por las relaciones que con ellas mantiene6.

Por tanto, principio de razón, monismo de las sustancias, armonía preestablecida entre ellas; la ontología de Leibniz emerge de la suficiencia de la razón, considerada

como principio en clave conceptual-judicativa. La razón suficiente es el sujeto como

fundamento lógico que se analiza en el predicado.

b) Ontología modal

Pero ahora hay que añadir que la mónada, el sujeto leibniziano –y en tanto que

antecedente de su despliegue predicativo-, designa rigurosamente la posibilidad de ser de algo; cuyo despliegue predicativo precisamente equivale a la realización efectiva de tal

posibilidad. El principio leibniziano de razón suficiente comporta el primado de la posibilidad sobre la realidad efectiva, y constituye así la modalización de la ontología.

Tal primado de la posibilidad tiene en Leibniz un doble juego: para el caso de Dios, el ser necesario, y para el de las criaturas, seres meramente posibles. Dice, en

efecto: existen dos grandes principios, a saber: el de contradicción (…) y el de razón suficiente (…). De alguna manera estos dos principios se hallan implicados en la misma definición de lo verdadero y lo falso7.

Como ha señalado también Heidegger, el principio de razón suficiente juega de distinto modo según sea la realidad que explique: nada es sin razón, es decir, lo real tiene una razón de su realidad; sí: pero lo posible de su posibilidad y lo necesario de su necesidad8.

Singular es la vigencia del principio de razón en el caso de Dios, pues sólo él

posee el privilegio de que basta que sea posible para que tenga que existir. ¿Por qué? Porque Dios reúne todas las posibilidades… luego necesariamente tiene que existir; lo

contrario es contradictorio. De manera que la omniposibilidad divina es suficiente para que conozcamos a priori la existencia de Dios9. Esta es la peculiar demostración leibniziana de la existencia de Dios a partir de su posibilidad infinita10.

Pero en el caso de las criaturas, posibilidades finitas, el principio de razón suficiente juega de otro modo; porque se superpone con el principio de lo mejor, en

virtud de la comprensión leibniziana de la libertad creadora de Dios. La libertad, piensa Leibniz, consiste en escoger lo mejor. Y así dice: la verdadera

libertad consiste en esa capacidad nuestra de razonar morosamente sobre las cosas y de actuar de acuerdo con lo que hayamos juzgado como lo mejor11; y también: es cierto e infalible que la mente se determina por el mayor bien aparente12.

6 Monadología, § 59, GP VI, 616. 7 Observaciones sobre un libro acerca del origen del mal, 14. GP VI, 416. 8 El principio de razón, lecciones del semestre de invierno de 1955-6 en la universidad de Friburgo; conferencia pronunciada el 25.V.1956 en el Club de Bremen, y el 24.X.1956 en la universidad de Viena. Traducción española (José Luis Molinuevo) en ¿Qué es filosofía? Narcea, Madrid 19853; p. 71. 9 Monadología, § 45, GP VI, 614. 10 Cfr. al respecto GONZALEZ, A. L. (ed.): Las pruebas del Absoluto según Leibniz. Eunsa, Pamplona 20042; especialmente el capítulo final. 11 Del libre albedrío; en LEIBNIZ, G.W.: Escritos en torno a la libertad, el azar y el destino. Tecnós, Madrid 1990; p. 113. 12 Acerca de la libertad carente de necesidad en la elección; en LEIBNIZ, G.W.: Escritos en torno a la libertad, el azar y el destino. Tecnós, Madrid 1990; p. 191.

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En esta concepción de la libertad, en cuanto que formalización de la elección racional, aprecio yo un antecedente del imperativo categórico kantiano: una forma a priori de la razón práctica.

En cualquier caso, la absoluta libertad divina justifica la elección de crear unas realidades, las mejores, y no otras.

En ello se basa el optimismo metafísico leibniziano: pues como hay una infinidad de mundos posibles en las ideas de Dios, y no pudiendo existir más que uno sólo, se

necesita que haya una razón suficiente13 de la existencia de este mundo; la cual no puede hallarse sino en la conveniencia, o en los grados de perfección que ofrezcan esos mundos14. La conveniencia y perfección de esos posibles mundos es la mayor o menor

composibilidad de sus integrantes, su virtualidad para integrar, y armonizar en su despliegue, mejores criaturas y en mayor número.

De modo que, finalmente, ésta es la causa por la que existe el mejor de los mundos posibles: porque la sabiduría de Dios lo conoce, su bondad lo elige y su poder lo produce15. En otro caso, como ha observado Ortega, si el mundo actual no fuera lo más perfecto posible, no sería posible dar su razón16.

Por tanto, prioridad de la posibilidad, argumento ontológico modal, mundos

posibles, optimismo metafísico… En último término, la modalización de su ontología deriva de la dual comprensión leibniziana del principio de razón suficiente.

13 Monadología, § 53, GP VI, 615-6. 14 Monadología, § 54, GP VI, 616. 15 Monadología, § 55, GP VI, 616. 16 ORTEGA Y GASSET, J.: La idea de principio en Leibniz. Alianza, Madrid 1979; apéndice I, p. 340.