Legado de La Revoluciuon Industrial

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LEGADO DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL Revolución In dustrial, proceso de evolución que conduce a una sociedad desde una economía agrícola tradicional hasta otra caracterizada por procesos de producción mecanizados para fabricar bienes a gran escala. Este proceso se produce en distintas épocas dependiendo de cada país. Para los historiadores, el término Revolución Industrial es utilizado exclusivamente para comentar los cambios producidos en Inglaterra desde finales del siglo XVIII; para referirse a su expansión hacia otros países se refieren a la industrialización o desarrollo industrial de los mismos. Gran Bretaña no fue el único país que experimentó una Revolución Industrial. Los intentos de fechar ese desarrollo industrial en otros países están sujetos a fuertes controversias. No obstante, los estudiosos parecen estar de acuerdo en que Francia, Bélgica, Alemania y Estados Unidos experimentaron procesos parecidos a mediados del siglo XIX; en Suecia y Japón se produjo a finales del siglo; en Rusia y en Canadá a principios del siglo **; en algunos países de Latinoamérica, Oriente Próximo, Asia central y meridional y parte de África a mediados del siglo . Cada proceso de industrialización tiene características distintas en función del país y la época. Al principio, la industria británica no tenía competidores. Cuando se empezaron a industrializar otros países tuvieron que enfrentarse a la ventaja acumulada por Gran Bretaña, pero también pudieron aprovecharse de su experiencia. En cada caso, el éxito del proceso industrializador dependía del desarrollo de nuevos métodos de producción, pero también de la modificación de las técnicas utilizadas para adaptarlas a

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LEGADO DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL

Revolución Industrial, proceso de evolución que conduce a una sociedad desde una economía agrícola tradicional hasta otra caracterizada por procesos de producción mecanizados para fabricar bienes a gran escala. Este proceso se produce en distintas épocas dependiendo de cada país. Para los historiadores, el término Revolución Industrial es utilizado exclusivamente para comentar los cambios producidos en Inglaterra desde finales del siglo XVIII; para referirse a su expansión hacia otros países se refieren a la industrialización o desarrollo industrial de los mismos.

Gran Bretaña no fue el único país que experimentó una Revolución Industrial. Los intentos de fechar ese desarrollo industrial en otros países están sujetos a fuertes controversias. No obstante, los estudiosos parecen estar de acuerdo en que Francia, Bélgica, Alemania y Estados Unidos experimentaron procesos parecidos a mediados del siglo XIX; en Suecia y Japón se produjo a finales del siglo; en Rusia y en Canadá a principios del siglo **; en algunos países de Latinoamérica, Oriente Próximo, Asia central y meridional y parte de África a mediados del siglo.Cada proceso de industrialización tiene características distintas en función del país y la época. Al principio, la industria británica no tenía competidores. Cuando se empezaron a industrializar otros países tuvieron que enfrentarse a la ventaja acumulada por Gran Bretaña, pero también pudieron aprovecharse de su experiencia. En cada caso, el éxito del proceso industrializador dependía del desarrollo de nuevos métodos de producción, pero también de la modificación de las técnicas utilizadas para adaptarlas a las condiciones imperantes en cada país y de la propia legislación vigente, que favoreciera la implantación de maquinaria barata gracias a una disminución de los aranceles, lo que, en ocasiones, podría perjudicar a otros sectores sociales, como los campesinos, que veían cómo sus productos debían competir con otros más baratos. Aunque la intervención pública para favorecer la industrialización fue importante en el caso británico, el papel del Estado fue mucho mayor en el caso alemán, ruso, japonés y en casi todos los países industrializados durante el siglo

Por definición, la industrialización aumenta la renta per cápita nacional. También implica cambios en la distribución de la misma, en las condiciones de vida y laborales y en los valores sociales. La Revolución Industrial supuso, al principio,

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una reducción del poder adquisitivo de los trabajadores y una pérdida de calidad en su nivel de vida. Más tarde, se tradujo en un aumento de la calidad de vida de toda la población del país industrializado. Estos aspectos siguen siendo objeto de importantes trabajos de investigación.

La primera Revolución Industrial tuvo lugar en Reino Unido a finales del siglo XVIII; supuso una profunda transformación en la economía y sociedad británicas. Los cambios más inmediatos se produjeron en los procesos de producción: qué, cómo y dónde se producía. El trabajo se trasladó de la fabricación de productos primarios a la de bienes manufacturados y servicios. El número de productos manufacturados creció de forma espectacular gracias al aumento de la eficacia técnica. En parte, el crecimiento de la productividad se produjo por la aplicación sistemática de nuevos conocimientos tecnológicos y gracias a una mayor experiencia productiva, que también favoreció la creación de grandes empresas en unas áreas geográficas reducidas. Así, la Revolución Industrial tuvo como consecuencia una mayor urbanización y, por tanto, procesos migratorios desde las zonas rurales a las zonas urbanas.

Se puede afirmar que los cambios más importantes afectaron a la organización del proceso productivo. Las fábricas aumentaron en tamaño y modificaron su estructura organizativa. En general, la producción empezó a realizarse en grandes empresas o fábricas en vez de pequeños talleres domésticos y artesanales, y aumentó la especialización laboral. Su desarrollo dependía de una utilización intensiva del capital y de las fábricas y maquinarias destinadas a aumentar la eficiencia productiva. La aparición de nuevas máquinas y herramientas de trabajo especializadas permitió que los trabajadores produjeran más bienes que antes y que la experiencia adquirida utilizando una máquina o herramienta aumentara la productividad y la tendencia hacia una mayor especialización en un proceso acumulativo.

La mayor especialización y la aplicación de bienes de capital a la producción industrial creó nuevas clases sociales en función de quien contratara y tuviera la propiedad sobre los medios de producción. Los individuos propietarios de los medios de producción en los que invertían capital propio se denominaron empresarios. Cuando invierten capital en una empresa sin participar directamente en ella se denominan capitalistas.

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Como la Revolución Industrial se produjo por primera vez en Gran Bretaña, este país se convirtió durante mucho tiempo en el primer productor de bienes industriales del mundo. Durante gran parte del siglo XVIII Londres fue el centro de una compleja red comercial internacional que constituía la base de un creciente comercio exportador fomentado por la industrialización. Los mercados de exportación proporcionaban una salida para los productos textiles y de otras industrias (como la siderurgia), cuya producción aumentaba rápidamente gracias a la aplicación de nuevas tecnologías. Los datos disponibles sugieren que la tasa de crecimiento de las exportaciones británicas se incrementó de forma considerable a partir de la década de 1780. La orientación exportadora y el aumento de la actividad comercial favorecieron aún más el desarrollo de la economía: los ingresos derivados de las exportaciones permitían a los productores británicos importar materias primas para crear productos industriales; los comerciantes que exportaban bienes adquirieron una importante experiencia que favoreció el crecimiento del comercio interior. Los beneficios generados por ese desarrollo comercial fueron invertidos en nuevas empresas, principalmente en mejora de la tecnología y de la maquinaria, aumentando de nuevo la productividad, favoreciendo la dinámica del proceso.

Cada proceso de industrialización tiene características distintas en función del país y la época. Al principio, la industria británica no tenía competidores. Cuando se empezaron a industrializar otros países tuvieron que enfrentarse a la ventaja acumulada por Gran Bretaña, pero también pudieron aprovecharse de su experiencia. En cada caso, el éxito del proceso industrializador dependía del desarrollo de nuevos métodos de producción, pero también de la modificación de las técnicas utilizadas para adaptarlas a las condiciones imperantes en cada país y de la propia legislación vigente, que favoreciera la implantación de maquinaria barata gracias a una disminución de los aranceles, lo que, en ocasiones, podría perjudicar a otros sectores sociales, como los campesinos, que veían cómo sus productos debían competir con otros más baratos. Aunque la intervención pública para favorecer la industrialización fue importante en el caso británico, el papel del Estado fue mucho mayor en el caso alemán, ruso, japonés y en casi todos los países industrializados durante el siglo

Por definición, la industrialización aumenta la renta per cápita nacional. También implica cambios en la distribución de la misma, en las condiciones de vida y laborales y en los valores sociales. La Revolución Industrial supuso, al principio,

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una reducción del poder adquisitivo de los trabajadores y una pérdida de calidad en su nivel de vida. Más tarde, se tradujo en un aumento de la calidad de vida de toda la población del país industrializado. Estos aspectos siguen siendo objeto de importantes trabajos de investigación

El legado industrial

En los siglos XVIII y XIX, el Norte de Inglaterra empujó al mundo entero a la Revolución Industrial. Ésta es la región que vio la primera máquina de hilar, el primer tren de pasajeros, el primer sistema moderno de producción en cadena, el primer ordenador y hasta el primer Rolls Royce. 

La industria textil fue una de las novedades más importantes del Reino Unido. Atracciones como la fábrica con rueda hidráulica Quarry Bank Mill, el pueblo modelo de Saltaire, los Museos Textiles de Helmshore, y la fábrica de Queen Street Mill describen estos primeros días de la producción manufacturera. 

El Centro de Extracción de Plomo de Killhope, el Museo Nacional de la Minería de Carbón de Wakefield, el Museo al aire libre Beamish y la rueda hidráulica de Laxey en la Isla de Man cuentan vívidamente la historia de la importante industria minera de la región, mientras que el Parque Magna de las Ciencias alumbra la historia de la producción de acero, sustento de los grandes astilleros de Newcastle y Sunderland. 

Como no es de extrañar en una isla pequeña pero poderosa prosperaron los puertos, y los Museos Marítimos de Merseyside, Lancaster, Hull y Hartlepool cuentan historias coloristas sobre el comercio con América, las Antillas y Europa. 

Fue en Darlington, en Northumbria, donde se inauguró la primera línea pública de pasajeros en ferrocarril de vapor. Visite el Museo Nacional del Ferrocarril en York, y Locomotion, su nueva exposición en Shildon; la casa donde nació George Stephenson; el Centro del Ferrocarril de Darlington; el Museo de la Ciencia y la Industria de Manchester, que está situado en la estación ferroviaria de pasajeros más antigua del mundo. 

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Los ferrocarriles de la Isla de Man son una gran atracción, al igual que los famosos viajes en tren de vapor por la región: la línea Settle-Carlisle, la del norte de los York Moors, la de Lancashire oriental, la de Embsay y la abadía de Bolton, la de Lakeside y Haverthwaite, y la del valle de Keighley y Worth.

Francia se afirma como nación con la Revolución de 1789. El 14 de julio de 1790, durante la fiesta de la Federación, delegados venidos de todo el país proclaman su pertenencia a una misma comunidad nacional. El ideal preconizado en aquel momento es la libertad individual dentro del respeto a todos, el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, instituciones destinadas a garantizar el bienestar social... Tales aspiraciones, plasmadas en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del 26 de agosto de 1789, hunden sus raíces en la filosofía de la Ilustración del siglo XVIII y están fuertemente imbuídas del pensamiento de autores como Montesquieu, que había planteado el principio de la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en su Espíritu de las leyes (1748), o como Jean-Jacques Rousseau, que desarrolló las nociones de igualdad política y de soberanía del pueblo en El contrato social (1762), textos que, por otro lado, habían inspirado en buena medida a los redactores de la Constitución de los Estados Unidos de América en 1787. Los valores que así se proclaman pretenden ser universales y pueden considerarse como las bases de la democracia moderna. Tendrán, asimismo, una gran repercusión como guía de los movimientos de liberación nacional del siglo XIX, antes de ser, una vez más, ampliamente recogidos en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, adoptada el 10 de diciembre de 1948 por la Organización de las Naciones Unidas. 

Principios que, sin embargo, no llegarían a implantarse sin esfuerzo. Aunque aparecen en gran parte enunciados en la primera constitución de 1791, y aún más ampliamente en la de 1793, haría falta tiempo, frecuentes combates políticos y numerosos conflictos sociales antes de verlos reconocidos como derechos inalienables. El 22 de septiembre de 1792 se proclama la I República, pero la Constitución democrática promulgada en 1793 nunca llegará a aplicarse. La guerra civil en el interior, y los combates que en el exterior hay que entablar contra los estados europeos aliados contra Francia, desembocan en el Terror, tan alejado

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de los nobles principios de 1789. Tras la ejecución de Robespierre, en julio de 1794, la Convención termidoriana (1794-1795) y el Directorio (1795-1799) llevan al poder a Bonaparte, cónsul de 1799 a 1804, y más tarde emperador de los franceses. La monarquía, abolida en 1792, da paso al Imperio, muy diferente en sus estructuras y su organización, pero en el que los franceses vuelven a ser súbditos, como en el pasado, después de haber sido efímeros ciudadanos. 

Durante las guerras de la Revolución y del Imperio, Francia intentó imponer su modelo y sus instituciones a gran parte de Europa, pero la originaria voluntad de llevar la libertad a los «pueblos oprimidos» se tradujo muy pronto en conquistas y anexiones, convirtiendo el «derecho de los pueblos a disponer de sí mismos» en una fórmula vacía... Francia pierde su Imperio en 1815, pero no por ello recupera su libertad y su democracia. Con Luis XVIII se restaura la monarquía. Carlos X le sucede en 1824, y después, tras las jornadas revolucionarias de julio de 1830, Luis Felipe inicia un reinado de dieciocho años. La Revolución de 1848 instituyó la II República que, como la primera, desembocó en 1851 en un golpe de estado, el de Luis Napoleón Bonaparte, y la instauración del Segundo Imperio (1852-1870). Bajo estos diversos regímenes no se contó prácticamente con los ciudadanos: hasta 1848 el voto se efectuaba por sufragio censatario, limitado pues a una minoría, y la expresión política de las mayorías quedó limitada a algunos episodios insurreccionales reprimidos con presteza. Sin embargo, por debajo de los vaivenes políticos se iban operando profundos cambios a través de los cuales se configuraba la Francia moderna. En primer lugar, de orden territorial y administrativo. En 1789 la unidad administrativa de Francia no estaba acabada. El país estaba dividido en diversas circunscripciones, surgidas en diferentes periodos y superpuestas unas a otras: bailías, gobiernos, generalidades, estados provinciales, países. Tal complejidad conllevaba rémoras y conflictos competenciales que dificultaban una gestión eficaz del país. En este aspecto, la Revolución y el Imperio van a perfeccionar la obra centralizadora iniciada bajo el Antiguo Régimen. En 1790 se divide el territorio en departamentos, que a su vez se subdividen en cantones integrados por municipios, que aún hoy constituyen las entidades locales estables del espacio vital de los franceses. Bonaparte completa la arquitectura administrativa dándole coherencia y eficacia mediante la ley del 28 de Pluvioso del año VIII (17 de febrero de 1800), que instaura los prefectos y los alcaldes; estos últimos, hoy cargos electos, eran entonces nominales. 

Las circunscripciones administrativas se unifican en base a principios igualitarios,

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y un sistema de concursos para el reclutamiento del personal funcionario impone la capacidad y el mérito sobre los antiguos privilegios. Durante este mismo periodo asistimos al nacimiento de verdaderos servicios públicos, el fortalecimiento del papel del Estado en la ordenación del territorio, la creación de infraestructuras, el urbanismo. La voluntad unificadora se plasma también en el interés por crear normas y referencias comunes universalmente validas, que se manifiesta, por ejemplo, en el Código civil, o en el establecimiento de catastros sistemáticos de la propiedad, o en la adopción del sistema métrico decimal y la unificación de pesos y medidas, decisión esta última que hoy ha alcanzado, efectivamente, rango universal. 

El periodo que va de la Revolución al Segundo Imperio está igualmente marcado por una profunda transformación de la economía y de la sociedad. A pesar de que las transformaciones vividas por Francia entre 1789 y 1815 permitieron a Inglaterra ganar una indiscutible preeminencia económica, Francia entra también de lleno en la edad industrial: la edad del carbón, de la máquina de vapor, de las fraguas modernas, de las grandes manufacturas textiles y del ferrocarril. El Segundo Imperio es, en este aspecto, un periodo decisivo, especialmente a partir de 1860: la democracia ha sido confiscada, el mercantilismo está en su apogeo, la aventura colonial iniciada en 1830 con la conquista de Argelia continúa, mientras el país experimenta transformaciones rápidas y profundas que lo convertirán en una potencia moderna: desarrollo de la industria, creación de bancos y grandes almacenes que inauguran el sistema de distribución moderno, remodelación urbana, importante ampliación de la red ferroviaria, política de reforestación y lucha contra la erosión... Sin embargo, si bien la expansión económica es incontestable, el progreso social va a remolque y, en esta primera mitad del siglo XIX, el proletariado que prolifera en las ciudades industriales se ve sometido a duras condiciones de vida y a una profunda miseria.

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