Lectio Divina Domingo 24

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DIOCESIS DE PASTO En estado permanente de Misión DOMINGO VIGESIMO CUARTO TIEMPO ORDINARIO - CICLO B Sólo triunfa la liberación si se acepta el riesgo de la Cruz

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DIOCESIS DE PASTO

En estado permanente de Misión

DOMINGO VIGESIMO CUARTO TIEMPO ORDINARIO - CICLO B

Sólo triunfa la liberación si se acepta el riesgo de la Cruz

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DOMINGO VIGESIMO CUARTO TIEMPO ORDINARIO - CICLO B

Sólo triunfa la liberación si se acepta el riesgo de la Cruz

AMBIENTACION Todos sabemos que la vida está llena de dificultades. El sufrimiento y la alegría, los

días felices y los días aciagos van entretejiendo nuestro discurrir por este mundo. Pero, ni el pesimismo destructor, ni el optimismo irrealista son actitudes válidas para quien desea seguir los caminos de Dios. La reunión del domingo tiene que ser para nosotros un encuentro gozoso con Cristo, quien nos salva precisamente a través de la cruz, y nos invita a comprender el sentido del dolor y la alegría, de la lucha y la esperanza.

Nos sucede a los hombres que, muchas veces, sólo recurrimos a Dios en la dificultad o

huimos de la prueba, o falsificamos la realidad cuando es dura. La Palabra de este Domingo nos invita a corregir nuestra posición ante el dolor y el sufrimiento.

1. PREPARACION: Invoquemos AL ESPIRITU SANTO

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia

en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.

Crea en nosotros el silencio

para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas,

sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,

podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo

en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.

Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María,

que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. LEAMOS LA PALABRA: ¿QUÉ DICE el texto?

Is. 50, 5-10: «Tengo cerca a mi abogado, ¿quién pleitará contra mí?»

Esta descripción de los sufrimientos del Siervo de Yahvé que se repite en el canto

cuarto (Is. 52, 13-53, 12) no es una aceptación masoquista del dolor ni una aceptación

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«resignada» del destino. Es una forma de decir que el mal, el dolor y la injusticia se redimen afrontándolos. No se salva a los hombres huyendo de su tragedia, sino rompiendo su sinsentido con la lucha, haciendo saltar con el amor el círculo de la opresión del hombre. La liberación tiene rostro de cruz.

Por no hacerse atrás ni resistirse al Dios que nos habla y nos invita por él camino del

desierto hacia la recuperación de la tierra prometida, siente sobre su cuerpo el dolor de todos. No renuncia a la esperanza y su fortaleza es aliento para el que, cansado, ha dejado de esperar.

Sal. 116(114-115): «Caminaré en presencia del Señor»

Este salmo está organizado con la siguiente estructura:

1. Introducción: vv. 1-2. 2. Exposición de la necesidad y liberación: vv. 3-9. 3. Confianza en medio de la tribulación: vv. 10-11 4. Promesa de acción de gracias: vv. 12-19 En este salmo un fiel canta a Dios su vivo reconocimiento por una liberación insigne.

Una enfermedad, una violenta persecución o tal vez la prisión, pusieron su vida en peligro y su alma al borde de la desesperación.

Con una confianza ilimitada el salmista lanza una súplica acompañada de un voto que

Dios acoge. En reconocimiento y para cumplir su voto, va a ofrecer el sacrificio prometido y a bendecir a su insigne salvador.

En un principio, el salmo tenía u n carácter individual; pero pronto tomó una

orientación comunitaria. De hecho, el salmo entró en la liturgia pascual judía en conexión con el rito de la tercera copa de vino, debido al v.13 «alzará la copa de la salvación».

Hay que destacar el candor y la sinceridad con que el salmista expresa sus

sentimientos y, sobre todo, el sentido tan elevado que tiene del amor a Dios y de la gratitud. Todas las palabras sé le quedan cortas a la hora de agradecer a Dios el beneficio obtenido.

Stg. 2,14-18: «¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras?»

La fe sin obras es una fe muerta. Creer en un Dios que nos salva liberándonos de todo mal y resignarse estérilmente ante el dolor es sofocar el Espíritu liberador que la Resurrección de Jesús ha derramado entre los hombres.

La medicina, el progreso científico, la lucha social... orientadas al servicio de una

humanidad más feliz, son las obras que hacen viva nuestra fe, y traducen a un lenguaje inteligible, los signos liberadores que Jesús realizó para mostrar su mesianismo. Las palabras resonantes, las fáciles promesas que no se cumplen, de nada sirven si los pobres siguen desnudos y a los hambrientos les falta el pan y al trabajador su justo salario.

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Mc. 8,27-35: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho...»

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN MARCOS

Confesión de Pedro (Mt. 16,13-20; Lc. 9,18-21; cfr. Jn. 6,67-71)

27

Jesús emprendió el viaje con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Felipe. Por el camino preguntó a los discípulos:

–¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28

Le respondieron: –Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que uno de

los profetas. 29

Él les preguntó a ellos:

–Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Respondió Pedro: –Tú eres el Mesías. 30

Entonces les ordenó que a nadie hablasen de ello.

Primer anuncio de la pasión y resurrección (Mt. 16,21-28; Lc. 9,22-27)

31

Y empezó a explicarles que el Hijo del Hombre tenía que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los letrados, sufrir la muerte y luego de tres días resucitar.

32 Les hablaba

con franqueza. Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo. 33

Pero él se volvió y, viendo a los discípulos, dice a Pedro:

–¡Retírate, Satanás! Tus pensamientos son los de los hombres, no los de Dios.

34 Y llamando a la gente con los discípulos, les dijo:

–El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y me siga.

35 El que quiera salvar su vida, la perderá;

quien la pierda por mí y por la Buena Noticia, la salvará.

Palabra del Señor.

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R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Re-leamos LA PALABRA para interiorizarla El mismo Pedro que movido del Espíritu confiesa a Jesús como Mesías, trata de

disuadirle del riesgo de la cruz. Más tarde, al enfrentarse con su Mesías ajusticiado, le abandona por miedo a correr ellos la misma suerte. La cruz, escándalo para los judíos y necedad para los griegos, hizo crisis en la vida de los discípulos. Sólo después, al recibir el Espíritu de Jesús, aprendieron que los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni sus caminos son nuestros caminos... Cristo no amó el dolor, ni se sintió dichoso al verse abandonado.

La angustia y el miedo le hicieron dudar de su misión, pero no se echó atrás. Se

mantuvo fiel por encima de todo. A todos los que le quieran seguir les advierte de su destino. Pero la cruz, la persecución no es una receta medicinal que El nos recomienda, sino una consecuencia inevitable para quien toma en serio su «asunto» y trata de llevarlo adelante. La salvación tiene carácter agónico.

Guía de lectura:

El texto del evangelio de este 24º domingo del tiempo ordinario trae el primer anuncio de la pasión y muerte de Jesús a los discípulos, el intento de Pedro de eliminar la cruz y la enseñanza de Jesús sobre las consecuencias de la cruz para ser sus discípulos.

Pedro no entiende la propuesta de Jesús sobre la cruz y el sufrimiento. Él aceptaba a

Jesús Mesías, pero no como Mesías sufriente. Pedro estaba condicionado por la propaganda del gobierno de la época que hablaba del Mesías sólo en términos de rey glorioso. Pedro parecía ciego. No entreveía nada y quería que Jesús fuese como él.

Pedro, deseaba e imaginaba. Hoy todos creemos en Jesús, Pero no todo lo

entendemos en la misma forma. ¿Quién es Jesús para mí? ¿Cuál es hoy la imagen más común que la gente tiene de Jesús? ¿Existe hoy una propaganda que intenta interferir nuestro modo de ver a Jesús? ¿Quién soy yo para Jesús?

Una organización del texto para ayudarnos en la lectura:

Mc.. 8,27-28: La pregunta de Jesús sobre la opinión de la gente y la respuesta de los discípulos.

Mc.. 8,29-30: La pregunta de Jesús y la opinión de sus discípulos Mc.. 8,31-32ª: El primer anuncio de la pasión y muerte Mc.. 8,32b-33: La conversación entre Pedro y Jesús Mc.. 8,34-35: Condiciones del seguimiento de Jesús.

Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en

nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.

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a) ¿Cuál es el punto de este texto que más te ha gustado y que ha llamado más tu atención? b) ¿Cuál es la opinión de la gente y de Pedro sobre Jesús? ¿Por qué Pedro y la gente

piensan de este modo? c) ¿Cuál es la relación entre la curación del ciego, descrita un poco antes (Mc. 8,22-26) y la

conversación de Jesús con Pedro y los otros discípulos? d) ¿Qué pide Jesús a aquéllos que lo quieren seguir? e) ¿Qué nos impide hoy reconocer y asumir el proyecto de Jesús?

Contexto de ayer y de hoy:

-) En los años 70, cuando Marcos escribe, la situación de la comunidad no era fácil. Había mucho dolor, eran muchas las cruces. Seis años antes, en el 64, el emperador Nerón había decretado la primera persecución y mató a muchos cristianos. En el 70, en Palestina, Jerusalén, estaba por ser destruida por los romanos. En otros países, se estaba iniciando una fuerte tensión entre judíos convertidos y judíos no convertidos. La más grande dificultad era la Cruz de Jesús. Los judíos pensaban que un crucificado no podía ser el Mesías tan esperado de la gente, porque la ley afirmaba que cualquiera que hubiese sido crucificado debía ser considerado como un maldito de Dios. (Dt. 21,22-23).

- En el texto de Mc. 8,27 comienza con una larga instrucción de Jesús a sus discípulos que

llega hasta el pasaje de Mc. 10,45. Tanto al principio como al final de esta instrucción, Marcos coloca la curación del ciego: Mc. 8,22-26 y Mc. 10,46-52). Al comienzo la curación del ciego no fue fácil y Jesús tuvo que curarlo en dos etapas. También fue difícil la curación de la ceguera de los discípulos. Jesús tuvo que dar una larga explicación sobre el significado de la Cruz para ayudarles a atisbar la realidad, porque era la cruz la que provocaba su ceguera. Al final la curación del ciego Bartimeo es el fruto de la fe en Jesús. Sugiere el ideal del discípulo: creer en Jesús y aceptarlo como es, y no como yo quiero y me lo imagino.

Re-lectura del texto

Mc. s 8,27-30 - VER: el descubrimiento de la realidad Jesús pregunta: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos responden indicando las

diversas opiniones de la gente: «Juan Bautista», «Elías o uno de los profetas». Después de

escuchar las opiniones de los otros, Jesús pregunta: «Y ustedes ¿quién dicenís que soy yo?». Pedro responde: «¡Tú eres el Cristo, el Mesías!» O sea: «¡El Señor es

el que la gente está esperando!». Jesús está de acuerdo con Pedro, pero le prohíbe hablar de esto con la gente. ¿Por

qué Jesús se lo prohíbe? Porque entonces todos esperaban la venida del Mesías, pero cada uno a su modo, según la clase y la posición social que ocupaban: algunos lo esperaban como rey, otros como sacerdote, doctor, guerrero, juez o profeta! Ninguno parecía esperar al Mesías Siervo, anunciado por Isaías (Is. 42,1-9).

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Mc. 8,31-3 - JUZGAR: aclaración de la situación: primer anuncio de la pasión

Jesús comienza a enseñar que Él es el Mesías Siervo anunciado por Isaías, y será

preso y muerto en el ejercicio de su misión de justicia (Is 49,4-9; 53,1-12). Pedro se llena de temor, llama a Jesús aparte para desaconsejarlo. Y Jesús responde

a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!” Pedro pensaba que había dado la respuesta justa. Y , en efecto, dice la palabra justa: “¡Tú eres el Cristo!” Pero no da a esta palabra el significado justo. Pedro no entiende a Jesús. Es como el ciego de Betsaida. ¡Cambiaba la gente por árboles!.

La respuesta de Jesús fue durísima. ¡Llama a Pedro, Satanás! Satanás es una

palabra hebrea que significa acusador, aquél que aleja a otros del camino de Dios. Jesús no permite que nadie lo aleje del camino de Dios, de su misión. Literalmente, Jesús dice: “¡Ponte detrás!” O sea, Pedro debe caminar detrás de Jesús, debe seguir a Jesús y aceptar el trayectoria o la dirección que Jesús indica. Pedro quería ser el primero en indicar la dirección . Quería un Mesías a su medida y a su deseo.

Mc.. 8,34-35: OBRAR: condiciones para seguir

Jesús saca conclusiones que son válidas para hoy mismo: «¡Quien quiera venir detrás de mí coja su cruz y sígame!» En aquel tiempo, la cruz era la pena de muerte

que el imperio romano imponía a los marginados. Tomar la cruz y cargársela detrás de Jesús quería decir, por tanto, aceptar ser un

marginado por el injusto sistema que legitimaba la injusticia. Indicaba una separación

radical y total. Como dice San Pablo en la carta a los Gálatas: «En cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gál. 6,14).

La Cruz no es fatalismo, ni siquiera una exigencia del Padre. La cruz es la

consecuencia del compromiso libremente asumido por Jesús para revelar la Buena Noticia que Dios es Padre y por tanto todos deben ser aceptados y tratados como hermanos. Por causa de este anuncio revolucionario, fue perseguido y no tuvo miedo de dar su vida. ¡No hay prueba mayor de amor que dar la vida por el propio hermano!

3. MEDITEMOS LA PALABRA: ¿QUÉ NOS DICE el texto?

La instrucción a los discípulos Entre las dos curaciones de ciegos que nos narra San Marcos (Mc.. 8,22-26 y Mc..

10,46-52), se encuentra una larga instrucción de Jesús a sus discípulos, para ayudarles a entender el significado de la cruz y sus consecuencias para la vida (Mc.. 8,27 a 10,45).

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Parece un documento, una especie de catecismo, hecho por el mismo Jesús. Habla de la cruz en la vida del discípulo Es una especie de esquema de instrucción:

Como se ve en el cuadro anterior, la instrucción está compuesta de tres anuncios de la pasión. El primero es de Mc.. 8,27-38, el segundo de Mc.. 9,30-37 y el tercero de Mc.

10,32-45. Entre el primero y el segundo hay una serie de instrucciones que aclaran la conversión que debe acaecer en la vida de los que aceptan a Jesús como Mesías Siervo (Mc. 9,38 a 10,31). El conjunto de la instrucción tiene como fondo el camino de la Galilea a Jerusalén, del lago a la Cruz. Jesús está en camino hacia Jerusalén (Mc. 8,27; 9,30.33; 10, 1.17.32), donde encontrará la cruz.

Cada uno de estos tres anuncios deja una palabra de orientación por parte de Jesús,

criticando la falta de comprensión de los discípulos y enseñando cómo debe ser su comportamiento. Así:

- En el primer anuncio, Pedro no quiere la cruz y critica a Jesús (Mc. 8,32). Jesús

exige de los que quieren seguirlo, llevar la cruz detrás de Él, perder la vida por amor a Él y su evangelio, no avergonzarse de Él y de su palabra (Mc. 8,34-38).

- En el segundo, los discípulos no entienden a Jesús, tienen miedo y quieren ser

grandes (Mc. 9,3-34). Exige: hacerse siervos de todos, recibir a los niños, los pequeños, como si fuese Jesús mismo (Mc. 9,35-37).

- En el tercero tienen miedo y buscan promociones (Mc. 10,35-37). Jesús exige beber

el cáliz que Él beberá, no imitar a los poderosos que explotan a los demás, sino imitar al Hijo del Hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y dar la vida para rescate de muchos (Mc. 10,35-45).

Y esto porque en las comunidades para las cuáles Marcos escribe su evangelio había

muchas personas como Pedro; ¡no querían la cruz! Eran como los discípulos: no entendían lo de la cruz, tenían miedo y quería ser los más grandes; vivían en el temor y querían ser promocionados.

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En cada uno de estos tres anuncios, Jesús habla de su pasión, muerte y resurrección

como parte del proyecto de Jesús: «El Hijo del Hombre debe sufrir mucho, y ser rechazado por los ancianos, por los sumos sacerdotes y por los escribas, para después ser muerto y, después de tres días, resucitaré» (Mc. 8,31; 9,31; 10,33).

La expresión «debe» indica que la cruz ha sido anunciada ya en las profecías (cf Lc.

24,26)

4. OREMOS CON LA PALABRA: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre.

Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que

tu Palabra nos ha hecho ver.

Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar,

sino también poner en práctica la Palabra.

Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo

por todos los siglos de los siglos. Amén.

5. CONTEMPLEMOS LA PALABRA Y COMPROMETÁMONOS: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA?

La comprensión total del seguimiento de Jesús no se obtiene por la instrucción

teórica, sino por el empeño práctico, caminando con Él a lo largo del camino del servicio, de la Galilea a Jerusalén. Quien insista en mantener la idea de Pedro, o sea, la del Mesías glorioso sin la cruz, no entenderá y no alcanzará a asumir el comportamiento del verdadero discípulo. Continuará siendo ciego, cambiando gente por árboles (Mc. 8,24). Porque sin la cruz es imposible entender quién es Jesús y qué significa seguir a Jesús.

El camino del seguimiento es el camino de la dedicación, del abandono, del servicio,

de la disponibilidad, de la aceptación del dolor, sabiendo que habrá resurrección. La cruz no es un accidente del recorrido, sino que forma parte del camino. Porque en el mundo, organizado a partir del egoísmo, el amor y el servicio pueden existir sólo crucificados. Quien da la vida en servicio por los demás, incomoda a los otros que viven prendidos de los privilegios, y sufre.

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Desde el ejemplo de Cristo, y con su gracia, hemos de criticar nuestra mentalidad y corregir nuestra posición ante el dolor y el sufrimiento. Ciertamente que hay males fruto de la limitación humana, ante los que no cabe más que una aceptación serena, y que nos fuerzan a reconocernos como somos. Pero otros muchos males son fruto del egoísmo y de la injusticia, y aceptarlos con «resignación» sería matar nuestra esperanza. Seguir a Cristo es creer que lo que le pasó a Él es lo que nos está pasando a nosotros.

No habrá piedras en el mundo capaces de aplastar nuestra esperanza. La vida de

muchos hombres da fe, de que Jesús tenía razón: «el que quiera salvar su vida...». Cuando se aprecia la vida de verdad, no hace falta buscar la manera de darla, te la quitan. El sufrimiento, la persecución, el despido, el abandono vienen solos cuando alguien ha apostado su vida al servicio de la verdad.

No debemos engañar a nadie predicando un Evangelio sin exigencias ni tampoco

apagar la esperanza prediciendo un sufrimiento inútil. Estamos llamados a crear desde esta

tierra una situación en la que «ya no habrá muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado» (Ap. 21, 4-5).

Esto es lo que importa y lo que triunfa. Por Cristo y por el Evangelio estamos

dispuestos a perderlo todo para ganarlo todo. «Si tu ojo te escandaliza, córtatelo; más te va. le entrar tuerto en el Reino que con los dos ojos ir a parar al fuego».

Para orar y vivir la Palabra:

«Amo al Señor porque inclina su oído hacia mí» (Sal. 106,1) Hoy, Señor, siento la alegría de decirte que te amo. Y, al pronunciar estas palabras, soy consciente de mis fallos, ofensas, limitaciones, pecados. Pero, a pesar de todo, siento que el amor es más fuerte que todas mis debilidades. Tú dijiste que "al que poco se le perdona poco ama" .Yo me siento perdonado por t i ; por eso me nace del corazón u n amor agradecido. Tú, a pesar de que habitas en el cielo, has bajado hasta mí y te has inclinado para oírme mejor. Este gesto tan sencillo y tan cercano me emociona. Tú no eres u n Dios lejano, altivo, indiferente. Te acercas a mí y te abajas como el padre sobre la cuna del niño que llora. Yo te amo, Señor, y te doy gracias por tanta solicitud, tanta cercanía, tanto amor.

«La paga y el jornal del amor es recibir más amor hasta llegar al colmo del amor. El amor sólo con

amor se paga». (San Juan de la Cruz)

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Algunas preguntas para meditar durante la semana 1. Cuando me encuentro solo, triste, apenado, ¿acudo a Dios para encontrar alivio,

sosiego, paz? ¿Me creo que Dios es m i descanso? 2. En mi grupo cristiano, en mi comunidad, se trabaja, se reflexiona, se reza: ¿Qué

lugar ocupa la oración de acción de gracias? ¿Cuántas veces levantamos la copa para brindar por nuestro Dios?

3. En el mundo en que vivimos existe la cultura de la muerte: abortos, guerras,

terrorismo, violencia... ¿Qué estoy haciendo por cultivar una cultura de la vida?

P Carlos Pabón Cárdenas, CJM.