Lectio Divina Domingo 22

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DIOCESIS DE PASTO En estado permanente de Misión DOMINGO VIGESIMO SEGUNDO TIEMPO ORDINARIO - CICLO B La FE se muestra con las obras

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AMBIENTACION Si los hombres se aman o se aprecian, estar juntos es un motivo de gozo y alegría. Por

otra parte, la presencia de las personas con las que tenemos algo que ver, nos recuerda inevitablemente nuestro comportamiento con ellas. Lo mismo nos sucede con Dios. Ponernos en su presencia es confrontar nuestra vida con lo que le hemos prometido, nuestra fe con nuestras obras.

Esto es lo que vamos a hacer hoy, sintiendo al mismo tiempo la alegría de estar reunidos en su presencia. Pero tenemos que reconocer que uno de nuestros mayores pecados es la poca autenticidad de nuestra vida, la falta de consonancia entre lo que creemos y lo que hacemos.

1. PREPARACION: Invoquemos AL ESPIRITU SANTO

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia

en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.

Crea en nosotros el silencio

para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas,

sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,

podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo

en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.

Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María,

que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. LEAMOS LA PALABRA: ¿QUÉ DICE el texto?

Dt. 4, 1-2.6-8: «Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e

inteligente»

El texto recoge uno de los grandes discursos del libro, por el que Moisés exhorta a su

pueblo a cumplir los mandatos del Señor. El autor parece reflejar una situación de

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infidelidad a la Alianza, y está interesado en reforzar los vínculos que unen a Dios y a su pueblo (v. 5). Por eso insiste en el cumplimiento de los preceptos y las exigencias de la Alianza (Dt 4, 9-20). Es en este Contexto donde hay que entender el lenguaje de los «mandatos del Señor».

No como un encasillamiento de su voluntad, sino como el cauce o el medio por el que

ésta se expresa, por una presencia activa y correspondiente. Cumplir los preceptos es, por lo mismo, hacerse acreedor del cumplimiento de la promesa, posibilitar la vida de Dios en el

hombre (v. 1), adoptar un comportamiento de sabio (v. 6), convertirse en testigos de Dios ante los hombres (v. 6).

Y es que sólo cuando se da esta fidelidad la vida se convierte en signo y el

testimonio es elocuente. Sólo cuando se obra consecuentemente con la fe, demostramos

que Dios no es para el hombre un extraño, sino Alguien que cuenta en nuestra vida, y cuya proximidad es siempre actual. La cercanía de Dios se hace comprensible a través de las obras de quienes en Dios creen. El mundo no descubrirá a Dios por las solas palabras, sino por las obras que certifican su verdad.

Sal. 15(14): «Señor, ¿quién puede hospedarse en tu casa?»

El salmo 15(14) es muy breve (sólo seis versículos) y tiene una estructura muy

sencilla:

1. Pregunta (v. 1) 2. Respuesta (vv. 2-5) 3. Conclusión (v. 6)

Este salmo bien puede considerarse de peregrinación. Los judíos acudían a

Jerusalén una vez al año. Era el gran acontecimiento del año, una ocasión de renovación espiritual.

Al llegar a Jerusalén, la primera visita era para el Templo. Y este salmo formaba parte

de lo que se denominaba «catequesis ante las puertas». No se podía infiltrar ningún pagano. El mismo Pablo nos habla del «muro de separación» que impedía a los gentiles el acceso al Templo. Sólo el hebreo puro podía entrar. Y los judíos que venían de la

«diáspora» (dispersión de comunidades judías en territorios de fuera de Palestina) podían

estar contaminados de costumbres paganas. Al principio se trataba de pureza ritual. El tratado talmúdico «Berakhot»(bendiciones)

prescribe: «No salga el hombre sobre el monte del templo ni en zapatillas, ni con una bolsa, ni con el polvo de los pies. No reduzcan los atrios del templo en un atajo ni menos escupa sobre él».

Pero poco a poco la pureza ritual fue convertida y transformada en Alianza de Dios con

el Pueblo. De hecho, este salmo es una filigrana de «examen de conciencia» para el fiel que está dispuesto a subir y celebrar el culto. De hecho se unen: plegaria y vida; liturgia y

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existencia; culto y sociedad. Tal y como lo habían anunciado los profetas: Is. 33,14-16, Miq. 6, 6-8. Estamos ante una maravillosa síntesis de la moral bíblica. Una invitación a un culto no simplemente ritualista y mágico, sino existencial e impregnado de lo cotidiano.

Stg. 1,17-18.21b-22.27: «Acepten dócilmente la Palabra»

Los hombres no podríamos llegar nunca a comprender la voluntad de Dios plenamente,

si el mismo Dios no nos la revelara. Y Dios se revela a los hombres porque quiere, gratuitamente (v. 17). Si «todo beneficio y don perfecto vienen de Dios» y la Palabra es un don que lleva a la verdad y engendra la vida, ésta no puede venir más que de Dios (vv. 17-18).

Pero, ¿cuál debe ser la actitud del cristiano ante la Palabra de Dios? — En primer

lugar, escuchar la Palabra y aceptarla con docilidad, para que crezca y despliegue su dinamismo salvador (v. 21; Prov 2, 1; Mt 13). Aceptar la palabra es no poner trabas a su eficacia, es romper con la actitud arrogante de los orgullosos (Stg. 4, 6; 3, 13-14).

En segundo lugar, es preciso no contentarse con escucharla y aceptarla internamente;

hay que llevarla a la práctica, hay que comprometerse con su contenido; si no se quiere caer en el autoengaño (w . 22-25; Mt. 7, 21-26).

¿Cómo, en concreto? Visitando a los huérfanos y a las viudas, haciendo justicia con los

oprimidos y marginados, no confabulándose con los criterios y poderes mundanos (v. 27; Stg. 2, 1-9). Esta es la religión pura e intachable para Dios. Quien así obra, como dice el salmo 14, puede hospedarse en la tienda del Señor: porque procede honradamente y practica la justicia, porque no hace mal a su prójimo, ni roba, ni acepta soborno contra el inocente.

Mc. 7,1-8.14-15.21-23: «Este pueblo me honra con los labios, pero su

corazón está lejos de mí»

EVANGELIO DE JESUCRISTO

SEGUN SAN MARCOS

1Se reunieron junto a él los fariseos y algunos letrados venidos de Jerusalén. 2 Vieron que algunos de sus discípulos tomaban alimentos con manos impuras, es decir, sin lavárselas. 3 –(Es que los fariseos y los judíos, en general, no comen sin antes lavarse cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de los mayores; 4cuando vuelven del mercado, no comen sin antes lavarse; y observan otras muchas reglas tradicionales, como el lavado de copas, jarras y ollas)–. 5De modo que

los fariseos y los letrados le preguntaron:

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–¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los mayores, sino que comen con manos impuras?

6Les respondió: –Qué bien profetizó Isaías de la hipocresía de ustedes cuando

escribió: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; 7 el culto que me dan es inútil, ya que la doctrina que enseñan son preceptos humanos".

8Ustedes descuidan el mandato de Dios y mantienen la

tradición de los hombres. 14Llamando de nuevo a la gente, les decía: –"Escuchen todos y entiendan. 15No hay nada afuera del hombre que,

al entrar en él, pueda contaminarlo. Lo que lo hace impuro, es lo que sale de él.

21De dentro, del corazón del hombre salen los malos pensamientos, fornicación, robos, asesinatos, 22adulterios, codicia, malicia, fraude, desenfreno, envidia, blasfemia, arrogancia, desatino. 23Todas esas maldades salen de dentro y contaminan al hombre".

Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Re-leamos LA PALABRA para interiorizarla

Una clave de lectura:

- El Evangelio de este 22º Domingo del Tiempo Ordinario describe las costumbres religiosas de la época de Jesús, habla de los fariseos que enseñaban al pueblo estos

usos y costumbres y sobre las instrucciones de Jesús con respecto a estos temas. Muchos de estos usos y costumbres habían ya perdido su significado y hacían muy

difícil la vida del pueblo. Los fariseos veían pecado en todo y amenazaban con el castigo del infierno. Por ejemplo, comer sin lavarse las manos, era considerado un pecado.

Pero estos usos y costumbres seguían siendo transmitidos y enseñados o por miedo o

por superstición. ¿Tú conoces cualquier uso religioso actual que haya perdido su significado, pero que se sigue enseñando? En el transcurso de la lectura del texto

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trataremos de poner atención a la conducta de Jesús, a lo que Él dice con respeto a los fariseos y a lo que Él enseña en relación con los usos religiosos enseñados por los fariseos.

El texto de la liturgia de este domingo hace una selección y omite algunos versículos

para hacer el texto menos largo y más comprensible. A continuación, damos el texto íntegro y ofreceremos un comentario también de los versículos omitidos por la liturgia.

Una organización del texto para ayudarnos en la lectura: Mc. 7,1-2: Ataque de los fariseos y libertad de los discípulos Mc. 7,3-4: Explicación de Marcos sobre la Tradición de los Ancianos Mc. 7,5: Escribas y fariseos critican el comportamiento de los discípulos de Jesús Mc. 7,6-8: Dura respuesta de Jesús sobre la incoherencia de los fariseos Mc. 7,9-13:Ejemplo concreto de cómo los fariseos vaciaban de contenido el

mandamiento de Dios Mc. 7,14-16: Aclaración de Jesús a la gente: un nuevo camino para llegar a Dios Mc. 7,17-23: Aclaración de Jesús a los discípulos.

C) Comentario del texto:

Mc.. 7,1-2: Control de los fariseos y libertad de los discípulos Los fariseos y algunos escribas, venidos de Jerusalén, observaban que los discípulos

de Jesús comían el pan con manos impuras. He aquí tres puntos que merecen ser señalados: (i) ¡Los escribas son de Jerusalén, de la capital! Esto significa que habían venido para observar y controlar los pasos de Jesús. (ii) ¡Los discípulos no se lavan las manos antes de comer! Significa que la convivencia con Jesús les da valor para transgredir las normas impuestas por la tradición, pero que no tienen sentido para la vida.(iii) La costumbre de lavarse las manos, que continúa siendo hoy una importante norma de higiene, había tomado para ellos un significado religioso que servía para controlar y discriminar a las personas.

Mc.. 7,3-4: Explicación de Marcos sobre la tradición de los antiguos

«Las tradiciones de los antiguos» transmitía las normas que debían ser

observadas por la gente para poder obtener la pureza legal querida por la ley. La observancia de la pureza era un tema muy serio. Se pensaba que una persona impura no podría recibir la bendición prometida por Dios a Abrahán.

Las normas de la pureza eran enseñadas de modo que, las personas, observándolas,

pudiesen tener un camino hacia Dios , fuente de paz. En realidad, en vez de ser una fuente de paz, era una prisión, una esclavitud. Para los pobres, era prácticamente imposible observarla. ¡Se trataba de centenares y centenares de normas y de leyes! Por esto, los pobres eran despreciados y considerados personas ignorantes y malditas que no conocían la ley (Jn. 7,49)

Mc.. 7,5: Escribas y fariseos critican el comportamiento de los discípulos de Jesús

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Los escribas y fariseos preguntan a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no viven según la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?¡Ellos fingen estar interesados por conocer el porqué de la conducta de los discípulos!

En realidad, critican a Jesús por permitir a los discípulos transgredir las normas de la

pureza. Los escribas y los doctores de la ley eran los encargados de la doctrina. Dedicaban su vida al estudio de la Ley de Dios, sobre todo las normas relativas a la pureza. Los fariseos formaban una especie de hermandad, cuya preocupación principal era la de observar todas las leyes relativas a la pureza.

La palabra fariseo significa separado, Ellos luchaban de modo que, a través de la

observancia perfecta de las leyes de la pureza, la gente consiguiese ser pura, separada y santa como lo exigían la Ley y la Tradición. Gracias a los testimonios ejemplares de sus vidas que seguía las normas de la época, ellos tenían mucha autoridad en las aldeas de Galilea.

Mc.. 7,6-8: Dura repuesta de Jesús ante la falta de coherencia de los fariseos Jesús responde citando a Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su

corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombre. Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres» (Is 29,13).

Porque los fariseos, insistiendo en las normas de la pureza, vaciaban de consistencia

los mandamientos de la ley de Dios. Jesús presenta enseguida un ejemplo concreto de cómo vuelven insignificante el precepto de Dios.

Mc.. 7,14-16: Aclaración de Jesús a la gente: un nuevo camino para llegar hasta Dios

Jesús dice a la gente: “No hay nada fuera del hombre, que entrando en él, pueda contaminarlo” (Mc. 7,15). Jesús invierte las cosas: lo que es impuro no viene de fuera hacia dentro, como enseñan los doctores de la ley, sino de dentro hacia fuera. Y así, ninguno tienen necesidad de preguntarse si este alimento o bebida son puros o no. Jesús coloca lo que es puro o impuro en otro nivel, sobre el nivel del comportamiento ético. Abre un camino para llegar hasta Dios, y así, realiza el deseo más profundo de la gente. Y Jesús termina su

aclaración con una expresión que a Él le gusta mucho usar: «¡Quien tenga oídos para oír que oiga!» O sea: ¡Esto es lo que hay! ¡Lo han oído! ¡Ahora traten de entenderlo! Dicho con otras palabras, usen la cabeza y el buen sentido y analicen las cosas partiendo de la experiencia que tienen de la vida.

Mc. 7,21-23: Aclaración de Jesús a los discípulos Los discípulos no acaban de entender lo que Jesús quería decir con aquella afirmación.

Cuando llegaron a casa pidieron una explicación. Esta petición dejó maravillado a Jesús. Pensaba que al menos ellos lo hubiesen entendido. La explicación va hasta el fondo de la cuestión de la pureza. Declara puros todos los alimentos. O sea, ningún alimento que

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desde fuera entra en el ser humano podrá volverlo impuro, porque no va al corazón, sino al estómago y termina en el excusado.

Lo que vuelve impuro, dice Jesús, es lo que desde dentro, desde el corazón, sale para

envenenar las relaciones humanas. Y las enumera: Fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, envidia, calumnia, soberbia, insolencia, insensatez” Así, de muchos modos, por medio de la palabra, del gesto o de la convivencia, Jesús ayudaba a las personas a ser puras.

Por medio de la Palabra, purificaba a los leprosos (Mc. 1,40-44), arrojaba los espíritus

inmundos (Mc. 1,26-39; 3,15.22 etc.) y vencía la muerte, fuente de todas las impurezas. Por medio del gesto, la mujer considerada impura vuelve a ser limpia (Mc. 5,25-34). Por medio de la convivencia con Jesús, los discípulos se ven animados a imitar a Jesús que, sin miedo de contaminarse, come con las personas consideradas impuras. (Mc. 2,15-17).

3. MEDITEMOS LA PALABRA: ¿QUÉ NOS DICE el texto?

Un momento de silencio orante: para que la Palabra de Dios pueda entrar en

nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración. a) ¿Cuál es el punto del texto que más te ha gustado o que ha llamado más tu

atención? ¿Por qué? b) Según el texto ¿cuáles son las costumbres que los fariseos enseñaban a la

gente?¿Qué crítica hace Jesús en relación con los fariseos? c) En el texto ¿cuál es el nuevo camino que Jesús señala a la gente para llegar a

Dios? d) En nombre de la “tradición de los antiguos” no observaban los mandamientos.

¿Sucede esto hoy? ¿Dónde y cuándo? f) Los fariseos eran judíos practicantes, pero su fe estaba separada de la vida de la

gente. Por esto Jesús los critica. ¿Nos criticaría hoy Jesús? ¿En qué?

Contexto de entonces y de hoy:

- Durante la lectura de esta Lectio miramos de cerca el comportamiento de

Jesús respecto a la «pureza». Marcos había ya afrontado este tema. En Mc. 1,23-

28, Jesús arroja un demonio impuro. En Mc. 1,40-45, cura un leproso. En Mc. 5,25-34, cura a una mujer considerada impura. En otros diversos momentos, Jesús toca a enfermos físicos sin miedo de convertirse impuro. Ahora, aquí, en el capítulo 7º, Jesús ayuda a la gente y a los discípulos a profundizar el concepto de pureza y las leyes de la pureza.

- Desde siglos, los judíos, para no contraer la impureza, tenían prohibido entrar en

contacto con los paganos y de comer con ellos. En los años 70, época en la que Marcos escribe su evangelio, algunos judíos convertidos decían: “¡Ahora que somos cristianos

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debemos abandonar las antiguas usanzas que nos separan de los paganos convertidos!”. Pero otros judíos convertidos pensaban que se debía continuar observando las leyes relativas a la pureza. La conducta de Jesús, descrita en el evangelio de hoy, ayuda a superar este problema.

«Preceptos humanos» Los profetas habían denunciado muchas veces el uso de la religión para tranquilizar la

conciencia: rezar mucho mientras se practicaba la injusticia; acusaban al pueblo, y especialmente a sus dirigentes, de reducir toda la religión a ceremonias, a gestos exteriores que escondían un corazón vacío de amor a Dios e incapaz de amar al prójimo. Dios, dicen los profetas, no acepta esta clase de culto (cfr. Is. 1,10-18; 58,1-12; Jr. 7,1-28; Am. 5,18-25; Zc. 7).

Jesús escoge uno de esos párrafos de los profetas para ponerlo ante ellos como juicio

definitivo de su manera de entender las relaciones con Dios: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos» (Is. 29,13).

Los textos citados anteriormente son más duros y expresan con más claridad la

necesidad de que el culto a Dios se cimente en la práctica de la justicia y la

solidaridad; el texto que cita el evangelio de Marcos, pone el dedo en la llaga y descubre

la causa del mal: «la religión ha quedado vacía porque algunos hombres han conseguido sustituir las exigencias de Dios por tradiciones puramente humanas a las que se les quiere atribuir origen divino».

Jesús va a mostrar con un ejemplo que estas tradiciones invalidan los mandamientos

de Dios y, además, perjudican a la mayoría de los hombres, aunque benefician a unos pocos, precisamente a los que las defienden.

En los diez mandamientos de Moisés se mandaba cuidar de los padres, de modo que,

en su ancianidad, no pasaran necesidades. «Honra a tu padre y a tu madre» significa

fundamentalmente «sustenta a tu padre y a tu madre», no permitas que sufran la

vergüenza de una vida miserable; cfr. Ex. 20,12). No hay nada tan humano como ese mandamiento divino.

Pues bien: según una de esas tradiciones, que Jesús, con palabras de Isaías, llama

«preceptos humanos», si uno calculaba el dinero que podía costarle atender a sus

padres y ofrecía esa cantidad como limosna para el templo, ya no tenía obligación de

cumplir el que, según el catecismo, es el cuarto mandamiento de la ley de Dios: «Si uno declara a su padre o a su madre: "Esto mío con lo que podría ayudarte lo ofrezco en donativo al templo", ya no le dejan hacer nada por el padre o por la madre, invalidando el mandamiento de Dios con esa tradición que se han transmitido».

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Lo malo es… la mala idea

Jesús se dirige después a toda la multitud y vuelve a la cuestión de la pureza para

decir que ésta no está en las cosas ni en las acciones en sí mismas, sino en el corazón

del hombre. Nada de lo que hay en la creación es impuro. Es la buena o la mala intención del hombre, al hacer uso de las cosas, lo que hace que algo sea

agradable (puro) o desagradable (impuro) a Dios.

Después, al completar la explicación para sus discípulos, que tampoco parecían muy

capaces de entender, pone como ejemplo algunas de las acciones que son desagradables

a Dios; en todas ellas hay un denominador común: son acciones que hacen daño a la vida, a la dignidad o a los derechos del hombre:

«Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre; porque de dentro, del corazón del hombre, salen las malas ideas: incestos, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraudes, desenfreno, envidia, insultos, arrogancia, desatino. Todas esas maldades salen de dentro y manchan al hombre». Entre nosotros también se invoca demasiado la autoridad de la tradición y se olvida,

también demasiado, el valor del corazón; nos preocupa mucho hacer «lo que siempre se ha hecho», sin pararnos a averiguar si eso es lo que conviene al hombre, y nos privamos de demasiadas cosas que no harían más que aumentar el caudal de alegría de nuestro mundo porque las tradiciones exigen que nos privemos de ellas.

Las tradiciones, repitámoslo, pueden tener valor, pero no pueden ser la norma; la

norma es el querer hacer, de corazón, lo que Dios quiere, y lo que Dios quiere es el bien del hombre.

¿No sería oportuno revisar muchas de nuestras tradiciones, leyes y manifestaciones de

la religiosidad llamada popular, en las que no parece haber ningún inconveniente para que participen muchos enemigos de la vida, la dignidad y los derechos del hombre?

4. OREMOS CON LA PALABRA: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra

que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre.

Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza

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para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver.

No tenemos muchas cosas para ofrecerte, Señor. Tú quieres vida, y nosotros te damos ritos;

Tú quieres amor, y nosotros lo olvidamos entre leyes; Tú quieres obras, y nosotros sólo te presentamos palabras; Tú quieres justicia, y nosotros no hacemos sino injusticia.

Tampoco necesitas el pan y el vino,

porque Tú no comes ni bebes. Sin embargo, por estos signos humildes

queremos ofrecerte lo que somos, para que con tu ayuda podamos presentarte

lo que tenemos que ser.

Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar,

sino también poner en práctica la Palabra.

Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo

por todos los siglos de los siglos. Amén.

5. CONTEMPLEMOS LA PALABRA Y COMPROMETÁMONOS:

¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA?

La tentación constante de los judíos fue el camuflaje de la Palabra, el ocultamiento de su verdad más radical, a costa de acentuar unas costumbres y unas leyes rituales, centradas en lo externo: el contacto físico con animales o cosas impuras causa la impureza, el apartamiento de Dios (cfr. Lv.11; Dt. 14; Lv. 21...).

La importancia dada a lo accidental externo se convirtió para ellos en obstáculo para

vivir y comprometerse con lo fundamental interno. Por eso los profetas atacan aquel principio, insistiendo en la sinceridad del corazón (Os. 6, 6; Am.. 4. 1-5...).

Jesús se encuentra con aquella mentalidad encarnada en los fariseos, que son los que

se plantean las cuestiones legal-rituales (vv. 1-8). Y su actitud es semejante a la de los Profetas. Superó lo accidental ritualista de la tradición actuando libremente ante estas normas (Mc. 1, 41; 5, 41; Lc. 7, 14). Los acusa de hipocresía por fijarse en lo externo, y les dice que su culto es vacío, porque no hacen más que quedarse en normas humanas, falsamente atribuidas a Dios.

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Entretanto olvidan lo fundamental, que es el amor al prójimo, propuesto por Jesús

como básico principio de comportamiento. Es en la actitud injusta, en la opción profunda e interna de nuestro corazón, donde se

encuentra la raíz de nuestras malas obras. Lo externo periférico no lo dice todo. Si hemos optado por el amor, buscaremos el amor en nuestras obras. Si nos hemos decidido por el egoísmo, nuestras obras serán su reflejo.

El mundo no deja de tener razón cuando nos acusa y condena. También Dios habla por

sus juicios. El cristiano sabe que dentro de él siempre hay un fariseo escondido o manifiesto, contra el que es preciso luchar siempre.

Y la única posibilidad de hacerlo, es ser plenamente fiel a la voluntad de Dios, viviendo

en sus obras el compromiso permanente de una fe sin cortes ni espacios. Dios no nos abandona. El, como su Palabra, permanecen siempre como manifestación auténtica de su presencia y voluntad. Creer en Dios no es sólo escuchar esta Palabra, sino cumplirla y manifestar sus frutos en las obras.

En este terreno no cabe ambigüedad. Las obras que hemos de hacer están claras:

atender al huérfano y a la viuda; ser justos. El culto puramente externo, el ritualismo, el aferramiento a unas tradiciones, la discusión entre lo permitido y prohibido, puede llevarnos a olvidar lo fundamental, al fariseísmo. El amor, la actitud que se demuestra en obras, serán siempre el principio máximo de nuestra vida.

Para orar y vivir la Palabra:

«El que así obra nunca fallará» (Sal. 15(14), 6) Me pregunto: ¿Por qué soy tan débil, tan flojo y fallo tanto? Hoy, Señor, Tú mismo me das la respuesta: no estoy obrando como a Ti te gusta; no me estoy ajustando a tu voluntad; no tengo armonía interior; no hay consonancia entre mi vida de fe y mi vida moral. Vivo en un desajuste interior. Hazme, Señor, la gracia de vivir con transparencia, vivir en verdad. Nunca permitas que lleve una doble vida. Quiero ajustar mi vida al Evangelio. Que mis palabras sean siempre la mejor glosa de mi vida. Y mi vida la mejor glosa de mis palabras. Yo, desde ahora, te prometo que quiero parecerme un poco más a Ti. ¡Gracias, Señor!

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Algunas preguntas para meditar durante la semana

1. ¿Cómo podría describir lols principales rasgos de su religión? (No en su ideal, sino como Ud. realmente la vive).

2. ¿Qué aspecto del verdadero cristianismo necesito yo m ás? 3. La presencia de Dios es dinámica y misteriosa, y no se puede encasillar. ¿Acepto a

Dios como es y no como a mí me gustaría que fuera? ¿Le dejo a Dios ser Dios? 4. En el Antiguo Testamento al tabernáculo se le denominaba «tienda del encuentro».

¿Sé encontrarme con Dios y con mi grupo, con mi comunidad en esa tienda? ¿Oro por cada uno de mis hermanos(as)?

5. El salmo nos habla de una vinculación estrecha entre el culto y la vida. ¿Vivo la Misa

a lo largo de todo el día? ¿O dejo que todo concluya en esa media hora?

P Carlos Pabón Cárdenas, CJM.