Las Pasiones Humanas Arturo Honold

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PROYECTO DE INVESTIGACIÓN

“LAS PASIONES HUMANAS”

Por: Juan Arturo Honold Espinosa

Introducción

Las pasiones humanas por mucho tiempo han sido consideradas muestra de debilidad,

efectos de la perdida de la razón, motivo de actos irracionales, y causas de los

desordenes sociales. La preocupación de la sociedad por controlar y dominar estas

fuerzas disgregadoras del orden, ha llevado a diversas tradiciones de pensamiento, y

discursos disciplinarios, a crear estrategias para conseguir el dominio sobre si mismos,

volviendo coherente la inteligencia, constante la voluntad, fuerte el carácter, y con el

objetivo primordial de lapidar las pasiones mediante la razón.

En la época clásica las pasiones serán consideradas la razón de la locura, la razón

afectada por las pasiones se volverá en una inteligencia limitada y apenas parcial y

transitoria, en donde el “loco” (prototipo del hombre dominado por las pasiones) solo es

capaz de descubrir el lado oscuro de las cosas, y se le usará para mostrar la

contradicción de lo que es verdad. Foucault (1964) mostrará que en la época clásica el

loco pasará a ser parte importantísima de la producción de los discursos del saber, la

sin-razón del loco franqueara el punto de partida para hablar de la verdad y lo que es

real, se cerrara el circulo continuo de la sabiduría y la locura, en donde la razón

necesitara de la locura para manifestarse triunfante sobre ella.

Para Bodai (1995) las pasiones en la época clásica serán quienes ofrezcan el testimonio

más convincente de que el “hombre” no dispone libremente de sí mismo, ni, mucho

menos, del mundo, ya que se dará cuenta que también por medio de ellas, estará

sometido a la Naturaleza, la única verdaderamente libre.

Pineda (2003) señala que del reconocimiento de que el hombre esta dotado de pasiones

y de impulsos que la teología dogmática había ubicado en la trastienda de la

subjetividad, surge una nueva ciencia de la naturaleza humana, que tanto Hobbes como

Hume, Locke, Spinoza o Leibniz pretenderán fundar. Estos filósofos, concebirán a la

razón no sólo una facultad discursiva que se opone a la sin-razón, sino que también

puede convertirse en un instrumento de cálculo para la solución de los problemas de la

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vida práctica. De esta forma la elección entre lo bueno y lo malo, dejaran de ser

producto de la memorización y aplicación de principios morales y éticos de manuales de

prudencia, sino que el proceso de elección será acompañado de las afecciones qué de

éste resulta, es decir, el gozo y la tristeza.

De forma que el empirismo del siglo XVII se preocupara por construir una ciencia de la

naturaleza humana, modificando la concepción puramente instrumental del cuerpo, que

servia solamente a los mandatos del intelecto. Los filósofos empiristas serán los

liberadores del uso de la razón contra las cadenas teológicas y los ministerios de la fe,

que habían lucrado con las esferas de las pasiones y los deseos mediante su política de

miedo y esperanza. Los esfuerzos por liberar la razón de los preceptos teológicos, serán

principalmente los de Locke con el tratado de la naturaleza del entendimiento, Hume

con el tratado de la naturaleza humana y Spinoza con la ética demostrada según el orden

geométrico.

Este último filosofo será quien desarrolle minuciosamente, en el libro III de la Ética uno

de los más amplios puntos de inflexión entre los problemas metafísicos-gnoseológicos,

y ético-políticos. Este punto de inflexión será el corazón de toda la Ética por tratarse

precisamente del origen y la naturaleza de los afectos. Sin embargo al realizar una

mirada de los estudios spinozianos podemos darnos cuenta que los problemas de las

pasiones no han sido suficientemente abordados. A excepción del trabajo de Remo

Bodai y sin demeritar los grandes aportes del abordaje de la obra de Baruch Spinoza de

Gueroult, Gebhardt, Deleuze, Negri.

Justificación

A pesar de que el problema de las pasiones es reconocido como el corazón de la Ética,

pareciera como si el tema de las pasiones estuviera fuera de todas las taxonomías

filosóficas que existen alrededor de la obra de Spinoza: idealismo, materialismo,

dualismo, monismo, racionalismo… pero nunca como una filosofía practica.

Spinoza no promoverá una filosofía trascendente del Hombre abstracto y generalizado,

sino una teoría inmanente del hombre, con minúsculas, una antropología de aquello que,

después y ante todo, el hombre será una singularidad. La ética spinozista será una ética

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in-moral, lejos de ser una teoría de los deberes o un discurso con fines disciplinarios,

sino que será una teoría de las acciones, de ahí el interés de este proyecto, que tiene la

intención de darle una importancia preponderante a las pasiones a fin de aportar

elementos para la comprensión de la naturaleza humana.

Marco Teórico

La postura de Spinoza ante las pasiones será un punto de clivaje entre lo metafísico y lo

ético, demostrando que a través del uso de la razón ya no será necesario vilipendiarlas,

sino que si se es tenaz en la búsqueda de la sabiduría y de la conciencia de sí, así como

de la necesidad infinita de las cosas, se poseerá la constante y verdadera satisfacción del

animo que comprende su naturaleza pasional sin necesidad de dictados externos.

Para esto Spinoza necesitará estructurar en el primer libro de la Ética, una empresa que

tiene como intención liberar al mundo físico del dominio de los Dioses y desligar a los

hombres de la conexión con lo divino, independizando el pensamiento humano de la

determinación arbitraria de la teología.

Mediante la desteleogizacion del pensamiento en los hombres como prerrequisito,

Spinoza avanzará mediante la demostración martillante de la razón, quitando los viejos

cimientos y poniendo los nuevos para iniciar la tarea de comprender verdaderamente la

naturaleza del pensamiento y la vorágine de pasiones humanas

Esta comprensión verdadera y libre llevará a la conquista de la felicidad, condición que

será necesaria no solo para alcanzar la alegría individual sino para toda una reforma

política.

El primer cimiento que derrumba es el de los prejuicios, ya que de ellos dependen las

suposiciones comunes que los hombres construyen a partir de la ignorancia, llevándolos

a creer que “las cosas naturales obran, como ellos mismos”. Este prejuicio tan común a

llevado a creer que el hombre puede ser la medida del mundo, y por lo tanto el centro,

hecho a imagen y semejanza de Dios, los hombres ignorantes creerán que “Dios ha

hecho todas las cosas por el hombre”. Estos prejuicios para Spinoza serán las causas de

la visión antropocéntrica utilitaria y personalísima, que llevará a tantos desacuerdos

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entre las personas e imposiciones de unos cuantos de lo que ellos creen que es el bien y

el mal, el mérito y el pecado, la belleza y la fealdad, entre otros de ese género.

En este punto Spinoza asumirá una postura sumamente inmoral, atacando la existencia

de bien y el mal, pero siguiendo el ordenamiento de las leyes naturales sobre los

cuerpos, señalara que sí hay bueno y malo, pero que dependerá de cómo cada quien lo

experimente y juzgue. Ya que lo bueno tendrá lugar cuando un cuerpo externo afecte

directamente el nuestro aumentando nuestra potencia, y lo malo cuando un cuerpo

externo descomponga la relación del nuestro, decrementando nuestra potencia de afectar

y ser afectado. De esta forma bueno y malo tendrán en un principio objetivo pero

relativo y parcial, es decir: lo que conviene a nuestra naturaleza, y lo que no le

conviene, pero por consiguiente bueno y malo tendrá un segundo sentido, que para

Spinoza será el más importante, subjetivo y modal, que calificará dos tipos de existencia

del hombre; se llamará bueno (o libre, o razonable, o fuerte) a quien se esfuerce por

unirse a lo que le conviene a su naturaleza, y malo (o esclavo, o débil, o ignorante) a

quien se lance a la suerte de los designios de Dios, sin importar que a veces se encuentre

con circunstancias dolorosas que serán asumidas estoicamente, confiando ciegamente en

la esperanza de que algún día por otros designios, las circunstancias se arreglarán.

Así mismo Spinoza atacará las creencias supersticiosas de que las nociones de lo bueno

y lo malo devienen de un ente superior que ya ha acomodado las cosas bellas en el

mundo para ser descubiertas por el hombre, de forma que, con el simple hecho de

apegarse a su naturaleza, los humanos serán capaces de asirlas, en una especie de

comunión entre los mandatos de Dios y la naturaleza del alma humana. Dejará fuera las

creencias Platónicas de que los hombres son seres que alguna vez fueron divinos, y que

por lo tanto el objetivo de la vida en la tierra será regresar a ese estado de perfección.

Spinoza será contundente al decir que “todos los hombres nacen ignorantes de las

causas de las cosas, que todos apetecen buscar su propia utilidad y que son conscientes

de ello”. Con esta proposición reducirá al hombre a un estado de animalidad y de

inconsciencia moral, en donde el deseo de satisfacer sus apetitos, los llevara a creer que

Dios ha dispuesto las cosas para obtener de ellas su máxima utilidad, ya que en este

estado de deseo inconsciente, desconocerán no solo las causas de sus apetitos, sino el

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porque de las cosas. Estas serán las supersticiones que los llevará a creer que las cosas y

sus deseos son concordantes o discordantes porque Dios así lo quiso.

El segundo pilar que desestructurará será el de la creencia del libre albedrío deseante,

dice: “los hombres se creen libres, puesto que son conscientes de sus voliciones y de su

apetito, pero no piensan, ni en sueños, qué causas los disponen a apetecer y querer,

porque las ignoran”. A partir de la denuncia de la sujeción por la utilidad, la ignorancia

y la superstición, Spinoza podrá pensar en la necesidad de una reforma política (TP), de

la teología (TTP), del entendimiento (TRE, E).

De la sustitución de la oposición de los valores Bien-Mal, por la diferencia cualitativa

de los modos de existencia Bueno-Malo, derrocara la existencia de los valores

trascendentales del sistema del juicio moral, evidenciando la ignorancia de los hombres

del desconocimiento completo de la Naturaleza, siendo claro que, en el momento que no

se comprende, una ley se mostrará bajo la especie moral de una obligación. En un

sistema de obligaciones la persona no tendrá la capacidad de elegir libremente, y solo

acatara lo que se supone es Bueno, a pesar de que vaya en contra de lo que en verdad le

hace Bien, alejándolo del conocimiento de las causas por la obediencia de los efectos

sin causas que no sean explicadas teológicamente. Como una tabla en el mar que va y

viene a capricho de las fuerzas naturales que la superan y determinan, sin poder

comprenderlas y mucho menos servirse de ellas.

Este hombre tabla, podrá desear ser llevado por la marea, pero será incapaz de moverse

a su voluntad, ya que no conoce las fuerzas de las mareas, y pasivamente soportara los

embates del mar como prueba de su Fe, esperanzado a que en algún momento será

premiado por su sacrificio.

El tercer pilar que derrumbara será el de los prejuicios acerca de un Dios que organiza el

mundo con motivaciones y voluntades tendientes a un fin, ya que de este prejuicio se

fundará un callejón sin salida para la ignorancia

Spinoza denunciará la ignorancia proveniente de las supersticiones arraigadas en el

miedo y la esperanza como resultado de la visión utilitaria de los seres naturales como

simples medios. Este será el círculo vicioso que hará que los hombres sucumban a los

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“fantasmas y delirios de un alma triste”, y les hará creer que los sucesos de la naturaleza

provienen de las decisiones de un Dios despótico o benevolente que puede mandar

catástrofes, o premios, según el mejor modo o más alto grado de adoración de los

hombres a Él. Esta visión utilitaria de los hombres hará que los esfuerzos en obtener los

mejores favores de este Dios, se conviertan en “ciega ambición e insaciable avaricia”.

De esta forma quedara dibujada la religión judía-cristiana como una religión de

temerosos, ignorantes y comerciantes de los favores divinos.

Este círculo vicioso de la ignorancia-miedo-esperanza será reforzado por los pomposos

ceremoniales diseñados para dar “prestigio en todo momento y asegurar siempre la

máxima veneración de parte de todos”. Configurado el circulo vicioso, con todo y sus

actos prestidigitadores y discursos proféticos apocalípticos, Spinoza dará cuenta del

estupor como un efecto de los medios argumentativos que buscaran salvaguardar la

autoridad. Este estupor no será más que el resultado de la ignorancia, estado de

estupefacción tan necesario para la instauración del miedo y la esperanza.

De ahí que advierta que los poderosos que saben que quitando la ignorancia, se quitara

el estupor, y procuraran proclamar como herejes y ateos a todos aquellos que buscan las

verdaderas causas de los milagros, y más aun, a quienes traten de “entender las cosas

naturales como un sabio y no asombrarse de ellas como un necio”

Del circulo vicioso habrá también una trinidad personificada para cada una de ellas: el

hombre esclavo de pasiones tristes (ignorancia), el hombre tirano que se sirve de estas

pasiones y las necesita para asentar su poder (miedo), y el hombre sacerdote que se

compadece y ríe de la condición humana (esperanza). Para Deleuze (2001) lo que los

une a estos tres es el resentimiento y el odio a la vida, para quienes toda la felicidad es

una ofensa y que hacen de la miseria o impotencia su única pasión.

Previamente Spinoza, en el tratado teológico político, describía el “gran secreto del

régimen monárquico y su máximo interés consisten en mantener engañados a los

hombres y en disfrazar, bajo es especioso nombre de religión, el miedo con el que se los

quiere controlar, a fin de que luchen por su esclavitud, como si se tratara de su

salvación, y no consideren una ignominia, sino el máximo honor, dar su sangre y su

alma para orgullo de un solo hombre”

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Derrumbados los pilares del castillo de las supersticiones Spinoza pondrá los cimientos

para la construcción de una Ética pasional

Para Spinoza existe un paralelismo entre las pasiones humanas y los fenómenos de la

naturaleza que caracterizan la atmosfera: de forma que las pasiones humanas, como el

amor, el odio, la envidia, la vanagloria, la misericordia y los demás sentimientos, no son

vicios, sino solamente propiedades de la naturaleza humana, que al igual que las

propiedades de la Naturaleza, como el frío, el calor, la tempestad, que aún a pesar de ser

consideradas como desgracias, son necesarias como causas y efectos que determinan la

trama coherente de la vida.

Mediante este paralelismo entre la naturaleza de las pasiones humanas y la naturaleza de

los fenómenos ambientales, Spinoza ofrece la posibilidad de volver objeto de estudio las

pasiones humanas, como si fueran fenómenos climatológicos, los cuales pueden ser

contemplados desde la perspectiva de quien descubre en ellos, un orden inteligible,

digno de ser contemplados sin miedo y estupor, tal y como si se observara un eclipse sin

ser oscurecida la razón por las explicaciones supersticiosas.

Para Spinoza (1999) apetecer es una potencia, y es considerada como la fuerza esencial

de la vida cuando se considera indistintamente desde el alma y el cuerpo. (Para Spinoza

el alma es la idea del cuerpo, y el cuerpo es el objeto de la idea que el alma es.

De forma que cuerpo y alma no son dos sustancias que interactúan entre sí, sino dos

aspectos de una misma entidad con dos aspectos reflejados en una misma realidad, y

todo lo que le suceda a el alma le sucede al cuerpo y viceversa por ser la misma

entidad). Y por lo tanto el deseo no es otra cosa que la idea de ese apetito, el apetito

acompañado de conciencia.

El deseo tiene dos afectos; la tristeza que es el afecto por el que se experimenta una

disminución de la potencia de obrar del cuerpo, y la alegría que es el afecto por el que

se experimenta un aumento de la potencia de obrar del cuerpo.

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Para Spinoza hay tres afectos primarios: el deseo, la alegría y la tristeza, no obstante, no

tienen el mismo estatus: el deseo es la potencia misma; alegría y tristeza son las

direcciones de la potencia, es decir, las direcciones del deseo

Si el deseo procede de una causa exterior y la dirección es hacia la alegría, existirá una

afección que generará un aumento de la potencia, reflejada en amor.

Pero si el deseo procede de una causa exterior y la dirección es hacia la tristeza, existirá

una afección que generará un decremento de la potencia, reflejada en odio.

Spinoza señala que uno no se esfuerza por nada, ni lo queremos, apetecemos ni

deseamos porque juzguemos que es bueno, sino que, por el contrario, juzgamos que

algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos, es

decir; que es bueno porque estamos concientes del aumento de potencia que genera el

desearlo

Desde el punto de vista ético de Spinoza, es bueno todo aquello que aumenta la potencia

de actuar y malo todo aquello que la disminuya, de forma que el amor puede ser bueno,

si es que fortalece, y mala la envidia, porque disminuye la potencia, sin embargo una

sola y misma cosa puede ser al mismo tiempo buena y mala, por lo que propone que es

necesario liberarse de las pasiones tristes, para aprender a desear lo que hace bien,

racionalizando la vida afectiva. De forma que se sepa desear según lo que en verdad

hace bien, y evitar lo que se sabe con certeza que hace mal.

Sin embargo Spinoza reconoce que un afecto genera otros, de forma que rara vez se

experimenta un amor puro, o un odio sin matices, como por ejemplo los celos que nacen

del amor, y que la persona que los experimenta puede llegar a odiar a quien se ama. A

esto Spinoza le llama fluctuación anímica, que es descrita como el estado del espíritu

que nace de dos afectos contrarios. Se trata de una fluctuación del alma, de una

ambivalencia afectiva, que genera una especie de confusión mental.

Esta confusión mental puede ser resuelta a través de la evaluación de los afectos

primarios o secundarios, no en términos de reglas generales, ya que el bien y el mal para

DESEO

ALEGRIA

TRISTEZA

AMOR

ODIO

Potencia

Dirección de la potencia

Afecto primario

Afecto primario

Afecto secundario

Afecto secundario

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Spinoza son relativos, por lo tanto debe ser resuelta a través de tres géneros de

conocimiento (Método de la ética):

Primero pasar por el mundo de las pasiones, que es un mundo dominado de encuentros

fortuitos que generan ideas inadecuadas, que hacen creer que las ideas y afectos son

impuestos por una dependencia completa de causas exteriores. Con este grado de

conocimiento la persona es conducida a actuar por información a menudo falsa, y a

desear sin saber, creyendo desear una cosa cuando en realidad se desea otra.

El segundo género de conocimiento es la razón, que llega a la verdad en el objeto de

conocimiento racional, que descubre las propiedades comunes en una especie de visión

holista, que reconoce la fuerzas que unen y separan, donde la parte y el todo es la

propiedad común de la totalidad absoluta de la naturaleza, de la que el hombre forma

parte, tal cual es en si.

Y el tercer género de conocimiento es la intuición o ciencia intuitiva, el cual necesita del

segundo grado de conocimiento, para ir y venir de la atención de las propiedades

comunes, a las cosas singulares, buscando las esencias de las cosas que en vedad son

singulares, es decir, que la ciencia intuitiva permite conocer las esencias no de todos los

hombres, sino las esencias de un hombre en particular: uno mismo.

El método de la ética, aspira a ser una forma de llegar al conocimiento del todo,

volviendo a la persona que lo consiga, a ser más comprensivo y apreciar con cierta

distancia una realidad que está dada y solo necesita ser aceptada.

En el caso del deseo, Spinoza señala que “los hombres conscientes de sus apetitos pero

ignorantes de las causas que los llevaron a apetecer, (segundo género de conocimiento)

creen que son libres de apetecer tal o cual cosa. La deducción de los sentimientos

primarios y secundarios ha disipado esta ilusión; (tercer género de conocimiento) todo

apetito tienen una causa, y en ese sentido no es libre sino determinado” CITA

Un hombre que desea de forma necesaria (la voluntad no puede llamarse causa libre,

sino solamente necesaria, proposición XXXII, de la parte I de la Ética) ha formado una

idea adecuada del porque desea, dominado las pasiones que derivan de los encuentros

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fortuitos o de las causas exteriores (que podrían llevar al esclavo de sus pasiones a

desear por imposición). Este hombre puede devenir deseando activamente, lo que

incrementa su potencia, y puede romper con la cadena causal de su fortuna, huyendo de

la tristeza, eligiendo ser libre bajo la autoridad de si mismo, y se guía por la intuición

derivada de la singularidad de las nociones comunes.

“ninguna volición puede existir, ni ser determinada a obrar, si no es determinada por

otra causa, y está a su vez, por otra, y así sucesivamente hasta el infinito” Demostración

de la proposición XXXII de la parte I de la Ética.

Deleuze (1998) dice que el inconsciente es una fábrica y que el deseo es producción

(Spinoza dice potencia). Y que es falso que se desee un objeto para intentar paliar una

falta originaria que nunca podrá ser colmada. De forma que el Deseo no es una

búsqueda, sino que es la pauta afirmativa de fuerza. –Nietzsche- a esto lo considera

“voluntad de poder”- En el caso del “deseo de amar” no se estructura a partir de un

estado donde no exista la posibilidad de amar a alguien, -¡siempre existe esa

oportunidad!-, sino que se afirma la presencia de una fuerza positiva y productora “el

deseo es devenir vital, tendencia del cuerpo a unirse a lo que aumenta su potencia de

acción”. Por lo tanto no se desea algo, sino que se desea desear: En términos de

Spinoza, el deseo como la fuerza esencial de la vida. Sin embargo este deseo no podrá

liberarse si antes no se libera el hombre de las dos pasiones humanas más tristes: Miedo

y Esperanza, que para Spinoza y su política de las pasiones sean al fin y al cabo

pasiones alienantes no solo de amantes sino de pueblos devotos1… “en efecto, la

esperanza no es más que una alegría inconstante, nacida de la imagen de una cosa futura

o pasada, de cuyo éxito dudamos. En cambio, el miedo es una tristeza inconstante,

aunque nacida de una cosa dudosa” (proposición II escolio III de la Ética)

Para Bodei (1991) estas dos pasiones son los dos frentes desde los cuales Spinoza trata

de decapitar el águila bicéfala del imperio teológico político: contra el miedo, en cuanto

pasión hostil a la razón (proposición LIII parte IV de la Ética), y contra la esperanza, en

1 “Descartes describía la devoción como ese amor que se prefiere a [la cosa amada por encima de uno mismo de tal modo que no se tema morir por conservarla] los ejemplos de devoción que presenta son a Dios, el príncipe, al país, a la ciudad y al capital” (Bodei 1995, p. 78 )

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cuanto habitual fuga del mundo, justificación de la vida, instrumento de resignación y

obediencia. Mientras duran, miedo y esperanza dominan no sólo el cuerpo, sino la

imaginación y la mente de los individuos, dejándolos a merced de la incertidumbre y

volviéndolos dispuestos a la renuncia y a la pasividad: esclavos.

Spinoza resulta ser un sistema de pensamiento, que a su vez termina siendo una filosofía

práctica para los afectos. Esto se debe a su resolución del conflicto descartesiano, al

rechazar la premisa de la dualidad entre mente y cuerpo, ya que para el, los dos

atributos son el mismo, concebido una vez bajo atributo del pensamiento y otra bajo el

atributo de la extensión, lo que implica que cualquier acto mental tiene su correlato en

algún proceso físico, con el que es idéntico.

Dice: “El orden y la conexión de las ideas es lo mismo que el orden y conexión de las

cosas” Proposición VII parte II Ética.

Por tal motivo el análisis y solución a las pasiones tristes no solo serán un intento de

modificar las ideas, sino que se convierte en una terapéutica del conatus de actuar, vivir,

autopreservarse y realizarse persiguiendo su propio interés, buscando el placer

resultante del aumento en la potencia o que es lo mismo, su nivel de perfección, todo

esto evitando el dolor.

La felicidad para Spinoza es libertad, y esta se obtiene cuando se actúa de acuerdo a la

propia naturaleza más profunda, ya que en la ignorancia el ser se somete al influjo de

fuerzas que están más allá del control del ser, aleatorias, que termina siendo un esclavo

de las pasiones de otro, negándose la oportunidad de vivir activamente y desear por

cuenta propia lo que incrementaría su preservación (potencia de actuar).

Spinoza es contundente al señalar que cuanto más se busca el propio interés, más

virtuoso es el ser, “rechazando explícitamente la noción ortodoxa de virtud, por lo tanto

entendemos claramente cuán lejos están de la verdadera valoración de la virtud aquellos

que no comprenden que la propia virtud y la veneración de Dios son la felicidad misma

y la libertad más completa, esperan que Dios les confiera las más altas recompensas a

cambio de su virtud y de sus acciones meritorias, como pago a la más vil esclavitud”

(Stewart, M. 2005 p. 173)

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Spinoza dice que la única forma de no sucumbir a las pasiones es con una clase más

elevada de emoción, ya que solo “un cuerpo puedes ser afectado por otro cuerpo de

igual naturaleza” en este caso abría que combatir el fuego con fuego. Spinoza se ha

distanciado de los estoicos y sus promotores (terapeutas y psicólogos), que dicen que la

única cosa que se puede hacer con las emociones estorbosas es matarlas.

Spinoza no apuesta por el asesinato del deseo y sus pasiones (esto llevaría al asesinato

del hombre), sino que le apuesta a la búsqueda de la felicidad guiada por la razón. Pues

la razón será la única en proporcionar una emoción más fuerte y duradera que todas las

demás juntas. Es decir un conatus que active la preservación de la vida, y su potencia de

actuar basado en ideas adecuadas o “el amor intelectual a Dios”

Este amor intelectual a Dios es precisamente el inicio de todo su trabajo y toda su

argumentación de la ética: el tercer género de conocimiento “la intuición”, aquel que

buscando las esencias de las cosas que en vedad son singulares, se encuentra con el

mismo, amándose intelectualmente, que es la forma que tiene Dios de amarse a si

mismo.

Objetivos:

1.- Analizar las diferentes concepciones de la naturaleza de entendimiento humano

2.- Conceder la importancia de estudiar las pasiones humanas dentro de la filosofía pura

y la filosofía practica

3.- Crear un marco de referencia spinozista para el estudio de las pasiones humanas.

Índice de contenidos

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Cap 1.- la naturaleza de entendimiento

La concepción de Hume, Hobbes, Locke,

La concepción de Descartes y Spinoza

Cap 2.- las pasiones humanas

El desorden de las pasiones

El dispositivo esperanza miedo

Libertad y voluntad

Poder y potencia de las pasiones

Amor y odio

Pasiones tristes y pasiones virtuosas

El amor pasional y el amor virtuoso

Cap 3.- una nueva política de las pasiones humanas

La naturaleza de las pasiones humanas

Amor intelectual

Racionalización de las pasiones

Referencias

Bodei, R. (1995) Geometría de las pasiones, miedo esperanza, felicidad: filosofía y su

uso político. FCE: México.

Deleuze, G. (2001) “Spinoza: filosofia practica”. Ed. Tusquets, España

Deleuze, G., Guattari, F. (1998) “El antiedipo”, Paidos: España

Foucault, M. (1964) “Historia de la locura en la época clásica”. Ed Siglo XXI, México

Pineda, V. (2003) “El viento y la brújula, razón y pasión de la cultura moderna”. Ed. Jitanjáfora. México.

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Spinoza, B. (1991) “Ética demostrada según el orden geométrico”. Ed. FCE. México

Spinoza, B. (1991) “Tratado teológico político”. Ed. Alianza. México

Stewart, M. 2005 El hereje y el cortesano, Spinoza Leibinz y el destino de dios en el

mundo moderno. Buridán: España.