Las Mujeres en La Resistencia Antifranquista

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LAS MUJERES EN LA RESISTENCIA ANTIFRANQUISTA Mercedes Yusta Al hacer una historia de la resistencia de las mujeres al franquismo nos encontramos un problema doble: a) Hacer historia de las mujeres como colectivo b) Estudiar la resistencia a una dictadura, que está condicionada por la propia duración de la dictadura y que adopta múltiples formas. La historiografía antifranquista tradicional no ha ido más allá de la reconstrucción de partidos políticos. Una historiografía marginal Dentro de los numerosos estudios consagrados al antifranquismo, los que se ocupan de las mujeres son marginales. Con la democracia creció el interés por el destino y la experiencia de las mujeres republicanas y de la resistencia al franquismo con estudios como el de G. di Febo, quien definió conceptos y categorías como el de “mujer de preso”. Hay que esperar hasta 1994 a la monografía de Fernanda Romeu y a la obra de Shirley Mangini para tener un análisis pormenorizado de las experiencias de estas mujeres. Durante años, el antifranquismo femenino ha sido objeto principalmente de una historiografía militante. Esto hace que el testimonio de estas mujeres ocupe un lugar preferente y que el método de historia oral contribuya a la recuperación de esta memoria de las mujeres antifranquistas. El testimonio prima sobre el análisis y el desinterés académico condena a estos trabajos a una difusión marginal: luchar contra Franco era cosa de hombres. Pensar la resistencia en femenino Los estudios que se ocupan de las mujeres antifranquistas adolecen de pobreza teórica. La historia comparada, muy utilizada para el caso de las mujeres falangistas y católicas, ha sido poco utilizada para el estudio de la resistencia femenina antifranquista. Las historiografías francesas e italianas para el caso de la resistencia en la WWII desarrollaron el concepto de resistencia civil para incluir a distintos grupos sociales, como las mujeres y su oposición en

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LAS MUJERES EN LA RESISTENCIA ANTIFRANQUISTA

Mercedes Yusta

Al hacer una historia de la resistencia de las mujeres al franquismo nos encontramos un problema doble:

a) Hacer historia de las mujeres como colectivob) Estudiar la resistencia a una dictadura, que está condicionada por la

propia duración de la dictadura y que adopta múltiples formas.

La historiografía antifranquista tradicional no ha ido más allá de la reconstrucción de partidos políticos.

Una historiografía marginal

Dentro de los numerosos estudios consagrados al antifranquismo, los que se ocupan de las mujeres son marginales. Con la democracia creció el interés por el destino y la experiencia de las mujeres republicanas y de la resistencia al franquismo con estudios como el de G. di Febo, quien definió conceptos y categorías como el de “mujer de preso”. Hay que esperar hasta 1994 a la monografía de Fernanda Romeu y a la obra de Shirley Mangini para tener un análisis pormenorizado de las experiencias de estas mujeres. Durante años, el antifranquismo femenino ha sido objeto principalmente de una historiografía militante. Esto hace que el testimonio de estas mujeres ocupe un lugar preferente y que el método de historia oral contribuya a la recuperación de esta memoria de las mujeres antifranquistas. El testimonio prima sobre el análisis y el desinterés académico condena a estos trabajos a una difusión marginal: luchar contra Franco era cosa de hombres.

Pensar la resistencia en femenino

Los estudios que se ocupan de las mujeres antifranquistas adolecen de pobreza teórica. La historia comparada, muy utilizada para el caso de las mujeres falangistas y católicas, ha sido poco utilizada para el estudio de la resistencia femenina antifranquista. Las historiografías francesas e italianas para el caso de la resistencia en la WWII desarrollaron el concepto de resistencia civil para incluir a distintos grupos sociales, como las mujeres y su oposición en actos cotidianos. La historiografía alemana ha desarrollado dos conceptos distintos de resistencia: los movimientos de resistencia como tales y las reacciones individuales en lo cotidiano, pequeños actos de rebeldía que contribuyen a debilitar y deslegitimar el sistema desde abajo. Las historiadoras españolas han empezado ahora a preguntarse por los fenómenos de resistencia y a dotar de significado político las acciones protagonizadas por mujeres, más allá de su aparente pertenencia a la esfera de lo privado. El caso más conocido es el de las mujeres que colaboraban con la guerrilla cocinando, cuidando o vistiendo y el de las mujeres de los presos.

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No claudicar

En la guerra civil, el conflicto de género es crucial. Con la sublevación militar se trata de frenar el avance de la clase obrera organizada pero también de restaurar el orden patriarcal amenazado por los cambios políticos favorecidos por el contexto republicano. El bando franquista deja libre curso al antifeminismo, imponiendo un modelo de mujer basado en la moral católica y en la estricta jerarquía de los sexos. La república es responsable de haber destrozado la familia y de trastocar los papeles tradicionales de hombres y mujeres. Las mujeres asimiladas a los vencidos son culpables

- En un sentido político- En un sentido moral- Por no haber ejercido su labor educadora como madres y esposas, en

el caso de las mujeres de los rojos, en el seno del hogar del que son responsables

Las mujeres son castigadas por estar emparentadas con los enemigos del régimen, pagando así por los delitos de los hombres de su familia. La dictadura somete a estas mujeres a una específica marginación que se pone de manifiesto ya durante la guerra en la elaboración y puesta en práctica de acciones punitivas como el rapado o la ingestión de aceite de ricino, de simbología purificadora. Estas prácticas atentan contra la feminidad de la víctima y son humillantes. Se aplican a las mujeres emparentadas con los republicanos porque a las que habían tomado parte directa se les aplicaban los castigos más severos.

Resistencia y represión están estrechamente unidas. La propia represión va a ser el desencadenante de la resistencia. Muchas mujeres tomarán conciencia a través del castigo de su posicionamiento político.

La cárcel

La cárcel se convierte es escenario de represión y escuela de resistencia. En ella se tejen las redes solidarias, se intercambia información y se desarrolla una labor de adoctrinamiento político. Se organizan estrategias colectivas de resistencia, como las huelgas de hambre.

El grupo de las madres detenidas fue víctima de un particular ensañamiento. El régimen les impedía cumplir dignamente su función de madres y las lamentables condiciones hicieron que la mortalidad infantil fuera muy elevada en prisión. La estrategia represiva iba más dirigida a la madre que al niño, madres indignas al estar contaminadas por el virus marxista.

Esta lógica represiva da lugar a una estrategia de supervivencia: la acción política básica consistía en salvar la vida en un espacio con reglas éticas opuestas a las de las funcionarias y religiosas, es decir, opuesto al franquismo.

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La cárcel desborda sus muros y afecta a las personas de fuera con familiares en prisión. Surge así la figura de la mujer de preso, cuya vida gira en torno a la puerta de la prisión. Sobre sus espaldas, la responsabilidad de la subsistencia de su familia y del preso en un entorno de estigmatización social que le hará difícil conseguir trabajo.

A la mujer del preso se le exigía además una fidelidad que garantizara el espíritu militante del preso. Más allá de la tarea de asegurar la supervivencia, la politización de las mujeres de presos alcanzó mayor expresión cuando su movilización se convirtió en germen de asociación política. Durante la posguerra estas organizaciones serán irregulares; en los años 60, las mujeres ligadas al PCE logran poner en pie asociaciones ligadas a la solidaridad con los presos (el Movimiento Democrático de las Mujeres). Esta actividad ha sido objeto de poca atención por los historiadores.

Lo privado se convierte en político

Estas mujeres se sitúan entre lo interior y lo exterior de la cárcel y su actividad tiene que ver tanto con el ámbito público como con el privado (característica fundamental de la actividad política femenina). La conciencia femenina supone la aceptación por parte de las mujeres del sistema de género tradicional pero también la exigencia de los derechos que acompañan a estas obligaciones. Esta conciencia femenina hace que las mujeres sin militancia política se organicen y protesten contra una autoridad opresiva. Las protestas contra la carestía de la vida durante el franquismo llevarán a que las mujeres no politizadas acaben identifican sus penurias cotidianas con la existencia de una dictadura.

Las actitudes de resistencia femeninas son rastreables como

- formas de protesta popular (motines de subsistencia) a causa de las miserables condiciones de vida del primer franquismo;

- actos oscuros, acciones banales como chistes, canciones políticas o injurias

- lucha por la mejora de las condiciones de vida a través del asociacionismo vecinal, los movimientos de apostolado católico, asociaciones de amas de casa…

Estas vías fueron aprovechadas por las mujeres para desarrollar una acción colectiva de protesta y reivindicación que acabará por convertirse en fuente de deslegitimación del régimen.

Las mujeres en las organizaciones antifranquistas

La participación directa de las mujeres en las organizaciones antifranquistas ha merecido escasa atención. Si siquiera durante la república o la guerra se llegó a una situación de igualdad con los hombres en la militancia. En una sociedad patriarcal como la España de los años 30 el reparto de tareas por sexos era algo que seguía estando vigente.

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Tras el 39, la supervivencia cotidiana de la familia fue lo primero que se exigió a las mujeres. Con el cumplimiento de sus tareas posibilitaban que los hombres pudieran dedicarse a la militancia en la clandestinidad. Sin embargo, su papel fue fundamental en la infraestructura de las organizaciones (transporte, documentación, información…). El PCE fue la única organización antifranquista en contar con algo parecido a una organización femenina; la condición era que fuera el Partido el que controlara su actividad. La subcultura tradicional de la clase obrera que se desarrollaba en el seno de las organizaciones se veía perturbada por la presencia femenina.

Buscando nuevos enfoques, se ha estudiado el papel de la mujer en la guerrilla antifranquista y se ha puesto de manifiesto toda una serie de redes que comunican la guerrilla con la sociedad civil. Estas redes están condicionadas no sólo por la afinidad política sino también por el parentesco o la relación vecinal. El enfoque de género ha resituado a las mujeres en el contexto de la lucha de guerrilla.

El estudio de esta resistencia femenina no solo contribuye a sacer a la luz aspectos olvidados de esta resistencia sino que ilumina toda la resistencia en su conjunto con una nueva luz. Obliga a buscar herramientas conceptuales y nuevos puntos de vista que ponen de relieve aspectos desconocidos de la resistencia. Una historia de la resistencia de las mujeres al franquismo no sólo es posible sino que, a través de ella, nuestro conocimiento de la dictadura se hace más preciso y completo.