Las Culturas Precolombinas - Henri Lehmann

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Introducción LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS

Desde la iniciación del siglo XVI, cuando se difundió por toda Europa la noticia del descubrimiento de un nuevo continente, se produjo una gran curiosidad por los objetos que los primeros navegantes traían de lejanas tierras. Esas piezas se hallaban, sin embargo, se alejaban de las formas convencionales de la época que apenas de vio en ellas que un extravagante derroche de materiales precioso en chucherías de salvajes.

El primer europeo que aprendió su valor puramente artístico fue el famoso pintor Alemán Durero. En 1520 tuvo ocasión de contemplar en Amberes el "tesoro" que el jefe azteca Monctezuma había enviado a Hernán Cortés con destino al Soberano de la Cristiandad y que éste -Carlos V - dispuso se mostrara a sus vasallos de las diversas ciudades del Imperio. Durero escribe al respecto en su diario:

También he visto los objetos que fueron traídos al Rey desde el nuevo país del oro: un sol de oro, de una toesa de ancho; asimismo dos gabinetes llenos de armaduras semejantes así mismo, toda clase de armas, escudos, bombardas, sorprendentes armas de defensa, curiosas vestiduras, atavíos de noche y toda clase de singulares objetos de diversos usos, muchos mas bellos de ver que jamás los fueron objetos sorprendentes . Las dichas cosas todas preciosas , habiéndoselas estimado en 100.000 florines. En mi vida no he visto nada que haya regocijado mi corazón, como estas cosas . Pues he contemplado maravillosos objetos artificiales y me ha asombrado el genio sutil de los hombres de países extraños.

A partir de la época de Durero son muchos los sabios y artistas que rindieron homenaje a los indios de América . Sin embargo , no existe en francés más que una sola obra donde se trata de manera extensiva la arqueología precolombina: la de Beuchat publicada en 1912, se le considero en su momento obra tan necesaria como monumental: Sin embargo, no habiendo cesado de progresar los estudios sobre la materia, el manual de Beuchat se encuentra hoy completamente envejecido. En Francia, por otra parte, no ha aparecido ninguna actualización generalizada del tema.

No pretendemos llenar esta laguna dentro de los estrechos limites de este trabajo. Bien hubiéramos querido, para dar una idea del estado actual de los conocimientos relativos a la América precolombina , basarnos en un estudio francés moderno tan exhaustivo como el de Beuchat. A falta de una obra de conjunto, hemos debido recurrir a diversas publicaciones que tratan aspectos particulares , y valernos de textos extranjeros.

Trabajos arqueológicos

Los trabajos arqueológicos realizados en América durante los últimos treinta años han promovido una reforma total de la cronología correspondiente a las culturas precolombinas, productos de un siglo de investigaciones. En México, por ejemplo, se denomina ahora "medias"o de "formación"a la cultura que en otros tiempos se calificaban de arcaicas. En América del Sur resulta más elocuente el caso de la cultura de Tiahuanaco: hace algunos años se le tenia por una de las más antiguas del continente; en la actualidad se sabe que no floreció sino hasta poco antes de la conquista incaica, vale decir, hacia el siglo XI de nuestra era.

Estas nuevas concepciones no deben inducirnos a subestimar el esfuerzo de nuestros predecesores; tanto más cuanto que aún hoy sobre la base de sus clasificaciones

En un comienzo, por ser totalmente deficiente los datos históricos, la única fecha cierta era la de la conquista .Gradualmente se ha logrado jalonar la prolongada historia de América con puntos de referencias cada vez mas precisos. Los descubrimientos contemporáneos acerca de la reactividad de materias orgánica tales como el carbón vegetal, la madera o las osamentas, permiten inclusive revisar, quizás definitivamente en esta oportunidad, la determinación de la edad de los monumentos. Se ha ensayado un método de construcción egipcias fechadas ; el resultado ha sido satisfactorio: Como todo nuevo método, éste aún se halla sujeto a un margen de error ; cuando se le determine en forma estricta permitirá una apreciación científicamente exacta de la situación en América.

La búsqueda de vestigios precolombinos comenzó ya en la época española, pero no guiaba a los primeros excavadores el interés de la ciencia. Al referirse a la costumbre india de enterrar a los jefes con sus fabulosos tesoros, los cronistas suscitaron la codicia de los aventureros, que se dedicaron

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inmediatamente a localizar antiguas tumbas de Colombia y Perú con el fin de despojarlas del metal precioso que pudiera contener. También en México , pese a que allí los estudios se basan más particularmente en la arquitectura arquitectónica, personas no especializadas se han procurado abundantes objetos, muchos de mayor interés con propósitos comerciales.

La primera excavación científica en América se efectuó durante la segunda mitad del siglo XVIII . El médico naturalista francés Eugene Dombey , enviado al Perú por Luis XVI, permaneció allí de 1778 a 1785 y realizó excavaciones . Sus colecciones se encuentran el Museo del Hombre, de París, y también en Madrid. Durante el siglo XIX, otros arqueólogos :Angrand, de Cessac . Weinner, Ber, Charnay , formaron colecciones peruanas y Mexicanas que figuran igualmente en el Museo del Hombre. Todos ellos recogieron material extremadamente rico y variado, pero emitieron revelar las condiciones de yacimiento.

Excepto de los trabajos de Seler y Boas, que siempre pueden servir de ejemplo, la investigación arqueológica se mantuvo en estado anárquico hasta la primera guerra mundial.

Fue en Perú , con las excavaciones de Uhle, y en México, especialmente en Teotihuacan donde se comenzó a trabajar metódicamente . Los mejores ejemplos de excavaciones científicamente conducidas son las practicadas por Caso y mas tarde por Acosta , en Monte Albán, lo mismo que las de Vaillant en diversos sitios del valle de México.

Se distinguen dos clases de excavaciones :

1) Excavaciones de antiguos edificios arquitectónicos derruidos que se presentan con el montículos cubiertos de una vegetación exuberante;

2) Excavaciones en las cercanías de aglomeraciones antiguas, en sitios en donde se acumularon por espacios de siglos cantidades de desperdicios y objetos desechados. En el primer caso se comienza por eliminar la vegetación y el humus, se buscan después los elementos de construcción que han permanecido en su sitio: cimientos , lienzos de pared, etcétera: Se los consolida y se reconstituyen las partes del edificio que de ellos se deduce lógicamente. Para excavar una acumulación de desperdicios se efectúa un corte del terreno que permita estudiar de arriba abajo los depósitos cada vez mas

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antiguos . Merced a la observación de todo los detalles, merced a una minuciosa estratigrafía, se logra distinguir las diferentes fases de la evolución industrial y social de un mismo sitio. Los conocimientos adquiridos en cada una de las culturas de México y del Perú permiten establecer ahora un cuadro comparativo de esos dos grupos de culturas (véase cuadro 1 ). Por razones de orden práctico, no hemos de ajustarnos estrictamente a ese plan. Los períodos más antiguos, aquellos que figuran al final de cuadro y por los cuales el material no es muy abundante, serán descritos al mismo tiempo, corte horizontal , sí así puede decirse, en el capítulo correspondiente a la prehistoria (1)

(1) Por una confusión de términos y conceptos, muchos autores , particularmente los de la formación europea, se aplican el vocablo prehistoria a aquellas épocas mas antiguas en las cuales los hombres poblaron nuestras tierras desconocían la cerámica. Vale decir, las culturas eminentemente líticas. En sus sentidos mas estrictos , la prehistoria abarca todo el período previo a la utilización de la escritura. De hecho , entonces , la prehistoria americana alcanzaría, en la mayor parte de nuestro continente, hasta la llegada de los europeos en el siglo XV, ya que es con posterioridad a este acontecimiento que contamos con documentos seguros. Como surge del contexto de esta obra, en algunas zonas muy restringidas _ allí donde la evolución cultural permitió la conservación de una tradición oral o escrita mediante sistema rudimentarios de escritura—podemos hablar de una protohistoria y aun de una historia. Para evitar esta ambigüedad terminológica se ha adoptado en nuestra arqueología la denominación de precerámicas para aquellas culturas más antiguas , sin conocimiento de la alfarería , que llegaron en algunos casos a convivir con faunas ya desaparecidas y en condiciones climáticas anteriores a las actuales . Agroalfareras son las restantes culturas, que fabricaron cerámica ,cultivaron el suelo y son, empero, tan prehistóricas como aquéllas. (N. de T. ) .

.A partir de la época de formación, preferiremos examinar la sucesión de las culturas en cada zona geográfica, por columnas verticales, Desdeñaremos ciertos períodos de los cuales solo quedan como testimonios algunos fragmentos de alfarería que no permiten una reconstrucción de sus culturas. En cambio, mencionaremos culturas de las cuales no tenemos aún conocimientos precisos, pero cuya aparente importancia justifica una descripción aproximada. De todas maneras , se trata aquí exclusivamente de una cronología provisional que deberá rectificarse a medida que se produzcan descubrimientos. Digamos seguidamente que el empleo de la cerámica se generaliza a partir de la época de formación. La época del florecimiento, o clásica, corresponde a las manifestaciones más brillantes de la culturas locales. Sucesivamente, se asiste a una expansión en cuyo transcurso los pueblos más fuertes tratan de imponerse y transponen los límites de sus territorios. Comienza al propio tiempo cierta decadencia caracterizada por estilos epigonales. Finalmente apenas unos siglos antes de la conquista española, hay un imperialismo o un militarismo ( Términos propuesto por el arqueólogo norteamericano Duncan Strong ) que se desarrolla tanto en Perú como en México. Es posible que el período prehistórico, antes del surgimiento de la agricultura, haya durado varios miles de años; que la época formativa haya comenzado algún tiempo antes de nuestra era; que el período clásico se prolongara hasta el siglo 1000, aproximadamente, y que la expansión o fusión se complementara hacia el año 1200 para dar lugar al imperialismo, al cual la conquista española habría de poner fin de manera brutal.

Poblamiento y Prehistoria de América

Antes de iniciar el estudio de los diferentes pueblos creadores de las grandes culturas precolombinas nos referiremos sucintamente a sus predecesores. En primer lugar, hemos de preguntarnos ¿Cómo se pobló el continente americano? ¿Era una población autóctona desarrollada in situ , o bien se trata de inmigrantes venidos de otra parte del mundo? En tal caso. ¿ cuantos, cómo y desde dónde pudieron llegar a esta tierra tan aislada?. Entre todos los investigadores , sólo Florencio Ameghino sostuvo la hipótesis de una población autóctona ; pretendió inclusive demostrar que la especie humana se encontró representada en América desde la época terciaria ; pero en el mundo de los sabios se ha juzgada tan fantaseadas sus ideas que no nos detendremos en ellas. No se halla en América rastro alguno de un hombre que pertenezca a una especie primitiva comparable al pitecántropo ,cinántropo o el hombre de Neandertal. Los esqueletos humanos más antiguos casi no se distinguen de los de indios modernos . Sin embargo , diremos que gran número de descubrimientos han probado la contemporaneidad en América del hombre y de una fauna extinguida hace muchos centenares de miles de años. Mencionaremos solo a título de reseña el de un mastodonte en Ecuador, en medio de un hogar que contenía fragmentos de alfarería ;el de una osamenta de un mastodonte joven al lado del cráneo de un

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caballo fosilizado y de un esqueleto humano en la caverna Confins, en el Brasil. En Folsom (nuevo México), se encontraron retos de un bisonte fósil,(Bisón Taylori ) junto con puntas de piedras ; en Russel Springs (Kansas) una punta de sílice debajo de un omoplato de un Bisón occidentalis. Hace algunos años se desenterró un cráneo humano en Tepexpán (Valle de México) de la misma capa que los restos de un elefante . Muy recientemente confirmóse este trabajo de excavación por el descubrimiento en el mismo terreno de un esqueleto de mamut en el cual estaban clavadas muchas puntas de sílice y obsidiana. En Lagoa Santa (Brasil), donde se exploraron ochocientas cavernas, se encontraron osamenta de una fauna fósil asociadas a restos humanos. Parecería entonces que la antigüedad del hombre americano no cede un ápice a la del hombre de las demás partes del mundo. Esto resultaría exacto si los grandes animales hubieran desaparecido a un mismo tiempo de la tierra entera, cosa que esta lejos de ser probada. Cabe inclusive la posibilidad de que algunas especies prehistóricas se hayan demorado en América hasta los comienzos de los tiempos modernos. El estado de conservación en que se encontró la piel del enorme perezoso de la caverna Eberhardt, en el extremo sur de la Patagonia , el buen estado que se mantuvieron sus excrementos , parece confirmar esta tesis. Generalmente se concede al hombre americano una antigüedad de diez mil a quince mil años, cuando mucho de veinticinco mil (1). Es poco en relación con los cien mil o ciento veinticinco mil años en cuyos transcurso parecen haber existido en el Viejo Mundo diferentes tipos humanos; mucho si tomamos como referencia las grandes culturas americanas, ninguna alcanzó, probablemente, su apogeo antes de nuestra era.

(1) Los restos más antiguos de ocupación humana en América han sido fechados por el método del carbono radioactivo en 21.800 años antes de Cristo (Tule Springs, Nevada, Estados Unidos de América). Esto los hace remontar hasta los tiempos inmediatamente anteriores a la última glaciación del Nuevo Continente (cf.:Pedro Bosch Gimpera," L´A Amérique Paleolithique et mésolithique" en L´Homme avant l´ escriture, de Andrés Varagnae , París 1959). Si bien el hombre americano parece muy reciente, en relación con los cientos de miles de años de antigüedad del hombre del Viejo Mundo, aquella fecha significa que se le puede considerar contemporáneo no sólo del mesolítico sino también del paleolítico europeos. Es pues, mucho más viejo de lo que pudo haberse pensado hace unos quince años. (N. del E.).

Todo el mundo concuerda en admitir que el poblamiento de América se produjo por inmigración ;pero las opiniones están divididas en cuanto al origen de los inmigrantes. Unos les atribuyen origen común, otros prefieren imaginar movimientos de poblaciones convergentes , aunque originados en diversos puntos y producidos, si no simultáneamente, por lo menos en oleadas sucesivas. La muy particular configuración del Nuevo Mundo, hace difícil su acceso . El único pasaje relativamente atravesable es el estrecho de Bhering y el rosario de las islas aleutianas, por donde América se aproxima mucho al continente asiático; al parecer ,a la gran mayoría de los emigrantes siguió esta ruta. Cuando la prehistoria de Siberia se conozca mejor, es posible que encontremos rastro de su pasaje por allí. Nos asiste el derecho de suponer que provinieron de Asia muchas olas de migraciones. Una de ellas pudo haber traído el elemento dolicocéfalo que encontramos desde Brasil hasta la Patagonía. Otra, el elemento mongoloide: braquicéfalos de elevada talla, como los que se encuentran entre las poblaciones de América del Norte, quizás, pertenezcan a una tercera ola de inmigrantes. Por último, los esquimales representan el tipo más mongoloide de América.

Por lo demás resultaría muy aventurado intentar una explicación del poblamiento de este continente refiriéndolos exclusivamente a los elementos antropológicos. En efecto, gran número de pueblos americanos poseen características mongoloides bien definidas: los pómulos salientes, el color oscuro de cabellos y ojos, la tez morena -amarillenta o moreno-cobriza constituyen rasgos comunes a los mongólicos, tales como los ojos sesgados o la nariz respingada, no se encuentra en América. Por otra parte , se observan aquí rasgos no asiáticos verosímilmente atribuibles a distintos aportes. Paralelamente a los antropólogos, los lingüistas han participado en las investigaciones relativas al poblamiento de América. En ninguna región del mundo existen tantas lenguas distintas; se las ha distribuidos en ciertos números de grandes familias lingüísticas sin que haya sido posible arribar a un resultado plenamente satisfactorio; muchas de ellas han quedado fuera de toda clasificación. Se cuenta hoy entre ciento veinte y ciento cincuenta de estas familias, algunas de las cuales tienen inmensa irradiación. Pero las diferencias en el seno de cada una de ellas son a menudo tales que gente que hablan dos dialectos de una misma familia lingüística no se comprenden. Se ha comprobado la existencia de concordancia estructurales entre determinadas lenguas norasiáticas y americanas, pero tales concordancia no se extienden al vocabulario. En cambio existen similitudes de léxico entra la familia hoka y el malayo-polinésico y entre la lenguas chon y el australiano por la otra. Lo cual implicaría intercambio entre América y Oceanía en época mas o menos remota y , probablemente, un desplazamiento de población de Oceanía hacia América.

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Entre las manifestaciones más antiguas del hombre de América, debemos citar las puntas de piedra Halladas en los alrededores de la localidad de Folsom en Nuevo México. Son láminas delgadas y puntiagudas que comúnmente ostenta en ambas caras el hueco de una lasca longitudinal que parte de la base. Las puntas de Yuma (Colorado) son del mismo tipo, pero de forma más variada; su base es pedunculada y en ocasiones convexa. El tipo de industria de Folsom y Yuma se encuentran en muchas otras partes de América del Norte. Junto a las puntas se han hallado, raspadores, cuchillos, perforadoras, raederas, ejecutados en calcedonia, cuarcita, ágatas, sílice o jaspe. Se han encontrado puntas más toscas en las puntas de Sandia (Nuevo México); probablemente mas antiguas aún que las de Folsom , parecerían coincidir con la última extensión glaciar . Las puntas de Folsom son comparables con las de Solutré, que datan del paleolítico superior europeo, pero no existe la posibilidad de establecer una relación de tiempo entre los dos continentes. La Civilización de Cochise, localidad al sur de Arizona donde fueron descubiertos los primeros elementos, es igualmente muy antigua. Se manifiesta sobre todo por piedras chatas de moler con sus correspondientes manos, manos de mortero, martillo y piedra de fogón: Las poblaciones que fabricaron dichos útiles se nutrían de vegetales y vivían en las márgenes del lagos hoy desecados. Idénticos vestigios se hallaron en el centro de Texas y sobre el litoral californiano meridional. Esta cultura debió diseminarse a través de México hasta el norte de la América del Sur. En lo que atañe a este ultimo continente ya hemos mencionado el descubrimiento de restos de alfarería pintada en la gruta de Alangasi (Ecuador), en medio de un hogar que contenía los de un mastodonte ; pero se discute la edad de esta alfarería. Estamos mejor informado con respecto a la Patagonia en virtud de una excavación estratigráfica de primera importancia llevada a cabo en las cavernas Palli Aike y Fell, próximas al estrecho de Magallanes. Fue allí donde Junius Bird encontró cinco capas superpuestas de hábitat. La capa superior corresponde a los actuales indios Ona; la de mayor profundidad , separada de las otras por una capa estéril , contiene restos de guanaco, de perezoso gigante y de caballo nativo unidos a una industria líticas de punta de jabalinas y raspadores de facturas bastante tosca, de útiles de hueso y objetos de lava cilíndricos. Los restos humanos habían sido incinerados; fue posible, no obstante, un cráneo de forma dolicocéfala y que recuerda algo al tipo de Lagoa Santa (Brasil). Por otra parte, esta excavación produce desconcierto : el caballo, presente en la capa inferior, desaparece completamente hasta los tiempos modernos. Sabemos que no existía cuando los españoles establecieron contacto con América . ¿Cómo explicar su extinción? Otras excavaciones efectuadas en los llamados "concheros" del extremo sur, en el canal de Beagle, revelaron la antigua presencia de población de pescadores que fabricaban cuchillos de concha, puntas de dentadas de harpón y cuentas de hueso de ave. Otros pescadores se instalaron en las costas chilenas , cerca de Arica y Taltal, donde se han podido comprobar dos períodos diferentes de ocupación. Ninguna de esas primeras poblaciones elaboraba la alfarería, que constituirá mas tarde un rasgo sobresaliente de las grandes culturas. Los primeros pueblos, también precerámicos, cuyos rastros se han descubierto en las costas de Perú, ya practicaban una agricultura rudimentaria; se cree asimismo que quizás fueron contemporáneos de los pueblos ceramistas de otras regiones. Se han localizado hasta el presente cinco pueblos de cerámica a lo largo de la costa peruana: en Puemape cerca de Pacasmayo; En Milagro y en Guaca Prieta, del Valle de Chicama; en Cerro Prieto, del valle del Viru, y en Aspero, del valle del Supe. Huaca Prieta es el sitio que mejor se conoce ; una excavación excelente demostró que allí se sucedieron varios pueblos. La capa superior, la más reciente, es la única donde se encontraron fragmento de alfarería. Las capas anteriores no la contenían pero suministraron suficiente material para formarse una excelente idea del género de la vida de los pueblos precéramicos. La población debía ser relativamente densa. Las viviendas, adosadas a grandes bloques de piedra, eran semisubterráneas. La alimentación se componía principalmente de pescado y mariscos; la recolección de ciertas plantas silvestres las complementaban, como también algunos cultivos de achira,(especie de tubérculo), calabazas, judías, pimientos, lúcumo. El maíz que debía convertirse en el alimento básico de América, era aún desconocido. La cocción de los alimentos se realizaba con el auxilio de piedras calentadas: se colocaba el manjar directamente sobre la piedra o bien se introducían piedras calientes en una calabaza llena de agua. Este sistema de cocción perduró inclusive después de la introducción de la cerámica. Los habitantes de Huaca Prieta, también cultivaban el algodón, con el cual trenzaban redes de pescar. Hilaban sin emplear el huso. Todavía era muy poco frecuente el verdadero tejido, pero se confeccionaban vestimentas de corteza ablandada a golpes. Para todos estos trabajos empleaban raspadores y cuchillos de sílice obtenidos mediante percusión, pesas perforadas para redes y agujas de hueso. En los tiempos mas remotos de esta cultura los muertos eran enterrados en simples fosas; más tarde se construyeron tumbas abovedadas utilizando bloques de piedra rodados. Entre los primeros habitantes de América que acabamos de evocar y los que elaboraron las grandes culturas precolombinas se sucedieron innumerables generaciones. Millares de años de ocupación en el

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lugar fueron necesarios para crear un terreno propicio al desenvolvimiento de los diversos estilos cuyos vestigios admiramos hoy.

Areas Culturales

Las grandes culturas precolombinas se encuentran localizadas en México. en América Central, en las Antillas, y en el interior del sistema andino de América del Sur: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia una parte de la Argentina, y el norte de Chile. Cuando se halla situado al este de la Cordillera oriental, vale decir la mayor parte de América del Sur, permanece fuera de esta zona, principalmente las regiones amazónicas, de particular humedad, que no se prestan para el establecimiento de poblaciones sedentarias, y asimismo las vastas llanuras argentinas. Constituyen una excepción la isla de Marajó ubicada la desembocadura del amazonas y las inmediaciones del gran río en su curso inferior, donde se han descubierto vestigios de culturas elevadas. En América del Norte, descontando el caso de los indios Pueblos del Norte, y de los Mound-Builders, no tropezamos con culturas notables pese a que el poblamiento de ése continente se remonta hasta cerca de cinco mil años. El área de las grandes culturas es, en consecuencia, relativamente limitada: sin embargo, existen en Tal número y su variedad es tanta que resulta imposible exponer conjuntamente su evolución. Los etnólogos han debido determinar zonas culturales emparentadas Distinguiremos, grosso modo, tres zonas entre las altas culturas.

I. Mesoamérica comprende una gran parte de México, Guatemala, Honduras y una porción de Nicaragua. Si bien no podemos enumerar aquí todos los elementos culturales comunes a todos los pueblos de esta zona, desearíamos mencionar los más importantes, sobre los cuales volveremos con mayor detalle al hacer la descripción de las diferentes culturas. Se encuentran por doquier la pirámide escalonada, los patios recubiertos de estuco y los juegos de pelota. El sistema numérico vigesimal, junto con los meses de veinte días, el doble calendario solar y litúrgico y los ciclos de cincuenta y dos años son lo usual. Casi en todas partes se cultivaba el cacao, la chía y el maguey (especie de agave); este último servía para la fabricación del papel. Existía una escritura jeroglífica empleada en manuscritos conocidos con el nombre de códices y que son libros plegados en forma de biombos. Las armas eran cerbatanas, con proyectiles de arcilla como municiones. Las sandalias poseían talón. II. El área circuncaribe tenía su centro en el mar Caribe. Comprende las Antillas, los países meridionales de la América Central y las costas atlánticas de Colombia y Venezuela. Hacia el sur los límites pasan por las Guayanas; hacia el interior, son bastante imprecisos. Los elementos culturales típicos de esta zona no son tan abundantes como en Mesoamérica; la mayoría se expandió por otras partes, entre ellos el cultivo de la mandioca o el trabajo de oro y de la tumbaga. Sorprende la ausencia de toda gran arquitectura de piedra. Es característico el trabajo de la madera; las obras de madera más frecuente son las sillas bajas que volvemos a encontrar en la zona andina, principalmente los "duho", asientos con respaldo, y las escudillas. III. El área andina que se extiende a lo largo de la zona de los Andes, desde el extremo norte del continente hasta Chile, entre la Cordillera Oriental y el Pacífico. En toda esta región volvemos a encontrar el culto de los muertos, su conversación en envoltorios y tumbas en forma de pozos. Son típicos la cabeza-trofeo y una de sus formas,la cabeza reducida;el rompecabeza estrellado; el trabajo del cobre y del bronce. Los cálculos se efectuaban por medio de un sistemade nudos dispustos según determinadas reglas a los que se denominaban"quipu".

Mencionemos , entre los cultivos de origen andino, la coca y la patata -en la actualidad esta última se ha generalizada casi en todo el mundo.

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Capítulo I

EL AREA MESOAMERICANA

Habitaron esta aérea diversos pueblos cuyos descendientes nahuas, otomíes, totonacas, zapotecas y tarascos aún hablan las diferentes lenguas. En el siglo XVI los españoles establecieron contacto con los aztecas y los mayas, y los cronistas describieron las culturas de estos dos pueblos, tal como se presentaban entonces. Constituyen asimismo las más conocidas de las América precolombina. Pero las excavaciones de los últimos años permiten conocer, al menos parcialmente, la evolución de dichas culturas y de aquellas que se desarrollaron a su alrededor.

LA MESETA MEXICANA

Cultura medias

La meseta mexicana no nos ha suministrado hasta el presente vestigio alguno de las civilizaciones paleolíticas correspondiente a los tipos Folsom-Cochise. Las pocas puntas de lanza y los cuchillos de silex y obsidianas de Santa Isabel Ixtapán no se diferencian de los instrumentos usuales en épocas más recientes. En cambio, se han hallado, y todavía se los encuentra, innumerables fragmentos de alfarería muy primitiva y de ídolos de barro cocido que demuestran la larga vida en estos parajes de poblaciones sedentarias y sumamente densas durante la época llamada de las “culturas medias”. Si bien estamos aún en la imposibilidad de fijarse con exactitud una fecha, sabemos al menos que fue anterior a nuestra era; en efecto, dos localidades, Copilco y Cuicuilco, que pertenecen a esas culturas, fueron cubiertas por una ola de lava resultante de la erupción del volcán Xitli que, afirman los geólogos, se produjo hace por lo menos dos mil años.

Al parecer ejercieron atracción sobre esas primeras poblaciones las orilla del lago Texcoco, donde se asienta la actual ciudad de México. Aclaremos que la superficie del lago se redujo enormemente, desde los tiempos antiguos, a causa de los sucesivos desencadenamientos y que su margen actual no coincide con la de la época precolombina. El arqueólogo norteamericano George Vaillant halló, en el linde de la primitiva orilla, rastros de aglomeraciones en Zacatenco, El Arbolillo y Ticomán. Descubrió lugares de deposición donde, generación tras generación, estos pueblos antiguos arrojaban los residuos domésticos. Sólo el espesor de esos depósitos__ uno de ellos mide más de 8 m:: aporta ya la prueba de la ocupación extremadamente prolongada de un mismo sitio. Han sido además fuentes de valiosas enseñanzas, que han mostrado en la excavación verdaderas capas de cultura sucesivas. Vaillant reunió abundante material arqueológico clasificado cronológicamente. El estudio comparativo de ese material y del que se había hallado antes en Copilco y Cuicuilto permitió agrupar los objetitos en dos categorías: los objetos de Zacatenco son análogos a los de Copilco, mientras que Cuicuilco proporcionó un material más evolucionado cuyas réplica se encontró en Ticomán. Sábese así que las civilizaciones medias engloban dos épocas: la primera, correspondiente a Copilco_Zacatenco, debió prolongarse por un tiempo muy largo, quizás durante siete siglos; la siguiente, la de la Cuicuilco-

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Ticomán, fue más breve, de trescientos años aproximadamente. Las habitaciones de la época Copilco debieron ser chozas debieron ser chozas cubiertas de paja; de ellas no quedan ningún rastro, Las gentes de Cuicuilco, por lo contrario, edificaron una construcción maciza, en forma de círculo, con un diámetro de base de 123 cm y una plataforma de 20m de altura que sostenía un altar. Este edificio parece ser la primera construcción mexicana de piedra. El modo de enterrar a los muertos difería según los sitios. Por lo general, el muerto está solo, en posición extendida o con los miembros replegados. Las Tumbas de niños son anormalmente numerosas. A menudo se hallan junto al difunto armas de piedra, láminas, puntas, raspadores de obsidiana y vasos de muy variada formad. La alfarería comprende asimismo pequeñas estatuillas antropomorfas, de detalles obtenidos mediante pastillaje e incisión. Las figurillas que representan mujeres resulta notables por su acentuada esteatopigia: muslo y nalgas particularmente desarrollados, en tanto que los brazos y piernas son simples muñones. En las postrimerías de esta época surgió un nuevo estilo, Los primeros ejemplares han sido descubiertos a algunos kilómetros de la capital en una cantera de arcilla de Tlatilco. Se extrajeron figurillas de estilo muy evolucionado y de nivel artístico de gran superioridad con respecto a las de Zacatenco o Ticomán. Las figurillas de Tlatilco padecen poseer cierto parentesco con objetos fabricados por otro pueblo de México, los olmecas, al cual nos referiremos mas adelante. Éstos alcanzaron muy temprano gran desarrollo artístico y se ha sostenido la hipótesis de que el pueblo olmeca fue uno de los primeros en llevar la cultura a la meseta.

Cultura de Teotihuacan

Hacía fines de las culturas medias, los estilos que se habían desarrollado sobre la orilla sudoeste del lago Texcoco hicieron su aparición en la zona nordeste, en Teotihuacan, donde en el transcurso de los siglos ulteriores, durante el período clásico, habría de expandirse una de las culturas más grandiosas de que haya sido teatro el valle de México. No se sabe exactamente quiénes fueron sus creadores; se ignoran su nombre y el idioma que hablaron. Se supone únicamente que provenían de alguna región de la costa del golfo de México; determinadas similitudes estilísticas podrían sugerir, como en Tlatilco, un parentesco con los olmeca. Sea como fuere, el monumental conjunto de Teotihuacan atestigua la riqueza y complejidad de la sociedad que le dio nacimiento. Teotihuacan, ciudad exclusivamente religiosa, se mantuvo floreciente por lo menos durante dos milenios. Se construyó en diversas etapas, de acuerdo con estilos netamente diferenciados. La dominan dos grandes pirámides, la de Sol y la de la Luna. A diferencia de la de Egipto, la pirámide mexicana es siempre truncada. Constituye en suma un terraplén que sostiene un templo. No obstante, se conocen desde hace algunos años muchos casos en que la pirámide recubre una tumba. Según las últimas evaluaciones, la pirámide del Sol de Teotihuacan parece haber sido construida hace dos mil años. Por sus 60m de altura, se destaca netamente de la ciudad que se extiende a sus pies.

Constituye una enorme mole de 1.300.000m3 de terraplén que mide 224m de lado, flanqueada en la pared oeste por una escalera que conduce a la plataforma cuyo templo se halla hoy destruido . Está emplazada al este de una avenida de unos cuarenta metros de ancho y cerca de 2km de largo, que, partiendo de la pirámide de la Luna, atraviesa la ciudad en pleno, de norte a sur, bordeada a derecha e izquierda por otros montículos, restos de pirámides pequeñas y templos. Es la avenida de los Muertos 1 que desemboca al sur, ante un amplio edificio al que se ha dado el nombre de Ciudadela. Forma esta “ciudadela” un cuadrilátero, delimitado por cuatro terrazas de 400m de lado, que encierra un pequeño patio en el cual penetra a través de una abertura practicada en la terraza occidental . Sobre las plataformas y en el centro del patio se elevan pequeñas pirámides escalonadas. Al fondo del patio se ve un edificio extremadamente interesante: una pirámide de terrazas múltiples, la cual, en el curso de las excavaciones se reveló construida encima de otra más antigua. Con el objeto de conservar un modelo de cada uno de los dos periodos de construcción, los arqueólogos practicaron un corte en el espesor y despejaron la fachada de la pirámide antigua. De tal suerte que, actualmente; ambos edificios son visibles: el nuevo desde el exterior y el antiguo por intermedio del corredor practicado También la antigua pirámide estaba construida en forma de terraza dispuestas en disminución progresiva las unas respectos de las otras; subsisten cuatro de las seis que la constituyeron originalmente. Se la llama el Templo de Quetzolcoatl en razón de las esculturas que ornan sus paredes y en las que predominan las representaciones de ese dios: cabezas de serpiente con adorno de plumas destacándose de bulto entero sobre un motivo floral en relieve. La cabeza de Tlátoc, el dios de la lluvia, alterna con la de Quetzalcoalt; se la recose por los ojos rodeados de gafas. Éstas son las únicas esculturas que poseen atributos que permiten identificarlas.

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(1) Los nombres de los edificios fueron adjudicados por los aztecas o los españoles. Nada indican en cuanto a su destino original.

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La escultura alcanzó un alto grado de perfeccionamiento en Teotihuacan (fig. 3, )Produjo gran número de máscaras funerarias en piedra diversas, alabastro, calcedonia, diorita, pórfido, etc., de rasgos realistas y bien proporcionados, notables por su fuerza expresiva. Esas máscaras se fijaban al envoltorio de los muertos y se hallan en general peroradas con tres o cuatro orificios destinados a tal fin.

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La escultura alcanzó un alto grado de perfeccionamiento en Teotihuacan (fig. 3, )Produjo gran número de máscaras funerarias en piedra diversas, alabastro, calcedonia, diorita, pórfido, etc., de rasgos realistas y bien proporcionados, notables por su fuerza expresiva. Esas máscaras se fijaban al envoltorio de los muertos y se hallan en general peroradas con tres o cuatro orificios destinados a tal fin.

Arquitectos y escultores, los teotihuacansnos eran además pintores de suma habilidad que descollaban en el arte del fresco. Los frescos de Tepantiplán, localidad situada a un kilómetro del centro, son de un estilo extremadamente vivo y testimonian la asidua observación de la naturaleza. Informan, en parte, acerca de las actividades cotidianas de esta época: se encuentran representadas, entre otras la confección de las tortillas o tortas de maíz. En Atetelco, los basamentos de tres edificios presentan el decorado de un friso de jaguares en camafeo rojo. Los frescos descubiertos en Tetitlán pertenecen por lo contrario, a una inspiración que casi podríamos calificar de surrealista. El principal de ellos representa una combinación de manos con las uñas pintadas de rojo. Aún cuando conocemos poco la religión de Teotihuacan, resulta verosímil que Tlátoc haya constituido, por lo menos durante un tiempo, la principal divinidad, Se supone que un templo donde se encontró gran número de figurillas que ostentaban sus atributos, le fue dedicado; los extraños signos grabados sobre las losas de piedra conocidas generalmente con el nombre de “Cruz de Teotihuacan” sólo configuran en realidad estilizaciones muy refinadas de los atributos de ese dios: motivo de los labios que terminan en una voluta llamada “yacas meztli” y puntiagudos dientes que emergen de la boca. Las excavaciones del templo de Quetalcoatl han proporcionado igualmente incontables vasos con la efigie de Tlátoc: el difunto se aproxima llorando a un río que atraviesa antes de permitírsele la entrada al paraíso y las floridas volutas pintadas frente a su boca indican que canta alabanzas al dios. A partir de Teotihuacan, se vuelve a encontrar al dios Tlátoc en las manifestaciones artísticas de todas las culturas del México antiguo. También volveremos a hallar más tarde, en otras regiones, la serpiente emplumada que se vio aparecer por primera vez en Teotihucán. Supónese, por añadidura, que una de las estatuas más famosas, halladas en Teotihuacan, en las proximidades de la pirámide de la Luna, representa a la diosa azteca del Agua: Chalchiuhtlicue; es posible que haya sido venerada en esta época. Independientemente de estas nuevas divinidades, el panteón de Teotihuacan comprendía a Huchueteotl, “el viejo-viejo dios” o dios del Fuego, tal vez más antiguo de todos.

Cultura Tolteca

La declinación de los teotihuacanos, producida en el siglo X, se mantiene inexplicada hasta el presente. Sus monumentos, empero, no quedaron sin empleo. Fueron utilizados por los miembros de una tribu nahua que después de recorrer las llanuras y desiertos del noroeste, se dispersó en diferentes localidades tales como Mazapán, a las puertas de Teotihuacan, Colhuacán y Rula, Tocaría a los toltecas, pueblo semilegendario, dejar su marca no solamente en el valle de México, sino también en Yucatán y se les ha atribuido durante largo tiempo todas las manifestaciones culturales que datan de épocas anteriores a los aztecas. Fueron ellos quienes aportaron los elementos de civilización definitivos, en particular el calendario y los signos gráficos con los cuales registraban las fechas. Aún cuando estas últimas todavía dan lugar a controversias, entramos de todas maneras con los Toltecas en el período protohistórico del valle de México. El jefe y fundador de la primera dinastía, Mixcoatl, encontró a su arribo al valle oras tribus nahuas ya instaladas al sur y en los actuales estados de Morelos y Guerrero; libró con ellos muchas batallas con el fin de expulsarlos, pero fue asesinado en 935_ o__ 947por un usurpador, de nombre Ihuitimal, Poco antes de su muerte le había nacido un hijo, “Ce Acatl Topiltzin”; al llegar a la edad adulta éste vengó a su padre, asesinando a su vez al usurpador, se hizo reconocer sacerdote supremo y encarnación de Quetzalcoalt, la serpiente emplumada, e instaló su capital en Tollán (Tula). Allí reinó hasta 987 fecha en la que, según la leyenda, partió en dirección al país maya. Instauróse entonces en Tula, Matlacxochitl, una segunda dinastía cuyo postrer representante, de acuerdo con los datos históricos, fue Huemac (1098-1188), si bien se menciona inclusive en 1246 una derrota sufrida por los toltecas en Cohuacán.

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Tula, la capital de los toltecas, constituyó, a juzgar por sus ruinas y la gigantescas figuras que subsisten, una metrópoli impresionante. La pirámide principal comprende un templo consagrado a Quetzacoatl: Los muros norte y este se hallan decoradas con una especie de metopas esculpida en bajo relieve y dispuestas en muchas hileras, Se ven allí representaciones de Quetzalcoatl, águilas, urubúes, coyotes y jaguares. Entre los escombros del templo se encontraron algunas cariadse formadas por cuatro piezas encajadas unas sobre otras y que median en total 4.69m. Representan un guerrero lujosamente ataviado y ornato de un pectoral en forma de mariposa. Muchos pilares de igual altura ostentan en sus cuatro caras esculturas en relieve de guerreros, vistos generalmente de perfil y que sostienen en la mano un propulsor y una espada curva. Decora un anexo de la pirámide -el “coatepantli” o muro de las serpientes- un friso de relieves policromos que representan serpientes en vías de decorar un cadáver antropomorfo de cráneo descarnado. Este friso tiene marco de otros dos, de grecas también policromas. Tula contaba con dos estadios destinados al juego de pelota, que ya esa época había alcanzado en México gran difusión y que se ha conservado en Nayarit hasta nuestros días. Todos los grandes centros precolombinos poseen un juego de pelota; Teotihuacan constituye la única excepción. Uno de los que corresponden a Tula fue excavado y reconstruidos; trátase de una cancha cuya forma esquemática recuerda la de una T con barras en ambos extremos; en medio de la cancha han sido fijados a los lados unos anillos. El partido se disputaba entre dos equipos; los jugadores arrojaban una pelota de caucho haciendo uso de las caderas o de los pies, sin tocarla jamás con las manos, y se empeñaban en hacerla pasar por los anillos. Era un juego de carácter ritual y su resultado daba lugar a presagios. En Xochicalco, que parece haber sido un segundo centro tolteca, se conservan diferentes edificios escalonados en la ladera de una colina; en el punto más alto se levanta una pirámide cuyos relieves, de bello y elegante estilo, revelan influencia maya: personajes sentados, con la frente huyente, vistos de perfil y que alternan con motivos serpentiformes. Una inscripción en relieve, cerca de la escalinata central, representa dos fechas registrada en caracteres diversos, una en maya con rayas y círculos, la otra en nahuas, únicamente con círculos. Estos últimos son los caracteres empleados por los aztecas en sus inscripciones y manuscritos, hecho que permite colegir que el sistema numérico maya, el primero en usarse, fue sustituido por el sistema nahua, aplicado por primera vez en Xochicalco; así se explica la tradición azteca según la cual el calendario en su forma definitiva, era obra de los toltecas.

Cultura Azteca

Cada vez que los aztecas, herederos de os toltecas, mencionan a éstos, lo hacen en los términos más elogiosos. Sin embargo, habían construido activamente a su declinación cuando su jefe Huitzilopochtl libró con ellos sangrienta batalla en el monte Coatepee, en los alrededores de Tula. La unidad cultural realizada en primera instancia en Teotihuacan, y luego en zonas tolteca, se había disgregado como consecuencia de disensiones entre las tribus. Los chichimecas, bárbaros venidos del norte, habían invadido la región, que atravesó un largo período de perturbaciones jalonado por guerras fratricidas.

Se establecieron entonces muchas ciudades-estados: Colhuacán, Tenochtitlán, Texcoco, Azcapotzalco, holula, Colhuacán, que constituyó una de las etapas de los toltecas, ejerció al principio la dirección; los colhuas fueron posteriormente sustituidos por los tepanecas, quienes apoyados por los tenochca se instalaron en Azcapotzalco. Tuvieron un jefe, Tezozómoc, que se hizo famoso y atacó a los habitantes de Texcoco en las orillas del lago. En el primer momento consiguió vencerlos, pero las tres ciudades, Tenochtitlán, Tlacopán y Texcoco se aliaron seguidamente para liberarse del yugo cada vez más pesado de Azcapotzalco. La derrota de los tepanecas fue completa, fue muerto su jefe Maxtla, hijo de Tezozómoc, e incendiada su metrópoli. A pesar de hallarse siempre en guerra las unas contra las otras, estas diversas tribus estaban más o menos ligadas en si totalidad por lazos de parentescos; todas hablaban el náhuatl, como los toltecas; tenían las mismas costumbres de convivencia en la tribu, idéntico estilo en la arquitectura y escultura. Habremos de referirnos aquí exclusivamente a una sola, la que se impuso a todas las demás y ejercía la supremacía en el valle de México cuando penetraron allí los españoles: la de los tenochca.

Diversos manuscritos del siglo XVI relatan su origen más o menos legendario: su hábitat atávico, Aztlan, se dice que estuvo en algún punto al noroeste de México, quizás en Michoacán. Encontraron en una caverna el ídolo del hechicero colibrí Huitzilopochtli, quien les transmitió consejos de tanto valor que hicieron de él sus dios tribal. Quizás iniciaron su larga migración en compañía de otras tribus de las cuales se separaron seguidamente. En el transcurso de su peregrinación, se detuvieron en muchos lugares de la meseta, tales como Tula y Zumpango. Se evidencia su rastro en Chapultepec, donde vivieron apaciblemente por espacio demás de una generación; luego, al parecer por su culpa, las guerras los opusieron a sus vecinos y tuvieron para ellos mal fin: la mayor parte se exiló en el estéril páramo de Tizapán, infestado de insectos y serpientes venenosas.

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Algunos insurgentes se refugiaron en las islas del lago de Texcoco donde fundaron en 1325 la ciudad de Tenochtitlán, México actual, que se convirtió en su capital. No nos detendremos en las vicisitudes de Tenochtitlán durante los años que siguieron. La consolidación de la triple alianzas Tenochtitlán _ Texcoco_ Tlacopán configura el punto de partida de ascensión definitiva. Mediante el aniquilamiento de los tepanecas, los tenochcas afianzaron su supremacía militar. Tratábase de guerreros extraordinariamente audaces. Armados de mazas de madera con incrustaciones laterales de hojillas de obsidianas, que utilizaban para el ataque, y de escudos redondos para la defensa, se lanzaban a la lucha cuerpo a cuerpo con una temeridad que los hacía invencibles.

Con la dirección de Itzcoatl, comenzaron por someter a la mayoría de las tribus del valle todavía independientes. Luego Moctezuma I, su jefe de 1440 a 1472, llevó la guerra más allá del valle hacia la región de Puebla en el sur. El hijo de Moctezuma I, Axayacatl, condujo a su ejército aún más lejos, hasta Oaxaca; atacó asimismo a los matlazincas y a los taracos al oeste, pero estos últimos, atrincherados en el lago Pátzcuato, le inflingieron una aplastante derrota y se mantuvieron independientes. A Tízoc, que murió envenenado en 1486, lo sucedió Ahuitzotl, quien marchó a combatir hasta Guatemala. Fue durante el reinado de Moctezuma II , hijo de Axayacatl cuando arribaron a México los españoles. Desembarcaron en el actual puerto de Veracruz y se dirigieron inmediatamente hacia la meseta. En mitad de camino, los acogieron los habitantes de Tlaxcala, que estaban en guerra con los tenochca y se mostraron enteramente dispuestos a conducir a los extranjeros hasta las puertas de Tenochtitlán. En 1519, Moctezuma II fue ejecutado por los conquistadores. Los últimos jefes de los tenocheas fueron Cuiláhuac, cuyo reinado sólo duró breves meses, y Cuauhtemoc, quien ensayó vanamente la organización de la resistencia contra los invasores y murió ahorcado en 1523 ó 1524 .

En el orden interno, la organización política de los aztecas era democrática. Las familias estaba repartidas en clanes patrilineales o calbulli. Tenochtitlán constaba de veinte clanes agrupados en cuatro secciones o fratrías a cada una de las cuales se le destinaba un barrio particular de la ciudad. El clan gozaba de cierta autonomía: poseía una divinidad propia, un templo, tierras y una administración. El calpullec, su principal funcionario, era algo así como un secretario _ tesorero: a él incumbía la tarea de mantener el equilibrio económico. Cada clan enviaba un delegado al consejo supremo de Tenochtitlán. Los miembros de este consejo denominábamos tlatoani, o voceros. Cumplían funciones administrativas, políticas y jurídicas.

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Repartían las tierras ente los clanes, designaban aquellas parcelas de las que la renta debía cubrir los gastos ocasionados por el culto, por el Estado y por las guerras; parcelas que eran cultivadas e común. También eran ellos quienes elegían a los cuatro oficiales que tenían a su mando las fuerzas militares de las cuatro fratrías de la ciudad. También eran ellos quienes elegían a los cuatro oficiales que tenían a su mando las fuerzas militares de las cuatro fratrías de la ciudad. Elegíase entre esos cuatro oficiales al jefe supremo. Se lo llamaba tlacatecubtli, vale decir, “jefe de los hombres”. Sus funciones eran casi exclusivamente militares, en tanto que la política interior de los tenocheas estaba sujeta a la dirección de cihuacoatl, o serpiente hembra, el más importante de los dignatarios después del “jefe de los hombres” y qué generalmente lo sucedía al morir éste. Teóricamente el consejo supremo podía destituir a los dos grandes jefes. En realidad, jamás ejercía ese derecho; inclusive parece que en el momento de la conquista el sistema político de los aztecas se había transformado casi por completo en una monarquía hereditaria. Por otra parte, los cronistas otorgan al “jefe de los hombres” el título de rey. La jurisprudencia azteca se establecía sobre bases sólidas: El castigo tendía primordialmente a la reparación de la ofensa. El ladró debía restituir íntegramente el producto de su robo si no quería ser condenado a la esclavitud; los delitos irreparables implicaban la pena capital: ahorcaba se al asesino, el adúltero era lapidado, el traidor descuartizado. Eran asimismo pasibles de la pena de muerte los ladrones de maíz, de oro, de plata o de jade, el culpable de incesto y el hechicero que practicaba la magia negra. A los difamadores se les cortaban los labios y las orejas. La sociedad azteca se dividía en clanes netamente diferenciados. Los nobles encabezaban la jerarquía. Pertenecían a muchas categorías, cada una de las cuales se caracterizaba por un traje particular: sacerdotes, miembros de la familia del “jefe de los hombres” o sus allegados inmediatos, guerreros que se habían distinguido en las batallas; estos últimos podían tener acceso a la orden de los caballeros-águila ; en ocasiones recibían tierras dentro de las regiones conquistadas; pero los privilegios inherentes a la nobleza - el principal de ellos era la exención de impuestos- sólo se les otorgaban como usufructo personal y no se transmitían a los descendientes. El pueblo comprendía a los cultivadores y a los artesanos. Cada clan se consagraba a una actividad determinada y como tenían zonas bien delimitadas en el interior de la ciudad, las corporaciones se hallaban allí repartidas en barrios: existía el barrio de las orfebrerías, el del mosaico, el de las piedras preciosas, el de la pluma, etcétera. Los servidores y los esclavos ocupaban el último nivel de la escala social. Era descendientes de poblaciones subyugadas, de delincuentes comunes o de prisioneros de guerra. Más frecuentemente , estos últimos eran sacrificados a los dioses; pero se perdonaba a algunos, principalmente a los obreros especializados. Los esclavos no eran maltratados, hasta tal punto de los holgazanes, reacios a los fastidiosos trabajos de la vida cotidiana, o las gentes muy miserables del pueblo, se ofrecían a sí mismos o vendían sus hijos como esclavos. Los mercaderes o pochteca formaban una clase aparte. Viajaban a través de todo México, transportando los productos de la meseta para intercambiarlos por los de las tierras cálidas. Pero su actividad excedía el marco comercial. Se dedicaban, en los países que recorrían, a un intenso espionaje y traían a Tenochtitlán cuanto dato lograban recoger sobre las fuerzas militares de las tribus vecinas.

De ese modo, eran valiosos auxiliares de los jefes militares. En la ciudad tenían su barrio propio y una divinidad especial. La continuidad de esta rígida organización social estaba asegurada por un sistema educativo sumamente estricto cuyo objeto principal era la formación profesional y cívica del individuo. Hacía los quince o dieciséis años antes de considerarlos mayores, los varones debían cursar estudios en una escuela. Había dos clases de escuelas: el calmecae, y el telpochcalli, destinado a la instrucción de los hijos del pueblo en el manejo de las armas, en historia y religión, y que los preparaba para cumplir exactamente las funciones que les correspondían en su clan. Los mozos podían contraer matrimonio a partir de los veinte años, las muchachas a los dieciséis. Antes de decidir en casamiento, se consultaba al sacerdote para saber si los dioses favorecían el proyecto. Desarrollábase a continuación un extraño procedimiento: el padre del mozo enviaba presentes al de la joven, por intermedio de dos ancianas; generalmente, esté comenzaba por rechazar los regalos, pues su valor debía equipararse al de la dote de la novia; las ancianas iban y venían de una casa a otra hasta que los padres se ponían de acuerdo: Fijábase entonces la fecha de la boda. En la víspera , una de las venerables mujeres transportaba sobre la espalda a la novia hasta la puerta del mozo; el matrimonio se celebrara primero simbólicamente con un festín, en el curso del cual se consumía gran cantidad de una bebida embriagadora llamada pulque; la joven pareja ayunaba seguidamente por espacio de cuatro días; sólo transcurrido este período de purificación se consumaba el matrimonio. El divorcio estaba admitido: un hombre podía rechazar a su esposa si ésta no le daba hijos; una mujer podía abandonara su marido si no subvenía a las necesidades familiares o inclusive simplemente porque tuviera mal carácter . Asistía a la mujer divorciada el derecho de contraer, a su elección nuevas nupcias; pero la viuda debía abstenerse de tomar por segundo esposo al hermano de su marido difunto. En lo tocante a los hombres, podían éstos tener muchas mujeres, pero la primera esposa

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conservaba prioridad sobre las demás. Se admitía que los hombres mantuvieran, extramaritalmente, relaciones sexuales con otras mujeres, con la condición de que estas no fuesen casadas ; existía la prostitución; era frecuente que las gentes del pueblo otorgasen a los nobles sus hijas como concubinas.

Igual que todas las tribus aztecas, los tenochca fueron en su origen agricultores. Siendo su isla demasiado estrecha para llevar a cabo los cultivos , imaginaron la creación de las chinampa o jardines flotantes, islas artificiales formadas con lodo amontonado y fijado mediante hierbas y arbustos, entre los cuales circulaba el agua por canales. Todavía en nuestros días existen chinampas en Xochimilco, de donde proviene la mayoría de los productos de huerta consumidos en la capital. Los aztecas conocían el maíz, diferentes variedades de judías, la chía, el melón, la vainilla, el pimiento, los tomates, muchas variedades de algodón. Cultivaban choclatl, término náhuatl que los españoles llevaron a su regreso a España. El maguey les suministraba su savia, con la que preparaban el pulque mediante la fermentación, y las fibras textiles de sus hojas. Había, por último, plantaciones de tabaco, que se fumaba en las ceremonias religiosas. La cría de animales era escasa. Se criaba una especie de perros sin pelo sumamente apreciados por su carne. La única ave de corral conocida era el pavo. Se comían perdices, patos y ocas salvajes. Una rama importante de la economía estaba constituida por el comercio. Todas las ciudades aztecas, y Tenocthtitlán en particular, contaban con un mercado de gran movimiento donde se reunían millares de personas venidas de muy lejos. Como se desconocía la moneda, en el sentido moderno, se efectuaba un intercambio de productos. Determinaba el valor de éstos su mayor o menor escasez; así valían más que el oro, piedras preciosas tales como los jades, las jadeítas, las piedras nefríticas y las turquesas. Para facilitar los canjes se saldaban los restos de una cuenta con semilla de cacao.

El arte de los aztecas es esencialmente religioso. Su arquitectura se mantuvo dentro de la tendencia iniciada por las culturas medias, la cual había alcanzado su apogeo con la construcción de las grandes pirámides de Tenochtitlán. Lamentablemente, la pirámide mayor de Tenochtitlán fue destruida por los españoles y los escasos vestigios extraídos no proporcionan más que una imagen muy imperfecta de su antiguo esplendor. La verdadera fuerza artística de los aztecas se manifiesta en la escultura de piedra. Configura por lo general una combinación de signos simbólicos con motivos más o menos realistas. Los más célebres representan a Quetzacoatl, la serpiente emplumada, y a Coatlicue, diosa de la Tierra. Se conocen bastantes manuscrito aztecas ilustrados con estampas coloreadas que representan a divinidades y con signos relativos al calendario. Existieron diversas escuelas de pintura, algunas de las cuales lograron un nivel artístico muy alto. Su centro estaba probablemente al sur de la zona azteca, en la región conocida con el nombre de Mixteca. La pintura azteca se prolongó durante muchas decenas de años después de la conquista, pero visiblemente influida por los españoles. En las artes menores, la cerámica produjo gran número de estatuillas que a menudo representan dioses lares como Xochiquetzal, Quetzalcoalt, Xipe Tótec, Chalchiuhtlicue, etcétera. El trabajo de la madera proporcionó algunas obras maestras como los “tambores con lengüetas” (teponaztli), los instrumentos más típicos del México antiguo. Finalmente, muchos museos europeos conservan maravillosos ejemplares del arte decorativo azteca: mosaicos de jade y turquesa que recubren máscaras, cráneos humanos y utensilios con magos de madera.

La cultura de los aztecas, su historia, su sociedad, sus artes, no pueden describirse más que en estrecha correlación con sus creencias religiosas, tiránicas doctrinas donde no aparece el menos elemento de esperanzas ni siquiera de virtud en el sentido cristiano. El principio dominante del mundo espiritual de los aztecas es el dualismo: lucha cotidiana del día y la noche, del sol y la luna...... A menudo se concreta bajo formas inesperadas, como es el caso de águila que se pone al tigre, encarnado la primera a la luz y el segundo a las tinieblas. Idéntico dualismo se manifiesta inexorablemente en el panteón azteca. Los dioses han sido creado por Ometecutli y Omecihuatl __ nombres cuyas traducción es “2 macho” y “2 hembra” (Ome=2) – que reinan en el Omeyocán (“2 lugar”). La humanidad tiene así dos creadores: Tezcatlipoca y Quetzalcoatl que luchan uno contra otro.

Tezcatlipoca, el “espejo humeante”, venía del país mixteca 1 donde reinaba en las cuatro direcciones con un color distinto para cada uno de ellas. Desde su punto de origen, difundióse su culto hasta el valle de México, pero quedó a su vez en cierta manera desnaturalizado: el Texcatlipoca rojo del Oeste tomó el nombre de Xipe Tótec; el azul del Sur el de Huitzilopochtli; el blanco del Este se transformó en Quetzacoatl; sólo mantuvo su identidad el Tezcatlipoca negro del Norte. Se lo presentaba generalmente con un solo pie y reemplazado el otro por una cabeza de serpiente. Trátase tal vez del dios más poderoso, aquel que se presenta bajo las más diversas formas; es la providencia, el inventor del fuego, preside las liberaciones y los banquetes, rapta a Xochiquetzal, la diosa de las Flores, esposa del viejo Tlátoc, dios de la Lluvia. También éste es un dios foráneo adoptado por los aztecas; lo hemos encontrado en Teotihuacan. En Tenochtitlán su imagen está en el gran templo, junto a la de Huitzilopochtli, con sus atributos

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distintivos: ojos rodeados de gafas, grandes colmillos que emergen de la boca, y el labio superior recubierto por un ornamento de volutas. En cuanto a Quetzacoatl, que fue el dios tribal de los toltecas, al adoptarlo, los aztecas lo hicieron dios de la vida y de los gemelos. Es el lucero de la mañana y también el de la noche, lo cual significa que ambas estrellas no constituyen más que una, el planeta Venus, representado en las horas matutinas por Quetzalcoatl, durante la noche por su hermano gemelo, Xolotl. Pero eso no es todo: Quetzalcoatl es también dios del viento, y , en tal caso, le corresponde atributos determinados. Según vemos, la mitología azteca reviste extremada complejidad, consecuencia de los sucesivos aportes de las poblaciones conquistadas cuyas concepciones se fusionaron relativamente bien con las de sus conquistadores. La divinidades son innumerables; además de los creadores y de los grandes dioses las hay para las estrellas, para la tierra, la muerte, la fertilidad, la lluvia, el agua, el fuego, la bebida ritual llamada pulque, y decenas más Es imposible describir la lista completa dentro de los límites de este estudio. Mencionaremos solamente algunas de las que regían los elementos y la vegetación, y cuya benevolencia, por lo tanto, importaba mucho a los aztecas propiciar. Veneraban especialmente a dos divinidades del agua: Tlátoc era la más poderosa, pero hay también muchas estatuillas que representan a Chachiuhtlicue, cuyo nombre, “la de la falda de piedras preciosas”, traduce con bastante precisión el gran valor de la lluvia en ese país que conocía ocho meses anuales de sequía. El maíz dependía asimismo de dos divinidades, una masculina, Cinteotl, otra femenina, Chicomecoatl (7”serpientes); esta última luce con frecuencia espigas en la cabellera. Xochipilli y Xochiquetzal, divinidades de las flores, de la juventud y dela belleza, son inseparables; quizá fuera Xochiquetzal la más popular; se encontraba en todos sus hogares y le estaban consagrados la mayoría de los dioses lares. Recordemos por último al joven dios que personificaba a la eterna primavera; Xipe Tótec, “Nuestro Señor Desollado”, así llamado por hallarse cubierto con la piel de un hombre despellejado. Huitzilopochtli, el dios tribal de los tenochca, es un recién venido. Encarna a la vez al dios de la guerra y a una manifestación del Sol, amo del mundo. Nace cada mañana del seno de la tierra; muere todas las noches. Se le oponen los astros, sus hermanos y la luna, su hermana. El sol siente hambre y sed; sólo lo alimenta la carne de los enemigos, sólo se refresca con la sangre de los enemigos; para saciarlo es necesario ofrendarle regularmente víctimas propiciatorias elegidas entre los prisioneros. Queda explicado así por qué la historia de los aztecas consiste en una larga enumeración de contiendas: les era imperioso renovar continuamente su provisión de cautivos. Moctezuma I aportó empero una relativa morigeración a la cruel exigencia de Huitzilopochtli. Cuando, mientras reinaba la paz, le acontecía la falta de prisioneros para las ceremonias religiosas, organizaba torneos denominados “guerras floridas” (xocbiyaoyotl); los sacerdotes se hacían cargo de los vencidos destinándolos a los sacrificios, el dios era apaciguado y los gastos de la guerra evitados. Los toltecas se habían limitado a ofrecer flores a sus divinidades. Los sacrificios humanos constituyen una innovación de los aztecas. Su repetición a intervalos fijos subraya aún más la fanática ferocidad de los tenochcas.

Poco numerosos en su principio, los sacrificios se multiplicaron a partir del reinado de Ahuitzotl. En el momento de la Conquista, según lo manifiestan los cronistas españoles, no pasaba día sin que se inmolara por lo menos una persona. El sacrificio tradicional de más dramatismo acontecía una vez por año, el quinto día del mes Tóxcatl, en honor de Tezcatlipoca. Con un año de anticipación los sacerdotes designaban a un joven cautivo para representar al dios. Durante el año que precedía a la ceremonia, lo instruían en las artes nobles; por ejemplo aprendía a ejecutar en la flauta de arcilla. Vestía suntuosos atavíos y todo el mundo lo reverenciaba como la imagen viviente del dios. Al iniciarse el mes Tóxcatl, se le hacía contraer matrimonio con cuatro vírgenes (que llevaban los nombres de las diosas Xochiquetzal, Xilonen, Atlatonan y Uixtocluatl). Cuando más se aproximaba la fecha fatídica, mayor era el fausto de las fiestas organizadas en su honor. El día señalado, se embarcaba con sus compañeras en un velero que lo conducía a un islote donde se erigía el templo. Entonces las mujeres lo abandonaban y se dirigía solo hacia la pirámide. Trepaba con lentitud la escalinata, quebrado sucesivamente sobre los peldaños las flautas que había empleado durante el año en que había personificado al dios. No bien llegaba a la plataforma del templo, cuatro sacerdotes lo acostaban sobre la piedra del sacrificio sujetándole los brazos y las piernas; el quinto le abría rápidamente el pecho con un cuchillo de sílice y, hundiendo allí la mano, le arrancaban el corazón que tendía al cielo, ofrendándolo a la divinidad. La famosa “piedra del sacrificio” que día del reinado de Tizoe, consiste en un enorme caso donde se quemaba el corazón de las víctimas. (Fig 5)

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También acostumbraban los aztecas otra forma de inmolación humana que puede compararse con el suplicio de los cristianos librados a los gladiadores en las arenas de la Roma antigua. La víctima debía combatir sucesivamente, con armas ficticias, a muchos guerreros bien pertrechados; si lograba derrotar al primero, caía inevitablemente bajo golpes de los siguientes.

Estas ceremonias se regían en su totalidad de acuerdos con un calendario litúrgico denominado Tonalpobualli el cual duplicaba al calendario solar en lo relativo a la vida rural. Este doble calendario puede compararse con el de los mayas a quienes nos referiremos ampliamente más adelante (Fig.6)

A cada mes correspondía una divinidad con sus fiestas determinadas. Existen muchos calendarios de la época anterior a Cortés, el más famoso de los cuales, el Codex Bobonicus, se conserva en la Biblioteca de la Asamblea Nacional de París. No contienen texto alguno; sólo son imágenes y era tan complicado el sistema vigente y tan esotéricos los diseños que probablemente jamás nos habría sido dado leerlos de o mediar las anotaciones que los primeros cronistas españoles os transmitieron,

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basados en las explicaciones verbales de los propios aztecas La gran “piedra del calendario” erigida en Tenoctitlán durante el reinado de axayácatl, nos revela mediante jeroglíficos esculpidos, la concepción azteca del origen del mundo. Vemos allí la representación de las cuatro edades que, según pensaban los aztecas, precedieron a nuestra era y se desvanecieron por efectos de sucesivos cataclismos. La primera, presidida por Tezcatlipoca, se llamaba “4 Jaguar”; los hombres y los gigantes de esta época fueron devorados por jaguares mientras Tezcatlipoca convertíase en sol. La segunda “4 viento”, que tenía por jefe a Quetzalcoatl, resultó destruida por las tempestades y los hombres se transformaron en monos. Tlátoc dirigía a la tercera, “4 lluvia”, que desapareció por obra del fuego. Chalchiuthlicue, diosa del agua, presidía la cuarta edad que se desvaneció al producirse un diluvio y sus hombres se transformaron en monos. Tláloc dirigía a la tercera,”4 lluvias”, que desapareció por obra del fuego. Chalchiuthlicue, diosa del agua, presidía la cuarta edad que se desvaneció al producirse un diluvio y sus hombres se metamorfosearon en peces. Nuestro mundo, llamado “4 movimiento”, habría de ser destruido a su vez por temblores de tierra con lo cual el sol que nos controla, Tonatiuh, desaparecía. El universo azteca estaba dividido, en el plano horizontal y verticalmente en muchas zonas de significación religiosa. La división horizontal comprendía cinco direcciones: los cuatro puntos cardinales y el centro, gobernada cada una de ellas por un dios. El dios del Fuego, Xiuhtecuhtli, (nuevo nombre del “viejo dios” Huechueteotl al que ya hemos encontrado entre los teotihuacanos), el más antiguo del panteón mexicano, presidía el centro. Las demás direcciones tenían las siguientes divinidades: el Este, a Tlátoc, dios de la Lluvia y Mixcoatl, Dios de las Nubes; al Sur a Xipe Tótec “Nuestro Señor Desollado” y Macuilxóchitl “ 5 flor”; el Oeste, a Quetzalcoatl, “serpiente adornada de plumas del pájaro quetzal”; el Norte, a Mictlantecuhtli, dios de la Muerte. La división vertical distinguía trece mundos superiores y nueve inferiores. Los dioses habitaban los mundos superiores, el Creador en el cielo más alto. Los guerreros muertos e combate o sacrificados y las mujeres que perecían de parto (considerábase que se habían inmolado para traer el mundo futuros guerreros) tenían acceso a mundos superiores. Todos los otros muertos iban al Mictlán, los muertos debían para por una serie de pruebas en el curso de un terrorífico viaje de cuatro días: preservase de serpientes y cocodrilos, deslizarse entre montañas oscilantes, atravesar desiertos, soportar un viento cargado de cortantes láminas de sílice, cruzar un río sobre el lomo de un can rojo..Cuando el difunto se encontraba por fin en presencia del dios de los muertos, aún le restaba comprar su admisión e una de las nueve regiones con los presentes que con tal fin habían depositado sus deudos en la tumba.

Esta religión ejercía un dominio total en la tribu de los tenochcas y absorbía la mayor parte de sus fuerzas. Los dioses reinaban tanto sobre el Estado como sobre el individuo. Desde el día de su nacimiento hasta el de su muerte, éste quedaba implacablemente sujeto a la disciplina decretada por los sacerdotes, únicos intérpretes de los dioses. Por otra parte, no existía una división propiamente dicha entre el Estado y el clero, siendo la organización política de los aztecas sólo una teocracia militar. En ello radicó su poder: la sanguinaria tiranía de sus dioses lo estimuló de tal modo que en pocos siglos lograron imponer su régimen de terror a todo el valle de México y aun más lejos. Pero también constituyó su perdición: entre los mitos toltecas transmitidos a los aztecas, se contaba el de Quetzalciatl quien, bajo su personificación de dios civilizador blanco con barba, había desaparecido por el oeste y debía regresar por el este; surgió Cortés, era blanco y llevaba barba; fueron muchos los que lo tomaron por Quetzacoatl reaparecido para reinar sobre sus súbditos; originóse de ello tal confusión que algunas centenares de españoles bastaron para subyugar al pueblo más belicoso de América.

Costa del Golfo de México

Sobre la costa atlántica se desarrollaron tres grandes grupos de culturas. Se las designa con los nombres de olmeca, totonaca, y huaxteca.

Cultura Olmeca

Todavía no ha sido resuelto el programa de los olmecas; parecería sin embargo que, entre las grandes culturas mexicanas, la que designamos con su nombre es la más antigua. En el curso de las excavaciones de estos últimos años, se comprobó que la cultura olmeca se presenta en las capas más profundas de múltiples centros arqueológicos. Ya hemos hablado de ella al referirnos a Tlatilco (cerca de México ) y a Teotihuacan 1 . También la mencionaremos cuando describamos las capas más antiguas de Monte Albán (sur del país zapoteca). Su verdadero centro parece estar situado en la costa atlántica, en el Estado de Tabasco, donde las grandes estatuas monolíticas, las gigantescas cabezas de La Venta, que se cuentan entre las esculturas más extraordinarias de los tiempos precolombinos,

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pueden señalar el apogeo de su arte. En Tres Zapotes (Estados de Veracruz), donde metódicas investigaciones han demostrado la presencia prolongada de ese pueblo, se manifiesta una evolución del arte olmeca. Los personajes olmecas se distinguen por los carrillos inflados, el vientre grande y una particular expresión de los labios denominada “boca desdeñosa”. El “Dios Gordo” es típico. Se conoce una categoría con el nombre de Baby Face (Rostro inocente o cara de niño. N. del T.) . Son frecuentes las estatuillas de jade que representan a tales tipos, particularmente apreciadas por los aficionados al arte precolombino. La estatua de un luchador, proveniente de Uxpanapán ( Estado de Veracruz), figura entre las obras más perfectas del arte mexicano; puede parangonársela con las mejores esculturas del arte griego. El extraordinario desarrollo del arte olmeca en una época que parece muy anterior al apogeo de los restantes pueblos mexicanos constituye uno de los enigmas de la arqueología precolombina. Es evidente que, pese a su antigüedad , la producción olmeca no configura el principio de una evolución. Nos vemos pues inducidos a preguntarnos si la civilización olmeca se desenvolvió en el sitio o bien si se benefició con aportes foráneos. La cuestión se halla en estudio.

Cultura totonaca

La cultura totonaca, que floreció entre los siglos V y XI , aproximadamente en la región que ocupan los actuales indios totonacas, tuvo por centro a El Tajín, cerca de Papantla (al norte del Estado de Veracruz). La pirámide de El Tajin es una de las construcciones más características de todo México.

Sus cuatro lados están perforados por nichos, trescientos sesenta y cinco en total, cada uno de los cuales corresponden a un día del año. A escasos centenares de metros de esta pirámide se yergue otro grupo de cinco construcciones llamado El Tajín Chico, que pertenece a época posterior. Los artistas totonacas poseían un sentido decorativo sumamente desarrollado, a juzgar por los paneles de motivos geométricos entrelazados. Parece que en un momento dado, El Tajin experimentó una influencia maya, mas no perdió por ello su carácter. Determinados arqueólogos han atribuido a los totonacas la construcción de los grandes monumentos de Teotihuacan pero no han podido ofrecer prueba alguna en apoyo de su suposición. No es inverosímil que al correr del tiempo se hayan establecido relaciones entre la zona totonaca y la meseta, pero esto sólo debió producirse en época relativamente reciente: un bajo relieve del juego de pelota de El Tajín representa un sacrificio humano tal como se lo practicaba en las épocas tardías en el valle de México. La mayoría de los objetos totonacas que se conocen ha sido descubiertos accidentalmente, de modo que sólo contamos con nociones muy imprecisas acerca de esta cultura. Por ejemplo, se ignora completamente a qué corresponden las extrañas piezas denominadas “yugos” y “palmas” en razón de su forma y que son las más típicas de ese pueblo. No obstante lo cual, el pulido de la piedra y la perfección del grabado revelan en los totonacas la condición de escultores muy evolucionados. También se ha descubierto el rastro de los totonacas en la isla de los Sacrificios, cerca de Veracruz, donde una alfarería pintada recuerda por su decoración de motivos entrelazados a los bajos relieves de la pirámides de El Tajín. A la decadencia de El Tajin corresponde el desarrollo de Cempoala, que por su arquitectura se aproxima más a los estilos de la meseta. Su pirámide circular, especialmente, recuerda mucho a la de Calixtlahuaca (Estado de México). La alfarería presenta semejanzas con la de Cholula, clasificada generalmente en la época azteca.

Cultura huaxteca

La cultura huaxteca se localiza al norte de la de los totonacas. Se centralizó aparentemente en el curso del río Pánuco. Siendo la lengua actual de los huaxtecas un dialecto maya, cabría la creencia de que su antigua cultura se vinculaba igualmente a la maya. No es igualmente a la maya. No es así y debe suponerse que se separaron muy temprano de su linaje. Por otra parte, los estudios estratigráficos han revelado una prolongada duración de las huaxteca. El apogeo de su arte, que alcanzó gran refinamiento, pertenece a fecha relativamente reciente. Son peculiares las estatuas de piedra por el tratamiento del detalle; están cubiertas de ornamentos grabados o modelados tanto en el frente como en el dorso y sin embargo jamás se experimenta la sensación de hallarse ante esculturas de bulto; trátase de estatuas-relieves, destinadas ser vistas de frente, o de dorso, pero nunca de perfil; los hombros se destacan, la frente es a menudo huyente. En materia de cerámica nos encontramos con las formas más extrañas, de las que no hay dos iguales. Los vasos tienen a menudo forma esférica e invariablemente llevan asa; la decoración consiste por la general en pinturas negras sobre fondo blanco. Estos vasos en nada se aproximan a los tipos conocidos. Si bien los artistas huaxtecas fueron grandes escultores, descuidaron, en cambio, la arquitectura.

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EL MUNDO MAYA

Un célebre arqueólogo expresó que los mayas fueron los griegos del Nuevo Mundo. En efecto, la cultura maya constituyó la de mayor prestigio entre todas las de América Central y ejerció sobre los demás, particularmente en lo que se refiere al mundo azteca, una influencia enteramente comparable con la e los griegos respecto de los romanos. La zona ocupada por los antiguos mayas comprendía los actuales Estados de Yucatán, Campeche, Tabasco, una parte de Chiapas y el territorio de Quintana Roo en México; el departamento de El Petén y las altiplanicies de Guatemala; la sección occidental de Honduras y todo el territorio de Belice; en conjunto, alrededor de 325.000 km2. La lengua maya y sus dialectos se hablan todavía en todas las regiones indicadas y asimismo en la franja de la costa atlántica mexicana llamada huaxteca, de la que ya hemos hablado en el capítulo anterior. Se considera que la población maya actual se eleva a dos millones, de los cuales hay un millón cuatrocientos mil en Guatemala. Mencionaremos entre ellos a los escasos centenares de miembros de la tribu de los lacandones, quienes han escapado hasta el presente de la influencia de los blancos. Estos territorios está poblados desde hace alrededor de cinco mil años, si bien la historia de los mayas sólo comienza con nuestra era. Desígnanse sus predecesores con el nombre pre- mayas. En un principio desconocimiento tanto la cerámica como la agricultura; no comenzaron a cultivar el maíz, sino hasta el año 1000 antes de nuestra era, siguiendo si duda el ejemplo de sus vecinos occidentales de Guatemala. Apareció igualmente en esta época la cerámica, cuyos primeros testimonios: casos, estatuillas y cabezas modeladas del tipo llamado Mamom, hallados en diferentes puntos de Guatemala, Honduras y El Salvador, no carecen de analogía con las cerámicas más antiguas de la meseta mexicana y de la región de Tres Zapotes (zona olmeca). La fase postrera de esta cultura aborigen parece haberse iniciado hacia el año 350 antes de nuestra era; presenció las primeras construcciones de piedra, terrazas y pirámides, en Uaxactún y Yucatán. Es la época de la cerámica denominada Chicanel, cuyas formas y decoraciones ostentan mayor variedad que durante el período Mamon. Este lapso, el primero que se ha logrado establecer, se prolongó hasta los comienzos del siglo IV de nuestra era. En lo que respecta al origen de la cultura maya propiamente dicho, aún se hallan divididas las opiniones. Algunos sabios se inclinan a creer que nació en algún punto de la costa de Veracruz; otros, en El Petén, Tikal o Uaxactún. Sea como fuere, la fecha más antigua que se conoce corresponde a la de la placa de jade proveniente de la región de Tikal y conservada en el Museo de Leyden; pertenece al año 320 de nuestra era. Es a partir de esa fecha cuando comienza la historia maya. Se la divide, por lo general, en dos grandes períodos: el Antiguo y Nuevo Imperio. No debe buscarse aquí ningún sentido político a la palabra Imperio; trátase de un término puramente cultural Empleado para designar un conjunto artístico y espiritual. Para reconstituir la historia del Antiguo Imperio, solamente disponemos de documentos de orden arqueológico. Las ciudades mayas del Antiguo Imperio tenían el hábito de erigir cada veinte años una estela conmemorativa. A veces se conmemoraba la finalización de la mitad de un período; inclusive se ha encontrado en Piedras Negras una estela que señalaba el término de un cuarto de período. Las fechas grabadas en tales estelas permiten seguir la evolución de ciertas ciudades, su florecimiento y decadencia. Entre todas las estelas que se conocen hasta el presente, la más antigua y la más reciente han sido descubiertas en Uaxactún; la primera lleva una fecha que corresponde al año 328 de nuestra era, la segunda del año 889. El estudio de dichas estelas ha permitido distinguir tres fases en la historia del Antiguo Imperio; en el curso de la primera, de 320 a 633, ya existían ciudades importantes; denomínase Tzakol a la cerámica característica de esta primera fase. El segundo período, relativamente breve, puesto que duró apenas un siglo, se singulariza por un nuevo tipo de cerámica llamado Tepeu. El tercero de 731 a 987, fue testigo, sobre todo, del apogeo de grandes centros tales como Palenque, Yaxchilán y Piedras negras; la escultura alcanzó su máxima expresión, pero el desarrollo cultural no se mantuvo en ese nivel durante mucho tiempo, surgió pronto la decadencia y una caída vertical puso término a esta primera etapa. Ningún acontecimiento histórico facilita una explicación del derrumbe del Antiguo Imperio, Se han emitido a este respecto muchas hipótesis, la más verosímil de las cuales consiste en el agotamiento del suelo: Los mayas efectuaban los cultivos en chamiceras, método que creaba en derredor de las ciudades zonas estériles paulatinamente ampliadas; es posible que los habitantes se vieran finalmente obligados a emigrar hacia regiones donde poder abrir nuevos claros y cultivar un suelo todavía virgen. Mientras que las civilizaciones del Antiguo Imperio se diseminaron por el Sur de México, Guatemala y Honduras, las del Nuevo Imperio se acantonaron en la mitad septentrional de la península de Yucatán. Su historia comienza hacia fines del siglo X. Es una época de migraciones a consecuencia de las cuales se estableció un nuevo sistema cultural y religioso, diferente del que había funcionado hasta entonces.

Una de las migraciones más fecundas en resultados fue la de la tribu de los itzá, que abandonó Chacanputún, en la costa sudoeste, para venir. A instalarse en Chichén, lugar de Yucatán ya ocupado durante el Antiguo Imperio, donde fundó una nueva dinastía. Luego un jefe mejicano llamado Kukulkán

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( que no es otro que Quetzalcoatl, a quien hemos visto partir de Tula encabezando a los toltecas camino hacia Yucatán 1)`pasó por Chichén Itzá, pero pronto se alejó para establecerse en una nueva ciudad, Mayapán . En esa misma época un jefe de la familia Xiu, cuyo nombre parece ser de origen mexicano, fundó a Uxmal. Las tres ciudades se confederaron formando la Liga de Mayapán, la cual rigió al país durante más de doscientos años. Esos dos siglos presenciaro un extraordinario florecimiento de todas las artes; es probable que ese “Renacimiento” se haya debido al aporte tolteca: los monumentos de Chichén Itzá se aproximan totalmente al estilo tolteca. Se ignora el motivo de ruptura de la Liga, pero era ya un hecho cumplido en 1194, cuando una guerra enfrentó a Chichén Itzá y Mayapán. Mayapán resultó victoriosa y redujo la población de Chichén a la esclavitud, dominando en toda la región por espacio de más de dos siglos. Después, en 1441, los mayas de Chichén se rebelaron, ocuparon a su vez Mayapán, se apoderaron de su jefe y le dieron muerte lo mismo que a sus hijos. Con el fin de Mayapán desapareció toda autoridad, la desorganización política fue completa y cuando cincuenta años más tarde los españoles invadieron el país, el esplendor de la cultura maya había cedido el paso a un estado caótico en que ya se habían olvidado las grandes tradiciones de los siglos precedentes. Es indudable que los manuscritos indígenas encerraban el secreto, pero el primer obispo de Mérida, Diego de Landa, los hizo quemar en 1532. Los relatos de ese mismo obispo constituyen los únicos documentos que nos proporcionan algunas nociones relativas a la organización política y social de los mayas.

La zona maya comprendía, políticamente, cierto número de ciudades-estados, situación semejante a la de la antigua Grecia en la época de Atenas y Esparta. Cada Estado estaba gobernado por un halach uinic ( el verdadero hombre). Si bien su cargo era hereditario, no se trataba de un monarca absoluto; lo secundaba un consejo de estado compuesto por jefes principales, sacerdotes y algunos consejeros especiales. El halach uinic dirigía la política interna y exterior de su Estado y percibía impuestos. Una de sus atribuciones principales consistía en someter a examen a los candidatos para el puesto de batab. El batab era un jefe local encargado de asegurar la buena marcha de su villa. Representaba allí al halach uinic pero no percibía impuestos; no obstante era mantenido por aquellos que dependían de administración. En los asuntos locales lo asistían dos o tres consejeros, cada uno de los cuales se ocupaba de un barrio y sin cuyo consentimiento nada podía hacerse. El batab tenía a su cargo la jurisdicción de la villa y el mando de sus soldados, pero debía plegarse a los planes estratégicos elaborados por el jefe militar o nacom. Este último era elegido por un período de tres años. Sumamente venerado casi siempre, tocábale seguir un régimen especial, abstenerse de comer carne y de todas relación con mujeres. Los funcionarios menores eran los tu piles, suerte de policía encargados de hacer respetar la ley. La sociedad maya estaba dividida en cuatro clases: los nobles, los sacerdotes, el pueblo y los esclavos. Los nobles, “los que tenían padre y madre”, suministraban en general los jefes locales. Los españoles les atribuyeron el título de caciques. Les preocupaba enormemente su cuna, como lo prueba los

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diferentes árboles genealógicos que se han conservado. Quizás gozara mayor prestigio la clase de los sacerdotes. Existía un gran- sacerdote, por lo menos a fines del Nuevo Imperio. Su cargo era hereditario, como casi todos los puestos administrativos. Al parecer correspondían a los sacerdotes las más diversas atribuciones; unos velaban por el culto propiamente dicho con todo lo que éste implicaba: sacrificios, ofrendas, etc; otros se consagraban a las ates y las ciencias: astronomía, cronología, escritura, adivinación.... Los chilanes o adivinos eran particularmente estimados por el pueblo. En cambio el nacom o sacrificador (no debe confundírselo con el jefe militar) estaba muy mal conceptuado; tenía cuatro ayudantes llamados chaces. El nombre genérico de sacerdotes era abkin al clérigo católico. El pueblo suministraba la mano de obra para la agricultura y la edificación. Los mayas fueron ciertamente uno de los pueblos más laboriosos de la América precolombina. Cuesta imaginar la cantidad de horas de trabajo que habrá demandado la construcción de las múltiples terrazas sobre las cuales se asientan, por ejemplo, los edificios de Uxmall, teniendo en cuenta los rudimentarios instrumentos de trabajo de los precolombinos, que desconocían el uso del hierro Los esclavos formaban la última clase de la sociedad. Generalmente se trataba de prisioneros de guerra o de infractores del derecho común; estos últimos eran privados de su libertad y condenados a trabajar hasta pagar su crimen. Un esclavo se compraba igual que una mercancía. La Malinche, la famosa amante de Cortés que le sirvió de intérprete ante los caudillos mexicanos y facilitó su victoria, era una esclava de lengua maya. La economía maya estaba esencialmente basada en la agricultura. El trabajo de la tierra se efectuaba con métodos primitivos: se destrozaba mediante el fuego la parte que se proponían sembrar y, sin abono alguno, se depositaban los granos en agujeros abiertos por medio de un palo puntiagudo. El cultivo fundamental era el del maíz, pero también el algodón y una especie de pita de fibras textiles (henequén). El cacao es oriundo del país maya y más especialmente de Tabasco. La agricultura en Yucatán tropieza con un problema difícil de resolver: el del agua. Una temporada de sequía de ocho meses y la ausencia de cursos de agua obligó a los mayas a elegir, para instalarse, la cercanía de lagos naturales o cenotes como en Chichén Itzá. A falta de cenotes, recogían en cisternas el agua de lluvia. Sólo en la época moderna se abrieron pozos La cultura maya debe sus ascendiente a sus manifestaciones intelectuales. Los mayas elaboraron un sistema. Jeroglíficos muy complejo. Muros enteros, la totalidad de estelas y los tres manuscritos que escaparon de la destrucción están cubiertos de jeroglíficos que e nada recuerdan a lo sistemas de escrituras conocidos y que hasta el presente han tenido preocupados a los especialistas mas competentes.

Únicamente han conseguido ser traducidos los signos relativos al cómputo del tiempo. La aritmética había alcanzado extraordinario desarrollo y permitía cálculos astronómicos de pasmosa exactitud. Basábase en el sistema vigesimal; vale decir que las unidades de los diferentes grados, en vez de ser mayores o menores de diez en diez, en forma similar a nuestro sistema decimal, lo eran de veinte en veinte. Así, la unidad de primer grado = 1; la de segundo grado = 20; la de tercer grado = 40, etcétera. Para la numeración escrita se empleaban puntos (que valían 1) y rayas ( que valían 5) hasta19, El número 20, que equivale a una unidad de segundo grado, se representaba por medio de un punto colocado encima de la línea reservada a las unidades de primer grado, Por ejemplo, 24 se escribía:

Señalemos que los mayas inventaron el cero; lo hacían intervenir en sus cálculos y lo representaban por un signo especial. El cómputo del tiempo se basaba sobre un sistema análogo, con una ligera infracción a la regla en lo que respecta a las unidades del tercer grado, con el fin de que el calendario se aproximara más al año solar.

El día o kin constituía la unidad de tiempo. La unidad de segundo grado, el uinal comprendía, veinte días. El tun o año correspondía dieciocho uinal, o sea trescientos sesenta días a los que se agregaba un corto uinal suplementario de cinco días. El sistema vigesimal proseguía con el katún o veinte tun, luego el baktún o veinte katún. Ya hemos dicho que la finalización de los katún ( o períodos de veinte años) se celebraban con la erección de una estela conmemorativa. Las fechas históricas se calculaban a partir de la iniciación de la era maya la cual, por una razón que ignoramos, al parecer corresponde al año 3113 a. C. Estas fechas expresan el número de días, convertido en baktún, katún, tun, uinal y kin que transcurrieron desde el comienzo de la era. Por ejemplo 9. 8. 15. 0. 0. debe traducirse: 9 baktún, 8 katún, 15 tun, o uinal, o kin, o sea en total 1.459.000 días. Por lo tanto esta fecha corresponde probablemente al 628 de nuestra era. Las fechas ya mencionadas, que figuran en las estelas grabadas de Uaxactún, son: la más antigua 8, 14, 10.13.15. o sea 328 y la última, 10.3.0.0.0., vale decir 889. Cada uno de los veinte días llevaba un nombre que a continuación anotamos (fig 7) : Imix,Ik, Akbal, Kan, Chicchán, Cimi, Manik, Lamat, Muluc, Oc, Chuen, Eb, Ben, Is, Men, Cib, Cabán, Eznab, Cauac, Abau. En forma similar designabase los dieciocho uinal con los nombres siguientes: Pop, Uo, Záp,

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Zotz, Tzec, Xul, Yaxkin, Mol, Chen, Yax, Zac, Ceb, Mac, Kankin, Muan, Pax, Kayab, Cumbu. En cuanto al uinal de cinco días complementarios., llamábase Uayeb. Los días comprendidos por cada uinal eran numerados. El primero llevaba el número 0, el último el número 19. Designábase un día determinado por su número en el uinal y el nombre reservado a ese uinal. Ejemplo: 13 Yax. Por consiguiente el mismo día volvía a encontrarse en idéntico lugar en todos los uinal de un mismo año, pero al próximo , en razón del decimonoveno uinal de cinco días, estaba cinco números adelantado. Al cabo de cinco años, había recuperado su posición inicial. Vale decir que sólo cuatro días podían llevar el número 0. Independientemente de tal calendario solar, los mayas poseían un calendario litúrgico, el Tzolkin. El año litúrgico no abarcaba más que doscientos sesenta días; se componía de la serie de los veinte nombres de días; repetida trece veces y de una serie de los trece primeros números, repetía veinte veces. En otras palabras, el primer día de la serie llevaba el número 1; el decimotercero el numero 13, pero el decimocuarto retomaba el número 1; el último de la serie de días, el vigésimo, llevaba el número 7; recomenzaba después una nueva serie de veinte días numerándose 8 al primero, etc. De manera transcurrían doscientos sesenta días antes que el mismo nombre de días reaparecían con el mismo número. Por lo tanto el nombre y el número reunidos situaban exactamente al día dentro del año litúrgico. Ejemplo: 4 Abau. Ambos sistemas, calendarios solar y Tzolkín se combinaban: una fecha maya estaba formada de cuatro elementos; dos para el Tzolkin ( cifra del 1 al 13 y nombre de día) y dos para el calendario solar ( cifra de 0 a 19 y nombre de uinal). Ejemplo: 4 Abau, 13 Yax. Un día dado, que llevara una cifra dada y ocupara en un uinal dado una posición dada, sólo podía reaparecer cada cincuenta y dos años. Este ciclo desempeñaba un papel de importancia en la vida religiosa de los mayas. Para finalizar, los mayas aún tomaban en consideración el año venusino. A los efectos de que la reunión de signos que designaban un día se reprodujera conjuntamente en los tres calendarios, sagrados, solar y venusino, eran necesarios cuento cuatro años, o sea dos ciclos de cincuenta y dos años, acontecimiento que se celebraba con una fiesta de particular brillo.

La cultura maya ha creado algunas de las obras de arte más notables de todos los tiempos. La arquitectura es principalmente religiosa: los edificios se agripan para formar un centro consagrado al culto, en tanto que el pueblo vive disperso en las chozas de las inmediaciones. Los centros más importantes del Antiguo Imperio son Copán, Quiriguá, Piedras Negras, Tikal, Uaxactún, Palenque y Yaxchilán; los del Nuevo Imperio: Chichén Itzá, Uxmal, Mayapán y Labna . Dada la superior calidad de los materiales de construcción, el estado de conservación es mejor que en el centro de México. Distínguense dos tipos de edificios: los templos y los palacios. Los templos, de forma rectangular, están edificados en la cumbre de una pirámide truncada adonde se llega mediante escalinatas laterales, la principal de ellas practicada en el lado frontal (fig 8). El interior de lo templos comprende una o varias salas, la principal de las cuales se consagra al santuario propiamente dicho, Es en Palenque donde por primera vez se encontró una tumba debajo de una pirámide. Un sarcófago cerrado mediante una losa suntuosamente esculpida y que contenía los restos de un gran jefe, adornando con una cantidad de jades, estaba colocado en una cámara funeraria de muros cubiertos de relieve.

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Los palacios, probablemente moradas de los sacerdotes, han sido edificados sobre plataformas más bajas; contienen generalmente gran número de estancias que reciben luz por la puerta; algunas de ellas poseen además ventanillas trilobuladas o diminutas aberturas rectangulares o en forma de T. Todas las construcciones interiores están cubiertas por una falsa bóveda o bóveda de saledizo, típica de esta cultura. Los mayas jamás se aventuraron a construir cielos rasos planos y si bien estuvieron muy próximos a la concepción de la bóveda, en realidad no llegaron a ella. Se limitaron a edificar dos muros opuestos de espesor creciente que se iban acercando uno a otro a medida que aumentaba su altura, hasta que una piedra bastaba para clausurar el espacio abierto.

Debemos ceñirnos a una breve descripción panorámica de uno de los grupos arquitectónicos mayas. Elijamos Uxmal, uno de los más típicos. Una gran pirámide, denominada El Adivino, de pendiente extremadamente empinada, sostiene dos templos adosados uno a otro, y a los cuales se logra acceso por medio de dos escalinatas distintas. Contiguo a ella se eleva el cuadrilátero de las Monjas, que se compone de cuatro cuerpos de edificios dispuestos alrededor de un patio rectangular, cuyas fachadas dan al patio. Se penetra allí por una puerta en forma de arco de falsa bóveda abierta en el centro del edificio meridional. El edificio septentrional, frente a la puerta, posee una fachada muy alta, de decoración particularmente rica. Los restantes edificios de Uxmal, cada uno de los cuales se asienta sobre una terraza, se escalonan hacia el sur. En la parte más baja existió un juego de pelota cuyos vestigios aún se observan. Una primera plataforma estaba destinada a un edificio relativamente pequeño; de allí se pasaba a otra plataforma mas elevada de dimensiones muy grandes; sobre esta última se había construido una tercera que servia de base a uno de los edificios más bellos de la arquitectura maya en su conjunto, el Palacio del Gobernador. Tiene un centenar de metros de largo y formas rectangular y posee rara elegancia; toda la fachada está adornada con relieves geométricos y figurillas que nos hacen evocar un tapiz decorativo, interrumpido únicamente por dos grandes arcos en saledizo a cada lado de la parte central del edificio. Frente al palacio se encuentra otra plataforma, todavía más alta que las otras, destinada sin duda a sostener una pirámide que jamás se construyó. Tal como se presenta, este grandioso bloque de terrazas sucesivas crea una perspectiva de equilibrio tan perfecto que se diría ha sido concebido de un solo trazo.

Quizás parecería demasiado macizas las estructuras arquitectónicas mayas si se excluyeran los bajo relieves de estuco modelado o los sillares esculpidos que las revisten. Uno de los rasgos más característicos del arte maya consiste en la habilidad con que escultores y modeladores colaboraron con los Arquitectos; la armonía de sus ornamentos y las proporciones de sus figuras, la manera con que supieron utilizar los juegos de luz y sombra, sitúan a esos escultores en una categoría superior. La escultura del bulto es relativamente poco usual, si bien se han hallado en Copan admirables estelas. La escultura maya es esencialmente decorativa. Por doquier nos encontramos con decoraciones esculpidas; espléndidos bajos relieves que representan divinidades, sacerdotes o jefes decoran las grandes estelas de Copan. Estas figuras ha sido talladas, en ciertos casos, con tanta profundidad que transmiten la ilusión del bulto; en otros están cinceladas con tal delicadeza que evocan el grabado. Existen neta distinción entre la escultura del Antiguo Imperio y la del Nuevo Imperio. El estilo del primero es realista. Logra una calidad jamás superada en parte alguna del mundo, con los relieves de estuco y piedra del Palacio de Palenque, donde se ven diversas series de personajes, representados en diversas actitudes,y con los de Yaxchilán, entre los cuales cabe citar al hombre que se inflige la penitencia ritual de atravesarse la lengua con una cuerda (fig.9) . Este estilo es monumental e impasible: ninguna sonrisa, ninguna reacción humana trasuntan los impenetrables rostros.

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La escultura del Nuevo Imperio es, por lo contrario, simbólica y abstracta. Basta una simple voluta para representar a Chaak, dios de la lluvia. Las fachadas del anexo del Templo de las Monjas y de la Iglesia, en Chichén Itzá por ejemplo, están ornadas de motivos, el principal de los cuáles consiste en la estilización de este dios, repetida en dos hileras. Idéntico motivo constituye el tema dominante en la fachada del edificio más destacado de Kabah. La decoración invade con tal profusión todas las superficies que la arquitectura queda abrumada. El estilo es anguloso, quiebra con frecuencia las formas y se hace inorgánico. Poco queda de la pintura maya. Sin embargo, los frescos de Bonampak atestiguan al alto grado de perfección que también alcanzó este arte. Dichos frescos son tan bellos que se los ha comparado a los del Renacimiento italiano. Revelan sentido dela perspectiva y una intuición muy viva dela composición. No es menos notable la alfarería maya por su elegancia y la variedad de su decorado polícromo. Aún nos toca mencionar las figuritas de arcilla, probables representaciones de las divinidades; los objetos de jadeíta y otras obras maestras que dejan constancia de todas las artes menores, excepto la orfebrería, que era casi totalmente desconocida por esta cultura; las escasas piezas de oro de importación extranjera. Para nosotros la religión de los antiguos mayas permanece oscura. A falta de documentos precisos, suponemos que los pre- mayas de las épocas Mamon y Chicanel deificaron a los fenómenos del mundo físico. En los mitos de los mayas actuales encontramos personajes tales como dioses de la lluvia, genios de los maizales, sirenas malignas, etc., que quizás sean reminiscencias de las más primitivas religiones, en tanto que la cosmogonía, la teogonía el ritual de las grandes épocas, de todo lo cual los relieves y las esculturas, lo mismo que los códices, nos suministran ilustraciones, fueron completamente abolidos por el cristianismo. Según la cosmogonía maya, nuestra época estuvo precedida por otras edades que desaparecieron sucesivamente en un respectivo cataclismo universal. En la primera vivieron los enanos, en la segunda unas gentes llamadas dzoloob, en la tercera los mayas, La cuarta edad, o actual en la cual coexisten todos los pueblos anteriores, presenció el florecimiento de la cultura maya, pero está amenazada por una suerte análoga a la de las tres primeras. El universo constaba de trece cielos superpuestos, llamados Oxlahuntikú; nuestra tierra constituía el cielo inferior; por debajo de ella se escalonaban nueve mundos subterráneos denominados bolontikú, el más profundo de los cuales pertenecía al señor de la muerte. Por lo demás, cada uno de estos mundos tenía su dios propio, igual que cada fenómeno de la naturaleza y los días, los uinal, los katún, pues el panteón maya estaba extremadamente poblado. Entre los mayas como entre los aztecas el dualismo era una de las características de la religión: divinidades tales como las de la lluvia, del trueno y del rayo, poseían índole bienhechora y se oponían a una serie de dioses dañinos: los de la sequía, de la tempestad, de la guerra, etc., funestos para los humanos. El creador del mundo era Hunab; y se creía que su hijo Itzamná, señor de los cielos, de la noche y del día, había otorgado a los mayas la escritura, los códices y quizás el calendario; se lo invocaba en las ceremonias propiciatorias del Nuevo Año con el fin de evitar desastres públicos. Su culto estaba asociado a menudo con el de Kinch Agua, dios del Sol. Chaak, dios de la lluvia, desempeñaba un importante papa el en razón del clima, especialmente en Yucatán. Por lo general, se lo representa con una gran nariz, tanto en los códices como en las esculturas. Se lo asociaba a Kukulkán, el dios del Viento. El dios del Maíz o de la Agricultura se representaba con los rasgos de un hombre joven portador, en ocasiones, de una espiga de maíz, Su nombre nos es desconocido; con frecuencia se lo designa mediante la letra E. Ah Puch era el dios de la Muerte. A modo de cabeza tenía un cráneo descarnado y llevaba una cantidad de cascabeles. Como divinidad maléfica se vinculaba al dios de la Guerra, Ek Chuah. Todos estos dioses eran objetos de un culto muy complejo cuyo ritual se observaba estrictamente. Las ceremonias religiosas estaban precedidas de ayunos o de severas abstinencias. Los sacrificios cumplían un papel preponderante: uno de ellos consistía en hacer manar la propia sangre traspasándose el lóbulo de la oreja con un cuchillo de sílice o una espina de pescado. Los sacrificios representados durante el Antiguo Imperio son casi siempre pacíficos: ofrendas de alimentos, animales u objetos preciosos. Sólo más tarde aparecen en Yucatán (templos de los Jaguares y de los Guerreros de Chichén Itzá) las representaciones de sacrificios humanos.

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Anotemos finalmente que un antiguo rito maya subsiste entre la mayoría de sus descendientes actuales: el que consiste en quemar copal durante las ceremonias.

ZONA MERIDIONAL DE MÉXICO

Culturas zapotecas y mixteca

De todas las culturas que florecieron entre la zona maya y el valle de México, la de los zapotecas es la mejor conocida. Su centro era el Monte Albán, montaña de mediana altura que domina el punto de unión de los valles de Zaachilán y de Oaxaca, donde se yergue actualmente la capital del Estado de Oaxaca. En los comienzos de la década de 1930 se iniciaron en este sitio metódicas excavaciones que se prolongado por espacio de más de quince años. Casi en los comienzos de los trabajos se descubrió la famosa “tumba Nº 7”,que guardaba el tesoro de un jefe mixteca; constituye el conjunto más fabuloso del joyas de oro que se haya encontrado e todo México. Se exploraron sucesivamente plazas, templos y habitaciones; los vestigios demostraron datar de épocas diversas. Con el fin de clasificarlos cronológicamente, se procedió a comparar tiestos de cerámica extraídos a distintos nivel de los pozos estratigráficos. Ahora sabemos que aún antes de los zapotecas, Monte Albán fue ocupado por una población olmecoide a la cual se deben muchas construcciones y los famosos relieves de los danzarines, esculpidos en grandes losas de forma irregular. Este pueblo había alcanzado un alto grado de perfección artística; cuidaba principalmente el contorno sin detenerse en el detalle. Una de las estelas, probablemente de la misma época, ostenta inscripciones jeroglíficas. En cerámica son mas frecuentes las formas simples. Se atribuyen los dos primeros períodos de Monte Albán a esta cultura que quizás existió durante los seis primeros siglos de nuestra era. Los zapotecas parecen haber llegado a fines del segundo período. Ellos construyeron la mayor parte de los grandes edificios sobre terrazas que proporcionaron a Monte Albán su imponente carácter. Pero también se encuentra su rastro en muchas otras zonas de Estado de Oaxaca. Son constructores de urnas funerarias de cerámica cuyo decorado se muestra tan rico y detallado que podría hablarse de un estilo barroco de la época precolombina (Fig. 11). Como hecho curioso señalemos que casi no se conocen esculturas de piedra de la época zapoteca.

Monte Albán ha debido ser ocupado por los mixtecas en el siglo XV. Eran hábiles artesanos, pero no tenían dotes de arquitectos. Ninguno de los edificios de Monte Albán posee su estilo. Sin embargo, se les atribuye la construcción de los correspondientes al vecino lugar de Mitla, cuyos muros están cubiertos de grecas en relieve (Fig.10). Su sentido decorativo también se manifestó en los frescos, lamentablemente muy deteriorados, pero que revelan evidentes vínculos con las culturas de la meseta mexicana. Por otra parte, una de las principales escuelas de pintura de donde provienen los

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manuscritos jeroglíficos conocidos generalmente con el nombre de códices, estaba situada en la región mixteca 1. Refinados orfebres, los mixtecas introdujeron en México el trabajo del oro. Fabricaban joyas de todo tipo, collares, colgantes, aretes, diademas, etcétera, de exquisita delicadeza, con metales preciosos, jade o turquesa.

CULTURA DEL NOROESTE

Colima y Nayarit

Son escasos nuestros datos acerca de las culturas que existieron al noroeste de México en la época precolombina. Fueron, empero, abundantes y poseyeron un sentido artístico muy personal. Durante largo tiempo se las designó en bloque con el nombre del pueblo que ocupa actualmente gran parte de ese territorio, los tarascos. Pero hay motivos para suponer que la cultura tarasca propiamente dicha estuvo localizada alrededor del lago de Pátzcuaro (michoacán) y en Chupícuaro (Guanajuato). Las culturas más importantes del noroeste fueron las de Colima y Nayarit. La cerámica es de técnica. Relativamente primitiva. Pero de un estilo muy particular que revela un agudísimo sentido de la observación. Comprende diversos personajes y animales representados en actitudes tan expresivas que evocan a los títeres de guiñol y asimismo escenas domésticas y grupos de danzarines. Constituyen las piezas más notables, casitas o templos en cuyo interior hay muchas figurillas. Lamentablemente, no se ha efectuad en estas regiones excavación sistemática alguna, de modo que por el momento estamos incapacitados para determinar un cuadro cronológico de las culturas que allí se sucedieron.

Capítulo II

EL AREA CIRCUNCARIBE

LA MESETA MEXICANA

Resulta particularmente difíciles de clasificar las culturas de América Central. Al norte, vale decir en las cercanías de la zona maya, encontramos una cantidad de elementos mexicanos, de manera que podría considerarse un anexo del área mesoamericana. Más hacia el sur, a partir de Honduras, ciertos elementos obligan con preferencia a pensar en la América del Sur. Sin que ello sea completamente satisfactorio, se ha vuelto habitual en los últimos años incorporar todas esas culturas particulares al área circuncaribe. Se justifica dicha actitud por la ausencia, en la totalidad de América Central, de determinado número de elementos culturales presente en las demás áreas, especialmente la arquitectura en piedra y las pirámides que sirven de asiento a los templos.

En América Central son abundantes las esculturas. En Santa Lucía Cotzumalguapa, Guatemala, se han encontrado relieves cuyo estilo, sumamente personal y vigoroso, no se relaciona con ninguno de los que conocemos hasta el presente. Algunos arqueólogos han intentado atribuirlos a los olmecas, su propuesta no ha tenido éxito. Todo lo que sabemos con respecto a la región de Santa Lucía Cotzumalguapa, es que fue habitada más tarde por una población de origen nahua, los pipiles.

La estelas localizadas en La Florida (Honduras) y en diversos puntos de Ulua pertenecen a un estilo muy distinto. La superposición de cientos motivos así como el tratamiento de muchos detalles nos hacen pensar en un parentesco con las culturas colombianas (San Agustín y Popayán). Los incontables objetos sacados a luz en la margen del lago de Nicaragua (Ometepe) y al norte de Costa Rica han sido atribuidos a los chorotegas, que subsistieron hasta la época histórica. En Ometepe se hallaron ocarinas de barro cocido de estilo muy peculiar, mientras que en Costa Rica los objetos más típicos son los metates o piedras demoler. Estos últimos están labrados por lo general en una roca volcánica granulosa y casi siempre decorados con esculturas antropomorfas o zoomorfas. Las estatuas de piedra de la misma cultura o de la de los güetar son más bien rígidas y menos perfectas que las de México o de la zona maya. En cambio, la cerámica llega la perfección; parece haberse centralizado en la península de Nicoya; los motivos policromos tienen a menudo un sentido simbólico como en las culturas del sur del Perú: la copa-trípode y el vaso globular son las formas más comunes. La industria del oro estaba extremadamente desarrollada; encontramos muchas figurillas, unas antropomorfas con cabezas-trofeos, las otras zoomorfas: aves, sapos etcétera: Panamá constituyó el asiento de por lo menos cuatro culturas distintas, a las que generalmente de designa con los nombres de sus localidades: Coclé, Veraguas, Chiriquí y Darién.

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En ellas se manifiesta casi siempre la influencia sudamericana y en especial la de Colombia. Los objetos de oro chiriquí se remontan hasta Costa Rica. La cultura de coclé, quizás la más importante, forma una unidad. Su territorio es muy limitado: los alrededores del río Grande, una parte de la península de Azuero y muchos islotes del golfo de Panamá. La localidad principal se denomina Sitio Conte; los hallazgos que allí se hicieron sonde una riqueza tal que se supone que Sitio Conte estuvo habitado por algunos grandes jefes y sus familias. Abundan los ornamentos de piedra preciosas y oro. El ágata y la serpentina eran las piedras preferidas; el jade no se empleaba. Encontramos en Sitio Conte una particularidad frecuente en Colombia: el revestimiento de pequeños objetos de hueso, piedras y marfil con láminas de oro. Se distinguen en la alfarería dos estilos, uno de los cuales lleva decoración policroma. Los motivos curvilíneos de ciertos cacharros vuelven a encontrarse en Marajó ( desembocadura del Amazona), en el Brasil), lo cual permite suponer una influencia arawak. Se estima la cultura coclé floreció durante los dos siglos que precedieron a la Conquista.

ANTILLAS

Cristóbal Colón, al descubrir a Cuba y Haití en 1492, durante su primer viaje, creyó haber llegado a las Indias por el oeste, hecho que le inspiró el nombre de Indias Occidentales con que denominó a las tierras descubiertas y que se ha conservado hasta nuestros días. El archipiélago de las Antillas, al que pertenecen, se compone de muchos grupos de islas, las más importantes de las cuales son las Grandes y Pequeñas Antillas. En el momento de la Conquista, todas esas islas estaban habitadas por dos pueblos de lenguas diferente: los arawak y los caribes. Los caribes habían llegado recientemente, pero los arawak estaban instalados allí desde muchos siglos atrás y desarrollaban una cultura notable. Ambos pueblos eran oriundos del continente sudamericano donde aún se los encuentra representados. Los arawak, de carácter dulce y apacible, no resistieron mucho tiempo al choque de los nuevos invasores; la mayoría de sus hombres fueron muertos, y sus mujeres reducidas ala esclavitud, lo cual explica que la lengua arawak se haya perpetuado entre las mujeres, mientras que los hombres habla el Karib. En Cuba, al producirse la Conquista, vegetaba una población autóctona, los ciboney, pero conocemos muy poco su forma de vida. Los resultados de las excavaciones indican que se trataba de pescadores que moraban en cavernas y se pintaban el cuerpo. Sus utensilios de piedra, concha y madera, eran Sumamente primitivo. Desconocían la agricultura.

En cambio, los taíno, vale decir l grupo más característico de indios arawak, practicaban la agricultura: sus principales cultivos eran la mandioca y el maíz. Vivían en pequeñas chozas generalmente circulares a las que llamaban bohíos. Dormían e hamacas, vocablo de origen antillano que seguidamente se incorporó a las grandes lenguas del mundo entero.

Los centros culturales taínos más desarrollados pueden localizarse en Puerto Rico y Haití donde se han descubierto objetos de alta calidad artística. Los taínos eras escultores dignos de atención; trabajaban con idéntica facilidad la madera y la piedra; sólo su cerámica demuestra relativa pobreza.

Los objetos más típicos son unos collares de piedra y unas piedras de tres puntas con variadísimas estilizaciones cuyo significado no se ha conseguido dilucidar. Se supone que se trata de ídolos llamados zemi. Se poseía a los zemi para avasallar a los espíritus de la naturaleza y de los antepasados; se le atribuían poderes excepcionales y por esa razón todo el mundo contaba por lo menos con uno; los zemi podían adoptar las más diversas formas; algunos eran relativamente grotescos, en ocasiones antropomorfos, otros representaban animales o plantas.

Entre los objetos de utilidad práctica merecen citarse diversas hachas monolíticas, uno de cuyos tipos volvemos a encontrar en la cultura tairona, al norte de Colombia.

Se apreciaba particularmente la madera. Los cronistas has descrito tesoros compuestos exclusivamente por objetos de madera. Los más famosos son unos asuntos de respaldos curvos, generalmente antropo-zoomorfos, que se denominaban dubos.

Algunos de estos dubos le fueron regalados a Colón. Se los destinaba invariablemente a personajes de alta categoría (figura 12). Es extraño el hecho de no haber hallado rastro alguno de arquitectura en el país taíno.

El juego de pelota, de origen mesoamericana, estaba muy difundido; con frecuencia se disputaban competencias entre aldeas diferentes. En ocasión del casamiento o de la muerte de un jefe se ejecutaban danzas ceremoniales, algunas de ellas acompañadas de cánticos.

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En cuanto a los caribes, que arribaron un centenar de años antes de la Conquista, casi no han dejado huellas de su paso. Se les atribuyen de buen grado hachas largas y redondeadas que su mayoría fueron halladas en la isla de Guadalupe.

SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

(Norte de Colombia)

Una peculiar cultura logró desenvolverse en el extremo norte de Colombia, en la región de Sierra Nevada de Santa Marta, aislada cordillera que alcanza considerables alturas. Esta cultura, conocida con el nombre de tairona, se destaca entre todas las de Colombia. Se han hallado aldeas completas, con notables construcciones de piedra: plataformas para la viviendas, plazas ceremoniales, puentes, aminos y depósitos de agua. La industria lítica es diversa y rica. Tal como acabamos de decir, ciertos tipos de hacha ceremonial presentan similitudes con las antillanas. En cerámica se desarrollaron las más variadas formas. La industria del oro se inspira en las formas vecinas de Panamá. Perduran las tradiciones precolombinas entre los actuales indios cogí, que utilizan objetos de las antiguas civilizaciones.

VENEZUELA

La arqueología de Venezuela es aún escasamente conocida. Gran parte de los objetos proviene de sitios próximos al lago Valencia, pero no hay duda de que falta descubrir muchísimos estilos. El del lago Valencia se caracteriza por estatuillas antropomorfas estilizadas en las cuales la cabeza es muy ancha con relación al cuerpo. Los pies han sido ensanchados para que los personajes se mantengan de pie (Fig. 13). Los colgantes de piedra, constituidos por laminillas muy delgadas, llamaron siempre la atención de los arqueólogos. Aún los usan los indios cogí o kaggaba de Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia) y, por ende, con toda probabilidad más al norte. Esto no debe causar asombro por cuento se trata de una misma área cultural que engloba por entero a la costa noroeste del continente.

Se observan algunas similitudes entre la alfarería del lago Valencia y ciertas urnas antropomorfas halladas en Santarem, en la confluencia del río Tapajoz y el Amazonas. Otros objetos provenientes de Santarem se distinguen por un tratamiento casi extravagante de detalles y formas que no se encuentra en ninguna otra parte. Sin embargo, determinados fragmentos de alfarería pueden compararse con motivos hallados en las Antillas.

CAPITULO III

EL AREA ANDINA

PERÚ Y BOLIVIA

Culturas preincaicas

Los cronistas nos enseñan relativamente poco acerca de las culturas peruanas anteriores a la de los Incas. Fueron, no obstante, muchas y sirvieron a los Incas. De trampolín para la edificaciones de su Imperio. La labor de los arqueólogos se ha visto favorecida en esta región, y especialmente a lo largo de la costa, por el clima desértico que preservó a través de los siglos hasta los objetos más frágiles.

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Los hallazgos han sido allí más abundantes y ricos que en cualquier otra región, de suerte que podemos formular un cuadro casi completo de las sucesivas culturas materiales de esos pueblos.

El Perú y los altiplanos bolivianos se dividen geográficamente en tres zonas:

1) La costa:

2) La Puna, vale decir altiplano;

3) Los valles entre las cordilleras y los valles transversales.

Todas las poblaciones, tanto del altiplano como de los valles, fueron agrícolas. Entre los pueblos peruanos encontramos sin excepción cierto número de característica comunes relativas a la agricultura.

Por ejemplo, todos removían la tierra mediante un palo para cavar, método muy primitivo que demanda, para resultar eficaz, un suelo fértil y una metódica distribución del agua. Ahora bien, todos los peruanos emplearon el sistema de irrigación por canales con una perfección casi absoluta.

Pese a que en su totalidad se dedicaron a análoga actividad básica, los antiguos pueblos peruanos elaboraron culturas muy diferentes entre sí. Nos limitaremos, principalmente con respecto a los más remotos, a mencionar aquellos elementos culturales cuya sucesiva aparición permite una cronología y las localidades que en apariencia alcanzaron mayor florecimiento.

En el capítulo relativo a la prehistoria nos hemos referido a Husca Prieta, sobre la costa norte, y a los concheros descubiertos en Ancón , valle de Chancay, en la porción céntrica del litoral. Son éstos los más antiguos vestigios de ocupación en el Perú.

Vemos surgir, inmediatamente después, pueblos mucho más evolucionados, constructores y alfareros, que decoraban sus obras con un motivo se difundió por un vasto territorio que englobaba el norte de la cordillera y la costa integra, y que se conoce como horizonte de Chavín por cuanto se manifiesta en forma más típica en una localidad que lleva ese nombre.

Chavín de Huantar está situada en un valle estrecho, sobre un afluente del Marañón (curso superior del Amazonas), al este de la cordillera blanca, región inhóspita con un área cultivable extremadamente restringida. Poseía empero, a juzgar por las ruinas, varios grupos de admirables edificios, el más notorio de los cuales, el castillo, constituye un conjunto de terrazas de varios pisos comunicados por intermedio de rampas y escalinatas; los lienzos de pared dejan ver hileras alternadas de piedras anchas y piedras angostas. Casi todos están decorados con representaciones de felino de una audaz estilización; entre otros, el famoso Lanzón, especie de menhir prismático. Los escultores de Chavin eran muy hábiles; aplicaban dos técnicas: el grabado y el champlevé. En Cupisnique, lugar del norte de la región litoralense, la alfarería presentaba la misma decoración con el motivo de felino estilizado; ya se elaboraban en esta localidad las vasijas con asa, en forma de estribo, que se utilizaron en dicho litoral hasta la llegada de los españoles; las casa se construían de piedra o adobes, modelados manualmente y de diseño cónico; los habitantes lucían adornos de turquesa o de concha y poseían espejos de antracita; se deformaban el cráneo y pintaban de rojo las osamentas de sus muertos; el único metal que se conocían en Cupisnique era el oro. Al sur de la región litoralense, también proporcionaron las tumbas de Paracas- Cavernas, vasos pertenecientes al horizontes de Chavin.

El horizonte Blanco sobre Rojo que engloba culturas posteriores a las de Chavin, se extiende a lo largo de las costas norte y central y por las regiones andinas septentrionales. Ha evolucionando la técnica de decoración de la alfarería: los motivos están pintados en blanco sobre el fondo rojo de la cerámica. Esta técnica se adoptó en Salinar, al norte de las región litoralense. Se encontraron asimismo en Salinar los primeros ejemplos de la aleación de oro y cobre.

En tanto que la decoración de los objetos del horizonte Blanco sobre Rojo se obtenía directamente, la correspondiente al “horizonte negativo” se lograba mediante un proceso indirecto, el batik. Geográficamente el horizonte negativo se superpone al horizonte de Chavin; cronológicamente, sucede al horizonte de Chavín; cronológicamente, sucede al horizonte Blanco sobre Rojo. La cultura de Virú, localidad situada en el valle de igual nombre, al norte de la costa, representa una de las más características de ese estilo; también allí se comienzan a hallar algunos objetos de cobre.

Mencionaremos aquí la cultura de Recuay, a la vez contemporánea de las acabamos de mencionar y de las siguientes. En esta localidad, emplazada sobre los río Santa superior, en el Callejón de Huaylas,

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se han encontrado construcciones subterráneas, estatuas de gran cabeza y cerámicas cuyo decorado “negativo” ilustra escenas de la vida cotidiana.

Cronológicamente, aún se sucedieron en el Perú otros tres “horizonte” hasta la llegada de los españoles. El horizonte de Tiahunaco se caracteriza por los motivos de la famosa Puerta del Sol que se diseminaron por casi todos los Andes centrales. El horizonte Negro-Blanco-Rojo presenta cerámicas decoradas con diseños geométricos que encontramos por doquier en la extensión de la costa y en las regiones andinas septentrionales. El último horizonte corresponde a los incas y le consagraremos un capítulo especial.

Se supone que las culturas comprendidas en el horizonte negativo se prolongaron hasta aproximadamente el año 600 de nuestra era. En ese momento, los diferentes pueblos del Perú disponían por entero de sus medios de desarrollo: había una arquitectura monumental, un perfeccionamiento técnico de las artes menores; los tejidos, la cerámica y la metalurgia dan fe de ello. Comienzo entonces la época llamada clásica.

Sin embargo, a partir de las postrimerías del horizonte negativo se advierte hasta tal punto las peculiaridades locales que resulta imposible estudiar las culturas posteriores dentro de grandes áreas culturales. Debemos seguir la evolución en cada región geográfica en particular.

Costa norte. La costa norte comprende íntegramente los valles desde Piura hasta Casma; son los más importantes los de Lambayeque, Chicama, Moche, Virú y Chimbote. El arte de la costa norte se conoció durante largo tiempo con la denominación genérica de Chimu: es el nombre del imperio que dominaba en esos parajes en el momento de la expansión incaica. Pero el estudio comparativo de los objetos y las excavaciones estratigráficas han demostrado la existencia, en esta porción de la costa, de otras culturas anteriores, de las cuales ya hemos mencionado tres, previas a la época clásica.

Durante la época clásica, por su parte, la costa norte presenció la sucesión de dos estilos: el chimu antiguo o mochica y el chimu propiamente dicho.

Los pueblos mochicas ocuparon los valles de Pacasmayo, Chicama, Moche y Virú. Su cultura duró unos quinientos años en el curso de los cuales pueden distinguirse cuatro fases distintas. Hacia el final el estilo oriundo de Lambayeque se impuso en las regiones vecinas.

Las principales construcciones mochicas son la Dacha del Sol y la Dacha de la Luna, en Moche; la primera constituye el edificio mayor y uno de los más importantes de toda la costa. Se trata de una pirámide de 23 m de altura y 103 m de base, construida sobre el lado sur de una terraza de 228 m de largo,136 m de ancho y 18 m de elevación, a la cual se sube mediante escaleras laterales. Las obras de arte de los mochicas no son menos notables que su arquitectura; en Ascope construyeron un acueductos de 1.400 m de largo y 15 m de altura; en el valle de Chicama uno de sus canales de irrigación mide por los menos 120 kilómetros.

Las tumbas han proporcionado la mayor parte del material arqueológico merced al cual es dable reconstruir la historia de ese pueblo. Se han hallado allí más de cien mil vasijas de fina cerámica y de excelente punto de cocción. Un número que excede a la mitad presenta la famosa asa en forma de estribo(fig.14) que apareció por primera vez en Cupisnique. Las alfareras - la fabricación de la cerámica se reservaba exclusivamente a las mujeres - lograron, haciendo gala de un asombroso sentido artístico, verdaderas obras de arte; empleando simultáneamente pintura y relieve, decoraron sus vasijas con infinita variedad de temas, representaciones de personajes: guerreros, prisioneros, músicos, enfermos de cuerpo deforme, pintados con un realismo tan preciso que fue posible establecer sobre la base de esos vasos una lista de los males que castigaban a la región; representaciones de animales: llamas, serpientes, peces, aves, insectos, crustáceos,; plantas, como el maíz o la judía, la guaba o un tubérculos diversos; representaciones con abundantes personajes, escenas de caza, de guerra o de danza.

Hallamos asimismo gran cantidad de cabezas – retratos más o menos realistas; los artistas dotaron a algunas de un carácter semi-humano, semi-animal; hay además escenas simbólicas tales como la lucha del hombre contra ciertas fuerzas maléficas. A fines del período mochica, la decoración geométrica se hizo frecuente. Todos esos motivos, de una riqueza y variedad extremas, debieron encerrar un sentido simbólico que desgraciadamente se nos escapa.

No hay inscripciones que nos puedan ilustrar: ni los mochicas ni, por otra parte, pueblo alguno de la región sudamericana de continente poseían una escritura jeroglífica. Su vida, empero, no nos es completamente desconocida: un antiguo cronista, Garcilazo de la Vega, descendiente de la familia incaica, describió el periodo previo al de los inca y, aun cuando no cita específicamente a los mochicas, es evidente que a ellos se refiere. Su texto nos da una cantidad de detalles interesantes,

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especialmente en lo que respecta a la religión. Adoraban – dice – cuanto veían en la naturaleza: las hierbas, las plantas, las flores, los árboles; las montañas, las cavernas, las rocas; los tigres, los osos, los gatos, los simios, los cóndores, las águilas, los buhos, los murciélagos, las serpientes, los lagartos, los sapos; otros adoraban el aire, el fuego, la tierra, los de la costa rendían culto a las sardinas, a los cangrejos..., a cualquier pez, nada había sobre la tierra que no adorasen, concluye Garcilazo.

Los chimúes sucedieron a los mochicas en la costa norte hacia el año 1200. Con ellos entramos en la época casi histórica. Cabello Balboa, que escribió entre 1576 y 1586, ha narrado leyendas relativas a su origen.

Sus balsas los habrían trasladado desde tierras desconocidas hasta la costa, cercana al río Lambayeque, cuyo nombre era entonces Faquiallanga. Tenían por gran jefe a Naymlap, fundador de la dinastía de los chimúes, su esposa era la bella Ceterni, hecho que no le impedía tener consigo muchas otras mujeres. Estaba rodeado de una verdadera corte de dignatarios donde cada uno asumía una función determinada: Pita Zofi daba el toque de llamada con un caracola; Ninacolla era responsable del trono y de la litera en la que se transportaba al soberano; Ninagentue, el sumiller, llevaba la copa del monarca; Fonga Sigde echaba polvo de concha en el camino del Señor; Occhocalco tenían a su cargo la cocina; Xam los afeites, en tanto que Llapchililli confeccionaba túnicas y vestimentas de pluma; por último, Ollopcópoc preparaba los baños. Algunas de estas escenas figuran en la cerámica: el Museo del Hombre, de París, posee un vaso chimú en el que se ve el traslado de un dignatario en una especie de hamaca.

El centro del Imperio chimú, Chan Chan, algunos kilómetros al norte de Moche, fue una considerable metrópoli en la cual ciertos edificios estaban decorados con motivos geométricos esculpidos. Estaba completamente edificada con adobe, de suerte que las lluvias, a pesar de ser escasas en la región, la han destruido en gran parte.

La organización social de los chimúes han debido ser mucho más estricta que la de los mochicas, quienes vivían dispersos. En ese clima quienes vivían dispersos. En ese clima tórrido, las moradas estaban siempre abiertas; sin embargo, el roo era raro por cuento se le reprimía severamente.

Sorprendido in fraganti, el culpable era ahorcado en la plaza pública y con él sus cómplices. Si no se conseguía descubrirlo se colgaban de un poste espigas de maíz; era la señal de sacrificios a la Luna y a las dos estrellas llamadas Pata a las que se suplicaba hicieran justicia.

También se condenaba con la pena de muerte a las mujeres adúlteras y a las vírgenes impuras. Ante una gran concurrencia y, eventualmente, con la asistencia de otras vírgenes, se empujaba a la culpable a un precipicio. Los cuerpos de los condenados se ofrecían a las aves de rapiña que, según se creía, los repartían a los demonios, Representase escenas de este tipo en vasijas con forma de montañas de varios picos, en lo alto de los cuales un personaje de cabello suelto está tendido boca abajo. Otro motivo frecuente es el personaje atado con ligaduras a un árbol, y una o varias aves carnívoras que lo devoran.

La cerámica chimú respeta las tradiciones mochica y demuestra cierta preferencia por el vaso doble y la cerámica negra.

En tiempos de los chimúes la metalurgia alcanzó su apogeo su apogeo en la costa norte del Perú. Trabajaron el cobre, el bronce, el oro y la plata e incluso latumbaga, aleación de oro y cobre.

Uno de los hallazgos más sensacionales ha sido el del tesoro de Illimo, en las cercanías de Lambayeque.

Junto a muchos vasos de oro, trabajados los unos según la técnica del repujado, los otros incrustados de turquesas, se encontraron tres ídolos casi idénticos, pero de tamaño diferente, el mayor de más de 40 cm de altura. Estos ídolos configuran un personaje de tocado semi-circular, ricamente decorado

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Con motivo en filigrana, de pie sobre una especie de hacha o cuchillo en forma de medialuna. Se supone que el personaje representado es el jefe Naymlap.

Los mitos chimúes atribuían la creación del hombre a cuatro estrellas dos de ellas habían concebido a los caciques y nobles, los restantes a las gentes comunes. También eran las estrellas quienes nutrían a la humanidad haciendo germinarlos granos en los campos, y por esa razón se contaba el año a partir de la aparición de tal o cual estrella en el firmamento. No obstante, la principal divinidad era la Luna, considerada más poderosa que el Sol porque se ve de noche y de día. Se le ofrecían en sacrificio niños de cinco años y se le hacían dones de chichas y de frutas. Los indios de Pacasmayo le levantaron un templo, al que llamaban “Hacha Sian”, su casa. Se le consagraban ciertas vírgenes a las que se tenía tan grande estima que sólo los reyes podían desposarlas

Los chimúes veneraban igualmente a determinadas piedras, que denominaban “Alec Pong”, que significa “dios en la piedra”. Las consideraban antecesores suyos, así metamorfoseados por el Sol que, enfurecido un día por la muerte de su esposa, quiso vengarse con la humanidad; más tarde, recuperando sentimientos más justos, ese mismo Sol había permitido que cada familia veneraba la piedra que representaba su origen.

Cuando las epidemias o las penurias causaban estragos, los chimúes creían que sus dioses estaban coléricos; se esforzaban entonces por apaciguarlos mediante el ayuno y la continencia.

Costa Central, Los valles principales de la costa central son los de Chancay, Rimac y Lurin; lima, capital del Perú en nuestros días, está situada en el valle del Rimac. En esta porción de la costa, la primera parte de período clásico, al que denominamos la Lima temprana, no presenta características particularmente locales, a no ser por un pez convencional, que deriva probablemente de un motivo textil. Pero, con posterioridad, casi al propio tiempo que el Imperio Chimú, al norte, se desarrollan dos centros importantes: Ancón y Pachacame.

Ancón está emplazado en el valle de Chancay; ya hemos manifestado que habitó esta zona una población muy antigua: constituye asimismo uno de los mayores cementerios del Perú clásico. Gran

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parte de los tejidos peruanos que se conservan a los museos del Viejo y Nuevo Mundo provienen de las tumbas de Ancón, de las cuales se han abierto millares. En cuanto a la cerámica conocida con el nombre de Chancay, está hecha con barros rojizos o amarillentos, relativamente livianos y casi siempre porosos; los vasos son por lo general ovoideos, de boca angosta; el decorado se compone de líneas onduladas, de franjas verticales, de motivos en damero o de guisantes pintados. Aparte de los vasos se encontró una serie de llamas modeladas bastante estilizadas.

Pachacame constituía un centro religioso que subsistió hasta la época incaica. Su cerámica es distinta a la de Ancón; parece haber sufrido la influencia del arte del altiplano. Dado el estado actual de las investigaciones es difícil formular juicio acerca de la exacta importancia de esta localidad; serán necesaria nuevas excavaciones.

Costa sur. La porción sur de la costa se extiende desde el río Mala hasta el río Lomas. Los sitios arqueológicos más conocidos se encuentran en los valles de Pisco, ica y Nazca, pero falta explorar una cantidad de valles menores.

Entre las culturas de esta región que alcanzaron pleno desenvolvimiento, sobresale al parecer la de Nazca, aun cuando continúa siendo un enigma la ausencia de toda arquitectura en el valle del río Grande, donde se encuentra este sitio. La alfarería y los tejidos de Nazca son de una calidad inigualada hasta aquel entonces

De cincuenta años a esta parte, se han abierto cantidades de tumbas que datan de aquella época. Los cementerios de Nazca bordean los valles, en un terreno arenoso que han conservado perfectamente el contenido de todas las tumbas. Éstas han sido cavadas en forma de botella, cuyo cuello puede considerarse representado por un pozo cilíndrico o cuadrangular y la panza por una cámara mortuoria abovedada o rectangular; algunas de las tumbas están consolidadas por dentro mediante postes de madera. Los cadáveres se han encontrado envueltos en muchas mantas y con los miembros flexionados. Los rodeaban diversos objetos funerarios y abundantes cacharros; se han extraídos millares de ellos.

La cerámica de Nazca (fig.15) cada tiene en común con la de la costa norte. El relieve se limita a algunas protuberancias y sirve meramente para subrayar el diseño. La pintura es policroma y los colores más empleados son el rojo, el amarillo, un gris acerado, el marrón, el violeta, el negro y el blanco. La decoración es generalmente simbólica. Junto a motivos tales como plantas, frutos, peces o serpientes, se encuentran escenas con abudantes personajes o animales, difíciles de interpretar. Citemos entre las representaciones favoritas a un personaje con máscara de felino, a menudo denominado gato-demonio, comúnmente coronado por una serpiente erizada de espinas, otro demonio que lleva un báculo lleno de púas y un personaje-pájaro. Casi todos los personajes sostienen en la mano cabezas-trofeo, algunas veces realistas, otras veces estilizadas. Algunas vasijas ofrecen la forma de cabezas-trofeo rodeadas por una honda. De la decoración de una vasija puede deducirse que era conocida la reducción de cabezas, que todavía se practica entre los indios jíbaros.

Tanto en materia de tejido como en la alfarería, el nivel artístico era extremadamente elevado en Nazca. No sólo encontramos telas de algodón, sino también de lana de llama o de vicuña, lo que prueba que se habían establecido intercambios comerciales entre el valle de Nazca y las regiones frías.

Las técnica más frecuentes eran el bordado y la tapicería; pero existen asimismo tejidos pintados , de gran belleza, y gasas ornadas por personajes humano, aves, peces y flores.

El único metal que se trabajaba en Nazca era el oro; la técnica era la del martilleo, a vecs con motivos grabados.

Los tejidos también constituyen la gloria de la necrópolis de Paracas, situada no lejos de Paracas-Cavernas, lugar al que ya nos hemos referido. Sería aventurado decir que es más antigua que Nazca; pertenece de todos modos a la época clásica. Las tumbas son verdaderas casas subterráneas cuyos muros de piedras pequeñas y adobe alcanzaban en oportunidades un espesor de 30 a 40 cm. En 1925, descubriéndose allí cuatrocientos veintinueve momias, de las cuales sólo algunas han sido estudiadas hasta la fecha. Gran cantidad de cráneos presentaban evidencias de trepanación. Se habían depositado en las tumbas, hachas de piedra, monos, osamentas de llama, judías, maíz, algodón y maníes.

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Son realmente excepcionales las piezas de tela en que estaban envueltas las momias. La mayor mide más de 30 m. Se han encontrado mantos, túnicas en forma de ponchos, turbantes, ricamente bordados con diseños multicolores como no se ven en ninguna otra parte del Perú.

El altiplano. Entre los sitios arqueológicos de los Andes, el más célebre es Tiahuanaco, después de Cuzco, al que habremos de referirnos a propósito de los Incas. Fue descrito, recién iniciada la Conquista, por el cronista Cieza de León, como uno de los más importantes centros culturales. Se lo tenía por un lugar muy antiguo y venerae, asiento de Con Tici Viracocha, creador del mundo; se decía que este dios habría surgido de una laguna de la provincia de Collasuyu, sin duda el lago Titicaca, y en Tiahuanaco había creado el Sol y la Luna, las estrellas, el cielo y la Tierra.

Tantas leyendas rodean este sitio que debió pasar largo tiempo antes de situarlo exactamente en el lugar que ocupa dentro del proceso evolutivo de las culturas sudamericanas; en un principio se lo consideró el punto de partida de todas, y algunas arqueólogos no vacilaron en atribuirle más de diez mil años. La verdad es enteramente distinta. Es exacto que los monumentos de Tiahuanaco son más antiguos que los de los Incas, pero no existe la menor posibilidad de remontar su origen más allá del siglo XI o XII de nuestra era. En lo relativo a las gentes de Tiahuanaco se ha cometido idéntico error que con respecto a los toltecas de México, al juzgarlos como los primeros civilizadores cuando sólo representaban un eslabón de una larga serie de transformaciones cuyos comienzos datan de fecha anterior a la época histórica.

Cuando las culturas costaneras del Perú alcanzaban su apogeo, Tiahuanaco se manifestaba solamente por un cerámica algo tosca, decorada con motivos geométricos pintados, cuyas formas principales eran una escudilla abierta y una especie de botella de largo cuello: se conoce este estilo con el nombre de Tiahuanaco antiguo. El verdadero florecimiento de Tiahuanaco pertenece a una época posterior.

Las ruinas de esta metrópoli se encuentran más o menos 24 km al sur del lago Titicaca, a 3,90.00 m de altura; abarcan 1.000 m en dirección este-oeste y 450 en dirección norte-sur.

Se distinguen allí cuatri grupos de edificios. A un costado del Acapana, montículo natural de 15 m de altura, transformado en una suerte de fortaleza, se alza el Calasasaya, vasta construcción de 135 por 130 m, cercado por enormes bloques monolíticos similares a los menhires. Una escalinata de seis gradas conduce a un patio de 60 por 64 m, en el centro de la plaza. Al pie del Calasasaya fueron hallados la famosa Puerta del Sol, uno de los monumentos más notables de toda la América antigua, y muchos monolitos esculpidos.

Al oeste se yergue el palacio; al este, una construcción semi-subterránea, célebre por una serie de cabezas antropomorfas embutidas en el muro.

Tiahunaco constituía sin duda un centro religioso. Se supone que la principal figura esculpida en la gran puerta es la imagen de la divinidad Viracocha; está de pie, con la cabeza circundada por rayos que representan cabezas de felinos y serpientes; en cada mano tiene asido un cetro cuyo extremo lleva una escultura en forma de cabeza de cóndor; lo rodean tres hileras de personajes en marcha; los del medio lucen máscaras de cóndor.

Los relieves de la Puerta del Sol fueron copiados por los otros artistas del altiplano. La alfarería se difundió entre ellos: se encuentran tales motivos en los cubiletes de los Andes centrales; el felino, más realistas que el de Chavín, es modelado en muchos vasos. Los motivos degeneran más adelante y aparecen en casi todo el Perú, tanto en la costa como en las regiones montañosas.

El imperio incaico

Cuando los incas entraron en escena las demás culturales andinas habían alcanzado su apogeo; pero, en el curso de tres o cuatro siglos, fundaron un imperio que maravilló a los conquistadores españoles y es aún hoy un fascinante motivo de controversias.

Algunos pretenden ver en él un Estado socialista, otros un absoluto despotismo, y todos se basan en hechos concretos.

En efecto, los incas llevaron a la practica el principio fundamental del socialismo: entre ellos no existía la propiedad privada sobre los medios de producción. No obstante, la tres clases que componían su sociedad y a las que podríamos designar perfectamente con los términos de clero, nobleza y estado llano, estaban separadas por divisiones por lo menos tan infranqueables como las de Francia ante de la Revolución de 1789. Los incas autócratas por derecho divino, cuyo absolutismo equivalía al del Rey

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Sol, emplearon en sus empresas imperialistas métodos tales como las deportaciones en masa, que carecen de ejemplos en el Viejo Mundo anterior a nuestra propia generación.

A raíz de estudios recientes se ha establecido que el pleno florecimiento de la cultura incaica duró apenas un centenar de años, desde mediados del siglo XV de nuestra era hasta la llegada de los españoles. Los doscientos o doscientos cincuenta años que precedieron, corresponden arqueológicamente a una cultura denominada “Inca antigua”, que presenció la sucesión de los ocho primeros monarcas.

Al principio , el Inca sólo era el jefe de una familia, o de un clan que había adquirido preeminencia dentro de una tribu. En cadena interrumpida, los incas fundaron nuevos clanes, acrecentaron su poder y mantuvieron relaciones amistosas con las tribus o clanes locales, mediante uniones matrimoniales con sus jefes, o mediante promesas de territorios.

Las verdaderas conquistas militares no comenzaron sino hasta alrededor de 1445 con la ocupación de Tiahucanaco y la región del lago Titicaca. Las otras conquistas tuvieron lugar después de 1470. Sólo se interrumpieron con la llegada de los españoles. El imperio se extendía entonces desde el río Ancasmayo, al sur de Colombia, hasta el río Maule en Chile, vale decir de los 2º de latitud norte a los 34º de latitud sur, y abarcaba en total cerca de 4.000 kilómetros.

Este inmenso imperio fue fruto del esfuerzo de doce soberanos, de los cuales históricamente se conoce mejor a los cuatro últimos.

Trátase de: 1) Manco Cápac; 2) Sinchi Roca; 3) Lloqui Yupanqui; 4) Mayta Cápac; 5) Cápac Yupanqui, 6) Inca Roca; 7) Yáhuar Huaca; 8) Viracocha; 9) Pachacuti Inca Yupanqui (1438-1471); 10) Topa Inca Yupanqui (1471-1493); 11) Huayna Cápac (1493-1525); Huáscar y Atahualpa (1525 –1532).

El inca era simultáneamente el jefe civil, religioso y militar del Estado. Su supremacía se apoyaba en el culto del Solo a quien encarnaba en la Tierra. Puesto que tenía carácter divino, no podía establecer los contactos ordinarios con los seres humanos por esa razón su esposa oficial era obligatoriamente, disponía a su antojo de las vírgenes consagradas al culto del Sol, que vivían en una especie de convento. Nadie se acercaba al Inca sino con los pies desnudos. Su traje armonizaba con su origen divino: vestiduras de lana de vicuña, cetro con cruz de plumas; sólo utilizaba utensilios de oro o plata. Cuando moría se conservaba su momia en el Cuzco, en el templo peruano de mayor magnificencia, el templo del Sol.

Para los fines administrativos, el imperio de los incas se dividía en cuatro provincias o suyu: Conti-suyu, Colla-suyu y Chincha-suyu. Esta partición en cuatro, que quizás corresponda a los cuatros puntos cardinales, se remonta hasta épocas anteriores a los incas; se atribuye a los aymará. En cambio, la división de la capital en dos secciones, Hanan –Cuzco o Cuzco superior y Hurin-Cuzco o Cuzco inferior, es incaica. La mitad del imperio constituida por Conti-suyu y Colla-suyu guardaba relaciones espirituales con Hurin- Cuzco; la otra mitad con Hanan-Cuzco.

Cuatro rutas que partían de la capital central la unían con los lugares- clave de las cuatro suyu y con los puntos más distantes del imperio. Tales carreteras se extendían en línea recta de un punto a otro, cualquiera que fuese el relieve del terreno. La extensión de la red caminera causó a los conquistadores españoles aun mayor sorpresa cuando apreciaron el hecho de que todos los transportes se hacían por medios humanos. A lo largo de las rutas se alzaban, en intervalos regulares, albergues o tambos, destinados a hospedar a los escasos viajeros. Pero estos caminos eran utilizados principalmente por los correos encargados de transmitir las comunicaciones vinculadas con el servicio administrativo. Los incas organizaron un sistema de postas ultra- rápido, mediante una especie de carrera de relevo. El servicio se aseguraba utilizando chasquis, que se elegían entre los corredores más veloces y que se estacionaban en postas escalonadas a lo largo de los derroteros. El chasqui portador de un mensaje partía en carrera por la ruta que conducía al destino indicado; debía recorrer íntegramente la distancia que lo separaba de la posta inmediata, sin darse respiro; no bien llegaba al relevo, uno de los corredores allí estacionados tomaba conocimiento del recado y partía instantáneamente a gran velocidad hasta la posta próxima y así sucesivamente. Por este medio las órdenes de las próxima y así sucesivamente. Por este medio las órdenes de las autoridades centrales llegan a los funcionarios de las provincias en corto tiempo; se requerían menos de dos días para unir a Cuzco con la costa.

Cada una de las cuatro suyu estaba gobernada por un cápac o apo elegido obligatoriamente entre los parientes inmediatos del Inca. Los cuatro Cápac formaban el consejo supremo del Inca; gracias a ellos el poder central podía ejercer un control muy estricto sobre todos los rincones del imperio.

En lo concerniente a la escala local, la población estaba repartida en muchas tribus que comprendían por separado muchos clanes a ayllu. Dentro de los ayllu se adoptaba el principio patrilineal. Los

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miembros de un mismo clan se consideraban unidos por consanguinidad: El ayllu constituía una unidad tanto económica como religiosa; lo regía un curaca que asumía las funciones de juez supremo y tomaba el mando en tiempos de guerra.

También tocaba a las autoridades locales distribuir los trabajos manuales entre los diversos elementos de la población. Asignábaseles por separado una tarea precisa: correspondía a unos el trabajo del campo a otros la construcción de terraplenes; algunos se destinaban al mantenimiento de las rutas, o a la caza de aves. Con el fin de facilitar esta conscripción civil, los hombres se empadronaban en clases, según la edad. Por ejemplo, en la provincia de Pacaxe había seis clases: la primera comprendía a los niños entre cinco y diez años; la segunda a los adolescentes entre diez y veinte; la tercera abarcaba a los hombres de veinte a veinticinco años; la cuarta de veinticinco a treinta; la quinta de treinta a cincuenta; n la sexta figuraban todos aquellos que habían pasado la cincuentena.

Aquellos que trabajaban en las empresas públicas eran mantenidos, junto con sus familias, por el Estado. Asimismo recibían el sostén del Estado las familias cuyo jefe servía en el ejército. Pues, con el fin de cumplir con éxito sus ambiciosos proyectos de expansión, los incas debieron sostener un ejercito numeroso y bien disciplinado. El servicio militar era obligatorio y se estima que la décima parte de la población estaba constantemente en armas. Los pertrechos consistían en arcos y flechas, propulsores, hachas de bronce, rompecabezas de madera, bronce o piedra. Los combatientes usaban casco y se protegían con tahalíes.

Las expediciones guerreras se preparaban con esmero. Comenzábase por una compaña de propaganda en los territorios codiciados. Se demostraba a las poblaciones los beneficios de la administración incaica, se hacían esfuerzos para convertirlas al culto del Sol. Si fracasaba la persuasión, invadíase militarmente el país. Producida la Conquista, se procedía a la anexión de la provincia. Por regla general, se mantenían en vigencia los clanes locales, pero se los debilitaba al hacerlos depender de la autoridad administrativa de los incas, imponiéndoles el culto del Sol y el empleo de la lengua de los conquistadores, el quichua. Los hijos de los jefes locales eran trasladados al Cuzco en calidad de rehenes y allí recibían una educación adecuada a su categoría. De este modo, los incas se aseguraban súbditos sumisos por doquier. En aquellos casos en que, pese a todas estas precauciones, se hacía sentir una resistencia local, transplantábase a la población entera a regiones alejadas del imperio: era lo que se llamaba el sistema del mitimac.

Tres clases integraban lo sociedad incaica, todas ellas sometidas al Inca. En su condición de gran sacerdotes del Sol, el Inca encabezaba la Jérica religiosa. Existían muchas categorías de ministros religiosos: adivinos, hipnotizadores, sacrificadores. Algunos de ellos, llamados amauta, tenían la exclusiva misión de transmitir las tradiciones a los jóvenes nobles. Hacían uso de una escritura pictográfica.

La nobleza, clase de la cual provenían todos los funcionarios y delegados de los Incas, así como los oficiales del ejército, comprendía en primer lugar a los miembros de la familia del Inca; se asimilaban a ella los antiguos jefes de las naciones sometidas y sus descendientes; pero jamás se les atribuía cargos importantes. Los nobles llevaban grandes orejeras de madera, motivo por el que recibieron de los españoles el mote de orejones.

Existía, junto a las clases dirigentes, una casta indefinida: la de los yanaconas. Tratábase probablemente de esclavos con características de libertos, elegidos entre los prisioneros de guerra, los criminales, las gentes comunes y los hijos de otros yanaconas. Mantenían relaciones muy íntimas con sus amos a quienes estaban encargados de proteger; administraban las tierras dependientes del Templo del Sol y también se ocupaban de los almacenes que los incas instalaban en distintos puntos del imperio.

Los orejones y los curaca podía, igual que el Inca, tener muchas mujeres. En cambio, en lo que respecta al pueblo, la monogamia era rigurosa. El hombre corriente no estaba autorizado para contraer matrimonio antes de la edad de veinticuatro años. Al casarse recibía del curaca de su clan una vivienda y una pequeña porción de tierra que bastaba para el sustento de marido y mujer y que se aumentaba a medida que nacían los vástagos. Estas propiedades, de usufructo individual, no eran transmisibles por herencia.

El pueblo suministraba íntegramente el material humano, civil y militar del estado incaico. Aparte de las expediciones militares, la ocupación principal era el cultivo del suelo; sólo se exceptuaba a los individuos que ejecutaban ciertos trabajos de artesanía: Orfebres, alfareros, tejedores. Las tierras se dividían, según un plan riguroso, en tres secciones que correspondían al sistema de castas vigente: las rentas de la primera sección se destinaban al culto del Sol, las de la segunda al Inca y su familia; por último, el producto de la tercera pasaba a la comunidad.

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Los intercambios comerciales se efectuaban sobre la base del trueque en innumerables mercados locales. Desconocíase la moneda. Sin embargo, los incas habían ideado un sistema numérico decimal, especie de auxiliar mnemotécnico que permitía llevar una contabilidad. Era el sistema de los llamados quibus.

Consistía en determinada cantidad de cordones delgados que pendían de un cordón principal y en los cuales había nudos que indicaban, según su tipo y posición, las unidades, las decenas, las centenas o la unidades de mil. Los quipu camayu, vale decir los funcionarios encargados del establecimiento de los quipus, dirigían verdaderos archivos y comunicaban al Gobierno el resultado de los censos y las diferentes estadísticas.

La civilización incaica, tan avanzada en el perfeccionamiento de gran número de instituciones políticas y sociales, sólo dio origen a un arte relativamente pobre. Carece, literalmente, de escultura en piedra, que encontramos abundantemente en la mayoría de las culturas andinas.

La técnica incaica únicamente dio muestras de auténtica superioridad en la arquitectura. Los monumentos del Cuzco están compuestos por bloques megalíticos de muchas tonelada de peso, tallados en ángulos irregulares, pese a lo cual encajan perfectamente unos en otros. Este tipo de

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arquitectura, extremadamente resistente (ningún temblor de tierra ha conseguido derribarla) se empleaba para la construcción de fortalezas como Sacsahuaman. Otras plazas fuertes se erigían en lugares de difícil acceso, por ejemplo, Macchu Picchu, que domina una parte del valle del Urubamba.

En cuanto a las artes menores, es posible hablar de un horizonte incaico: se han encontrado ciertos tipos idénticos en regiones muy alejadas entre sí hecho que permite colegir que todas esas regiones se hallaban sujetas al dominio inca.

El objeto más difundido en cerámica es el arríbalo, especie de ánfora de fondo cónico, con dos asas laterales y, por lo general con una cabeza de puma en relieve (Fig.16). Después del arríbalo, constituyen los tipos más frecuentes unos platillos que tienen a modo de asas una cabeza de pato o dos pequeñas protuberancias, y unos vasos con pie, provistos de un asa horizontal y chata; la calidad de la cerámica es a menudo excelente. El kero, cubilete de madera con pintura que habitualmente representan escenas en la que figuran muchos personajes, es típico de los incas; perduró hasta la época colonial. Es menos frecuente la pakcha, otro recipiente de madera; tiene una forma cilíndrica con un largo mango horizontal. Citemos, entre los objetos de piedra, ciertos recipientes generalmente cilíndricos, que a veces ostentan serpientes en relieve, y las unku, lámparas con forma de llama o de alpaca.

En materia de tejido, los incas siguieron las técnicas usuales en la costa, con cierta preferencia por la tapicería.

Análogamente a casi todas las religiones americanas, la profesada por los incas poseía un héroe civilizador, Viracocha, que recuerda bastante al Quetzalcoatl mexicano. Lo mismo que en este último, venerábanse en Viracocha diversos atributos: era simultáneamente el creador y el dios Sol.

Sólo un reducido número de divinidades estaban personificadas.

Parece que los pueblos subyugados continuaron adorando, aún después de su incorporación al imperio, sus propios dioses, y que éstos fueron, en cierta medida, adoptados por los incas como divinidades inferiores. Representaban a los diferentes elementos de la naturaleza, el trueno, el arco iris, determinadas rocas, todo aquello que salía de lo normal. Había un dios de la tempestad que lanzaba el rayo con su honda, una divinidad que almacenaba el agua en sus recipientes y podía derramarla o retenerla a su capricho.

La dacha era una fuerza misteriosa y sobrenatural que ejercía gran influencia sobre la suerte de los humanos. Cualquier persona, inclusive cualquier objeto, podía ser habitado por una dacha. Constituía el espíritu protector del clan y también un fetiche individual (conopa). Tenía la facultad de transmitirse en herencia de padre a hijo. El clan que tuviera el sol como dacha estaba particularmente bien protegido. Todavía desempeña la dacha una función en la población actual, pero ha perdido su sentido primitivo.

Los templos se distinguían de las viviendas tan sólo por sus dimensiones más vastas, pero junto a ellos se levantaban por lo general los intihuatana, conos de piedra de escasa altura, y la sombra proyectaba por éstos parece haber dado lugar a diversas interpretaciones.

Las ceremonias religiosas se celebraban a razón de una por mes; las más relevantes eran las de año nuevo y las de los solsticios. La muerte de u jefe, la entronización de un nuevo Inca, la iniciación de los jóvenes, una partida a la guerra, servían de pretexto para otros tantos festejos. En ocasión de las cosechas, se quemaban espigas de maíz o patatas.

Todos los clanes se reunían con motivo de la gran fiesta anual de Sitúa, cuya finalidad era librar a la capital de flagelos; cuatrocientos guerreros se dispersaban en dirección a los cuatro puntos cardinales y se metía con armas y todo en el primer río que encontraban. A su paso, la gente salía de sus morada para practicar abluciones.

El ritual comprendía ofrendas de plumas y de conchas destinadas a calmar la cólera de las divinidades de la lluvia y de la tempestad, de hojas de coca o de chicha, bebida embriagadora a base de maíz. A menudo se sacrificaban animales, salvo algunos de carácter totémico, tales como el puma y el cóndor.

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Las inmolaciones humanas, reservadas a las ceremonias de entronización de un nuevo Inca, eran relativamente raras.

ZONA SEPTENTRIONAL

El mosaico colombiano

Colombia, con el Ecuador en el costado sur, se interpone como una cuña entre el Perú y la América Central. Esta situación geográfica explica el aspecto un tanto híbrido de sus antiguas culturas, que fueron influidas por ambas áreas. Recorren el país de sur a norte dos grandes ríos, el Magdalena y el Cauca, que dividen a los Andes en tres cordilleras paralelas, a lo largo de las cuales han debido penetrar elementos extraños. Apartándose de esas rutas naturales nos encontramos en un inextricable sistema de quebradas interandinas, de acceso a menudo muy difícil, donde se han desarrollado culturas autóctonas.

Colombia ha representado durante largo tiempo la gran incógnita de la América precolombina. No hace más de una decena de años que se explota el país de manera sistemática. Todavía no se ha realizado excavación estratigráfica alguna y, por consiguiente no existe una cronología absoluta. Dado el estado actual de los estudios, sólo nos es posible describir las distintas culturas, yuxtaponiéndolas, sin intentar ordenarlas cronológicamente.

Una de las más interesantes es, sin duda, la que se designa con el nombre de megalítica. No subsistía en el momento de la Conquista y ningún cronista la menciona. Su centro se halla a poca distancia de la localidad de San Agustín, en las proximidades del curso superior del Magdalena, a 1.600m. de altura.

Pero su expansión llegó muy lejos: encontramos sus vestigios en la vertiente oriental de la cordillera central hasta más allá de Tierradentro en dirección norte, y hacia el sur en el linde con la región de Guayaquil (Ecuador).

Esta cultura se manifiesta por grupos de estatuas hallados generalmente en montículos o en las riberas. Algunos templos construidos con bloques megalíticos y algo parecidos a los dólmenes inducen ala creencia de que la mayoría de las esculturas tenían un significado religioso. Son antropomorfas o zoomorfas. Se produce con frecuencia una combinación, ya sea de animales antropomorfos, o de personajes con rasgos animales; las divinidades presentan colmillos de felino que emergen de las comisuras de los labios. El estilo es muy diverso; un tipo realista coexiste con otro muy estilizado. La estatua más realista fue descubierta recientemente por el autor de esta obra en Moscopán; al parecer representa a un dignatario civil (Fig.,17); como en gran parte de las figuras antropomorfas, la cabeza es demasiado voluminosa en relación con el cuerpo. Quizás decidieron los artistas de San Agustín expresar así la superioridad de la inteligencia humana, pues respetaron las proporciones en las representaciones animales.

Una determinada cantidad de personajes ostenta atributos de su profesión: distínguense guerreros, músicos, escultores, etcétera. En la margen del río Lavapatas se descubrió un sistema de canalización artificial con estanques que formaban una especie de piscina, decorada con relieves de motivos acuáticos.

La alfarería es más bien rudimentaria y de calidad totalmente inferior a la escultura. Tazas redondas sin asa, platos, vasos con uno y con tres pies constituyen los tipos más corrientes.

En Tierradentro, donde se han hallado muchas estatuas del tipo de San Agustín, descubriérose construcciones subterráneas consagradas al culto de los muertos. Se llega a ellas por medio de pozos con escaleras de caracol. Las cámaras interiores tienen una altura de 2 a 3 m, y uno a dos pilares centrales, generalmente ornados con sendos capiteles esculpidos que representan cabezas.. Los muros, que con frecuencia forman nichos, presentan decoraciones de pinturas geométricas en negro, rojo y blanco. La alfarería, intencionalmente rota, es muy distinta a la de San Agustín: motivos antropomorfos o zoomorfos (serpientes) en relieve con incisiones en forma de rayas o puntos rellenos de una pasta blanquecina.

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Completan el ajuar funerario hachas, cuentas de piedra pulida y algunos raros objetos de oro.

Fuera de esta cultura megalítica, la de los tairona, mencionada en el área circuncaribe, y la de los chibchas, a la cual nos referiremos más adelantes, únicamente conocemos el pasado de Colombia a través de sus costumbres funerarias.

Los aborígenes enterraban a sus muertos con toda clase de objetos que les habían servido en vida, principalmente vasijas y alhajas de oro.

Por desgracia el oro suscitó durante largo tiempo la codicia de individuos a quienes preocupaba muy poco la investigación arqueológica. Pronto se constituyó toda una corporación de buscadores de oro, llamados “guaqueros”. En el valle del Quindío, aldeas enteras vivían exclusivamente de la exploración de tumbas precolombinas. Los terrenos arqueológicos de esta región, centro de la cultura quimbaya, resultaron completamente devastados por estas búsquedas clandestinas. Pero han sido desdeñados otros sitios menos ricos en oro, de tal suerte que aún caben a la arqueología muchas posibilidades. Los guaqueros, poseedores de una gran experiencia y de una técnica primitiva pero eficaz, pueden, por otra parte, prestar útiles servicios a los arqueólogos.

Los guaqueros han puesto en práctica un instrumentos que denominan “media caña” y es una especie de gubia adaptada a una larga vara recta, que hunde verticalmente en el suelo para arrancar terrones de la profundidad. Saben reconocer si la tierra que viene adherida al extremo de la vara es virgen o si ya ha sido removida. Como es de suponer, sucede que transcurren días enteros sin extraer otra cosa que terrones vírgenes de las entrañas de la tierra. Pero si se encuentra un punto donde ésta ha sido movida artificialmente y, al sumir la media caña a más de 2 m de profundidad, el terrón aportado ofrece aún el aspecto de tierra ya removida, hay fundamento para pensar que se ha localizado la entrada de una tumba. Comienza la excavación propiamente dicha.

Se tropieza primero con un pozo de profundidad variable que puede alcanzar un máximo de 25 m y está enteramente colmado de tierra que es necesario retirar. En el fondo mismo del pozo se encuentra una abertura lateral que da acceso a una cámara donde se halla lo que queda del cadáver y el ajuar funerario.

La forma de tumbas se diferencia mucho de un lugar a otro. Un guaquero, autor de una obra relativa a la guaquería (manera de efectuar las excavaciones) distingue nueve tipos distintos.

Se encuentra el cadáver ora tendido sobre el costado o sobre la espalda, ora encogido. Algunas veces las osamentas están amontonadas formando una pila o reunidas en una urna, como ocurre en las cercanías del río Magdalena; es evidente que en esta región se procedía a un segundo entierro.

En cuanto al resto de las culturas colombianas, nos limitaremos a enumerar los principales estilos encontrados de sur a norte:

Sobre la costa: prolongación de la cultura ecuatoriana de Esmeraldas( 1) hasta Guapi con reminiscencias de México en las cabezas y estatuillas antropomorfas. Se desconoce lo que hay más allá, por falta de excavaciones.

Zona Montañosa: entre las cordilleras occidental y oriental :

Cultura Pasto, en la meseta de Turqueres, y al norte hasta las vecindades de la ciudad de Pasto; constituye una prolongación de la cultura del Charchi, Ecuador;

Cultura de Buesaco, Caracterizada por estatuillas de piedra

(del tipo de San Agustín, pero disminuido en calidad);

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Cultura del Patía y del Guachicono, en el valle del Patía y en ambas márgenes del Guachicono, cuyos elementos típicos son las grandes vasijas que clausuran la entrada de la cámara mortuoria en el fondo del pozo de las tumbas;

Cultura de Popayán, en el valle del mismo nombre y las montañas circundantes; las estatuas de piedra son visiblemente más primitivas que las de San Agustín;

Cultura de Corinto, al este del valle del Cauca, cerca de la aldea de ese nombre, hasta la cumbre de la cordillera central: gran cantidad de cacharros en las tumbas, frecuente estilización cefalomorfa en relieve cerca del cuello; objetos de oro de tipo quimbaya;

Cultura de calima, al oeste del valle del Cauca en la cordillera occidental; grandes vasijas de tres asas con decorado en pastillaje; objetos de oro de tipo particular; cultura quimbaya, centralizada en el valle del Quindío:

Vasos antropomorfos; copas incisas; objetos de oro de todas clases: personajes sentados, cascos, cantimploras.

Encuéntrase idéntico estilo hasta la región de Antioquia.

Magdalena medio e inferior:

Grandes urnas funerarias de tapa esculpida, generalmente antropomorfa. Distínguense mucho estilos.

Sierra Nevada de Santa María:

Aquí la arqueología es muy diferente de la del resto de Colombia

La cultura chibcha es la que mejor se conoce de todas las culturas de Colombia, pues los cronistas hablan de ella. Inclusive le asignan tanta importancia como a las de México y Perú. Empero, desde el punto de vista arqueológico, es relativamente pobre.

Los chibchas, que se daban a sí mismos el nombre de muisca (los hombres), se habían instalado en las sabanas o altos valles de los ríos Bogotá y Chicamocho. Dichos territorios, situados entre 2.500 y 2.800 m de altura, gozan de un clima excelente y el suelo es allí muy fértil. Estuvieron asimismo muy poblaos; se ignora la cantidad exacta de habitantes, pero no debe ser muy excesiva la de un millón, que se ha establecido a priori

Dos caudillos, el Zipa y el Zaque, se repartían el país chibcha. El Zipa reinaba en las regiones de la sabana de Bogotá: el Zaque, en las situadas al norte, que tenían por capital a Hunza (Tunja).

La autoridad del Zipa y del Zaque se extendía a gran número de localidades, cada una de las cuales contaba con su jefe particular. Con frecuencia sucedía que los diferentes jefes locales no se entendían entre sí, invadían mutuamente sus territorios y se los anexaban; pero, en lo que atañía al Zipa y al Zaque, la sumisión que se les debía jamás podía ser discutida; por ejemplo, ninguno hubiera osado mirar a uno de estos caudillos cara a cara; lo que permite inferir que la función de Zipa y de Zaque tenía carácter no sólo político sino también sacerdotal.

La saliva del Zipa era sagrada, se la recogía con gran unción en un trozo de tela. Los grandes jefes eran conducidos en literas y se construían para ellos asientos especiales.

La función de jefe era hereditaria, siguiendo un orden de sucesión matrilineal: el heredero del jefe no era su hijo, sino el hijo de su hermana y, en el caso de que ella no lo tuviera, su propio hermano.

Sin embargo, aplicábase para el pueblo el principio patrilineal. Cada hombre podía tomar cuantas mujeres le permitieran sus recursos : algunos nobles poseían un centenar; todas ellas vivían juntas, en lugar aparte de su marido común. Las jóvenes estaban sujetas a una iniciación: durante 6 días consecutivos debían permanecer sentadas en un rincón con la cabeza cubierta; luego se las bañaba y la gente se entregaba a abundantes libaciones de chicha de maíz, bebida alcohólica semejante a nuestra cerveza.

En la zona chibcha el comercio era intenso; cada cuatro días se realizaban ferias en las aglomeraciones más importantes; no existía el dinero, se procedía por trueque. Ciertos mercados tenían su especialidad; por ejemplo, se encontraban esmeraldas únicamente en Moniquirá. Como la

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zona chibcha carecía de oro y los orfebres lo necesitaban en abundancia, se intercambiaban por el metal precioso aportado de países limítrofes, los productos locales, principalmente sal, vestiduras de algodón y esmeraldas.

Las industrias esenciales de los chibchas eran el tejido y la orfebrería. Los tejidos de algodón llevaban frecuentemente pinturas, y ocasionalmente eran estampados. En orfebrería, las figurillas conocidas con el nombre de tunjos, están trabajadas según la técnica “ de la cera perdida”. Empleaban especialmente los siguientes metales: el oreo, el cobre y, más a menudo, la tumbaga, aleación de oro y cobre.

La mitología de los chibchas es bastante confusa.

Había infinidad de dioses y permanecían a dos categorías: la de los creadores y la de los que asumían una función determinada.

Entre los creadores citemos en primer lugar a Chiminigagua, padre de todo lo que existe y fundamentalmente del Sol y de la Luna. A continuación venían el Sol y la Luna: provocaban el calor, la sequía o la lluvia; la Luna era la esposa del Sol.

Al parecer, el Sol gozaba de la mayor consideración; los cronistas han descrito una cantidad de templos que le fueron dedicados; cuando llegaron los españoles, los chibchas los tomaron por hijos del Sol, hecho que facilitó enormemente la conquista.

Las divinidades que poseían atribuciones determinadas eran Chibchacum, el dios protector de los mercaderes que permanecían exclusivamente a Bogotá;

Bochica, héroe civilizador y amparador de los caciques. Chuchavia, con la apariencia de un arco iris, protegía a las mujeres preñadas y a los enfermos piréticos. Nencatacoas, dios de los ebrios, era al mismo tiempo el de los pintores y tejedores; presentaba el aspecto de un oso ataviado con una capa. Chaquen presidía las carreras rituales; se le ofrendaban plumas.

Los chibchas idearon diversas versiones cosmogónicas. Por una parte, Chiminigagua era el origen de todo. Según una segunda versión, el Sol y la Luna fueron los responsables de la formación del universo. Una tercera atribuye la creación a dos caciques transformados sucesivamente en Sol y Luna, de modo que esta versión se confunde con la precedente.

Los primeros hombres se hicieron con arcilla y las mujeres con hierbas.

Hay aún otro mito que relata la manera en que el género humano fue engendrado por una madre común. Bachue; surgió ésta de un estanque, cerca de Iguape, llevando un niño de tres años en los brazos. Cuando el pequeño se hizo adulto, ella lo desposó. Gran cantidad de hijos nacieron de este matrimonio, de cuatro a seis por vez, y constituyeron los primeros hombres. No bien Bachue y su vástago-marido llegaron a la vejez, desaparecieron dentro del estanque para convertirse en serpientes.

Configura un rasgo característico de la religión chibcha la humanización de la divinidad. El Sol es siempre varón; no sólo fecunda a la Luna, sino también a simple mortales como la madre de Goranchacha, futuro cacique de Tunja. Hala a los mortales, los transmite sus órdenes. Si monta en cólera, hay que ofrendarle niños en sacrificio para calmarlo.

El dualismo que hemos observado en la religión mexicana existe igualmente entre los chibchas.

Bochica y Chibchacum con rivales. Chibchacum son rivales. Chibchacum, furioso contra los hombres, inundó la sabana de Bogotá con lluvias torrenciales; los indios, desesperados, invocaron a Bochica; éste hendió con un golpe de su varita de otro las rocas del Tequendama, en el lugar preciso donde hoy vemos las famosas cataratas, y las aguas fluyeron. Luego condenó a Chibchacum a cargar la tierra sobre los hombros. Por lo tanto, cada vez que ésta temblaba, se sabía que era a causa de Chibchacum, quien la hacía pasar de un hombro a otro.

Como es natural, Bochica y Chichacum tenían apariencia humana. En su condición de héroe civilizador, Bochica era un extranjero procedente del Este; llevaba luenga barba y abundante cabellera que le caía hasta la cintura. Andaba con los pies desnudos .Era quien había enseñado a los antiguos el arte de hilar el algodón y de tejer vestidos; también los había instruido para pintar en los vestidos motivos en forma de cruz. Había anunciado, finalmente, la resurrección de los cuerpos.

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Las inmolaciones más importantes eran las de los mojas, adolescentes de quince a dieciséis años traídos generalmente de lejos, desde las laderas quedaban a los llanos. Los mojas eran intermediarios entre los chibchas y el Sol. Unos eran prisioneros de guerra, otros habían sido comprados en su más tiernas infancia a tratantes de esclavos. Tenían el ombligo cortado, signo de su oficio, por cuanto la sangre que mana del ombligo es el alimento del Sol. Cada cacique poseía sus mojas. Se los sacrificaba poco tiempo antes de la pubertad. Mas si, por azar, un moja había mantenido relaciones con una mujer, no se lo inmolaba; había perdido sus cualidades de intermediario entre los hombres y el Sol.

Habitualmente el sacrificio se llevaba a cabo sobre una cima, en la parte enfilada hacia el este. Se tendía a la víctima sobre una tela preciosa y se le daba muerte por medio de cuchillos de bambú. Se rociaban las rocas con la sangre hasta el amanecer. Acto seguido se abandonaba al cadáver para que fuese devorado por el Sol.

Habitualmente el sacrificio se llevaba a cabo sobre una cima, en la parte enfilada hacia el este. Se tendía a la víctima sobre una tela preciosa y se le daba muerte por medio de cuchillos de bambú. Se rociaban las rocas con la sangre hasta el amanecer. Acto seguido de abandonaba al cadáver para que fuese devorado por el Sol.

Los sacerdotes oficiaban en los sacrificios y en las ofrendas; se los denominaba jeques; presidía las fiestas, que celebraban en toda clase de circunstancias: para conmemorar la creación del mundo (en diciembre), con motivo de la construcción de una casa o bien en el momento de la purificación. Estas celebraciones constituían el pretexto de danzas y libaciones.

Se organizaban procesiones por rutas especialmente preparadas en ocasión de las siembras y cosechas. Las carreras rituales gozaban de gran aceptación; a menudo terminaban con la muerte de muchos participantes que habían excedido sus fuerzas en el deseo de salir victoriosos y adquirir el prestigio que ello confería.

La entronización de un nuevo cacique motivaba una manifestación de prodigalidad bastante asombrosa. Por ejemplo, e Guatavita trasládabase el candidato junto con cuatro compañeros en una balsa de cañas al centro de una laguna donde arrojaba al agua puñados de perlas de oro y de esmeraldas.

Cumplía esta ceremonia con extraña pompa: su cuerpo estaba enteramente recubierto de greda impregnada de polvo de oro, hecho que debía conferirle un aspecto muy particular.

Arqueología del Ecuador

Distínguense las culturas andinas de las de la costa. Entre las primeras hay cinco grandes grupos, cada uno de los cuales se designa según la región en que se sitúa su centro. Tenemos, de norte a sur: a Carchi, Imbabura, Tungurahua-Chimborazo, Azuay_Cañar y Loja. Si exceptuamos la región de a Carchi en la que encontramos la misma cultura que en la altiplanicie de Tequerres (Colombia) y que ha sido atribuida a los antiguos Pasto y el grupo Cañar-Azuay, primordialmente incaico, nos quedan tres zonas de peculiar desarrollo.

En el centro, en las cuencas de Riobamba y Alausí, el grupo Tungarahua_Chimborazo se ha dividido en siete períodos o secuencias. Sin embargo, parecería que ni siquiera la más remota, llamada Proto Panzaleo, es especialmente antigua. La cerámica de Este tipo es más bien sencilla, decorada con incisiones o dibujos de carácter geométricos.

En el sur las ruinas incaicas están precedidas por una ocupación caracterizada por una alfarería pintada de rojo sobre fondo amarillento, llamada Cerro Narrío.

La región de la costa pertenece a un estilo completamente distinto. Halláronse en Esmeraldas muchísimas figurillas antropomorfas, cabezas humanas con deformación craneana, cerámica con forma de viviendas y objetos de uso corriente tales como ralladores de mandioca hechos de barro con incrustaciones de fragmentos de obsidiana.

El estilo de la figuraciones antropoformas hace pensar a menudo en una influencia mexicana. En la provincia de Manabí se ha hallado el mismo estilo. Pero lo que la distingue de Esmeraldas son las esculturas de piedra: sillas en forma de U apoyadas sobre personajes acurrucados y relieves.

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CAPITULO IV

IRRADIACIÓN DE LAS GRANDES CULTURAS

SUDOESTE DE LOS ESTADOS UNIDOS

Culturas anasazi y pueblo

Hemos visto que las grandes culturas están acantonadas en ciertas zonas, tales como Mesoamérica y las regiones andinas. Pero ello de ningún modo excluye la existencia en la época precolombina de importantes poblaciones en otras partes del continente.

Una de las más conocidas es aquella a la cual se debe la cultura anasazi, conocida generalmente con la denominación de pueblo, cuyo centro se encontraba en el sudoeste de los Estados Unidos.

La cultura anasazi abarca muchos períodos. Los más antiguos corresponden a los básquet makers (Fabricantes de cestos o cesteros. N. De T), así llamados en razón de muchísimos objetos de cestería descubiertos en sus tumbas. Desde el punto de vista antropológico, los básquet makers y sus sucesores, los indios pueblos, forman una unidad, pese a alguna diversidad de detalles. Sin embargo, los primeros eran esencialmente cazadores sin residencia fija, mientras que más adelante los indios pueblos se hicieron sedentarios. El ámbito de caza de los básquet makers se extendía desde el nacimiento del Río Grande (Colorado) hasta el sur del Estado o Coahuila (México). Desde un comienzo, cultivaron el maíz y el chilacayote, pero de modo muy primitivo. Se servían del propulsor como arma. Iniciaron seguidamente la fabricación de la alfarería; aparecieron las primeras aldeas y se difundieron el arco y la flecha.

El ocaso de los básquet makers es considerado al mismo tiempo como el principio de los indios pueblos. La transición se manifiesta especialmente en la arquitectura. En un comienzo, los indios pueblos aun utilizaron cabañas en calidad de habitación, pero pronto edificaron construcciones más importantes con muchas piezas contiguas. Los muros eran de adobe y más tarde de albañilería; las cabañas quedaron reservadas al culto.

En indudable que los indios pueblos experimentaron la influencia de sus vecinos del sur, los mexicanos. Se deformaban la parte posterior del cráneo, costumbre que se ha mantenido hasta la época moderna. La alfarería mejoró considerablemente. Las formas son más sencillas. Los motivos pintados de negro sobre fondo blanco con geométricos y derivan probablemente de la cestería, lo mismo que los objetos de barro ejecutados con tiras de arcilla que ascienden en espiral, con presiones de dedos a intervalos regulares. Las figuraciones antropomorfas sólo aparecen en abundancia dentro de un segundo período. Sin embargo, ya desde fines del primero, al que podríamos llamar de formación, se habían adquirido por completo los rasgos característicos de la cultura de los indios pueblos.

El período siguiente constituye la época clásica también conocida por el nombre de cliff dwellers (N del T,: cliff dwellers significa en inglés “habitantes de acantilados”.), durante la cual se construyeron los más famosos refugios bajo las rocas, tales como Mesaverde y otros. Los refugios mayores de este tipo contaban con por lo menos quinientas habitaciones y veinticinco kivas. Las kiva es simultáneamente un taller de trabajo y un templo. Las aldeas así concebidas podían considerarse excelentes bases de defensa contra los enemigos. En ciertas regiones de continuó empero la construcción de casas individuales. El periodo clásico se inició hacia 1050 y duró hasta aproximadamente las postrimerías del sigo XIII.

La alfarería alcanzó un nuevo apogeo con una decoración más elaboradas. Es más frecuente encontrar motivos en negro sobre blanco que en negro sobre anaranjado. Los tejidos de algodón, escasamente conocidos antes, muestran grandes progresos.

Parece seguro que este apogeo, sensible en la vida material, se reflejó e la vida social. Cabe suponer que la vida comunal desempeñaba un papel preponderante y que el sistema gubernativo era primordialmente democrático.

Se caracteriza el período posterior por un retroceso del territorio ocupado por los indios pueblos. Aparentemente esa retirada se debió a la presión de tribus nómadas (shoshones y otras), atraídas por las asombrosas construcciones de los indios pueblos. Se construyeron nuevas aldeas a partir de 1300 a lo largo del Río Grande y del Little Colorado.

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En la cerámica se hace más frecuente el decorado multicolor; en cambio la alfarería de tiras de arcilla montadas en espiral de los períodos precedentes desaparece completamente.

La llegada de los españoles en 1540, no provocó la desaparición de esta cultura como ocurrió en casi todas las demás partes del nuevo continente.

Los indios pueblos modernos continúan viviendo en sus moradas bajo las rocas. La alfarería, si bien influida por los aportes de los españoles, se inspira en formas y técnicas antiguas. Pese a la pérdida de su independencia, los indios pueblos conservan invariablemente las viejas tradiciones autóctonas.

ANDES MERIDIONALES (ARGENTINA Y CHILE)

Culturas de los diaguitas (1)

(1) Este panorama arqueológico de nuestro noroeste montañoso ha evolucionado mucho en los últimos años. Un horizonte precerámico, el de Ayanpití, ha sido localizado en las Sierras Centrales y en el noroeste, fechado por el carbono radiactivo en 6.000 años antes de Cristo. El conjunto de Barreales ha sido subdividido en varias etapas culturales: Ciénegas I, Ciénega II y Aguada, con el agregado de Condorhuasi. Para las tres primeras se conocen las fechas de 329, 709 y 826 d.C., respectivamente, obtenidas por el mismo método. El complejo cultural conocido tradicionalmente como Diaguita fue, a su vez, dividido en etapas con valor tanto temporal como regional; para una de las más antiguas, Belén I, se tiene la fecha de 1369 a.C. Como bibliografía básica sobre el tema podemos agregar: A. R. González, Contextos culturales y cronología relativa en el área centrar del Noroeste argentino , Anales de arqueología y etnología, t. XI, 1950, Mendoza, 1955; A. R. González, Dos fechas de la cronología arqueológica argentina obtenidas por el método de radiocarbón, Rosario, 1957; F. Márquez Miranda y E. M. Cigliano, Ensayo de una clasificación tipológico-cronológico de la cerámica santamariana, Notas del Museo de La Plata, tomo XIX, Antropología, Nº 68, La Plata, 1957: E. M. Cigliano, Arqueología de la zona de Famabalasto, Revista del Museo de La Plata, nueva serie, t. V, La Plata, 1958; A. R. González, Nuevas fechas de la cronología arqueológica argentina obtenidas por el método de radiocarbón, II, Ciencias e investigación, Buenos Aires, junio de 1959. (N. del T.)

En la forma análoga a las culturas de los indios pueblo, de Nuevo México, que sufrieron la influencia de sus vecinos mexicanos, las de los Andes meridionales de la Argentina y Chile se basan, por lo menos parcialmente, en las vecinas culturas del Perú. Las afinidades son particularmente manifiestas en la época incaica. Lo cual no impide que muchas culturas locales se hayan desarrollado sin influencia aparente.

Una de las más importantes corresponde a los diaguitas, en el valle Calchaqué (al oeste de Tucumán). Los diaguitas ocupaban aldeas de estrechas calles a lo largo de las cuales se alineaban viviendas rectangulares o circulares. En el punto más elevado de la aglomeración se levantaba un fuerte. Los terrenos destinados al cultivo estaban dispuestos en bancales con basamento de piedra e irrigados mediante una red muy evolucionada de canales.

Lo que que más caracteriza a esta civilización son los cementerios infantiles donde se encuentran incontables urnas funerarias que, por regla general, ostentan dos asas en la parte de la panza, que es relativamente baja. El cuello, en cambio, es muy alto y tiene una boca ligeramente ancha. A menudo presentan una cara en relieve poco acentuado y motivos antropomorfos y geométricos siempre pintados de negro y rojo sobre fondo claro. (fig. 18).

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La Cultura de los diaguitas probablemente sea contemporánea de Tiahuanaco. La que designamos con el nombre de Barreales es sin duda más remota. Un peculiar motivo de felino con forma de dragón adjudicó el nombre de draconiano al estilo de Barreales. El material de esta cultura comprende puntas de flecha, morteros y cuencos tallados en piedra, pipas y figurillas antropomorfas de cerámica y asimismo objetos de oro y cobre, flautas, espátulas y husos de hueso.

Cultura atacameña

El norte de Chile se distingue netamente de la región central. El desierto de Atacama ha producido una cultura que se designa frecuentemente con la denominación de Calama, su oasis principal, que abarcaba grandes fracciones de las provincias septentrionales de Tacna, Arica, Tarapacá, Antofagasta y Atacama. Abundan en la cerámica los cuencos, los casos calciformes y las vasijas globulares con asa o sin ella.

No es raro encontrar objetos tallados en madera, especialmente las tabletas en las que se preparaba el tabaco y el ñopo (Polvo negruzco extraído de las raíces de ciertas herbácea que, absorbido a modo de rapé, produce extraños efectos alucinatorios. Augusto Malaret, Diccionario de americanismos, Buenos Aires, Emecé 1946 N. Del T.)

para aspirar. Se han hallado en territorio atacameño tumbas de tipo Tiahuanaco. Sin embargo, resultaría prematuro datar esta cultura, acerca de la cual aún no se han efectuado trabajo científicos.

Quizás ha ya existido en Pichalo (costa norte) una civilización preatacameña, que presentara analogías con la de los primeros agricultores del Perú, si bien no se ha descubierto ninguna decoración del tipo Chavín.

CAPITULO V

CULTURAS AMAZÓNICAS

Las culturas amazónicas, pese a su parentesco con ciertos grandes grupos culturales que hemos descrito precedentemente, deben tratarse aparte. Según el estado actual de las investigaciones, se distinguen cuatro estilos, acantonado cada uno de ellos en una región diferente. Parece, no obstante, que el género de vida de todas las poblaciones era idéntico, ya fuese en Marajó, en las zonas del sudoeste, en Santarem o sobre el curso medio del Amazonas. Agricultores en primer término, los amazónicos vivían asimismo de la caza y de la pesca.

La cerámica estaba particularmente desarrollada.

Su alta calidad, unida a la cantidad de objetos hallados, inducen a pensar que las comunidades revestían importancia.

Todavía no se ha establecido la cronología. Sin embargo, si nos atenemos a lo expresado por los cronistas, la alfarería de Marajó se fabricó hasta el siglo XVII,. La duración de esta cultura, sin duda la más destacada de la Amazonia, fue relativamente larga. Subsisten más de un centenar de montículos, algunos de los cuales han sido excavados y han proporcionado urnas funerarias muy bellas y de talla en ocasiones soberbia, y tiestos de alfarería decorada.

Tal decoración es riquísima y característica. Las superficies están enteramente cubiertas de motivos grabados, incisos, pintados o en champleve. Entre las formas, sumamente variadas, cabe citar unas urnas de amplia abertura o un tipo de ánfora o bien escudillas y vasos antropomorfos. Ciertos especialistas opinan que por momentos la decoración evoca a los motivos centroamericanos.

Un estilo afín se ha encontrado en el Amazonas medio, en la desembocadura del río Madeira y en las márgenes del río Napo en Ecuador. La alfarería de las actuales tribus del alto Amazonas conserva en cierto sentido la tradición de Marajó. Por otra parte no resultaría sorprendente que el Amazonas haya servido de ruta para la interpretación de los estilos.

La cerámica de Santarem ( en las proximidades de la confluencia Tapajoz-Amazonas) es muy distinta a la de Marajó. Se caracteriza por su inclinación a las formas excéntricas. Su estilo puede considerarse el más barroco de la América del Sur. En algunas oportunidades se ha invocado un parentesco con Recuy (Andes peruanos), sin que ello sea muy convincente.

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La cerámica de la zona noroeste, y en especial la de Maracao, presenta algunos lazos de unión con Santarem; sin embargo, el estilo de ciertas urnas se vuelven a hallar en Venezuela, región que pertenece al área circuncaribe, en cuanto a estilo se refiere.

La arqueología tupí de la región de Río de Janeiro no posee al parecer más que un lejana relación con las culturas amazónicas: pero, por falta de excavaciones intensivas, es imposible clasificarlas definitivamente. También allí eran sedentarias las poblaciones, cuya principal ocupación consistía en la agricultura.

Conclusión

Hemos procurado trazar un cuadro de las principales culturas que existieron sobre el continente americanos. Muchas de ella habían desaparecido antes de la llegada de los españoles. Otras, en cambio, estaban en pleno esplendor. Su rápido derrumbe causó mayor sorpresa por el hecho de que el número de conquistadores eran extremadamente reducido.

Quizás expliquen su derrota la introducción del caballo, extinguido en el continente en la época prehistórica, y de las armas de fuego; la brutal supresión de costumbres y creencias antiguas a favor de una religión y de un modo de vida incomprensibles para los aborígenes. El choque resultó tan violento que la antigua grandeza sólo perduró en raros vestigios del folklore local. Apenas unas décadas bastaron para aniquilar las tradiciones milenarias