Las Crónicas de un Toro llamado Cáncer

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LAS CRÓNICAS DE UN TORO LLAMADO CÁNCER Por Javier Gutiérrez

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LAS CRÓNICAS DE UN TORO

LLAMADO CÁNCER

Por Javier Gutiérrez

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Estas crónicas no tienen pretensión de nada, eso vaya por delante, solo de terapia, de una terapia para lo que pasó, lo que pasa y lo que pasará. Estas crónicas solo quieren ser un lugar de desahogo, de dejar en el papel el dolor y los malos momentos que pasamos todos aquellos que nos toca lidiar este morlaco asesino llamado “cáncer”. Este toro del que da miedo hasta decir su nombre, debe ser toreado, lidiado y esto-queado como otro cualquiera, como cualquier faceta de la vida. Es por tanto, también, un lugar para aprender, para saber sobrellevar en la medida de lo posible esta faena de toro con peligro, del peligro que no se ve, pero se siente en cada momento, a cada paso que se da. Un lugar donde, escondidos tras las metáforas taurinas, metidos tras el burladero de la escritura, uno quiere dejar las lágrimas que no pudo echar en su momento. Cuando hablo de mi hermano, lo llamo el Maestro en muchas ocasio-nes. Los toros nacidos entre junio y julio son del signo cáncer, es decir, esta maldita enfermedad. Sería de dos orejas y rabo que alguien que leyera estás letras se sin-tiera reconfortado de alguna manera, con eso estaría pagado todo el dolor que se quedó tras ellas. Se estructura en una primera parte de dolor, de entender la noticia, de sentirse muy mal. Otra de aceptación, donde el protagonista es el que deber ser, el torero, el enfermo, no la cuadrilla ni los espectadores. Y, por último, el epílogo, lugar donde se ven las consecuencias, donde se habla con los que se quedan: las últimas cartas. Pues vamos a ello… Valor y al toro… Suerte Maestro.

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La Noticia Hoy corrida de pre-feria en el coso de Algeciras. Qué bonito nombre: "La Perseverancia", pero hoy no la he tenido o se me ha acabado. En el primer toro de mi compañero, al hacer un quite por gaoneras, el morlaco, de nombre Marbello, me ha prendido por la chaquetilla y me ha dado un varetazo en la cara. Ha sido como un auténtico guantazo, dejándome trastabillado y algo confuso. En el segundo, que me correspondía en suerte, a pesar de enjaretarle cuatro hermosas verónicas y una media de categoría, me ha hecho varios extraños y he comprendido que venía por mí. Este bicho, negro zaino, de nombre Ansioso, con cara de "maligna tristeza", ha podido conmigo. Una cogida, esperado por su comportamiento, de las que duelen. Una cornada en las tripas, donde se esconden las emociones, de una trayectoria, pero profunda. Otra cornada en el pecho de dos trayecto-rias: una cerca del pulmón, donde se guarda el aire que te ayuda a respirar y a vivir, ésa me ha dejado sin aire, casi sin fuerzas.

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La otra cerca del corazón, donde se esconde el alma. El pecho me duele como si me lo hubiera roto y el alma ha sufrido tres desgarros de considerables dimensiones, ahí es donde hay más dolor. Pasando a la enfermería el doctor recomienda reposo y descanso, pensar en otra cosa y recuperar fuerzas para poder reaparecer con más fuerza, como un novillero de los buenos. Pero por ahora, a casa. Esta vez el toro de maligna tristeza en la mira-da me prendió.

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Asumir lo que vendrá Después de unos días de descanso y aún con los puntos, de la ante-rior faena, algo frescos, hemos reaparecido en la plaza de la Costa del Sol. Sin estar al 100%, pero asumiendo la responsabilidad que me toca. Esa que no te gusta que te llegue, pero que tienes que hacerle frente. Faena de aliño, hoy no había enemigos suficientes, muy parados y buscando rápidamente las tablas, no han dado juego para el lucimien-to. La verdad es que estaba nervioso, mi falta de facultades, me impe-día tener seguridad delante de los morlacos, pero al menos he aguan-tado el tirón. El miedo ha llegado en el hotel, donde he visto más peligro que ante el cornúpeta. Al final, hemos cumplido el trámite, lo peor son las ferias que están por venir... Ojalá aparezcan fuerzas de donde sea... eso si, tengo una cuadrilla y unos incondicionales que valen un potosí... no sé que haría sin ellos, GRACIAS.

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La larga temporada La corrida de hoy, difícil, el sorteo sigue sin beneficiar al Maestro, pero tiene unos machos bien apretados y una cuadrilla que siempre intenta estar al quite. El morlaco nacido entre 21 de Junio y el 23 de Julio del 2007, apretó de salida, echando las manos por delante y dando muestras de man-sedumbre, pero con un peligro sordo, mortal de necesidad. Ya os co-menté la última vez que su cogida fue dura y que afecta a muchos sitios, eran un par de cornadas con varias trayectorias. Pero el Maestro sigue luchando, y su cuadrilla con él al pie del cañón. Por ahora no hay novedades. Lo que si quiero dejar constancia que algún día os devolveré, uno por uno esa fuerza que me habéis transmitido, esa emoción, ese "pellizco" de arte, del arte más grande que tiene el ser humano, el cariño, la soli-daridad y la amistad. GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS....

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La responsabilidad Bueno, pues volvimos de la Costa del Sol. La ida muy desagradable pues me tragué el accidente del ciclista que murió en San Pedro de Alcántara, pero es que el nº de ciclistas, ayer, era increíble. Ojo ten-gamos cuidado, por favor. En cuanto al Maestro, ya está en casa. Recuperándose de la cogida, pero aún débil y con mucho desánimo. Ayer solo deseaba volver a casa y abrazar a su chiquitín. Ya esta tarde en casa con los suyos, sigue muy triste. Tiene muy claro que tendrá que cortarse la coleta y no volver a los ruedos. Lo tiene clarísimo y eso para un torero de su categoría es muy fuerte. Los de su cuadrilla le intentamos dar ánimos, y a veces se consigue, pero los toreros de clase saben cuando se puede y cuando no, agra-decen a su cuadrilla el ánimo pero.... pero a mí, como peón de con-fianza, me dice la verdad... "no volveré a torear, seguro". Duele en el alma escuchar eso, saber, que su pasión de la vida se va, poco a poco, se agota, se termina.... y además, como va a terminar. Ha sido una conversación telefónica, pero tan cercana que creo que a los dos, aún poniendo cara de no pasar miedo se nos han resbalado unas lágrimas de nácar por la cara. Esa que ha pasado tantos momen-tos de palidez por el miedo, esta vez es de verdad. Como peón de confianza, me tocará cortarle la coleta y será para mí como dejar media vida en ese momento. Acaba de sonar el teléfono, parece que el Maestro vuelve al hospital, ya os daré noticias, pero por ahora solo os pido tranquilidad y aquél o aquélla que tenga un Dios o un sitio a donde mirar, por favor, que lo haga. Gracias.

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De el qué dirán los demás Hoy viaje rápido a la Costa del Sol. A Marbella. A su casa. El Maestro está algo mejor. Mañana a casita de nuevo, espero que dure algo más. Este torero tiene mucho valor. No es solo torero de arte, también lo es de corridas duras como ésta. No pensaba escribir más crónicas, pues algún maletilla, que ha visto cerca un par de miuras, se pensaba ya que era torero, ayyyyy, cuanto te falta amigo. Pero además, desde aquí no le hago daño a nadie, ni a la Fiesta, ni a los toros y menos al Maestro. Yo soy dueño de pocas cosas, de muy pocas, y las que tengo las comparto, eso lo sabe algún que otro novillero de poco arrojo y mucha pose, pero bueno. Sé que soy dueño de mis palabras, de mis miedos y de mis lágrimas. De mis palabras, de las que me equivoco, pido inme-diatamente perdón de los que no, las mantengo, pese a que me ama-gue el toro con una cogida, aquí estoy, a esto me dedico y a eso me arriesgo. Y el que quiera peces.... Hay toros que hacen mucho daño, como éste, con un peligro sordo, del que el espectador no ve, del que el entendido, si le caes bien, lo ve y si no, se hace el tonto, o el sordo, según. De mis miedos y de mis lágrimas, no tengo que darles explicaciones a nadie. Los tengo, me los quedo para mí. Los tengo en la soledad del hotel o en la soledad de la furgoneta que nos lleva y nos trae. ¿Por qué quieres conocerlos? sí, soy débil ¿y qué?. Pero si tengo que to-rear, toreo y me arrimo y piso donde hay que pisar y si me arrea algún amigo de la tristeza maligna, me aguanto y me lo quedo para mí. Ja-más le pierdo la cara al toro, ese peligro siempre está ahí. Mis lágri-mas, también son mías y no las comparto con casi nadie. Tal vez al-gún papel, alguna tecla que otra, pero nada mas. Para eso, tengo gen-te con más garantías y con más valentía que comparte mis quites, bien por chicuelinas, bien por delantales, bien por verónicas ceñidas.

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Por todos ellos, ahí va mi brindis.

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La Gran Faena He tardado un rato, pero es que había que asimilar lo que he visto. Hoy me he acordado de aquella faena que el gran Emilio Muñoz, en el coso de las Palomas, le hizo a aquel gran toro de Cebada Gago, "Co-media". Aún paladeo aquel día que compartí con mi padre, uno de los mejores momentos de mi vida. Pues ayer pudo ser algo parecido. Ayer no iba yo en la cuadrilla del Maestro, llevaba la cuadrilla de lujo, la de las grandes ocasiones, con su terno azul pavo y oro. Podía haber llevado el más bonito el rojo y oro, pero no, quiso ser más discreto. Ayer estuve en el tendido, algo más lejos, pero donde podía tener una visión más de conjunto, más íntima, más personal, aunque claro, per-día algo de cercanía.

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Todos temíamos que el Maestro aún estuviera débil, cansado, sin fuerzas. Qué ilusos, el Maestro, sin fuerzas, ja. Recibió al primero de nombre "Temeroso" de la ganadería de Domingo de Sol. Anduvo algo dubitativo en los lances de recibo, sacó al enemigo para afuera, pero sin lucirse, observando las cualidades del morlaco. Su peón de confianza, Manolo J., lo lleva al caballo, donde recibe dos puyazos, señalados, pero sin darle demasiado.

Cambio de tercio. Se colocan dos pares de banderillas sin molestar al toro. El Maestro toma los útiles de matar y se dirige al toro, decidido, pero lo vemos algo cansado, débil, parece que va a ser mucho para él, tan pronto. Temeroso, hace honor a su nombre y dando muestras de su manse-dumbre, se refugia en tablas, donde después de un trasteo para cua-drarlo, logra finiquitar de dos medias y un descabello. En la plaza se oye un ronroneo de decepción, pero el Maestro me mira y me sonríe, como diciéndome, tranquilo, espera.... Y eso hice, esperar. Nervioso, temiendo una imprudencia, una innece-saria demostración de valor. Pero el Maestro no era el de los días de locura y temeridades, no, ni mucho menos. Cuando salió "Martirio", el Maestro le dejó correr, y se fue muy despa-cio hasta la segunda raya de picadores... allí extendió los brazos, me-tió la barbilla en el pecho y le pegó cuatro verónicas, de cartel de feria y una media que habrán soñado muchos toreros darla... que explosión en la plaza, que alegría. Después dos tercios que pasaron volando para ver la faena de muleta, la expectación máxima. Se le notaba cansado, tal vez dolorido, pero apretó los dientes y dió una auténtica clase de toreo. Que muletazos, que pases de pecho, que desplantes, todo en perfecta armonía y sin-cronización. No se podía torear mejor. Lo de la suerte suprema no fue brillante, pero el esfuerzo había sido mucho y el brazo, aún está dolo-rido, pero con una estocada, algo atravesada, fue suficiente para aca-bar con el toro. Una nube inmensa pobló los tendidos, una niebla de aplausos, una cortina de suave tul cubrió los tendidos, lo de menos eran los trofeos.

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La emoción y la alegría hicieron temblar mi cuerpo y que mis lágrimas brotaran, esta vez de alegría... Y el Maestro saludó, recogió sus tro-feos y aún tuvo fuerzas para dar dos vueltas al ruedo.... pero ya fue demasiado, saludó con decisión al respetable, al Presidente y se giró hacia donde yo estaba para sonreírme y decirme con los ojos nubla-dos de alegría, aquí estoy y voy a seguir luchando..... Y en ello estamos, en la pelea, y que nadie le quite al Maestro su puesto en el escalafón.

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Reunión de familia Se acaba la temporada taurina y me falta hablar de mi último viaje a la Costa del Sol. Magnífico día. NO hubo festejos, ni tientas, ni probatu-ras, nada. Solo la saga charlando de todo un poco. El primogénito, ésta vez su malestar y sus achaques si le permitieron participar. El es de los que menos cogidas ha tenido aunque revolco-nes muchos y sustos en la carretera un par de ellos. Él es más tre-mendista, aunque le gusta el toreo de pellizco, como a toda la familia. Currista hasta la médula. El maestro del que ya os he hablado sigue su lenta recuperación. Esta cogida le ha hecho mucho daño, ya sabéis esos toros nacidos entre Junio y Julio, son perversos y te buscan en el suelo hasta que te pren-den por donde sea. Lo ha dejado, como diría mi madre, "sequito", "po-cho", ha perdido mucha masa muscular, pero esperemos que la reha-bilitación lo pueda volver a poner fuerte y poder volver a disfrutar de su benjamín, dando paseos al precioso sol de esa ciudad costasoleña. A mí en mi último festejo un error mío (como todos los que se cometen delante de ellos), me dio un buen susto y a los míos que me estaban viendo, por supuesto mas. Nada, un revolcón y un pisotón en la cabe-za, para dejarme más atontado de la habitual. Una nochecita en ob-servación, todo bien y a casita. Para preparar el viaje a Marbella. ¡Qué buen día pasamos! ¡Qué alegría disfrutar de los tuyos! Muchas anécdotas, muchos recuerdos, muchas coincidencias en sus vidas. A mí en estas ocasiones me gusta apartarme un poco y escucharlos, ellos se llevan menos años y tienen más cosas en común, yo me limito a escuchar y con eso aprendo cosas de la vida que jamás se aprende-rá en ninguna escuela. Así transcurrió la jornada, con tranquilidad, buena comida, buena so-bremesa y lo mejor, el abrazo entre los dos maestros. Esos abrazos que los que se los dan se les llenan los ojos de lágrimas, pero el que

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los ve los hace suyos y llora con lágrimas de interior, de ésas que no salen al exterior, que no sabes si son de alegría o de tristeza, de emo-ción o de angustia. Hoy como veis no eran importante los toros, solo las personas. Seis personas unidas para apoyarse mutuamente, para sentirse sólidas, cuando sabes que... En fin, ya seguiré otro día, hoy no puedo abrir más mi corazón, hoy no.

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Otro Maestro: No estás solo Hoy me gustaría contar algo de un compañero torero de la vida. Ya sabéis que describo algunas cosas como si fuera una Tauromaquia de la calle. Bueno, este compañero, torero tremendista y de baja estatura, como el añorado Miguel Márquez, torero de Fuengirola, siempre se caracterizó por no tener miedo a ningún hierro, español o extranjero, le daba igual, ahí estaba él para conseguir su triunfo y que no le faltara nada a los suyos. Bueno, mi amigo ha sufrido una cornada y de las graves, en el pecho, al darle un natural a un morlaco de los grandes, lo ha prendido con esas perchas que tenía como pitones, ya sabéis esos bichos nacidos entre junio y julio. Ya lo tenía maltrecho desde hace algunas jornadas, pero se ha com-plicado la cosa con una infección que le ha provocado una neumonía. Mi amigo, Juan, de nombre, como Belmonte, está ingresado y le deseo una rápida recuperación. Este es de los buenos, de los que ha luchado toda su vida. Toda su vida haciendo cosas por los demás. La vida no se le ha hecho fácil, uno de sus hijos y gran amigo mío, al que echaba de menos en nuestras ferias de Semana Santa, fue cogido por un toro de estas características y no tuvo tanta suerte. Después de mucho pelear, Dios se lo llevó a que le pegara naturales en su placita del cielo. Pero Juan, no paró por el dolor, siguió luchando por sus otros dos hijos y sus nietos. Siempre estaba ahí, y aunque se esconde detrás de una fachada de torero de malos humos, es un ser extraordinario. Siempre tiene tiempo para un amigo, nunca falta a un tentadero si puede estar contigo y cuando su edad le hizo retirarse de todas sus pasiones, aún sacaba fuerzas para acompañarnos el Domingo de Ramos en nuestra corrida preferida. ¡Qué honor, haber compartido tantos ratos juntos! ¡Qué alegría saber que estaba a tu lado! Ahora yo quisiera estar con él, aunque sea con estas letrillas que es-pero que su hija le transmita para que sepa que sigue teniendo sus incondicionales, entre los que yo me encuentro y que lo admiro mucho, pues su Universidad ha sido la calle y no en Escuelas Taurinas, sino en el campo, en la brecha, en el trabajo duro. Ánimo Juan, aún tenemos muchas tertulias pendientes. Un abrazo Maestro.

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Mi última charla: La de la verdad Nueva visita a la Costa del Sol, aunque éste se oscurece, o lo parece. Hoy era un viaje que debía de hacer solo, sin refuerzos, un viaje para demostrarse a uno mismo si vale para el mundo taurino. El mar estaba precioso, el sol reflejaba furioso su cara convirtiéndolo en un espejo dorado, donde nada era capaz de llevarle la contraria. Las calas de la Chullera invitaban a que pararas allí, a ver el horizonte en calma, en paz, al abrigo de un amor nuevo, para olvidarte de todo. Pero no, hoy era un día para los toreros de arrojo, hoy, seguramente, no valía solo estirar la figura. Hoy habría que plantar fuerte los pies en el albero y ceñirse a esos miuras que esperaban en los toriles.

Llegamos a la finca del Maestro. Nos recibe su agradable esposa y el terremoto de su hijo pequeño. Silencio, demasiado silencio. Mal presagio el Maestro descansa: “se ha echado un ratito”. Mal asunto pienso. Sabiendo que llegaba alguien de su cuadrilla, debe estar fastidiado para no esperarme levantado. Hoy se ha levantado con mucho dolor en la herida de la pierna; aquella herida que casi le corta la femoral, aquella que le valió cortar una oreja en su corrida de San Miguel. Después de un rato de juegos infantiles, de abrazos y de arrumacos, el Maestro nos llama. Parece que se ha despertado e insiste en verme. ¡Dios mío! Qué impresión. El Maestro no está bien, nada bien. Y lo peor, que él lo sabe. Buscamos motivos para justificar el dolor; seguro que amenaza lluvia, me dice el Maestro. Si el parte, ha dicho que se esperan lluvias para mañana, le digo poco convencido. Sonríe, los dos sabemos que men-timos. Hace un intento de levantarse, pero solo dura el rato de un cigarrito, recordando imágenes mil veces vistas. Me pide con los dientes apretados que lo acompañe de nuevo a la cama. Desde luego que hoy es un día para brillar poco en la faena, hoy vale con estar en el sitio.

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Está agotado, ese pequeño paseo del salón al dormitorio lo ha dejado exhausto. La pierna le duele a rabiar, pero como un torero de los gran-des, no se queja, solo un par de resoplidos y a aguantar el tirón. Me siento a su lado y los ratos que la medicación lo deja despierto, charlamos de trivialidades, pero que, al menos, le hacen sonreír. Me viene a la memoria aquel cuadro de Ignacio Sánchez Mejías abatido sobre la figura de Joselito. Así me siento: impotente, abatido, indigna-do, herido en el alma. El Maestro sale de las alas de Morfeo, muy de vez en cuando, pero siempre intenta seguir una conversación, cualquiera, de cualquier co-sa… le viene bien, se siente vivo. Así transcurre el resto de la mañana, entre sueños y charlas, entre sopor y vida, entre mucho y nada. El almuerzo. De nuevo, insiste en levantarse, en ir a la mesa para co-mer algo, aunque intuye que no será mucho. Le cuesta dar unos pa-sos, pasos pequeños, cada vez más pequeños, pero como torero bueno, los da. Así, su esposa consigue que coma algo y mantenemos la conversa-ción. Piensa que el mundo está mal, que no viene nada bueno, pero por sistema, por animarlo, le llevo la contraria, aunque mi corazón y mi cabeza, le da la razón en silencio. Nos despedimos bajito, muy bajito, que nada se mueva, que nada lo roce. Mi equipaje de vuelta es un saco de lágrimas, de sinrazón, de enorme indignación. Ya ni el sol parece hermoso, ni el mar brilla, y las nubes llegan para taparlo todo. Ya lo dijo el parte…. Mañana lluvia… Pero como dice el Maestro: “Así es la vida”. ¿O no?

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Poco antes de salir para el Hospital Bueno, dentro de un rato camino a la Costa del Sol. El Maestro no termina de levantar cabeza. Nos espera una larga jornada de hospital. Allá vamos intentando mantener el tipo. Ya os contaré... No os quiero dejar si contaros que he visto a otro magnífico torero de la vida y amigo: Juan. Gran torero y mejor persona. También está su-friendo las secuelas de una cogida de un toro de esta misma ganade-ría maldita... esa nacida entre los meses de Junio y Julio. Tampoco está demasiado bien, pero me ha dado tanta alegría verlo que su es-tado no me ha importado mucho, aunque tiene muchas secuelas. “Las piernas no me hacen caso”, me ha dicho muy bajito, como excusándo-se... que grande. Ánimo torero, estira la figura y a arrimarse... un abrazo buen amigo. Hay que amarrarse los machos, la faena se espera dura, muy dura… Hoy puede ser día de voltereta, de arrimón o, como dice el refrán, día de expectación día de decepción. Habrá que esperar al paseíllo y, a partir de ahí, ya se verá:

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La larga jornada. Visita a la Costa del Sol… y nunca mejor dicho. Hoy el sol ha sido pro-tagonista. No sé si pretendía animarme el día o solamente era un pe-queño homenaje al Maestro. El sol convertía el mar en un hermoso lago plateado. Todo quieto, todo calmo. Ni el viento quería molestar al Maestro. Esa sensación tuve desde que llegué a la habitación donde está. Todo calma, todo tranquilidad. Silencio, solo interrumpido por burbujas de vida, por ansias de respirar. El Maestro estaba dormido, todo el día ha estado dormido. Después de mucho tiempo sin dormir, parece que lo va a dormir todo ahora. Sensaciones fuertes al cogerle la mano y sentir que te aprieta un poco, solo un poco, pero tal vez lo máximo que puede. Nada de conversación, nada de charla, solo silencio, sol y cada vez más calor. Unas vistas alucinantes desde la habitación, lástima que el Maestro no las vea, tal vez eso le dieran ganas de volver a luchar. Sí. Parece que el Maestro empieza a rendirse. Este morlaco de mala cara y peor raza, parece que al final va a poder con él. Esa alimaña negra, traicionera, de malas artes, parece que va a ganar. Solo he podido transmitirle el que estaba allí, pero la verdad no sé si le ha llegado. Todo el día durmiendo, descansando, apagándose… Día de sol, pero día gris. Día de luz, pero algo oscuro para mí. Mar en calma pero intranquilo para mí. En fin, poco más que contar… ver pasar el tiempo, minutos, cuartos de horas, medias horas, horas… pensar, intentar sonreír, pero hoy no era el día, ni mi cuadrilla ha estado a la altura, difícil día para todos. Ante el silencio, no sabes que hacer. Si lo rompes parece que lo hie-res; si mantienes intacto ese silencio parece que se va más rápido. ¿Qué es lo acertado? Ahí radica la dificultad. Hermoso día para pasear, pero no para verlo pasar desde una venta-na. Hermoso día para pisar la arena de la playa, pero no las frías bal-dosas de esa hermosa habitación.

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Perdonad si hoy la inspiración no os colma y no os gusta… pero es complicado todo esto. Hasta el médico, un gallego que ejerce como tal, no se atreve, como buen gallego, no sé si entraba o salía, nadie sabe nada, pero todos sabemos el fin. Sólo queda esperar y saborear los detalles vividos.

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Crónica previa de la última faena Después de un duro día de ayer. Respirando silencio, soledad y dolor, hoy no llegan las buenas noticias que esperábamos. Al contrario, todo va a peor. El Maestro está cansado de luchar. Ha sido muy valiente, muy duro, muy luchador, pero todos tenemos límites, incluso los tore-ros de estirpe, los toreros de la vida, los toreros creados a si mismos. Incluso yo, amante de las palabras, de los sentimientos y de dar lo que no tengo, hoy me siento casi vacío. Me siento tan raro… uno se intenta entrenar, hacerse a la idea de cualquier cosa, pero no, para esto tam-poco nos prepara la vida ni nos preparamos nosotros. Nos vamos engañando poco a poco, pensamos que sí que está todo controlado, pero… Bueno, no quiero ser trágico, ni, como me dicen algunos, que solo pre-tendo llamar la atención, en fin, allá cada uno, yo solo me limito a plasmar mis emociones, mis sentimientos, mi estado de ánimo. Así, me parece que todo es menor, que es una historia que contar, se aleja de mí y puedo dominarlo un poco. Pero como todo es una simple qui-mera, una ilusión de querer estar fuera del alcance del dolor. Ya os contaré… Posdata: Lo siento, salgo rápido para la Costa del Sol, las cosas se ponen feas y parece que esta corrida de alimañas, de auténticos marrajos, de las de ponerse serios y hacer lo buenamente posible. Creo que tiene pinta que en ésta el Maestro se corta la coleta de los toros de la vida….

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Hace unos minutos Se me ha ido el Maestro. Hasta este silencio me raja el alma. Ya se ha cortado la coleta. Ya llegará la crónica. Ahora las lágrimas no me dejan ni escribir ni pensar. Gracias a todos Ya solo queda ponerse el traje catafalco y azabache…

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La ayuda de los aplausos Mañana nos queda el último esfuerzo... pero antes de descansar un rato para la dura última jornada, me gustaría daros las gracias a todas y todos los que me habéis dado ánimo, fuerza y ganas de seguir lu-chando. Yo que no era muy partidario de estas redes sociales, resulta que he encontrado a una nueva "familia" en ellas. La emoción me embarga y me hace un nudo en la garganta que no me deja gritar esas gracias que quisiera dar uno por uno a cada uno de vosotros. NO os podéis imaginar lo acompañado que me siento. GRACIAS, desde lo más hondo de mi corazón y sé que mi hermano allá donde esté, se alegra de esta mi pequeña gran familia. GRACIAS y mil millones de veces GRACIAS. Pronto tendréis la Crónica...

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Última Crónica desde la Costa del Sol. Como seguro ya sabéis se me ha ido el Maestro. En el ruedo de su dolor le corté la coleta. Lo intenté convencer hasta el último minuto que me hablaba y me reconocía. Después se retiró a su mundo, se evadió de él, queriendo, tal vez, mitigar el dolor de sus heridas. Luego el dolor dejó paso a un silencio cada vez más brutal, más helado, más cortan-te. Hasta que un último suspiro de vida lo apagó. Después de mi crónica del jueves, no sé cómo, tal vez sea algo innato en el ser humano, ya sabía que no volvería a torear con él. Algo en mi interior decía que empezaba a despedirse. Que se había rendido ante la alimaña que lo corneaba constantemente, del que no podía apartar esos astifinos pitones que le hacían apretar los dientes de dolor. Llegué el viernes corriendo, de nuevo, después de un viaje que no sé si había sol, nubes o ni siquiera un paisaje, un viaje del que no recuer-do nada, solo las ganas de llegar. Recorrí aquel laberinto de baldosas blancas, frías, hirientes, hasta lle-gar con él. Su cuadrilla seguía fiel a él, lo rodeaba, lo arropaba, pero en el fondo no sabíamos que hacer. Era tal la impotencia que no podíamos ni articular palabra. El ansia por recoger algo de aire era increíble, algo que no olvidaré nunca. Su valor de torero le imprimía un carácter más duro a la ima-gen, pero allí estábamos con él, a su lado. No podíamos hacer más. Hasta que por fin, alguien, se apiadó de él. No creo que mereciera tanto castigo, no creo que una persona normal mereciese esta tortura. Todo este fin de semana he pensado que hay seres muy malos que no reciben ni la milésima parte de este castigo y solo me he preguntado ¿por qué? Lo siento, sigo enfadado con Dios, supongo que como este dolor que exprime el alma se me pasará, pero por ahora no nos ha-blamos… A partir de que el Maestro, por fin, cogiera el sueño plácido, calmado y eterno, todo fue tranquilidad. La tranquilidad que queríamos para él, nos la dejó como regalo de despedida. Espero que dure, que no se convierta en una procesión de salidas de tono. ¡¡¡¡ Pero es tanta la presión acumulada!!!! Una tranquilidad salpicada de momentos de emoción, de ternura, de recuerdos, de silencios, de lágrimas enmascaradas, de ánimos de una gran familia de amigos que me han apoyado en todo momento. Su-pongo que el Maestro allá donde esté, se alegrara de esos últimos

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aplausos, de esas ovaciones unánimes, de esos olés mudos, que he recibido de todos vosotros. Ahora quedan momentos fríos, de recogida de sus hermosos trajes de torear, de recoger sus trastos, de recordar momentos de alegría, de pena, de tantos y tantos sentimientos… No sé si tendré valor para ello. No sé. He intentado emular al Maestro en ese valor sordo, callado, de no molestar, de ocupar un segundo plano, de que mis lágrimas corrie-ran por dentro, de que mi dolor solo fueran vistos en unos puños apre-tados, en un suspiro profundo. Ahora queda también cuidar de sus hijos más pequeños: de su hija un sol de niña, alta guapa, preciosa con un corazón de oro, como aquel pájaro que con su ramita de olivo regala paz. Y de su pequeñajo, su estrella, su legado, del que espero siga siendo capaz de derribar gi-gantes con una honda, de que no se rinda. Pero ahora mi pequeñajo, está muy triste, muy, muy triste… Bueno amigos, el domingo se fue definitivamente y con él, el Maestro, mi Maestro, mi preceptor en jornadas infantiles, mi cuidador de mis años de infancia. Se fue un trozo de mi alma, de mí ser, de mi vida… se fue mi hermano Gerardo. Se fue del ruedo de la vida. Adiós Maestro, espero que allá en el palco de figuras nos veas dedi-carte este brindis al Cielo: Va por ti Maestro.

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Epílogo a las Crónicas Quiero daros, de nuevo, las gracias a todos y cada uno de los que nos acompañasteis, ayer, en la Iglesia del Corpus. Desde el cura Llanes, que estuvo espléndido con sus palabras, hasta el último de vosotros que estuvo allí. ¡¡¡Cuánto me gustaría nombraros a cada uno de vosotros!!!! Pero no me atrevo por si me falta alguna, mi cabeza sigue regular. A todos los que fuisteis y a los que no pudieron pero enviaron muchos ánimos. Para mi fue muy especial. Cuando subí a daros las gracias, me quedé abrumado con la cantidad de gente que había, ¡¡¡¡¡¡qué feli-cidad sentirse tan arropado!!!!!! Qué orgullo sentí de teneros como amigos... de sentiros tan cerca. Fue tan especial, sentir ese respeto, ese silencio durante la Misa, que sensación de paz... Creo que no tendré tiempo durante un par de eternidades para estar dando las gracias a cada uno de vosotros, sentí esos apretones de manos, esos abrazos, esos besos, llenos de cordialidad, de ternura, de emoción contenida... de AMISTAD. Muchos de vosotros me dijisteis que os gustaron la palabras que leí, que me pasó un gran amigo, unas palabras escritas por San Agustin, y creo que por culpa de la emoción y de ese nudo que aún tengo en el pecho, en el corazón, en el alma, no supe hacer llegar a todos, os las dejo aquí para compartirlas con todos vosotros y de nuevo, MIL GRA-CIAS Morirse no es nada importante, solo me he ido al cuarto de al lado. Pero yo sigo siendo yo, al igual que tú sigues siendo tú. Seguimos siendo lo que éramos el uno para el otro. Sigue llamándome con el nombre de siempre, háblame igual que lo hacías antes, no emplees un tono diferente, ni más solemne ni más triste. Sigue riendo con lo que nos hacía reír juntos Reza, sonríe, piensa en mí; reza conmigo; que mi nombre se oiga en casa igual que siempre, sin énfasis ni temor alguno. ¿Por qué tendría que estar o lejos de tus pensamientos?

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¿Simplemente porque tus ojos no me ven? No estoy lejos, sólo estoy al otro lado del camino. Todo va bien. Enjuga tu llanto, y no llores. Las Cartas de Despedida Hola mi niño: ¿Cómo estás? Por fin, puedo escribirte. Perdona mi retraso, pero como comprenderás aquí arriba hay mucha gente queriendo escribir y, por ahora, solo hay un lugar para echar las cartas. Las colas son casi eternas. Y es que nos han dicho que no debemos molestar a los que os quedáis ahí, que no debemos de daros pena, que no debemos decir nada de aquí. ¿Te imaginas lo que sería esto? Pero tu caso es especial. Eres mi niño chiquitito y no pude despedirme de ti, como tú te merecías. Así, que me han dado permiso para escri-birte. Pero hay muchos padres y madres como yo aquí arriba, por eso mi retraso. He visto que lloras por las noches y me llamas. No llores, mi rey, no llores. Aquí estoy muy bien, estamos muy tranquilos, charlamos mucho y vemos a mucha gente que hacía tiempo no veíamos. Aquí hay paz y tranquilidad y, sobre todo, no hay dolor. Imagina lo bien que estoy. Por eso, corazón mío, no llores. Tú no eres culpable de nada. No me he ido por falta de tus abrazos, ni de tus besos. No, las cosas, a veces, son así. Para tener algunas co-sas, hay que dejar de tener otras. Así es la vida. Pero todo eso ya lo aprenderás con el tiempo. No llores Rey mío. No tienes por qué, de verdad. Ahora tienes mucha gente a tu alrededor. Tienes a tus hermanos que te cuidaran como yo o mejor. A tus tíos, que te quieren y estarán para lo que quieras. Y sobre todo, tendrás al mayor de los superhéroes que existe: tu Madre. Ella te protegerá y te cuidará siempre. No te sientas mal. Todo irá volviendo a la normalidad. Pero sobre todo, no llores, no te enfades, no te portes mal. Hazme caso, vida mía. Ahora estaré siempre en tus recuerdos, en tu memoria, y, ahí seré siempre muy, muy, muy feliz, así que tú también debes serlo. Ahora te pido algunas cosillas, ¿vale? Debes estudiar, debes aprender muchas cosas y así podrás a llegar a ser una gran persona. Ya sabrás lo que es eso. Ahora, a tus cinco

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años, esto te sonará muy raro. Pero tendrás esta carta para leerla cuantas veces quieras. Lee mucho. Eso te hará culto, listo y podrás resolver muchos proble-mas. Y sobre todo, te hará libre. Igual te haces médico y puedes curar, algún día, a un padre como yo y habrá un hijo que te lo agradecerá eternamente y, eso, me hará más feliz aún. Juega, disfruta, imagina. No te pares a ver dibujitos inventados por mayores. Inventa tus juegos, tus personajes, tus historias. Eso te hará más feliz. Todo esto te hará más justo, más solidario, más libre, en resumen, mejor persona y eso también me hará muy feliz. No llores mi vidita chica. NO llores. Dile a mamá que te lea cuentos por las noches hasta que puedas leerlos tu solito. Y cuando te vayas a dormir, me los cuentas bajito y así estaré contigo, ¿vale? Así cuando te acuerdes de mi te vendrá una sonrisa a tu preciosa cari-ta y no lágrimas que no puedo secar desde aquí. Así te harás grande y podrás cuidar de mamá, que también hay que cuidar y estar pendiente de ella, que no llore, sobre todo, no quiero llantos, quiero sonrisas, eso me hará más feliz aún. Bueno, tengo que dejarte hay más padres detrás de mí. Recuerda mi bien: siempre estaré contigo, siempre. Te quiero para toda la eternidad. Millones de besos y abrazos, te quiere: Tu Papi

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Hola mi Reina: ¿Cómo estás? ¿No habrás pensado ni por un momento que me he olvidado de ti? Qué va ni mucho menos corazón mío. Ya le he dicho a tu hermano pequeño lo que pasaba. Él es más chiquitito y necesitaba una explica-ción antes que tú. Aquí es difícil escribir. Lo he podido hacer gracias a una paisana que ha llegado hace poco y no tenía hijos, me ha dejado su turno y aquí estoy de nuevo. Solo para ti mi pequeña Paloma, mi frágil pajarillo. Para ti todo es distinto que para él. Tú tampoco lo entenderás, pero lo comprenderás como ley de vida. Si, me marché, pero para estar mejor. Para ser tu padre de verdad, para estar cerca de ti en todo momento y no con mi vista empañada por lágrimas de dolor y de impotencia. No mi ángel bonito. No me fui por no estar contigo, me fui porque la vida me mandó lidiar un toro que no pude vencer. Pero la vida, tam-bién, me ha dado tantas alegrías y una de ellas eres tú. Mi niña del alma, mi única niña. A ti si te puedo decir que llores cuando quieras, si eso te sirve de con-suelo. Llora, pero no lo hagas por esconderte, ni por que los demás te miren, NO, esa no sería mi niña valiente, mi niña querida. Llora de pena, de dolor, pero también llora de alegría cuando recuerdes mo-mentos divertidos y alegres. Ahora habrá una cosa buena. Ahora seré un buen padre, porque esta-ré siempre que me necesites. Estaré en todo momento que quieras. Estaré siempre pendiente de ti. Algunos eligen una estrella del Cielo, otros, una luz del atardecer, otros, algún hermoso paisaje. Elige lo que quieras, en ese sitio, el lugar, la luz, el aroma, lo que prefieras, lo que tu hayas decidido; allí estaré yo, siempre, dispuesto a escucharte, a abrazarte, a mandarte fuerzas; tu pequeño escondite donde solo esta-remos tú y yo. Pero no pares ahí, sigue, avanza, siempre hacia adelante. Allá donde tus sueños te quieran llevar. Siempre con la cabeza alta, con dignidad, pero sobre todo, sobre todo y sobre todas las cosas, con humildad, con serenidad, con solidaridad, con libertad y con mucho cariño. Estudia mi cielo. No dejes de hacerlo. La Cultura y la Educación te hará cada vez más libre.

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Te dejo con tus hermanos mayores, con los que siempre podrás con-tar, los que te protegerán, te ayudarán y serán como yo, pero en her-manos. Tienes a tu madre, confía en ella, una madre, siempre es una madre. Tienes a tus tíos, que siempre estarán ahí, en un segundo plano, en el banquillo de los reservas, pero dispuestos a dar todo por ti. Por todo esto, mi Paloma preciosa, no estás sola, no llores por sole-dad, nunca. Te queda una hermosa vida por rellenar de sueños, desvelos, alegrías y penas, pero será tu vida, de la que disfrutaré en la distancia, pero lo haré como nadie, porque… ¿sabes una cosa Corazón mío? Nadie, te querrá, jamás, como yo. Así que, enjuga tus lágrimas de nácar y conviértelas en luminosas y tímidas sonrisas, en sonoras carcajadas. Sigue adelante muñeca mía. Te quiere Papá. PD: Sé que lo haces, pero cuida de tu hermano pequeño, y ya que te has portado como una auténtica dama, sigo haciéndolo, mi preciosa dama, mi alma… mi niña.

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La última faena con él y sin él: Las letrillas del Miedo El otro día vencí uno de mis últimos miedos. Hoy mi hija dice que superando miedos, uno se hace más fuerte. No lo sé, la verdad, creo que no es exactamente así. Nunca se superan al-gunos miedos. No se supera el miedo al dolor, no se supera el miedo al fracaso; no se supera el miedo a lo desconocido, a lo que vendrá; no se supera el miedo a la soledad no buscada, a perder lo que te ro-dea. Pero sobre todo, no se pierde el miedo al dolor de un hijo. Creo que no hay nada comparado con eso. No hay nada como la desespe-ración al llanto, al dolor, a la enfermedad de un hijo, o en mi caso de una hija. Creo que no he sufrido más que con sus males, con sus llo-ros, con sus fracasos, con sus desengaños, con todo lo que le ha po-dido producir una pequeña lágrima resbalar por sus mejillas. Por eso, no me atrevía a presentarme ante mi madre después de la pérdida de mi hermano. Me daba auténtico horror. No porque yo se lo fuera a decir, que no lo hice, ni siquiera por que no estoy seguro que lo entendiera o comprendiera, porque en su mundo no sé lo que para ella es real o no. Pero si temía que me lo notara, que algo había pasado, que tal vez sintiera mi dolor o tristeza. ¡¡¡¡ Es tan intuitiva!!!! Tan bruji-lla, como yo le digo cariñosamente. Según llegaba a verla mi miedo se acentuaba, se incrementaba, ese miedo de los toreros de labios blancos y boca seca. Ese miedo que puedes sentir, oler, palpar, eso es MIEDO. No quería que nada saliera de lo normal, de lo típico, de lo tópico, de lo habitual y ya reglado o establecido… si, lo sé, como un torero su-persticioso, no quería que nada se saliera de la rutina. Sin embargo, todo estaba al revés. No estaba en su asiento. No era la hora habitual de mis tientas, no era nada lo de siempre. Ella estaba en el patio, al calor del sol de febrero. Con sus gafas oscu-recidas por la luz clara que le llegaba de su bahía. Por el aroma cálido a sal marinera. Nada era lo habitual. Sentada en su silla de ruedas, cosía un paño imaginario, lo estiraba, daba puntadas, quitaba hilvanes, todo era como hace mucho tiempo. Hablaba calma, muy tranquila, muy serena, como hacía mucho tiempo que no lo veía, ni la sentía. Desde la atalaya de sus años, cosía su mano como un tejido de exquisita delicadeza - ¿qué más delicado que sus manos? – hablaba distraída de sus cosas, de su mundo, de su vida. Lo único habitual es que me desarmó, como siempre. No me atrevía a mirarla a la cara por temor a sentirme descubierto, a saber que ella sabía aquello que yo no quería que supiese.

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Pero todo pasó. Como pasa todo en nuestras vidas, a veces volando y otras arrastrando una pesada carga. Así pasó mi mal trago, ni siquiera el más duro del mundo, ni el más grave, ni el más sofisticado. Incluso me da cierto reparo dejar estas letrillas aquí, sabiendo que hay gente que se quema, que sufre, que malvive y que no alza la voz. Pero será otra cuestión de otro día. Hoy quería dejar en este espacio en blanco, relleno de pintas negras, mis impresiones, mis sensaciones, mis cosas de dentro. Y si, mis mie-dos. No estoy seguro de haberlo vencido, aún me aprieta un fuerte nudo en mi pecho, pero eso también necesita otras letras en otro día. ¡¡¡Cómo os echo de menos a los dos!!!

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Fotos de mi propiedad, salvo la de Sánchez Mejías. Así como todas las letras vertidas en estas hojas.

Se terminó de arreglar el Domingo de Ramos de 2013