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83 LAS CAUSAS DE LA CRISIS ECONÓMICA EN ESPAÑA I. Introducción El propósito de este artículo es analizar las causas de la crisis económica que sufre España desde 2008 desde una perspectiva heterodoxa. Tomamos en general como referencia el período que va de 1995 a 2007, a su vez precedido por la recesión de 1992-93 que puso fin al auge de 1985-91. 2 Son éstas unas líneas no sólo del pasado más reciente, sino con vocación de futuro. Creemos indispensable ofrecer una caracterización alter- nativa de la crisis económica en España no úni- camente como objeto de discusión académica, sino como punto de partida para la elaboración de un proyecto de sociedad alternativo. 3 Esta apuesta debe cimentarse sobre un modo radi- calmente diferente de organizar el proceso de producción, distribución y consumo, lo que dará lugar a un marco institucional coherente con las nuevas relaciones sociales de producción. Ocurre no obstante que los diagnósticos de la crisis actual realizados desde la economía heterodoxa son profundamente reformis- tas y ajenos al enfoque de Marx (véase Mateo y Garzón, 2013). Se alude a una especie de triángulo infernal de las Bermudas en torno al neoliberalismo, la distribución del ingreso y las finanzas como causas de la denominada Gran Recesión. Pero en ningún caso están presentes los elementos de la teoría marxista de la crisis: las contradicciones internas del proceso de acu- mulación (cambio técnico ahorrador de trabajo) que presionan a la baja la rentabilidad del capital y, por tanto, originan el colapso de la inversión. De ahí se transita hacia un análisis de las medidas de ajuste económico, cuyo denomina- dor común es el propósito de reducir los salarios, en términos de voluntarismo maléfico de los políticos, la Troika, el imperialismo alemán, con apreciaciones curiosas sobre la miopía empresa- rial sobre una pretendida falta de demanda que, a su vez, terminaría por perjudicar sus ventas (y beneficios). Aunque hay elementos de verdad, no acaban de representar de manera fidedigna el fenómeno de la crisis. Alarma, en definitiva, la ausencia de una concepción de la crisis como absoluta necesidad de la acumulación capitalista (véase 1. Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid. 2. Si bien la recuperación económica se inicia en 1994, partimos de 1995 debido a que el INE sólo proporcio- na una serie de datos homogénea desde ese año 95. Y aunque la crisis comienza en la segunda mitad de 2008, al utilizar series anuales debemos limitarnos al año 2007 como último año, aunque en ocasiones lleguemos al segundo trimestre de 2008 (2008T2) en ciertas variables para las que se disponga de información trimestral. 3. Remitimos a artículos del propio autor, como Mateo (2013). Juan Pablo Mateo 1 Una mirada a lo que ocurrió para sustentar las propuestas de futuro

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LAS CAUSAS DE LA CRISIS ECONÓMICA EN ESPAÑA

I. IntroducciónEl propósito de este artículo es analizar las

causas de la crisis económica que sufre España desde 2008 desde una perspectiva heterodoxa. Tomamos en general como referencia el período que va de 1995 a 2007, a su vez precedido por la recesión de 1992-93 que puso fin al auge de 1985-91.2

Son éstas unas líneas no sólo del pasado más reciente, sino con vocación de futuro. Creemos indispensable ofrecer una caracterización alter-nativa de la crisis económica en España no úni-camente como objeto de discusión académica, sino como punto de partida para la elaboración de un proyecto de sociedad alternativo.3 Esta apuesta debe cimentarse sobre un modo radi-calmente diferente de organizar el proceso de producción, distribución y consumo, lo que dará lugar a un marco institucional coherente con las nuevas relaciones sociales de producción.

Ocurre no obstante que los diagnósticos de la crisis actual realizados desde la economía heterodoxa son profundamente reformis-tas y ajenos al enfoque de Marx (véase Mateo

y Garzón, 2013). Se alude a una especie de triángulo infernal de las Bermudas en torno al neoliberalismo, la distribución del ingreso y las finanzas como causas de la denominada Gran Recesión. Pero en ningún caso están presentes los elementos de la teoría marxista de la crisis: las contradicciones internas del proceso de acu-mulación (cambio técnico ahorrador de trabajo) que presionan a la baja la rentabilidad del capital y, por tanto, originan el colapso de la inversión. De ahí se transita hacia un análisis de las medidas de ajuste económico, cuyo denomina-dor común es el propósito de reducir los salarios, en términos de voluntarismo maléfico de los políticos, la Troika, el imperialismo alemán, con apreciaciones curiosas sobre la miopía empresa-rial sobre una pretendida falta de demanda que, a su vez, terminaría por perjudicar sus ventas (y beneficios).

Aunque hay elementos de verdad, no acaban de representar de manera fidedigna el fenómeno de la crisis. Alarma, en definitiva, la ausencia de una concepción de la crisis como absoluta necesidad de la acumulación capitalista (véase

1. Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid.2. Si bien la recuperación económica se inicia en 1994, partimos de 1995 debido a que el INE sólo proporcio-

na una serie de datos homogénea desde ese año 95. Y aunque la crisis comienza en la segunda mitad de 2008, al utilizar series anuales debemos limitarnos al año 2007 como último año, aunque en ocasiones lleguemos al segundo trimestre de 2008 (2008T2) en ciertas variables para las que se disponga de información trimestral.

3. Remitimos a artículos del propio autor, como Mateo (2013).

Juan Pablo Mateo1

Una mirada a lo que ocurrió para sustentar las propuestas de futuro

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Mateo y Garzón, op. cit.), el rol de la rentabilidad empresarial como motor de la inversión, o el papel de los salarios. Por ello, ofrecemos aquí un intento de caracterización de la crisis en España desde los presupuestos del enfoque marxista.

II. Reflexiones teórics sobre el análisis de la crisisEl aspecto crucial a desarrollar sobre los fun-

damentos de la crisis en España radica en revelar las contradicciones subyacentes del proceso de acumulación de capital. En consecuencia, no tanto en volver a enumerar el (tan manido, por otra parte) conjunto de desequilibrios, disfuncionalidades o problemas de la crisis en términos del déficit comercial, el elevado endeu-damiento o el mercado laboral y los salarios (que abordamos en el apartado IV), como en tratar de ordenarlos a partir de una determinada cau-salidad. Preguntarse por las causas de la crisis actual exige una reflexión previa para aclarar el significado del interrogante planteado. Debemos considerar, pues, aspectos conceptuales y de método, así como coyunturales e históricos.

En términos generales, afirmamos que en última instancia la causa de la crisis de la economía española no puede ser otra que la razón por la cual la crisis económica es un fenómeno recurrente de las economías capita-listas, es decir, las contradicciones propias del proceso de acumulación de capital. Siguiendo a K. Marx, enfatizamos la esfera de la produc-ción, señalando que este sistema económico se caracteriza por una producción de excedente, contenido compartido por otras formas organi-zativas del proceso económico, pero que en el capitalismo adopta la forma de plusvalía. Que el excedente se exprese de esta forma se debe a que el aspecto característico de la producción no es la generación de cosas o valores de uso para sa-tisfacer necesidades humanas, sino de mercan-cías en tanto portadoras de trabajo excedente, y así, de ganancias a realizar en el mercado. En otras palabras, la producción capitalista es fun-damentalmente producción para el mercado con miras a la obtención de un beneficio por parte de trabajo asalariado en un marco de propiedad

privada de los medios de producción. De ahí que el proceso de producción sea en puridad de va-lorización, maximización del beneficio, fundado en el plustrabajo del obrero.

De manera simplificada, el proceso de acu-mulación de capital se caracteriza por un flujo anual de inversión (I), que en la contabilidad nacional vemos como formación bruta de capital fijo (FBCF) y contratación de mano de obra (L), la cual se materializa en un valor determinado del stock de capital neto no residencial (K) por trabajador (K/L). En principio, esta ratio (masa de medios de producción por trabajador, K/L) debe incrementarse, posibilitando que los bene-ficios (B) o excedente de explotación (EBE) par-ticipen en mayor medida del valor nuevo total (PIB). Sin embargo, la reducción relativa de la fuente generador del valor, como es el trabaja-dor, contribuye a obstaculizar la generación de excedente, lo que se manifiesta en una presión sobre caída de la tasa de ganancia (beneficios respecto del stock de capital, B/K). Cuando la cantidad de excedente empresarial se estanca y retrocede en términos absolutos, siendo insufi-ciente para la valorización del stock de capital acumulado, estalla la crisis.4

Ahora bien, lo expuesto por Marx en El Capital está desarrollado en un elevado grado de abstracción. La necesidad de complemen-tarlo con elementos como la intervención del Estado y otros aspectos de la coyuntura no lo invalida, sólo reclama la necesidad de distinguir diversos niveles de aproximación a lo concreto. En este sentido, veremos a continuación ciertas particularidades de la dinámica de acumulación en España, que en verdad se distancian de lo expresado por Marx por la profundización de los mecanismos socialmente regresivos y eco-nómicamente ineficientes que han impulsado el crecimiento económico en España.

Tales particularidades se refieren en gran medida por la adopción de un programa de restructuración neoliberal tras la firma del Tratado de Maastricht de la Unión Europea (TUE), condición necesaria para la posterior integración de España en la Unión Europea y Monetaria (UEM). En 1999 se establecen los tipos de cambio fijos y a partir del 1 de enero

4. Para una exposición más detallada de mi concepción de la teoría marxista de la crisis, véase Mateo (2007, caps. 1 a 5).

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5. De esta forma se compensaría, en términos monetarios del valor de la moneda, dicho menor desarrollo productivo, pudiendo realizar exportaciones.

6. Y lo es porque la inversión en los elementos del capital constante (fijo y circulante) tales como las infraes-tructuras (viales, ferroviarias, portuarias, etc.), maquinaria y equipo, así como activos inmateriales (software), requiere contratar trabajadores, permite que el trabajo incremente su productividad y se mejore la competiti-vidad, y genera demanda a partir de los salarios pagados a los trabajadores.

de 2002 comienza a circular el Euro. Al ser la española una economía en la que predominan capitales con un menor desarrollo producti-vo que el que poseen otras más avanzadas de la eurozona, tendrá una tendencia a depreciar en términos reales su tipo de cambio (Tapia y Astarita, 2011).5 No obstante, la adopción del Euro ha supuesto tener una moneda apreciada en términos reales para economías periféricas como la nuestra, alimentado por un nivel de inflación relativamente superior respecto de los socios centroeuropeos (Estrada, Jimeno y Malo, 2009). Es decir, con un tipo de cambio que no es soportado por el nivel de desarrollo productivo de la economía. En consecuencia, la dinámica de acumulación en España y el tipo de contra-dicciones a que ha dado lugar será el producto de la manera como las tendencias básicas de la economía capitalista se han visto condiciona-das por el lugar que ha ocupado la economía española en la Eurozona.

crisis actual. Continuamos con la reconfigura-ción sectorial que se ha producido y concluimos con una referencia a la rentabilidad empresarial.

III.1 El proceso de acumulación de capital

Como señalamos, partimos de ubicar en la dinámica de acumulación de capital la fuente de las contradicciones básicas para explicar la crisis. En la tabla 1 se muestra el período de cre-cimiento desde el lado de la demanda (gasto) en sus diversos componentes: consumo de los hogares, gasto público, inversión en capital fijo por parte de las empresas y comercio exterior. Hay que tener cuidado, no obstante, en no confundir cantidad en términos absolutos con importancia cualitativa. La variable esencial es el gasto empresarial de inversión (acumulación de capital), aunque su participación en el PIB sea sustancialmente inferior al consumo, tanto para analizar las fases de crecimiento como para las recesiones.6

Tabla 1. Estructura del PIB por el lado de la demanda (1995-2007)Gasto en porcentaje del PIB a precios corrientes y tasas de variación anual promedio

% del PIB TVA promedio1995-2007

1995 2007 1996-00 2003-07PIB 100 100 3.70 4.12 3.50Consumo 59.30 56.50 3.91 3.93 4.12Gasto Público 18.00 18.30 5.67 7.67 3.91FBCF 21.50 30.70 6.12 7.25 5.87X bys 22.40 26.90 6.75 10.21 4.76M bys 22.40 33.60 9.29 12.28 8.35

Notas. FBCF: Formación bruta de capital fijo; X: exportaciones; M: importaciones; bys: bienes y servicios. Fuente: INE (2014a)

III. Los desequilibrios de la economía españolaRepasamos en este apartado la fase de cre-

cimiento de la economía española a partir de la dinámica de la acumulación de capital para identificar los elementos que han originado la

La FBCF ha mostrado incluso una tasa de crecimiento promedio del 6% a lo largo del período, superior al gasto no productivo, tanto el de los hogares (3,9%) como el del sector público (5,6%), aunque decreciente en las dos subfases. La participación de la inversión en

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el PIB ha alcanzado niveles muy importantes, hasta el 30% del PIB en vísperas del colapso, y un promedio de casi el 26% en estos 13 años. Ha sido superior, por tanto, a la inversión promedio de las economías desarrolladas, que ha oscilado en torno al 20-22% del PIB (FMI, 2013). Por tanto, no parece que haya existido un exceso de gasto de consumo por parte de los hogares, y menos de los hogares de las personas de la clase trabajadora, ni ninguna prodigalidad en el gasto por parte del Estado. Esta dinámica de acumu-lación ha estado estrechamente integrada con el exterior. Aunque lo abordamos en el apartado correspondiente (IV.1), en la tabla 1 se aprecia un mayor crecimiento relativo tanto de expor-taciones como, y principalmente, de las impor-taciones, igualmente decreciente.

Esta inversión, sin embargo, ha incorporado importantes desequilibrios en su composición. La vorágine especulativa en torno a la cons-trucción, y de manera central en la vivienda, se aprecia en el protagonismo de estos rubros. La inversión residencial ha pasado de representar el 29% del total de la inversión en la primera mitad de los años noventa a llegar al 39-40% entre 2003 y 2007, mientras que el resto de construc-ciones ha promediado casi la tercera parte. Algo más de dos tercios del total de la inversión ha sido de construcciones diversas, y por tanto re-lacionada en gran medida con el auge especu-lativo. La otra cara de la moneda es la menor inversión relativa en «Maquinaria, equipo y otros activos», que lleva perdiendo peso desde finales de los ochenta. Aunque creció entre mitad de los noventa y 1998 del 19 al 23% del total, desde 1999, año en el que se fijaron los tipos de cambio fijos, ha ido descendiendo hasta el 15% en 2004-07. La parte que sí ha aumentado es la inversión en activos inmateriales de las nuevas tecnologías (como el software), si bien no sobrepasaron el 5% (FBBVA, 2014).

Esta situación resulta problemática por varias razones. En primer lugar, la inversión re-sidencial no forma parte del concepto marxista

de acumulación de capital, pues la vivienda no es capital en tanto que relación social de produc-ción, y no contribuye además a desarrollar las fuerzas productivas. Sin embargo, esta actividad sí ha impulsado diversas actividades conexas que han permitido realizar importantes bene-ficios a las empresas proveedoras de materiales de construcción, infraestructuras de los nuevos barrios, servicios diversos (fontanería, alcanta-rillado…), y un largo etcétera.

En segundo lugar, la dinámica de la inversión ha estado impulsada en gran medida por la reva-lorización de los activos residenciales, es decir, el aumento del precio de la vivienda. Si observa-mos la dinámica de la inversión a precios cons-tantes, la acumulación de maquinaria y equipo (8%) supera la correspondiente a vivienda (7,3%) y otras construcciones (4,4%). Pensemos que a corto plazo una mayor demanda de estos bienes determina el precio, ya que su construcción se dilata varios años en el tiempo, y al fin y al cabo es un bien de consumo de demanda inelásti-ca, pues toda persona aspira a tener un techo7. La elevación de un precio que, a su vez, eleva la rentabilidad esperada en las actividades in-mobiliarias y atrae más capitales y demanda de viviendas para especular, genera una espiral es-peculativa en la que se pierde el vínculo con sus fundamentos objetivos, el tiempo socialmente necesario de trabajo, dependiente de la meca-nización y la mejora de la capacidad producti-va. La crisis y la abrupta caída del precio de la vivienda recordarán que, en última instancia, existen tales referentes objetivos en la determi-nación del precio.

En tercer lugar, esta acumulación apoyada en el auge del precio de los activos inmobiliarios ha originado una desestructuración intersecto-rial de la economía española, con una creación de empleo extraordinaria, pero en condiciones precarias, y con una incapacidad por desarro-llar la productividad. Por tanto, una de las par-ticularidades radica en el cuasiestancamiento de la relación capital-trabajo (K/L), categoría

7. A ello se le une toda una política destinada a fomentar la compra de vivienda, que históricamente nació con la pretensión del régimen franquista de propiciar la propiedad entre la clase trabajadora para que su dependencia de un préstamo condicionara su actividad social, limitando las reivindicaciones políticas. En los últimos años, la Ley del Suelo de 1998 ha sido clave. A su vez, la existencia de bajos tipos de interés hizo más atractiva la inversión en títulos de renta variable.

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próxima al concepto de «composición técnica del capital» en Marx (véase Mateo, 2007, cap. 13). Nótese que hablamos del stock de capital neto no residencial, cuya tasa de incremento ha sido del 4,6% anual entre 1995 y 2007, un nivel ciertamente aceptable, mientras que el empleo equivalente total ha aumentado al 3,3%, por casi 4% del asalariado.

que permite reducir los costos de producción (consumos intermedios y salarios, CI y RA), ser más competitivos, y de esta forma limitar la tendencia hacia el descenso de la productividad del capital.

Como cabe esperar, la productividad en España ha tenido una trayectoria muy negativa. Según se cuantifique, se ha incrementado en este período sólo un 4,4% o ha descendido un 2,7% (utilizando el trabajo total o asalariado, respectivamente). En la medida que no se incre-menta la productividad, existirá una limitación objetiva para que no aumenten los salarios. Y es que más allá de cuestiones políticas o de relación de fuerzas sociales, lo que resulta esencial esta-blecer es que no ha existido una base material de incremento del producto por trabajador que posibilitara una acción redistributiva compati-ble con la continuación del proceso de acumula-ción bajo la lógica capitalista.

Siguiendo con el hilo causal, los costes de producción para el capital no se han reducido. Los insumos han incrementado su participa-ción en el conjunto del valor bruto de la pro-ducción 6,5 puntos porcentuales, y consideran-do la dinámica salarial tan regresiva, los costes totales de consumos intermedios y salariales han aumentado 3 puntos. Asimismo, la parte de los costes correspondientes a los insumos ha aumentado en 6 puntos, por lo que los traba-

Ratios capital-trabajo (K/L), productividad laboral (Y/L) y productividad del capital o ratio producto-capital (Y/K) (1995= 100)

Notas. K: stock neto de capital no residencial; L: número de puestos de trabajo equivalentes, totales y asalariados; Y: producto total (PIB).Fuente: FBBVA (2014), INE (2014a)

Gráfica 1. Variables del proceso de acu-mulación y desarrollo productivo

En la gráfica 1 se muestran diversas series de categorías propias del proceso de acumula-ción de capital en índices base 100 desde 1995. La ratio K/L ascendería un 16% si se utiliza en el denominador el empleo total equivalente (que incluye a empresarios, autónomos y asalaria-dos), o caería un 8% si nos basamos en el trabajo asalariado, ya que es la modalidad de empleo que más ha aumentado. Sea como fuere, es un resultado absolutamente anormal que no se in-cremente casi la dotación de medios de produc-ción por trabajador, o índice de la mecanización, durante un ciclo expansivo de trece años.

El resultado es preocupante por cuanto la ratio capital-trabajo constituye el fundamento de la mejora de la productividad laboral (Y/L)8,

Gráfica 2. Los costes de los insumos y las remuneraciones salariales respecto del valor bruto de la producción

Serie a precios corrientes en porcentaje

Fuente: INE (2014a)

8. Pero aclaremos este término: la productividad laboral remite a la capacidad de producir distintas mer-cancías por cantidad de trabajo (hora o persona) en condiciones competitivas, lo que significa que no es una mera cuestión técnica de potencialidad de producir extraordinariamente valores de uso innecesarios desde el punto de vista mercantil (que no respondan a una necesidad social expresada en términos mercantiles), sino que tiene un carácter social, a saber: capacidad de producir mercancías portadoras de excedente a realizar en el mercado en competencia con otras empresas de otros países.

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jadores se han abaratado respecto del capital constante circulante. En vista de lo expuesto, no parece sostenerse el tradicional diagnósti-co ortodoxo de que los costes salariales han entorpecido el proceso de acumulación debido a las rigideces del mercado laboral, la actividad sindical, u otras formas de lucha obrera.

Dada la trayectoria tan regresiva de la ratio capital-trabajo y la productividad laboral, se explica el abrupto descenso de lo que podemos denominar la productividad del capital (PK) o relación producto-capital (Y/K), inversa de la ratio K/Y, que podría considerarse, tal vez, una cierta aproximación de la categoría «com-posición orgánica del capital» en Marx. Esta expresión depende i) de la relación entre la productividad laboral (Y/L) y la ratio capital-trabajo (K/L), es decir, de cuanta más produc-tividad se consigue a partir de la mecaniza-ción del proceso productivo; y ii) la relación de los índices de precios del producto total y el stock de capital. Una mejora productiva de los sectores productores de medios de producción (bienes de capital), o una caída del precio en las importaciones de estos bienes permitirá que el índice de precios del stock de capital crezca menos que el nivel general de precios, el corres-pondiente al PIB.

En España, la productividad del capital (gráfica 1) desciende un 12%, si bien es a partir de 1999 cuando en verdad se produce este descenso, hasta un 14% en los ocho años si-guientes. Esta trayectoria se explica sobre todo por una deficiente inversión, que no ha mejorado la productividad, pero también debido a que desde la paridad monetaria de 1999 el precio del stock de capital se ha incrementado en mayor medida, hasta superar en tres puntos porcentuales al índice de precios del PIB. Lo cual significa que los sectores relacionados con los medios de producción han experimentado un atraso relativo respecto del conjunto de la economía. Ambos aspectos han presionado a la baja la tasa de ganancia.

III.2 Desarticulación sectorial

Para analizar las causas de la crisis es preciso no limitarse exclusivamente a una visión agregada del conjunto de la economía española. Las políticas de ajuste neoliberal, la integración en el proyecto europeo y la generación de una colosal burbuja inmobiliaria9 han generado una recomposición de la estructura económica interna que está en la base de la crisis posterior.

Como se aprecia en la tabla 2, el sector de la construcción es el que incrementa su partici-pación en el PIB en mayor medida, desde 8,8 a 12,2% entre 1995 y 2007, junto a las actividades inmobiliarias, además del heterogéneo grupo de «Actividades profesionales, científicas y técnicas; actividades administrativas y servicios auxiliares», directa o indirectamente ligadas al auge inmobiliario y de la construcción, las cuales representaban 5.2 y 4.8% en 1995, res-pectivamente, y superan el 6% del PIB total en 2007. Por el contrario, las ramas industriales perdieron 5 puntos porcentuales, pasando del 20 al 15% del PIB. Asimismo, se aprecia el efecto precio ligado a la burbuja inmobiliaria. Las ac-tividades de la construcción e inmobiliarias tienen una tasa de aumento a precios constantes mucho más limitado, sobre todo estas últimas (4,3 y 2,5% respectivamente).

Las ramas de la construcción y de activida-des inmobiliarias, que han representado el 14 y 18,5% del PIB en 1995 y 2007 respectivamente, eran destino del 28,5% del total de la inversión empresarial en 1995, llegando a absorber casi la mitad (48%) de la inversión al final del ciclo de crecimiento. En este período la industria perdió 8 puntos porcentuales en su contribución a la inversión total. Sin embargo, estos niveles de inversión no se han materializado en la misma medida en aumento del stock de capital, y mucho menos en mejora de la productividad laboral. La tasa de acumulación más intensa ha sido la de sectores de «Otros servicios» (10,8% anual), junto a las construcción; información y comu-nicaciones; y actividades varias (entre 8 y 8,8% anual), estando el sector inmobiliario después

9. Una muestra de la degeneración especulativa en el sector de la construcción residencial: según Estrada, Jimeno y Malo (2009:37), del Banco de España (BdE), «en su momento más álgido se llegaron a iniciar más de 800.000 viviendas al año, más que todas las iniciadas en Alemania, Francia e Italia conjuntamente».

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con más del 5% anual, mientras que las ramas industriales, agrícolas y financieras sólo han re-gistrado niveles anuales del 2,6; 1,1 y 0,8% anual. En términos de productividad, las mencionadas ramas asociadas al auge especulativo (construc-ción, actividades inmobiliarias y de servicios varios) experimentan considerables caídas en la productividad laboral (columnas A y B) supe-riores al 2% anual promedio. Las finanzas, por el contrario, no necesitan casi incrementar su stock de capital para aumentar el excedente por trabajador. En definitiva, nos encontramos con un absoluto desequilibrio en la inversión, que no se traduce en un correspondiente aumento del stock de capital, y con unos resultados en términos de productividad laboral desastrosos.

Existe, pues, un problema esencial en esta dinámica de acumulación. Con la excepción de las ramas de la información y la comunicación, en la que se logra un aumento de la productivi-dad, si bien reducido, los sectores con una tasa

de acumulación más intensa se han caracteri-zado por ser muy intensivos en la creación de empleo pero con importantes descensos de la productividad laboral: construcción; comercio el conjunto de actividades profesionales, cien-tíficas y técnicas; actividades administrativas y servicios auxiliares. Estas ramas son responsa-bles del 72-75% de la creación de empleo (asa-lariado) durante el período de referencia, con niveles de incremento del stock de capital del 5-8% anual, pero retrocesos del 22-33% total en la productividad laboral. Se podría añadir la actividad inmobiliaria, que si bien en términos absolutos su contribución al aumento del empleo es muy limitada, en términos relativos el empleo total y asalariado se ha incrementado en un 227 y 369%, respectivamente.

El caso más relevante es el de la construcción. El empleo pasó de 1,2 millones a casi 2,7 entre 1995 y 2007, por lo que generó el 25% del total del empleo en la economía española. El empleo asa-

Estructura sectorial del PIB (%) TVA Productividad (TVA)

A B

Sectores 1995 2007 1995-07 1995-07 1995-07AGR 4.00 2.50 1.16 4.67 1.01INDUS 20.30 15.60 2.14 1.58 1.45CONST 8.80 12.30 4.36 -2.32 -2.49COM 22.30 20.50 2.83 -0.69 -2.06INF-COM 3.50 3.80 4.86 0.40 0.41FINAN 4.70 4.80 8.59 7.43 7.69INMOB 5.20 6.20 2.49 -9.78 -7.14ACT-VARIAS 4.80 6.50 5.23 -2.84 -3.59Ser-Soc 15.30 14.50 3.55 0.71 0.69Otros Ser 3.30 3.10 4.45 1.46 1.45TP 7.80 10.20 4.89 --- ---PIBpm 100 100 3.70 0.36 -0.22

Tabla 2. El PIB por el lado de la ofertaParticipación de los sectores en el PIB total y

tasas de variación anual promedio (%)

Notas. AGR: Agricultura, ganadería, silvicultura y pesca. INDUS: Industrías, Energía eléctrica, gas, agua, etc; CONST: Construcción; COM: comercio; INF-COM: Información y comunicaciones; FINAN: Finanzas y seguros; INMOB: Actividades inmobiliarias; ACT-VARIAS: Actividades profesionales y otras diversas; SER-SOC: Admón. pública y servicios sociales; OTROS SER: Otros servicios; TP: Impuestos sobre productos; PIBpm: PIB a precios de mercado. A y B: tasas de variación anual promedio de la productividad laboral con empleo total y asalariado, respectivamente.

Fuente: INE (2014a)

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lariado incluso creció algo más, con un aumento total del 126%. El índice de mecanización (K/L) se redujo un 12% entre 1995 y 2000/01, pero entre 2001 y 2007 la ratio K/L se incrementa un 43%, en un contexto en el que dicha ratio para el conjunto de la economía ni siquiera llegó a incrementarse un 10%. Sin embargo, la produc-tividad descendió casi un 7% en este lapso de 6 años. Si bien es cierto que la focalización en la construcción ha condicionado los devastadores desequilibrios de la economía española, incluso una mirada histórica a la dinámica del sector revela la inoperancia del último ciclo expansivo. Con datos históricos del EU-KLEMS (2014), se aprecia que la tasa promedio de incremento de la productividad por hora de trabajo de esta actividad fue del 2% entre 1970 y 1994, y cayó a un ritmo del -1,6% durante el ciclo 1995-07. Por tanto, no es únicamente deficiencias del sector, sino una dinámica especulativa basada en la re-valorización de activos que ha convertido a la construcción en el motor del crecimiento de la economía española.

Estos resultados evidencian el fracaso del mecanismo del mercado en la distribución de los recursos económicos en las distintas ramas, lo que refleja un modelo de acumulación en el que la revalorización de los activos ha jugado un papel extraordinario en el impulso de la inversión y la dirección de los créditos. Por tanto, España tiene un problema tanto de nivel de mecanización, expresado en la ratio K/L, como en los desequilibrios sectoriales al interior del mismo. Ello no contribuye a impulsar la productividad laboral, que creció, según el BdE (2014b) entre 1996 y mitad de 2008 el 40% que el promedio de la UEM-18, que ya de por sí ha tenido resultados deficientes.

III.3 La rentabilidad del capital

Puede resultar paradójico hablar de una crisis de rentabilidad a partir de la percepción, tan extendida, del exceso de beneficios cosechados por el sector empresarial en la época de auge. Lo es, pero lo aclaramos. Marx, como otros autores clásicos (A. Smith o D. Ricardo), defendió la existencia de la Ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia, en su caso vinculado al cambio tecnológico asociado a la acumulación

de capital. En verdad, no deja de ser un corolario de su concepción de la fuerza de trabajo como la fuente del valor, y del beneficio como fundamento de la inversión, y así, del crecimiento.

La crisis económica actual no está al margen de esta teoría. La burbuja inmobiliaria ha sig-nificado que la acumulación de capital se ha impulsado a partir del incremento del precio de una serie de activos no originados en cambios en el tiempo requerido socialmente para su producción, por lo que la manifestación de los fenómenos complica aprehender su esencia última. Así, si en general una crisis por una in-suficiente generación de plusvalía (producción) aparece invertida, como si fuera una sobrepro-ducción o ausencia de demanda, es decir, como un fenómeno de la esfera de la distribución, en la actualidad la crisis pareciera una consecuencia de un exceso de beneficios y/o de especulación.

Por una parte, la tasa de beneficio promedio ha descendido, pero sólo un 13%, desde el 32,6% en 1995 al 28,3% en 2007 (gráfica 3). La masa de beneficios del conjunto de empresas, en términos trimestrales, ha crecido a un promedio interanual de 3,5% desde 1996T1 hasta 2007T4, estancándose en 2008T3, con un crecimien-to del 0,9%, e iniciando la caída en términos absolutos a finales de 2008. La tasa de variación de trimestre a trimestre fue por su parte de 0,9% promedio hasta 2007, descendiendo en 2008T1 un 2,2% y de manera continuada desde 2008T3 (INE, 2014b). Por tanto, la masa de beneficio ha comenzado su caída después que la inversión, frente a la causalidad establecida por Marx.

Gráfica 3. Tasa promedio de beneficioSerie en porcentaje

Nota. Excedente bruto de explotación respecto del stock de capital neto no residencial.Fuente: INE (2014a), FBBVA (2014)

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Ahora bien, el elevado aumento del nivel de deuda contraída por hogares y empresas ha contrarrestado la caída de la rentabilidad, ma-nifestándose la crisis, por el contrario, como un fenómeno de endeudamiento. Cuando las empresas se endeudan para invertir y obtener beneficios, las Cuentas Nacionales registran un aumento del excedente de explotación. Pero cuando éstos se deprecian, la contabilidad nacional no lo refleja en dicho excedente bruto de explotación. Muy al contrario, el Banco Central Europeo (BCE) ha proporcionado ingentes «in-yecciones de liquidez» aceptando activos depre-ciados y de dudoso cobro, el gobierno ha llevado a cabo subvenciones directas o indirectas al sector empresarial, junto a una ofensiva para lograr recortes de los costes salariales (directos, indirectos y diferidos). Todos estos elementos han evitado la visibilización de la crisis de ren-tabilidad subyacente, pero no impiden que, España como el resto de economías del mundo que han sufrido la Gran Recesión, se supediten a las leyes fundamentales del modo de producción capitalistas. Y la existencia periódica de crisis de rentabilidad es la consecuencia de tales leyes.

IV. Aspectos complementarios de la crisisEn este apartado abordamos tres cuestiones

decisivas de la crisis española que aluden a impor-tantes desequilibrios relacionados con la inserción externa, el endeudamiento y la distribución del ingreso. Sin embargo, consideramos que son fun-damentalmente consecuencias de las contradic-ciones de la acumulación de capital, no las causas últimas de la crisis, a diferencia de lo que aseveran otras corrientes del pensamiento económico.

IV.1 La inserción externaEn estas líneas partimos de la premisa de

que los problemas del proceso de acumulación se manifiestan en una pérdida de competitivi-

dad en relación al resto del mundo, lo cual se refleja en el déficit de la balanza comercial. Es decir, el grado de desarrollo de las fuerzas pro-ductivas establece la modalidad de inserción externa10. La menor productividad relativa de España respecto del área europea a la que se ha integrado implica que predominan capitales con un menor desarrollo productivo que el que poseen otras economías de la eurozona, lo que en principio supone una tendencia a depreciar en términos reales su tipo de cambio (Tapia y Astarita, 2011). De esta forma se compensaría, en términos monetarios del valor de la moneda, dicho menor desarrollo productivo, pudiendo realizar exportaciones.

Como cabía esperar, los problemas de la acumulación de capital han traído consigo una pérdida de competitividad respecto de Europa y otras economías. Los costes totales crecen un 15% entre marzo de 1999 y junio de 2008 en relación a la UEM-18 y los países desarrolla-dos, los costes en la industria manufacturera un 29% hasta marzo de 2008, y un 31% frente a las economías desarrolladas (BdE, 2014a). A su vez, aunque la inflación se ha mantenido estable, ha sido superior al respecto de países europeos11. En consecuencia, el establecimiento de una paridad fija en enero de 1999 ha generado una tendencia hacia la apreciación real, es decir, con un tipo de cambio que no es soportado por el nivel de desarrollo productivo de la economía. Por si fuera poco, el dólar estadounidense se depreció un 78% con el euro entre febrero de 2002 y junio de 2008, el yen un 43% y la libra un 29%, lo que contribuyó a agudizar los desequili-brios (BdE, 2014b).

Será en este marco como entendamos los desequilibrios de la Balanza de Pagos. Desde 1999 el saldo deficitario del comercio exterior de bienes pasa a ser superior al 5% del PIB, au-mentando hasta un máximo del 9% en el último trimestre de 2007. A pesar de que las transac-ciones de servicios presentan tradicionalmente un superávit del 2-3% del PIB, fundamental-

10. Si factores como la volatilidad de ciertos precios de productos que se importan o exportan, o de flujos de capitales, pasan a condicionar los rasgos de la acumulación de capital interna, entendemos que ello se explica pre-cisamente por una debilidad en la capacidad de generar valor. No se niega la interrelación de elementos internos y externos, pero sí creo que existen elementos objetivos que explican el protagonismo de unos u otros factores.

11. En España, el IPC creció un 10% más en relación a la UEM-18, y un 9% respecto la UE-28 (BdE, 2014b).

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mente por los ingresos procedentes del turismo, se ha producido un importante desequilibrio en la balanza por cuenta corriente. Hasta 1998 su déficit era inferior al 0,5% del PIB, para llegar a superar el 10% entre el tercer trimestre de 2007 y mitad de 2008. Si bien ha habido entradas netas de ingresos de capital procedentes de la UE, por lo que hasta 1997 se ha registrado un saldo positivo en las balanzas por cuenta corriente y de capital (capacidad de financia-ción), desde 1998 la necesidad de financiación de la economía española irá aumentando. Fue del 3% a comienzos de la década de 2000, se redujo algo con la desaceleración económica, pero entre 2004 y 2008 pasó del 4 al 9% del PIB (BdE, 2014a).

Entre 1995 y mediados de 2008, las impor-taciones de bienes de capital son las que más crecen a precios constantes, un tercio más que el promedio de importaciones total y de bienes de consumo, (BdE, 2014a). A su vez, las importaciones de bienes de capital e interme-dios se han encarecido respecto de las exporta-ciones de los mismos productos, lo que refleja una inserción subordinada en su proceso de acumulación, ya que se adquieren del exterior productos con mayor nivel tecnológico que los que vendemos. La distribución geográfica del déficit en el comercio de bienes y servicios tiene tres ámbitos a destacar: i) entre el 35 y el 40% se ha producido con el área UEM-18 hasta 2004, descendiendo posteriormente; ii) la importación de hidrocarburos desde los países de la OPEP representa un 15-25% del total (a excepción de 2001); y iii) China y los nuevos países industria-lizados del sureste asiático, que han supuesto un 13-24% del déficit comercial entre 2000 y 2008. Por tanto, la economía española se ha visto per-judicada también por la apreciación menciona-da del Euro.

Este saldo negativo se ha cubierto con entradas de capitales del exterior. Destacan los flujos de cartera, que comprenden préstamos y otras inversiones de corto plazo, con un compo-nente especulativo destacado. En general, hasta 2003 el saldo neto fue inferior al 1% del PIB, con alguna excepción, pero entre 2004 y 2007 se produce un extraordinario incremento en la recepción de estos flujos del exterior, que llegan a alcanzar el 10% del PIB en 2004 y 2007 y el 20%

en 2006. No obstante, la estrategia de interna-cionalización de las multinacionales españolas ha traído consigo que hubiera una salida neta de fondos en concepto de inversión extranjera directa del 1-5% del PIB (BdE, 2014b).

En definitiva, el déficit comercial que ha originado una necesidad de financiación externa no se explicaría por una decisión de los agentes económicos de ahorrar menos de lo que han invertido. La competencia capitalista es la que genera la necesidad de acumular, por lo que no es en el plano psicológico de la subjetividad de los inversores donde se encuentra la fuente de los desequilibrios. Si el ahorro ha sido limitado y la necesidad de recurrir a flujos externos ha sido importante, se explica por una menor capacidad interna de generar excedente, y/o por la oportu-nidad de realizar beneficios en el interior de un monto superior a otras áreas.

IV.2 El endeudamiento

La caracterización de la crisis como un problema de deuda del conjunto de ciudadanos debe ser matizada sustancialmente. Al hablar de endeudamiento se mencionan tres tipos de agentes: el sector público, las sociedades no fi-nancieras (SNF) y los hogares, que es la forma como se registra en las estadísticas. Pero éstas no son neutras, por lo que creemos oportuno in-troducir la variable clase social en el análisis, así como reconsiderar los sentidos en la causalidad.

Gran parte del endeudamiento en España es del sector empresarial. Las SNF han aumentado su participación en la deuda total desde casi un tercio en los primeros años del período de crecimiento hasta representar casi la mitad del mismo en 2007, mientras que los hogares han elevado por su parte su contribución desde el 22 al 35%. Obviamente, la contrapartida ha sido el menor endeudamiento del sector público, que si bien a mitad de los noventa acumulaba el 45%, en 2007 ni siquiera llegaba al 17%. Por tanto, no se puede atribuir al Estado un endeudamiento excesivo como factor de la crisis.

Las entidades de crédito se han beneficiado de la desregulación del área euro y han canaliza-do gran parte de las entradas de capital, no sólo procedentes del núcleo más desarrollado de la eurozona, sino también de otras áreas no comu-

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nitarias. Y han prestado cada vez menos a acti-vidades productivas (del 58 al 53% del total entre 1995 y 2007), y de manera creciente a personas físicas (del 4 al 17%). Del total de créditos con-cedidos, los relacionados con la burbuja inmobi-liaria (construcción y vivienda) han pasado del 38 al 60% del total entre 1995 y 2006-08 (BdE, 2014a).

Según datos de la Encuesta financiera de las familias de 2008 (BdE, 2008), el 40% de los hogares endeudados con menos renta ha dedicado el 73,4% de la deuda contraída para comprar la vivienda habitual, mientras que el 10% más rico hizo lo propio sólo con el 42,2% de la deuda. A su vez, el 40% de hogares más pobres sólo ha utilizado el 11% de la deuda para la compra de propiedades inmobiliarias distintas a la residencia habitual, por 42,8% del 10% de hogares con más ingresos. Si atendemos a la riqueza en lugar del flujo anual de ingresos, el 10% de los hogares endeudados con más riqueza destinó el 37% de la deuda a la vivienda principal, y otro 43% a otras propiedades, cuando incluso en 2005 llegó a destinar hasta el 51%, por 68 y 15% correspondiente a la mitad de hogares endeudados con menos riqueza (y sólo el 8% en 2005). Como los hogares con menos renta se endeudan para poder vivir en una casa, la mayor parte de su riqueza está formada por su vivienda principal.13

En definitiva, el análisis del endeudamien-to no es independiente de los rasgos propios del proceso de acumulación, del lugar que el proyecto neoliberal europeo asigna a España, o de las asimetrías de la relación capital-tra-bajo. En tales términos, hablar en abstracto de una crisis de endeudamiento es quedarse en medias verdades.

IV.3 Empleo y distribución del ingreso

Dejamos para el final este apartado para, brevemente, realizar algunos comentarios sobre el mercado laboral y la distribución del ingreso desde la perspectiva de la crisis. Nos pregunta-mos si los salarios han podido convertirse en un factor en el advenimiento de la crisis.

La participación de los salarios en el PIB ha perdido un punto porcentual, los beneficios empresariales (incluyendo rentas mixtas de los autónomos) sólo han descendido 0,6 puntos, au-mentando los impuestos netos del Estado en 1,6

Fuente: BdE (2014a)

Gráfica 4. Composición del stock de deuda de los agentes institucionales

Series de las sociedades no financieras (SNF), hogares y Administraciones Públicas (AAPP)

Tengamos presente que el endeudamien-to empresarial tiene unos fundamentos ra-dicalmente opuestos al de los trabajadores: se endeudan para financiar una actividad de obtención de beneficio a partir de la extracción de plustrabajo. En relación a la burbuja inmo-biliaria, existe una asimetría no suficientemen-te explicitada. Mientras que para el capital el aumento del precio de la vivienda constituía una fuente de enriquecimiento que justificaba en-deudarse, para los hogares trabajadores suponía un empobrecimiento, ya que para acceder a una casa necesitaba destinar una porción creciente de su renta. La revalorización de estas propieda-des beneficia a quien las utiliza como inversión, no para quienes constituye un bien de consumo y, además, no disfrutan de incrementos salaria-les. Parece cierto que pocos trabajadores han dispuesto de varias casas con las que especular. En otras palabras, la burbuja inmobiliaria ha tenido un carácter de clase esencial.12

12. Asimismo, en la medida que el aumento de su precio no se ha reflejado completamente en el IPC, se ha convertido en un mecanismo para ocultar la verdadera caída del poder adquisitivo de los salarios para quienes tenían que afrontar una hipoteca.

13. Así, para el 20% de los hogares con menos ingresos, el 84% de su riqueza es la vivienda principal, y sólo el 14% se deriva de otras propiedades, mientras que para el 10% que más renta recibe, sólo el 42% de su riqueza proviene de su vivienda principal, por 37% de otras propiedades.

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puntos. Sin embargo, el empleo ha aumentado en este período, y dentro de él, la tasa de asalari-zación14, por lo que se adivina la redistribución regresiva del ingreso (gráfica 5).

al 6,08% para la década 1996-2006, utilizando el índice de precios (o deflactor) del PIB (INE, 2014a). El salario real según la base de datos europea AMECO (2014) se ha incrementado un 1,26% si tomamos en consideración el IPC, pero si utilizamos el índice de precios del PIB, el resultado sería una caída del 4,26%17. Reflexio-nemos: incluso utilizando el IPC oficial, más favorable para las fuerzas del capital, el período de 13 años en el que vivíamos por encima de nuestras posibilidades habría supuesto un in-cremento total del 1,26%, aunque más cercano a la realidad es una caída en términos absolutos. Y es más, comparando estos resultados con la productividad (Y/L), no cabe afirmar que los salarios hayan crecido demasiado, pues su descenso (tomando el empleo asalariado), fue menor, del 2,67% total.18

En consecuencia, no hay ninguna base para atribuir al incremento de los salarios, producto de una sempiterna rigidez del mercado laboral (ese fetiche al que siempre se agarran los eco-nomistas sistémicos) ninguna responsabilidad en el surgimiento de la crisis. Aunque el BdE señala que los costes laborales unitarios (CLU) en términos nominales totales y en la industria crecieron a un promedio mensual interanual del 2,9 y 2,2% entre marzo del 96 y junio del 2008, por 1,3% y 0,19% en la UEM (BdE, 2014b), debemos precisar. Por una parte, ya vimos que con datos del INE, los CLU habían descendi-do, además de que deberíamos diferenciar las remuneraciones de ejecutivos y otras capas similares para tener una idea más correcta de

Gráfica 5. Remuneraciones salariales por trabajador

Series en índices (1995= 100) y tasas anuales de variación en porcentaje

Fuente: INE (2014a)

Este período de crecimiento en España ha sido más extensivo que intensivo, es decir, el PIB ha crecido más por la creación de empleo que por el avance de la productividad. Así, consideran-do el empleo equivalente total, como expresan las estadísticas del INE15, el aumento ha sido 5 millones 855 mil personas, con 5 millones 773 mil asalariados nuevos, lo que supone que en 2007 el 86,4% del empleo era salariado, por 80,5% en 199516. Por tanto, la tarta se ha incrementa-do por los nuevos comensales, pero cada uno de ellos no ha tocado a más. Con datos del INE, el poder adquisitivo del salario obrero ha descen-dido un 4,70% entre 1995 y 2007, que llegaría

14. Número de trabajadores asalariados dentro del grupo total de los ocupados.15. Y así evitar la doble contabilización de un mismo ocupado que posee diversos contratos a tiempo parcial. 16. A pesar de lo cual, la menor tasa de actividad de la economía española en relación a otras economías

europeas implica un menor nivel del stock de capital per cápita (véase VV.AA., 2013). 17. Como vemos, utilizar una u otra no es neutral en términos de determinar el salario en términos reales.

Dado que un bien de consumo esencial como la vivienda se ha incrementado de forma extraordinaria a lo largo del período, y que no es recogida por la cesta de consumo que computa en el cálculo del IPC, resulta más fiable tomar el índice de precios del PIB. Podríamos afirmar que la particular versión especulativa del capitalismo de la burbuja inmobiliaria ha generado un mecanismo opaco para degradar el poder adquisitivo del salario invisible al IPC.

18. Hay que relativizar los datos que ofrece el BdE (2014a), pues calcula un incremento promedio anual del 3,20% entre marzo de 1996 y diciembre de 2007, y sólo 0,36% de la productividad, lo que implica, obviamente, un incremento de los costes laborales unitarios. Los datos homogéneos ofrecidos por el INE para el período 1995-2012 no concuerdan con ellos. Tengamos en cuenta que la economía ortodoxa utiliza conceptos como la productividad total de los factores que, desde el enfoque marxista, carecen de sentido.

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la evolución de los salarios, pues introducen sesgos en los datos totales, además de que los propios Estrada, Jimeno y Malo (2009) señalan que a partir de 1999 han sido los márgenes em-presariales los que más han aumentado19. Por el contrario, ciertos heterodoxos de inspiración ke-ynesiana como Navarro, Torres y Garzón (2011) achacan la crisis al estancamiento salarial, lo que habría producido una menor demanda de bienes y servicios y habría impulsado las activi-dades especulativas. No obstante, no es la distri-bución del ingreso la variable independiente, ni los salarios determinan la demanda total, como tampoco existió una demanda de consumo insuficiente, ya que se incrementó a un ritmo similar al del PIB.

En cualquier caso, ambos enfoques adolecen de un problema similar, como es el de la cau-salidad que establecen a la hora explicar los fenómenos. En efecto, hemos argumentado, de forma opuesta a estas concepciones, que el factor explicativo de la pauta distributiva, sean en términos relativos (salarios respecto de la renta total), o absolutos (salarios reales), se encuentra en los aspectos propios de la esfera de la producción, a saber: un proceso de acumu-lación que no ha contribuido al desarrollo pro-ductivo, lo que ha establecido límites objetivos para el alza salarial. A ello podemos añadir

factores complementarios que han presionado en la misma dirección: un marco institucional (privatizaciones, reformas laborales, etc.) que ha sentado las bases para la regresividad salarial, una reconfiguración sectorial de la estructu-ra económica que ha favorecido las ramas de bienes no exportables (construcción, seguros, banca…) y servicios vinculados al turismo, con menor nivel tecnológico, lo que no ha permitido incrementar la dotación de bienes de capital por trabajador (K/L), junto con una fragmentación de la población ocupada, producto a su vez de la desarticulación sectorial20, proliferando una precarización de las relaciones laborales, etc. Así pues, la regresión salarial no ha sido ninguna causa de la crisis, como tampoco se puede aludir a unos CLU cuya trayectoria es resultado de un modelo de crecimiento propiciado por la inserción de España en el proyecto neoliberal europeo y funcional al enriquecimiento de corto plazo empresarial. Los salarios, en definitiva, se han supeditado al curso de esta acumulación desequilibrada, y su estancamiento, cuando no caída, se ha erigido en un elemento constitutivo de este modelo capitalista de la marca España cuya inversión ineficiente y atraso relativo de los sectores asociados a los medios de produc-ción ha presionado a la baja los salarios para mantener los beneficios empresariales.

19. Considerando la diferencia entre el aumento de los precios y los costes laborales unitarios.20. Pero las ramas que han incrementado el empleo en mayor medida han sido las relacionadas con la

burbuja inmobiliaria, como las actividades inmobiliarias y la construcción, con 10.5 y casi 7% de tasa anual de incremento.

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