LAS ARTESANÍAS COFRADIERAS DE SEVILLA: LA EVOLUCIÓN

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LAS ARTESANÍAS COFRADIERAS DE SEVILLA: LA EVOLUCIÓN DE UNA TRADICIÓN l ESTHER FERNÁNDEZ DE PAZ Dentro de la práctica artesanal sevilla- na, puede individualizarse una serie de actividades con características pro- pias. Son las comúnmente denomina- das «artesanías cofradieras», puesto que el grueso de su producción va en- caminado a la consecución de los pa- sos y demás elementos procesionales de la Semana Santa. Se trata, por tan- to, de unas artesanías cuyas produc- ciones forman parte incuestionable de una clara tradición cultural, compen- diando en ellas unas formas de trabajo fuertemen- te consolidadas y altamente repre- sentativas. No creemos preciso insistir en las claves cultu- rales de la Sema- na Santa andalu- za, una forma de expresión popu- lar que rebasa con mucho el as- pecto puramente religioso. Pero sólo en este ca- mino pueden lle- gar a compren- derse los in- gentes esfuer- zos, tanto de los hermanos cofra- des como del pueblo en gene- ral, por mejorar y enriquecer conti- nuamente sus enseres procesiona- les. Ciertamente, ello constituye el factor esencial para el mantenimien- to de unas formas de trabajo artesa- nas, aun reflejando en ellas las va- 1 Este trabajo se inscribe en el grupo de in- vestigación «Patrimonio Etnológico, Recursos Socioeconómicos y Simbolismo" , Plan Andaluz de Investigación. Junta de Andalucía (HUM- 0398). Ha sido subvencionado por el proyecto de investigación: «El estudio del Patrimonio Cul- tural como factor de desarrollo: Una propuesta de actuación" . D.I.G. y C.I.T. Ministerio de Edu- cación y Cultura (P.B. 97-0708). 54 riaciones y adaptaciones inherentes a la dinámica cultural. En otras pala- bras, la pervivencia de una tradición cultural como la Semana Santa, exi- ge la pervivencia de otra parte de nuestro patrimonio cultural , como es la artesanía cofrad iera. Son muchos los oficios artesanos que intervienen en la elaboración de los elementos procesionales de la Se- mana Santa, pero cabe distinguir entre los que se realizan de forma ocasional o bien puntual en la época previa a la celebración (cerería, capirotería, etc.), los que simplemente proporcionan materias primas o bien complementan la ejecución de las piezas procesiona- les (constructores de andas, torneros, fund idores , charol istas , f1equeros, etc.), y los que en verdad trabajan de forma prioritaria en estas produccio- nes (orfebrería, talla, dorado y borda- do). Para nosotros, el interés de estas últimas artesanías radica en la ade- cuación de la organización de sus ta- lleres a la ideología dictada por los cá- nones formales y estilísticos que estas obras han de seguir. LA CONSOLIDACiÓN DE UNAS FORMAS DE TRABAJO Centrándonos por tanto en las artesa- nías especializadas en la producción cofrade, vemos en principio cómo to- das ellas se incluyen en lo que la his- toriografía del arte ha bautizado como artes menores o bien artesanías artís- ticas. Parece que con ello se quiere significar que remontan la «mera" ca- tegoría artesana, entendida ésta como real izaciones anónimas y utili- tarias, puesto que elaboran unos objetos suntua- rios que, incluso trabajados con técnicas artesa- nales, van expre- samente destina- dos al goce estético y realce social de sus con- sumidores. Ello les permite inno- var y experimen- tar con el fin de atraer el interés de la clientela, re- sultando piezas individualizadas por la inspiración de su creador. La historia de todos estos ofi- cios artísticos en Sevilla cuenta con una tradición secu- lar. Comenzandopor la orfebrería, bas- ta contemplar, como testimonio, el con- junto de joyas de oro conocido como Tesoro del Carambolo, perteneciente a la cultura tartésica y datado hacia el si- glo VII a. xto., o los ejemplos innumera- bles que podrían citarse para ilustrar las realizaciones de todas y cada una de las épocas posteriores, que conti- nuaron practicando, enriqueciendo y transmitiéndose las técnicas del labra- do de los metales nobles y piedras pre- ciosas. No obstante, va a ser la Sevilla recristianizada la que asista al mayor auge alcanzado por este oficio.

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LAS ARTESANÍAS COFRADIERASDE SEVILLA: LA EVOLUCIÓNDE UNA TRADICIÓNl

ESTHER FERNÁNDEZ DE PAZ

Dentro de la práctica artesanal sevilla­na, puede individualizarse una serie deactividades con características pro­pias. Son las comúnmente denomina­das «artesanías cofradieras», puestoque el grueso de su producción va en­caminado a la consecución de los pa­sos y demás elementos procesionalesde la Semana Santa. Se trata, por tan­to, de unas artesanías cuyas produc­ciones forman parte incuestionable deuna clara tradición cultural , compen­diando en ellasunas formas detrabajo fuertemen-te consolidadas yaltamente repre­sentativas.

No creemospreciso insistir enlas claves cultu­rales de la Sema­na Santa andalu­za, una forma deexpresión popu­lar que rebasacon mucho el as­pecto puramenterelig ioso. Perosólo en este ca­mino pueden lle­gar a compren­derse los in­gentes esfuer­zos, tanto de loshermanos cofra-des como delpueb lo en gene-ral, por mejorar y enriquecer cont i­nuamente sus enseres proces iona­les. Ciertamente, ello constituye elfactor esencial para el manten imien­to de unas formas de trabajo artesa­nas, aun reflejando en ellas las va-

1 Este trabajo se inscribe en el grupo de in­vestigación «Patrimonio Etnológico, RecursosSocioeconómicos y Simbolismo" , Plan Andaluzde Invest igación . Junta de Andalucía (HUM­0398). Ha sido subvencionado por el proyectode investigación: «El estudio del Patrimonio Cul­tural como factor de desarrollo: Una propuestade actuación" . D.I.G. y C.I.T. Ministerio de Edu­cación y Cultura (P.B. 97-0708).

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riaciones y adaptaciones inherentesa la dinámica cultural. En otras pala­bras, la pervivencia de una tradicióncultural como la Semana Santa, exi­ge la perv ivencia de otra parte denuestro patrimonio cultural , como esla artesanía cofrad iera.

Son muchos los oficios artesanosque intervienen en la elaboración delos elementos procesionales de la Se­mana Santa, pero cabe distinguir entrelos que se realizan de forma ocasional

o bien puntual en la época previa a lacelebración (cerería, capirotería, etc.),los que simplemente proporcionanmaterias primas o bien complementanla ejecución de las piezas procesiona­les (constructores de andas, torneros,fund idores , charol istas , f1equeros,etc.), y los que en verdad trabajan deforma prioritaria en estas produccio­nes (orfebrería, talla, dorado y borda­do). Para nosotros, el interés de estasúltimas artesanías radica en la ade­cuación de la organización de sus ta­lleres a la ideología dictada por los cá­nones formales y estilísticos que estasobras han de seguir.

LA CONSOLIDACiÓNDE UNAS FORMAS DE TRABAJO

Centrándonos por tanto en las artesa­nías especializadas en la produccióncofrade, vemos en principio cómo to­das ellas se incluyen en lo que la his­toriografía del arte ha bautizado comoartes menores o bien artesanías artís­ticas. Parece que con ello se quieresignificar que remontan la «mera" ca­tegoría artesana, entendida ésta como

real izacionesanónimas y utili­tarias, puesto queelaboran unosobjetos suntua­rios que, inclusotrabajados contécnicas artesa­nales, van expre­samente destina­dos al goceestét ico y realcesocial de sus con­sumidores. Elloles permite inno­var y experimen­tar con el fin deatraer el interésde la clientela, re­sultando piezasindividuali zadaspor la inspiraciónde su creador.

La historia detodos estos ofi­cios artísticos en

Sevilla cuenta con una tradición secu­lar.Comenzandopor la orfebrería, bas­ta contemplar, como testimonio, el con­junto de joyas de oro conocido comoTesoro del Carambolo, perteneciente ala cultura tartésica y datado hacia el si­glo VII a. xto., o los ejemplos innumera­bles que podrían citarse para ilustrarlas realizaciones de todas y cada unade las épocas posteriores, que conti­nuaron practicando, enriqueciendo ytransmitiéndose las técnicas del labra­do de los metales nobles y piedras pre­ciosas. No obstante, va a ser la Sevillarecristianizada la que asista al mayorauge alcanzado por este oficio.

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Las primeras ordenanzas gremia­les de los plateros sevillanos se re­montan al siglo XIV, concretamente alaño 1344, conformando en seguidauna de las corporaciones de mayorpeso en la vida de la ciudad . Comosanto patrón, los maestros del oficiose encomiendan al amparo y protec­ción de San Eligio, mientras que losoficiales y aprendices lo hacen a laVirgen de los Dolores. Es preciso re­saltar, no obstante, que todavía unorfebre no se distinguía con toda pre­cisión de un joyero , un broncista , etc.Sólo con el paso de los siglos se irándelimitando con claridad estas espe­cialidades.

Por su parte, el arte de tallar lamadera se encuentra también atesti­guado en la ciudad de Sevilla desdetiempos inmemoriables, estando con­siderado como la rama ornamental dela escultura. Con todo, la elaboracióndel solemne retablo mayor de la cate­dral hispalense a lo largo del siglo XVI ,

puede considerarse el punto de arran­que de la escuela sevillana de entalla­dores. Como todos los oficios artesa­nos, los tallistas se habían constituidoen gremio laboral tras la conquista deSevilla por Fernando 111 , eligiendo aSan Andrés como patrón protector. Enprincipio, aparecen agrupados junto alos carpinteros de lo blanco, los de loprieto, y junto a los violeros. Pronto se­rán conocidos como entalladores, enestrecha relación con los ensamblado­res, formando un grupo aparte de loscarpinteros y ebanistas.

Los requisitos para acceder a lamaestría no eran simples: " El que hade ser buen oficial de entallador demadera, ha de ser buen dibujador, y

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saber bien elegir, y labrar bien por susmanos retablos de grande arte, pila ­res revestidos, y esmortidos con sustabernáculos , y repisas para Imáge­nes, y tumbas, y chambranas trasto­cadas, con sus guardapolvos, convuelta redonda, y hacer tabernáculosde grande arte, y hacer coros de sillasricos». A lo que hay que añadir, losnecesarios conocimientos de las cIa­ses y variedades de madera , y los re­queridos para una idónea selecciónsegún la nudosidad , veteado , gradode secado, etc. precisos en cada oca­sión.

El gremio de bordadores se confor­ma en 1433. La finalidad básica, comoen el resto de agrupaciones, consistíaen controlar el acceso a la maestría, lacalidad de las mater ias primasempleadas, los precios de venta, etc.Asimismo, establecen estrechos vín­culos con gremios complementarioscomo sederos o torcedores de seda,tintoreros, tejedores de lino y otros.Uno de ellos, los correeros de hilo deoro, o sea, los que labraban los hilosde oro para tejer o bordar (con orde­nanzas aprobadas en 1487) estabanunidos por entonces a los batihojas ofabricantes de panes de oro; mientrasque los artesanos doradores, los queaplican dichos panes a la talla de ma­dera, no se independizan gremialmen­te hasta el siglo XVI.

Pero es el auge alcanzado por laciudad de Sevilla tras el descubrimien­to de América , unido al poder de laiglesia católica una vez celebrado elConcilio de Trento , lo que consigueexplicar que sean los siglos XVI Y XVII

los máximos exponentes del esplen­dor de estos oficios encargados de re-

NARRIAalizar ostentosas piezas decorativaspara todas las jerarquías sociales.

En orfebrería, merece singularizar­se la impresionante custodia catedrali­cia que aún hoy procesiona Sevilla enla festividad del Corpus Christi, labra­da en 1587 por Juan de Arte y Villafa­ñe, autor asimismo de los primerostratados que proporcionaron reglasprecisas para la construcción de pie­zas de plata : Varia Conmesuración,Quilatador de Oro, Plata y Piedras yDescripción de la Trazay Ornato de laCustodia de la Santa Iglesia de Sevi­lla. Así, en el siglo XVI todas las técni­cas del arte de la orfebrería, tanto na­cionales como extranjeras, eranconocidas y practicadas.

Igualmente el trabajo de los tallistasestuvo entonces polarizado por el po­der creciente de la iglesia postridenti­na, quien los reclamó durante largosaños para enriquecer los lugares deculto con el labrado de suntuosas de­coraciones y figuraciones narrativas,que proclamaran la validez de las imá­genes en contra de las teorías lutera­nas. A su vez, algunas de las obrasrealizadas por los tallistas son remata­das a continuación por los doradores,encargados de recubrir la madera conpanes de oro para alcanzar así un im­presionante aspecto de grandiosidad.También se ocupan de policromar yestofar muchas de las imágenes in­corporadas a los retablos, técnicas és­tas que habían destacado mucho an­tes en relación con la pintura, cuandoen la Edad Media se extendió el gustopor los trípticos flamencos, en cuyastablas se empleaban estos procedi­mientos. El propio Pacheco describeen su Arte de la Pintura las técnicasdel dorado, encarnado y estofado,obra que se publica en Sevilla a me­diados del siglo XVII.

Fue éste asimismo el per íodo demáximo esplendor de la imagineríasevillana, creándose obras sin igual,tanto para el interior de las iglesias co­mo para las hermandades y cofradías.Además, es el momento en que estasagrupaciones comienzan a disponerde algunos pasos tal como los cono­cemos en la actualidad, es decir enforma de andas procesionales profu­samente adornadas, que debían serejecutadas por estos artesanos. Dehecho, datan de esta época las piezasmás antiguas que hoy poseen las co­fradías de Sevilla, entre ellas las de lahermandad del Gran Poder: su peanade orfebrería de 1621 y su canasto detalla dorada de 1688.

La crisis económica del siglo XVII, le­jos de verse reflejada en las artesaníassuntuarias, contribuyó, por el contrario,a acentuar el efecto de teatralidad tan

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del gusto popu lar, porque hubo quecompagin ar la consecución de unosresultados fantásticos con unos pobresmedios. Entre estos recursos, y aun­que no fue invención de esta época,cunde entonces cada vez más entrelos escultores la costumbre de hacerlas imágenes de candelero, es deci r,en las que el artista sólo trabaja la ca­beza y las manos y el resto se reducea un armazón o maniquí que se cubredespués con vestiduras. Rápidamen­te, de sencillos trajes de paño de lanaoscu ro se vir a haci a indumentari ascortesanas coetáneas, y de ahí se lle­ga a la introducción del color, la seda y

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el oro. De ello resultan esas obras deaspecto majestuoso, tal como el pue­blo concibe que deben ser todos losadornos que revisten a las imágenesdevoc ionales.

A este auge creativo no fue ajeno eltriunfo del estilo barroco y su prolijidadornamental ; un esti lo que les brindólas mayores posibilidades de lucimien­to art ístico tenidas hasta entonces,tanto en las realizaciones religiosascomo en las dirigidas a las clases másnobles de la sociedad civil. Todo ellocoadyuva a la fama de Sevilla por laamplia oferta y la esmerada calidad desus producciones suntuarias.

Pero hay un factor esencial a cons i­derar en aquel tiempo, como es la ne­gación de determinados pr ivi leg iossociales a todo oficio manual, enten­diendo que un hombre noble debía vi­vir exclusivamente de sus rentas. Lanob leza autoafirma su supe rior idadsoc ial ante todos los que practiquenun oficio manual, a los que se niegacualquier distinción a ellos reservada.No sin antes vencer grandes resisten­cias, arquitectos , escultores y pintoresvan alcanzando notab les avances ensu lucha por la promoción soc ial, ale­gando que su trabajo no era manualsino intelectual : eran los creadores ydiseñado res de las obras que serándespués ejecutadas mecánicamentepor los oficiales de taller.

También los artesanos de lo suntua­rio, como es el caso de los orfebres,part iciparon en la lucha. Sus esfuer­zos se dirigieron , incluso, a eliminarlos términos que los equiparaban a lospuros y «simples» artesanos. A princi­pios del siglo XVIII, van cons iguiendo

en todo el terr itorio nacional ser deno­minados artífices en vez de artesanosy su organización sustituye el nombrede Gremio por el de Colegio de Plate­ría. En su favor alegaban sus conoci­mientos intelectuales de dibujo y geo­metría, además de su continuocontacto con los estamentos socialesmás adinerados, los únicos clientesposibles de sus obras.

Tal afán no alcanzó a los tallistas , apesar de su estrecha relación con ar­qu itectos y escu ltores: los retablosconstituyen verdaderas concepcionesarquitectónicas , con sus pisos y ca­lles, columnas, volutas , cartelas , etc.,a las que se incorporan imágenes ais­ladas y escenas escultóricas comple­tas como complemento indispensablede la decoración. Igual sucede con losdorado res puesto que, además de laiglesia, es la aristocracia quien recla­ma su trabajo para la decoración delujosas mansiones. Es claro que elempleo del oro ha sido siempre unode los símbolos ostensibles de rique­za, por lo que los sectores hegemóni­cos de la sociedad han rivalizado en laexteriorización de su uso.

Esta larga historia de intentos, máso menos minoritarios, por prestigiar laactividad manual, nunca acompaña­dos del total reconocimiento a que seaspiraba , se ve coronada de golpe ypara todas las actividades y categor íaslaborales con el movimiento ilustrado,y más concretamente con la publica­ción de la Enciclopedia: DiccionarioRazonado de las Ciencias, de las Ar­tes y de los Oficios, obra compuestade treinta y tres volúmenes que fueronaparec iendo de 1751 a 1772. En Es­paña fue Carlos 11 1el primer monarcaque de un modo oficial apoyó estaideología, proclamando la dignidad yprest igio de los oficios manuales consu Habilitación para Obtener Empleosde la República los que Ejercen Artesy Oficios, con Declaración de Ser És­tos Honestos y Honrados, publ icadaen 1783. A su vez, el rey acabó con elconstreñimiento gremial, proclamandola libertad de actuac ión individual.

Todo ello viene a coincidir con losinicios de la industrialización, prestán­dole un nuevo sentido a la actividadmanual artesana. No obstante, el de­cl ive eco nóm ico que acompañó enSevilla a la caída del comercio con lasIndias, ya había repercutido sensible­mente en la disminución del númerode practicantes de estos ofic ios sun­tuarios, a lo que se suma el cambio alsevero gusto neoclásico, un estilo ar­tístico que hace reaparecer las super­ficies lisas, relegando el protagonismoque hasta entonces había disfrutadola decoración por sí misma.

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Desde mediados del siglo XIX, el re­troceso que les había supuesto estaconjunción de factores, comienza a re­montarse en Sevilla gracias al augeque van consiguiendo las hermanda­des de penitencia, debido fundamen­talmente a dos factores. De un lado, elcreciente interés de la burguesía co­mercial por atraer en esos días al ma­yor número de visitantes, una aspira­ción que en seguida secundaron lasautoridades municipales, sobre todotras la creación en los años cuarentade la Feria de Abril, englobando am­bas celebraciones en los reclamos pu­blicitar ios bajo la denominación deFiestas de Primavera. Y de otro lado,el impulso que la llamada «Corte Chi­ca" de los Duques de Montpensier su­puso en la reorganización y renova­ción de muchas cofradías y de susenseres procesionales. De ahí arran­ca también la acentuacíón de las rela­ciones entre las cofradías y el poderpolítico, una de cuyas primeras mani­festaciones fue el comienzo de la sub­vencíón del ayuntamiento. Paralela­mente, y muy a pesar de los intentosde la iglesia por mantener la ortodoxiay el control de las cofradías de peni­tencia, el pueblo va asumiendo unaclara preponderancia en la configura­ción de estas corporaciones tal comohoy son.

LA ACEPTACiÓN DE UN ESTILO

El primer reflejo de este protagonismoserá el regreso a los cánones estilísti­cos barrocos, en el que se busca el re­pertor io de modelos acomodados al

gusto popular. Vemos así cómo, des­de entonces hasta nuestros días, lasmanifestaciones artísticas de las co­fradías sevillanas, y andaluzas en ge­neral, se mantienen ancladas en el es­tilo neobarroco, olvidado ya porcualquier otra expresión artística ac­tual, quizá porque ninguna de las van­guardias de los últimos siglos ha ofre­cido una alternativa al ideal derealismo dramático, emotivo y teatralque el pueblo requiere para sus mani­festaciones religiosas.

En línea directa con el barroco, decuyas fuentes se sigue alimentando lainspiración de los artesanos cofradie­ros, lo importante es el parecer y no elser: lograr un efecto espectacular conla finalidad de conmover el ánimo delespectador. Sólo ahí radican las cau­sas de que la creatividad de los dise­ñadores de estas producciones nopueda más que desenvolverse alrede­dor de un estrecho margen , que nohace sino mantener vivas las tradicio­nales formas de expresión de la reli­giosidad popular andaluza.

Ello no obstante, han sido creadoresmuy concretos los que hicieron evolu­cionar los diseños cofradieros hastaimplantar su actual configuración for­mal. La genia lidad creat iva de JuanManuel Rodríguez Ojeda (bautizadocomo «el Martínez Montañés del bor­dado" ), a fines del siglo XIX, consiguióque el bordado cofradiero de Sevillaadquiriera desde entonces su propiapersonalidad, la cual traspasó con mu­cho sus fronte ras geográficas. Y esque el llamado estilo juanmanuelino- inaugurado con el palio de la Amar-

NARRIAgura (1902) Y continuado con el de laMacarena (1908)- supuso una tre­menda revolución , consiguiendo esagracia y agilidad especial, tanto en elconjunto de las obras como en cadauno de los incontables pequeños mo­tivos que las configuran; detalles, re­ducidos a su mínima expresión, estu­diados y cuidados como si de cadauno dependiera el resultado final, conuna simetría perfecta, que busca des­terrar toda impresión de pesadez oabigarramiento para alcanzar el efectoarmónico deseado.

En orfebrería, fue Cayetano Gonzá­lez quien dejó patente su capacidadde asentar el sello particular que des­de entonces acompaña a los trabajoscofrad ieros, a base de nuevas con­cepciones en los dibujos y motivos or­namentales , puestos de relieve en elpaso de palio de la Virgen de la Con­cepción (1930), mientras que en la ta­lla descollaron especialmente las in­novaciones de José Gil con su pasodel Silencio (1 902). Todos ellos con­solidaron una forma de entender el di­seño cofrad iero , que , hasta el mo­mento y a través del adec uadoaprendizaje, ha ido traspasándose deuna generación de artesanos a la si­guiente. Villarrea l, Domínguez, Mar­malejo , Borrego , Delgado , JiménezEspinosa, Martín, Guzmán Bejarano,Calvo, Caro, Carrasquilla, y muchísi­mos otros, son nombres ya veteranosque supieron tomar el relevo e impri­mir su propia personalidad creativa,aunque siempre dentro de los cáno­nes estéticos afianzados en el gustopopular.

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NARRIA ------------------------- ----1EL CONTINUO REAJUSTEDE UNA TRADICiÓN

Esta rápida trayectoria nos introduceen la fuerza de la tradición, responsa­ble de que las artesanías cofradierassigan aún respondiendo a ese sentidoteatral presente en todas las manifes­taciones de la religiosidad popular an­daluza. Lo que se pretende es crearuna sensación de riqueza y fastuosi­dad, que en realidad no se correspon­de con la verdadera calidad y valoreconómico de las materias primas bá­sicas empleadas en el conjunto de unpaso procesional. Esto es fácilmenteobservable durante su proceso de ma­nipulación en los talleres, pero no asíen los propios desfiles, cuando los pa­sos se presentan con un estudiadomontaje que los convierte en obras re­bosantes de brillos y reflejos metáli­cos, contrastados a veces con la sere­nidad de maderas oscuras y siemprecon los color idos que proporciona eladorno floral y la blancura de los ci­rios.

Mantener estas peculiaridades for­males, requiere un continuo esfuerzoadaptativo por parte de los artesanos,transparentando en ello los dictáme­nes de la dinámica cultural. En efecto,las decisiones que originan la pérdida,pervivencia o introducción de determi­nados materiales o técnicas de elabo­ración no son nunca gratuitas sino quevienen predispuestas por el obligadoacomodo del modo de producción ar­tesana l a las exigencias del mercado.

En principio, el encarecimiento ac­tual de los metales nobles, que podíahacer peligrar el deseo popular de en­riquecer continuamente sus elemen­tos procesionales, ha sido magnífica­mente resuelto por estos artesanos.

Si analizamos el metal que empleanlos orfebres, puede afirmarse que lageneralidad de las producciones ac­tuales están realizadas básicamentecon alpaca, recubierta después con unbaño de plata que logra esconder bas­tante bien su escasa calidad, aportan­do el ostentoso efecto de riqueza almenor coste posible. Por su parte, pa­ra simular el oro se utiliza latón recu­bierto con un baño noble, aunque es­tos materiales tienen mucha menosfrecuencia de uso en las produccionescofradieras. Esta regla no se desmien­te por el hecho de que algunas her­mandades adineradas o con podero­sos benefactores ocasionales , o bienlas que cuentan con un especial arrai­go y devoción popular, encarguen de­terminadas piezas para ser trabajadascon auténticos metales nobles.

El otro oficio que trabaja con metales el de dorado, esta vez en forma de

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finísimos panes fabricados por los ba­tihojas. En Sevilla hemos asistido a lareciente desaparición del último ba­tihoja existente ya en Andalucía, cir­cunstancia que obliga a los doradoresa adquirir gran cantidad de panes a ar­tesanos madrileños. La fuerza de latradicional estética cofradiera andalu­za está obligando a estos batihojas amodificar la composición de sus panespara acercarse a la tonalidad anaran­jada característica de los panes sevi­llanos, ya que el tono limón de los ma­drileños no termina de ser aceptadopor los cofrades andaluces. Hay tam­bién panes con tan gran proporción decobre que pierden la categoría de orofino: son los panes denominados demetal u oro falso, fabricados de formaindustrial en Alemania e Italia . Encualquier caso, estos panes son, sinduda, la materia prima más teatral decuantas se utilizan en las produccio­nes cofradieras, porque consiguenque los pasos de madera tallada pa­rezcan fastuosas obras de oro, escon­diendo tras ellos maderas de una cali­dad corriente reforzadas con capas deyeso.

En cuanto a la madera utilizada co­mo materia prima, hay que estableceruna clara distinción entre las partesque quedan a la vista y las que seconstruyen como base de otros mate­riales. Las primeras no son demasiadofrecuentes, pues se refieren al labradode algunos pasos de Crucificado y deMisterio que se procesionan sin dorar,mientras que las segundas compren­den las andas, las estructuras de to­das las tallas y las propias tallas queposteriormente se doran. De esta tor-

ma, maderas como el cedro y la caobatienen un uso limitadísimo y ademásestán siendo últimamente relegadaspor algunas sustitutas como el abe­bay, el lauán, el embero o la caobabrasileña. Por el contrario, el pino seconsume abundantemente como prin­cipal madera empleada en las partesocultas.

Respecto a los tejidos bordados,aunque el textil es la materia base, laque consigue el efecto de riqueza esel propio hilo de oro o de plata con elque se recubre artísticamente su su­perficie. La composición de estos hilosse logra a partir de un fino hilo sintéti­co en el que se enrolla, recubriéndolo,un hilo laminado de plata o bien deplata dorada, aunque se fabrican asi­mismo de cobre u oro falso, que enprincipio aportan el mismo efecto a unprecio mucho más económico. Bien escierto que éstos únicamente se sue­len emplear en las piezas de camarín,al no hallarse expuestas a los roces ydeterioro ambiental que supone la pro­cesión callejera.

Para todos ellos no cabe olvidarque, junto a la materia principal, el tra­bajo suele requerir múltiples produc­tos secundarios pero indispensablespara la producción ; unos materialesque poco a poco están dejando de serpreparados por los propios artesanosque los utilizan , puesto que actual­mente se ofertan en comercios espe­cializados bajo distintas formas de ex­pedición, ya dispuestos para acometersu transformación.

Parece incuestionable que el princi­pal objetivo, tanto de la introducciónde nuevas materias primas como del

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subsiguiente reajuste del instrumental,es el ahorro del tiempo y esfuerzo re­queridos para una tarea, que a su vezno tiene más miras que el abarata­miento del producto. Es claro que, enla actualidad, uno de los factores másdeterminantes en su coste final es lamayor o menor inversión de mano deobra, reflejando así una valoración deltiempo del todo ajena a la concepciónartesana hasta la extensión del modode producción industrial. Por todo ello,el acercamiento a un bien patrimonialde tanto significado como es la artesa­nía cofradiera, reclama la pormenori­zación de los instrumentos que semantienen como representativos de

cada oficio, los más singulares y losque mejor definen las técnicas pro­ductivas de cada uno de ellos.

La orfebrería actual ha ido ajustan­do sus instrumentos y técnicas de tra­bajo al empleo de los metales de me­nor calidad, que después se recubrencon un baño galvanoplástico de platau oro. Asimismo, la mayor ductibilidadde estos materiales ha permitido la ge­neralización de la técnica decorativadel repujado en detrimento del cince­lado: la primera consiste en dar volu­men a una lámina de metal trabaján­dola primero por su reverso y despuéspor su anverso, mientras que la se­gunda labra el metal directamente porel anverso de una pieza de bulto. Co­mo puede deducirse, el cincelado re­sulta más laborioso y costoso , y en laactualidad se limita prácticamente alrepaso de las reproducciones conse­guidas con la fundición , otra técnicahoy básica como auxiliar de la orfe­brería cofradiera.

De esta forma, los instrumentos detrabajo más característicos de este ofi­cio son dos: los tradicionales cinceleso hierros de repujar y las cubas galva­noplásticas.

Los cinceles consisten en unos pe­queños vástagos de acero, de tamañoy formas de bocas variadísimos, condenominaciones y funciones específi­cas. Algunos de los más utilizadosson: el trazador, de boca recta paratrazar ; el punto, de boca puntiagudapara marcar; el baquetón o de bola, deboca redondeada para abultar ; el dealmendra, de boca ovalada , tambiénpara abultar ; el de corte , de boca afila­da para retocar ; o el mate, con la bocaadornada, del que existen muchas va­riedades , para estampar ese motivosobre el metal.

Las cubas, por su parte, suelen serde forma rectangular y por lo generalde madera forrada de zinc. En sentidolongítudinal y cerca de la superficie ,están atravesadas por tres barras delatón, de modo que en las de los ex­tremos se cuelgan las placas que con­tienen el metal noble, actuando comoánodos , y de la central las piezas aplatear o dorar, que se conectan al po­lo negativo de la corriente eléctrica.

La talla cofradiera, por el contrario,mantiene prácticamente ina lteradassus formas de trabajo. La exuberanc iadecorativa, la complejidad de los deta­lles en todos los diseños, únicamentepuede practicarse labrando la maderamanualmente y con los instrumentostradicionales de tallar : gubias y formo­nes.

Las gubias están formadas por unahoja de acero alargada, con un extre­mo cortante y el opuesto encajado en

NARRIAun mango de madera. Las formas delcorte son muy variadas, pero se clasi­fican en cuatro grupos : espátulas, confilo de corte aparentemente recto aun­que presentan una míníma convexi­dad, casi imperceptible , para ahondarel corte algo más en el centro que enlos extremos; codillo, que presentansección de media caña; cañón o canu­to, de sección más profunda que lamedia caña; y pico de gorrión , con for­ma de V en diferentes grados de aber­tura, presentando filo de corte en am­bos brazos. El formón es similar a lagubia, pero de hierro siempre recto yde sección rectangular, con el filo decorte dispuesto en chaflán . La bocapuede disponerse recta o biselada ha­cia la derecha o hacia la izquierda res­pecto a las aristas, a fin de adaptarsea cualquiera que sea el diseño a tallar.

Todas estas herramientas se dispo­nen en distintos tamaños y con man­gos de madera dura para poder so­portar los continuos golpes sinresquebrajarse, sean de la propia ma­no del artesano o incluso de un mazode madera con la cabeza revestida deun refuerzo metál ico, imprescindiblepara guiar las gubias o formones encavidades profundas y sobre maderasduras.

En cuanto a los doradores, su ins­trumento más representativo es sinduda el pomazón, donde descansanlos panes de oro mientras se aplicansobre la pieza a dorar. El pomazón es­tá formado por un tablerito rectangularde madera, acolchado y recub iertocon piel para conseguir una superficiemullida, provisto de un paraviento he­cho de papel pergamino, que tiene lafunción de proteger del aire los panesde oro, dada la extremada finura deéstos. Para cogerlo como si de unapaleta de pintor se tratara, el pomazónpresenta en su dorso una abrazaderapor donde introducir el dedo pulgar, altiempo que una segunda sirve paramantener en ella a salvo de roces osalpicaduras el cuchillo con el que sevan cortando los panes.

Los pinceles especif icas empleadosen esta tarea son tres : la pelonesa,utilizada para llevar el pan de oro des­de ei pomazón hasta la pieza, presen­ta sus pelos aprisionados entre doscartones de forma cuadrangular y pla­na, que sirven a su vez de asidero ;mientras que la característica principaldel pincel destinado a aplicar el aguade dorar y del usado para asentar elpan de oro, es que ambos se mantie­nen siempre emparejados por susmangos , como si de un solo instru­mento se tratase.

Por su parte, el instrumental del bor­dado en oro es simple y en gran medi-

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NARRIA

da compartido por otros oficios de la­bor. Podría destacarse la singularidadde la broca, una pieza alargada demadera torneada donde se enrolla elhilo de oro para ir extendiéndolo sobreel tejido a medida que se borda, yaque la principal característica del bor­dado con hilos de oro o de plata esque éstos no atraviesan nunca el teji­do, es decir, que permanecen extendi­dos sobre su superficie y son peque­ñas puntadas de hílo de seda las quelo van fijando. Los distintos puntosvendrán dados por la manera de dis­poner las puntadas de seda o pasa­das: la leve presión que realizan sobreel hilo de oro consigue provocar dibu-

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jos geométr icos, que la imaginacióncomplica y enriquece hasta lograr lasmás variadas formas.

Mas por encima de todos, los borda­dores tienen como principal y más de­finidor instrumento el bastidor, espe­cialmente los que alcanzan los cinco oseis metros de longitud. Éstos son ex­clusivos de los talleres que trabajanpara las cofradías, porque resultan írn­prescincibles para acoger el terciopeloo tejido base de los mantos o techosde palio en el momento de aplicarleslos motivos bordados . Sin embargo ,cada taller necesita contar tambiéncon un buen número de bastidoresmás pequeños, comunes a los emple-

ados en otras clases de bordados, pa­ra trabajar los motivos decorativos ais­ladamente. Como es sabido, este ins­trumento consta de dos barras demadera dispuestas en sentido parale­lo, atravesados perpendicularmentepor dos tablas más pequeñas dénomi­nadas varetas, formando así una su­perficie rectangular que acoge el lien­zo soporte del bordado, la cual sehace descansar sobre dos borriquetesacordes con el tamaño de cada bas­tidor.

LAS POSIBILIDADESADAPTATIVAS DEL MODODE PRODUCCiÓN ARTESANO

Al margen de los instrumentos queidentifican a cada especialidad artesa­na, son muchos otros los que se pre­cisan para el completo desarrollo deltrabajo . Al analizarlos en conjunto,uno de los factores más claramenteobservables es la diferencia cuantitati­va entre la riqueza y variedad de losempleados en orfebrería y la simplici­dad y escasez de los usados en lasotras especialidades . De entrada, eldistinto grado de dureza y ductilidadde la materia con que trabaja cada ar­tesanía, podría explicar el mayor nú­mero de instrumentos requerido porlos que manipulan el metal para trans­formarlo en la forma adecuada, y laausencia de complicadas herramien­tas entre los encargados de practicarun bordado o aplicar panes de oro, almanejar unos materiales flexibles ymoldeables, quedando en un lugar in­termedio los artesanos de la madera.De otro lado, son más numerosas lasfases productivas necesarias paramodelar la materia prima de principioa fin, caso de la orfebrería , que lascentradas en decorar o adornar artísti­camente unas formas que les lleganya dadas.

De tal combinación resulta que ofi­cios como la talla, el dorado y el bor­dado se mantienen a un nivel depaleotecnia muy superior al de la or­febrería, al poder encontrar este oficioun más fácil acomodo a los dictáme­nes del modo de producción domi­nante.

En principio, esa mayor diversifica­ción de técnicas de elaboración le re­porta evidentes ventajas en compara­ción con los demás , al prestarle laposibilidad de contar, en algunas delas fases concretas de producción,con determinadas máquinas de re­ciente aparición, que simplifican enor­memente la realización del trabajo. Lamayoría de estas máquinas son deaccionamiento manual (cizalla, plega-

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dora, cortadiscos, ingleteadora, etc.)aunque algunas otras lo que han he­cho es adaptar su mecanismo a laenergía eléctrica (pulidora, laminado­ra, grata, esmeriladora, etc.) . Evi­dentemente, en todos los casos , lapresencia de estas máquinas conllevael arrinconamiento de los instrumen­tos tradicionales a los que han venidoa sustituir.

Con todo, nuestra opinión es que losresultados a que se llega con el em­pleo de este tipo de máquinas depen­de fundamentalmente de la destrezade las manos que las manejan. Ade­más, su introducción no ha ocasiona­do la división del trabajo rígida, carac­terística de la producción industrial,porque el maestro continúa dominan­do la totalidad del proceso técnico defabricación, uno de los indicativos másseguros para determinar si un oficiodebe incluirse en el grupo de las arte­sanías o de la actividad industrial.

Otra consecuencia de la diversifica­ción técnica es que los presupuestosofertados para una misma obra pue­den acercarse más exactamente a lasposibilidades concretas de cada her­mandad en un oficio con un númeroamplio de técnicas productivas que enaquéllos que concentran las técnicasen muy pocas fases de trabajo.

En orfebrería, por ejemplo, el valorfinal de una pieza variará sensib le­mente si se hace toda repujada o si in­cluye muchos motivos troquelados ofundidos, si presenta más o menossoldaduras, si se añade más o menosmetal noble en el revestimiento galva­noplástico, etc. Pero un bordador o untallista no pueden más que calcular lacomplejidad del diseño a ejecutar y,consiguientemente , las horas de tra­bajo que la pieza va a consumir; aligual que los doradores, aunque a to­dos se les ofrezca el leve margen quesupone asimismo la elección de uno uotro tipo de calidad en las materiasempleadas.

Además de todo ello , el grado decomplejidad técnica del oficio va a de­terminar asimismo los tiempos deaprendizaje indispensables para queel iniciante se convierta en una manoproductiva. En las artesanías con fa­ses de producción muy diferenciadases fácil que en seguida un aprendizpueda ayudar en algunas de ellasmientras continúa aprend iendo lasque mayor grado de dificultad ofrez­can; pero cuando los conocimientosnecesarios se ciñen a sólo dos o tresfases, si no las domina, no puede in­tervenir directamente en su realiza­ción.

En un taller de orfebrería, a unaprendiz puede encomendársele el

desengrasado o el gratado de una pie­za, por ejemplo, aunque todavía noesté en condiciones de abordar en so­litario una soldadura o un trefilado, pe­ro en los talleres de talla a ningúnaprendiz podrá confiársele la realiza­ción de un motivo a incluir en la obramientras no domine por completo latécnica, ni un dorador dejará que apli­que panes de oro si no sabe hacerlocon toda perfección. Por ello en estosoficios los comienzos de un aprendiztienen forzosamente que limitarse a laobservación y al ensayo improductivo.

El caso del bordado en oro es dis­tinto. El hecho de incluirse entre las ar­tesanías con una producción centradaen técnicas muy concretas, no ha im­pedido que se multiplique una varian­te conocida como bordado de recorte .Básicamente consiste en sustituir losmotivos realizados con hilos de oropor unos simples recortes en vistosotejido, generalmente tisú de oro o deplata, realzados y simplemente con­torneados con lentejuelas, cordoncillo,canutillo , etc. Sin duda, son obras quealcanzan la espectacularidad de­mandada a las piezas procesionales,a mucho menor coste y sin necesidadde dominar las técnicas del bordadoen oro. De ahí la actual proliferaciónde nuevos talleres con dedicación pre­ferente al bordado de recorte, comorespuesta a las dificultades laboralesdel auténtico trabajo con hilos de oro.

Si atendemos ahora a la morfologíade la producción, vemos también quela orfebrería, de entre los oficios quenos ocupan, es el que cuenta asimis­mo con una mayor variación. Inclusoatendiendo en exclusividad a las her­mandades de penitencia, su capaci­dad productiva ha venido aumentan­do progresivamente , no sólo porqueahora abordan trabajos que hasta ha­ce poco tiempo los cofrades enco­mendaban frecuentemente a los joye­ros, sino porque es un oficio conposibilidades reales de encargos con­tinuos: los orfebres pueden construir,además de los pasos procesionalesíntegros, una gran cantidad de piezasaisladas (candelería , jarras , varales,astas de insignias, etc.), que suelenser renovadas con bastante frecuen­cia. A ello pueden agregarse los en­cargos de las hermandades sacra­mentales o de gloria, amén de losinumerables objetos requeridos parael culto eclesiástico en el interior deparroquias , conventos , monasterios,etc.; sin olvidar los encargos civilesque pueden abarcar desde un peque­ño relicario hasta una carreta rociera.

Por el contrario, los tallistas se ciñencasi exclusivamente a los elementosprocesionales de los pasos de Cristo o

NARRIAde Misterio que, una vez terminados,pocas reparaciones precisan. Y, contodo, ha sido sin duda esta dedicaciónpreferente a las cofradías de la Sema­na Santa la que ha permitido el man­tenimiento hasta nuestros días del ofi­cio de la talla artesanal, puesto que almargen de las hermandades, las ne­cesidades actuales de la produccióncivil se cubren de un modo más indus­trializado, con el uso de las máquinascopiadoras o pantógrafos, cuyos bra­zos articulados pueden reproducir enserie los motivos decorativos a partirde un único original.

Menor variedad aun presenta la pro­ducción cofradiera de los doradores,puesto que no todas las maderas la­bradas por los tallistas llegan a susmanos, al estar algunas pensadas pa­ra ser recubiertas con un brillante cha­rolado y no con panes de oro. Bien escierto que ellos también pueden ocu­parse del estofado de algunas peque­ñas imágenes, amén de los encargosciviles.

Por último, el bordado -en oro o enrecorte- aborda algunas de las pro­ducciones más lucidas y vistosas delas procesiones penitenciales, hablan­do en especial de un paso de Doloro­sa: toda la vestimenta de la Virgen,encumbrada por el majestuoso mantoy sobreguardada por los grandiosostechos de palio. Pero asimismo, la re­ligiosidad popular exige que tambiénalgunos Cristos y otras figuras pasio­nales luzcan riquísimas túnicas, man­talines y otros muchos detalles orna­mentales. Igualmente se combina aveces con el trabajo de la talla y la or­febrería, como en la propia estructurade los pasos (respiraderos, faldones),en las insignias, etc.

Como vemos, no estamos ante ofi­cios artesanos cuyas produccioneshayan quedado obsoletas o hayan si­do reemplazadas por otras de fabrica­ción industrial. Bien al contrario, estasartesan ías cuentan con el privileg iode tener un constante cliente poten­cial: las hermandades y cofradías. Yno únicamente sevillanas, puesto quela calidad y prestigio de estos talleresprovocó en segu ida la afluencia deencargos procedentes no sólo de lospueblos de la provincia sino tambiénde otros muchos puntos de Andalu­cía, de España y e incluso de otrospaíses.

Por consiguiente, el retroceso de ta­lleres productivos al que hoy asistimosen algunas de estas artesanías, no tie­ne relación alguna con una crisis dedemanda de sus productos. El verda­dero problema de las artesanías co­fradieras radica precisamente en laimposibilidad de satisfacer dichas de-

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NARRIAmandas, o lo que es igual, en la pro­gresiva disminución de manos exper­tas debido a la dificultad actual paratransmitir adecuadamente las técnicasartesanales a las nuevas gene ra­ciones.

Mientras que la orfebrería, por todaslas razones apuntadas, mantiene to­dav ía en Sevilla un relat ivamenteabundante número de talleres produc­tivos, y el bordado se compensa conlos nuevos talleres de recorte, oficioscomo la talla y el dorado han experi­mentado una drástica reducción en losúltimos años, tanto en número de ta­lleres como en la plantilla de oficialesque acoge cada taller. De hecho, aúntrabajan en solitario, ya jubilados, dosde los más afamados tallistas de Sevi­lla, sin que nadie vaya a continuar sulabor.

La imposibilidad actual de manteneraprendices en un taller artesano no esexclusiva de los oficios que nos ocu­pan, ya que se trata de un mal queatañe a toda la artesanía. Este proce­so de desintegración comenzó a ha­cerse notar con fuerza desde que amediados de siglo se introdujo el régi­men de cotización a la Seguridad So­cial, que obligó a los maestros a abo­nar a sus aprendices los salarios yprestac iones legalmente estab leci­dos, a pesar de que en los talleres ar­tesanos los aprendices no sólo no sontrabajadores productivos , sino queademás restan tiempo de dedicaciónal maestro u oficiales encargados deadoctrinarlos. De este modo sucum­bieron los ant iguos esquemas deadiestramiento basados en la obser­vación y la lenta familiarización conlos elementos de trabajo, por otros deltodo inviables para los pequeños ta­lleres, y hasta el momento no se haideado sat isfactoriamente ningúnnuevo sistema. La Formación Profe­sional, al menos a los niveles que hoyalcanza, no es una alternativa eficien­te ante los problemas de aprendizajeplanteados en estos talleres, y así re­sulta que son únicamente los de fuer­te capacidad productiva los que pue­den permitirse el manten imiento deaprendices conforme a las actualesleyes laborales.

Pero es más, incluso los talleres deorfebrería que cuentan, como deci­mos, con mayores recursos técnicospara atender al aprendizaje, topan conla dificultad añadida de la limitación le­gal del número de aprendices quepueden estar presentes en un taller enrelación con el número de oficialesque compongan la plantilla fija de tra­bajadores. Ello ahoga la posibilidad delos grandes talleres, los únicos en ver­dad capacitados para aceptarlos, de

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ampliar el cupo de aprendices que po­drían estar dispuestos a adiestrar.

LA DISPERSiÓN DE LOSTALLERES COFRADIEROS

De hecho , la tendencia constatableen los últimos años en los grandes ta­lleres de orfebrería no se refiere úni­camente a la inclusión de toda la ma­quinaria que el mercado actual pone asu disposición, sino también a la in­corporación en la plantilla fija de susoperarios a los artesanos del mayornúmero de especial idades posible(carpinteros, torneros, fund idores,etc.) a fin de lograr una autosuficien­cia que no sólo aligere los tiempos derealización y asegure el resultado alentero gusto del propio taller, sino queles resulte incluso más rentable eco­nómicamente.

Por el contrario, puede observarseque si hasta mediados de siglo era re­lativamente frecuente que carpinteros,tallistas, charolistas y doradores traba­jaran en una misma unidad productivapara la entera consecución de las pie­zas de talla, las dificultades actualesles han obligado a la disgregación.Ello no obsta para que, de hecho, locorriente sea que todas las obras la­bradas por un determinado tallista pa­sen luego al taller del mismo dorador,o viceversa, al tiempo que frecuente­mente serán los mismos carpinteroslos que fabriquen las andas y armazo­nes necesarios y los mismos charolis­tas los que tiñan y barnicen el paso sino va dorado; es decir, que en la prác­tica se actúa como si de un inmenso

taller se tratara, aunque con la dife­rencia de que se necesitan contratosindependientes y varias firmas para elconjunto de una obra.

Esta fuerte interdependencia es laque algunos talleres de orfebrería degran capacidad productiva intentanevitar. Una vez conseguida, se obviael condicionamiento de tener quemantenerse en un enclave más o me­nos cercano al centro de la ciudad ysurge la posibilidad de alejarse a losextrarradios, a los polígonos industria­les e incluso a localidades de la peri­feria, donde sin duda pueden conse­guirse locales mucho más espaciososde los que se ofrecen en lo más cén­trico de la ciudad, al menos por el mis­mo coste.

De este modo se está modificandoigualmente otra de las caracteristicashistóricas de las artesan ías suntua­rias, como es su ubicación urbana,pues sólo en las ciudades se concen­traban las personas o entidades sufi­cientemente adineradas como parapoder financiar unas obras realizadascon ricos y costosos materiales, desti­nadas a usos superfluos relacionadoscon el ritual y la ostentación. Cierta­mente, en la actualidad, no sólo se hademocratizado el acceso a tales bie­nes suntuarios, sino que además, co­mo dijimos, las artesanías cofradierasde Sevilla cuentan con una numerosay fija cliente la, que obvia el factordeterminante de la cercanía para lacaptación de contratos. Obviamente,esta tendencia ha sido también favo­recida por la mejora de las comunica­ciones, desde la generalización del te­léfono hasta la de los vehículos para

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desplazamiento con que cuentan lamayoría de los asalariados.

No obstante, son todavía muchoslos,artesanos que siguen prefiriendomantenerse en los barrios tradiciona­les de Sevilla, especialmente tallistasy doradores, para quienes resultaesencial facilitar las relaciones labora­les necesarias con otros oficios corra­dieros.

Un tipo de enclave muy repetidopara los que se mantienen en la ciu­dad es el conocido como corralón,esto es, antiguas viviendas comuni­tarias distribuidas en torno a un es­pacio abierto, al que se accede nor­malmente tras flanquear un zaguán.Con ello nos encontramos , a la vez,con un buen ejemplo de resemant i­zación de nuestro patrimonio cultural :el viraje del uso habitacional a la utili­zación laboral de una modalidad es­pecífica de la arquitectura tradicionalsevillana.

Otro tipo distinto de taller es el ubi­cado en un local con acceso directo ala calle. Como en el caso anterior, setrata de locales alquilados o compra­dos específicamente para lugar de tra­bajo. Y con similares caracter ísticashay que citar otro grupo de talleres, di­ferenciados del anterior en el hechode no ser inmuebles destinados exclu­sivamente a taller, sino que son al pro­pio tiempo la vivienda en la que habitala famil ia del maestro , manten iendosiempre una clara división entre la zo­na de trabajo y la dedicada a uso pri­vado.

Como grupo independiente se ha­llan los talleres conventuales de bor-

dado , llevados por religiosas queadiestran en el oficio a las jóvenes in­ternas como parte integrante de suformación. Tampoco cabe olvidar laaportación que supone el trabajo quealgunas mujeres, una vez dominadaslas técnicas, realizan en sus propioshogares, aunque la economía sumer­gida se extiende de igual modo a losrestantes oficios: ejecución de deter­minadas fases productivas que luegose incorporan a las obras firmadas porlos grandes talleres.

Las variaciones de tamaño entretodos estos locales son considera­bles, oscilando entre los que no al-

NARRIAcanzan los 50 m2 y los que superanlos 300 m2

• Ello posee a su vez unaclara relación con el número de arte­sanos que trabajan en su interior,desde los que cuentan con plantillasde más de diez oficiales hasta losmaestros que trabajan en solitariomanteniéndose en la más pura rna­nualidad artesana .

LA VOZ DE LOS ARTESA NOS

Son precisamente los artesanos de lospequeños talleres quienes no disimu­lan su desagrado ante el conjunto demodificaciones que estamos apuntan­do, aunque de forma más categóricacritican la actitud de determinados rna­crotalleres, cuyo responsable ni tan si­quiera labora en el oficio sino que actúaúnicamentecomo empresario captadorde la más variada clientela, poniendoel trabajo de sus oficiales -los verdade­ros artesanos- al servicio de los dictá­menes del mercado. En su opinión, ta­les comportamientos desprestigian elverdadero valor de una actividad comola artesanía cofradiera sevillana, cuyafama y reconocimientoderivan precisa­mente del esmero que sus artífices lehan volcado durante siglos, haciéndolamerecedora de la consideración de ar­tesanía tradicional de Sevilla.

Su afán se concentra justamente enconseguir remontar las dificultades in­herentes al aprendizaje, para que lalabor artesanal pueda tener asegura­da su continuidad. Como argumentoesgrimen que ellos son los poseedo­res actuales de un valiosísimo tesorocultural , depositado en sus cabezasen forma de conocimientos técnicos

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NARRIA

del oficio , y están en disposición deentregárselo gratuitamente a los jóve­nes dispuestos a recogerlo. Pero losdeseos de ambas partes topan con lafalta del imprescindible apoyo admi­nistrativo que hace recaer el grava­men de esta transmisión en las eco­nomías de los artesanos.

Ante tal situación, los orfebres sevi­llanos unieron sus esfuerzos incluyén­dose desde 1997 en el Gremio de Jo­yeros, Plateros, Relojeros y Orfebres.Muy lejos de esta fuerza organizativase hallan lógicamente los ya escasosartesanos tallistas y doradores de Se­villa, y de momento tampoco los bor­dadores han encontrado un punto deconex ión que los agrupe. Mas, anuestro entender, la verdadera fuerzacohesiva debería alcanzarse entre lasdistintas administraciones, ya sean lasdirectamente relacionadas con la pro­moción laboral, como, por supuesto,las expresamente encargadas de ve­lar por nuestro patrimonio cultural.

Ejemplos recientes ilustran actua­ciones de algunos de estos organis­mos en Sevilla, tales como el Proyec­to Attas, gestado en el área de culturadel ayuntamiento y financiado con fon­dos europeos, que contempló el apo­yo a algunas artesanías tradicionales,entre ellas la orfebrería y la talla. Noobstante, los esfuerzos se concentra­ron en la promoción y comerciali­zación y no en el aprendizaje, tal co­mo reclamaban los propios artesanos.De otro lado, el Plan Urban que pro­mueve el área de economía y turismodel mismo ayuntamiento sí está ges­tionando la incorporación de aprendi­ces, aunque circunscrita a un barrio

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concreto de la ciudad en el que, afor­tunadamente, se hallan ubicados dostalleres de orfebrería y uno de los po­cos talleres de talla que aún trabajanen Sevilla con plena dedicación a lashermandades de Semana Santa.

Ciertamente son muchas más lasiniciativas que el apoyo a la artesaníaestá necesitando, y además en coor­dinación con los ámbitos competen­cionales locales, provinciales, autonó­micos , etc. Desde nuestra miradaactual resulta impensable que pudierallegarse a la situación de que cuandofalten los maestros de algunas de lasartesanías cofradieras, Sevilla pudieraencontrarse con la pérdida irreparablede estas formas relevantes de expre­sión de su cultura.

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