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El Comején

Boletín de las Bibliotecas

del estado de Oaxaca

Segunda época, número 2,

septiembre - octubre de 2011

Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca,

Secretaría de las Culturas

y Artes de Oaxaca,

Sociedad de Amigos del lAGO y del CFMAB.

Consejo Editorial :

Alonso Aguilar Orihuela, Luis Manuel

Amador, Alejandro de Ávila, Adriana Castillo

Alonso, Víctor de la Cruz, Guillermo

Frícke, Elisa Ramírez Castañeda, Luciano Ríos,

Francisco José Ruíz Cervantes, Francisco

Toledo

Director invitado:

Francisco José Ruiz Cervantes,

Instituto de investigaciones en Humanidades,

UABJO

Jefe de redacción y coordinación:

Elisa Rarnírez, Alonso Aguilar Orihuela

Diseño editorial :

Carlos Franco, Yeirní Yuríko Zárate

Ilustaciones :

© Kara Walker. Cortesía de Sikkerna Jenkins

& Co. , Nueva York

Portada:

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Versión digital:

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, lndice

Presentación

Color y olor de los dioses negros . Del Quinto Sol a la Conquista. Elodie Dupey García

Asiento de Madrid. Penélope Orozco

Origen de la diáspora negra en México. Xicohténcatl Gerardo Luna Ruiz

Tierra adentro, mar en fuera, de Antonio García de León. Elisa Ramírez Castañeda

Lo que se quedó. Santiago Olguín

Breves notas sobre el aporte africano a los repertorios musicales novohispanos. Daniel Ernesto Gutiérrez Rojas

Amapa: : un asentamiento cimarrón, rebelde y negociador a fines de la Colonia. Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell

Poesía de los negros oaxaqueños. Ramón Pardo

Una parte de la historia de la tercera raíz en la Nueva España, escrita en los documentos del Archivo Histórico de Notarías de Oaxaca. Lérida Moya Marcos

Independencia y esclavitud. Proceso de liberación de los esclavos del Ingenio de Ayotla. Maira Cristina Córdova Aguilar

La Escuela Rural Federal en Collantes, un pueblo afrodescendiente de la Costa Chica de Oaxaca. Erick Fuentes Harta

Origen. Fernando Guadarrama

El padre Florencia Castillo y la defensa de la ciudadanía de los negros. P. Manuel Benavides Barquero

Refranes de Belice

El reino de este mundo, de Alejo Carpentier. Elisa Ramírez Castañeda Curros y curras. Elisa Ramírez Castañeda

Bob Marley o la glorificación de la alteridad en la industria cultural. Antonio Emmanuel Berthier

Carta de Navegación. Alfonso Gazca

47 Langston Hughes y el Nuevo Negro de Harlem: una poesía de la identidad. Araceli Mancilla

Freedom's Plow. Langston Hughes El negro habla de ríos. Langston Hughes

51 De la ignorancia a la arrogancia y vuelta a empezar. Arte de sombras de Kara Walker. Elisa Ramírez Castañeda

El ;Jazz un sentir razonado. Guillermo Zaragoza El Jazz. Andrés Gaytán

SS La identidad novohispana en el arte: los estudios sobre pintura de castas. Juan Manuel Yáñez García

57 La sangre histórica de "Los treinta y tres negros". Hiram Villalobos Audiffred

60 El Negrito Poeta, versos iconográficos. Paola Rebeca Ambrosio Lázaro El poeta Dionisia Hernández Ramos. Manuel Matus Manzo

63 Viñetas "de color". Armando Bartra

66 Cin/esclavitud. Nelson Medina

68 Las mujeres negras y el telar. Alejandro de Ávila Blomberg ·La novia no sabe jilá. Gutierre Tibón

71 Por muchos caminos. Padre Glyn Jemmott

74 Nota final. Kamau Brathwaite y sus 21 días . Elisa . Ramíre~ Castañe~a

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Amapa: un asentamiento cimarrón, rebelde y negociador a fl nes de la Colon 1a Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell*

Corría el año de 1784. En la oficina del asesor letrado del virrey de Nueva Es­paña se trataba una queja interpuesta por don Joaquín Camaño, vecino y co­merciante de un pequeño asentamien­to ubicado en las planicies costeras del Golfo y adscrito a la alcaldía mayor de Teutila. Por medio de una misiva que estaba plagada de rogativas y suplicas, Camaño se dirigió a las auto­ridades para que intervinieran en este lugar llamado Amapa con el objeto de corregir las conductas de la pobla­ción "más numerosa" y evitar el sufri­miento del resto del vecindario. Ante esta petición, el asesor letrado se dio a la tarea de investigar y documentar el caso, concluyendo dos meses después con la invitación a todos los vecinos de Amapa a preservar el orden y la vida en policía para el bienestar de aquella localidad.1

Es de advertir que tanto la queja de Camaño como la respuesta del asesor escondían hechos intrigantes. Regular­mente, los conflictos entre vecinos de un mismo lugar no sólo involucraban reclamos y diatribas de las partes, sino también posturas muy claras de las autoridades con el objeto de resolver diferencias. Este caso no fue así. Ade­más, tengo la impresión de que la res­puesta del asesor letrado no derivó del desconocimiento sobre las relaciones sociales en Amapa y, mucho menos, de las posibles contrariedades que ex­perimentara el alcalde mayor de Teuti­la para investigar lo sucedido. Muy probablemente, este tipo de respuesta se cimentó en el amplio conocimiento que tanto las autoridades virreinales como provinciales tenían de Amapa; es decir, de _una localidad pequeña, de aproximadamente quince o veinte familias, que estaba en medio de una ruta comercial importante -entre la Sierra Mazateca, las Planicies Costeras del Golfo y la Sierra Zapoteca- y que

1 "Joaquín Carnaño, vecino del comercio de Arnapa jurisdicción de Teutila, contra los negros vecinos de allí sobre perjuicios y otros puntos, (1784)", AGNM, Civil, vol. 965, exp. S.

al igual que otros asentamientos de esta región su vecindario se componía de un puñado de familias españolas y mestizas, y numerosas familias de negros cimarrones y mulatos. Sobre esto último, el mismo Camaño refirió que los pueblos limítrofes a Amapa se habían distinguido en el pasado por tener población indígena; sin embargo, para 1784 no se tenía noticia de este contingente humano debido a su poca parcialidad con los negros y mulatos.

Antes de regresar al reclamo del comerciante, conviene referir que la presencia de población negra o afro­descendiente en la provincia de Oaxa­ca data de los siglos XVI al XVII y se explica en la expansión del sistema económico colonial, especialmente a través del surgimiento y la evolución de unidades agrarias de producción -como la hacienda, los ranchos y los trapiches-, el empleo de fuerza de trabajo esclava y la expansión de cultivos que eran dominados por las manos negras -como la caña de azúcar y el arroz. Dado esto, no es casualidad que la población afrodes­cendiente se extendiera a lo largo del territorio oaxaqueño, con especial én­fasis en la Costa Chica, el Istmo de Te­huantepec, la Cañada y la Cuenca del Papaloapan. Sobre esta última región, se sabe que las cifras de esclavos se multiplicaron durante el periodo 1600-1690 debido a una importación masiva de negros destinados a suplir -en la medida de lo posible- el declive de la población indígena en las planicies costeras del Golfo. Obviamente, esta importación también obedeció al avan­ce de la frontera agrícola y ganadera en la Cuenca Baja del Papaloapan. 2 Así

2 Para ampliar el conocimiento sobre estos procesos históricos, véanse Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra de México. México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1989; Gonzalo Aguirre Beltrán, Cuijla, esbozo etnográfico de un

pueblo negro. México, Fondo de Cultura Económi­ca, 1989; Patrick James Carroll, "Mandinga: The Evolution of a Mexican Runaway Slave Comrnuni­ty, 1735-1827", en Comparative Studies in Society

and History, vol. XIX, núm. 4, 1977; Patrick James Carroll y Aurelio de los Reyes, "Arnapa, Oaxaca. Pueblo de cimarrones", en Boletín del

INAH, núm. 4, 1973; Juan Manuel de la Serna He­rrera, "La esclavitud africana en Nueva España.

las cosas, para el siglo XVIII, la pobla­ción afrodescendiente estaba presente de manera significativa en la estructu­ra racial de Nueva España, en general, y de Oaxaca, en particular. Tan sólo una revisión panorámica del Theatro Americano de Joseph Antonio de Villa­Señor y Sánchez, revela que para el periodo 1742-1746 más del treinta por ciento de las familias que radicaban en la Cuenca era de origen negro. Tal vez más significativo es el hecho de que cinco décadas después, las esti­maciones del censo de Revillagigedo registraran para esta misma región un contingente de población negra y castiza que oscilaba entre el 39 y 40 por ciento de los habitantes. Desde mi punto de vista, este incremento demográfico revela dos cosas: por un lado, la continuidad del proyecto que impulsaba la importación de fuerza de trabajo esclava a territorio novohis­pano; por otro lado, la capacidad de reproducción biológica de este sector poblacional, ya sea preservando sus relaciones de parentesco o recurriendo al denominado "mestizaje afromexica­no". Sea de ello lo que fuera, lo cierto es que para el último cuarto del siglo XVIII ·la población negra de la Cuenca no sólo era numerosa, sino también re­presentativa en el desarrollo de ciertas actividades económicas, tales corno la crianza y arreo de ganado mular, el cuidado y la matanza de vaquerías, el manejo y control de piraguas, la producción y el comercio de aguar­diente, etcétera. En el caso particular de Amapa, los negros se empleaban -mayormente- como arrieros en los caminos, brechas y veredas que surcaban las planicies y las montañas del entorno. Fuentes de la época suelen referirlos como operarios de las recuas que transitaban el cami­no real que partía de Orizaba y pasaba por San Lorenzo de los Negros,

Un balance historiográfico comparativo", en Iglesia y sociedad en América Latina colonial.

Interpretaciones y proposiciones. México, UNAM, 1999; Erigida van Mentz, Pueblos de indios,

mulatos y mestizos, 1770-1870. México, CIESAS, 1998; José Velasco Toro, Tierra y conflicto social

en los pueblos del Papaloapán veracruzano (1521 -

1917) . México, Universidad Veracruzana, 2003.

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Amapa, Tuxtetepec, Otatitlán y la ba­rra de Alvarado; asimismo, de los ha­tos mulares que iban desde los llanos de Tesechoacán y Tatahuicapa hasta los pueblos serranos de la alcaldía ma­yor de Villa Alta.

Con el paso del tiempo, la multipli­cación genética de los negros cimarro­nes de la Cuenca del Papaloapan fue muy evidente. Retomando el reclamo de Camaño, salta a la vista que -en 1784- la sangre de origen africa-no era la más común en la pequeña Amapa. Predominio que no sólo era

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acrecentado por la cantidad de almas sino también por las historias estigma­tizadas que se tejían sobre este sector poblacional; factores que -en su con­junto- aumentaban la inquietud que provocaban los negros y sus descen­dientes frente a la minoría española y castiza. Dado esto, no es casualidad que el comerciante Camaño refiriera con detalle las complejas relaciones de convivencia que enfrentaban los espa­ñoles con los cimarrones de Amapa, quienes no dejaban pasar ocasión para hacer valer su superioridad numérica,

estigmatización histórica y unidad racial. En opinión del comerciante, el pasado inmediato de Amapa se tradu­cía en una historia donde los cimarro­nes de las haciendas y ranchos de la Cuenca del Papaloapan se habían con­gregado -poco a poco- en este lugar a través de un plan de pacificación, amnistía y poblamiento que impulsó el virreinato -entre 1750 y 1767- en las alcaldías mayores de Teutila, Cosama­loapan y Córdoba; espacios que histó­ricamente habían sido dominados por los negros cimarrones de Mazateopam.

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Hasta donde puede observarse, este plan pacificador se concretó en 1769 con la formación de un asentamiento denominado Nuestra Señora de Guada­lupe de los Morenos de Amapa y con una agenda que obligaba a los cima­rrones a concentrarse en el núcleo de población, convertirse al cristianismo, deponer las armas en favor de la Co­rona, ayudar a la captura de esclavos rebeldes, convivir en paz con blancos y castas, y guardarle respeto al alcalde mayor de Teutila. 3

Ciertamente, los diversos contingen­tes de población de Amapa convivie­ron bajo cierta armonía por espacio de dos décadas; no obstante, entre 1783 y 1784, las cosas cambiaron, especial­mente cuando los negros experimenta­ron un "aumento en el vecindario y en el control de los efectos que la tierra produce . .. "4 Desde la perspectiva de Camaño, estos hechos fueron capita­lizados por los cimarrones para apo­derarse de la república que gobernaba la localidad, de la totalidad de tierras cultivables y ganados, e incluso de las mejores casas que existían en el dimi­nuto asentamiento. La situación llegó al extremo en septiembre de 1784, fecha en que los negros justificaron estos hechos bajo el argumento de que

3 Para ampliar el conocimiento sobre este proceso histórico, véase "The Foundation of the Nuestra Señora de Guadalupe de los Morenos de Amapa, Mexico (1769) ", en Kenneth Milis, William B. Taylor y Sandra Lauderdale Graham, Colonial Latin America. A Documentary History, Lanham, S. R. Books, 2004. 4 "Joaquín Camaño, vecino del comercio de Amapa jurisdicción de Teutila, contra los negros vecinos de allí sobre perjuicios y otros puntos, (1784)", AGNM, Civil, vol. 965, exp. S.

eran los "primeros fundadores y due­ños del terreno ... , mantenían la especie de superioridad ... y man­daban en todo ... "5 Como era de espe­rarse, esta situación provocó que las pocas familias de españoles y castas dejaran el lugar y solicitaran asilo en la cabecera política de Teutila. Más allá de estos hechos tan evidentes -y presagiados desde la misma fundación de Amapa-, resulta interesante el discurso planteado por el comerciante Camaño en el entendido de ser un representante del grupo español que padecía los estragos de una his­toria; es decir, Camaño se pronunció a título de la población no negra para que los afrodescendientes dejaran de cometer vejaciones en su contra y para que las autoridades comprendie­ran que los "negros no tienen autori­dad para cometer semejantes tropelías, pues disimulándoseles lo que han estado practicando es regular que hos­tigados los vecinos vayan desamparan­do la población aún con abandono de sus intereses y contra el santo fin de las Leyes de estos reinos ... "6

Como puede observarse, estos he­chos refieren un proceso histórico complejo en que las poblaciones cima­rronas de la Cuenca del Papaloapan hicieron valer su ascendencia para reivindicar su realidad, ganar espacios frente a otros sectores de la población y -especialmente- poner en prácti­ca una serie de acuerdos y prebendas recibidos por la Corona al tiempo de negociar su pacificación, amnistía y congregación. El resto de las conduc-

S Jbid. 6 lbid.

tas reveladas por Camaño fueron parte de un proceso de identidad social en que la ascendencia, la cultura y la his­toria de grupo conformaron una base potencial. Obviamente, ni el asesor letrado del virreinato ni el alcalde ma­yor de Teutila cuestionaron estos he­chos, conocidos de por sí desde tiempo atrás e incluso negociados con los mis­mos negros al tiempo de concertar su pacificación.

Finalmente, debo apuntar este tipo de tropelías de parte de los negros cimarrones de Amapa continuaron vi­gentes y fueron tolerados por la autori­dad después de 1784. Obviamente, con el paso del tiempo, estos acuerdos ve­lados se salieron de control y termina­ron causando una serie de problemas a las autoridades españolas. Una prue­ba de ello fue la rebelión que experi­mentó el subdelegado de Teutila en 1808 y, sobre todo, los hechos armados que protagonizaron los cimarrones y mulatos de las planicies costeras entre 1812 y 1814 bajo el mando del insur­gente Manuel Sesma. Así las cosas, bien puede decirse que -desde 1769 hasta 1814- el poblado de Nuestra Se­ñora de Guadalupe de los Morenos de Amapa fue un asentamiento marcado por la negritud cimarrona, la rebeldía y la negociación política.

* El Colegio de Michoacán.

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Poesía de los negros oaxaqueños Ramón Pardo*

El alma de los negros es esencialmente sensible, romántica por naturaleza, ama esa naturaleza en que vive; para él tienen palabras la soledad de los bosques, el rui­do tumultuoso de las playas y el ambiente cálido que respira; el color de su cara y de su cuerpo, lo presenta como un tipo aparte en la especie humana; pesa sobre él el aislamiento y por lo mismo siente, más hondamente, las vibraciones de su ser; la injusticia humana ha puesto una gota de amargura sobre su yo, la flor silvestre que se abre a las suspicacias y a las sutilizas de los hombres.

Yo me imagino al negro saliendo de la

alquería, cruzando, como una sombra, por los campos de algodón, sintiendo las tris­tezas del crepúsculo y dando sus quejas al viento , cuando dice:

En oscuros peñascales

Y en los bosques más sombríos

Me puse a llorar mis males

Y también mis desvaríos.

¡Oh! Qué t iempos tan fatales ,

Qué sufrimientos los míos . Y camina, camina por la ribera del río , as­pirando el perfume de los limoneros en flor y la brisa que viene de las cañadas floreci ­das llegan a él como un consuelo para su nostalgia infinita y la copla brota, como la queja de un alma profundamente dolorida:

Verdes limones del río ,

Rosales de la cañada,

¿Qué tienes corazón mío,

Que no te divierte nada? Y la gota de amargura se extiende a los amores del poeta y aparece en el verso como el reproche infantil, como el reclamo suave y resentido de algo que se esperaba y que por fin ha llegado, llenando la mente de tristeza :

Me dijiste que me amabas, Que jamás me olvidarías,

Y lo primero que hiciste

Fue olvidar a quien querías. Te lo dije, corazón,

Cuando te estaban amando,

Que en la mejor ocasión

Te habían de dejar llorando. Es el negro en plática confidencial y que­

rella con la negra, el dulce encanto de los ojos y el adorado tormento de su corazón. Y, cosa curiosa, esa amargura, a veces, se separa del cantor y se pone en el amor de la amada y entonces aparece el negro, el Don Juan burlador y voluble :

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Dices que mucho me quieres,

Nomás no lo andes contando. No te vayas a quedar

Como los guajes, colgando.

Y tal es la fuerza de la ironía, que el cantor

juega con ella, aplicándola a su sentimiento: Cada vez que paso y miro

La casa donde vivió,

Me divierto con la jaula

Porque el pájaro voló.

Pero el sentimiento que da vida a la copla no siempre se entretiene en la burla, da también lugar unas veces al pensamiento que inclina•a la renunciación, como cuan­do dice :

Una vela se consume

Al cabo de tanto arder,

Así se consume el hombre

Cuando quiere a ~na mujer. Y otras a la decepción definitiva, con el arañazo brutal:

Mal haya quien dijo amor

Pudiendo decir veneno,

Mal haya quien come suyo,

Pudiendo comer lo ajeno.

Y el negro de la costa oaxaqueña asimila de la civilización lo poco que la civilización le da, y uniéndolo a su amada naturaleza y a su propio sentimiento, adorna el verso con delicadeza y con gracia:

Sobre una mesa te puse

Cuatro varas de listón,

En cada esquina una rosa

Y en medio mi corazón.

Y cuántas veces, al pasar por las avenidas de la metrópoli, viendo a esas muchachas ligeras, sembradoras de miradas provoca­tivas, y que pasan repartiendo sonrisas,

con esa boca de la que parece que va a desprenderse el beso; he evocado la figura grotesca del negro, dando palmaditas en el hombro de la muchacha y diciéndole al oído:

No hagas común el rubor

De tu rostro soberano,

Pues se marchita la flor

Si pasa de mano en mano.

Tomado de la revista Mexican Folkways , publica­ción trimestral en inglés y español, dedicada a usos y costumbres mexicanas, México D.F., vol. 4 (1 ), enero-marzo, 1928. Disponible en la Biblio­teca Henestrosa.

*Médico. Director del Instituto de Ciencias y Artes del Estado de Oaxaca durante las primeras décadas del siglo XX.

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El Comején es una publicación gratuita de bibliotecas, centros y salas de lectura de Oaxaca. Forma parte del Programa lnterinstitucional de Fomento a la Lectura "Oaxaca Lee".