La via Chilena Al Socialismo

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La vía chilena al socialismo.El pensamiento político

de Salvador Allende

Eliseo Lara Órdenes

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Primera edición: 2013.Santiago de ChileEdiciones Proyecto A89www.a89.clTwiter: @proyectoa89Casilla electrónica: [email protected] Editorial:Editor: Juan GianelliEditor Asociado: Jorge E. Retamal Hidalgo

Impreso en talleres A89

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A mis padresGloria y Ricardo

Quienes han permitido y alimentadomi realización personal e intelectual.

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Índice

Una contribución importanteIntroducción

Primera Parte: Historia e Identidad

I. Antecedentes históricos que influyen en la forma-ción del pensamiento político de Salvador Allende

1. Modernidad y Transculturación Latinoame-ricana. Los orígenes utópicos del movimien-to popular

2. Modernización del Capitalismo dependiente y el Origen de la organización social

3. La Revolución Rusa y los movimientos socia-les y políticos chilenos

4. El frente popular: Unidad y democracia re-publicana

II. Rasgos de la identidad chilena que influyen en la formación del pensamiento político de Salvador Allende

1. Identidad y formación de clase2. Identidad y democracia

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Segunda Parte: El pensamiento político de Salvador Allende

III. Análisis teórico al pensamiento político de Salvador Allende

1. Interpretación del Marxismo2. Concepción de Democracia3. Sentido de la Independencia

ConclusionesBibliografíaBibliografía ComplementariaFilmografía

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Una contribución importante

Este libro de Eliseo Lara Órdenes partió siendo su tesis de grado para optar a Pedagogía y Licenciatura en Filosofía, y de la continuación de sus investigaciones posteriores, dentro de lo que conforma, en la Academia, la filosofía la-tinoamericana, o sea, los estudios sobre el pensamiento de nuestro subcontinente.

La obra consta de cuatro capítulos: Historia e iden-tidad, Rasgos de la identidad chilena que influyen en la formación del pensamiento político de Salvador Allende, Análisis conceptual de su pensamiento político, y las Con-clusiones. Además, consta de una abundante bibliografía, también, digital y una filmografía.

La novedad que se introduce en este libro, al compa-rarlo con la Tesis de Grado, es la Introducción, en la cual se efectúa un rastreo histórico de las condiciones sociales y culturales chilenas y europeas que influyeron en la creación del pensamiento original del Presidente Salvador Allende.

Aquí comparecen las huellas y vestigios del libera-lismo y del positivismo y de cómo fueron adaptadas a la realidad latinoamericana, para pasar posteriormente a la construcción del imaginario político y cultural de las cla-ses populares y su posterior manifestación en partidos po-líticos de izquierda, desde el anarquismo de los primeros años, al socialismo y comunismo posteriores. Aquí se hace presente la influencia de Marx y también de los pensado-res italianos Antonio Labriola y Antonio Gramsci, así como

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Adolfo Sánchez Vásquez, lo que conduce al autor a apreciar el pensamiento allendista como una filosofía de la praxis. En este punto se encuentra una de las contribuciones más im-portantes de Eliseo Lara, cuando escribe: “No se puede com-prender la Vía Chilena al Socialismo sin estudiar el pensamiento político de Salvador Allende, como tampoco se puede abordar este último sin comprender los antecedentes socioculturales de la Vía Chilena”.

Otro apartado importante es la referencia a los trabajos sobre la construcción del Sujeto latinoamericano del filósofo ar-gentino don Arturo Andrés Roig, y los aportes que hicieron los pensadores chilenos José Victorino Lastarria, Francisco Bilbao y Santiago Arcos, para comprender las luchas entre liberales y conservadores en los primeros años de la Repú-blica que se van concretando en los cambios que introducen los tres presidentes liberales: Errázuriz, Santa María y Bal-maceda. Mientras en los estratos populares surgen las socie-dades de resistencia y el movimiento sindical chileno, que empiezan a conmemorar el 1º de Mayo, hasta llegar a una de las cúspides del movimiento progresista chileno, que fue el triunfo del Frente Popular, encabezado por el profesor Pedro Aguirre Cerda en 1938.

De todo este proceso nacional e internacional va surgiendo una síntesis en el pensamiento de Salvador Allende, en cuanto los procesos populares de liberación se pueden obtener a través de vías democráticas, y no sólo a través de revoluciones armadas, y de cómo, los gobiernos populares, se pueden dar en pluripartidismo, en pluralis-mo económico y en pluralismo ideológico. Concepciones originales que lo transforman en el único político chileno de nivel universal. En definitiva, el ideario allendista es siempre libertario, revolucionario y democrático, y parti-cipa, con la misma fuerza en su universalidad, su esfuerzo constante por la recuperación de las riquezas naturales de nuestro país, por la emancipación de la mujer y de los jó-

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venes, poniendo la educación al alcance de todos, a través de una verdadera revolución cultural, uno de cuyas cimas más altas fue la producción masiva de libros y revistas por la Editorial Quimantú.

Es esta herencia allendista, la que se hace presente en los diversos cambios progresistas que ha habido en Brasil, con Lula, el primer obrero que llega a ser presidente de la República, en Venezuela, con Chávez, en Bolivia, con Evo Morales en que por primera vez en la historia un indíge-na, representante de los pueblos originarios, se entroniza legalmente en la presidencia, y lo mismo podemos decir en Chile en relación a la doctora Michelle Bachelet, o a Tabaré Vásquez, médico oncólogo del Uruguay, o a Daniel Ortega en Nicaragua, en Ecuador con Rafael Correa, o al obispo Fernando Lugo en Paraguay, y también es menester nom-brar el triunfo del presidente Bharrat Jagdes en Guyana, y el de Ronald Venetian en Surinam. Todos ellos, al obtener sus victorias han reconocido que las han logrado siguiendo el legado de Salvador Allende.

Esta obra de Eliseo Lara es una valiosa contribución a hacer de éste, que es el porteño más universal, un elemento indispensable en los estudios académicos en Chile, en el es-fuerzo por llevar su herencia a la política práctica del país, y a poner su ejemplo a nivel nacional al mismo nivel de que goza en el plano internacional.

Profesor Sergio Vuskovic RojoOctubre 2012, Valparaíso

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Las ideas son grandes en cuanto son realizables, o sea, en cuanto aclaran una relación real inmanente a la situación, y la aclaran en cuanto muestran concretamente el proceso de actos a través de los cuales una voluntad colectiva organizada da a luz esa re-lación (la crea) o, una vez manifiesta, la destruye y la sustituye. Los grandes proyectistas charlatanes son charlatanes precisa-mente porque no saben ver los vínculos de la <<gran idea>> lanzada con la realidad concreta, no saben establecer el proceso real de actuación El estadista de categoría intuye simultánea-mente la idea y el proceso real de actuación: redacta el proyecto junto con el <<reglamento>> para la ejecución. El proyectista charlatán procede tentando y volviendo a probar: son las <<idas y venidas>> de la fábula. ¿Qué quiere decir <<conceptualmen-te>> que hay que añadir al proyecto un reglamento? Quiere de-cir que el proyecto tiene que ser comprendido por todo elemento activo, de tal modo que vea cuál tiene que ser su tarea en la rea-lización y actuación: que el proyecto, al sugerir un acto, permita prever sus consecuencias positivas y negativas, de adhesión y de reacción, y contenga en sí mismo las respuestas a esas adhesio-nes y reacciones, ofreciendo, en suma, un campo de organiza-ción. Este es un aspecto de la unidad de la teoría y la práctica.

Antonio Gramsci

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Introducción

Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

K. Marx, XI Tesis sobre Feuerbach

Esta famosa interpelación de Marx hace más de 150 años sigue estando vigente en una actualidad tan vertiginosa como desmesurada. La desigualdad, el consumo, el indi-vidualismo, la competencia, los medios de comunicación y la conexión global nos hacen creer que vivimos en un mundo instantáneo, sin historia y en un eterno presente. No obstante, esta actualidad construida sobre diversos procesos de luchas y aplastamientos no puede quedar in-diferente sobre sus causas y orígenes, como tampoco pue-de ser reflexionada críticamente sin considerar los cami-nos alternativos de la historia en los intentos por cambiar el curso de la misma, ya que el ser humano entre sus múl-tiples condiciones y a pesar de los diferentes intentos de aniquilación de su subjetividad, conserva su ser histórico.

Mirar el pasado no es un ejercicio limitante, muy por el contrario, es un acto de apertura y ampliación del hori-zonte para una comprensión de la actualidad y una pro-yección del futuro, siendo justo a ese mirar hacia el que dirigimos esta exigencia de Marx, pues no se trata de ir en búsqueda de una nueva interpretación del mundo sino de un conocimiento que nos permita construir otra realidad, ya que el sentido no es conocer la historia para su conser-vación sino para su ruptura, en una actitud que es propia del conocimiento histórico, porque tal como nos lo dice Eduardo Galeano “toda memoria es subversiva, porque es diferente, y también todo proyecto futuro. Se obliga al

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zombi a comer sin sal: la sal, peligrosa, podría despertarlo. El sistema encuentra su paradigma en la inmutable socie-dad de las hormigas. Por eso se lleva mal con la historia de los hombres, por lo mucho que cambia. Y porque en la his-toria de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación.”1

En este sentido, el presente trabajo se enmarca dentro de los estudios del pensamiento y la filosofía latinoamerica-na. Esta vertiente, poco reconocida en la academia chilena, hoy se revela como una contrahistoria del pensamiento, ya que centra el esfuerzo de su trabajo no solo en autores ol-vidados y eliminados del recorrido intelectual por quienes privilegian, en las diferentes ciencias sociales y humanas, el estudio sistemático de las concepciones racionalistas y posi-tivistas europeas y norteamericanas, en una acción que con-serva uno de los mayores vestigios de la cultura colonial del siglo XVI, sino también como una forma de romper con el dominio hegemónico y de negación de nuestra propia con-dición mestiza. Volver la mirada sobre nosotros mismos ha tenido como consecuencia un desarrollo sostenido de nove-dosas y particulares metodologías de análisis, rompiendo, de algún modo, con el dominio epistemológico de teorías completamente exógenas que se instruyen y aplican en los estudios académicos sobre América latina, cuyas concep-tualizaciones y teorías terminan reduciendo nuestras par-ticularidades y creaciones a epifenómenos del pensamiento y la cultura europea.

No obstante, no se puede negar que el desarrollo del pensamiento filosófico y político, como también de la cul-tura de nuestra América, están marcados por el avance de Occidente. La europeización y el cosmopolismo realizaron grandes modificaciones a la sociedad latinoamericana du-rante el siglo XIX. Las huellas y vestigios del liberalismo

1 Galeano, E. (2006). Las venas abiertas de América Latina. Santiago: Pehuén, p. 363.

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y el positivismo son condicionantes de nuestro desarro-llo socio-cultural y político, encontrándose aún presentes en las nuevas construcciones sociales, porque como bien lo señala Leopoldo Zea, “la historia de las ideas de esta nuestra América no se refiere a sus propias ideas, sino a la forma como han sido adaptadas a la realidad latinoameri-cana, ideas europeas u occidentales.”2

Esta apropiación cultural3 como la denomina Ber-nardo Subercaseaux, la abordaremos del que, a nuestro entender, es un concepto más claro para afrontar el de-sarrollo cultural latinoamericano, puesto que hace una reivindicación de nuestra condición mestiza por sobre aquellas que abordan la realidad sociocultural de América latina como un epifenómeno de Occidente. De esta mane-ra hemos decidido llevar adelante nuestro estudio teórico desde la explicitación de la transculturación que sufren las ideas apropiadas desde el viejo continente.

Este concepto de transculturación, desarrollado por Fernando Ortiz y utilizado por Ángel Rama en sus estu-dios literarios, lo entendemos como el vocablo que mejor explica el transcurso que sufren las ideas asimiladas, ya que en este proceso se genera una síntesis de las ideas extranjeras y las propias para originar un nuevo pensa-miento. La modificación cultural en los nacientes estados nacionales se produce inicialmente por “la inmigración de ciudadanos europeos en número progresivo a partir de mediados del XIX hasta alcanzar la segunda década del XX, contribuirá por una parte, a fortalecer los procesos de creación, aceptación y transmisión de nuevos valores, ob-jetos y acciones de la cultura y, por otra, a disolver algunos de los patrones culturales ya existentes.”4 Por lo que esta

2 Zea, L. (1987). Filosofía de la Historia Americana. México: Fondo de Cultura Eco-nómica, p.15.

3 Subercaseaux, B. (1988). La apropiación cultural en el pensamiento y la cultura de América Latina. En revista Estudios Públicos n°30. Santiago.

4 González, V. (2009). La crítica cultural latinoamericana y la investigación educati-

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fase resulta crucial para nuestro trabajo, ya que al recoger el antecedente del modo y estado en que surgen las ideas reivindicativas y revolucionarias, podemos reconocer las características de la construcción del imaginario político de las clases populares, y la posterior formación de los partidos políticos de izquierda en Chile. Así, el estudio de este fenómeno se vuelve importantísimo para compren-der la raíz del pensamiento político de Salvador Allende.

En este sentido, esta investigación se vuelca sobre los acontecimientos socio-culturales en los que es posible advertir el antecedente histórico anterior que origina los postulados fundamentales que dan sentido e identidad al proyecto político-social de la Unidad Popular. Bajo esta óptica, entonces, apreciamos el pensamiento político de Salvador Allende como una filosofía de la praxis.

Ahora bien, antes de proseguir, debemos señalar al-gunos antecedentes sobre esta filosofía para comprender desde otra vereda, es decir, desde la heterodoxia, el carác-ter marxista del pensamiento político de Salvador Allen-de. En primer lugar, hay que decir que este concepto de praxis tiene su origen en las lecturas y el estudio del ita-liano Antonio Labriola5 sobre el materialismo histórico, y que posteriormente fue recogido por Gramsci en sus aná-lisis e interpretaciones del marxismo6. Este concepto sirvió para nombrar la nueva filosofía que inauguraba Marx7, cu-

va. Caracas: Fundación Nacional de Historia, p.865 Antonio Labriola (1843-1904) será uno de los primeros marxistas o estudiosos

de Marx no dogmáticos, realizando importantes apreciaciones sobre el mate-rialismo histórico. Sus ideas serán consideradas posteriormente por Gramsci, quien dará una mayor profundidad y desarrollo al concepto de praxis. Un libro importante de Labriola es Socialismo y Filosofía en que se reúnen una serie de diez cartas enviadas a George Sorel en 1897.

6 Para una profundización sobre los estudios de Gramsci ver: Introducción a la filosofía de la praxis en: www.institutodeestudiosmarxistas-leninistas.com

7 Para una profundización sobre este concepto y estudio del marxismo como filosofía de la praxis se recomienda ver Sánchez Vázquez, A. (2003) La filosofía de la praxis. México: Siglo XXI. No obstante es necesario aclarar, que el sentido que da a este concepto Sánchez Vázquez lo recoge directamente de su estudio sobre las Tesis sobre Feuerbach, no teniendo origen en el concepto de Labriola y

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yos fundamentos están señalados en las Tesis sobre Feuer-bach8. En éstas, se establece el hecho novedoso de radicar el surgimiento de la teoría en y para la acción, por tanto se nutre en y con la práctica social.

Esto rompe definitivamente con la filosofía pura-mente formal y metafísica anterior, abriendo un nuevo horizonte para la práctica intelectual. De este modo, estu-diar a pensadores latinoamericanos como promulgadores de postulados filosóficos es a contracorriente, más aun si estos no son intelectuales que integran la academia, sino que son políticos o al menos tuvieron una definición y par-ticipación política en el momento que les tocó vivir. Por lo que la crítica, hecha por Marx, a los modos de interpretar el mundo de parte de los filósofos, marca el inicio de una nue-va manera de hacer filosofía, y también de comprenderla.

De este modo, nuestra labor investigativa se inicia en el estudio del pensamiento y la cultura chilena dentro del contexto de los estudios latinoamericanos, centrando el análisis en las formas por las cuales adquieren identidad las ideas políticas occidentales con la realidad socio-cultu-ral de nuestro país. Este fenómeno manifestado en diver-sas expresiones termina construyendo, a contracorriente de lo señalado en la historia oficial, un acervo intelectual y artístico de carácter popular, vanguardista y propio.

El estudio de la denominada Vía chilena al socialismo se encuadra dentro de la necesaria mirada a la historia de los hechos y planteamientos sociales, pero también de las formas discursivas no clásicas de las ideas políticas y filo-sóficas. Esto lo hacemos con el propósito de comprender la construcción de las ideas programáticas que como sujetos de clase lograron desarrollar los estratos populares y los

Gramsci, aun cuando tenga coincidencias evidentes.8 Las once Tesis sobre Feuerbach son una gran síntesis del pensamiento filosófico

de Marx, escritas en 1845 en Bruselas, fueron adaptadas y publicadas por pri-mera vez en 1888 por Engels en su texto Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.

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partidos políticos que conformaron la UP, más allá de un dogmatismo teórico ortodoxo y con diversas carencias en la teorización que se desarrollaba al respecto.

Dentro de este reconocimiento de las ideas que con-figuran las bases del proceso chileno, consideramos que el pensamiento político de Salvador Allende fue un elemento central y articulador de esta construcción, más allá de su rol como presidente y líder del proceso social de la Unidad Po-pular. Esto motivó que el eje de nuestro trabajo entrecruza-ra ambos temas como partes complementarias de un todo, ya que no se puede comprender la vía chilena al socialismo sin estudiar el pensamiento político de Salvador Allende, como tampoco se puede abordar este último sin compren-der los antecedentes socio-culturales de la vía chilena.

Lo anterior nos permite establecer un primer princi-pio a considerar para nuestro estudio, Salvador Allende no es un teórico de la política, ni un intelectual académico, sino más bien, es un político en toda su dimensión y como tal se encuentra inmerso dentro del clima social y cultural del periodo que le tocó vivir. En esta dirección, el desa-rrollo de este texto se inicia con una mirada analítica a la historia social chilena y al desarrollo de su identidad, para luego dar paso al estudio y profundización, en relación a los antecedentes señalados, sobre el pensamiento político de Salvador Allende.

En este sentido, tenemos que el estudio del pensa-miento político y filosófico nos ha hecho transitar por di-versas teorías en las que el ser humano ha vislumbrado la posibilidad de construir o desarrollar una realidad social, política y económica distinta a la que vive. Estas teorías han sido vistas como realidades no-existentes, u-tópicas o sim-plemente mundos soñados. Sin embargo, estas reflexiones e intentos por construir y proyectar realidades alternativas a las existentes se han producido desde la Antigüedad. Frente a esto, la realidad latinoamericana y en particular la

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chilena no ha estado ausente, desarrollando y contextua-lizando ideas que ayudan a la fundamentación teórica de la búsqueda por la emancipación social, produciendo en nuestra historia hechos que han marcado el devenir de los pueblos latinoamericanos. De este modo, en nuestra histo-ria reciente, la propuesta de la Unidad Popular constituyó un intento de construcción política y económica distinta a la desarrollada dentro del capitalismo dependiente. Este pro-ceso político, denominado vía chilena al socialismo, construi-ría por primera vez un modelo de transformación socialista mediante el sufragio universal.

Estos antecedentes nos introducen, de modo general, en la problemática de estudio de nuestra investigación, la que tiene como finalidad pensar nuestra historia, anali-zar las distintas categorías conceptuales que componen el pensamiento político de Salvador Allende y pensar el su-jeto latinoamericano que en su búsqueda por la indepen-dencia cultural, política y económica produce una nueva valoración de sí mismo. A partir de esto, realizaremos un análisis al pensamiento político de Allende, recapitulando previamente algunos antecedentes históricos y sociocul-turales que están presentes en él. Para finalizar con una conclusión que involucra una definición genérica de la vía chilena al socialismo y una reflexión acerca del sujeto en el proceso de construcción de esta vía.

Para la consecución de nuestros objetivos hemos es-tablecido una división de nuestro trabajo en dos partes. En la primera de ellas se establecen los antecedentes históricos y los rasgos identitarios de la sociedad chilena, cuyos ejes articuladores serán Los orígenes utópicos del movimien-to social, en una revisión necesaria a nuestro siglo XIX, La Modernización, por el cambio en desarrollo económico, La Revolución rusa, por la propagación que produce en el Mundo de las ideas marxistas, y los Frentes Populares, ya que son el antecedente directo de la forma política pluripar-

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tidista que tendrá la Unidad Popular. Junto a esto, daremos una mirada a los rasgos identitarios propios de la realidad social chilena, a la forma de construcción de su noción de clase y a la relación que establece con la democracia.

Mientras que en la segunda parte se tratará de ma-nera directa el pensamiento político de Salvador Allende, el que está analizado conceptualmente a partir de tres ca-tegorías principales que logramos desprender de lo que, a nuestro juicio, es lo central de su pensamiento político, la denominada la vía chilena al socialismo: la interpretación que hace del marxismo, la concepción que él desarrolla so-bre la democracia y, finalmente, el sentido de la indepen-dencia. Cada categoría está trabajada por los conceptos que Salvador Allende señala y define, interpretando, asi-milando y desarrollando, a fin de establecer y dar forma a un pensamiento político genuino, que va más allá de una simple simbiosis de diversas ideas, ya que, como veremos, la vía chilena al socialismo involucra una aportación nueva, creadora a las ideas apropiadas y transformadas por nues-tras particularidades, como también se vuelve realidad para la práctica revolucionaria.

Finalmente, tenemos un capítulo compuesto por las conclusiones, en las que realizamos dos ejercicios, por una parte, la definición desde el pensamiento político de Salvador Allende de lo que entiende por vía chilena al so-cialismo y, por otra, una reflexión filosófica, o si se quiere de antropología filosófica, acerca del sujeto y su rol como constructor del proceso que buscaba ser un nuevo camino al socialismo y de liberación de la dependencia.

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PrImErA PArtE:HIStorIA E IdEntIdAd

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I. Antecedentes históricos que influyen en la formación del pensamiento político

de Salvador Allende

No se puede separar la filosofía de la historia de la filosofía, y la cultura de la historia de la cultura. En el sentido más inmediato y próximo no se puede hacer filosofía, es decir, tener una concepción del mundo críticamente coherente, sin el conocimiento de su verdad histórica, de la fase de desarrollo de aquella representación y de los hechos que están en contradicción con otras concepciones o con elemen-tos de otras concepciones. La propia concepción del Mundo responde a determinados problemas de la realidad, puesto que, son bien la determinación y el origen de ellos en la actualidad.9

A. Gramsci, Filosofía de la praxis

El transcurso de la historia está íntimamente ligado a la experiencia humana. La historia es el hacer humano, que consiste, en parte, en desarrollar expresiones y dejar hue-llas. Con este sentido hemos recogido la explicación que hace Gramsci sobre el modo en que la historia y la filosofía se cruzan y vierten en su único camino posible: el ser hu-mano. Así, el conocimiento crítico de la realidad obedece

9 “Non si puó separare la filosofia della storia della filosofia e la cultura della storia della culltura. Nel senso piú immediato e aderente, non si puó essere filosofi, cioé avere una concezione del mondo críticamente coherente, senza la consapevolezza della sua storicitá, della fase di sviluppo da essa reppresentata e del fatto essa è in contraddizione con altre concezione o con eleminti di altre concezioni. La propria concezione del mondo responde a determinati proble-ma posti della realtà, che sono ben determinati e originali nella loro attualità”. Gramsci, Antonio citado en Vuskovic Rojo, S. (2005). Allende nel Mondo. Lecce: Quaderni di Gramsci n. 2, p.4 (La traducción del texto es mía). Este texto forma parte de La introducción a la filosofía de la praxis.

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a una determinada manera de pensar el mundo, la que a su vez radica en el empirismo del sujeto,10 haciéndonos entrever que la historia y el pensamiento pertenecen a la praxis humana. El ser humano es acción.

Es claro que este hacer humano está determinado principalmente por el modo productivo y las relaciones político-sociales que de ello se desprenden, por lo que la re-configuración que sufren los pueblos originarios con la invasión Española y Portuguesa, y luego con la lucha por la emancipación y el establecimiento de los nuevos Esta-dos nacionales, son antecedentes que marcan el proceso de desarrollo identitario de los países latinoamericanos.

En este sentido, el excelente trabajo de don Artu-ro Andrés Roig11 sobre la construcción del sujeto latino-americano nos aporta elementos fundamentales para comprender el proceso mediante el cual se desarrolla la subjetividad social chilena y la construcción de su pensa-miento político, en donde ambos aspectos son indispensa-bles para analizar el desarrollo histórico y la identidad que se va construyendo en este transcurso.

Por este motivo, de lo que aquí se trata es ver cuáles son las principales ideas que se desarrollan a partir de la influencia de planteamientos externos cuando se asimilan a la realidad chilena, en donde las ideologías como el so-cialismo, el anarquismo y el comunismo son las de mayor contribución a la formación de la conciencia de sí, es decir, al desarrollo de la subjetividad social de la clase proletaria, la cual logró, además, múltiples formas expresivas y dis-cursivas. Por este motivo, resulta fundamental analizar y

10 Esto nos lleva directamente a la tesis VI sobre Feuerbach, donde Marx dice: “Feuerbach resuelve la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. Es, en su reali-dad, el conjunto de las relaciones sociales.” Tesis sobre Feuerbach en Marx, K. (2006). Escritos de juventud. Buenos Aires: Antídoto, p.169.

11 Roig, A. A. (2004). Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano. Edición Di-gital a cargo de Marisa Muños, actualizada por el autor en enero del 2004.

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comprender algunos antecedentes de este primer momen-to y su posterior desarrollo.

En esta primera parte nos moveremos entre diversas disciplinas que confluyen en la metodología de la historia de las ideas desarrollada por la filosofía latinoamericana, la cual permite examinar las diferentes manifestaciones que tiene el pensamiento auténtico surgido en y para América, sin desconocer el efecto de ideas exógenas. En este con-texto rescatamos las palabras de don Arturo Andrés Roig cuando señala que “la afirmación del sujeto, que conlleva una respuesta antropológica y a la vez de comprensión de lo histórico y de la historicidad, no requiere necesariamen-te la forma del discurso filosófico tradicional. Más aún, en formas discursivas no académicas, en particular dentro del discurso político en sentido amplio, se ha dado esa afirmación del sujeto, la que si bien no ha estado acompa-ñada siempre de desarrollos teoréticos, los mismos pue-den ser explicitados en un nivel de discurso filosófico”.12

Con esto profundizamos la óptica de que el estudio del pensamiento, y más aún el social, no puede dejar fue-ra la historia y todavía menos las formas culturales por las que dicho discurso se construyó y expresó, ya que el quehacer mismo del sujeto histórico social es ya una ma-nifestación de sí que nos permite comprender las ideas presente en su pensamiento. Estas consideraciones hacen que el estudio y la profundización sobre el sujeto sea una labor compleja, por lo que hemos decidido sortearla esta-bleciendo relaciones entre diferentes categorías de análisis que permitan orientar la investigación, las que en este caso en particular se harán a partir de la historia y la identidad.

12 Roig. Idem. p.15

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1. Modernidad y Transculturación Latinoamericana. Los orígenes utópicos del movimiento popular.

En el siglo XVIII e inicios del XIX se había venido a concretar una filosofía de la historia que justificaba el expansionismo europeo en el mundo. El desarrollo del capitalismo llevó a la clase dominante a argumentar a favor del modelo social que estaban llevando a cabo. La discusión filosófica de la Moder-nidad se preguntaba por la libertad y la razón. Sin embar-go, las realidades sociales de los obreros ingleses, franceses y alemanes tuvieron como elemento común: la miseria. Las grandes masas urbanas e industriales comenzaban a reaccio-nar frente a la vida deficitaria que estaban llevando, levan-tándose diversas voces de protesta. Consignas y proclamas, como también partidos y programas, fueron publicados con afán para denunciar una realidad que se expandía junto al sistema político y social imperante, de cuyo dominio Nuestra América no se encontraba ajena, y al cabo de unos años sufri-ría las problemáticas propias del desarrollo social desigual.

Un primer momento que podemos reconocer y adver-tir sobre las ideas sociales propugnadas en la modernidad está marcado por la crítica a los fracasos de la ilustración, pues no logra concretar los ideales propugnados, radica-lizándose cada vez más cuestionamientos realizados por quienes serán denominados como socialistas utópicos13, los que además vendrían a ocupar un lugar central en el primer tercio del 1800, y que en nuestro país tuvieron una expre-sión significativa en la revolución de 185114 con Francisco Bilbao y Santiago Arcos en la Sociedad de la Igualdad.

Sin embargo, debieron transcurrir más de 40 años para que se re-articulara y masificara el ideal de modifi-

13 Para una profundización del origen de las ideas anarquista ver: Cappelletti, Á. (2006) Prehistoria del Anarquismo. Buenos Aires: Libros de la Araucaria.

14 Para tratar este tema, se recomienda ver: Rama, C. (2000). Utopismo socialista en América Latina (1830-1893) Caracas: Biblioteca de Ayacucho, y Melgar Bao, R. (1988). El movimiento obrero Latinoamericano Madrid: Alianza.

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cación y cambio al sistema político chileno, cuyo proceso social maduró con ideas muy similares a las consignadas en Europa en el periodo inmediatamente posterior de la re-volución industrial, ya que el despertar del proletariado la-tinoamericano obedeció en gran medida a los importantes movimientos migratorios, que desde el viejo continente, se dirigían a América Latina. Junto a esto, debemos agregar los numerosos criollos que se encontraban en París durante las revueltas de 1848 y que influidos por los nuevos aires de cambio se sumarían a los ideales revolucionarios de la época, iniciando el largo camino de la lucha social.

En este contexto, es posible señalar que “la histo-ria del utopismo latinoamericano no comienza antes de 1830, pero en cambio se extiende por dos generaciones, casi hasta finales del siglo. Naturalmente que, desde 1850, es coetáneo del proudhonismo, y desde 1872 aproxima-damente de las versiones del socialismo que se conocen con el nombre de marxismo y anarquismo, todo lo cual explica que aparezca en formulaciones a menudo mixtas o híbridas”15. De este modo, coincidimos con Ricardo Mel-gar Bao en que la historia del movimiento obrero latino-americano tiene sus orígenes a mediados del siglo XIX, siendo en la segunda mitad del mismo cuando comienzan a cobrar una fisonomía más definida.

En este contexto, la aparición de la Sociedad Literaria en 1842 en Chile, bajo la dirección de don José Victorino Lastarria será el lugar donde se aglutinarán liberales y de-mócratas, que inspirados en la Ilustración formularan las primeras ideas de avanzada en nuestra sociedad, la que luego de las batallas independentistas era dominada por una política aristocrática y conservadora.16 En este espacio crítico de intelectuales irrumpió un joven Francisco Bilbao

15 Rama, C. Op. Cit. p.XI16 Para una mayor profundización sobre Lastarria ver Subercaseaux, B. (1981).

Cultura y sociedad liberal en el siglo XIX. Santiago: Editorial Aconcagua.

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con su texto Sociabilidad chilena17, el cual fue publicado en el periódico El crepúsculo18 el día 10 de junio de 1844. En este artículo, Bilbao criticó fuertemente el vínculo de la iglesia con la política, y también al régimen feudal que se mantenía en dicha unidad, lo cual provocó una reacción inmediata de parte del régimen conservador, que entre lo que se puede contar está el cierre del periódico y las rei-teradas persecuciones a los miembros de la Sociedad. Sin embargo, estas acciones no impidieron a Lastarria y otros miembros liberales llegar al parlamento en 1849.

Por su parte, el joven Francisco Bilbao era juzgado y condenado al pago de una fianza, lo que motivó su au-toexilio en Europa y estadía en París, convirtiéndose en testigo directo de los acontecimientos de La Comuna en 1848. A su regreso a Chile en 1849 funda junto a Santiago Arcos la Sociedad de la Igualdad. Y en 1851 encabezan junto al general José María de la Cruz una revolución contra el gobierno conservador de Manuel Montt (1851-1856). De esta manera, y junto a la publicación de textos literarios de los llamados románticos socialistas19, las ideas utópicas proclamadas por Saint Simon, Fourier, Blanc, Lammenais y Proudhon llegan a Chile, y son contextualizadas princi-palmente por las figuras de Arcos y Bilbao.

Un interesante y poco estudiado antecedente, es el que aporta Ruth Iturriaga Jiménez en su texto: La comuna y el sitio de la Serena en 1851 publicado en 1973 en Santiago por la editorial estatal Quimantú. En este texto, la autora

17 Texto integro disponible en: http://www.franciscobilbao.cl/1909/arti-cle-81870.html

18 Cfr Rodríguez, A. (1995). Entre el miedo y la esperanza. Historia social de Chile. Caracas: Ediciones de la biblioteca. Universidad Central de Venezuela.

19 Cabe señalar que los textos de Lamartine, Victor Hugo o Renan, serán solo algunos de los textos publicados en nuestro país y el resto de América. Cfr Rama, C. Op. Cit. Ya en el año 1849, señala Ramírez Necochea, una editorial de Valparaíso publicó un folleto de Luis Blanc: El socialismo. Derecho al trabajo. Ramírez Necochea, H. (2007). Origen y formación del Partido Comunista de Chile en Obras Escogidas Vol. II Santiago: Lom.

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señala importantes antecedentes que dicen relación con la revuelta organizada por la Sociedad de la igualdad y la situación económica y social que se vivía en el país luego del descubrimiento de la mina de plata de Chañarcillo y la fundación de la Universidad de Chile. Junto a esto, no son pocas las referencias históricas que nos hablan de este periodo, donde sin lugar a dudas la más conocida es la fic-cionalizada obra Martín Rivas de don Alberto Blest Gana.

Esta antesala de las ideas utópicas y la relación que se establece con los procesos sociales europeos, junto con sentar las bases de los primeros intentos revolucionarios en Chile, luego de la independencia, son también el antece-dente del modo en que ideas socialistas son asimiladas en el contexto nacional. El retrasado sistema agrario, a pesar de su importante rol económico con la exportación de granos, y la naciente industria minera del actual norte chico, entra-rán en pugna política en este periodo, donde Conservado-res y Liberales se enfrentan por sus intereses económicos y el dominio del país, siendo las clases campesinas y proleta-rias las más afectadas. En este marco, las ideas utópicas de Bilbao y Arcos eran señaladas a audiencias aún menores para lograr una verdadera transformación. Sin embargo, su claridad y postulados serán parte del posterior desarrollo social y político nacional, que en estos jóvenes pensadores utópicos encuentran su primer antecedente.20

A pesar de esto, sus ideas políticas y sociales, junto con permitir el ingreso y la publicación de múltiples textos de ideas revolucionarias21, son el primer antecedente con-creto de un levantamiento social de carácter revolucionario

20 Para formarse una idea más acaba de esta crítica recomendamos ver: Arcos, S. (1989). Carta a Francisco Bilbao y otros escritos Santiago: Universitaria y Bilbao, F. (1854) La revolución chilena y los mensajes del proscripto.

21 “Los primeros ejemplares de la “Historia de los Girondinos” llegaron a Valparaíso en febrero de 1848, donde fueron vendidos al precio exorbitante de 6 onzas de oro.” Gazmuri, C. (1999) El ´48 chileno: igualitarios, reformadores radicales, masones y bomberos. Santiago: Universitaria.

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y popular en Chile, y sentará las bases sociales de las prime-ras organizaciones mutualistas, desde las que surgirán las posteriores Sociedades de resistencia y el sindicalismo chileno.

Las ideas de una Modernidad conflictuada por el anta-gonismo de clases comenzaban a manifestarse en la naciente América de estados, ahora, independientes. Las sociedades y periódicos, como la adhesión a ideas revolucionarias, son los antecedentes de un proceso transculturador de la sociedad chilena y latinoamericana, ya que después de esto, nada será lo mismo en los nuevos estados nacionales.

2. modernización del Capitalismo dependiente y el origen de la organización social

Las ideas inmediatamente posteriores a los sucesos de me-diados del siglo XIX, están completamente marcadas por las ideas de la lucha social y reivindicativa de obreros y artesanos chilenos, y de extranjeros que se radicaban en nuestro país. Sus primeras agrupaciones gremiales son el primer reflejo de un sentir social que se venía incubando, donde la unidad fortaleció el desarrollo colectivo.

Sin embargo, hacia 1880 la estabilización económica de los estados nacionales producto de la exportación de materias primas hacia el viejo continente sin las limitan-tes de periodos anteriores, vino a significar un crecimiento demográfico importante de las ciudades latinoamerica-nas. El caso chileno, se vio acrecentado producto de los nuevos territorios adquiridos por la mal llamada Guerra del pacífico. Su economía pasaba ahora a ser predominante-mente minera, con la anexión de Antofagasta y Tarapacá, consolidando el dominio económico de una burguesía in-glesa explotadora de los yacimientos mineros de gran par-te del norte del país y asentada en el puerto de Valparaíso, teniendo un proletariado principalmente minero. De esta

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manera, la economía chilena quedaba subordinada y de-pendiente de la moderna economía inglesa.

En este nuevo contexto del capitalismo chileno co-menzaron a modificarse las clases sociales que desde la colonia venían siendo las mismas. Al fortalecimiento de la burguesía con banqueros, mineros, exportadores y algu-nos industriales, se sumó el crecimiento del proletariado, producto de la migración del campo a la ciudad. Sin em-bargo, esto tuvo efectos disociadores en el agro, debido a que las ganancias productivas de los burgueses eran des-tinadas a la adquisición de grandes terrenos agrícolas. “En el transcurso de pocos años, la burguesía, se afirmó como clase y se presentó como un estrato social más o menos bien definido. Sin embargo, había sectores que detentaban intereses económicos diferentes y aun antagónicos.”22

La estabilidad política, relativa, del estado chileno producto de la Constitución de 1833, escrita por don Die-go Portales, estaba centrada en un régimen autoritario y aristocrático, a pesar de que su carta magna fuera un poco más liberal y democrática que la realidad que el país vivía. Sin embargo, esta situación política constitucional se vería dañada profundamente por los efectos sociales y económi-cos de la burguesía conflictuada por intereses nacionales y comerciales. Ya desde el gobierno de José Joaquín Pérez (1861-1871) el liberalismo político chileno comenzó a to-mar ribetes ideológicos de origen francés, lo cual, como señala Mario Góngora, se evidenció con el alejamiento de la iglesia católica del Estado, y más tarde, bajo el gobierno de Federico Errázuriz Zañartu (1871-1876) con varias mo-dificaciones legislativas, entre las cuales se señala: el voto censitario en sufragio universal para todos los mayores de 21 años que supiesen leer y escribir, y la eliminación de los privilegios judiciales de los eclesiásticos.23

22 Ramíez Necochea, H. Op. Cit. p. 17323 Góngora, M. (1986). Ensayo Histórico sobre la Noción de Estado en Chile en los

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A estos antecedentes debemos sumar los acontecimien-tos, más liberales aún, dejados por el gobierno de Domingo Santa María (1881-1886) quien promulgó la ley de cemente-rios laicos y el matrimonio civil, de fuertes controversias en la época, las cuales se convierten en el antecedente directo de las causas político-económicas de la Guerra Civil de 1891 en el gobierno de José Miguel Balmaceda (1886-1891), quien su-friera además las conspiraciones de los capitales ingleses, al conocer de los planes tributarios y nacionalizadores del sali-tre24. Cabe señalar que esta industria, obtenida por la Guerra de 1879, tenía un mínimo costo productivo y tributario, arro-jando enormes ganancias a los ingleses, donde una vez más, Conservadores y Liberales se batían a fuego por el gobierno del país, y a fuego se inicia la llamada República parlamentaria.

Mientras tanto, junto a la creciente formación de so-ciedades de artesanos y gremios de trabajadores manua-les, entre la que se cuenta la Sociedad de Artesanos en 1861 bajo el impulso de don Fermín Vivaceta, podemos señalar que en estas agrupaciones se construían programas para tener mayor participación política por parte de las clases populares, las que además desarrollaron una prensa in-dependiente y de fuerte compromiso social para expresar sus postulados.

Sin embargo, a lo anterior se sumarían dos sucesos que marcarían el posterior desarrollo de la organización obrera en Chile. Uno sería la Revolución de 1871, también llamada el levantamiento de la Comuna de París y, el otro, el Primero de Mayo de 1886. Ambos hechos influenciaron de manera considerable en el giro que sufre la formación de organizaciones obreras en Chile, tal y como lo señaló Mar-celo Segall en su texto La comune y los excommunards en un siglo en América Latina, al cumplirse el centenario en 1971,

siglos XIX y XX. Santiago: Universitaria.24 Para una mayor profundización, se recomienda ver: Rodríguez Arenas, A.

Op. Cit. pp.61-70

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donde dice: “Los ex communards fueron la semilla del poderoso movimiento social de la Patagonia chilena y ar-gentina. En proporción al número de habitantes, es el más importante proceso de lucha social de América Latina.”25 Este hecho será conocido con el nombre de la Comuna de Puerto Natales en 1919. Alzamiento popular originado en el frigorífico de Puerto Bories, apoyado por la Federación Obrera de Magallanes. Estos acontecimientos serán indi-cados, por el historiador argentino Osvaldo Bayer, como la antesala de la rebelión popular de 1920 ocurrida en Río Gallegos, y que él denominó la Patagonia Rebelde, la que también es conocida como la Patagonia trágica.

Así, en el primer hecho, tenemos la figura del escultor José Miguel Blanco, quien estaba becado en Francia cuando sucede el levantamiento comunal que dura 60 días. Una vez regresado a Chile, Blanco será uno de los fundadores del Mu-seo de Bellas Artes de Santiago y del Partido Democrático26, el cual a principios del siglo XX se unió a la II Internacional, siendo aceptado en el congreso de Stuttgart de 1906.27 A esto, debemos sumar la segunda oleada de inmigrantes franceses revolucionarios llegados a nuestro país, Argentina y Uru-guay. Su arribo al nuevo mundo, contribuirá a la actualiza-ción de los ideales revolucionarios y a un mayor conocimien-to y comprensión de la lucha obrera internacional, ya que tal como se señala en el Boletín del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico, es a partir de 1871 que las diferentes organizaciones obreras comienzan

25 Citado en Arrate, J. y E. Rojas (2003). Memoria de la Izquierda Chilena Tomo I (1850-1970) Santiago: Ediciones B, p.106.

26 “El Partido Demócrata, fundado en 1887 por elementos pequeño-burgueses, fue la primera agrupación política de carácter popular que hubo en el país y llegó a poseer arraigo tanto en la clase obrera como entre smi-proletarios y artesanos; tiene valor indiscutible en la historia del movimiento nacional, ya que constituyó un verdadero seminario de socialistas; en sus filas forjaron sus armas revolucionarios tan auténticos y eminentes como Luis Emilio Recaba-rren, Luis Peña y Lara y otros.” Ramírez Necochea, H. Op. Cit. p 198

27 Cfr. Rodríguez, A. Op. Cit. p. 78

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a adherir a la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) fundada por Marx y Bakunin en 1864 en Londres.28

Mientras que los sucesos ocurridos el día primero de mayo de 1886 en Chicago, EE.UU. serán considerados y va-lorados por los trabajadores chilenos hasta el día de hoy, lue-go de que en 1889 la Segunda Internacional declarara esta fecha como el día mundial de los trabajadores. El primero de mayo de 1886 los obreros paralizaron y se movilizaron para reclamar una jornada laboral de 8 horas, sin embargo, la respuesta fue una cruenta represión que terminó con los principales dirigentes en la cárcel y condenados a la horca el día 11 de noviembre de 1887. Al año siguiente, la Unión So-cialista convocó a la primera concentración de trabajadores en Santiago que conmemoró el primero de mayo. Este hecho es señalado por Osvaldo Arias Escobedo como el inicio de la manifestación del movimiento obrero en Chile, el cual marca un antes y después de las organizaciones obreras.29

Cabe señalar que en el tránsito de la segunda mitad del siglo XIX son múltiples los levantamientos sociales obreros de carácter reivindicativo en Chile, los que van desde huelgas hasta protestas organizadas por las pujan-tes agrupaciones obreras. Ramírez Necochea cifra en al-rededor de 300 movimientos solo en el decenio que va de 1891 al 1900. Y aunque no se tiene un número exacto, por los pocos estudios que hay sobre este fenómeno, si cono-cemos de múltiples iniciativas organizativas como expre-sivas de sus ideales.30

28 Lida, C. (1987) Socialismo y sindicalismo en Latinoamérica: de la Independencia a la Segunda Guerra En el Boletín del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico N°3 1987-1988 pp. 9-24.

29 Arias Escobedo, O. (1970). La prensa obrera en Chile 1900-1930. Chillan: Cut – Universidad de Chile.

30 A esto, debemos agregar un par de elementos poco estudiados en Chile, pues existen diversos antecedentes que dan cuenta de partidos y organizaciones con ideas socialistas, anteriores a 1905, como la Unión Socialista de 1897 o el Partido Socialista Francisco Bilbao fundado en 1898 y que luego pasa a llamarse Partido Socialista, sin ser éste el que decantaría en el actual Parti-do Socialista de Chile. Para los historiadores Hernán Ramírez Necochea y

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De esta manera, general, hemos intentado aportar al-gunos antecedentes del siglo XIX como parte del transcurso que experimentan las ideas constitutivas del pensamiento social en Chile, cuya prosecución la harán las clases po-pulares, donde serán los trabajadores quienes inician una cultura social de carácter reivindicativo y pedagógico, para posteriormente dar paso a un estadio más definido con un proyecto político de clase con el cual se pretendió ser. Sin embargo, su proyecto no logrará formar parte de un go-bierno hasta finales la década del ´30 con los gobiernos del Frente Popular, para alcanzar por primera vez el gobierno recién en la década del ´70 con Salvador Allende.

3. La Revolución rusa, y los movimientos sociales y políticos chilenos

En los primeros años del siglo XX, el mundo conoce el se-gundo levantamiento social que se realiza contra una mo-

Aniceto Rodríguez estos grupos forman una escala relevante en la forma-ción de las ideas socialistas y revolucionarias de izquierda en Chile, pero por su poca continuidad histórica se diluyen en datos inconexos. No obstante, entre las características principales de estas agrupaciones podemos indicar que: 1) sus planteamientos estaban marcados fuertemente por las ideas del socialismo utópico francés, lo que se produce por la llegada de importantes dirigentes que fueron parte de la comuna de París, esto queda de manifiesto con el intento de la creación de la República de los Libres de la Serena en 1851, impulsada por Paul Baratoux y la sociedad de la igualdad; 2) como señalamos más adelante, coincidentemente con Hobsbawm, la concepción de socialismo venía por una marcada visión anarquista que en ese periodo tenían los distin-tos movimientos sociales en Italia y España por medio de los seguidores de Bakunin quienes organizan las secciones de la internacional en aquellos paí-ses con gran influencia en América Latina, logrando una fuerte presencia en la organización obrera de éstos países, lo cual también se observa en nuestro país, pero será por la propia discusión interna entre anarquistas sindicalista y anarquistas individualistas lo que provocará la desintegración de estas pri-meras agrupaciones; 3) por último, podemos decir que estas ideas acerca del socialismo llegan con una carencia de concreción orgánica, entre el discurso de los objetivos trazados y las organizaciones pertinentes para el logro de sus metas, lo que hizo que estas agrupaciones fueran esporádicas, de caudillis-mos intelectuales y de un escaso respaldo social, no obstante logran aportar las primeras ideas y debates en el seno de la clase obrera.

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narquía, pero esta vez los sucesos venían desde el lado oriental de Europa. En el año 1905 Rusia se convulsiona con el primer intento que hacen los partidos demócratas por hacer caer al Zar Nicolás II. Sin embargo, este era sólo el co-mienzo de lo que sería posteriormente la llamada Revolu-ción Bolchevique. Este suceso, que geográficamente ocurre al otro lado del orbe, repercutiría con fuerza años más tarde en nuestro país, del mismo modo como había ocurrido con otros grandes acontecimientos sociales y políticos.

Chile, en los albores del centenario, era un país que en lo económico tenía muchas simetrías estructurales con el resto de América Latina, puesto que al igual que la ma-yoría de los nuevos estados nacionales, la dependencia económica y la explotación de sus recursos naturales a bajo costo, provocó un acelerado desarrollo de un capi-talismo imperialista. Esta modernización sometió la esta-bilidad económica de los estados americanos a la volun-tad tributaria de las empresas extranjeras que explotaban nuestras principales materias primas. En caso contrario, estas mismas empresas promovieron y financiaron dis-tintas guerras entre estados fronterizos, como la de 1879 entre Chile y Perú y Bolivia o la de 1932 entre Paraguay y Bolivia, o bien revoluciones internas que se convertían en verdaderas guerras civiles como la sufrida en el gobierno de José Manuel Balmaceda en 1891 y el Golpe de Estado de 1973 en el propio gobierno de Salvador Allende.

A pesar de estas similitudes, existía una diferencia económica substancial, ya que la gran mayoría de los países latinoamericanos eran agricultores y ganaderos, mientras que en Chile se poseían dos grandes sustentos; uno en la Zona norte con el Salitre, debido a la anexión de Tarapa-cá y Antofagasta por la mal llamada Guerra del Pacífico, junto al Cobre; y otro en el Sur, mantenido por la agricul-tura y la ganadería, siendo este último sustento de menor rendimiento, debido a la existencia de grandes latifundios

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en manos de terratenientes nacionales y trabajados en un verdadero sistema feudal, pues la propia composición eco-nómica de explotación del campo no permitía aprovechar de mejor forma la tierra, obteniendo como resultado que la producción era comparativamente más baja y atrasada que en el resto de América Latina, donde la explotación agríco-la estaba en manos de capitales foráneos, quienes haciendo gala de la misma estrategia productiva que la utilizada en la explotación de los yacimientos mineros del norte, lograban obtener el máximo producto con la mínima inversión. De este modo, el hecho de que la explotación de las materias primas estuviera en manos de capitales extranjeros no era sinónimo de crecimiento socioeconómico, sino sólo de ma-yor productividad a fin de obtener la mayor cantidad de recursos en el menor tiempo posible.

En estas condiciones, los centros sociales y las organiza-ciones de los trabajadores chilenos se comienzan a constituir principalmente en el norte y centro del país, con importantes movimientos de mineros y obreros de ciudad. Mientras que, por el contrario, el campesinado no logró la organización y cohesión de los proletarios, sino hasta pasada la década del veinte. Esto como consecuencia, entre otras, del analfabetis-mo y el inquilinaje que los mantuvo viviendo bajo un sistema feudal hasta pasado los años ´60. Sin embargo, se produce un leve cambio por la depresión económica mundial del pe-ríodo de entre guerras, lo cual exigió cerrar grandes compa-ñías salitreras del norte como también varias industrias en las ciudades, obligando a muchos trabajadores a un regreso masivo al campo, llevando consigo las ideas de progreso y organización al sector campesino.

Todo este inicio de las organizaciones estaba orienta-do por grupos anarquistas, primordialmente anarco–sindi-calistas que venían a buscar nuevas expectativas a nuestra América, a consecuencia de las fuertes represiones sufridas por los movimientos sociales y sindicales principalmente

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en España, Francia e Italia31. Entre estos refugiados llega a Valparaíso Juan Demarchi, un emigrante italiano de gran cultura, que explica a un adolescente Salvador Allende la función que juega el Estado como instrumento de opresión y sostenedor de las diferencias de Clase en la sociedad ca-pitalista32. Sin embargo, como bien lo indica el historiador Eric Hobsbawm, “la revolución rusa o más exactamente la revolución bolchevique de 1917 fue la que lanzó esa señal al mundo33, convirtiéndose así en un acontecimiento tan cru-cial para la historia de este siglo como lo fuera la revolución francesa de 1789 para el devenir del siglo XlX.”34

Por lo anterior, el anarquismo deja de ser la principal fuente de inspiración de los activistas sociales, y el marxis-mo, agrupado ahora en la Internacional Comunista dirigida por Lenin, pasa a encabezar los movimientos de obreros en el mundo. De este modo, la insurrección bolchevique consti-tuyó el factor decisivo para la asimilación que hace el sindi-calismo chileno de las posiciones marxistas, aún cuando las fuerzas anarquistas tuvieran todavía un gran predicamento.

En este escenario, las organizaciones de obreros en nuestro país habían logrado grandes levantamientos que

31 Cabe decir, que no coincidimos con el análisis que François Chevalier hace sobre los anarquistas, en su texto América Latina, de La Independencia a Nuestros Días. México: Fondo de Cultura Económica, p.402 donde señala: “De Italia, Francia y España llegaron refugiados cuyo papel es evidente, pero muy poco conocido”. Esto queda contradicho, debido a que en América existe una gran cantidad de estudios y obras acerca del papel del anarquismo, en el período que se conoce como el origen del sindicalismo.

32 Vuskovic, S. Allende, el porteño más universal. Valparaíso. En preparación. p.20 33 Hacemos hincapié en esto, porque como dice George Sabine: “La revolución

bolchevique de1917 en Rusia fue a los ojos de Lenin sólo el primer paso de la re-volución mundial que habría de derrocar al Capitalismo en todas partes” Sabine, G. (2006). Historia de la Teoría Política. México: Fondo de Cultura Económica, p.643. Confirmando que Lenin es quien más desarrolla el Internacionalismo en el mundo comunista y socialista; es importante señalar esto, porque el papel de La Unión Soviética frente a los levantamientos y triunfos de La Iz-quierda en el mundo después de 1940 es mínimo, mucho menos de lo que la propaganda capitalista, impulsada por los Estados Unidos, señala al respecto, ya que al asumir el poder Iósif Stalin, la revolución se queda preocupada sólo de su problemática interna.

34 Hobsbawm, E. (2006). Historia del Siglo XX. Buenos Aires: Crítica, p.63.

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fueron fuertemente reprimidos. No obstante, ya habían aparecido dos importantes organizaciones de los trabaja-dores, una en el plano sindical, la Federación Obrera de Chile (FOCH), fundada en 1909, y la figura política del Partido Obrero Socialista (POS), que Luis Emilio Recaba-rren junto a otros obreros y mineros del norte logra fundar el 4 de junio de 1912, luego de varios intentos que realiza desde 1906 con una fracción que bregaba por el socialismo en el Partido Demócrata35. Cabe agregar la gran influencia que ejerce, en la creación de un partido obrero, el contac-to que Recabarren tiene con importantes políticos e inte-lectuales de América y Europa a raíz del exilio que debe afrontar, luego de que no le permiten asumir el escaño en el Parlamento ganado democráticamente en 1906, por la provincia de Antofagasta, so pretexto de “negarse a dar ju-ramento religioso”36, lo que el propio Recabarren desmiente a su regreso, al publicar en 1910 el texto: Mi Juramento37.

Así, llega a la Argentina donde comparte militancia con Juan B. Justo y Alfredo Palacios, con quienes posteriormente funda el Partido Comunista Argentino. Luego viaja al viejo continente donde conoce a importantes fundadores de Par-tidos Socialistas europeos como lo fueron Pablo Iglesias en España, de quien recoge la experiencia de las Casas del Pueblo y a Jean Jaurés en Francia, pionero del socialismo humanista y fundador del periódico L´ Humanité. Pero es en Bruselas, donde Recabarren recibe la mayor de las influencia, puesto

35 El partido Demócrata se crea en 1887, a partir de un grupo del Partido Radical que tenía tendencias socialistas.

36 Sicilia, L. (2007). Luis Emilio Recabarren, El sueño comunista. Buenos Aires: Ca-pital Intelectual, p.57.

37 Si bien, Recabarren es persiguido por otro motivo “legal”, ya que se le acusa de participar en la “Huelga de la Carne” en 1906 la que, como todos los levan-tamientos sociales, era considerada ilegal, nosotros atribuimos su persecución al hecho anterior; que es su triunfo electoral, el que le permite llegar a la Cá-mara Baja, ya que su encarcelamiento es producto de un motivo político, por su calidad de representante y líder de los movimientos de trabajadores, por lo tanto ambos hechos están directamente vinculados. De este modo, publica el texto integro llamado Mi Juramento en la Cámara de Diputados en la sesión del 6 de junio de 1906. Santiago 1910.

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que tiene oportunidad de conocer personalmente al que sería el líder de la Revolución Rusa, Wladirmir Ilich Ulianov, lla-mado por todos Lenin, con quien tiene un contacto directo al solicitarle la incorporación del Partido Demócrata Doctrina-rio38 el año 1908 a la Internacional Socialista. Sin embargo, es el POS quien viene a ser el primer partido político de extrac-ción obrera que surge en nuestro país, luego del alejamiento de Recabarren del Partido Demócrata, ya que como señala Eric Hobsbawm, “en suma ser un revolucionario social signi-ficaba cada vez más ser seguidor de Lenin y de la revolución de octubre y miembro o seguidor de algunos de los partidos comunistas alineados con Moscú.”39

Por lo tanto, a la luz de la internacionalización de las luchas sindicales en el período, los obreros no sólo logran organizarse para mejorar sus condiciones laborales y de vida; preparando huelgas y levantamientos sociales que serán reprimidos brutalmente, las mismas que, sin embar-go, no pueden detener el avance de las ideas progresistas que estaban llegando y orientando el movimiento social y político en nuestro país, ya que como lo señala un do-cumento de la Cámara de diputados redactado en 1913: “La sangrienta sofocación que las autoridades dieron a la pacífica huelga del 21 de diciembre de 190740, concluyó de perfilar los relieves de la crisis de patriotismo en la región Salitrera. La propaganda sistemática de medio siglo que hubieran hecho mil anarquistas contra el patriotismo, ja-más hubiera producido el gran destrozo moral en el senti-miento de los obreros, que las autoridades produjeron en sólo cinco minutos de fuego y mortandad.”41

38 En “1906 Recabarren dio formas a un fugaz Partido Social demócrata que en el año 1908 fue admitido en la Internacional Socialista. En 1909 este partido actuaba con el nombre de Partido Socialista Obrero […] que publicaba el periódico El Socialista” Ramírez Necochea, H. Op. Cit. p.216.

39 Hobsbawm, E. Op. Cit p.81.40 El texto hace referencia a la conocida masacre de La Escuela Santa María de

Iquique, donde mueren miles de obreros salitreros.41 “Cámara de Diputados: Comisión Parlamentaria encargada de estudiar las

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Con todo, comenzamos a observar una maduración de conciencia como clase social distinta y explotada, ini-ciando la construcción de un proyecto político propio, ya que la aristocracia criolla desconocía e ignoraba la existen-cia de sus intereses. Así, Recabarren comenzaba a señalar los desafíos a la clase obrera, al escribir, luego del viaje por el país bolchevique: “En Rusia es una verdadera reali-dad que el pueblo elige a sus administradores, en Rusia es una verdadera realidad que el pueblo tiene derechos electorales”.42

De este modo, podemos observar que las ideas que trae la revolución iban más allá de un plano reivindicati-vo, avanzando hacia la construcción de una identidad de clase, luego de que el proletariado chileno asume como posición política la que determinada por el planteamiento ideológico de la lucha de clases43. Los obreros chilenos co-mienzan a fundamentar su identidad desde su condición de clase explotada, lo que significó una organización bajo ideas marxistas que no sólo los lleva a tomar una posición, sino también a trazar la construcción de un proyecto po-lítico democrático, donde ellos son la parte fundamental.

Al igual que la historia del resto de los pueblos de

necesidades de las Provincias de Tarapacá y Antofagasta. 1913”. Citado por Ramírez Necochea, H. Op. Cit p.137. También Aniceto Rodríguez Arenas en el libro Entre el Miedo y la Esperanza cita el hecho como producto de la fuerte campaña, sobre las condiciones de los mineros en el norte, que hiciera el poeta y escritor Víctor Domingo Silva, originando un “revuelo en todas las esferas y determinó que, en 1913, La Cámara de Diputados designara una Comisión Investi-gadora que realizo una exhaustiva labor en la zona y llegara a conclusiones expuestas con claridad y coraje después por su presidente, el Diputado Enrique Oyarzún” Ro-dríguez, A. Op. Cit. p.104.

42 Recabarren, L. E. “La revolución Rusa y los trabajadores chilenos” en Löwy, M. (2007). El Marxismo en América Latina, Antología desde 1909 hasta nuestros días Santiago: Lom, p.87. Cabe señalar que hasta 1925, los obreros chilenos no tenían derecho a voto, por lo que esta va a ser su gran tarea revolucionaria en nuestro país.

43 Con el concepto de lucha de clases Marx y Engels explican el desarrollo histó-rico de la sociedad, donde están presentes los antagonismos de clase, que en resumidas cuentas divide la sociedad en explotadores y explotados, burgue-ses y proletarios, y que el mantenimiento de ambas fuerzas presenta una con-frontación, ya que la primera quiere mantener sus privilegios y los segundos liberarse. A esta oposición llaman lucha de clases.

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América Latina, Chile no ha estado ajeno a los aires de cambio y de emancipación en contra del sometimien-to que históricamente ha sufrido desde la colonización hispano-lusitana, por lo que a partir de estas ideas que vienen a responder a las situaciones políticas locales y a dotar al movimiento social de un método que había de-mostrado ser eficaz; la organización, el ideario marxista se convierte en una camino posible para la búsqueda de una alternativa de liberación política, social y económica, es decir, de cambio a esta situación de dependencia en la que han estado los países latinoamericanos durante varios siglos, generándose grandes expectativas, principalmente, en las clases laboriosas44. Con esto, vemos surgir, desde la revolución de octubre, a distintos actores políticos e inte-lectuales que han planteado y luchado por la liberación de toda América de diversos modos.

Sin embargo, esta corriente de pensamiento, tal vez no habría tenido las mismas repercusiones, si la condición de vida de los trabajadores hubiese sido diferente a la que poseían, ya que en los primeros años del siglo XX y duran-te toda la Gran Guerra de 1914, Chile estaba en una situa-ción económica un tanto favorable con la venta del salitre a los países Europeos que se encontraban en el conflicto bélico, además de poseer una extracción de cobre que cre-cía día tras día. No obstante, el contexto revela otra cosa, ya que la situación en la que vivían los obreros era de total precariedad; donde no recibían sueldos, siendo remunera-dos con fichas que los obligaba al consumo en las pulpe-rías de la misma empresa, prohibiéndoles la compra en el comercio normal; estaban los problemas de hacinamiento y salubridad, ya que en las oficinas salitreras no habían vi-

44 Cabe decir, que la asimilación que hacen las clases laboriosas de América Lati-na sobre las ideas que plantea el marxismo, tiene una aceptación y adecuación por el propio ideario independentista de los pueblos latinoamericanos. En esto seguimos el texto de Zea, L. (1987). Filosofía de la historia de América Latina. México: Fondo de Cultura Económica.

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viendas para las familias, por lo que debían conformarse con vivir en “naves”, las que eran grandes galpones divi-didos con lata para los grupos familiares, y que en el caso de los solteros, éstas estaban copadas por catres y literas. Además de una desmedida inseguridad laboral, ya que de unos cincuenta mil obreros ocupados en las labores del ni-trato en esos años cuatro mil sucumbían al año por causa de accidentes en las primitivas faenas salitreras45, junto a otras condiciones46, las que no sólo permitían el avance de las nuevas ideas, sino, por el contrario, también lo dificul-taban, como lo señala Eduardo Castillo en su texto acer-ca de los movimientos sociales y la comunicación gráfica en Chile, cuando dice que “en los primeros años del siglo XX, el analfabetismo y el alcoholismo eran los factores que más dificultaban el crecimiento y la organización de los trabajadores”47

Todo esto provoca una búsqueda que entregue so-lución a los problemas de vida que tenían los obreros sa-litreros y de las ciudades, puesto que en circunstancias económicas ventajosas la clase obrera y campesina vivía en la total miseria. No obstante, la modernización acele-rada del cambio de siglo produjo en las primeras décadas una etapa de industrialización que trajo aparejada los sur-gimientos de la llamada “clase media,48” como resultado

45 Rodríguez, A. Op. Cit p.103. 46 Estas situaciones son descritas en casi todas las novelas del escritor chileno

Hernan Rivera Letelier, quien ha inspirado toda su narrativa en las Salitreras y Pampas nortinas. Cabe señalar además que el fuerte impulso que ha tomado la historia social en nuestro país nos permite contar con un mayor estudio y un acabado material acerca del contexto histórico y social de los obreros salitreros.

47 Castillo Espinoza, E. (2006). Puño y Letra, movimiento social y comunicación grá-fica en Chile. Santiago: Ocho Libro, p.31.

48 Durante el transcurso de nuestro trabajo utilizaremos el concepto de capa media en reemplazo de clase media, para poder comprender de mejor manera como interpreta Salvador Allende el antagonismo de clase, a partir de la in-terpretación que hace de la lucha de clases, ya que la capa media respondía a trabajadores especializados y profesionales, quienes dentro del proceso pro-ductivo, desde el punto de vista marxista, estaban al lado de quienes venden su fuerza de trabajo, es decir, son parte integrante de los trabajadores y no re-presentan una nueva división, por su relación con los medios de producción.

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de una serie de medidas tanto políticas y administrativas como de inversiones transnacionales. Luis Emilio Recaba-rren en 1910 dirá al respecto que, “La clase media es hoy mucho más numerosa que lo que era antes en proporción a cada época. Ha ido aumentando su número a expensas de los dos extremos sociales. A ella llegan los ricos que se empobrecen y que no pueden recuperar su condición y los que logran superarse en la última clase, es en esta clase, la clase media, donde se encuentra el mayor número de descontentos del actual orden de cosas y de donde salen los que luchan por una sociedad mejor que la presente.”49

Esto último se verá confirmado en los años veinte con los levantamientos universitarios y con la aparición en la dé-cada siguiente del Partido Socialista de Chile. Pero no sólo ahí quedan las ideas marxistas que llegan a nuestro país, sino que también son recogidas en movimientos mesocráti-cos como el Partido Radical50, lo que posteriormente ayuda-rá a generar una amplia unidad de partidos por la defensa de la Democracia, ya que, al aparecer órganos y al asumir otros las ideas de Marx, se comienza a configurar una con-cepción progresista con bases marxistas, que permitirán un avance significativo en las mejoras de las condiciones socia-les y políticas de los trabajadores, quienes forjarán un pro-yecto político con una raigambre identitaria en la tradición republicana que desarrolla la democracia chilena.

No obstante, debemos decir que no sólo en el ideario de las capas incipientes, trabajadora y media, hay repercusiones

49 De “Ricos y Pobres”, conferencia dictada el 3 de septiembre de 1910 en oca-sión del Centenario de la Independencia de Chile. Publicado como Folleto y extraído de Sicilia, L. Op. Cit p.83.

50 “…desde su convención en el año 1906 en el radicalismo se comenzó a mostrar pre-ocupación e interés por los problemas de las clases laboriosas; ese año, tras una ardua lucha sostenida por el notable ideólogo Valentín Letelier contra Enrique Mac-Iver – intransigente sostenedor de las más extremas posiciones liberales individualistas – el Partido Radical reconoció La Lucha de Clases y planteó la necesidad de establecer la democracia económica para dar contenido y existencia a la democracia política; es decir, el radicalismo adoptó tibias posiciones socialistas de carácter reformista” Ramí-rez Necochea, H. Op. Cit. p.217.

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de las ideas marxistas, sino que indirectamente, producto de la movilización y la presión que logran ejercer estos nuevos actores, la política no puede pasar por alto aquellos hechos, por lo que se comienza a estructurar una nueva República, que se asienta en la Constitución de 1925, donde se amplían los derechos de los trabajadores en la vida política.

El establecimiento de esta nueva Constitución, puede ser considerada como un logro de la participación política que venía demandando la clase trabajadora desde antes del 1900, el que por medio de los partidos, que representaban sus intereses, logra una concreción de mayores derechos y libertades dentro de la república. Esto último viene a ser el fundamento principal que permite la creación del Frente Po-pular, con el consecuente triunfo electoral de 1938.

En este contexto, podemos señalar que éstas ideas que conjugan marxismo y democracia serán la base fun-damental de la conformación y desarrollo de la identidad política de los trabajadores, por una parte, y del acontecer nacional con la formación de la Cuarta República,51 por la otra, y que Salvador Allende recoge desde su participa-ción, siendo muy joven, en los movimientos universitarios y políticos de finales de la década del ´20, llegando a ser detenido por su actividad como dirigente universitario en el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo.

51 Coincidentemente con Cristi y Ruiz Tagle, asumimos el término de Cuarta República, La República Democrática al periodo que va desde 1932 a 1973, luego de la división que estos autores formulan acerca de la historia de La Re-pública en Chile, la que es estructurada de la siguiente forma; 1º República, La República Independiente (1810 – 1833); 2º República Autoritaria (1833 – 1871); 3º República Liberal (1871 – 1924); 4º República Democrática (1932 – 1973), los años intermedios entre 1924 y 1932, no están clasificados debido a la relativi-dad con que se asume La República por parte de los Gobiernos, ya que tanto Alessandri e Ibáñez tienen comportamientos de corte populista y autoritario, respectivamente, pasando a llevar en incontables ocasiones la Constitución de 1925, sin embargo, ésta va a aportar al desarrollo de la democracia, aún cuan-do ambos desconozcan en reiteradas ocasiones la carta magna. Cristi, R. y P. Ruiz Tagle. (2006). La República en Chile, Teoría y Práctica del Constitucionalismo Republicano. Santiago: Lom.

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4. El Frente Popular: Unidad y Democracia Republicana

En el período de entre guerras en Europa se comienzan a producir una serie de crisis económicas que traen como consecuencia la búsqueda de diversas soluciones indepen-dientes en cada país, producto del quiebre que se originó con la Primera Guerra Mundial. Este fenómeno en la his-toria se ha denominado como el fin de los Gobiernos Libe-rales, ya que en casi todos los países cambian los modelos políticos, lo que, por una parte, se produce por la depre-sión económica y, por la otra, por la fuerte reclamación que hacen los trabajadores de participar en el Gobierno como consecuencia de lo la Revolución Rusa de 1917.

Bajo este contexto, aparecen movimientos que, con una política populista y de carácter nacionalista, llegan a ser gobierno en Italia con Benito Mussolini y en Alemania con Adolfo Hitler. Esto último significó un avance del fas-cismo en Europa, por lo que el Partido Comunista Francés (PCF) decide llamar a conformar amplios movimientos populares contra la reacción fascista que estaba tomando fuerza en el plano político internacional.

La nueva táctica política, aportada por el PCF, es dis-cutida y posteriormente aceptada por el KOMINTERN, pasando a convertirse en una política de alianzas en la gran mayoría de los partidos comunistas del mundo, con-formando amplias organizaciones democráticas contra las ideas nacionalistas de raigambre fascista, lo que se conoce normalmente como nacionalsocialismo. Si bien, esta po-lítica surgida en la Internacional Comunista es una pro-puesta que solo en tres países tendrá las consecuencias esperadas; Francia, España y Chile.

La aceptación de esta nueva política, que proyectaba el movimiento comunista desde la Internacional, no fue fácil de conseguir, ya que significó en un inicio la ruptura

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política del Partido Comunista Francés52 con la Komintern, puesto que hasta ese momento se tenía la idea de la for-mación del Frente Único de Clase, donde se llamaba sólo a los movimientos proletarios a unirse para hacer la revolu-ción53. No obstante, la internacional decide aprobar dicha política en su VII congreso de 1935, luego de la situación en la que se encontraba Europa y de los resultados posi-tivos de los franceses. Sin embargo, esta estrategia tiene como objetivo principal, por una parte, la defensa de la Democracia para permitir el avance y la profundización de la misma por parte de los trabajadores, haciendo frente a los avances del conservadurismo feudal que represen-taban los gobiernos de extrema derecha y, por otra, el rol dirigente que debían asumir los trabajadores en este perío-do para lograr el triunfo de las ideas democráticas. Lo an-terior es fundamentado a partir de la frase de Lenin sobre la revolución democrática–burguesa, como la denomina la terminología marxista clásica, en la que señala: “Sólo el proletariado puede conducir consecuentemente a las res-tantes capas trabajadoras hasta la victoria definitiva de la revolución democrático burguesa”54.

De este modo, como señalan Arrate y Rojas en Memo-ria de la Izquierda chilena, “El Partido Comunista de Chile acoge favorablemente la resolución de la KOMINTERN, pues ve en ella la posibilidad de mejorar la alianza antifas-cista, a la vez que reafirma su opción básica de apoyo a la URRS y de fidelidad al marxismo-leninismo-estalinismo, como designa por esos años (y hasta la muerte de Stalin) su inspiración ideológica. El Partido Socialista coincide

52 “A términos de 1934, luego de ásperos debates, el ejecutivo de la internacional aprobó lo actuado por el Partido Comunista Francés” Vial Correa,G. (2001). Historia de Chile (1891-1973), De la Republica Socialista al Frente Popular (1931-1938). San-tiago: Zig-Zag, p.467.

53 Esta idea estaba fundamentada principalmente por Lev Trotsky.54 Ibarruri, D. (1980). Historia del Partido Comunista español. Varsovia: Ediciones

Polonia, p.48,

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con el Partido Comunista al celebrar el acontecimiento como un avance antifascista y popular.”55

Sin embargo, esta alianza política no resulta del todo fácil debido a que el PC chileno desde que se integra a la Internacional Comunista asume la estrategia política de ella, el Frente Único Proletario, el que se conocía con el nombre de “Clase contra Clase”, lo cual lo llevó incluso a un alejamiento de las ideas de Recabarren dentro del Par-tido que él mismo fundara. Esto debido a que bajo aquella orientación, el PC consideraba al Partido Socialista un par-tido político pequeño burgués, produciendo rencillas que posteriormente generan una serie de desconfianzas al in-terior del propio PS para concretar y mantener la unidad.

La creación del Partido Socialista se produce en 1933, luego de la efímera proclamación de la República Socialis-ta de Chile el 4 de junio de 1932, que hiciera el comodoro del aire Mamarduke Grove, y que tuvo una duración de trece días. No obstante, hay hechos externos anteriores que ayudan, también, a la formación del nuevo partido, donde el más importante de señalar es el levantamiento estudian-til por la Reforma Universitaria en la Universidad Nacional de Córdoba en 1918, Argentina, debido a que su influencia se tradujo en significativas movilizaciones estudiantiles en gran parte de Nuestra América, provocando la formación de agrupaciones políticas universitarias como el reconocido grupo Avance en la Universidad de Chile, en el que participó Salvador Allende mientras estudiaba medicina en la casa de Bello. Esto ayuda a la configuración de la idea de cambio social, que como lo señala Miguel Alvarado es propia del momento en que coinciden distintos hechos que obedecen a un mis-mo trasfondo, pues, “Tal como intuye Palacios, las revueltas de los universitarios argentinos, las represiones al naciente movimiento obrero, el surgimiento del catolicismo social y el

55 Arrate, J. y E. Rojas, Op. Cit. t. I, p.228.

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vuelco hacia el centro político por parte de la masonería son todos fenómenos que apuntan a la intención del proletariado y de las clases medias por lograr el cambio social.”56

Esta idea del cambio social comienza a ser expresa-da por diversas agrupaciones políticas y sociales que re-presentan al sector medio de la sociedad en este período, donde dichas agrupaciones despiertan simpatías con el mundo sindical y la organización de los trabajadores, pro-duciéndose un primer acercamiento entre ambos sectores. Junto a esto, los estudiantes comienzan a hacerse de las ideas de marxismo, revolución y democracia, donde esta última constituía el objetivo principal de la Reforma Uni-versitaria, con la idea del Co-Gobierno estudiantil.

Desde aquí, nacen movimientos de estudio y orga-nizaciones políticas progresistas que, con una visión local y anti-hegemónica, comienzan a proyectar una organiza-ción marxista “no alineada” con políticas extranjeras57.

De este modo, el Partido Socialista se conforma a partir de la unificación de una serie de grupos políticos y sociales, entre los que se cuentan la Nueva Acción Pública (NAP), la Acción Revolucionaria Socialista (ARS), el Par-tido Socialista Marxista (PSM), el Partido Socialista Unifi-cado que estaba conformado por el PS Revolucionario y el PS Internacional, y la Orden Socialista, quienes el día 19 de abril de 1933 deciden fundar el Partido Socialista de Chile.

Mientras tanto, el Partido Radical desde 1906 venía manifestando posiciones marxistas. Sin embargo, es en la Convención de Viña del Mar de 1931 en donde proclaman su vocación “Socialista Democrática”, es decir, asumen una postura social-demócrata propia de los partidos progresis-

56 Alvarado, M. (2004). El sueño de la Comunicación. Valparaíso: Facultad de Hu-manidades UPLA, p.49.

57 Al decir de los socialistas chilenos:”Al nacer el PS no adhiere a un marxis-mo dogmático y petrificado, lo asume con resuelta voluntad de renovación y como una teoría sujeta a la crítica correctiva de la compleja y múltiple vida social” Rodríguez, A. Op. Cit. p.176.

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tas europeos. No obstante, desde 1920 tenían una partici-pación en el Gobierno, la cual se rompe producto de la Ma-sacre de Ranquil en julio de 1934, donde mueren más de 500 campesinos y mapuches. Esta represión que es ejercida por las Milicias Republicanas y Carabineros mereció el rechazo en el parlamento por el PC, el PS y el Partido Radical, quie-nes comienzan a considerar la apuesta política del Partido Comunista de Chile de formar una gran alianza en defensa de la Democracia y los avances sociales conseguidos hasta ese momento. De este modo en 1935 el PR comienza a rela-cionarse con el PC, desde donde se concretan las confianzas que permiten llegar a la construcción del Frente Popular.

Estas relaciones se ven reforzadas por la actitud toma-da por Alessandri, pero son afianzadas aún más, por los ves-tigios que quedan en el Gobierno desde la Dictadura de Car-los Ibáñez del Campo, quien mostró claras coincidencias con la Dictadura de Primo de Rivera en España y cercanías con ideas planteadas por Mussolini en Italia. Junto a esto debe-mos señalar la irrupción del Movimiento Nacional Socialista (MNS) quienes, en palabras de su fundador Jorge Gonzáles von Mares, decían:”Consideramos que el fascismo, en sus ideas fundamentales no es sólo un movimiento italiano, sino que mundial. El encarna la reacción espontánea y natural de los pueblos contra la descomposición política producida por el Estado democrático-liberal. Significa el triunfo de la gran política, o sea, de la política por los pocos hombres superio-res de cada generación sobre la mediocridad, que constituye la característica del liberalismo.”58

La aparición del MNS en la política nacional, no deja de ser relevante, ya que profundiza la polarización de la sociedad chilena en esta época. Antagonismo que se había iniciado en el gobierno autoritario de Carlos Ibáñez del Campo. Estas ideas fascistas son reforzadas a través del pe-

58 Jorge Gonzáles von Mares, cita extraída del diario EL Imperial, 25 de octubre 1932. Citado en Rodríguez, A. Op.Cit. p.191.

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riódico “El Trabajo” que publicaban los nacistas chilenos, llegando incluso a obtener 3 diputados en las elecciones parlamentarias de 1937.

En Tanto que, en Francia, en Diciembre de 1935, se hace realidad el triunfo de las fuerzas antifascistas con el intelectual socialista León Blum, bajo la unidad del Fren-te Popular, que coincidentemente con Chile, estaba com-puesto por los Partidos Comunista, Socialista y Radical. Como señalábamos, el origen de esta estrategia política se inicia en 1934 cuando “Entre octubre y noviembre siguien-tes Maurice Thorez tuvo una iniciativa de mayor audacia aún: extender la unidad de acción a los sectores izquier-distas de clase media. Iniciativa cuyo precursor había sido un movimiento de intelectuales, conocido como Amster-dan-Pleyel, que encabezaban dos escritores famosos, ambos filocomunistas: Henri Barbusse y Romaín Rolland.”59

Mientras que en España se produce el segundo triunfo del Frente al año siguiente, con Manuel Azaña. Sin embargo, ambos Gobiernos serán de muy corta dura-ción, aunque Azaña en España nunca asume realmente la presidencia, ya que en julio de 1936 comienza la Guerra Civil, cuyas repercusiones políticas y culturales marcaron fuertemente a la izquierda chilena. En tanto, el Gobierno de Blum en Francia duró hasta 1938.

Bajo este contexto se iniciaba la estrategia frentista en nuestro país, que logra el triunfo de Pedro Aguirre Cerda en 1938, y con ello la seguidilla de Gobiernos Radicales, que más bien son los primeros Gobiernos progresistas de Chile. En este Gobierno, Salvador Allende ocupará su úni-co cargo designado, siendo nombrado Ministro de Salud, ya que todos los otros son alcanzados mediante el voto universal y secreto, desde que es presidente del Centro de Estudiantes de Medicina hasta Presidente de la República.

59 Vial Correa,G. Op. Cit. p.407.

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Con estos cuatro momentos históricos mostramos, por una parte, bajo qué condiciones se asimilan las ideas revolucionarias y marxistas en Chile y cómo surgen sus dos grandes exponentes partidistas y, por la otra, el antecedente directo de la unidad multipartidista que estará posterior-mente presente en la Unidad Popular, con la cual Salvador Allende Gossens será electo Presidente de la República.

Ambos acontecimientos, la Revolución rusa y los Frentes Populares, inician la configuración del ideario po-lítico que construye la izquierda en nuestro país, ideas que, desde la propia realidad de los trabajadores, son adapta-das a la tradición cultural chilena. Estos antecedentes que, complementaremos con la formación de identidad de cla-se, nos permitirán comprender, en un plano general, el contexto histórico y social en el cual surge y se desarrolla el pensamiento político de Salvador Allende, desde el que pretendemos realizar una reflexión respecto del modo de construcción y articulación de las sujetividades presentes en su proyecto político, el que es denominado por él como vía chilena al socialismo.

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II. rasgos de la identidad chilena que influyen en la formación del

pensamiento político de Salvador Allende

Pero la esencia humana no es algo abstracto e in-manente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.

K. Marx, VI Tesis sobre Feuerbach

Cada sujeto recoge elementos presentes en la sociedad a la que retribuye según su asimilación, cambiando o pre-servando lo significativo que cada grupo social posee. El caso de Salvador Allende y de la configuración de su pensamiento político, está marcado por la identidad que desarrollan los movimientos políticos y sociales a partir de la realidad sociocultural chilena, lo que es posible adver-tir en el proceso político que él encabezó como presidente de Chile, denominado como vía chilena al socialismo. Desde este concepto hemos querido realizar una revisión general acerca de la conformación de la identidad de los chilenos, que estimamos incide directamente en el pensamiento del presidente Allende.

El antecedente conceptual que entrega Salvador Allende, con la atribución calificativa de “chilena” a su vía al socialismo, deja claro que la elección democrática obedece a múltiples factores y no sólo a un elemento pro-porcionado por una norma de carácter ideológico, o bien, político, es decir, desde un dogma filosófico o una alianza partidista con fines electorales. Por lo tanto, para ello revi-saremos algunas características de la identidad chilena, a partir de la interpretación que se advierte en los discursos mismos de Salvador Allende. Advertimos al lector, que se trata de una revisión general, ya que sólo nos interesa re-

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velar ciertas características, justamente las que permiten a Salvador Allende interpretar la realidad social e histórica de nuestro país.

Estos rasgos que forman parte de la conciencia de clase de los trabajadores son, además, una expresión de los grupos políticos y sociales que componen el movi-miento de la Unidad Popular, debido a que esta viene a representar en la esfera política del país los intereses de la clase laboriosa. Estas categorías tienen directa relación con los antecedentes históricos referidos en los capítulos anteriores de este trabajo, ya que la conformación identi-taria es un proceso de desarrollo histórico permanente, es decir nunca deja de construirse60.

Junto a lo anterior, debemos señalar que la izquierda chilena, ayuda a la conformación de este ideario singular, ya que tenía en su propia conformación una heterogenei-dad social que le proporcionaba características diferentes de otros movimientos de izquierda en el mundo, estando compuesta por obreros, capas medias, campesinos, artis-tas e intelectuales. Las características que adquiere el pro-ceso de la Unidad Popular, que Allende señalaba como chilena, nos permite estudiar la formación de identidad bajo dos categorías; la conformación de la noción de Clase Social y la relación que se establece con la Democracia.

Esto nos permitirá, por una parte, establecer la iden-tidad de clase de los trabajadores, a partir del desarrollo de la conciencia y, por otra, comprender cómo ellos instru-mentalizan la democracia en virtud de su proyecto políti-co, considerando como una alternativa la elección dentro

60 De este modo, seguimos a Larraín quien advierte: “La concepción histórico-estructural desea establecer un equilibrio entre los dos extremos anteriores. Por una parte piensa la identidad cultural como algo que está en permanente construcción y reconstrucción dentro de nuevos contextos y situaciones históricas, como de lo cual nunca puede afirmarse que está finalmente resuelto o construido definitivamente como un conjunto fijo de cualidades, valores y experiencias comunes.” Larraín, J. (2001). Identidad Chilena. Santiago: Lom, p.15.

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de los cánones democráticos, decidiendo iniciar desde ahí la construcción del Socialismo. El proceso de vía chilena al socialismo es el aporte principal a la teoría política, por los postulados que logra transmitir al mundo social, par-ticularmente al latinoamericano y occidental, teniendo en cuenta que nunca antes en la historia de la humanidad se había producido la elección de un proyecto político decla-rado abiertamente de socialista, además de generar todo un debate sobre el sentido que adquiere la democracia para la teoría marxista, pues posterior al caso chileno no son pocos los partidos comunistas que hablarán de demo-cracia y ya no de dictadura del proletariado.

Para abordar el complejo y entramado estado cons-tructivo de la identidad, recogeremos el concepto tal como lo define el antropólogo chileno Miguel Alvarado Borgo-ño, quien señala: “Para las ciencias humanas (antropolo-gía, sociología, lingüística, entre otras), identidad signifi-ca, por una parte, la construcción de un sí mismo o self y, por otra, implica un proceso dialógico, es decir, de reduc-ción de la complejidad, lo cual conlleva dar cuenta de los otros a través de las propias estructuras de significados”61

Sin duda esta construcción de sí mismo que hace la clase trabajadora chilena, se confronta con una realidad inicial desfavorable, en la que los otros, que representan a la oligarquía gobernante, están presentes en la institucio-nalidad política chilena. En este proceso dialógico se va estructurando una identidad desde lo propio como movi-miento social y político, y la institucionalidad, que rige el poder que se quiere alcanzar para la concreción de su pro-yecto, representando la posición de lo otro. En todo este proceso la institucionalidad debe ir cediendo paso ante el avance de las posiciones emancipatorias y democráticas de los trabajadores, las que se inician a finales del siglo

61 Alvarado, M. Op. Cit. p.173

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XIX, hasta que logran obtener el poder ejecutivo mediante la vía electoral en 1970.

La revisión de textos referentes al estudio y análisis de la sociedad chilena, nos pone de manifiesto que con la asimi-lación de las ideas marxistas por la clase obrera y las capas medias, se inicia un proceso de construcción de identidad política que termina en la concertación de una amplia gama de organismos sociales y políticos que expresan estas nuevas ideas, bajo las cuales construyen un proyecto político propio dentro de las características sociales, económicas y políticas que la institucionalidad les permitía, rescatando la tradición de lucha social que desde sus orígenes libró el movimiento de los trabajadores, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, tanto en Chile como en toda América Latina.

Todo este proceso es producto de la transculturación de ideas traídas desde el viejo continente, las que ayudan a sustentar las demandas sociales, pero que, sin embargo, también reciben un aporte desde la adaptación a la que se someten en el nuevo continente, aporte que, dichas ideas liberadoras, toman desde la propia realidad de los traba-jadores en nuestro país en el período preindustrial, donde comienzan a aparecer las primeras organizaciones de pro-letarios y capas medias de profesionales.

Esta situación se produce en Chile desde finales del siglo XIX, donde se ven enfrentados inclusive, los intere-ses entre la burguesía industrial foránea y la oligarquía nacional terrateniente, los que rápidamente logran unir fuerzas e intereses en el plano político frente a la arreme-tida obrera. Sin embargo, la identidad nacional de la clase trabajadora comienza a manifestarse recién en los años ´20, incluso dentro de la elite cultural chilena, cuyo suceso no es menos importante, ya que permitirá difundir y pro-mover la riqueza inmaterial de nuestra sociedad.

En este sentido, la identidad será abordada a partir de la conformación del sentido de clase y de la noción de

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democracia, los que se construyen desde que la clase tra-bajadora decide asumir un rol dentro del régimen político chileno, no sin antes reconocerse a sí mismos y ponerse como valiosos.

1. Identidad y formación de Clase

La identificación de clase social, desde la división de Hegel en la Fenomenología del Espíritu donde reconoce a siervos y señores62, obedece no sólo a la asignación de una categoría conceptual a un grupo humano, sino también al desarrollo de una conciencia como tal, que le permite reconocerse a sí mismo como parte de una clase determinada. Esta teoría se sustenta en un análisis del ser humano, a partir de su lugar en el proceso de producción.

Así, la relación entre identidad y clase social nos per-mite observar características propias de la realidad socio-cultural chilena que ayudan a la conformación del ideario marxista en las nuevas capas sociales, quienes inician, a partir de esta adaptación de ideas, la construcción de un proyecto político en Chile a principios del siglo XX, el que logra una máxima expresión con el gobierno de la Unidad Popular.

El planteamiento de Marx, sobre la división de la so-ciedad en clases sociales antagónicas, a partir de su rela-ción con los medios de producción, entre burgueses, due-ños del capital y proletarios, ejecutores del trabajo, logra ser muy bien evidenciada en el concepto de lucha de clases.

62 Como bien lo explica Astrada: “En el capítulo IV, sección A, de la “Fenomeno-logía del Espíritu”, “Autonomía y Dependencia de la Autoconcienca”, Hegel aborda el problema del trabajo, bajo el título de “Señorío y Servidumbre”. Se trata de la conciencia del amo que, para afirmar su independencia, hace de la conciencia del siervo, sojuzgado por él, una conciencia servil y servicial, instaurando con su victoria y dominación sobre otro hombre, la relación dialéctica de señorío y servidumbre, esto es, de amo y siervo”.Astrada, C. (1958). Marx y Hegel, Trabajo y alienación en la fenomenología y los manuscritos. Buenos Aires: Editorial Siglo XX, p.29.

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Esta confrontación plantea para la sociedad contemporá-nea un cambio social, que deben asumir los trabajadores, respecto del rol que cumplen en ella, ya que en el desarro-llo de su conciencia está inherentemente la superación de sí mismo, lo que implica necesariamente liberarse del do-minio que el burgués tiene sobre él. En este sentido, el de-sarrollo de la conciencia de sí mismo es fundamental para producir el cambio social, ya que Marx entiende que la sociedad es un todo que reúne política y economía, donde ambas al ser medios controlados por la burguesía permiten y profundizan la explotación, de ahí que el desarrollo de la conciencia de clase, por parte de los trabajadores, invo-lucre la lucha por la conquista del poder. Esta concepción, que toca el ser y hacer de los trabajadores, permite que se construya una identidad definida de los asalariados, que los lleve a asumir, no solo, una condición dentro de la so-ciedad, sino también, una posición respecto de la función que deben cumplir en ella, puesto que como señala Marx, “El hombre, sin embargo, no es sólo ser natural, sino ser natural humano, es decir, un ser que es para sí, que por ello es ser genérico, que en cuanto tal tiene que afirmarse y confirmarse tanto en su ser como en su saber.”63

Esta temprana definición que hace Marx en los Ma-nuscritos económicos y filosóficos acerca del hombre, tiene una expresión concreta en nuestro país mediante el agru-pamiento de los asalariados en organizaciones sociales y políticas que manifiestan sus intereses, y bajo las cuales obtienen como primer logro el reconocimiento de su exis-tencia como clase social, ya que como señala Hobsbawm, “La teoría oficial de la sociedad burguesa liberal no reco-nocía al <<pueblo>> como un conjunto de grupos, co-munidades u otras colectividades con intereses propios, aunque lo hicieran los antropólogos, los sociólogos y los

63 Marx, C. (1972). Manuscritos económicos y filosóficos. Madrid: Alianza, p.195.

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políticos. Oficialmente el pueblo, concepto teórico, más que un conjunto real de seres humanos, consistía en un conjunto de individuos independientes cuyos votos se sumaban para constituir mayorías y minorías aritméticas, que se traducían en asambleas dirigidas como gobiernos mayoritarios y con oposiciones minoritarias.”64

Este reconocimiento de <<el pueblo>>, por parte de la clase dominante, se logra en nuestro país por la aparición de las organizaciones sociales y políticas que expresan los intereses que ellos proponían. Es así que la formación de las organizaciones sociales, en los comienzos del siglo XX tanto en las zonas mineras65 como en las zonas industriales de la ciudad, ayudan a un desarrollo de la conciencia de clase, acrecentando su identidad como trabajador.

De este modo, la asimilación de las ideas del marxismo, que trajo consigo la Revolución rusa, ayudan a la conforma-ción de una identidad que convierte a los trabajadores en actores sociales y políticos que demandan un cambio social. Estas ideas logran una mayor repercusión, ya que, como la historia nos permite constatar, los trabajadores vivían en una condición de miseria. Sin embargo, no será sólo la capa prole-taria la que asumirá los postulados marxistas, centrados en la teoría de la lucha de clases, sino que también serán asumidos por una significativa parte de la capa media, lo que permitirá unir intereses bajo un proyecto político. Estas condiciones de identidad originaron, en gran medida, el respaldo social a la conformación del Frente Popular.

Con el proyecto político frentista, que pretendía de-fender y profundizar la democracia, los trabajadores ven que la institucionalidad democrática es vulnerable a sus

64 Hobsbawm, E. Op. Cit. p. 144.65 “El crecimiento demográfico del norte, como es de suponer, se hizo a costa de la pobla-

ción campesina. Uno de los fenómenos más significativos del periodo fue la migración rural, consecuencia del auge del salitre y del proceso de industrialización y anteceden-te directo de la formación de la clase proletaria.” Correa et al. (1992). Chile en el Siglo XX. Santiago: Planeta, p.63.

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intereses, lo que refuerza el modo como vienen desarro-llando su conciencia de clase. Lo anterior, nos permite establecer, no sólo, una relación histórica, sino también, sociocultural entre los procesos con los que amplias alianzas partidistas, que representan los intereses de los trabajadores, alcanzan el poder político, primero en 1938 con el Frente Popular y luego en 1970 con la Unidad Po-pular.

El desarrollo de la identidad por parte de la clase social trabajadora, se ve reforzado en los años ́ 30 con el surgimien-to de las capas medias, quienes también asumen la noción de clase aportada por la teoría marxista, cuyo papel es posible observar en el partido que les representaba, el Partido Ra-dical, y luego en el Partido Socialista. Todo esto nos mues-tra un proceso, que podemos denominar de maduración de conciencia de clase, desde las organizaciones de trabajadores hasta el gobierno de Salvador Allende. Sin embargo, es en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda donde se manifiesta de manera categórica el camino elegido por la clase trabajado-ra para producir un cambio social. A esta manifestación, ya en 1939, Allende la reconocía como propia de la chilenidad, en sus palabras sobre el Frente Popular dice: “Su orientación está basada en el conocimiento pleno de la chilenidad. Su destino, servir los intereses del pueblo”66

Este sentido de la chilenidad se refiere a las condicio-nes desde las cuales surge el respaldo social a la alianza frentista, ya que a diferencia de los otros Frentes triunfa-dores, es el Partido Radical quien posee el respaldo masi-vo, ya que representan la capa pujante del período. Esto ayuda a que el candidato presidencial saliera de entre las filas del radicalismo.

La presidencia del Gobierno frentista en manos de los radicales pone un énfasis en el desarrollo social de la

66 Cita extraída del Prologo de Víctor Pey en Allende, S. (1992). Obras Escogidas 1908-1973. Santiago: Colección Chile en el Siglo XX, p.14.

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capa media por sobre la proletaria, sin embargo, producen un hecho relevante al romper con el dominio político que por un período de 100 años tuvo la oligarquía terratenien-te, ante lo cual podemos decir que: lo que no había logrado la guerra civil de 1891 lo pudo hacer la vía democrática con el Frente Popular, aún cuando ésta no logra un Go-bierno totalmente de los trabajadores. Este último motivo es el que lleva a los socialistas a restarse del gobierno de Juan Antonio Ríos67, rompiendo la alianza multipartidista.

Con lo señalado anteriormente, vemos que inclu-so en las estrategias políticas ocurre una adaptación a la realidad latinoamericana, ya que, como señalamos en el primer capítulo, los Frentes Populares obedecían a una es-trategia política abordada por el movimiento comunista internacional, sin embargo, esta alianza multipartidista tiene un sustento en la identidad sociocultural chilena que se relaciona directamente con el modo de cómo la clase trabajadora ha decidido desarrollar su proyecto político, el que, sin dudas, se vio afectado por diversos factores.

Así, entre las condiciones que permiten al triunfo del Frente Popular, se encuentra el vuelco hacia el desarrollo de una política de masas, ya que en el Chile de los prime-ros años del siglo XX los gobiernos oligarcas y derechis-tas se ven sobrepasados por la irrupción de las demandas que hacen los trabajadores; proletarios y capas medias. Periodo en que el país vivió múltiples procesos, desde go-

67 “En Chile, en el régimen actual, no han llegado las clases trabajadoras al Gobierno por-que el Partido Socialista esté en los ministerios. En realidad lo que ha sucedido es que las clases trabajadoras corren al peligro de perder a su partido, porque lentamente la dialéc-tica del proceso político llevará al Partido Socialista a representar intereses cada vez más ajenos al proletariado y más próximos a los del capitalismo nacional e internacional” Mendoza, Humberto (seudónimo de Jorge Lavín) ex dirigente del PC que ad-hiere al PS, donde se convierte en una importante voz de la corriente troskista de ese partido. Cita extraída de Löwy, M. Op. Cit p.155. La posición troskis-ta de los grupos y partidos de izquierda fue la que más mitiga el proceso de construcción democrática de la izquierda chilena, desde sus orígenes como lo muestra esta cita, donde aduciendo a problemas de acción política y mostrando una falta de capacidad para llevar adelante un proyecto político conjunto como partido de Gobierno, terminan por restar a los socialistas del Frente Popular.

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biernos populistas y autoritarios hasta la proclamación de Chile como una República Socialista.

No obstante, en 1932 se inicia la ejecución plena de la constitución de 1925 con lo que, desde ahí en adelante, la construcción de la Cuarta República irá tomando mayor fuerza y los trabajadores se irán convirtiendo en la clase primordial, ya que son ellos quienes más avances obtienen en los nuevos Gobiernos.

Esta construcción de sí mismo que tiene la clase labo-riosa, ayudada por las organizaciones políticas de izquierda, permite que se avance en los derechos democráticos electora-les, primero con el voto para todos los hombres mayores de 18 años, luego con la cédula única que pone fin al cohecho, para terminar con el voto femenino en los años cincuenta. Los procesos políticos y sociales descritos, permiten comprender de mejor manera cómo se dio el proceso de maduración de los movimientos sociales de trabajadores, y los movimientos políticos de izquierda, lo que a la postre permitirá que éstos se conviertan en una verdadera alternativa electoral, con una base real para llegar a ser gobierno.

Todo este desarrollo de la identidad, no es ajeno a la manifestación de la multiplicidad de componentes socio-culturales que poseía la sociedad chilena, quienes además ayudan a reforzar este desarrollo. En él destaca el papel jugado por la literatura criollista, la cual es una expresión narrativa de la vida social de nuestro país, y como bien nos dice Alvarado, “No es casualidad que sean justamente las décadas del ´30 y del ´40 los decenios radicales para Chile, donde esa misma clase media que promueve el desarrollo y una industria nacional sea la que origine las literaturas indianista y criollistas.”68

El desarrollo de la literatura local, va a dar inicio a la literatura realista de influencia rusa, con exponentes como

68 Alvarado, M. Op. Cit p.49

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José Santos Gonzáles Vera, Manuel Rojas o Volodia Teitel-boim69, lo que ayudó a reforzar el desarrollo de la conciencia social, puesto que la descripción de la vida en los conven-tillos, de la situación del campesinado y de los mineros en las salitreras, muestran que la condición de miseria en que vivían los trabajadores se repetía en los distintos lugares y focos productivos del país. Esto produce que en la literatura se manifieste una selección de valores a partir del desarrollo de las clases laboriosas, produciendo una tarea inventiva del modo como lo señala Ángel Rama, al decir que “La ca-pacidad selectiva no sólo se aplica a la cultura extranjera, sino principalmente a la propia, que es donde se producen pérdidas ingentes. En el examen a que ya aludimos y que puede deparar el redescubrimiento de valores muy primi-tivos, casi olvidados dentro del sistema cultural propio, se pone en práctica la tarea selectiva sobre la tradición. Es de hecho una búsqueda de valores resistentes, capaces de en-frentar los deterioros de la transculturación, por lo cual se puede ver como una tarea inventiva.”70

El desarrollo de estas ideas y valores que se hace en la literatura, por parte de la elite cultural de nuestro país, rescata el sentido de lo propio, que manifiesta intrínseca-mente la idea de una independencia cultural, rescatando los valores humanos presentes en la clase trabajadora. Este acercamiento de los intelectuales chilenos a la realidad de los trabajadores los llevó, incluso, a la militancia política en la izquierda.

En todo este proceso, de formación de identidad de la clase trabajadora, el campesinado estará al margen, pro-ducto del retraso social y la relación con el desarrollo eco-

69 De José Santos Gonzáles Vera véase “Vidas Mínimas”, de Manuel Rojas “Hijo de Ladrón” y de Volodia Teitelboim “Hijo del Salitre”, todos textos publica-dos con anterioridad a 1950 y de gran impacto sociocultural en Chile, donde se da cuenta de las condiciones de vida de los trabajadores en Chile.

70 Rama, Á. (2004). Transculturación narrativa en América latina. México: Siglo XXI, p.39.

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nómico del país71. De este modo, su irrupción social con reales consecuencias, viene desde los partidos políticos de izquierda y la iglesia católica. Los primeros, intentan la organización campesina mediante la sindicalización, lo cual tiene un rotundo rechazo por parte de la oligarquía terrateniente, cuyo dominio sobre el campesinado era casi absoluto, mientras que los segundos, lo hacen luego de la encíclica de Juan XXIII Mater et Magistra dada a conocer en 1961, en la cual la iglesia católica desarrolla una pos-tura más social con un fuerte acento en los campesinos, debido a que en éstos se concentraba la mayor cantidad de fieles. Esto último influyó para que en el gobierno de Eduardo Frei Montalva se realizara la reforma agraria. Sin embargo, ya en 1947, la iglesia católica chilena daba avisos de la preocupación por las clases laboriosas y campesinas, tal como lo relata el padre Alberto Hurtado, diciendo: “El pueblo se encuentra, en general, bajo la condición de un subproletariado. Las zahúrdas en que vive son espantosas […] Es corriente hallar un promedio de ocho personas en piezas de nueve metros cuadrados y hasta siete personas para una sola cama. En el campo, el régimen es casi feudal; grandes haciendas en las cuales trabajan obreros, que en su mayoría, no tienen posibilidad alguna de llegar a ser propietarios, pues los salarios son muy bajos.”72

Si bien, el campesinado conoce de intentos de orga-nización y levantamiento de demandas sociales y políticas con anterioridad, el analfabetismo, el alcohol y la repre-sión73, son los elementos que más retrasan la formación

71 “La situación de los sectores populares en las zonas rurales presentó una tra-yectoria diferente. Su exclusión de las políticas dirigidas a los obreros de las ciudades, sumado al impedimento de la sindicalización campesina, redundó en el rezago del mundo rural popular.” Correa et al. Op. Cit. p.163.

72 Carta del padre Alberto Hurtado al padre General de la orden de los Jesuitas en 1947, traducida y reproducida en la biografía que escribiera sobre él Ale-jandro Magnet, citado en Corréa et al. Op. Cit.p.187.

73 Ejemplo de ello es la situación que viven en 1934 conocida como la Matanza de Ranquil, señalada en el capítulo 1.2.

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de esta capa social en la construcción de un sí mismo a partir de un desarrollo de conciencia de clase, lo que se ve agravado por la condición de inquilinaje que tuvo al campesinado, viviendo en una condición semi-feudal, donde el patrón les entregaba alimento y cobijo a cambio de su trabajo. Esta situación, que mantuvo cautivo a una gran parte de la población rural de nuestro país, cambia favorablemente gracias a la preocupación de la Iglesia Católica, la que, sin embargo, implementa un programa social como una alternativa a la política desarrollada por los movimientos marxistas. En vista de esto, la iglesia ca-tólica envía religiosos que ejecuten la nueva orientación, ya que como lo señala Correa y compañía, esto obedece a un plan de contención de las ideas marxistas. “En Efec-to, Juan XXIII, temeroso de la expansión del marxismo-leninismo en América Latina después de la Revolución Cubana, insistió en la necesidad de reforzar a las iglesias del continente con religiosos procedentes de Europa y Norteamérica.”74 El envío de religiosos ocurre debido a la sensibilidad que se produce en el clérigo local con la condición social de los pueblos latinoamericanos, desde donde surgirá la teología de la liberación, permitiendo un acercamiento entre cristianos y marxistas.

Con estos antecedentes queremos señalar que la condición del campesinado cambia substancialmente con apoyo y ayuda externa a la propia clase, en oposición al proceso vivido por el proletariado, por lo que sus logros están más vinculados a soluciones políticas que a un pro-ceso de construcción social. De este modo, la Democracia Cristiana75 logrará el gobierno con la fuerte ayuda que le otorga la iglesia católica, quien tenía una mayor presencia social que la izquierda dentro del campesinado.

74 Correa et al. Op. Cit p.219 75 Cabe señalar que la Democracia Cristiana era la expresión política del catoli-

cismo en Chile.

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En este mismo período, aparece en las artes musica-les una figura de enormes influencias, Violeta Parra. Esta joven inicia la travesía de rescatar el folclor presente en la tradición campesina, llevando la música del campo a la ciudad y creando nuevas formas de expresión popular con seguidores y cultores de ésta. Así, aparece la corrien-te de la Nueva Canción Chilena, que tuvo como actores centrales a los jóvenes, quienes comienzan a plasmar en la música el descontento social, así es como lo cuenta uno de ellos, el cantautor, poeta y escritor Patricio Manns: “ En 1965 se había desatado una eclosión muy particular. Ya di-jimos que <<La Peña>> tuvo como principal virtud atraer la atención de la juventud chilena hacia las posibilidades reales de la canción de corte popular y contenido social en el contexto político de la hora, y pronto, la mitad de los jó-venes chilenos anduvo con una guitarra bajo el brazo, can-tando nuestras canciones y procurando crear las suyas.”76

Esta situación sumado al surgimiento de grupos como Inti Illimani y Quilapayún, crearon en los años se-senta toda una cultura musical acerca de lo popular con una fuerte raíz folclórica y de expresión del descontento social, en la que se recogían elementos propios de la clase proletaria y campesina como también de la tradición his-tórica, lo cual podemos apreciar en los ritmos musicales que desarrollaron, así por ejemplo, el grupo Quilapayún pone un marcado acento en canciones con ritmos de mar-chas militares, los que se convirtieron en himnos univer-sales del movimiento popular, rescatando incluso temas de la Guerra Civil Española, todos de un alto impacto en la población chilena.

Como vemos, hemos centrado el análisis de la for-mación de identidad de clase social, en los trabajadores, puesto que el pensamiento de Salvador Allende pretende

76 Manns, P. (1978). Violeta Parra. Barcelona: Ediciones Júcar, p.65.

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ser una expresión política de ellos. Esta formación obe-dece a un proceso histórico y sociocultural, no sólo pro-ducto de las condiciones económicas, lo que les permite desarrollar e ir construyendo un proceso particular, con un asentamiento primordial en la chilenidad y todos sus rasgos culturales; desde la tradición obrera y campesina hasta la religiosa y militar. Sin embargo, debemos seña-lar que estas formas identitarias emergen silenciosamente vinculadas a la vida familiar, manifestándose en detalles socioculturales que finalmente irrumpen en la sociedad una vez que emerge el sentido de clase, para manifestar su postura. Todo esto nos indica que la chilenidad de la vía al socialismo, tiene como primer elemento lo aportado por el proceso de transculturación de ideas, que en este caso obe-decen al marxismo, adaptadas a la realidad histórica de la formación de identidad del sujeto latinoamericano, el que tiene un ideario de emancipación de la dependencia polí-tica, económica y cultural, aún cuando para hacerlo recoge elementos propios de aquello que niega, originando una conciencia que cambia el sentido de la historia en la clase, tal como lo dice Leopoldo Zea, pues, “La conciencia de la relación de dependencia que, dentro de esta interpreta-ción, va a permitir ofrecer el punto de vista de los domina-dos sobre sus dominadores, cambiando así el enfoque del conocimiento de la historia.”77

Este enfoque permite al sujeto constructor interpretar la historia, a partir de la conciencia que adquiere su pen-samiento, bajo las características que hemos señalado, el cual promueve un proyecto político que expresa sus inte-reses como clase trabajadora, el que logra una concreción en el proyecto denominado como vía chilena al socialismo.

77 Zea, L. (1987). Filosofía de la Historia Americana. México: Fondo de Cultura Eco-nómica, p.27.

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2. Identidad y Democracia

Los trabajadores tienen, a partir de un proceso endógeno, un desarrollo de la conciencia de clase que se va expre-sando paulatinamente en la institucionalidad política chi-lena. En este espacio ganado, ellos comienzan a disputar una participación mayor en el Gobierno, la que trae logros y retrocesos, pero que, de igual modo, les permite afinar un proyecto político que en lo fundamental obedece a la transformación de una clase en sí a una clase para sí. Este proceso ocurre gracias a la lucha por mayores derechos democráticos y a la obtención del Gobierno mediante la vía electoral. Por esta razón, hacemos la relación histórica entre identidad y democracia, a partir de lo señalado por el propio Salvador Allende como la tradición democrática del proyecto popular.

Hemos revisado en el primer capítulo cómo Luis E. Recabarren señalaba los logros democráticos de la Rusia Bolchevique, y cómo instaba a los trabajadores a seguirlos. Desde aquí en adelante, se inicia una lucha que va más allá de conquistas reivindicativas que les permitiera subsistir y trabajar en condiciones más humanas, pues se empieza una búsqueda en otros espacios, que permitan ir abriendo camino a los trabajadores al poder político. Con ello se co-mienza la lucha por más democracia.

En este camino, por alcanzar mayores derechos polí-ticos, influye de manera importante en el cambio de régi-men, desde el Gobierno de tipo Parlamentario al Presiden-cial sostenido en la Constitución de 1925, ya que a partir de aquí participará de mejor forma la mayoría relegada en el régimen parlamentario. Esta estrategia política que teórica-mente está más asociada a la Internacional Socialista que al proyecto emanado por la Revolución Bolchevique, va adquiriendo forma democrática por las propias condicio-nes desde las cuales inician la lucha los trabajadores por la

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transformación social, ya que una característica importante, que debemos señalar, es que los primeros líderes de los mo-vimientos sociales chilenos eran obreros como los demás y no constituían una vanguardia ajena a la propia condición de clase, sino que eran articuladores de un proyecto común, por eso que no entra con fuerza la idea revolucionaria de la Guerra de Guerrillas planteada por Lenin, porque el pro-yecto de los trabajadores chilenos obedecía a un proceso de maduración de la conciencia y no a la estrategia política de un grupo de avanzada. Esta última idea se manifiesta principalmente en los movimientos políticos más que en los sociales recién en la década de los años ´60, luego de la Revolución Cubana.

La irrupción de la clase trabajadora, proletarios y ca-pas medias, trae aparejado la instalación de la “Cuestión Social”, la que debe ser enfrentada inevitablemente por la institucionalidad, lo que conjugado con diversos factores internos y externos, como el avance del fascismo en Europa, la estrategia política de los Frentes Populares y el cambio de régimen con la Constitución de 1925 en nuestro país, per-miten crear condiciones favorables para que la capa media, respaldada por los votos del proletariado, asuma la con-ducción del país con don Pedro Aguirre Cerda en 1938. “La carta constitucional de 1925 incorporó varios puntos de las plataformas radicales y podría ser analizada como eventual síntesis de lo que había sido y propugnado el Partido Radi-cal desde su fundación hasta los años ´20.”78

Con la carta magna de 1925 el régimen político chile-no adquiere un sentido republicano como se planteara en los inicios de la Revolución francesa de 1789. En este con-texto, el proyecto político de la clase trabajadora chilena, también, adquiere un carácter republicano, lo cual viene a ser síntesis de la unidad de intereses que se logra, en un

78 Milos, P. (2008). Frente Popular en Chile. Su configuración: 1935-1938. Santiago: Lom, p.17.

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primer momento, entre el proletariado y la capa media. Ambas capas que componen la clase trabajadora, se apo-yan en los derechos constitucionales de 1925 para utilizar el sufragio universal como herramienta política para la conquista del poder.

De este modo, se produce un cambio sociocultural que tiene sus antecedentes en la industrialización del país y el desarrollo de la clase trabajadora, el que es asumido y profundizado en un primer gobierno frentista, ya que como bien lo explica Alvarado, “Las primeras décadas del siglo XX tienen factores fundamentales y definitorios, las crisis del latifundio tradicional y los intentos de desarro-llo, que ven como indispensables, al menos en las mentes de las elites de izquierda, centro y derecha, la necesidad de generar un cambio sociocultural.”79

Este cambio sociocultural es producido, en gran par-te, por el afianzamiento de la identidad de clase de los tra-bajadores que se deja ver en la defensa y disputa, con su proyecto político de país, a la clase alta que lo gobernó por espacio de más de un siglo. Este cambio, debe entender-se como un estado primitivo de la construcción de un sí mismo, el que según nuestra perspectiva, se convierte en el antecedente directo de la vía chilena al socialismo, tanto en el modo como en la forma que utilizan los trabajadores para llevar al Gobierno a Salvador Allende, quien, ade-más, no es ajeno al desarrollo de todo este proceso, ya que en él participó principalmente en posiciones políticas di-rigentes, ya sea como parlamentario, ministro o Secretario General de su Partido.

Con lo anterior, la sociedad chilena vive un trán-sito político complejo, ya que la oligarquía al dejar de ser la clase gobernante, trata de mantener su poder produciendo inestabilidad en los Gobiernos que no les

79 Alvarado, M. Op. Cit. p.49.

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representaban. Sin embargo, como lo dice Salazar, los profesionales asumen una posición destacada en los Gobiernos progresistas. “Con el remezón político, los grupos medios se convirtieron en una clase de creciente interés. El descrédito de la oligarquía los convirtió en el grupo depositario de las nuevas virtudes que debían gobernar el país. Perdieron el estigma de “siúticos” y “rotos acaballerados” con que los había recubierto la oligarquía decimonónica. Se convirtieron en la clase culta, de profesionales e intelectuales, que darían forma a la esperanza mesocrática.”80

Si bien la política del Frente Popular estaba impreg-nada de un espíritu nuevo en el que se combinaban la de-fensa y la profundización de la democracia para promover al proletariado al lugar principal de la vida política nacio-nal, debemos señalar, que la capa media de los trabajado-res son quienes asumen el lugar destinado al proletariado, consecuencia directa de que la estrategia frentista estuviese comandada por el Partido Radical. No obstante, en el go-bierno de esta nueva clase política, el proletariado seguirá avanzando en la generación de condiciones que permitan ejecutar su proyecto político, el que logran obtener en la elección presidencial de 1970 con Salvador Allende.

Sin embargo, debemos indicar que también existen críticas respecto del avance democrático de los trabajado-res, la que es vista como un condicionamiento político más que como un proyecto de largo aliento, así, al menos, lo plantean abiertamente Gabriel Salazar y Julio Pinto, para quienes “el sufragio universal permitiría a las clases bajas manifestar sus diferentes opciones políticas. Pero la oli-garquización de sus representantes y el vértigo horizontal que atrapó a los partidos populares distorsionaron o revo-caron esas opciones. En este contexto, el sufragio univer-

80 Salazar, G. y J. Pinto. (1999). Historia Contemporánea de Chile. Santiago: Lom, tomo II p.106.

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sal, menos que un mecanismo expresivo de la voluntad soberana, resultó una forma de balbuceo o mordaza.”81

Esta crítica del proceso, por parte de un análisis poste-rior que hacen los autores Salazar y Pinto, nos muestra una visión crítica que no compartimos, puesto que, para noso-tros, el significado que posee en los trabajadores es el de un logro alcanzado a partir de una estrategia política delineada, de ahí que no coincidimos con ellos cuando señalan como una mordaza la obtención del sufragio universal. Además, la obtención del derecho a voto como de representantes en el gobierno, provocó cambios considerables en la política chilena en virtud de la problemática planteada, ya que no habría sido posible un proceso de industrialización estraté-gicamente planificado con un desarrollo de áreas priorita-rias por parte del Estado ni se hubieran impulsado mejoras sociales si el proletariado no hubiese alcanzado estos grados de participación política. Afirmamos esto, a propósito de lo realizado en el primer Gobierno del Frente Popular donde se crea la CORFO, ya que este organismo estatal permite un proceso de desarrollo económico mixto, donde el Estado es un actor importante en él. “Adicionalmente, la creación de la CORFO implicó una activa presencia de funcionarios públicos con formación profesional en empresas mixtas en las que se hallaron en posición de detentar, mano a mano con lo oligarquía que también formaba parte de ellas, insos-pechadas cuotas de poder económico.”82

La presencia de la capa media en el gobierno, produ-ce un desarrollo de la economía chilena, permitiendo un avance industrializador del país. Esto crea condiciones en el capitalismo occidental distintas del proceso pre-revolu-cionario de 1917, ya que en Chile se empieza a generar una masa obrera mayor que la campesina, cambiando el contexto socioeconómico para la transformación social,

81 Idem. p.251.82 Correa et al. Op. Cit p.158.

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tal como se platea en el marxismo clásico interpretado por Lenin.

De este modo, al realizar una comparación entre la si-tuación, que provocan los trabajadores para conquistar el poder, en la Rusia zarista y el Chile dependiente de los años ´30, debemos señalar que la realidad Rusa era de un retraso enorme, ya que su sistema económico tenía como caracte-rística principal el feudalismo, por lo que la gran estrate-gia de Lenin es apoyar la revolución en el campesinado83. Sin embargo, la realidad preindustrial chilena, tiene como fuerza principal la formación del proletariado y, también, el de las capas medias, las que no están presentes del mismo modo en el proceso político-económico ruso y, tampoco, de los guerrilleros cubanos, ya que en este último país, tam-bién había un importante retraso económico en el agro y al igual que la estrategia utilizada por Lenin, apoyan la revo-lución en los “guajiros”, es decir, en el campesinado.

Ahora bien, la relación entre identidad y democracia en el Chile republicano posterior a 1925 es, incluso posible de observar, en la tradición democrática que manifiesta la institucionalidad, ya que en ésta han existido siempre una amplia gama de partidos políticos, que son expresión de una pluralidad ideológica republicana.

Bajo este contexto pluralista, vemos en los años pos-teriores un incremento de corrientes políticas que recha-zan el sistema capitalista, el que, además, es influenciado por una serie de hechos sociales en el mundo entero, des-de el rechazo a la guerra de Vietnam hasta las revueltas universitarias del ´68, que en Latinoamérica, además, se

83 Esta observación que realiza Lenin y que se convierte en una de las ideas im-portantes aportadas por el teórico y político marxista a la táctica revolucionaria, no es visualizada por Marx y Engels, debido a que estos observan procesos po-líticos posteriores a las reforma agraria que vivió Europa, ya que esta es vivida, por ejemplo en el proceso francés, en el período de la Revolución de 1789, por lo que cuando Marx y Engels analizan la situación francesa no ven la problemática del Agro, pues no existía del mismo modo que en la Rusia zarista.

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ve reforzado por el impacto que produce la Revolución Cubana en 1959. Este clima provoca en la sociedad chile-na una mayor asimilación de la idea que el capitalismo es un sistema obsoleto. Lo anterior permitió la presencia de nuevos actores políticos que no adherían al capitalismo en las condiciones que poseía en aquel momento; ejemplo de ello es la Democracia Cristiana, que tiene un lugar impor-tante en la política chilena, llegando a ser el único partido que logra obtener la presidencia sin alianzas electorales84. “En esa época la conclusión sobre la injusticia del capita-lismo se ampliaba a las dudas sobre su eficacia. Ese doble diagnóstico (injusticia e ineficacia) era compartido por la izquierda, por parte de la Democracia Cristiana y por sig-nificativos intelectuales del mundo académico.”85

Esta situación va a permitir que en Chile maduren, aún más, las condiciones sociales para la elección de un gobierno que plantee un cambio al capitalismo, el que se autodenominaba de transición al socialismo, mediante la libre elección popular. Este hecho inédito en la historia po-lítica produce un nuevo paradigma de revolución que por razones de fondo y forma no cabe dentro de la disyunción planteada por Rosa Luxemburgo entre Reforma o Revolu-ción86, ya que la instrumentalización de la reforma social obedece a un ceñido plan de contención social, muy con-trario a lo ocurrido en Chile, donde el proceso democráti-co, nace desde la emancipación misma de los trabajadores, permitiéndoles un desarrollo de conciencia de clase y por tanto de transformación de ellos, lo que convierte a todo el proceso vivido en un periodo de desarrollo social y no

84 Bien podríamos señalar y profundizar en las razones que ayudan a que esta situación se produzca, como el financiamiento de la CIA en la campaña elec-toral de 1964, la influencia de la iglesia católica, etc. Sin embargo, estos ante-cedentes no son motivos relevantes en este análisis.

85 Moulian, T. (2006). Fracturas, de Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende (1938-1973). Santiago: Lom, p.235.

86 Véase Luxemburgo, R. (2001). Reforma o Revolución Buenos Aires: Longseller.

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de contención, considerando además que el proyecto polí-tico liderado por Salvador Allende buscó constantemente el apoyo popular en los movimientos sociales y obreros.

Estas distinciones nos permiten señalar que la vía chi-lena al socialismo tiene un origen en la compleja constitución de clase y de desarrollo y profundización de la democracia institucional. Siendo ambos, elementos constituyentes de la identidad chilena presentes en el proyecto de la Unidad Po-pular, particularmente de su clase trabajadora que no logra todo este despertar de manera directa en un estallido social, sino que se desarrolla, evidentemente, con grandes dificul-tades, las que en ocasiones fueron verdaderos retrocesos; con persecuciones políticas, perdida de derechos civiles y represión social, sin embargo, como la historia nos lo seña-la, no pudieron detener un proceso de desarrollo social en uno de los períodos históricos más tensos que ha vivido el mundo, como lo fue el de la Guerra Fría. Este último hecho, sin embargo, tuvo una directa relación con el fin de este pro-ceso, ya que el término abrupto del gobierno de Salvador Allende, mediante el Golpe de Estado perpetrado por las fuerzas Armadas y de orden, es impulsado por los defen-sores del capitalismo, que en la práctica estaba representa-do por la oposición que ejercía la Derecha política, quienes recibieron un apoyo directo del gobierno norteamericano a través de la Central Americana de Inteligencia (CIA).

Ambos aspectos generales de la identidad los hemos analizados a partir de su vínculo directo con las caracte-rísticas que tuvo el movimiento social que da origen a la Unidad Popular, los que hemos tratado desde la óptica del pensamiento político de Salvador Allende, quien se decide a encabezar este proceso, llegando a ser el primer presidente socialista electo, y con ello sentar un nuevo pa-radigma de cambio social, es decir, de revolución.

Las propias condiciones de este proceso democrático tienen un antecedente histórico y sociocultural que dotan

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de realidad la interpretación que se advierte en el pen-samiento político de Salvador Allende, de ahí que antes de centrarnos en un análisis conceptual de las categorías principales que componen su pensamiento político, he-mos antecedido tal análisis con elementos que nos intro-ducen a las circunstancias en las que se crea y produce este proyecto, ya que, como veremos, el pensamiento político de Salvador Allende tiene una relación directa con estas condiciones, por una parte, histórica, con la asimilación del marxismo y la creación del Frente Popular y, por otra, de identidad en la formación de clase y su tradición en la Democracia. Lo anterior nos permite señalar que su pen-samiento político tenía un carácter genuino, desarrollado a partir de su interpretación de esta realidad que lo llevó a plantear una transformación de la sociedad capitalista a la socialista en un proceso nuevo, de creación y construcción, que salía de los cánones dogmáticos del marxismo clásico y que pretendía dar lugar a un país socialista distinto, que en palabras del propio Allende sería “un Socialismo en De-mocracia, pluralismo y libertad”.

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SEgUndA PArtE:EL PEnSAmIEnto PoLÍtICo

dE SALvAdor ALLEndE

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III. Análisis teórico al pensamiento político de Salvador Allende

Santiago de Chile, Palacio de Gobierno, septiembre de 1973. Se ignora el nombre del fotógrafo. Ésta es la última imagen de Salvador Allende: El tiene un casco puesto, camina con el arma en la mano, mira al cielo, los aviones escupen bombas. El presiden-te de Chile, votado en las elecciones libres, había dicho: -Yo no salgo vivo de aquí. En la historia la-tinoamericana, es una frase de rutina: la han pro-nunciado muchos presidentes que a la hora de la verdad prefieren sobrevivir, para seguir pronun-ciándola. Allende no sale vivo de ahí.

E. Galeano, Fotos: esa bala no miente

Antes de profundizar en nuestro análisis teóricos del pensa-miento político de Salvador Allende Gossens, aportaremos algunos antecedentes biográficos87 a modo de introducción.

Salvador Allende se asumía como miembro de una pequeña burguesía, en sus propias palabras decía: “pronto, pese a pertenecer a una familia de la mediana burguesía, dejé la provincia, Valparaíso, y vine a estudiar medicina a Santiago.”88 Según nuestros conceptos, podemos decir que él pertenecía a una familia proveniente de la capa media de trabajadores en el periodo preindustrial de nuestro país. Esta situación social, por parte de sus antepasados, obedeció a que forma-

87 Los antecedentes biográficos están recogidos de los siguientes textos: Rocha, J. (2000). Allende Masón. Santiago: Sudamericana. Vuskovic, S. (2004). Allende nel Mondo. Lecce: Cuaderni di Gramsci nº2. Arrate, J. y E. Rojas. (2003). Memoria de la izquierda Chilena (2 tomos). Santiago, Ediciones B. Modak, F. (2008). Salva-dor Allende: Pensamiento y Acción. Buenos Aires: Lumen.

88 Modak, F. Op. Cit. p.19.

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ban parte de los profesionales que trabajaron para el Esta-do, es decir, son miembros del lugar desde donde surge la incipientemente capa media de trabajadores profesionales.

Salvador Allende tuvo en vida la profesión de mé-dico, y como él mismo señala provenía de una tradición familiar de masones, de la cual él también formó parte. Entre sus antecedentes personales podemos señalar que en su juventud fue vice-presidente de la Federación de Es-tudiantes de la Universidad de Chile (FECH) a comienzo de los años treinta. Luego, fue electo Diputado en 1937, en las que fueron las primeras elecciones a las que se sometía el PS, y en 1938 es designado Ministro de Salud en el Go-bierno de Pedro Aguirre Cerda.

Desde la fundación del Partido Socialista en 1933, fue militante de esta colectividad, siendo uno de sus fun-dadores en la región de Valparaíso, organización política en la que llegó a ser Secretario General en enero de 1943. Posteriormente fue Senador de la República por la novena circunscripción en 1945, cargo que desempeñó durante 25 años, llegando a ser elegido presidente de la cámara alta en diciembre de 1966.

La carrera política de Salvador Allende está marca-da por la elección democrática, teniendo como único car-go designado el de Ministro de Salud en el Gobierno del Frente Popular, por lo cual tuvo que renunciar a su cargo de diputado conseguido en 1937.

En su pensamiento es posible observar una gran in-fluencia del Partido Socialista, dada por su militancia en él, como también desde su relación con el Partido Comu-nista, a partir del cambio en la estrategia política de éste en 1935. Ambos ayudan a formar su carácter marxista y su sentido de clase.

Los antecedentes históricos que señalamos al inicio de este trabajo, son importantísimos en la configuración del pensamiento político de Salvador Allende, porque am-

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bos tienen una consecuencia posterior en su vida. Estas referencias son visibles desde su época universitaria que está fuertemente influenciada por el impacto que tuvo, en aquellos años, la Revolución Rusa de 1917 y la Reforma Universitaria de Córdova de 1918. Esto se manifiesta en su ingreso al grupo político universitario Avance en 1930. En esta primera participación política, en este grupo es-tudiantil de carácter revolucionario, Allende manifiesta un rechazo a la imitación de procesos sociales vividos en otras latitudes, ya que como él mismo dice en la entrevista realizada por el periodista Régis Debray89, fue expulsado del grupo por negarse a la creación de Soviets Obreros.

Ahora bien, antes de introducirnos en el análisis con-ceptual del pensamiento político de Salvador Allende, debemos señalar que nuestro propósito está centrado en una configuración de las conceptualizaciones fundamen-tales que están presentes en sus discursos y alocuciones, desde los cuales hemos recogido aquellos conceptos que nos permiten hacer una reflexión filosófica acerca del rol a cumplir por parte del sujeto en el proceso de construcción alternativo del socialismo que él quiso construir.

Para lograr esta configuración de su pensamiento hicimos una categorización conceptual de éste, para ana-lizarlo dentro de un plano teórico en función de las ideas que asimila y desarrolla, dejando fuera de nuestro análi-sis las condiciones coyunturales que se desarrollaron en el período en que fue Presidente de la República de Chile, ya que nuestra intención no es hacer un análisis político histórico de su Gobierno, sino hacer un estudio de los as-pectos teóricos en los que se fundamenta y, que él, desde su interpretación de la realidad, nutre y desarrolla.

De este modo, la idea central de su planteamiento político está contenida en su concepto fundamental de vía

89 Debray, R. (1971). Conversación con Allende. Buenos Aires: Siglo XXI.

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chilena al socialismo. No obstante, debemos decir que este concepto ha sido tratado en Allende por diversos autores, pero siempre desde la lógica histórica y coyuntural en que se desarrolla este proceso y no desde la aportación teórica que es posible reconstruir y observar con claridad en sus planteamientos políticos.

A partir del concepto vía chilena al socialismo hemos decidido realizar la descomposición conceptual en tres categorías, a saber; Marxismo, Democracia e Indepen-dencia. Bajo éstas, que están completamente interrela-cionadas entre sí, se configuran, a nuestro entender, los conceptos primordiales que delimitan el pensamiento político de Salvador Allende, y que está contenido en su concepto fundamental.

El concepto de vía chilena al socialismo por sí mismo, nos otorga una relación con las tres categorías señaladas, lo que nos permitirá hacer una definición a partir de la síntesis de los conceptos analizados dentro de su pensa-miento político, para luego hacer una reflexión filosófica sobre el rol del sujeto en esta paradigmática forma de construcción del socialismo.

1. Interpretación del marxismo

El marxismo es una teoría filosófica que se fundamenta en el análisis del mundo y la sociedad a partir de la relación que se establece entre hombre-naturaleza-hombre, pues señala que la historia nace y se desarrolla a partir de la pri-mera mediación que pone en concordancia al hombre con la naturaleza y con los otros hombres, esto es, en el traba-jo. Esta teoría, que produce un cambio en la concepción del mundo contemporáneo, devela que el eje central de la sociedad moderna capitalista es el trabajo, ya que es en él donde se manifiesta de forma concreta la explotación del

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hombre por el hombre. Así, la sociedad se conforma en cla-ses sociales antagónicas en pugna90, a saber; la Burguesía y el Proletariado. Este método de análisis histórico y econó-mico va a ayudar a fundamentar los estallidos sociales más importantes en la historia del mundo contemporáneo, ya que a partir de él se promueve el cambio de la sociedad des-de un régimen capitalista a uno comunista. Siendo con ello el fundamento de la teoría sociológica del conflicto social, y haciendo, junto con otros postulados, aportaciones teóricas importantes al desarrollo de las ciencias sociales.

La teoría marxista tiene innumerables interpreta-ciones, donde la visión más aceptada, desde el punto de vista estratégico y político, es la realizada por Wladimir Ilich Ulianov, también llamado Lenin. Esto debido a que es él quien encabeza la primera revolución social triun-fante, fundamentada en los planteamientos teóricos de los alemanes Marx y Engels, señalados en incontables obras; desde El Manifiesto del Partido Comunista91 hasta su obra cumbre El Capital92. Sin embargo, esta interpretación con-siderada como la visión clásica del marxismo, tiene crí-ticas y proposiciones complementarias, las que nacen a partir de la realidad de cada movimiento social. En este plano, Salvador Allende tiene un espacio importante, ya que su interpretación lo lleva a plantear una nueva forma de construcción del Socialismo, desde el establecimiento de una relación entre lucha de clases y democracia.

Sin embargo, por razones de claridad explicativa, tomaremos como síntesis de significado de la teoría mar-xista, la definición conceptual que nos entrega Walter Ben-

90 Indicamos que la afirmación del antagonismo en la teoría marxista hace hin-capié en la pugna que se sostiene entre las clases antagónicas, ya que como vimos anteriormente, en Hegel este antagonismo fundamentaba la diferencia, pero no su confrontación.

91 Marx, K. y F. Engels. (1971). Manifiesto del Partido Comunista. Pekín: Ediciones Lenguas Extranjeras.

92 Marx, K. (1999). El Capital (3tomos). México: Fondo de Cultura Económica.

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jamín en sus textos sobre la Historia, donde señala: “Se puede nombrar en la obra de Marx tres conceptos funda-mentales y considerar toda la armazón teórica de la obra como tentativa de saldar entre sí estos tres conceptos. Se trata de la lucha de clases del proletariado, del curso del desarrollo histórico (el progreso) y de la sociedad sin cla-ses. En Marx, la estructura del pensamiento fundamen-tal se presenta del siguiente modo: a través de una serie de luchas de clases, la humanidad llega, en el transcurso del desarrollo histórico, a la sociedad sin clases. = Pero la sociedad sin clases no ha de concebirse como el punto terminal de un desarrollo histórico. = De esta concepción errónea ha surgido. Entre los epígonos <,> junto a otras cosas, la representación de la “situación revolucionaria”93, que como se sabe, no llegaba nunca <,> = Al concepto de la sociedad sin clases tiene que volver a dársele su cariz mesiánico genuino, y ello en el interés de la propia política revolucionaria del proletariado.” (sic)94

Ante esto, recogemos el diálogo producido entre el documentalista Patricio Guzmán y el académico Sergio

93 El concepto de situación revolucionaria es una crítica al planteamiento señalado por Lenin, que dice: “A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposi-ble sin una situación revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desem-boca en una revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señaláramos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de “alturas”, una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que los de abajo quieran, sino que hace falta, además, que los de arriba no puedan seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación conside-rable, por estas causas, de la actividad de masas, que en tiempos de paz se dejan ex-poliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por lo mismos de arriba, a una acción independiente. Sin estos cambios objetivos, no solo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible” Citado por Regalado, Roberto en “América Latina entre siglos” p.47-48. Texto extraído de “La Bancarrota de la II Internacional” Vladimir Ilich Lenin, en O.C. Moscú: Editorial Progreso, t.26 p. 228,

94 Benjamín, W. (2010). La Dialéctica en Suspenso, Fragmentos sobre la Historia. San-tiago: Lom, p.76.

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Vuskovic, en el filme Salvador Allende, donde el primero interroga al profesor acerca de las ideas filosóficas que te-nía Allende, y Vuskovic en respuesta dice que: “no era un marxista clásico”95, es decir; marxista–leninista, puesto que no aceptaba dos ideas fundamentales del leninismo; el rol del partido único de gobierno y el concepto de la Dictadu-ra del Proletariado96. Sin embargo, podemos señalar que Allende era marxista porque aceptaba una de las ideas matrices de Marx; la lucha de clases97 y, también, la idea del desarrollo histórico hacia la sociedad sin clases, que es el fin de la explotación del hombre por el hombre, producida en el capitalismo. No obstante, como el mismo Salvador Allende señala, “He sostenido y sostengo que el marxismo es un método para interpretar la historia; no es un dogma o algo inmutable, falto de elasticidad. No puede haber una receta única, y bien pueden los hombres, aún teniendo el denominador común de marxistas, emplear tácticas y mé-todos diferentes.”98 Con lo que se propone una adaptación del marxismo a la realidad socio histórica chilena. En este sentido, podemos señalar que siempre está presente en él la significación del marxismo como método sociológico

95 Dialogo reproducido en Vuskovic, S. (2008). Salvador Allende y el idearium de Allende, En Cuadernos del Pensamiento Latinoamericano Nº15 Valparaíso; UPLA, p.12.

96 Ibidem97 Si bien, Marx aclara que este no es un concepto de él, será él mismo quien da

la significación histórica que adquirió este concepto, pues dice: “en lo que a mí respecta, no ostento el título de descubridor de la existencia de las clases en la sociedad moderna, y tampoco siquiera de la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habían descrito el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y los economistas burgueses la anatomía económica de las clases. Lo que yo hice de nuevo fue demostrar: 1) que la existencia de las clases está vinculada únicamente a fases particulares, históricas del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura sólo constituye la transición a la abolición de todas las clases y a una sociedad sin clases. Carta a Weydemeyer, Londres 5 de marzo de 1852. En Marx, K y F. Engels, (1947). Correspondencia. Buenos Aires: Austral, p.73.

98 Allende, S. Intervención parlamentaria sobre la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, sesiones 14º y 15º leg.ord. viernes 18 de junio de 1948. En Quiroga. P. (1988). Salvador Allende Obras Escogidas 1933-1948. Santiago: IEC - LAR, tomo I, p.465.

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que permite interpretar la realidad social, a partir de la teoría de la lucha de clases.

De esta manera, un primer término, que nos permi-te comprender la interpretación del marxismo que hace Allende, es el de lucha de clases. Este concepto que explica la relación antagónica que se produce entre las clases so-ciales, es desarrollado por Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista donde señalan que “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y es-clavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfren-taron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.

La moderna sociedad burguesa que ha salido de en-tre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las con-tradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas formas de lucha por otras nuevas.

Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad ve dividiéndose cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.”99

Desde el concepto de lucha de clases Allende compren-de que un factor primordial de la transformación de la so-ciedad está en la economía política, puesto que, desde este concepto Marx propone su definición sobre el desarrollo de la sociedad capitalista, a partir de sus modos de produc-ción. De esta manera, Salvador Allende pondrá un énfasis interpretativo de la realidad, no sólo en la historia, sino también en la economía, donde su pensamiento político

99 Manifiesto del partido comunista Ed. Cit p. 32.

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marxista desarrollará otros conceptos a partir de las exigen-cias locales de la realidad chilena. Por esto, cuando define revolución100, lo hace desde la aportación del marxismo y su contribución personal, diciendo lo siguiente: “…he dicho que somos antiimperialistas, antifeudales y antioligárqui-cos, y que tenemos un sentido revolucionario de la transfor-mación económico-social que necesita la Humanidad.

Quiero destacar, sí, que este sentido de la revolución no tiene el contenido habitual y pequeño con que suele emplearse esta palabra. Por ejemplo, no es revoluciona-rio el jefe militar que, a la cabeza de un regimiento, toma el Poder: eso puede ser un motín101. No es revolucionario el que, por la fuerza, logra, transitoriamente, mandar. En cambio, puede ser revolucionario el gobernante que, lle-gando legalmente al Poder, transforme el sentido social, la convivencia social y las bases económicas del país. Ese es el sentido que nosotros damos al concepto de revolución: transformación profunda y creadora.”102

Acerca de esta afirmación del concepto revolución, po-demos señalar tres apreciaciones. En primer lugar, es una de-

100 El concepto de revolución está tratado desde la antigüedad por griegos y roma-nos en sentido astronómico, no obstante, toma la característica de cambio de ré-gimen político recién a partir del siglo XVII. Sin embargo, debemos señalar que junto con esta acepción, la palabra revolución tiene otras variadas connotaciones. Sin perjuicio de esto, nosotros utilizamos el término a partir de su consideración social, es decir, desde la aportación de Marx como cambio social.

101 Este concepto, de motín, utilizado por Allende para señalar situaciones propias de nuestro país, llamadas revolucionarias, como las vividas en 1932, tiene una connotación similar a lo señalado por Engels como Revoluciones Minoritarias. Así, en el prefacio al texto de Marx de “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850” señala: “Hasta aquella fecha todas las revoluciones se habían reducido al derro-camiento y sustitución de una determinada dominación de clase por otra; pero todas las clases dominantes anteriores sólo eran pequeñas minorías, comparadas con las masa del pueblo dominada. Una minoría dominante era derribada, y otra minoría empuñaba en su lugar el timón del Estado y amoldaba a sus intereses las instituciones estatales.

Pero prescindiendo del contenido concreto de cada caso, la forma común a todas estas revoluciones era la de ser revoluciones minoritarias. Aún cuando la mayoría co-operase en ellas, lo hacía – conciente o inconscientemente – al servicio de una minoría; pero esto, o simplemente la actitud pasiva, la no resistencia por parte de la mayoría, daba al grupo minoritario la apariencia de ser el representante de todo el pueblo.” Marx, C. (1973). La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850. Buenos Aires: Anteo, p.17.

102 Su pensamiento político. Ed. Cit. p.464.

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finición marxista porque tiene el carácter de cambio social, lo que es propuesto y desarrollado principalmente por Marx103. En segundo lugar, y como consecuencia de lo primero, es una transformación profunda, es decir, cambia la estructura de la sociedad sustentada en la económica y la política. Y por último, es creadora, puesto que señala como vía para conquis-tar el poder la legalidad, algo inédito en los procesos sociales que se proponían alcanzar el socialismo en aquél momento. Aquí hace síntesis la interpretación propia de Allende sobre el marxismo, ya que, por una parte, mantiene lo esencial del concepto, en el mismo sentido que tiene para Marx, el de la transformación social y económica y, por otra, entrega su aportación, que es lo fundamental y genuino de su pensa-miento, el camino para la conquista del poder por parte de los trabajadores, ya que la legalidad tiene como condición sine qua non el triunfo democrático, que significa que la volun-tad mayoritaria de los ciudadanos se exprese, a través del sufragio universal, a favor de la transformación social y eco-nómica. El cambio acá está en la comprensión de esa lucha, pues no es entendida en un sentido literal de enfrentamien-to violento, sino en un sentido ilustrado y moderno, pues al optar por la vía democrática traslada al plano de las ideas la disputa por el poder, apostando que la verdad de la realidad será reconocible y expresada por la razón.

103 Seguimos el sentido de revolución señalado sobre esta idea por José Ferrater Mora quien dice: “A la idea de revolución política sucedió la de una revolución so-cial, patente en los escritos de los utopistas franceses y en los escritos de Marx”, quien señala que es la sustitución de una clase por otra, en sentido progresivo, es decir, que el cambio social signifique un avance. Ferrater Mora, J. (1994). Dic-cionario de Filosofía. Barcelona: Ariel, tomo IV p. 3093. Y como lo particulariza Conihuante en La Revolución Chilena, “Cada revolución es la forma concreta en que se presentan las leyes del cambio, de acuerdo con las condiciones generales y parti-culares. Cada revolución es una vía específica. La razón por la cual se le asigna tanta importancia a la vía chilena es que hasta ahora las revoluciones socialistas se han dado en condiciones concretas similares que conforman un tipo o modelo de transición. En cambio, en el caso chileno las condiciones específicas de su desarrollo y de la forma del desencadenamiento revolucionario, así como el momento histórico mundial en que se produce, permiten esperar que constituyan una experiencia tan distinta que llegue a configurar el inicio de un nuevo modelo o tipo de transición” Conihuante, G. (1971). La Revolución Chilena. Santiago: Nascimento, p.21.

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En esta definición realizada en 1948 sobre revolución, sostiene que no se trata de un proceso definido y acaba-do, sustentado en una táctica dogmática, lo que, en conse-cuencia, significa levantar una crítica directa hacia quienes señalaban como único proceso revolucionario posible la experiencia llevada a cabo por los bolcheviques rusos. Así las cosas, revolución tiene dos dimensiones para Allende, primero, el de proceso de transformación de la sociedad capitalista a la socialista y segundo, la táctica para ello.

En este sentido, nosotros decimos que hay una ma-duración en su pensamiento hasta su llegada a la presi-dencia, ya que durante este tránsito logra diferenciar entre un proceso revolucionario y una revolución. No obstante, nos detendremos en la referencia teórica de su propuesta.

Este proyecto creador, como lo denomina el mis-mo Allende, tiene, para nosotros un antecedente teórico fundamentado en un principio del Partido Socialista, que como señala Aniceto Rodríguez, es recogido de lo seña-lado por José Carlos Mariátegui, cuando dice “No quere-mos ciertamente; que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje al socialismo indo americano” (Mariátegui).Este pensamien-to lo recogen con fuerza y consecuencia los socialistas chi-lenos a partir de 1933.”104

El planteamiento vernacular de lo auténtico, desde la realidad particular de Latinoamérica, donde si bien Ma-riátegui plantea el problema del Indio y el problema de la Tierra como lo central de su interpretación marxista, de igual modo, señala con ello un legado para toda Nuestra América, que es la construcción de procesos de transfor-mación de la sociedad a partir de la realidad sociocultural de cada pueblo, sin copia ni receta, sino desde la propia

104 Rodríguez, A. Op. Cit. p.116. Esta cita de Mariátegui, señalada por Rodríguez, está tomada del texto: “Aniversario y Balance”, Amauta Lima 1928 pp. 1-3.

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tradición del pueblo. Sin duda, esto lo tiene muy claro Sal-vador Allende, quien en términos diferentes, para una rea-lidad distinta de la peruana, tiene de común, una misma idea, la autonomía de la construcción de los procesos so-ciales en América Latina. Esta idea establece el fundamen-to de su posición acerca de la autodeterminación de los pueblos, y con ello una valoración de la historia particular. Esto produce que en el desarrollo de su pensamiento, se den dos configuraciones, por una parte, recoge el análisis económico señalado desde la teoría de la dependencia y, por otra, el que haga formar parte a Chile de los países no alineados con Moscú.

Volviendo a los conceptos que se logran establecer de manera distinta en el desarrollo político de Allende, podemos decir que gran parte del problema ideológico de su interpretación del marxismo está centrado en estos conceptos, revolución y proceso revolucionario, ya que ambos están unidos por el sentido que tiene en cada uno la con-quista del poder.

De este modo, vemos que revolución en Marx, Engels y Lenin significa el establecimiento de la dictadura del pro-letariado. La expresión de este último, negada por Allen-de, es el elemento fundamental que marca la diferencia de interpretación del marxismo con aquella realizada por Lenin, producto de que es bajo esta idea donde los clásicos sientan las bases de la transformación social que significa hacer la revolución, porque ésta es la forma de conquista del poder en su totalidad, es decir, el poder absoluto bajo la dirección del proletariado.

Así, el concepto de dictadura del proletariado es pro-puesto por Marx a raíz de dos condiciones, la primera, es extraída del análisis social, donde él observa que todos los poderes del Estado, el ejecutivo, el legislativo y judicial, estaban en manos de la burguesía, quienes con ello man-tenían sus privilegios de clase explotadora y, la segunda,

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es desde la relación dialéctica del desenvolvimiento de la historia, que dice relación con la oposición de su contrario, es decir, que en el desarrollo histórico la oposición a la dic-tadura de la burguesía es la dictadura del proletariado. Esta situación, de la dictadura de la burguesía, Marx la observa en la mayoría de los países de Europa occidental. Mientras que en el caso de Lenin, la Rusia zarista tenía un retraso en comparación a los gobiernos del resto de Europa, ya que al ser un régimen monárquico absolutista, el Zar concentraba todos los poderes del Estado. Esto último ayuda al estable-cimiento de la dictadura del proletariado por parte de los bolcheviques, debido a que cuando cae el Zar el país pier-de inmediatamente el sostenedor de los poderes, los cuales son asumidos por los revolucionarios rusos, estableciendo en la práctica lo que teóricamente había señalado Marx so-bre el concepto de dictadura del proletariado.

De este modo, indicamos que el concepto de demo-cracia en el marxismo clásico sólo viene a representar una parte del poder a conquistar, de ahí que si bien tiene rela-ción con el sentido de ser, la dictadura del proletariado, un gobierno de la mayoría, no tiene el mismo sentido den-tro de la concepción que plantea la revolución. Salvador Allende logra comprender esta diferencia y denomina la vía chilena al socialismo como un proceso revolucionario y no como una revolución.

Ahora bien, qué significa proceso revolucionario en Allende; es el camino para la conquista del poder en su to-talidad desde el ejecutivo, pero con un límite en el judicial, ya que él no habla de conquistar el poder que representan los juzgados y condenar ideológicamente a la oposición. De ahí su sentido libertario del socialismo. Esta expresión libertaria de su pensamiento tiene dos antecedentes, uno personal, cuando conoce a Juan Demarchi y otro externo, que tiene su origen y auge en la crítica al socialismo real existente y en los diferentes procesos desarrollados el año

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´68, que ayudan a que Allende conserve su sentido liberta-rio en la interpretación que hace del marxismo.

La diferencia conceptual entre revolución y proceso re-volucionario tiene su manifestación, también, en la forma en que se lleva a cabo la lucha de clases. Ésta tuvo una expresión distinta, ya que no fue por medio de la declaración violenta por parte del proletariado o un grupo de vanguardia, sino que obedeció a una táctica fundamentada desde el carácter de masas para conquistar el poder. Esto trajo como conse-cuencia que el proceso revolucionario no fuera pacífico, sino de carácter moderado, ya que si bien no hubo una confron-tación abierta, hasta el Golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, hubo una violencia por parte del sector opositor que tiene como consecuencia la muerte del General del Ejercito y otros personeros políticos105, las que estaban dirigidas a crear un estado de beligerancia, destinado a producir una guerra civil, sin embargo, la construcción del socialismo en Chile denominado como vía chilena planteó como respuesta la dis-ciplina conciente para no dejarse arrastrar hacia la violencia y así evitar la confrontación, ya que no formaba parte ni de la táctica, ni de la estrategia que seguía este proceso.

La conquista del poder es la forma particular de la vía chilena al socialismo, que como señalábamos, tiene su raíz en una expresión de lucha fundada en la masividad. Esto tiene, efectivamente, la denominación de proceso revolu-cionario, porque el cambio social no obedecía a un refor-mismo parlamentario, sino a una lucha social desplegada organizadamente, consciente y disciplinada, que tenía un sustento en la unidad; con esto señalamos que la radicali-dad de la lucha no pasaba por el modo del enfrentamiento, sino por la masividad que se lograría como fuerza social, ejerciendo en la praxis social el poder alcanzado.

105 Entre los asesinados están el ex ministro del Interior de Eduardo Frei Montal-va, Edmundo Perez Zujovic, el Comandante en Jefe del ejercito Rene Schnei-der y el edecán naval del presidente Salvador Allende, entre otros.

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La idea anterior obedece a una nueva interpretación de la historia particular de cada pueblo, que permite de-sarrollar aún más el sentido local, en este caso, el chileno, desde una raíz histórica y cultural. Esto es posible de ob-servar cuando Salvador Allende señala que “Ello implica también que tome el pueblo conocimiento y conciencia de que el camino que nos hemos trazado es distinto del ca-mino que se han trazado otros pueblos, que es un camino auténticamente chileno, para la realidad de Chile, con mé-todos chilenos y para nuestro Chile.”106

Con lo anterior, Allende deja claro que el proceso de transformación de la sociedad, denominado vía chilena al socialismo, tiene sus fundamentos a partir de nuestra expe-riencia, es decir, de nuestra historia, y no se apoya en los procesos llevados a cabo bajo otras circunstancias, ya que esto permea la construcción propia, y no permite ver con claridad que la condición sociocultural y económica chilena tiene sus propias particularidades, las que pueden llegar a ser completamente diferentes de las existentes en otros pro-cesos. Esta idea, sigue estando fundamentada en lo señala-do por Marx y Engels, quienes en 1848 en el Manifiesto del Partido Comunista señalan: “El mismo Manifiesto explica que la aplicación práctica de estos principios dependerá siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes.”107

Ahora bien, expuestos los conceptos de lucha de cla-ses, de revolución, de dictadura del proletariado y de pro-ceso revolucionario, analizaremos dos conceptos que nos permiten completar la configuración de la interpretación del marxismo que realiza Salvador Allende.

Todo camino revolucionario, en el sentido marxista, está dado a partir de un cambio de posición del proleta-riado en la sociedad, para eliminar la explotación que so-

106 Su pensamiento político Ed. Cit. p.62.107 Marx, C. y F. Engels. Op. Cip. p.2. Señalado en el prefacio a la edición alemana

de 1872.

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bre él ejerce la burguesía, por tanto: “el primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia.”108

Este paso para la revolución obrera, que es la con-quista de la democracia, representa una conquista del poder político, que en la mayoría de los países tenía como régimen la democracia liberal, y que como bien lo señala Engels en el prefacio a La Lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, respecto del análisis que hace de la realidad de la socialdemocracia alemana y su avance electoral, plantea como conclusión que el sufragio uni-versal permite abrir las posibilidades de aprovechar las instituciones estatales en las que se organizaba la bur-guesía para luchar contra ellas mismas, sin embargo, su sentido principal es el de producir un desarrollo de con-ciencia revolucionaria.

De este modo, la primera tarea que debe desarrollar el proletariado, luego de establecerse como clase, es decir, una vez que tiene identidad y conciencia de clase, es orga-nizar la conquista del poder político. Por lo tanto, para la teoría marxista no hay contradicción entre una conquista del poder político mediante la democracia burguesa y el cambio radical mediante una lucha violenta y desatada para su conquista, sin embargo, son estadios diferentes del desarrollo histórico para alcanzar el socialismo.

Por su parte, el pensamiento de Allende recoge la tra-dición de los obreros chilenos, y plantea la conquista del poder por medio de la elección democrática y propone ini-ciar la otra etapa, la de transformación del poder económi-co, no haciendo una toma del poder en forma radical, ya que él se queda con el sentido esencial de revolución109, que

108 Marx, C. y F. Engels ibidem. p.59. 109 Tomamos este concepto desde la definición teórica aportada por la teoría

marxista clásica, ya que aplicamos a este camino, cómo lo entiende el propio Allende, el concepto de proceso revolucionario.

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es dado por la transformación profunda y no por el modo de conquista del poder político, con lo cual Allende entre-ga un fundamento al nuevo paradigma de construcción al socialismo, y con él se convierte en un adelantado en los procesos sociales, ya que éste responde a condiciones más contemporáneas del capitalismo y de los regímenes de gobierno.

Sin embargo, de igual modo, hemos querido aclarar la disyuntiva entre reforma y revolución, puesto que en varia-das ocasiones se ha tendido a interpretar el proceso chileno como reformista. Para esto, utilizaremos la configuración histórica de la teoría marxista, ya que así podremos esta-blecer si el proceso chileno teóricamente es o no reformista.

Desde el punto de vista clásico, quien establece una determinación, respecto de qué es y cómo se hace la revolu-ción, es Lenin, cuando forma la III Internacional Comunista y señala los 21 puntos que se deben aceptar para ser parte de ella. Este hecho se manifiesta en Chile, con la transfor-mación que tiene el Partido Obrero Socialista en 1922, don-de decide llamarse Partido Comunista de Chile y aceptar los 21 puntos. Las consecuencias que tiene esto es, por una parte, asumir la estrategia señalada por el Komintern y, por otra, perder el desarrollo de una propia teoría marxista, que interprete la realidad desde sus teóricos nacionales110.

Ante esto debemos señalar que el problema central que tiene la idea de la Revolución Mundial de Lenin, y que lo lleva a exportar revolución, es considerar al capitalismo de manera uniforme, sin sopesar las circunstancias de de-sarrollo que éste tenía en cada país. Al situar este análisis en el desarrollo teórico que tiene en Europa occidental, entendemos por qué Gramsci, por ejemplo, elaboró una estrategia distinta para Italia, ya que las condiciones polí-

110 Es importante el papel teórico que juega Luis Emilio Recabarren para la teoría marxista chilena, sin embargo, sus planteamientos principales son formula-dos antes de 1922.

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ticas, económicas y sociales en la Rusia zarista de princi-pios del siglo XX, no se daban en ningún país de occiden-te, puesto que el atraso económico, junto al poder político absoluto del Zar y una economía feudal, llevan a que la revolución se apoye fuertemente en el campesinado, del mismo modo que lo hace la Revolución francesa, ya que éste constituía la inmensa mayoría del pueblo ruso. Esta situación era muy distinta en los países europeos y, aun-que tenía coincidencia con situaciones de algunos países latinoamericanos, en cuanto a su desarrollo económico, la realidad sociocultural era completamente diferente.

Sin embargo, en el aspecto teórico de la disyunción entre una y otra vía, Rosa Luxemburgo en su texto Re-forma o Revolución establece que; la reforma es un proce-so de contención social que no permite el desarrollo de la clase proletaria, sino que produce un cambio simple de administración, donde no se produce la transformación profunda, es decir, la revolución, por lo que, incluso para ella, la democracia permite la conquista del poder, de este modo señala lo siguiente: “Si la democracia se volvió mo-lesta para los burgueses, es necesaria para el proletariado porque origina las formas políticas (administración autó-noma, derechos electorales, etc.) que le permitirán modi-ficar la sociedad burguesa. El proletariado llega a tener conciencia de sus intereses de clase y de su tarea histórica, porque la democracia le permite luchar por sus derechos. La democracia no es indispensable porque vuelve super-flua la toma del poder político por el proletariado, sino porque hace a esta conquista posible y necesaria.”111

Como vemos, el proceso de conquista del poder polí-tico por medio de la democracia, no puede ser denomina-do de reformista o de revolucionario, sino por el fin que se proponga, ya que una revolución violenta112, con una toma

111 Luxemburgo, R. Op. Cit. p.134. 112 Hemos decidido no ahondar en el sentido de la revolución violenta ni abordar

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del poder por asalto, como la que vivió el propio proceso chileno, bien puede ser contrarrevolucionaria y por tanto, también, podría tener un carácter reformista.

De este modo, dejamos establecido que el plantea-miento de Salvador Allende, sobre la vía chilena al socialis-mo es un proceso revolucionario, que permite fundar una nueva táctica revolucionaria, teniendo en la masividad113 su elemento principal, a diferencia de lo establecido por el proceso clásico de grupo o partido de vanguardia.

Un último concepto, que consideramos importante señalar, del pensamiento político de Salvador Allende, to-mado desde el marxismo, es el de socialización de los modos de producción, ya que este es el cambio fundamental que debe sufrir el modelo económico capitalista para comen-zar a construir el socialismo. En palabras de Engels, “El régimen capitalista de producción, al convertir en prole-tariado a la inmensa mayoría de los individuos de cada país, crea el poder obligado a operar, si no quiere perecer, esa transformación. Y al atizar cada vez más intensamen-te la conversión en propiedad del Estado de los grandes medios socializados de producción, señala por sí mismo el camino por el que esa transformación ha de operarse. El proletariado toma el Poder y empieza convirtiendo en pro-

el concepto de violencia, por dos razones, la primera, es que no constituye parte fundamental del pensamiento político de Salvador Allende, puesto que su desarrollo en el período de la Unidad Popular está formulado por otras corrientes de pensamiento, ya que en palabras del propio Allende: “El funda-mento de la revolución es la férrea unidad de los revolucionarios de las masas populares. Quien intente resquebrajarla está atentando contra el presente y futuro de la revolución. Para transformarse en poder, los obreros conscientes deben conquistar la mayoría. Esta no se logra creando un clima de inseguri-dad, y eventualmente el caos y la violencia.” Allende, S. (1972). Su pensamiento político. Santiago: Editorial Quimantu, p.272. Y, en segundo lugar, porque en sus textos este concepto está utilizado para designar lo negativo, no lo cons-tructivo del proceso chileno. Frente a esto dejamos claro que lo negativo, es decir la violencia, está atribuida a quienes la ejercieron realmente, que como lo señala la historia ésta fue ejercida por la Derecha económica

113 Es importante destacar que uno de los primero Partidos Comunistas en tener una política de masas es el PC chileno, por eso la profunda unidad entre éste y el planteamiento de Salvador Allende.

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piedad del Estado estos medios de producción. Más con ello, se destruye y supera asimismo como proletariado, destruye y supera todas las diferencias y antagonismos de clases y con ellas el Estado como tal Estado.”114

El proceso de socialización de los medios de produc-ción es el primer paso de la transformación revoluciona-ria, ya que como lo señala Engels permite superar las dife-rencias y antagonismos de clases presentes en la sociedad capitalista. En nuestro país, esto estuvo marcado por apli-caciones que hace Salvador Allende en su gobierno, las que tienen una aportación desde su visión y experiencia personal, llevándolo a plantear un nuevo concepto para el marxismo, el de democracia económica, que tiene su razón conceptual en la forma de conquista del Poder.

Ahora bien, el primer paso tiene a su vez dos elemen-tos que lo constituyen, el primero es la nacionalización de las materias primas, encabezadas por el cobre, junto al hie-rro, el carbón, entre otras riquezas mineras, sin embargo, la nacionalización de las riquezas naturales tiene un ori-gen latinoamericano y no marxista, ya que como lo señala Aniceto Rodríguez, es Lázaro Cárdenas en México quien realiza por primera vez esta medida en los años 30, con la nacionalización del petróleo. El segundo elemento, es la estatización de la banca, las industrias monopólicas y aquellas industrias fundamentales para el desarrollo de la producción chilena, junto con la profundización de la Reforma Agraria.

Todos estos pasos son realizados en una economía ca-pitalista, lo cual muestra que mediante el dominio político se pretendía iniciar el camino de transformación económica profundizando la democracia, la que se pretendía adecuar a la construcción del socialismo, a partir de una profundi-

114 Engels, F. (1945). Anti-Düring, Introducción a todas las ciencias y a toda la doctrina

marxista. México: Ediciones Fuente Cultural, p.285.

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zación radical, alcanzando incluso el desarrollo económi-co. Con esto se buscaba dar una mejor distribución de los frutos de la economía y acelerar el proceso productivo, es decir, producir un aumento en él, y acabar con la especu-lación financiera que se mantenía en la Banca. En palabras del propio Allende, “El modelo político que mi Gobierno está siguiendo para encaminarnos al socialismo exige que la revolución socioeconómica tenga lugar simultáneamente con la expansión económica ininterrumpida.”115

Junto a esto, la nacionalización de la Banca preten-día descentralizar los créditos a fin de generar un proceso industrializador del país en forma equitativa y no como ocurría hasta ese momento, que sólo se llevaba a cabo en Santiago. Este proceso de nacionalización y estatización de las materias primas y de las industrias fundamentales y monopólicas, junto con la banca, pretendía hacer que los trabajadores fueran quienes manejaran, dentro de una democracia de base, los procesos productivos, a fin de li-berarse de la explotación que sobre ellos ejercía una mino-ría. Una idea clara que muestra que el proceso económico chileno, durante el Gobierno de la Unidad Popular, tenía esta expresión marxista, es la siguiente, “Los trabajadores de Chile están resueltos a ser auténticamente libres. Han asumido ya, y asumirán aún más, el poder de resolver por sí mismos los problemas de sus centros de trabajo, los pro-blemas regionales, los grandes problemas nacionales. Di-rigen ya, de hecho, las empresas estatizadas. No reempla-zamos al patrón de ayer por un burócrata insensible hoy. Son los trabajadores quienes eligen libremente su consejo de dirección. Son los trabajadores quienes eligen sus Con-sejos o Comités de Producción.

Estamos librando al hombre: él debe dejar de mirar el dinero como la base única de su bienestar. El hombre libre

115 Su pensamiento político Ed. Cit. p.380.

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de alienación tiene otros parámetros para medir la vida, entra a considerar otros valores, y eso el pueblo lo intuye, lo aprende, lo siente.”116

Sin embargo, el proyecto económico planteado en el programa de Gobierno de Salvador Allende, también es se-ñal de una interpretación de la realidad, en la que se busca la mejor manera de concretar la transformación económi-ca y social que Chile necesita para construir el socialismo. Frente a esto, se trabajó conjuntamente tres modelos eco-nómicos, el estatal, el mixto y el privado. Sin embargo no ahondaremos en estas tres áreas desarrolladas en la eco-nomía, porque nuestro objeto es señalar el planteamiento teórico y no económico que desarrolla Salvador Allende, ya que para esto tendríamos que trabajar sobre otros textos y profundizar otros postulados. No obstante, los señalamos en la medida que éstos nos permiten observar hacia dónde estaba dirigido el manejo del poder político, y por consi-guiente, demostrar el carácter revolucionario del proceso. Frente a esto, ponemos a modo de síntesis del programa económico desarrollado, por Allende en su Gobierno, lo siguiente, “Nuestro programa económico contempla esti-mular a los empresarios medios y pequeños a seguir pro-duciendo y a que inviertan más. Con esto no hacemos nin-guna concesión ni figuramos falsas intenciones. Sólo somos consecuentes con nuestra concepción teórica. La superación del capitalismo y transición al socialismo, de acuerdo con nuestro camino, requiere la presencia y el aporte de la capa-cidad empresarial de un área activa de medianos y peque-ños productores. Lo que el proceso revolucionario exige es, justamente, acabar con la dictadura del monopolio privado y liberar así las fuerzas productivas internas.”117

Con esto ponemos fin al análisis conceptual de la interpretación marxista de Salvador Allende, señalando

116 Ibíd p.323117 Ibíd pp.379-380

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que, si bien, hay otros conceptos marxistas presentes en su pensamiento, son estos los que nos permiten comprender su interpretación del marxismo y de qué modo él lo era.

2. Concepción de la democracia La palabra democracia en su sentido etimológico significa li-teralmente; el poder del pueblo. Sin embargo, en un sentido más contemporáneo, podemos decir, que viene a designar el sistema de gobierno donde los ciudadanos, a través del voto, eligen a sus representantes, quienes toman las deci-siones políticas que representan a la mayoría dentro del estado. Esta última concepción está dada a partir de la Re-volución francesa118. No obstante, esta disyunción entre una concepción antigua y otra moderna equivale decir, según Giovanni Sartori, a una diferencia entre democracia directa, los griegos atenienses, e indirecta, los regímenes modernos. “La diferencia entre la democracia directa y la indirecta es en cualquier caso radical. En la democracia directa el pue-blo participa de manera continua en el ejercicio del poder, mientras que la democracia indirecta equivale básicamente a un sistema de limitación y control del poder.”119

Bajo ambas nociones el concepto de democracia presen-ta, inherentemente a él, un término esencial para distinguir a un régimen de gobierno como democrático o no, nos re-ferimos al concepto de pueblo. Este término tiene distintas valoraciones según cada cultura, ya que ellas han pensado y construido su democracia120 desde el cómo comprenden la pa-

118 En este punto seguimos a Dunn, quien en su texto señala: “después de la Revo-lución francesa, la democracia significaba, por lo menos, que el número era el recurso principal de la política. La cantidad contaba, ya fuese en el recuento de votos o en la ocupación de las calles.” Dunn, J. (1995). Democracia, el viaje inacabado (508 a. C. – 1993 d. C.). Barcelona: Tusquets Editores, p.144.

119 Sartori, G. (1988). Teoría de la Democracia (2tomos). Buenos Aires: Editorial REI, p.346 t.2

120 El término demos tenía para los griegos atenienses un sentido de totalidad, así,

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labra pueblo, de ahí que el sentido etimológico de este concep-to sea relevante para la comprensión del término democracia. De esta forma coincidimos con Sartori, quien nos dice que la concepción ideal y holística del término es propia de las len-guas donde la palabra pueblo tiene sentido de entidad única, por ejemplo en francés peuple, en alemán volk o en español pueblo, a diferencia del sentido que tiene el mismo término en inglés con la palabra people, la que posee un sentido plural, el que hace comprender el término democracia como suma de intereses individuales y no en la noción formulada por la tradición moderna, particularmente la francesa, de voluntad general121. Con lo anterior, vemos como la concepción de de-mocracia adquiere sentidos que dificultan la comprensión del concepto y el tratamiento de éste, ya que por una parte, el sentido que le otorga el ideal francés al pueblo dentro de la de-mocracia es el de totalidad de la ciudadanía, desde donde se construye el sentido de soberanía popular, sin embargo, el sen-tido anglo, que origina la democracia liberal, entiende por pue-blo a una mayoría simple, como una simple suma de votos.

Dentro de este contexto, la concepción de democracia que funda Salvador Allende, se erige como una síntesis

demoskratia es el gobierno de todos, sin embargo, en la época posterior, desde los romanos hasta la época media, el término demos fue reemplazado por el la-tín populus que viene a designar un grupo social dentro del constitucionalismo romano. De este modo recogemos la explicación de Sartori referida a la concep-ción moderna del término democracia como soberanía popular: “Durante unos quince siglos el concepto fue populus; lo que implica que la doctrina de la << soberanía popular>> incorporada a nuestro concepto de democracia no es griega, y se entiende erróneamente siempre que la hacemos derivar de demos”. Sartori, G. Ibíd, p.42

121 Frente a este complejo punto que presenta, a simple vista, una contradicción en-tre la voluntad general francesa, fundamento de la democracia ideal moderna, y lo señalado por Dunn como legado de esa democracia, decimos que obedece a la diferencia que se establece entre teoría y práctica, ya que para el ideal fran-cés, particularmente Rousseau, en quien estamos pensando, la voluntad gene-ral plantea que todos los votos sean tenidos en cuenta, ya que toda exclusión formal destruye su carácter de tal, por lo que la soberanía es indivisible por la misma razón que es inalienable. Sin embargo, la práctica y la manifestación de intereses de la clase privilegiada originó que esta concepción fuera adecuada al sentido dado por la defensa de sus intereses de clase dominante, lo que junto al concepto inglés de people originó una democracia liberal, donde la representa-ción mayoritaria establece las leyes por sobre la minoría.

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conceptual de distintas formas de comprender el término. En este sentido lo podemos entender bajo dos premisas, por una parte, la considerada como proceso de transfor-mación, y por otra, como la forma de gobierno. La primera premisa está tomada desde la perspectiva histórica y la construcción que de ella hacen los trabajadores chilenos, quienes la utilizan para sí, a partir de la propia concep-ción liberal que ésta tenía122, ya que cómo señalamos en capítulos precedentes, entienden que para darse una so-lución real a sus problemas deben tener una participación en los centros del poder político.123 De este modo, el con-cepto de pueblo tiene una expresión concreta en una parte de los ciudadanos, los trabajadores, quienes, a partir de un proceso de desarrollo de identidad, se asumen como la mayoría que señala la democracia liberal. Con lo anterior, vemos que, en la posición que asume la conciencia de los trabajadores chilenos, se origina lo que Leopoldo Zea se-ñala como conciencia de la dependencia.124

Mientras que la segunda premisa está tomada desde una conjugación entre la asimilación y desarrollo de con-ciencia de los trabajadores, que produce una comprensión

122 Esta característica que toma la comprensión sobre la democracia como condi-ción para la conquista del poder, que hacen los trabajadores, se produce gra-cias a la incorporación de partidos políticos y organizaciones sociales diversas que representan sus intereses, los que permitirán dar forma a un proyecto político propio.

123 “En Chile el absoluto predominio oligárquico, en buena medida apoyado por el ejemplo europeo, se debilitó. Los sectores medios chilenos se tornaron masivamente contrarios al sistema imperante; y el proletariado, aún de manera inorgánica, solicitó mejoras y reformas, tal como lo hacían el alemán, el francés y el británico. Las obtendría con la aprobación de leyes sociales en 1924” Correa et al. Op. Cit. p.89. Lo anterior ha sido abordado en profundidad en la primera parte de Historia e Identidad.

124 “La filosofía de la historia de América, se forja a partir de la conciencia de la dependencia. Dependencia con relación a los proyectos colonizadores que Europa, el mundo occidental, imponen a este continente. Será dentro del ho-rizonte de la colonización que ha sido descrito que se den diversas respuestas latinoamericanas a la misma. Respuestas que formarán la concepción de la historia de estos pueblos. Filosofía de la historia que será, también, antro-pología de los hombres que la protagonizan. Conciencia de la dependencia que dará, a su vez, origen a la búsqueda de su cancelación. Y dentro de esta cancelación va a quedar incluido el pasado vivido.” Zea, L. Op. Cit. p.165.

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de la forma de gobierno dentro del proceso de transforma-ción, y el ideal francés de la democracia. Esta concepción de la democracia como forma de gobierno está considerada desde un sentido republicano, ya que, por un parte, res-peta la legalidad y la institucionalidad y, por otra, asume el rol de mayoría definido en ella. Desde esta síntesis de concepciones se inicia el proceso de transformación social, mediante una profundización legal de la democracia. Sin embargo, esta profundización implica un cambio de con-cepción y, por tanto, de sentido de la democracia, ya que trae consigo la construcción de una democracia directa, pero no en el sentido griego clásico, sino en uno moderno que involucra el desarrollo de las sociedades y las nuevas aportaciones teóricas para su construcción.

Esta conjugación de características, que componen la concepción de democracia que tiene Salvador Allende, está íntimamente relacionada con la interpretación mar-xista de la democracia, aún cuando venga desde un senti-do republicano, lo que le da un sustento teórico genuino al pensamiento político de Salvador Allende, quien sabe interpretar la historia y la tradición de los trabajadores chilenos. De este modo, él se inclina, y en ello pone todo su esfuerzo, en que la forma de construcción del proceso, denominado vía chilena al socialismo, haya sido mediante el sufragio universal, es decir, dentro del régimen republica-no que establece la democracia liberal.

Por lo anterior, mantendremos nuestro análisis con-ceptual dentro de las características que posee la segunda premisa, es decir, la forma de gobierno, porque nos per-mite profundizar de mejor manera la concepción de la democracia que tiene Allende y comprender los matices desde los cuales está pensando el proceso de la vía chilena al socialismo como democrático.

Desde esta perspectiva podemos decir, que el cambio introducido en la modernidad a la concepción de democra-

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cia, con la incorporación de la noción de soberanía popular como lo señala Sartori, tiene una raíz teórica en el concep-to de pueblo como entidad única, sin embargo, esta noción teórica planteada, principalmente por Rousseau en el Con-trato Social, no se logra en la práctica, donde el interés de la clase dominante instauró un sistema de mayorías por sobre el de voluntad general125.

La relación que existe entre el ideal francés de la de-mocracia y la concepción que de ella tiene Salvador Allen-de, es posible de establecer a partir de la concepción de so-beranía popular, la que se construye mediante la voluntad general en la democracia. Este vínculo se produce debido a que gran parte de los pensadores y políticos que hacen la Revolución en 1789 son masones, igual que él. Esta con-dición de masón que tenía Allende, no es menos impor-tante que su condición de militante socialista, ya que son los revolucionarios franceses quienes plantean el sentido de igualdad, libertad y fraternidad, ideas que forman par-te de la tradición republicana chilena y, también, de él, lo que se manifiesta con más fuerza, aún, en la constitución de 1925, que como señalamos en el capitulo II, tiene una clara influencia radical, expresión política de los masones chilenos. Ante esta afirmación, podemos recordar, a modo de ejemplo, que una figura influyente en Salvador Allen-de fue su abuelo paterno, Ramón Allende Padín, quien no sólo fue serenísimo Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, sino también diputado por el Partido Radical. Jun-to a este antecedente, podemos señalar, dentro del mismo planteamiento, otro vínculo dado a partir de Allende ma-

125 Cabe señalar que ambos conceptos son contrarios, ya que al decir del mismo Rouseau: “Para que la voluntad sea general, no es siempre necesario que sea unánime; pero si es indispensable que todos los votos sean tenidos en cuenta. Toda exclusión formal destruye su carácter de tal” Rousseau, J. J. (1988). El Contrato Social. Santiago: Ercilla, p.34. Mientras que su contrario obedece a la determinación de una mayoría por sobre la opinión de la minoría, dejándola fuera de participar de la soberanía.

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són y el sentido republicano que en él tiene la democracia, ya que los principales líderes, entre ellos él, que fundan el Partido Socialista, también pertenecen a la masonería.

Desde está visión republicana de la democracia, jun-to a la interpretación de la tradición histórica de los tra-bajadores, Salvador Allende comienza a fundamentar un camino al socialismo distinto en la forma de alcanzar el poder político, el que consigue con la elección de 1970. Sin embargo, no se detiene en la obtención de éste con un triunfo electoral, sino que pretende ir más allá de dicho proceso, señalando; “Esta concepción de la participación ocasional de la mayoría del país en estos limitados aun-que extraordinariamente importantes actos como el que he señalado, ha hecho crisis en la mayoría de los países. Por cierto en los países socialistas, y aun en los países del capitalismo industrial. Es decir, se busca la forma para que en realidad sean las mayorías las que tengan una repre-sentación más auténtica. Esto, por cierto, es difícil de con-cebir en un régimen capitalista, en los países del capitalis-mo industrial, porque indiscutiblemente, si bien es cierto que las conquistas de tipo social permiten una acción más amplia de los trabajadores, también es cierto, y eso lo sa-bemos muy bien, que en ellos el poder es una expresión de una minoría y esta minoría defiende sus privilegios.”126

En estas palabras de Allende, podemos observar des-de donde está pensando el vuelco hacia la construcción de la democracia directa, apoyándose en la elección, mediante el sufragio universal por una parte, y convirtiendo el sufra-gio en herramienta de cambio, lo que produce una teoría política que conjuga revolución y democracia. Ahora bien, esta concepción de Allende trae consigo críticas al sufragio como único elemento democrático, ya que la democracia directa se opone a la concepción individualista que tiene la

126 Su pensamiento político Ed. Cit. p.47.

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democracia liberal, de este modo señala que “Durante de-cenios hemos luchado contra una práctica y entendimiento de la democracia puramente formales, en que el sufragio, símbolo externo de la manifestación del poder, ocultaba una realidad enajenante de la voluntad popular. La auténti-ca democracia exige permanente presencia y participación del ciudadano en los asuntos comunes, la vivencia directa e inmediata de la problemática social de la que es sujeto, que no puede limitarse a la periódica entrega de un mandato representativo. La democracia se vive, no se delega. Hacer vivir la democracia significa imponer las libertades sociales.

Hemos combatido siempre la concepción individua-lista de la democracia, vinculada al egoísmo propio de una organización capitalista, en que la concentración de los recursos económicos fundamentales en una minoría dominante permitía a ésta usufructuar de los mecanismos políticos representativos. Los grandes cambios efectuados en los últimos meses para imponer la democracia econó-mica, nos proporcionan el instrumento indispensable para alcanzar lo democracia social.”127

De lo anterior se desprenden dos premisas importantes para nuestro análisis, ya que, por una parte, es posible esta-blecer una relación desde la proposición “realidad enajenante de la voluntad popular” con el sentido de voluntad general en Rouseau y, por otra, en la de: “hacer vivir la democracia im-plica imponer las libertades sociales” con su sentido libertario. La primera relación es posible de establecer, porque Allende está reclamando la enajenación que ha sufrido la voluntad popular, entiéndase de los trabajadores, dentro del régimen democrático, el que idealmente tiene que ser considerado en la voluntad general, mientras que en la segunda relación nos lleva al sentido libertario128 de su pensamiento, expresado en

127 Ibíd. pp.389-390.128 Antes de proseguir, debemos aclarar al lector que el sentido libertario en Sal-

vador Allende, no puede ser considerado como consecuencia de lo sucedi-

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su concepto de pluralismo ideológico. El sentido libertario de Allende tiene un origen en su juventud con la relación que establece con el zapatero anarquista Juan Demarchi. Sin em-bargo, tendrá una expresión en su pensamiento político en dos sentidos, el primero, de respeto a la pluralidad ideoló-gica y como consecuencia de ello, el segundo sentido, en la limitación del poder del pueblo.

En Salvado Allende la idea de limitar el poder del pueblo sólo a lo político sin llegar al tercer poder del Esta-do, el judicial, permitía desarrollar en la sociedad chilena una libertad ideológica que no conoció de persecución ni represión por pensar distinto, ya que al no tener el poder judicial no hubo, dentro de su gobierno, juicios y encarce-lamientos por razones ideológicas o políticas. Esto, ade-más, está manifestado dentro de la propia heterogenei-dad de la Unidad Popular, donde confluían demócratas, marxistas, cristianos y radicales, es decir, un pluralismo ideológico,129 que bien puede ser vinculado a la idea de vo-luntad general en Rousseau, puesto que consideraba que todas las opiniones construían la soberanía.

Estas condiciones permiten a Salvador Allende plan-tear una posición transformadora desde la democracia y mantenerse en ella, respaldándose en la institucionalidad, como lo señala en su discurso La vía chilena al socialismo y el aparato del Estado actual130: “La cuestión teórica que ello plantea reposa en el supuesto que aparece evocado en el Informe Político: el de si la institucionalidad actual puede o no negarse a sí misma, abriendo paso a un nue-vo régimen institucional. Para responder a esta cuestión

do el año 1968 en diversas partes del mundo donde se criticó la rigidez del régimen soviético, ya que esta crítica no señaló una propuesta concreta que solucionara el problema de la libertad en el denominado socialismo real.

129 Para profundizar este tema recomendamos los textos de Sergio Vuskovic Rojo Construcción pluripartidista del socialismo en Revista Principios Nº 124, Santiago 1968 y El Pluripartidismo y el proceso chileno Santiago, Editorial Austral 1973.

130 Allende, S. “Informe al Pleno Nacional del Partido Socialista” Algarrobo 1972 en Su pensamiento político Ed. Cit.

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se requiere, previamente, tener en cuenta dos factores. En primer lugar, si el régimen institucional es o no abierto al cambio. En segundo lugar, qué fuerzas sociales están de-trás del régimen institucional, dándole su fortaleza. Am-bos factores se corresponden el uno al otro, ya que sólo si el aparato del Estado no es infranqueable a las fuerzas so-ciales populares puede concebirse que la institucionalidad sea suficientemente flexible para tolerar las transformacio-nes estructurales sin que estalle automáticamente.”131

En estas palabras vemos que Allende reconocía en la institucionalidad la posibilidad de transformación social, sin que estallara una guerra civil, fundamentando la lle-gada de las fuerzas sociales populares como el elemento trascendental en que se fundamentaba la acción del cam-bio social y económico dentro de la legalidad y respetando los marcos democráticos señalados en la Constitución de 1925, porque con esto se podía avanzar en la profundi-zación de la democracia, primero en la construcción de soberanía y luego en la acción más directa de ejecución del poder por parte de los trabajadores mismos, es decir, lo que él entendía por socialismo. De este modo definía la institucionalidad con las siguientes palabras, “Las ins-tituciones políticas son mecanismos creados por fuerzas sociales materiales. Están ligadas a estas últimas, y de la naturaleza y evolución de las fuerzas sociales dependen la historia y el destino de las instituciones.

Las instituciones no son un ente abstracto. La institu-cionalidad responde a la fuerza social que le da vida. Y lo que está acaeciendo ante nuestros ojos es que la fuerza del pueblo, del proletariado, de los campesinos, de los secto-res medios, está desplazando de su lugar hegemónico a la burguesía monopolista y latifundista. Que la conciencia y unidad del pueblo de Chile está arrinconando a la minoría

131 Su pensamiento político Ed. Cit. p.302

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privilegiada aliada con el capital imperialista. La institu-cionalidad vigente responde a la fuerza social que le da vida. No a abstracciones metafísicas.”132

Esta consideración es plenamente republicana, ya que considera a las instituciones políticas del Estado democrá-tico como producto de la fuerza social que le da vida, por tanto no ve la necesidad de eliminarlas, lo que junto a la li-bertad ideológica fundamenta el régimen que estaba cons-truyendo, sobre la base ideal de la democracia y su sentido de la soberanía popular, tal como lo expresaron los revo-lucionarios franceses de 1789. En esta misma alocución plantea la argumentación marxista, desde el plano teórico y condicionante, que permite señalar a la vía chilena al so-cialismo como un proceso revolucionario, “El informe po-lítico, al negar la posibilidad de que esta institucionalidad pueda dar paso a través de sus propios cauces a una insti-tucionalidad con distinto sentido de clase, parece haberse olvidado de principios fundamentales de la dialéctica. Da la impresión de desconocer que la superación de un régi-men socioeconómico, su reemplazo por otro, exige el de-sarrollo de los factores sociales y económicos constitutiva-mente contrarios a ese régimen. Factores de negación que son, a un tiempo, agentes de la transformación y primeras manifestaciones del régimen futuro. Esos factores motores del proceso revolucionario de cambios no son ni las leyes ni el aparato institucional del Estado propiamente dicho, sino que se encuentran en la estructura económica, en las relaciones de producción nuevas que estamos poniendo en funcionamiento de modo acelerado, en la conciencia de los trabajadores, en las nuevas organizaciones de los trabajadores que los cambios en la infraestructura deben producir, y que los partidos populares deben estimular y guiar. El manejo de los rudimentos científicos del análisis

132 ibíd, p.304

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en términos materialistas presupone que la acumulación de cambios cuantitativos produce cambios cualitativos.”133

Con esto Allende logra fundamentar una concepción compleja de la democracia como forma de gobierno, par-tiendo de la base marxista de cómo entiende en la demo-cracia el concepto de pueblo, sin embargo, logra a partir de ahí cimentar el camino de construcción al socialismo mediante los causes de un régimen, hasta ahí, democrático burgués, logrando hacer una síntesis entre quienes hacen el proceso revolucionario, el Estado que deben transfor-mar y la institucionalidad presente para ello.

Bajo estas circunstancias él supera esta situación sus-tentándose en la flexibilidad de la Constitución de 1925, en la tradición de las luchas de los trabajadores y, por último, en un sentido libertario al dejar fuera del proceso revolu-cionario la conquista del poder judicial, lo que le permite que el desarrollo de la vía chilena al socialismo sea un cami-no revolucionario, democrático, pluralista y libertario.

3. Sentido de la Independencia

Hemos establecido como tercera categoría de análisis del pensamiento político de Salvador Allende su sentido de la independencia porque nos permite visualizar elementos de diversas raíces presentes en su planteamiento teórico, formando parte de una línea teórica propia. Frente a esto podemos señalar que bajo esta categoría está presente la idea latinoamericanista de Allende que es un fundamen-to primordial en su pensamiento político, expresado en el concepto de autodeterminación de los pueblos.

El sentido de la autodeterminación de los pueblos tiene dimensiones particulares en Salvador Allende, por-

133 ibíd, p.305

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que le permite fundamentar el carácter genuino de la vía chilena al socialismo e interpretar la realidad económica con la teoría de la dependencia. Ambas dimensiones nos lle-van a decir que, por una parte, la realidad sociocultural chilena y su tradición histórica tiene particularidades que el marxismo clásico, hasta ese momento no reconocía y, por otra parte, que la construcción del socialismo obede-ce a un criterio propio de cada pueblo y no a un dogma político, posición crítica que está presente en toda la vida de Salvador Allende, desde su rechazo a la formación de soviets obreros en su época universitaria hasta su posición de señalar a Chile como país no alineado. Bajo esta óptica señala, “El camino es auténticamente nuestro. Cada país tiene su propia realidad, su propia historia y sus propias características. Frente a ellas está la obligación de sus diri-gentes populares: saber encontrar la solución.”134

Esta concepción tiene un origen en el legado que deja en el pensamiento marxista José Carlos Mariátegui, quien dice que el marxismo en Nuestra América no debe ser una copia fiel, sino un proceso creador. Este carácter creador en la interpretación del marxismo que influye en Salvador Allen-de, está desarrollado por la particularidad que tiene el propio proceso de emancipación de los trabajadores chilenos, que Allende denomina como tradicional. Esta característica en la interpretación de la realidad sociocultural chilena, por par-te de Salvador Allende, tiene origen en la formación de la conciencia de la dependencia, tal como la entiende y define Leopoldo Zea y en lo que Fernando Ortiz señala como pro-ceso de transculturación, lo que obedece a una configuración histórica del camino de emancipación de los pueblos latinoa-mericanos y que Salvador Allende era conciente de ello. Sin duda, desde aquí también Allende recoge los análisis teóri-cos sobre la economía latinoamericana que realiza la Comi-

134 Su pensamiento político Ed. Cit. p.206.

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sión Económica para América Latina (CEPAL), en su estudio sobre la dependencia, que Salvador Allende hace extensiva a los planos ideológicos y culturales. Sin embargo, la recep-ción de la teoría de la dependencia por parte de Allende no obedece al sentido genérico que aporta el análisis de Larraín cuando señala que; “El surgimiento de las teorías de la de-pendencia coincidió con el resurgimiento del marxismo y de las esperanzas socialistas en los años 60 y 70.”135

No coincidimos con este análisis realizado por Jorge Larraín, o al menos no lo aplicamos como antecedente en el desarrollo que tiene la teoría de la dependencia en el pensamiento político de Salvador Allende, porque él ya en 1948, en el discurso contra la aprobación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, señalaba el atraso económico de América Latina y de nuestro país a partir del “Informe Smith” que es el informe que originó la crea-ción de la CEPAL136 por parte de las Naciones Unidas.

No obstante, es posible ver que su impacto es ma-yor en el conjunto de la sociedad en las décadas señaladas, producto del auge que toma el socialismo en América La-tina luego de la Revolución cubana, lo que conjugado con lo que señala Moulian, al respecto, permite una cercanía entre los análisis de la CEPAL y los distintos pensadores y políticos progresistas de América. “La teoría de la de-pendencia afirmaba la imposibilidad del desarrollo capi-talista chileno (incluso modernizado o reformado), puesto que el subdesarrollo no era considerado una etapa sino un estado del capitalismo dependiente y por tanto cualquier posibilidad de desarrollo pasaba por el socialismo.”137

Es evidente que al negar la posibilidad de desarrollo dentro del capitalismo dependiente se daba razón y argu-

135 Larraín, J. Op. Cit. p.121.136 CEPAL se crea en 1948, luego de que las Naciones Unidas crearan las comi-

siones económicas regionales. En 1949 se entrega el primer informe conocido como: “Estudio Económico de América Latina”.

137 Muolian, T. Op. Cit. p.251.

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mento para que cada país de América Latina iniciara un camino de modernización, donde Allende y su propuesta programática de la vía chilena al socialismo así lo demues-tra, ya que como señala Duran, “Los ideales de la moder-nización señalados por Myrdal, cuyo contenido analizó, constituyen propiamente las metas que definen al proceso de modernización. Una sociedad que se moderniza, tiende a la consecución de dichas metas. Son ellas: a) racionali-dad; b) desarrollo y planificación; c) aumento de la pro-ductividad; d) elevación de los niveles de vida; e) igua-lamiento social y nacional; f) independencia nacional; g) democracia política; h) democracia en la base; i) disciplina social; j) actitudes (e instituciones) para el desarrollo.”138

Los ideales de Myrdal señalados por Duran en su texto sobre los Paradigmas Sociológicos del Desarrollo no se encuentran nada de lejanos al planteamiento del progra-ma de la Unidad Popular y a la relación que se estable-ce entre los análisis económicos de la dependencia, entre centro y periferia, y los planteamientos de igualdad que señalaba el socialismo, ya que desde estos estudios se ini-cia una relación entre lo que sucedía entre los trabajadores y el burgués dueño del capital, y los países dominantes y los países dominados que estaban en la periferia econó-mica. De este modo, podemos comparar los términos de Myrdal con los señalados por Allende de la siguiente ma-nera: la racionalidad como conciencia social; el desarrollo y la planificación del país desde la dirección del Estado en conjunto con la democracia de base que se originaba en las empresas con los comités de trabajadores; el iguala-miento social con la disminución de la brecha económica y la redistribución del ingreso; el aumento significativo de los niveles de vida con mejoras sociales como la salud, la educación y el aumento salarial; la disciplina social como

138 Duran, F. (1995). Paradigmas Sociológicos del Desarrollo Santiago: Bravo y Allen-de Editores, p.69

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razón para lograr la unidad y avanzar con el país hacia otro estadio social, entre otros términos. Todos estos plan-teamientos, Allende los fundamenta en diferentes discur-sos en los que señalaba el camino para la construcción del socialismo, de esta manera, podemos decir que la consecu-ción del desarrollo económico y la modernización de la so-ciedad chilena bajo una orientación marxista y latinoame-ricana, nos conduciría, según Allende, al establecimiento del socialismo en Chile.

En este sentido, el proceso de la vía chilena al socialis-mo, tiene un carácter latinoamericanista, que además se manifiesta en el concepto de segunda independencia, el que Allende siempre señaló y que lo asimilaba a lo realizado por O´Higgins y los padres de la patria. Esto llevó a varios autores que han tratado el proyecto político de Allende a establecer una identidad, apoyados en una relación entre él y los ideales de los padres de la patria, que influye direc-tamente en su pensamiento político, sin embargo, nosotros no coincidimos con dicha influencia en su pensamiento, ya que nuestro estudio nos lleva a otra razón que fundamenta este concepto dentro de su pensamiento político.

De este modo, el concepto de segunda independencia está tomado desde el análisis de la CEPAL donde se ve claramente que la situación de retraso económico y some-timiento político de los países latinoamericanos obedece a la explotación extranjera. Estas consecuencias, que vive toda América, por el dominio de los capitales foráneos es-tán muy bien resumidas en la historia contada por Eduar-do Galeano en su texto: Las venas abiertas de América Latina. Así, Salvador Allende define que la segunda independencia era la independencia económica.

Dentro de esta concepción de la independencia eco-nómica, señalamos dos sentidos, por una parte, que está recogida desde los análisis de la CEPAL y, por otra, que está comprendida desde la posición anti-imperialista que

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el socialismo tenía, lo que, sin embargo, lo llevó a un sen-tido mucho más latinoamericanista, ya que se pone junto a los países no alineados

Bajo estas tres categorías principales, que hemos esta-blecido del pensamiento político de Salvador Allende, he-mos expuesto sus principales conceptos, los que han sido desarrollados y fundamentados desde un pensamiento complejo que establece una interrelación entre marxismo, democracia e independencia, lo que provoca que su pen-samiento político deba tener una consideración mayor al que la óptica histórica le ha dado, ya que lo reconoce prin-cipalmente como político. Sin embargo, gran parte de los postulados que fundamentan el proceso de la vía chilena al socialismo son origen de su pensamiento, que lo convierte en el primer presidente socialista electo democráticamen-te, instaurando un nuevo paradigma para la transforma-ción social en el sentido marxista que ésta posee.

De esta manera, las ideas de Salvador Allende re-cobran un sentido actual, dado por los diversos procesos latinoamericanos de construcción de modelos alternati-vos al capitalismo, e incluso de nuevos socialismos. De este modo, su pensamiento político forma parte del pen-samiento latinoamericano y de las ideas que buscan la emancipación de Nuestra América.

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Conclusiones

Los fantasmas de todas las revoluciones estrangu-ladas o traicionadas a lo largo de la historia lati-noamericana se asoman en las nuevas experien-cias, así como los tiempos presentes habían sido presentidos y engendrados por las contradiccio-nes del pasado. La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.

E. Galeano, Las Venas Abiertas de América Latina

El desafío de analizar conceptualmente el pensamiento político de Salvador Allende a partir de una reconstruc-ción de éste, nos invitó a realizar una reflexión sobre qué pretendía lograr Allende, ante lo cual se nos presentaba constantemente una frase que él utilizó a partir de los su-cesos del mayo francés el año 1968, que dice: “la revolución se hace primero en las personas, después en las cosas”. Esta fra-se, escrita en uno de los muros de París, hace mucho eco y sentido en Allende, precisamente porque él pretendía con su proceso revolucionario de vía chilena al socialismo pro-ducir un cambio en las personas y mostrar que son ellas quienes construyen la sociedad.

En este contexto, nos hemos propuesto concluir con dos ejercicios, por una parte, hacer una definición sobre el concepto de vía chilena al socialismo y, por otra, una re-flexión sobre el sujeto y su rol en dicho proceso de cons-trucción del socialismo, el que tuvo un carácter creador.

En un inicio señalamos que el concepto fundamental del pensamiento político de Salvador Allende era el de vía chilena al socialismo, ya que este término viene a expresar la idea central, no sólo de su gobierno, sino también la de su

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pensamiento, el que como vimos se construye a partir de diversas categorías de ideas, a saber, marxismo, democracia e independencia. El carácter personal que él les entrega a estas ideas, no es sólo el de una interrelación con la que ca-racterizó el proceso llevado a cabo en su gobierno, sino que está inmerso en los ideales propios de la modernidad sobre de la organización social de un estado. Este ideal, en lo fun-damental, refiere a la combinación de dos principios que están presentes en su pensamiento político; la organización racional de la producción y la emancipación del sujeto.

Ambos principios constituyen el ideal hacia donde se dirigía su planteamiento político, denominado vía chilena al socialismo, el que era completamente posible de desarro-llar dentro de la institucionalidad política del momento, sin embargo, y esto refleja que este ideal tenía una adap-tación a la realidad chilena, se ve sobrepasado por la asi-milación de ideas dogmáticas de construcción del socialis-mo, las que, en un inicio, se desarrollaron en sectores de su propia coalición política, pero que luego, también, son asumidas por parte de la ciudadanía. Así, en un análisis realizado por Moulian, se indica lo siguiente, “El proceso de la Unidad Popular fue vivido espontáneamente como socialista, exigiéndose de él resultados y medidas rápidas que prefigurarán el futuro. Esta conciencia espontánea no fue dirigida, ni regulada, pero se transformó a la larga en una especie de ideología semi-oficial.”139

Desde este análisis de Tomás Moulian, no despren-demos que la sociedad de aquél período no estaba a la al-tura de lo que el proceso les demandaba, porque eso en primer lugar, contradiría lo que hemos desarrollado como proceso histórico y, en segundo, sería hacer un análisis re-duccionista de la sociedad de aquel momento. Sin embar-go, coincidimos con Moulian porque clarifica en lo funda-

139 Moulian, T. Op. Cit. p.245.

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mental la divergencia que se produce durante el proceso, entre dos concepciones sobre el socialismo, una dada por la existencia de la Unión Soviética y la revolución cubana del ´59 y otra por un sentido creador, muy próxima a la in-terpretación latinoamericana del marxismo hecha por José Carlos Mariátegui.

Ahora bien, el proceso revolucionario de la vía chilena al socialismo es producto de un desarrollo de la conciencia de la dependencia y de la transculturación de ideas mar-xistas, junto a una tradición republicana que tenía la insti-tucionalidad política chilena, lo que dio origen a condicio-nes políticas y sociales para que en 1970 Salvador Allende fuera electo presidente de la república.

Ante esto, debemos comprender un nuevo sentido del carácter revolucionario, ya que desde el proceso de la vía chilena al socialismo se invierten los estadios para la transformación de la sociedad capitalista en una socialista, situando primero el proceso revolucionario y posterior-mente la revolución, lo que implica un camino diferente de construcción del socialismo.

Desde este análisis conceptual del pensamiento po-lítico de Salvador Allende, podemos definir la vía chilena al socialismo como un paradigma alternativo de construc-ción del socialismo, el que está dentro de los cánones de la democracia liberal, que sienta su estrategia táctica para la conquista del poder en el desarrollo de la conciencia de clase y en la masividad que de ella se produce, y en el desarrollo de una expresión propia como pueblo, que es inevitablemente un proceso de transculturación de ideas y costumbres, pero que, sin embargo, tienen un carácter genuino en el desarrollo socio cultural local. Todo este proceso de desarrollo social, constituye, en forma general, esta nueva vía.

En este proceso revolucionario, el sujeto juega un rol fundamental, ya que es él, quien lo lleva adelante, sien-

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do él, además, quien se ve afectado por la construcción del establecimiento de un nuevo tipo de relación social, la que involucra desarrollar nuevos valores humanos. De esta manera, el desarrollo de la vía chilena al socialismo no era simplemente un cambio en el aparato administrativo e institucional del Estado chileno y del régimen económico capitalista, sino que era, también, el desarrollo de nuevos valores en los que se fundamentaría la nueva sociedad, la que se originaría con el proceso revolucionario chileno.

Así, para Allende tenía un sentido especial la frase de los muros de París, porque en lo fundamental, la vía chilena al socialismo pretendía producir un cambio en las personas mediante una praxis democrática. Este cambio era el de-sarrollo de nuevos valores, inspirados en los ideales liber-tarios de la Revolución francesa, de igualdad, libertad y fraternidad, es decir, de lo que se comprendía idealmente por democracia. Este ideal de la forma de gobierno llamada democracia pretendía realizarse con la manifestación de la voluntad general, tal como la pensó Rousseau. El estable-cimiento de este ideal, dentro del proceso revolucionario chileno, era en la práctica la conformación de una sobera-nía popular en la que todas las opiniones formaban parte de ella, cambiando completamente el sentido que tenía la democracia liberal, donde primaba la expresión de quie-nes tenían la representación de la mayoría de los ciuda-danos, noción que no es propia de nuestra cultura, ya que como vimos en el último capítulo de nuestro trabajo, la noción de mayoría dentro de la democracia está dada por el sentido plural que tiene la palabra people, el que origina la democracia liberal, mientras que el mismo término en nuestra lengua, pueblo, tiene sentido de entidad única, to-tal, del mismo modo como la desarrolló el filósofo francés y como pretendió aplicarla Salvador Allende.

Este ideal de democracia llevaba consigo el estableci-miento de un nuevo rol del sujeto en el Estado, porque

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además obedecía a la manifestación de una búsqueda de un nuevo modelo político que permitiera la emancipación del sujeto y que además lo llevara al establecimiento de un socialismo de nuevo tipo, el que, por las características propias del proceso, pretendía ser democrático, pluralista y libertario.

De este modo, nuestra conclusión final ha querido poner énfasis en una reflexión, propia de una antropolo-gía filosófica latinoamericana, ya que tiene la particulari-dad de pensar un sujeto que es latinoamericano, el que se afirma y reafirma en la historia, tal como vimos que suce-día con nuestro sujeto de estudio. El proceso político que desarrolla Salvador Allende es una creación y recreación dentro de su marco histórico y social, el que ejerce sobre él la necesidad de construir un sujeto nuevo, de hacer una revolución en las personas, este proceso de construcción de una nueva sociedad pretende la emancipación del sujeto. Esto último obliga a pensar en una nueva ética política que debe asumir el sujeto, ya que no basta con desarrollar una conciencia de clase o de la dependencia, sino que debe pensar y buscar los principios que deben regir a un sujeto emancipado o en camino a serlo. Considerando que este sujeto pertenece a una realidad dependiente, como lo es la latinoamericana, la que además hoy se ha visto globa-lizada por ideales de una sociedad de consumo que con-trapone los valores propios de nuestras culturas latinas y precolombinas, pretendiendo borrarlos definitivamente por medio de la persuasión con ideas contingentes del éxito y el consumo por sobre el conocimiento y la valora-ción de la historia. Esta nueva realidad de la dominación cultural, que vivimos, tiene como centro el ideal burgués angloamericano, conocido como el sueño americano, ame-rican dream. Sin embargo, a partir de la experiencia de cons-trucción del nuevo paradigma de conquista del poder y, por tanto, de construcción del socialismo que generó la vía

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chilena, podemos pensar en valores éticos que permitirán construir una sociedad distinta de la actual, más humana y fraterna, sin una instrumentalización de los sujetos, sino en una igualdad de posibilidades para su desarrollo, vol-viendo la mirada hacia nuestras culturas precolombinas y latinas, hacia nuestra historia y hacia la construcción de un nosotros por sobre un yo individualista que propone el capitalismo actual.

De este modo, la democracia viene a ser como el lengua-je lo es para Calibán, quien en la obra de William Shakes-peare, “La Tempestad”, se da cuenta que el lenguaje que le ha enseñado su amo Próspero le sirve para maldecirlo, para rebelarse. De este modo, gracias a la transculturación de ideas europeas, principalmente del marxismo, se desa-rrolla una conciencia que permite a los trabajadores desa-rrollar una identidad, es decir, tener una comprensión de sí mismos, que los convierte en portadores y creadores de una subjetividad nueva, que permite la construcción de la llamada vía chilena al socialismo y nos permite pensar desde la concepción del proyecto asuntivo que señala Leopoldo Zea140, que recoge la historia, las raíces, las costumbres y la propia realidad para superar la condición en la que se encuentra el sujeto.

Bajo estas características es posible señalar, desde el pensamiento político de Salvador Allende, como aporta-ción al rol del sujeto latinoamericano y del nuevo sujeto en el estado democrático socialista, la idea de un sujeto di-

140 “El proyecto que tiene como punto de partida la propia realidad, por negativa que ella puede parecer, para tratar de construir sobre ella y con ella, el mundo que se anhela. Negación, pero en sentido hegeliano, negación que es afirma-ción. Esto es, absorción, asunción de la propia realidad. Y dentro de la realidad, la historia, el pasado. Asumiendo el todo para superarlo; negarlo, pero dialé-cticamente. Esto es, hacer de la realidad y pasado instrumento y elemento de que se es, y de lo que se quiere seguir siendo. Porque tal ha sido, precisamente, el supuesto secreto que ha permitido al occidente marchar de superación en superación. El proyecto asuntivo pretende ir más allá de la propia y concreta realidad, pero partiendo y contando con ella, cabalgando sobre su conocimiento y experiencia.” Zea, L. Op. Cit pp.270-271.

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verso, creador y parte de un desarrollo social, de la histo-ria y de la cultura. Este sujeto tiene como rol fundamental el respeto por el otro, fundado en un reconocimiento de tal, desde una valoración de sí mismo y de frente al suje-to dominador extranjero. El rol de este sujeto es ser parte de una totalidad social, que incluye las minorías, lo que produce y conserva el sentido pluralista y democrático del proceso. Junto a esto, debemos señalar el sentido liberta-rio que debe mantener el rol del sujeto, el que se funda-menta a partir de un reconocimiento de la persona como un igual, aunque diverso, con ideas propias, sin tener que imponer una posición, sino que construir en conjunto una diferente, no desde mi yo o su yo, sino desde un nosotros, que es la sociedad en su conjunto. Este elemento es una nueva forma de construir el humanismo socialista de la igualdad, ya que no se construye a partir de una lucha, pugna en la que gana el más poderoso, sino que se hace desde la construcción de un diálogo en que se reconocen las diferencias, pero en las que prevalecen como horizonte el bien común de la sociedad.

Este proceso revolucionario en que no se sobrevalo-ran los orígenes de cada sujetos permite poner en sintonía a laicos, marxistas y cristianos, en reunión, porque Salva-dor Allende pensó a un sujeto colectivo y social, por sobre el individual que genera el capitalismo en cualquiera de sus versiones. Este sujeto social es resultante de una cons-trucción histórica, que por las propias particularidades de su existencia se vuelve único e irrepetible, pero que, sin embargo, está en comunicación y acción con otro, por eso no pierde su sentido ni respeto por lo otro. En este senti-do tomamos las palabras de Arturo Andrés Roig, quien nos dice, “Por lo demás, la filosofía, cuyo comienzo sólo es posible desde un autorreconocimiento de un sujeto como valioso para sí mismo, necesita, como dice Hegel en una valiosa tesis que habrá de ser rescatada en su justo senti-

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do, de un “pueblo”, por donde el sujeto no es ni puede ser nunca un ser singular, sino un plural, no un “yo”, sino un “nosotros”, que se juega por eso mismo dentro del marco de las contradicciones sociales, en relación con las que se estructura el mundo de códigos y subcódigos.”141

La construcción de un nosotros permite que a partir de la valoración de sí mismo, por parte del sujeto, su función en relación con el ejercicio de esa autoafirmación, tal como vimos que ocurría con los obreros salitreros de comienzos del siglo XX, hace que los medios adquieran una valora-ción positiva para sí, como ocurrió efectivamente con la democracia, ya que bajo su instrumentalización lograron conquistar el poder político y avanzar hacia la construc-ción de una nueva sociedad, luchando por su independen-cia económica, política y cultural. Este nosotros histórico y latinoamericano, hoy se muestra como el profeta de la historia, como lo denomina Galeano, ya que en el nuevo contexto presenciamos proyectos políticos y sociales por lo que fue y contra lo que fue. Los pueblos vuelven su mi-rada a la historia para construirse y reconstruirse, porque siguen buscando la anhelada emancipación.

Con esta reflexión, acerca del rol del sujeto en el proceso revolucionario de la vía chilena al socialismo, fina-lizamos nuestro estudio sobre el pensamiento político de Salvador Allende, el que está marcado por el anteceden-te social e histórico de nuestra identidad cultural y con-ciencia de clase, quedándonos con sus últimas palabras, pronunciadas aquel fatídico 11 de septiembre de 1973, que reflejan la esperanza que tiene en el hombre para cambiar su destino:

“Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino, superarán otros hombres este momento

141 Roig, Arturo A. Op. Cit.p.5.

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gris y amargo en que la traición pretende impo-nerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las gran-des alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”142

142 Ultimas palabras del presidente Salvador Allende, radios Corporación y Ma-gallanes, 11 de septiembre de 1973. cfr periódico El Siglo Nº9107, Santiago 2008, p.19.

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