La Testadura no. 3: Augusto Sebastián García Ramírez

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La TestaDura literatura de paso no.3 Augusto Sebastián García Ramírez [email protected] latestadura.blogspot.com

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La Testadura, una literatura de paso no. 3: "Si aun es hoy y otros relatos" por Augusto Sebastián García Ramírez.

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La TestaDura literatura de paso no.3

Augusto Sebastián García Ramírez

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Augusto Sebastián García Ramírez

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CONTENIDO

Obviamente es un sádico Like Pushing A Rock Uphill

Si aun es hoy

Edición: Mario Eduardo Ángeles. Contacto: [email protected]

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CONTENIDO

Obviamente es un sádico Like Pushing A Rock Uphill

Si aun es hoy

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La Testadura 1

OBVIAMENTE ES UN SÁDICO

Tal vez sea una anécdota. La prensa local lo definió, en su mo-

mento, como un “sádico homicida”. Suspiró hondo, como un niño. Se

tumbó en la cama con sumo cuidado, pero aun insatisfecho, gimió, se quitó las gafas ray ban enchapadas en oro de 18 quilates y se estiró así, sin soltar las gafas; se colocó el otro brazo bajo la cabeza y cerró los ojos. Sus zapatos estaban hasta la madre de barro y pesaban como nun-ca. Sonreía su boca. Su cara es idéntica a la de un cerdo.

Es un personaje tan cruel, sádico y megalómano, sin ningún rasgo de redi-mirlo. Había poca luz, sólo una bombilla sucia que colgaba sobre una mesa

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OBVIAMENTE ES UN SÁDICO

Tal vez sea una anécdota. La prensa local lo definió, en su mo-

mento, como un “sádico homicida”. Suspiró hondo, como un niño. Se

tumbó en la cama con sumo cuidado, pero aun insatisfecho, gimió, se quitó las gafas ray ban enchapadas en oro de 18 quilates y se estiró así, sin soltar las gafas; se colocó el otro brazo bajo la cabeza y cerró los ojos. Sus zapatos estaban hasta la madre de barro y pesaban como nun-ca. Sonreía su boca. Su cara es idéntica a la de un cerdo.

Es un personaje tan cruel, sádico y megalómano, sin ningún rasgo de redi-mirlo. Había poca luz, sólo una bombilla sucia que colgaba sobre una mesa

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de trabajo. Terminada la “cura” contempló or-

gulloso el tolete, un vendaval de júbilo invadió sus pulmones y cuando terminó de exhalar el último hálito de felicidad, se sintió de nuevo capacitado para salir a la calle.

Hace un rato sólo había dado mues-tras de su poder. Sólo un atisbo de po-der. Para que dar más de la cuenta. Pinché parejita de pendejos. Ni cuenta se dieron cuando los sorprendí ahí quesque bien romanticotes. Muy bestias. Muy pendejos. Muy pobres. Ellos no estaban precisamente en misa. Y ella por supues-to que no estaba de rodillas rezando.

El callejón estaba oscuro. Mejor para él. Deseaba vencer la más larga de las batallas. Sin miedo a la oscuridad se adentró dejando por todos lados aroma a Gucci, fumando un cigarrillo malboro.

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de trabajo. Terminada la “cura” contempló or-

gulloso el tolete, un vendaval de júbilo invadió sus pulmones y cuando terminó de exhalar el último hálito de felicidad, se sintió de nuevo capacitado para salir a la calle.

Hace un rato sólo había dado mues-tras de su poder. Sólo un atisbo de po-der. Para que dar más de la cuenta. Pinché parejita de pendejos. Ni cuenta se dieron cuando los sorprendí ahí quesque bien romanticotes. Muy bestias. Muy pendejos. Muy pobres. Ellos no estaban precisamente en misa. Y ella por supues-to que no estaba de rodillas rezando.

El callejón estaba oscuro. Mejor para él. Deseaba vencer la más larga de las batallas. Sin miedo a la oscuridad se adentró dejando por todos lados aroma a Gucci, fumando un cigarrillo malboro.

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Y no por miedo. El miedo es una sensa-ción que el odio convierte en coraje. Ni madres. Él no era un maricón para la noche y no fumaba por desestresarse. Nunca ha tenido miedo. Es una persona incapaz de sentir el menor remordimien-to por nada, por ninguno de sus actos. Desde su punto de vista, nunca comete errores: todas las culpas corresponden siempre a los otros. Y si los demás sufren, es porque se lo merecen.

Lúdicamente arbitrario, que cuando le resultaba incómodo un prisionero, pa-ra no mancharse ropa ni manos, lanzaba a su perro contra el detenido que le mo-lestaba para que el perro no olvidara las buenas enseñanzas y lo mordiera hasta saciarse.

Se adentró en un callejón de las colo-nias jodidas de la ciudad. . A un asenta-miento irregular. Sin luz, Sin agua potable.

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Sin drenaje. Sin ilusiones. Pura mierda. Auténticos receptáculos sin fondo de la miseria humana. Lugar infestado de ratas, colonias que sólo producen putas de tercera y cerebros de chorlito. Que hace pensar en los peores hombres, los pecadores y los nefandos que se carco-mieron en Sodoma.

No hay alumbrado. Muchas y mu-chos de los obreros caminan por callejo-nes oscuros y sin empedrar. No hay segu-ridad, y como tampoco hay pavimento, las patrullas no entran a esos asenta-mientos, y por lo tanto es nula la vigilan-cia. Estaba ahí en ese asentamiento. De esos que día con día crecen a diestra y siniestra. Hasta ahí había llegado él. No con buenas intenciones. Nunca había tenido buenas acciones. Menos ahora que tiene charola, tolete, escudo y pistola con per-miso para matar. Menos ahora que tiene el

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Sin drenaje. Sin ilusiones. Pura mierda. Auténticos receptáculos sin fondo de la miseria humana. Lugar infestado de ratas, colonias que sólo producen putas de tercera y cerebros de chorlito. Que hace pensar en los peores hombres, los pecadores y los nefandos que se carco-mieron en Sodoma.

No hay alumbrado. Muchas y mu-chos de los obreros caminan por callejo-nes oscuros y sin empedrar. No hay segu-ridad, y como tampoco hay pavimento, las patrullas no entran a esos asenta-mientos, y por lo tanto es nula la vigilan-cia. Estaba ahí en ese asentamiento. De esos que día con día crecen a diestra y siniestra. Hasta ahí había llegado él. No con buenas intenciones. Nunca había tenido buenas acciones. Menos ahora que tiene charola, tolete, escudo y pistola con per-miso para matar. Menos ahora que tiene el

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poder. Menos ahora que nunca. Estaba allá por donde no pasó el dios el cristiano y por donde la tierra es muy blanda, el sistema de drenaje aún no llega y que cada vez que llueve se lo carga todo la chingada y a lo que llaman tromba. Exacto.

La patrulla le había dejado unos metros afuera del callejón. Sin miedo a que la desvalijaran la bola de buenos para nada de esas pobres colonias (tan peligrosos como los individuos que por-tan cuchillos o cuernos de chivo), dejó el carro estacionado. Una pareja de, al parecer, perros que atravesó la calle en ese instante, olisqueándose, mordiéndose lúbricamente en un cortejo próximo ya al apareamiento, (...) de gruñidos y su-dores, lo distrajo al grado de hacerle ol-vidar que en su mano portaba un tolete para sodomizar a una pareja de novios.

La Testadura 7

Sin un poco de esa calidad de delin-cuente, no se obtiene un resultado co-rrecto.

Sin decir más, había salido de la ca-sa. Era el puro placer de causar daño.

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Sin un poco de esa calidad de delin-cuente, no se obtiene un resultado co-rrecto.

Sin decir más, había salido de la ca-sa. Era el puro placer de causar daño.

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LIKE PUSHING A ROCK UPHILL

Tengo un conocido muy pendejo que

anoche llego al table dance a quitarme el tiempo. Cuando lo conocí me dijo que había nacido en luna llena y que por eso estaba un poco loco. Me Lo dijo sincera-mente. También tengo otros conocidos que son muy astutos, inteligentes, adine-rados, etc. etc.; y otros que son críticos, criticones, pasivos, etc., etc., y también tengo unos que son flacos, unos rete fla-cos otros gordos, los más.

A pesar de ser un pendejo es todo un maestro en el arte de engatusar a la gente. Eso sí que ni qué. Está es su buena gracia. Y no lo quiero negar.

Un poco ingenuo, pero no es malo. Lo cuento como son todas las cosas

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LIKE PUSHING A ROCK UPHILL

Tengo un conocido muy pendejo que

anoche llego al table dance a quitarme el tiempo. Cuando lo conocí me dijo que había nacido en luna llena y que por eso estaba un poco loco. Me Lo dijo sincera-mente. También tengo otros conocidos que son muy astutos, inteligentes, adine-rados, etc. etc.; y otros que son críticos, criticones, pasivos, etc., etc., y también tengo unos que son flacos, unos rete fla-cos otros gordos, los más.

A pesar de ser un pendejo es todo un maestro en el arte de engatusar a la gente. Eso sí que ni qué. Está es su buena gracia. Y no lo quiero negar.

Un poco ingenuo, pero no es malo. Lo cuento como son todas las cosas

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que son o parecen buenas. Anoche. Ya casi era media noche, en

medio de la música, los senos. Hermosos senos operados. Glúteos. Abundantes glúteos operados. Y la algarabía natural del table dance, el capitán de meseros me dijo al oído que afuera estaba una persona que insistía en verme.

Yo estaba sentado metiéndole los dedos a una mujer desnuda. Es hermosa. Muy nalgona, linda.

En la mesa mi whisky. Yo en éxtasis. Fui a la puerta. Habían pasado unos

minutos. Di la instrucción de que traspa-sara solo las cadenas. No más. Hasta ahí. Voy a escucharlo cinco minutos. Solo cin-co minutos, pensé.

Le sonreí. Que hipócrita soy. Ya esta-ba una periquera instalada.

Pobre cabrón siempre tan mugroso.

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Hoy ni a pachuli olía. Estaba de la chin-gada a leguas se ve. Cochambroso. Hice un ademán de sorpresa, pero me reprimí cualquier comentario. En otras ocasiones me hubiera cagado de la risa. Ya me conoce. Ya lo conozco. Ya nos conoce-mos. Ya nos conocíamos.

Me aguante. Su figura estaba de la chingada. Yo no sé por qué escribo de semejante animal.

Colocó su mano sobre mi hombro. El reloj de la entrada anunciaba que eran las doce de la noche menos diez minutos, y el muy imbécil me había ido a sacar del mejor ambiente nocturno del Bajío. Se quedo así y luego me consulto: “¿Cómo has estado?”.

“Yo hace ya ocho días que salí y ten-go unas ganas de emborracharme y de que me invites un privado”, y sonrió bus-cando mi apoyo desesperadamente .

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Hoy ni a pachuli olía. Estaba de la chin-gada a leguas se ve. Cochambroso. Hice un ademán de sorpresa, pero me reprimí cualquier comentario. En otras ocasiones me hubiera cagado de la risa. Ya me conoce. Ya lo conozco. Ya nos conoce-mos. Ya nos conocíamos.

Me aguante. Su figura estaba de la chingada. Yo no sé por qué escribo de semejante animal.

Colocó su mano sobre mi hombro. El reloj de la entrada anunciaba que eran las doce de la noche menos diez minutos, y el muy imbécil me había ido a sacar del mejor ambiente nocturno del Bajío. Se quedo así y luego me consulto: “¿Cómo has estado?”.

“Yo hace ya ocho días que salí y ten-go unas ganas de emborracharme y de que me invites un privado”, y sonrió bus-cando mi apoyo desesperadamente .

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Hubieran visto como me miraba. Yo era su salvador.

Estas muy delgado, le pregunte. Esta convertido en un esqueleto. Ya no puede adelgazar más. Se veía cansado. Deses-perado. Angustiado. Y loco. Con la soga al cuello. Me dijo que paso a saludarme. Su vieja estrategia. Tenía la boca seca, agrietada en la comisura de los labios.

Si. Baje treinta y cinco kilos. El capitán y dos meseros surgieron

como siempre. Lo mismo, me sirvieron. También a él. Siempre soy así. Siempre. No me importa si no toman. En un abrir y cerrar de ojos un mesero nos había servido lo mismo a los dos. Éste ya sabe que es lo que tomo. Y como lo tomo. Pero más rápido, mi conocido apuro su bebida de un sorbo derramando un po-co su barba insensible y volvió a dejar la copa sobre la mesa.

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Pobre cabrón siempre tan mugroso. Y hoy hasta muerto de hambre.

Yo ni siquiera había tomado con mi mano la copa. Ni salud dijo.

Y fue ahí cuando me di cuenta que mi conocido sólo podía usar un brazo; el otro permanecía pegado al cuerpo. En otras ocasiones me hubiera cagado de la risa. Me aguante.

Una virgencita morena y el papa pendían de su cuello. Siempre muy fiel. México siempre fiel.

Adentro el ambiente estaba de poca madre. Se escuchaban los gritos de: pe-los, pelos, pelos…

¡No mames!, les señale a esas figuras. ¡Tú me conoces! Yo siempre he sido

guadalupano y católico. Y por eso estoy aquí. Estoy bien. Bien con Dios y conmigo mismo. Dios me ayudo mucho. Y me ayuda mucho.

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Pobre cabrón siempre tan mugroso. Y hoy hasta muerto de hambre.

Yo ni siquiera había tomado con mi mano la copa. Ni salud dijo.

Y fue ahí cuando me di cuenta que mi conocido sólo podía usar un brazo; el otro permanecía pegado al cuerpo. En otras ocasiones me hubiera cagado de la risa. Me aguante.

Una virgencita morena y el papa pendían de su cuello. Siempre muy fiel. México siempre fiel.

Adentro el ambiente estaba de poca madre. Se escuchaban los gritos de: pe-los, pelos, pelos…

¡No mames!, les señale a esas figuras. ¡Tú me conoces! Yo siempre he sido

guadalupano y católico. Y por eso estoy aquí. Estoy bien. Bien con Dios y conmigo mismo. Dios me ayudo mucho. Y me ayuda mucho.

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Mi conocido estaba muy nervioso. Su plática fue de un lado a otro revolotean-do en el aire. Estaba muy nervioso es cierto. Se la está pasando mal. Muy mal. Ni pedo. No es mi pedo.

Mi conocido solicitó un cigarro. Al instante el mesero le extendió la cigarre-ra. Él tomo dos. Como siempre. Para llevar. Dijo. No traía ni unos cigarros.

Y siguió con su discurso. Con su rollo. Y es que el diálogo es una necesidad misteriosa. También es cierto estaba ate-rrorizado. Se lo vi. Me contó que allá en la grande se hizo de muy buenos amigos. Que incluso está asesorando a dos que tres que están por delitos menores. Qué conoció a secuestradores. Asesinos. Rate-ros. Y no sé que más me mencionó. Esta-ba perdido en explicarme que en la cár-cel le había ido muy bien. Me estaba dando lástima.

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Mi conocido estaba muy nervioso. Su plática fue de un lado a otro revolotean-do en el aire. Estaba muy nervioso es cierto. Se la está pasando mal. Muy mal. Ni pedo. No es mi pedo.

Mi conocido solicitó un cigarro. Al instante el mesero le extendió la cigarre-ra. Él tomo dos. Como siempre. Para llevar. Dijo. No traía ni unos cigarros.

Y siguió con su discurso. Con su rollo. Y es que el diálogo es una necesidad misteriosa. También es cierto estaba ate-rrorizado. Se lo vi. Me contó que allá en la grande se hizo de muy buenos amigos. Que incluso está asesorando a dos que tres que están por delitos menores. Qué conoció a secuestradores. Asesinos. Rate-ros. Y no sé que más me mencionó. Esta-ba perdido en explicarme que en la cár-cel le había ido muy bien. Me estaba dando lástima.

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Mi tiempo de comunicación con él estaba estrictamente limitado. Le despe-dí extendiéndole la mano al pobre dia-blo. No estaba para él.

Así que le desee suerte y a otra cosa. No iba a perder mi tiempo escuchándo-lo, no me interesaba para nada conti-nuar ahí. Regresé a dentro. Cinco minu-tos antes de la media noche. Los cadene-ros lo sacaron amigablemente. Y ni tiem-po le di que siguiera con su rollo. Antes de entrar le comenté al cadenero y al capitán que a ese señor le negaran mi presencia en el lugar para otras ocasio-nes. Y por siempre. No más.

Delante del antro esta parqueado un taxi, amarillo. Muy seguramente no lo abordo. Y no es para menos.

Él sabe que la cagó. Realizó su volun-tad, y obtuvo su recompensa, y por cier-to, merecida.

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Y en esto se llevó a su familia entre las patas.

Volví adentro. Volví a sumergirme en la blancura lechosa de Lucita. Es una loca. La mejor loca del table dance. El pelo lo tiene muy ensortijado, pero es pelo. No injertos. Y pechos erectos. Ope-rados. Es cierto. Pero muy ricos. Un par de grandes nalgas que le salen. Se puede poner un bulto de maíz arriba de sus nalgas que no se cae. Es bonita.

Tiene una sonrisa bonita la muy ca-brona. Sonrisa de dientes blancos y pare-jos como el comercial de pasta dental.

Me puso su teta en la boca. Deliciosa. Como si fuera de menta. Ansioso estaba mi pene.

Y después no se qué más. Creo que seguí con el whisky, hasta el fondo de la botella.

En alguna ocasión, mi conocido me dijo:

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Y en esto se llevó a su familia entre las patas.

Volví adentro. Volví a sumergirme en la blancura lechosa de Lucita. Es una loca. La mejor loca del table dance. El pelo lo tiene muy ensortijado, pero es pelo. No injertos. Y pechos erectos. Ope-rados. Es cierto. Pero muy ricos. Un par de grandes nalgas que le salen. Se puede poner un bulto de maíz arriba de sus nalgas que no se cae. Es bonita.

Tiene una sonrisa bonita la muy ca-brona. Sonrisa de dientes blancos y pare-jos como el comercial de pasta dental.

Me puso su teta en la boca. Deliciosa. Como si fuera de menta. Ansioso estaba mi pene.

Y después no se qué más. Creo que seguí con el whisky, hasta el fondo de la botella.

En alguna ocasión, mi conocido me dijo:

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“Me las van a pagar”. Estoy usando sus propias palabras. Qué imprudencia de su parte. Hablo alto. Muy alto. Demasia-do. Y, lo peor, con mucha seguridad.

Yo no le dije nada. Es inútil tratar de mejorar a quien no tiene remedio. El precio fue mucho más alto de lo que creyó. Significó el secuestro y golpiza a su esposa con copia para sus cuatro hijos además del despido de las empresas donde trabajaban y él, a la cárcel. Ni pedo.

La suerte mía es que yo sí sé dónde estoy parado, y él no. Yo soy muy tran-quilo. Saludable. Inteligente y me gusta vivir.

En resumen: se quiso poner con San-són a las patadas. Y Sansón no se anda con cuentos. Esta loco para ponerse con Sansón. Que le dé gracias a Dios que lo dejaron con vida.

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Y luego dicen que la luna no influye en los locos.

No hay otra explicación.

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Y luego dicen que la luna no influye en los locos.

No hay otra explicación.

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La Testadura 21

SI AUN ES HOY

Se mata con el riesgo de ver el día o la noche. Matan los soldados más desco-nocidos de la historia. Se mata con la frescura de un primer día de escuela. Se mata cantando musiquitas dulces. Se mata con el dinero para la merienda. Se mata una vez, muchas veces, casi siem-pre. Se mata a montones. Se mata co-mo si fuera algo muy raro. Se mata can-tando cosas tristes. Se mata en nombre de Dios. Se mata con los puños limpios. Se mata sin gritar, sin reír, sin compren-der, sin amar. Se mata como una grana-da. Se mata hecho un mar de lágrimas. Se mata un día de bodas. Se mata con la forma más fiera de odiar. Se mata con la fuerza de todo el amor. Se mata cuan-

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SI AUN ES HOY

Se mata con el riesgo de ver el día o la noche. Matan los soldados más desco-nocidos de la historia. Se mata con la frescura de un primer día de escuela. Se mata cantando musiquitas dulces. Se mata con el dinero para la merienda. Se mata una vez, muchas veces, casi siem-pre. Se mata a montones. Se mata co-mo si fuera algo muy raro. Se mata can-tando cosas tristes. Se mata en nombre de Dios. Se mata con los puños limpios. Se mata sin gritar, sin reír, sin compren-der, sin amar. Se mata como una grana-da. Se mata hecho un mar de lágrimas. Se mata un día de bodas. Se mata con la forma más fiera de odiar. Se mata con la fuerza de todo el amor. Se mata cuan-

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do la noche es seca y tiene sed. Se mata con el odio que apaga la luz. Como todo el mundo. Se mata sin pies ni cabeza. Se mata madrugando y mirando la hierba mojada.

Mata el de la cuchara grande. Se mata por lógica. Se mata un diez de mayo, un catorce de febrero, un día del padre, un día del niño, un día de reyes, en fiestas patrias y decembrinas, en un cumpleaños, un santo. Se mata matan-do. Se mata afuera de la Santa Cruz. Se mata en semana santa. Se mata con el Jesús en la boca. Se mata consciente de la situación. Se mata briago. Se mata con la constitución en la mano. Se mata para descansar. Se mata para olvidar el trago amargo. Se mata con los dedos de aquella mano marcada por el fuego de un 9 mm.

Se mata esperando la orden de partida.

La Testadura 23

Se mata sin tregua. Se mata dejando en el borde toda prisa. Se mata con saña. Se mata muy a pesar del juego y la son-risa. Se mata recostado al mar. Se mata buscando compañía. Se mata unas mi-llas hacia el sur, otras al norte. Se mata mirando con hambre al cielo. Se mata usando hilo de mar. Se mata con hom-bros de poca niñez. Por aquí, por allá, por mañana, por hoy, por todo espacio, por todo tiempo. Se mata en sueños. Se mata buscando que cosa amar. Se mata por razones de banderas y arsenal. Se mata lejos de la casa y el árbol. Se mata más allá. Se mata en una noche estrella-da. Se mata en una canción. Se mata en una calle desierta. Se mata en fila india. Se mata a la distancia. Se mata en mo-mentos de melancolía y reloj. Se mata sin saber a dónde ir. Se mata rompiendo las ventanas. Se mata en una sola cama.

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Se mata sin tregua. Se mata dejando en el borde toda prisa. Se mata con saña. Se mata muy a pesar del juego y la son-risa. Se mata recostado al mar. Se mata buscando compañía. Se mata unas mi-llas hacia el sur, otras al norte. Se mata mirando con hambre al cielo. Se mata usando hilo de mar. Se mata con hom-bros de poca niñez. Por aquí, por allá, por mañana, por hoy, por todo espacio, por todo tiempo. Se mata en sueños. Se mata buscando que cosa amar. Se mata por razones de banderas y arsenal. Se mata lejos de la casa y el árbol. Se mata más allá. Se mata en una noche estrella-da. Se mata en una canción. Se mata en una calle desierta. Se mata en fila india. Se mata a la distancia. Se mata en mo-mentos de melancolía y reloj. Se mata sin saber a dónde ir. Se mata rompiendo las ventanas. Se mata en una sola cama.

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Se mata en pedazos. Se mata más de una vez. Se mata para siempre. Se mata por hablar. Se mata lleno de optimismo. Se mata por no sentir respeto por las flores. Se mata por derramar comida en los manteles, por darles alcohol a algu-nos niños, por desnudar de prisa a las mujeres. Se mata por correr donde duer-men los enfermos, por fumar en los pal-cos del teatro.

Mata el que tiene prisa por llegar. Se mata en los parques desolados. Se mata casualmente. Se mata por todos lados. Se mata resbalando los dedos por el agua. Se mata al pie de la ciudad vieja y caída. Se mata quizás exagerando. Se mata diariamente. Se mata con el riesgo de que el miedo lo atormente. Se mata con el riesgo de que un día se demore el alba. Se mata más temprano que tarde. Se mata con el moño de luto. Se mata el

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día menos pensado, en cualquier sitio. Se mata casualmente. Se mata sin querer. Se mata porque se mata. Se mata por todos lados. Se mata con las letras. Se mata diariamente. Se mata hace mucho tiempo, demasiado tiempo. Se mata un segundo antes de decir adiós. Se mata como sonarse la nariz. Se mata cantando cosas muy tristes. Se mata terminando de amarse. Se mata al venir hacia acá. Se mata entre amenazas que no se pue-den repetir. Se mata esperando la lluvia. Se mata yendo al Este. Se mata al nacer. Se mata muy primitivamente, casi sal-vajemente. Se mata con odio, con des-precio, con rencor, con palabras hirientes, con garras y con dientes, con rabia, con violencia, con horror.

Se mata al borde del mar. Se mata, usando como arma una quijada de bu-rro. Se mata en pleno corazón de la ciudad.

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día menos pensado, en cualquier sitio. Se mata casualmente. Se mata sin querer. Se mata porque se mata. Se mata por todos lados. Se mata con las letras. Se mata diariamente. Se mata hace mucho tiempo, demasiado tiempo. Se mata un segundo antes de decir adiós. Se mata como sonarse la nariz. Se mata cantando cosas muy tristes. Se mata terminando de amarse. Se mata al venir hacia acá. Se mata entre amenazas que no se pue-den repetir. Se mata esperando la lluvia. Se mata yendo al Este. Se mata al nacer. Se mata muy primitivamente, casi sal-vajemente. Se mata con odio, con des-precio, con rencor, con palabras hirientes, con garras y con dientes, con rabia, con violencia, con horror.

Se mata al borde del mar. Se mata, usando como arma una quijada de bu-rro. Se mata en pleno corazón de la ciudad.

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Se mata al pie de la colina. Se mata en un recuerdo vivido de la infancia. Se mata con los trucos más bobos.

Mata el trabajo, el alcohol, la risa, las deudas, el chisme, la insidia, las drogas, el sexo, el sueño, la sobriedad, el desamor, la pericia, la impericia, la lealtad, la des-lealtad, la infidelidad, la pureza. Mata un AK 47. Mata un cuchillo cebollero, un palillo de dientes. Mata el patriotismo. Mata el sacerdote. Mata la gula. Se ma-ta con el pensamiento. Se mata con el odio en el corazón. Mata el sargento. Mata el cabo. Mata cualquiera. Mata la justicia. Mata la injusticia. Mata la natu-raleza. Mata la mujer. Mata el hombre. Mata el niño. Mata la niña. Mata el san-to. Mata el diablo. Mata el hambre. Ma-ta el bueno. Mata la mala. Mata la rue-da de la fortuna. Mata el devoto guada-lupano. Mata el gringo. Mata el musulmán.

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Mata el amor. Mata la desesperanza. Mata el rencor. Mata el desdén. Mata perder. Mata ganar. Mata la soledad. Mata la avaricia. Mata el fruncir la boca. Mata el saludo. Mata el pacifista. Mata el más cabrón. Mata el rico. Mata el po-bre. Mata el puto. Mata la puta.

Se mata si aún es hoy.

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Mata el amor. Mata la desesperanza. Mata el rencor. Mata el desdén. Mata perder. Mata ganar. Mata la soledad. Mata la avaricia. Mata el fruncir la boca. Mata el saludo. Mata el pacifista. Mata el más cabrón. Mata el rico. Mata el po-bre. Mata el puto. Mata la puta.

Se mata si aún es hoy.

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La TestaDura, una literatura de paso; Revista Semanal, Mayo 2012; Número de certificado de reserva otorgado por El Instituto Nacional de Derechos de Autor: ISBN Etc...; Número

de licitud de Título: en trámite; número de licitud de Contenido: ISNN....algo. Domicilio de la publicación: Invierno #120 bis y altos, Col. Centro. Imprenta: la milagrosa; s/n C.P.

76900 Distribuído por: latestadura.blogspot.com; invierno 120, Lindavista C.P. 76218. Querétaro, Qro. México, D.F: tels: 442 383 3109

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La TestaDura, una literatura de paso; Revista Semanal, Mayo 2012; Número de certificado de reserva otorgado por El Instituto Nacional de Derechos de Autor: ISBN Etc...; Número

de licitud de Título: en trámite; número de licitud de Contenido: ISNN....algo. Domicilio de la publicación: Invierno #120 bis y altos, Col. Centro. Imprenta: la milagrosa; s/n C.P.

76900 Distribuído por: latestadura.blogspot.com; invierno 120, Lindavista C.P. 76218. Querétaro, Qro. México, D.F: tels: 442 383 3109

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