La Testadura no. 16: Saga Lanuit

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La Testadura, una literatura de paso no. 16: Fragmentos de la novela ficción (parte 2) por Saga Lanuit.

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Coordinación editorial: Mario Eduardo Ángeles.

Jefe editorial: Erich Tang. Ilustración y fotografías : Pulpo Santo (p. 4, p. 17 y p. 26) y Miguel Escamilla (p. 12).

Correctora de estilo: Lizeth Briseño.

Consejo Editorial: Manuel Bañuelos, Miguel Esca-milla, Salvador Huerta, Pedro M. Serrot, Erich Tang, Mo. Eduardo Ángeles, Jesús Reyes.

Contacto: [email protected] [email protected] México, 2012.

Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus autores. Cuida el planeta, no desperdicies papel.

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FRAGMENTOS DE LA NOVELA FICCIÓN EN

LA CIUDAD (2da Parte)

Locos

• Anestsia

por Saga Lanuit

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LOCOS

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LOCOS El salón lleno de gente escuchan-

do al grupo síndrome del punk lo inspiran a sacarse la hebilla de su cinturón, alza el brazo y lo agita un poco amenazante mientras recorre el lugar danzando. Atrás de él los de-más chavos respiran aliviados pero antes de que se den cuenta regresa en un giro de 180 grados como poseí-do por la música empujando, da una

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LOCOS El salón lleno de gente escuchan-

do al grupo síndrome del punk lo inspiran a sacarse la hebilla de su cinturón, alza el brazo y lo agita un poco amenazante mientras recorre el lugar danzando. Atrás de él los de-más chavos respiran aliviados pero antes de que se den cuenta regresa en un giro de 180 grados como poseí-do por la música empujando, da una

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que otra cachetada y latigazos con el cinto a quien le quede cerca al ritmo de la música. No es de esperarse que entre los afectados se haga alianza para tirarlo al piso y hacerle lo mis-mo.

Omar el punk siendo vegetariano, portando varios tatuajes antinuclea-res y ecológicos, pareciendo el mismo un tipo de planta espinosa exótica era un punk roto. Los punks rotos aparte de ser anarquistas tienen la fama de buscar el caos por el caos. Especialmente resultan fanáticos de la destrucción . Muchos de ellos son

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vegetarianos por convicción pero carroñeros por oficio. Al igual que chacales andan por las calles. Yo por ser su amigo del bachillerato tenía la ventaja de pasarla bien con él sin ser molestado y tener a la vez un amigo pacifico en extremo, excepto cuando andaba inhalando resistol. En cuanto acercaba el pañuelo rociado de sol-vente hacia su nariz y boca, yo to-maba distancia. Tenía lapsos muy malos de locura donde acababa pe-gándole a alguien, o entre varios acababan sometiéndolo con enojo y temor ya que era muy vengativo.

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vegetarianos por convicción pero carroñeros por oficio. Al igual que chacales andan por las calles. Yo por ser su amigo del bachillerato tenía la ventaja de pasarla bien con él sin ser molestado y tener a la vez un amigo pacifico en extremo, excepto cuando andaba inhalando resistol. En cuanto acercaba el pañuelo rociado de sol-vente hacia su nariz y boca, yo to-maba distancia. Tenía lapsos muy malos de locura donde acababa pe-gándole a alguien, o entre varios acababan sometiéndolo con enojo y temor ya que era muy vengativo.

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Él y su hermano Hugo siempre estaban chacaleando juntos. A dife-rencia de Omar el punk, su hermano todas las veces iba exteriormente limpio. Esta facha de bien vestido ocultaba la realidad interior de Hu-go. También de pensamiento anar-quista conseguía todo tipo de sustan-cia, psicotrópico, estupefaciente, has-ta armas de poco calibre. Un día le pedí que me consiguiera un cigarrillo de mariguana. Ya una vez la había probado pero no logré sentir nada, creo que no retuve el humo lo sufi-ciente. Esta vez mientras estaba con

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Él y su hermano Hugo siempre estaban chacaleando juntos. A dife-rencia de Omar el punk, su hermano todas las veces iba exteriormente limpio. Esta facha de bien vestido ocultaba la realidad interior de Hu-go. También de pensamiento anar-quista conseguía todo tipo de sustan-cia, psicotrópico, estupefaciente, has-ta armas de poco calibre. Un día le pedí que me consiguiera un cigarrillo de mariguana. Ya una vez la había probado pero no logré sentir nada, creo que no retuve el humo lo sufi-ciente. Esta vez mientras estaba con

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Esteban y Néstor, mis mejores amigos les decía:

-Jóvenes, ¡Aguanten el humo lo más que puedan antes de sacarlo!- Contábamos con 17 años cuando nos metimos a una casa vacía del frac-cionamiento en el que nos conocimos todos a probar la mota. El conjunto nuevo como estaba y a mediados de 1994 recién la devaluación financiera del país representaba un muy mal negocio al dueño constructor y para nosotros significó terreno libre para llevar a cabo nuestros experimentos por todo lo largo y ancho. No faltó la

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vez que metimos a una selección de gente a pasar la borrachera en una casa vacía o para tener un momento a solas con alguna de nuestras ami-gas.

La mayoría de los habitantes eran padres de los otros pocos amigos de la colonia o amigos de nuestros pa-dres. Seres envueltos en la misma situación de transformar su condición social de clase media a clase baja en cualquier momento, por lo que muy pocos se quejaban del ruido que ha-cíamos. Uno o dos amargados en total. En especial un cabrón con cara

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vez que metimos a una selección de gente a pasar la borrachera en una casa vacía o para tener un momento a solas con alguna de nuestras ami-gas.

La mayoría de los habitantes eran padres de los otros pocos amigos de la colonia o amigos de nuestros pa-dres. Seres envueltos en la misma situación de transformar su condición social de clase media a clase baja en cualquier momento, por lo que muy pocos se quejaban del ruido que ha-cíamos. Uno o dos amargados en total. En especial un cabrón con cara

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mongoloide que resultó luego presi-dente de la colonia; es decir, encar-gado de organizar la colonia junto con los cobros a los inquilinos para servicios de limpieza y mantenimien-to del fraccionamiento. El hijo de pu-ta tomó su cargo representativo co-mo buen negocio, logró una dictadu-ra donde metió a chambear a sus familiares y fue muy difícil sacarlo de ahí en buenos términos, pero bueno ese es otro relato.

En fin; para salir por la ventana de la casa donde fumamos bastaba un pequeño brinco, lo di y al caer en

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el suelo de repente me entró una sensación de ligereza bastante gra-ciosa. No comenté nada porque pen-sé que no me creerían. Esteban pen-saba algo parecido, pues en cuanto nos volteamos a ver soltamos la risa. A Néstor no le hizo gracia, ni efecto, se marchó enojado. Los dos restantes paseamos por las calles vacías sin-tiendo la tibieza del viento, la clari-dad de los sonidos y un brillo especial saliente de todas las cosas.

Ese día nos gustó tanto la sensa-ción que dos horas después ya andá-bamos buscando a Omar el punk pa-

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el suelo de repente me entró una sensación de ligereza bastante gra-ciosa. No comenté nada porque pen-sé que no me creerían. Esteban pen-saba algo parecido, pues en cuanto nos volteamos a ver soltamos la risa. A Néstor no le hizo gracia, ni efecto, se marchó enojado. Los dos restantes paseamos por las calles vacías sin-tiendo la tibieza del viento, la clari-dad de los sonidos y un brillo especial saliente de todas las cosas.

Ese día nos gustó tanto la sensa-ción que dos horas después ya andá-bamos buscando a Omar el punk pa-

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ra que su carnal nos consiguiera algo más de hierba. Para la tercera hora ya teníamos un pedazo de periódico con 60 gramos por la ridícula canti-dad de 25 pesos. La peseta como se llamaba. Hugo transportaba sin mie-do una bolsa de plástico con un cuarto de kilo, apretada como esta-ba la sacó del interior de su pantalón sobre el abdomen y nos dijo:

-¡Esta buenísima esta hierba car-nales! Es de la que dejó ciego a Rigo Tovar. No saben lo que me paso re-cién la compré.

-¿Que te pasó Hugo?- Pregunta-

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mos al unísono. -No pues me pararon unos judi-

ciales en la calle y contemplando lo que portaba pues me eché a correr como si me persiguiera la mujer con cara de caballo, di la vuelta a la es-quina y la arrojé a la marquesina de una casa. Nadie me vio y estuvo per-fecto porque unos pasos más adelan-te me alcanzaron los cerdos y pues a punta de madrazos me revisaron.

¡Órale que mal rollo! ¡No mamar! Y ¿Qué te dijeron? - Pregunté.

¿Qué por qué corría si no traía problemas?- contesta el Hugo mien-

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mos al unísono. -No pues me pararon unos judi-

ciales en la calle y contemplando lo que portaba pues me eché a correr como si me persiguiera la mujer con cara de caballo, di la vuelta a la es-quina y la arrojé a la marquesina de una casa. Nadie me vio y estuvo per-fecto porque unos pasos más adelan-te me alcanzaron los cerdos y pues a punta de madrazos me revisaron.

¡Órale que mal rollo! ¡No mamar! Y ¿Qué te dijeron? - Pregunté.

¿Qué por qué corría si no traía problemas?- contesta el Hugo mien-

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tras acomoda nuestra peseta en una hoja de periódico.

Les dije que porque estaban muy feos y me habían asustado. Como me subieron a punta de patadas me bajaron de su auto. Esperé un rato, acaricié mis heridas y bajé la macha-ca de la marquesina- (Luego del co-mentario de Hugo reímos todos).

Regresamos a la colonia y cada quien se forjó su cigarro y lo adminis-tró como quiso. Yo siempre contaba con una libreta pequeña en la que apuntaba algunas cosas importantes como el tiempo del efecto, su explo-

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tras acomoda nuestra peseta en una hoja de periódico.

Les dije que porque estaban muy feos y me habían asustado. Como me subieron a punta de patadas me bajaron de su auto. Esperé un rato, acaricié mis heridas y bajé la macha-ca de la marquesina- (Luego del co-mentario de Hugo reímos todos).

Regresamos a la colonia y cada quien se forjó su cigarro y lo adminis-tró como quiso. Yo siempre contaba con una libreta pequeña en la que apuntaba algunas cosas importantes como el tiempo del efecto, su explo-

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sión, la manera de elevación, su desarrollo y su desenlace. Todo el proceso en el ensayo contaba como cuatro horas en total. La maravillosa sensación te transportaba al verano soleado donde no había nada que hacer más que pasarla bien, sentíase tan bien para todo; para ir al cine, para ir a una fiesta , a un concierto de rock, al teatro, a todos lados me-nos con los padres, ja. Nos conocían muy bien como para no darse cuen-ta, por ello empezamos a usar gotas para los ojos para cuando llegába-mos a la casa.

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Muchas amistades realizaron el test de María como le llamábamos. Amigas y amigos, y amigos y amigas de nuestros amigos se sumaron. Miré un poco al interior de este horizonte. Mientras más bajaba más se diversi-ficaba la cosa hasta llegar al grado de que conocía amigos que fumaban con su padre o su madre. Gente des-conocida surgió que aparte de me-terse hierba también le entraban a químicos como pastillas o cocaína. Como a Néstor no le ponía la mota conectó a una señora que vendía químicos.

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Muchas amistades realizaron el test de María como le llamábamos. Amigas y amigos, y amigos y amigas de nuestros amigos se sumaron. Miré un poco al interior de este horizonte. Mientras más bajaba más se diversi-ficaba la cosa hasta llegar al grado de que conocía amigos que fumaban con su padre o su madre. Gente des-conocida surgió que aparte de me-terse hierba también le entraban a químicos como pastillas o cocaína. Como a Néstor no le ponía la mota conectó a una señora que vendía químicos.

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A la ruca le decían la pantera. El menú de su restaurante cocinaban algunas variantes de la coca: Soda, piedra y cristal método. También una breve constelación de pastillas salían a diario: Diazepam, artane, Valium, rivotril, pericos, y las más caras: las Reynolds.

Un día conocí a la ruca personal-mente, tenía un peyote tatuado en la frente pero le entraba duro a la coca fumada. Aunque trataba a Néstor como a un hijo lo surtía de cosas para ponerse bien pendejo:

-Mi hijo prueba esto con una coca

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cola o con una cerveza, apresuran el efecto. Ya cuando quieras bajar fú-mate un toque-.

Las probamos todas. Los valiums detenían el tiempo para contestar y actuar, te encerraban en una burbu-ja donde nada te afectaba. Las dia-zepam de plano te ponían a dormir, útil para esos insomnios. El rivotril medicado a los epilépticos fue la pas-tilla que forjo cierto impacto en mí. El mundo se me presentaba veloz. Ante el continuo cambio de todas las cosas, yo me tomaba mi tiempo pa-ra contestar a cada cambio de veloci-

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dad, todo controlado a la perfección excepto mi coordinación. El artane fue el que menos me agradó, se sen-tía una estática desesperante. Todo quietísimo. Tus ojos hervían agigan-tando las sombras y si te tomabas una cerveza o una fumada de hier-ba se elevaba a tres o cuatro poten-cias más. A Esteban por desgracia le gustaron demasiado. Digo por des-gracia, porque eso fue lo que le des-arreglo el cerebro, lo llevo a padecer tiempo después un tipo de locura que cambio en extremo su vida.

Decidí no seguir consumiendo quí-

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dad, todo controlado a la perfección excepto mi coordinación. El artane fue el que menos me agradó, se sen-tía una estática desesperante. Todo quietísimo. Tus ojos hervían agigan-tando las sombras y si te tomabas una cerveza o una fumada de hier-ba se elevaba a tres o cuatro poten-cias más. A Esteban por desgracia le gustaron demasiado. Digo por des-gracia, porque eso fue lo que le des-arreglo el cerebro, lo llevo a padecer tiempo después un tipo de locura que cambio en extremo su vida.

Decidí no seguir consumiendo quí-

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micos. La adicción me costó mucho trabajo quitármela. Gente que le entraba a los químicos pronto llega-ba a otros niveles. El dinero se termi-naba transformando la calidad de existencia para quien tenía que con-seguir dicho producto, desde robar a prostituirse por dinero u sustancias. El Hugo y su hermano aprendían el arte de cristalear autos para sacar objetos valiosos del interior. Se rela-cionaban con traficantes de primer grado para no padecer. Las compa-ñeras de cama que tenían eran a cambio de unas rayas de cocaína.

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Otro problema que le encontré a los químicos es que te puedes quedar loco. El pobre Esteban después de varias pastillitas de 500 miligramos ya nunca más fue el mismo, se can-celó de todos los aspectos sociales, casi ya no salía de su casa ni hablaba con nadie.

Nuestro dealer oficial hermano de Omar punk, por fin tenía su primer padrino. Contaba con droga y pro-tección. El problema es que invertían él y su hermano sus ganancias en el mismo negocio y chacaleaban más de la cuenta. Toda la droga que ven-

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Otro problema que le encontré a los químicos es que te puedes quedar loco. El pobre Esteban después de varias pastillitas de 500 miligramos ya nunca más fue el mismo, se can-celó de todos los aspectos sociales, casi ya no salía de su casa ni hablaba con nadie.

Nuestro dealer oficial hermano de Omar punk, por fin tenía su primer padrino. Contaba con droga y pro-tección. El problema es que invertían él y su hermano sus ganancias en el mismo negocio y chacaleaban más de la cuenta. Toda la droga que ven-

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dían antes la pasaban ellos a revisión realizándole modificaciones. Pronto se quedaron sin clientes, sin padrino y no solo eso; Hugo perdió un dedo de la mano izquierda. A todos nos dijo que fue un accidente de motocicleta, pero sospechamos que el tal acciden-te los llevó a cambiar, a los dos, sus vidas por completo. Omar el punk se tiño el pelo de su color normal, lo recorto le puso gel y volvió a comer carne otra vez. Con pantalón de ves-tir, camisa y zapatos bostonianos in-tentó buscar ficha para entrar a la universidad a estudiar leyes. Hugo co-

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menzó leyendo la biblia y término dando pláticas sobre la existencia de dios, sobre sus milagros. Enseñando el muñón de su mano con orgullo a quien se acercaba a escuchar la his-toria de su reivindicación. Nosotros también seguimos loqueándole a la noche. No todos en el mismo nivel claro.

Néstor hecho piloto aviador, ha viajado por todo el mundo y ganado cajas llenas de dinero, sigue coque-teándole a la química. Cada que puede deja en picada el avión y lo retorna hábilmente a su curso sin que

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menzó leyendo la biblia y término dando pláticas sobre la existencia de dios, sobre sus milagros. Enseñando el muñón de su mano con orgullo a quien se acercaba a escuchar la his-toria de su reivindicación. Nosotros también seguimos loqueándole a la noche. No todos en el mismo nivel claro.

Néstor hecho piloto aviador, ha viajado por todo el mundo y ganado cajas llenas de dinero, sigue coque-teándole a la química. Cada que puede deja en picada el avión y lo retorna hábilmente a su curso sin que

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ningún pasajero se entere. Se va a casar con una de esas chicas que sa-len en la televisión. Ella no sabe de sus vicios ni los de ella, él. Pero se en-tienden y se sobrellevan.

Esteban rebaso la línea. Tiempo antes cuando era niño, en rebelión a la vida por segunda vez, sus huesos se estiraron hasta alcanzar alturas de casi dos metros. Alto como era. Inteli-gente y popular, bueno con las muje-res, creativo y propositor, nuestro amigo cambió. En vez de seguir sien-do el alma de la fiesta, como muerto se tiraba en el centro de los departa-

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mentos donde bebíamos y charlába-mos aguantando estoicamente la burla. Pronto cargo un martillo a donde iba alejando a los amigos y la charla. A la vuelta de la colonia que-da el parque Querétaro 2000, una presa luce en su extremo superior, alrededor del agua hay una zona con mucha vegetación donde se pa-saba casi todo el día este personaje. Siendo ya lo único que hacia; un par de meses después resolvió que no le ponía ya nada y decidió fugarse de esta vida sacándole la lengua a to-dos. Nunca vimos su cuerpo, ni fune-

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mentos donde bebíamos y charlába-mos aguantando estoicamente la burla. Pronto cargo un martillo a donde iba alejando a los amigos y la charla. A la vuelta de la colonia que-da el parque Querétaro 2000, una presa luce en su extremo superior, alrededor del agua hay una zona con mucha vegetación donde se pa-saba casi todo el día este personaje. Siendo ya lo único que hacia; un par de meses después resolvió que no le ponía ya nada y decidió fugarse de esta vida sacándole la lengua a to-dos. Nunca vimos su cuerpo, ni fune-

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ral, ni nada de nada, Él era excéntri-co y mucho tiempo he querido pen-sar que invento su muerte y anda por allá al otro lado del mundo cu-rándose de la locura de esa manera…

Yo desafortunadamente sigo aquí escribiendo esto que pasó hace más de diez años mientras caigo constan-temente durante el día en la tenta-ción de un último porro.

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ral, ni nada de nada, Él era excéntri-co y mucho tiempo he querido pen-sar que invento su muerte y anda por allá al otro lado del mundo cu-rándose de la locura de esa manera…

Yo desafortunadamente sigo aquí escribiendo esto que pasó hace más de diez años mientras caigo constan-temente durante el día en la tenta-ción de un último porro.

ANESTESIA

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A MANERA DE EPILOGO: ANESTESIA

El negocio funcionó bien a nuestro

personaje. Abre las puertas de su ho-gar, por las cuales ya no ha entrado ninguna persona. Son pocos los pasos a dar sobre ese corredor por el cual ya no recorre ningún otro par de za-patos que no sean los suyos desde hace mucho. Descansa los pies en su sillón pensando en que ya nadie lo vi-

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sita. En que su mujer lo dejó para siempre. Atrás de sus pupilas su cere-bro rememora como su vida de re-pente desacoplo los momentos social-mente felices. Solo como él, un brote de agua surge del lagrimal y se de-rrama sobre sus mejillas, con buena velocidad cae hasta el suelo.

Sabe que va a adormecerse en el tiempo, feliz al recorrer la manga de su camisa. Llena la jeringa de un compuesto rojo, polvo y líquido para después clavarla directo en su vena. Retira la apretada liga que había puesto en el brazo mirando en torno

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sita. En que su mujer lo dejó para siempre. Atrás de sus pupilas su cere-bro rememora como su vida de re-pente desacoplo los momentos social-mente felices. Solo como él, un brote de agua surge del lagrimal y se de-rrama sobre sus mejillas, con buena velocidad cae hasta el suelo.

Sabe que va a adormecerse en el tiempo, feliz al recorrer la manga de su camisa. Llena la jeringa de un compuesto rojo, polvo y líquido para después clavarla directo en su vena. Retira la apretada liga que había puesto en el brazo mirando en torno

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de la estancia. Sigue ahí el mismo pasillo desocupado pera ya no le duele. Tampoco pudo arreglar el tiempo, los mismos detalles se le pre-sentan teleológicamente. Objetivos existenciales casi a punto de llegar a cumplirse como resultado tienen una situación rota. No se siente presente ya sobre el sillón. En su incompleto estado decide rellenar el vacío dia-riamente con este anestésico.

El abandono últimamente ha

sido y va a ser su única morada…

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de mano en mano de pantalla en pantalla

¡¡¡Que la voz corra!!! La Testadura. Literatura de paso hecha para olvidarse en lugares

públicos y/o salas de espera

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