La tendencia militarista del imperio: uribismo y...

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15 E l año pasado examinábamos la tendencia militarista del imperio destacando que este colocaba al mun- do en la senda de una guerra global contra la humanidad. De hecho la racionalidad del sistema-mundo ca- pitalista opera en ese sentido; en sí mismo, es un sistema autodestructi- vo de la naturaleza y de los hombres. Pero la tendencia militarista, sobre todo en su expresión americana es- tadounidense, con su crecimiento exponencial, conlleva una amenaza global contra todo signo de vida en el planeta tierra. Esta amenaza cada vez es más explícita y más extendida en el mundo. Estamos en presencia de un plan de liquidación de los mé- todos pacíficos para dirimir diferen- La tendencia militarista del imperio: uribismo y pentagonismo se dan la mano Wladimir Ruiz Tirado cias y controversias internacionales. 1 La magnitud de tal tendencia es evaluada en forma muy bien docu- mentada por el autor americano Chal- mers Johnson, quien destaca que este envión a los gastos en el presupuesto de Defensa, por parte del imperia- lismo americano, busca propiciar el control y el dominio sobre el mayor número de países del que se tenga conocimiento hasta ahora. Como lo comenta Jalife-Rahme: «Las siete ba- ses militares adicionales de Estados Unidos en Colombia elevarán su to- tal planetario a 872, lo cual no tiene equivalente con ninguna potencia pasada o presente: ¡Estados Unidos 1. Wladimir Ruiz Tirado, La herman- dad del maíz, Imprenta Los Planes, San Salvador, 2008, p. 36

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El año pasado examinábamos la tendencia militarista del imperio

destacando que este colocaba al mun-do en la senda de una guerra global contra la humanidad. De hecho la racionalidad del sistema-mundo ca-pitalista opera en ese sentido; en sí mismo, es un sistema autodestructi-vo de la naturaleza y de los hombres. Pero la tendencia militarista, sobre todo en su expresión americana es-tadounidense, con su crecimiento exponencial, conlleva una amenaza global contra todo signo de vida en el planeta tierra. Esta amenaza cada vez es más explícita y más extendida en el mundo. Estamos en presencia de un plan de liquidación de los mé-todos pacíficos para dirimir diferen-

La tendencia militarista del imperio: uribismo y pentagonismo se dan la mano

Wladimir Ruiz Tirado

cias y controversias internacionales.1

La magnitud de tal tendencia es evaluada en forma muy bien docu-mentada por el autor americano Chal-mers Johnson, quien destaca que este envión a los gastos en el presupuesto de Defensa, por parte del imperia-lismo americano, busca propiciar el control y el dominio sobre el mayor número de países del que se tenga conocimiento hasta ahora. Como lo comenta Jalife-Rahme: «Las siete ba-ses militares adicionales de Estados Unidos en Colombia elevarán su to-tal planetario a 872, lo cual no tiene equivalente con ninguna potencia pasada o presente: ¡Estados Unidos

1. Wladimir Ruiz Tirado, La herman-dad del maíz, Imprenta Los Planes, San Salvador, 2008, p. 36

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invadió literalmente al mundo!».2

Solo para comparar, y siguiendo a Johnson: «Resulta muy interesante que las treinta y ocho instalaciones militares estadounidenses de tama-ño grande y medio diseminadas por el planeta en 2005 (la mayoría de ba-ses aéreas y navales para nuestros bombarderos y flota) casi igualan con exactitud las treinta y seis bases navales y guarniciones británicas en la época de su cenit imperial en 1898. El imperio romano en su momento de plenitud en el año 117 (a.C.) ne-cesitaba treinta y siete grandes bases para vigilar sus posesiones, desde Bretaña hasta Egipto, de Hispania a Armenia. Quizás el número óptimo de grandes fortalezas y guarniciones para una potencia imperialista aspi-rante a dominar el mundo se mueva ente treinta y cinco y cuarenta».3

Cuando un imperio apela al uso indiscriminado de la fuerza para imponer su hegemonía está dan-do claras señales de su decadencia. Diferentes autores, además del ya citado Johnson, dan cuenta de ello.

2. Alfredo Jalife-Rhame, “¿Más siete de Colombia? Las 865 bases militares de EEUU en 40 países”, La Jornada, 10 de agosto, 2009.

3. Chalmers Johnson, “El imperio mundial: 737 bases militares estadouni-denses”, Alternet.org, 4 de abril de 2007 (Capítulo del libro Némesis: The Last Days of the American Republic).

Un ejemplo lo podemos encontrar en Berman Morris, quien en su obra El crepúsculo de la sociedad americana hace un análisis que resalta la expli-cación del declive de la cultura ame-ricana como un proceso de carácter estructural, donde se juntan, además de aquellos factores endémicos de dicha sociedad, como la brecha entre ricos y pobres, el creciente clima de apatía, cinismo y corrupción, y las dramáticas caídas en los niveles de alfabetización y conciencia intelec-tual, y ahora se superponen los pro-blemas de la legitimidad americana en el mundo a partir de la ausencia de políticas de consenso para actuar en el escenario internacional. 4

El núcleo duro del imperio está constituido por un oligopolio de ca-pitales que adoptan la forma corpo-rativa, para desde allí tomar las gran-des decisiones del gobierno mundial desde el tejido de instituciones que le brindan «legitimidad democrá-tica», fundada en la primacía de lo privado sobre lo público. Se cuentan entre ellas la onu; las instituciones surgidas de Bretton Woods, el Ban-co Mundial, el fmi y la omc; igual-mente, el Council on Foreing Relations (cfr) y el Royal Institute for Internatio-

4. Morris Berman, El crepúsculo de la cultura Americana, Sexto Piso, México, 2005, p. 19.

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nal Affairs (riia), constituidas como expresión de los intereses angloame-ricanos de las finanzas y el petróleo. Su función es filtrar y adecuar las grandes opciones de carácter estra-tégico que faciliten las orientaciones para el dominio del mundo.

La existencia de un «Estado Pro-fundo», también llamado «Aparato Securitario de Estado», en Estados Unidos se conformó en el marco de la denominada guerra fría y no es más que un dispositivo político-mi-litar-industrial para gobernar en la trastienda. Como lo señala Meyssan: «La lógica del Aparato Securitario de Estado ahogó poco a poco la de las instituciones que ese mismo apa-rato debía proteger. El complejo mi-litar-industrial utilizó su poder para modificar las instituciones según su propia conveniencia, en vez de po-nerse al servicio de estas».5

El objetivo central de dicha enti-dad militar-industrial es el de apo-derarse del Estado «[…] hasta el punto no solo de imponer ese ma-cartismo global a escala internacio-nal, y esa ofensiva interna represiva de toda disidencia contra su propia población y ciudadanía, sino ahora hasta el punto de intentar reorgani-

5. Thierry Meyssan, “Cómo se man-tiene el Estado profundo a pesar de la al-ternancia política partidaria”, Red Voltaire, 9 de marzo, 2008.

zar integralmente al propio aparato de Estado de Estados Unidos, dis-ciplinándolo y rearticulándolo para hacerlo totalmente funcional a todos sus designios».6

Este complejo aludido es quien ha elaborado la Doctrina de Seguri-dad Nacional, documento que deli-nea los principios estratégicos de la nación americana y que, además, sir-ve de marco conceptual para definir la Guerra Global Contra el Terroris-mo. Mecanismo que lleva implíci-tas variantes del militarismo arriba mencionado: guerras preventivas, guerras irregulares, guerras meno-res, entre otras modalidades del uso de la panoplia militar.

No es nueva esta concepción de la «Guerra Total». Ludendorff, a comienzos del siglo pasado, la ar-gumentó como un método para aniquilar al adversario de manera absolutamente irracional. Y luego, en manos de Hitler se convirtió en moneda común. Con esta herencia, el «pentagonismo» actual concibe la guerra como un aplastamiento ab-soluto sobre el adversario, «por to-dos los medios (invasiones, guerra sucia, satanización cultural, guerra mediática) no ya de un ejército ene-

6. Carlos A. Aguirre Rojas, Para com-prender el siglo xxi, El Viejo Topo, Mataró, 2005, p. 131.

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migo, sino de cualquier pueblo y cualquier sociedad mayoritariamen-te identificado con un territorio, un sentido originario de pertenencia y, finalmente, con un proyecto políti-co nacional que aspire afianzar esa identidad construyendo un modelo económico, político y cultual inde-pendiente».7

Las guerras en la secular histo-ria de la humanidad han tenido di-versas motivaciones, pero, tal como está planteada la doctrina antes re-ferida, y, además, por la larga cade-na de antecedentes injerencistas de Estados Unidos en el mundo, la que hoy ya vivimos y las que vendrán en próximas décadas son y serán con-flictos por apoderarse de los recur-sos energéticos, la biodiversidad y el agua. Este es el fondo del asunto en cuestión. Paradójicamente, los po-seedores de tales recursos mayorita-riamente son Estados soberanos que han producido importantes avances en el ejercicio de su autodetermina-ción para defenderlos.

La carencia de tales componen-tes, indispensables para la vida o el funcionamiento de la maquinaria industrial de la tríada imperial, Esta-dos Unidos, Unión Europea y Japón,

7. Leonardo Ruiz Tirado, Palabras de la Polis, Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2008, p. 60

son el incentivo básico para obtener-los a como dé lugar. La visión uni-lateral de los principales dirigentes de los Estados imperiales, particu-larmente de Estados Unidos, es el principal aspecto a tener en cuenta a la hora de valorar las iniciativas y la construcción de los escenarios bé-licos por parte de las naciones más poderosas del planeta.

Ilusos quienes pensaron que con Barack Obama iba a cambiar la polí-tica exterior norteamericana. Son in-numerables los argumentos que des-mienten tal apreciación. El primero de ellos ya ha sido mencionado más arriba, ningún presidente americano puede gobernar contra el «Estado Profundo». Obama es prisionero de una lógica que le impide tomar de-cisiones en forma independiente. La realidad de un gobierno «de facto» detrás de la presidencia hace que su capacidad de maniobra política sea poco menos que un remedo. Dicho por Chomsky: «Bajo el control del Pentágono, no hay reglas, todo es válido».8

Dos datos previos configuraron, además, la definición de lo que es hoy el actual gobierno de Obama y su especial predilección por darle

8. Noam Chomsky, Entrevista en VTV, 29 de agosto de 2009, Caracas. Eva Golinger.

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continuidad a las políticas guerre-ristas de su antecesor, George Bush. El primero, su activa vinculación con el lobby israelí en Estados Uni-dos. Las conferencias que dio ante el American Israel Public Affairs committe (aipac) fueron ilustrativas de hacia dónde iban sus preferencias. Allí se explayó en el tema de la Jerusalén in-divisa. Y, luego, con el nombramien-to de Rham Emanuel como jefe de gabinete de su gobierno, conocida su filiación pro israelí, se terminaron de despejar quiénes fueron sus financis-tas de campaña.9

No resulta descabellado pensar que la ofensiva militar de Estados Unidos contra Palestina en fecha previa a la llegada de Obama a la presidencia le fuese desconocida. Necesitó de la desgastada imagen de George Bush, ya en los últimos días de su mandato en diciembre de 2008, para asestar un terrible golpe geno-cida al pueblo palestino. Muchos otros indicios nos hacen suponer que la enorme influencia del lobby israelí en la definición de la política exterior americana está en el centro de su orientación estratégica. Varia-das son las conexiones del ahora pre-sidente estadounidense con las em-

9. Alí Abunimah, “Rham Emanuel, jefe de gabinete de la Casa Blanca”, The Electronic Intifada, 8 de noviembre, 2008.

presas productoras de armas, como la firma judía Aeronautics Defense Systems Ltd. La cual, en alianza con la General Dynamics, formaron parte del financiamiento de la campaña electoral de Obama.10

Además, bajo el concepto de «Guerra Global Contra el Terroris-mo» el discurso de Obama se alineó con la pasada administración Bush en el apoyo al incremento en los gastos militares y la defensa nacio-nal, y se amplió a más del cincuen-ta por ciento del presupuesto de esa nación para el año 2009. Estos enor-mes gastos fueron aprobados tanto por el partido republicano como por el demócrata en una elocuente demostración de hacia dónde iba el Gobierno de Estados Unidos in-dependientemente de quién ganara las elecciones.11

Esta excesiva afición de Estados Unidos por los gastos militares, tan-to dentro de esa nación como en el resto del mundo, tiene como telón de fondo una de las crisis económicas más severas de la historia del capi-

10. Alexander Cockburn, “¿Cambio? ¿Qué cambio?”, CounterPunch. Rebelión, 17 de junio, 2008.

11. Michel Chossudovsky, “Los demócratas adoptan la ‘guerra global contra el terrorismo’: Obama ‘persigue’ a Osama”, Global Research. Rebelión, 4 de septiembre, 2008.

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talismo. Crisis de sobreproducción, como ha sido definida por diversos autores, y conceptuada, además, como de larga duración. Con sus eta-pas bien diferenciadas, desde el fin del keynesianismo a comienzo de la década del setenta del siglo pasado, hasta los días de hoy: neoliberalismo a ultranza (años 80), globalización (años 90) y financiariciación (años 2000), han sido el recorrido de un sistema-mundo capitalista que ha estado asociado a dos componentes alrededor de los cuales se han perfi-lado sus contradicciones. Ellos son el mantenimiento del dólar americano como moneda de reserva internacio-nal y el dominio de las fuentes de energía en todo el planeta.

En lo que respecta a lo primero, hay que recordar que desde el aban-dono del patrón oro como respaldo de las reservas internacionales en 1971, durante el gobierno de Richard Nixon, hasta fecha reciente, el impe-rio del dólar como moneda emble-mática del poderío estadounidense ha sido una herramienta básica para gobernar el mundo. Hoy ya no es así, al menos, sabemos que emergen en la nueva geoeconomía internacional otras propuestas y opciones alterna-tivas para distanciarse de la yunta petrofinanciera angloamericana que ha estado en un papel de dominio casi absoluto desde la pretérita dé-

cada del setenta. Hay iniciativas ten-dientes a establecer, o bien, cestas de monedas, u otras modalidades, de reserva y de pago que suplanten el dólar americano. Lo anterior supone sino una quiebra inmediata de la he-gemonía de Estados Unidos sobre el resto del mundo al menos una fuer-te sacudida de su inconmensurable poder como ductor de las finanzas internacionales.

Y en cuanto a lo segundo, un dato muy simple: la tríada del im-perio (Estados Unidos, Unión Euro-pea y Japón) no dispone de recursos energéticos de carácter estratégico, a la par que tienen un consumo de aquellos en una proporción del 80% de la energía mundial. Solo un ejem-plo, Estados Unidos tiene un consu-mo diario promedio de 21 millones de barriles de petróleo diarios, lo cual representa un tercio de la pro-ducción mundial diaria. Esta situa-ción contrasta con el hecho de que los Estados soberanos propietarios de los recursos han no solo tomado conciencia de la importancia estraté-gica de las reservas energéticas, sino que además hacen uso de ellos como instrumento político y económico.

Como lo expresa Samir Amín: «Es necesario que los pueblos del sur retomen el control absoluto de sus re-cursos naturales y desarrollen estra-tegia de uso; primero, para favorecer

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su propio desarrollo, oponiéndose a los conservadores del norte si es ne-cesario. Esto puede ser una fuente de conflicto militar».12

Venezuela está en el ojo del hu-racán. Por un lado, porque ha sido puntera en asumir posiciones so-beranas en la defensa y el desarro-llo de sus fuentes de energía, como lo reseña la Agencia Bolivariana de Noticias, la cual señala que «con la reciente culminación de la fase de cuantificación del bloque Junín 7 de la Faja Petrolífera del Orinoco (fpo), donde los cálculos de Petróleo Origi-nal en Sitio (poes) arrojan unos 30.4 mil millones de barriles, Venezuela, a través del Proyecto Orinoco Mag-na Reserva, avanza con mayor fuer-za para alcanzar los 314 millardos de barriles necesarios para ocupar el primer lugar en reservas probadas de petróleo a nivel mundial».13 Y, por el otro, porque la decisión de los Gobiernos de Colombia y de Estados Unidos de asentar bases militares de este último país en territorio neogra-nadino concuerda con la visión de Amín en el sentido de que este es un escenario de guerra.

12. Samir Amin, “Debemos aprender las lecciones del siglo xx para aplicarlas al comienzo del siglo xxi”, Aporrea/cim, 08 de julio, 2009.

13. Agencia Bolivariana de Noticias, Caracas, 13 de agosto, 2009.

No es nueva la planificación es-tratégica del imperio para ejercer su dominación en América Latina, ni tampoco está circunscrita al ámbito exclusivamente militar, como lo pue-de sugerir la tendencia anteriormen-te descrita. La institucionalidad de la oea ha servido de marco para des-plegar el siad o Sistema Interameri-cano de Defensa, cuyo objetivo sería asegurarse para los Estados miem-bros de la comunidad americana de naciones, con la tutela de Estados Unidos, tanto el uso conjunto de las fuerzas militares de la región para el mantenimiento de la paz, como el hacer frente al terrorismo y al nar-cotráfico, entre otros adversarios de nuevo cuño para el continente o he-misferio occidental.

Se destacan tres ejes o pilares para el logro de tal cometido.14 Uno, de carácter económico, formalizado como el alca, y cuyo principal ob-jetivo sería instituir el modelo neo-liberal en las economías americanas abriendo y eliminando toda clase de barreras para expansión de la econo-mía estadounidense. Este proyecto comenzó con el impulso a los ace-lerados procesos de privatizaciones y endeudamientos masivos en los

14. José Luís García, Elsa María Bruz-zone, “La crisis de Honduras en el marco del nuevo Sistema Interamericano de De-fensa”, alai amlatina, 5 de agosto, 2009.

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países latinoamericanos, desde co-mienzo de la década de los setenta, continuó con los denominados tra-tados de libre comercio, luego de la derrota que sufriera el alca en la Cumbre de Mar del Plata en 2005 y se relanzó con la denominada «Ini-ciativa de Caminos hacia la Prospe-ridad» en 2008.

Un eje de contenido político lo constituye el compromiso de insta-lar las llamadas democracias repre-sentativas establecido en el llamado «Compromiso de Santiago con la Democracia y la Renovación del Sis-tema Interamericano», Santiago de Chile 1991, y resolución «1080» de junio de ese mismo año, que deter-minó que no será reconocido ningún Gobierno que sea resultado de un golpe de Estado.15 Concepción que fue subvertida cuando la posición de Venezuela, con una democracia par-ticipativa y protagónica, aprobada vía constituyente en 1999, esto obligó a un aparte en la declaración final de la Cumbre de las Américas en Que-bec (2000) donde se dejaba constan-cia de dicha diferencia con respecto a las simplemente representativas.

Resulta contrario al interés del imperio el que los pueblos de Amé-rica Latina, haciendo uso de los me-canismos formales de la democracia

15. Ibíd.

representativa, hayan conquistado posiciones de Gobierno y, además, promovido formas democráticas de mayor contenido popular, como es el caso de Bolivia y Ecuador, inclu-yendo el ya conocido de Venezuela. Pero, en la concepción de Hillary Clinton, según lo conceptúa José Vi-cente Rangel, en lo que él denomina la «Doctrina Hillary», esta es una versión devaluada de la democracia. Dice Rangel: «En la concepción que comienza a manejar la señora Hilla-ry Clinton se devalúa —si no gusta el término, se minimiza— lo que en el pasado fue fundamental: la decisión del pueblo expresada en comicios; y, luego, se potencia la pretensión de que la democracia la define la ges-tión de gobierno».

»Pero en la teoría universalmen-te aceptada, es el voto popular lo que otorga legitimidad y constituye el origen de la democracia, mientras que el acto de gobierno es circuns-tancial y siempre polémico, ya que se evalúa en función de criterios po-líticos y, por lo regular, lo hacen gru-pos de presión nacionales e inter-nacionales. Mas este planteamiento sobre la valoración de conceptos como sufragio y gobierno ya no solo es teoría sino práctica. Y acaba de re-solverse en Honduras».16

16. José Vicente Rangel, “La doctrina

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Muy clara la argumentación de Rangel. Cuando los Gobiernos y los Estados de América Latina, aun aco-giéndose a los preceptos de la demo-cracia representativa, evolucionan hacia formas y propuestas que no cuadran con la lógica del imperio, son justificables los golpes de Estado y las intervenciones militares de Es-tados Unidos.

Un tercer eje, siguiendo la argu-mentación de García y Bruzzone, es el militar, el cual ocupa la atención de este artículo. Nunca antes, en la historia militar del hemisferio, se había concretado una definición de tanta envergadura en el plano de las estrategias militares como la que se acaba de plasmar con la alianza Co-lombia-Estados Unidos. Si bien es cierto que hay un antecedente como el tiar (1951), además de las sucesi-vas convocatorias de «Reuniones de los Ministros de Defensa de las Amé-ricas», hoy, con la «Reunión de Co-mandantes en Jefe de las Américas» en territorio colombiano, se está fra-guando el pacto del «uribismo» con el «pentagonismo», valga decir, una alianza militar cuyos objetivos son dividir y agredir a América Latina y, en particular, a Venezuela.

El «uribismo», como lo define Rangel, es absolutamente compati-

Hillary”, Aporrea, 10 de agosto, 2009.

ble con las políticas del imperio. «No hay que subestimar a Álvaro Uribe y a quienes están detrás de él. El uri-bismo, como expresión de una políti-ca no solo para Colombia y la región andina, sino para toda Latinoamé-rica, requiere de un análisis menos velado por el inmediatismo o movi-do por la emotividad. Por la urgen-cia de dar respuesta a determinados hechos. Si alguna política demuestra coherencia, soporte ideológico y ca-pacidad para operar, es la que dirige el presidente colombiano».17

Y es así. El alineamiento de la po-lítica exterior de la oligarquía colom-biana, plan reeleccionista de Uribe incluido, se ajusta perfectamente al plan expansionista de Estados Uni-dos, configurado desde 1823 con la denominada «Doctrina Monroe», ac-tualizada en forma continua y suce-siva ya por tres siglos consecutivos.

En lo que respecta al «pentago-nismo», término acuñado por Juan Bosch, presidente dominicano derro-cado por la intervención militar esta-dounidense de 1965, para designar el contenido de las agresiones y golpes militares contra gobiernos democrá-ticos en América Latina desde ese entonces, podemos decir que parece

17. José Vicente Rangel, “Plan Uribe. El Salto Estratégico”, Aporrea, 31 de agos-to, 2009.

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recobrar nueva vida con el gobierno de Barack Obama y su secretario de Defensa, Robert Gates.

Con relación al tema comenta Armando Hart Dávalos, refirién-dose a la obra de Bosch: «Una tesis fundamental de este texto es que ya desde los años cincuenta, tras la Segunda Guerra Mundial, el poder se distribuyó en Norteamérica de la siguiente forma: las decisiones fun-damentales de política exterior y su confirmación pasaron al Pentágono, el Gobierno o las administraciones civiles iban quedando para las tareas de orden interior. Habría que estu-diar hasta dónde, a partir de la ad-ministración de Bush con sus antece-dentes en Reagan y Bush padre, esta relación se trastocó, pues el Gobierno y la administración civil parecen hoy estar en unas solas manos, y ellas se sustentan a partir del complejo mili-tar industrial que ha sido y es el apo-yo principal del pentagonismo».18

Otro autor, Javier Biardeau, des-prende de su análisis una conclu-sión que es reveladora de la manera como Estados Unidos, apoyándose en la permisividad de las oligarquías locales y en las grietas constituciona-les existentes en algunos de nuestros

18. Armando Hart Dávalos, “El pen-tagonismo, sustituto del imperialismo”, www.doctoc.com, 22 de diciembre, 2008.

países vecinos, abren la puerta y los espacios para la entronización de las bases imperiales. Dice Biardeau: «Que cada quien saque sus conclusio-nes. Desde nuestro punto de vista, Es-tados Unidos se cola entre los vacíos y ambigüedades constitucionales. Por allí mete sus cuñas en el área an-dino-amazónica-caribeña. Cuñas del proyecto imperial pentagonista».19

De lo anteriormente expuesto quedan pocas dudas, o casi ningu-na, de la creciente y sostenida esca-lada militarista de Estados Unidos en América Latina. Ya no se trata de las clásicas intervenciones mili-tares, que servían de apoyo a fuer-zas locales para el derrocamiento de Gobiernos ajenos a los intereses del imperio, generalmente hechas desde afuera de sus territorios o tuteladas para tal fin; ahora, el plan es posesio-narse de países (Colombia y pueden ser otros), de territorios y de bases ya existentes para tener una fuerza militar activa, con gran capacidad operativa y de inteligencia, apoya-da con los más avanzados equipos y tecnología militar. Claro está que lo anterior supone unas soberanías alquiladas o, sencillamente, entrega-das al más vil de los designios.

19. Javier Biardeau, “El pentagonismo avanza: nueva doctrina de ocupación de Nuestra América”, Aporrea, 22 de agosto, 2009.

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Grandes son los desafíos que tie-ne América Latina por delante. Unos referidos a profundizar los cambios generados en los últimos diez años, los cuales la han llevado a perfilar una región con rasgos propios en el concierto de las naciones del mun-do y, por otra parte, a constituirse en referente en el debate acerca del modelo de sociedad que aspira la humanidad. Cuando se pensaba que el socialismo era cosa del pasado, el solo plantear su viabilidad y su ne-cesidad ante la opción depredado-ra y devastadora del capitalismo y su variante imperial constituye un aporte de significación invalorable. No son poca cosa los logros alcanza-dos en lo político, económico, social y cultural. Como pocas veces en su historia América Latina está ante el umbral de una nueva era, en el cami-no de transición hacia una etapa de superación de rémoras del pasado y, mirando hacia el futuro, con posibi-lidad inmensa para resarcirse de los daños ocasionados por otros.

Poco a poco ha ido construyen-do espacios para la integración y en-cuentros de pueblos y Estados, con paso firme, aunque a veces lentos, pero seguros. Ejemplos de ellos son la alba, mercosur, la unasur, entre otros, proyectos de concreción de autonomías regionales y de indepen-dencia política respecto de las tutelas

del imperio; hoy tales avances se ven amenazados por su panoplia militar y la manera como, apelando a su su-perioridad tecnológica y de fuerza, quiere imponer su hegemonía. Con el establecimiento de bases militares en territorio suramericano Estados Unidos está obligando a nuestras naciones a debatir y definir estrate-gias de defensa y de desarrollo en un escenario distinto al de la paz.

Como lo ha expresado Zibechi: «Una de las peores consecuencias de la ofensiva de Estados Unidos en la región sudamericana es que la desvía de los objetivos que se había trazado: integración y creciente au-tonomía a través de un banco, una moneda y un consejo de defensa regionales. La ampliación de la pre-sencia militar del Comando Sur en Colombia mediante un acuerdo que permite al Pentágono utilizar siete bases, dos de ellas navales, puede suponer un giro tan decisivo en el balance militar de la región, que los demás países no pueden sino colo-car el asunto en lugar destacado de sus agendas, como sucede estos días en la cumbre de unasur en Barilo-che, Argentina».20

El gran objetivo del imperio es dividir y fraccionar los intereses co-

20. Raúl Zibechi, “La unasur acosa-da”, La Jornada, 29 de agosto, 2009.

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munes de Suramérica. Golpear a Bra-sil, principal economía de la región, y crear las condiciones para detener el proceso revolucionario en Vene-zuela, punto de partida y palanca de los cambios latinoamericanos en la última década. Hay quienes sostie-nen que estos son irreversibles y no tienen vuelta atrás. Como por ejem-plo lo asume el ya citado Hart Dáva-los: «El pentagonismo y su complejo militar industrial a estas alturas no pueden tener éxito porque estamos en presencia de un proceso económi-co y social de gran envergadura que solo es posible asumir con medidas radicales de este carácter».21

Sea cual sean los escenarios, tanto en el mediano como en el largo plazo, como por la complejidad y la veloci-dad de los acontecimientos, además del marco regional de la unasur, los Estados y sus jefes buscan aliados y refuerzan sus relaciones bilaterales con otros países del mundo, en bus-ca de apoyos y contrapesos para lo que se viene en la región.

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, realizó una gira que lo llevó al norte de África, Oriente Medio y Europa. Asuntos militares, energéticos, económicos, culturales y de promoción de la Cumbre Áfri-ca-América del Sur están en su agen-

21. Armando Hart Dávalos, Op. cit.

da y, en el centro político de esta, por supuesto, la promoción del mundo pluripolar y la paz como antídoto contra la hegemonía del norte.

El balance de dicha gira fue resu-mido de esta manera por el propio Chávez: «Ante tantos propósitos y celadas que quieren desviarnos del camino, debemos crear nuevas for-mas de mancomunidad y a la vez propiciar nuestras propias estrate-gias de resistencia. Resistencia y crea-ción múltiple para poder convertir el destino en conciencia, como decía el escritor francés André Malraux.

»Por eso mismo, Venezuela sigue y seguirá luchando —con la misma consecuencia de siempre— por la creación de un mundo multipolar. Ahora bien, el mundo multipolar que queremos no está a la vuelta de la esquina.

»Esta gira me ha permitido mirar con mayor claridad el panorama.

»Quiero retomar lo que dije en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos en Moscú: hoy podemos decir que el mundo ha dejado de ser unipolar. Pero ni se ha reproducido un escenario bipolar, ni hay indicios tangibles de la marcha hacia la con-formación de cuatro o cinco grandes polos de poder mundial. Es eviden-te, por ejemplo, que la estructuración de Nuestra América como un solo bloque político no se ve en el hori-

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zonte inmediato: no se hará realidad en el corto plazo. Pero igual pasa en África, Asia y Europa». 22

Como lo decíamos más arriba, no solo Chávez se ha movido y ha evaluado la nueva situación interna-cional, también Brasil, país que tuvo una respuesta casi eléctrica ante el implante de las bases de Estados Unidos en Colombia, recibió la visita del presidente francés Sarkozy, con quien no solo relanzó las relaciones bilaterales entre los países, sino que, a decir de Zibechi: «Nace un comple-jo militar-industrial autónomo en el que alguna vez fuera el patio trasero del imperio, que consigue blindar la Amazonia y las reservas de hidrocar-buros descubiertas en el litoral marí-timo brasileño. Por si fuera poco, se informó que Brasil está en condicio-nes de fabricar armas atómicas».23

Los alcances de la magnitud de los acuerdos y los convenios estraté-gicos entre Francia y Brasil son difí-ciles de evaluar de inmediato, pero sí dan luces acerca de la independencia de criterios que despliega el Estado y la cancillería del sureño país, no diga-mos exclusivamente ante la escalada militar estadounidense en la región,

22. Hugo Chávez Frías, “Las líneas de Chávez”, Aporrea, 13 de septiembre, 2009.

23. Raúl Zibechi, “El definitivo adiós al patio trasero”, La Jornada, 12 de sep-tiembre, 2009.

sino también en cuanto a la manera como asume su papel como impor-tante economía mundial, miembro del bric, y también parte del G20.

En ese sentido, Zibechi comenta las declaraciones del comandante de la marina brasileña: «Más claro fue el comandante de la marina, Julio Soares de Moura Neto, quien respon-dió a un cuestionamiento del conser-vador Folha de Sao Paulo sobre el elevado gasto militar: los brasileños precisan tener conciencia de que te-nemos riquezas inconmensurables en el mar, y la marina debe estar preparada para defender nuestra soberanía sobre ellas. Agregó que la reactivación de la Cuarta Flota no fue ni política ni diplomáticamente informada a Brasil, con lo que la pre-tendida alianza entre la Casa Blanca y Planalto se disolvió en las nieblas del militarismo».24

Lo expresado por Chávez, en su apreciación acerca del escenario internacional actual, nos sirve de marco de referencia para calibrar el nuevo mundo en construcción y, a la vez, para introducirnos en la compleja madeja del surgimiento de múltiples expresiones contrahege-mónicas que recorren el planeta tie-rra. En América del Sur falta camino por recorrer, ahora con el obstáculo

24. Ibíd.

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de unas bases militares hostiles, sin embargo, compartimos el optimis-mo de Hart Dávalos ya señalado más arriba. Podrá superarse la política del hegemón militarista de Estados Unidos contraponiéndole la fuerza y la voluntad de los pueblos que ya han consagrado procesos liberado-res y autonomías en la región.

Como lo dijimos en la presenta-

ción del libro Los movimientos sociales del siglo xxi. Diálogos desde el poder25, el pasado 26 de agosto de 2009 en la Universidad de El Salvador, «ante la creciente ofensiva militarista de los Estados Unidos en América Latina, la lucha por la paz y la unidad de nuestros pueblos se convierte en un imperativo de vida o muerte».

25. Ricardo Martínez, y otros, Los movimientos sociales del siglo xxi. Diálogos desde el poder, Ediciones de El Perro y la Rana, Caracas, 2008.