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71 Introducción L a preocupación por la salud colectiva es un rasgo de los estados modernos y contem- poráneos. Durante siglos esta preocupación se mostró episódicamente, en los momentos de amenaza de catástrofe, de modo que al calor de la presencia de la peste, la fiebre amarilla o el cólera se fue modelando una administración sanitaria. Pero el ámbito preciso de la aplica- ción de las precauciones higiénicas fue el de las aglomeraciones urbanas, portadoras de la modernidad, del desarrollo comercial, indus- trial y profesional. El mundo rural, pese a ser el lugar en que vivía la mayor parte de la población, quedó al margen de las reflexiones y propuestas de mejora ambiental sugeridas por la Higiene Pública. En España, esta tardía incorporación del campesinado a las preocupa- ciones sanitarias se observa en la misma crono- logía de los movimientos más agresivos e intervencionistas –las campañas sanitarias– alentadas por la Medicina Social 1 . Un caso paradigmático es el del parasitismo endémico que abordamos en este trabajo. La anquilostomiasis o uncinariasis es un para- sitismo intestinal ocasionado por nematodes. Su curso habitual como enfermedad crónica debilitante la convirtió desde finales del siglo XIX en un problema laboral y social de importancia en las regiones en que este para- sitismo ha tenido presencia endémica, tradi- cionalmente zonas agrícolas de las regiones tropicales y templadas. Las primeras campañas de intervención se desarrollaron en Europa y América a finales La tardía intervención higiénica en el medio rural español: el caso de la lucha contra la anquilostomiasis,1910-1960 Esteban Rodríguez Ocaña y Alfredo Menéndez Navarro 1 Rodríguez Ocaña, Esteban (2005), Salud Pública en España. Ciencia, profesión y política, siglos XVIII-XX, Granada, Editorial Universidad de Granada.

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Introducción

La preocupación por la salud colectiva es unrasgo de los estados modernos y contem-

poráneos. Durante siglos esta preocupación semostró episódicamente, en los momentos deamenaza de catástrofe, de modo que al calor dela presencia de la peste, la fiebre amarilla o elcólera se fue modelando una administraciónsanitaria. Pero el ámbito preciso de la aplica-ción de las precauciones higiénicas fue el de lasaglomeraciones urbanas, portadoras de lam o d e rnidad, del desarrollo comercial, indus-trial y profesional. El mundo rural, pese a serel lugar en que vivía la mayor parte de lapoblación, quedó al margen de las re f l e x i o n e sy propuestas de mejora ambiental sugeridaspor la Higiene Pública. En España, esta tard í a

incorporación del campesinado a las pre o c u p a-ciones sanitarias se observa en la misma cro n o-logía de los movimientos más agresivos ei n t e rvencionistas –las campañas sanitarias–alentadas por la Medicina Social1. Un casoparadigmático es el del parasitismo endémicoque abordamos en este trabajo.La anquilostomiasis o uncinariasis es un para-sitismo intestinal ocasionado por nematodes.Su curso habitual como enfermedad crónicadebilitante la convirtió desde finales del sigloXIX en un problema laboral y social deimportancia en las regiones en que este para-sitismo ha tenido presencia endémica, tradi-cionalmente zonas agrícolas de las regionestropicales y templadas.Las primeras campañas de intervención sedesarrollaron en Europa y América a finales

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Esteban Rodríguez Ocaña y Alfredo Menéndez Navarro

1 Rodríguez Ocaña, Esteban (2005), Salud Pública en España. Ciencia, profesión y política, siglos XVIII-XX, Granada,Editorial Universidad de Granada.

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del siglo XIX y comienzos del XX, tanto enámbitos mineros como campesinos. A pesardel carácter eminentemente agrario de laEspaña de la época, la anquilostomiasis fueconcebida en nuestro país como un problemam i n e ro objeto de intervención estatal en1912 y 1926, si bien quedó excluida de lalegislación compensadora2. Sólo a mediadosde la década de los veinte, la preocupaciónpor la anquilostomiasis se extendió a las zonasagrícolas, inquietud que se mantuvo tras laGuerra Civil. El objeto de este trabajo es ana-lizar el abordaje que se realizó en nuestro paísdel problema de la anquilostomiasis en elmedio rural, mostrando la fundamentación ydesarrollo de las distintas campañas empren-didas o propuestas entre 1910 y 1960. Paraello señalaremos el surgimiento del problemay su recepción en España, sintetizaremos lascampañas desarrolladas en el ámbito mineroy, por último, analizaremos con detalle lasintervenciones desarrolladas en las huertasdel Segura y del Jarama.

«Anemia de los mineros»:la aparición de la anqui-lostomiasis en España

La identificación de microorganismos o pará-sitos como agentes causales de enfermedadeshumanas provocó una importante reordena-ción de los saberes médicos en torno a laenfermedad. Un conjunto de padecimientosde tipo anémico, como la «anemia tropical»,«anemia de los túneles» o «anemia de losmineros», entre otras, se fundieron en unaentidad unitaria denominada anquilostomia-

sis o uncinariasis, fundada en torno a la exis-tencia de parásitos de alguna de las especiesde anquilostoma susceptibles de afectar a losseres humanos, Anchylostoma duodenale (iden-tificado en Italia por Angelo Dubini en 1838,endémica en Europa) o Necator americanus(detectada en Estados Unidos por CharlesStiles en 1902 y localizada endémicamentetambién en Asia y África).A partir de 1880 en Europa, en particular endistritos mineros, y 1900-1901 en PuertoRico y Estados Unidos, en zonas agrícolas, secomenzó a levantar un mapa de prevalenciade la anquilostomiasis que generó una granpreocupación social3. La realización de unaencuesta a escala internacional en torno a1910 desveló la gravedad de la afectación delas zonas tropicales, un cinturón de 30º a cadalado del Ecuador, habitado por unos milmillones de personas.Por otro lado, entre 1880-1883 se establecie-ron los elementos fundamentales de la vidadel parásito, su transmisión a partir de loshuevos depositados en las heces de los afecta-dos (se pensaba que por vía oral, hasta 1903-05 no quedó asumido que la puerta de entra-da era básicamente la piel), su diagnósticomediante examen microscópico de heces y untratamiento eficaz, con vermífugos como elextracto de éter de helecho macho o el aceitede timol (que, ocasionalmente, pro d u c í acomplicaciones destacables). Todo esto hacíaposible descubrirla, evitarla mediante sanea-miento de los terrenos y prácticas higiénicasy combatirla en los enfermos. Por ello fueobjeto central de atención en sendas reunio-nes internacionales celebradas en 1903, elC o n g reso internacional minero y el de

2 El análisis de dichas campañas ha sido objeto de atención en Rodríguez Ocaña, Esteban; Menéndez Navarro, Alfredo(2006), «Higiene contra la anemia de los mineros. La lucha contra la anquilostomiasis en España (1897-1936)»,Asclepio, 58 (1), 219-248.

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Higiene y Demografía de Bruselas, así comose le dedicaron sendas sesiones monográficasen los primeros Congresos internacionales deEnfermedades Profesionales (Roma, 1907, yBruselas, 1910)4.España permaneció ajena a la secuencia deobservaciones y experiencias que iniciaron lainstauración de la alarma sobre esta enferme-dad parasitaria hasta comienzos del siglo XX.Este retraso podría traducir una tardía llega-da del problema, su menor extensión o unpadecimiento más moderado. No podemosdescartar la posible influencia del lento acce-so en el ámbito rural a los recursos de labora-torio necesarios para su diagnóstico. Desdelos primeros casos publicados sobre la parasi-tosis en nuestro país, aparecidos en 1897 enla revista Industria minera, metalúrgica y mer-cantil, hasta la plena incorporación de lossaberes en la medicina española en torno a1912, el problema se identificó como unacuestión ligada a la actividad minera.Los cotos mineros de la provincia de Jaén, dedonde procedían buena parte de los casoscomunicados, concitaron la mayor atención.Entre 1904 y 1906, la Real Academia deMedicina de Madrid se convirtió en un activoforo de discusión en torno al problema. Elenvío de memorias por parte de médicos conejercicio en dichos cotos comunicando casosde la enfermedad y propuestas de interven-ción fueron generando el convencimiento dela necesidad de articular una campaña o lucha

sanitaria contra el parásito, similar a las queen esos momentos se desarrollaban contraotras enfermedades sociales. Uno de los auto-res más activos fue José Codina Castellví(1864-1934), jefe de sala del HospitalGeneral de Madrid5.Las campañas de intervención en diversospaíses europeos y americanos venían suce-diéndose desde finales del siglo XIX: enBélgica, de ámbito regional a partir de 1899y con extensión nacional tras el decreto de 7de agosto de 1900 (la obligación de aplicartratamiento se estableció el 24 de octubre de1904); y en Alemania, comenzando por cier-tas compañías hulleras de Westfalia en 1892(extendidas a partir de finales de 1902 y porley de 13 de julio de 1903).En un contexto distinto, eminentementecampesino, se desarro l l a ron campañas enP u e rto Rico, a partir de 1904, y en el sur deEstados Unidos, gracias a la intervención dela Comisión Sanitaria para Erradicar laAnquilostomiasis creada en 1909 por laFundación Rockefeller. El modelo de campa-ña diseñado por la fundación filantrópicaacabaría siendo el canónico: estudio epide-miológico (distribución, incidencia y pre v a-lencia), seguido por una campaña publicita-ria para convencer de la existencia de lae n f e rmedad, explicar los recursos que se lepodían oponer y ganar el apoyo de la opiniónpública y profesional. Una vez alcanzadosestos objetivos, se actuaba a través de dispen-

3 «Introduction», en Bibliography of hookworm disease (1922), New York, Rockefeller Foundation, p. XVII; Dock, G.; Bass,C. C. (1910), Hookworm disease. Etiology, pathology, diagnosis, prognosis, prophylaxis and treatment, St. Louis, C.V. MosbyCompany, pp. 33-37; Belloni, L.(1972), «L’anemia del Gottardo», Gesnerus, 29, 33-44.

4 Codina Castellví, J. (1912), La anquilostomiasis o anemia de los mineros como enfermedad social, especialmente en España, Madrid,Eduardo Arias, pp. 37-41. José Úbeda publicó un amplio extracto del congreso bruselense, donde se presentaron almenos quince comunicaciones sobre este problema: Úbeda Correal, J. (1914), El II Congreso internacional de enfermedadesprofesionales (Bruselas, 1910), Madrid, Suc. Minuesa de los Ríos, pp. 230-250.

5 El conjunto de intervenciones de Codina ante la Academia durante 1905 se recogieron en un folleto Codina, J. (1905),La anquilostomiasis (anemia de los mineros) en España. Comunicaciones a la Real Academia de Medicina, Madrid, Est. Tip. Viudae Hijos de M. Tello.

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sarios volantes, expertos en microscopía ei n s p e c t o res de saneamiento6. La FundaciónRockefeller promovió la realización de unaencuesta internacional a través de la cualestableció la dimensión global de la amenazaparasitaria. La necesidad de abordar el pro-blema de forma trasnacional, dada la movili-dad de las poblaciones, así como el éxito localde la intervención motivó la petición deauxilio desde otros países, lo que movió ac rear una In t e rnational Health Commission ( e nadelante, IHC), que en 1916 cambió sun o m b re a I n t e rnational Health Board (IHB) y,e n t re 1927 y 1951, al definitivo de I n t e rn a -tional Health Division ( I H D )7. Con motivo de la encuesta intern a c i o n a lmencionada se produjo una primera muestrade interés por España desde la Fundación. Sucuestionario llegó a Madrid en 1911 y le fueremitido a José Codina a través de laAcademia de Medicina. Por propia confesión,sabemos que ese fue el estímulo que necesitópara realizar diversas pesquisas epidemiológi-cas con las que completó una monografía,significativamente titulada La anquilostomia-sis ó anemia de los mineros como enfermedad social,especialmente en España (1912), que en 1914envió a la IHC8.La aportación monográfica de Codina permi-tió, pues, disponer de una exposición actuali-zada de los conocimientos existentes sobre labiología del parásito, así como sobre el diag-nóstico, clínica y tratamiento de la parasitosis

y de los esfuerzos que se realizaban en elmundo frente a ella. A la vez, ofreció la pri-mera aproximación sistemática a su distribu-ción por España, conseguida a través deencuestas circuladas a médicos de diversascuencas mineras e inspección personal de lazona más preocupante a tenor de lo conocidohasta entonces, los cotos mineros de la pro-vincia de Jaén. A tenor de esas fuentes, el pro-blema se concentraba exclusivamente en laindustria extractiva sin mención alguna a laincidencia en el medio campesino. Las minasinfectadas se situaban en Jaén, Ciudad Real,Córdoba, Murcia y Asturias, con porcentajesestimados de entre el 2 y el 25% de su pobla-ción trabajadora. El texto articuló también,sobre la base de un discurso de corte produc-tivista, la consideración de la anquilostomia-sis como enfermedad social y planteó la nece-sidad de establecer una campaña específicaorientada a los centros mineros: la realizaciónde un mapa completo del padecimiento, apartir de la implantación obligatoria del exa-men de heces para todos los solicitantes detrabajo y todos los mineros sospechosos depadecer la parasitosis, instalando un laborato-rio en cada cuenca; atención sanitaria a losafectados; saneamiento de las minas infesta-das e instalación de letrinas; reparto de unacartilla sanitaria; establecimiento de carnetsanitario personal para cada trabajador; y con-sideración de la anquilostomiasis como acci-dente del trabajo.

6 Fosdick, R. B. (1952), The Story of the Rockefeller Foundation, London, Odham Press pp. 46-49. Sobre la implicación dela Fundación Rockefeller, ver ETTLING, J. (1981), The Germ of Laziness, Cambridge, Mass., Harvard University Press;y (1990) «The role of the Rockefeller Foundation in hookworm research and control» en Schad G. A., Warren K. S.(eds.) Hookworm disease. Current status and new directions, Philadelphia, Taylor & Francis, pp. 3-14.

7 S o b re la dimensión sanitaria de la Fundación Rockefeller, lo más reciente es el detallado estudio de Farley, J. (2004),To Cast Out Disease. A History of the International Health Division of the Rockefeller Foundation (1913-1951), Oxford ,O U P, y el monográfico de Studies in the History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences, 2000, 31 (3), quehan coordinado Ilana Löwy y Patrick Zylberman, con el título general de Medicine as a Social Instrument. RockefellerFoundation, 1913-45.

8 Codina Castellví, J. (1912). Llama la atención que, aunque dicha relación se explicita en el texto, no se citan los traba-jos de la Comisión Sanitaria norteamericana, ni siquiera en bibliografía.

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La lucha contra la anqui-lostomiasis en España: de laInspección de Sanidad delCampo a la intervención dela Fundación Rockefeller

Paradójicamente, las primeras disposicioneslegales de la lucha contra la anquilostomiasisen nuestro país se articularon en torno a unorganismo creado para la mejora de las condi-ciones de vida de la población rural: laInspección de Sanidad del Campo, creada en1910. La Inspección pertenecía al organigra-ma de la Dirección General de Agricultura,Minas y Montes y mantuvo su actividad hastaoctubre de 1918, bajo la jefatura de AntonioMuñoz (médico del Hospital de la Princesa).Sus objetivos, tal como los expuso la R.O. delMinisterio de Fomento de 14 de julio de1911, eran el estudio del paludismo, aguaspotables y enfermedades que se relacionancon la contaminación hídrica, alimentaciónde los obreros del campo y enfermedadesderivadas de su alteración, fiebre de malta yanquilostomiasis. Para afrontar dicho progra-ma de trabajo se prepararon cuestionariosrelativos a cada uno de los aspectos a estudiar,cuya respuesta habían de recabar los 11 ins-pectores regionales con los que se dotó a tra-vés de los médicos titulares o los de minas, ensu caso. Sin embargo, su actividad prácticaapenas sobrepasó, aparte de lo que aquí secuenta, la recogida de la información sobreaguas y paludismo9.Familiarizado Muñoz con la enfermedad gra-cias a su práctica hospitalaria, los resultadosde la inspección realizada en el otoño de 1911en el distrito minero de Linares (publicadapor Codina en su monografía de 1912) le lle-

varon a pensar en una prevalencia elevada dela anquilostomiasis y la necesidad consi-guiente de una intervención gubern a t i v a .Convencido el ministerio, se dictó una nuevaR.O. de Fomento (3 de enero de 1912;Gaceta del 22), primera disposición legalsobre profilaxis de tal condición. Las medidasseguían las líneas que ya conocemos; ordena-ba que no se admitiera ningún obrero nuevosin previo reconocimiento de heces; que no sepermitiera trabajar en el interior a los parasi-tados; prohibía, bajo despido, defecar entúneles y galerías; y obligaba a instalar retre-tes en el interior y lugares de aseo en el exte-rior de las explotaciones. Asimismo, dispusode nuevo que por los inspectores de Sanidaddel Campo se practicaran visitas de reconoci-miento a las zonas mineras sospechosas. El reglamento general de la entidad sanitaria–característicamente dictado con casi un lus-tro de retraso desde la constitución de lamisma– estableció medidas concretas pararealizar la estadística de la anquilostomiasis(R.D. de 8 de agosto de 1916, Gaceta del 11).En el mismo número del Diario oficial, unanueva R.O. del Ministerio de Fomento (9 deagosto) reiteraba lo dispuesto en 1912, aña-diendo dos aspectos interesantes: la obliga-ción de las empresas de atender a sus obrerosenfermos y la habilitación de un laboratorioen cada distrito minero, a disposición de losinspectores de Sanidad del Campo y el auxi-lio de los médicos de minas, en el que efec-tuar los diagnósticos y los tratamientos, ade-más de realizar tareas de educación sanitaria.Esto se concretaba en el establecimiento desanatorios, costeados por las empresas y regi-dos por la inspección sanitaria indicada.Aunque esta normativa tuvo un nivel de

9 Inspección de Sanidad del Campo (1918), Avances de los inventarios de Paludismo y Aguas Potables. Datos remitidos por losInspectores Regionales. Madrid, Ministerio de Fomento. Dirección General de Agricultura, Minas y Montes.

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seguimiento muy variado y no ausente deconflictos, gracias a ella se adoptaron las pri-meras medidas efectivas contra la enferme-dad, particularmente en el distrito minero deLinares-La Carolina10.La intervención de la Fundación Rockefelleren nuestro país, cuyo convenio de colabora-ción se firmó en 1922, supuso un nuevoimpulso a la lucha contra la anquilostomia-sis11. El convenio marcaba dos fases: en unprimer momento se enviaría un sanitario cua-lificado para acometer un estudio sobre laextensión de la anquilostomiasis en España yproponer medidas para su erradicación; lasegunda fase consistiría en una actuaciónpiloto de Salud Pública integral en una zonaa determinar12. Si bien para los altos respon-sables sanitarios españoles la anquilostomia-sis aparecía como un problema menor, deentre los tres (tuberculosis, anquilostomiasisy paludismo) señalados en la carta que solici-taba expresamente la ayuda de la FundaciónRockefeller, era el que a ésta resultaba másfácil de abordar13. Recordemos que, en 1921,la IHB estaba presente como asesora en cam-pañas contra la anquilostomiasis en 41 países,

y se calculaba que había practicado cuatromillones de exámenes fecales y tratado dosmillones de casos.La condición de objetivo táctico que revestíaesta lucha no resultó ajena al personal españolactivo en salud pública, que coincidió conaquélla en su visión pre v e n t i v a - e d u c a t i v acomo medio de adquirir completa legitimi-dad social. Así lo expresó de forma rotundaen escritos y conferencias de 1927-28 EmilioLuengo, una de las personas del entorno deGustavo Pittaluga, que ocupó distintos pues-tos en el Instituto Nacional de Higiene y enla campaña antipalúdica que comenzó en192014. Según él, la IHB eligió la anquilos-tomiasis, no por su gravedad ni prevalencia,sino porque «se diagnostica con certeza abso-luta fácilmente por medio del laboratorio;puede curarse también con facilidad [...] y[...] puede evitarse, con garantía completa deéxito [mediante] el establecimiento de retre-tes adecuados y su uso»15. Este éxito produci-rá «la aparición de un sentimiento popular afavor del establecimiento de servicios perma-nentes encargados de la labor higiénico-sani-taria general de una comunidad»16.

10 Para una descripción detallada de la puesta en práctica de esta normativa ver Rodríguez Ocaña; Menéndez Navarro(2006), pp. 233-236.

11 El estudio de los contactos entre la Fundación y el Gobierno de España y sus consecuencias se encuentran expuestos enRodríguez Ocaña, E.; Bernabeu Mestre, J.; Barona, J. L. (1998) «La Fundación Rockefeller y España, 1914-1936. Unacuerdo para la modernización científica y sanitaria», en J. L. García, J. M. Moreno, G. Ruiz (coords.) Estudios de histo-ria de las técnicas, la arqueología industrial y las ciencias. VI Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de lasTécnicas, Segovia-La Granja, 1996, Salamanca, C. de Cultura de la Junta de Castilla y León, vol. 2, pp. 531-539;Rodríguez Ocaña, E. (2000), «Foreign Expertise, Political Pragmatism and Professional Elite: The RockefellerFoundation in Spain, 1919-39», Studies in History and Philosophy of Biology and Biomedical Science, 31 (3), 447-461; (2000),«La intervención de la Fundación Rockefeller en la creación de la sanidad contemporánea en España», Revista Españolade Salud Pública, 74 [nº monográfico, Centenario de Marcelino Pascua Martínez, 1897-1977], 27-34.

12 Request from the Government of Spain, p. 4. Rockefeller Archive Centre (RAC), Rockefeller Foundation collection (RF),Record Group 5, Series 1.2, Box 148, Folder 1959. RAC, RF, 5, 1.2, 148, 1959.

13 Castillejo a Rose, 6-02-1922, RAC, RF, 5, 1.2, 148, 1959.14 Rodríguez Ocaña, E.; Ballester, R.; Perdiguero, E.; Medina, R. M.ª; Molero, J. (2003), La acción médico-social contra el

paludismo en la España metropolitana y colonial del siglo XX, Madrid, CSIC.15 Luengo, E. (1927), «La conquista de la anquilostomiasis», Siglo médico, 79, 611-614; 80, 351-353; y (1928), 81, 54-

57 (cita de p. 352).16 Luengo, E. (1928), La anquilostomiasis en las minas españolas, Madrid, s.i., pp. 23-42 (cita de p. 36); (1928b), «Conferencia

en la Escuela de Minas», Revista Minera, Metalúrgica y de Ingeniería, 79 (núm. 3.115), 165-170 (cita de p. 168). (sigue).

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Bajo tal sobrentendido inició sus trabajos enEspaña un enviado de la IHB, curtido enmisiones anteriores en América Central,Charles A. Bailey17. Residió en España entrediciembre de 1924 y junio de 1926, y sesiguió ocupando de los asuntos españoles almenos hasta 1929. Mientras esperaba la lle-gada del material que le había sido remitidodesde Nueva York, se dedicó a recorrer laszonas mineras y entrar en contacto con auto-ridades, médicos y empresarios, advirtiendocon sorpresa que no existía conciencia algunade alarma sobre este problema, ni siquierapor parte del Director General de Sanidad–impresión que fue confirmada poco despuéspor el parasitólogo francés E. Brumpt duran-te su visita como miembro de la Comisióninternacional de Paludismo–.A partir de abril de 1925, Bailey y sus auxi-liares visitaron 27 minas de las provincias deJaén, Sevilla, Córdoba, Huelva, Ciudad Real,Murcia, Vizcaya, Santander y Baleares. En suinforme, que envió a la IHB y a la DirecciónGeneral de Sanidad para su publicación18,señalaba la existencia de 2.427 mineros para-sitados de entre 9.149 examinados, el 65%de los cuales albergaban menos de 25 gusanos(estimados a partir del recuento de huevos enheces). La infección se concentraba en lasminas de plomo y de carbón, siendo inexis-tente en las minerías del cobre y del hierro.La coincidencia de hallarse en todas las minasobreros con grados altos de infección, lainexistencia de retretes de interior y la grantrashumancia poblacional llevaba a calcular la

existencia en todo el país de alrededor de10.000 mineros afectados, cuya productivi-dad se vería reducida en una cuarta parte. Las recomendaciones profilácticas reiterabanlas ya expuestas desde 1905, pero con la con-creción que procedía de la experiencia, asaber: evitar la contaminación del suelo conexcretas humanas; examen y tratamiento decada minero hasta su curación completa; yexamen preventivo micrográfico para todoslos solicitantes de trabajo. Para garantizar elcumplimiento de estas disposiciones, y otrasque tenían como fin evitar el transporte deparásitos al mundo exterior (instalación delavabos-vestuarios, información a la pobla-ción obrera), el Informe sugería establecer unplan de lucha, incluyendo la designación deun Inspector sanitario que vigilara su puestaen práctica.Esto fue lo que dispuso el Real Decreto Leyde 12 de mayo de 1926 (Gaceta del 13 demayo), donde se estipuló la obligación de rea-lizar análisis anuales de heces a toda la pobla-ción minera, de instalar laboratorios paranúcleos de al menos 1.000 obreros, aportadospor una o varias empresas, que debían corrercon el coste de los tratamientos y los jornalescompletos mientras durasen aquellos y laobligatoriedad de establecer medios higiéni-cos para disponer de las heces, efectuar el dre-naje de las galerías y evitar la contaminación(dotación de salas de comer y de aseo). Porúltimo, disponía la creación de un inspectorespecial, de Sanidad minera, para vigilar elcumplimiento de las normas en colaboración

(continuación) Prácticamente, parafrasea las ideas de Wickliffe Rose (1862-1931), principal responsable de la campaña dela Rockefeller, tal como las recoge Farley (2004), pp. 2-6.

17 Rodríguez Ocaña, E. (2001), «El Informe sobre la sanidad española (1926) de Charles A. Bailey, enviado de la FundaciónRockefeller», Cronos. Cuadernos Valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 4 (1-2), 63-79.

18 Gunn a Russell, 23-12-1925, RAC, RF, 5, 1.2, 238, 3059. Bailey, C. A. (1926), «Hookworm Survey of the Mines ofSpain», The Bulletin of the International Health Board, 6 (3), 191-297. «La anquilostomiasis en las minas de España».Boletín técnico de la DGS, nº 1.

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con los provinciales de Sanidad, cargo para elque se nombró a Diego Hernández Pacheco.La campaña, circunscrita al ámbito minero,se desarrolló con notable éxito hasta comien-zos de los años treinta19. Prueba indirecta desu éxito fue la fusión de la inspección sanita-ria propia con la Comisión antipalúdica, afinales de 1930, de la que se convirtió ensecretario Hernández Pacheco. Se retomaba,en cierta forma, el esquema de la vieja«Sanidad del Campo».

La emergencia del problemaen el medio rural: la campaña contra laanquilostomiasis enla Huerta de Murcia

La existencia de casos de anquilostomiasisentre obreros agrícolas en zonas huertanas deValencia y Murcia se había comenzado a

difundir a raíz de las primeras intervencionesantipalúdicas oficiales (Luengo diagnosticócinco casos en el poblado de El Mareny,comarca de Sueca, en el verano de 1923) y delviaje de la comisión Bailey, recogiendo noti-cias de facultativos locales, por ejemplo de lasprovincias de Murcia, Valencia y Castellón20.El propio Bailey solicitó en 1926 realizar unainvestigación sistemática en las provinciasdonde era conocida la existencia de anquilos-tomiasis entre los obreros del campo21.Entre las razones que explican esta tardía pre-ocupación por la anquilostomiasis en laszonas agrícolas podría encontrarse su menorprevalencia. El reducido número de enfermosgraves que se encontraron, por ejemplo, en laHuerta murciana a finales de los años veinte,mientras que era elevado el de portadores(personas infectadas con menos de 25 gusa-nos), indicaba –a juicio de los observadores dela época– que los terrenos presentaban unabaja densidad de gusanos; lo cual permitíasuponer que soportaban el suministro de hue-vos de anquilosotoma desde hacía relativa-mente poco tiempo. Antonio Guillamón, ins-pector municipal de Sanidad de Murcia ymiembro de la campaña desarrollada en laHuerta del Segura, encontró que la crisisminera de la zona de la Unión, a partir de1915, podía dar razón tanto de la cronologíacomo de la procedencia primitiva de los pará-sitos, tanto por el flujo migratorio generadodesde aquellas zonas mineras, como por elempleo agrícola, como abono, de heceshumanas procedentes de los campamentosmineros, transportadas en los mismos carrosdonde se acarreaban las hortalizas frescas a

19 Para un análisis detallado de su desarrollo ver Rodríguez Ocaña; Menéndez Navarro (2006), pp. 236-244.20 Rodríguez Fornos, F. (1926), «Contribución al estudio de la anquilostomiasis en el Reino de Valencia», Rev. Esp. Med.

Cir., 9, 661-674; LUENGO (1927).21 Bailey a Gunn, 4-01-1926, RAC, RF, 5, 1.2, 273, 3464.

Laboratorio de Guillamón (primero por la derecha) en laHuerta de Murcia, acompañado por Diego HernándezPacheco (segundo por la derecha). 1927.

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tales lugares22. Una segunda razón del retra-so en identificar el problema en el medioagrario podría residir en la escasa familiari-dad de los médicos rurales con esta parasito-sis, que podría haberse visto enmascarada porotros diagnósticos, si bien el recurso al hemo-grama se había extendido desde los años de ladécada de 1910, según el testimonio antescitado de Guillamón.Tras la investigación llevada a cabo porBailey, la Fundación Rockefeller acordó par-ticipar en un proyecto de lucha contra laanquilostomiasis en la Huerta de Murcia queorganizaba el Ayuntamiento de la ciudad, porun periodo de cinco años, a partir de 192823.El argumento base de la intervención era, aligual que en el ámbito minero, de corte pro-ductivista. La enfermedad individual setransformaba en social por sus efectos sobre laproductividad y riqueza agrícolas al constatarque la anquilostomiasis generaba un «serioproblema que afecta a la economía de la vegadel Segura»24.La explicación epidemiológica otorgada a laexistencia de la enfermedad en el medio agra-rio abundó en la analogía entre las condicio-nes de trabajo de la actividad agrícola y mine-ra. Si bien, la densidad de infestación superfi-cial no era en general comparable a las de lasminas contaminadas, la prolongada jornadalaboral del hortelano «con sus pies, piernas ybrazos desnudos en contacto permanente conlas tierras de los bancales» favorecía las reite-radas reinfestaciones25. El «ambiente anqui-

lostomiásico» era producto de la combina-ción de factores climatológicos y topográficosjunto a los derivados de las formas de vida dela población huertana. Las deficiencias de lasviviendas de la huerta, en especial la prácticaausencia de retretes en ellas, y costumbrescomo la de defecar en los corrales y bancales ola de caminar descalzos, explicaban la exten-sión de la infestación. Costumbres del huer-tano que, en opinión de Guillamón, deriva-ban «de su incesante y peculiar trabajo que leobliga a permanecer la mayor parte del día enlas faenas agrícolas y de su rudimentaria onula cultura en cuestiones de higiene»26.En similares términos se expresó Fern a n d oRodríguez Fornos, catedrático de Patología yClínica Médica en la Universidad de Va l e n c i a ,quien en fechas similares mostró la extensiónde la anquilostomiasis en las poblaciones de laRibera Baja valenciana2 7. La casi totalidad de

22 Guillamón, A. (1927), «El problema de la anquilostomiasis en la Huerta de Murcia. Memoria de la campaña de divul-gación autorizada por el Excmo. Ayuntamiento y de los trabajos realizados», Separata de Estudios Médicos, Núm. 45, pp.4-6 y 48-49 (pp.8-9).

23 Bailey a Russell, 29-09-1930, RAC, RF, 1.1, 795, 2, 15.24 Guillamón (1927), p. 3.25 Guillamón (1927), pp. 36-38.26 Guillamón (1927), p. 40.27 Rodríguez Fornos (1926).

Niños huertanos (1927).

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los afectados eran hombres empleados en losa rrozales de la zona, que Rodríguez Fornos nodudaba en calificar de «extensa letrina natu-ral». A pesar de la responsabilidad de las cos-t u m b res campesinas en la extensión de lae n f e rmedad, Rodríguez Fornos circ u n s c r i b i ósu análisis del contagio a la actividad pro d u c-tiva en los arrozales, trasladando una imagenrespetuosa del «obre ro levantino, siempreinteligente, trabajador y activo». Aunque Rodríguez Fornos solicitó en 1926 lacolaboración de la Fundación Rockefeller paraestablecer una división sanitaria en la zona dela Ribera Baja y poner en marcha una campa-ña contra la anquilostomiasis, la contribuciónde la Rockefeller sólo llegó a materializarse enla citada campaña desarrollada en la Huert ade Murcia organizada por el Ayuntamiento dela capital. El Instituto Provincial de Higienede Murcia, por circular del 29 de julio de1926, ordenó levantar un padrón sanitario, lac o n s t rucción de re t retes y prohibir el empleode excrementos como abono. Más adelante,e n t re mayo y julio de 1927, el Ay u n t a m i e n t ode la capital lanzó una campaña de divulga-ción en los centros escolares de la zona huert a-na (al estilo de lo que había realizado laComisión Sanitaria de la FundaciónRockefeller en el Sur de los Estados Unidos).La campaña abarcó 29 escuelas y unos 4.000asistentes. El equipo autor de la campañaestuvo formado por Antonio Guillamón, losmédicos Sardina y Abril y dos subaltern o s ,M a rtínez y Esteve. Se impartía una confere n-cia explicativa, se daban consejos pro f i l á c t i c o sy se tomaban muestras fecales para examen en

el laboratorio municipal o en el del InstitutoP rovincial de Higiene, encontrándose parasi-tados un 13% de los escolare s2 8. Las confere n-cias se acompañaban de la exposición de cart e-les murales de distinto contenido (sobre nor-mas higiénicas, sobre evolución del parásito,s o b re anomalías de la sangre). Se re p a rt i e ro n7.000 juegos de cinco láminas que re p ro d u c í-an los carteles e incluían al dorso un re s u m e nde lo explicado, así como un millar de cart i l l a sy carteles para que sirvieran de objeto de estu-dio a los escolares durante el tiempo dedicadoa la explicación de la higiene y la fisiología. En 1928 comenzó el apoyo de la FundaciónRockefeller a través de la IHD, con aport a c i ó nde unas 32.500 ptas que suplementaban las53.500 del Ayuntamiento. El dinero seempleó en suplementar los sueldos de losmédicos participantes, en construcción deletrinas y en los gastos de instalación y viaje2 9. La campaña consistió en una mezcla de infor-mación, diagnóstico masivo y educación sani-taria sobre el manejo de heces, con la instala-ción de re t retes para coartar la infección super-ficial de los suelos agrícolas y urbanos. Lad i rección de la campaña se encomendó aH e rnández Pacheco, y se desarrolló a satisfac-ción de los nort e a m e r i c a n o s3 0. Como en el casode la sanidad minera, esta intervención pre p a-raba otra de mayor alcance, pues desde el prin-cipio se pensó que este servicio sirviera deancla para la creación de un centro de saludc o m a rc a l3 1. Por propia iniciativa y financia-ción españolas, se había incrementado la tare ade los dispensarios de anquilostomiasis contrabajo antipalúdico y vacunación BCG, a tra-

28 Guillamón (1927), p. 10, pp. 14-16.2 9 Revision of Budget No. 64368 _ Spain _ Hookworm Control _ Murcia [a 25 de octubre de 1928], RAC, RF, 1.1,

795, 2, 1530 G.K. Strode’s Diary. Spain, May 1-10, 1930 (continued), RAC, RF, 1.1, 795, 2, 15.31 Strode a Russell, 30-10-1928, RAC, RF, 1.1, 795, 2, 15; o una organización sanitaria más permanente, como en Strode

a Russell, 2-08-1929, RAC RF, 1.1, 795, 2, 15.

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vés de la lucha oficial antipalúdica3 2. Éstahabía comenzado en la zona en julio de 1927 yen 1928 corría a cargo de Fernando Oquiñena,uno de los auxiliares que acompañó a Bailey.La sinergia entre ambos objetivos antiparasita-rios permitió la creación de una oficina sanita-ria polivalente, a partir de 1929, que abarcaba elestudio de las enfermedades transmisibles (conespecial atención al tracoma, anquilostomiasisy paludismo), la inspección médica de la infan-cia, la educación sanitaria y el pequeño sanea-miento, incluyendo la construcción de re t re t e scon cargo al presupuesto sanitario3 3. A finalesde 1930 se produjo la fusión organizativa de lalucha antipalúdica y la sanidad minera, lo quere f o rzó esta colaboración tanto en las zonasmineras de la provincia de Jaén como en laH u e rta de Murcia. En mayo de 1931 se produjo la retirada delapoyo municipal murciano, lo que supuso lafinalización abrupta del proyecto y, pese a losintentos del nuevo Inspector provincial deSanidad, Laureano Albadalejo, el fin de laimplicación de la IHD en la sanidad murc i a n a .Ya un año antes, un visitante nort e a m e r i c a n ohabía abandonado la antigua opinión optimis-ta sobre el futuro de la colaboración conM u rcia, debido, entre otras razones, a que lapuesta en práctica de un servicio de personalmédico con dedicación exclusiva era «the prin-ciple most difficult to establish in Spain»3 4. Estono impidió la continuación de las actuacionessanitarias, si bien bajo la exclusiva dependen-

cia de la Dirección General de Sanidad eInstituto Provincial de Higiene. Apoyado enla organización allí formada, el laboratorio deParasitología de la Facultad de Medicina deMadrid desarrolló el estudio más extenso sobrela relación entre el crecimiento y las parasito-sis de la población infantil en la comarca huer-tana, de todo el tiempo de la República3 5.

La anquilostomiasis en la Vega del Jarama tras la Guerra Civil

Tras la Guerra Civil, la preocupación médicaen torno a la anquilostomiasis decayó consi-derablemente. En opinión de Antonio PrietoLorenzo, parasitólogo que desarrolló una acti-va labor sanitaria y publicística en torno aeste problema en los años cincuenta, el éxitode las campañas de los años veinte y la asun-ción de las cuestiones parasitológicas porparte de los dispensarios antipalúdicos per-mitieron convertir a la anquilostomiasis enun problema residual en nuestro país, conexcepción del enclave colonial de GuineaEcuatorial36. No obstante, a finales de losaños cuarenta el problema reapareció circuns-crito a las vegas del Jarama y del Henares enla provincia de Madrid. La primera llamadade atención la realizaron en 1947 variosmédicos del grupo del Prof. Jiménez Díaz delHospital Provincial de Madrid, a propósito

32 Strode a Russell, 6-06-1930, RAC, RF, 1.1, 795, 2, 15. Rodríguez Ocaña, Ballester Anon, Perdiguero, MedinaDoménech, Molero (2003), pp. 152-153.

33 Hernández-Pacheco, D.; Abril Cánovas, M. (1932), «Ensayo de higiene rural en la huerta de Murcia. Resumen de lostrabajos realizados durante el primer semestre de 1931» y «Estudio sanitario de un partido rural en la huerta de Murcia»,Rev. San. Hig. Púb., 7, 219-223; 839-848.

34 G.K. Strode’s Diary. Spain, May 1-10, 1930 (continued), RAC, RF, 1.1, 795, 2, 15.35 Darriba, A. R.; Abril Cánovas,, M. (1933-34), Sobre la anquilostomiasis en la huerta de Murcia, Madrid, Publicaciones

Oficiales de la C.P.I.S., 2 vols.36 Aparicio Garrido, J.; Prieto Lorenzo, A. (1950), «Estudios sobre Anquilostomiasis. (Nota previa). Existencia de un

importante foco», La Medicina Colonial, 15, 323-329 (pp. 325-326).

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de un hortelano joven de Mejorada delCampo atendido en dicho Hospital. Aunquese trataba de una breve nota clínica, los auto-res indicaban que por mediación del médicode la localidad habían realizado análisis deheces de otros vecinos con un cuadro similar,constatando en todos los casos la presencia deabundantes huevos de anquilostoma37.Tres años después, José Aparicio Garrido y elya mencionado Prieto Lorenzo, parasitólogosvinculados al Instituto Español de MedicinaColonial dirigido por Valentín Matilla ydependiente del Consejo Superior deInvestigaciones Científicas, llevaron a caboun estudio en mayor profundidad de estazona, que caracterizaron como endémica. Elexamen clínico y parasitológico se inició enf e b re ro de 1950 en San Fernando deHenares38 y posteriormente se extendió a loshabitantes de las zonas de huerta de otras dospoblaciones ubicadas en la confluencia de losríos Jarama y Henares: Mejorada del Campoy Velilla de San Antonio. La población totalde las tres localidades rondaba los 3.900habitantes, de los que fueron sometidos a exa-men casi dos terceras partes, aunque los resul-tados publicados se refirieron a los 100 pri-meros casos de anquilostomiasis diagnostica-dos tras haber examinado a 450 individuos39.En 1954 el número de anquilostomiásicosdiagnosticados superaba los trescientos, a losque había que sumar más de seiscientos infes-

tados por otros parasitismos intestinales,cifras que en opinión de los autores subesti-maban la incidencia real ya que en pocas oca-siones se repetían los exámenes de heces encasos de cultivo negativo. Los autores dabanbuena cuenta, además, del rechazo de partede la población a someterse a los exámenes,especialmente entre individuos asintomáti-cos, lo que, en su opinión, redujo sensible-mente la posibilidad de identificar a los por-tadores. Por otro lado, se constató la frecuen-cia de las parasitaciones múltiples. De losmás de 2.800 estudios coprológicos realiza-dos, un 10% mostraban la presencia de dosparásitos distintos, y más del 1,6%, 3 ó 4parásitos40. El trabajo de campo fue posiblegracias a que Antonio Prieto Lorenzo ejercíacomo A.P.D. en San Fernando de Henares. El foco, vinculado por los autores con el des-crito unos años antes en Mejorada del Campo,fue tipificado como una endemia «de superfi-cie» ligada a la dedicación eminentementeagrícola de los habitantes de dichas poblacio-nes. No obstante, el discurso de corte pro-ductivista que había servido de justificación alas campañas desarrolladas en los años veintetanto en el ámbito minero como en la Huertade Murcia fue reemplazado por una legitima-ción cercana a la retórica colonial41. El análi-sis epidemiológico singularizó el peso deter-minante de los factores ambientales, trasla-dando una imagen patologizada del medio

37 Villasante, J. G.; Rof Carballo, J.; Mechante Iglesias, A. (1947), «Sobre la existencia de un foco de Anquilostomiasis enla provincia de Madrid», Rev. Clín. Esp., 26 (6), 417-418.

38 Aparicio Garrido; Prieto Lorenzo (1950).39 Matilla, V.; Aparicio Garrido, J.; Prieto Lorenzo, A. (1951), «Estudios sobre Anquilostomiasis. III. Nuestras observa-

ciones sobre la epidemiología en la Vega del Jarama», La Medicina Colonial, 17, 293-347. Ese mismo año, Antonio Prietopresentó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid su tesis de doctorado titulada La anquilostomiasis en lahuerta del Jarama.

40 Prieto Lorenzo, A. (1954), «Orientaciones actuales en la lucha contra los parasitismos intestinales humanos en España»,La Medicina Colonial, 23, 326-383 (pp. 330-331).

41 Medina Doménech, R.Mª. (2005), «Polémicas en torno al papel de la asistencia médica», en La historia de la medicina enel siglo XXI. Una visión poscolonial, Granada, Editorial Universidad de Granada, pp. 73-80.

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rural en su conjunto. A diferencia de las ante-riores intervenciones en el ámbito minero ohuertano en las que el análisis de los factorescausales se circunscribió al espacio laboral, yaen la mina ya en la huerta, y a las conductasy costumbres de los obreros determinadas porsus condiciones de trabajo, el medio rural eraconcebido con un espacio insalubre y procli-ve a la enfermedad en su conjunto. Al igualque vimos en el caso de la vega del Segura, el«ambiente anquilostomiásico» re c o n o c í acomo determinantes tanto las característicastopográficas y climáticas de la zona como suconversión artificial en terrenos de regadío ylas seculares costumbres de la poblaciónrural. No obstante, éstas desempeñaban ahoraun protagonismo mayor, siendo concebidascomo producto de su propia naturaleza y node su secular dedicación laboral y situaciónsocial42. La huerta y la vivienda rural consti-tuían un continuum desde el punto de vista dela transmisión de la enfermedad por lo que elanálisis de la influencia de los estilos de vidade la población se extendió más allá del ámbi-to laboral, recordando al más rancio discursomoralizador decimonónico. Así, en relación ala influencia de ciertos hábitos de vida de lapoblación rural, los autores destacaban elescaso uso de los retretes para defecar, a pesarde que las viviendas de las localidades anali-zadas contaban con ellos, ya que los habitan-tes «... estiman como más natural la defeca-ción en plena huerta o en cualquier rincónmás o menos apartado, y por ende, oculto alos demás»43.En segundo lugar, la naturalización de las con-ductas indeseables de la población hort e l a n a

trasladaba una imagen inferiorizada de lamisma significada por «la escasa mentalidadde la mayor parte de los parasitados», lasuperstición y la incapacidad para seguir losdictados de la higiene4 4. El proceso de «infe-riorización» de la población campesina secompletaba con frecuentes alusiones a la igno-rancia, la indiferencia religiosa y, muy espe-cialmente, al excesivo consumo de alcohol:«Esta es la causa de que la población de estavega se halle hipoalimentada y que al caerenfermos, tanto como a la enfermedad hayaque tener en cuenta el estado de insuficiencianutritiva en que se encuentran. Los procesoshepáticos de toda índole, las gastropatías másdiversas, la brusquedad del carácter, el des-arreglo económico y tantísimos otros factoresson consecuencia indubitable de la marcadaalcohofilia de estos habitantes»45.

La propuesta de luchaantihelmíntica de mediadosde los cincuenta

Junto al foco de la Vega del Jarama, PrietoLorenzo sólo identificó una segunda áreaendémica de anquilostomiasis en la huertavalenciana, citando fuentes de la JefaturaProvincial de Sanidad de Valencia. No obs-tante, Prieto consideraba elevada la inciden-cia de la enfermedad:

«Esto nos induce a considerar que lae n f e rmedad sigue azotando cru e l m e n-te a nuestra población campesina, sibien limitada ciertas a zonas endémi-cas, en que su eliminación es difícil

42 Matilla; Aparicio Garrido; Prieto Lorenzo (1951), p. 324.43 Matilla; Aparicio Garrido; Prieto Lorenzo (1951), p. 300.44 Matilla; Aparicio Garrido; Prieto Lorenzo (1951), p. 304.45 Matilla; Aparicio Garrido; Prieto Lorenzo (1951), p. 310.

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tanto por los factores climáticos y telú-ricos como por la precaria cultura desus habitantes»4 6.

En consecuencia, postuló la necesidad de org a-nizar una campaña sanitaria cuyo primer obje-tivo sería conocer los «índices de infectaciónparasitaria» de la población española. La cam-paña no debía limitarse a la anquilostomiasisni a las zonas endémicas sino que debía incluirun «reconocimiento total en todo el terr i t o r i onacional con el objeto de lograr una visión deconjunto de la extensión de las parasitosisi n t e s t i n a l e s »4 7. Aunque los re c o n o c i m i e n t o spodían iniciarse en las zonas más pobres, losc e n t ros escolares y otras instituciones comohospitales, frenocomios, cuarteles o centro sfabriles, el examen de heces debía cubrir a latotalidad de la población «sin distinción deedades, sexos y pro f e s i o n e s » .A pesar de la amplitud de la propuesta, elobjetivo prioritario seguía siendo el mediorural. Prieto señaló tres obstáculos principa-les para su puesta en marcha en éste. En pri-mer lugar, el rechazo de parte de la poblacióna someterse a dichos exámenes, lo que exigi-ría la adopción de «medidas coerc i t i v a simpuesta por la autoridad gubernativa o sani-taria»48. En segundo lugar, la necesidad deinvolucrar en el desarrollo de la campaña a latotalidad los médicos rurales. Para ello pro-ponía establecer cursos de capacitación deuna semana de duración impartidos en lasrespectivas Jefaturas Provinciales de Sanidad.Los cursos debían incluir tanto formaciónteórica como entrenamiento práctico sobretécnicas de análisis coprológico. En tercerlugar, la escasez de medios de laboratorio en

los pequeños municipios. En aquellos quecontaban con Centros Primarios de Higiene,entendía que resultaría sencillo habilitar unlaboratorio ajustado a las limitadas necesida-des del examen coprológico, imponiendocomo obligatorio que los municipios dotaranun microscopio óptico, «de la misma maneraque lo es el triquinoscopio»49. En caso demunicipios más pequeños o que no contarancon dichos centros, serían los ayuntamientoso las diputaciones provinciales en colabora-ción con el Seguro Obligatorio de Enfer-medad quienes habilitasen y dotasen el labo-ratorio. Serían, pues, los médicos rurales,auxiliados por los practicantes, enfermeras omatronas, o en su defecto, de personas previa-mente adiestradas, los encargados de comple-tar los exámenes de heces, que debían reali-zarse siguiendo la tradicional técnica deWillis-Molloy, ya empleada por Bailey. Lainformación generada por los reconocimien-tos, a la que sugería añadir un censo de letri-nas de cada localidad, sería canalizada a travésde las Jefaturas provinciales hasta la Direc-ción General de Sanidad.Una vez alcanzada «la verdad epidemiológi-ca», el segundo paso de la campaña consisti-ría en diseñar medidas de intervención acor-des con el medio y los índices de infestación.Las propuestas de Prieto incluían el trata-miento sistemático y gratuito de los enfermosy portadores de helmintiasis intestinales. Lamedicación debería distribuirse por lasJefaturas provinciales a los médicos deA.P.D., que serían los encargados de repartir-los entre las familias afectadas del municipioy de incorporar sus resultados en la ficha sani-

46 Prieto Lorenzo (1954), p. 341.47 Prieto Lorenzo (1954), p. 335.48 Prieto Lorenzo (1954), p. 354.49 Prieto Lorenzo (1954), p. 356.

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taria de los enfermos. En segundo lugar, secontemplaba el saneamiento de las zonasafectadas, principalmente el entorno de lavivienda rural y las huertas. Se trataba básica-mente de evitar la defecación en esas zonas yde su contacto con las aguas de abastecimien-to y alimentos de la huerta para lo que se pro-ponía la obligatoriedad de construir retretesfamiliares en los domicilios así como letrinascercanas al «ambiente de trabajo», corriendoestas últimas por cuenta de los propietariosde las fincas. Prieto dio buena muestra deconocer las diversas iniciativas a nivel inter-nacional de la Fundación Rockefeller en esteámbito, aunque no mencionó las desarrolla-das en la huerta murciana. No obstante, laescasez de medios le llevó a poner a punto unrudimentario sistema de letrinas en las huer-tas del Jarama que entendía podía exportarsea otras localizaciones:

«En el ambiente de trabajo, nosotroshemos recomendado un tipo de cons-trucción en extremo sencilla, consisten-te en un pequeño hueco practicado enun lugar oportuno de la zona de cultivode unos 60-70 centímetros de profun-didad, provisto en el borde anterior deun firme apoyo para los pies, llevandoanejo un pequeño espacio destinado alalojamiento del recipiente que contienela cal, todo ello cubierto con cañas secasde maíz, formando un tupido ramaje ycuya puerta de entrada quedaba cerradapor una cortina de paño grosero. Apesar de lo rudimentario del sistema,los éxitos alcanzados con este procederhan sido insospechados, ya que nos-

otros, sin la autoridad necesaria sufi-ciente, no podíamos más que aconsejara los campesinos las medidas más efica-ces con el menos gasto posible, procedi-mientos que nos vemos obligados a seguir enla mayor parte de las campañas profilácti-cas llevadas a cabo en nuestro país»50.

Como venía siendo habitual, junto al trata-miento de los enfermos y el saneamiento delmedio, la propuesta de lucha antihelmínticaincorporaba la educación sanitaria. Prietodetalló algunas de las especificidades quedebían de cumplir las campañas, dado elsecular «perfil psicológico del labriego espa-ñol». Fatalismo, ignorancia, egoísmo, indivi-dualismo, superstición y desconfianza eranalgunos de los rasgos que obligaban a desple-gar especiales dotes de persuasión y perseve-rancia. Prieto señaló la importancia de invo-lucrar a todo los sanitarios de la población enla instrucción sanitaria, el papel clave de laescuela, la utilidad de informar a través deconversaciones públicas y conferencias obligato-rias a la población de las comarcas con focosendémicos, y las ventajas y bondades delempleo de carteles, radio y cine como mediosde propaganda sanitaria51.Las frecuentes alusiones al carácter voluntaris-ta de las iniciativas desplegadas en la huert adel Jarama y la ausencia de mención oficial a lacampaña apuntan a que las reiteradas llamadasf u e ron desatendidas por la Dirección Generalde Sanidad5 2. Uno de los pocos foros que seh i c i e ron eco de ellas fueron, no obstante, lasReuniones de Sanitarios Españoles convocadaspor la propia Dirección General de Sanidad.En la IV de dichas reuniones, celebrada en

50 Prieto Lorenzo (1954), pp. 369-370. Las cursivas son nuestras. 51 Prieto Lorenzo (1954), pp. 370-380.52 La Memoria de la Dirección General de Sanidad correspondiente a los años 1957-1958 (1959), Madrid, Gráficas González, no

incluye mención alguna a la adopción de medidas en este campo más allá de su inclusión en el programa de diversas acti-vidades formativas como los Cursos de Diplomados de Sanidad o el Curso de Paludología y Epidemiología Parasitaria.

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abril de 1955, Vidal Jordana -médico delCuerpo Nacional de Sanidad- volvió a re c l a-mar la necesidad perentoria e ineludible deo rganizar una campaña en las zonas endémicas,basándose en la experiencia adquirida en cier-tas comarcas rurales de Va l e n c i a5 3. En abril de1959, en la V Reunión, en la única comunica-ción dedicada al tema, el propio Prieto confir-maba la ausencia de una lucha organizada y,por ende, de estadísticas fiables5 4.En mayo de 1960, Valentín Matilla presentóante la Academia de Medicina de Madrid unasíntesis de las investigaciones realizadas en laVega del Jarama. A esas alturas, la cifra dediagnosticados se acercaba al millar, y enpoblaciones como Mejorada del Campo habíareconocimiento oficial de la afectación de, almenos, una cuarta parte de sus vecinos. Laspropuestas de intervención de Matilla indica-ban, sin lugar a dudas, la ausencia de res-puesta oficial al problema, que él calificabacomo «foco de anquilostomiasis, grave yextenso, a las puertas de la capital»55. JoséAlberto Palanca, a la sazón presidente de laAcademia, intervino en la sesión para señalarla queja de los patronos agrícolas de la zonapor la ineficacia de los seguros obligatorios deenfermedad, accidentes y plagas del campopara hacer frente al problema. Resulta cuan-do menos sorprendente, dado que Palancadesempeñó el cargo de Director General deSanidad hasta 1957, que propusiera dirigirse

a la propia Dirección General para solicitar larealización de una encuesta epidemiológicaentre los municipios abastecidos con agua delrío Jarama y, en su caso, «... remediar la situa-ción, que para eso, si no estoy equivocado,existe una consignación en presupuesto desti-nada a combatir las epidemias»56.Podemos, pues, concluir que en los años cin-cuenta la sanidad franquista no prestó dema-siada atención a las llamadas para abordar elproblema de la anquilostomiasis, ahora consi-derado como un problema eminentementerural. La reducción de la morbimortalidadpor enfermedades infecciosas experimentadaa lo largo de la década y la consiguiente reor-denación de las prioridades sanitarias junto alcreciente protagonismo de la orientación asis-tencial contribuyeron tanto al desvaneci-miento de la presencia pública de la sanidad57

como a relegar el problema de la anquilosto-miasis en nuestro país. En ese contexto, laproposición de campañas generalizadas con-tra la enfermedad parece responder no sólo ala preocupación por el estado sanitario de lapoblación sino también a evitar las posterga-ción de los profesionales de la sanidad públi-ca, y en particular de los parasitólogos.

AgradecimientosTrabajo realizado dentro del Proyecto BHA2001-2979-C05-01, con financiación del Ministerio deCiencia y Tecnología.

53 Prieto Lorenzo, A. (1956), La anquilostomiasis. (Folleto para médicos), Madrid, Gráficas González, p. 14.54 Prieto Lorenzo, A.; Fernández Nafría, A. (1959), «El yoduro de ditiazanina (Telmid) en el tratamiento de la anquilos-

tomiasis (nota previa)», en V Reunión Nacional de Sanitarios (Madrid, abril de 1959). Libro de Actas, Madrid, Gráficas Osca,pp. 134-137.

55 Matilla Gómez, Valentín (1960), «Del problema de la anquilostomiasis. (Consideraciones personales)», Anales de la RealAcademia Nacional de Medicina, 77, 319-342.

56 Matilla Gómez (1960), p. 341. En la ulterior respuesta de Matilla, éste asumió el papel de denunciante de un problemasanitario, aludiendo a Palanca como especialmente interesado en la cuestión «desde su posición de propietario y terrate-niente» (p. 342).

5 7 Rodríguez Ocaña, Esteban (2005), «La salud pública en la España de la primera mitad del siglo XX», en Rodríguez Ocaña,E. Salud Pública en España. Ciencia, profesión y política, siglos XVIII-XXl, Granada, Ed.Universidad de Granada, pp. 87-112.