La Situación Lingüística de La Meseta Sur

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    Acta PalaeohispanicaXIPalaeohispanica 13 (2013), pp. 103-136I.S.S.N.: 1578-5386.

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    LA SITUACIN LINGSTICA DE LA MESETA SUREN LA ANTIGEDAD

    Eugenio R. Lujn

    A la memoria de D. Fernando Jimnez de Gregorio,maestro e inspirador de las investigaciones

    sobre historia y arqueologa de la provincia de Toledo

    I.INTRODUCCIN1

    El territorio cuyo estudio lingstico pretendo abordar, la Meseta Surespaola, es una zona bastante bien definida desde el punto de vistageogrfico. Situada en el centro de la pennsula Ibrica, est limitada al norte

    por el macizo montaoso del Sistema Central y al sur por Sierra Morena.Los lmites hacia el este y el oeste son algo ms difusos, en tanto que haciael este, a travs de las llanuras de La Mancha, la Meseta se contina

    prcticamente sin solucin de continuidad hacia las tierras del Levante yhacia el oeste da paso a la actual regin de Extremadura y de ah se continahacia Portugal y el ocano Atlntico. Este territorio, que, aproximadamentese extiende por las actuales provincias de Madrid, Toledo, Ciudad Real,Cuenca, Guadalajara y Albacete, fue habitado en la antigedad por diversos

    pueblos cuyos nombres conocemos por las fuentes histricas. La compleji-dad del territorio queda ya de manifiesto, aunque se trate de una cuestin deorganizacin administrativa romana, por el hecho de que qued divididoentre las provincias romanas de Lusitania (territorio vetn) y la Tarraconense(territorio celtibrico y carpetano y territorio oretano al norte de Sierra

    Morena) e, incluso, la Btica, y los territorios estaban adscritos a cuatroconventos diferentes: Caesaraugustanus y Carthaginiensis de la Tarraco-nense,Emeritensisde la Lusitania y Cordubensisde la Btica.

    1 Este trabajo ha sido realizado en el marco de los proyectos de investigacin FFI2009-

    13292-C03-02 y FFI2012-36069-C03-02, financiados por el Ministerio de Economa yCompetitividad, y dentro del Grupo de Investigacin Consolidado de la Universidad Com-plutense de Madrid Textos epigrficos antiguos de la pennsula Ibrica (ref. 930750).Quiero expresar mi agradecimiento al Prof. Javier de Hoz por el mapa de la figura 1 y tam-bin a los participantes en el XIColoquio sobre Lenguas y Culturas Paleohispnicas por lasobservaciones me hicieron, que han sido de gran valor para la revisin del texto. Para la ela-

    boracin del trabajo me ha sido de gran ayuda la utilizacin del Banco de Datos Hesperia(http://hesperia.ucm.es/), elaborado bajo la direccin de J. de Hoz y J. Gorrochategui.

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    La cuestin de las fronterasentre los pueblos que ocuparon la penn-sula Ibrica en la antigedad es espinosa y en la bibliografa ms reciente se

    insiste en el carcter variable y sujeto a cambios con el paso del tiempo,desde poca de las ms antiguas fuentes escritas sobre la pennsula Ibricahasta la poca imperial, en la que con Ptolomeo y Plinio tenemos las princi-

    pales fuentes de informacin de carcter geogrfico. Por otra parte, labibliografa histrica y arqueolgica ha venido ocupndose, al menosdesde comienzos de los aos 90 del pasado siglo, de los procesos deetnognesis que dieron lugar a los diferentes pueblos de los que nosinforman esas fuentes.2 Para la Meseta Sur se suele considerar que esos

    procesos han de estar concluidos para el siglo IIIa.C. (Gonzlez-Conde 1992).Con ayuda de las fuentes clsicas y de algunos otros elementos de

    carcter arqueolgico y cultural, podemos hacernos una idea aproximada delos lmites entre unos pueblos y otros en el territorio que nos interesa,3 sibien debemos ser conscientes de que la realidad tnica reflejada en las fuen-tes romanas de poca imperial no puede retrotraerse sin ms en el tiempo.Hay que sealar, adems, algunos problemas especiales, como la cuestinrelativa a los lcades, que nicamente mencionan Polibio y Livio cuando serefieren a la presencia cartaginesa en la pennsula Ibrica y los momentosanteriores a la Segunda Guerra Pnica, pero que no aparecen luego ni enPlinio ni en Estrabn.4 Tambin se plantea el problema de los lobetanos,mencionados por Ptolomeo (II6.59) con una sola ciudad, del mismo nombre

    (), y que no vuelven a aparecer en nuestra documentacin. Adems,hay que tener en cuenta que las fronteras entre pueblos no son estticas, sinodinmicas, como decamos. De ah que nos encontremos con fenmenos co-mo la progresiva expansin de los celtberos hacia el sur, segn muestra, porejemplo, el traslado de la ciudad de Segbriga a la Meseta Sur cuando ori-ginariamente el ncleo de poblacin deba encontrarse en la Meseta Norte,como han puesto de relieve los estudios numismticos sobre la dispersin delas monedas de esa ciudad (Garca-Bellido 2007, 204-205 y 208-209).Contamos, adems, con algunos ejemplos en los que las fuentes no son con-sistentes en la atribucin de una localidad concreta a una u otra etnia y enotras ocasiones son los estudios histricos y arqueolgicos actuales los quenos llevan a cuestionar la atribucin tnica realizada por las fuentes antiguas.Tales situaciones pueden ser precisamente manifestacin de variaciones dia-crnicas. As, por ejemplo, es considerada por Ptolomeo (II6.57)una ciudad carpetana, cuando, en realidad, deba ser oretana (Carrasco 2007,27-29), y tambin hay problemas en cuanto a la adscripcin de ,mencionada por Ptolomeo (II6.60) como ciudad de los bastetanos del inte-

    2 Cf. el influyente libro editado por Almagro-Gorbea y Ruiz Zapatero 1992.3 Se puede ver una aproximacin a esas fronteras, por ejemplo, en el mapa que ofrece

    Gonzlez-Conde 1992, 305, fig. 1.4 Para una reciente revisin del problema de los lcades vase Gozalbes 2007.

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    rior, pero que debe ser la misma que menciona como entre los ore-tanos (Ptol. II6.58). Una situacin inversa a la deLaminiumtendramos en elcaso de que la ciudad de Cusubi, que menciona Livio (35.22.7) como oretana

    al describir el camino del pretor Marco Fulvio Nobilior hacia Toledo, pudieraidentificarse con Consabura, es decir, la localidad toledana de Consuegra,especialmente a la vista de la forma del gentilicio que aparece en la tsera dehospitalidad de Herrera de Pisuerga (HAE2452;HEp12, 363;AE2002, 785)en la forma cusaburensis.

    Por lo que se refiere a la adscripcin lingstica de los pueblos de laMeseta Sur, que es la cuestin que ms directamente nos interesa, presenta

    problemas de diferentes tipos. Para los celtberos, lgicamente, no existen deentrada problemas de adscripcin tnica y lingstica, en tanto que, a pesar deque se trata del territorio ms meridional ocupado por esta etnia y en el que ha

    aparecido menos documentacin lingstica que la que tenemos para elterritorio del valle del Ebro, podemos asumir que al menos durante el perodofinal del Hierro IIy durante los primeros momentos de la conquista romana yantes de que se implantara el latn como lengua autctona de ese territorio, erael celtibrico y, por tanto, una lengua celta, la que primaba en l. Cuestindistinta ser la de la antigedad del celtibrico en ese territorio.

    En el caso de otros de los pueblos que habitaban el territorio que ana-lizamos, como los oretanos, carpetanos y vetones, la situacin es mucho mscompleja, como tendremos ocasin de ir viendo a lo largo de este trabajo.Tradicionalmente se ha venido asumiendo que vetones y carpetanos son

    pueblos indoeuropeos, mientras que los oretanos seran de estirpe ibrica.Esta podra ser, por tanto, la hiptesis de partida que habremos de someter avalidacin a la vista de los datos de que disponemos actualmente. Megustara sealar, no obstante, que en el caso de los carpetanos, la bibliografaal uso no suele aludir a una interesante referencia que encontramos en Es-teban de Bizancio, el cual, en la entrada dice: . Disponemos, por tanto, deltestimonio de una fuente antigua en la que se afirma explcitamente que loscarpetanos son celtas.5Es cierto que Esteban de Bizancio es un autor muytardo, pero tambin lo es que en muchsimas ocasiones est transmitiendo

    materiales y noticias muy antiguos, por lo que tampoco conviene rechazarsin ms este dato como infundado antes de someterlo a contraste con otrasfuentes de informacin.

    Desde el punto de vista arqueolgico, la informacin de que dispo-nemos acerca de los movimientos de pueblos en la zona en el periodo delHierro IIes todava limitada, en parte porque las excavaciones realizadas eneste territorio no son tantas como sera deseable, a pesar de que ha habido un

    5 Curiosamente se trata de un testimonio sobre la etnicidad de este pueblo que no se ha

    recogido en los repertorios de fuentes antiguas sobre los carpetanos y no ha sido utilizado en

    los estudios monogrficos sobre ellos, ni en los trabajos de conjunto que tratan sobre celtaeycelticien la pennsula Ibrica.

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    progreso considerable en los ltimos aos. Con todo, contamos en este mo-mento con monografas relativamente recientes sobre cada uno de los pue-

    blos que habitaron en este territorio: los trabajos de Lorrio 1997 y Burillo1998 entre otros, para los celtberos; los trabajos de Snchez Moreno 2000 ylvarez-Sanchs 2003 para los vetones; el de Lpez Domech 1996 para losoretanos y el de Gonzlez-Conde 1987 para los carpetanos; adems de revi-siones de conjunto, como el libro editado por Carrasco 2007a. Sin embargo,los problemas de informacin arqueolgica no se deben nicamente a la faltade ms datos procedentes de excavaciones, sino tambin a la ambigedad deinterpretacin de los que poseemos: parece claro que la zona que nos ocupafue una zona de contacto entre indoeuropeos y no indoeuropeos en la penn-sula Ibrica, como lo muestra el hecho de que lo atraviese la lnea de top-

    nimos en -briga, que se ha utilizado tradicionalmente para deslindar laHispania indoeuropea de la no indoeuropea. En el territorio que estamosconsiderando lo que frecuentemente no resulta fcil de delimitar desde el

    punto de vista arqueolgico es si nos encontramos ante indoeuropeos ibe-rizados o beros indoeuropeizados.6Los hallazgos en la Meseta Sur relativosa la poca del Hierro IIapuntan a una iberizacin de la cultura material, peroesta iberizacin material puede obedecer en algunas ocasiones a influencias

    propiamente ibricas y en otras a influencias celtibricas, ya que a medidaque avanzamos en el tiempo la cultura celtibrica se vio sometida ella mismaa un proceso de iberizacin material que secundariamente pudo inducir la

    iberizacin de la cultura material de otros pueblos con los que los celtberosentraron en contacto.As pues, podemos decir que durante el primer milenio a.C. hasta la

    llegada de Roma la Meseta Sur se vio inmersa en unas dinmicas que hanvenido definindose tradicionalmente en trminos de iberizacin frente aindoeuropeizacin, pero, como seala Snchez Moreno 2007, 111-112, estos

    procesos seguramente deban entenderse como dinmicas de aculturacin sobreel sustrato local y no en sentido expansionista y tnico. Esto se reflejara en laheterogeneidad cultural de los pueblos de la zona, que pretendemos abordaraqu desde el punto de vista lingstico. Por otra parte, estos procesos tienenuna relacin estrecha con los movimientos de poblaciones a los que aludamosms arriba, como sucede, por ejemplo, con el rea de la provincia de Cuenca,que en poca republicana aparece como carpetana, mientras que en pocaimperial era una zona celtibrica, con el traslado a territorio carpetano de loshabitantes de Contrebia Carbica tras las guerras numantinas y de Segobrigatras las guerras sertorianas, adems de la existencia en esa zona de ciudadesceltberas como Ercvica (Garca-Bellido 2007, 204-205).7

    6 As, por ejemplo, Almagro-Gorbea 1999, 32-36, supone que el sustrato tnico de la

    Meseta Sur es mayoritariamente indoeuropeo, si bien los oretanos seran de estirpe ibrica yhabran sufrido un proceso de progresiva celtiberizacin.

    7 Cf. tambin sobre estas cuestiones el estudio de Gozalbes 2000.

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    Pero ms all de la adscripcin lingstica de las diferentes etnias quepoblaban este territorio a la llegada de los romanos y para las que, lgica-mente, disponemos de mayor informacin dado que contamos con las fuentes

    romanas, resulta interesante analizar con la mayor profundidad cronolgicaposible los datos de que disponemos. Estos datos pueden ser de carcterepigrfico y onomstico (toponimia, teonimia, antroponimia) y cada tipo, co-mo es bien sabido, plantea unos problemas metodolgicos y de interpretacindiferente y tendr, por tanto, un peso relativo distinto y una valoracin entrminos histricos que necesariamente tambin habr de ser diferente. Porrazones de espacio, nos centraremos aqu bsicamente en los datos epigr-ficos, aunque haremos alusin tambin a la onomstica.

    II. TESTIMONIOS EPIGRFICOS: LA SITUACIN EN EL MOMENTO DE LA

    PUBLICACIN DE LOS VOLMENES III.2Y IV DE MLHAl tratar de la Meseta Sur en la protohistoria ha sido casi un tpico

    hacer referencia al vaco epigrfico que esta constituye dentro de la epigrafapaleohispnica. Si tomamos como punto de partida la situacin que reflejanlos volmenes IIIy IVde los MLHde Jrgen Untermann, esa sera, en efecto,una descripcin adecuada. El volumen III.2 de los MLHnicamente recogeunas pocas inscripciones ibricas procedentes de la provincia de Albacete,que son las siguientes:

    1. El plomo del Llano de la Consolacin (G.15.1), en Montealegre del

    Castillo, a 5 km del Cerro de los Santos, que fue hallado en las inme-diaciones de dos necrpolis ibricas cuya cronologa va desde el siglo Va.C.hasta poca romana. Su lectura, siguiendo a MLH, sera la siguiente:8

    CaraA otaS46anCaraB

    Se trata de una inscripcin sinistrorsa en escritura meridional, con losproblemas que ello plantea, si bien en este caso su carcter ibrico est fuerade toda duda: aitikeltun- puede ser un nombre personal (NP) ibrico y aparececon un morfema -ki que es frecuente con NPs en la escritura meridional.

    Podramos tener la bien conocida palabra ibrica , si bien De Hoz 2010,405-407, cuestiona que pueda atribuirse el valor al signo S56 (en forma deW) y propone que sea el equivalente del morfema levantino -mi, con lo que, entodo caso, tendramos otro indicio de ibericidad. En la cara B, queseguramente contiene otro NP, debemos tener un morfema que indica eldestinatario, quiz -ikaS56, como lo lee De Hoz 2011, 422-423.

    8 Para los signos que Untermann deja sin transcribir en las inscripciones meridionales,

    en vez de dibujar el signo sigo la numeracin de los signos de la escritura meridional de De

    Hoz 2010. El signo sin transcribir de esta inscripcin (S46) es interpretado como kpor DeHoz 2010, 407-409.

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    2. La inscripcin sobre bloque de piedra caliza de El Salobral (G.17.1),fuera de contexto y con no muy buen estado de conservacin, tambin en es-critura meridional. La lectura, siguiendo a MLH, sera la siguiente:

    S S47aaar S

    En este caso la ibericidad de la inscripcin no es clara. Quiz iskeunirsea NP, pero dada la inseguridad de la lectura nada se puede afirmar. Velaza2007, 283 ha subrayado el hecho de que se trata ms bien de un esgrafiadosobre un elemento constructivo, por lo que ms que de un ejemplo de epi-grafa sobre piedra propiamente dicha debe considerarse un uso espontneode la escritura sobre un elemento cuya finalidad primera no era la de ser so-

    porte de la escritura.

    3. Los llamados vasos de Abengibre (G.16-1-5), en escritura meridio-nal, en la mayor parte de los casos levgira. Se trata de un hallazgo sin con-texto, para el que Untermann indica que la datacin habitual es el siglo IVa.C.,si bien constata que no hay elementos determinantes para ello. As, De Hoz2011, 406 n. 90, seala que no deben ser posteriores al siglo IIIa.C. pero nohay estudio arqueolgico de detalle. Las lecturas de De Hoz 2011, 406-409,son las siguientes:

    G.16.1:AS56kata : karekar v +sekS47ker : lukesiS56 : akailtrS47kerai :BiltrtkeS56ki : ebinin : kokaS56 (dextrgira)CS41taS56inaS56DaiS41loraS56 : S41taS56

    G.16.2: S41taS56G.16.3: aiturknS41taS56kaG.16.4:aiturkn : btaS56G.16.5:koniltraS56btaS56

    El anlisis lingstico de estas inscripciones apunta a la lengua ibrica,pues, como ha sealado De Hoz, parece que en todas ellas nos encontramoscon unNPibrico (los ejemplos ms claros son koniltr- y aiturkn-) segui-do de un elemento comn que presentara dos variantes, S41taS56 y bt-aS56.

    4. Finalmente, dos esculturas del Cerro de los Santos, con sendas ins-cripciones dextrorsas en escritura meridional. La primera (G.14.1), que sedatara entre los siglos III-II a.C. (Velaza 2007, 278), se lea en MLHcomoaiun/ikarbia, pero es ms probable la lectura de Rodrguez Ramos 2002a,

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    208-209, como elNPibrico aiuni/kaltur.9Para la segunda (G.14.2), una es-cultura de un togado datable en los siglos II-Ia.C. (Velaza 2007, 278-279), lalectura de MLHera: / aen o atin, pero Rodrguez Ramos 2002a, 208-

    209, ley y ms recientemente De Hoz 2011, 352, siguiendo aGmez Moreno, ha ledo , lectura esta ltima que permitira re-lacionar la inscripcin con los bstulos, como ya sugiri el propio GmezMoreno. En ambos casos tenemos una muestra de la continuacin del uso dela escritura meridional en poca romana.

    Todos estos hallazgos son relacionables con localidades que De Hozconsidera contestanas ms que bastetanas y estamos movindonos, por tanto,en el territorio en el que la Meseta se contina hacia el Levante, por lo queestas inscripciones deben relacionarse sin duda con fenmenos en realidad

    perifricos al territorio de la Meseta Sur y que si acaso se adentran tmida-

    mente en l.

    Por lo que se refiere a MLH IV, se recogan en este volumen tresinscripciones procedentes de la provincia de Guadalajara:

    1. Inscripcin sobre piedra de El Pedregal (K.4.1):10karbinka(o, msbien karbizka, relacionable con el tnico Carbica que ya hemos men-cionado ms arriba y con el propio nombre de los carpetani).

    2. Otro fragmento de inscripcin sobre piedra de El Pedregal (K.4.2),actualmente perdida, que conocemos por un dibujo conservado en la Real

    Academia de la Historia (Almagro-Gorbea 2003, 199-200 n. 100A): baka[.3. El bronce de Luzaga (K.6.1), una de las ms largas inscripciones

    celtibricas, hallada en el oppidum celtibrico de la localidad, tambin ac-tualmente en paradero desconocido, pero que conocemos gracias una foto-grafa conservada en la Real Academia de la Historia (Almagro-Gorbea2003, 200-208, n. 101A-N). Almagro ha propuesto datarla a finales del sigloIIa.C., mejor que en el Ia.C. Su lectura es la siguiente:11

    arekoratikubos : karuo : kenei /kortika : lutiakei : aukis : barazioka /erna : uela : tikerzeboz : so / ueizui : belaiokumkue / kenis : karikokue

    9 Velaza 2007, 280 n. 23 seala precisamente la particularidad epigrfica que supone

    que la forma del signo tusea la que en otros textos es bi.10 Fue hallada en el lugar llamado La Jaquesajunto con un pequeo fragmento de otra

    piedra con inscripcin. Sin embargo, parece que el lugar del hallazgo plantea problemas yaque Hbner seal que se trataba de El Pedregal, cerca de Guadalajara, por lo que segnUntermann, podra ser, bien un lugar pequeo en los alrededores de la capital, bien la po-blacin de El Pedregal situada en la carretera de Molina de Aragn (Guadalajara) a Monrealdel Campo (Teruel). Vase tambin Almagro 2003, 198-199, n. 99 y 99A.

    11

    Jordn 2007, 109-110 lee tigerzetazen la ln. 3, en consonancia con su idea sobre eluso del sistema dual (con diferenciacin entre oclusivas sordas y sonoras) en celtibrico.

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    : kenis / stam : kortikam : elazunom / karuo : tekez : sa : kortika /teiuoreikis

    Dejando de lado el breve fragmento, del que poca informacin sepuede obtener, las otras dos inscripciones, y especialmente el bronce, apun-tan claramente a contexto celtibrico por lengua y escritura.

    A ellas se podran aadir quiz algunas de las tseras publicadas porUntermann entre las de procedencia desconocida, pero que en algunos casos

    podran proceder de la provincia de Cuenca. Concretamente se trata de lassiguientes:

    -sekobirikea(K.0.3a) y (K.0.3b),12quiz procedentes deCabeza del Griego (Segbriga) o de Fosos de Bayona (Almagro-Gor-

    bea 2003, 211-212 n. 104A);- libiaka (K.0.4; Almagro-Gorbea 2003, 218-219 n. 111) y /kortika . kar(K.0.5; Almagro-Gorbea 2003, 209-211 n. 103), esta al

    parecer procedente de Fosos de Bayona (Villasviejas, Huete);-atulikum (K.0.6; Almagro-Gorbea 2003, 392, CP-11),13consideradasospechosa por Beltrn, Jordn y Simn 2009;- tuinikukuei : kortonikum : kar : (K.0.13; Almagro-Gorbea 2003,382-383, CP-2), considerada muy sospechosa por Beltrn, Jordn ySimn 2009.

    Igualmente, podra proceder de Patones de la Sierra (Madrid) la lla-mada tsera de arekorata, cuya lectura es (K.0.11; Almagro-Gorbea 2003,381-382, CP-1):

    arekorati/ka . kar/ sekilako : amikum : melmunosata/ bistiro :lastiko ueizos

    III.TESTIMONIOS EPIGRFICOS:ADDENDAA MLHY NUEVOS HALLAZGOS

    Afortunadamente, con posterioridad a la publicacin de los volmenesIIIy IVde los MLHha habido numerosos hallazgos epigrficos en este terri-torio que han venido a enriquecer notablemente nuestra informacin, deforma que el mapa actual de hallazgos (fig. 1) es sensiblemente ms rico.Para organizar ms fcilmente la informacin, iremos haciendo referencia alos addenday nuevos hallazgos epigrficos provincia por provincia.

    12 La lectura propuesta para estas piezas por Jordn y Daz 2006 es sekobiriza.13 En realidad, como sealara Jordn 2007, 115-116, la lectura es atulnkum, con una se-

    cuencia fontica extraa, por lo que, como se ha supuesto habitualmente, podramos tener un

    error por atulikum. Sin embargo, Jordn 2012b ha ofrecido una propuesta de interpretacinfontica y morfolgica de atulnkum.

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    III.1. Albacete

    1. Plomos de El Amarejo (Bonete), publicados por Broncano 1989 (cf.Velaza 2007, 276-277; Correa 2008, 282-283 n. 3), en escritura meridional,

    con direccin sinistrorsa (n. G54 en el mapa de la fig. 1). Su lectura, si-guiendo a De Hoz 2011, 387-388, es la siguiente:14

    n. 1: n. 2: [n. 3: ]:+utan :[n. 4: ] a aabtn abbS56n. 4b:

    Como seala De Hoz, nicamente el fragmento n. 4 permite plantearque se trate de textos escritos en lengua ibrica: la secuencia -iaS56 que apa-

    rece en posicin final se encuentra tambin en el plomo de Montealegre(G.15.1), en ese caso aadida a un NPo elemento antroponmico ,cuyo primer elemento - tambin aparece aqu. Segn Faria 1992-1993,]keteen y (su lectura para el n. 1) y alabultuny (sulectura para el final del n. 4) seran NPs ibricos.

    2. Una inscripcin ms del Cerro de los Santos (Izquierdo y Velaza2002). Se encuentra sobre la escultura de una cabeza velada muy deteriorada,conservada tambin en el Museo Arqueolgico Nacional. La lectura eslur++++y la inscripcin, como seala Velaza 2007, 280, presenta la parti-

    cularidad de ser dextrorsa (lo que puede explicarse por su cronologa tarda).A las novedades, hay que aadir en esta provincia inscripciones rupes-

    tres15procedentes de dos lugares distintos, ya publicadas en el momento deaparicin de los MLH, pero no recogidas por Untermann.

    1. Inscripciones rupestres del abrigo de Rein, Alcal del Jcar (PrezBallester 1992, cf. tambin Correa 2008, 285 n. 6), en escritura meridional,algunas sinistrorsas y otras, dextrorsas (n. G57 en el mapa de la fig. 1). Lalectura (muy insegura) que se puede dar de estos textos, conjugando la infor-macin de la editio princepsy las observaciones de Correa, es la siguiente:

    +bS56isS47kaS47rkesbaS56eliS56++ ane+nlnlsa

    14 Como indica De Hoz, estos plomos no responden al modelo habitual de los plomos

    ibricos, ni por su forma ni por su lugar de hallazgo (en un depsito votivo), lo que hara pen-sar en una funcin ritual que no puede precisarse ms.

    15

    De Hoz 2011, 416 piensa en una datacin no posterior al siglo IVa.C. para estas dosinscripciones rupestres.

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    2. La inscripcin de la cueva de la Camareta (Helln), en escriturameridional con direccin dextrorsa, tambin de lectura muy problemtica,

    para la que el editor (Prez Rojas 1993, 163-171) ofrece la siguiente trans-cripcin:16

    kotosibeokuan / karosi[be]

    Mientras que, siguiendo la revisin de Correa 2008, 285-286 n. 7, lalectura sera: kobesireS (otur-).

    III.2. Ciudad Real17

    En esta provincia se ha producido un cierto nmero de hallazgos, conlo que en los ltimos aos estamos asistiendo a un cambio de nuestros cono-

    cimientos sobre la utilizacin de la escritura en los grandes oppidaoretanosde la Meseta Sur. Es importante sealar que los testimonios epigrficos de losdos primeros oppida ibricos que mencionaremos corresponden a ncleos de

    poblacin que fueron abandonados antes de la llegada de los romanos.

    1. Inscripcin del Cerro de las Cabezas (Valdepeas), en escritura me-ridional, fechable en el siglo III a.C. (n. M2 en el mapa de la fig. 1).Apareci una fotografa en un trabajo del ao 1999, pero la inscripcin nohaba sido objeto de una adecuada publicacin y estudio hasta la publicacinde Blanco, Hervs y Retuerce 2012, 136-139 (vase Fig. 2). Su lectura es:18

    llll blSo blS2. El conjunto epigrfico de Alarcos (Fernndez y Lujn 2013), inte-

    grado por treinta y tres grafitos y marcas, ibricos y latinos, todos ellos sobrecermicas, y que resultan datables entre los siglos IVy Ia.C. (n. M3 en elmapa de la fig. 1). Desde el punto de vista lingstico, solo los grafitos mslargos pueden arrojar algo de luz. Listamos a continuacin los que tienenms de un signo, con el nmero que tienen en el trabajo mencionado:19

    n. 2: ]+ta[n. 5: ]+taS43[

    n. 7: tb (?)n. 15: S61taS56[n. 17: ]+i

    16 Tambin hay algunos signos aislados ms publicados por Prez Rojas 1993.17 No voy a detenerme en el sello o precinto de plomo quiz procedente de Puertollano

    que publica Almagro-Gorbea 2003, 341-342 CT-6, ya que no veo razones para considerarloibrico, pues el signo ms visible podra ser simplemente una Ay llevarnos a poca medieval,como indicaba ya Almagro-Gorbea.

    18 El signo S47debe ser te(De Hoz 2011, 416-417).19

    Remitimos a ese trabajo para la discusin de detalle de las lecturas propuestas que, enalgunos casos, plantean dificultades.

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    n. 18: ]S56kann. 19: ]r(fig. 3)n. 20: ekie++[ (fig. 4)

    n. 25: ]+ nrben. 26: ]nen: (fig. 5)n. 31: ][ (fig. 6)

    Todos los grafitos estn rotos, pero, a pesar de ello, proporcionaninteresante informacin desde el punto vista lingstico y epigrfico. El finalen -ende la inscripcin n. 26 (y quiz tambin de la n. 31) apunta a un ge-nitivo en lengua ibrica. Igualmente, la secuencia ekie- de la inscripcin n.20 (si finalmente se confirma el valor atribuido a los signos)20apuntara al

    paradigma del verbo hacer en ibrico.21 Las tres inscripciones procedendel rea del santuario, lo que podra indicar que se trata de ofrendas en las

    que se refleja quin es el oferente. Igualmente, la inscripcin ms larga, la n.19, aunque no permite una identificacin morfolgica precisa de sus com-

    ponentes, presenta secuencias bien conocidas en ibrico como -ilti-. Aspues, parece que tenemos indicios como para pensar que en Alarcos se cono-ca y se utilizaba la lengua ibrica, lo cual es muy interesante, pues nos per-mite documentar de forma directa la presencia de esta lengua en esta zona dela Meseta Sur, al norte de Sierra Morena.

    Tambin es importante la aportacin de las inscripciones de Alarcosdesde el punto de vista epigrfico y paleogrfico: es el mayor conjunto co-nocido de grafitos sobre cermica en escritura meridional, pues hasta el mo-

    mento solo tenamos algunos ejemplares aislados (por ejemplo, los de Toya[MLH III, H.4.1], Crdoba [H.8.1] o el ms largo y completo de Giribaile[H.11.1]), por lo que los grafitos de Alarcos permiten ampliar nuestro cono-cimiento sobre la forma de los signos de la escritura ibrica meridional sobrecermica. Tambin aportan una novedad interesante, como es la aparicindel signo en forma de espiga en dos de ellos (n. 2 y 19), cuyo valor fonticohabr que plantearse.

    3. Est publicado un sello ibrico sobre nfora de Lezuza (Uroz Sez etal. 2007, 147 y 159, fig. 11). Se trata del nfora n. inv. 54118, que presenta

    un sello de 5,4 x 1,4 cm por encima de la decoracin incisa. La lectura delsello, segn los editores, es ul[bo]ate:l, a partir de otro ejemplar idntico enel departamento 79 de la misma barriada. Los materiales apuntan a una

    20 El segundo signo es S45, al que se suele atribuir el valor ki por su parecido con el

    signo correspondiente de la escritura ibrica levantina, aunque, como indica De Hoz 2010,413, no tenemos datos para estar seguros de ese valor, y otras posibilidades, como ku, de-fendida por Rodrguez Ramos 2002b, 236-239, no pueden descartarse del todo. La variantepaleogrfica que aqu aparece presenta un pequeo trazo central, que para Ferrer 2010, 96, essignificativa en su propuesta de interpretacin dual, esto es, con oposicin de sonoridad,para las oclusivas del signario meridional.

    21

    Es decir, a las formas ekiary ekien, con independencia de cul sea su interpretacinmorfolgica precisa (vanse, entre otros, Ordua 2010 y De Hoz 2011, 296-313).

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    cronologa bsicamente de mediados del siglo II a.C., aunque tambin haymateriales del siglo V a.C. y otros del primer cuarto del siglo I a.C. En el

    mismo trabajo (Uroz Sez et al. 2007, 160, fig. 15f) se publica un dibujo conotro grafito, en este caso sobre un el fondo de un fragmento de enocoe, peroa partir de l no resulta posible identificar los signos. Tambin de ese mismoyacimiento procede una jarra con inscripcin pintada en el cuello con desa-rrollo vertical y posible lectura, aunque con dudas, silkabontii, segn UrozRodrguez 2012, 107, fig. 79, y 109. Por el dibujo publicado, se puede com-

    probar que la inscripcin est en escritura meridional (y direccin dextrorsa).El hallazgo de esta inscripcin supone una novedad por lo que respecta aeste sistema de escritura, ya que hasta el momento no se conocan inscrip-ciones pintadas. Como se seala en esa publicacin, hay ms inscripciones

    ibricas en dicho yacimiento, por lo que la antigua Libisosaparece tener uninteresante potencial epigrfico.

    4. Probablemente tambin tengamos que contar con algunos grafitos deSisapo, cuyos dibujos estn recogido en la publicacin de Fernndez Ochoaet al. 1994. Se trata, en concreto, de un grafito sobre un fragmento de basede forma campaniense B-oide del estrato 6b, del siglo Ia.C. (fig. 39,44 de la

    publicacin) y un grafito en la pared exterior de un fragmento de pared atorno de pasta gris clara, del estrato 9b, que presenta materiales del siglo Va.C. (fig. 78,73 de la publicacin).22

    III.3. CuencaSin duda, el testimonio epigrfico ms importante de esta zona apare-

    cido con posterioridad a los MLHes el plomo que algunos han llamado deIniesta, procedente de algn lugar de La Manchuela conquense (probable-mente Castillejo de Iniesta o Campillo de Altobuey) y que constituye uno delos testimonios ms importantes de la lengua celtibrica (n. K60? en elmapa de la fig. 1). Como ya sealaron en la editio princepsLorrio y Velaza2005, la excepcionalidad como documento dentro del conjunto del celtib-rico se puede deber precisamente a su localizacin en una zona de contactoentre las culturas ibrica y celtibrica, que habra hecho que se adoptaranformas epigrficas ibricas, como la carta comercial sobre plomo. La lecturade la inscripcin (Lorrio y Velaza 2005, con correccin de Ballester 2008

    para la primera palabra de la cara B) es la siguiente:

    Cara A: useizunei : toutin/okum : tirtotulu : baston/iam : esokez :rouzun/ei : auzimei : uta : iskuez : e/saikos : zizeti : istarei:/sekubituz : melmaz : nekoz : tu/liese : maromizom : /arei : silabur :tako : esoki/aiz :

    22

    Otro grafito (fig. 18, 39 de la publicacin) sobre un fragmento de pared de forma in-determinada, perteneciente al estrato 4 (poca de Nern) parece que tiene letras latinas.

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    CaraB: abulei : kaiko/kum : tatuz

    Se trata de una carta que debe entregarse a Abulo, de la familia de losCaeciy cuyo contenido debe ser comercial, a juzgar por el lxico empleado,

    que incluye, entre otras, la palabra silabur plata.23Dentro de este ambiente celtibrico de la provincia de Cuenca encajan

    otros testimonios epigrficos que, por las informaciones con que contamos,podran proceder tambin de esta zona. Concretamente se trata de trestseras, las dos primeras de ella de procedencia desconocida, y la tercera,segn las informaciones obtenidas por los editores, procedente de una villaromana en Torrejoncillo del Rey (comarca de El Campo CU, a unos 25 kmen lnea recta de Segbriga):

    - uentioko : slaniaz(Almagro-Gorbea 2003, 212-213, CT-5, con lec-

    tura corregida de la primera palabra respecto de Villar 1999);- /[a]rkailika/: kar (Almagro-Gorbea 2003,377-379, CT-23A, con lectura de Ballester 2004 para la primera palabray de Jordn 2007, 105 para el final de la misma lnea);- sekobirikea(Ballester y Turiel 2011).

    El primero de estos textos es considerado sospechoso por Beltrn, Jordny Simn 2009, en su revisin del corpus de tseras celtibricas. En cambio, lasegunda, que solo es conocida por la fotografa de Turiel, pues se perdi en elcomercio de antigedades, es considerada genuina por estos autores. En cuan-to a la tercera,24por su tipologa y paleografa (est incisa mediante punteado),se ha datado a finales del siglo IIa.C. o en la primera mitad del siglo Ia.C.

    Por ltimo, hay que mencionar un grafito ibrico, publicado por Sierra1981 y estudiado posteriormente por Velaza 1992, que procede de las exca-vaciones de Fuente de la Mota, en la serrana conquense (n. M1 en el mapade la fig. 1). La lectura es poco menos que imposible (fig. 7), pero por suscaractersticas debe ser una marca de alfarero o de propietario, como ya indi-cara Velaza. A este debe aadirse ahora el fragmento cermico con grafitode posible lectura ]in recin publicado por Ballester 2013, seguramente

    procedente de Vara de Rey.

    III.4. Guadalajara

    En esta provincia hay que mencionar la publicacin de una tseraprocedente de un lugar supuestamente denominado Liedres (Almagro-Gorbea 2003, 208-209, CT-8), cuya lectura, segn el editor, sera katea.Consideran que no es una tsera Beltrn, Jordn y Simn 2009. En mi opi-nin, la lectura en todo caso debe ser kara(posibilidad que ya contemplabaAlmagro), pero, si aceptamos esto, la utilizacin de un signo rque est pr-

    23 Adems de la bibliografa mencionada, vase Jordn 2006, 299-301, as como elcomentario de Lujn enHEp. 14, 169 y el estudio monogrfico de Prsper 2007, entre otros.

    24 Sobre la que remitimos tambin a las observaciones de Jordn 2012a, 260-261 n. 2.

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    ximo a formas de la te, como ocurre en otros documentos de la coleccinTuriel, hace pensar en la palabra celtibrica kar, lo que aumenta las sospechas

    sobre la autenticidad del documento que, en realidad, es el reaprovechamientode un denario.Arenas 2010 ha rescatado una inscripcin de la Cueva del Robusto de

    Aguilar de Anguita, que ya haba sido conocida por el Marqus de Cerralbo,pero a la que no haba referencias en la bibliografa actual al uso. Se trata deuna inscripcin rupestre en muy mal estado de conservacin (figs. 8 y 9), dela que solo resultan legibles algunos signos, para los que Arenas da la trans-cripcin: s[---]ka kar[. A ellos se puede aadir algn signo suelto kay ko.Aunque la informacin lingstica que aporta la inscripcin es muy limitada

    por el estado de conservacin, no obstante, la inscripcin en s resulta de

    gran inters porque, como seala Arenas, Pealba de Villastar dejara de serun unicumen el mbito celtibrico como santuario de frontera con epigrafa.Recientemente se ha publicado un corpus interesante de grafitos proce-

    dentes del oppidumde Los Rodiles (Cerdeo, Gamo y Chord 2012), data-bles en la segunda mitad del siglo IIa.C., es decir, cuando los romanos ya sehan hecho presentes en territorio celtibrico, como indican los editores.Cindonos a las inscripciones de ms de un signo, encontramos los si-guientes grafitos sobre cermica (mantenemos el nmero de la edicin):

    n. 2: o n. 3: ]+u+[

    n. 4: ]tekukeLa documentacin es tan breve y fragmentaria que impide la adscrip-

    cin lingstica de las inscripciones, si bien por la zona en que aparecen loesperable es que la lengua sea la celtibrica. En cualquier caso, la aparicinde estos grafitos resulta muy interesante en la medida en que permite ampliarel nmero de localidades de la provincia con inscripciones paleohispnicas,un nmero que, con toda probabilidad, crecer en los prximos aos, como se

    pondr de manifiesto con la publicacin del estudio de Gamos Pazos (e.p.).

    III.5. Madrid

    Ya mencionamos ms arriba la posible procedencia de Patones de latsera de arekoratay, entre los documentos conocidos con posterioridad aMLH, hay que aadir ahora dos tseras de la coleccin Turiel,25que, segnlas informaciones disponibles, podran tener una procedencia de entre El Es-corial y Segovia:

    -kateraikina . kar(Almagro-Gorbea 2003, 370, CT-1A), consideradamuy sospechosa por Beltrn, Jordn y Simn 2009;

    25

    Editadas y estudiadas por Villar y Untermann 1999; cf. tambin Jordn 2001, 378-379n. 6, y 387-389 n. 13.

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    -Dureita . sca / Tarvodure /Ligoriq(Almagro-Gorbea 2003, 370, CT-2A).

    Tambin hay que mencionar un grafito procedente de las cuevas delArroyo de los Castrejones (Colmenar de Oreja), publicado por Urbina 2002

    (fig. 10).26Se trata de un fragmento de sigilata con caracteres ibricos proce-dente de derrumbes, lo que dificulta fijar la cronologa, pues la datacin delas cuevas va del siglo IVa.C. al IIId.C. La lectura, a partir del dibujo publi-cado, sera la siguiente:

    ][

    La secuencia ]u[ es extraa y no tiene paralelos ni en ibrico ni enceltibrico. Adems, la aparicin de dos formas de adiferentes (las variantesa1y a6de los listados de Untermann, MLHIII.1, pg. 246) una a continua-

    cin de la otra resulta especialmente rara, por lo que habra que confirmarmediante autopsia de la pieza la lectura del ltimo signo. La utilizacin deesas dos variantes en una misma inscripcin solo cuenta con un paralelo, unode los plomos de Liria (MLHIII.2 F.13.2), pero all no aparecen seguidas y setrata de un soporte de escritura diferente. Si se confirmara la lectura delltimo signo como a6sera un indicio de que el signario empleado es ibricoantes que celtibrico, pues Untermann (MLHIV, pg. 443) no recoge esa va-riante entre las utilizadas por los celtberos. En cuanto a los otros dos signos,que no forman parte de la misma secuencia, por el dibujo parece que se tratade kiy ka, aunque al estar rotos resulta necesario realizar una autopsia para

    confirmar las lecturas. Tambin sera importante ver si quedan restos dealgn signo entre ellos para ver si se trata de una secuencia seguida o bienson dos signos aislados, lo que invitara a interpretarlos como marcas y no

    propiamente como palabras.

    Finalmente, hay que hacer referencia al anillo de plata de Santorcaz dela coleccin Turiel (Almagro-Gorbea 2003, 213-214, CT-9), con dos posi-

    bles signos de lectura: ti, ti.Almagro atribuye el hallazgo a la provincia deToledo, pero la localidad de Santorcaz, aunque era la residencia de verano delos arzobispos de Toledo, pertenece a la Comunidad de Madrid.

    III.6. Toledo

    Hay que mencionar, en primer lugar, la tsera pisciforme publicada porBallester y Turiel 2008-2009 (cf. Jordn 2011, 285-287 n. 1), en signarioceltibrico occidental, con lectura , que posiblemente procedade Nambroca. El adjetivo que acompaa a karpermite poner el documentoen relacin con alguna de las ciudades de nombre Segisama de la Meseta

    Norte. La localidad de Nambroca se sita algo ms al sur de la ciudad de To-

    26 Agradezco que llamara mi atencin sobre esta pieza a Jorge de Torres, que ha

    realizado su tesis doctoral (De Torres 2012) sobre la Edad del Hierro en la Carpetania bajo ladireccin de la Prof. Marisa Ruiz Glvez.

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    ledo, quiz ya territorio oretano, pero muy cerca del territorio carpetano. Detodas formas, no debemos perder de vista la aparicin de este tipo de

    documento celtibrico en zonas muy meridionales, como sucede con latsera de la Mesa del Almendro (Lora del Ro, Sevilla).27Es de esperar que en los prximos aos vaya apareciendo algn grafito

    en los yacimientos de esta provincia, como viene pasando ya en las provin-cias fronterizas con ella. De momento tenemos constancia de alguna marcasuelta (De Torres 2012, 460 y 648), pues, por ejemplo, en el trabajo deMartn Ban 2012, 203 se da noticia de la aparicin en el yacimiento de ElCerrn/Casas de la Jernima de Yuncos de un grafito con la letra ibrica ko(aunque no se publica fotografa ni dibujo), en una zona del yacimiento queva de la segunda mitad del IIa.C. al Id.C. Del mismo modo, en el trabajo de

    Barrio y Maquedano 1996, 215 y 222, lm.III

    12, se da a conocer un grafitosobre un fondo de nfora con lo que, por el dibujo, parece un signo no quizki, de poca del Hierro II.

    En el occidente toledano, en cambio, la epigrafa paleohispnica se haenriquecido con nuevos hallazgos. Hay que mencionar, en primer lugar, lainscripcin sobre piedra de Los Mallos (Belvs de la Jara, Toledo), publi-cada por Lujn 1997 (n. J101 en el mapa de la fig. 1), aparecida fuera decontexto arqueolgico y cuya lectura es muy difcil e insegura (figs. 11 y 12):

    ekibetakamlbokisin[-2-3-]ketormka+l[-1-]u+kau+l+itabem+beki

    A ella hay que aadir la inscripcin del Cerro de la Mesa (Alcolea deTajo), recientemente publicada por Lujn et al. 2012 Se trata de una inscrip-cin en escritura meridional, sinistrorsa, sobre un fragmento de granito conindicios de haber sido cuidadosamente tallado y datable probablemente en elsiglo IV a.C., cuya lectura es: aitu+[. Esta secuencia cuenta con buenos

    paralelos dentro del conjunto la epigrafa meridional y debe ser muyprobablemente el primer elemento de unNPibrico bimembre.28

    Aunque se salga fuera del mbito provincial toledano, hay que mencio-nar, gracias a la amabilidad del Prof. Martn Almagro-Gorbea, un pual coninscripcin celtibrica que, al parecer, procedera de Almaraz, en Cceres(n. K52 en el mapa de la fig. 1), cuya lectura es: loukiakinos : abe. Se trataclaramente deescritura celtibrica occidental como muestra el uso del signoen forma de Ycon el valor fontico de n. La inscripcin solo se conoce poruna fotografa, y la secuencia de NPceltibrico seguido quiz de la transcrip-

    27 Publicada por Remesal 1999; cf. Jordn 2001, 384-385 n. 10.28 El elemento aitu- no haba sido incluido finalmente por Untermann (MLH III.1, 209-

    238) en su listado de formantes de nombres personales ibricos, pero ha sido aislado como talpor Rodrguez Ramos 2002c, 253, y es mencionado por De Hoz 2011, 328-329, en el listado

    de elementos identificados con posterioridad a MLH III.1. Para ms detalles vase el estudiorealizado en Lujn et al. 2011.

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    cin de un auelatino como frmula de saludo, la hacen sospechosa. Desde elpunto de vista arqueolgico, no obstante, se podra poner en relacin con lanecrpolis romana de El Torren en Almaraz y, de forma general, si se

    confirmara la autenticidad de la pieza, con la presencia celtibrica en la pro-vincia de Cceres, reflejada, por ejemplo, en la ceca de Tamusia, que co-mienza emitiendo en signario occidental, aunque luego en las emisiones

    bilinges aparece ya el signario oriental.29

    IV.INFORMACIN NUMISMTICA

    Para completar el panorama de inscripciones paleohispnicas de la Me-seta Sur, haremos un breve repaso de la epigrafa monetal.30 Como sealaGarca-Bellido 2007, 203, las ciudades de la Meseta meridional prcticamenteno acuaron moneda, siendo el nmero de cecas escaso y las emisiones,espordicas y en la mayor parte de los casos vinculables a necesidadesconcretas en relacin con la guerra.31

    En este territorio encontramos alguna ceca celtibrica, notablementeContrebia Carbica, situada en Fosos de Bayona (Villasviejas, Huete CU), queemite con la leyenda karbika / kontebakom, pero tambin karbika, kar-bika/ konterbiay karbikom / kontebakom, entre los aos 133 a.C. hastaantes del 72 a.C.32Por lo que se refiere a Ercauica, que emite con leyendaindgena erkauicay luego con leyenda latina mun(inicipium) Ercauica(condiferentes variantes), quiz estuvo ubicada originariamente en la Meseta

    norte, aunque luego se desplaz al territorio que nos interesa, localizndose enla ciudad romana de Castro de Santaver (Caaveruelas, Cuenca). No obstan-te, como seala Garca-Bellido 2007, 207, no se puede descartar completamenteque la ciudad indgena estuviera en el Cerro de la Muela, con cronologas delsiglo IIa.C. Algo similar sucede con Segobriga, pues la ciudad imperial seubica en Cabezo del Griego (Cuenca), pero la ciudad indgena debi estarsituada en la Meseta norte, entre el Duero y el Pisuerga, segn la propuestade Garca-Bellido a partir del estudio de la circulacin de las emisiones conleyenda indgena sekobirikez.33 Luego emiti con las leyendas latinasSegobrisy Segobriga.

    29 VaseDCPHII, 360-36130 Aparte de la informacin que sobre esta rea puede recopilarse en el DCPH, contamos

    con un trabajo monogrfico de Garca-Bellido 2007 sobre numismtica y territorios tnicos enla Meseta meridional, que podemos tomar como punto de partida.

    31 No voy a ocuparme de las emisiones hispano-cartaginesas, pues no proporcionandatos lingsticos para la cuestin que aqu tratamos; sobre ellas vase Garca-Bellido 2007,203-204 con las referencias a la bibliografa previa.

    32 Como se ha dicho ms arriba, posiblemente de all procede la tsera de sekobirikea,lo que, como ha indicado Garca-Bellido 2007 pone de relieve la estrecha vinculacin entreambas ciudades.

    33 Vase Garca-Bellido 2007, 208-210, con referencia a sus trabajos anteriores.

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    Los vetones nunca acuaron moneda y los carpetanos, solo en Toletum,que emite con la leyenda Tole(abreviatura o nombre indgena?) en el siglo I

    a.C., por lo que se ha propuesto relacionarlo con el asentamiento de tropas dePompeyo en la ciudad (Garca-Bellido 2007, 210-211).Igualmente, se ha pensado tradicionalmente que los oretanos al norte

    de Sierra Morena no haban acuado moneda,34 salvo si Sisapo, localizadaen La Bienvenida (Almodvar del Campo, Ciudad Real) fue una ciudad ore-tana, a pesar de que Plinio la menciona como ciudad trdula de la Beturia. Estaemiti con leyenda Sisapo y su cronologa es seguramente de la segundamitad del siglo IIa.C. (Garca-Bellido 2007, 213-214). No obstante, en los lti-mos aos ha podido documentarse una nueva ceca en este territorio. Villa-ronga 2005 public una nota con las tres monedas de esa ceca conocidas

    hasta el momento (en la actualidad se conoce algn ejemplar ms, concre-tamente el de la Hispanic Society, que asegura la autenticidad de la ceca),cuya leyenda ley como leuni. No obstante, a raz de esa publicacin Faria2006 y Rodrguez Ramos 2006 llevaron a cabo una revisin de lectura de laleyenda, que, interpretada como escritura ibrica meridional, llevaba a unalectura labiniy permita identificar la ceca con la localidad oretana deLami-nium, bien documentada en las fuentes35 y que se localiza habitualmente enAlhambra (Ciudad Real).36La interpretacin de la leyenda desde la escriturameridional cuadra ms con la tipologa de las monedas de la ceca y, adems,

    puede unirse ahora a los datos con los que empezamos a contar sobre el uso dela escritura en los grandes oppidaoretanos de la Meseta Sur ( III.2).Me gustara detenerme un momento sobre la interpretacin lingstica

    de una ceca de localizacin incierta, concretamente la que emite las monedascon la leyenda ikesankom en el reverso y konboutoen el anverso.37La es-tructura es paralela a la de otra ceca celtibrica de territorio originariamentecarpetano, kontebakom / karbika. En ambos casos parece razonable pensarque tenemos el tnico en el reverso y el nombre la ciudad en el anverso. Re-

    paremos ahora en qu sucede en estas cecas con la escritura de los grupos deoclusiva seguida de vibrante o lateral. Como es sabido, en la epigrafa cel-

    tibrica, existen varias posibilidades: bien escribir la vibrante o lateral y re-petir la vocal detrs (tipo kolounioku), bien omitirla, bien escribirla detrs(tipo konterbia). Pues bien, en las emisiones monetales de estas dos cecas,salvo precisamente en las monedas de la tercera emisin de Contrebia Carbi-

    34 S que se conoce un semis de moneda minera con la leyenda m(etalla) or(etana)(tam-

    bin puede ser m(etalla) or(etanorum)o m(etalli) or(etani), cf. Garca-Bellido 2007, 212-213).35 Ptol.2.6.56; It.Ant.446.8: a Laminio; It.Ant.446.4: Liminio; It.Ant.445.4 Lamini; Plin.

    NH3.6, 3.25, 36.165, CILII3228, 3251, 3252:Laminitanus.36 Vase Garca Alonso 2003, 325.37 VaseDCPH,s.v.

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    ca, en las que aparece en el reverso konterbiaen vez de kontebakom, siem-pre se ha optado por la solucin de omitir la escritura de la vibrante o la lateral.Tenemos as kontebakom cuando fonticamente lo que esperamos es

    /kontrebakom/ y en la otra ceca, konboutocuando esperamos /komplouto/,habida cuenta del nombre Complutumtransmitido por otras fuentes.38Vayamos ahora al reverso de la emisin de ikesankom / konbouto:

    en l encontramos la denominacin de un tnico para el que, que yo sepa,no se ha hecho una propuesta convincente. Ahora bien, si konboutomues-tra claramente que en esa moneda se segua la norma ortogrfica de no es-cribir la -l- en los grupos de consonante + lquida, podemos pensar que algo

    parecido sucede en el reverso. Si esto es as, no habra ningn problema paraque ikesankompudiera corresponder fonticamente a /iglesankom/. Las im-

    plicaciones que tendra esta hiptesis son interesantes: ikesankom/iglesan-kom/ no sera sino la versin celtibrica del ibrico ikale(n)sken, que apareceen las monedas de la que Garca-Bellido 2007, 215, califica de ceca repu-

    blicana ms importante por su enorme acuacin en plata para todo el centropeninsular. Con la hiptesis que ahora planteo no estoy defendiendo que setrate de la misma ceca en un caso y en otro, ni tampoco que la localizacin dela ceca que propuse hace algunos aos (Lujn 2003) sea la correcta, pues soyconsciente de los problemas que plantea la dispersin de los hallazgos de lasmonedas, que ha llevado a que habitualmente se piense en una localizacinal este de la provincia de Cuenca (Iniesta) o en Albacete.39 Pero s me

    interesa llamar la atencin sobre el hecho de que, si la idea de Quesada yGarca-Bellido 1995 de que el topnimo Egelesta40debe identificarse con eltnico en genitivo plural que aparece en las monedas de ikale(n)sken escorrecta (y yo creo que lo es), lo que podramos tener aqu es simplemente laversin celtibrica de ese mismo tnico.

    De todas formas, veamos algunos datos: la cronologa de las emisionesde ikale(n)skenabarca desde probablemente la primera mitad del siglo IIa.C.hasta principios del siglo Ia.C., que es el momento en que se produce la nicaemisin que conocemos de ikesankom / konbouto. En su propuesta deidentificacin del topnimoEgelestacon el tnico de la ceca ibrica, Quesaday Garca-Bellido ya llamaron la atencin muy acertadamente sobre el hechode que el tnico Egelestani no poda proceder de Egelesta, a no ser queestuviramos ante un caso de derivacin retrgrada, es decir, que el tnico

    38 Ptol.2.3.30: ; Plin.NH3.24: Complutenses;It.Ant.436.2, 438.9,Rav.312.7,

    313.8-9: Conplutum; Paul.Nol.Carm.31.607 y Prud.Perist.4.968: Complutum; Rav.312.18:Complito; CILII4913 y 4914: a Compl(?); App.Hisp.42: .

    39 Vase Garca-Bellido 2007, 215-216, con las referencias bibliogrficas.40 Ptol.2.6.56: (cj. de Mller) [ (cdd.)]; Plin.

    NH3.25: egelestaniy 31.80:Egelesta(var.Egelaeste,Egelastae); Estrabn 3.4.9: ;CILII5091:Egelestanus.

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    fuera lo primario y solo posteriormente se formara a partir de l un topnimoen relacin con los procesos de reorganizacin territorial posteriores a la

    conquista romana que conllevan la creacin de ncleos urbanos paraconcentrar y controlar mejor los pueblos de un territorio. Recordemos que eltopnimo Egelestano aparece nunca en fuentes republicanas, sino solo depoca imperial. No sera casual, por tanto, que Complutumy Egelesta apa-rezcan mencionadas por Ptolomeo como ciudades carpetanas: este pueblo delosEgelestani, estipendiarios del conventus Carthaginensissegn Plinio (NHIII25), al igual que otros del territorio carpetano como los Consaburrensesylos Toletani, habran acabado por ser considerado parte del conjunto queacab siendo denomiado carpetanos. Recordemos tambin que Complu-tum, el otro ncleo de poblacin que, si nuestra hiptesis es correcta, sera

    vinculable con esta etnia, no es mencionado nunca en las guerras de con-quista, sino solo en las fuentes literarias posteriores a la conquista romana,como ha indicado Salinas de Fras 2007, 51.41Snchez Moreno 2007, 124, n.21 recuerda la parquedad de las fuentes clsicas sobre los carpetanos, queapenas si son mencionados a partir del siglo IIa.C. y, aun as, la Carpetaniaaparece fundamentalmente como la franja que se encuentra entre la Celtibe-ria y la Lusitania sobre el Tajo y no como una verdadera unidad tnica, loque se muestra (Urbina 1998) en que normalmente la referencia a las gentesque habitan en esta zona se hace mediante la indicacin de los ncleos de

    poblacin correspondientes y no mediante el nombre de carpetanos.42

    V.CONCLUSIONES

    El anlisis lingstico del territorio que analizamos no puede estar com-pleto sin la incorporacin de los datos que proporcionan la toponimia y laantroponimia, que, por razones de espacio, no hemos podido abordar en estetrabajo. No obstante, creemos que la informacin que hemos podido recopi-lar a partir de las inscripciones documentadas hasta el momento en la MesetaSur permite al menos ir desbrozando el panorama lingstico de este amplio

    territorio hispano y contribuye a mejorar nuestros conocimientos sobre lasituacin lingstica de esta rea en la Antigedad.Desde el punto de vista epigrfico, nos encontramos con un nmero

    que ahora ya empieza a ser significativo de inscripciones en escritura meri-dional, cuyo mbito geogrfico de difusin se extiende mucho ms hacia elnorte de lo que se crea hasta hace unos aos. Nada tienen de extrao las ins-

    41 No obstante, su propuesta de interpretacin etimolgica de Complutuma partir de la pa-

    labra latina Confluuiumno es aceptable, pues Complutumse explica bien como un nombre celta.42

    Sobre los problemas de delimitacin y definicin de los carpetanos puede verse lareciente revisin de Ruiz Zapatero et al. 2012, 49-57.

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    cripciones que aparecen en la zona ms oriental del territorio que hemos es-tudiado, pues se integran en el mbito cultural, epigrfico y lingstico delLevante peninsular y simplemente se trata de una penetracin un poco ms

    hacia occidente. Desde el punto de vista epigrfico lo ms reseable es, por unlado, la aparicin de un tipo de documento especial, como son los plomos deLa Bastida que, como ya hemos indicado ms arriba, no responden al tipohabitual de plomo comercial ibrico y quiz puedan tener otra funcin, ascomo la inscripcin sobre piedra de El Salobral, pues se trata de un esgrafiado.El resto de la documentacin est integrado por tipos epigrficos habituales,como los plomos, seguramente de carcter comercial, y las inscripcionesrupestres. Tambin hay que destacar el mantenimiento de la escriturameridional hasta poca romana, como lo prueban las inscripciones sobrealgunas de las esculturas del Cerro de los Santos.

    Si pasamos ahora al otro extremo del territorio, el rea occidental, vemoscmo tambin en este caso, tenemos documentada la escritura meridional,sobre piedra (probablemente una escultura) en Alcolea de Tajo, en unacronologa del siglo IVa.C. Y quiz, como seala De Hoz 2010, 607, la ins-cripcin de Los Mallos pertenezca tambin a ese grupo. En el caso del occi-dente toledano, la difusin de la escritura meridional debe ponerse en relacincon su presencia en Extremadura, ms que con el territorio oretano. En cuantoa este territorio oretano, en el sur del rea geogrfica que estamosconsiderando, tambin se usa la escritura meridional, pero la novedad de los

    ltimos aos es, junto con la mayor documentacin de grafitos, la aparicinde inscripciones pintadas sobre cermica y su uso en monedas (algo que soloestaba documentado al sur de Sierra Morena). Dado que los oretanos estn

    presentes tanto al norte como al sur de Sierra de Morena, la va de penetra-cin de esta escritura en esa rea de la Meseta sur parece que debe vincularsecon su utilizacin en el norte de Andaluca.

    En cambio, el nmero de inscripciones en escritura ibrica clsica es,significativamente, muy escaso, limitado en todo caso a algn grafito aisladosin adscripcin lingstica clara, de las provincias de Madrid y Cuenca yquiz tambin de Guadalajara, a los que quiz habr que ir aadiendo alguno

    ms en los prximos aos. Dado que en todos los casos se trata de inscrip-ciones sobre soportes fcilmente transportables cabe la duda de si realmentela escritura ibrica levantina estuvo en uso en la zona.

    El nmero de inscripciones celtibricas es muchsimo mayor, pero apa-rece limitado a una parte muy concreta del territorio (la provincia de Cuencay parte de la de Guadalajara), que lleg a formar parte del mbito celtibrico.La cronologa de estas inscripciones se fecha en los siglos II-Ia.C. Dentro delterritorio que hemos analizado nos encontramos con los siguientes tipos:

    - un par de inscripciones sobre piedra (las de El Pedregal);

    - el bronce de Luzaga;

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    - un conjunto abundante de tseras, que se distribuyen por territorioceltibrico y tambin carpetano, aunque las conclusiones acerca de su

    dispersin se ven dificultadas por la procedencia desconocida de lamayor parte de los ejemplares y, en muchos casos, por las dudas sobresu autenticidad.- un tipo especial en el conjunto celtibrico, el plomo de La Manchuela,con una tipologa relacionada con el mundo ibrico ms que con el cel-tibrico, pues en aquel la carta sobre plomo es un documento bien cono-cido. Esto nos est informando de la interaccin entre celtas e beros enesa zona de Cuenca, como ha sealado en varias publicaciones A. Lorrio.43

    Transformar la informacin epigrfica en informacin sobre la historia

    lingstica de esta rea en la Antigedad resulta algo mucho ms complejo ydifcil. La utilizacin de la lengua ibrica en oriente, en territorio bastetano ycontestano, no plantea ningn problema. De hecho, como vimos, en algunosde los textos de esa zona, especialmente los plomos de El Amarejo y algunade las inscripciones del Cerro del Santos, hay datos que apuntan hacia esaibericidad de la lengua.

    Tampoco debera extraar que los oretanos al norte de Sierra Morenahablaran ibrico. La documentacin de los grafitos e inscripciones de losgrandes oppidaoretanos de la Meseta Sur empieza a apuntar claramente enesta direccin, con lo cual parece que, al menos desde el punto de vista lin-gstico, la diferencia que se haba querido ver entre una Oretania celtibricaal norte de Sierra Morena y una Oretania ibrica al sur, planteada, por ejem-

    plo, por Gonzlez Conde 1992, 302,44y para lo cual el principal apoyo conel que se cuenta es un pasaje de Polibio (III33.7-9), en el que, al ocuparse delos diversos grupos de mercenarios procedentes de la pennsula Ibrica quellev a frica Anbal, se menciona a unos Oretanos beros. Desde Schul-ten esta referencia se haba interpretado como una diferenciacin respecto deotros oretanos que no sera beros, concretamente los Oretani Germaniquemenciona Plinio (NHIII25): Oretani qui et Germani cognominantur, caput-

    que Celtiberiae. Recientemente De Hoz 2011, 100, ha tratado el problema yseala con acierto que no hay explicaciones convincentes del uso de Ger-mani referido a los oretanos, por lo que no se pueden sacar conclusiones.Desde el punto de vista lingstico no parece que haya ninguna razn paraconsiderar celtas a los oretanos de la Meseta sur: los testimonios epigrficoscon los que ahora contamos son ibricos. Y en el caso de Alarcos o el Cerrode las Cabezas en Valdepeas no podemos pensar en una iberizacin secun-daria de la ciudad en poca romana, puesto que el poblamiento fue abando-

    43 Por ejemplo, Lorrio 2007.44 Vase la discusin en Carrasco 2007, 13-14, n. 9.

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    nado antes de la llegada de los romanos y en Alarcos solo subsisti en parteel santuario, de ah que desconozcamos el nombre de la ciudad, ya que lasfuentes romanas no lo mencionan por ser para esa poca ya un despoblado.

    Por lo dems, los escasos datos numismticos (ceca de labini) apuntan en lamisma direccin. Y, aunque no hemos podido presentar en detalle la eviden-cia, la revisin del conjunto de topnimos vinculables con los oretanos permiteconstatar que no hay ninguno que se pueda analizar de forma indiscutiblecomo celta, frente a lo que sucede en territorio carpetano y vetn. En laantroponimia de territorio oretano aparece algn nombre ibrico, aunque

    puede que se corresponda con familias que no son oriundas de la zona.45Tam-bin es verdad que en la antroponimia latina de la zona podemos encontraralgunos elementos no ibricos,46pero las fechas de las que estamos hablando

    para esos testimonios ciertamente pueden apuntar a un momento posterior.Todos estos datos cuadran, adems, con los de la Oretania meridional, en losque la ibericidad de las inscripciones y leyendas monetales, as como dealgunos antropnimos documentados en la zona est fuera de toda duda.

    Parece lgico pensar que la lengua celtibrica haya penetrado desde elnorte del Sistema Central en la zona nororiental del territorio analizado, vin-culada a movimientos de poblacin desde esas reas ms al norte, por lo quela celtiberizacin lingstica de Cuenca y parte de Guadalajara y, en menormedida, de parte del territorio carpetano debe ser reciente. Es verdad que haytoponimia cltica por la zona, pero, al igual que hemos podido constatar en

    estudios sobre otras reas, como Galicia,47

    los nombres celtas se vinculancon ncleos de poblacin que podemos caracterizar como recientes enalgunos casos por la informacin de que disponemos, tal y como sucede conSegobriga. Tambin el carcter cltico de la antroponimia presenta ungradiente interesante, con mayor celtibericidad en Cuenca, menor enGuadalajara y una disminucin hacia Madrid y Toledo.48

    La definicin lingstica de los carpetanos es quiz la ms problem-tica. Ya veamos al principio cmo alguna fuente antigua, aunque tarda, los

    45 Como sucede con elP(ublius) Baebius Ve/nustus P(ubli) Bae/bi Veneti f(ilius)

    P(ubli) B/aebi Baesisce/ris nepos Or/etanus de CILII3221 (p 710) = CILII6339, unainscripcin evergtica de la antigua Oretum, en Grantula de Calatrava. Si bien el nombre delabuelo (Baesisceris) es claramente ibrico, como ha indicado Velaza 2008, 378, hay que sercautos con la valoracin de esta inscripcin al determinar la adscripcin lingstica de estarea, pues se trata de miembros de la familia de los Baebii, de gran importancia en Sagunto.Esto lleva a Velaza a plantear que el abuelo, que es quien lleva un nombre ibrico, fueraoriginario de all.

    46 Por ejemplo, Proculus Toutoni f(ilius) (Chilln, HEp. 6, 564) o Louesius Toutoni(filius)(Chilln, indita, citada por Abascal 1994, 402 y 531 y Vallejo 2005, 430).

    47 Vase sobre todo Lujn 2008.48

    No podemos proporcionar en detalle los datos. Entre la bibliografa disponible, eltrabajo de referencia es el de Velaza 2008.

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    caracterizaba como celtas. Sin embargo, esa celtizacin, que se percibe, porejemplo, en la antroponimia de la zona con la aparicin de menciones a uni-

    dades familiares (aunque con menor frecuencia que en el territoriopropiamente celtibrico) o en la utilizacin del celtibrico en las leyendasmonetales de konbouto, puede ser reciente, hecho al que tambin apuntantopnimos como Contrebia Carbica, con un primer elemento claramentecelta y un adjetivo Carbica que seguramente alude a los carpetanos. Enalgunos casos, la toponimia vinculable con los carpetanos parece de carcteribrico, como sucede con los topnimosIlurbidae Ilarcuris(Ptol.2.6.56), si

    bien hemos de recordar, como adverta De Hoz 2011, 338-343, que ladefinicin de un topnimo como ibrico sigue siendo problemtica. Quizsea reveladora de esa mezcla de elementos una inscripcin de Illescas,

    Toledo (HEp. 4, 889 = AE1990, 582), en la que se menciona a una AmmisaBenilti Aeturiq(um) f(ilia) Clouti Maureicum ux(or), para la que, como se ve, seindica la unidad familiar de su padre y su marido, si bien su padre tiene unnombre (gen.Benilti) que parece ms bien ibrico.

    La complejidad lingstica del rea ms occidental es an mayor, perodebe entenderse en relacin con lo que sucede en Extremadura, pues lo queacabara siendo territorio vetn presenta influencias claras desde la zona mshacia occidente, influencias que penetran siguiendo el curso del Tajo, al me-nos desde poca del Bronce. La inscripcin de Los Mallos es clasificada por

    De Hoz 2010, 607 entre las meridionales no ibricas o de ibericidad no se-gura, junto con otras ya de la regin extremea.49 Pero no lejos aparecentambin algunas estelas con inscripciones del SO, concretamente las del Ca-

    bezo Almoroqu (J.56.1, Madroera) y la de Medelln (J.57.1). Y de Me-delln hay que hacer alusin igualmente a un conjunto de grafitos, entre losque los hay fenicios, menos probablemente griegos y seguramente, algunosen escritura del SO, del siglo VIIa.C.50Siglos despus, la presencia celtib-rica en la zona habra de tener su reflejo lingstico y epigrfico en la cecaceltibrica de tamusiaen Botija (Villasviejas de Tamuja, Cceres), con unacronologa de principios del siglo Ia.C. (DCPHII, 360-361), un yacimiento

    del que tambin proceden tres tseras de hospitalidad: una de ellas en escri-tura latina con la leyenda celtibrica Tamusiensis car(Almagro-Gorbea 2003,397-398, CP-16), otra de plata con inscripcin en escritura celtibrica de lectura

    problemtica (K.0.12 = Almagro-Gorbea 2003, 393-394, CP-13) y una terce-

    49 La inscripcin rupestre de un abrigo de Montfrage (Torrejn el Rubio, Cceres),MLH IV, 111 (24); la inscripcin sobre piedra de Higueruela y Valle (Caamero, Cceres),MLHIV, 112 (25) y los grafitos y el stracon con escritura sobre ambas caras de Villasviejasde Tamuja (Cceres), publicados por Hernndez Hernndez 1985 (cf. Hernndez et al. 1989,128-129).

    50 MLHIV, 103 (14). Vase Almagro Gorbea 2004, as como las precisiones de De Hoz2007, 31; id. 2010, 364-365.

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    ra con inscripcin latina (Almagro-Gorbea 2003, 399-400, CP-18). A ellashabra que aadir ahora la inscripcin del pual de Almaraz si es que puedeconfirmarse su autenticidad. Y, finalmente, no se puede olvidar la presencia

    cercana de inscripciones en lengua lusitana, concretamente las procedentesde Arroyo de la Luz (Cceres), tanto los textos conocidos desde Masdu(MLHIVL.1.1) como la inscripcin publicada por Villar y Pedrero 2001.

    As pues, aunque la cantidad de datos disponibles sea menor que enotras reas de la pennsula Ibrica como el valle del Ebro y eso haga msdifcil abordar la cuestin de los contactos de lenguas, que ya de por s re-sulta siempre complicada cuando nos referimos a la Antigedad, podemosconstatar que la Meseta Sur es un rea lingsticamente compleja y muy in-teresante para el estudio de los contactos lingsticos entre las lenguas paleo-hispnicas. Esperemos que las nuevas informaciones que vayamos teniendoen el futuro nos permitan avanzar en nuestro conocimiento de las lenguashabladas en la zona y las relaciones entre ellas.

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    Eugenio R. Lujn

    Universidad Complutense de Madridcorreo-e: [email protected]

    Fecha de recepcin del artculo: 19/06/2013Fecha de aceptacin del artculo: 19/07/2013

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    Fig.1:MapadeinscripcionespaleohispnicasdelaMesetaSur,

    elaboradobajo

    ladireccindeJavierdeHozden

    trodelproyectoHesperia.

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    Fig. 2: Inscripcin del Cerro de las Cabezas (Valdepeas).(Foto y dibujo de J. Vlez y J. Prez, tomados de: Blanco, Hervs y Retuerce 2012).

    Fig. 3: Grafito n. 19 de Alarcos Fig. 4: Grafito n. 20 de Alarcos(Fernndez y Lujn 2013). (Fernndez y Lujn 2013).

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    Fig. 5: Grafito n. 26 de Alarcos Fig. 6: Grafito n. 31 de Alarcos(Fernndez y Lujn 2013). (Fernndez y Lujn 2013).

    Fig. 7: Inscripcin ibrica de Fuente Fig. 8: Dibujo del Marqus de Cerralbode la Mota (segn Sierra 1981). de la inscripcin rupestre de la Cueva del Robusto

    de Aguilar de Anguita (Arenas 2010, 90).

    Fig. 9: Inscripcin rupestre de la Cueva del Fig. 10: Grafito de las cuevas del ArroyoRobusto de Aguilar de Anguita (Arenas 2010, 90). de los Castrejones (Urbina 2002).

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    Fig. 11: Inscripcin de Los Mallos (Belvs de la Jara).

    Fig. 12: Detalle de la inscripcin de Los Mallos (Belvs de la Jara).