La Revolución de Cada Día. Cristianismo, Capitalismo y Posmodernidad - Joan Carrera i Carrera, Sj

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La Revolución de Cada Día. Cristianismo, Capitalismo y Posmodernidad - Joan Carrera i Carrera, Sj.

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LA REVOLUCIÓN DE CADA DÍACRISTIANISMO, CAPITALISMO Y POSMODERNIDAD

Joan Carrera i Carrera, sj.

1. EL MUNDO EN EL QUE VIVIMOS .................................................................................

2. HUMANIZAR EL MUNDO ACTUAL. APORTACIONES DESDE LA ÉTICA CRISTIANA .....................................

3. SIGNOS DE LOS TIEMPOS QUE NOS AYUDANA VIVIR CRISTIANAMENTE ......................................................................

4. A MODO DE RESUMEN ...................................................................................................NOTAS ....................................................................................................................................

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN ...................................................................................

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La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos están registrados en un fichero de nombre BDGACIJ, titularidad de laFundación Lluís Espinal. Solo se usan para la gestión del servicio que le ofrecemos, y para mantenerlo informado de nuestrasactividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición dirigiendose por escrito a c/ Roger deLlúria 13, Barcelona.

Joan Carrera i Carrera sj., licenciado en medicina y doctor en teología. Profesor de MoralFundamental en la Facultad de Teología de Cataluña. Profesor colaborador en ESADE. Hapublicado diversos cuadernos en esta colección. Los últimos: Horizonte Kyoto (n. 133);Identidades para el siglo XXI (n. 147); El problema ecológico: una cuestión de justicia(n. 161); Una relación difícil. Cristianismo y sociedad desde la perspectiva ética (n. 170).Es miembro del equipo de Cristianisme i Justícia.

Edita Cristianisme i Justícia - Roger de Llúria, 13 - 08010 Barcelona 93 317 23 38 - [email protected] - www.cristianismeijusticia.netImprime: Ediciones Rondas S.L. - Depósito Legal: B 13151-2014 ISBN: 978-84-9730-336-1 - ISSN: 2014-6509 - ISSN (ed. virtual): 2014-6574 Impreso en papel y cartulina ecológicos

Dibujo de la portada: Ignasi Flores - Traducción del catalán: Jordi Font BarrisRevisión y corrección del texto: Pilar de la Herran - Maquetación: Pilar Rubio TugasJunio de 2014

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1. EL MUNDO EN EL QUE VIVIMOS

Seguramente pretender una descripción del mundo en el que vivimossea caer en una simplificación, ya que si algo caracteriza este «mundo»es la diversidad de culturas y mentalidades. Con todo, sin embargo,son pocos quienes ponen en duda la tesis de F. Fukuyama1 que afirmael final de la historia y el triunfo absoluto del sistema económico capi-talista en el ámbito global.

El llamado proceso de globalización haido extendiendo este sistema a la mayo-ría de países, con algunas excepcionesde carácter más bien residual. Ya no lequedan opositores con suficiente fuerzapara hacerle sombra. A pesar de haberquedado herido como consecuencia dela última crisis económica, y a pesar dela multitud de críticas y alternativas par-ciales que han ido surgiendo, lo ciertoes que no podemos aún hablar de una al-ternativa global al capitalismo consoli-dada.

1.1. La cultura capitalista

Todo sistema económico realza deter-minados elementos que tienen traduc-

ción en otros campos como el social, ellaboral y el familiar. En otras palabras,podríamos decir que todo sistema eco-nómico crea una cultura.2 Y uno de loselementos importantes de toda culturaes el sistema ético, entendido como unaescala o una jerarquía de valores que se pone en juego sobre todo a la hora de tomar decisiones, y que acaba porimpregnar toda nuestra vida (familia,relaciones sociales, etc.). Por esto esimportante tomar conciencia de cuálesson los valores en los que se fundamen-ta nuestro sistema económico, y quévalores transmite en cuestiones tan sig-nificativas como persona «feliz», triun-fo personal, etc. Hay que precisar quecuando hablamos de valores del siste-

ma económico, nos referimos a aquelloque el sistema prioriza y que quiere queguíe el comportamiento de las perso-nas, primariamente en el campo de laeconomía. A menudo esta priorizaciónesconde los intereses de determinadosgrupos y actúa, de hecho, como unaideología.3Así, el sistema económico sepresenta como la solución más racionaly estructurada para crear riqueza y jus-ticia. Es decir, se apoya en y apela avalores aceptados, queridos y deseadospor la mayoría.

Obviamente, estos valores a ojos deotro sistema ético (tanto desde una tra-dición religiosa, como de otra cultura)pueden ser percibidos como contrava-lores.

1.2. Un sistema capitalista neoliberal y globalEn las próximas páginas intentaremosanalizar estos valores, no para hacer unjuicio del sistema económico (cómo sedistribuye la riqueza, qué países son losmás beneficiados, qué desigualdad crea,qué tipo de relaciones laborales...), sinopara ver cómo la jerarquía de valores en que se apoya ha ido impregnandomuchas de las esferas de nuestra vida,(esferas a menudo muy alejadas de laeconomía). A pesar de que se puedatener una vida disociada, normalmentelo que se vive en una esfera (a la que lededica más tiempo real) acaba conta-giando las otras. Éste es el caso, porejemplo, de la familia o de las relacio-nes entre las personas que se han vistoafectadas por la manera cómo se haentendido el trabajo y las relaciones enel mundo laboral. El evangelio lo dice

con otras palabras, muy contundentes,por cierto: «Porque donde esté tu rique-za, allí estará también tu corazón» (Mt,6,21).

Pondremos nuestra atención en elsis tema tal y como lo tenemos en la ac -tualidad, a principios del siglo XXI y noen aquel primer estadio, cuando M.Weber escribía haciendo referencia alespíritu del capitalismo y a los valoresculturales asociados al sistema; ni tam-poco en una segunda fase, que identi -ficamos como Estado del bienestar,cuando el primer capitalismo tomó elementos de la tradición socialista ydemocristiana, como fueron los dere-chos sociales o la concepción de unEstado regulador de la economía yredistribuidor de la ri queza. Ahora nosencontramos en otro tipo de capitalis-mo, que recoge elementos de los ante-riores, y que podríamos caracterizarcon dos adjetivos:

a) Neoliberal, porque pone el acen-to en el mercado plenamente libre, conun papel del Estado muy reducido y acosta de una pérdida de derechos socia-les.

b) Global, porque se caracteriza porun libre mercado global sin barrerascomerciales ni financieras.

Seguramente enumerar estos valo-res será por mi parte demasiado preten-cioso, y dará como resultado una ciertasimplificación al no tener en cuenta lasdiversas variaciones que se dan dentrodel sistema. No es lo mismo el capita-lismo que aún conserva elementos delEstado del bienestar nórdico que elnuevo capitalismo de Estado en versiónchina o rusa, o el capitalismo más neo-

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liberal de los Estados Unidos y de algu-nos otros países. Se trata de variacionesy sensibilidades diferentes dentro delmismo sistema. Tampoco es todo nove-dad: algunos de los valores que presen-taremos ya se daban en el primer capita-lismo y lo único que ha pasado es que sehan acentuado notablemente. Veamos,pues, cuáles son estos valores.

1.3. Un sistema, unos valores

a) El éxito vital, muy ligado al éxitoeconómico. Una manera de entender eléxito con un componente materialista,que está estrechamente ligado a la po -sesión de bienes y de títulos. Son estosbienes materiales los que posibilitandisponer de otros bienes más intangi-bles, como un cierto estatus, una ciertaidentidad o una determinada pertenen-cia a un grupo social.

b) La propiedad privada como valornuclear del sistema, ya desde sus ini-cios. Los bienes de uso y los medios deproducción (tierras, industria...) sonprivados y la mejor manera de generarriqueza consiste en mantener este tipode propiedad. Cada vez se tiende a pri-vatizar más cosas pensando que así searreglarán determinadas «disfunciona-lidades» que impiden un funcionamien-to óptimo. Todo lo que es comunal ocolectivo, dentro de este sistema, norecibe ninguna consideración.

c) Otro valor que desde la moderni-dad se ha ido potenciando ha sido elindividualismo contra el comunitaris-mo. Es el individuo, él solo, quien tieneque ganarse un lugar en la sociedad. Sepone el acento en la persona y más en

sus derechos ante los demás y ante lasociedad que en los deberes, y es papeldel Estado garantizarlos y ser su protec-tor. Esta concepción da mucho valor ala iniciativa del individuo que ha decompetir frente a los demás. Esto lleva-do al extremo y a medida que las «ins-tituciones-guía» han ido perdiendopeso, ha acabado por arrojar a la perso-na a una elección constante: toda lavida se basa en tomar decisiones. En laesfera económica prevalece la competi-tividad por encima de la cooperación, ysi ésta se da, es sólo para reforzar lacompetitividad (de mi empresa, de misideas… contra otra empresa, contra susideas). Desde el sistema educativo serefuerzan estos valores, aunque a vecesse justifican o se disfrazan apelando apalabras tales como personalización,creatividad o iniciativa, palabras que enteoría tendrían que incluir la dimensiónsocial y cooperativa. Esto no quieredecir que la cooperación haya desapa-recido, sino que ha sido desplazadahacia determinados ámbitos (la familia,las ONG, las religiones...) que, por cier-to, tampoco han quedado inmunes a loselementos más individualistas o com-petitivos.

d) Otro valor bastante nuclear en elsistema económico imperante es la bús-queda del máximo beneficio. Para lo -grarlo se sacrifican valores asociados aderechos laborales, políticos o medio -ambientales, a valores que afectan in -cluso los derechos humanos... Por elmáximo beneficio, que favorece a unospocos, no se duda en sacrificar lo quehaga falta, siempre en nombre del pro-greso. Quizás el único freno o límite a

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esta explotación es la de no romper laestabilidad del sistema, y así hacer quela explotación pueda ser un poco mássostenida en el tiempo.

e) También el valor de la utilidad,entendida en el sentido económico:atender la funcionalidad de los mediossin preguntarse nunca por los fines. Unutilitarismo muy ligado a la eficacia y ala eficiencia, valores en sí mismos posi-tivos, pero en nombre de los cuales sesacrifican y justifican muchos otros.

f) Un valor que también se priorizaes la cantidad por encima de la calidad.El capitalismo actual ha extendido lasociedad del consumo, poniendo en elmercado multitud de productos con elobjetivo de favorecer un consumo con-tinuado, ya que éste es el principalcombustible del sistema productivocapitalista. Muchos de estos productosson de dudosa calidad, están destinadosa durar poco y a ser sustituidos prontopor otros con más prestaciones. Todoeste sistema demanda un consumo ex -cesivo de energía, malbarata los recur-sos naturales y genera muchos resi-duos.

g) También existe el valor del es -fuerzo en el trabajo, un valor típico delcapitalismo inicial y que ha ido per-diendo relevancia, sobre todo cuandose ha extendido a Occidente una cultu-ra marcadamente hedonista y cuando el mundo financiero ha posibilitado laobtención de beneficios sin necesidadde mucho esfuerzo.

h) El sistema ha ido priorizandocada vez más el corto plazo por encimadel largo. Sólo se piensa en los benefi-cios a corto plazo, sacrificando la soste-

nibilidad de la producción y el dete -rioro del medio ambiente. Somos muypoco conscientes de las consecuenciasque tienen las acciones del presente(tanto para las próximas generacionescomo para el medio ambiente) y no sonmuy tenidas en cuenta a la hora de pla-nificar la actividad económica.

1.4. Capitalismo y posmodernidadPara entender desde el punto de vistaaxiológico el mundo occidental actualtambién tendríamos que añadir los va -lores más ligados a la llamada posmo-dernidad o modernidad avanzada, y losvalores liberales más políticos, ligadosa la modernidad: los derechos de la per-sona, la democracia, el diálogo, la liber-tad (frente a la tiranía). Tanto los valo-res de carácter más social y políticocomo los valores de la posmodernidadhan sido modificados por un sistemaeconómico con el que a menudo hanentrado en conflicto (pensemos si no enla democracia, y en el poder de los mer-cados no regulados). En otras palabras,los valores más sociales y culturaleshan interaccionado con los valores máseconómicos, saliendo los primeros bas-tante malparados. La democracia quegarantizaban los Estados-nación clási-cos ha quedado herida de muerte porunos mercados globales no reguladospor nadie.

Algunos de los valores de la llama-da posmodernidad de carácter más cul-tural han tenido su origen precisamenteen la decepción respecto a los valores dela modernidad, otros han surgido comoreacción a valores del sistema económi-co y otros pueden haber nacido favore-

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cidos por la misma constelación devalores de este sistema y con el únicoobjetivo de reforzarlo. Por ejemplo, laacentuación del yo y del bienestar emo-cional favorece la imagen de un indivi-duo volcado al consumo y a todo unmercado en el que se venden comoidea les los cuerpos musculados, sanos,perfectos... La pérdida de las utopíasemancipadoras, fruto en parte de la de -cepción en la poderosa razón humanaque en el siglo XX ha provocado todotipo de guerras y desastres, da lugar aun individuo centrado en sí mismo yque no cree que el sistema económicose pueda cambiar, no cree que hayanalternativas, y menos que valga la penamovilizarse para lo grarlas. Así se favo-rece la aparición de un nuevo conserva-durismo social que no pone en cuestiónel sistema económico.

El individuo posmoderno ha dejadode creer en la ciencia como relato sal-vador (porque se ha dado cuenta de quela ciencia también ha traído desastres,como el nuclear o el ecológico) perosigue utilizando la técnica, consumien-do cada vez más y más todo tipo de pro-ductos tecnológicos para ser feliz. Lasconvicciones más frágiles del individuoposmoderno lo hacen más tolerantepero también más indiferente ante loque pasa alrededor, de tal manera quevive en su mundo y no se preocupamucho de los demás. También sus con-vicciones más débiles lo hacen másvulnerable a la manipulación del mar-keting o de la información… Y asípodríamos seguir describiendo valoresposmodernos, que o bien refuerzan losvalores del sistema económico o almenos son compatibles en la medida en

que sirven para cubrir nuevas necesida-des de consumo.

También la posmodernidad contienevalores que son claramente contrarios a los valores del sistema económicocapitalista, como por ejemplo el presen-tismo hedonista,4 la pérdida de la capa-cidad de esfuerzo o la falta de compro-miso.

1.5. Algunos «contravalores» alsistemaFinalmente, otros valores que tambiénhan ido penetrando en la sociedad occi-dental, procedentes de los nuevos mo -vimientos sociales, y que actúan comooposición y crítica a los valores delcapitalismo, o que al menos han modu-lado algunos extremos de este sistemaeconómico. Hablo, por ejemplo, de lasensibilidad feminista (con elementosbastante incompatibles con muchos delos valores del capitalismo), o bien cier-ta sensibilidad ecológica, por desgraciaa veces demasiado superficial, que nocuestiona el sistema productivo sinoque sólo propone soluciones «parche»y a veces en un sentido más estético yde moda que no de cambio radical.

Muchos de estos valores que hemoscomentado, sobre todo los relativos a la llamada posmodernidad, están muyarraigados en Occidente, pero menosen otras culturas, si bien la globaliza-ción los ha ido extendiendo de formaconsiderable, sobre todo entre las élitesmás interconectadas. Sería en este sen-tido interesante hacer el análisis deotras sociedades no occidentales paraver la influencia o la evolución que enellas ha tenido el sistema capitalista.

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Sociedades en las que los valores pos-modernos han penetrado poco, y en lasque siguen pesando los valores más tra-dicionales. Un ejemplo sería estudiar la influencia del confucionismo o deltaoísmo en la sociedad china actual over la peculiaridad del capitalismo

japonés o coreano a partir de la influen-cia de sus tradiciones. También ver có -mo sociedades occidentales como lasde la América Latina reciben la influen-cia de las culturas autóctonas con siste-mas económicos y jurídicos que con-servan elementos comunales.

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Por descontado, otras tradiciones reli-giosas y no religiosas también los pue-den aportar, ya que estos rasgos, a pesarde ser fundamentales para el cristianis-mo (formarían parte de aquello más nu-clear de la ética que nos presentan losEvangelios), no son exclusivos de este.También otras tradiciones recogen al-gunos de estos rasgos y a veces han si-do vividos de forma más plena que porlos mismos cristianos.

2.1. La dimensión comunitaria

La sociedad europea se ha convertido enla máxima expresión del individualismo

egocéntrico. Un individuo cada vez másaislado, centrado en la realización per-sonal asociada al bienestar emocional,que ha perdido el sentido comunitario,que ha dejado de implicarse y de inte-resarse por la res publica dejándola enmanos de los profesionales de la política,y que reduce la dimensión comunitariaa la más mínima expresión (familia, pa-reja, hijos, amigos...). La consecuenciade esto ha sido el agravamiento del ato-mismo social que es visto cada vez máscomo una de las raíces de las muchaspatologías sociales. El cristianismo pue-de ayudar a recuperar un cierto sentidode comunidad, una armonía más grande

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2. HUMANIZAR EL MUNDO ACTUAL. APORTACIONESDESDE LA ÉTICA CRISTIANA

En este apartado intentaremos mostrar qué puede aportar la reflexiónde la ética cristiana en el mundo actual y qué puede aportar ésta almismo cristianismo y redescubrir y vivir a fondo estos rasgos. En otraspalabras, ver qué rasgos de nuestra fe pueden ayudar a humanizarnuestro mundo.

entre la necesaria valoración del indivi-duo y el sentido comunitario que lo con-duce a la solidaridad y al compromiso,más allá del propio grupo familiar y cul-tural. La persona como ser individual ysocial a la vez.

El proyecto de Jesús se presenta asícomo universal y como compatible condiversidad de formas culturales, al con-siderar a toda persona como digna, detal manera que postula la fraternidaduniversal, en términos de comunión (=unión común). Otras tradiciones, comola budista, han hablando de lo mismoutilizando otras palabras como compa-sión universal o interdependencia. Pala -bras o conceptos que se encuentran enla base de la reivindicación de una mun-dialización más justa.

Hay que decir que, por desgracia, elsentido de comunidad también se havisto devaluado dentro de la propia co-munidad cristiana, sobre todo en Occi -dente, potenciando una relación conDios de carácter mucho más individual.La caída de la práctica celebrativa de lossacramentos ha sido uno de los signos,si bien no el único.

2.2. La vida como donVivir la vida como posibilidad de serapreciada como don, como regalo y nosólo como una construcción personal.Así podemos aprender a apreciar la dimensión gratuita de las relaciones humanas y de toda la propia vida.Descubrir que a menudo somos, porquealguien nos ha amado cuando éramosdébiles, sin esperar nada a cambio. Notodo en la vida es contrato o relación basada en el interés por obtener algo. A

menudo, en nuestra sociedad surge lanecesidad de remarcar aspectos clara-mente de gratuidad, uno de los ejemplosmás extendidos es el voluntariado, perosería bueno que esta gratuidad tambiénestuviera presente en ámbitos que se rigen por alguna forma de contrato.Pienso en el trabajo, y también en el pro-pio ocio que progresivamente se hamercantilizado, hasta el punto de estaren una especie de relación funcional conel trabajo. El ocio se ha convertido enuna preparación, o en un simple reposo,que permite seguir trabajando más.Deberíamos recuperar el ocio como mo-mento para las relaciones gratuitas conlos demás y en las que el tiempo deja detener un carácter puramente económicopara ser un tiempo lúdico, un tiempoque no sirve para nada en términos pro-ductivos.

La entrada de la dimensión de la gra-tuidad dentro de las mismas relacionescontractuales daría a éstas una calidaddiferente, las haría más humanas y qui-zás haría que nos diéramos cuenta deque sin determinados valores (que per-tenecen más a la esfera de la gratuidad)estas relaciones contractuales acabanpor deteriorarse o perderse. No cabe du-da de que la confianza, el compartir laidea de bien común... no van en detri-mento del contrato, sino que lo refuer-zan.

2.3. La capacidad de discernimiento

El cristianismo debería ayudar a fomen -tar nuestra capacidad de discernimiento,en un mundo en el que la persona tieneque optar constantemente por construir

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su vida. Este discernimiento supone lacapacidad de interioridad, de silencio yde calma que permita hacer las eleccio-nes desde el yo interior, desde aquelloen lo que uno se quiere convertir y nosólo desde los condicionantes, o desdelas puras ilusiones. La sociología actualhabla de la creciente debilidad de las llamadas instituciones-guía que en otrasépocas marcaban las elecciones de laspersonas: familia, clase social, escuela,religión... Esto es cierto, pero al mismotiempo han aparecido otros condiciona-mientos más sutiles, como las fuerzasdel mercado que marcan nuestra vidamás de lo que creemos, y que incorpo-ramos a veces sin darnos cuenta. Estehecho comporta que se note menos suinfluencia, ya que da la impresión deque ha sido uno mismo quien ha optadoy los ha incorporado en base a una elec-ción. Sin embargo, se trata de una ilu-sión de libertad. Elegimos nuestrascompras, cómo nos vestimos, qué or -denador o móvil tenemos, pero en elfondo estas preferencias han sido indu-cidas dentro de un determinado ámbitosocial.

Vivir una vida desde el yo que dis-cierne supone no dejarse llevar por lasconstantes solicitudes de nuestro am-biente, por los ruidos que distraen...Aprender a cultivar un yo más libre queescucha, que es más consciente de susafecciones (de aquello a lo que está afe-rrado). Hay muchas prácticas que ayu-dan a cultivar el yo, y de hecho las tra-dicionales prácticas ascéticas religiosasno hacían otra cosa que entrenar paraganar libertad ante las cosas. Vivir la vi-da desde uno mismo supone conocer laspropias afecciones desordenadas, para

alinearlas (ordenarlas) en la direcciónde lo que queremos llegar a ser. Tam -bién la práctica de la meditación, enten-dida sólo como concentración, preparala conciencia humana para poder elegiren un ambiente en el que hay un exce-so de estímulos, y en el que la informa-ción se presenta a menudo de formamuy fragmentada.

En el cristianismo, Jesús se presentacomo modelo de máximo desprendi-miento de sí mismo, de un «yo» plena-mente libre, no aferrado a las cosas ma-teriales, ni tampoco a la propia religiónjudía como era vivida en su época. Un«yo» que es modelo de escucha y de ca-pacidad de discernimiento. La éticacristiana, como reflexión sobre la ac-ción humana desde el mismo espíritu deJesús, se presenta como abierta a esteEspíritu cuando sólo ofrece grandesprincipios orientadores pero deja al dis-cernimiento comunitario y personal latoma de decisiones en cada situaciónconcreta, en medio de un mundo com-plejo y en el que continuamente se pro-ducen conflictos de valores. La éticacristiana ofrece un camino entre las «éti-cas fundamentalistas» que ofrecen segu -ridad al simplificar la realidad, marcan-do de manera estrecha la conducta de laspersonas, y las «éticas emotivistas» quenos dicen que el comportamiento tieneque guiarse por el puro sentimiento aun-que éste sea fragmentario y huidizo. Nilas unas ni las otras pueden ofrecer ayu-da a las personas en el discernimiento.Ni las unas ni las otras aportan la solu-ción a los problemas comunes y com-plejos que sufrimos como humanidad,sobre todo soluciones que no respondanal privilegio de unos cuantos.

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2.4. El factor esperanza

La ética cristiana contiene un factor es-peranza. La fe cristiana supone que laplenificación será posible y que los pequeños pasos hacia un proyecto soli-dario no son inútiles, no se pierden, aun-que a corto plazo no se vean los resul-tados. Una esperanza que no es ingenuapero que es suficientemente fuerte pa-ra romper el desánimo del «no hay na-da que hacer». Los grandes sistemasideológicos acostumbran a privilegiardeterminados colectivos, presentándose como las únicas soluciones de los pro-blemas y dando recetas creíbles perosesgadas. En el pasado estas ideologíasno han ahorrado la violencia y la repre-sión para imponerse a aquellos que senegaban a seguirlas. Hoy en día, y so-bre todo en las sociedades democráti-cas, estas ideo logías han abandonadolas formas violentas pero a menudo sepresentan como hegemónicas, exten-diendo la sensación de que no hay otrasopciones. También usan el miedo, elmiedo a todo cambio que no provengade ellas mismas. La esperanza o la uto-pía son un buen antídoto contra deter-minadas ideologías y contra el miedo,haciendo posible imaginar que las cosaspueden ser de otra forma y posibilitan-do el cambio social real.

2.5. La participación en el biencomún

Nuestra sociedad occidental tiene muyinteriorizado el valor de la democracia,es decir, la participación de todos a lahora de tomar las decisiones de nuestrasociedad, o al menos a la hora de elegir

a aquellos que las tienen que tomar. Entoda Europa hay movimientos que re-claman reformas de las democracias para que resulten más plenas. La crisisfinanciera de 2007 ha mostrado la debi-lidad del poder político (el que provie-ne de las urnas) frente al poder econó-mico transnacional (que no proviene delas urnas sino del mercado). Sería largode enumerar y explicar todas las fórmu-las que se proponen para reformar la democracia y las resistencias de parte de los aparatos de los partidos clásicosy de los grandes grupos económicostransnacionales. Pero en resumidascuentas todo esto ha supuesto un pro-gresivo debilitamiento de la confianzade los ciudadanos en el poder político.

En estos movimientos de reforma esimportante la presencia de determina-dos valores propuestos ya sea por «éti-cas de los derechos humanos» ya seapor éticas procedentes de las grandestradiciones religiosas. La base de la de-mocracia real descansa precisamente enestos valores: los derechos básicos de lapersona, su dignidad, la igualdad hu -mana, la libertad, el derecho a la partici -pación, la libertad de conciencia y decreencia... Sin estos valores interioriza-dos, la democracia se tambalea, ya quefácilmente cae en la demagogia. Lo po-demos ver cuando la democracia no sefomenta en los niveles más básicos dela política (asociaciones de vecinos, es-cuelas...) o en aquellos países en los quea pesar de que hay una democracia for-mal (elecciones cada cierto tiempo) nose da una mínima igualdad de oportuni-dades, y en los que en la práctica los gru-pos oligárquicos ostentan todo el poder.Las éticas religiosas, en nuestro mundo,

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pueden cooperar y animar a las per sonasen la defensa de estos derechos básicos,ayudando a crear un marco de solidari-dad que pueda ser el fundamento de lademocracia. A menudo se ha acusado alas tradiciones religiosas de poco com-promiso con la democracia, olvidandoque también el liberalismo extremo hadado lugar a un individualismo que haacabado fracturando nuestras socieda-des. Un sistema democrático sólo puedefuncionar con una mínima concienciade comunidad, de proyecto común, en elque las personas asumen deberes antelos demás, y no sólo por obligación le-gal (lo piden las leyes), sino que confíanen que la cooperación promoverá elbien de todos y de todas, así como la ple-na realización de las personas. El indi-vidualismo extremo sólo conduce a laspersonas a preocuparse de sí mismas yno de lo que le pasa al vecino, y así em-pieza el declive de la verdadera demo-cracia.

2.6. El factor profético

La ética cristiana tiene que ser cons-ciente de que propone y vive unos va-lores que a menudo no son los conside-rados prioritarios en las sociedades enlas que se tiene que desarrollar y poneren práctica, y esto a pesar de que algu-nas de estas sociedades hayan tenidouna matriz cristiana. Vivir en cristianono resulta fácil en sociedades pluralesen las que se necesita un discernimien-to constante a la hora de tomar decisio-nes. Las sociedades plurales, cierta-mente, permiten que se puedan vivir susvalores, siempre que se acepte el marcocomún de convivencia. El disentimien-

to se expresa mediante la manera de vi-vir, mostrando en la práctica los valoresque rigen la vida, sabiendo que los otrosque tienes alrededor pueden tener otraséticas, otras visiones del mundo.

El cristiano puede y ha de ejercer uncierto papel de denuncia cuando creeque el ethos social viola valores que élconsidera importantes; ahora bien, estadenuncia, como hemos dicho, se expre-sa mediante la vida o a través del diálo-go con quienes piensan diferente. Laventaja, a veces no suficientemente va-lorada, de las sociedades democráticases que existen foros en los que se pue-den discutir las cuestiones y en los quese puede dar voz a las diferentes opcio-nes éticas presentes en una sociedad.También a menudo los cristianos pue-den apelar a los valores ideales de lapropia sociedad, formulados en formade derechos humanos que son compar-tidos y enunciados pero poco vividos,poniéndose al lado de muchos movi-mientos sociales críticos. En todas lassociedades, también en las más demo-cráticas, los derechos de las minorías olos derechos de las personas con menosrecursos a menudo pueden estar en pe-ligro, en estas situaciones el factor pro-fético y de denuncia deben jugar un pa-pel relevante.

2.7. Una visión positiva de laautoridadEl siglo XX ha sido un siglo en el que elconcepto de autoridad ha perdido valor.El totalitarismo de todo tipo y las gue-rras mundiales lo han debilitado, ya queha habido mucho abuso por parte dequienes ostentaban el poder. Hay una

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sospecha generalizada sobre la autori-dad como ejercicio del poder por partede unos cuantos, aunque esté legitima-da por unas elecciones periódicas y seejerza con las limitaciones propias de unEstado de derecho.

Esta crisis de la autoridad no sólo seha dado en el ámbito político, sino entodos los otros ámbitos sociales: fami-lia, escuela, Iglesia... La institucióneclesial había vivido durante siglos unasituación en la que los fieles no discutí-an la autoridad de los obispos o de losteólogos. Si bien es cierto que cuando el magisterio (el Papa, los obispos, losteólogos...) se pronunciaba sobre cues-tiones daba razones (teológicas, racio-nales...), los fieles se fiaban más de laautoridad de la que emanaban estos pro-nunciamientos que no de las razones.Hoy en día, y debido a causas muy di-versas, algunas fruto de la modernidad,todo esto ha cambiado.

También dentro de la institucióneclesial entraron formas poco evangéli-cas de ejercicio de la autoridad, de talmanera que la ética cristiana tiene queser muy consciente de aquello que pue-de aportar y cómo tiene que aportarlo,ya que la simple apelación a la autori-dad, cuando ésta se ha ejercido de for-ma poco evangélica, puede resultar con-traproducente. La tentación del poder,de poseer muchos medios o de creer quese tiene la verdad se han dado y se dandentro de la Iglesia. Es la tentación deaceptar ser «rey» para poder imponer suética, su verdad, y así extender el Reinode Dios. En el cristianismo, la autoridadtiene que estar al servicio de los demás,rebajarse a lavar los pies del prójimo como hizo Jesús. La autoridad de Jesús

se mostró en su máximo descendimien-to en la Cruz. Esta kénosis es lo que daráy da credibilidad a la Iglesia, es decir,cuando sirve, cuando se hace servidorade los más pobres, de los más necesita-dos, y no desde el poder sino desde el«poder del no poder». Esta manera deentender la autoridad puede ser la apor-tación a nuestras sociedades. Y en el in-terior de la comunidad cristiana pode-mos recordar unas palabras de B.Ha ring que encabezan la definición del«magisterio» de la Iglesia recogidas enel Dic cionario de Teología Moral: «...Elprimer magisterio lo ejercen los san-tos...».

2.8. Recuperar y repensar laTradiciónOtra cuestión que podemos relacionarcon el tema de la autoridad es que nues-tro mundo se ha «destradicionalizado»,es decir, las tradiciones han perdido pe-so. No es que hayan desaparecido, sinoque han dejado de ser permanentes y sehan adaptado constantemente, hechoque las ha puesto en crisis, ya que pordefinición lo que caracteriza a una tra-dición es su permanencia en el tiempoen forma de repetición. Estas tradicio-nes ayudaban a las personas a la hora detomar sus opciones de vida ya que da-ban seguridad y al mismo tiempo frena-ban los cambios sociales. La sociedadindustrial y tecnológica ha provocadoesta destradicionalización, y esto haafectado de lleno a las instituciones re-ligiosas que vivían en parte de las tradi-ciones. Hoy en día tenemos que apren-der a vivir en una sociedad en constantecambio, en la que hay que aprender a

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discernir aquello perenne (la Tradiciónen mayúscula) de aquello que se puedeo se tiene que adaptar o cambiar (las tra-diciones en minúscula). Las resistenciashan sido enormes en una institución enla que las tradiciones tenían mucha fuer-za y en la que se confundía, con ciertafacilidad, la fidelidad a Jesús con la fi-delidad a las tradiciones que, al fin y alcabo, no son otra cosa que realidades his-tóricas (necesarias y buenas), pero queen un determinado momento se puedenhaber convertido en rémoras para lapropia institución. Si se hace una lectu-ra histórica sorprende la gran capacidadde adaptación que la institución eclesialha tenido, ya que en sus inicios sufrióinculturaciones muy profundas, la prin-cipal de ellas la incorpora ción de las fi-losofías helénicas a la hora de reelabo-rar la reflexión teológica del mensaje deJesús...

Por esto la comunidad cristiana nodebería tener miedo de repensar las tra-diciones actuales para dar respuesta a

los cambios sociales y a la emergenciade otras formas culturales que no son lasoccidentales. No ha de tener miedo dedespojarse de las cosas añadidas, quehan sido buenas pero que ya no son másque formas occidentales. La Iglesia qui-zás fue de las primeras instituciones quese globalizó y que se inculturizó en mu-chos países, convirtiéndose en un mo-delo de cómo hacer compatible la uni-versalidad con la particularidad. En elámbito ético el cristianismo contieneunos grandes principios de cómo tieneque ser el hombre y la mujer plenifica-dos, pero a lo largo de las situacionescambiantes de la historia esta vida enplenitud o con sentido ha ido cogiendoformas diferentes. Porque los grandesprin cipios orientan, pero han de adap -tar se también a los tiempos y a las si-tuaciones concretas. Un ejemplo para-digmático es la manera cómo se haentendido el mandamiento de «no ma-tar» a lo largo de la tradición moral ca-tólica.

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3.1. Afinar el discernimientoEl discernimiento comporta saber elegiro distinguir qué valores son buenos, enel sentido de humanizantes, es decir, va-lores que serían expresión de la moralevangélica aplicada y referida a las nue-vas situaciones que aparecen en nuestromundo, y qué valores son contrarios ala humanización de la persona. La tareano resulta fácil, y se requiere una pru-dencia extrema para no condenar fácil-mente valores envueltos de elementos

que nos pueden parecer extraños al len-guaje y la manera de hacer cristiana pero que la interpretan y actualizan enaquello esencial. Y tampoco asumir na-turalmente otros que gozan de gran re-conocimiento y aceptación social, peroque no son compatibles con la ética cris-tiana. Ésta siempre ha sido una tarea di-fícil, que tiene que contar con la ayudadel Espíritu de Jesús, que ayuda a en-contrar en situaciones determinadas, y a menudo nuevas, la concreción de los

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3. SIGNOS DE LOS TIEMPOS QUE NOS AYUDAN A VIVIRCRISTIANAMENTE

A lo largo de la historia y desde los inicios del cristianismo, la comuni-dad fue permeable a las éticas de su entorno haciendo suyas las intui-ciones del estoicismo, el platonismo, el aristotelismo... En la edadmoderna, también algunos de los valores que formaban parte delnúcleo del cristianismo (y que con el tiempo se habían debilitado) fue-ron recuperados paradójicamente por sus oponentes seculares y entra-ron a formar parte de la cultura y la ética modernas. La comunidad cris-tiana tendría que discernir estos signos de los tiempos, ver qué puedeaprender de ellos e incorporar o reincorporar a la práctica cristiana.

grandes principios evangélicos. Anteesta ambigüedad, podemos recordar laspalabras de Benedicto XVI en el Bun -destag haciendo referencia al partidopolítico de los Verdes alemanes:

Diría que la aparición del movimientoecologista en la política alemana a par-tir de los años setenta, aunque quizásno haya abierto las ventanas, ha sido yes sin embargo un grito que anhela airefresco, un grito que no se puede igno-rar ni relegar, porque se perciba en éldemasiada irracionalidad. Gente jovense dio cuenta de que en nuestras rela-ciones con la naturaleza existía algoque no funcionaba; que la materia noes solamente un material para nuestrouso, sino que la tierra tiene en sí mis-ma su dignidad y nosotros debemosseguir sus indicaciones. (Berlín, 22 deseptiembre de 2011).

3.2. Entre el sectarismo, el diálogoy la disoluciónA menudo dentro de la Iglesia Occiden -tal actual se dan dos posturas, quizás nose dan en sus extremos pero sí en formade tendencias ancladas en el pasado yque se cierran a los signos de los tiem-pos, a pesar de que ambas aportan valo-res positivos dentro de la Iglesia. No setrata de juzgarlas sino de ver la pocaatención que dan a estos signos, cerrán-dose al esfuerzo de intuir las nuevas lla-madas del Espíritu.

3.2.1. Añoranza y restauracionismoUna primera tendencia añora el pasadocuando la Iglesia era escuchada, gozabade más influencia social. Una tendencia

que ya le costó asumir la modernidad yque ahora se ha visto descolocada conla irrupción de la posmodernidad. Su re-acción ha sido la de un cierto retorno aformas premodernas, algunas acertadas5

pero otras anacrónicas que no puedendar respuesta a los nuevos retos de la so-ciedad actual. El peligro de esta tenden-cia es la progresiva sectarización, en elsentido de minorización a la defensivacon rasgos casi fundamentalistas, alsentirse perseguida o menospreciadapor la sociedad.

Esta tendencia resulta atractiva so-bre todo para personas de sorientadas oinseguras, ya que ofrece consignas cla-ras y diferentes, pero el problema es queno entra a considerar la complejidad delas situaciones y se decanta fácilmentepor los blancos y los negros a la hora depercibir la realidad. Esta tendencia tie-ne el peligro de caer en un cierto espiri-tualismo descarnado, que se centra enuna espiritualidad más intimista con po-ca repercusión en la moral social perocon un rigorismo moral acentuado en elámbito de la moral personal (sexualidady bioética). De hecho es este rigorismoel que sirve de excusa a muchas perso-nas (también a muchos creyentes) paraalejarse de la Iglesia, alimentando las fi-las de lo que algunos sociólogos han des -crito como «creyentes sin Iglesia»6, uncolectivo que en Europa no ha pa ra dode crecer estos últimos años. Tam biénpuede tener el peligro de dejarse mani-pular por un poder político de carácterconservador que ve en la religión unbuen cohesionador social, permitiéndo-le por esta razón una mayor visibilidaden el espacio público. Es lo que pasa conlos movimientos conservadores. Sería

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injusto no apreciar los valores de estatendencia, que representa una crítica auna Iglesia que a menudo se ha diluidoy ha perdido identidad dentro de la so-ciedad actual. Hay en definitiva una as-piración, actual por otro lado, de unaIglesia desacomplejada ante la sociedaden la que todo el mundo tiene voz.

3.2.2. El cristianismo «progresista»Otra tendencia agrupa a los movimien-tos eclesiales más sensibles a la cuestiónsocial, que tuvieron una fuerza conside-rable en la denuncia de la injusticia y enla defensa del pobre ante las estructurasque violaban sus derechos. El momentoactual sigue necesitando su voz, ya queel mundo, a pesar de que la globaliza-ción ha generado riqueza también ha hecho aumentar considerablemente lasdesigualdades, tanto a nivel planetariocomo en el interior de los países más ricos. Pero hace falta que estos movi-mientos estén atentos a los nuevos sig-nos de los tiempos, a las nuevas formasde desigualdad y de injusticia (las injus -ticias medioambientales, las injusticiasde las minorías culturales y las nuevasformas de exclusión y de marginaciónsocial). No se puede pretender continuardando respuesta desde modelos que fue-ron válidos en la década de 1970 peroque ahora resultan o bien insuficienteso bien inadecuados. Creemos que es ne-cesario que se pongan a la escucha delos nuevos movimientos sociales y de losjóvenes cristianos, en otras palabras, quesalgan de los viejos esquemas de las iz-quierdas clásicas para captar la comple-jidad del problema de la justicia en unmundo globalizado. Es necesario, tam-bién, que no tengan miedo en mostrar

más la identidad cristiana en una socie-dad que ya no la ve tan atada al poderpolítico, y que está recuperando el valory la importancia de la espiritualidad, denuevas formas de religiosidad y tam-bién del discernimiento que lleva a des-cubrir cuáles son las nuevas fronteras dela marginación.

Sin pretender ser exhaustivo, sí queintentaré enumerar algunos ejemplos delmundo actual (pequeñas acciones, pala-bras o ideas...) que valdría la pena teneren consideración.

3.3. Signos de los tiempos, signosevangélicos

3.3.1. Contra la idolatría del mercado:el concepto de interdependenciaEn nuestro mundo, como ha denunciadoa menudo el magisterio eclesial, se dauna idolatría del «dios mercado», contodo lo que esto comporta. Pero se vis-lumbran alternativas. Se han ido creandoespacios de solidaridad alternativos, como por ejemplo cooperativas de con-sumo responsable, de comercio justo, debanca ética, de inversiones socialmenteresponsables, propuestas de intercam-bios de servicios entre grupos específi-cos... Curiosamente, muchos de estosmovimientos han sido promovidos en elámbito eclesial. ¡Nunca se habían dadotantas respuestas desde espacios econó-micos alternativos! En algunos países,estas formas económicas alternativasempiezan a tener un cierto peso dentrodel propio mercado, como es el caso delcomercio justo o de los productos congarantía ecológica. Prueba de ello esque muchos de estos productos empie-zan a asomar la cabeza y se pueden en-

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contrar incluso en las superficies co-merciales convencionales.

Toda la problemática ecológica cau-sada por las pautas de consumo insoste-nible y los datos alarmantes que nos vie-nen en relación con el cambio climáticoestán favoreciendo la concienciación deque así no podemos seguir. Cada vez esmás evidente la necesidad de reconci-liación con la creación a partir de unanueva lectura de la teología de la crea-ción y de nuestra relación con ella.También se extiende la llamada a unasolidaridad intergeneracional mayor, esdecir, a concienciarnos de que nuestroprójimo también son las personas quenos seguirán, nuestros descendientes, yaque nuestras acciones presentes hipote-carán su vida o al menos su calidad devida. Así la noción de quién es nuestroprójimo se amplía, no queda limitada aaquel que vemos yendo a Jericó, el ros-tro sufriente del cual nos interpela y pideuna respuesta compasiva, sino que setrata de aquel que no vemos porque obien se encuentra en el otro lado delmundo o bien nacerá de aquí a dos o tresgeneraciones.

Por esto resulta vital cuidar la diver-sidad animal y vegetal, no sólo por el in-discutible valor de la diversidad en símisma, sino por la intrínseca conexiónentre todos los seres vivos del planeta.Así, favoreciendo la vida animal y ve-getal aseguramos la vida humana actualy futura (de nuestros descendientes).Recordemos que la diversidad permiteuna mayor adaptación a los nuevos há-bitats que aparecen como efecto delcambio climático. El valor de la inter-dependencia, de la comunión entre losseres vivos es fundamental, y así lo re-

coge la misma Gaudium et Spes en sunúm. 26. Sin embargo, por desgracia,nuestro ambiente cultural potencia elpensar primero en nosotros mismos y nofacilita el ser conscientes de la realidadde interdependencia entre todos los se-res, es decir, que todos nos relaciona-mos y que nuestra vida depende en granmedida de los demás. No vivimos lo quesomos como un don para los demás ycuando nos relacionamos con ellos lostratamos a menudo como un mero obje-to: no llegamos a asumir lo que piensan,lo que sienten o su sufrimiento comopropio, sino que nos relacionamos co-mo si fuesen objetos que observamos,manipulamos pero que no nos obligan anada (ob-ligar). Tenemos interiorizadoque el yo no tiene necesidad de nadamás que de uno mismo para vivir, y sinecesita de los demás los tiende a obje-tualizar en función de uno mismo.Quizás habría que empezar a relacio-narnos desde la interdependencia, y asícaptar que el bien individual y el biencolectivo son inseparables y darnoscuenta de que este error ya ha provoca-do que tres cuartas partes de la humani-dad sufra y que lo sufra también una na-turaleza sometida a gran presión. Estaconciencia de la interdependencia ten-dría que desembocar en una ética de lacompasión universal que promueva quetodos los seres vivos puedan vivir, y es-pecialmente los más débiles y los másamenazados. Sólo la especie humanapuede hacerse cargo de esta gran res-ponsabilidad, y debe comportarse comosi fuera la conciencia del planeta. Tene -mos que ser capaces de dar una res-puesta compasiva hacia los miembrosde nuestra propia especie pero también

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hacia los de las otras, apreciando el des-tino común de toda la biosfera.

3.3.2. La austeridadLo que hemos comentado en el puntoanterior también supone la promocióndel valor de una mayor austeridad. Haymovimientos que fomentan esta formade vida más austera. El movimiento entorno al decrecimiento7 ha originado undebate interesante sobre esta cuestión.Poder vivir con menos para que las per-sonas que vienen detrás de nosotros en-cuentren un planeta más habitable. Laausteridad pasa por desarrollar una seriede comportamientos y actitudes que seconcretan en una vida diaria diferente:

a) Un consumo responsable y soste-nible, que no deje en manos del merca-do y de sus estrategias publicitariasnuestras pautas de consumo.

b) Una especial atención a las tram-pas del mercado como por ejemplo laobsolescencia programada de muchosde sus productos que favorece un con-sumo continuado.

c) Una educación de nuestros deseosde tener más y más, con el único obje-tivo de disponer de un determinado es-tatus o identidad social.

En referencia a esta última idea, po-demos afirmar que el mercado ofrece nosólo productos para satisfacer las nece-sidades materiales, sino que a través delos logos y marcas de estos productosofrece imaginarios, mundos ideales quenos proporcionan identidad y una espe-cie de sentido. Identidad y sentido queadquirimos a través de la compra y elconsumo. Nuestra identidad parece que

ya no venga dada por la familia o la cla-se social, sino por aquello que consumi-mos, por cómo vestimos... De esta formase van creando identidades colectivasque dan estatus que nos identifican co-mo deportistas, como contestatarios, como jóvenes... Nuestra capacidad deconsumir y los tipos de marcas quecompramos nos hacen entrar en una de-terminada subcultura, que nos da iden-tidad y, por tanto, una cierta seguridad.Son identidades que pueden ser elegidasy que no nos vienen dadas, de ahí quesean bien acogidas, ya que ponen en jue-go nuestra libertad de elección aunquesea a un nivel superficial.

Podríamos matizar aún más la afir-mación en el caso de los adolescentes,ya que el grupo o la pandilla más próxi -ma es la que acostumbra a proporcionarla identidad, sea por adhesión o rechazo.Esta identidad nos permite escapar de la inseguridad, del miedo al fracaso, ysatisfacer así el deseo de reconocimien-to, de llenar nuestras carencias afecti-vas. Los grupos más susceptibles a laatracción de las marcas son precisa-mente los que más sufren estas caren-cias, y entre ellos los adolescentes sonuno de estos colectivos. Su búsqueda deidentidad personal y además el consumoenergético para ir aceptando los cam-bios fisiológicos y psicológicos, resultanespecialmente maleables, y demandancontinuamente la aceptación y el con-traste de un grupo de pertenencia. Estose consigue sobre todo controlando lasformas externas, hábitos, formas de ves-tir, música pero también a través deotras que afectan al propio cuerpo, co-mo la forma física (a través de dietas,ejercicios y deporte). La importancia de

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este sector de población ha hecho quealgunos hablen del mercado del «ado-lescente global» que en todas partes, in-dependientemente de la cultura, deseamás la Coca-Cola que los productos lo-cales, las Nike que unas sandalias... Sepuede afirmar, sin miedo a equivocarse,que desde hace unas décadas las em-presas han dejado de producir cosas yahora se dedican fundamentalmente aproducir «marcas».

Volviendo a los signos de los tiem-pos, la problemática ecológica ha pro-vocado el nacimiento de todo un movi-miento que habla en términos de«justicia medioambiental», ya que lospaíses más pobres son los que más su-fren las consecuencias del cambio cli-mático8: sequías, migraciones climáti-cas, inundaciones, agotamientos de losrecursos alimentarios como por ejemplola pesca... Este movimiento muestra unarelación entre la pobreza y la problemá-tica ecológica que conduce a no separarla justicia distributiva de la ecología. EnOccidente a menudo no somos cons-cientes que es precisamente en los paí-ses pobres y también en los llamadospaíses emergentes donde tienen másfuerza los grupos ecologistas. Y muchoscristianos y muchas comunidades cris-tianas de estos países se han implicadoen la defensa del medio ambiente y dela justicia medioambiental.

3.3.3. Nuevas espiritualidadesEn medio de la cultura occidental, pre-dominantemente hedonista y materialis -ta, está resurgiendo el interés por nuevasformas de espiritualidad que indican, apesar de la ambigüedad que contienen,una profunda búsqueda e insatisfacción

de las personas. Aunque muchas de es-tas nuevas espiritualidades están dema-siado centradas en uno mismo, su emer-gencia es un síntoma que no deberíamosdespreciar. Algunos autores hablan delinicio de una era posmaterialista que secontrapone a la cultura materialista enla que se instaló Occidente nada másacabar la Segunda Guerra Mundial.

Es interesante preguntarse por qué laespiritualidad que ofrece la Iglesia y engeneral las iglesias cristianas tiene tanpoca aceptación en Occidente, y de unamanera especial en Europa. Aunque sehaya frenado estos últimos años,9 los da-tos sociológicos reflejan un fortísimodescenso de la presencia religiosa enEuropa. También convendría aquí hacerun análisis de las formas posmodernasde religiosidad (con toda su ambigüe-dad) que a menudo han llevado a algu-nos autores a afirmar «el retorno de losbrujos»10. Este análisis debería huir deconsiderarlas como formas antirreligio-sas o puramente negativas (manipula -torias, autocentradas, sin alteridad,emotivistas…) e intentar centrarse en elsíntoma (insatisfacción) que las originay en las características que tienen y quelas hacen atractivas para muchas perso-nas. Sin pretender entrar aquí en hacerun análisis a fondo, creemos que expre-san a menudo una crítica necesaria a de-terminadas formas religiosas a las quela Iglesia ha tendido desde hace tiempo.Una religiosidad eclesial muy raciona-lista, muy centrada en el discurso, exce-sivamente ética, poco celebrativa, pocoestética, individualista (o al menos conpoco sentido comunitario), en la quecualquier expresión de sentimientosiempre se ha visto como sospechosa de

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subjetivismo... Esta critica implícita de-be ser tomada seriamente por parte de laIglesia, y ver qué hay en ella de verdad.La Iglesia podría tomar ahora la mismaactitud que pedía durante el Concilio ha-blando del ateísmo [GS 19-21]. El con-texto del Concilio en Occidente era muydiferente del actual, estaba centrado enel auge del ateísmo práctico y los siste-mas políticos ateos que eran materialis-tas, y ponían a Dios como impedimen-to al progreso de la humanidad. LaGaudium et Spes hizo en aquel momen-to un cierto examen de conciencia de lapropia Iglesia: «...Sin embargo, tambiénlos creyentes tienen en esto su parte deresponsabilidad [...] en esta génesis delateísmo pueden tener parte no pequeñalos propios creyentes» [GS 19]. Y pideuna actitud que se esfuerce en «conocerlas causas de la negación de Dios que seesconden en la mente del hombre ateo»y, «consciente de la gravedad de los pro-blemas planteados por el ateísmo y mo-vida por el amor que siente a todos loshombres», considera que «los motivosdel ateísmo deben ser objeto de serio ymás profundo examen» [GS 21].

Algo parecido deberían hacer laIglesia y los cristianos ante las nuevasespiritualidades o formas religiosas.

3.3.4. La recuperación de la culturalocalLa tendencia homogeneizadora de laglo balización está provocando reaccio-nes en la línea de recuperar y revalori-zar la diversidad cultural local. Este he-cho le plantea un reto a la Iglesia, sobretodo en África y en Asia, las zonas, porcierto, en las que la Iglesia crece más, y

en las que hay más conversiones y vo-caciones a la vida religiosa. El reto escómo inculturar la fe en estos pueblosque no tienen la tradición filosófica ycultural occidental, cuando al mismotiempo, la Iglesia no deja de perder díaa día peso significativo en este mundooccidental. En otras palabras, cómo mo-verse entre la universalidad (católica) y el respeto por lo local. Un reto nadanuevo pero que con la globalización ycon las facilidades para la comunicacióny los viajes ha resurgido con fuerza.Quizás hoy día, por suerte, somos másconscientes de los condicionantes cul-turales y de la necesidad de inculturar lafe allá donde ésta crece y se extiende.

3.3.5. La recuperación de los valoresen ámbitos claveHay signos que indican una cierta preo-cupación para que las nuevas tecnologí-as y el mercado no sea guiado por el pu-ro beneficio económico. Nunca se habíahablado tanto de valores en los ámbitospolíticos, empresariales, financieros ymédicos, ya que las prácticas carentesde cualquier consideración de valoresnos han llevado hasta el extremo de pi-sar la dignidad de muchas personas, yespecialmente de las más vulnerables.Esta preocupación apenas está dando susprimeros pasos, pero es real. Por ejem-plo, en el campo de la bioética se handado pasos para que se introduzca estamateria en el currículum de la forma-ción médica y de la enfermería, aunqueesta reflexión en Cataluña y en Españaaún es muy escasa. Más difícil es la in-troducción de la reflexión en valores enlos currículums de las llamadas escue-las de negocios, quizás porque la im-

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plementación de esta reflexión conducede manera inevitable a cuestionar losvalores del sistema actual. A raíz de lacrisis económica actual, la más impor-tante desde la crisis del 29, algunasgrandes facultades de económicas em-piezan a plantearse qué enseñan en susaulas. Empiezan a ser conscientes deque esta formación ha dado lugar a unacultura empresarial que ha fomentado la especulación financiera sin escrúpu-los y que ha hecho posible una crisis co-mo la actual. Este repensar el modeloeconómico actual por insostenible es,sin embargo, muy lento, y al final seránlos países emergentes los que marcaránla pauta de esta reflexión ética en losaños venideros.

3.3.6. El horizonte de una ética mundialAnte los problemas de nuestro mundo,las grandes tradiciones religiosas hanhecho el esfuerzo de mostrar que sonfuente de humanización y de paz entrelos pueblos y no motivo de conflicto.Han sido facilitadoras de acuerdos éti-cos que muestran que están a favor dela paz mundial, del respeto por el medioambiente y contra el orden económicomundial injusto. Algunos de estos valo-res compartidos se muestran, por ejem-plo, en la Declaración de Ética Mundialelaborada por el Parlamento Mundial delas Religiones en Chicago (1993)11. Paraeste Parlamento no es posible un nuevoorden mundial sin una Ética Mundial,entendida como «un consenso básicosobre una serie de valores vinculantes,criterios inamovibles y actitudes básicaspersonales. Sin semejante consenso éti-co de principio, toda comunidad se ve,

tarde o temprano, amenazada por elcaos o la dictadura y los individuos porla angustia». Recor demos qué nos diceen su introducción (punto 2):

Todos los humanos sin excepción so-mos seres falibles, imperfectos, con lí-mites y deficiencias. Además tenemosexperiencia de la realidad del mal. Poreso mismo, y a pesar de estas limita-ciones, nos sentimos obligados a se-ñalar, por el bien de la Humanidad, loque juzgamos deben ser elementos bá-sicos de una ética común para toda laHumanidad, tanto para los individuoscomo para las comunidades y organi-zaciones, para los Estados e inclusivepara las religiones. Estamos convenci-dos de que nuestras tradiciones éticasy religiosas, seculares ya en su mayorparte, contienen suficientes elementoséticos que muy bien pueden ser en-tendidos y vividos por todos los hu-manos de buena voluntad, sean o noreligiosos. A este respecto somoscons cientes de que nuestras diferentestradiciones éticas y religiosas funda-mentan el criterio, a menudo de formamuy diversa, sobre lo que es para elhombre útil o dañino, justo o injusto,bueno o malo. No queremos ignorar, nopretendemos difuminar las hondas di-ferencias entre las distintas religiones.Pero estas desemejanzas no deben im-pedirnos proclamar públicamente loque ahora ya nos es común y con lo cualnos sentimos todos igualmente obliga-dos en correspondencia con nuestropropio compromiso ético o religioso.

También el Magisterio de la Iglesiaha reflexionado sobre la necesidad deuna ética universal en un documento

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de la Comisión Teológica Internacional:A la búsqueda de una ética universal.La Iglesia, consciente de la necesidad dela búsqueda de las normas para vivirjuntos la justicia y la paz, quiere com-partir con el resto de tradiciones reli-giosas y filosofías de nuestro tiempo elconcepto de Ley Natural, un conceptoque a pesar de algunas interpretacionesinteresadas no es nada estático ni con-siste en una lista de preceptos definiti-vos e inmutables. Al contrario, la ley na-tural es una fuente de inspiración quesurge precisamente de la búsqueda deun fundamento objetivo para una éticauniversal (núm. 113). Lo hace apelandoa aquello que hay de universal en cadaser humano e invitando, también, a lasotras tradiciones a hacer lo mismo a par-tir de sus propias fuentes. Un intento,pues, de salir victorioso en un reconoci-miento común de normas morales de ca-rácter universal fundamentadas en unaaproximación racional a la realidad. Setrata de un trabajo urgente que va másallá de las propias convicciones religio-sas y de la diversidad de nuestros pre-supuestos culturales para buscar un reconocimiento recíproco y una coope-ración pacífica de todos los miembrosde la familia humana (núm. 116).Recordando, sin embargo, que:

El cristianismo no tiene el monopoliode la ley natural. En efecto, basada enla razón común a todos los hombres,la ley natural es el fundamento de lacolaboración entre todos los hombresde buena voluntad, sean cuales fueransus convicciones religiosas. (Núm. 9).La forma y extensión de estas tradi-ciones pueden variar considerable-

mente. Atestiguan nada menos que laexistencia de un patrimonio de valoresmorales comunes a todos los hombres,sea cual sea el modo en que estos va-lores son justificados dentro de unaparticular visión del mundo. Por ejem-plo, la ‘regla de oro’ se encuentra, ba-jo una forma u otra, en la mayoría delas tradiciones sapienciales.12 Por otraparte, coinciden de manera general enreconocer que las grandes normas éti-cas no se imponen solamente a un gru-po humano determinado, sino que tie-nen valor de manera universal paracada individuo y para todos los pue-blos. Finalmente, muchas tradicionesreconocen que estos comportamientosmorales universales son requeridospor la naturaleza misma del hombre.(Núm. 12).

En el caso concreto de la Iglesia, és-ta ha actuado de mediadora y reconci -liado ra de muchos conflictos, y ha ayu-dado a las partes enfrentadas a encontrarreconciliación y perdón...

3.3.7. «Redes de indignación y esperanza»Finalmente, en Europa, y desde ya hacetiempo, comienza a haber movimientossociales que algunos han llamado«Redes de indignación y esperanza».13Este título resume muy bien el movi-miento, que, como toda movilizaciónsocial, primero aparece como un gritode indignación pero que poco a poco haido presentando propuestas alternativasa las políticas actuales, y sobre todo hasido capaz de movilizar a las personasante un mundo en crisis y desesperan-zado... Como explica Manuel Castells,

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algunas personas empezaron a conec-tarse mediante las redes sociales, y des-pués pasaron a ocupar las calles y a pro-poner medidas concretas que se oponíana los intereses económicos y financie-ros. Fue un movimiento que ignoraba laestructura política actual y desconfiabade los medios de comunicación de ma-sas dominados por intereses económi-cos. Fue una eclosión variada, no orga-nizada, pero tenían algunas cosas encomún: una determinada manera de ha-cer más próxima a formas de democra-cia participativa, una desconfianza clarahacia la política y el juego democráticotal y como está planteado actualmenteel uso de las redes sociales... En un lap-so de tiempo relativamente breve se dioen todo el mundo: desde Túnez hastaEgipto (la llamada «Primavera árabe»,en la que se reclamaba democracia antegobiernos no democráticos y oligarcas),pasando por el movimiento «OccupyWall Street» (17 septiembre de 2011) deEstados Unidos14, y «Los indignados»del 15-M en España. Las propuestas al-ternativas ya han sido analizadas dentrode esta misma colección de cuadernos15.Quisiera recalcar aquí, sin embargo, doshechos que considero importantes: lacapacidad de movilizar tanto a gente jo-ven como mayor, y la capacidad de daresperanza. También ayudaron manifies-tos como el de S. Hessel, ¡Indignaos!,16

que dio nombre al movimiento en Es -paña y los manifiestos de «Democraciareal, ya»17. Si se leen sus propuestas, co-mo por ejemplo, las de la «Asamblea delSol»18 (20 de mayo), piden medidasmuy realistas que muchos politólogos yentidades sociales ya hace tiempo queproponían para profundizar la democra-cia, conseguir más igualdad económicay hacer una economía menos financieray más sostenible.

Entre las personas jóvenes queacamparon y se manifestaron había mu-chos cristianos y cristianas, porque,ciertamente, muchas de las propuestasque se pedían coinciden con los postu-lados defendidos por la moral social dela Iglesia. Por ejemplo, en la encíclicaCaritas in Veritate de Benedicto XVI(2009) se tocan puntos clave sobre el ca-rácter injusto de la actual globalización,puntos que coinciden con algunas de laspropuestas de este movimiento. Es cier-to que, como cualquier movimiento so-cial, tiene elementos de todo tipo y quehay que discernir con sumo cuidado.Pero hay que ser muy conscientes deque también ha habido intereses paradesacreditarlo por parte de las minoríasque controlan la actual economía finan-ciera y de los gobiernos y partidos quetemen perder sus posiciones de privile-gio.

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4. A MODO DE RESUMEN

El cuaderno que hemos presentado ha intentado ser, en primer lugar, unainvitación a la reflexión sobre los valores que encontramos en nuestroentorno, para poder tomar conciencia de ellos. Todos vivimos y nosmovemos en una doble matriz axiológica, la de nuestra sociedad (ethossocial)19 y la de nuestra fe religiosa (la ética cristiana, islámica, budista...)o de otras formas éticas de carácter no confesional (como por ejemplo losderechos humanos...). Cuando alguien actúa y ha de decidir sobre algunacuestión, se ve influido por esta doble matriz y por la elaboración perso-nal histórica (experiencia) de esta intersección. Nos hemos centrado en lasociedad occidental con un ethos social producto del sistema económicocapitalista y con una tradición política y social de carácter democrático-liberal, todo ello vivido en el contexto de la posmodernidad. Sim ple -mente hemos querido apuntar algunos de los valores de estos ethos. En segundo lugar, como demanda el Concilio Vaticano II, hemos pasadoa reflexionar sobre qué valores puede aportar la ética cristiana y asíhemos entrado en un diálogo ético con el horizonte de la humanizaciónde la sociedad que todos vivimos y compartimos. Seguramente es cosadel lector poder añadir muchos otros puntos a este diálogo, porque es undiálogo no cerrado. Y por último, desde una visión más centrada en el interior de la comuni-dad cristiana (y pensando que todos los creyentes trabajan e interaccio-nan con los miembros de la sociedad, ya sean creyentes o no), describircuáles son los signos de los tiempos, cuáles son las llamadas del Espírituque se dan en nuestras sociedades occidentales. Signos y llamadas quetendrían que ser acogidos por la comunidad cristiana, ya que respondena problemas de nuestro mundo, y ofrecen soluciones y propuestas que noson ajenas a los valores evangélicos a pesar de su carácter laico. Este últi-mo apartado también es una invitación a ver «nuevos signos de los tiem-pos» y a discernirlos de manera comunitaria para ver si responden alEvangelio de Jesús de Nazaret.

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1. Francis FUKUYAMA, The End of History and theLast Man, 1989.

2. La cultura se puede definir de muchas mane-ras... Una definición (inspirada en el famosotratado clásico de sociología de G. Rocher ymodificada por J. Miralles, profesor de socio-logía de ESADE) podría ser: «la cultura comoel conjunto de formas de sentir, actuar, pensar,que son compartidas por una sociedad y quepermiten la supervivencia, proporcionan iden-tidad y pertenencia y dotan de sentido a losmiembros del grupo».

3. La definición clásica de Guy ROCHER, en suIntro ducción a la sociología, Barcelona, Her -der, 1982: «Sistema de ideas y de juicios,explícitos y generalmente estructurados, quesirven para describir, interpretar o justificar la situación de un grupo o de una colectividad,y que, inspirándose ampliamente en unos va -lores, propone una orientación precisa a laacción histórica de este grupo o colectividad».

4. La expresión es de J. M. MARDONES, Neoconser -vadurismo, la religión del sistema, CuadernoFe y Secularidad, Santander, Sal Terrae, 1991,p. 10.

5. Ver la importancia de la familia como un factormuy positivo por el proceso de socialización ypor ser la matriz de la comunidad cristiana,pero ser consciente de no idealizar la familiade los siglos anteriores, ya que era una familiapatriarcal en la que el hombre tenía un poderexcesivo y la mujer era menospreciada (era unmodelo poco evangélico de familia). Ni tam-poco idealizar como sociedad con alto sentidode la moral, ya que es olvidar la doble moralque profesaba la clase noble y de la burguesíay en la que la obediencia podía provenir másde los mecanismos de control social que de unaconvicción evangélica, y por tanto autónoma.

6. Véase para profundizar en el tema M. ARROYO

MENÉNDEZ en Tendencias en identidades, valo-res y creencias, Madrid, Sistema, 2004.

7. Uno que dio fuerza a este movimiento en ladécada de 1990 fue Serge Latouche. Sus orí-genes se pueden remontar o a la teoría enun-ciada por Nicholas Georgescu-Roegen sobrela bioeconomía en su obra The Entropy lawand the Economic Process (1971), así comolas críticas a la industrialización en las déca-das 1950, 1960 y 1970 (Günther Anders, Laobsolescencia del hombre, 1956; HannahArendt, La condición humana, 1958; o Club deRoma, Informe Meadows, 1972).

8. Así lo denuncia el Informe del PNUD del año2007-8.

9. Es interesante ver, por ejemplo, en nuestro con-texto catalán los datos que ofrece T. MELLÉN,«Religió i valors» en Javier ELZO i Àngel CAS -TIÑEIRA (dir.), Valors tous en temps durs. Laso cietat catalana l’enquesta europea de va -lors de 2009, Barcelona, Barcino, 2011, ps.279-298).

10. La expresión es de un libro titulado así dePAUWELS i J. BERGIER, El retorno de los brujos,Barcelona, Plaza&Janés, 1981. Citado en GON -ZÁLEZ-CARVAJAL, Ideas y creencias del hombreactual, Santander, Sal Terrae, 1991, p. 173.

11. La podemos encontrar en http://classic.weltet-hos.org/pdf_decl/Decl_spanish.pdf

12. La Declaración de una Ética Mundial del Par -lamento Mundial de las Religiones (Chicago,1993) se fundamenta en la regla de Oro for-mulada en las grandes tradiciones religiosas.La regla de Oro en su formulación en el Evan -gelio de Mateo nos dice: «haced con los demáslo mismo que queréis que los demás hagancon vosotros» (7,12).

13. Título de un nuevo libro del sociólogo ManuelCASTELLS, Redes de indignación y esperanza:los movimentos sociales en la era internet,Madrid, Alianza editorial, 2012.

14. http://occupywallst.org/15. Ver cuaderno O. MATEOS y J. SANZ, Cambio de

época. ¿Cambio de rumbo?, Barcelona, Cris -tianisme i Justícia, Cuadernos 186, 2013.

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NOTAS

16. Stéphane Frédéric Hessel, Indignez-vous!, 2010.Publicado en el 2011 en castellano y catalán.

17. www.democraciarealya.es18. Para ver las propuestas, http://madrid.tomala-

plaza.net/2011/05/20/propuestas-20-mayo/19. Dentro del llamado ethos social (que serían los

valores que flotan en el ambiente y que buenaparte de la sociedad los acepta de facto como

orientación de su conducta), también se pue-den colocar dos fuentes más de normativa uorientación moral, las leyes de un país y sialguien trabaja en determinada profesión, uncódigo deontológico o profesional o en undeterminada empresa, un código de conductainterno. Como es lógico este ethos social y lamoral personal pueden entrar en conflicto.

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CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN

1. El mundo en el que vivimos

El autor del Cuaderno afirma que todo sistema económico crea una cultura, yuno de los elementos importantes de toda cultura es el sistema ético, que sepone en juego sobre todo a la hora de tomar decisiones, y que acaba porimpregnar toda nuestra vida. ¿Qué valores prioriza nuestro sistema económi-co? ¿Cómo han impregnado la vida personal, familiar, escolar, el trabajo, lasrelaciones en general?

2. Pistas para humanizar el mundo actual

El autor señala algunas pistas. ¿Estás de acuerdo con ellas?

Cuáles te parecen más urgentes:

Cómo pasar del individualismo a la comunidad.•

De la vida como relación basada en el interés a la vida como don,•como regalo.

De la mercantilización del trabajo y el ocio a la relaciones gratuitas con•los demás.

De la democracia nominal a la participación de todos a la hora de•tomar las decisiones de nuestra sociedad.

Del poder de las fuerzas del mercado que marcan nuestra vida más de•lo que creemos, y que incorporamos a veces sin darnos cuenta, a unacultura de la sobriedad.

3. ¿Qué puede aportar la reflexión cristiana?

Hay actitudes y conductas que pueden resultar obsoletas, en des-uso: dis-cernimiento, austeridad, decrecimiento, sostenibilidad, compasión, solidari-dad y otras muchas, y que al leer el Cuaderno señalan un camino no fácil,porque vivir en cristiano no lo es. ¿Cómo sacarlas a la luz?

4. ¿No hay nada que hacer?

Ante los problemas urgentes hay voces proféticas que nos impulsan, nos invi-tan a abrir los ojos para ver y nuestros oídos para escuchar… Todas ellas tie-nen la capacidad de movilizarnos. Señalamos algunas:

Manifiestos como el de S. Hessel, Indignaos, que dio nombre al movi-•miento en España y los manifiestos de «Democracia real, ya».Los movimientos sociales que algunos han llamado «Redes de indig-•nación y esperanza». Movimientos ecologistas, gente joven que se ha dado cuenta que en•las relaciones con la naturaleza hay algo que no funciona.La Declaración de Ética Mundial elaborada por el Parlamento Mundial•de las Religiones en Chicago (1993). Esta Declaración ha contribuidoa la creación de una Ética Mundial, entendida como un consenso bási-co sobre una serie de valores vinculantes, criterios inamovibles y acti-tudes básicas personales.... (Seguro que conoces otras voces que podrías añadir.)•

Quizás al terminar el Cuaderno podemos decir que «hay mucho por ha cer…».

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