La Retaguardia de Aníbal en Hispania

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Mainake, XXXII (I) / 2010 / pp. 437-460 / ISSN: 0212-078-X LA RETAGUARDIA HISPANA DE ANÍBAL Manuel Bendala Galán* RESUMEN: El presente artículo consiste en una aproximación a la sólida estructura política y militar puesta a pun- to por los Barca en Hispania hasta los tiempos de Aníbal, con los datos básicos de Carteia, en el extremo meridional, la capital Qart Hadasht y el asentamiento de Tossal de Manises, en el ámbito sudoriental contestano, y la posible existencia de un castrum púnico en Tarraco. Se tienen en cuenta otros asentamientos o ciudades de la costa, como el Castillo de Doña Blanca, o de territorios del interior, con especial atención a Carmo, en el bajo Guadalquivir, con la hipótesis de su identificación con Ákra Leuké. PALABRAS CLAVE: Hispania cartaginesa, Familia Barca, Arquitectura militar y defensiva. HISPANIC REARGUARD OF HANNIBAL ABSTRACT: is article is an approach to the political and military structure set-up by Barca Family in Hispania until the time of Hannibal, with basic data of Carteia, at the southern end of Iberian Peninsula, Qart Hadasht and settlement of ‘Tossal de Manises’, within Contestanian coast, and the possible existence of a punic castrum in Tarra- co. It takes into account other settlements or cities on the coast, like the ‘Castillo de Doña Blanca’, or territories of the interior, with special attention to Carmo, in the lower Guadalquivir, with the hypothetical identification with Ákra Leuké. KEY WORDS: Punic Hispania, Barca Family, Defensive Military Architecture. Recibido: 21 de junio de 2010/Aceptado: 22 de octubre de 2010/Fecha de publicación: 6 de abril de 2011. La investigación de los últimos años, principalmente por los importantes progresos de índole arqueológica, permite observar la Hispania púnica con nuevas posibilidades y enfoques 1 . La época de los Barca, su significado para la historia y la cultura de la Hispania antigua, adquieren en ese mar- co una nueva dimensión, mucho más allá de su consideración, desde el punto de vista de la historia ‘evenemencial’, como episodio determinante de la grave inflexión bélica y política que supuso, como consecuencia de la guerra púnico-romana, el final del dominio de Cartago y el triunfo imperial de Roma. Desde un punto de vista más estructural, más atento a las realidades de base que subyacen y determinan todo lo demás, insertas en un tempo lento que desborda los acontecimientos puntuales que suelen protagonizar las crónicas y la historia ‘oficial’ (antigua y moderna), la época de los Barca y la propia acción de Aníbal adquieren una poderosa dimensión observada como coronación de la presencia y la dominación púnicas en Iberia, como su integración en las nuevas formas de estado helenísticas, con gran trascendencia en la organización urbana y territorial de la misma (tanto en * [email protected]. Depto. de Prehistoria y Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Autónoma de Madrid. Campus de Cantoblanco. c/ Fco. Tomás y Valiente, 2. E-28049 Madrid. 1 Una reciente reflexión historiográfica sobre los estudios del mundo púnico en nuestra tradición científica: FERRER, E. (1996).

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Interesante trabajo dedicaco a las posesiones púnicas en hispania durante la Segunda Guerra Romano - Cartaginesa.

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    LA RETAGUARDIA HISPANA DE ANBAL

    Manuel Bendala Galn*

    RESUMEN: El presente artculo consiste en una aproximacin a la slida estructura poltica y militar puesta a pun-to por los Barca en Hispania hasta los tiempos de Anbal, con los datos bsicos de Carteia, en el extremo meridional, la capital Qart Hadasht y el asentamiento de Tossal de Manises, en el mbito sudoriental contestano, y la posible existencia de un castrum pnico en Tarraco. Se tienen en cuenta otros asentamientos o ciudades de la costa, como el Castillo de Doa Blanca, o de territorios del interior, con especial atencin a Carmo, en el bajo Guadalquivir, con la hiptesis de su identificacin con kra Leuk.

    PALABRAS CLAVE: Hispania cartaginesa, Familia Barca, Arquitectura militar y defensiva.

    HISPANIC REARGUARD OF HANNIBAL

    ABSTRACT: This article is an approach to the political and military structure set-up by Barca Family in Hispania until the time of Hannibal, with basic data of Carteia, at the southern end of Iberian Peninsula, Qart Hadasht and settlement of Tossal de Manises, within Contestanian coast, and the possible existence of a punic castrum in Tarra-co. It takes into account other settlements or cities on the coast, like the Castillo de Doa Blanca, or territories of the interior, with special attention to Carmo, in the lower Guadalquivir, with the hypothetical identification with kra Leuk.

    KEY WORDS: Punic Hispania, Barca Family, Defensive Military Architecture.

    Recibido: 21 de junio de 2010/Aceptado: 22 de octubre de 2010/Fecha de publicacin: 6 de abril de 2011.

    La investigacin de los ltimos aos, principalmente por los importantes progresos de ndole arqueolgica, permite observar la Hispania pnica con nuevas posibilidades y enfoques1. La poca de los Barca, su significado para la historia y la cultura de la Hispania antigua, adquieren en ese mar-co una nueva dimensin, mucho ms all de su consideracin, desde el punto de vista de la historia evenemencial, como episodio determinante de la grave inflexin blica y poltica que supuso, como consecuencia de la guerra pnico-romana, el final del dominio de Cartago y el triunfo imperial de Roma. Desde un punto de vista ms estructural, ms atento a las realidades de base que subyacen y determinan todo lo dems, insertas en un tempo lento que desborda los acontecimientos puntuales que suelen protagonizar las crnicas y la historia oficial (antigua y moderna), la poca de los Barca y la propia accin de Anbal adquieren una poderosa dimensin observada como coronacin de la presencia y la dominacin pnicas en Iberia, como su integracin en las nuevas formas de estado helensticas, con gran trascendencia en la organizacin urbana y territorial de la misma (tanto en

    * [email protected]. Depto. de Prehistoria y Arqueologa. Facultad de Filosofa y Letras. Universidad Autnoma de Madrid. Campus de Cantoblanco. c/ Fco. Toms y Valiente, 2. E-28049 Madrid.

    1 Una reciente reflexin historiogrfica sobre los estudios del mundo pnico en nuestra tradicin cientfica: FERRER, E. (1996).

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    ms cierta Qart Hadasht, la gran urbe fundada por Asdrbal, perpetuada en la Carthago Nova romana y la Cartagena actual, no ofreca proble-mas de ubicacin, pero la urbe propiamente br-quida era completamente desconocida ms all de la detallada descripcin de Polibio. La otra ciudad fundada por Asdrbal, segn Diodoro3, sin citar su nombre, era igualmente desconoci-da. Y la informacin arqueolgica no bastaba a llenar esta enorme laguna4.

    Todo haca de los Barca los protagonistas de un breve y vertiginoso captulo de la historia de la antigua Hispania, conocida por las fuentes li-terarias, a veces no poco oscuras, y con casi nin-guna prueba material de su quehacer. Las reali-dades materiales, proyectadas a manifestaciones arqueolgicas, ni se las vea ni se las buscaba con algn afn.

    Hoy da podemos asomarnos a un panorama completamente distinto. Y es as gracias al for-midable incremento de la informacin arqueo-lgica, que tiene en la poca brquida una de las facetas sobresalientes en cuanto a resultados que permiten el progresivo descubrimiento de algo antes ciertamente oculto, ignorado, y de enorme brillantez y relevancia. Es una segunda cuestin el valor aadido adquirido por las fuentes litera-rias, enriquecidas, sobre su importancia siempre advertida y explotada, por una provechosa relec-tura propiciada por los estmulos de esa realidad material crecientemente alumbrada por la Ar-queologa, sin olvidar cuanto se refiere, gracias a las monedas, al privilegiado foco aportado por la Numismtica. Y es una tercera y determinante palanca de accin de la renovacin de la que ha-blaba el imperio de nuevos planteamientos, bro-tados de la conciencia, ya bastante generalizada en nuestras huestes cientficas, de la significacin

    sus efectos directos como en la dinmica cultu-ral, poltica y econmica que ello comportaba con indudables efectos de futuro) y, a resultas de todo ello, como reestructuracin de Hispania (o de buena parte de ella) en funcin del proyec-to de Anbal de convertirla en base de partida de su ambiciosa campaa contra Roma. Lo que fue concebido como estructuracin para servir de base a la accin contra Roma, puso parad-jicamente en marcha una organizacin que fue el cimiento bsico de la propia implantacin de Roma en Hispania. Como en otras ocasiones he subrayado, Roma tuvo la oportunidad, gracias a las actividades y previsiones de su gran enemigo, de disponer por apropiacin de una estructura suficiente para convertirla en fundamento eficaz de su accin imperial en el extremo de la ecume-ne que aspiraba controlar.

    Mi propsito en el presente texto es ensayar una aproximacin a la Hispania que dej tras de s Anbal a su marcha camino de Italia para atacar por tierra el corazn de los dominios de Roma, cmo estaba organizada y estructurada en funcin de su ambicioso proyecto militar y poltico.

    Hace aos, los correspondientes a la forma-cin de mi generacin2, la Hispania de los Barca era una nebulosa, una realidad cuajada de lagu-nas y tpicos, un paisaje casi fantasmagrico, dicho sea en homenaje a uno de nuestros maes-tros, el Profesor Miguel Tarradell, que acu en sus investigaciones sobre la Hispania protohis-trica la idea de las colonias fantasmas de los griegos. Tambin las realidades y, no digamos, las ciudades fundadas por los Barca eran fantas-magricas. Se ignoraba y an se ignora dnde se hallaba a ciencia cierta la primera ciudad fun-dada por Amlcar, la escurridiza Akra Leuk. La

    2 Puede verse una reflexin sobre los imperativos en la formacin de mi generacin, con especial atencin al valor refe-rencial de la Historia de Espaa de R. Menndez Pidal en mi artculo: BENDALA, M. (2006).

    3 XXV 12.4 Remito a una sntesis propia sobre la Hispania cartaginesa, publicada en 1987, para ver el limitado panorama que to-

    dava entonces poda trazarse de las fundaciones brquidas y de la emergente informacin arqueolgica que sobre esa poca iba obtenindose: BENDALA, M. (1987a): 141-151.

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    de la poca de los Barca en el plano estructural (organizativo y material), econmico y poltico, mucho ms all de un mero episodio estimable en tanto que prlogo de la segunda guerra pni-ca y la conquista romana5.

    En efecto, el progreso de la investigacin histrico-arqueolgica acerca de la coloniza-cin fenicio-pnica en su conjunto ha permi-tido reconocer en mejor medida la caracteriza-cin propia de la accin de los Barca y su poca y su asociacin a la corriente helenstica, fruto del xito expansivo de los modelos de poder y de organizacin ciudadana, econmica y polti-ca forjados en la fragua del genial Alejandro y templados por sus sucesores.

    De todo ello era un aviso principal el con-junto de las amonedaciones cartaginesas, valo-radas en la investigacin internacional ya desde los cincuenta y los sesenta del pasado siglo6 y firmemente asentadas en los estudios hispanos, con importantes precedentes anteriores7, a par-tir de los setenta8, con uno de sus aspectos llama-tivos en la posibilidad de identificar a los prnci-pes brquidas en las efigies heroizadas de las es-plndidas acuaciones cartaginesas (Fig. 1), con todo lo que ello puede significar desde el punto de vista poltico9, como tuve ocasin de comen-tar personalmente no hace mucho10.

    Es un hecho que desde los pasados ochenta11 se consolidaba la apreciacin de ese nuevo pano-rama acerca de la compleja realidad estructural y organizativa de la Hispania de los Barca, la plata-forma que sirvi de base y retaguardia al ambicio-so plan de Anbal de acosar a Roma. Subrayar que la nueva perspectiva histrica abra el camino a observaciones y conclusiones de gran trascen-

    Fig. 1. Anverso y reverso de un trishekel hispano-cartagins (cortesa de P.P. Ripolls)

    5 La importancia de esta poca y su infravaloracin historiogrfica es cuestin sobre la que he tratado de avisar desde los aos setenta y ochenta del pasado siglo (vid. BENDALA, M. [1981], [1987a] y [1987b]), y han sido el estmulo para la elaboracin de numerosos trabajos que anteceden a esta ponencia en su misma direccin cientfica.

    6 ROBINSON, E.S.G. (1956).7 La tradicin erudita ms antigua, en: MORA, G. (2000).8 VILLARONGA, L. (1973)9 BELTRN, A. (1949); PICARD, G.Ch. (1963-64); BLZQUEZ, J.M. (1976); ACQUARO, E. (1984).10 BENDALA, M. (2009): 21-27.11 De lo que fue estmulo y, a un tiempo, sntoma la relevante tesis doctoral de Carlos Gonzlez Wagner (1983).

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    cleo isleo de Gadir, fue concebido segn un am-bicioso proyecto de control econmico y poltico de la zona, como demuestra el lugar elegido y su inmediato amurallamiento. De su continuada vi-talidad abundan los indicios, entre ellos la propia renovacin de la muralla, en un marco de acti-vidad edilicia general muy acusada. Se ha docu-mentado un nuevo amurallamiento en el siglo V y, con carcter general, una fase de gran reactiva-cin en los siglos IV y III que vuelve a tener en la renovacin del muro defensivo una sus expresio-nes ms significativas. Por entonces la ciudad se dot de una potente muralla de casamatas, apo-yada en parte en la cerca del siglo V, muralla de la que se conservan bastantes tramos, torres y puer-tas que dan cuenta de su monumentalidad (Fig. 2). Una puesta al da de la misma, con nuevas e importantes remodelaciones, es asociada por los excavadores a la poca de los Barca, a la que tam-bin parecen corresponder algunas ms que no-tables construcciones en la zona del espign, con muros muy caractersticos de sillares engatillados y con suaves y cuidadosos almohadillados13.

    La implicacin de Gadir en los conflictos derivados de la presencia de los Barca y la gue-rra contra Roma, parece acreditarse, segn los testimonios arqueolgicos del ncleo costero del Castillo de Doa Blanca, en el abandono del inmediato poblado de Las Cumbres y, sobre todo, en la deteccin de estratos de incendio en la zona del espign y el hallazgo en los mismos contextos de caballos muertos, cadveres huma-nos arrojados al exterior de la muralla, proyecti-les de catapulta14 y un tesorillo de 56 monedas, fechado hacia 220-210 a.C., hallado en una de las casamatas de la muralla helenstica del asen-tamiento, seguramente acuadas en Cartago para pagar a las tropas cartaginesas que partici-paban en el conflicto15.

    dencia en varias direcciones: el mejor entendi-miento de la personalidad y el perfil histrico y poltico de los Barca y, particularmente, del pro-pio Anbal; poder dimensionar adecuadamente su proyecto poltico, sus bases ideolgicas; valo-rar sus consecuencias en Hispania, sus gentes, sus estructuras polticas, su organizacin ciudadana y territorial; valorar la importancia de todo ello en el proceso histrico-cultural inmediato con la integracin en el Imperio romano. Porque, para-djicamente, la accin de los Barca hizo posible o ms posible, ms viable la propia conquista de Roma y la integracin provincial de Hispania en sus vastos dominios, en lo que he insistido tan-tas veces, como acabo de recordar.

    Pero hablemos directamente de la estructu-racin y la organizacin de la Hispania de los Barca, de la plataforma de Anbal, en funcin de su ambicioso proyecto inmediato vencer a Roma y de futuro: la consolidacin del impe-rio cartagins, el dominio del occidente medi-terrneo y atlntico de la ecumene, en lnea con los modelos imperiales de Alejandro.

    El punto de partida de la accin de los Barca en Hispania fue el aprovechamiento de la pla-taforma de apoyo que por alianza, imposicin o dependencia directa en funcin de anteriores contactos cartagineses, le proporcionaban las ciudades y colonias feniciopnicas de Hispania. En la principal de Gadir, independiente y aut-noma respecto de Cartago, como bien se sabe y subraya la investigacin reciente12, tuvo lugar el desembarco de Amlcar y pueden detectarse al-gunos cambios asociables a la poca de los Barca en la proyeccin colonial gadeirita del asenta-miento del Castillo de Doa Blanca (Puerto de Santa Mara).

    Desde el comienzo, el asentamiento del Cas-tillo de Doa Blanca, en la costa frontera al n-

    12 Una amplia consideracin de la cuestin, con la discusin de los argumentos sostenidos en una u otra direccin sobre la dependencia o independencia de Cdiz respecto de Cartago, en NIVEAU, A.M. (2001).

    13 RUIZ MATA, D. y PREZ, C.J. (1995); RUIZ MATA, D. (1999) y (2001).14 RUIZ MATA, D. y PREZ, C.J. (1995): 75-76.15 ALFARO ASINS, C. y MARCOS ALONSO, C. (1994).

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    fenicio desde fechas que se remontan, al menos, al siglo VII a.C.17 Se abandon en el IV a.C., en parte, quiz, por la progresiva inadecuacin del lugar como centro portuario por razones de alu-vionamiento, pero, sobre todo, por la necesidad de disponer de un lugar adecuado a un proyecto ms ambicioso de expansin urbanstica y eco-nmica, que remite al pujante siglo IV a.C.

    El lugar elegido para el nuevo asentamiento era una pequea elevacin al borde de la baha, junto a la desembocadura del ro, donde se halla la Carteia que conocemos. Las excavaciones han permitido reconocer la superposicin de varias fases urbansticas bien caracterizadas. La ms an-tigua, correspondiente a la fundacin de la ciu-dad, presenta estructuras de notable potencia y ordenacin regular, con contextos que llevan a una datacin en la primera mitad del siglo IV a.C., de forma que parece confirmarse la hip-tesis de una correlacin entre el abandono del poblado del Cerro del Prado y la fundacin del nuevo asentamiento. Cuenta entre los vestigios de esta fase fundacional del nuevo centro urbano una parte del lienzo de la muralla, de tres metros de espesor medio, en un sector correspondiente a uno de los accesos a la ciudad, en su flanco oc-cidental. En el mismo sector, una importante re-estructuracin corresponde a la poca de los Bar-ca. A fines del siglo III a.C., en efecto, la muralla se remodel segn un proyecto arquitectnico de gran monumentalidad. Se documenta una potente estructura de casamatas adosada por el interior a la muralla anterior (Fig. 3) y una remo-delacin general de la muralla, particularmente monumental en la puerta, en forma de un largo y amplio paso, de muros convergentes hacia el in-terior, al que se llega por una rampa paralela al trazado de la muralla (Fig. 4), constituyendo un robusto y monumental acceso en codo18.

    En la misma direccin, y todava en el mbi-to del Crculo del Estrecho, puede hablarse de la posible incidencia de la accin de los Barca y de su poca en la ciudad de Carteia (San Roque, Cdiz), segn las relevantes conclusiones resul-tantes de nuestros propios trabajos de investiga-cin16. La ciudad parece tener su origen en un antiguo asentamiento fenicio situado en el Ce-rro del Prado, un poco aguas arriba del ro Gua-darranque, que en la Antigedad se configuraba como un estrecho golfo al fondo de la baha de Algeciras, punto de apoyo al proyecto colonial

    Fig. 3. Restos de la muralla pnico-helenstica de casamatas de la ciudad de Carteia (San Roque, Cdiz),

    segn Equipo Carteia

    16 ROLDN, L., BENDALA, M., BLNQUEZ, J. y MARTNEZ LILLO, S. (1998) y (2006); ROLDN, L., BENDALA, M., BLNQUEZ, J., MARTNEZ LILLO, S. y BERNAL, D. (2004)

    17 ULREICH, H. et alii (1990).18 Es algo parecido al monumental acceso occidental de la ciudad pnica de Kerkuan, en la actual Tnez: la llamada

    Puerta de Poniente o Porte de Couchant (FANTAR, M. [1986]: 242, fig. 119).

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    tadas. Esta estructura aparece muy arrasada, por los fenmenos de erosin en ladera y porque fue desmontada en la Antigedad misma para usar los materiales en la siguiente etapa importante de remodelacin de la ciudad, la correspondien-te a poca romana republicana.

    Sin entrar aqu en todos los pormenores arqueolgicos, est bien documentado que la muralla fue desmontada en la segunda mitad del siglo II a.C. en el marco de una profunda remodelacin urbanstica y arquitectnica, uno de cuyos aspectos significativos fue la construc-cin de un gran templo en la parte ms alta de la ciudad, no lejos de la muralla y la puerta que comentamos, cuyo podio fue realizado prctica-mente en su totalidad con sillares extrados de la muralla, algunos de gran formato y pronun-ciados almohadillados. Quedan, por otra parte, restos de los adobes con que, a partir de una al-tura no determinable, se completaba el alzado de la muralla, una frmula constructiva consta-tada igualmente en la muralla de Cartagena y en

    Buena parte del esfuerzo constructivo de esta segunda fase estuvo dirigido a la obtencin de un acceso de gran monumentalidad, apropia-do para una buena defensa y, al tiempo, expre-sin de dignidad y de poder por el eficaz lengua-je de la arquitectura, de las fbricas de calidad19. Destacan en esto los hermosos y slidos muros que determinan el amplio paso abocinado per-pendicular al trazado de la muralla, con fbricas de sillares cuidadosamente labrados en piedra arenisca amarillenta, de varios tonos, en una ca-racterstica disposicin seudoisdoma, perfec-tamente trabados, con engatillados y piezas de complemento primorosamente talladas, y un caracterstico y ligero almohadillado, idntico al de los muros de presunta poca brquida de Doa Blanca y frecuentes en ambientes pnico-helensticos (Fig. 5). Los carteienses muestran una caracterstica conformacin de sillares en cua, para quedar bien trabados con el ncleo del muro, aunque en la cara externa aparecen con forma regular y juntas perfectamente ajus-

    Fig. 4. Reconstruccin virtual del flanco occidental, con la entrada en rampa, de la muralla de Carteia, segn Equipo Carteia

    19 La lectura arqueolgica en ROLDN, L. et alii (2006): 301-310.

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    detectarse en algunos testimonios materiales y, sobre todo, en claras seales de la conquista violenta por Publio Cornelio Escipin en el 209 a.C., en el marco de la potente campaa militar que abri a los romanos la conquista del vecino centro principal de Qart Hadasht.

    Tras esta mirada a asentamientos fenicios de la costa de vieja implantacin, es el momen-to oportuno de prestar atencin la ms directa accin de los Barca, en fundaciones o refunda-ciones determinadas por su ambicioso proyecto militar y poltico. Y en esto debe empezarse por la primera y temprana fundacin de Amlcar, la ciudad de Akra Leuk, segn la denominacin en griego transmitida por Diodoro22, demostra-tiva, en su precocidad misma, del ambicioso y meditado programa de accin proyectado para Hispania. Segn el autor siciliota, Amlcar fun-d una gran ciudad ( ), alusin que puede significar por s sola la idea

    muchos otros centros pnicos o griegos, que de-bieron quedar trabados mediante estructuras de madera. Tambin de madera debi de ser el gran portn de cierre de la entrada20.

    Carteia, pues, proporciona un buen referen-te para el conocimiento cercano de una ciudad de origen fenicio y consolidacin urbanstica en poca pnica reciente a partir del siglo IV a.C. con una fuerte remodelacin y monu-mentalizacin asociada a la etapa de los Barca, marcada por los patrones helensticos que dan forma y sabor propio a lo que entendemos por pnico-helenstico. Es la secuencia que de for-ma parecida se va observando en otras ciudades hispanas de origen fenicio, como Baria, en Vi-llaricos (Almera), segn las excavaciones lti-mas21. Se comprueba el origen fenicio de la ciu-dad a fines del siglo VII a.C. y una fase de poten-te consolidacin urbanstica en el siglo IV a.C. Su implicacin en el proyecto brquida parece

    Fig. 5. Restos, en su estado actual, del acceso abocinado a la ciudad de Carteia, segn equipo Carteia

    20 Para una descripcin ms detenida de este y otros amurallamientos hispanopnicos: BENDALA, M. y BLNQUEZ, J. (2002-2003).

    21 LPEZ CASTRO, J.L. (2000) y LPEZ CASTRO, J.L. et alii, en esta misma publicacin.22 XXV 10.3.

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    Todo lleva a pensar que la fundacin de Akra Leuk estuvo inscrita en la planificacin de Amlcar de robustecer su primer territorio de control en el medioda espaol, en el mbi-to vinculado a Cdiz y a la zona de principal de establecimiento de los feniciopnicos en la baja Andaluca; una fundacin que, como se vio en la misma etapa de accin militar de Amlcar y los suyos en la alta Andaluca, poda servir de base y refugio, como campamento de invierno, a las tropas cartaginesas: precisamente all envi a Asdrbal y Anbal, con los elefantes y buena parte del ejrcito, mientras sostena el sitio de Helice25. Y difcilmente, por el contexto blico, poda estar situada en la costa o en la misma re-gin en conflicto.

    Y aqu saltan el nombre y la ciudad de Kar-mo (Carmona, Sevilla), una sugestiva candidata a ser identificada con la ciudad fundada o re-fundada por Amlcar26. Es bien sabido que se trata de un enclave interior bsico para el con-trol estratgico del bajo valle del Guadalquivir: para las actividades econmicas y el comercio, como baluarte esencial en la fijacin y el con-trol de la principal arteria de comunicacin de la zona la Va Heraclea o Va Augusta, y, no digamos, para el control militar de la zona. As ha sido siempre27 y as fue en los enfrenta-mientos pnico-romanos que tuvieron estas tierras por escenario, y a sus gentes y sus asen-tamientos involucrados en ellos. En Carmona, segn la rotunda mencin de Apiano28, o sus inmediaciones, tuvo lugar la batalla decisiva en el triunfo final de Roma, la asociada a Ilipa por el nombre del lugar segn lo mencionan Poli-

    de responder esa primeriza fundacin a los mo-delos de las ciudades de gran formato de corte helenstico.

    El problema es que esa fundacin, de la que slo se tiene esta importante informacin de Diodoro, no est localizada con certeza. Tradi-cionalmente se la ha identificado con la antigua Lucentum, pensando, sobre todo, en la proximi-dad toponmica de los nombres latino y griego y en su situacin en la costa alicantina, cerca del foco principal de las fundaciones brquidas que representa Qart Hadasht23. Hace aos, sin em-bargo, existe acuerdo casi unnime en descar-tar esta reduccin a favor de una fundacin en el interior, segn se deduce de los relatos de las fuentes y de las fases o momentos en que se pro-cedi a la fundacin de Amlcar. Desde los aos sesenta, se piensa, en efecto, en una ubicacin en la regin de Cstulo y en la relacin que la fun-dacin hubo de tener con el afn de controlar las minas de plata de Sierra Morena24, propues-ta, por cierto, cargada de sentido.

    No obstante, por el momento en que se fun-d Akra Leuk, tras el desembarco de Amlcar en Cdiz y la lucha contra los turdetanos y los caudillos celtas de la zona, Istolacio e Indortes, asociables a la Beturia cltica, hay que situar las acciones de Amlcar y la fundacin de la ciu-dad precisamente en la Turdetania, antes o du-rante el proceso que le llevara a la alta Andalu-ca para someter a los oretanos, en lucha con los cuales, y con su annimo rey a la cabeza, hall la muerte tras el infructuoso sitio a la ciudad de (Helice, seguramente en Elche de la Sierra, Albacete).

    23 Cf. TOVAR, A. (1989): 201-204.24 Cf. GARCA-BELLIDO, M. P. (1982): 34-35.25 DIOD., XXV 10.26 Una hiptesis propuesta recientemente por M. Paz Garca-Bellido, alentada por sus estudios numismticos y el se-

    guimiento, fundamentalmente a travs de las monedas, de los movimientos de tropas y la creacin de campamentos y ciudades en el curso de los programas blicos y de conquista en el territorio y la poca que nos ocupan: GARCA-BELLIDO, M. P. (2010): 201-218.

    27 BENDALA, M. (1992) y (2007).28 Iber 25.

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    participaron tambin las ciudades de Bardo (Paradas?), Malaka y Sexi y varios centros de la Beturia31. Fue una sublevacin de claro signo pnico que subraya, a partir del expresivo tes-timonio literario, la adscripcin de Carmona a su mbito directo o de su influencia.

    No me extender, por conocida y amplia-mente tratada en otros lugares32, en la poderosa impronta de los pnicos y su cultura en la propia de Carmona en la etapa anterior a la conquista romana y su relevante vigencia despus, duran-te siglos. As se percibe en su famosa necrpo-lis de cmaras hipogeas de poca romana, como subray hace aos33; en la expresiva tipologa de sus monedas, que arrancan en el siglo II a.C., de raigambre pnica34; y tal vez en el nombre mis-

    bio Ilinga y Livio Silpia, sobre lo que ha habido no poca discusin en los ltimos aos; y al cabo de la cual solo cabe deducir que, en cualquier caso, Carmona hubo de jugar un pa-pel de primer nivel en los conflictos que enton-ces tuvieron a su regin por escenario29, como por extenso documenta Apiano en aspectos menos dudosos que la puntual batalla, tan am-biguamente aludida y localizada por los varios autores antiguos que la mencionan30. Poco des-pus de la derrota definitiva de los cartagine-ses en Hispania, en el 197 a.C., cuando Roma empezaba a tejer aqu la urdimbre de su do-minio provincial, Carmona fue cabeza de una contundente sublevacin en el 197 a.C. contra Roma dirigida por el rgulo Luxinio, en la que

    Fig. 6. Borde del Alcor sobre el valle. Obsrvese el tono claro del corte de la roca alberiza

    29 Las investigaciones ltimas subrayan y cualifican con nuevos datos, fundamentalmente numismticos, la importancia de la presencia feniciopnica en la zona y la actuacin cartaginesa en la misma con la deteccin de campamentos mili-tares, blicos o de reclutamiento de tropas, quiz desde el siglo IV a.C. y con clara proyeccin en poca brquida, todo lo cual acenta el protagonismo de Carmona como centro y baluarte pnico. Cf. CHAVES, F. (1990); PLIEGO, R. (2003); FERRER, E. (2007).

    30 CABALLOS, A. (2001): 7.31 LIV., XXXIII 21.6.32 Por ejemplo BENDALA, M. (1994).33 BENDALA, M. (1976) y, tambin, (1982) y (2002).34 GARCA-BELLIDO, M. P. y BLZQUEZ, C. (2001): II, 84-86.

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    En toda esta reflexin sobre la relacin de Carmo con los Barca36 siempre es un foco de re-ferencia principal la lectura arqueolgica de la gran fortificacin antigua de la Puerta de Sevi-lla, en el flanco occidental de la ciudad. Pese a los problemas que dificultan la estabilidad de la te-sis que defiende el carcter pnico y brquida de la primera etapa constructiva de la Puerta de Se-villa (Fig. 7), argumentada en su da por Alfonso Jimnez37, ninguna de las dems hiptesis hasta ahora esgrimidas me parece ms convincente. A las dudas razonables sobre la atribucin a los pnicos de las magnficas fbricas de sillares al-mohadillados (Fig. 8) del gran ncleo central de la fortificacin38, se ha sumado recientemente la hiptesis de que todo el conjunto corresponde a una realizacin romana fruto de un proyecto nico y de poca augustea39. La discusin que pudiera hacerse de sus argumentos, imposible aqu en extenso, puede resumirse en unas pocas

    mo de la ciudad. En el topnimo, como tantas veces se ha propuesto, tal vez se halle la raz fe-nopnica qart, ciudad, abreviada en car por simplificacin ante consonante; pero no es segu-ro y la parquedad del topnimo no facilita una conclusin firme35. La historia y la arqueologa de la ciudad y su entorno parecen, sin embargo, arropar la posibilidad de una raigambre fenop-nica en un topnimo en s mismo abierto a ella por su propia morfologa; del mismo modo que, en punto a topnimos, el griego de Akra Leuk del texto de Diodoro, con el sentido de acr-polis blanca o clara, se compadece bien con la topografa de la ciudad de Carmona, que, vista desde las tierras llanas del valle del Corbo-nes, desde donde se realza su altura en la meseta del Alcor, aparece como un promontorio claro, por el color de la alberiza roca alcorea, en me-dio del mar verde de la frtil vega que se abre a sus pies (Fig. 6).

    Fig. 7. Vista area de la fortificacin de la Puerta de Sevilla, en Carmona. Cortesa de J. Blnquez

    35 CORREA, J.A. (2007).36 BENDALA, M. (2001).37 (1989).38 MORET, P. (1996) 539-541.39 SCHATTNER, Th.G. (2005) y (2006).

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    adosamiento de las fbricas de las puertas. Todo, siguiendo patrones metodolgicos de lo que po-dramos llamar Arqueologa de la construccin, tiende a concluir que se trata de obras distintas en mdulos y formas de hacer, cada una de una determinada y distinta cultura arquitectni-ca. Si los arcos son, sin duda, atribuibles a la accin romana y seguramente de poca bastante antigua por aspectos formales y contextuales puede pensarse en una fecha de hacia la segun-da mitad del siglo II a.C.41, el bastin al que se adosan ha de ser de algn momento anterior.

    Lasmagnficasfbricasdelbastinsonde cuidadoso opus quadratum, pero no como lo hacan habitualmente los romanos, sino a la manera griega42, esto es, ordenando los sillares en cada hilada alternativamente a soga y a tizn (Figs. 9 y 10), con estricta correspondencia al-

    observaciones que demuestran la fragilidad de la hiptesis y refuerzan la atribucin de la fase inicial a una realizacin no romana y de matriz helenstica, con toda probabilidad efectivamen-te pnica.

    La argumentacin de la hiptesis romano-augustea, que pone particular nfasis en un dato en cierta manera menor, el fino biselado de las juntas de los sillares40, margina aspectos esencia-les y, en gran medida, poco discutibles:

    La clara yuxtaposicindedos fases, ladel bastin rectangular central y las fbricas de las hermosas puertas arqueadas (Figs. 9 y 10). En ambas se emplea roca del Alcor, pero distinta en granulometra y porosidad; las juntas de los paramentos del uno y las otras no se correspon-den y se advierte claramente la eliminacin de los almohadillados en los paos de recepcin y

    Fig. 8. Gran paramento meridional del bastin central de la Puerta de Sevilla (Carmona). Fotografa de M. Bendala

    40 Un rasgo arquitectnico que Th.G. Schattner ([2005]: 87; [2006]: 214) considera fundamental para atribuir las fbri-cas carmonenses a poca augustea, pero que se documentan en paramentos de murallas grecohelensticas, como, entre otras, la muy prxima en ejecucin y caractersticas a la de Carmona de la torre de Beljaus, en el Quersoneso Turico (Crimea), de fines del siglo IV a.C. Cf. WASOWICZ, A. (1986).

    41 BENDALA, M. y ROLDN, L. (1999) 112-113.42 JIMNEZ, A. (1989): 183-184.

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    ternada en las hiladas inmediatas, contribuyen-do a obtener paramentos de gran calidad y be-lleza arquitectnica43. En ello y en las grandes marcas de cantero an observable en algunas zo-nas (Fig. 11), que han pasado siempre desaper-cibidas, se advierte una forma de hacer muy pro-pia de canteros grecohelensticos como los que inspiraron las obras de tantos lugares pnicos o que trabajaron en ellos44. En las mismas o muy prximas fechas, la cantera romana proceda de manera parecida, con la plasmacin de grandes marcas de cantero en los almohadillados, segn se conoce bien en las murallas republicanas de Tarraco, pero ciertos detalles, como la comenta-da disposicin de los sillares, hacen muy dudo-sa la atribucin a canteros romanos las fbricas del bastin carmonense, y se hace ms firme la hiptesis pnico-brquida, que la constatacin de otros amurallamientos hispanos de esa poca vienen a arropar y a dar una verosimilitud de la que no se dispona cuando se formul la hipte-sis inicial hace ms de treinta aos.

    En suma, cabe plantearse la hiptesis de que la fundacin de Akra Leuk fuera, en realidad, la refundacin o potenciacin de la vieja ciudad de Carmo, renovada en aspectos esenciales de su urbanstica, sobre todo en lo que haca a su valor de plaza fuerte, con una nueva fortificacin, a la altura de la renovada arquitectura defensiva he-lenstica. El hecho de que fuera una fundacin en el interior y no en la costa se subraya cuan-do se analiza el pasaje de Diodoro que da cuen-ta de la fundacin ms importante de los Barca: Qart Hadasht. Cuenta, en efecto, cmo Asdr-bal, conocido el desastre de su suegro, levant el campamento y, proclamado general, reuni un poderoso ejrcito y venci al rey de los ore-tanos y someti a sus ciudades y a todas las his-panas: Contrajo matrimonio con la hija de un rey ibero y fue proclamado por todos los iberos

    Fig. 10. Detalle del mismo sector de la Puerta de Sevilla de la fotografa anterior. Fotografa de M. Bendala

    Fig. 9. Particular de la zona de adosamiento de las fbricas de las puertas romanas al muro almohadillado, en la Puerta de Sevilla (Carmona). Fotografa de M. Bendala

    43 Una disposicin bien conocida, que aporta una particular calidad y dignidad formal a numerosas murallas griegas de poca helenstica, como las de Selinunte, Heraclea del Latmos, Perge y tantas otras ciudades: Adam, 1982, passim.

    44 TRZINY, H. (1986).

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    gin oretana, detectable en muchas cosas, como la clara inclusin en su rbita de la importante ciudad de Cstulo, muy expresiva en la caracte-rizacin de sus emisiones monetales46 y ratifica-da con el enlace matrimonial de Anbal con la princesa castulonese Himilce.

    Las huellas en la zona de la nueva estrategia militar de cuo brquida pueden detectarse en casos como la refortificacin por entonces del oppidum de Plaza de Armas de Puente de Ta-blas identificado con la antigua Auringis jun-to a Jan, tras su abandono y aterrazamiento al cabo de una larga historia como cabecera de su comarca47. La creacin de estos puntos fuertes, en zonas estratgicamente importantes y acredi-tadas, puede ponerse en relacin con las famo-sas turres Hannibalis mencionadas por Plinio48,

    general con plenos poderes. Fund despus una ciudad junto al mar, a la que llam Nueva Car-tago, y otra ms, queriendo sobrepasar la fuerza de Amlcar45.

    Asdrbal haba llegado con su ejrcito al mar, tras someter a turdetanos y oretanos y sus ciudades, dejando bajo su dominio todo el te-rritorio interior vertebrado por el Guadalquivir, con la gran riqueza agrcola de su cuenca, pobla-da de ciudades de gran tradicin y pujanza eco-nmica, y las ricas reservas mineras de las sierras que la flanqueaban, sobre todo la argentfera Sierra Morena. Un punto clave para el control de estas tierras del interior era la propia funda-cin de Amlcar, seguramente en la Turdetania, como se acaba de comentar. Y son bien conoci-dos los efectos del dominio brquida en la re-

    Fig. 11. Sillares y marcas de cantero en la cara norte del bastin central de la Puerta de Sevilla (Carmona). Fotografa de M. Bendala

    45 DIOD., XXV 11; la cursiva es nuestra.46 GARCA-BELLIDO, M. P. (1982): 34-35 y passim; GARCA-BELLIDO, M. P. y BLZQUEZ, C. (2001): II,

    226-233.47 Lo ha subrayado recientemente F. Prados (2007: 96-98), a partir de las excavaciones y estudios de A. Ruiz y M. Molinos

    (ltimamente: RUIZ, A. y MOLINOS, M. [2007]: 131-156).48 nat. 2.181.

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    costa mediterrnea y las rutas costeras y marti-mas que enlazaban el litoral mediterrneo his-pano con las islas Baleares, con el foco principal de Ibiza, y la propia Cartago de frica.

    Aunque estamos lejos de conocer el perfil de su paisaje urbano, con el que contrastar la ex-presiva descripcin de Polibio, s se tienen tes-timonios acerca de la monumentalidad que de-bi de tener la ciudad de Asdrbal, a tono con el modelo urbanstico que inspiraba las funda-ciones de los prncipes helensticos en todas partes. Destaca en esto, precisamente, el sector de muralla hallado entre los cerros de San Jos y Despeaperros, una parte de la cerca pnica en el sector principal para la defensa de la ciudad correspondiente al istmo de la pennsula que aqulla ocupaba. Lo recuperado es parte de una recia muralla (Fig. 12) , formada con dos mu-ros paralelos a distancia de unos seis metros trabados con tirantes, con zcalo de grandes sillares y alzado de adobes50. Los paramentos de grandes sillares a soga, con las juntas talla-das a bisel, de forma que resultan como sillares almohadillados, estn en la lnea de la mejor ar-quitectura defensiva de corte pnico-helensti-co, con un paralelo prximo y significativo en el asentamiento pnico de Mozia, en Sicilia51, con tramos de zcalos de sillares idnticos a los cartageneros. Por lo dems, se tienen suficien-tes datos arqueolgicos para comprobar que el trazado de la ciudad pnica se mantuvo en lo esencial en poca romana52, como prueban, en-tre muchos otros, los restos de una calle pnica en la plaza de San Gins, cerca del monte Con-cepcin, cuya calzada se apoya en un recio muro de aterrazamiento con fbrica realizada con el caracterstico opus africanum; se le superpone una calle romana ms ancha, que sigue el traza-do de la pnica precedente53.

    atalayas fortificadas para vigilancia, que se ser-van de seales de fuego para avisar de peligros y protegan lugares estratgicos y vas de comu-nicacin. Constituyen una expresin de la cui-dadosa planificacin del territorio por los Barca en momentos de gran actividad blica y se pue-den detectar arqueolgicamente con dificultad, como prueban las excavaciones y estudios ar-queolgicos dedicados a ellas49.

    Tras la gran actividad desplegada por Aml-car, la poltica territorial de los Barca iba a dar un paso decisivo por obra de Asdrbal con la fundacin de Qart Hadast y de otra ciudad in-nominada, como acabamos de ver por el pasaje de Diodoro. No hace falta subrayar la impor-tancia de la Cartagena pnica, fundada o refun-dada sobre un asentamiento anterior, al menos del siglo IV a.C., y tambin fenopnico segura-mente, potenciado ahora como un gran centro definitivamente adscrito a los modelos helens-ticos de grandes metrpolis, en este caso con una urbe que alcanzaba una superficie prxima a las cien hectreas, muy por encima de las ciu-dades u oppida hispanos anteriores de cualquier origen. La nueva fundacin, con un nombre sig-nificativo del propsito de convertirla en mu-la de la metrpolis de Cartago, responda a un maduro conocimiento del territorio hispano y de la dinmica econmica y militar que vena articulndolo en el inmediato pasado y de las perspectivas que los Barca contemplaban segn sus propios planes. Qart Hadasht dispondra de un magnfico puerto para el comercio y para la guerra, de un rico hinterland para la obtencin de materias primas, y se hallaba en un foco muy apropiado y autnomo respecto del Crculo del Estrecho presidido por Gadir. Supona la crea-cin de una verdadero Crculo de Cartago en el sudeste peninsular, clave para el control de la

    49 Vid. ltimamente F. Prados (2007: 85-86), con la discusin de la problemtica y la amplia bibliografa anterior.50 MARTN CAMINO, M. y ROLDN BERNAL, L. (1992): 116-121.51 Una sntesis en TUSA, V. (1988): 187-188. 52 NOGUERA, J.M. (2003); RAMALLO, S.F. et alii (2008).53 MARTN CAMINO, M. y ROLDN BERNAL, L. (1992): 124-134.

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    que los romanos despus se limitaran a refor-zar. La cerca delimita un centro urbano de tres hectreas, que en la parte mejor documentada, en el sector este, se conforma como una mura-lla jalonada de grandes torres, huecas en el lado oriental (las numeradas como Va, VI, VIII y IX) y con base maciza en el suroeste (torre II), pre-cedidas en algunos tramos por un gran antemu-ral situado a 10 m de distancia. Las torres estn dimensionadas para alojar artillera tipo ballista, al menos en un piso intermedio, y en dos de las ltimamente excavadas se documenta una com-partimentacin en tres estancias. El complejo defensivo est dotado de estancias e instalacio-nes hidrulicas de tipologa claramente pnica, como las cisternas a bagnarola situadas jun-to a las torres VI y VIII, alimentadas con el agua recogida en la terraza de las torres, desde donde eran llevadas a las cisternas por tubos de cermi-ca, todo ello segn un sistema bien documenta-do en yacimientos pnicos.

    En el seguimiento sobre las acciones con-ducentes al control de la costa mediterrnea por parte de los Barca, adquiere una gran relevancia la nueva lectura arqueolgica del asentamiento del Tossal de Manises, en Alicante, la Lucentum de poca romana. Segn los estudios arqueolgi-cos recientes, la ciudad tendra una etapa ibri-ca slo documentada con materiales sueltos, sin contexto arquitectnico y urbanstico documen-tado, datable en los siglos IV y buena parte del III a.C.; a continuacin, a fines del siglo III a.C., antes de la conquista romana, se procedi a la verdadera creacin de la ciudad, en un momen-to en que recibe su forma urbanstica definiti-va, mantenida en lo esencial en poca romana54. En opinin de sus investigadores, todo apunta a una intervencin directa o de muy marcada in-fluencia cartaginesa de poca brquida55.

    La primera ciudad del Tossal fue dotada de una slida muralla (Fig. 13), realizada con pa-trones helensticos de fuerte matriz pnica56,

    Fig. 12. Aspecto parcial de la muralla pnica de Qart Hadasht (Cartagena)

    54 OLCINA, M. y PREZ JIMNEZ, R. (1998): 38-40.55 EAD. (2003): 93.56 EAD. (1998) 54 ss.

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    tendimiento de estos asentamientos del mbi-to lucentino.

    Se trata el de Tossal de les Basses de un asen-tamiento ibero-pnico con instalaciones por-tuarias y un centro de culto que proporcion una interesante barquito votivo de terracota, co-rrespondiente a una birreme pnica del siglo IV a.C. Se fund a finales del siglo VI o comienzos del V a.C., para entrar en declive y quedar amor-tizado en el III a.C. Sus investigadores57 ponen en relacin el abandono del Tossal de les Basses y del pequeo asentamiento de la Illeta del Ban-yets, en Campello, con la creacin del nuevo y ms importante centro del Tossal de Manises. Se

    La ciudad fue destruida a fines del siglo III o comienzos del II a.C., muy probablemen-te, como es de suponer, por el desarrollo de la guerra pnico-romana. Habra que explicar su existencia en el marco de la citada estrate-gia territorial, que procuraba el control de la importante ruta costera del Mediterrneo y la mejor relacin con Ibiza. No ha de ser casua-lidad, en funcin de esto, la considerable pre-sencia de material ibicenco documentado en el yacimiento del Tossal de les Basses, inmediato al Tossal de Manises, al otro lado de la Albu-fereta, documentada en excavaciones ltimas que aportan datos del mayor inters para el en-

    Fig. 13. Planta de la muralla del asentamiento de Tossal de Manises (Alicante), en la fase inicial de fines del siglo III a.C. (cortesa de M. Olcina)

    57 ROSSER, P. et alii (2008).

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    Tarragona. Recurdese que Anbal confi a su hermano Hannn el cuidado de la zona que va del Ebro al Pirineo, con un ejrcito de diez mil infantes y mil jinetes60; y su base principal a es-tos efectos debi de ser Tarraco, segn propusi-mos hace unos aos gracias a una atenta remira-da a algunos expresivos vestigios materiales y la atenta relectura de las fuentes literarias61.

    No es el caso reproducir aqu toda la argu-mentacin desarrollada entonces, que, sintti-camente, parte de la atencin a los restos de un potente muro de sillares almohadillados, con grandes marcas de cantero (Fig. 14), que se ha-lla en la parte alta de Tarragona, embutido en la estructura arquitectnica del palacio arzobispal, y publicado por Th. Hauschild62. Es un muro si-milar a los de la muralla de Tarragona, pero que no pertenece a la misma estructura, y presenta diferencias con ella en bastantes detalles: el tipo de piedra (una arenisca ms dura en el muro del Palacio Arzobispal), el tratamiento de los almo-hadillados (menos acusado en las fbricas del muro que nos ocupa), o las marcas de cantero, en la misma lnea pero diferentes tambin: son muy numerosas para lo poco conservado (nue-ve), ninguna coincide con los de la muralla ro-mana y en alguna parecen reconocerse letras griegas (, , entre otras posibles). La gran va-riedad de marcas parece indicar una excepcional concentracin de expertos canteros, quiz por el empeo en obtener con rapidez la estructura amurallada que en el lugar se hizo.

    La bsqueda de explicaciones llevaba a ana-lizar los textos referentes a los acontecimientos militares relacionados con la ciudad, que, en el marco de la segunda guerra pnica, tuvo un des-tacado protagonismo. Las noticias correspon-dientes al choque entre cartagineses y romanos en el 218 a.C., estn fundamentalmente con-

    debi proceder, en suma, a una poltica de con-centracin por sinecismo, como en tantas oca-siones, para la creacin de un nuevo centro, en este caso a iniciativa seguramente cartaginesa, con una poblacin mixta de iberos y pnicos, al servicio de un nuevo proyecto militar, econmi-co y poltico. No sera aventurado pensar, con todos los datos disponibles, que fuera la ciudad de Tossal de Manises la segunda citada por Dio-doro entre las promovidas por Asdrbal.

    Se va documentando, pues, una poltica de ascenso hacia el norte en el control de la costa mediterrnea que llevaba consigo la fundacin de ciudades o el control y el dominio de las ya existentes, como, sobre lo segundo, revela el episodio principal de la toma de Sagunto. La ciudad no poda quedar al margen del decidi-do propsito de Asdrbal de controlar la costa, fundamental adems para el proyecto de Anbal de dirigirse a Roma por la ruta costera en tie-rra. Sagunto era una atalaya de valor estratgico principal, referencia bien atestiguada en las re-laciones comerciales de las comunidades ibri-cas con las potencias y agentes mediterrneos, gracias a su importante puerto en el actual Grau Vell, y muy volcada a las relaciones comerciales con los griegos e italo-romanos, como acreditan las fuentes literarias y los datos arqueolgicos58. Anbal la convirti en enclave principal de su red estratgica militar en su enfrentamiento con Roma: en la ciudadela de Sagunto quedaron como rehenes los hijos de los prncipes ibricos que Anbal tom antes de su marcha a Italia59, y la ciudad sera escenario importante en la guerra desencadenada contra Roma.

    Y una ltima constatacin arqueolgica de esta preparacin por Anbal de su retaguardia siguiendo el camino ascendente de la costa me-diterrnea la proporciona, muy verosmilmente,

    58 ARANEGUI, C. (2004): 19-84.59 LIV., XXII 22.60 LIV., XXI 23.61 BENDALA, M. y BLNQUEZ, J. (2002-2003): 155-157.62 (1993).

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    reliquerat Hannibal ad regiones eius praesi-dium; y ms adelante, comentando los re-sultados del combate: Sex milia hostium caesa, duo capta cum praesidio castrorum; nam et cas-tra expugnata sunt, atque ipse dux cum aliquot principibus capiuntur, et Cissis, propincum castris oppidum, expugnatur. Ceterum praeda oppidi parvi preti rerum fuit, suppellex barbarica ac vi-lium mancipiorum; castra militem ditavere non eius modo exercitus, qui victus erat, sed et eius, qui cum Hannibale in Italia militabat, omnibus fere

    tenidos en las historias de Polibio y Livio, am-bas, en relacin con Tarraco, coincidentes en lo fundamental, aunque sea ms pormenorizado el relato de Livio. Segn l, Cn. Cornelio Esci-sin desembarc en Ampurias y, tras varios pa-sos, luch con Hannn a la altura de Tarragona. Lo que ahora interesa subrayar es que para esa ocasin comenta la existencia de un importante campamento cartagins en las inmediaciones de Cesse, del que obtuvo un riqusimo botn, un he-cho que contrasta con la pobreza brbara de Cesse. Dice el texto:

    Fig. 14. Dibujo del muro almohadillado embutido en el Palacio Arzobispal de Tarragona, segn Th. Hauschild

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    bin a dos ncleos diferenciados. Siguiendo al pie de la letra las indicaciones de Livio, se ob-serva que los cartagineses instalaron un potente campamento un castrum, al que pudiera per-tenecer el vestigio de muro conservado en el pa-lacio arzobispal, siguiendo pautas constructivas que ahora podemos contemplar como normales en el marco de la arquitectura militar propia de los Barca.

    Esta posibilidad resolvera muchos proble-mas de interpretacin de las fuentes acerca de la dualidad de topnimos, y explicara mejor, entre otras cosas, el hecho atestiguado acerca de la acuacin en Trraco de monedas bronce con metrologa pnica y la leyenda ibrica Kesse, seguramente antes del desembarco romano del 218, as como su genrica adscripcin al patrn cartagins de bronce, frente al de plata de la r-bita emporitana65. Su situacin en altura, dis-tinta y distante de la ciudad baja y portuaria de Kesse, podra explicar, adems, el que Estrabn, en el contexto de una reflexin erudita en la que maneja datos de Eratstenes y Artemidoro, sos-tenga que Trraco no tena puerto66.

    Puede que el nombre mismo de Tarraco co-rresponda al del asentamiento cartagins, que pudo instalarse en la vecindad de Cesse a ttulo de comunidad aliada, acogindose a su territo-rio y a su jurisdiccin (a manera de un conventus civium punicorum), como harn despus los ro-manos, que vivirn como asentamiento militar en una ciudad peregrina hasta que en tiempos de Csar, con ocasin de una deductio de veteranos, se otorgue a la ciudad el estatuto colonial roma-no67. En esto ha de estribar que, en general, las acuaciones monetales republicanas se hagan bajo el nombre de Cesse.

    La hiptesis propuesta, que ms ampliamen-te se argumenta en el lugar indicado arriba y an

    caris rebus, ne gravia impedimenta ferentibus es-sent, citra Pyrenaeum relictis63.

    Livio esta aludiendo, en suma, a un impor-tante castro al mando de Hannn en las inme-diaciones del oppidum de Cesse (propincum cas-tris oppidum). Por el nmero de sus ocupantes, la importancia de sus jefes, la riqueza de su bagaje, parece un centro notable, base, adems, del con-trol cartagins de la zona al norte del Ebro que quedaba como retaguardia de la campaa tran-salpina de Anbal, y donde el ejrcito cartagins, como el texto subraya, dej a recaudo toda la im-pedimenta que no pareca oportuno trasladar en la atrevida expedicin militar contra Roma.

    En la determinacin de los ncleos preexis-tentes a la ciudad romana de Trraco y su rela-cin con Cesse, muy compleja y confusa64, se dio un importante paso con la identificacin de un amplio oppidum indgena en la parte baja de Ta-rragona, existente al menos desde el siglo V a.C. y con gran desarrollo en los siglos IV y III a.C., identificable con la Cesse de las fuentes, emisora de las monedas con ese nombre y centro princi-pal de los cesetanos. En el estado actual de los conocimientos se acepta que en ella est el ori-gen de Tarraco (con una duplicacin del nom-bre en funcin de las diferentes tradiciones lite-rarias), ciudad potenciada por Roma a partir del establecimiento por su parte de un gran asenta-miento fuertemente amurallado en la parte alta, que con el tiempo se unificara con la ciudad baja, prevaleciendo el nombre de Trraco sobre el indgena de Cesse. Un proceso similar se ha-bra dado tambin en Emporion/Emporiae.

    Sin embargo, la cuestin no queda con ese esquema bien resuelta y no faltan investigadores que consideran ms acertado entender que las noticias referidas a los tiempos inmediatamente anteriores a la conquista romana aludiran tam-

    63 LIV., XXI 60.64 Vid. ltimamente, con la literatura anterior, el buen estudio de OTIA, P. y RUIZ DE ARBULO, J. (2000). 65 GARCA-BELLIDO, M. P. y RIPOLLS, P.P. (1998): 208.66 STR., III 4.7.67 RUIZ DE ARBULO, J. (2002).

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    gia, paradjicamente, correra en beneficio de su enemigo, que pudo limitarse esencialmente, en una primera etapa fundamental de su dominio, a explotar las realidades y las previsiones de sus contrincantes, coincidentes en gran medida con las suyas. La estructura territorial de las primera estructuracin provincial romana de las Hispa-nias coincide en lo esencial con la organizacin territorial de los dominios brquidas, y no es ca-sual el importante papel vertebrador que en esa primera etapa imperial romana jugaron las ciu-dades de origen feniciopnico. Aparte del papel fundamental de Qart Hadasht/Cathago Nova, es significativo que la primera colonia latina es-tablecida en Hispania y fuera de Italia se esta-bleciera, en la temprana fecha del 171 a.C., en la ciudad pnica de Carteia.

    precisa de una contrastacin ms reposada, per-mite iluminar otros aspectos y puntos oscuros de la primera etapa histrica de Tarraco68, y seala un eslabn ms de importancia en la cadena ela-borada por los Barca, y finalmente por Anbal y los lderes de su propia etapa, en la que anclar su proyecto de hacer de sus dominios en Hispa-nia una base firme para la guerra con Roma y la definitiva pugna por el poder en el mbito me-diterrneo. En todo se advierte la aplicacin de una ambiciosa estrategia territorial, basada en buena parte en la potenciacin de centros ro-bustecidos segn los modelos de la arquitectura defensiva helenstica, en un programa que que-d interrumpido por su derrota, pero que naca con el propsito de ser el soporte de un domi-nio territorial indefinido. Su ambiciosa estrate-

    68 Entre ellos las crpticas referencias a Tarraco en el texto de Virgilio, orador o poeta?, atribuido a Annio Floro, en el que se atribuye a la ciudad una singular nobleza por su ttulo de triunfal y la posesin de los venerados estan-dartes de Csar, a lo que se aada una nobleza de origen extranjero (peregrina nobilitas) que se comprobaba en sus viejos templos, en los que se adoraba al ladrn encornado que rapt a la virgen de Tiro, una alusin al conocido tema del rapto de Europa. Quiz tuvo esa nobilitas su raz en la base pnica, cuyos dioses tutelares bien pudieron tener su hueco en el paisaje religioso de la definitiva Tarraco romana por una continuidad muchas veces comproba-da. Recurdese la relacin con el toro de Baal Hammn, el dios principal de los cartagineses, y la asociacin que se ha propuesto de la divinidad cornuda de Trraco con Jpiter Ammn, muy venerado en frica romana (cf. RUIZ DE ARBULO, J. [2002]: 139); y ms an la significativa presencia del tema del rapto de Europa por el toro en acuaciones monetales con fuerte peso del factor pnico como algunas de Cstulo (GARCA-BELLIDO, M. P. y BLZQUEZ, C. [2001]: vol. II, 232). Parece admitida la lectura como Astart de esta Europa con el toro, por una asociacin que parece basada en las representaciones del tema en el templo mismo de Astart de Sidn, y su difusin en monedas de la misma ciudad (LPEZ MONTEAGUDO, G. y SAN NICOLS, P. [1996]).

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