la puna

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OMPILACIÓN CUENTOS COMPLETOS HÉCTOR TIZÓN (Alfaguara - Buenos Aires) Hay relatos, aparentemente pequeños, que resultan ser grandes. Tal vez sea porque esconden historias enormes, de silencio y de dolor, resueltas con ligeras pinceladas. También hay relatos que se vuelven descomunales, a pesar de transcurrir en un espacio apenas provinciano, por la proximidad nostálgica que suelen tener algunos sentimientos universales. Leer los cuentos de Héctor Tizón, en su totalidad y por orden, como lo plantea esta edición, es abordar el tren a un costado de los rieles, para viajar de Jujuy a Jujuy, poniéndole el color de la aldea a los temas del mundo. Casabindo, Cochinoca, Rinconada, Salinas Grandes, Yala, más algún pueblo inventado o irreconocible, son el espacio donde los

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cuerntos de la zona de puna jujuy

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OMPILACIÓN

CUENTOS COMPLETOS

HÉCTOR TIZÓN

(Alfaguara - Buenos Aires)

Hay relatos, aparentemente pequeños, que resultan

ser grandes. Tal vez sea porque esconden historias

enormes, de silencio y de dolor, resueltas con ligeras

pinceladas. También hay relatos que se vuelven

descomunales, a pesar de transcurrir en un espacio

apenas provinciano, por la proximidad nostálgica que

suelen tener algunos sentimientos universales. 

Leer los cuentos de Héctor Tizón, en su totalidad y por

orden, como lo plantea esta edición, es abordar el tren

a un costado de los rieles, para viajar de Jujuy a Jujuy,

poniéndole el color de la aldea a los temas del mundo.

Casabindo, Cochinoca, Rinconada, Salinas Grandes,

Yala, más algún pueblo inventado o irreconocible, son

el espacio donde los personajes, muchas veces

enmudecidos, viven estas historias. Es la Puna, sin

más vueltas. Es la frontera lingüística, más que

geográfica o histórica, donde el paisaje se divide o se

continúa hacia la América colonial, a través del "dulce

habla de las criadas", o hacia las ciudades

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cosmopolitas. 

Y es en esa encrucijada donde Tizón define el origen

de su cultura, altoperuana, no pampeana, y da trazos

definitivos al paisaje donde se moverán los

protagonistas de sus historias. "La Puna, el gran

desierto lunar, cálido y frío, más que un lugar

geográfico es una experiencia" confiesa el autor en

algún ensayo, abonando la idea de que ese territorio

es también un espacio de la ficción. 

Desde Ligero y tibio, como un sueño, primer cuento

publicado por el autor, hasta Los árboles, el último, 46

historias hilvanan en este libro un tiempo recreado

desde la memoria. Pero también este volumen incluye

cuatro cuentos aparecidos en otras publicaciones

(revistas y antologías), más tres relatos inéditos y

algunos textos donde el autor reflexiona sobre su

propia literatura. 

La historia misma 

Si bien Tizón escribió varias novelas, algunas de ellas

muy reconocidas (Fuego en Casabindo, La casa y el

viento, La mujer de Strasser, Luz de las crueles

provincias, entre otras), es en la narración breve

Page 3: la puna

donde el autor abre y cierra su mundo con total

naturalidad, en espacios muchas veces opresivos

donde la parquedad del diálogo es la rúbrica para

cerrar cada historia. Y para abrir otras, también, como

pantallazos cinematográficos en función de otro

devenir, de otro tempo narrativo. 

Este libro voluminoso, que termina resultando breve,

se abre con un excelente y muy bien documentado

estudio de Leonor Fleming sobre la obra y la vida de

Tizón. Allí desentraña la narrativa de ese abogado (a

la postre, juez), que concretó buena parte de su

producción en el exilio (al igual que su admirado

Sarmiento), y que supo pintar su propia tierra como

ninguno, convirtiéndola no en el telón de fondo para

sus historias, sino en la historia misma. 

OMPILACIÓN

CUENTOS COMPLETOS

HÉCTOR TIZÓN

(Alfaguara - Buenos Aires)

Hay relatos, aparentemente pequeños, que resultan

ser grandes. Tal vez sea porque esconden historias

enormes, de silencio y de dolor, resueltas con ligeras

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pinceladas. También hay relatos que se vuelven

descomunales, a pesar de transcurrir en un espacio

apenas provinciano, por la proximidad nostálgica que

suelen tener algunos sentimientos universales. 

Leer los cuentos de Héctor Tizón, en su totalidad y por

orden, como lo plantea esta edición, es abordar el tren

a un costado de los rieles, para viajar de Jujuy a Jujuy,

poniéndole el color de la aldea a los temas del mundo.

Casabindo, Cochinoca, Rinconada, Salinas Grandes,

Yala, más algún pueblo inventado o irreconocible, son

el espacio donde los personajes, muchas veces

enmudecidos, viven estas historias. Es la Puna, sin

más vueltas. Es la frontera lingüística, más que

geográfica o histórica, donde el paisaje se divide o se

continúa hacia la América colonial, a través del "dulce

habla de las criadas", o hacia las ciudades

cosmopolitas. 

Y es en esa encrucijada donde Tizón define el origen

de su cultura, altoperuana, no pampeana, y da trazos

definitivos al paisaje donde se moverán los

protagonistas de sus historias. "La Puna, el gran

desierto lunar, cálido y frío, más que un lugar

geográfico es una experiencia" confiesa el autor en

algún ensayo, abonando la idea de que ese territorio

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es también un espacio de la ficción. 

Desde Ligero y tibio, como un sueño, primer cuento

publicado por el autor, hasta Los árboles, el último, 46

historias hilvanan en este libro un tiempo recreado

desde la memoria. Pero también este volumen incluye

cuatro cuentos aparecidos en otras publicaciones

(revistas y antologías), más tres relatos inéditos y

algunos textos donde el autor reflexiona sobre su

propia literatura. 

La historia misma 

Si bien Tizón escribió varias novelas, algunas de ellas

muy reconocidas (Fuego en Casabindo, La casa y el

viento, La mujer de Strasser, Luz de las crueles

provincias, entre otras), es en la narración breve

donde el autor abre y cierra su mundo con total

naturalidad, en espacios muchas veces opresivos

donde la parquedad del diálogo es la rúbrica para

cerrar cada historia. Y para abrir otras, también, como

pantallazos cinematográficos en función de otro

devenir, de otro tempo narrativo. 

Este libro voluminoso, que termina resultando breve,

se abre con un excelente y muy bien documentado

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estudio de Leonor Fleming sobre la obra y la vida de

Tizón. Allí desentraña la narrativa de ese abogado (a

la postre, juez), que concretó buena parte de su

producción en el exilio (al igual que su admirado

Sarmiento), y que supo pintar su propia tierra como

ninguno, convirtiéndola no en el telón de fondo para

sus historias, sino en la historia misma.