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LA PRESENCIA DE LA RELIGIÓN EN LAS RECREACIONES NARRATIVAS DE LA BIOGRAFÍA CERVANTINA: CERVANTES Y EL QUIJOTE Santiago López Navia Universidad SEK (Segovia, España) EL MARCO LITERARIO Introducción Aunque hay títulos importantes publicados con anterioridad, las obras narrativas de ficción que recrean la vida de Cervantes han ad- quirido un especial interés y una especial presencia editorial desde la década de los noventa, y así como no nos consta que la conmemora- ción del 450 aniversario de su nacimiento, en 1997, haya influido en la publicación de obras adscritas a esta modalidad, el cuarto centena- rio del Quijote, como era previsible, ha estimulado la aparición de un significativo número de recreaciones narrativas que convierten a Cer- vantes en personaje, y a veces en protagonista. En el presente trabajo nos proponemos estudiar el tratamiento que algunas de estas obras dispensan a los aspectos religiosos de la vida de Cervantes!, que no son considerados por todos los títulos que cons- ! Imposible resumir en un solo estudio de estas características todas las dimen- siones de la presencia de la religión en los cuentos y novelas que recrean la vida de

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LA PRESENCIA DE LA RELIGIÓN EN LAS RECREACIONES NARRATIVAS DE LA

BIOGRAFÍA CERVANTINA: CERVANTES Y EL QUIJOTE

Santiago López Navia Universidad SEK (Segovia, España)

EL MARCO LITERARIO

Introducción

Aunque hay títulos importantes publicados con anterioridad, las obras narrativas de ficción que recrean la vida de Cervantes han ad­quirido un especial interés y una especial presencia editorial desde la década de los noventa, y así como no nos consta que la conmemora­ción del 450 aniversario de su nacimiento, en 1997, haya influido en la publicación de obras adscritas a esta modalidad, el cuarto centena­rio del Quijote, como era previsible, ha estimulado la aparición de un significativo número de recreaciones narrativas que convierten a Cer­vantes en personaje, y a veces en protagonista.

En el presente trabajo nos proponemos estudiar el tratamiento que algunas de estas obras dispensan a los aspectos religiosos de la vida de Cervantes!, que no son considerados por todos los títulos que cons-

! Imposible resumir en un solo estudio de estas características todas las dimen­siones de la presencia de la religión en los cuentos y novelas que recrean la vida de

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tituyen el (orpus que por el nlOlnento nos consideralnos en condicio­nes de establecer, sin que esto suponga que no se haya quedado fue­ra, por nuestro desconocilniento o por su singular rareza, alguna obra que pueda formar parte de él. En la selección temática que nos guía en este estudio, resulta inexcusable a bordar la consideración que en

este sentido merece el QuUotl', que siempre ha concitado un com­prensible interés por parte de los autores. Por razones obvias, dejamos fuera de esta propuesta las recreaciones de la vida de Cervantes que no forman parte del género de la narrativa2 y aquellas pertenecientes a él en las que la religión no tenga una presencia reseilable, de cuya existencia, en todo caso, darelnos cuenta en el apartado siguiente.

Una propuesta de (las!ficaci()1I

Considerando la conciliación de criterios tematlcos con los que tienen en cuenta la mayor o menor entidad de la presencia de Cervan­tes en cada caso, las recreaciones narrativas de la vida de Cervantes pueden dividirse en dos grandes grupos:

1. Novelas y cuentos en los que se recrea parcial o totalmente la biogratla de Cervantes quedando claro su protagonismo. A este gru­po de obras. singulannente numeroso. se adscriben «La locura conta­giosa» de Eugenio de Hartzenbusch (1862), Cervantes\ de Ramón

Cervantes. Hemos preferido en esta ocasión centrarnos en el tratamiento que. en re­

lación con los aspectos religiosos, reciben el autor y su principal obra, para que nues­tro trabajo acredite la necesClriCl pertinencia en relación con el cuarto centenario del Qu¡¡otc, pero el extraordinario interés que merece el tratamiento del Cristianismo, el

Isbm y el Judaísmo en las ob«1s que constituyen el corpus de las recreaciones narra­tivas de la biografía de Cervantes justifIca la pertinencia de nuevas investigaciones que

quizá abordemos en el ti.¡turo. Por otra parte, no es la primera vez que nos ocupa­mos de las recreaciones narrativas de la biografía de Cervalltes (López Navia, 2005).

2 Damos cuenta de las que conocemos en el capítulo «La géncsis del Quijote como objeto de ficción en la literatura hispánica» (López NelVia. 20{)5, pp. 2U7-224).

J Debo la pisto de las obras que señalo con un asterisco a algunos queridos co­legas cervantistas, d quienes agradezco muy cordialmente su gcntilcz,1 y colaboración.

CClrlos Mata Induráin me facilitó las obras de Fernández González y Ortega y Frías;

I )Jnicl Eisenberg me dio la referencia de la novela de Francisco del Valle, y David

lloruchofT hizo lo propio con la de Chapman. Por razones obvias, y muy especial­mente por el más elemental respeto a los razonables límites impuestos para la publi­

caciól1 de las actas que el lector tiene en sus 111:1110S, el estudio de estas obras en re-

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Ortega y Frías' (1859), El manco de Lepanto y El príncipe de los ingenios Miguel de Cervantes Saavedra, de Manuel Fernández González' (1874 y sin año de publicación, respectivamente), El cautivo de Argel, de Eze­quiel Endériz (1948), Miguel: phantasmata speculari, de Federico Jeanmaire (1990), «Historia de alguien», de José Balza (1993), Vida (y

muertes) de Cervantes, de Stephen Marlowe (1993)4, El comedido hidal­

go, de Juan Eslava Galán5 (1994), Cervantes. La novela de 1/11 genio, de Bruno Frank (1995)6, El prisionero de Argel, de Antonio Cavanillas de BIas (2005), Cervantes) Don(el del Sur", de Francisco del Valle (2005), y el «Capítulo donde se da cuenta del 'jamás imaginado' encuentro que ovieron entre sí don Señor Saavedra y Miguel de Cervantes ... », de Rafael Ballesteros (2005).

2. Obras cuya temática trasciende la recreación de la biografia de Cervantes, en las que éste aparece como personaje, con mayor o me­nor relevancia. En este segundo grupo distinguimos dos subgrupos claramente definidos:

2.1. Recreaciones de inspiración cervantina (personas reales, per­sonaj es literarios o temática), entre las que podemos encontrar, a su vez, las obras protagonizadas por Catalina de Salazar -«Las tardanzas del tiempo», de José jiménez Lozano (2003), luego integrado, con al­gunas variaciones, como un capítulo de su novela Las gallinas del Li(enciado (2005), y Catalina de Esquivias. Alelllorias de la mujer de Cervantes, de Segismundo Luengo (2004)l- y las obras protagoniza­das por otros personajes, como El testamento de don QIIUote, de Pedro Erasmo Callorda (1918), Ana-Frml(a. La visión del Quijote, de Vicente Ferraz y Castán (1940), Ladnmes de tinta, de Alfonso Mateo-Sagasta (2004), La otra mano de Cer!'antes, de Carmen Boullosa (2005), El dia-

lación con el tema de este trabajo queda para más adelante, pero no he querido re­nunciar a dar cuenta de ellas en mi propuesta de clasificación.

4 La novela de Marlowe aparece publicada por primera vez en inglés en Londres. en 1991. Tomamos como fecha de referencia en nuestro trabajo la de la publicación de su traducción al castellano.

s En la que el protagonista Alonso de Quesada es e! inconfundible trasunto de Migue! de Cervantes.

(, Publicada por primera vez en alemán en Munich, en 1978, muchos años des­pués de la muerte de su autor (1887-1945). El subtítulo (La rlO1Jcla dc UrI gmio) es una licencia de la traducción española.

7 Un extracto de esta novela se publica en la obra colectiva editada por José Án­gel Barrueco (2005. pp. 119-124).

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rio de la dllqllesa', de Robin Chapman (2005)8, y El misterio Cervantes,

de Pedro Delgado Cavilla (2005). 2.2. Obras de temática no cervantina en las que Cervantes apare­

ce como personaje. El único caso del que por ahora tenemos cons­tancia, a pesar de que no se nombre explícitamente a Cervantes, es 7i.~rra nostra de Carlos Fuentes (l975)~.

Por supuesto, estas obras pueden clasificarse de acuerdo con otros criterios, que en todo caso consideramos menos significativos y útiles que el temático. Así, por ejemplo, atendiendo al tipo de obra narra­tiva, son cuentos las recreaciones de Hartzenbusch, Balza, Ballesteros y la primera versión publicada de la posterior novela de ]iménez

Lozano, frente al resto de títulos, ejemplo de novela histórica. Por otra parte, y teniendo en cuenta el ámbito idiomático de los autores, la mayor parte de ellos son españoles (Hartzenbusch, Fernández Gon­zález, Ortega y Frías, Endériz, Eslava Galán, ]iménez Lozano, Cava­nillas, Ballesteros, Ferraz y Castán, Mateo-Sagasta, Delgado Cavilla, Del Valle y Luengo) o hispanoamericanos (Fuentes,]eanmaire, Balza, Eras­mo Callorda y Boullosa), frente a un reducido número de autores no hispánicos (Marlowe, Frank y Chapman). Por razones fáciles de en­tender, sólo a las obras del primer grupo puede aplicarse el criterio de clasificación consistente en tener en cuenta la voz de la narración, que recae sobre Cervantes en primera persona en las recreaciones de ]eanmaire, Marlowe y Cavanillas y sobre un narrador convencional en tercera persona en el resto de los títulos.

La aportación de las recreaciones narrativas de la biografía de Cervantes

Parece bastante evidente que sólo las grandes obras y los grandes autores concitan lecturas, interpretaciones y recreaciones de naturale­za muy variada, en las que se pueden columbrar las más diversas ac­titudes, desde el homenaje hasta el disparate pasando por la humora­

da más genial. Las novelas y cuentos que recrean la vida de Cervantes tienen en

cuenta tanto el universo cervantino -definido por su vida, su expe-

H La primera edición, publicada en Londres, es de 19RO. 9 Aunque la primera edición es de 1975, nuestras citas remiten a la edición de

2003.

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riencia, sus relaciones y sus circuostancias- como los textos de su obra. De esto se sigue que sean especialmente útiles para estudiar el recurso de la intertextualidad lO • Resultan igualmente interesantes por su planteamiento, siempre dentro de la invención, de la génesis de las diferentes obras de Cervantes, y significan, especialmente en algunos casos, un instrumento de notable valor no sólo para aproximarse a la etapa histórica en la que se inserta su vida, sino también a su entor­no literario\].

Sin embargo, creemos que el mayor atractivo de estas obras devie­ne del hecho de que su estatuto de obras de ficción las líbera de las servidumbres objetivas de la investigación bistórico-biográfica y de la necesaria prudencia con la que, sin perjuicio de la inexcusable subje­tividad, debe practicarse la interpretación de los textos. Por esta razón, podemos aceptar el juego de entender siglos después que los aconte­cimientos y los episodios propios de un momento histórico o de una vida se deben a causas muy distintas de las que basta ahora habíamos aceptado, con lo que se construye la ilusión, a todas luces lúdica, de reconstruir y reinterpretar lo que ya ha ocurrido. También por esta ra­zón en estas obras se arriesgan interpretaciones tan sugestivas como inverosímiles de las obras de Cervantes, sin que las recreaciones na­rrativas se aparten mucho en esto de algunos estudios pretendidamente objetivos que no se amparan en la autoridad científica, sino en unas dosis de audacia que muchas veces el pudor no puede pasar por alto. Quizá sea más hábil y pertinente, cuando no más elegante, plantear una interpretación arriesgada por la vía de la ficción que por la vía de lo que se pretende hacer pasar por una investigación autorizada.

10 Muy especialmente en el caso de las novelas de Juan Eslava Galán y Carmen Boullosa, en las que la intertextualídad adquiere una importancia que merece la ma­yor atención.

11 Utilidad en la que brílla con luz propia la novela de Alfonso Mateo-Sagasta, por la que desfilan los principales autores de la literatura áurea. Al mismo fin sirven novelas como Capa y espada, de Fernando Fernán-Gómez (2001) y la n:cíentemente publicada La lengua de Dios, de Santiago Miralles (2005); también retratan el univer­so literario del siglo XVH, aunque con otro tono, las diferentes novelas protagonizadas por el capitán Alatríste, creado por Arturo Pérez-Reverte.

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EL PROTAGONISMO DE UN CRISTIANO: EL PERSONAJE CERVANTES y SU

PRINCIPAL OBRA

Sil condición y su actitud

De acuerdo con sus distintos registros e intenciones, las obras que estudiamos plantean de muy diferentes maneras el tan traído y lleva­do asunto de la limpieza de sangre de Cervantes. En Tcrra nostra, fray Julián comparte con el Señor, el rey en el que se ve la sombra alar­gada de Felipe II, que ha descubierto en los archivos de palacio que el Cronista, trasunto de Cervantes cuyo nombre es precisanlente Miguel, es «marrano, hijo de judíos conversos»12. En Vida (y muertes) de Cervantes es su antigua amante Cornelia, la hermana de Torcuato Tasso, la que le entrega, en una escena de despecho, el certificado que acredita su condición de cristiano viejo 13. En El prisionero de Argel, en las primeras líneas de su narración autobiográfica, Miguel se precia de ser cristiano viejo e hidalgo 14, Y más adelante, refiriéndose a su huida a Italia dejando atrás el incidente con Antonio Sigura, reseña la difi­cultosa obtención de un certificado de limpieza de sangre «que ates­tiguara que en la mía no había restos agarenos o hebreos»15. En La otra mano de Lepanto, sin embargo, el aguador de la Marquesa revela a

la protagonista María la baila ora, inspirada en la Preciosa cervantina de La gitani/la, que Miguel nació en la judería de Henares16, y él nie­ga, sin que María le conceda la menor credibilidad, haber nacido «en barrio de judíos, ni siquiera de conversos»17. En la misma línea de pen­samiento se expresa en El misterio Cerval1tes el cardenal Gaspar de Cervantes, tío de Miguel, que comparte con el futuro cardenal Acqua­viva el rumor, puesto en circulación por el jefe de alguaciles, Juan de Medina, de que los Cervantes no son cristianos viejos18.

La condición y la actitud religiosa de algunos de los personajes que se relacionan directamente con Miguel tienen igualmente su interés.

\2 Fuentes, 1975, p. 252. \3 Marlowe, 1993, p. 160 14 Cavanillas de Bias, 2005, p. 2R. 15 Cavanillas de Bias, 2005, p. 89. 16 Boullosa, 2005, p. 407. 17 Boullosa, 2005, p. 444.

IX Delgado Cavilla, 2005, p. 25.

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No dejan de ser cómicos, en Vida (y muertes) de Cervantes, los fallidos juramentos del renegado Dalí Mamí cuando discute con el protago­nista, rectificando sobre la marcha y jurando por Alá inmediatamente después de hacerlo por Jesucristo l9 , justo a tiempo de justificar, en la segunda de las ocasiones que significamos, que no es un apóstata. Aún nos resulta más sugestivo y revelador, por cierto, el encuentro de Miguel con el astrólogo real Cide Hamete Benengeli, a quien sana de su dolencia y libra de la muerte haciéndole recobrar el interés por la vida gracias a una medicina de tan singular eficacia como la literatu­ra. Miguel le cura contándole un cuento, en un capítulo que se cie­rra con unas palabras en las que Benengeli comparte con su sanador una pregunta que implica su propia respuesta y que encierra, casi a partes iguales, una verdad y un desengaño: «¿No sabes, joven rawi, que el mundo está lleno de sacerdotes e imanes, monjes y marabutos que sirven a dioses en los que no creen?»20.

Por lo que toca a las manifestaciones de la vivencia de su fe, Cervantes acude a la oración para rezar por su libertad en El cautivo

de ArgeFl; lo hace también, en medio del delirio y en consonancia con el Credo católico, en plena batalla de Lepanto, en la que ofrece su mano perdida «para gloria y suerte de Dios Padre»22, y entonando alabanzas a Dios tras la contienda, en un diálogo singular con María la bailaora, en el que se parte de la diferencia, aceptada por ella y re­chazada por Miguel, entre las diferentes concepciones de Dios que sostienen los cristianos y los musulmanes23: para el soldado tan sólo hay un Dios verdadero.

La singularidad de su condición de cristiano se refleja de muy di­ferentes formas. Fray Julián revela al Señor, en Terra nostra, la actitud herética que subyace a la narración que hace el Cronista acerca del juicio de Cristo por parte de Pilatos, en la que se hacen evidentes las más diversas interpretaciones heterodoxas. No interesa tanto la impo­sible identificación de estos escritos con la obra de Cervantes cuanto la actitud de fray Julián, que considera suficiente que Cervantes sus-

19 Marlowe, 1993, pp. 152 Y 156. 20 Marlowe, 1993, p. 165. 21 Endériz, 1948, p. 21. 22 Boullosa, 2005, p. 381. 23 Boullosa, 2005, p. 405.

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criba doctrinas heréticas y que sea judío para solicitar su entrega al Santo Oficio, solicitud desatendida por el Señor, que prefiere man­darlo a galeras24 . Lo cierto es que el Cronista manifiesta claramente su oposición a los odios justificados por las diferencias religiosas, y reza por el entendimiento de las tres principales religiones monoteístas en la adoración de un único Dios, trascendente e incorpóre025 .

En Miguel: phantasmata speculari Cervantes expone muy claramen­te sus puntos de vista sobre la Iglesia en el pliego suelto que se sitúa con ese nombre entre los capítulos 28 y 29. Aunque confiesa ser «ca­tólico y aun gran devoto»26, sus pensamientos se adscriben con clari­dad al erasmismo, cuando no a la Reforma luterana. Así, reivindica la pobreza encarnada en el ejemplo y la palabra de Cristo frente a la ne­cesidad de pagar con dinero cualquier cosa que se solicite a la mayor parte de los ministros de la Iglesia, y se pregunta si no sería mejor para éstos casarse que vivir en pecado con sus mancebas. Por otra parte, considera que el ornamento de los templos es necesario, pero no debe distraernos de rendir la honra debida a la verdadera Iglesia de Dios,

que es el alma; critica como impertinente y ridículo el culto a las re­liquias y se muestra contrario a la ostentación de la corte de Roma27 .

Al igual que en la novela de Carlos Fuentes, en Vida (y muertes) de Cervantes se aprecia la tolerancia de Miguel, que contempla con es­píritu autocrítico los excesos de la religiosidad islámica2H : el fanatismo de los musulmanes que se arrancan los ojos después de contemplar la piedra negra de la 'Kaaba' tiene su correlato en los flagelantes cris­tianos, y carece de sentido acusar de idolatría a los musulmanes por adorar a la piedra negra cuando los cristianos rinden culto a reliquias tan dudosas como los innumerables fragmentos de la Vera Cruz. Le preocupan más, sin embargo, las acusaciones de anticlericalismo que pesan sobre su Quijote, de las que no logra defenderse con la nece­saria fuerza porque la ironía deja asomar la verdadera actitud del per­sonaje creado por Marlowe:

24 Fuentes, 1975, pp. 251-252. 25 Fuentes, 1975, pp. 258-259. 26 ]eanmaire, 1990, p. 156. 27 ]eanmaire, 1990. pp. 152-156. 2H Marlowe, 1993. pp. 147-150.

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Las acusaciones de anticlericalismo me preocupan más. ¿Qué es Don

Quijote -han preguntado algunos- sino un mal disimulado ataque a la Santa Madre Iglesia? ¡Virgen Santa! ¿Y por qué iba yo a atacarla? ¿Voy a guardarle rencor únicamente porque su ciega burocracia me excomulgó? ¿ Y no una sola vez?2Y.

F rente a esta actitud moderada y tolerante del Cervantes de Marlowe, Frank nos presenta en su novela a un personaje más visce­ral y airado, movido por una singular combinación de rabia, impo­tencia, patriotismo y piedad cuando sufre el golpe de su ruptura amo­rosa con la prostituta Regina Toffoli y reivindicador de la «venganza divina», en medio del furor y la fiebre, cuando su amigo el canónigo Fumagalli, mentor de Acquaviva, le detalla el cruel martirio del Braga­dino en la caída de Famagusta30.

De forma parecida a lo que hemos visto en la concepción del per­sonaje que propone ]eanmaire, la heterodoxia se manifiesta con clari­dad en el Cervantes recreado por Segismundo Luengo en Catalina de Esquivias31 , cuya protagonista, su esposa, le disuade de publicar el so­neto que le ha solicitado un no suficientemente identificado Maldonado para su libro colectivo El canto de las Musas, igualmente

inventado. El mismo Miguel solicita a Catalina que juzgue su poema como lo haría la misma Inquisición, consciente de que sus versos, que transcribimos a continuación, no son muy fieles a la ortodoxia cató­lica:

JESUCRISTO -EL HOMBRE- ENTRE LA GENTE

Tuviera yo al Mesías por divino, si al hombre que hay en Él no viese ausente, pues cumple a Dios estar entre la gente y hacer junto a los pobres el camino.

No, no envidio del ara el Pan y el Vino, sino hablar con el hombre frente a frente, que es la palabra el vuelo de la mente, y a veces la fe ciega desatino.

29 Marlowe, 1993, p. 150. 30 Frank, 1995, pp. 69-78. 31 Luengo, 2004, pp. 108-113.

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De! fiero encendimiento, e! alma llega en cruz al fanatismo más siniestro, y verá en e! delirio compañía.

¡Tanto al orate la cordura niega! Ardiendo estoy de envidia de! Maestro, mas sólo en alabanza de su hombría.

El látigo blandía en e! templo Jesús a grandes voces. Más penas yo dictara y más atroces32.

Catalina siente verdadero miedo de que Miguel sea juzgado por blasfemia y herejía como consecuencia de un poema que, entre otras ideas, pone en duda la divinidad de Cristo, desdeña el sacramento de la comunión e incurre en el pecado capital de soberbia enfrentándo­se a Dios sin la obligada humildad. Aunque reconoce que es una obra

auténtica, le dice a su esposo que debe quedarse en casa «en la gave­ta más escondida de mi bargueño»33 para que no caiga en manos del

envidioso Lope de Vega ni de la Inquisición, y decide no comentarla

con su tío Juan, el sacerdote, para que éste no pensase que Miguel es­taba asumiendo las ideas de la Reforma protestante más allá de su pa­sión por Erasmo, de la que Catalina es buena conocedora. Singular utilidad la de las recreaciones, que a veces, como en este caso, no sólo sirven para arrojar una nueva luz sobre lo que ya ocurrió, sino tam­bién para inventar las circunstancias de algo que no ocurrió nunca.

Quizá más próximo al de Frank, el Cervantes de El prisionero de Argel suscribe la ilusión de una Europa unida «bajo el amparo de la misma cruz» y señala el peligro que supondría la victoria musulmana

para su religión, su cultura y su forma de vida34. Coherente con su fe,

Miguel da cuenta en la recreación de su carta a Mateo Vázquez, que Cavanillas fecha en su ficción el 17 de noviembre de 1578, de su per-

32 Luengo, 2004, p. 110. Obviamente, la interesante ficción de este soneto supo­

ne también una oportunidad para que Luengo dé buena cuenta de su faceta de po­eta. Otra cosa es reconocer que resulte más o menos fácil recrear un soneto de esti­lo cervantino; algunos de los versos de! soneto apócrifo de Catalina de Esquivias recuerdan más al BIas de Otero de Ancia que a Cervantes, pero hay que entender e! poema de Luengo a la luz de las licencias literarias que caben en las recreaciones.

33 Luengo, 2004, p. 113.

34 Cavanillas de BIas, 2005, pp. 97 y 173.

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sistencÍa en la fe católica pese a las muchas ventajas que podrían se­guirse de la posibilidad de abjurar del Cristianismo y abrazar el Islam35, abundando en la misma idea en su carta del 4 de octubre de 1579 a su amigo Demetrio Colonna, en la que le describe la insistente soli­citud de matrimonio de su amante Zoraida, y en la del 11 de agosto de 1580 a su antigua amante, la duquesa Antonella Gonzaga, en la que declara que su firmeza «mantiene mi ilusión y consigue que me afe­rre a la vida, que sueñe con recuperar la libertad para hacer algo gran­de»36, aunque en algún momento duda de la conveniencia de abrazar el Islam para evitar males mayores37 .

Problemas con la Iglesia y con la Inquisición

Algunas de las recreaciones pertenecientes al corpus del que esta­mos dando cuenta reflejan los problemas que Miguel tiene ocasional­mente con la Iglesia. Es el caso de Vida (y muertes) de Cervantes, no­vela en la que tienen su importancia las dificultades que tuvo que superar el protagonista para levantar las excomuniones que pesaron so­bre él como consecuencia de su enfrentamiento con la Iglesia en cum­plimiento de sus obligaciones como comisario real en Écija y Castro del Rí038. La jocosa acumulación de detalles nada previsibles que en­traña la novela de Marlowe tiene uno de sus momentos más diverti­dos cuando la mano izquierda inútil de Miguel, dotada para actuar pese a la voluntad de Cervantes, sin control pero con fundamento jus­ticiero, es la que descubre la puerta tras la cual se almacena el trigo en Castro del Río.

Bruno Frank propone en su novela un tratamiento mucho más grave y trascendente de las implicaciones religiosas de la incautación del trigo en Écija que motivan la excomunión del protagonista. En Cervantes, el comisario real justifica a la luz de la religión la bondad

del piadoso objetivo que persigue: mover una armada contra la heré­tica Inglaterra. Para ello, no puede cargarse el peso de la recaudación

35 Cavanillas de BIas, 2005, pp. 114-115. 36 Cavanillas de Bias, 2005, pp. 224 Y 296. 37 Cavanillas de BIas, 2005. p. 304. 38 Marlowe, 1993, pp. 344-348.

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en la población, y esto se justifica en virtud de un argumento de na­turaleza religiosa:

Pero la población ya había pagado, había sido esclavizada y desangrada, replicó Miguel con nerviosa amargura, asombrándose de sí mismo. A mu­chos ni siquiera les habían dejado semillas para volver a sembrar. No po­día ser grato a Dios que el clero, sentado sobre arcas y sacos repletos, aceptara tal situación. Así que pedía las llaves39.

Capítulo aparte merece el tratamiento que las diferentes recrea­

ciones dispensan a los desencuentros de Miguel con el mismísimo tri­bunal de la Santa Inquisición, que se resuelven con logrado acierto lúdico en El comedido hidalgo de Juan Eslava Galán, cuyo protagonis­ta, Alonso de Quesada, bajo el cual se reconoce muy fácilmente a Miguel de Cervantes, sufre la inquina del inquisidor Osario. El con­flicto se supera gracias a los amigos de Miguel, que urden una tram­

pa infalible aprovechando que el inquisidor desea a la cómica y anti­gua prostituta Rozaganta la Hermosa. La Ronquilla, experimentada alcahueta, le engaña haciéndole creer que la Rozaganta se ha enamo­rado de él, y concierta un encuentro amoroso ante el cual el sacer­dote se instruye convenientemente en las artes de Venus consultando un librito que en su día confiscó a un morisco en un auto de fe, y despliega todo su cinismo al intentar justificar a toda costa las razo­nes por las que va a romper su voto de castidad. La urdimbre de la celada es un ejemplo de astucia y comicidad:

Que un compadre de Monipodio que era confidente o familiar de la Inquisición se presentaría ante Osorio para denunciar que aquella noche se juntarían a cometer el pecado nefando un tal Varejón, turco converso y practicante secreto de sus antiguos vicios, y cierto prelado de gran ca­lidad e importancia, puto encubierto, del cual por más que se había es­forzado no había averiguado el nombre y siendo así era de mucho pro­vecho para la defensa de la religión que este caso fuese descubierto y castigado. Dijo también que el connubio nefando sería a las ocho, en tal y tal lugar, dando señas exactas de la casa y puerta, para que las justicias del Santo Tribunal fueran sobre seguro41J •

39 Marlowe, 1993, pp. 302-203. 40 1994, pp. 282-283.

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Como Osario ha concertado su cita a esa nlisnu hora con Roza­ganta la Hermosa, manda a unos corchetes del Santo Oficio a pren­der a los sodomitas. El desenlace es previsible: quien espera a Osario en la cama no es la cómica, sino el turco Varejón, que retendrá des­nudo al inquisidor hasta la llegada de los representantes de la Inqui­

sición para que éstos crean que él era el «puto encubierto» en cues­

tión y pueda conseguirse un quid pro quo que favorezca, entre otros beneficiarios, a Alonso. No podemos dejar de citar el despliegue re­tórico de cinismo que brilla en las palabras con las que Varejón insta a Osario a resignarse a su suerte, esgrimiendo argumentos sui generis de corte teológico:

Consuélese pensando que, siendo tan alta jerarquía en el orbe cristia­no, por concesión de Nuestro Señor Jesucristo, sin cuya voluntad no se mueve una hoja, va a tener parte en e! paraíso de los moros [ ... ]

Piense que mayores fueron los padecimientos de Nuestro Señor Jesu­cristo en la Cruz, y aplique los suyos a redención de sus pecadíllos, si los hubiere, y si no a las intenciones y buenas obras de! papa de Roma41 .

Por su parte, Bruno Frank se saca de la chistera la comparecencia del comisario real ante la Inquisición para certificar su condición de cristiano viejo, dándose la casualidad de que uno de los miembros del tribunal sea el dominico Juan Blanco de Paz, de infelice recordación por haber delatado en Argel los planes de fuga con los que Cervantes pretendía liberar a un nutrido grupo de cristianos cautivos. Ante esta circunstancia cambia la orientación de la comparecencia: atemorizado ante la posibilidad de que se descubra su traición, Blanco de Paz pasa de acusador a defensor incondicional, y Cervantes pasa de sospecho­so de judaizante a ejemplo incuestionable de limpieza de sangre:

Don Migue!: en cuanto a vos, no existe duda alguna. ¡Un luchador por Dios como el que más, héroe en batallas cristianas, mostrad vuestra mano, la perdisteis combatiendo por la fe! Cervantes Saavedra, señores, corres­ponde a la mejor y más pura nobleza cristiana vieja, ya probada hace ocho siglos en los Pirineos. ¡Doy testimonio personal! ¡Respondo por él!42.

41 1993, pp. 290-291. 42 1995, p. 247.

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582 LA PRESENCIA DE LA RELIGiÓN ...

También Alfonso Mateo-Sagasta recrea la relación entre Cervantes y Blanco de Paz significando que este acusó a aquel de falta de mo­ralidad43 a tiempo de sustanciarse su rescate por parte del trinitario fray Juan Gil. Más adelante, en una visita a Baza en cumplimiento de

sus obligaciones de recolector de alcabalas en Granada, Cervantes se encuentra con Blanco de Paz, a la sazón racionero de la iglesia cole­gial, cargo para cuya obtención había tenido que falsear sus votos como dominico. Consciente de haber sido reconocido por Miguel, Blanco de Paz se da a la fuga, momento a partir del cual no vuelve a saber nada de é144 .

La sOlllbra de «la más alta ocasión que vieron los siglos»

Salvo en el caso de Jiménez Lozano, la actitud de los autores cu­yas obras reflejan con mayor detalle e interés los aspectos religiosos que se relacionan con la participación de Cervantes en la batalla de Lepanto es seria y trascendente. Bruno Frank dedica todo un capítu­lo a la contienda en Cervantes45 . De él nos interesa destacar la idea, puesta en valor por otras recreaciones, de que su resultado sería de­terminante para dirimir la suerte de las pretensiones hegemónicas que enfrentaban a cristianos y musulmanes, significados permanentemen­te por los gritos de guerra pronunciados en nombre de su fe (<<¡Viva Cristo!,> y «Alah-íl-Alah»). También reparamos en el estado de ánimo que embarga al soldado enfermo Cervantes, que antes de sobrepo-

43 A su debido tiempo sabremos que por falca de moralidad se entenderá la prác­

tica de la sodomía, sugiriéndose, sin pruebas contundentes, la posibilidad de que hu­

biese sido amante de Hasán Bajá, circunstancia que explica que éste le perdonase la vida (Mateo-Sagasta, 2004, pp. 401-404). El argumento que Catalina de Salazar es­grimirá en CHalina de Esquivias para enmendar la plana a Blanco de Paz dista mu­cho de atenerse a criterios religiosos: «No sé todavía cómo aquel maldito dominico

extremeño. Juan Blanco de Paz, cautivo en los baños de Argel, ¡un mi,erable!, y al­gún otro desalmado o envidioso había podido acusar de sodomía a Miguel. A mí me

corresponde dar fe de que toda su vida fue tan viril como digo.Y lo escribo con tan­to detalle y crudeza y verdad, porque si de algo en este sentido podía alardear era de

su condición varonil» (Luengo, 2004, p. 54). 44 Mateo-Sagasta, 2004, pp. 323-324.

45 Frank, 1995, pp. 91-101.

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nerse a su estado febril para subir a cubierta a combatir se siente cas­tigado por Dios al verse privado de alcanzar la vida eterna como quien desea combatir en su nombre, y en el retrato de mon1entos y cir­cunstancias que evidencian la dimensión religiosa de la batalla. Baste la paráfrasis de un intercambio de exclamaciones entre combatientes de los dos ejércitos enfrentados, al que asiste el soldado Miguel, que se convierte a su manera en un diálogo cruel, tan breve como reve­lador, sostenido en las radicales diferencias de las concepciones reli­giosas elementales de cristianos y musulmanes: «La lucha es despiada­da. "¡Sagrada Virgen María!", gime uno que ha sido herido. "Dios no tiene madre, perro", exclama un musulnlán y lo remata. "¡Breve teo­logía!", piensa Cervantes»46.

Acabada la batalla, las reflexiones religiosas de los dirigentes de la cristiandJd son muy distintas. Mientras que Pío V «ya veía una Jerusalén cristiana»47. Felipe II acoge fríamente la noticia de la victoria, porque la sangre derramada no era sangre de herejes y su hermano bastardo había salido demasiado reforzado con esta acción.

La idea del enfrentamiento entre «la cruz de Cristo y la infiel me­dia luna»48 también es recurrente en El prisionero de Argel, tanto en las reflexiones de Miguel, narrador en primera persona, como en las car­tas que desde su cautiverio Jrgelino dirige a las diferentes personas de las que reclama la necesJria ayudJ para obtener su liberación, el mis­mísimo Juan de Austria o el duque de Sessa entre otros49 . En cuanto a los detalles que estimulan el ánimo de los combatientes, Miguel men­ciona la importancia que adquieren las reliquias (especialmente las as­tillas de la Vera Cruz), así como las indulgencias prometidas y los di­ferentes símbolos religiosos de las insignias regaladas por Roma a la flota cristiana511 • Conocemos también por sus propias palabras la im­portancia de la oración, especialmente en el momento en el que la fiebre parece impedirle entrar en la batJlb y en el solemne momen­to de la arenga de don Juan de Austria antes de iniciarla, y nos cons-

46 Frank, 1995, p. 99. 47 Frank, 1995, p. 101. 4H Cavanillas de BIas, 2005, p. 22. 49 Cavanillas de Bias, 2005, pp. 45 Y 181. 50 Cavanillas de Bias, 2005, pp. 170-171.

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584 LA PRESENCIA DE LA RELIGIÓN ...

ta por su narraClon que el cambio de viento a favor de los CrIstIanos en medio de la contienda se interpreta como un milagros 1•

El planteamiento de Carmen Boullosa en La otra mano de Lepa/Ita

es bastante similar. Sabernos por medio del narrador de las indulgen­cias y bendiciones que monseñor Odescalco, nuncio del Papa, prodi­ga entre quienes van a combatir contra el turco en una ocasión que se percibe, sin la menor duda, corno una nueva guerra santa52 . También tenernos constancia de los rumores acerca de las revelaciones y pro­fecías de San Isidoro que, siempre según el nuncio, Pío V había in­terpretado corno señales de la segura victoria de Juan de Austria53. Por otra parte, y en la misma línea que destaca la recreación de Cavanillas de BIas, asistimos a la arenga que en nombre de Dios pronuncia Juan de Austria y al clima de extraordinaria devoción que impera en la flo­ta cristiana, especialmente acuciado por las exhortaciones guerreras de corte inequívocamente religioso que declaman los sacerdotes que ben­dicen a los combatientes: «¡No hay paraíso para los cobardes!»; «¡San Pedro cierra la puerta a los cobardes!»54.

A guisa de detalle pintoresco para compensar este clima lleno de ardor guerrero, es curioso que en el mismo momento de la batalla de Lepanto, mientras que el Papa Pío V reza por la victoria cristiana ba­ñado en piadoso llanto y Felipe 11 se flagela, el sultán Selim 11 escri­be tranquilamente una casida amorosa. Quizá Boullosa quiera sugerir con este contraste la relación que puede haber entre la victoria y la confianza que se tiene en ella, o la que puede haber entre el desen­lace de la batalla y la actitud de los dirigentes de las facciones en liza. El caso es que más tarde Juan de Austria señala la victoria cristiana arriando el pendón que ondeaba en la SHltana, donde el nombre de

51 Cavanillas de Bias, 2005, pp. 187-189. 52 Boullosa, 2005, p. 308. 53 María quiere saber si estas profecías coinciden con las del libro plúmbeo que

dejó en Famagusta, cumpliendo la rrllsión que le encomiendan sus amigos moriscos de Granada. El tratamiento que Carmen Boullosa dispensa a la 6cción de los libros plúmbeos, escritos por los moriscos para justi6car las conexiones del Cristianismo y el Islam, merece la mayor atención, pero no cabe en este trabajo. Lo trataremos en otra ocasión.

54 Boullosa, 2005, p. 344.

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Alá estaba escrito 28.500 veces, e izando en su mástil el pendón pa­pa155.

Tal como ya viéramos en la recreación de Cavanillas de BIas, en La otra mano de Lepanto el capellán de La Marquesa relata las señales milagrosas de la intercesión divina en la batalla, cuyo desenlace victo­rioso abre una nueva era para la cristiandad: el viento había cambia­do a favor de la flota cristiana, el estandarte con el crucifijo que el Papa había bendecido no sufre daño alguno, y por si fuera poco no hubo ni un solo religioso que sufriera heridas. No podía ser de otra manera para quienes se veían amparados por la certeza de «ir en jus­ta demanda y tener a Dios de su parte»56.

]iménez Lozano pone el sabroso contrapunto al tratamiento serio de Frank, Cavanillas y Boullosa haciendo entrar en acción a la galli­na constantinopolitana Basilisa, que ayuda a las armas cristianas en Lepanto poniendo el milagroso huevo con el que se hizo la tortilla cuya ingestión explica la bravura que demostró el soldado Cervantes en la batalla57 .

A vueltas con el sentido del Quijote

Para terminar nuestro trabajo queremos reseñar el sentido que, a la luz de la religión, tiene el Quijote en dos de las recreaciones que estarnos estudiando y que son, casualmente, la primera y la última de las obras del primer grupo que nos interesa destacar por la presencia de lo religioso. Corno veremos, hay una evidente diferencia en el al­cance que en cada caso cobra la interpretación de la obra capital de Cervantes.

Así, en el diálogo que sostiene con Hasán Bajá en El cautivo de Argel, de Ezequiel Endériz, el cautivo Miguel se refiere a su proyec­to de escribir un libro que, corno el Corán, sea un modelo de virtu­des, pero a diferencia del libro sagrado del Islam sirva también para crear una forma terrenal de religión, propuesta que suscita la incom­prensión del rey de Argel, que considera «que no se concibe para un

55 Boullosa, 2005, p. 367. 56 Boullosa, 2005, pp. 375-376. 57 jiménez Lozano, 2005, pp. 27-28,53 Y 96-97.

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586 LA PR.ESENCIA DE LA RELIGIÓN ...

n1ahometano, ni supongo que para un CrIstIano tan1poco, que pueda haber virtudes separadas de la religióm5H .

Mucho más elaborada, sugestiva y fantasiosa es la urdimbre del sen­tido del Quijote según la propuesta de El misterio Cervantes, de Pedro Delgado Cavilla, en la que se narran las pesquisas del padre Alonso de Grimón, el médico jesuita a quien, en 1658, el rey Felipe IV ha en­comendado la investigación del crimen del Inquisidor General Diego de Arce y Reinoso, que ha aparecido muerto en su celda sostenien­do precisamente un ejemplar del Quijote entre sus manos. Sus asesi­nos iban en busca del Speculum cordis, el misterioso libro pretendida­mente escrito por Jacques de Molay, Gran Maestre de la Orden del Temple, cuya salvación y ocultación le fueron encomendadas casi un siglo antes, en 1570, a Miguel de Cervantes de acuerdo con los pla­nes de su tío, el cardenal Gaspar de Cervantes, y el joven prelado y futuro cardenal Acquaviva, a cuyo servicio había entrado Miguel.

De acuerdo con las pistas que va dejando el Inquisidor General, Alonso llega a la conclusión de que el Quijote es un libro de inspira­ción templaria, basado en el Speculum cordis, circunstancia que puede guardar alguna relación con las excon1uniones que en su n10mento pesaron sobre Cervantes, y justifica esta hipótesis a partir de la inter­pretación del texto. No le parece casual, por ejemplo, que Cervantes deje en buen lugar a la Orden de los Hospitalarios de San Juan, he­redera del Temple, a la que en el capítulo II, 23 se refiere a través del narrador como «orden santísin1a,,59. Si Cervantes escribía su obra a partir de una clave templaria, don Quijote podría ser muy bien a su vez una representación del caballero templario, y la idealización de Aldonza Lorenzo en Dulcinea, reforzada por las constantes plegarias que aquel le dirige, puede esconder un trasunto del culto a la Virgen

58 Endériz, 1948, p. 16. 59 "Solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por com­

pasión que debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora, en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha, las llaman las lagu­nas de Ruidera; las siete son de los reyes de España, y las dos sobrinas, de los caba­lleros de una orden santísima, que llaman de San Juan». Citamos siempre por la edi­

ción de Martín de Riquer (1980, 11, 23, p. 754).

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María. Además, la alusión a «los nueve de la fama»60 en el capítulo 1, 5 viene a coincidir con los nueve caballeros fundadores de la Orden del Temple en 1118, que vivieron pobres en Jerusalén durante los nue­ve primeros años de la fundación bajo el mando de quien fue el pri­mer Gran Maestre, Hugo de Payens. Tampoco parece casual el escru­tinio del capítulo 1,6, que puede remedar la condena a la hoguera del

último Gran Maestre templario, Jacques de Molay. Por si lo anterior no fuera suficiente, don Quijote y Sancho Panza

galopan juntos sobre Clavileño, recordando el conocido sello templa­rio en el que se representa a dos caballeros montados sobre el mismo caballo!>l. De forma quizá menos clara y un punto más forzada, el he­

cho de que la escena de la burla de Clavileño se produzca en el en­torno de las falsas mujeres barbudas que son la Dueña Dolorida y sus acompañantes, representadas por figurantes en el capítulo 11, 40, pue­de reflejar que Cervantes tuviese la intención de negar la homose­xualidad de la cual se acusaba a los templarios. También hay que in-

611 «-Yo sé quién soy -respondió don Qllijote-, y sé que puedo ser no sólo

los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama» (1,5, p. 66).

Al El padre Alonso compara el sello templario con «una ilustración de este asun­to en una de las ediciones del Quijote» (Delgado Cavilb, 2005, p. 220). Es evidente que el autor de El misterio Cerl'Qntes está cometiendo un error de documentación, toda vez que los hechos reflejados en la novela se desarrollan en 1658, y el grabado que reproduce el novelista en esta página de su recreación no es el que se recoge en la primera edición ilustrada del Quijote, publicada en Dortrecht (Holanda) un año antes, sino el que aparece en la traducción al inglés de John Phillips publicada en Londres en 1687.A partir de la constatación de este dato, se hace obvio el riesgo que corren algunos novelistas cuando se meten innecesariamente en un incómodo jardín empeñándose en apuntalar algo más que la simple verosimilitud a la que su ficción, por lo demás, podría sustraerse sin dar explicación alguna, como muy bien demues­tra la recreación de Marlowe. La siguiente edición ilustrada de la novela de Cen'antes

es la de Bruselas, en 1662 «<con diferentes estampas muy donosas y apropriadas a la materia»). Habrá que esperar a 1674 para que Andrés Carcía de la Iglesia publique la primera edición ilustrada española. «con treinta y cinco láminas muy donosas y apro­

piadas a la materia». Tomamm estos datos de José María Casasayas (1995, pp. 12 Y 16).

Véase también Esteban (200-1-, p. 111). No podría haber verificado el dato exacto de las ediciones de Dortrecht y Londres sin la amable ayuda de mi colega Frances Luttikhuizen, a quien quiero expresar mi agradecimiento más afectuoso. El lector en­contrará la información más completa acerca de la edición de Dortrecht en elmag­

nífico trabajo que Frances Luttikhuizen firma en estas nlÍslllas actas.

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5HH LA PRESENCIA DE LA RELIGIÓN ..

terpretar en clave templaria la cabeza parlante de la casa de don Antonio Moreno en el capítulo 11, 62, cuyo sentido, acaso represen­tación del conocimiento más profundo, coincide con el del bafomet templario, cabeza de origen gnóstico que representa al dios inferior, complemento del superior, a la que los caballeros, según la leyenda,

debían adorar una vez aceptados en la orden. Pero las principales pistas literarias apuntan a la cueva de Monte­

sinos. ASÍ, para Alonso resulta especialmente revelador que al princi­pio del capítulo II, 24 sepamos por Cide Hamete Benengeli que don Quijote se desdijo, a tiempo de su muerte, de todo cuanto refirió en el capítulo anterior62 , como si Cervantes pretendiese una ocultación

deliberada que, alejada de la comprensión del lector convencional, sólo pudiese ser interpretada por los iniciados. La perspicacia del padre Alonso le hace reparar en otras señales. Es la primera el hecho de que el primo sugiriese a don Quijote en el capítulo 11, 22, a tiempo de entrar en la cueva, «que mire bien y especule»63 (<<especulan procede del latín speculor, de la misma raíz que speculum); en segundo lugar,

Alonso deduce que el Merlín «francés» (que no es tal, sino bretón o galés) al que don Quijote se refiere en su descripción de lo que ve en la cueva en el capítulo 11, 23 es una posible alusión a Felipe IV el Hermoso, «máximo responsable de todas las calamidades de la Ordem) y «expoliador del Temple»6~ que condenó a la hoguera a Jacques de Molay en 1314; en tercer lugar, el venerable anciano Montesinos pa­

rece representar al Papa Clemente V, que consintió la condena; en cuar­to lugar, por fin, la clave definitiva, encerrada en las palabras con las que Montesinos se refiere al enamorado Durandarte, que yace encan­tado en la cueva, «flor y espejo de los caballeros enamorados y va­lientes de su tiempo» a quien «tiénele aquí encantado [ ... ] Merlím65 .

62 «Puesto que se tiene por cierto que al tiempo de su fin y de su muerte dicen que se retrató della, y dijo que él la había inventado, por parecerle que convenía y cuadraba bien con las aventuras que había leído en sus historias» (11, 24, p. 762).

63 «-Suplico a vuesa merced, señor don Quijote, que mire bien y especule con cien ojos lo que hay allá dentro» (l!, 22, p. 748).

64 Delgado Cavilla, 2005, p. 243. 65 "Este es mi amigo Durandarte, flor y espejo de los caballeros enamorados y

valientes de su tiempo; tiénele aquí encantado, como me tiene a mí y a otros mu­chos y muchas, Merlín, aquel francés encantador que dicen que fue hijo del diablo» (11,23,753).

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«Flor y espejo» (speculum) y «tiénele aquí»: luego el Speculum cordis está en la Cueva de Montesinos, en donde en efecto lo encuentra Alonso siguiendo las pistas del capítulo II, 23 del Quij'ote y en donde se pier­de en una oquedad de la gruta, accidental e irremediablemente, en el forcejeo que el protagonista mantiene con los sicarios que le han se­guido para arrebatárselo.

Pero, ¿qué es el Speculum cordis, que buscan afanosamente la Orden de los Caballeros de Cristo, la Orden de San Juan y los asesinos del Inquisidor General y cuyo contenido nadie conoce? Nada sabemos de su contenido literal. Sólo nos consta que «cuestionaba algunos aspec­tos 'difíciles' de la Cristiandad»66, y el resumen de la lectura que de él hizo Diego de Arce, que en su día lo encontró en la cueva de Montesinos y allí lo dejó, junto con una carta dirigida a Alonso que este pudo salvar en su forcejeo. En la carta del Inquisidor General se recoge el hermoso y ecuménico contenido trascendente del libro que atesora el secreto mejor custodiado de la Cristiandad:

El pequeño Speculum cordis, espejo de! corazón, hace alusión con su nombre a todo aquello que los hombres reflejan de su interior. Es así que Jacques de Molay, antes de morir, escribió en él que sólo hay un arma capaz de cambiar el mundo, es el amor, el perdón, y con él, la mano ami­ga ... y desarmada. Por eso, el libro se convirtió en un peligro [ ... ]

Lo que los templarios descubrieron estando allí [en Tierra Santa] [ ... ], no fueron trozos de la cruz, tesoros del Templo de Salomón u otros mis­terios insondables o beneficios inútiles, sino e! único misterio al que he­mos dado la espalda: Tierra Santa no existe.

No hay lugares sagrados más allá del corazón de! ser humano. No hay Compostelas ni Mecas de peregrinación que no pasen antes por e! cora­zón de nuestro enemigo, el perdón y la hermandad de los hombres. Nuestros corazones, amado Alonso, son el SinaÍ, e! Vaticano o la Meca, donde habla el Dios, clemente y misericordioso, cada mañana. Si com­prende esto, cambiará el rrundo. Rechace esto, y estará abrazando el Apocali psis.

y con Jacques de Molay, yo también le digo que quien así no piense está fuera del mensaje y de! proyecto de Dios en la Tierra.

Por descubrir esta verdad, el Temple fue aniquilado67 .

66 Delgado Cavilla, 2005, p. 267. 67 Delgado Cavilla, 2005, pp. 269-270.

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590 LA PRESENCIA DE LA RELIGIÓN

Las recreaCIOnes narrativas de la vida de Cervantes, que en esta ocasión nos han sido útiles para ver desde el ángulo de la ficción las circunstancias y acontecimientos que definían y condicionaban su re­ligiosidad, ponen ante nuestros ojos una nueva interpretación del Cer­vantes que fue, pero también del Cervantes que nunca fue ni nunca podrá ser. Siempre será necesario profundizar en el real, pero no hay que desperdiciar las oportunidades que la literatura nos concede para disfrutar del imaginario.

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