LA POSADA DEL DIABLO LA LEYENDA DE LA POSADA DEL DIABLO Durante un viaje desde Cádiz a Vigo...

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1 LA LEYENDA DE LA POSADA DEL DIABLO Durante un viaje desde Cádiz a Vigo acompañando a un camión que transportaba dos embarcaciones fabricadas en mi empresa, por causa de las dimensiones especiales tuvimos que hacer un recorrido alternativo a la salida de Tordesillas a causa de un puente cuya altura no permitía el paso del vehículo con su carga.

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LA LEYENDA DE

LA POSADA DEL DIABLO

Durante un viaje desde Cádiz a Vigo acompañando a un camión que transportaba dos

embarcaciones fabricadas en mi empresa, por causa de las dimensiones especiales

tuvimos que hacer un recorrido alternativo a la salida de Tordesillas a causa de un

puente cuya altura no permitía el paso del vehículo con su carga.

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A unos 25 kilómetros de León tuvimos que parar a causa de un fallo en el motor y

tuvimos que hospedarnos durante dos días en una venta a las afueras del pueblo de

Mayorga.

Durante las cuatro comidas que realizamos en la venta se sentó junto a nosotros un

viejo sin dientes que por unos tragos de vino nos contó una historia de aldeanos y

truhanes con la participación del mismísimo Satanás y señalando unas ruinas que se

divisaban a lo lejos nos dijo que allí fue donde ocurrió lo que nos estaba contando

que aquello en su día fue La Posada Dorada pero que a causa de los hechos que

relataba todo el mundo la conocía como La Posada del Diablo.

No es que en ese momento prestara mucha atención a la historia pero por Navidades

y a causa de una tremenda afonía estuve una semana en el hospital en cuya habitación

me aburría solemnemente y fue entonces cuando me decidí a darle forma de cuento a

aquella rocambolesca historia sin pies ni cabeza que el viejo nos contó entre trago y

trago.

Con el alta médica abandoné el hospital y el cuento que fue a parar al archivo del

armario. Hoy he decidido que que es una buena historia para completar mi libro.

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CAPITULO I

LA POSADA

Cuando en la batalla de Lepanto la Nave del Almirante de Don Juan de Austria está a punto de caer en manos de los turcos llegó en su ayuda Don Alvaro de Bazán con varias galeras y entre los doscientos soldados de refuerzo que saltaron a la nave capitana se encontraba Lorenzo Villega que luchaba ferozmente contra los otomanos al lado de un oficial, que en medio del combate cayó muerto a su lado.

Lorenzo se dio cuenta de la delicada situación de sus compañeros al quedarse sin

mando y poniéndose la casaca y el gorro del oficial actuó como tal sin que en el

fragor del combate fuese advertida su pérdida.

Fue tal su entrega en la lucha que se olvidó de despojarse de las prendas al final de la

misma, por lo que el hecho fue conocido hasta por el mismísimo Don Alvaro de

Bazán, a bordo de cuya nave regresó a España.

Durante el viaje Don Alvaro le prometió que intercedería ante el Emperador para que

su acción fuera recompensada. Lorenzo le dijo que no pensaba en ninguna

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recompensa cuando tomó esa decisión, que solo pensó en la suerte de sus compañeros

al quedarse sin mando en plena batalla; pero que puestas así las cosas si había una

cosa con la que siempre había soñado.

Don Alvaro se interesó por ello y Lorenzo le dijo:

- Pertenezco a una familia pobre con catorce bocas que alimentar y en la que muchos

días no hay comida para todos y sin embargo en el camino entre Valladolid y León y

a seis leguas de esta capital existen unas ruinas donde peregrinos y caminantes se

detienen para reponer fuerzas antes de la última etapa para llegar a la Capital.

- Tan solo son cuatro paredes de piedras, un torreón en una esquina y un tejado medio

derruido que solo dan un poco de resguardo al caminante pero las paredes son muy

altas y con las piedras que sobran se podría acondicionar una posada que además de

cobijar dignamente a la gente, daría sustento a mi familia, pues las tierras que las

rodean son muy fértiles y aunque nunca han sido trabajadas sabríamos sacarlas

provecho, no en vano somos campesinos.

- En cuanto a la propiedad no puedo prometerte nada, respondió Don Alvaro, solo

que lo haré saber al Emperador pero cuando lleguemos a España te daré un escrito

para que podáis aprovechar las ruinas y trabajar las tierras tu y tu familia.

Don Alvaro no sólo cumplió la promesa sino que además añadió una bula de tributos

tanto Monárquicos como Eclesiásticos, le entregó una bolsa con cincuenta ducados

de oro y puso a su disposición seis infantes con la soldada de un año pagada para que

le ayudaran a acondicionar las ruinas.

Cuando Lorenzo llegó a su casa, por llamar de alguna forma a aquella construcción

de piedras, ramas, paja y barro, con sus seis compañeros relataron lo acontecido y

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ante el alboroto general se organizó un festejo que duró hasta el día siguiente y en el

que se consumió toda la comida y bebida que habían comprado en Valladolid.

Las ruinas pertenecían una especie de fortín de un alto mando militar árabe que con

delirios de grandeza pero escasos recursos económicos se había construido en

tiempos de la dominación Musulmana, pero que ni siquiera tuvo tiempo de acabar ya

que la reconquista del Reino de León por los Cristianos le obligó a abandonarlo

precipitadamente.

Era una construcción rectangular con un altísimo muro exterior rematado en su parte

superior con una pared muy estrecha coronada por puntas de flecha, lanzas, espadas

dagas y demás armas de corte, encajadas entre las piedras y aseguradas con masa de

arcilla y paja.

En el interior otro muro a seis metros de distancia y diez metros más bajo que

rodeaba un amplio patio, y entre los dos muros un tejado que actualmente solo cubría

la quinta parte del total. El muro exterior no tenía ninguna abertura excepto una

entrada semienterrada que seguramente estaba preparada para un rápido cierre en

caso de ataque.

Entre estos dos muros debieron estar los aposentos y todos los accesos a ellos estaban

en el interior del patio. Estaba claro que la construcción estaba pensada para resistir

un largo asedio ya que tomarla por asalto tal y como fue concebida era prácticamente

imposible, la pendiente de la ladera del monte no permitía acercar ninguna torre de

asalto y los quince metros de altura resultaban un gran escollo para escalarlo.

Por otro lado al llegar a lo alto se encontrarían con una trampa de afiladas armas y sin

sitio para apoyarse y además un insalvable desnivel de diez metros hasta la base más

cercana, el techo de los aposentos. Estaba claro que el dueño del fortín era un

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perfecto conocedor de las artes de la guerra y que su posición económica solo le

permitía mantener a su familia y un grupo muy reducido de gente armada.

En una esquina del rectángulo se alzaba un torreón más inexpugnable si cabe que el

resto de la construcción, al que solo se podía acceder desde el interior. Pero en la

actualidad solo quedaban las piedras ya que para el Reino de León no tenía ningún

valor estratégico ni categoría para ningún noble, por lo que los distintos saqueos de

las tropas cristianas que pasaban por sus cercanías lo habían dejado en este estado.

Sin embargo hoy tenía muchas posibilidades de ser convertido en una rentable

posada, pues entre las peregrinaciones al Apóstol Santiago y estar en la ruta entre

Valladolid y León a seis leguas de esta última raro sería el día que no estuviera llena

de caminantes dispuestos a reponer fuerzas antes de la última etapa.

Lorenzo y sus camaradas se dedicaron en primer lugar a derribar la parte alta del

muro exterior dejando únicamente una altura de dos metros por encima del trozo de

tejado medio derruido que aún quedaba, con ello obtuvieron las piedras necesarias

para reconstruir el interior.

En una primera fase dejaron tal y como estaba la parte techada para que los

caminantes tuvieran refugio mientras realizaban el acondicionamiento del resto y así

ocho meses mas tarde tres cuartas partes de la posada estaban exteriormente acabadas

aunque el interior aún estaba vacío, pero ya podía cobijar a los peregrinos de las

inclemencias de la intemperie.

Seguidamente repararon el techo que había resistido en pie y los desperfectos del

torreón, de tal forma que al término de un año, tiempo que Don Alvaro le había

cedido los infantes gratuitamente, todos los exteriores de la nueva posada estaban

terminados y en el interior se habían colocado a media altura entre los dos muros

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vigas de pino que más adelante servirían de apoyo para el suelo de una segunda

planta.

Cuatro de los infantes regresaron a la milicia y los otros dos que ya podían disponer

de la licencia se quedaron con Lorenzo y más tarde casaron con sus dos hermanas

pasando a formar parte de la familia.

Después de esto su primera tarea fue habilitar un lateral del edificio como cocina en

el otro y despensa en la parte baja y la vivienda propia en la parte alta. A partir de

entonces las mujeres de la familia se dedicaron a atender a los clientes y los hombres

a terminar la posada y a cultivar las tierras y cuidar los corrales.

Cinco años después la posada estaba totalmente terminada, en los laterales contiguos

a la vivienda propia se instalaron salas y habitaciones en dos estilos diferentes, a la

derecha para nobles y caballeros y en la izquierda para plebeyos; enfrente la entrada

principal que dividía en dos la fachada, a un lado las caballerizas y al otro una

estancia vacía con dos pisos donde los mas menesterosos podía pernoctar

gratuitamente tal y como figuraba en la Bula Eclesiástica.

La mayoría de las necesidades de la posada se cubrían con los productos propios del

campo y los corrales y un abacero de León les traía el resto como, harina, vino, aceite

y otros. Como el negocio funcionaba espléndidamente fue bautizado como la Posada

Dorada, nombre debido también al reflejo del sol en sus piedras al atardecer.

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CAPITULO II

EL DIABLO

En la antigüedad el Diablo tal y como lo conocemos no tenía ninguna necesidad de

subir hasta la tierra para reclutar almas con las que llenar sus dominios, ya que la

cantidad de idólatras y paganos era tal que acudían solos a adorarle.

Con la aparición del Cristianismo la cosa cambió pero seguía teniendo a su favor el

hecho de que la ruta del Infierno era un camino llano repleto de flores y

placeres, mientras que los descendientes de los Apóstoles habían sembrado

el camino del Cielo de obstáculos, espinas y sufrimientos, y así las cosas en

las profundidades del Averno seguían con el cartel de "Completo".

Pero últimamente desde la “Comunidad Cristiana” de la península Ibérica la afluencia

había descendido notablemente y ello se debía a que en su lucha contra los infieles

los soldados de la cruz podían tomar un atajo por el que evitar el tortuoso camino que

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conduce al Cielo y si además morían en combate contra los infieles el acceso era

directo.

Por otro lado las arcas de la Iglesia en tierras Hispánicas estaban bajo mínimos y ello

era debido a que las guerras contra los moros eran muy costosas y los impuestos de

los Reyes dejaban muy escaso margen para que los fieles pudieran pagar Diezmos y

Primicias a la Santa Iglesia.

Entonces los Obispos recurrieron a la solución de las Bulas que se otorgaron, previo

pago claro, por todos los conceptos por lo que los fieles encontraron una forma fácil

de allanar el camino al Cielo y la Iglesia de reflotar su maltrecha economía y en estas

condiciones las ventajas de Satanás quedaban anuladas para los cristianos ibéricos.

No es que al diablo le hicieran falta las pocas almas que este pequeño pueblo le podía

deparar, apenas si se notaba comparado con el resto del universo, pero el orgullo es el

orgullo y no podía permitirse este fracaso por pequeño que fuera.

Así que Lucifer reunió a sus ayudantes más diabólicos y les envió a Iberia con la

misión de combatir a las legiones de Cristo y rescatar la mayor cantidad de almas

posible para su Reino.

Pero pasaban los años y las almas procedentes de Iberia seguían entrando en

cantidades irrisorias hasta tal punto que Satanás no pudo reprimir por más tiempo

tanta humillación y retirando sus legiones de la faz de la Península decidió encargarse

personalmente de la tarea.

Subió a la superficie con un reducido séquito de almas en pena y tomaron forma

humana transformándose en un pequeño pelotón de gente armada al frente de la cual

iba el mismo Satanás convertido en caballero armado con el nombre de Marqués del

Algarve, ya que en esos tiempos esa región Portuguesa era prácticamente

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desconocida en la España Cristiana.

De esta forma recorrió la península con suerte alternativa pero con más fracasos que

éxitos por lo que pronto pensó que en zonas cercanas a los frentes de batalla sus

triunfos iban a ser siempre escasos y decidió marchar a la retaguardia, a tierras

consolidadas por las tropas cristianas donde no se combatía y la milicia era más

reducida con lo que la lista de las almas que tenían acceso directo al Cielo o por el

atajo de la milicia era mínima.

En estas circunstancias eligió el Reino de León por dos motivos. La Iglesia de

aquellos tiempos había construido una autopista junto al tenebroso camino del cielo

para que la Nobleza pudiera transitar por ella y esta la mantenía económicamente por

propia conveniencia y esto motivó la restricción de la concesión de Bulas a las de

Cuaresma y Navidad.

El segundo motivo es que la desmovilización de las gentes de armas creó un notable

aumento de los menesterosos ya que estos dejaron de ser mantenidos y el hecho de no

cobrar la soldada provocó que muchísima gente tuviera que subsistir de la

mendicidad y el pillaje.

En el primer caso a Satanás no le iba a resultar difícil hacer confundir a la Nobleza la

autopista del Cielo con el camino de rosas del infierno y en el segundo caso, la tarea

de tentar a un pillo o menesteroso no era trabajo para él y de ello se encargaría su

séquito.

Tras unos años de relativo éxito quiso tomarse un descanso y se retiró fuera de la

ciudad de León y en el camino se detuvo en la Posada Dorada en un día en que estaba

a tope y el ambiente le gustó, tranquilidad por el día y bullicio por la noche, era lo

que necesitaba, pero al no haber alojamiento le dijo a Lorenzo.

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- Posadero dentro de una semana volveré y para entonces quiero que en la parte alta

del torreón se encuentre una alcoba digna de mi Linaje, voy a quedarme una larga

temporada.

Y diciendo esto dejó una bolsa llena de ducados de oro y se esfumó.

A la mañana siguiente Lorenzo y su cuñado montaron en la carreta y marcharon a

León donde compraron una cama, cortinas y los muebles necesarios para transformar

el torreón en una estancia digna de la más alta nobleza.

Una semana más tarde regresó el Marqués del Algarve que quedó muy contento con

su nueva morada y se instaló en ella. En los días siguientes pudo comprobar que sin

gran esfuerzo podía además de descansar aprovechar su estancia en la posada, para

sin mucho esfuerzo, llevarse alguna que otra alma a su Reino.

En la Posada Dorada raro era el día que la noche no terminaba en pendencia entre

caballeros de mayor o menor alcurnia, cuyo motivo siempre era el juego o el exceso

de vino y este era terreno apropiado para que Satanás se cobrara sus bazas con

relativa facilidad, pues era bien sabido que en un duelo tanto el vencedor como el

vencido iban de cabeza al infierno siempre que el motivo no fuese la defensa de la

Iglesia o del Rey y sus Nobles.

Por otra parte entre los caminantes existía la leyenda de que la posada había sido para

algunos el lugar donde se encontraron de una forma u otra con la Diosa Fortuna por

lo que no sería muy difícil embaucarles.

Y por último los peregrinos de Santiago eran propensos a creer en milagros y Satanás

es precisamente un lince en el arte de crear falsos milagros.

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CAPITULO III

RUFINO

A siete Leguas de la Posada Dorada pero en dirección a Valladolid existe una pequeña

aldea en cuyas afueras se alza una casa de aspecto pobre construida en piedra situada

en el borde de un pequeño prado con la mitad de tierra de pasto y la otra mitad de

cultivo. En la parte lateral de la casa en un cobertizo de madera con techo de paja y

barro conviven gallinas, conejos, dos cabras, dos ovejas, una cerda preñada y un

burro.

En esa casa vive Rufino, un rústico campesino de cuarenta y ocho años con su esposa

y sus dos hijos, cuya única preocupación es la de comer él y su familia todos los días,

que el tiempo se porte bien con sus animales y su cosecha, y sobre todo vender en el

pueblo algunos productor para reunir los reales que el conde pasa a recoger

periódicamente por arrendamiento de sus tierras y de vez en cuando llevar alguna

gallina o conejo al canónigo de la Ermita de la aldea.

La mujer, Rosario, se encarga de la casa y el corral y Rufino y sus hijos, Tadeo y

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Celestino, del campo con la ayuda de Rumboso el burro que unas veces tiraba del

arado para arar la tierra y otras veces cargaba con las alforjas para diversos usos.

Pero los años no pasan en vano y hacía ya tiempo que con el arado tanto Celestino

como Tadeo tenían que ayudarle cuando la tierra se endurecía por falta de lluvia y

como aquel invierno fue especialmente duro al llegar la Primavera Rumboso solo

servía para mantener el arado en su posición y los dos jóvenes, uno por cada lado,

eran los que realmente tiraban del mismo.

Como Rufino era de "la hermandad del puño cerrado" y no estaba dispuesto a gastar

los dineros ahorrados en la compra de otro animal, sus hijos le dijeron que no

pensaban seguir haciendo de burro tirando del arado.

Rufino, cuyos conocimientos sólo alcanzaban a contar con los dedos, a interpretar los

cambios del tiempo y a saber encajar en el tiempo las épocas de siembra, reaccionó

como un patán.

- Buen, bueno…, ¡Allá vosotros!… Si no hay trabajo no hay comida, vosotros veréis

lo que os conviene.

- Pues si no cocino para mis hijos no cocino para nadie, intervino Rosa, desde luego

Rufo eres más animal que el mismísimo Rumboso, piensa que tarde o temprano

tendrás que comprar otro animal y que cuando mas tardes más problemas vas a tener

porque si cualquier día de estos se tumba el burro ¿quién va a sostener el arado

mientras encuentras otro?

Rufo, que así le llamaremos en adelante, salió de la casa y empezó a dar vueltas por

el campo lo mismo que hacía cada vez que tenía que resolver un problema y así

continuó hasta que su mollera empezaba a echar humo sin encontrar la solución que a

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él le hubiera gustado, o sea sin gastar ni un solo real.

Cuando volvió a la casa su rostro reflejaba el semblante abatido del perdedor de la

batalla y se sentó en una silla, apoyo los codos en la mesa y escondió su cara entre las

manos sin decir una sola palabra.

- Padre dentro de dos meses recogeremos los cereales y la tierra estará demasiado

dura para ararla sin el burro, se atrevió a decirle Celestino.

- Rumboso no aguantará hasta entonces, añadió Tadeo.

- ¡Dejadle hijos míos! que este no suelta los dineros aunque tenga que ponerse él en

lugar del burro, dijo Rosa…, Aunque yo creo que realmente no íbamos a notar mucho

la diferencia.

- ¡Ya está bien!, Exclamó furioso Rufo, compraremos otro animal pero será cuando

Rumboso se tumbe…, ¡Dejadme en paz de una maldita vez!.

Dado el cariz que estaba tomando el asunto decidieron no replicarle y encomendarse

al Cielo para que Rumboso se tumbase antes de llegar la época de siembra y Rufo

comprase otro animal a tiempo.

Pasaba el tiempo y Rumboso no iba hacia delante ni hacia atrás, quedaba poco tiempo

par empezar la siembra y seguían sin prepara la tierra. Hasta que un día estalló la

tragedia, Tadeo y Celestino comentaron que si en una semana no se compraba un

animal ellos se marcharían de casa a trabajar para otro patrón.

Rosa supo desde aquel momento que el peligro de que la familia se dispersara era real

porque su a Rufo no le iba a hacer cambiar de opinión ninguna amenaza y sus hijos

habían tomado una decisión que no tenía marcha atrás.

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Trabajar en tan duras condiciones habían dotado a la mujer de un fuerte carácter a la

hora de tomar decisiones por lo que a sabiendas de que Rumboso tenía el fin próximo

y que mantenerse en pie era la causa de todo el problema decidió cortar por lo sano.

Esa misma noche mientras todos dormían se levantó en silencio salió de la casa cogió

una piedra del patio más gruesa que su puño y se encamino al corral, entró en él y

levantando la cola del burro le introdujo la piedra en el intestino tan profunda como

pudo. El animal estaba tan viejo que ni siquiera hizo el menor gesto de protesta a

pesar del dolor que evidentemente le produjo la acción.

Tres días después Rufo entró en el corral para coger un conejo y llevárselo al

Canónigo y se encontró a Rumboso tumbado en el suelo con evidentes signos de

haber pasado a mejor vida. No hizo el menor comentario, simplemente llamó a su

mujer y a sus hijos y entre todos lo cargaron en la carreta y lo arrastraron hasta el

bosque donde lo dejaron para alimento de los carroñeros.

A la mañana siguiente Rufo cogió un saco con dos conejos y una bolsa con dineros y

bajó a la aldea sin desayunar ni pronunciar palabra alguna, estaba claro que había

llegado el momento de soltar los reales para comprar otro animal y eso era el peor de

los malos tragos por los que había tenido que pasar hasta el punto que perdió las

ganas de hablar y de comer; de esto último Rosa ya ni se acordaba de cuando era la

última vez que le ocurrió.

Llegó la noche y apareció Rufo sin animal y con peor carácter del que marchó. No

dijo nada, se quitó las abarcas y se metió en la cama vestido y sin cenar.

Cuando Rosa terminó con sus tareas diarias se metió en la cama y no se atrevió a

preguntar nada, sabía que en aquellas circunstancias era mejor esperar al día siguiente

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y así lo hizo.

Cuando la mujer se levanta por la mañana deja la puerta de la alcoba entreabierta, ella

sabe que hay una cosa contra la que Rufo no puede luchar…, Su estómago vacío, y

como seguramente ayer no probaría bocado, el olor de la cocina le haría reaccionar.

Así que lo primero que hizo fue preparar un suculento desayuno con leche, queso,

pan tostado huevos y tocino y lonchas de pernil fritos. Efectivamente el efecto fue

fulminante y antes de que terminara de preparar la mesa ya estaba Rufo sentado en

ella devorando aquellos manjares.

Rosa había preparado el desayuno para los cuatro pero cuando los hijos se sentaron a

la mesa Rufo había terminado con todo, y tuvo que empezar de nuevo en la cocina

para preparar algo para los demás. Con el estómago lleno a Rufo le cambió el talante

y empezó a hablar, aunque no se le entendía mucho porque lo hacia con la boca llena

ya que seguía picando de lo que Rosa iba poniendo sobre la mesa.

- ¡Ya está bien!…, ¡Qué vas a reventar!, Terció la mujer, Deja de tragar y dinos que

es lo que pasó ayer para que volvieras a casa con esa cara de vinagre.

Rufo terminó de rumiar el bocado que tenía en la boca y aclaró.

- Estuve en dos aldeas y nadie quiere vender sus animales a ningún precio…, Bueno

si pusieron precio pero parecía que además del animal me quisieran vender la carreta

y a la parienta.

- Es que todos van a ir a la Feria de León, dijo después de tomar un respiro e intentar

llevarse otro trozo de tocino que no alcanzó porque Tadeo fue más rápido…, No es

que piensen que allí van a sacar mucho mas dineros pero es que si venden ahora

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luego no tendrán excusa para ir a León y pasar unos días lejos de la parienta y la

familia para poder hacer lo que les venga en gana.

- Pues muy bien!¡ Tú también vas a ir a León, replico Rosa.

- Mujer tú no estás bien de la mollera, le contestó Rufo, yo no tengo animales para

vender…, ¡Cómo no te lleve a ti!

- Pues mira no es mala idea, pero de acompañante, porque con lo burro que eres

sacaríamos muchos mas dineros si te pusieras tú en venta, añadió la mujer, es que a

zoquete no hay quién te gane…, Tú no vas a ir a vender, vas a ir a comprar y lo vas a

hacer de la manera que yo te diga.

- Llegas el último día de Feria por la mañana temprano, te das una vuelta por ella y

eliges cuatro o cinco animales y preguntas el precio, luego pones cara de asombro y

ofreces la mitad y como no aceptarán te marchas.

- A medio día vuelves a pasar y a los que todavía no hayan vendido les preguntas si se

lo han pensado y como te dirán que no te vuelves a marchar.

- A última hora de la tarde recorres la Feria otra vez y de los que no hayan conseguido

vender su mercancía eliges el que más te guste y le regateas el precio que seguro que

aceptará antes que volver a su casa de vacío.

- Piensa que al principio todos piden algo más de lo que vale su animal para sacar

unos realillos para sus gastos que cuando salís de casa todos sois unos "pilinguis" que

solo estáis pensando en correros una juerguecita.

- Tienes mucha razón mujer, aprobó Rufo, voy a ir a León y voy a comprar un buen

jamelgo y me voy a ahorrar un montón de reales.

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CAPITULO IV

LA POSADA DEL DIABLO

En el capítulo II habíamos dejada al Marqués del Algarve en la Posada Dorada,

descansando durante el día y haciendo de las suyas por las noches. Su diversión

favorita consistía en entablar conversación con algún caballero con síntomas de haber

tomado mucho vino para luego cambiar de compañía y provocar una pelea de cuyo

resultado enviaría cuando menos un alma a los abismos.

Otra de sus andanzas consistía en vestirse de canónigo estigmatizado por la gracia

Divina y mezclarse entre los peregrinos y menesterosos, de esta guisa siempre

encontraba algún incauto al que arrebatar su alma a cambio de milagrosos portentos

para él y su familia.

Por supuesto que no repetía esto todas las noches, Satanás es de todo menos tonto, ni

utilizaba siempre su condición de marqués para sus fechorías por lo que nadie

sospechaba de él, pero empezó a correrse el rumor de que en aquella posada ocurrían

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cosas extrañas.

Pero teniendo en cuenta que cada noche pernoctaban en la posada más de cuarenta

personas distintas nadie se quedaba con la referencia del día anterior y además era

lógico que bajo los efectos del vino surgiera alguna que otra camorra, y alucinaciones

entre los menesterosos por la debilidad de sus cuerpos y sus mentes.

Pero aun así nadie quería reconocer su error después de la resaca o de haber saciado

su apetito por lo que unos y otros achacaban sus desvaríos a …, ¡Cosas del mismo

Diablo!.

Y así fue como con el tiempo cordialmente la Posada Dorada fue conocida por el

populacho como la Posada del Diablo, aunque ello lejos de amedrentar a los

caminantes despertaba curiosidad hasta el punto que muchos decidían parar en ella a

pesar de que disponían de tiempo para llegar directamente a León.

Para sus andanzas el Marqués del Algarve nunca utilizó esta identidad pues dada su

condición de “Angel del Infierno” podía transformarse en cualquier personaje desde

él más menesteroso hasta un Rey o sus nobles y desde el caballero mas viril hasta la

más hermosa de las damas ávida de aventuras eróticas.

Pero Satanás era cauteloso y nunca usó la identidad de ningún personaje que pudiera

ser reconocido para no delatar su verdadera personalidad y además su ausencia o

presencia del marqués en la posada siempre estaba justificada, y sobre todo su larga

estancia en la posada alegando que sufría un destierro voluntario como penitencia por

algunos desmanes cometidos por sus huestes en la ultima batalla librada.

Pero la rutina cansa hasta el mismísimo Diablo y empezó a pensar en algo más

atractivo que le aportara una sensación gratificante por una tarea bien realizada

después de una verdadera resistencia por parte de la víctima.

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Dejemos al marqués con sus quebraderos de mollera y volvamos a la casa de

Rufino…, Perdón Rufo, donde le habíamos dejado aceptando la idea de su mujer de

acercarse a la Feria de León para comprar un animal que tirase de la carreta y las

labores del campo.

Pero doce leguas es mucha distancia para recorrerlas en un solo día y dormir a la

intemperie era muy peligroso por temor a las a las alimañas y a los ladrones.

- Creo que de ahora en adelante te pediré consejo en todos los temas de dineros,

comento Rufo dirigiéndose a su mujer…, Me has demostrado que sabes mirar por la

bolsa y eso para mí es el primer mandamiento de la familia.

- Pero, siguió diciendo, hay una cosa que tenemos que pensar muy bien y es donde

esconder la bolsa de los dineros durante el viaje porque si me asaltan en el camino y

me muelen a palos eso tiene cura y lo soporto; en cambio si me quitan la bolsa y me

quedo sin animal y sin dineros no vuelvo a casa.

-. Piensa mujer, piensa…, ¿Qué es lo único que no me quitarían los ladrones en caso

de robo?

- Los ladrones lo primero que buscan son los dineros, respondió Rosa, y si no

encuentra aparte de los palos te quitan la comida y la ropa.

- ¿Toda?, Preguntó Rufo.

- Hombre las calzas no creo porque entre que te cambias cada dos semanas y te lavas

una vez al mes cuando lleguen ahí no creo que se atrevan, tengo entendido que son

gente sin escrúpulos pero tanto….

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Rufo no se molestó por el comentario de su mujer, entre otras cosas porque algo de

razón tenía, y respondió.

- Cada vez estoy mas convencido que tienes mas mollera que todos nosotros juntos,

añadió Rufo, y si no te doy un beso es porque tengo toda la cara llena de pringue de

la comida, los dineros los llevaré en las calzas.

- Pues por la distancia no te preocupes padre, se atrevió a decir Celestino, he oído en

la aldea que a mitad de camino hay una posada para poder cenar y pasar la noche a

cubierto.

- Eso es…, Habló el listillo, dijo Rufo, encima que voy a gastarme los dineros para

comprar un animal queréis que duerma y coma en una posada…, ¿Os creéis que soy

el Conde?

- No padre, intervino Tadeo, no hace falta que gastes ni un solo real, en esa posada

hay un cobertizo donde los peregrinos pueden pernoctar gratis aunque no será tan

cómodo como en una alcoba y la compañía tampoco será muy grata.

-. No es preocupéis por eso, intervino la madre, vuestro padre con tal de ahorrarse un

real es capaz de dormir con los cerdos.

- No me calientes mujer dijo Rufo riendo, que si tratas picarme a lo mejor te respondo

que también duermo a tu lado.

Y dicho lo cual salió corriendo de la casa porque Rosa había cogido una sartén por el

mango con la sana intención de estamparla en su cabeza.

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- Bueno… Mejor así, hubiese sido una lástima abollar una sartén tan nueva, intervino

Tadeo que también salió corriendo por si las moscas.

Por aquel entonces eran muchos los peregrinos que pasaban por la aldea con destino a

Santiago antes de que el frío del Otoño, la lluvia o las primeras nieves hicieran

intransitables los caminos por lo que pensó que sería una buena idea hacer el viaje

con alguno de ellos.

Ni corto ni perezoso cogió un conejo y una gallina y se fue a la Ermita y se las

entregó al canónigo pidiéndole que le dejara un hábito y un cayado para ir en

peregrinación a Santiago era una mentirijilla que a la vuelta ya justificaría.

El canónigo conociendo a Rufo no estaba muy convencido de que realmente esos

fueran sus propósitos pero una semana con un buen caldo de gallina y un guisado de

conejo para dos o tres días no era cuestión de ponerse a cavilar sobre sus verdaderas

intenciones.

Una semana después Rufo estaba preparado para el viaje, con los reales cosidos en un

doble forro de la entrepierna de las calzas más viejas que tenía, un talego con algo de

comer y los hábitos que le había prestado el monje.

Así que unos días antes de empezar la Feria se unió a dos peregrinos que la noche

anterior pernoctaron en la aldea para reponer fuerzas y se echó al camino.

Aquel día Rufo ayunó y no por penitencia sino por temor a que si abría el talego

tendría que repartir la pitanza con sus acompañantes. Ellos si comieron un poco de

pan, chorizo y queso y ofrecieron compartirlo, pero entonces Rufo se sintió

avergonzado por su acción pero como ya no podría echar marcha atrás se excusó

diciendo que lo del ayuno era una penitencia.

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Después del descanso para el refrigerio Rufo notó que al echar a andar las ingles le

escocían bastante y pensó que sería a causa del bulto de los dineros en las calzas que

le rozaba la entrepierna, así que se inventó otra excusa para que se adelantaran

mientras él buscaría algún remedio para poder seguir y se sentó al borde del camino a

la espera de acontecimientos.

Pasado un tiempo se levantó y se puso a caminar muy despacio. Por suerte para él

una hora más tarde pasó por el lugar una carreta y el carretero al ver la forma de

andar de Rufo pensó en algún defecto físico y sin pedirle ninguna explicación le

invitó a subir a su carreta.

El descanso le vino muy bien y dos leguas después se apeó porque la carreta tomaba

otro camino. Como el escozor le seguía molestando al caminar buscó salvia silvestre

en el campo y cogiendo unas hojas se las coloco entre la piel irritada y las calzas y así

pudo recorrer la última legua que le separaba de la posada mas cómodamente aunque

de forma tan pausada que llegó a la misma cuando el sol se escondía tras los árboles.

La vista de la posada trajo a su imaginación uno de esos castillos que nunca había

visto, pero no se dejó influenciar por las apariencias. Sabía que en el recinto del

interior en el que iba a pernoctar estaría más cerca de su corral que de un suntuoso

palacio.

Por precaución comió algo antes de entrar fuera de las miradas curiosas, y luego pasó

al interior donde pronto encontró a sus dos compañeros de viaje. Con ellos se dirigió

al lugar donde iba a pasar la noche que en principio le pareció horrible, pero los

dineros son los dineros y por una vez se aguantaría, el espacio era grande y solo había

siete ocupantes.

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Conforme iba avanzando la tarde fueron llegando más visitas y al caer la noche había

tanta gente que pensó que tendría que dormir de pié. Y para rematar la situación llegó

una carreta con una monja, un clérigo y doce tullidos; la monja y el clérigo se

hospedaron en las habitaciones de la posada pero antes metieron a los tullidos en el

cobertizo al lado de Rufo y eso fue la gota que rebosa el vaso.

Rufo se había guardado cuatro reales en el bolsillo del calzón, no con idea de

gastarlos sino por si le asaltaban que se llevaran algo de dineros y la paliza no fuese

tan grande que le dejasen tullido por una larga temporada. Entonces pensó que ya que

no lo habían asaltado podría gastarlos en una habitación para los días que aun

faltaban para marchar a León.

La mujer de Lorenzo que ese día ejercía de posadera casi se desternilla de risa al oír

la propuesta de Rufo que se alejó del mostrador avergonzado al ver que todas las

miradas se volvieron hacia él, pero después la mujer pensó que cuatro reales eran

cuatro reales y como el pinche de cocina estaba con su marido en la Feria de León le

llamó y le dijo en tono de sorna.

- ¡Esperad un momento!,… Mi risa de antes era porque por estas fechas todas las

habitaciones están ocupadas, pero ahora que lo pienso creo que tengo una libre muy

adecuada para vuesa merced, dame los cuatro reales y seguidme.

- La estancia esta al fondo del patio saliendo a la derecha, eso sí hasta que vuelva mi

marido andamos escasos de viandas y la comida la tendréis que conseguir por vuestra

cuenta, de verdad que lo lamento.

En realidad tal habitación no existía como ya habrán adivinado, se trataba de un

cuartucho al lado del establo con un jergón de paja. Sea como fuera a Rufo solo le

importaba tener un lugar donde cobijarse lejos de aquella muchedumbre de

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menesterosos sin gastar más dineros de los cuatro reales.

Los caballeros que estaban en las mesas se dieron cuenta de la broma de la posadera

y de la candidez de Rufo, así que se dedicaron a pasar un rato de chanza a su costa y a

fe que lo consiguieron y al mismo tiempo que le hicieron agarrar una buena cogorza.

No sé si Rufo supo alguna vez cual era su mano derecha y cual la izquierda, pero eso

era lo de menos porque en ese estado le hubiera dado lo mismo y como es natural en

estos casos de las dos opciones eligió la equivocada y se dirigió al torreón y al abrir la

puerta maldijo a aquel que se le ocurrió colocar una habitación en un piso alto.

En su estado tuvo que subir la escalera de espaldas y apoyando el trasero en cada

escalón y cuando llegó arriba no advirtió nada de lo que le rodeaba, a tientas encontró

la cama y se tumbó en ella tan ebrio que cuando cayó en ella, estaba profundamente

dormido.

Momentos antes de que Rufo entrara en el aposento el marqués estaba sentado en su

escritorio trazando el perfil de una víctima con la que tuviera que vérselas en

condiciones desfavorables para él llegando a la conclusión de que esta tenía que estar

en uno de los dos extremos del linaje humano; o una virtuosa dama de la alta nobleza

que lo poseyera todo excepto el título de Reina, o un patán de corazón noble, inculto

y sin más aspiraciones que la supervivencia familiar.

En este pensamiento estaba cuando Rufo irrumpió en la alcoba con evidentes

síntomas de embriaguez.

El marqués presenció la escena sin un solo gesto que delatara su presencia y una vez

que los ronquidos del visitante evidenciaran que ni los truenos de una tormenta los

despertarían se levantó y se acercó a él escudriñándole con la visionaria mirada del

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Príncipe de las Tinieblas.

- Campesino, patán, necio hasta lo inimaginable, pensó para sí Satanás…, Noblote,

sin más aspiraciones que comprar un animal para trabajar sus tierras y tan precavido

que lleva el dinero cosido a la entrepierna de las calzas…, Siguió reflexionando en

voz baja…, ¡He aquí a mi futura víctima!

Y dicho esto abandonó la estancia dejando a Rufo que durmiera plácidamente la

borrachera y bajó al salón. Allí estuvo un rato indagando entre los asistentes y la

posadera sobre lo que acababa de ocurrir y finalmente se dirigió a esta última y

dejando una bolsa llena de escudos sobre el mostrador le dijo.

- Durante el tiempo que ese hombre permanezca aquí ocupará mis aposentos y

cuando se marche le devolveréis los cuatro reales y su talego lleno de viandas para el

camino y a mi me daréis la mejor de las demás estancias.

La posadera le escuchaba y al mismo tiempo tanteaba la bolsa de los escudos y debió

llegar a la conclusión de que se trataba de una cantidad importante porque su rostro se

iluminó como si hubiese visto una aparición divina.

- Vuesa merced no tiene que preocuparse por nada que sus deseos son órdenes para

nosotros.

Y in más se dirigió a la cocina, de donde salieron dos mocetones que cogiendo a un

caballero que dormía la mona sentado en una mesa con la cabeza entre los brazos y lo

llevaron a un rincón depositándolo en el suelo y cubriéndolo con una manta. Acto

seguido subieron al piso y momentos después bajaron con las pertenencias del

caballero que depositaron junto a él.

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- Vuestra nueva alcoba esta preparada, dijo la mujer.

- Señora yo no quiero que mañana cuando despierte el caballero mi reputación en esta

Posada se vea afectada por esto, replicó el marqués.

- No se preocupe vuesa merced, por la mañana cuando se despierte le devolveré su

dinero y le diré que como en ese estado no iba a ocupar la habitación no quise

aprovecharme de ello.

- A fe mía que eres una mujer digna de mucha mejor suerte que la de consorte de un

posadero, sentenció Satanás, y hasta puede que un día me ocupe de que cambie ese

destino.

Y diciendo esto se retiró a su nuevo aposento.

Al día siguiente, bien avanzada la mañana, Rufo se despertó con una fuerte resaca y

un buen dolor de cabeza. Su estado era tal que no se fijó en lo que le rodeaba, su

única reacción fue echar mano a la entrepierna para comprobar si los dineros

continuaban allí y bajar corriendo en busca del talego de las viandas.

Los dineros estaban en su sitio pero el talego había desaparecido, la posadera, cuando

la sala se quedó vacía lo había visto en un rincón y lo llevó a los peregrinos para que

aprovecharan su contenido.

Rufo bajó y preguntó a la posadera por su talego y esta le contó lo ocurrido alegando

que cuando lo encontró nadie lo reclamó.

Al oír esto se puso de un humor de perros hasta tal punto que se le pasó la resaca y

empezó a farfullar dando vueltas sobre sí mismo hasta que notó que alguien se fijaba

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en el insistentemente con una sonrisa burlona en su rostro.

Era el marqués, que esta vez había tomado la apariencia de un caballero con pelo y

barba blanca, muy entrado en años que tosía de vez en cuando para aparentar un

delicado estado de salud, y que sentado en una mesa, con una sonrisa en sus labios,

hizo un gesto como invitándole a que se sentara con él .

- Perdone vuesa merced pero no le veo la gracia,…Una caminata de seis leguas, una

borrachera de aupa, una resaca de percherón, otras seis leguas hasta León y ni una

sola vianda en la bolsa no son triunfos suficientes como para sentarse a jugar una

partida con el estómago y el talego vacíos.

Esta disertación dejó perplejo al marqués, tal vez se hubiera equivocado al catalogar a

Rufo como un necio, aunque en todo lo demás había acertado y volvió a sonreír

porque esto hacía más atractiva la hazaña.

- Por favor buen hombre no interpretéis mal mi sonrisa, dijo Satanás, no trataba de

ofenderos…, Sentaos conmigo y compartid mi desayuno como desagravio a la mala

impresión que mi actitud os ha causado.

La primera intención de Rufo fue desestimar su oferta, pero su estómago era más

fuerte que su orgullo y aceptó de buen grado la invitación, eso sí, aunque en

abundancia desayunó despacio para aparentar que aceptaba la oferta por educación y

no obligado por los retortijones de sus tripas.

Cuando hubo terminado con los huevos, el queso y el tocino, y hubo bebido hasta tres

tazones de leche con sopas el marqués le preguntó por el motivo de su viaje a León,

aunque por supuesto como Satanás ya lo sabia.

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- Me llamo Rufino…, Bueno pero todos me llaman Rufo, y soy un campesino que

cultiva unas tierras del señor Conde a seis leguas de aquí camino de Valladolid.

Tomó un respiro y examinó con un vistazo toda la sala como queriendo comprobar

que nadie mas estaba escuchando sus palabras. Luego su mirada se cruzó con la del

marqués y pensó que un simple desayuno no era motivo suficiente para intimar con

un desconocido y quedó en silencio.

- Sigue rufo, no temas descubrir tus secretos que si me interesa conocer tu historia es

porque posiblemente hoy sea para ti ese día de suerte que todos tenemos en nuestra

vida ya casi nadie sabe aprovechar.

- Vuesa merced me perdone, pero explicadme algo más porque mi mollera es muy

pequeña como para alcanzar a adivinar vuestras intenciones.

-.Lamento no poder descubrir mis propósitos hasta hallar la persona adecuada, de ser

así tendría miles de pretendientes a mi alrededor todos los día en busca de la diosa

fortuna porque aquel que yo elija tendrá en ese momento la suerte que siempre soñó y

nunca alcanzó.

Otro chiflado, pensó Rufo, pero la verdad es que hacia mucho tiempo que nadie le

trataba así, a decir verdad nunca le trataron de esa manera y nada perdía con contarle

un cuento a aquel viejo caballero que en fecha no muy lejana dejaría este mundo para

siempre.

- Pues la verdad caballero es que poco hay que contar,…

- Eso Rufo la verdad, le interrumpió el marqués…, No quiero un cuento, dime lo que

quieras de tu vida pero que sea verdad, recuerda que soy muy viejo y mi experiencia

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me hace saber cuando una persona miente o dice la verdad.

Acostumbrado a otros modales Rufo echo en saco roto esas palabras y empezó con la

historia que a él le hubiese gustado vivir pero que naturalmente no era la que había

vivido.

El marqués escuchó con atención aquel relato porque aunque sabia que era falso le

servía para conocer las ocultas ilusiones de Rufo. Entonces pensó que el aldeano era

más cauto de lo que cabía esperar de él y cambió de estrategia seguramente daría más

resultado una técnica de retirada estratégica para cebar al contrario en una

emboscada.

- Bueno Rufo no quiero importunaros mas veo que ni mis deseos ni vuestra posible

suerte os interesa para nada, me voy a dar un paseo para respirar aire menos

contaminado que el de aquí adentro.

Y Dicho esto se levanto y tosiendo continuamente se dirigió a la puerta. Rufo se dio

cuenta de que se había comportado como un perfecto patán y levantándose presto

salió tras el marqués.

¡Esperad!…, Dejadme que os acompañe…, Yo también necesito aire fresco.

Caminaron un trecho juntos y en silencio hasta que Rufo se atrevió a decir.

- En verdad que me he comportado como un necio, pero la verdad es que la

desconfianza nació conmigo y la practico hasta en mi propia casa.

Satanás comprendió que la estrategia había dado el resultado apetecido, pero no había

que precipitarse y todavía no había llegado el momento de atacar de frente y continuó

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con el rodeo.

- No tenéis porque disculparos ha sido culpa mía, me quedan tan pocos días de vida

que con la prisa por resolver mis asuntos terrenales me olvido de los demás.

- No diga eso vuesa merced, seguramente venís de unas tierras con clima muy

húmedo pero aquí esa tos se cura rápidamente con unos baños de pies con agua

caliente y sal y aspirando vapores de eucaliptos y alcanfor, mi mujer sabe mucho de

estas cosas.

- Sois muy amable preocupándoos por mí pero no es tan sencillo, esta tos la arrastro

muchos años ya y no tiene cura, pero es que además mi corazón ya late de forma

irregular y mis riñones filtran muy mal envenenando mi sangre continuamente.

- Los galenos me han aplicado ya tantas sanguijuelas para eliminar mi sangre

envenenada que si estoy en esta Posada tan lejos de mi castillo es para huir de ellos

antes de que me dejen sin una gota de ella.

- Pero no tenéis que preocuparos por ello, continuó con su estrategia, los viejos ya

hemos tenido nuestra oportunidad y no tenemos derecho a que los jóvenes paguen por

nuestros errores.

- La verdad caballero es que de esto último no he entendido ni una sola palabra, pero

si quiero aclararos que mi comportamiento no ha sido leal y mi relato me lo he

inventado…, En realidad yo….

Y a continuación Rufo relató con peros y señales toda la realidad de su insignificante

historia. La victoria del marqués había sido completa ahora solo quedaba rematarla

con la segunda fase.

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- Te das cuenta que sencillo es decir la verdad, animó el marqués, con la verdad las

palabras salen solas, cuando inventas tienes que pensar y titubeas al hablar y para un

viejo con experiencia como yo es muy fácil notar la diferencia.

- En verdad Rufo que tu historia me ha dejado gratamente impresionado, pero en tu

relato no me has dado ninguna pista para que pueda hacerme una idea de como es tu

interior es decir tu alma.

- ¡Mi qué!, Respondió sorprendido Rufo.

- Tu alma

- Vuesa merced esta de guasa ¿No?, yo no tengo nada de eso.-

- ¡Qué inocencia!, Pues claro que tienes alma como todo el mundo.

- Que no, que no, señor marqués que yo no tengo alma, soy pobre y el canónigo de la

Ermita lo dice bien claro cuando hable de los pobres, nuestras almas son de Dios y

nos las dará cuando nuestros cuerpos abandonen este mundo.

- Cuanto candor hay en tus palabras Rufo, cuando el canónigo os habla así lo hace en

sentido figurado, todos los hombres nacen con una alma que les acompaña hasta el

fin de sus días.

- En verdad señor marqués que vuestra sabiduría es grande, pero en este punto no

puedo estar de acuerdo con vuesa merced, yo no tengo alma y por no tener no tengo

nada como propio porque sin las tierras que trabajo, que no son mías sino del señor

Conde, nada de lo que hay en mi casa existiría, ni siquiera tendría una familia y hasta

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es posible que no tuviera ni vida.

En aquel momento pasaron junto a un pastor que dormitaba bajo un árbol mientras

sus ovejas pastaban en el campo.

- Mira Rufo, …¿Ves a ese pastor?,… ¿Te parece un hombre rico?

- Si fuera rico no estaría cuidando ovejas, contestó Rufo.

- ¡Pues fíjate bien!

Satanás recurrió entonces a sus diabólicos poderes y Rufo vio que junto al pastor una

figura igual que él pero casi transparente permanecía de pie junto al árbol en actitud

vigilante. Entonces cogiendo una piedra del suelo se la arrojó a una oveja que al

acusar el impacto lanzó en balido.

Los poderes de Satanás siguieron actuando y Rufo observó como la figura erguida se

metía en el cuerpo del pastor y este se despertó instantáneamente.

Lo ves Rufo hasta el mas pobre de los mortales tiene un alma que vela por él mientras

no está consciente.

Rufo se frotó los ojos para volver a la realidad y mirando fijamente al marqués le dijo

en tono sereno y pausado.

- Le creo señor marqués…, Me ha convencido, todos tienen un alma, y digo bien que

todos la deben tener pero lo que he visto no sirve para mí porque cuando yo duermo

no me despierta ni el balido de una oveja ni el de cien balando al mismo tiempo, …

Convénzase vuesa merced, … Yo no tengo alma.

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- No digo que yo no naciera con ella, pero de pequeño fui tan tremendo que si mis

padres se aburrieron de mí y me echaron de casa, que no haría mi alma.

- Seguramente estaría harta de mis barrabasadas y se escondería en algún rincón

cuando un buen día de madrugada cogí un atado con algunas viandas, lo puse en el

extremo de un palo y con él al hombro me eché a los caminos.

- Desde entonces no he vuelto a saber más de ella…, Quizás sea por eso por lo que

soy tan ceporro, apuntilló Rufo.

Duro de pelar, pensó para sí Satanás, pero cada vez estaba mas entusiasmado por la

resistencia que el campesino estaba ofreciendo a sus continuos intentos de llevarlo a

un terreno favorable a sus propósitos y esto le hacia sentirse a gusto para que la

victoria final fuese más meritoria.

- Bueno señor marqués que ya es muy tarde y yo he desayunado hace poco pero

vuesa merced tendrá hambre.

- La verdad es que tu compañía me distrae y mi cuerpo está acostumbrado a largos

ayunos así que prefiero seguir disfrutando de tus relatos.

- No dudo que así sea, dijo Rufo, pero mis tripas son muy vulgares y a estas horas

rugen como gorrinas aunque tan solo haga una hora que recibieron ración.

- Ya sé que no es de ley que un caballero acepte la invitación de un plebeyo, pero la

posadera me devolvió los cuatro reales que le di y como los daba por perdidos no

importa que vuelvan a sus manos a cambio de unas viandas.

- Razón tienes que no es de ley aceptar tu propuesta pero haremos cuenta que estamos

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en tu casa y me has sentado a tu mesa que es cosa bien distinta y ningún caballero

debe rechazar tal invitación…, Volvamos a la posada y pidamos a la posadera que nos

sirva en vuestros aposentos así podremos seguir platicando sin el griterío del

comedor.

Volvieron a la posada y ya en la estancia del torreón el Diablo volvió a la carga con

una última embestida antes del ataque final.

- Tú Rufo ya me has desvelado todos tus secretos, ahora me toca a mí ponerte al

corriente de los míos.

- Como queráis…, Pero vuesa merced juega con ventaja porque yo nunca he oído

historia alguna de boca de un caballero y las pocas luces de mi sesera jamás podrán

adivinar cuan de verdad haya en lo que me vais a contar…, Pero sea cual sea seguro

que me va a gustar.

El marqués empezó a contar una leyenda de juventud llena de lisonjas, placeres y

felicidad carnal desdeñando y arrollando todo lo que se interponía en sus propósitos

con la única razón que le otorgaba su poder y sus caudales que con el paso de los

años fueron mermando.

Rufo oía con atención el relato, pero su boca estaba ocupada en devorar toda la

comida que la posadera depositó sobre el escritorio del torreón y cuando terminó se

atrevió a intervenir.

- Y con toda esta historia tan agradable para vuesa merced ¿por qué abandonaste

vuestras tierras para venir a dar con los huesos en esta humilde posada?

- ¡Hay hombre cándido!, Suspiro el marqués…, Los años no perdonan y cuando mis

encantos de juventud se esfumaron y mermaron mis caudales me encontré sin familia

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sin amigos y sin placeres ni amoríos.

Después de esta conclusión Satanás se tomó un receso para estudiar la reacción de

Rufo y preparar el siguiente asalto en su estrategia, pero Rufo parecía una estatua

tallada en pura roca que aparte de su avidez mientras comía no realizó al más mínimo

síntoma en su rostro que mostrara el efecto que el relato estaba causando en su

ánimo, si es que estaba causando alguno.

- Parece como si no me estuvieras escuchando Rufo, increpó con talante algo

molesto el marqués.

- No os enfadéis señor que no es eso, es que mi cuerpo con la panza llena se paraliza

por completo y yo la he atiborrado dos veces en menos de dos horas.

- Pero no se preocupe vuesa merced que aunque mi cuerpo esté dormido mi mollera,

aunque torpe, esta despierta y mis oídos prestos para escucharos.

Satanás comprendió que dijera lo que dijera la mente de aquel palurdo solo iba a

reaccionar cuando oyera algo que realmente le interesase y decidió cortar por lo sano

y atacar de frente.

- Para no cansaros mas termino mi relato diciendo que cuando me vi en la más triste

de las soledades sin poder y sin caudales decidí vender mis dominios a un Noble

vecino y marchar lo más lejos que pudiera en busca de un lugar humilde donde pasar

el resto de mi existencia para purgar mi licenciosa vida.

- Pero me he dado cuenta, continuó, que vaya donde vaya la codicia y la maldad

anida en los corazones de todas las gentes y ya había desistido de seguir buscando y

me había hecho la idea de terminar mis días en esta posada cuando apareciste tú,

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Rufo, con tu noble humanidad sin vicios ni ambiciones.

- Bueno, bueno señor marqués…, La humanidad esa no sé lo que es, pero si vos decís

que la tengo os creo, pero vicios y ambiciones claro que tengo como todo el mundo,

tengo el vicio de comer tanto como mi panza pueda aguantar sin reventar…, Y

ambiciones….

Paró un momento y mirando al cielo continúo.

- Toda mi vida llevo soñando con poder tener un buen percheron con una hermosa

carreta para bajar al pueblo y que le gente me mire con respeto, también sueño con un

poderoso mulo y un buen jumento para las tareas del campo, y un buen granero

repleto de las mejores semillas de todas las clases de cereales, legumbres y hortalizas.

- Y por fin todas las noches sueños con tener unos reales de sobra para que mis hijos

puedan bajar al pueblo con ropa nueva a rondar a las mozas y que mi mujer pueda

acompañarme sin tener que cubrir sus harapos con un mantón….

- Siento defraudaros señor, pero yo también tengo vicios y ambiciones.

El rostro del marqués se iluminó de forma radiante, por fin el palurdo campesino le

había mostrado su punto flaco y se sintió feliz por dos motivos, la batalla había sido

muy dura, pero había merecido la pena porque ahora ya puede decidirse a un ataque

frontal con resultado victorioso.

Por otra parte su triunfo iba a resultar completo porque la aventura estaba resultando

totalmente distinta a todas las vividas hasta entonces.

- ¡Por todos los diablos del Infierno! A eso llamáis vicios y ambiciones!

- Cómo se nota que tenéis un corazón tan grande como un castillo.

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- Eso solo son las justas aspiraciones de un hombre de bien, Rufo, y en cuanto a

vuestro pecadito de gula queda compensado por las virtuosas acciones de las que

hacéis gala todos los días…, Pero ya es muy tarde y es bueno que descansemos

después de un día tan ameno, ya continuaremos platicando en otro momento.

Y dicho esto Satanás se retiró rápidamente del torreón y salió a campo abierto donde

durante largo rato se dedicó a bailar la danza de los infiernos para celebrar la

inminente victoria que estaba a punto de conseguir.

Cuando a la mañana siguiente Rufo bajó al comedor no encontró al marqués pero la

posadera le acomodó en una mesa, le sirvió un opíparo desayuno y depositó cuatro

reales sobre ella.

La mollera del pobre Rufo no alcanzaba a comprender nada pero si había algo en la

vida a lo que él no hacía ascos ni preguntas era a los dineros y a una buena comida

regalada. Después se dedicó a dar un paseo por el campo para matar el tiempo antes

de que sus ruidosas tripas volvieran a exigirle pitanza.

Después de comer salió a dar un paseo y se tumbo bajo un árbol recostado sobre el

tronco y durmió una buena siesta, cuando se despertó volvió a la Posada y echo una

ojeada a las caballerizas pero no vio el caballo del señor marqués, en cambió si

advirtió una gran carreta cargada de sacos hasta los topes y al lado un percheron, una

mula y un burro comían paja del suelo y se quedó largo rato observando aquella bella

estampa.

¡Qué injusta es la vida!, Pensó, no le basta con que pases hambre sino que además te

pasa por las narices la abundante comida que tú jamás podrás probar; después salió

de allí y se dirigió al comedor y preguntó por el señor marqués, pero nadie supo darle

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razón. La posadera le dijo que le vio salir muy temprano a caballo por el camino de

León y todavía no había vuelto.

No es que Rufo fuese un hombre de sentimientos pero en esta ocasión le preocupaba

que fuese él el motivo de la ausencia del caballero por no tener los suficientes

modales, pues parecióle que el día anterior en algunos momentos se había sentido

molesto por su falta de entendimiento en la conversación.

Le preocupaba la obstinación del señor marqués en demostrar que él tenía un alma y

sobre todo el hecho de que no había logrado convencerle de que no era así, que él no

tenía alma ni la había tenido nunca.

Se prometió a sí mismo que si volvía a verlo le diría que ahora se acordaba que si,

que efectivamente la tenía pero que como nunca la había usado ya ni se acordaba.

En estos pensamientos estaba cuando se abrió la puerta y apareció el marqués

empapado hasta los huesos porque momentos antes se había desatado una tormenta y

estaba lloviendo a mares. El semblante de Rufo se transformó y dibujó una sonrisa de

oreja a oreja, quiso decir algo pero no encontró palabras.

El marqués se adelantó y dirigiéndose a la posadera le dijo.

- Preparadme un buen baño de agua caliente y bajad de mi aposento ropa seca y un

paño para secarme, y volviéndose a Rufo continuó, y vos buen amigo subid al torreón

y esperadme allí, diré que nos suban la cena porque tenemos muchos asuntos que

tratar, traigo muchas buenas nuevas.

Y diciendo esto desapareció tras la puerta de la cocina.

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Rufo se levantó y dirigiéndose a la posadera le dijo.

- Dejadme que por lo menos sea yo el que pague en esta ocasión.

Y dejando los cuatro reales sobre el mostrador de la cocina se dirigió al torreón

donde, nervioso por conocer las buenas noticias y tranquilo por saber que el marqués

no estaba enojado con él, espero a que éste terminara de recomponerse.

Pasó algo más de una hora que a Rufo le pareció una eternidad cuando llamaron a la

puerta y entró la posadera con la cena y tras ella el caballero ya repuesto de la

mojadura.

- Bueno amigo mío, aquí estoy de nuevo, decidid pues si empezamos a platicar o

damos buena cuenta de la cena.

- Mire vuesa merced que mi impaciencia es grande por escuchar vuestras palabras

pero lo primero es lo primero y como comer y hablar al mismo tiempo es cosa que no

debe hacerse ante damas y caballeros cenemos que con la panza llena se digieren

mejor las buenas nuevas.

Esta vez Rufo no se entretuvo en comer de forma pausada para agradar al caballero y

en pocos minutos dio buena cuenta de la cena y sin advertir siquiera si el marqués

había terminado dijo.

- Bueno señor marques cuando gustéis podéis empezar con vuestro relato.

- Pues bien Rufo he pensado mucho en tu ofrecimiento y he llegado a la conclusión

de que en tu persona se reúnen todas las condiciones que he estado buscando todo

este tiempo y he decidido pasar el resto de mis días en tu compañía y la de tu familia.

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- No te preocupes que no importunaré lo mas mínimo y estoy seguro de que ni

siquiera notareis mi presencia ya que no pienso alterar de ninguna forma vuestros

quehaceres cotidianos y además os recompensaré espléndidamente.

Rufo se quedó pensativo y por mas vueltas que le dio a su mollera no conseguía

recordar en que momento le hizo tal ofrecimiento al señor marqués pero si él lo decía

de forma tan rotunda es por que así habría sido aunque no lo recordase.

- Me alegro mucho de que hayáis tomado esa decisión pero hay un punto que no dije

en su momento y es que en las cosas de la casa es Rosa la que lleva el bastón de

mando, pero estad tranquilo que sabiendo que es de mi agrado lo aceptará de buen

gusto.

- Otra cosa señor marqués, mientras preparemos un acomodo para vos en nuestra casa

dormiréis en la Ermita con al canónigo que es hombre de bien y tiene sitio de sobra.

A Satanás le dio un sobresalto al oír esto último pero enseguida reaccionó porque una

vez que hubiese conseguido el alma de aquel patán volvería a los Infiernos a

descansar una larga temporada disfrutando de su hazaña. Y Mientras recapacitaba

sobre ello Rufo continuó.

- Pero quiero que sepáis que no estáis obligado a ninguna recompensa por ello que no

significa ningún sacrificio para nosotros teneros en nuestra casa ya que sois de poco

apetito y donde comen cuatro bien pueden comer cinco.

Por fin Satanás tenía ya acorralado al campesino y lanzó su ofensiva final.

- Comprendo tus sentimientos mi buen amigo pero no sería yo un caballero si

habiendo cumplido mis ambiciones dejara sin que cumplas las tuyas pudiendo

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hacerlo con lo que a mí me sobra.

- Hagamos un trato justo, continuó Satanás, os vendo la carreta que habréis visto en el

cobertizo y todo su contenido además de los animales y estas cuatro bolsas de dinero

por la cantidad que me queráis ofrecer.

- Sabéis señor que no poseo caudales para comprar todo eso.

- Está bien pues ofrecedme alguna prenda.

- A fe mía que sois caballero pero tan tozudo o más que yo…, Decidme a donde

queréis llegar porque sabéis perfectamente que no tengo nada que os interese.

- Razón tenéis, pero yo quiero que esto sea un trato legal y para ello tenéis que poner

algo de vuestra parte y ya que no tenéis nada para ofrecer podemos poner en el

contrato algo que no tengáis pero que todo el mundo piensa que tenéis.

- Ahora si que no os entiendo en absoluto, entre lo duro que soy de sesera y el

tinglado de palabras que habéis montado me he quedado en blanco.

- Veréis buen amigo vos insistís en que no tenéis alma pero todo el mundo piensa que

sí, pues ponemos en el contrato vuestra alma como contrapartida y para todo el

mundo será un documento legal y vos no habréis perdido nada ya que ofrecéis algo

que no tenéis.

- Verdaderamente vuestra formación de caballero y la experiencia de vuestros años os

han dado una sabiduría tal que me habéis convencido.

Satanás no cabía de regocijo en su interior y además la impresionante tormenta del

exterior parecía que con sus rayos y truenos celebraba su victoria, y sacando un papel

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de su jubón lo puso encima del escritorio y cogiendo una pluma de gallo empapada

en tinta roja dijo.

- Como supongo que no sabes escribir deja que guíe yo tu mano y ponga tu nombre al

pie de este documento y todo lo que has visto abajo, esta bolsa de ducados de oro y

estas otras tres de reales serán de tu propiedad legalmente.

Y mientras Satanás iba deslizando la torpe mano de Rufo sobre el papel este dijo

miró hacia el techo de la estancia mientras decía.

- Os digo de corazón que vuestra sabiduría demuestra la experiencia de toda una

eternidad pero yo en mi humilde condición en estos días os he ido conociendo poco a

poco y por fin os he descubierto, … ¡Sois el mismísimo Diablo!.

Esta frase la dijo Rufo sin ninguna intención y en un tono cariñoso como queriendo

elevar al máximo el talento del señor marqués, pero Satanás la interpreto de modo

distinto y sintiéndose descubierto soltó la mano del campesino sin que hubiese

terminado de escribir su nombre y lanzado un terrible bramido, que se confundió con

un trueno y relámpago simultáneo de la tormenta, desapareció envuelto en una gran

columna de fuego.

Las llamas prendieron rápidamente en la estancia y mientras Rufo trataba torpemente

de apagarlas el fuego y el humo se hacían cada vez más intensos, así que decidió salir

corriendo.

Una vez fuera recordó las bolsas del dinero y volvió presto a la habitación en la que

no se veía absolutamente nada pero a tientas llego hasta el escritorio y recuperó las

cuatro bolsas guardándolas en los bolsillos de sus calzones.

Cuando salió al exterior medio tiznado por el humo todos corrieron hacia él para

interesarse por la suerte del marques. Fue en ese momento cuando Rufo se dio cuenta

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de lo ocurrido y pensó que había sido un rayo el que lo había fulminado y prendido

fuego al torreón.

Durante toda la noche intentaron dominar el fuego sin conseguirlo pero la torrencial

lluvia impidió que éste destruyera totalmente la posada y ni siquiera afectó al exterior

del torreón.

A la mañana siguiente comprobaron que en el interior del mismo desde el suelo hasta

el techo, incluida la escalera, se había consumido todo y a nadie le extraño no

encontrar ni rastro del marqués, pensaron que sus cenizas estarían mezcladas con las

del resto de las maderas y objetos calcinados.

Sin apenas descansar Rufo salió a pasear bajo la lluvia que había amainado y poco

después cesado dejando paso a un espléndido cielo azul y regresó a la posada

empapado pero tan hambriento que sin preocuparse por sus ropas mojadas se sentó en

una mesa para dar cuenta del almuerzo que la posadera dejó sobre ella junto con los

cuatro reales y se sentó a su lado.

Mientras Rufo daba buena cuenta de la pitanza la posadera le dijo que extrañamente

todas las pertenencias del marqués habían desaparecido como por arte de magia

incluido su cabalgadura. Entonces el corazón de Rufo dio tal sobresalto que casi se

para y echo rápidamente mano a sus bolsillos, pero se tranquilizó al comprobar que

las bolsas seguían en su sitio.

- Seguramente al saber de su muerte algunos menesterosos sin escrúpulos habrán

dado buena cuenta de todo mientras nosotros tratábamos de apagar las llamas en el

Torreón añadió la posadera.

Entonces se acordó de la carreta y los animales y se estremeció pensando en que

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también pudieran habérselos llevado, pero en esos momentos entró el carretero en la

estancia y dirigiéndose a él dijo.

- Supongo que sois Rufo…, Pues bien en el establo están la carreta y los animales que

el marqués compró en la Feria para usted, si no manda nada mas me vuelvo para

León con unos peregrinos que parten hacia allí.

Y extendió la mano no se sabe bien si con ánimo de despedirse o esperando alguna

propina. Rufo miro en esos momentos a los cuatro reales de ida y vuelta entre la mesa

y el mostrador y pensó que ya era hora de deshacerse de ellos de una vez por todas.

- Tomad buen hombre para que se os haga mas corto el camino de vuelta.

A la mañana siguiente Rufo aparejó el percherón a la carreta y a la mula y al burro los

ató a la parte trasera y se despidió de la posadera a la que quiso agradecer con

algunos reales las atenciones recibidas en la posada.

- Aunque pasaseis aquí el resto de vuestros días no tendríais que pagar ni un real, el

señor marques dejó en depósito suficiente oro para ello…, Id con Dios buen hombre

y en mi posada seréis siempre bien recibido tanto vos como vuestra familia pues

vuestra presencia me ha traído mucha suerte aunque se haya quemado el torreón.

Ya lejos de la Posada cuando Rufo se aseguró que nadie podía verle sacó las bolsas

de sus calzones y se puso a contar los dineros.

Sus matemáticas no alcanzaban para mucho pero en tres bolsas había tantos reales

como diez veces los dedos de sus manos y en la de los ducados la mitad, o sea que de

la noche a la mañana se había convertido en el hombre mas acaudalado de la aldea y

hasta podría si quisiera comprarle las tierras al señor Conde.

Pero pensó que mientras pagara los tributos al conde podía considerar las tierras

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como suyas. A continuación abrió algunos sacos y comprobó otros con el tacto

llegando a la conclusión de que el marqués había comprado toda clase de semillas.

Su cuerpo era muy pequeño para albergar tanta felicidad y su único pensamiento era

como explicar a su familia lo ocurrido pues la realidad no la iban a creer nunca y

mucho menos cuando les dijera que nunca estuvo en la Feria y comprobaran que en la

entrepierna de sus calzas todavía estaban los reales que Rosa le había cosido.

En las profundidades del infierno Satanás maldecía una y otra vez su mala suerte al

haber sido derrotado por un patán y sobre todo no acertaba a adivinar que fallo había

cometido para ser descubierto.

Pero de vez en cuando se consolaba por que a pesar que nadie relacionó los hechos de

la posada como obra del Príncipe de las Tinieblas y de que pese a que en su fachada

siguió rezando el cartel de "LA POSADA DORADA", a partir de entonces y aun

hoy cuando algún caminante observa sus ruinas, el torreón y las pocas piedras que

quedan en pie, siempre recuerda que aquello fue:

"LA POSADA DEL DIABLO"