La Paz Porfiriana

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La paz porfiriana (1era de 2 partes) Teresa Urrea (La Santa de Cabora) y la represión en Tomochic La historia que hoy compartiré con ustedes, tuvo lugar en los pueblitos de Cabora SON y Tomochic CHIH (248 hab., y 2,404 hab., poblaciones actuales respectivamente) si ahora son pequeñas, en esos tiempos ¿pos que les digo? ¡lo eran más y con mucho! Para fines del siglo XIX (1891) Tomochic contaba con una población de 300 habitantes apenas. Existía una triada que mantenía asolados todos los rincones de nuestro país y era la conformada por: la iglesia, los hacendados y el gobierno. Como podrán ver, no teníamos mucho rango pa´ donde movernos, si no recibíamos abuso por parte de unos era por parte de otros y cuando no, había alianzas entre ellos pa´ cercarnos los caminos. Contra estás figuras representativas del poder, era que nosotros nos rebelábamos…, pero ante cualquier levantamiento, no tardaban en llegar las fuerzas militares del gobierno para sofocarnos, acusándonos, en el mejor de los casos, de revoltosos. Normalmente, estas situaciones se manejaban como conflictos locales, difícilmente nos enterábamos de lo que ocurría en otras partes del

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La paz porfiriana (1era de 2 partes)

Teresa Urrea (La Santa de Cabora) y la represión en Tomochic

La historia que hoy compartiré con ustedes, tuvo lugar en los pueblitos de Cabora

SON y Tomochic CHIH (248 hab., y 2,404 hab., poblaciones actuales

respectivamente) si ahora son pequeñas, en esos tiempos ¿pos que les digo? ¡lo

eran más y con mucho!

Para fines del siglo XIX (1891) Tomochic contaba con una población de 300

habitantes apenas.

Existía una triada que mantenía asolados todos los rincones de nuestro país y era

la conformada por: la iglesia, los hacendados y el gobierno. Como podrán ver, no

teníamos mucho rango pa´ donde movernos, si no recibíamos abuso por parte de

unos era por parte de otros y cuando no, había alianzas entre ellos pa´ cercarnos

los caminos.

Contra estás figuras representativas del poder, era que nosotros nos

rebelábamos…, pero ante cualquier levantamiento, no tardaban en llegar las

fuerzas militares del gobierno para sofocarnos, acusándonos, en el mejor de los

casos, de revoltosos.

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Normalmente, estas situaciones se manejaban como conflictos locales,

difícilmente nos enterábamos de lo que ocurría en otras partes del país, la paz no

era lo que reinaba en México; eran el terror y la muerte.

Se dice que durante un banquete, el diputado Alfredo Chavero comentó: “el

general Díaz ha formado un pedestal de sangre y cañones para levantar sobre el,

la estatua de la paz.”

Y no estaba lejos de la realidad, podemos decir que de todos los crímenes del

porfirismo, los cometidos contra los pueblos de la sierra de Chihuahua: Tomochic

y Temosáchic fueron, al parecer los más monstruosos. Ni en Río Blanco se

inmolaron más víctimas al dios de la paz, ni se usaron métodos tan inhumanos y

sádicos como en estos dos pueblos serranos.

Aparte el heroísmo de los hombres de Tomochic, que parece una lección extraída

de las mejores páginas de la historia de Esparta, interviene en este caso un hecho

insólito: el de que la inspiradora de la lucha y de la resistencia contra la agresión

haya sido una jovencita de apenas 18 años, Teresa Urrea, con cuyo nombre en los

labios fueron al sacrificio los rudos serranos tomochitecos.

Al grito de “¡Viva Teresa Urrea!” los valientes tomochitecos se enfrentaron a las

fuerzas federales.

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José Guadalupe Posada, publicado en el Gil Blas, 1892.

Imagen tomada del libro: José Guadalupe Posada. Ilustrador de la vida mexicana,

México, Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, CONACULTA, 1992, p. 317.

Teresita Urrea, oriunda de Ocoroni SIN., nació un 15 de octubre de 1873 y para

no hacerles la historia muy larga solo les comentaré que a la edad de 12 años

comenzó a enfermar de lo que se conocía como ataques catalépticos, en uno de

dichos ataques la niña se dio por muerta, todos la vimos tiesesita, tiesesita y con

un “sincolor” propio de los difuntitos.

Por eso cuando la vimos caminando nuevamente, ¡”pos” no podíamos dudar de

que estábamos presenciando un milagro!

Notamos un cambio en su mirada y comenzaron a pasar cosas extrañas, a todos

los que íbamos a su casa nos entraba una paz inexplicable, salíamos fortalecidos y

animosos, con una gran confianza de que encontraríamos solución a cualquier

problema que tuviéramos.

Y ya no se diga de que muchos de los que iban; llegaban buscando cura para sus

dolencias, y estos se curaban cuando ella ponía sus manos sobre ellos, era cosa de

no creerse, vaya que en esos tiempos pasaron cosas extraordinarias.

Al poco tiempo su fama trascendió los límites del pueblo y no tardaron en llegar

personas de otros lugares.

La niña Teresita, además de brindar consuelo y cura a los que la visitaban, resultó

que no nomás se dedicaba a las cosas propias de los santos…, ¡no!… a la niña le

dio por predicar “doctrinas muy libres” las llamaban algunos; solía afirmar

que “todos los actos del gobierno y del clero eran malos” ¡háganme ustedes favor!

y “aluego” con las condiciones que prevalecían en el país, ¡pos era como tirar un

fósforo en un tambo de kerosene!

Para realizar el viaje de Tomochic a Cabora, había que cruzar la Sierra Madre

Occidental, lo cual se complicaba debido a la orografía del lugar:

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La gente de Tomochic era gente hacendosa y profundamente religiosa.

Además del pequeño ganado que poseían y la siembra de sus parcelitas, tenían

que completar sus dietas mediante el arte de la cacería de la fauna que habitaba

cerca de sus poblados, dicha práctica los hacía excelentes tiradores. Esas

habilidades les darían muchas victorias sobre las huestes porfiristas en diversas

ocasiones.

Los pretextos para atacar a los pobladores de Tomochic no faltaban, pero de

fondo, era su espíritu indómito e indoblegable ante las injusticias de las cuales los

querían hacer presa, lo que provocaba al gobierno para incursionar con las armas.

Ante las ofensivas por parte de los federales, los hombres de Tomochic salieron

rumbo a Cabora para pedir consejo y bendiciones de la santa; en el camino fueron

atacados en dos ocasiones por los federales y en ambas ocasiones los soldados de

Don Bigotes, fueron repelidos.

En esta visita, Teresita curo a un hombre de un tumor y mencionó que este

hombre se parecía a San José, ¡nombre, no lo hubiera dicho!, a partir de estas

palabras, a Tomochic llego la información toda deformada por la fanaticada y se

decía que la Santa de Cabora había dicho que esta persona era el mismísimo San

José, así que esto provocó que los pobladores de Tomochic desconocieran a partir

de ese momento toda autoridad eclesiástica y gubernamental.

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“Pos” ya teniendo a San José encarnado, no tardaron en aparecer otros miembros

de la corte celestial (por un lugar apareció un Jesucristo y dos santas más:

Carmen Ma y Barbarita) aquello era una efervescencia de misticismo. Además, la

santa de Cabora estaba facultada para administrar cualquier sacramento, ¿para

que querían curitas ambiciosos y explotadores como los que habían llegado? Así

que los habitantes de Tomochic ni tardos ni perezosos los pusieron fuera del

pueblo.

El gobierno no era ajeno a todo ello, por lo cual trataron de “negociar” con los

tomichtecos, considerando que “negociar” en términos tuxtepecanos significaba

rendición incondicional incluyendo aceptar se aplicará a la población la ley fuga,

la leva, la deportación o la esclavitud. Los tomichtecos se pronunciaron en forma

unánime: antes morir que rendirse.

El gobierno mando una primera remesa: 200 soldados para someter al pueblo

rebelde. Recordemos que la población total de Tomochic era de 300 personas

(hombres, mujeres, niños y ancianos). Aún así los tomichtecos lograron vencerlos

gracias a su excelente puntería y el conocimiento preciso que tenían de sus

territorios.

El gobierno estaba dispuesto a dar un castigo ejemplar en esa zona para hacer

desistir otros movimientos que ya se estaban gestando en otras partes de la

república.

Uno de los generales propuso expulsar a Teresa de Cabora para dispersar ese

lugar como centro místico de la población, ¡nombre! pos eso nomás agravó la ya

de por si difícil situación. Viendo que otros pueblos se levantaban, fue que

decidieron exiliar a la santa rumbo a USA, esa jovencita de aspecto inofensivo,

tenía en jaque a todo el aparato gubernamental de Porfirio Díaz.

Los hechos de Tomochic eran divulgados apenitas por la prensa, la cual los hacia

ver como una comunidad de locos fanáticos. Locos fanáticos que ha falta de

líderes que los condujeran a la libertad y a la reivindicación de sus derechos,

tomaron a la Santa de Cabora como emblema de lucha por su más que justificada

causa.

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En la segunda parte, veremos como es que se dieron los hechos del ataque a esta

población y como fue la resistencia de estos valientes.

¡ Gracias y hasta la próxima!

Etiquetas: 1892, antecedentes de la revolución, chihuahua, Cruz

Chávez,Heriberto Frías, Joé Guadalupe Posadas , la santa de Cabora, Lorenzo

Torres,Porfirio Diaz, revolución, Rosendo Márquez, Tomochic

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CATEGORÍASRevolución 1910

La paz porfiriana (2da y   última)

9OCT

La paz porfiriana (2da y última)

Teresa Urrea (La Santa de Cabora) y la represión en Tomochic

@JuanaGallo1910

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En la entrega anterior vimos como la imagen de la Santa de Cabora influyó en

forma determinante sobre los acontecimientos que se suscitaron en el poblado de

Tomochic, en esta entrega les compartiré la lucha que libraron estos valientes

pobladores de esta localidad.

20 oct 1892 inicia el combate.

Por parte de las fuerzas federales iban: 5 batallones, 150 guardias nacionales de

Sonora y un cuerpo de voluntarios, en total 1,500 hombres bien armados.

Por parte de los pobladores de Tomochic: 105 hombres de los cuales 40 salieron

con instrucciones secretas de su líder Cruz Chávez, quedando en el pueblo 65 a la

espera de los 1,500 federales, a una razón de 23 federales por cada tomichteco,

¿bien pareja la cosa, verdad?

Para Tomochic ya no había alternativas, la rendición equivalía a la muerte o lo

que era peor; la esclavitud. Decidieron entonces morir, pro cobrando un precio

muy alto por sus vidas.

Los federales fueron hostigando al pueblo con artillería, atacaron los lugares

donde se aprovisionaban los alimentos, decidieron ir quemando casa por casa, de

la periferia hacia el centro, eso hacia que las mujeres y los niños fueran a

refugiarse a la iglesia. Los soldados iban saqueando las casas de lo que

encontraban aprovechable, principalmente gallinas y cerdos. Sin embargo los

hombres de Tomochic, siguieron dando batalla a los soldados en forma estoica.

José Guadalupe Posadas

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Los acontecimientos de Tomochic (1892)

Durante los primeros días, los federales fueron duramente repelidos por los

tomichtecos, cuando el combate ya llevaba cinco días, solo quedaban en pie la

casa del líder Cruz Chávez y la iglesia. Las soldaderas de los federales eran las

encargadas de ir por agua para las tropas, y aunque tenían que cruzar por donde

podían ser muertas por los tomichtecos, estos nunca les tiraron una bala, ante

todo eran unos caballeros; otro acto de caballerosidad de los defensores de

Tomochic, fue el liberar a los prisioneros de guerra que tenían capturados,

Cuando Cruz Chávez vio como se estaban dando las cosas decidió liberarlos para

que no fueran incendiados, ellos no tenían porque participar del sacrificio

colectivo del pueblo.

El 11º batallón de los federales, fue el encargado de entrar a incendiar la iglesia

donde se refugiaban los niños, los ancianos y las mujeres que hasta ese momento

habían sobrevivido. Estos soldados tuvieron que cruzar a través de las balas de los

tomichtecos o afrontar las balas de sus compañeros si retrocedían, muchos no

llegaron hasta la iglesia.

Finalmente los que lograron llegar a la iglesia, procedieron a quemarla, aquello se

convirtió en un infierno, gente que se tiraba desde lo alto de la torre en un acto de

desesperación o que al salir huyendo de las llamas eran cazados por soldados

apostados a corta distancia, los menos lograron llegar a la casa de Cruz Chávez,

su último reducto.

El general Rangel volvió a exigir la rendición incondicional y como respuesta tuvo:

o ¡No nos rendimos! ¡Viva la Santa de Cabora! ¡ Viva Santa María Tomochic! ¡Viva la libertad!

Lo único que se pidió, es que dejaran salir a las familias de quienes habían muerto

ya en la lucha: 40 mujeres y 71 niños. Los demás se quedaron a seguir peleando al

lado de estos valientes hombres.

Ya habían pasado ocho días de hambre, vigilia y terror.

El último día de esta batalla es impresionantemente descrito en el

libro“Tomochic” de Heriberto Frías.

Las casas incendiadas refulgían en la noche, los perros aullando a los lados de los

cadáveres de sus amos espantando a los cerdos para que no se comieran los

cuerpos de los mismos, aquello resultaba una escena sustraída de “La Divina

Comedia”.

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Ya solo quedaban once hombres junto a Cruz Chávez quienes se lanzaron en un

último y feroz ataque contra los federales, fueron recibidos por las balas del

gobierno de Porfirio Díaz, dando como resultado cuatro muertos y siete heridos.

Cruz Chávez se encontraba entre los heridos y dirigiéndose al general Lorenzo

Torres le dijo:

-Tengo mucho gusto en conocerlo, solo lamento no haberlo hecho antes –

Chavéz pidión un trago y que lo fusilaran ahí mismo, en el sitio donde también

había caído su hermano menor, quien aún con seis balas en el pecho tuvo la

fuerza aún de clavar un puñal a uno de los enemigos.

Los sietes heridos fueron rematados ahí mismo, yendo en contra de las leyes de

guerra y del honor que deben prevalecer en los cuerpos militares. Los que aún

pudieron hablar, murieron invocando el nombre de Teresa Urrea.

El saldo final fue de 150 tomichtecos muertos (65 guerrilleros y 85 civiles), contra

600 muertos federales en esa batalla, cuatro federales por cada tomichteco

asesinado.

Los sobrevivientes fueron conducidos a ciudad Guerrero, donde entraron a

tambor batiente el 3 de noviembre de 1892, era una “gloriosa victoria”

tuxtepecana.

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El general Rosendo Márquez terminaba así su parte oficial a la Secretaría de

Guerra: “En vista del enérgico castigo sufrido por los fanáticos de Tomochic, creo

que será difícil una nueva revolución, pues los pueblos y la gente laboriosa de las

rancherías han quedado agradecidos de la eficacia con que el supremos gobierno

nacional ha protegido sus vidas e intereses. Libertad y Constitución. Cuartel

General en Ciudad Guerrero, Chih., el 15 de noviembre de 1892. Gral en jefe de la

2ª Zona Militar, Rosendo Márquez”.

En el Diario del Hogar del 20 de diciembre de 1892 se podía leer: “Sabemos cuál

fue el origen de esa desastrosa revolución: no fue el fanatismo, como se dijo, sino

la propia defensa de sus vidas amenazadas, de su honra y de sus intereses

atropellados por graves violaciones”

El agradecimiento del pueblo ante este “ejemplar castigo” al pueblo de Tomochic

pronto habría de tener respuesta, los 40 tomichtecos que salieron del pueblo por

órdenes de Cruz Chávez retomarían la lucha en Temosáchic, pero esa es otra

historia.

Los sucesos acontecidos en este pueblo fueron llevados a la literatura, bajo la

pluma de Heriberto Frías, quien desacató la orden de no revelar bajo pena de

muerte, las acciones de campaña de dicha gesta. Heriberto Frías participo de los

hechos como teniente así que su testimonio es de primera mano.

Les dejo una liga para que puedan leer este libro, bajo la premisa de que se utiliza

con fines meramente de divulgación y sin intereses comerciales:

http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/tomochic/caratula.html

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Y esto es todo por el día de hoy, agradezco su atención a la presente colaboración.