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191 LA PAX ROMANA FRANCISCO A. MUÑOZ Instituto de la Paz y los Conflictos Universidad de Granada El interés general para estudiar la pax, el término paz de la socie- dad romana, está claramente explicitado en la introducción al presen- te libro, sin embargo es conveniente insistir en algunos aspectos par- ticulares. El significado histórico de la experiencia romana y de cada uno de los elementos esenciales que la configuraron debe ser entendida en una doble dimensión temporal, pretérita y futura, en la medida en que fue heredera de las experiencias anteriores y a su vez transmitió sus propias (re)elaboraciones. Parte de esta experiencia fue la construc- ción de un gran imperio que impulsa, recrea y utiliza una antigua trama mediterránea, construida a lo largo de siglos, con la participa- ción de innumerables sociedades (fenicios, cretenses, griegos, carta- gineses, etruscos, etc. —por sólo citar lo más significativos—). Sobre ella superpuso una centralización hasta entonces desconocida con prácticas de subordinación, coerción y explotación, sobre todas las comunidades y pueblos de las riberas mediterráneas. Todo ello le confiere un interés especial a las relaciones de esta práctica —impe- rialismo— que inicialmente aparece como completamente contradic- toria con la pax, aunque, como veremos más adelante, incluye el uso de la diplomacia y otras regulaciones pacíficas.

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LA PAX ROMANA

FRANCISCO A. MUÑOZInstituto de la Paz y los Conflictos

Universidad de Granada

El interés general para estudiar la pax, el término paz de la socie-dad romana, está claramente explicitado en la introducción al presen-te libro, sin embargo es conveniente insistir en algunos aspectos par-ticulares.

El significado histórico de la experiencia romana y de cada uno delos elementos esenciales que la configuraron debe ser entendida enuna doble dimensión temporal, pretérita y futura, en la medida en quefue heredera de las experiencias anteriores y a su vez transmitió suspropias (re)elaboraciones. Parte de esta experiencia fue la construc-ción de un gran imperio que impulsa, recrea y utiliza una antiguatrama mediterránea, construida a lo largo de siglos, con la participa-ción de innumerables sociedades (fenicios, cretenses, griegos, carta-gineses, etruscos, etc. —por sólo citar lo más significativos—). Sobreella superpuso una centralización hasta entonces desconocida conprácticas de subordinación, coerción y explotación, sobre todas lascomunidades y pueblos de las riberas mediterráneas. Todo ello leconfiere un interés especial a las relaciones de esta práctica —impe-rialismo— que inicialmente aparece como completamente contradic-toria con la pax, aunque, como veremos más adelante, incluye el usode la diplomacia y otras regulaciones pacíficas.

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También Roma dejó una amplísimo legado que trascendió los lími-tes del propio Mediterráneo y del que, aún hoy, reconocemos sus ves-tigios (lengua, normas jurídicas, religión, arte, cultura en general, etc.).Todo esto hace que el conocimiento de las ideas, normativa y circuns-tancias que reglamentaban y sustentaban las relaciones de unos gru-pos con otros —internos y externos— tenga un gran significado ytrascendencia para la investigación.

Etimológicamente Pax es el nombre de una acción del género fe-menino de la raíz *pak- = «fijar por una convención, resolver median-te un acuerdo entre dos partes», también de *pag- que define sobretodo un acto físico. De estas raíces también derivan otros términoscercanos como pango, pacit, pacunt, pacere, paciscor, pactus, paco,pacalis, etc. Además, se da la circunstancia de que todas las lenguasrománicas son herederas de este término: paz, pace, paix, pau inclusola peace inglesa tienen sus antecedentes etimológicos, en la pax-acisromana. También cabe señalar que el significado de la Paz no se limi-ta al uso del término pax-cis sino que su campo conceptual es amplia-do y perfilado con la ayuda de otros sustantivos y construccionesgramaticales y conceptuales que exceden con mucho los límites deeste trabajo.1

La bibliografía sobre la pax, sin embargo, no ha sido todo lo abun-dante que cabe imaginar2 y parece como si la ausencia de una defini-ción del concepto de «Paz» hubiera hecho que la historiografía semoviera en una cierta ambigüedad no resuelta al optar por identificarel concepto de Paz con la ausencia de guerra, asociada a las dinámi-cas de la política exterior, diluyéndose, de esta manera, significadospresentes en otros ámbitos sociales. Finalmente, la riqueza de tal tér-

mino ha pervivido hasta nuestros días, de tal forma que funcionacomo deseo, anhelo, etc. hasta llegar a convertirse en una categoríaanalítica.3

La pax probablemente apareció en el ámbito doméstico y localcon unos significados limitados al acuerdo entre las partes. Pero pare-ce como si hubiera acompañado a las vicisitudes de Roma teniendoque definir distintas instancias de acuerdos entre diversos actores.Así, debió de adaptarse a las nuevas realidades marcadas por la hege-monía en el Lacio, la conquista de la península itálica y del Medite-rráneo y al nuevo estado definido por el imperialismo, pero tambiéntuvo que incluir las disputas y litigios internos, especialmente la guerrasciviles.

Basta con ver la entrada pax en un diccionario o enciclopedia lati-na para comprobar los múltiples significados que adquiere a lo largode su pervivencia: acto físico, fijar la convención entre dos partes;pacto, asentamiento, paz, pacto garantizado (bendecido) por los dio-ses; respeto hacia el otro, consentimiento y acuerdo con el otro; cua-lidad de la vida, estado de seguridad; amistad; tiempo de paz; paz enla muerte, en la tumba; tranquilidad de mente, serenidad; equidad;pax romana (estado de orden y seguridad del imperio romano); perso-nificación en la divinidad; calma, imperturbabilidad de los dioses;interjección.4 Toda esta riqueza se puede comprobar en su presenciaen la mayoría de los autores latinos a lo largo de la pervivencia deesta lengua, con lo que, evidentemente, se incrementan los maticescontextuales e históricos de sus significados.

Aunque tantas acepciones pudieran llevar a error, la coincidencialéxica no es banal, pues en su propia trayectoria histórica, experien-cial y semiótica, acumula circunstancias en las que los conflictos seregulan pacíficamente, es decir intentando acercar las situaciones departida al diálogo, la cooperación, la negociación, la justicia, etc. Tam-bién, se puede argumentar que la pax romana enmascara situacionesde violencia. No tenemos la menor duda de ello, alguna de estas sali-das las veremos en este mismo trabajo, y también han sido las másestudiadas. Sin embargo nosotros queremos enriquecer nuestra pers-

1 . Cf.: ERNOUR, A. - MEILLET, A. (1967) Dictionaire Etymilogique de lalangue latine, París; Paulys Realencyclopädie der Classichen AltertunsWissens-chaft XVIII, 4, 2430-6. Una de las primeras referencias de la raíz pac- la encon-tramos en la Ley de las Doce Tablas. Sobre las regulaciones pacíficas en la Romamonárquica véase en este mismo volumen el capítulo de María Eva FernándezBaquero.

2 . Cf.: CICCOTTI, E. (1971, ed.an. 1901) Guerra e pace nel mondoantico, Roma; ZAMPAGLIONE (1973) The Idea of Peace in the Antiquity,Notre Dame [edición original en italiano: (1967) Guerra e pace nel mondoantico,Turin]; SORDI, Marta (1985) Pax romana, SORDI, M.(d): La Pace nelmondo antico, Milano; MELKO , M - WEIGEL, R.D. (1981) Peace in theAncient World, North Carolina; HINARD, François (1992) Pax Romana. Nais-

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sance et signification, CHAUNU, Pierre (d.) (1993) Les fondements de la paix,París, 63-78.

3 . Estos aspectos están desarrollados en la introducción del presente volu-

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pectiva con significados que hasta el momento no han sido demasia-do estudiados.

La presencia del sustantivo pax es una constante prácticamente a lolargo de toda la historia de la lengua latina, de la historia de Roma.Casi todos los grandes autores latinos, desde Plauto a Justiniano, pa-sando por Cicerón, Salustio, Varrón, Virgilio, Livio, Lucano, Ovidio,Plinio, Séneca, Valerio Máximo, Suetonio, Tácito, Servio, etc, utilizanla pax para definir diversas actividades de las sociedades romanas.5

Sin duda, esta ingente información, nos permitiría hacer distintos ti-pos de aproximaciones por autores, géneros literarios, momentos his-tóricos, temáticas, etc., lo que supera ampliamente los objetivos deeste trabajo. Siendo conocedores de tales limitaciones intentamos daruna primera perspectiva global sobre tal problemática.

Finalmente, ante tal cúmulo de información, es importante fijar losobjetivos que perseguimos con este trabajo: demostrar que la pax enRoma es concepto útil para gestionar la problemática, la conflictivi-dad, del grupo(s) de procedencia, adquiriendo una enorme potenciali-dad discursiva y normativa para definir el horizonte hacia el cualdebe de orientarse la sociedad.

Optamos, inicialmente, por tres grandes apartados, correspondien-tes con ámbitos diferentes de actuación: local y personal, la res-publi-ca y el Imperio. Esta división convencional tiene una cierta corres-pondencia cronológica puesto que las fases de la historia de Romapasan de un ámbito geográfico local, una pequeña aldea latina, a ungran imperio mediterráneo, por tanto las problemáticas sociales y po-líticas van progresivamente haciéndose más complejas. En ellos in-tentamos agrupar las diversas asociaciones que la pax establece conotros conceptos e ideas que, de esta forma, delimitan sus campos designificación.

Ahora bien, en este caso la transición de una situación a otra enprimer lugar no se produce mecánicamente y, en segundo lugar, cree-

mos que una etapa no supone la superación radical y el olvido de lospresupuestos anteriores. Es decir en el término pax se acumulan, lógi-camente con algunos cambios, acepciones de las etapas precedentes,que mantienen, y ésta es nuestra principal hipótesis, un cierto nexocomún.

1. EL ÁMBITO DOMÉSTICO Y LOCAL

A lo largo de toda la literatura latina encontramos significados ubi-cados en la escala básica de las sociedades humanas: lo interpersonale intergrupal, justamente los ambientes donde se configura los nivelesprimarios de socialización y educación. Buenos ejemplos de estas rea-lidades los podemos encontrar por la propias temáticas de las obras enlos géneros satírico y poético. La definición de las relaciones persona-les nos amplía grandemente su campo conceptual. La guerra, propia-mente dicha, no existe entre las personas, por lo que la pax no actúaaquí para frenarla, sino con un significado más profundo y quizásoriginario.

La pax es considerada por los autores latinos en diversos pasajescomo una cualidad de la naturaleza, de esta forma su validez alcanzaa todos los seres vivos e incluso a otros agentes naturales, su «univer-salidad» es total. De esta manera la naturaleza impone sus condicio-nes de paz que, por otra parte, sólo podrán ser rotas cuando sus pro-pias constantes, cósmicas, astronómicas y climáticas, lo permitan. Así,las noches y los inviernos están reservados para la paz, son más pací-ficos que los días y las primaveras. Esta situación de suma tranquili-dad (completado conceptualmente por otium y tranquilitas como ve-remos más adelante) se convierte en el marco natural e ideal solamen-te perturbado por algunas acciones humanas. Y para reafirmar tal ideanada mejor que identificar la pax con la vida de los animales: ...sien-do así que hasta los animales y las fieras tienen paz entre sí; ... deella se alegran no sólo los humanos sino también los animales.6

men.4 . Cf.: ERNOUR, A. - MEILLET, A., Op. Cit; CARPETTIRII, D. P. - HENS-

CHEL, G. A. L. (1886) Glossarium Mediae et infimae latinitatis, Niort-London.5 . Hemos trabajado con más de 1.500 citas en las obras de 83 autores

(aunque no queden reflejadas todas en este trabajo). Como se puede comprobarmás adelante también lo hemos hecho con las emisiones monetarias. Quedaríasolamente por comprobar, por tanto, las referencias en la epigrafía lo que puede

que nos completase algunos de los aspectos que aqui tratamos. Un estudio parti-cular sobre Cicerón lo hemos desarrollado en: -- (1996) «Los significados de laspaz en Cicerón», Florentia Illiberritana, 7, 1996, 213-227.

6 . Luc. BC. 10, 332. R refiriendose a la naturaleza SenPhil. Ep. 95, 32; Cic.;leg. agr. .II, 9; Stat. Silv. 4, 4, 40 (Ahora, sin duda los tribunales latinos noenzarzarán sus disputas y la estación del ocio se halla en paz mientras el regreso

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1.1 Relaciones personales

La pax sirve para definir las relaciones personales a través de diver-sas expresiones que les da un significado humano, social, sincero ycomunicativo. Partiendo del estado de ánimo, de las emociones, delos sentimientos de la propia persona, la pax es una cualidad intrínse-ca de las personas que a continuación podría ser proyectada hacia lasdemás como saludo, a través del cual se expresan los deseos de salud,vitalidad y bonanza personal, familiar y doméstica. La pax se convier-te de esta manera en un valor que denota calidad de vida, estado deseguridad, amistad, tiempo de paz, paz en la muerte, en la tumba,tranquilidad de mente, serenidad, equidad. Es por esto que se convier-te en un saludo, en el que las personas se desean los mejor de simismo lo unos a los otros, respeto hacia el otro, consentimiento yacuerdo con el otro: pace tuae, uestra, etc. La aparición de estos sig-nificados en Plauto nos permite comprobar cómo desde los primerossiglos de la República era utilizado: ir en son de paz, hablar por lasbuenas, llegar a un pacto, ver —percibir— en paz, hacer las paces,son algunas de las expresiones que hemos encontrado.7

Lógicamente estos enunciados los encontramos en otros autoresque practican géneros literarios cercanos o relatan situaciones másrelacionadas con vínculos interpersonales, y dentro de ellos, en parti-cular, los que practicaban la poesía elegíaca. Por ejemplo, Horacio(Nosotros cantamos los banquetes, nosotros los combates encarniza-

dos de las muchachas contra los jóvenes, con sus uñas recortadas, yasi estamos libres de amores o si algo nos abrasa, frívolos, para noperder la costumbre), Catulo (¿Quién puede ver esto, quién puedetolerar, si no es un sinvergüenza, un glotón y un tramposo, que Ma-murra posea las pingües ganancias de la/ Galia transalpina y de lalejana Bretaña?), Propercio (Amor es un dios de paz, a la paz venera-mos los enamorados: duras son las batallas que sostengo con midueña. Y todavía mi corazón no se atormenta con el dios oro, ninecesito saciar mi sed en copas de joyas preciosas, ni mil yuntas mearan en la fértil Campania, ni desgraciado me procuro bronces acosta de tu ruina, Corinto.), Tibulo (A ti te cae bien guerrear, Mesa-la, por tierra y mar, para que tu casa exhiba despojos de los enemi-gos. A mí, encadenado, me retienen las cadenas de una niña hermosay sentado estoy, como portero, ante tus puestas altivas), y en su casoOvidio (...la paz tranquila conviene a los humanos, la rabia salvaje alas fieras; Me agrada la paz y el amor que en medio de la paz heencontrado), etc. Como se puede comprobar defendían el amor, lavida contemplativa, integrada en la naturaleza, la sobriedad, las acti-tudes pacifistas, frente a las ideas dominantes de la lucha por el po-der, la ambición, la acumulación de la riqueza, la guerra, la gloriamilitar, etc.8

Otra manifestación lógica, derivada de lo anterior, la encontramos ensu relación con la amicitia que acentúa su carácter de relación de con-fianza y afecto desinteresado entre las personas, que alcanza a definirotras agrupaciones humanas, y, finalmente incluso a los estados. Pode-mos entender que estos presupuestos tienen su prolongación en una líneasentimental y de ligazón afectiva entre las personas. La pax —comohemos visto más arriba— aparece relacionada con el amor, la filantropíapor antonomasia, que además, como veremos más adelante cuando llegaa ser deificado, conserva también sus relaciones con la pax. En cualquiercaso estamos en el terreno de los sentimientos personales, de las emocio-nes, que acercan a los demás, que sirven para fortalecer los vínculos

de la recolección ha levantado las sesiones del foro). Ov. Met. 9, 94 (... Hasta losrios tengan tranquilo (pacem) cauce y se asiente todas sus aguas). En el mismosentido podría entenderse Serv. A. 11, 133, 7 (..., id est pacem temporalem et mediaminter bellum praeteritum et futurum)

7 . Pl. Am. 32; 388; 395; 957; 965 Mer. 514; 524; 678 (¡Oh Apolo! Tesuplico que graciosamente me concedas propicia paz, larga vida y salud a todaesta familia nuestra, y propicio tambien concedas a mi hijo entera tranquilidad[pace]); 953 (pace componi volo Meo patre cum matre); Rud. 698; Prop. Eleg. 2,1, 36; 13, 15; 25, 4 (con tu venia, con tu perdón); 3, 8, 34; 9, 19 (... esté a la paznacido...). 4, 5, 32; Enn. Ann. 207, ap;Varr. L. I, 7, 41; Liv. AUC 28, 37; ApulApol. 75, 22; Fest. Verb. 360, 14; 363, 6; Catul. Carm. 66, 71 (pace tua); Cic.Mur. 78; leg. III, 29; 35; Fam. VII, 17, 1; nat. deor. I, 79; Marc. 4; Fam. 1;Tusc. IV, 76; Tib. Eleg. 2, 5, 105 y Ver. A. 10, 31; Ov.; Ars. 2, 40; Met. 8, 48;15, 484; Pont. 3, 1, 7; 9; Phaed. App. 31, 4; SenPhil. Tro. 276; Oed. 286; Ep.

66, 46; Cl. 1, 1, 2; Stat. Theb. 3, 657; Vmax. Mem. 2, 1, 6, 8; Serv. A. 10, 31,5. Para terminar la muerte nos llevaría eufemísticamente a otro tipo de paz en laque desaparecerían todos los conflictos personales (Luc. BC. 9, 898); Sil. Pun. 1,11; Serv. A. 11, 107, 4. Cf: GLARE, P.G. (ed.) (1976) Oxford Latin Dictionary,Oxford, 1314-1315.

8 . Hor. Od. I, 7, 16-20; Cat. 1-5; Prop. III, 5, 1-6; Tib. I, 57-8; Ov. Ars. 3,500-2; An. 3, 2, 50 respectivamente. Cf. RAMÍREZ DE VERGER, Antonio

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sociales y garantizar la continuidad de la comunidad.9

Quizás, por todo ello, los estados de ánimo determinan en muchasocasiones el logro de la pax (¿Porque el tiempo de paz no causapreocupación?). Podría ser como el reconocimiento que un gobernan-te, sobre el que cae la responsabilidad política y militar de tomar lasdecisiones de la guerra o la paz, de sus sentimientos filantrópicos yhumanitarios —probablemente aprendidos en las instancias persona-les, familiares y domésticas anteriores—. Algo parecido ocurre con lamisericordia, como sentimiento de compasión hacia los sufrimientosajenos que incita a perdonarlos y ayudarlos para convertirse en unfactor de promoción de la paz.10

En un sentido similar aparece constantemente el deseo, la ilusión,individual y colectiva en que la paz se produzca; es hasta cierto pun-to una continuidad del ánimo. Séneca afirma: ... que una paz profun-da aumente a los pueblos, que todo el hierro lo ocupen las inocenteslabores de los campos y las espadas permanezcan ocultas. La rela-ción entre la pax y la spes (esperanza), la confianza de que algo quese desea ocurrirá o se alcanzará, aparece muy a menudo como un ho-rizonte de toda la sociedad romana. En el mismo sentido podríamoshablar de la fides (fe, confianza), una virtud que es sentida y que nosacerca a la pax, la creencia en un estado de cosas a pesar de que la

experiencia o la información disponible no parece confirmarlo.11

1.2 Virtud humana

En un nivel de abstracción superior al anterior, como parte de laideología colectiva, la pax es presentada como una cualidad de laspersonas adecuada a las normas y leyes morales colectivas, por ellocomo tal virtud tiene la capacidad de sintetizar casi todos los signifi-cados anteriores, representando la capacidad para vivir armónicamen-te con el entorno, sea este el individual, el grupal, e incluso interna-cional. Por tanto, al ser una virtud pública, debe de ser asumida porindividuos privados, por magistrados o emperadores, ocupando un lugarprivilegiado en el ideario colectivo, llegándose incluso a asignar unespacio en el discurso político del estado y del emperador, como vere-mos en apartados posteriores.

Este valor se ve reforzado, en un primer nivel, con otros sustantivostales como otium (ocio, tranquilidad), tranquilitas (tranquilidad) yconcordia (concordia, unión entre los corazones) con los que apareceasociada en muchas ocasiones, que, con significados cercanos y con-céntricos a la pax ayudan a definir y conformar más apropiadamentesu campo conceptual. A su vez sirven para reforzar los diferentes ám-bitos posibles (personales, domésticos, locales, etc.), y las interrela-ciones entre las diferentes escalas: «micro» y «meso», sobre las queestamos incidiendo en estos primeros apartados, frente a lo «macro»(Italia, provincias, Imperio,...). Cabe precisar que, justamente por estacercanía semántica, cabría la posibilidad de incorporar el estudio deestos propios sustantivos para conseguir los objetivos que en definiti-va perseguimos: detectar los ámbitos de acción de la paz. El potencialde uso de tales sustantivos es tal que posiblemente nos ayudasen a

(1991) «El otium de los elegíacos: una forma heterodoxa de vida», GASCÓ,Fernando - ALVAR, Jaime (eds.), Heterodoxos, reformadores y marginados en laAntigüedad clásica, Sevilla, 59-70

9 . Caes. Gal. 4, 18, 3; Nep. Vit. 8, 5, 2; Sal. Iug. 31, 24; HistFrAmp. 28;Curt. Alex. 4, 11, 5; Liv. AUC. 9, 3, 10; 33, 35, 5.; 34, 57, 8; 35, 48, 9; 40, 15,7; 41, 23, 18; 42, 46, 6; 43, 6, 9; 45, 11, 4; Perioch. 44, 4; Ov. Ars. 2, 175; Tac.Ann. 1, 10, 15. En relación con el amor y los sentimientos personales: Caes. Gal.1, 3, 2; Cic. Tr. 5, 2, 71 (La poesía es una labor alegre y requiere la paz delespíritu); Prop. Eleg. 2, 2, 2; 3, 5, 1, en particular en esta última cita proponevenerar -sacralizar- la paz de los amantes; Sal. HistFr. 1, 11, 7; CalpSic. Ecl. 4,146; Liv. AUC. 9, 19, 17; 28, 18, 1; 30, 13, 6; Ov. Am. 1, 6, 30 (¿ en medio dela paz que armas tienes? ¿Que harás al enemigo si así expulsas al amigo?; 2, 6,26 (... eres parlachín y amante de la paz tranquila); Rem. 20; 283 (aquí reina elamor y una paz...); Tac. Hist. 2, 101, 2; 5, 16, 19; Altercat. 68; Serv. A. 11, 253,2 .

10. Liv. AUC. 1, 38, 5; 3, 2, 12; 8, 1, 8; 6, 21, 8; 34, 37, 6; 40, 34, 9; 42,62, 10; 14; 44, 29, 8; 30, 43, 1; 34, 33, 9; 35, 28, 1; 36, 31, 12; 38, 48, 11; 31,24, 1; Ov. Met. 11, 624; SenPhil. Ep. 119, 6 [cita en el texto]; Stat. Theb. 1, 443;3, 296. Caes. Civ. 1, 85, 3. Véase más adelante su relación con la diosa Clemen-

tia.11. HerF. 929, esta afirmación nos recuerda la imagen de la Biblia de las

espadas y los arados (Cf. Isaias, 2, 4). Muchos años y kilómetros de separación(s. VIII a.C. en Jerusalem) para un mismo deseo. Véase también: Sal. Iug. 29, 3;65, 4; 66, 1; 108, 3; Rep. 1, 6, 2; Verg. A. 3, 543; Curt. Alex. 4, 11, 22; Liv.AUC. 6, 6, 18; 11, 5; 18, 2; 21, 9; 8, 20, 12; 23, 1; 8, 1, 10; 30, 4, 4; 7; 9; 25,2; 31, 2; 21, 13; 32, 10, 2; 16, 15; 35, 11; 36, 41, 5; 37, 4, 6; 6; 32, 36, 4; 37,6, 6; 31, 3; 40, 34, 12; 45, 6; 8, 4; 38, 3, 6; 41, 25, 7; 42, 43, 3; 42, 47, 2; 50,1; 42, 63, 3; 44, 25, 3; 25, 10; 39, 53, 2; 40, 10,10; Luc. BC. 5, 295; 6, 242; 10,468; Ov. Her. 19, 207; Quint. Decl. 348, 2; SenPhil. Ep. 87, 3; Stat. Theb. 2,

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conocer mejor muchas de las realidades sobre las que se proyectan.12

Igual sucedería con otros sustantivos y adjetivos que contribuiríana perfilar aún más el significado de la pax: libertas, reconciliata, ius-titia, opulentia, candida (blanca, radiante, bella, pura, integra), alma(que alimenta), placida, bona, florente pudicitia, clementia, honesta,hospitium, fortuna, uenian, caritas (indulgencia, condescendencia),petenda, secura, reconcilianda, pia, clara, optima y benevolentia. Denuevo abriríamos la realidad a su presencia a pesar de que en estoscasos la identificación conceptual es menor.13

Finalmente, el deseo es que tal virtus extienda al máximo su vali-dez, alcanzando el máximo de ámbitos tal como conseguían los atri-butos anteriores, pero también trascendiendo el tiempo. Esto se consi-gue acompañando a la pax con adjetivos que describen esta cualidad:universa, longa, aeterna, diuturna (duradera) perpetua, constans, sem-piterna y futura, convirtiéndose en una garantía de las condiciones devida de las sociedades y generaciones venideras, lo cual podría plan-tear la necesidad de pensar los requisitos contemporáneos para que tal

desiderátum fuese cumplido.14

Así, la pax se nos presenta como una categoría social, muy arraiga-da en toda la realidad romana que, como tal virtus, debe ser potencia-da por las personas con visión social y política —con sabiduría— porser necesaria para comprender las dimensiones de los acontecimientosy ser capaces de dar alternativas a los mismos ...[la sabiduría] noconstruye armas, ni murallas ni aparejos de guerra, fomenta la paz yexhorta a la concordia al humano linaje.15

1.3 Una diosa

La relación de la pax con los dioses nos indica un grado de penetra-ción en las diversas actividades humanas, tanto privadas —como esta-mos viendo ahora— como públicas e imperiales. Los dioses en si mismosdeben tener una vida eterna y serena con una profunda paz (deorumpacem), alejados de los asuntos mundanos para orientar, de esta forma,a los humanos: Entonces el género humano, depuestas la armas, mirepor propia felicidad y de todos los pueblos, se amen entre sí; que la pazextendida por el universo mantenga cerradas las puertas de hierro delbelicoso Jano. En este sentido se está contribuyendo a definir el hori-zonte utópico de la realidad deseada, por ello es necesaria la plegaria,la oración (precata deorum dearamque —rogada a dioses y diosas—) enla que se pide que los dioses intercedan para la consecución del findeseado bien en su conjunto, bien personificado en alguno de ellos talescomo Neptuno, Júpiter, Fortuna, Clementia, Jano, Mercurio, Vesta, Ida,Venus, Ceres (La paz alimenta a Ceres. Ceres es hija de la paz), Hércules,Amor, Pallas o Saturno (como dios de paz). En otras ocasiones se invocaa Venus para que, oponiéndose a Marte, regale a los mortales una tran-

425; Suet. VC. 21, 2, 5; Ser. A. 1, 443, 12; 3, 537, 14; 543, 1; 11, 414, 1. Conrespecto a la fides: Var. L. 5, 86; VitaPopRom. 92, 2; Curt. Alex. 4, 11, 6; Hor.Saec. (Fides et Pax et Honos Pudorque); Liv. AUC.; 32, 10,, 2; 40, 34, 12; 45,8, 4; ManAstr. Astr. 2, 590; Luc. BC. 9, 1102; Ov. Met. 3, 128; Flor. Epit. 1, 19,3; 31, 20; 2, 9, 73; 33, 48; Juv. S. 1, 115 (... Pax atque Fides, Uictoria, Uirtusquanque salutato crepitat Concordia nido); Zeno Tract. 1, 36, 30, 2.

12. Caes. Gal. 7, 66, 4; Sal. Rep. 1, 6, 2; LausPis. 169 (... Cum pace serenapublica securis exultent otia terris); Liv. AUC. 3, 68, 9; 4, 30, 2; SenPhil. Ep. 49,6; Stat. Silv. 1, 4, 74; VMax. Mem. 5, 3, 4, 14; Vell. Hist. 1, 12, 6, 6. Sal.HistFrAmp. 15; 54; 93; Rep. 1, 6, 5; Curt. Alex. 10, 8, 23; Liv. AUC. 2, 49, 2; 3,65, 7; 4, 7, 1; 6, 35 11; 7, 27, 1; 9, 19, 17; 24, 22, 17; 26, 26, 11; 34, 7, 1; 37,35, 7; Luc. BC. 1, 171; 249; Ov, Ars. 2, 460; Met. 1, 25; Fast. 3, 882; Quint.Inst. 6, 44, 8; 267, 3, 3; Stat. Theb. 3, 372 (quietas) ; 447; 12, 8; Ach. 1, 817;Stat. Ach. 1, 187; VMax. 2, 7, 1, 5 (serenus tranquilisque beatae pacis status);Vell. Hist.2, 103, 5, 3; 2, 125, 5, 8; Fest. Verb. 372, 3; Gaius Inst. 2, 101, 6;PlinIun. Pan. 16, 3, 5; 94, 2, 1; Sil. Pun. 5, 40; 7, 258; Sil. Pun. 16, 379; 683;Tac. Ag. 14, 2, 1; Dial. 40, 4, 3; Hist. 1, 54, 16; 1, 56, 18; 2, 20, 11; 2, 67, 6;3, 70, 16; 5, 10, 9; Ann. 12, 12, 3; 14, 39, 4; 15; Porph. Ep. 2, 1, 95; 2, 1, 102;Chalc. Poet. 11, 3; SHA Gall. 21, 5, 9; Tac. Ann. 13, 38, 2; Altercat. 69.

13. Liv. AUC. 1, 24, 3; 3, 61, 4; 8, 15, 1; 21, 24, 5; 32, 6; 28, 37, 4; 30, 21,9 33, 12, 2; 7; 4; 34, 3.; 34, 22, 4; 35, 46, 11; 37, 19, 2; 34, 7; 45, 19; 39, 10,5; 24, 1; 40, 25, 2; 42, 13, 5; 46, 4; 52, 8; 59, 10; 62, 3; Perioch. 15, 1; Luc. BC.1, 171; 4, 227; VMax. Mem. 5, 3, 5, 6; 4, 14; 7, 4, 1, 10; SenPhil. Cl. 1, 19, 8;Sal. HistFrAmp. 56; Tib. Eleg. 1, 10 45; Ov. Ars. 3, 502; Am. 2, 6, 26; Her. 19,

207. Tib. Eleg. 1, 10, 67; Ver. A. 7, 46; 8, 325; G. 2, 425; A. 1, 249; 7, 46; Stat.Silv. 1, 1, 16 AppVerg. Ciris. 356; Curt. Alex. 4, 11, 18; Hor. Ep. 2, 1, 102; Stat.Theb. 7, 541; 11, 165; Vell. Hist.2, 92, 2, 3; Luc. BC. 10, 332; SenPhil. Ben. 32,5; Stat. Silv. 3, 5; Flor. Epit. 1, 19, 3; AulGel. NA. 1, 3, 19; Sil. Pun. 2, 485; 11,592; 594; Tac. Hist. 2, 12, 13; 3, 53, 15; 81, 3; 4, 55, 5; Ann. 13, 38, 2; 14, 39,15; Altercat. 68; Ser. A. 4, 56, 19; 7, 42, 2; 601, 9; 17; 8, 325, 1; 10, 31, 3; 11,252, 4; 658, 1; 8; 660, 4; G. 1, 12, 10.

14. Ver. A. 7, 46; Curt. Alex. 4, 4, 21. Ver. A. 4, 99 y Sal.-z HistFrAmp. 5;Hor. Ep. 2, 1, 102; Liv. AUC .4, 45, 4; 2, 5, 2; 5, 27, 10; 6, 25, 6; 8, 13, 13; 9,

200 FRANCISCO A. MUÑOZ LA PAX ROMANA 201

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quila y plácida paz para los romanos16.Sin duda el que exista una deidad que represente a la Paz es la más

clara confirmación de su valor social. La entrada en el panteón de losdioses reservada para aquellos (as) dioses (as) cuyas virtudes o carac-terísticas han jugado un papel relevante a lo largo de la historia deRoma, nos confirma su carácter popular e interclasista —al mismonivel que la religión—, lo cual no es un inconveniente sino una cua-lidad que puede hacerla operativa, a la vez en la relación entre losdistintos grupos sociales, en la regulación de los conflictos entre ellosexistentes, y en la medida en que participasen del mismo valor, estepodría ser apelado por cualquiera de las partes para evitar los enfren-tamientos y favorecer el diálogo y la negociación.17

Por todo ello no es extraño que fuera invocada en diversas ocasio-nes por los distintos grupos romanos envueltos en contiendas bélicas,externas o internas. Tal es el caso de las guerras civiles, que enfrenta-ron a unas y otras facciones a grupos de las elites dirigentes romanasen el siglo I a.C; por eso es lógico que la proclamación de la pax deAugusto, también partícipe de la contienda civil, adquiriera el signifi-cado de paz interior (será el momento de adorar a Jano y con él laamable Concordia y a la Salud romana y al altar de la paz). Final-mente, y siguiendo con esta tradición en que la pax formaba parte del

discurso político de los emperadores —como queda también atesti-guado en las acuñaciones monetarias— Vespasiano y Domiciano con-sagraron un templo en el Foro de Roma que pasó a conocerse como«Foro de la Paz».18

La construcción del Ara pacis Augustea, cuyo programa estuvosupervisado por el Senado, fue tan significativa en lo político, comorepresentación simbólica e iconográfica de la renovación moral, quemerece la pena que nos detengamos algo en ello. En primer lugar sepretende exaltar lo que denominarían el Saeculum Aureum a través deimágenes que recuerdan la prosperidad, la abundancia, la felicidadperdurable. El motivo central es una divinidad maternal, probable-mente la Pax, aunque también relacionada con Venus, Ceres y Tellus(la tierra), sostiene a dos niños en sus brazos, su regazo esta lleno defrutas, coronada con amapolas y espigas que también aparecen a suespalda. En los pies de la diosa hay una res en reposo y un cordero, loque recuerda la fertilidad de la agricultura; a su derecha dos aurae querepresentan los vientos del mar y de la tierra, éstas están influencia-das, como otros elementos del ara, por la iconografía clásica griega.Refrendando estos mensajes, la profusión de zarcillos paradisíacos yde guirnaldas, simétricamente compuestos, unen la fecundidad y laabundancia con el orden y la ley. En definitiva, se resaltan las mani-festaciones de la pax, traida por Augusto, y aunque cabe recordar quetanto los motivos iconográficos como ideológicos se conocían conanterioridad, la novedad es unirlos y hacerlos depender de la virtusdel emperador. La «victoria», también asociada a la pax como vere-mos más adelante, sería otro elemento importante del programa icono-gráfico de Augusto que le hacía presentarse como la garantía de ununiverso sometido y estable.19

Es llamativo el carácter femenino de la Pax, con claros vínculos

3, 10; 38, 13, 2; 40, 34, 9; 42, 43, 6; 62, 6; Luc. BC. 1, 131; 2, 650; 5, 35; Ov.Fast. 4, 408; Stat. Theb. 3, 255; Vfl. Arg. 2, 386; Vell. Hist. 2, 110, 2, 5; Flor.Epit. 1, 27, 15; 2, 33, 48; Gaius Inst. 3, 94, 3; Juv. S. 15, 163; Suet. Ag, 29, 2,3; 14, 2, 1; Tac. Hist. 1, 67, 12; 84, 25; 88, 29; 4, 22, 3; Ann. 1, 17, 17; Altercat.67; Porph. Carm. 3, 5, 37, 3; 4, 15, 9, 3; Maur. LittSyllMetr. 1701; SHA. Sev. 22,4, 4; Ser. A. 4, 99, 1; 7, 42, 2; 601, 9; 11, 356, 3; 363, 2; 660, 4; Tac. Ann. 13,5, 1.

15. Stat. Theb. 6, 552. SenPhil. Ep. 91, 2; también: 28, 7; y Cic. prov. 39;Att. IX, 9a, 1; X, 1a, 1; Stat. Ach. Sulpicia, Conquest. 21; Tac. Ann. 2, 64, 5.

16. Lucil. Sat. 9, 354; Pl.-z; Amp. 1127; Mer. 678; Poen. 254; Rud. 698;Luc. BC. 1, 58-61; Lucr. DRN 2, 647; 1093; 6, 73; Verg. A. 3, 370; Grat.Cyneg. 407; Liv. AUC. 3, 5, 14; 8, 1; 4, 30, 11; 5, 52, 4; 6, 1, 12; 12, 7; 41, 9;7, 2, 2; 40, 5; 24, 11, 1; 27, 23, 4; 38, 46, 12; 39, 10, 5 [cita en el texto]; Luc.BC. 2, 273; 9, 1102; Ov. Met. 7, 705; 11, 624; Pont. 4, 14, 62; Nux. 145; Stat.Theb. 10, 684; Vfl. Arg. 4, 477; Suet. VC. 16, 1, 2 (.. ut legatos cum uirginibusUestalibus mitterent pacem...); Porph. Ep. 2, 1, 137; Zeno Tract. 1, 3, 11, 6;SHA Gall. 5, 5; Ser. A. 7, 259, 2; 10, 31, 3. Con respecto a la oración: Caes.Civ. 3, 17, 6; 19, 6; Sal. Iug. 47, 3; 46, 8; Verg. A. 10, 80; 11, 110; 414; Liv.AUC. 8, 1, 7; 32, 33, 1; 35, 25, 8; 40, 34, 9; Sil. Pun. 11, 559; Serv. A. 1, 183,

2; 10, 31, 1; 80, 3; 11, 414, 1; 415, 9. En relación con los dioses: Verg. A. 12,504; Liv. AUC. 2, 22, 6; Ov. Fast. 5, 665 (árbitro de la paz -Júpiter- y de laguerra entre los dioses); Stat. Theb. 10, 897. Verg. A. 11, 414; Luc. B.C. 1, 225;Luc. BC. 8, 427; ManAstr. Astr. 2, 590. CalpSic. Ecl. 1, 58 Hor. Ep. 2, 1, 255;Ov. Fast. 1, 287 (¡Jano, haz eterna la paz y los ministros de la paz); 3, 882;Vell. Hist.2, 38, 3, 3; HygAstr. Astr. 2,7, 2, 16 Liv. Perioch. 19, 25. Liv.Perioch. 29, 12. Ov. Am. 3, 2, 60; Ars. 2, 460; . Ov. Fast. 1, 704 [cita en eltexto]; 4, 407 SenPhil. HerF. 882.Prop. Eleg. 3, 5, 1; Flor. Epit. 1, 1, 106; Lucr.DRN 1, 31; 40; Verg. A. 11, 110; Sil. Pun. 6, 692; TerScaur. Orth. 18, 21; Ser.

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con otras deidades femeninas, frente a Marte, dios de la guerra. Mien-tras que los hombres (lo masculino) practican y usufructúan la guerra,la violencia, las mujeres (lo femenino) que no participan directamenteen la guerra, que son las encargadas de reproducir la vida con sumaternidad, su trabajo doméstico, encarnan la paz. La construcción degénero masculino/femenino crea esta dicotomía en la sociedad roma-na, de manera similar que en otras sociedades patriarcales, en la quehombres y mujeres juegan papeles sociales diferenciados, en este casoante la guerra (violencia) y la paz. Los dioses en cuanto reflejo ideo-lógico de la realidad, representan y reproducen estos presupuestos.

Como podemos apreciar la Pax como diosa, aunque mantiene supresencia en el ámbito de lo privado, sin embargo lo transciende paratener su actividad en el ámbito de lo público, incluso dominantementeen el grado más alto de institucionalización, el Estado. Por ello tienemayor importancia que su feminización no sea un hecho aislado sinoparalelo al de otras virtus de este campo tales como concordia, tranqui-litas, libertas —que también aparece en las monedas—, iustitia, etc.

2. PAX REPUBLICANA: LA PAZ DEL ESTADO

En este segundo nivel queremos agrupar aquellos significados dela pax que contribuyen a afianzar el régimen republicano romano, laarmonía de la res publica y de la instituciones que la componen:ciudadanos, asambleas, senado, magistraturas y ejército, principalmente.La pax, como vamos a comprobar en repetidas ocasiones, aparece con-tinuamente ligada a tales instituciones, ellas la necesitan, la defineny, sobre todo, la gestionan. Los buenos gobernantes saben conseguir yadministrar la pax, tal como afirma Tácito: Ellos decían que no eranmás que unos modestos senadores que en un república tranquila nobuscaban más que la paz. En consecuencia, los emperadores la asumi-

rán, la demandarán, definitivamente, como suya.20

Un buen ejemplo al respecto es la obra Ab Urbe Condita del histo-riador Tito Livio, destinada a ensalzar y a justificar la creación delImperio Romano de Augusto, del que se dice que llegó a ser amigopersonal. En ella, por firme convicción del autor, se defienden losfundamentos de la República, muchos de los cuales permanecieron,sin duda, en el Imperio. Se convierte por tanto, además de su granextensión en un referente ineludible para los tiempos anteriores. Enlos primeros libros de la citada obra se pueden ya encontrar los pilaressobre los que se conforman el estado romano. Las referencias a la paxson abundantes, ya sea de las derivaciones míticas del ciclo troyano,en la que coincide con el relato de la coetánea Eneida, o en la relacio-nes con los latinos en la constitución de la Roma monárquica.21

2.1 Pax entre ciudadanos.

El enfrentamiento entre diversos grupos de ciudadanos tuvo su ex-presión en Roma en las Guerras Civiles cuyas raíces y consecuenciasinmediatas se extienden al menos durante todo el siglo I a. C. pero quetienen su epicentro a partir del año 54 a. C. En este conflicto se vieronimplicados de una forma u otra amplios sectores de población y, parti-cularmente, las familias dominantes romanas. No es de extrañar que ental situación la necesidad y la esperanza de una paz que termine con laguerra civil sea continua. Esta preocupación quedó reflejada en la lite-ratura romana de aquellos momentos y los posteriores, un ejemplo sin-gular es representado por Cicerón que no sólo fue un protagonista di-recto de los acontecimientos sino también un buen relator de ellos,principalmente en la cartas a su amigo Ático. Consecuente con su ideade trabajar y gestionar la paz intenta hacer llegar sus reflexiones yconsejos a Pompeyo y Cesar para acabar con la guerra.

Un aspecto importante a destacar son los actores que considera

A. 1, 38, 10; 8, 116, 3; 10, 104, 8; 11, 253, 2.17. CalpSic. Ecle. 1, 54. Tib. I, 10, 45 s.; Hor., C. Sec. 57 s.; Petr. Sat. 124,

v. 249 s.; Dion. Cas. LXVI, 15, 1; Suet. Vespas. 9.18. Juv. 1, 115; Ov. Fast. 1, 709 (El propio poema nos ha conducido al altar

de la Paz); 3, 882 [cita en el texto]; PlinSen. Nat.12, 94; 34, 84; 35, 74; 102; 109;36, 27; 58; 102; Quint. Decl. 274, 9; 323, 8; Stat. Silv. 4, 1, 13; 13, 17; Aug. Anc.2, 44 (Ti. Ne[r]one P. Qui[ntilio consulibu]s [] aram [Pacis A]u[g]ust[ae senatuspro] redi[t]u meo co[nsacrandam censuit] ad cam[pum Martium,... AulGel. NA. 5,

21, 10 Juv. S. 9, 23; Mart. 1, 2, 8; Suet. VC. 9, 1, 1; SHA TyrTrig. 31, 10; Ser. A.1, 291, 2; 294, 1; 443, 12.

19. Cf.: ZANKER, Paul (1992) Augusto y el poder de las imágenes, Madrid,201- 229 especialmente; SETTIS, Salvatore (1988) Die Ara Pacis, KAISER AU-GUSTUS und die verlorene Republik, Berlon, 1988, 400-425.

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involucrados en el conflicto, y el papel que cada uno desempeña encada momento. En una lección de táctica política, no circunscribe lospartícipes a los líderes César y Pompeyo o Marco Antonio, sino queincluye a otros actores de la vida pública y política, en primer lugar alSenado, como máximo representante de la República y árbitro de to-das las situaciones, y después a los magistrados (cónsules, pretores,etc.), al pueblo romano, los aliados, etc. Este análisis es el que lepermite llegar a demandar y exigirse a si mismo, y a todos los hombresde buena fe, ser protagonistas activos de la marcha de los aconteci-mientos.22

Es fácil imaginar que propuestas como las aquí esgrimidas debie-ron de circular a lo largo de toda la contienda y a su vez debieronmovilizar a los suficientes efectivos como para tener repercusión en lasalida de la crisis. Ya hemos visto con anterioridad como el final de lamisma, proclamada por Augusto, estuvo también relacionado con laexaltación de la pax.

2.2 Pax ac bello. Pax frente a la guerra.

Pax ac bello es una expresión genérica muy frecuente que quieredescribir la realidad de las relaciones entre unos grupos y otros. Aun-que en la práctica queda relegada, en la mayoría de las ocasionesdefine las relaciones de Roma con otros pueblos, por lo que quedadelimitada para la política exterior romana.23 La dialéctica Paz-Guerrapretende comprender todas las dinámicas posibles en las que partici-pen grupos, o facciones romanas, y/o comunidades o pueblos exterio-res. Esta relación es fundamentalmente entre dos ideas, dos alternati-vas de articulación de la realidad, así aparecen en los textos, aunquetambién ligadas con prácticas concretas. La Guerra aparece como algoinevitable pero nunca deseado, la Paz como algo posible y deseado.

Es muy lógico que existiera tal oposición ya que son pocos los

años desde los inicios de la República en los que las puertas deltemplo de Jano estuvieron cerradas —lo que significaba que no habíaguerra—, lo cual creaba sin duda de ninguna clase una espiral deintereses y sentimientos contradictorios. Es por ello que tal binomioes una simplificación que no explica por sí mismo todas las realidadesexistentes. Esto forma parte de las limitaciones del lenguaje, de losprocesos en los cuales los propios romanos aprehendían la propia rea-lidad, limitados en su comprensión de los fenómenos que vivían y enlas ideas y conceptos que las definían. En este sentido se puede enten-der como la propia realidad premiaba a los generales victoriosos traslas guerras y las batallas, y en el mismo acto se agasajaba a los queobtenían y firmaban las paces, en definitiva con la victoria, cómotambién veremos más adelante, se reconocía a aquellos que tenían lacapacidad positiva para administrar una realidad donde tales conflic-tos están siempre presentes.24

En esta dinámica se puede entender que desde los propios tiemposde la República, a pesar de estar implicada en numerosas guerras, lapax niteat (resplandece) y permite, a través de todas las instituciones,el funcionamiento de la sociedad romana. Por ello el prestigio de lasinstituciones, las leyes, de las autoridades que las representan, es reco-nocido por su capacidad de gestionar la pax. En particular, las institu-ciones del estado romano (Senado, asambleas, magistrados, tribunales,leyes, ...) ejerciendo su poder, la autorictas y el imperium, debían deser las garantes de la pax, entendida como un derecho civil, frente a laindiscriminación de la fuerza, de la guerra. En definitiva, es del estadode donde emergen estas virtudes desde donde se garantizan todas susfunciones (administración, gestión, seguridad, ingresos, etc.). Un ejemploclaro del reconocimiento de la observancia de estas tareas es la popu-laridad que el consulado alcanza en muchas ocasiones con la conse-cución de la pax que, en definitiva, es una posibilidad y una prerroga-tiva del pueblo y de los ciudadanos romanos.25

Por otro lado, la continuidad de los conflictos externos no sólopuede ser vía de eliminación de las tensiones internas sino que, ade-

20. Flor. Epit. 2, 17, 1; Tac. Hist. 1, 89, 8; 2, 101, 1; 4, 52, 13; Tac. Ann.11, 7, 3; Liv. AUC. 2, 5, 2. Hemos realizado algunas aproximaciones al respectoen -- (1991) Sobre la Guerra, la Paz y el Imperialismo en la República Romana,Florentia Iliberritana 1, 1990, 313-326; – (1995) Some notes about ConflictRegulation in the Ancient Mediterranean. Structural Violence and «ImperfectPeace», Papers of The Peace History Comission. IPRA/Malta, Oslo & Oxford,

193-200; -- (1996) Sobre la paz en la República romana, Homenaje a José MºBlazquez, Vol. III, ARYS 2, MANGAS, J. - ALVAR, J. (Eds), 205-218.

21. 1, 1, 1; 6; 8; 3, 5; 13, 4; 6; 14, 4; 15, 5; 6; 8; 16, 3; 19, 2; 3; 21, 2; 6;24, 3; 27, 1; 2; 31, 7; 32, 4; 5; 37, 6; 38, 5; 42, 4; 5; 53, 1; 55, 1; 2, 1, 1; 5, 2;

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más, se convierte en una causa de cohesión. La división y los conflic-tos entre los ciudadanos desaparecen por la concordia ante un peligroexterior, con ello una causa externa se convierte en promotora de lapaz interna. Cabría distinguir, en primer lugar, entre las posicionesadoptadas por las aristocracias gobernantes y las mantenidas por elresto de la población. Los intereses y expectativas son completamentedistintos, aunque en coyunturas determinadas pudieran ser coinciden-tes. En este sentido es inadecuado hablar de la actitud beligerante decualquier pueblo y, en particular, del pueblo romano, aunque es difí-cil saber cual era realmente la actitud de la población romana ante laguerra y, en particular, de los ciudadanos, pues en su toma de decisióncolectiva entraban a formar parte desde valores individuales, sicológi-cos e ideológicos, hasta situaciones privadas y colectivas que difícil-mente pueden ser recogidas por las fuentes ya que, en caso contrario,los analistas demostrarían una capacidad de análisis digna del mejorsociólogo, que la perspectiva propia de análisis de la que se partíaimpedía ver con precisión.

Algunos autores intentan reconocer en las fuentes actitudes de lapoblación frente a los acontecimientos bélicos y, particularmente, laresistencia frente a la guerra. A pesar de ser las informaciones muyparciales —aunque a veces no más que para otros acontecimientosbélicos no cuestionados— permitirían entrever tales conductas en pe-riodos más amplios. En la propia aristocracia se denotan ciertas con-tradicciones al respecto que relegando la laus y la gloria concedidapor las acciones militares, optan por alejarse de tales actividades. Igual-mente el pueblo, los ciudadanos que por otra parte eran beneficiariossecundarios de las guerras, y en muchas ocasiones directamente perju-dicados por las mismas, manifiestan su oposición mediante el propiotemor, la negación al dilectus, al reclutamiento, etc.26

La hipótesis de W. V. Harris, para el que la ausencia de informa-ción para el conjunto de situaciones se puede interpretar como unacooperación por parte del ciudadano medio con el sistema que leexigía servir en las legiones año tras año, puede ser razonable. Pero

a nuestro entender este silencio de las fuentes al respecto se debeprobablemente a la ausencia de actitudes de resistencia organizaday manifiesta en acciones de contestación, lo que no debe traducirseen un cambio de mentalidad y actitud de la guerra del ciudadanomedio. Los incentivos para una u otra actitud eran numerosos ycontradictorios a veces en sí mismos: religión, ideología dominante,la coacción, la fragmentación, las expectativas de botín, de partici-par en el reparto de tierras, los negocios, la magnitud del enemigo yde la guerra, la distancia de Roma, la dureza de la batalla, la clima-tología, las imágenes de los enemigos, el prestigio de los generales,la vulnerabilidad reciente o no del ejército romano, la fortaleza delestado, etc, podrían ser tenidos en cuenta por los ciudadanos, y lasélites, para adoptar una u otra actitud. Aunque en definitiva estamosante el problema de la toma de conciencia de los grupos humanosfrente a situaciones que estructuralmente no le son beneficiosas:capacidad para poder pensar en proyectos alternativos de sociedad alos que la propia realidad les propone; los diversos grados de talesprocesos; la diferencia entre la conciencia personal o grupal; la ra-cionalización de tal conciencia; etc.

2.3 Pax republicana y el «pacifismo» filosófico

Las concepciones sobre la paz, como el resto del pensamiento ro-mano, tienen ciertas vinculaciones con la filosofía griega que, sobretodo en los primeros años de la República, encontró en las teoríashelenas la posibilidad de «pensar» los problemas que en la prácticapolítica y social iban transcurriendo. Particularmente las élites roma-nas enfrentadas con multitud de problemas en su política exterior de-bían de dotarse de teorías que «explicaran» y «justificasen» las rela-ciones con nuevas realidades sociales y políticas y los conflictos deintereses que en estas dinámicas se producían. En este sentido podríanser útiles los conceptos de hegemonía hasta los de homonoia (igual-dad de todos los hombres), pero igualmente la koine eirene y otrasvirtudes que cohesionasen las relaciones dentro del «imperio». Desdenuestra perspectiva nos vamos a centrar en aquellas aportaciones quepudieran reforzar la idea de pax, que, como hemos podido comprobar,aparece relacionada con distintos ámbitos y significados. Obviamen-te, la pax, en cuanto que articula las realidades e intereses en conflic-

9, 5; 13, 2; 4; 9; 11; 14, 2; 15, 5; 7; 16, 4; 18, 10; 11; 21, 1; 22,, 1; 6; 23, 2; 25,6; 26, 4; 31, 10; 39, 9; 10; 11; 48, 5; 49, 2; 12; 52, 1; 54, 2; 64, 1; 2; 3, 1, 8;2, 3; 12; 5, 14; 8, 1; 19, 1; 7; 24, 10; 11;; 61, 4; 65, 7; 68, 9; sólo en los tresprimeros libros.

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to, necesita de elaboraciones filosóficas que le den credibilidad en lamedida en que la relacionan con concepciones sociales más generaleso globales. Por eso cuando se afirma que los procesos de toma dedecisiones deben de estar presididos por la razón, la mente, y que deesta forma los sufragios traerán la pax al pueblo romano, se reconocela necesidad de «discursos» filosóficos o morales que lo sustenten.27

Puede que una de las primeras influencias proviniera de la filoso-fía estoica, a partir de la segunda mitad del siglo II a.C, y particular-mente de sus presupuestos universales y «pacíficos» de las relacio-nes internacionales. Por ejemplo, Polibio, autor de origen griego peroligado a la familia de los Escipiones, pone en boca de Filipo de Ma-cedonia una concepción universal de la paz: Pues si lo que todospedimos a los dioses y soportamos cualquier cosa para conservarla,me refiero a la paz, el único bien que los hombres juzgan indiscuti-ble, .... Esta idea tiene su continuidad práctica en la creencia de queRoma tenía ante sí el reto de configurar un imperio que alcanzara launidad «universal», de todos los pueblos del Mediterráneo, y a suvez consiguiera un estado de paz, en la que los conflictos fueran unrecuerdo del pasado.28

Diversos filósofos conocidos que visitaron Roma nos confirmantales hipótesis. Ejemplos no faltan de ello, tal como la embajada ate-niense compuesta por el estoico Diógenes de Seleucia, el peripatéticoCritolaus, y Carneades, Panecio de Rodas, etc, que pudieron dialogarcon eruditos romanos sobre algunas de sus doctrinas tales como lavirtus, como una norma de conducta humana que acercaba a la com-pasión y al paz de espíritu, y que implícitamente conducía a la acep-tación de la igualdad, la justicia y la paz, y de ahí al humanismouniversalista. Algo más tarde Posidonio de Rodas, se inclina porquelas elecciones de los individuos en los asuntos políticos deben estarguiados también por una virtus, que debía inspirar unas relacionescosmopolitas basadas en la tolerancia y la mutua ayuda. Después te-nemos noticia del último de los tres filósofos de Rodas que visitanRoma en el siglo II a.C., Hecato, a través de Cicerón y Séneca. Estepensador, situado en el círculo de los Escipiones, contribuía, al igual

que sus predecesores, a dar alguna coherencia a la práctica militarexpansionista encabezada por esta y otras familias aristocráticas ro-manas, que no habían tenido, por otro lado, la suficiente experienciaintelectual como para construir su propia cosmología imperialista.29

La realidad, bien distinta a los deseos estoicos, imponía una políti-ca exterior basada en las continuos enfrentamientos y conquistas que,por encima de las ideas de igualdad entre los hombres, imponía, prag-máticamente, la supeditación de los pueblos a los intereses de Roma.Esta dinámica exterior estaba íntimamente relacionada con los pilaressobre los que se habían ido construyendo las propias institucionespolíticas y administrativas que, bajo ningún pretexto, iban a permitirque triunfasen las pretendidas reformas de los Gracos, a las que seopondrían con todas sus fuerzas. La reforma de los Gracos debe serentendida, justamente, como tal, en el sentido más clásico del térmi-no, y , por lo tanto, no debía suponer un cambio en las estructurasbásicas de la sociedad romana. Sin embargo, tampoco hay que olvidarque estas acciones tendrían, obviamente, unas repercusiones en la pro-pia política exterior y así lo debieron de comprender los sectores másconservadores de la aristocracia romana, representados en el Senado,que ofrecieron seria resistencia a estos cambios.

Obviamente, los presupuestos de la política exterior romana debe-rían de estar ligados con la paulatina configuración de Roma comourbe metropolitana que se iría convirtiendo en centro de todas lascorrientes mercantiles de la época, en competencia con otros centrosregionales anteriores. Estas mismas condiciones permitieron, contra-dictoriamente, que Roma fuese un punto de circulación, confluencia eintercambio de las distintas tendencias filosóficas que se estaban pro-duciendo en otros lugares del Mediterráneo, del Imperio, y que de estaforma cobraron unas posibilidades de difusión inusitadas. En estascircunstancias una nueva doctrina filosófica nacida en Grecia, el epi-cureismo, se sumó a las ideas estoicas en su oposición al pragmatismoque dominaba la política romana. Epicuro defendía la unión de lasmentes y la eliminación de los obstáculos derivados de la ambición,el orgullo y la envidia.

En la obra Lucrecio se reconoce la existencia en Roma de algunosde los principios epicureistas que superando la atarassia (entendida

22. Caes. Gal 1,3,1-2; Cic. Att. VI, XVII, 4; VII,V, 4; VIII, XId, 6; XIV, 1;VIII, II, 4; IX, XI, 2; XIV, 1; 3; Brut. 329; Fam. XII, 18, 2; XV, 15, 3; XVI, 12,5 -como se puede comprobar es en la correspondencia privada donde se encuen-

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tran tales posicionamientos-; Serv. A. 6,859, 8; Liv. Perioch. 120, 10.

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como el aislamiento y no participación en la sociedad) que tampocosignificaba la total marginación de los hechos de la vida cotidiana,manifiesta su oposición, clara y manifiesta, pero indirecta, a la guerra.Para Lucrecio ésta es un importante escollo en el camino hacia unasociedad ideal, terminar con la «guerra salvaje» para terminar con lalucha del hombre con sus tormentos. En el camino hacia el refina-miento de las costumbres, gracias a la comunión entre los hombres, laamistad juega un papel de primer orden que inclina al hombre inequí-vocamente hacia la paz. Su influencia, como la del epicureismo engeneral, fue indiscutible a lo largo del tiempo.30

Contrariamente, con el paso de los años, la crisis de la República yel pragmatismo de la política exterior, favorecieron el progresivo de-bilitamiento de la «utopía pacifista», lentamente los filósofos fueronrenunciando a hacer recomendaciones sobre las actitudes a manteneren relación con los demás. Las ideas abstractas iban perdiendo sucapacidad de impactar en la sociedad, preocupada en resolver otrosproblemas y debates. Estas son circunstancias propicias para el eclec-ticismo, no como una nueva escuela filosófica pero sí como una acti-tud individual, que tiene en Marco Tulio Cicerón uno de sus máximosrepresentantes. Su posición con respecto a la guerra es buena muestrade ello: es condenada en abstracto pero justificada en casos de necesi-dad. Sin embargo una ligera influencia del estoicismo parece perviviren otros párrafos de su obra en los que muestra que la meta de todoconflicto debe ser la paz; la negociación es siempre preferible a ladisputa para resolver los conflictos entre los pueblos; y el objetivo depaz está siempre por encima del de la guerra.31

A partir de Cicerón se puede constatar claramente cómo la idea depax sufrió algunas readaptaciones necesarias para mantener su fun-cionalidad política y social. A pesar de que, como hemos podidocomprobar, el concepto de paz está bastante desarrollado en Cicerón,cabe preguntarse sobre las limitaciones que éste tuvo, dentro de loslimites históricos e ideológicos contemporáneos impuestos sobre supropio pensamiento, y entre ellas las marcadas por la convivencia y

aceptación del Imperio romano. Sin embargo, en el debate historio-gráfico la existencia del imperialismo, como potente concepto des-criptor de toda esta época ha provocado la perdida de significativosmatices, e incluso alternativas, que se produjeron en la política exte-rior romana. Efectivamente, ya sea como actitud denigrada o alabada,el resto de las valoraciones se convierten en deudoras. Además, elconcepto de imperialismo llega a aparecer como un concepto cerradoque no se enriquece con reelaboraciones desde los fenómenos quepudiera abarcar. 32

Los límites que Cicerón impone a la práctica imperialista romanaqueda claramente de manifiesto a lo largo de su obra, pero particular-mente en Verrinas y en las Catilinae donde critica duramente la prác-tica llevada en Sicilia, donde estuvo como gobernador Verres durantretres años, y las de Catilina en otras circunstancias. En realidad laobtención de beneficios en las provincias es algo admitido y practica-do por Cicerón, sin embargo, parece que para el buen funcionamientodel propio sistema era necesario que no se cometieran excesos. Sinembargo, de Marco Terencio Varrón, contemporáneo suyo, de cuyaobra desgraciadamente sólo poseemos algunos fragmentos, sabemospor la referencias de otros autores que entre sus ensayos desaparecidosfiguraba el Logisturicus de pace que, aunque es claro que no se trata-ba de un ensayo «pacifista», sí parece que presentaba a la guerra comouna aberración.33

El final de la República se aproximaba, ahora el restablecimientode la autoridad por parte del princeps debía permitir la pacificacióncompleta del todo el Imperio, la pax romana aseguraría un gobiernosin conflictos y en armonía. Virgilio, se encargaría de poner en bocade Júpiter, aludiendo al cierre del templo de Jano, la desaparición dela impía rabia y el retorno a la Edad de Oro. Con todo ello se estánponiendo las nuevas bases del Imperio romano. La nueva era represen-taría la regeneración de todos los hombres, el olvido de sus crímenes,

23. Representan el grupo más numeroso de referencias. Obviamos su citaspor su propia evidencia.

24. Liv. 1, 21, 6; 45, 1 Capacidad de un rey para gobernar en ambos casos.1,35; 42, 5; Liv. 8, 35, 7; 8, 35, 8; 2, 1, 1; 2, 1, 2; Sall. Iug. 31, 20; Fest. Verb.234, 33.

25. Cic. Verr. II, 76; IV, 121; Phil. XIII, 2; 8; Brut. 7; 266; Fam. IV, 14, 2;VI, 21, 1; X, 21, 4; leg. agr. I, 21; deOrat. II, 335.

26. Cf.: CICCOTI, E. Op. cit. 131 ss.. Varios textos de Livio sirven paraconfirmar esta opinión: II, 16, 3; 22, 4; 39, 6; 39, 9; 43, 14, 2-15, 1; Per. 48;54. Cf. HARRIS, W.V. (1989) Guerra e imperialismo en la Roma republicana327-70 a. C, Madrid, 9-52. Pol. 35, 4, 2-6.

27. Cic, Mur. 1 y 78. Véase en este mismo volumen la aportación de Miner-

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y vivir en una atmósfera de calma, serenidad, verdad y paz. El papelde un futuro emperador ya estaba siendo demandado y diseñado, yentre sus funciones más claras estaba la gestión de la pax, ya sea comoagente directo de la misma o en la dignificación y sacralización —como veremos más adelante—. Es un signo que fortalece su poder y asu vez le confiere su carácter oficial como asunto de interés de todo elestado (res—publica). Algunos de estos aspectos ya hemos tenidooportunidad de señalarlos al referirnos al ara pacis.34

3. PAX AUGUSTA Y ROMANA. LA PAZ DEL IMPERIALISMO

En el proceso de conquista, al menos desde el siglo IV a.C, Romase ve en la necesidad de reactualizar todas sus teorías políticas y suderecho internacional, tal como hemos visto en algunos ejemplos an-teriores. Aún reconociendo el carácter claramente violento de tal ex-pansión, el concepto de pax va a sufrir nuevas remodelaciones y am-pliaciones que, en definitiva, le permitieron articular y restablecer unasrelaciones estables con los pueblos y comunidades sometidos. Es entoda la dialéctica marcada por el proceso de conquista de la penínsulaitálica donde Roma «aprende» y «elabora» distintas nociones quedefinen sus relaciones internacionales, en las que entra a formar partetanto la fuerza de sus ejércitos como una refinada diplomacia queintentará minimizar los costes de sus prácticas «imperialistas», acom-pañada de negociaciones a través de la cuales salvaguarda el núcleocentral de sus intereses a costa de ceder pequeñas parcelas a los pue-blos sometidos. Tal vez uno de los más importantes en este sentidosea el derecho de ciudadanía romano, y la subcategoría del derecholatino con lo que se «pacifica»a los distintos grupos sociales y comu-nidades con las que se relaciona. Es muy claro, por ejemplo en Cesar,cómo los gobernantes romanos no dudan en utilizar la pax como unsigno de inclusión en el Imperio Romano, teniendo un significadomúltiple: conquista, sumisión, negociación, pacto, etc.35

Más tarde Octaviano, después emperador Augusto, con el cambiode la República al Imperio, marcará un punto de inflexión en la con-cepción del estado romano, que es probable que a su vez afectara a lossignificados más públicos de la pax, aunque, como hemos visto másarriba, también supusiera a la vez la continuidad de determinadoscontenidos de la misma. Efectivamente, la paz que había estado mu-cho tiempo perdida, tras innumerables conquistas y conflictos exter-nos, por fin se recupera, al menos para las élites dominantes y losciudadanos romanos y subsidiariamente para el resto de la población.36

Por ello la pax augusta es a su vez una paz romana (exterior) y unapax ciuilis (interior) tal como es loado por Ovidio en numerosos pasa-jes de sus obras.37

3.1 El fin de las operaciones militares: negociaciones, victorias ytratados

La política exterior romana, expansiva desde el siglo IV a.C., lecreó continuos problemas con todos sus vecinos, que cada vez eranmayores ya que su extensión territorial crecía continuamente. Muchosde estos conflictos fueron resueltos mediante tratados y paces, que poruna parte recogían la victoria o derrota de los contendientes en una

va Alganza Roldán sobre La eirene griega.28. IV, 74, 3; véase también V, 10, 2.29. Cf.: ZAMPAGLIONE, G.: Op.cit., 142-5.30. De rerum natura, I, 31-45; 3, 24; 5, 1115; también: 2, 647; 1093; 5,

1229; 6, 69-78.31. Cf.: Cic. De re publica, III, 23, 34; Pro l.Murena, IX, 22; De officiis, I,

XXIII, 80; De republica III, 23, 35; De officiis, I, XI, 35; I, XII, 38; MUÑOZ,Francisco A. (1996) Los significados de la paz en Cicerón, Florentia Iliberritana7, 213-227.

32. Un ejemplo claro es la guerra de los esclavos (Verr. V, 8) que es tratadacomo un peligro por la sublevación «no justificada» de los esclavos.

33. Inspiró el libro XIX de San Agustín De civitate Dei, en el que puedencomprobarse algunas de estas ideas. Sin embargo otros autores piensan, de acuer-do con las afirmaciones volcadas en De vita populi romani y en el título «Debello et pace» en la Antiquitates rerum humanarum, que podría tratarse sólo deafirmaciones de caracter legal. Cf.: ZAMPAGLIONE, G.: Op.cit.; p. 151-2.

34. Eneida, I, 291-296; IV, 4-10; 15-18; 19-25; Liv. AUC. 34, 33, 9.35. La primera cita en que reconocemos el uso de la pax como un atributo

ligado al estado romano es en Livio (AUC. 38, 51, 2; 40, 10, 10) en la queaparece también ligada con la guerra: pax Romana bellumque esset. Ligadodirectamente con la historiografía augustea, la pax romana contribuye a ensalzar

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dialéctica en la que Roma progresivamente se situó en el lado de losvencedores. Esta ha sido probablemente la acepción más conocida dela pax, pero no por ello la más estudiada.

Sin embargo estas «paces» no deben ser entendidas solamente comouna imposición del más fuerte —Roma en definitiva—, sino como elresultado de los deseos y los anhelos de las distintas fracciones con-tendientes que, ante el desgaste sufrido por la guerra, querían antetodo el fin de las operaciones militares y poder retomar la rutina de lavida cotidiana en la que rehacer sus intereses. Efectivamente, y rela-cionado con situaciones que hemos explicado con anterioridad, cam-pesinos, comerciantes, mujeres,... e incluso militares, a partir de undeterminado momento veían que lo más efectivo era la firma de untratado de paz como fin de la guerra y como prevención de malesmayores o como comienzo de otra etapa bajo nuevas coordenadas yllena de nuevas esperanzas.

Es importante apreciar que para que la pax pudiera producirse erannecesarias unas conditiones reales, percibidas o no por los actores delos conflictos, y otras formales puestas como estipulaciones que loscontendientes deberían de cumplir para alcanzar los acuerdos. Sinembargo estas circunstancias puede que en muchos casos estuvierancondicionadas por la búsqueda de la victoria en la cual las condicio-nes de la paz eran impuestas, en gran medida, por el vencedor —Romaen la mayoría de las ocasiones— que de esta manera diseñaba su estra-tegia y táctica en la búsqueda de unas condiciones favorables para susintereses. En este caso el posible adversario juega un papel secundariopor la hegemonía militar de Roma y por sus deseos de imponer suscriterios. Aunque debemos entender que al pensar en estas «condicio-nes de paz» los romanos debían de considerar secundariamente, perotambién para garantizar su propios deseos, los condiciones de los ene-migos.38

Como podemos ver, el fin de las actividades bélicas es siempredependiente de las realidades de los participantes en la contiendabélica. El mecanismo mediante el cual se articulan estas realidadespodríamos llamarlo «negociación»; mediante ella las partes entran encontacto, valoran, con mayor o menor rigor, sus capacidades (milita-res, potencial demográfico, riqueza, etc.), la posible evolución tácticay estratégica de los conflictos, etc. Otro mecanismo para alcanzar lasnegociaciones y la paz son las rogationes de las que se puede des-prender una aceptación del papel de debilidad de alguno de los acto-res —en nuestro caso casi siempre los enemigos de Roma— que ape-lan y suplican condescendencia para una nueva realidad de paz en lacual eliminan parte de sus incertidumbres.39

Existen diferentes caminos por los cuales se inician las negociacio-nes, el más común de ellos es el contacto a través de embajadores, enRoma conocemos la figura del legatus de la pax y son innumerableslas ocasiones en que aparecen. Es el consul, como magistrado con lamáxima capacidad de gobierno,40 quién asume llevar a cabo todos

la grandeza de Roma. Caes. Gal. 1, 6, 2; 2, 1, 2; 35, 1; 3, 7, 1; 11, 5; 3, 19, 8;28, 1; 4, 37, 1; 5, 24, 7; 6, 5, 1; Fron. Str.1, 4 ,13; Just. Dig. 1, 2, 2, 37.

36. App. B.C. V, 540; Anc/Aug 2, 39: Qui[ntilio consulibu]s, [] aram [PacisA]u[g]ust[ae senatus pro] redi[t]u meo co[nsacrandam censuit] ad cam[pum Mar-tium, in qua ma]gistratus et sac[erdotes uirginesque] U[est]a[les anniuersariumsacrific]ium facer[e iussit]; 2, 44: [Ianum] Quirin[um, quem cl]aussum ess[emaiores nostri uoluer]unt, [cum p]er totum i[mperium po]puli Roma[ni terramarique es]set parta uic[torii]s pax, cum priu[s qua]m nascerer a condita urbe bis

omnino clausum [f]uisse prodatur m[emori]ae, ter me princi[pe senat]us clau-dendum esse censui[t]; 5, 12: Gallias et Hispanias proui[n]cias, [item Germaniamqua clau]dit Oceanus a Gadibus ad ostium Albis flumin[is pacaui; Aug. Anc. 2,39.

37. Cf. HINARD, François, 71; Fest. Verb 372, 3; Ov. Met. 15, 822; Fast. 1,709; 3, 882; Tr. 1, 44; Pont. 1, 1, 32; 2, 2, 94; 5, 18 (..., creeme apenasencontramos otro lugar en la tierra que disfrute menos de la paz Augusta); 7, 67;3, 1, 136; SenPhil. HerF. 882 (Hay paz gracias al trabajo de Hércules desde laAurora a Hesperio —de Oriente a Occidente—); Mart. Ep. 7, 80; SHA Valer. 2,3; Just. Dig. 49, 15, 12, 1, 4.

38. Tales condiciones estan más claras en aquellos autores que hacen un relatoen el que las actividades bélicas tienen más presencias, como por ejemplo Cesar(Gal. 7, 78, 3; Civ. 1, 26, 2; 1, 85, 12; 3, 10, 7; 8; 17, 6), Livio (AUC.2, 113,2; 4; 8, 5, 4; 37, 2; 9, 4, 4; 21, 12, 5; 13, 1; 22, 58, 8; 59, 7; 24, 27, 6; 30, 1;27, 44, 10; 29, 12, 14; 16; 30, 16, 14; 30, 24; 31, 2; 37, 1; 30, 37, 6; 40, 14;42, 15; 31, 19, 6; 32, 33, 2; 36, 4; 33, 12, 6; 34, 35, 1; 3; 34, 59, 8; 37, 1, 5;37, 35, 2; 36, 8; 45, 13; 45, 19; 38, 8, 3; 38, 9, 9; 11, 1; 25, 1; 39, 23, 7; 42,46, 1; 42, 59, 10; 62, 3; Perioch. 2, 26; 5, 31; 8, 2; 30, 13; 37, 11) en los queademás en la mayoría de ellas a su vez definen el camino de la «victoria» comoveremos a continuación. Véase también: Fest. Verb. 230, 52; Fron. Str. 1, 5, 17;11, 4; Suet. VC. 17, 4; 9, 2, 5; Prat. - z. 176, 29; Tac. Hist. 3, 65, 10; 66, 3; 80;Ann. 1, 56, 14; 12, 60, 14; Serv. A. 3, 321, 6. En caso contrario tendría que pensaren una aniquilación total. Situación que según sabemos sólo se produce excepcio-nalmente.

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estos asuntos, de hecho es posible que la mayoría de estas embajadasestuvieran presididas por los cónsules, o en su caso otros magistradosde rango superior, en relación con la importancia dada a los asuntos atratar. Justamente por esta última razón el Senatus populusque Roma-nus como «fidedigno» representante de los intereses del populus, delos ciudadanos romanos, supervisaba todas estas acciones. Representael órgano de deliberación del estado romano, donde las élites romanasordenaban sus intereses y los del pueblo romano y, muy especialmen-te la política exterior.41

Los tratados como acto protocolario final del proceso, en el cual sefijan las condiciones establecidas en los procesos de negociación pre-vios, las continuas promesas y garantías (sponsio), que finalmente, ycomo reconocimiento de su importancia y debido cumplimiento, que-darán reflejadas en leyes, de las que algunas conocemos su nomina-ción: de pace cum aetolis facienda; de pace cum antiocho; de pacecum caeritibus; de pace cum carthafiniensibus; de pace cum philip-po; de pace cum vermina.42

3.2 La tranquilidad del Imperio

La política exterior desarrollada por Roma parece que también in-fluyó decididamente en sus historiadores que en la mayoría de loscasos fueron incapaces de trascender los parámetros de tales acciones.Mientras que el pensamiento político en Grecia era tendente a con-centrarse en los cambios internos de los Estados, para quedar las cau-sas de la guerra como conflictos externos, marginales —quizás tam-bién porque no llegó a desarrollar con tanta contundencia una políti-ca de expansión e imperialista. En Roma los historiadores parecenmás identificados con la política de su clase dirigente y, por tanto,con las victorias o derrotas de sus ejércitos. De hecho son innumera-bles los textos en los que la pax aparece ligada no sólo a la guerra,como hemos visto en parte, sino también gestionada por el ejército,como institución práctica de la misma. Todo ello le hace pensar a M.Sordi que los dos elementos esenciales sobre los que se apoya la paxromana fueron la reglamentación jurídica y la garantía armada de estareglamentación, ambas ligadas de manera indisoluble.43

Por otro lado en la justificación romana de la guerra está presentebellum iustum, la guerra justa, la defensa necesaria frente al enemigoexterior. A nuestro entender juega un doble papel, por un lado lajustificación del imperialismo romano, dotarse de una ideología quedisculpe su continua expansión; y por otro, y en relación con la tradi-ción del ius fetiale, el imponer unas condiciones a las relaciones conotros pueblos para que éstas sean lo más «pacíficas» posibles. En estesentido, la sacralización de la guerra supone un intento de normaliza-ción, insertándola dentro del ritmo «natural» de la vida, se purificacon la intención de justificar su existencia; las fórmulas, ritos y cere-monias intentan buscar la aquiescencia de las fuerzas sobrenaturales,de los dioses. Pero a la vez los requisitos rituales que debía de cumpliruna contienda como garantes de su ecuanimidad podrían serlo, hastacierto punto, del respeto al enemigo y de la paz.44

Para la relación pax/vitoria cf: Liv. AUC. 9, 4, 4; 9, 15; 12, 2; 10, 37, 8; 21,21, 4; 21, 41, 12; 9, 9, 13; 15; 11, 8; 12, 2; 10, 37, 8; 30, 16, 8; 9; 30, 30, 3;15; 19; 23; 30, 40, 14; 45, 2; 32, 37, 6; 34, 41, 10; 35, 13, 8; 37, 45, 7; 49, 6;44, 46, 1; 45, 13, 2; Perioch. 15, 1; 5; 330, 15; Luc. BC. 9, 1202; Petr. Sat. 124,1, 249; Quint. Decl. 378, 1t; Aug. Anc. 2, 44; Juv. S. 1, 115; PlinIun. Pan. 56,7; Suet. VC. 28, 2, 6; Tac. Hist. 3, 60, 7; 70, 16; 84, 11; 4, 74, 3; 74, 21; Ann.16, 28, 14; Altercat. 68, 1; Ser. A. 9, 623, 3;

39. Caes 2, 15, 6; 7, 7,8, 3; 1, 7, 7; 1, 11, 3; 1, 26, 2; 1, 85, 7; 3, 10, 7:; 3,10, 8; 3, 17, 6; Fron. Str. 1, 5, 17; 1, 5, 18; 1, 11, 4; Just. Dig. 2, 14, 1, 2; Liv.AUC. nos habla del arbitrium en: 30, 38, 7; 31, 29, 8; 32, 37, 5; 37, 1, 6; Tac.Hist. 4, 15, 16; Ann. 12, 60, 16; Liv. AUC. 30, 42, 1.2; 32, 36, 4. Hasta ciertopunto esta acción podría relacionarse con la rogatio en la cual se piden losfavores de los dioses ante una situación desesperada.

40. Legatus: BAlex. 37, 1; Caes. Gal. 2, 6, 4; 15, 6; 31, 1; 3, 1, 4; 28, 1; 4,27, 1; 5; 36, 2; 6, 6, 3; 7, 55, 4; Civ. 3, 19, 2; Liv. AUC. 1, 15, 5; 21, 2; 2, 18,10; 8, 19, 3; 9, 3, 10; 9, 9; 12; 37, 12; 45, 1; 10, 5, 12; 14, 3; 22, 20, 9; 24, 33,3; 26, 13, 3; 26, 31, 7; 27, 21, 8; 30, 9, 5; 30, 16, 14; 30, 21, 11; 31, 29, 4; 32,36, 4; 37, 6; 33, 30, 2; 31, 1; 35, 5; 34, 35, 1; 35, 1; 35, 13, 2; 36, 27, 2; 37,4, 6; 35, 2; 35, 7; 37, 45, 19; 38, 3, 6; 9, 3; 45, 1; 55, 6; 58, 11; 40, 25, 23, 9;15, 8; 41, 10, 4; 42, 46, 1; 43, 4, 2; 44, 14, 6; 45, 13, 2; 23, 4; 45, 34, 14;Perioch. 76, 7; 50, 8; 85, 2; 118, 8 (senatu legati); Sal. Iug. 47, 3; Fron. Str.1,4, 6; GranLic. Ann. 33, 8; 35, 48; Suet. VC. 16, 1; Tac. Hist. 4, 51, 7; Ann. 15,27, 1; SHA Ver. 9, 9; OpilMacr. 8, 3; Serv. A. 4, 242, 8. Consul: Liv. AUC.9, 14,7; 16, 7; 10, 31, 1; 22, 61, 13; 23, 13, 1; 24, 11, 1; 24, 28, 9; 29, 5; 30, 43, 1;

31, 7, 2; 32, 10, 6; 36, 27, 2; 37, 19, 2; 45, 19; 38, 27, 9; 39, 2, 6; 40, 6; 40,34, 12; 42, 62, 14; Perioch. 85, 5; Flor. Epit. 1, 23, 34; Fro. AurImp. 2, 15, 5;AulGel. NA. 17, 21, 42. El último eslabón organizativo y simbólico del estadoromano sera asumido por el emperador en el Imperio (Tac. Ann. 15, 27, 2).

41. Nep. Vit. 1, 7, 2; Liv. AUC. 9, 43, 21; 10, 37, 8; 30, 21, 11; 30, 43, 1;32, 36, 4; 5; 33, 13, 15; 24, 7; 34, 35, 2; 43, 2; 37, 5, 4; 19, 2; 19, 3; 49, 6; 55,

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3.3 La paz en las provincias y periferias del imperio

Las consideraciones anteriores dejan abierto un flanco de la paz,las relaciones entre la paz (guerra) interna (Roma, Italia) y la paz (gue-rra) exterior (provincias, limes). Esta dicotomía que distingue entre elcentro y la periferia del imperio romano aparece claramente en algu-nos textos. Puede que las dinámicas provinciales pasasen por distintosestadios en su proceso de integración en el imperio romano, desde unaoposición y resistencia manifiesta a ser pacificada para finalmenteterminar integrada. Por ejemplo, la idea de la provincia pacatissimaquiere reforzar la idea de que la paz en esta zona ha sido alcanzadarecientemente y, por lo tanto, puede que en un tiempo anterior no loestuviese. Para pasar después a un nuevo orden en el que la provinciallegue a ser fiel y pacífica (Pacem fidelitatemque populi Syracusani),obviamente la acción del ejército estaba siempre justificada. Aunquetambién afirma Justiniano que el militar que perturba la paz debe sercastigado con la pena capital.45

En cualquier caso la paz en las provincias es un mecanismo paraasegurarse el uso de sus recursos humanos y naturales (tributos, rela-ciones comerciales, etc.) para el bien de la república romana, comoqueda de manifiesto especialmente en In Verrem actio prima que tienesu acción ubicada en Sicilia. De ahí que justifique siempre la accióndel ejército para asegurar el control de la provincia.46

La pax también nos va indicando los ámbitos geográficos y cultu-rales con los que Roma entra en contacto. Así se convierte en unindicativo de la extensión del imperialismo romano que utiliza todoslos recursos a su disposición (ejército, diplomacia, etc.) para asegurar-se sus intereses, el control de fuentes de riqueza y de las poblacionesque les garantizan el acceso a ellas. De esta forma la pax es un instru-mento de extorsión del imperialismo, de las élites romanas, pero tam-bién de la élites locales y en general de los pueblos conquistados que

así aminoran, en la medida de lo posible, los costes de los posiblesenfrentamientos bélicos y de la extorsión romana.

De esta manera, a través de las paces firmadas con los distintospueblos, es posible conocer la extensión del dominio romano en Gre-cia, Illiria, Macedonia, Cartago, Galia, Africa, Península Ibérica, Asia,Creta, Fenicia, Liguria, Córcega, Celtiberia, Persia, Chipre, Egipto,Samnio, Magna Grecia, Germania, Dacia, Armenia.47 Algunos autoresllegan a proclamar una pax para todo el «orbe conocido», el mar y latierra, en el cual agrupan tanto a la propia Roma como al resto deprovincias y pueblos periféricos. Posiblemente ellos estuvieran con-vencidos del papel y el destino «universalista» de Roma, al igual queantes había sucedido con la cultura griega, y en el cual la pax pudieraser también signo de la «cultura» romana.48

3.4 La pax en la circulación monetaria

Las abundantes acuñaciones monetarias romanas cumplían, comoes obvio, una función fundamentalmente económica y financiera pero,

3 ; 38, 10, 2; 43, 2; 40, 34, 12; 44, 16, 5; 45, 13, 2; 45, 13, 2; Perioch. 8, 2; 18,19; 64, 14; 118, 8; Ov. Her. 7, 156; GranLic. Ann 36, 42; Tac. Hist. 5, 51, 7;SHA Tac. 12, 1, 11.

42. Liv. AUC. 9, 7, 9; 9, 9; 12; 13; 15; 10, 7; 11, 5. Cf.: ROTONDI,Giovanni (1966) Leges publicae populi romani, Hildesheim, 247, 263, 5, 273, 4.Aunque sin duda es posible que muchas más tratados fuesen confirmados porleyes que no han llegado hasta nosotros.

Con respecto a la relación pax y lex véase: Nep. Vit. 18, 2; Sal. Iug. 31, 20;Liv. AUC. 21, 12, 6; 30, 16, 10; 45, 2; 31, 11, 17; 31, 19; 31, 32, 3; 32, 33, 1;33, 12, 1; 13, 11; 24, 7; 30, 2; 44, 6; 36, 7 13; 37, 19, 2; 36, 9; 38, 11, 8; 40,2; 59, 1; Flor. Epit. 1, 22, 226; 24, 63; SHA Prob. 20, 6, 4; Serv. A. 1, 6, 32; 62,1; 236, 2; 6, 852, 1; 8, 646, 37; 12, 112, 1. En muchas ocasiones la victoriamarca el final del proceso que es sellado con una ley. Pero incluso a través de lavictoria misma se puede reconocer el proceso de búsqueda de la paz comoresultado de una negociación más o menos explicita en la que los intereses y lacapacidades (conquista de territorios, riqueza, ejército, etc.) de Roma se «mati-zan» con los intereses de los otros pueblos.

43. Op. cit., p. 7-10 y 10-11 respectivamente. Festus, 260, 13.; Res GestaeDiui Augusti 13; Ov. 2, 5; Nep. Cim. 3, 3. En el mismo sentido el uso del poder,la fuerza (opes), cf.: PlinIun. Pan. 94, 2; Sil. Pun. 2, 601.

44. LE BONNIEC, H. (1969) Aspects religieux de la guerre a Rome, BRIS-SON, J.P. (d): Problemes de la guerre a Rome, París,, p. 101-117; BOLCHAZY,L. (1977): Hospitality in Early Rome, Chicago, 1977; GONZÁLEZ, Cristobal(1991) El “bellum iustum” en la concepción histórica sobre el imperialismoromano de la tardía república, GASCÓ, Fernando - ALVAR, Jaime, Heterodoxos,reformadores y marginados en la Antigüedad clásica, 41-57.

45 . Cic. Lig. 4; Verr. IV, 122; Prov. 19; 30; Att. IX, XVIII, 1; Lig. 4; Fam.IV, 1, 1; Qfr. I, 24; Just. Dig. 49, 16, 16, 1, 1.

46. Cic. Verr. III, 14; V, 8; prov. cons. 30; Fam. I, 7, 4; VIII, 5, 1; Plin. Nat.27, 2-3; Mart. 7, 80, 1; Pl, Per 753; Liv. 28, 18, 1.

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dada sus características materiales y su amplia circulación, ésta seveía reforzada y acompañada por otras funciones políticas (fortaleci-miento de la autoridad emisora, etc.) e ideológicas.49 Es justamente enlos cuños de las monedas en sus anversos y reversos donde a través desus breves leyendas y sus tipos se difundía la ideología de las élitesdominantes, los cónsules o los emperadores, cuando no su figura y sunombre, incluso deificado. Estas imágenes y leyendas aparecerán sininterrupción desde Augusto, a lo largo de todo el imperio romano,aunque tal vez notemos un cierto retraimiento a partir de finales delsiglo III d.C.

Es por todo esto que tiene una gran importancia que en un lugar tanprivilegiado del imaginario romano figure la pax. El reverso de lasmonedas sólo es superado en importancia por el anverso que, en lamayoría de los casos, estaba dedicado al emperador. Así encontramosrepresentaciones de la pax acompañada de diversos atributos: de piecon lanza, un caduceo, cista mística y serpiente; de pie caminado sobreuna esfera hacia la derecha con cornucopia, rama de olivo; la figura demujer = la Pax-Justicia en vez de Livia; Pax-Némesis, alada, portandoun caduceo alado, debajo una serpiente; PAX, debajo manos apretán-dose portando un caduceo alado entre dos cornucopias cruzadas; PAX,debajo manos unidas manteniendo un caduceo alado entre dos cuernosde la abundancia cruzados y dos amapolas; Pax-Némesis; etc.50

La aparición en algunas de estas monedas de leyendas como: PAXET LIBERTAS; PAX ORBIS TERRARUM y PAX AETERNA51 nos daidea del gran alcance ideológico de tales proposiciones, aunque parti-cularmente queremos llamar la atención sobre la ligazón establecidaentre paz y libertad, que será una constante a lo largo de los siglos yque jugará un papel importante en las connotaciones políticas delmundo europeo moderno.

4. LA PAX COMO INTEGRACIÓN DE REALIDADES E INTERESES

Pacem ex aequo utilem, la paz favorece por igual a ambos, a todos,ésta puede una de las principales conclusiones de su multifuncionali-dad; ...rura, urbes ac populos composita pace conseuat.52 Como sepuede comprobar a lo largo de todo el texto la pax latina apareceasociada a distintos discursos e ideas. Aunque, por criterios metodoló-gicos los hemos agrupado en tres escalas, local, estatal e internacio-nal, éstas a su vez su subdividen en múltiples, de tal forma que lapresencia de la pax está asegurada para casi todos los ámbitos de lasociedad romana. Tal omnipresencia es muy relevante en la medida enque el significado básico de la pax es el acuerdo entre dos o variaspartes. Esto quiere decir que, si exceptuamos la divinidad que tieneun carácter aún más genérico, siempre que el concepto pax está pre-sente pone en relación a distintos actores y sus circunstancias.

4.1 Grupos interesados en la paz

La paz como una construcción social está obviamente apoyada pordiferentes grupos sociales que aparecen directamente interesados porsu significado y operatividad práctica. Por todos aquellos que entien-den que es un mecanismo para regular los conflictos de distinto tipopacíficamente; como la forma más efectiva de velar, en definitiva, porsus intereses. También aquellos para los que la guerra les generabapocos beneficios cuando no enormes pérdidas. La generalidad de to-dos estos grupos es «el pueblo»: Nihil tam populare quam pacem(nada tan popular como la paz), la paz es grata y agradable y queridapor él pueblo, significa unidad y tranquilidad, la dignidad de la Re-pública. Por todo ello los pueblos, y en particular el romano, si sabenmantener su derecho son señores de las leyes, los juicios, la fuerza, lostratados, la vida, la fortuna y, finalmente y quizás en consecuencia, lapaz.53

Ante estas constataciones se podría pensar también que todos losgrupos sociales estuviesen interesados en la pax, por unas razones u

7, 5; HistFraAmp. 28; Asc. Corn. 6, 21; Caes. Gal. 6, 5, 4; 6, 3; 7, 55, 4; PlinSen.Nat. 16, 160; 33, 14; ValAnt. Hist. 57, 2; Verg. A. 1, 129; 5, 587; 11, 230; Luc.

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47. CatoCenso, Orat. 130, 2, que a pesar de su declarado «antihelenismo»reconoce la voluntad de los etolios para conseguir la paz; Nep. Vit. 4, 1; 6, 1; 5,5; 8, 2; 3, 1; 5, 3; Prop. Eleg. 2, 1, 36; Verg. A.3, 370; Liv. AUC.31, 31, 15; 32,10, 2; 33, 3; 39, 11; 33, 11, 6; 12, 2; 12, 7; 21, 6; 24, 7; 25, 5; 6; 29, 11; 31,1; 34, 3; 34, 22, 4; 40, 7; 47, 9; 36, 41, 5; 37, 4, 6; 5, 4; 6, 5; 6; 19, 1; 19, 7;38, 3, 2; 8, 7; 8, 9; 9, 3; 9, 9; 9, 13; 10, 2; 15, 6 16, 3; 39, 28, 10; 40, 10, 10;34, 12; 36, 3; 50, 5; 41, 23, 18; 24, 7; 42, 7, 2; 52, 2; 4, 42, 46, 4; 45, 12, 7 30,7; 34, 14; Perioch.11, 16; 15, 1; 19, 25; 23, 6; 30, 15-6 31, 10; 33, 5; 34, 8; 38,3; 54, 2; 55, 12; 61, 18; 64, 4-14; 83, 15; ManAstr. Astr. 1, 885; Curt. Alex. 4,6, 1; 2, 15; 7, 9; 6, 8, 25; 10, 8, 23; Sal. Cat. 51, 6; HistFr. 1, 11, 7; Iug. 14, 10,4; 19, 7, 7; 29, 7, 3; 31, 19, 3; 47, 3, 3; 83, 2, 2; 108, 3, 3; 111, 4, 1; HistFrCod.

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otras, por intereses más o menos coyunturales. Los generales de losejércitos desearían conseguir cuanto antes los objetivos de su guerra,tal vez solamente para alcanzar la victoria, conseguir gloria y poderrepartir el botín entre sus soldados; los soldados con la pax eliminanposibilidades de ser víctimas de la contienda; los gobernantes satisfa-cen sus objetivos propiamente cuando ha impuesto sus objetivos. Sinembargo, existirían grupos que tendrían objetivamente mayor interésen la pax para de esta manera asegurar mejor sus necesidades, parareproducir mejor sus condiciones de existencia, tales podrían ser losagricultores y los comerciantes. Los agricultores, ciudadanos que sonmovilizados como soldados, tienen un interés estructural contrario ala guerra ya que ésta les supone el abandono de sus labores y el empo-brecimiento de sus campos que, además, en muchas ocasiones terminacon la esclavitud por la deudas creadas ante tal situación

La relación del intercambio comercial con la pax es algo manifies-to a lo largo de toda la historia mediterránea que en el mundo latinoencuentra algunos referentes. El intercambio fue a lo largo de toda lahistoria mediterránea un móvil principal para el establecimiento derelaciones entre unas comunidades y otras. La historia de este marpuede ser explicada como tal por las vías creadas para la distribucióny el intercambio de los productos de unos y otros y, de esta forma,poder satisfacer las necesidades de los grupos humanos que, dicho seade paso, es una de las condiciones primarias para la existencia de paz.Los romanos no son ajenos a esta trama que también les garantiza unbuen nivel de vida. Y, aunque los comerciantes no tuvieron un altogrado de aprecio en la sociedad romana, ellos sí debieron tener claroque la pax les ofrecía las mejores posibilidades para cumplir sus fun-ciones. En parte ellos representan mejor que ningún otro grupo lasventajas de la convivencia pacífica alrededor del Mediterráneo.54

Un razonamiento parecido podríamos hacer con respecto a las mu-jeres, a pesar de que contradictoriamente en ocasiones apoyan la gue-rra, como reproductoras del papel dependiente asignado por la socie-dad patriarcal. Sin embargo, sus actividades sociales están muy estre-chamente ligadas con la reproducción de la vida (maternidad, educa-

ción, trabajo doméstico, etc.) lo que debió de repercutir en que susintereses individuales y personales coincidieran en muchas ocasionescon los objetivos de la paz.

Vemos como se puede comprender lo que significaba la paz paralos vencedores, la élites romanas principalmente, cabe ahora pensar enla paz de los pueblos que se ven sometidos por la fuerza del imperioromano. Ante esta violencia «extra», la paz es el camino para amino-rarla o regularla, aunque dentro de cada pueblo haya que distinguir ensu caso el efecto de la presión romana. Quizás por ello Séneca afirma-ba: querer que la paz vuelva es bueno para el vencedor y necesariopara el vencido.55

4.2 La paz como punto de confluencia

También a lo largo de las múltiples realidades vistas podemos dis-tinguir aquellas relaciones que se producen entre iguales, entre acto-res con los mismos intereses, por lo que se produciría una pax unifica-dora, coordinadora, o, estableciendo la relación entre desiguales, ac-tores con distintos intereses por lo que la pax sería conciliadora, ne-gociadora. Hemos visto cómo estas desigualdades pueden ser de ori-gen y naturaleza distinta: hombres libres/esclavos, ciudadanos/no ciu-dadanos, conquistadores/conquistados, pertenecientes al Imperio ro-mano/externos al Imperio romano, etc. Es decir la pax actua como«reguladora», nunca mejor dicho, de distintas realidades e interesescoincidentes en un mismo espacio.

La anterior relación podríamos definirla como horizontal en la me-dida en que establece vínculos entre realidades coincidentes geográfi-ca y temporalmente. Cabe preguntarse por si esta acción se produceverticalmente, es decir desde un ámbito a otro, cuando los actorescambian de escala de actuación. Lo que nos preguntamos es si lasprácticas de la pax en los ámbitos locales están relacionadas con estasprácticas en la escala estatal o internacional, o a la inversa. Realmente

BC. 8, 427; Ov. Am. 2, 12, 18; Fast. 4, 75; Trog. Hist. 22, 1, 8; Flor. Epit. 2, 10,29; 13, 76; 30, 24; 34, 1t; .AulGel. NA. 17, 21, 42; Suet. VC. 13, 3, 2; 17, 4, 2;29, 2, 3; Tac. Ag. 13, 3; 29, 2; His. 3, 53, 15; Ann. 15, 5, 17; 16, 8; Porph. Carm.

3, 29, 34-6; Ep. 2, 1, 95; SHA Hadr. 5, 4, 4; Serv. A. 7, 467, 1; 7, 576, 3; 8, 454,9; G. 4, 483, 5.

48. Luc. BC. 4, 437; 1, 69; 249 Ov. Her. 9, 15; Aug. Anc. 2, 44; Flor. Epit.

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no tenemos ninguna información clara al respecto pero, lógicamente,podemos deducir que una y otras se retroalimentarían, porque en casocontrario estaríamos en situaciones completamente esquizofrénicas,aunque dicho sea de paso los seres humanos demostramos en muchasocasiones ser capaces de actuar en situaciones abiertamente contradic-torias y caóticas, en las que los actores se comportarían de maneradistinta dependiendo del lugar donde estuvieran. Pero el que estassituaciones se puedan dar no quiere decir que las propias dinámicassociales tiendan a eliminarlas y armonizarlas. Creemos que la pax su-pone, también, una vía «económica», rentable de regulación de losconflictos, en la medida que, al menos a partir de un determinadomomento, «ahorra» energías de los actores que se deciden por acatar-la. Desde esta perspectiva es posible que el aprendizaje en un espaciou otro conllevara, con un mínimo de capacidad analítica y abstrac-ción, al alcance de cualquier persona o grupo, a la posibilidad deutilizarla en otros distintos. En cualquier caso la ingente cantidad deexperiencias vistas en tan variadas circunstancias avalan tal hipótesis.

Por todo ello podemos afirmar que la pax es una categoría funda-mentalmente social muy arraigada en toda la realidad romana.

5. LA PAX Y LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO

La paulatina decadencia del Imperio romano tuvo sus manifesta-ciones directas en todos los atributos que justamente definían cualita-tivamente el imperialismo: el uso de la fuerza, la capacidad de extor-sión, etc., todo ello concentrado en las formas de poder que lo susten-taban. Pero en primer lugar cabe decir que estas manifestaciones queprodujeron importantes cambios estructurales (crisis de la ciudad, de-rrumbe del sistema esclavista, invasiones de pueblos exteriores delImperio, etc.) no debieron de ser tan contundentes en los parámetrosde vida cotidiana de la mayor parte de la población que, en definitiva,estaba acostumbrada a vivir de la escasez de su autoproducción yconsumo. Por ello, y como se comprueba con testimonios posteriores,la pax continuó cumpliendo sus funciones en el ámbito doméstico ylocal y como virtud humana. La «crisis» pudo reforzar el papel de lapax como «valor refugio» tal como después se podrá comprobar enalgunos autores cristianos que readaptaron sus enseñanzas a la reali-dad socioeconómica, cultural e ideológica del Imperio romano.

El poder imperial por su parte intentó que en su decadencia, políti-ca social y económica, sus atributos ideológicos permanecieran inva-riables, como resortes de la resistencia a la caída, pilares de una situa-ción que se desmoronaba a su alrededor. Esto lo hemos podido com-probar en las innumerables referencias a la pax durante el siglo III d.C, así como en las acuñaciones monetarias, formando parte del progra-ma de restitución, como un intento de mantener el status quo existen-te. Las relaciones entre los usos y significados de la pax en sus escalasinferiores y medias, el deseo de la población de tener una paz real yduradera contribuirían, de nuevo, a darle cierta credibilidad a la paximperial.

Hasta ahora hemos podido comprobar a través de las fuentes dispo-nibles, que abarcan la práctica totalidad de la Roma histórica, cómola pax aparece ligada a distintas realidades sociales. Esta misma ideaqueda seriamente confirmada en la obra de Justiniano. Efectivamen-te, el autor utiliza en numerosas ocasiones distintos casos de pax parareferirse a un amplio abanico de situaciones, aunque tal vez relativa-mente escasas al tratarse de una obra recopilatoria de normas jurídi-cas que en muchos casos no necesitan invocar a la pax para intentarregular pacíficamente muchos de los conflictos existentes. Es por estoque sí están mucho más presentes derivados de la raiz pac- con idén-ticos propósitos, especialmente formas verbales de paciscor (traduci-do por pactar, llegar a un acuerdo, etc.) Con ellos definen y delimitandiferentes situaciones y ámbitos (personal, familiar, estatal, imperial,etc.) de la Roma bajo imperial: pacata, pacisci, paciscuntur, paciscen-do, paciscor, paciscentium, paciscar, paciscatur, paciscitur, paciscen-tes, pacisceretur, paciscantur, paciscetur, paciscebatur, paciscenti, pa-ciscerentur, paciscente, paciscantur, paciscentis, paciscentibus, pacis-cendi.56

Podemos decir que la idea de pax supervivió al propio ImperioRomano en la medida que sus usos y contenidos pervivieron en lossiglos posteriores, hasta llegar a nuestros días con los sustantivos paz,pace, paix, ... presentes en las distintas lenguas romances. Esto lointerpretamos sin duda porque para las realidades sociales en las que

1, 24, 19; ManAstr. Astr. 2, 24; 2, 604; Ov. Am. 2, 12, 18 (... Europae pazAsiaeque foret.); Her. 9, 15 (La paz de la tierra y la de todos los mares a ti sedeben, y has colmado de favores los dos moradas del sol); Flor. Epit. 2, 34, 15(... continua totius generis humani...); HigGr. Const. 142; Sil. Pun. 12, 728;

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anidó la palabra, el concepto, éste era útil para definir dinámicas deregulaciones pacíficas de las sociedades en que pervivió a lo largo delos siglos.

Una gran parte del legado del Imperio Romano en general y dellatín, particularmente, fue depositado en la Iglesia Romana, que deesta forma transmitía el mensaje de la paz entre los hombres y la paz,y el respeto, a las instituciones y el Estado. Numerosas expresionesnos dan muestra de ello: pax vobis, pax domini, pacem dare, paxbandita, pax dei et ecclesiae, pax beatae mariae, pax ordo, pax ecles-siae, pax totius hebdomadae, pax firma, pax regis, ad pacem redire,pacem jurare, pacem plocamare, littera pacis, pax curae regis, paxsanti petri, pax parva et melior, pax imperii, paz villae, paces, pacia-rus, pacis adsertores, salva vestra pace.57 Tan abundantes en número,matices y extensión espacial y temporal que obviamos en estas pági-nas un análisis más detallado de las mismas, sirvan sin embargo talesdimensiones como testimonio de su entidad y pervivencia conceptualy semántica.

Suet. VC. 22, 1, 3; 61, 1, 2; Tac. Ann. 16, 28, 14; Zeno Tract. 1, 15, 9, 10 (urbesac populos composita pace); SHA Hadr. 5, 1; Just. Dig. 39, 6, 35, 4; Serv. A. 1,291, 2; 298, 6; 8, 454, 9; Just. Dig. 39, 6, 35, 4.

49. Cf.: WILL, E. (1975) Functiones de la monnaie dans les cites grecques de

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