La novela histórica en la época pos revolucionaria

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    Seymour MentonLa novela histrica en la poca posrevolucionaria: 1989-2005

    Revista del CESLA, nm. 12, 2009, pp. 41-49,Uniwersytet Warszawski

    Polonia

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    Seymour Menton

    La novela histrica en la poca posrevolucionaria:1989-2005 1

    Al hablar de la poca posrevolucionaria, me refiero a la poca marcada por lacada del muro de Berln, por la desintegracin de la Unin Sovitica, por la derrotaelectoral de los sandinistas en 1990, por los acuerdos de paz firmados por los guerri-lleros salvadoreos y guatemaltecos en 1992 y 1996 respectivamente y por el triunfoaparente de la globalizacin, la privatizacin, el capitalismo, el comercio libre, enfin, el neoliberalismo.

    Esta tarde quisiera examinar y cuestionar las repercusiones de la revolucinneoliberal sobre la novela hispanoamericana de los tres ltimos lustros. Como ca-tedrtico de literatura, prefiero tildarme de emprico, es decir, alguien que insiste enteorizar slo despus de examinar los datos. Por eso, no estoy de acuerdo con aque-llos colegas que prefieren rendir culto a las modas tericas ms recientes para apli-carlas despus a cualquier obra literaria; o con aquellos que prefieren estudiar la cul-tura popular en vez de la literatura elitista o "cannica". Para la dcada posrevolu-cionaria, estoy pensando en aquellos colegas tericos que han abandonado a Bart-hes, a Derrida, a Lacan y a Foucault para seguir a Garca Canclini; que han abando-nado la Escuela de Frankfurt para inscribirse en la Escuela de Estudios Culturales dela Universidad de Birmingham en Inglaterra o en su sucursal, la Facultad de Estu-dios Subalternos de la Universidad de Pittsburgh o que adoran a los poscolonialistasGayatri Spivak y Homi Bhabha; y que estudian con pasin el arte graffiti sobre los

    postes de concreto de la autopista de San Diego (Garca Canclini) o los distintosgrupos de msica rap que corresponden a cada pandilla de las favelas de Ro de Ja-neiro (George Ydice). Tal vez por ser muy ingenuo, prefiero leer y estudiar aque-llas obras hispanoamericanas que han merecido el respeto tanto de autores como decrticos internacionales desde que los franceses descubrieron los cuentos de JorgeLuis Borges en la dcada de los cincuenta.

    Desde que se public en 1993 mi libro sobre la Nueva Novela Histrica, nohe podido abandonar mi aficin por las novelas histricas en general y he seguidoleyndolas hasta la fecha. En la lista de novelas posrevolucionarias que les he repar-tido, las novelas histricas estn indicadas en negritas. Como ustedes pueden ver, lanovela histrica sigue predominando an despus de 1993 y hasta el presente, culti-vada por autores de distintas generaciones desde Carlos Fuentes (1928) y Alicia Y-

    ez Cosso (1929) hasta Sylvia Iparraguirre (1947), Enrique Serna (1959) y JorgeVolpi (1968).

    La segunda generalizacin que se puede hacer sobre la novela histrica pos-revolucionaria es que ya no predomina la NUEVA Novela Histrica. En la lista, nohay ms que tres que caben dentro de esa categora: La campaa (1990) de CarlosFuentes (1928), Margarita, est linda la mar (1998) de Sergio Ramrez (1942) y

    Rasero (1993) de Francisco Rebolledo (1950), cada una de las cuales tiene una rela-cin distinta con el presente. La campaa de Fuentes, pese a su alta calidad atesti-

    1 Conferencia pronunciada en abril de 2004 en la City University of New York.

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    guada por reseas muy elogiosas y por mi propio anlisis, no se ha convertido en un best-seller, an en Mxico, debido a varios factores: se public primero en BuenosAires; el punto de partida y la base de toda la novela es Buenos Aires; otros captu-los estn ubicados en el Alto Per (Bolivia), Santiago de Chile, Lima y Venezuela yslo uno en Mxico; para apreciar la novela completamente, hay que tener conoci-mientos histricos, literarios y lingsticos bastante extensos. Por ejemplo, en elcaptulo dedicado a Mxico, dudo que la mayora de los lectores no mexicanos seden cuenta de que el jefe insurgente ms importante es apcrifo. No es ni Hidalgo niMorelos sino Anselmo Quintana, personaje positivo y heroico a pesar de que tienevarios rasgos que lo asocian con el anti-hroe histrico Santa Ana: es mujeriego, ga-llero, jugador y sus asesores le recomiendan que se proclame "Alteza Serensima"(210). Otro factor que puede contribuir a la recepcin tibia de La campaa es el

    planteamiento del concepto que las guerras de independencia pueden haber sido unerror no slo por haber causado tanta muerte y tanta destruccin sino tambin por haber facilitado la subordinacin actual de las repblicas hispanoamericanas a losEstados Unidos. Para la mayora de los mexicanos, la prolongacin de la poca co-lonial bajo Espaa hasta el presente es un concepto difcil de tragar.

    En contraste con La campaa , Margarita, est linda la mar de Sergio Ram-rez ha gozado de mayor divulgacin, gracias en parte al mismo Carlos Fuentes.Fuentes estuvo en el jurado que premi Margarita junto con Caracol Beach del cu-

    bano Eliseo Alberto en el prestigioso Concurso Rmulo Gallegos y luego publicuna resea sumamente elogiosa en el Los Angeles Times Book Review , (14 de marzode 1999, p. 6) con el ttulo algo exagerado de "Los hijos de Cervantes. The Astonis-hing New Novels of Two of Latin Americas Most Gifted Writers".

    De los seis rasgos que identifico en mi libro de 1993, estn claramente pre-sentes cuatro:1. Los protagonistas y casi todos los personajes son histricos: Rubn Daro,Rigoberto Lpez Prez, asesino del dictador Anastasio (Tacho) Somoza Garca, ste,su esposa Salvadora y su suegro el sabio Debayle.2. La intertextualidad con Crnica de una muerte anunciada (1981) de GarcaMrquez salta a la vista, sobre todo en las pginas que marcan el paso de las horascon los pasos del asesino y de su vctima el 21 de setiembre de 1956. El otro pareci-do entre el asesinato de Somoza y el de Santiago Nasser en Crnica es que los dosse deben a la casualidad. Para dar slo un ejemplo, el asesino no es el revolucionario

    profesional sino el poeta tambin histrico Rigoberto Lpez Prez.

    3. El hecho de que un poeta resulte obsesionado con averiguar los datos ms in-significantes de la vida de Daro y que sus co-conspiradores sean, segn CarlosFuentes, "tipos ineptos cuyas locuras recuerdan las de los hermanos Marx y que lo-gran su meta por puro accidente cmico" (Fuentes: 1999, 6) confirma el carcter mgicorrealista del mundo.4. El cuarto rasgo de la Nueva Novela Histrica que se encuentra en Margarita,est linda la mar es la metaficcin. Desde el primer captulo, se interrumpe de vezen cuando la narracin omnisciente, aparentemente en tercera persona, con apartesen primera persona dirigidos a algn personaje o a los lectores en general. Por ejem-

    plo, el captulo trece empieza con una invitacin personal a los lectores: "Vengan

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    conmigo cuanto antes para situarnos junto al Capitn Pro en su atalaya" ( Margarita ,267).

    En cuanto a los otros dos rasgos de la Nueva Novela Histrica, hay que reco-nocer que en Margarita, est linda la mar , no se subordina la visin detallada de losdos periodos histricos a las ideas filosficas de Borges. Tampoco se distorsiona lahistoria a excepcin de la caracterizacin apcrifa de Sir Harold Pinter como inven-tor para la Feria de Pars en 1900 de un retrete automtico.

    Pese a sus logros literarios, Margarita suscita cierto problema ideolgico.Teniendo en cuenta el papel importante desempeado por Sergio Ramrez en el go-

    bierno sandinista, sorprende la ausencia en la novela de prefiguraciones de la luchacontra Anastasio Somoza Debayle. Ramrez se justificara seguramente sealandoque la novela se estructura a base de los paralelismos entre el asesinato de AnastasioSomoza Garca en 1956 y la muerte de Rubn Daro en 1916 y por lo tanto, no semira hacia el futuro sino hacia el pasado.

    La tercera de las Nuevas Novelas Histricas en la poca posrevolucionaria, Rasero (1993) del qumico mexicano Francisco Rebolledo (1950), tiene todava otrarelacin con el presente. El protagonista Fausto Rasero es un noble espaol, calvo ylibertino, que pasa la mayor parte de su vida en la Francia del siglo dieciocho. Sietede los nueve captulos llevan como ttulo el nombre de un personaje histrico quecobra vida en sus encuentros realistas con Rasero: Diderot, Voltaire, Mozart, Ma-dame Pompadour, el qumico Lavoisier y Goya. Rasero se destaca ms que nada por su recreacin convincente de los sucesos y de los personajes histricos de la poca.La enorme documentacin histrica nunca llega a abrumar al lector ni empalagan nifastidian las descripciones detalladas, como ocurre a veces, por ejemplo, en El siglode las luces de Alejo Carpentier, para citar otra novela histrica ubicada en la mismapoca.

    Lo que identifica esta novela con la Nueva Novela Histrica es que Raserodisfruta de una serie de conquistas sexuales relativamente fciles pero con una parti-cularidad carnavalesca nica y muy apropiada para un hombre nombrado Fausto:sus orgasmos van acompaados de visiones del futuro: los excesos de la RevolucinFrancesa, los horrores de los campos de concentracin de los nazis, la destruccin deHiroshima por la bomba atmica, las atrocidades de la Guerra de Vietnam, la masa-cre de Tlatelolco en 1968 y los efectos deshumanizadores de todas las ciudades mo-dernas. Estas visiones acaban por explicarse en el captulo final de la novela por medio de un ejemplo de la metaficcin. Fausto Rasero escribi un libro titulado Por

    qu os desprecio, con dibujos de Goya, en el cual expresa su desprecio por la huma-nidad por los estragos que ha causado en el mundo.

    En cuanto a las novelas histricas a secas, que predominan en la poca posre-volucionaria, me sera imposible disertar sobre todas. Por lo tanto, para establecer elequilibrio con las tres Nuevas Novelas Histricas escritas por hombres, voy a limi-tarme a tres novelas histricas a secas publicadas a partir de 1998, cada una escrita

    por una mujer. Luego terminar la conferencia con una sorpresa. Adems de analizar estas novelas y enjuiciarlas, plantear otra vez la cuestin de su relacin con la ac-tualidad y acudir a distintos tipos de comparacin. Se trata de El ao del laberinto(2000) de la chilena/costarricense Tatiana Lobo (1939), La tierra del fuego (1998)

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    de la argentina Sylvia Iparraguirre (1947), y S que vienen a matarme (2001) de laecuatoriana Alicia Yez Cosso (1929).

    La accin de El ao del laberinto (2000) de Tatiana Lobo Wiehoff (1939)est concentrada en 1894 con una variedad de hilos novelescos, tanto cubanos comocostarricenses. El argumento se basa en el asesinato misterioso de Sofa Medero, cu-

    bana rica casada con su propio to, hombre mayor de edad y gran partidario del mo-vimiento independentista bajo cuyo impulso se iba a organizar el ao siguiente lainvasin de Cuba en que muri Jos Mart. El gran logro de El ao del laberinto esla ingeniosidad con que se entreteje el asesinato con unos temas netamente costarri-censes: el conflicto poltico entre los intelectuales liberales y el Partido Clerical; laconstruccin del Teatro Nacional; las escenas costumbristas en el Parque Central yen el saln de billares del Gran Hotel; y la desmitificacin de la "Suiza Centroameri-cana", en la cual la novela coincide con los historiadores revisionistas de hoy. Semenciona el Hospicio de los Locos en la Sabana y se describen las condiciones en laCasa de Reclusin y luego el exilio de las prostitutas a los nuevos bananales. La pul-critud de don Ricardo Jimnez Oreamuno, uno de los hroes de la democracia costa-rricense del siglo veinte, se mancha con el nombre de su amante, La Cucaracha. A

    pesar del nfasis en la educacin primaria y secundaria durante los gobiernos libera-les, Costa Rica en 1894 tena, segn la novela, un 80% de analfabetismo. Las lluviastorrenciales de mayo inundan las oficinas del peridico y producen una plaga de ra-tas por todas partes.

    Adems de una estructura bien balanceada entre los distintos temas y los dis-tintos personajes y adems de la heteroglosia reflejada por personajes de distintasclases sociales, uno de los aciertos ms originales de la novela es que doa Sofa, lacubana asesinada, sigue narrando despus de muerta, alternando entre las observa-ciones a travs de las ventanas de su casa en la calle del Laberinto y los recuerdos desu niez en Santiago de Cuba. Aunque el marido queda condenado con el motivo delos celos, hacia el fin de la novela, la verdad la descubre el periodista histrico PoVquez: el cnsul espaol mand asesinar a Sofa para echarle la culpa a su marido yde ese modo desprestigiar el movimiento independentista cubano.

    Para enjuiciar El ao del laberinto , tambin puede contribuir una compara-cin con El pavo real y la mariposa (1996) de Alfonso Chase (1944). La novela deChase, publicada cuatro aos antes que la de Tatiana Lobo, tambin se ubica a fina-les del siglo diecinueve, durante la campaa presidencial de 1888-1889, slo cincoaos antes de la accin de El ao del laberinto. Lo que sorprende es que las dos no-

    velas empiecen con la noticia recibida por don Ricardo Jimnez del matrimonio desu novia Pacfica, hija del presidente Bernardo Soto, con otro. Mientras en la novelade Chase, don Ricardo se desmaya, en la de Tatiana Lobo, don Ricardo, hombre de"irona cida" (11), tir por la borda, antes de desembarcar en Puntarenas, "dos ba-les repletos de regalos" (10). La novela de Chase est bien escrita, bien documentaday tiene cierta gracia pero casi no tiene argumento.

    Dentro del periodo posrevolucionario, que coincide paradjicamente con el periodo poscolonial en trminos tericos, una de las novelas histricas ms logradasde la Argentina y a la vez un xito comercial con varias traducciones ha sido La tie-rra del fuego (1998) de Sylvia Iparraguirre (1947). Para comentarla, voy a acudir,

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    una vez ms, al mtodo comparado, remontando a 1950, fecha de publicacin deotra novela, tambin excelente, basada en la misma historia, Jemmy Button del chi-leno Benjamn Subercaseaux (1902-1973). El tema de las dos novelas proviene de ladicotoma tantas veces citada de Sarmiento: civilizacin y barbarie. Para Sarmientoy para la gran mayora de los intelectuales del siglo diecinueve y tambin para loscriollistas del siglo veinte como Rmulo Gallegos, la civilizacin se encuentra en laciudad con nfasis en la educacin y el pensamiento racional. En cambio, desde losaos sesenta hasta la actualidad los antroplogos y los tericos literarios han cues-tionado la superioridad de la cultura occidental y han abogado por el respeto de lacultura del Otro. Dentro del revisionismo histrico, se ha denunciado el imperialis-mo europeo y estadounidense en el Tercer Mundo y se han condenado el despojo dela tierra y la matanza de los indgenas justificado por el proyecto nacional tanto enlos Estados Unidos (la pelcula Dances with the Wolves ) como en la Argentina.

    La tierra del fuego lo mismo que Jemmy Button versan sobre los dos viajesde exploracin al Cabo de Hornos realizados en 1830 y 1832 por el capitn Fitz-Royen el barco Beagle. En el primer viaje, Fitz-Roy, puritano enrgico de veintisis aosde edad, recoge a cuatro indios fueguinos, los ymanas, como rehenes por haberserobado una ballenera. Fitz-Roy los lleva a Londres con la idea de "civilizarlos".Despus de ms de un ao en Londres, se convence que ha fracasado y decide llevar a los indgenas de vuelta a su tierra. En ese segundo viaje participa el joven natura-lista Charles Darwin.

    Veamos ahora las diferencias entre las dos novelas. La primera, que salta a lavista, es que Jemmy Button tiene una extensin casi tres veces ms grande que la de

    La tierra del fuego. Esta, por lo tanto, tiene los elementos novelescos ms estrecha-mente entretejidos. Adems, sobresale La tierra del fuego por su final lleno de sus-

    penso: el juicio de Jemmy Button en 1860 en las Islas Malvinas por la masacre elao anterior de ocho misioneros britnicos, la cual slo aparece como una nota al piede pgina en la novela de Subercaseaux. El juicio constituye todo un motivo recu-rrente que comienza a mencionarse en la cuarta pgina de la novela cuando el narra-dor, desde la perspectiva de 1865, recuerda el juicio pero no menciona ni el crimenni el fallo. Los dos ltimos pliegos, de los siete en total, estn dedicados al juicio yel narrador en gran parte cede la palabra a los parlamentos de los distintos testigos.Al fin, declaran inocente a Jemmy Button aunque despus l confiesa al narrador que en realidad fue culpable por motivo de la venganza: cinco loberos haban viola-do a la mujer de Jemmy antes de matarla.

    Aunque los personajes histricos figuran en las dos novelas, uno de los mejo-res logros de La tierra del fuego es el papel importante desempeado por el narrador ficticio, John William Guevara, hijo ilegtimo de un soldado ingls alcohlico y unacriolla argentina. Guevara por poco se convierte en protagonista de la novela. Parti-cipa en los dos viajes de la Beagle , se hace amigo de Jemmy Button y como ste,

    prefiere vivir en una regin remota de la Argentina donde "el viento barre la tierraseca" (17) en vez de en Londres con sus barrios pobres llenos de tabernas y prostitu-tas.

    Por mucho que me parezcan excelentes las dos novelas, me gustara cuestio-nar ante ustedes la idealizacin de los indgenas primitivos y la condena de los in-

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    gleses civilizados en La tierra del fuego . En una conversacin amistosa con el na-rrador Jack, Jemmy Button, que tiene a la sazn diecisis o diecisiete aos, le expli-ca las enseanzas que recibi del gran maestro anciano:

    (...) debemos ser buenos y tiles a la comunidad (...) aprende a renunciar a todo exce- so (...) mostrar el mayor respeto por los ancianos (...) ayuda a los hurfanos, lleva comida alos enfermos, atiende primero al forastero (...) los nios son de todos, cudalos, aydalos,

    jams los cas tigues (...) Cuando te cases, ayuda a tu mujer (...). Cuida el agua, los rboles,los peces y los animales, son de todos (151).

    En cambio, se condena a los ingleses por su arrogancia: su seguridad de quesu civilizacin, incluso su religin y su ciencia, es superior. El narrador casi siemprese refiere a Darwin como "el doctorcito" (165ff) y Jemmy Button se burla de l por la frecuencia de sus mareos. Segn la novela, la meta de civilizar a los ymanas noes ms que un pretexto de parte de los ingleses para controlar los canales de Tierradel Fuego, que ligan el mar Atlntico con el Pacfico facilitando el comercio inter-nacional. Con toda su civilizacin, la Londres de la poca de Dickens se retrata connfasis en su miseria.

    Aunque he condenado el imperialismo de los Estados Unidos en Guatemala, Nicaragua y otros pases latinoamericanos, y aunque en principio me opongo a losmisioneros, tengo que admitir mi perplejidad ante los dos retratos contradictorios delos indgenas fueguinos. Por ejemplo, en la novela de Subercaseaux, Jemmy Buttonsorprende constantemente al lector robando dinero y otros objetos de valor a las per-sonas que lo han tratado con la mayor bondad, hasta a su propio benefactor Fitz-Roy. Hacia el final, Jemmy Button le dice a Fitz-Roy que sus compaeros indgenasYork y Fuegia le han robado todo lo que posea. El reverendo Matthews salva a unnio de cinco aos que tiene los brazos deformados, quien fue abandonado por sus

    padres, quienes despus reclaman compensacin. Charles Darwin insiste que losymanas se parecen a hombres que "descienden de otro Adn" (454), y por lo tanto,es imposible civilizarlos. Las distintas tribus fueguinas pelean entre s, o sea que lasdos imgenes de los indios son totalmente distintas. Hasta qu punto se distorsionael retrato en la novela de 1998 debido a la ideologa de una mujer, conocida por suactivismo en la cuestin de los derechos humanos? O hasta qu punto se distorsio-na el retrato de 1950 debido a la ideologa europeizante de un hombre que pas la

    primera parte de su vida en Francia?Aunque no puedo darles un juicio definitivo sobre cul de las dos imgenes

    est ms cerca de la verdad, lo que s puedo hacer es recomendarles a los estudiantesla lectura cuidadosa de estas dos novelas excelentes, junto con The Voyage of the

    Beagle , de Charles Darwin para que puedan resolver esta cuestin, en una buena di-sertacin doctoral.

    A diferencia de El ao del laberinto de Tatiana Lobo y de La tierra del fuegode Sylvia Iparraguirre, S que vienen a matarme (2001) de la ecuatoriana Alicia Y-ez Cosso (1929) carece de complejidad artstica. Ms que una novela histrica

    podra llamarse una novela biogrfica. Empieza con la llegada al Ecuador del padreespaol de Gabriel Garca Moreno en la primera dcada del siglo diecinueve y ter-mina con el asesinato de ste en 1875. La narradora omnisciente sigue la vida del

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    dspota ms fantico de toda la Amrica Latina en orden cronolgico. Incluso se re- pite a travs de la primera mitad de la novela la frase "ha cumplido [tantos] aos":15, 17, 21, 24, 27, 37. Otro recurso tcnico que ayuda a mantener la atencin del le c-tor en el protagonista es el uso de frases con sujetos indefinidos que slo pueden re-ferirse a Garca Moreno: "Quien ms protesta es el de los ojos fulgurantes" (61); "Elque todo puede y nada teme" (69); "Slo hay una ventana iluminada, la nica en to-da la ciudad. Todos saben que esa ventana es como un tremendo ojo que escudria yvigila" (188).

    Pese al carcter anacrnico de la novela, indicado por estas frases, vale la pe-na leerla. Que yo sepa es la nica novela ecuatoriana dedicada a uno de los dspotasms inolvidables de la Amrica Latina. Su fama en parte se debe a la estatura de sugran enemigo Juan Montalvo, autor de La tirana perpetua , de la frase "Mi pluma lomat", que no se incluye en la novela, y de otra que s se incluye: "Dividi al puebloecuatoriano en tres partes, la una la dedic a la muerte, la otra al destierro, la ltimaa la servidumbre" (194).

    Dado el carcter medio melodramtico de esta novela, qued inesperadamen-te impresionado con la lectura de otra novela reciente de la misma autora ecuatoria-na. Por grande que sea mi predileccin por la novela histrica y la novela nacional,

    El cristo feo (1995) de Alicia Yez Cosso (1929) me parece una de las mejoresnovelas hispanoamericanas del periodo posrevolucionario. Aunque la autora es con-tempornea de Garca Mrquez y su primera novela, Bruna, soroche y los tos (1972), la emparent con el realismo mgico macondino, el hecho de que una pe-quea estatua de madera, el cristo feo, empiece a conversar no basta para colocar lanovela dentro del realismo mgico, que ya no est de moda.

    Lo que se destaca ms que nada en El cristo feo es la sinceridad, la sensibli-dad y la aparente sencillez. Consta de apenas unas doscientas pginas y tiene un es-

    pacio y una extensin cronolgica muy limitados. No hay ms que cuatro personajesque viven durante ms o menos un ao en una ciudad, probablemente Quito, perosin detalles locales. Lo ms impresionante de la novela es la autenticidad de lasemociones de los dos personajes principales que se van transformando sutilmente: lacriada cincuentona o tal vez sesentona que poco a poco va venciendo su humildadtradicional hasta llegar a independizarse gracias a la imagen del cristo feo que co-mienza a hablarle; y el patrn viejo y totalmente ensimismado en su coleccin de es-tampillas, como refugio contra su esposa, infeliz dama de la sociedad obsesionadacon su maquillaje, su peso y su ropa a la moda. Por su contacto con la criada, el

    patrn se despierta de su estado moribundo, sale al jardn y atiende al perro. Encuanto a la trama, no hay nada ms. Aunque no se puede negar la nota de protestasocial en el contraste entre la vida frvola de las damas ricas y la miseria en que vi-ven las criadas, el triunfo de la protagonista y la humanizacin del patrn indicanque las relaciones humanas son ms importantes que las condiciones materiales de lavida y la lucha de clases.

    Para recalcar la diferencia con las novelas de protesta social de los aos trein-ta, El cristo feo empieza con nfasis en la pobreza, la miseria y la injusticia. Ordali-sa, la criada, vive en un slo cuarto sin ventana. La puerta tiene rendijas, la cama esvieja y estrecha, la casera no le permite tener ni gato ni perro ni pjaro y el trabajo

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    de mucama, por rutinario e ingrato, no le gusta nada. Al fijarse en el cristo feo quetiene colgado en la pared encima de la cama, las piernas cortas y abultadas de laimagen le provocan una comparacin con las mujeres cargadoras de los mercados.Las costillas de la imagen evocan los nios hambrientos de Biafra y los perros flacosde los pramos. La conversacin con el cristo feo tambin le permite comentar la si-tuacin de Manuel Simbaa, pobre obrero despedido injustamente que vive en uncuarto con piso de tierra, ms pequeo que el de Ordalisa, con su mujer lavandera y"una recua de hijos" (15). Ordalisa camina hacia la parada del bus sintindose viejay sola, preocupada por la tos y los zapatos hechos "una porquera" (18). Una vez enel autobs, piensa en "esa masa annima y madrugadora" (19) que va al trabajo con-siderndose afortunada frente a los miles de desempleados.

    No obstante, precisamente en ese momento, la novela cambia de ruta, con un prrafo que consta de una sola oracin de apenas seis palabras: "Tuvo suerte en pes-car un asiento" (19). De ah en adelante, la situacin de Ordalisa comienza a mejo-rarse y disminuyen y casi desaparecen las alusiones a los de abajo. En contraste conel espritu optimista de El cristo feo , no cabe duda de que vivimos en una poca vio-lenta. Adems de la novela histrica, una de las tendencias ms cultivadas en la po-ca posrevolucionaria es la novela de la violencia: asesinatos, asaltos, drogas, cinismoy una falta total de idealismo. Sirvan de ejemplos: La Virgen de los Sicarios (1994)del colombiano Fernando Vallejo (1942), El asco (1997) del salvadoreo HoracioCastellanos Moya (1957), Los trabajadores de la muerte (1998) de la chilena Dia-mela Eltit (1949), Cruz de olvido (1998) del costarricense Carlos Corts (1962), Ro-

    sario Tijeras (1999) del colombiano Jorge Franco Ramos (1962) y El Rey de la Habana (1999) del cubano Pedro Juan Gutirrez (1950). Mientras estos autores pre-fieren denunciar los males de nuestro mundo actual, la mayora de los autores de lapoca posrevolucionaria siguen fascinados por la novela histrica, con distintos gra-dos de escapismo, de revisionismo histrico y de investigacin de los orgenes de laslacras de la sociedad actual.

    Si me permiten, quisiera terminar esta charla con una nota personal. Pese a lalucha que me he sentido obligado a mantener en contra de los tericos dogmticosdesde 1970, me considero muy afortunado por el gran nmero de obras de alta cali-dad que me ha tocado leer, analizar y enjuiciar durante los ms de cincuenta aos demi carrera profesional.

    Bibliografa

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