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La Noche Excilia Saldaña Molina Este es el libro de la Noche y de abuela. Y de Mayito. Y del que lo lea. Este libro es para ti: Así como te lo cuento, así lo viví. El vuelo de cuando empecé a soñar. Y la madre-nana que supe arrullar. Juego y canción, historia y leyenda para la hermana grande y para la pequeña. Ven conmigo a crecer esta rueda. Ven para que conozcas mi Noche entera. Este es el libro de la Noche y de abuela. En un zapato, en la concha de un caracol, en el ala de una mariposa, en el nido del picaflor; en la corona de la piña, en, las arrugas del anón, en la masa de la calabaza, en el cogollo de la col: Abuela y yo juntas siempre, siempre juntas las dos. -Muchacha, ve a saludar al cielo. -Abuela, que el día está nublado. -Niña, a los amigos no se les mira ni el vestido ni el calzado. -Muchacha, ve a jugar con la luz. -Abuela, el portal está mojado.

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La Noche

Excilia Saldaña Molina

Este es el libro de la Noche y de abuela. Y de Mayito. Y del que lo lea.

Este libro es para ti: Así como te lo cuento, así lo viví.

El vuelo de cuando empecé a soñar. Y la madre-nana que supe arrullar. Juego y

canción, historia y leyenda para la hermana grande y para la pequeña. Ven

conmigo a crecer esta rueda. Ven para que conozcas mi Noche entera.

Este es el libro de la Noche y de abuela.

En un zapato, en la concha de un caracol, en el ala de una mariposa, en el nido del

picaflor; en la corona de la piña, en, las arrugas del anón, en la masa de la

calabaza, en el cogollo de la col: Abuela y yo juntas siempre, siempre juntas las

dos.

-Muchacha, ve a saludar al cielo.

-Abuela, que el día está nublado.

-Niña, a los amigos no se les mira ni el vestido ni el calzado.

-Muchacha, ve a jugar con la luz.

-Abuela, el portal está mojado.

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-Niña, también lo está el mar, y el arco de los colores lo salta de un lado a otro

lado.

-Muchacha, ve a arrullar al Sol.

-Abuela, que es muy pesado.

-Niña, más pesan las penas en el pecho atribulado.

Y allá se va mi abuela a dormir al Sol en sus brazos para que al fin llegue la noche

a visitar nuestro patio:

Sueña el Sol que se ha dormido

en un nido de coral

y que el mar lo está empollando

con sus alas de cristal.

Duerme, Sol, niño querido,

y no dejes de soñar,

que mañana, luz-gaviota,

por el cielo has de volar.

Nocturno 1

Jaula de ácana.

Nidada de plata.

-¿Qué es la noche, abuela?

-Es una doncella de dulce mirada, vestida de ébano, descalza y cansada. Es negra y

es bella. Es sabia y callada. En nada recuerda a sus otras hermanas.

»En potro muy negro de sueños cabalga y va a la laguna a mirarse la cara: ¡Qué

cara tan negra le devuelve el agua, qué cara tan linda, qué envidia de cara!

»-Quisieran las flores tener tu fragancia -le dice el rocío que a solas la ama-. ¡Si tus

pétalos negros mojar me dejaras!

»-Si yo fuera flor, tu amor aceptara» -le dice la Noche, y luego se escapa. Tímida

se esconde en las ramas más altas.

»-El canto callado del viento que pasa, la duerme y la mima, la cubre y la guarda.

-Le quité las plumas a la urraca, su tintero al cielo, el vuelo a la tatagua, sus alas al

murciélago.

-Has dejado a la noche sin cuerpo.

-Es para que sólo sea ojos, abuela: Tus dos ojos negros.

Madrigal de Abuela

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Mariposa,

primorosa,

cadenciosa,

tan mimosa,

ven a mí.

Cariciosa,

vergonzosa,

sé dichosa:

Vuela en mí.

-¿Qué como era mi abuela? Abuela estaba echa de vuelo de zunzún y miel de

abeja. Era como una vieja guitarra guajira cantando en la noche cuando la faena

termina. O como un tambor, que cuanto más tenso el parche, habla más alto y

mejor.

-Guitarra, abuela mía, mi tambor, yo no sé lo que es una estrella, dímelo, por

favor.

-Una estrella es un suspiro, una flor; es un zafiro, una perla, un surtidor. Una

estrella es una bella niña de luz, es traviesa y se querella, y a su abuela luego besa,

como tú.

-¿Qué como era mi abuela? Abuela era tan sabia que no sabía palabras oscuras,

pero podía conversar con los astros o con la humilde matica de ruda.

-¿Dónde vive Egoísmo?

-En casa de Soledad.

-¿Y dónde vive Bondad?

-Dentro de uno mismo.

¿Qué como era mi abuela? Abuela era una jícara de magia cotidiana. Elemental y

simple como el milagro cotidiano del agua.

-¿Adónde vas abuela, con esa tinaja de agua serena?

-A cazar lunas llenas.

-Tengo sed, abuela.

-Anda, bebe algo fresco.

-Tengo sed, abuela.

-Caza las gotas del viento.

-Tengo sed, abuela.

-El río no está lejos.

-Tengo sed, abuela.

-Eso lo quita un beso.

-Si no fueras quien eres, si no te gustaran ni las flores ni las rejas, si fueras de mi

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nombre analfabeta, ¿quién quisieras ser tú, abuela?

-Pues me gustaría ser alguien a quien le gustaran las flores, que coleccionara rejas,

que hubiera combinado sonidos hasta llegar a tus letras. Si fuera quien no soy,

quisiera ser al menos tu abuela.

-Abuela, ¿cómo aprendo la lección de ser sabia, humilde y discreta?

-Por cada pregunta antigua, sal y busca una respuesta. Por cada respuesta que

halles, siembra una pregunta nueva.

-Abuela, hoy puse en mi canto camión y razón, comer y leer, Orión y rumbón.

-Si rama rima con rema, ¿rema con rama la rima?, ¿rima quien rema en la rama?

»Niña, rima flor con cantero, noche con olor, guarandol con pañuelo y tu nombre

con sol.

»Apréndete la lección.

-¿Qué es la poesía, abuela? Quiero saberlo.

-No es el verso.

-¿Qué no es, que tú lo sabes y yo quiero aprenderlo?

-Es el verso.

-¡Que es y que no es!, ¡vaya misterio!

-La poesía es eso.

-Escribí un poema, abuela, sobre el misterio.

-Escribiste versos.

-¡No! No está escrito con palabras, sino con surcos de viento.

-Ah, entonces sí escribiste un poema sobre el misterio.

Poema misterioso

Quién no ha sido.

Quién que sí es.

¿Quién no dirá

lo que tú sabes,

lo que yo sé?

La flor se mira en mi lluvia,

espejo de su querer;

yo me veo en el rocío,

cristal de frágil correr.

Día a día yo la miro.

Día a día ella me ve.

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En el claro ojo del mundo

van su perfume y mi sed.

Quién sí ha sido.

Quién que no es.

¿Quién me dirá

lo que no sabes,

lo que yo sé?

-Abuela, ¿cuál es el misterio mayor de la poesía?

-No servir al mercader. No ser mercancía.

-¿Y quién conoce ese misterio?

-El poeta, su hechicero.

-Si la poesía es misterio, y el misterio, hechicería, ¿dónde está la fantasía?

-En el espacio infinito de la vida.

-Abuela, ya sé lo que es el poema, ya sé lo que es la poesía, ya sé lo que es el

misterio, ya sé lo que es la fantasía, ya lo sé todo, ¡soy dueña de la sabiduría!

-Pienso que no, si no vuelves a ignorarlo cada día.

-Abuela, ¿qué es el río?

-Las lágrimas de un gigante por un amor perdido.

-¡Qué tonto es el puente: Cree que construyeron el río para que bajo él corriera!

-Abuela, ¿qué es mejor, ser río o ser puente?

-Ser río, si quieres conocer la corriente; ser puente si no quieres pasar por el frío.

-Y tú, ¿qué prefieres, abuela, ser río o ser puente?

-Ser río, niña mía, ser río. Desbordarme con la lluvia, llegar al mar, cantar en la

fuente. Sí, yo nací para ser río y no para ser puente.

-¡Abuela, me encontré una sombrilla!

-¡Te compraré un Sol radiante y una Lluvia fina!

-Abuela, mira las nubes.

-Ay, hija, si yo pudiera zarpar en esa barca de encaje y tules, sobre ti lloviera para

hacer crecer tu perfume.

Cuando comenzaban los truenos, aunque fuera de noche, abuela salía a caminar.

¡Qué linda era abuela cuando llovía: Era flor, era tierra… y era más mía!

-¡Mójese, plantica –un día me dijo-, para que la sangre se surta de la fuente del

regocijo! ¡Mójese, plantica, para que pueda crecer! ¡Mójese en este cuento de La

Habana de ayer!:

Pitirre era el niño más rambulero, simpático, revoltoso, alegre, fiestero. Vivía en el

centro de la ciudad en una casa muy vieja de vecindad. Vivía con su madre y una

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jicotea y una comadrita y un quinqué y dos velas. Vivía caminando de esquina en

esquina: Más rápido que la calesa, más rápido que el quitrín: ¡El rellollito era el

mejor andarín!

»Y camina y camina, una tarde encontró a una niña dorada asomada a un balcón:

Borda la niña en su canevá, rin ran: Pitirre la mira y la vuelve a mirar. Borda la

niña, borda un pañuelo:

»Pitirre no siente ni el vuelo del tiempo y ya no se ríe... el muy parejero quiere ser

grande, ser todo un herrero y forjar para ella la jaula de un beso.

»Pitirre no salta ni corcovea, se queda muy quieto, aunque nadie lo crea. Pitirre, de

pronto, está alelado por la pardita ingenua que el amor le ha bordado.

»Y en la noche encantada, noche plena de fantasía, bajo el balcón de la niña, se

escuchó esta melodía:

» (...) no me olvides,

bella de noche,

caracolina,

flor de la cera,

flor de ilusión.

Suave embeleso

de un tierno beso,

por la ventana

entra y te llama

todo el aroma

de un nuevo amor.»

-Abuela, qué es un mito, una leyenda?

-Una pregunta que te responde el pasado de la Tierra. Una mentira que no lo es.

Una verdad incompleta. La semilla de donde nacen los más hermosos poemas.

Leda y el cisne

Un cisne sabe

dónde la dama

es frágil llama,

dónde fiel ave.

La llama suave

danza la dama.

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El vuelo-llama

lo canta el ave.

¡Cante la dama

y dance el ave!

Música. Llama.

El vuelo suave.

La dama es llama:

El cisne sabe.

«-Cuando yo era niña –decía abuela- vivía Tata Cuñenque en un varaentierra. Tata

Cuñenque, Tata Cuñe, el dueño del monte que nadie ve. Verdolaga, romerillo,

palaciego, vencedor, jalajala, lirio del río, siempreviva, girasol, pasiflora,

serpentina, cola de ratón. Cada yerba le ofrecía, por la noche su esplendor…

»-Tata Cuñengue, aquí está; aquí está Tata Cuñé: Una hojita de salvia lo salva a

usted. ¡Aquí está Tata Cuñengue, Tata Cuñé!

» -Póngamela en la frente, Tata Cuñé, con humo de tabaco y borra de café.

» -Póngamela en la frente y todo será al revés: Los pobres seremos ricos, la ceiba

será jagüey.

»--Criollita, te estás burlando de Tata Cuñé; criollita, por la noche un güije te va a

halar los pies.»

El güije

-¿Quién se esconde en el rocío?

El Güije-del-Río.

-¿Quién se esconde en la corriente?

El Güije-sin-Diente.

El güije de frente.

El güije al revés.

El güije de espaldas.

El güije otra vez.

-¿Quién camina de este lado?

El Güije-Callado.

¿Quién camina de este otro?

El Güije-Alboroto.

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Al güije lo boto,

el güije voló,

el güije se ha roto,

¡el güije soy yo!

-¡Abuela, eres tan valiente que a nada le tienes miedo, ni a güijes, ni a oricha, ni a

viejos cuentos!

-Incierto. Hay alguien a quien le temo: Es a esa otra abuela que pudo darte un

golpe o negarte un beso.

»Témele, tú, siempre, al enemigo que llevas dentro.

-Abuela, ¿has conocido la mentira?

-Sí, es un dardo de vidrio que te hiere la mejilla.

-El jardín tiene una flor muerta.

-¡Qué extraño, abuela!

-El árbol tiene una rama desierta.

-¡Vaya rareza!

-La jaula tiene cerrada la puerta.

-¡No lo creo, abuela!

-Extraño, raro e increíble es que el que tenga joyas, no las cuide y, cual baratijas,

las venda.

»En la feria de la mentira siempre existen mercaderes de bajezas.

-¡Abuela!

-Adivina, abuela, si eres buena adivinadora, adivinafina. ¿En qué se diferencian

engaño, fantasía, mentira e ilusión? ¿En qué se diferencian, adivinadora,

adivinafina? ¡Dame la solución!

-El enigma con el enigma se contesta: En lo que ellos se apartan, se diferencian.

Como la serpiente del ave y el hombre de la bestia.

-Abuela, ¿y si todos estuvieran juntos, cómo sería el teorema?

-La mentira y la serpiente se arrastran; la ilusión y el ave vuelan; el engaño y la

bestia destruyen; la fantasía y el hombre crean.

-Tres preguntas, abuela, tres preguntas concretas. Una: ¿Qué es la yerba?

-La cabellera de un hada que vive bajo la tierra.

-Dos: ¿Y la flor?

-Una niña si es botón; cuando se abre, una muchacha coqueta; mustia y

deshojada, el corazón de una abuela.

-Tres: ¿Por qué, por qué, no puedo pisar el césped que crece bajo mis pies? Si es

suave y tierno, ¿por qué me lo prohíben, por qué?

-Porque hay cosas que se dañan cuando nos brindan placer. Tu alegría es

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importante, pero más importante es que hagas el bien. El césped es un niño

pequeño que no te puede sostener.

Ovillejo ovillado por abuela

¿Qué perdiste, qué has perdido?

-Un nido.

¿Quién te canta y te consuela?

Mi abuela.

¿Qué te da contra el dolor?

Su amor.

Basta sentir su calor,

aun en la noche fría,

ella da comienzo al día:

Abuela nido de amor.

-Abuela, dice el carbón -tan humilde, tan tratable, tan baratoque el diamante lo

insulta cuando pasa a su lado.

»Dice, el pobrecito, que a ese pariente allegado le ha dado por esplender sólo por

vanidoso y malvado.

-No te dejes engañar, no hay mayor mezquindad que no solazarse en el brillo de

los demás.

»No hay vanidad más fatua y más vergonzosa que la que grita "humildad" con

hipocresía engañosa.

-Abuela, ¿qué es la envidia?

-La muerte lenta y terrible de los que no tienen vida.

-Abuela, esta noche vi un niño con los ojos de fuego.

-¿Lloraba?

-No, ardía.

-¿Ardía?

-Sí, ante las cenizas de un nido sin vuelo.

-¿Por qué existe el odio, abuela?

-Porque a esa pobre palabra, de niña, nadie le dijo: «Eres bella.»

-¡Qué bella eres, abuela, ni el tiempo ni las lluvias podrán borrar, en mí, tu huella!

-Las palabras del amor ya nacen siendo promesas.

-Y los que traicionan una promesa, los que olvidan una voz, un rostro, una fecha,

¿qué castigo merecen, abuela?

-Seamos amantes o amigos, hayamos dado amistad o amor, hija mía, no hay

castigo mayor que la vida que matamos en el olvido, no la del otro, sino la de

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nosotros mismos.

»Es el Invierno el que tiembla de frío por no recordar que existe el Sol.

-Los que no han amado, abuela, ¿por dónde van?

-Por los caminos abiertos, hechos piedra y crueldad, para que los amantes

descalzos nunca puedan descansar.

-Abuela, ¿debemos contestarle a la maldad con amor? ¿O debemos golpear con la

venganza hasta dar dolor al dolor?

-¡Qué difícil es tu pregunta, porque al mismo tiempo quieren contestarte razón y

corazón!

»El amor todo lo vence, pero hay que saber enseñar al amor. No en la ciega

venganza del torpe, ni en el rencor de la frustración, sino en la lucha hasta la

victoria para que triunfe lo mejor.

»El aullido de la maldad es la impotencia. No podemos sentir lástima por lo que no

es dolor.

Nocturno 2

-Noche, ¿dónde tú te miras

que te quiero reflejar?

-En las gotas de rocío

que por ti saben llorar.

-Noche, ¿dónde tú te escondes

por que no te puedo hallar?

-En el jazmín de tu pelo

que envidian lirio y azahar.

-Noche, ¿dónde tú tiritas

porque fe quiero abrigar?

-En el frío de fu miedo

de no poderme alcanzar:

-Noche, ¿dónde tú eres noche,

que te quiero iluminar?

-En lo alto de tu cielo

para que puedas brillar.

-Noche ¿dónde está tu nombre

porque lo quiero arrullar?

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-Donde está el tuyo está el mío:

Nombres ambos de soñar.

Niña, ¿qué haces?

-Te hago un espejo.

-¿Qué haces, abuela?

-Te hago un recuerdo.

-Abuela, ¿qué haces frente al espejo?

-Te miro y me veo.

-Niña, ¿qué haces con mi recuerdo?

-Me lo hago reflejo.

Añoranza

La anciana busca a la niña,

a niña sin voz ni cuerpo.

La va a buscar en el río.

El río se aleja lento.

La busca bajo la lluvia.

La busca en el mar sereno.

Y la busca en la mirada

de su más íntimo sueño.

La niña busca a la anciana,

la niña sin voz ni cuerpo.

Y al fin se encuentran sentadas,

cantando sobre el recuerdo.

Abuela saco un vestido de holán y tirabordada con pasacinta de encaje y moñas

azul y grana.

-¡Qué acoquinada me ponía cuando tu abuelo llegaba con su guayabera de hilo y el

sombrero de jipijapa!

»Cruzábamos los sillones, nos mirábamos las caras.

» ¡Qué mostachos tan abundantes, qué patillas tan bien pobladas!

Lo que se dice un real mozo, y, aunque esté mal el decirlo, yo atrás no me

quedaba.

Abuela cerró los ojos y cantó esta tonada:

« ¿No recuerdas, gentil bayamesa,

Que tú fuiste mi sol refulgente

I risueño, en tu lánguida frente,

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Blando beso imprimí con ardor...»

Y yo sentí de nuevo el laúd, el tiple y la guitarra en la noche si velas ni quinqué

que la estropearan.

Y yo vi volar una mano hasta la reja cercana.

Y vi soltar una trenza, serpiente negra y callada:

«-Sube por ella, amor mío, mi trenza será tu escala; en mi balcón hallarás la

respuesta que tú aguardas.»

Y era una voz de percal y seda, voz de cántaro y cascada. La misma que ahora

murmura muy bajito esta tonada:

« ¿No recuerdas que un tiempo dichoso

Me extasié con tu pura belleza,

en tu seno doblé mi cabeza

Moribundo de dicha y amor?»

Frente a la alameda

Calesa y quitrín:

La alameda

cansa al fin.

De rosa y azul

van las niñas

seda y tul.

Ligero arrebol,

abanico, quitasol.

¿Qué quería usted,

un refresco,

soda o té?

-soda o té.

-¿Soda o té?

-Champola de anón,

mango, piña,

marañón.

¿Marañón?

-¡Marañón!

-Cocoa y Café,

eso mismo beberé.

Calesa y quitrín:

La alameda

cansa al fin.

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Pianola y flautín,

arpa, viola,

cornetín.

¿Cornetín?

-Cornetín.

Así bailaré,

tú y yo,

yo y él.

Suspiros de amor,

ojos gachos:

¡Qué dolor!

-¡Qué dolor!

-¡Qué dolor!

Calesa y quitrín:

La alameda

cansa al fin.

-Abuela, ¿qué es el espacio?

-El cuerpo donde nuestro tiempo nunca llega con retraso.

-Abuela, ¿qué es el amor, el amor de la pareja?

-Mi respuesta sólo a mí me sirve, la tuya la tendrás cuando lo sientas.

El mago

Un mago famoso

-para hacerse amar-

trocó en una espiga

mi carga de sal.

Ya no soy la arena.

Ya no soy la mar.

Ahora soy la tierra

del trigo y el pan.

-Abuela, tengo una pregunta que al mismo tiempo es deseo.

-Te escucho y atiendo.

-¿Es el primer amor, el amor verdadero?

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-Casi tienes resuelto el misterio: Siempre el verdadero amor, aunque sea el último,

es el primero.

Por la noche, pasan y pasan los pregoneros: El del cucurucho, cucuruchero, con el

maní crocante va; y el del tamal, pica o no pica, deja en el aire su pregonar.

Pasan y pasan los pregoneros, surcan la noche como veleros, menos alegres,

menos ligeros, como con miedo de zozobrar.

«¿Todo lo venden los pregoneros?», yo me pregunto. Y me contestó: «No, no

venden ni amor, ni mimos, no venden besos. »

Y, entonces un pregón travieso cruza mi calle y cruza mi pecho, tierno pregón de

mi pregonero:

Vendo caricias

dame una cinta;

vendo un momento,

dame tu pelo;

dame tu risa,

vendo la brisa

enamorada

de tu mirada.

¡Soy pregonero!

Farolero

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Caserita, ya vengo,

caserita, ya voy.

En las noches sin luna,

prendo, prendo,

¡yo prendo!, farolitos

de amor.

Caserita, ya vengo.

Caserita, ya voy.

Frutero

Naranja dulce

y flor de olor,

lluvia de oro

al corazón.

Al corazón

Cuando es de noche

pregono yo

flores de novia,

frutas de amor.

Frutas de amor.

La niña espera

en su balcón

para su pecho

esta canción.

Esta canción.

Estribote nupcial

Marinero de alta mar,

contigo me he de casar.

Tendré casa marinera

con sol, luna o ventolera,

y en el mástil la bandera,

la cubana, la primera

siempre altiva ha de flotar.

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Marinero de alta mar,

contigo me he de casar.

-¿Estás llorando?

-Abuela, es que te oculté un secreto.

-Pero me diste su más íntimo cuerpo.

–No entiendo. ¿Qué cuerpo te di, si acallé al labio y envolví al

pensamiento?

-Me diste el silencio. Tu confesión en el silencio.

De aquellos vecinos todo lo sabía abuela.

-Al muchacho le gustan los caballos, colorear las palmeras, nadar en el horizonte,

cantar en las noches de luna vieja, pero la madre es una tonta cabeza hueca, ni me

mira. ¿Qué se creerá esa señorona con tanto humo en la cabeza?

»Anda, muchacha, cierra las ventanas y la puerta.

«¿Quién dijo que el corazón tiene ventanas ó puertas?»

-Vaya, el muchacho no es malo, pero la madre es tremenda.

No me quería su madre. No lo quería mi abuela. Nuestros cómplices eran un gato,

un canario y un poema.

-Cuando lo veas por la calle, cámbiate de acera.

Día a día caminábamos el camino que camina hacia la escuela: las manos

enlazadas, el tiempo, una dorada abeja.

-Me da pena con el muchacho, se le ve que la vanidad lo avergüenza.

»Pero aprieta la boca como el marañón si quiere hablarte a través de la acera.

El para mí era el trigo; yo, para él, el misterioso sabor de la almendra.

-Y pensar que no le vi que tenía la muerte tan cerca. Si no hubiese sido por la

madre, hubiera tenido en mí una abuela. »Niña, te estoy hablando, estás lela.

«¡Ay, si volviera! ¡Ay, si volviera!» ¡Ay, si volviera! ¡Ay, si volviera!

Yo sé de un rey

Yo sé de un rey poderoso

que olvidó su inmensa altura

por bajar a mi cintura.

Y aquí halló el brocal de un pozo.

Yo sé de un rey de oro y fuego

que por mí vistió de bruma.

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Humo, frío, dulce espuma.

Mi sed fue su último juego.

Yo sé de un rey inmortal

que aprendió a morir callado,

como suspiro olvidado

en un vaso de cristal.

-Dice Tata Cuñenque que por la noche viene la muerte vestida con un túnico negro:

La muerte olorosa a almizcle, la muerte olorosa a brea; qué es una araña, un

murciélago, un escorpión, una tatagua; que es seca y áspera como la sed, aunque

su mundo es de lágrimas.

-Y yo te digo que es mentira, abuela, que el reino de la muerte es el día; que su

túnico es de viento, de agua helada y cristalina; que es blanca como la cera: La

muerte que huele azufre, la muerte que huele a esperma; que es un pájaro de aire,

una mariposa, una libélula y, al final, se confunde con la luz para que en al luz

nadie lo vea.

-¿En qué se diferencia, abuela, lo callo y lo secreto?

-Uno es vergüenza que ocultas, cuerpo torcido y maltrecho; el otro, belleza que

cuidas como joya en su joyero.

-Abuela, ¿en qué se convierten los sueños que no fueron, las ilusiones, las

quimeras?

-Unos se convierten en hormigas; otros, en abejas.

-¿Y adónde van, dónde se ocultan que no se les siente, ni el zumbido, ni la loca

carrera?

-Van hacia la colmena de lo imposible a fabricar la miel que amarga la lengua.

Viven almacenando recuerdos en hormigueros de cristal y espera.

-Abuela, ¿qué es la soledad?

-El eco de una voz que no se puede olvidar.

-Entonces es una cueva el recuerdo, donde la soledad no puede, como una

estalagmita, herir nuestros sueños.

-Sí, pero además de gruta, el recuerdo es un salón de baile, una manta y un reto.

-¿Y la nostalgia?

-La danza, el frío y la espada para el duelo.

-La araña teje una tela blanca; la noche oscura, un manto de estrellas. Y, tú, ¿qué

le tejes a tu muchacha? ¿Qué es lo que tejes? Dímelo, abuela.

Tejo una risa que es luz y trampa para que apreses el dolor en ella.

Globero de la madrugada

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Sí, sí, señor,

Globo Mayor,

el botellero

más sandunguero

aquí llegó,

aquí llegó.

Para tus penas

y tus problemas

te doy el son

de mi pregón.

Ay, caserita,

por tu boquita,

un globo alado

muy bien inflado

para que vuele,

si es que te duele

un mal amor,

un mal amor.

Aquí llegó,

aquí llegó.

Aquí llegó,

aquí llegó.

Para tus penas

y tus problemas

te doy el son

de mi pregón.

Ay, caserita,

por tu boquita,

un globo alado

muy bien inflado

para que vuele,

si es que te duele

Un mal amor,

un mal amor.

-Abuela, del amor hay mucho que no entiendo. Si sólo se puede amar cada vez a

un objeto, ¿por qué amo yo a los pájaros y también al viento, y también al río,

también a las flores, y también a la Noche, y también tan bien al cielo?

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-Tampoco eso es así, ni tan poco es del todo incierto. Tu amor por ellos es dominio

y no entrega, es señorío e imperio. Tú sabes que sin ti no serían Viento, Pájaros,

Noche y Cielo. Por ti ululan y lloran, danzan, cantan, son suaves -o fieros.

»Tú les das nombre, fechas, recuerdos.

»No eres tú la que los ama, los que te aman son ellos.

Imposible

Yo conozco cierto mar

que sueña con ser trigal.

Porque el pan es un panal.

-Y su cuerpo es yodo y sal.

Por su fondo sin fanal.

-Y el pan, luz del hogar.

Yo conozco cierto mar

que sueña con ser trigal.

-Abuela, ¿qué es el mar?

-Un ojo azul por el día; por la noche, un ojo negro que vigila enamorado las playas

del universo.

Arenas

Arenas

de mar azul,

arenas blancas, arenas

del varadero de naves

que ya no zarpan:

Por ellas voy -marinerita

de la huella descalza sin remos,

sin velas, sin ancla.

Arenas

de tarará,

arenas negras, arena

de bibijagua:

Soy timonel de brisa;

del viento, soy capitana.

Arenas, arenas negras.

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Arenas,

arenas blancas.

Recuerdo de amor

La Noche es

el largo viaje de

un beso.

Nocturno 3

Las estrellas son cocuyos de plata

brillante y nueva.

El cielo es una güira,

una lámpara negra.

Los cocuyos son estrellas que bajan

a encender el sueño de abuela.

-Abuela, es de noche y tengo miedo.

-El miedo es viento.

-Abuela, ¿es el viento que por la noche me enfría el cuerpo?

-No entiendes. El miedo es fuego.

-Abuela, ¿es el fuego que cuando estoy enferma, de noche, me lame el cuerpo?

-No entiendes. El miedo es silencio.

-Abuela, ¿es el silencio que en la Noche, cuando estoy sola, duerme en mi pecho?

-No entiendes. El miedo es viento que escapa, si no cortas sus alas de hielo; es

león de piedra y fuego, salvaje ruge en la trampa de nuestro cuerpo; es silencio,

cuando acalla en la sangre valor y riesgo.

»El miedo es sólo un nombre, un poquito de nada en el pecho. Nadie nunca lo ha

visto, pero todos hablan de su imperio. Unos dicen que no existe; otros que es

cierto. Vence al tuyo y ayuda a los más débiles a vencerlo.

-Entonces, abuela, ¿el miedo no es la Noche? ¿La Noche no es el miedo?

-No, hija, la Noche es el mundo de los sueños.

Sueño I

Cuando todo el mundo duerme, tocan a la puerta; cuando la puerta se abre,

aparecen las abuelas.

Bella Durmiente abre la fila, cabeceando soñolienta; la sigue Calabacita, Cenicienta

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es la tercera; más atrás viene Scherezada ocultando las ojeras. En el medio, atrás,

delante, Campanita revolotea -con ella, nunca se sabe si es la última o la primera.

Blancanieves, temblorosa, que sacudirse, ¡la pobre!, una escarcha majadera. Alicia

y Esperanza caminan a toda carrera -de tanto andar con conejos se mantienen muy

ligeras-. Abuelita Milagro, parlanchina y sandunguera, viene zapateando, alegre,

una décima en la acera: La costumbre del guateque le pone la sangre nueva

(Caperucita, curiosa, la mira con la boca abierta, y qué decir de su abuela, aún más

vieja y más ingenua). Pippa siempre se detiene a inventar un trabalenguas para

que Isabela se ría como pajarera abierta. Gretel esparce migas para no perderse a

la vuelta: Ni con espejuelos dobles distingue derecha de izquierda. La hija de la

Luna, Piel de Asno, Basilisca, Momo y una Princesa Verdadera siempre hablan de

alfileres, de modistas y telas. Cirilina canta se retrasa en la, arboleda: Tiene un aria

de una insólita belleza y la Bella sin la Bestia aspira lánguida y suave una rosa muy

abierta. Para cerrar el desfile, Sirenita, muy oronda, coletea en su pecera. Riendo,

riendito, muy blanquitas las cabezas, por orden de edad, saludan; por orden de

edad, se sientan.

Mi abuela, cuando las ve, vuela a encender la candela: En un momento está el café.

Enseguida lo sirvo en la mesa.

Y en medio de los aromas, arrugaditas y bellas, se inaugura el parloteo, da

comienzo la asamblea (la preside Hada Madrina, la secretaria es mí abuela):

«Que si las brujas, que si la rueca, que si la boda, que si la reina; que si el Patico

Feo, que si los huevos de oro, que si Aladino, que si el tesoro; que si pule-pule el

zapatico, que si barre-barre la escalera, que si riega-riega la calabaza, que si

ordena-ordena; que si Peter Pan, que sí el Tin Marín, que si los frijoles de Juan, que

si las cosas de Jim; que si el lobo, que si el cazador, que si el conejo; que si el

Corredor; que sí la manzana, que si el espejo, que si los Siete Enanitos; que si el

veneno; que si las piernas, que si la cola, que si los naufragios, que si las olas...»

Y así rodea mi cama el eco de las abuelas, ¡cómo recuerdan, cómo conversan! A

veces, a medianoche, un beso me despierta:

«-¿Por qué ríes, mi tesoro? ¿Con qué sueñas?

-Con castillos de dulce, con princesas de altea, con la más bella y más joven, con la

más buena, sueño contigo, abuela.»

Cenicienta

Yo te voy a regalar

mil zapatos de cristal.

Y una carroza de besos

y dos cocheros traviesos

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y tres largos pajes tiesos

que te sepan resguardar.

También te he de regalar

completa mi sed de andar.

-Cuando no se había inventado ni el jardín, ni la jaula, ni la mudez de animales, ni

cosas, había un hombre que tenía una rosa... pero que también tenía una zorra.

Tan blanca y tan fina una; la otra, tan inteligente y tan valiosa. A la rosa el hombre

la cuidaba; el hombre se protegía en la zorra.

»Un día dijo la flor, celosa: "Me marchito, y todo es por culpa de esa zorra. Ha

querido destruir mis botones con sus zarpas y con su boca." El hombre, lleno de ira,

apartó de su lado a la zorra. »Desde entonces, todo el que se la encuentra, la

acosa.

-¿Y nunca pudo el hombre arrepentirse, abuela, de haber hecho acción tan

monstruosa?

-Desgraciadamente, murió al poco tiempo... desangrado por una espina de la rosa.

-Abuela, si un principito pudo domesticar a una zorra hasta hacerla llorar, ¿cómo

luego la abandonó por una rosa lejana y vulgar?

-A veces, sin que lo sepamos, bajo la fidelidad al pasado, se oculta la crueldad.

Romancillo del rey

Un rey poderoso

levaba corona

de amor y ternura,

de cantos y rondas:

Reinaba, reinaba

sobre una persona.

¡Qué reino pequeño

de sólo una ola,

de sólo una pluma,

de sólo una boca!

«Yo quiero cornetas,

luces y carrozas,

y quiero tener

de veras corona,

de plata o de oro,

de lata o de roca.»

« -Ay, rey, reyecito»

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-le dice su pueblo,

el de una persona-,

«de viento y de miedo,

de llanto y de sombra

será tu corona.»

Ay, de viento y miedo.

Ay, de llanto y sombra.

-Abuela, ¿es cierto que hubo un par de hermanos que lanzaron migas al viento, se

las comieron los pájaros y perdieron el regreso? ¿Es cierto que en el bosque se

quedaron, huérfanos de hogar y techo?

-Nadie que ha tenido hogar puede perderlo.

»El hogar no es la casa ni los muebles que hay dentro; desde cualquier parte del

mundo se llega en un momento: Es el sol de su patio, las noches de invierno, una

sonrisa, un regaño; agua, pan, lecho.

»El hogar está dentro de uno, su llama arde en el pecho.

-Abuela, ¿qué son los celos?

-Unos animalitos tontos que ven lo que no existe y oyen ruidos inciertos.

»Siempre van acompañados y con todo el mundo pelean: Arrasan siembras y

amores con la voracidad de sus quejas.

»Pero cuando no van en manada, cuánta ternura encierran, qué delicada su voz,

qué útil su mirada atenta.

»Los celos son una plaga; el celo, guardián de la cosecha.

-Abuela, ¿es verdad que había una vez los celos y una rueca, un huso y la envidia y

una noche de cien años y una bella durmiente que esperaba su día?

-Es verdad que había una vez, y es verdad que aún no termina, en que la maldad y

sus cómplices hechizaron la alegría.

-¿Y es verdad que con un beso se abrieron los caminos, se acabaron las espinas,

despertó la princesa, el amor reinó en su vida?

-Es verdad que en cada beso una leyenda se inicia.

-Abuela, ¡qué difícil debe de ser estar mil y una noches sin dormir! -Yo pienso que

más lo es estar mil y un días sin vivir.

Sueño II

La cola larga y plateada, de algas la cabellera, de noche, sobre un coral, canta la

Mar sus mareas: Canciones de amor y lucha y de inocencia y tristeza... que al

mundo llevan los barcos en sus húmedas bodegas.

¡Ay, qué sola está la Mar con sus cantos de sirena!

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¿Qué fantástico tritón raptará a esta doncella en su carro de hipocampos, en su

navío sin velas? ¿En qué caracola oculta fundará su hogar con ella? ¿De cuál azul

misterioso será tímida princesa?

¡Ay, qué sola está la Mar que no desea ser reina!

Niña de ojazos profundos y de piel húmeda y negra, borda sobre una atarraya

escamas, conchas y perlas, estrellas de cinco puntas, peces de oro, olas inquietas;

tu ajuar de novia marina, tus redes de casadera.

¡Ay, qué sola está la Mar metidita en sus faenas!

Más, ya viene, ya se acerca, ya está aquí, ya la corteja, un pescador de horizontes,

quiere brindarle sus brazos, su alegría más secreta...

¡Qué contenta está la Mar con el hijo de la Tierra!

De noche madura el pan en el árbol del panadero: Corazón de miga blanca, cuerpo

de niño moreno. O tal vez no, tal vez pájaro de trigo y sol. O cofre de extraño

ensueño.

Cuando abuela cerraba los ojos lo presentía en el viento, música de la roma que

canta en el silencio; entonces abría las manos y acariciaba su antiguo cuerpo, para

gustar, lenta y golosa, su sabor a sudor y esfuerzo.

«-La mesa más pobre es rica con la hogaza de su beso. ¡Qué sería de los hombres

sin la humildad de su reinó!»

De noche refulge el pan: Joya y misterio.

Tengo un sombrero de copa, abuela, para sacar dos conejos.

-¿Por qué mejor no bebes en él la magia de olvidar lo feo?

-Míramelo, abuela, cuánta sombra da.

-A ti nada te ensombrece y el ala te hace volar.

¡Abuela, llegó el circo! ¡El circo llegó!

Mira la carpa azul y punzó: Seguro que ya vuela el trapecio, que ya ruge el león,

que ya saltan los monos, que bosteza el director, que ensaya la foca, que se

maquilla un actor, que suena el pandero de un oso gruñón, y, allá, en la pista,

bailan las grullas al compás de un son.

¡Llegó el circo! ¡El circo llegó!

Pero no importa, abuela, si te duele la cintura o te molesta la tos: Nos quedaremos

aquí junticas, tú sentada, yo al pie de tu sillón. Cerraremos los ojos, abriremos de

par en par el corazón: ¡Levantaremos la carpa de la Noche, nos divertiremos en el

circo de tú y yo!

¡Llegó el circo! ¡El circo llegó!

En el trapecio esperarás a la rana y al grillo cantor y si ellos tienen miedo, ahí

mismo aparezco yo. Que a mí me protege el regazo de tu amor.

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¡Llegó el circo! ¡El circo llegó!

Tú harás malabarismos con una estrella, un lucero y un farol... y si ellos no quieren

girar, giro yo. Que tú eres mi Tierra y tu Luna soy yo.

¡Llegó el circo! ¡El circo llegó!

Claro que serás tú la domadora del cuco del reloj: Dirigirás un concierto en Mi

menor. Pero si el pájaro no entona, entonces canto yo. Que a tu música siempre le

responderá mi voz.

¡Llegó el circo! ¡El circo llegó!

La payasa serás tú, la payasa del anafe de carbón... ¡Voy a reírme tanto que

despertaré al lirón! Con tu alegría me quiero tiznar yo.

¡Llegó el circo! ¡El circo llegó!

¿A que no te imaginas quién podrá ser la maga de la magia mayor? Desaparecerás

la tristeza, multiplicarás el valor y en medio de las fanfarrias convertirás a una niña,

a tu niña, en una flor.

¡Abuela, ya tenemos circo: El circo de tú y yo!

Nocturno 4

Es una gota de agua

todo el temblor del frío.

-Abuela, ¿qué es lo cercano?

-El sitio que enmarca la circunferencia de un abrazo.

-¿Y la lejanía?

-El mismo lugar, pero con las manos extendidas.

-Abuela, ya sé que no soy chiquita, que no uso lazos en el pelo; pero hazme un

cuento de hadas, un cuento de amor eterno, un cuento para contarlo, un cuento

dentro del cuento...

La lechuza y el sijú

Dicen y se repite en el viento que en un país de héroes hubo una princesa de ojos

despiertos. Hermosa era. Dulce y nutricia como la leche. Misteriosa como la tierra.

Sabia, silenciosa, serena.

»En el país de nuestra historia -que era un país muy, pero muy pequeño- cierta vez

hubo una guerra -una guerra en serio-. Se había expulsado a un tirano reyezuelo, y

proclamado -según tenemos noticias- que todos los hombres serían, desde ese día

y para siempre, Señores de la Caza, la Siembra y la Pesca. Que sólo los niños y los

jóvenes podrían ser y serían- príncipes y princesas. Que ninguna cabeza tendría

que inclinarse delante de otra cabeza. Que ninguna mano pediría limosna, que

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ningún ojo lloraría miseria. Y que todo el que quisiera acabar con los tiranos,

hallaría su casa en aquella tierra. »Sucedió que un día, por la ruta de las sorpresas,

llegó un caminante. Iba en busca de la luz, porque en su patria la Noche era

eterna. Nuestra princesa nunca había amado, o, para decirlo mejor, lo había amado

todo: A Tizne porque era el tizne, y a Río porque lo limpiaba, y a Agua porque no

tenía sabor, y a Azúcar porque la endulzaba. Y a Sal porque espantaba a los sapos,

y a Sapo porque croaba, y a Mosquito porque le cantaba a la oreja, y a Oreja

porque escuchaba. ¡Cómo amaba-esta muchacha, cómo amaba! Su mundo era

pequeño, repetido y bello: Tejer, cuidar la lumbre, aprender historias, medicinas y

secretos. Pero cuando olió al caminante, cuando oyó su voz preguntar por los

huevos del sol, por los pájaros de fuego, cuando vio sus pies sucios del camino, fue

como si hubiera dado un gran salto y el pecho le sonaba como un cascabel y los

ojos se le llenaron de goticas de mar -¡y eso que no le dolía ni un dedo!- y tenía

ganas de reír y de estar seria, de saludar y de salir corriendo.

»"Debo de estar enferma, se dijo, me debo de estar muriendo.

»Buscaré quien cure mis males, le buscaré a mi enfermedad remedio."

»Rápido, rapidito, buscó el camino del Viento y llegó al hogar del Suspiro.

»-Abuela, ¿qué me pasa que sólo quiero bañar mi cuerpo, coserme ropas,

engalanar mi pelo; que sólo canto esta canción que me ha enseñado el Viento?

Caminante y peregrino,

Tu camino es mi camino.

Si vas a hacer la guerra,

yo seré tu lanza.

Sí vas a hacer la paz,

yo seré tu azada.

Si vas a hacer la vida,

yo seré tu amada.

Caminante y peregrino,

Tu camino es mi camino.

»Y la vieja, más que vieja, sin dientes y con muchas canas, recitó esta sentencia

mientras le abría las puertas al Alba:

» "-Oye tres días al Zunzún, otros tres más al Canario: La verdad sólo tú la sabes.

El remedio está en tus manos."

»Oyó tres días al Zunzún, otros tres más al Canario, y sólo escuchar podía: "Mal de

amor se cura amando. "

»Dicen, y se repite en el Viento, que, mientras, el caminante -no importa adonde

fuera- siempre veía un rostro atrás y adelante: El rostro de la princesa. En el Sol y

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en las rocas, en el fruto, en la cama, en la mesa; en las llagas de sus pies heridos y

en sus manos capaces de limpiar la maleza; en su cuchillo de doble filo, en la

Noche de su patria, en su infancia y hasta en su losa aún desierta. Allí donde ella

estuvo, y donde nunca había estado, estaba su rostro en espera.

Muchacha de tiernos ojos

Como campiñas de cielo,

Muchacha de tiernos ojos

Como campiñas de cielo,

Quiero enseñarte a volar

Y luego seguirte el vuelo.

Muchacha del corazón

Como una llama encendida,

En ti no existe la muerte,

La muerte muere de vida,

En ti no existe la muerte,

La muerte muere de vida.

»"Ay, cuerpo, no te conozco, le decía a su espejo, soñar cansa más que atravesar

senderos. Buscaré quien cure mis males, le buscaré a mi enfermedad remedio. "

»Rápido, rapidito, buscó el camino del Viento y llegó al hogar del Suspiro.

»-Abuela, es como si la lengua se me hubiera vuelto una llamarada y nada me

apaga la fiebre: Ni la lluvia, ni arroyo, ni río, ni fuente, ni jícara, ni tinaja.

»Y la vieja, más que vieja, sin dientes y con muchas canas, recitó esta sentencia

mientras le cerraba las puertas al Alba:

» "-Oye tres días al Zunzún, otros tres más al Canario: La verdad sólo tú la sabes.

El remedio está en tus manos."

»Oyó tres días al Zunzún, otros tres más al Canario, y sólo escuchar podía: "Mal de

amor se cura amando. "

»Caminito de la alegría se van los dos haciendo tonterías:

»-Bramaré como el trueno.

»-Centella seré en el cielo.

»-Me convertiré en el mar.

»-Yo, en el fondo que nadie te pueda bucear.

»-Seré entonces una montaña.

»-Yo, el río que te baña.

»-Como fiera te beberé.

»-Yo, a tu alarido, me extinguiré.

»-Al monte habré de ir.

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»-Con miel te haré salir.

»-Seré, finalmente, blanco algodón.

»-Yo, cálido edredón.

»¡Cómo se buscan, cómo se encuentran! Bajo el Árbol de las Verdades Eternas

cada cual dice lo que siente y lo que piensa.

»-Déjame acompañarte. Contaré historias, tejeré cestas. No estorbaré tu paso,

ocultaré tu huella -dijo la princesa.

»-Yo sé que sabes el camino, pero tu oficio ahora es contarle a tu pueblo la historia

de mi pueblo. Cuéntasela. Teje tus -cestas y llénalas de mariposas y cocuyos. Y

espérame. Espérame, que haremos del futuro una fiesta.

»Vendré por ti una noche, silbaré muy quedo, esperaré respuesta. Pero sí no oigo

tu voz, si el silencio me contesta, sabré que has borrado mi recuerdo, que Tiempo

le ganó a Amor la apuesta.

»... Pasaron muchas lunas, se tejieron muchas cestas, nacieron muchos niños, se

olvidaron muchas promesas, pero no aquella: Ella lo esperaba siempre, él vivía por

su espera. Desde entonces, sobre el Árbol de las Verdades Eternas -que, para los

mentirosos, de otro árbol en nada se diferencia-, la princesa, convertida en

Lechuza, vigila la noche, y el Sijú, su amado, le silba para avisarle que ya está de

vuelta.»

Nocturno 5

Luna, haga guardia en mi ventana.

Recuerdo

La Noche es como una abuela

con un gran moño de plata.

Se mece suave y serena

en un sillón de aguas blancas.

Cuéntame, abuela,

cuéntame tu historia

de viejas hadas

Se mece suave y serena

en un sillón de aguas mansas

y dos estrellas le corren

despacito por la cara.

Cuéntame, abuela,

cuéntame tus viejas

historias de hadas.

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Y dos estrellas le corren

despacito y desmayadas,

si canta, con voz de niña,

su infancia de noche esclava.

¡Kokoríkamo, Kokorioko, Koko, Kokorikó! Iyá, Okónkolo, Itótele, pellejo'e chivo y

barracón. Las mojigangas van a caballo. Saltan los negros de nación. Anaquillé y

mamarracho. Duerme el látigo en un rincón. La negra horra es la gran reina; la

mulata de rumbo, la atracción, Se abre el cabildo de par en par: Bajo las máscaras,

la rebelión. ¡Kokoríkamo, Kokorioko, Koko, Kokorikó!

Quítate de la acera,

que mira que te tumbo...

¡Chiquitichá, chiquitichó: Suenan las chancletas por el malecón! El hambre en el

solar; en el cañaveral, el dolor. Pasa una niña: Débil suspiro; cruza en su coche:

Altiva flor. Siempre a su lado va un caballero más estirado que el almidón. Gira la

farola. Suena la corneta. Llama el bongó. Suda la niña: Pálido nácar; un tamborero

se sorbe el sudor. La brisa rasga la guitarra. El viento toca el tambor. ¡Chiquitichá,

chiquitichó: Suenan las chancletas por el malecón!

... que ahí viene la comparsa

arrollando a todo el mundo.

¡Vámonos con la conga, que el carnaval llegó! Blanco sobre blanco, blanco sobre

negro, negro sobre blanco, negro sobre negro: Ya, no. La patria-patria un solo

hombre, la patria-patria un corazón. Sí, señor, Ya no el coche ni la chancleta, ni el

látigo, ni el barracón. Ya, no. Tú conmigo y yo contigo. En el mismo son. Sí, señor.

¡Vámonos con la conga, abuela, que el carnaval llegó!

Quítate de la acera,

que mira que te tumbo,

que vengo con mi pueblo

¡limpiando el mundo!

-Abuela, ¿qué es la patria?

-Una forma en el mapa no le basta. Ni el escudo, ni el himno, ni la bandera. Es la

tierra y la luz y la lengua y los muertos y los vivos y el poema que aprendimos de

niños en la escuela. Es el pasado y el futuro y el hoy que construye y crea. Es un

niño en los hombros de su padre vitoreando líderes e ideas. Es tu vecino más

cercano y el desconocido que se aleja. Es tu país, tu ciudad, tu barrio, tu calle, tu

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casa, tu sillón, tu cama, tu mesa.

»La patria también es luchar por la humanidad entera.

Redondillejo de Mariana

¿Cómo la tropa bisoña

decía a la heroica anciana

de la alta cabeza cana

y el corazón sin ponzoña?

Doña.

Doña y señora -cubana

por la tierra y la altivez-;

ni siquiera en el revés

por lloro cambió canana,

Mariana.

Mariana, los manantiales

que de tus senos brotaron

a una estirpe alimentaron:

La estirpe de vendavales

de la Grajales.

De la Grajales, cabales

hijos somos de su amor.

Mujer, madre, esposa, flor:

Doña Mariana Grajales.

-Abuela, ¿qué es la alegría?

-Uno + uno + uno más.

-Multiplicado...

-... x el infinito.

-¿Resto?

-El egoísmo.

-Dividido todo...

- ÷ La humanidad.

-Abuela, ¿por qué luchan los pueblos?

-Por el amor y el respeto.

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-¿Y los poderosos?

-Por el oro y por el ocio.

Paisaje con mujer angolana

El mundo sobre tu cabeza

Y el hijo a la espalda.

Sobre tu cabeza de viento,

la tierra seca, la lluvia escasa.

Sobre tu cabeza de lluvia,

la palma enhiesta, el fuego canta.

Sobre tu cabeza de fuego,

el funche tibio, el hambre mala.

Sobre tu cabeza de hambre, luz de rubí,

la joya cara.

Sobre tu cabeza de joya, crece la selva,

corre un impala.

Sobre tu cabeza de impala,

reina el baobab, el pez te habla.

Sobre tu cabeza de pez,

talla el marfil vejez del agua.

Sobre tu cabeza de agua,

hierve el café, nace la patria.

Sobre tu cabeza, mujer,

sobre tu cabeza de mujer africana.

El mundo sobre tu cabeza

Y el hijo a la espalda.

-Abuela, ¿quién inventó la guerra?

-Dicen que dos niños gigantes juegan en el espacio a tirarse planetas, dicen que

sólo lo hacen con esferas muertas, dicen que quieren jugar con la Tierra. Por eso

sueltan al aire aves de engaño y queja, para que canten al oído de los hombres

música de muerte, de ambición, de bombas, de penas.

-Abuela, ¿qué es la libertad?

-La felicidad.

-¿Y la felicidad?

-La paz.

¡Plin!... jPlon!... ¡Plan!... ¡plin, plan, plon, plan, plin, plon! ¡Plan! ¡Plon! ¡Plin!

En el reloj de horas dulces hecho de coco y almendras, doce goticas de miel dan la

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faena: De arriba abajo iban por la calle, de punta a punta iban por la acera dos

soldaditas de plomo con ambas piernas completas.

Ha comenzado la guardia contar brujos y hechiceras. No hay dragones ni genios, ni

ogros de siete leguas que vengan por el mar o el aire con sus sortilegios de guerra.

-¡Misión cumplida: La isla de las maravillas duerme y sueña, bajo el pabellón

tricolor, de frontera a frontera!

-Aquí está el relevo. ¡A sus órdenes, mi abuela!

Nocturno 6

Un solo galán de noche basta

para perfumar todas las nanas.

-¿Soy yo, abuela, sólo carne y sangre, uñas, pelo, lengua, un cuerpo que camina,

una idea?

-Eres más. Eres la tierra.

-¿Soy también el árbol, el fruto necesario, hijo de la flor ingenua?

-Eres más, eres el agua.

-¿Soy entonces, el mar, el río, la fuente que canta, la lluvia que refresca?

-Eres más, eres el aire.

-¿Soy la brisa, el viento, el huracán, la loca ventolera?

-Eres más, eres el fuego.

-¿Soy la llama, el incendio, el Sol que calienta y hace olvidar las penas?

-Eres más, eres el amor. Aquella dulce promesa que bajo una noche de ternura juró

otra muchacha y juró su pareja.

»Eres más, eres el amor, el que ahora indagas y frecuentas, el que harás palpable

en el hijo, amor y promesa.

»Eres más. Eres el amor: Para que una noche, aún inédita, contestes a otra niña

esta pregunta eterna: "¿Soy yo, abuela, sólo carne y sangre, uñas, pelo, lengua, un

cuerpo que camina, un pensamiento que sueña?"

-¿Qué es el tiempo, abuela?

-Es el viaje de la semilla al árbol, el vuelo que nadie recuerda, la ola convertida en

sal, la roca que se hace arena. Y esa playa por donde vuela una gaviota y lleva en

su vientre una arboleda.

»El tiempo son las niñas que se convierten en abuelas.

-La araña te está tejiendo una mantilla para tus nietos, una rosa será la capa, y las

boticas, dos pensamientos.

-Abuela, aún soy casi una niña.

-Sí, pero las cosas se hacen con tiempo.

-Para cuando yo salga, para cuando yo crezca, abuela, puse un anuncio buscando

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una hermana que también te quisiera.

-¡Caramba! Ahora comprendo por qué en la puerta, pregunta por ti una estrella.

-¿Qué hacías en el jardín, abuela?

-Le hablaba a la hiedra. Le prometí poner entre sus hojas, estrellas, jazmines y

gardenias.

Nana de la retahíla

Que nadie vele,

que nadie vele:

Si el niño llora,

mamá lo duerme.

¡Mamá lo duerme!

Si llora en su cuna,

le invento la luna;

le invento la noche

si llora en su coche;

si llora en la luna,

lo mezo en su cuna;

lo mezo en su coche

si llora en la noche.

Lo mezo en la noche,

le invento su cuna,

lo mezo en la luna,

le invento su coche.

Que nadie vele,

que nadie vele:

Si el niño llora,

mamá lo duerme.

¡Mamá lo duerme!

No sé cómo lo conocí, nunca antes lo había visto, pero una noche llegó Mayito. Era

pequeño, juguetón, alegre, maldito. Revolvía las fotos viejas, rompía juguetes y

libros, pero tenía una risa que daban ganas de amarrarla a un hilo, para ponerla en

un papalote y hacerla volar por sobre todos los que tuvieran frío.

Mayito todo lo pregunta, con todo se hace un lío... Ignora hasta las cosas que

conocen otros niños: No hablar con la boca llena, sentarse tranquilo, lavarse las

orejas, tener los dientes limpios, decir su edad, su dirección, de quién le viene el

primer apellido. Él sólo sabe que siempre quiere estar conmigo.

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Cuando le digo a abuela: «¿Cómo es que no lo has visto cuando me arropas de

noche o cuando nos sentamos en el quicio? ¿Cómo no lo descubres en el desorden

del romerillo? ¿Cómo puedes estar sorda a su paso descalzo y tibio?» Ella me mira

y sonríe: "Sólo la madre presiente el latido del hijo. Un día no será un duende, lo

veré en la cuna de tu sangre vivo y dormido, ¡anídate el cuerpo para su vuelo de

niño!"

Mayito me mira y se ríe. Y yo le hago un guiño.

-Tú que dices que ves a Mario Ernesto, tú que me cuentas de Mayito, no te olvides

de enseñarle el valor de un amigo.

»Un amigo tiene lo que te falta, y aun lo que no tiene lo comparte contigo.

»Es el que te brinda su vida, el que te da su abrigo, el que te señala el error, el que

te habla en un solo sentido, el que te da su alegría y quiere suyo tu castigo. El que

no lo impone la sangre, sino la fuerza del cariño.

-Abuela, amiga mía, haré una casa sin ventanas, ni puertas; sin paredes, ni techos;

sin cerrojos, ni olvido, para que en ella quepan todos mis amigos y los amigos de

Mayito.

Viejo amigo

Mi niño tiene un amigo

-los ojos de negro bosque,

el pelo negro y endrino,

la piel de puro azabache,

la voz de oscuro castillo

de noche viene a buscarlo

en un corcel negro y fino

y se van los dos alegres

por un antiguo camino:

Mi niño hecho niño-sueño.

Su sueño hecho sueño-niño.

Florero nocturno

Traigo rocío

de pálido sueño.

Vendo el suspiro

de pétalos tiernos.

Sólo traigo

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lo que es blanco

como luna de marfil.

Sólo vendo mariposas

y gardenias para ti.

-Abuela, ¿qué es la ternura?

-La caricia del rocío sobre la rosa desnuda.

Eres

Eres, mi niño, eres

en las ramas de mis brazos, hijo,

eres tú pájaro alegre.

Eres, mi niño, eres

en !a playa de mi pecho, hijo,

eres tú

la ola más fuerte.

Eres, mi niño, eres

en la tierra de mi vientre, hijo,

eres tú

el sol naciente.

Eres, mi niño, eres.

-Abuela, vi un pájaro negro.

-Sería paloma o un mayito o un quiscal que extravió su paradero.

-No, no era una paloma, ni un mayito, ni una urraca, ni un cuervo.

»Era grande y misterioso, olía a flor en el pelo y en el pico, blanco y redondo,

saltaba un conejo.

-Entonces era la Noche que se iba en busca de otro cielo para otra abuela y otra

nieta, para otro libro de insomnes sueños.

Ilustraciones: Renier Quer (Réquer)