La Lotería - Shirley Jackson

11
La lotería Shirley Jackson La mañana del 27 de junio amaneció clara y soleada con el calor lozano de un día de pleno estío; las plantas mostraban profusión de flores y la hierba tenía un verdor intenso. La gente del pueblo empezó a congregarse en la plaza, entre la oficina de correos y el banco, alrededor de las diez; en algunos pueblos había tanta gente que la lotería duraba dos días y tenía que iniciarse el día 26, pero en aquel pueblecito, donde apenas había trescientas personas, todo el asunto ocupaba apenas un par de horas, de modo que podía iniciarse a las diez de la mañana y dar tiempo todavía a que los vecinos volvieran a sus casas a comer. Los niños fueron los primeros en acercarse, por supuesto. La escuela acababa de cerrar para las vacaciones de verano y la sensación de libertad producía inquietud en la mayoría de los pequeños; tendían a formar grupos pacíficos durante un rato antes de romper a jugar con su habitual bullicio, y sus conversaciones seguían girando en torno a la clase y los profesores, los libros y las reprimendas. Bobby Martin ya se había llenado los bolsillos de piedras y los demás chicos no tardaron en seguir su ejemplo, seleccionando las piedras más lisas y redondeadas; Bobby, Harry Jones y Dickie Delacroix acumularon finalmente un gran montón de piedras en un rincón de la plaza y lo protegieron de las incursiones de los otros chicos. Las niñas se quedaron aparte, charlando entre ellas y volviendo la cabeza hacia los chicos, mientras los niños más pequeños jugaban con la tierra o se agarraban de la mano de sus hermanos o hermanas mayores. Pronto empezaron a reunirse los hombres, que se dedicaron a hablar de sembrados y lluvias, de tractores e impuestos, mientras vigilaban a sus hijos. Formaron un grupo, lejos del montón de piedras de la esquina, y se contaron chistes sin alzar la voz, provocando sonrisas más que carcajadas. Las mujeres, con descoloridos vestidos de andar por casa y suéteres finos, llegaron poco después de sus hombres. Se saludaron entre ellas e intercambiaron apresurados chismes mientras acudían a reunirse con sus

description

un clásico

Transcript of La Lotería - Shirley Jackson

La lotera

La lotera

Shirley Jackson

La maana del 27 de junio amaneci clara y soleada con el calor lozano de un da de pleno esto; las plantas mostraban profusin de flores y la hierba tena un verdor intenso. La gente del pueblo empez a congregarse en la plaza, entre la oficina de correos y el banco, alrededor de las diez; en algunos pueblos haba tanta gente que la lotera duraba dos das y tena que iniciarse el da 26, pero en aquel pueblecito, donde apenas haba trescientas personas, todo el asunto ocupaba apenas un par de horas, de modo que poda iniciarse a las diez de la maana y dar tiempo todava a que los vecinos volvieran a sus casas a comer.

Los nios fueron los primeros en acercarse, por supuesto. La escuela acababa de cerrar para las vacaciones de verano y la sensacin de libertad produca inquietud en la mayora de los pequeos; tendan a formar grupos pacficos durante un rato antes de romper a jugar con su habitual bullicio, y sus conversaciones seguan girando en torno a la clase y los profesores, los libros y las reprimendas. Bobby Martin ya se haba llenado los bolsillos de piedras y los dems chicos no tardaron en seguir su ejemplo, seleccionando las piedras ms lisas y redondeadas; Bobby, Harry Jones y Dickie Delacroix acumularon finalmente un gran montn de piedras en un rincn de la plaza y lo protegieron de las incursiones de los otros chicos. Las nias se quedaron aparte, charlando entre ellas y volviendo la cabeza hacia los chicos, mientras los nios ms pequeos jugaban con la tierra o se agarraban de la mano de sus hermanos o hermanas mayores.

Pronto empezaron a reunirse los hombres, que se dedicaron a hablar de sembrados y lluvias, de tractores e impuestos, mientras vigilaban a sus hijos. Formaron un grupo, lejos del montn de piedras de la esquina, y se contaron chistes sin alzar la voz, provocando sonrisas ms que carcajadas. Las mujeres, con descoloridos vestidos de andar por casa y suteres finos, llegaron poco despus de sus hombres. Se saludaron entre ellas e intercambiaron apresurados chismes mientras acudan a reunirse con sus maridos. Pronto, las mujeres, ya al lado de sus maridos, empezaron a llamar a sus hijos y los pequeos acudieron a regaadientes, despus de la cuarta o la quinta llamada. Bobby Martin esquiv, agachndose, la mano de su madre cuando pretenda agarrarlo y volvi corriendo, entre risas, hasta el montn de piedras. Su padre lo llam entonces con voz severa y Bobby regres enseguida, ocupando su lugar entre su padre y su hermano mayor. La lotera -igual que los bailes en la plaza, el club juvenil y el programa de la fiesta de Halloween- era dirigida por el seor Summers, que tena tiempo y energa para dedicarse a las actividades cvicas.

El seor Summers era un hombre jovial, de cara redonda, que llevaba el negocio del carbn, y la gente se compadeca de l porque no haba tenido hijos y su mujer era una gruona. Cuando lleg a la plaza portando la caja negra de madera, se levant un murmullo entre los vecinos y el seor Summers dijo: Hoy llego un poco tarde, amigos. El administrador de correos, el seor Graves, vena tras l cargando con un taburete de tres patas, que coloc en el centro de la plaza y sobre el cual instal la caja negra el seor Summers. Los vecinos se mantuvieron a distancia, dejando un espacio entre ellos y el taburete, y cuando el seor Summers pregunt: Alguno de ustedes quiere echarme una mano?, se produjo un instante de vacilacin hasta que dos de los hombres, el seor Martin y su hijo mayor, Baxter, se acercaron para sostener la caja sobre el taburete mientras l revolva los papeles del interior.

Los objetos originales para el juego de la lotera se haban perdido haca mucho tiempo y la caja negra que descansaba ahora sobre el taburete llevaba utilizndose desde antes incluso de que naciera el viejo Warner, el hombre de ms edad del pueblo. El seor Summers hablaba con frecuencia a sus vecinos de hacer una caja nueva, pero a nadie le gustaba modificar la tradicin que representaba aquella caja negra. Corra la historia de que la caja actual se haba realizado con algunas piezas de la caja que la haba precedido, la que haban construido las primeras familias cuando se instalaron all y fundaron el pueblo. Cada ao, despus de la lotera, el seor Summers empezaba a hablar otra vez de hacer una caja nueva, pero cada ao el asunto acababa difuminndose sin que se hiciera nada al respecto. La caja negra estaba cada vez ms gastada y ya ni siquiera era completamente negra, sino que le haba saltado una gran astilla en uno de los lados, dejando a la vista el color original de la madera, y en algunas partes estaba descolorida o manchada. El seor Martin y su hijo mayor, Baxter, sujetaron con fuerza la caja sobre el taburete hasta que el seor Summers hubo revuelto a conciencia los papeles con sus manos. Dado que la mayor parte del ritual se haba eliminado u olvidado, el seor Summers haba conseguido que se sustituyeran por hojas de papel las fichas de madera que se haban utilizado durante generaciones.

Segn haba argumentado el seor Summers, las fichas de madera fueron muy tiles cuando el pueblo era pequeo, pero ahora que la poblacin haba superado los tres centenares de vecinos y pareca en trance de seguir creciendo, era necesario utilizar algo que cupiera mejor en la caja negra. La noche antes de la lotera, el seor Summers y el seor Graves preparaban las hojas de papel y las introducan en la caja, que trasladaban entonces a la caja fuerte de la compaa de carbones del seor Summers para guardarla hasta el momento de llevarla a la plaza, la maana siguiente. El resto del ao, la caja se guardaba a veces en un sitio, a veces en otro; un ao haba permanecido en el granero del seor Graves y otro ao haba estado en un rincn de la oficina de correos y, a veces, se guardaba en un estante de la tienda de los Martin y se dejaba all el resto del ao.

Haba que atender muchos detalles antes de que el seor Summers declarara abierta la lotera. Por ejemplo, haba que confeccionar las listas de cabezas de familia, de cabezas de las casas que constituan cada familia, y de los miembros de cada casa. Tambin deba tomarse el oportuno juramento al seor Summers como encargado de dirigir el sorteo, por parte del administrador de correos. Algunos vecinos recordaban que, en otro tiempo, el director del sorteo haca una especie de exposicin, una salmodia rutinaria y discordante que se vena recitando ao tras ao, como mandaban los cnones. Haba quien crea que el director del sorteo deba limitarse a permanecer en el estrado mientras la recitaba o cantaba, mientras otros opinaban que tena que mezclarse entre la gente, pero haca muchos aos que esa parte de la ceremonia se haba eliminado. Tambin se deca que haba existido una salutacin ritual que el director del sorteo deba utilizar para dirigirse a cada una de las personas que se acercaban para extraer la papeleta de la caja, pero tambin esto se haba modificado con el tiempo y ahora solo se consideraba necesario que el director dirigiera algunas palabras a cada participante cuando acuda a probar su suerte. El seor Summers tena mucho talento para todo ello; luciendo su camisa blanca impoluta y sus pantalones tejanos, con una mano apoyada tranquilamente sobre la caja negra, tena un aire de gran dignidad e importancia mientras conversaba interminablemente con el seor Graves y los Martin.

En el preciso instante en que el seor Summers terminaba de hablar y se volva hacia los vecinos congregados, la seora Hutchinson apareci a toda prisa por el camino que conduca a la plaza, con un suter sobre los hombros, y se aadi al grupo que ocupaba las ltimas filas de asistentes.

-Me haba olvidado por completo de qu da era -le coment a la seora Delacroix cuando lleg a su lado, y las dos mujeres se echaron a rer por lo bajo-. Pensaba que mi marido estaba en la parte de atrs de la casa, apilando lea -prosigui la seora Hutchinson-, y entonces mir por la ventana y vi que los nios haban desaparecido de la vista; entonces record que estbamos a veintisiete y vine corriendo.

Se sec las manos en el delantal y la seora Delacroix respondi:

-De todos modos, has llegado a tiempo. Todava estn con los preparativos.

La seora Hutchinson estir el cuello para observar a la multitud y localiz a su marido y a sus hijos casi en las primeras filas. Se despidi de la seora Delacroix con unas palmaditas en el brazo y empez a abrirse paso entre la multitud. La gente se apart con aire festivo para dejarla avanzar; dos o tres de los presentes murmuraron, en voz lo bastante alta como para que les oyera todo el mundo: Ah viene tu mujer, Hutchinson, y, Finalmente se ha presentado, Bill. La seora Hutchinson lleg hasta su marido y el seor Summers, que haba estado esperando a que lo hiciera, coment en tono jovial:

-Pensaba que bamos a tener que empezar sin ti, Tessie.

-No querras que dejara los platos sin lavar en el fregadero, verdad, Joe? -respondi la seora Hutchinson con una sonrisa, provocando una ligera carcajada entre los presentes, que volvieron a ocupar sus anteriores posiciones tras la llegada de la mujer.

-Muy bien -anunci sobriamente el seor Summers-, supongo que ser mejor empezar de una vez para acabar lo antes posible y volver pronto al trabajo. Falta alguien?

-Dunbar -dijeron varias voces-. Dunbar, Dunbar.

El seor Summers consult la lista.

-Clyde Dunbar -coment-. Es cierto. Tiene una pierna rota, no es eso? Quin sacar la papeleta por l?

-Yo, supongo -respondi una mujer, y el seor Summers se volvi hacia ella.

-La esposa saca la papeleta por el marido -anunci el seor Summers, y aadi-: No tienes ningn hijo mayor que lo haga por ti, Janey?

Aunque el seor Summers y todo el resto del pueblo conocan perfectamente la respuesta, era obligacin del director del sorteo formular tales preguntas oficialmente. El seor Summers aguard con expresin atenta la contestacin de la seora Dunbar.

-Horace no ha cumplido an los diecisis -explic la mujer con tristeza-. Me parece que este ao tendr que participar yo por mi esposo.

-De acuerdo -asinti el seor Summers. Efectu una anotacin en la lista que sostena en las manos y luego pregunt-: El chico de los Watson sacar papeleta este ao?

Un muchacho de elevada estatura alz la mano entre la multitud.

-Aqu estoy -dijo-. Voy a jugar por mi madre y por m.

El chico parpade, nervioso, y escondi la cara mientras varias voces de la muchedumbre comentaban en voz alta: Buen chico, Jack, y, Me alegro de ver que tu madre ya tiene un hombre que se ocupe de hacerlo.

-Bien -dijo el seor Summers-, creo que ya estamos todos. Ha venido el viejo Warner?

-Aqu estoy -dijo una voz, y el seor Summers asinti.

Un sbito silencio cay sobre los reunidos mientras el seor Summers carraspeaba y contemplaba la lista.

-Todos preparados? -pregunt-. Bien, voy a leer los nombres (los cabezas de familia, primero) y los hombres se adelantarn para sacar una papeleta de la caja. Guarden la papeleta cerrada en la mano, sin mirarla, hasta que todo el mundo tenga la suya. Est claro?

Los presentes haban asistido tantas veces al sorteo que apenas prestaron atencin a las instrucciones; la mayora de ellos permaneci tranquila y en silencio, humedecindose los labios y sin desviar la mirada del seor Summers. Por fin, este alz una mano y dijo, Adams. Un hombre se adelant a la multitud. Hola, Steve, le salud el seor Summers. Hola, Joe, le respondi el seor Adams. Los dos hombres intercambiaron una sonrisa nerviosa y seca; a continuacin, el seor Adams introdujo la mano en la caja negra y sac un papel doblado. Lo sostuvo con firmeza por una esquina, dio media vuelta y volvi a ocupar rpidamente su lugar entre la multitud, donde permaneci ligeramente apartado de su familia, sin bajar la vista a la mano donde tena la papeleta.

-Allen -llam el seor Summers-. Anderson... Bentham.

-Ya parece que no pasa el tiempo entre una lotera y la siguiente -coment la seora Delacroix a la seora Graves en las filas traseras-. Me da la impresin de que la ltima fue apenas la semana pasada.

-Desde luego, el tiempo pasa volando -asinti la seora Graves.

-Clark... Delacroix...

-All va mi marido -coment la seora Delacroix, conteniendo la respiracin mientras su esposo avanzaba hacia la caja.

-Dunbar -llam el seor Summers, y la seora Dunbar se acerc con paso firme mientras una de las mujeres exclamaba: Animo, Janey, y otra deca: All va.

-Ahora nos toca a nosotros -anunci la seora Graves y observ a su marido cuando este rode la caja negra, salud al seor Summers con aire grave y escogi una papeleta de la caja. A aquellas alturas, entre los reunidos haba numerosos hombres que sostenan entre sus manazas pequeas hojas de papel, hacindolas girar una y otra vez con gesto nervioso. La seora Dunbar y sus dos hijos estaban muy juntos; la mujer sostena la papeleta.

-Harburt... Hutchinson...

-Vamos all, Bill -dijo la seora Hutchinson, y los presentes cercanos a ella soltaron una carcajada.

-Jones...

-Dicen que en el pueblo de arriba estn hablando de suprimir la lotera -coment el seor Adams al viejo Warner. Este solt un bufido y replic:

-Hatajo de estpidos. Si escuchas a los jvenes, nada les parece suficiente. A este paso, dentro de poco querrn que volvamos a vivir en cavernas, que nadie trabaje ms y que vivamos de ese modo. Antes tenamos un refrn que deca: La lotera en verano, antes de recoger el grano. A este paso, pronto tendremos que alimentarnos de bellotas y frutos del bosque. La lotera ha existido siempre -aadi, irritado-. Ya es suficientemente terrible tener que ver al joven Joe Summers ah arriba, bromeando con todo el mundo.

-En algunos lugares ha dejado de celebrarse la lotera -apunt la seora Adams.

-Eso no traer ms que problemas -insisti el viejo Warner, testarudo-. Hatajo de jvenes estpidos.

-Martin... -Bobby Martin vio avanzar a su padre.- Overdyke... Percy...

-Ojal se den prisa -murmur la seora Dunbar a su hijo mayor-. Ojal acaben pronto.

-Ya casi han terminado -dijo el muchacho.

-Preprate para ir corriendo a informar a tu padre -le indic su madre.

El seor Summers pronunci su propio apellido, dio un paso medido hacia adelante y escogi una papeleta de la caja. Luego, llam a Warner.

-Llevo sesenta y siete aos asistiendo a la lotera -proclam el seor Warner mientras se abra paso entre la multitud-. Setenta y siete loteras.

-Watson... -el muchacho alto se adelant con andares desgarbados. Una voz exhort: No te pongas nervioso, muchacho, y el seor Summers aadi: Tmate el tiempo necesario, hijo. Despus, cant el ltimo nombre.

-Zanini...

Tras esto se produjo una larga pausa, una espera cargada de nerviosismo hasta que el seor Summers, sosteniendo en alto su papeleta, murmur:

-Muy bien, amigos.

Durante unos instantes, nadie se movi; a continuacin, todos los cabezas de familia abrieron a la vez la papeleta. De pronto, todas las mujeres se pusieron a hablar a la vez:

-Quin es? A quin le ha tocado? A los Dunbar? A los Watson?

Al cabo de unos momentos, las voces empezaron a decir:

-Es Hutchinson. Le ha tocado a Bill Hutchinson.

-Ve a decrselo a tu padre -orden la seora Dunbar a su hijo mayor.

Los presentes empezaron a buscar a Hutchinson con la mirada. Bill Hutchinson estaba inmvil y callado, contemplando el papel que tena en la mano. De pronto, Tessie Hutchinson le grit al seor Summers:

-No le has dado tiempo a escoger qu papeleta quera! Te he visto, Joe Summers. No es justo!

-Tienes que aceptar la suerte, Tessie -le replic la seora Delacroix, y la seora Graves aadi:

-Todos hemos tenido las mismas oportunidades.

-Vamos, Tessie, cierra el pico! -intervino Bill Hutchinson.

-Bueno -anunci, acto seguido, el seor Summers-. Hasta aqu hemos ido bastante deprisa y ahora deberemos apresurarnos un poco ms para terminar a tiempo.

Consult su siguiente lista y aadi:

-Bill, t has sacado la papeleta por la familia Hutchinson. Tienes alguna casa ms que pertenezca a ella?

-Estn Don y Eva -exclam la seora Hutchinson con un chillido-. Ellos tambin deberan participar!

-Las hijas casadas entran en el sorteo con las familias de sus maridos, Tessie -replic el seor Summers con suavidad-. Lo sabes perfectamente, como todos los dems.

-No ha sido justo -insisti Tessie.

-Me temo que no -respondi con voz abatida Bill Hutchinson a la anterior pregunta del director del sorteo-. Mi hija juega con la familia de su esposo, como est establecido. Y no tengo ms familia que mis hijos pequeos.

-Entonces, por lo que respecta a la eleccin de la familia, ha correspondido a la tuya -declar el seor Summers a modo de explicacin-. Y, por lo que respecta a la casa, tambin corresponde a la tuya, no es eso?

-S -respondi Bill Hutchinson.

-Cuntos chicos tienes, Bill? -pregunt oficialmente el seor Summers.

-Tres -declar Bill Hutchinson-. Est mi hijo, Bill, y Nancy y el pequeo Dave. Adems de Tessie y de m, claro.

-Muy bien, pues -asinti el seor Summers-. Has recogido sus papeletas, Harry?

El seor Graves asinti y mostr en alto las hojas de papel.

-Entonces, ponlas en la caja -le indic el seor Summers-. Coge la de Bill y colcala dentro.

-Creo que deberamos empezar otra vez -coment la seora Hutchinson con toda la calma posible-. Les digo que no es justo. Bill no ha tenido tiempo para escoger qu papeleta quera. Todos lo han visto.

El seor Graves haba seleccionado cinco papeletas y las haba puesto en la caja. Salvo estas, dej caer todas las dems al suelo, donde la brisa las impuls, esparcindolas por la plaza.

-Escchenme todos! -segua diciendo la seora Hutchinson a los vecinos que la rodeaban.

-Preparado, Bill? -inquiri el seor Summers, y Bill Hutchinson asinti, despus de dirigir una breve mirada a su esposa e hijos.

-Recuerden -continu el director del sorteo-: Saquen una papeleta y gurdenla sin abrir hasta que todos tengan la suya. Harry, t ayudars al pequeo Dave.

El seor Graves tom de la manita al nio, que se acerc a la caja con l sin ofrecer resistencia.

-Saca un papel de la caja, Davy -le dijo el seor Summers. Davy introdujo la mano donde le decan y solt una risita-. Saca solo un papel -insisti el seor Summers-. Harry, ocpate t de guardarlo.

El seor Graves tom la mano del nio y le quit el papel de su puo cerrado; despus lo sostuvo en alto mientras el pequeo Dave se quedaba a su lado, mirndolo con aire de desconcierto.

-Ahora, Nancy -anunci el seor Summers. Nancy tena doce aos y a sus compaeros de la escuela se les aceler la respiracin mientras se adelantaba, agarrndose la falda, y extraa una papeleta con gesto delicado-. Bill, hijo -dijo el seor Summers, y Billy, con su rostro sonrojado y sus pies enormes, estuvo a punto de volcar la caja cuando sac su papeleta-. Tessie...

La seora Hutchinson titube durante unos segundos, mirando a su alrededor con aire desafiante y luego apret los labios y avanz hasta la caja. Extrajo una papeleta y la sostuvo a su espalda.

-Bill -dijo por ltimo el seor Summers, y Bill Hutchinson meti la mano en la caja y tante el fondo antes de sacarla con el ltimo de los papeles.

Los espectadores haban quedado en silencio.

-Espero que no sea Nancy -cuchiche una chica, y el sonido del susurro lleg hasta el ms alejado de los reunidos.

-Antes, las cosas no eran as -coment abiertamente el viejo Warner-. Y la gente tampoco es como en otros tiempos.

-Muy bien -dijo el seor Summers-. Abran las papeletas. T, Harry, abre la del pequeo Dave.

El seor Graves desdobl el papel y se escuch un suspiro general cuando lo mostr en alto y todos comprobaron que estaba en blanco. Nancy y Bill, hijo, abrieron los suyos al mismo tiempo y los dos se volvieron hacia la multitud con expresin radiante, agitando sus papeletas por encima de la cabeza.

-Tessie... -indic el seor Summers. Se produjo una breve pausa y, a continuacin, el director del sorteo mir a Bill Hutchinson. El hombre desdobl su papeleta y la ense. Tambin estaba en blanco.

-Es Tessie -anunci el seor Summers en un susurro-. Mustranos su papel, Bill.

Bill Hutchinson se acerc a su mujer y le quit la papeleta por la fuerza. En el centro de la hoja haba un punto negro, la marca que haba puesto el seor Summers con el lpiz la noche anterior, en la oficina de la compaa de carbones. Bill Hutchinson mostr en alto la papeleta y se produjo una reaccin agitada entre los congregados.

-Bien, amigos -proclam el seor Summers-, dmonos prisa en terminar.

Aunque los vecinos haban olvidado el ritual y haban perdido la caja negra original, an mantenan la tradicin de utilizar piedras. El montn de piedras que los chicos haban reunido antes estaba preparado y en el suelo; entre las hojas de papel que haban extrado de la caja, haba ms piedras. La seora Delacroix escogi una piedra tan grande que tuvo que levantarla con ambas manos y se volvi hacia la seora Dunbar.

-Vamos -le dijo-. Date prisa.

La seora Dunbar sostena una piedra de menor tamao en cada mano y murmur, entre jadeos:

-No puedo apresurarme ms. Tendrs que adelantarte. Ya te alcanzar.

Los nios ya tenan su provisin de piedras y alguien le puso en la mano varias piedrecitas al pequeo Davy Hutchinson. Tessie Hutchinson haba quedado en el centro de una zona despejada y extendi las manos con gesto desesperado mientras los vecinos avanzaban hacia ella.

-No es justo! -exclam.

Una piedra la golpe en la sien.

-Vamos, vamos, todo el mundo! -grit el viejo Warner. Steve Adams estaba al frente de la multitud de vecinos, con la seora Graves a su lado.

-No es justo! No hay derecho! -sigui exclamando la seora Hutchinson. Instantes despus todo el pueblo cay sobre ella.

FIN

"The Lottery",

The New Yorker, Estados Unidos, 1948