La jardinería en Madrid

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1VNINISTERIO DE FOMENTO

DIRECCICSN GEN^RAL DE AGRICULTURA Y MONTES

La jardinería en Madrid

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J. MAN U EL DE PRI EGOInspector general dcl Currpo de ( n^,renicros A^;rónomr^s.

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5ERVICIO DE PUBLICACIONES AGRICOLAS

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La jardinerfa en Madrid ^'^^

por J. MANUEL DE PRIE-GO, Inspector general delCuerpo de Ingenieros Agró-nomos.

El tema que encabeza este trabajo ofrece un vasto campo ynumerosos aspectos bajo qué desarrollarlo, y no cabría reco-rrer aquel campo y presentar todos estos aspectos en una solaconferencia. No esperéis, por ello, que me extienda en largosanálisis ni en detallados juicios o críticas sobre lo que es y loque podría ser la jardinería ^ptíblica y privac^a en Madrid. So-bre todo esto y las comparaciones corresponc^ientes pasaré muya la ligera, para fundar, en breve exposición, la necesidad deestablecer los medios de proporcionar al gremio de los jardine-ros madrileños una instrucción mayor, ya que mostráis deseosde adquirirla comprendiendo su gran necesidad.

El desarrallo que ha tenido la jardinería en Madrid es real-^t^ente considerable. En el siglo xvi, a cuyó final la Corte apa-rece ya fijada en Madrid, los palatinos y los grandes labran suspalacios e imitan en sus jardines los trazados de los que ya exis-tían a la espalda del Real Alcázar. En tiempos posteriores seedificaron algunas quintas en los alrededores, tanto hacia el Sur,pasado el Manzanares, como al Saliente de la Villa, mientrasen los restantes sectores, y especialmente al Oeste y al Noroeste,la Casa Real-que po^eía estos terrenos-disponía la plantaciónde jardines en la Casa de Campo, en la Moncloa y en El Pardo.Pero la verdadera marcha de los progresos de riuestra jardine-ría madrileña aparece ligada al desarrollo de los jardines del}3uen Retiro.

El Real Monasterio de San Jerónim;o, edificado en los terre-uos donados por los Reyes Católicos en lo que eran afueras de

(i) De la conferencia dada a]a Soc:edad de jardineros I,a C',ardeaia.

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Madrid, al otro lado del arroyo de Recoletos, fué, con su huer-ta, el origen de nuestro gran Parque municipal. La preferenciayue concedió Carlos I a este Monasterio para las ceremoniasoficiales, como la Jura del Príncipe de Asturias Don Felipe,respetóse en lo sucesivo, y los Monarcas siguientes continuaronmanifestando su cariño al lugar; y en 1os aposentos que se pre-í^araron al efecto se retiraban, en las épocas oportunas, a des-^^ansar y a celebrar sus prácticas religiosas. De ahí el nombrede EI Buen Retiro, que se ha conservado hasta estos tiempos.Felipe II hizo construir el actu^ estanque, con el fin de obse-quiar a su cuarta esposa, Doña Ana de Austria, con un simu-lacro de combate naval en las fiestas de su matrimonio. Y altravés del reinado de Felipe III llegamos al año 1636, en que,por iniciativa del Conde-Duque de Olivares, se acordó ampliarla posesión, que de Cuarto Real se convirtió en Palacio, al mis-mo tiempo que la liuerta de los frailes se plantó en parque deestilo regular, comprendiendo los terrenos inmediatos al estan-que. A éste se le dotó de cuatro norias, que le alimentaban porii^termedio de un arroyo artificial.

En un antiguo plano titulado Topografía de la Villa de 1l^Ia-drid, debido a D. Pedro Texeira, y fechado en 1656, figura eiparque surcado por un paseo o avenida ancha, paralelo a lasconstrucciones y al estanque, y otro perpendicular, c021 otrosdiagonales confluentes en la gran plaza central, que se llamó EtOchavado. Los últimos de dichos caminos eran cubiertos, o seaformando túneles o berceaux, con glorietas y cenadores inter-calados.

Los grandes patios que quedaban entre las edificaciones en-cerraban parterres de estilo francés, a cuyo estilo correspondentambién 1os jardines que adornaron en éste y sucesivos reinadosde la dinastía de Austria los palacios de Medinaceli, Villaher-mosa y demás que se extendían al lado de acá del Prado.

En la última mitad del siglo XVIII el Buen Retiro decayóconsiderablemente, y la guerra de la Independencia, durante lacual fué campamento de tropas francesas, agravó esta decaden-cia, que Fernando VII procuró remediar; siendo más tarde con-tinuada la reconstitución, a mitad del siglo pasado, bajo la in-tendencia del insigne patricio D. Martín de los Heros. La ba-

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laustrada del estanque y su anterior embarcadero, el payteyre yla Montaña rusa son las principales mejoras de este período.

En los últimas años del reinado de Doña Isabel II se efec-tuó la cesión del Retiro a la Villa de Madrid, que lo mejoróconsiderablemente con el paseo de carruajes, los palacios de ex-posiciones, estátuas y monumentos, la Rosaleda, etc., reformastan recientes que todos las recordaréis, y que le han convertidoen un paseo digno de llevar su nombre oficial de Parque deMadrid.

Poco menos abolengo tienen esos grandes parques de la Co-roná que se llaman la Casa de Campo y el anexo al Palacio Real,que aun designa el pueblo con el nombre de Campo del Mo_ro.Pero ni del uno ni del otro hemos de ocuparnos aquí, por nopertenecer al uso público, si bien e1 magnífico arbolado que lospuebla contribuye con su benéfico influjo a la higiene de la ca-pital, y el primero, el de la Crasa de Cam+po, ŝá recrear tambiénla vista de los paseantes que frecuentan el popular paseo deRosales. ^

Con posterioridad a estos parques reales y al paseo cortesa-no fueron creándose otros, unos particulares y otros municipa-les. Pero antes que ellos se plantó por el Estado nuestro antiguoe importante Jardín Botánico, debido al gran Carlos III.

Noble por su fin y por su aspecto es este Jardin-todavíamás que una necesicíad científica una necesidad urbana-, cuyadesaparición, varias veces anunciada y temida, sería una grandesgracia. Sus umbrosas y rectilíneas calles, sus grandes estu-fas, sus cuadros simétricos de rosales, lilas y dalias; sus estan-quitos y sus bancos de piedra, los tarjetones misrnos de las plan-Yas, le dan cierta clásica severidad. Las tiesas estatuas de Ca-vanilles, Lagasca y Rojas Clemente ven ufanas pasar en in-vierno los grupos de estudiantes entre las eras de plantas queellos distribuyeron tan sabiamente. Pero cuando, entrada ya laprimavera, la nueva generación de pajarillos pulula entre el ra-maje, unierido sus trinos a los de la legión infantil de los pa-seos y a los más leves ruídos de las parejas enamoradas, tan in-diferentes a rótulos, etiquetas y ejemplares, los insignes botá-nicos deben senti^•se algo desencantados del poder sugestivo dcla ciencia botániĉa, que tanto amaron.

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, 'Las éspecies arbóreas tienen aquí ostentosa represe^tación.Los almeces de algunas calles son verdaderamente majestuosos.Hay olmos de más de un metro de diámetro, y coníferas, mag-nolios y eucaliptos absolutamente admirables. En las estufas seagíomeran plantas de los trópicos, de floraciones atractivas y,extrañas. Pero no es ésta ocasión de hacer resaltar su valor cien-tífico, sino eI que tiene como lugar de recreo. Este aumentaríadando disposición menos monótona a las eras de botánica y con1^ composición de escenas de flores especiales.

Las condiciones, naturalmente gratas, de1 jardín mejorárían,::on esto, con el riego más frecuente y con otras medidas, que]a Dirección del Jardín conocerá mejor que nosotros, y aborda-rá sin duda cuando la consignación del Estado sea menos mez-quina que actualmente.

El paseo y salones del Botánico, Prado y Recoletos y Ia Cas-. cellana continúan por este ládo, que ha sido límite Este de Ma-;lrid hasta la mitad del próximo pasado siglo, y constituyen una

. serie verdaderamente .ostentosa, y que, a poco que se atendieraal entretenimiento del arbolado, con m^ayor prodigalidad por

, nuestra Municipio, podría igualar a los paseos más afamadosde1 mundo.

Los dos primeros formaban parte de una gran alam^eda que,con la oeasión citada de las cuartas nupcias de Felipe II, fuéalIanada y regularizada, pero cuya casi definitiva traza fué tam-

. bién obra de Carlos III. El paseo del Botánico apenas se ha me-

. jorado después con la adición de las praderas de su final, en quesé alberga el busto del doctor San Martín, y las fronteras quesirven de marco a la fachada _principai del Museo Nacional del

. Prado, en las cuales los soberbios cedros de apenas setenta añoshacen guardia a la estatua de Velázquez, ese pintor excelso, quepersonifica. el arte y el modo de ser de nuestra raza.

El paseo del Prado ha sufrido transformaciones más hon-das, y la íiltima ha consistido en la formación y plantación delos grandes macizos. que, sin impedir el uso de sus glorietas parael recreo de los pequeños madrileños de la barriada, ornamen-tan grandemente este trozo de la gran arteria con sus drácenasy palmeras, que armonizan con la bella arquitectura de1 Banco

^ie España y demás edificios inmediatos. La fuente de Ias Cua-

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cro Estaciones, en el centro, y las de Neptuno y Cibeles a sus.;xtremos, contribuyen a dar a este Salón del Prado el aspectoverdaderamente lujoso y artístico que puede parangonarse a losmejores trozos de las grandes capitales europeas.

El nombre d^el paseo siguiente nos recuerda su origen en labran huerta, de 500.00o pies, del convento de Agustinos Reco-letos, fundación-a lo que parece-de una Princesa de A ŝcoli.La huerta de Juan Fernández y el Retiro del Almirante D. Gas-par Enríquez, entre otras posesiones, existieron también en estelugar, que se urbanizó mediado ya el siglo pasado; y que, pro-longado con la Castellana, constituyó el paséó principal de- quedisfrutaron nuestros padres antes de la donación de.l Retiro alAyuntamiento. Los hermosos paseos, enlosados y bordeados desóforas, flanqueando el principal de los jardines laterales, cons-tituyen el mayor atractivo ^e Recoletos. T^dos recordaréis queestos jardines fueron hondamente transformados hace doce años.^'a nos vamos acostumbrando a. verlos así, después de varios.^ños de remiemorar aquel grato arbolado y aquellas frescas glo-rietas que cábijaron antes los alegres corros de infancia y ju-ventud que animaban sus ámbitos.

En cuanto a la Castellana, sabidó es que debe su nombre ala fuente que a su cabeza surgía; que los Gobiernos de Doña Isa-bel II dispusieron su plantación y la construcción del célebreobelisco que hoy se halla en la plaza de la Alegría; y que pos-teriormente ha ido ornam^entándose con la serie de monumentosimportantes, que empiezan en Colón y terminan en Doña Isa-bel la Católica. Orgullo, y bien justificado, de nuestros conve-cinos, viene siendo esta continuación de paseos que desde Ato-cha al Hipódromo se suceden con variedad suficiente para sal-var la monotonía y hacerlos más agraclables y atractivos. Todosestos paseos que del lado del saliente nacieron más o menos di-rectamente del Buen Retiro y confinaban por esta parte la po-blación de Madrid, antes de la urbanización del barrio de Sala-manca, han venido sosteniendo un carácter más o menos aristo-crático. A la par de ellos iban formándose por el Mediodía yPoniente otros más populares, como influídos por el carácter delas barriadas correspondientes. Estos paseos, hoy muy olvida-dos, son el paseo de la Chopera, la pradera del Canal, el paseo

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de la Virgen del Puerto y Ia pradera del Corregidor. El más im-portante ha sido, y sigue siendo, el segundo, en la antigua dehe-sa de la Arganzuela, que, como sabéis vosotros y seguramentemuy poŝos más habitantes de Madrid, se extiende algo más deun kilómetro a la margen izquierda del Manzanares, desde elpuente de Toledo hasta el Matadero nuevo. Fué hacia i8iq cuan-do se terminó e1 Cana1, cuya cabecera se adornó con un monu-mento arquitectónico. Se construyó en la orilla un embarcadero.A la terminación se estableció la Real Parada, con grandes cua-dras para los sementales. De ella permanece aún en pie un granpórtico ŝon su rótulo. .

En i 825 se terminó de plantar este paseo con trece filas demoreras y otras de ailantos y cipreses, desde la entrada hasta elpuente de Santa lsabel. E1 paseo estuvo algo cuidado y concu-rrido hasta la mitad del siglo pasado, en que, todavíá en los díasfestivos, veíanse sus avenidas frecuentadas por carruajes y porpaseantes de la clase media deI barrio; ellas con sus amplios mi-riñaques y la mantilla de blonda, y los caballeros con sus levi-tones y sus grandes bimbas. Pero hace ya bastantes años queni el bullicioso entierro de la sardina, que durante muchos añosse celebró aquí, viene, siquiera por un día, a romper el silencio yla calma de este lugar.

Hace una docena de años visitamos por el verano este olvi-dado paseo. No carecían, en medio de su abandono, de ciertapoesía s^.ts avenidas y glorietas, invadidas por la hierba y tapi-zadas a trechos por las amarillas corolas de sus abundantes só-foras. Existía aún el ruinoso embarcadero y un almacén de efec-tos y viejos monurnentos de la villa. Hoy ya estos edificios sehan derribado; los paseos se han renovado y las glorietas se hanregularizado. Numerosos asientos se han distribuído y en mediode una avenida se ha colocado el bello monumento a los Chis-peros, que estuvo al principio del paseo de San Vicente. Perola parte más característica de este paseo sigue sienda la queconserva el primitivo arbolado de ailantos y cipreses, desde lasegunda glorieta de la avenida que se dirige oblicuamente haciael río, y en la cual la numerosa población alada que anida en lascopas renueva cada a^io la vida y la animación con sus vuelos ygorjeos incesantes.

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Un poco más alto y siguiendo hacia el Este, se extiende elpaseo de la Chopera, cuyas cuatro filas de árboles bordean unaancha calle central, afirmada como carretera, y dos andenes late-rales, algo mezquinos. Hace el efecto de esos paseos provincia-nos que se prolongan en las afueras de las pequeñas poblaciones,aprovechando su camino real. Ofrece un horizonte despejadopor el lado de la población, por el que le bordean algunas huertasy pastizales; y más a lo lejos, la vista,puede recrearse en el ca-serío madrileño y en las cúpulas y torres de las iglesias de losbarrios bajos, desde San Cayetano hasta Atocha.

Saltando el sector sudoeste de Madrid que da frente a la pra-dera de San Isidro, se llega al paseo de la Virgen del Puerto, que,comenzando "por la puente segoviana - que da entr.ada al Ma•-drid viejo" (camo empieza el conocido romance), se extiendehasta el siguiente, o sea el puente de la Casa de Campo. Pasadoéste y, por lo tanto, en la ribera derecho del Manzanares, la pra-dera del Corregidor casi enlaza con el anterior paseo y siguehasta la Fuente de la Teja. El estado actual de estos paseos noles hace dignos de una éetenida descripci,ón. Tienen, sin embar-go, una tradición ligada a la historia y a la modalidad de lascostumbres madrileñas de los últimos siglos. Las comedias y^romances de Lope, Calderón y Tirso evocan aquellas "veladasde San Juan" y las "mañanas, de abril y mayo", en que lasdamas bajaban a estas arboladas orillas en sus pintadas literas:las meriendas al atardecer, las citas nocturnas de embozados ytapadas y, más adelante, las pinturas del gran Goya, que tuvo poraquí su quinta, y que dentro de estos marcos, para él tan conoci-dos, nos representan los corros de la gallina ciega y las escenasde majas y chisperos, tan plenas de la sana alegría de aquellostiempos, que son casi de ayer y nos ^parecen ya tan alejados.

Al considerar que en una parte de la población tan escasa delugares decorosos de esparcimiento existen paseos abandonados,completa^nente desconocidos en su historia pasada y en su exis-tencia presente, nos sentimos un poco descorazonados... ; 1 y todoello cuando tan poco costosa sería su restauración y acosr ŝoda-miento a las necesidades a ĉtuales y a las normas modernas de lajardinería!

En el sector contiguo del Noroeste encontramos otros paseos

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algo olvidados también, que, con el Parque del Oeste y la Dehe-sa de la Villa, constituyen las masas de parques y arbolados másimportantes de la capital; y como pasa el tiempo y aun tengo quehablaros de otras cosas, vamos a pasar a decir sólo breves pala-bras de aquel de estos paseos que merece la predilección de laspersonas capaces de apreciar el encanto de las lugares apaciblesy pintorescos en que, ademá.s, se aspira el espiritual perfume dela remembranza de épocas y personalidades acusadas y carac-terísticas. Nos referimos al paseo de la Florida, que se enlaza ycontinúa con los pinares y jardines de La Moncloa hasta laPuerta de Hierro.

Cuando aún acudía la clase media a los paseos antes referi-dos, la aristocracia adornaba de plantaciones y parterres sus po-sesiones de los alrededores de la villa ; y era ya sobresaliente en-tre todas la posesión de la Casa de Alba, que a fines del si-glo xviIi a principios del xix fué adquirida .por Carlos IV a laDuquesa Cayetana (la que se dice representada en las Ma jas delMuseo) con el palacete-hoy en restauración-y los numerososedifiicios que en su mayoría subsisten, aderezados y adaptados alos fines de la enseñanza y de la experimentación del actual Ins-tituto Agrícola de Alfonso XII. La importancia de la historiay transformaciones de esta gran finca bien merece un trabajóeŝpecial, que no desesperamos de hacer en su día. Hoy sólo es-bozaremos su descripción con la mención o trazo de las princi-pales bellezas de este amenísime lugar; recordaremos las hilerasde centenarios olmos que bordean tanto el paseo como la carre-tera próxima, limitando la verde faja de vega que se extiendehasta la Puerta de Hierro; 1os parterres de las estufas y elgrande, llamado "de la Princesa", en los cuales, no sabemos sicon buen acuerdo, se plantaron las coníferas que han logradotan admirable desarrollo, pero que cubren el dibu jo de aquél ;la poética faja de cuadros de jardín que sigue hasta los pinaresde la Fuente de las Damas, y, en plano más elevado, los jardin-

^ citos del Palacete, los estanques con fuente y la serie de colinasy vallecitos que, al lado del Saliente, bordean las líneas del tra^i-^vía y ofrecen variedad topográ.fica y puntos de vista sobre Nia-drid y la Sierra del más fuerte contraste. Con todos estos ele-mentos no es de extrañar que el vecindario le favorezca cada

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día más y acuda a él rebasando este otro parque lindante que enlos últimos años ha venido a rivalizár con el clásico Retiro delos ascendientes. Hemos nombrado el Parque del Oeste.

No podríamos, sin dar grandes proporciones a esta confe-rencia; abordar siquiera su de.scripción y estudio. El Parque delOeste es de ayer y, no hallándose term^inado, también es de hoyy seguramente de bastantes años por venir. Pero sí diremos queentre las grandes iniciativag que Madrid debe agradecer a suinsigne alcalde D. Alberto Aguilera está la de este parque paisa-jista, que con su anejo, el paseo de Rosales, ha venido a ensan-char los pulmones de Madrid, hermoseando e.stos lugares ytransformando vertederos y arroyos infectos en verdes praderasy arrogantes plantaciones.

* * *

Mientras la jardineria pública iba clesenvolviéndose en Ma-drid, la jardinería priváda hacía parale,lámente sus progresos. ^^los que en el siglo xvii aparecen en el plano de Texeira, ador-nando los palacios de Medinaceli, Villahermosa y otros situadosjunto al Prado de San Jerónimo, se agregaron posteriormente,en Recoletos, el del Conde de Baños, que después fué de Medinade las Torres y llegó a ser-eti la mitad del pasado siglo-elprimeros de nuestros parques públicos de atracciones con elnombre de "Las Delicias". Todos se creaban en estilo regular ogeométrico, influídos por gusto francés, italiano y aun flamen-co de la época y tal vez trazados por jarclineros de semejanteprocedencia. A1 principio del siglo siguiente corresponde el jar-dín del Palacio o Quinta sito junto al Pardo, perteneciente aIDuque del Arco, y el anexo a la casa o palacete de ]a Zarzuela,aun en el mismo estilo. Más tarde, ya al final del siglo xviii y acomienzos del siguiente, comienzan a trazarse otros en estilopaisajista, tan recargados por cierto de elementos decorativos,que el profesor del Jardín Botánico D. Antonio Sandalio deArias, al mencionarlos como muestras de mal gusto, sólo ex-cepciona el que la Fxcma. Sra. Duquesa-Coneíesa de Benaventehabía hechu plantar en su finca "E1 Capricho", en la villa de íaAlameda.

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Las huertas floridas de la vega del Manzanares, entre lasque queda citada anteriormente la de los Duques de Alba y losjardines del Palacio de Buenavista, residencia un día de Godoy,y del de Liria, son también de esta época. Hácia el promedio delsiglo xix principian a construirse los soberbios palacios que flan-quean los paseos de Recoletos y la Castellana, y más tarde otrosen el nuevo barrio trazado por el Marqués de Satamanca, que sevan adornando de jardines y parques, en cuya disposición y tra-za se revela cierta emulación. La tranquilidad y aumento de ri-queza que después de la Restauración se disfrutaron dió impul-so a esas construcciones y a las aficiones jardineras que mantu-vieron, por de pronto, algunos aristócratas, entre los que mere-cen mentarse el Conde de la Quintería y el Sr. Pastor y Lande-ro, principales promotores de la primera exposición de flores yaves celebrada en Madrid. Los jardines de Indo (hoy de Mon-tellano), La Huerta y los del palacio del Marqués de Campo (hoyBanco Hipotecario), son tam,bién, entre otros, de este mismoúltimo cuarto del siglo pasado. Y los posteriores son demasiadonumerosas para poder hacer su cita sin temor de omitir los demayor importancia.

De esta revista que acabamos de pasar a la jardinería ma-drileña se deduce un progreso sastenido, pero acaso no suficientegara que lo podamos equiparar ai conseguido en otras capitaleseuropeas y americanas, en que los adelantos jardineros sólo porla enorme conm^oción de lá guerra europea han podido detenerse.

Por lo que cozlcierne a la jardinería pública, es evidente quefalta aún hacer grandes esfuerzos para ponerse a la altura deldesarrollo logrado por la edi^ficación y la urbanización. Debe^consistir el primero de estos esfuerzos en mejorar sus dos prin-cipales parques, uno de los cuales, el del Oeste, ha de terminarsedo antes posible para comunicar dignamente la Montaña delPríncipe Pío con la Moncloa y la Dehesa de la Villa, comple-tando así en este sector Norceste y Norte las plantaciones queadornan y vivifican la más moderna y sana parte de la poblacióil.La restauración y amplificación de los paseos abandonados, y.muy especialmente de los que se extienden por la orilla del Man-^anares, es el segutiado; y la canalización de este río y fácil ca-municación de sus dos riberas con los nuevos puentes facilita-

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rían ŝu acceso y disfrute. El agrovechamiento directo de lasaguas del río para sus riegos, si fuesen necesarias, queda muyfacilitado; y lás fajas laterales del Canal están clamando porlas plantaciones que han de cubrir su desnudez.

La tercera Ptapa que hay que recorrer consiste en adquiriry cubrir de pinares la zona del Saliente de Madrid, esa zona queda la sensación de estepa y aridez que tanto contrasta con la detOeste y Noroeste. "Salvando este sector (se refería al de la Mon-cloa)-decía ya hace sesenta años Mesonero Romanos--, zqué ob-jetos halagúeños, qué señales de vitalidad presenta este exteriórde Madrid, sino una monótona sucesión de colinas aren,osas, detierras de pan llevar, interrumpidas de vez en cuando por algunatriste casa de labor, por alguna venta o tejar, por tal ĉual po-sesión cercada, m'ás o menos rústica, por algítn barranco seco ypestilente o por una salitaria y desnuda carretera ; ni en qué sediferenciaba de un yermo ni en qué se parecía a las avenídas deotras ciudades populo^s?"

Poco ha variado este aspecto desdé que escribió esas líneas eIinsigne cronista madrileño. Todo lo que al Norte y Sur de lasVentas forma la cuenca del mal oliente Abroñigal está reclaman-do la expropiación y plantación para hacer gratos e higiénicostales terrenos y dar a las nuevas barriadas lugares de descansoy esparcimiento más decorosos y sanos que los actuales. ElAguilera que logre la plantación de este Parque del Este podrájactarse de ser un bienhechor de Madrid aun más eminente queaquél. El cinturón de arbolado higienizador y protector de Ma-drid quedaría así terminado y ya no seríamos, respecto a París,Viena, Bruselas y Lisboa, cercados de verdaderos bosques, elpoblachón sem.iafricano, en medio de un desierto, que se hacemás perceptible por el contraste mismo de esos oasis que son elRetiro y la Moncloa.

tQué se necesita para que esta necesaria transformación seapronto un hecho? Dinero, organización y agentes instruídos.Acaso sólo medio millón más en el presupuesto de paseos y ar-bolado del Ayuntarniento, organismo hoy con recursos y crédi-tos suficientes para emprender esta política de embellecimiento ehigienización de la capital, que serviría de estírnnrlo y ejemplo alus numerosos particulares que están labrando sus fincas en la

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capital y alrededores: De ello, es decir, del dinero y la orgRniza-ción, no me creo autorizado para hablar en la conferencia dehoy. De la tercera condición sí he de ocuparme, aunque a la li-gera, porque pasa el tiempo y el tema merece un trabajo aparte.

Cuando consider^o lo que ha llegado a, ser--prescindiendo deçomparaciones-la jardinería m,adrileña regida por jardinerosautodidactos, no puedo menos de admirar la extraordinaria dis-posición de estos agentes y de deplorar que la falta de organiza-ciones de enseñanza no haya auxiliada esta afición y dísposicíóninnata. Porque es Madrid la única capital euro^iea donde no seenseña jardinería en ningún establecimiento oficial ni particular.Fi jándonos tan sólo en las naciones vecinas, vemos que en lacapital de Francia, además de la famosa Es ŝuela de Horticultu-ra de Versalles, el Senado francés sostiene una elemental dejardineros en los jardines del Luxemburgo, y el Municipio,otra, en Saint-Mandé, aneja al Bois de Vincennes. En dos otres distrítos o arrondíssements se sostienen cursos de jardine-ría para enseñanza de sus correspondientes operarios.

Lisboa cuenta análogamente, a muy pocos kilómetros, consu Escuela Nacional de Horticultura y Jardinería de Queluz, ydentro mismo de su casco, con una más modesta, sólo de jar-dinería, sostenida por el Munícipio, en ]a que hace su aprendi-zaje el personal que luego aplica sus con^ocimientos en el cui-dado del arbolado y de los jardines de la capital.

Aquí nada se ha hecho para organizar tan necesarias ense-ñanzas, y e11o origina que cuando un Municipio importante, co-mo Barcelona o Sevilla, o una personalidad de la alta aristocra-cia, pretende plantar o simplemente reformar un im,portantejardín, hecha mano de técnicos extranjeros, con el riesgo queimplica el desconocimiento de las particularidades de nuestro cli-ma y suelo, con aumento de gastos y con el retraimiento conse-cptivo a estas dificultades.

El Estado se dispone ya a organizar una Escuela de Hor-ticultura y Jardinería en Aranjuez, que, en nuestra opinión, es-taría mejor instalada en Madrid. Si los grandes jardines delReal Sitio ofrecen ejemplos de que servirse en la enseñanza,también en Madrid los hay, y con más variedad en los estilos,tanto entre 1os pítblicos como entre los particulares. Los hi jos

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de nuestros actuales jardineros y los muchachos de nuestros asi-los, pero sobre todo los primeros, darían un gran contingeiitede alumnos; y las misma^ relativas dificultades que la inçlemen-cia del medio madrileño origina para prevalecer en los trabajosy producciones de la jardinería, produciría aptitudes más variasy seguras para obtener éxitos en todas las comarcas de España.Por éstas y^otras razones que no son de este lugar, creo proce=dería que el Gobi^erno pensase la conveniencia de coloca^r esa Es-cuela en Madrid, donde los terrenos y creaciones jar^jineras dela Moncloa brindan instalación acondicionada e inn^uejorable-mente situada.

Pero ello no excusaría el que el Municipio cumpla con lo quetodas las capitales han creído su deber en ramo tan importante ;y esto sin esperar a que el Estado supla la deficiencia. Al fin, lasnecesidades que satisfaría con la creación de esta enseñanza sonmás particulares y ceñidas a la instrucción de sus propios agen-tes. A1 Ayuntamientdle interesa má^s especialmente la prepara-ción de obreros y, a lo sumo, capataces ilustrados que lleven ala ejecución de los trazados que se les dé y a la plantación deavenídas, de macizos y canastillos, podas y dem^,s cuidados desus parques, el criterio y los conocimientos prácticos, pero ra-zonados, previamente adquiridos, lo cual se traduciría en mejoradel servicio y del aspectp de la jardinería pública y aun de la pri-vada, que tendría a su disposición personal español tan compe-tente como el mejor de fuera.

z Qué organización y qué program^as convendría para estosestablecimientos? No cabe abordarIos en esta conferencia. Enel tema "La jardinería en Madrid" hemos tratado de presentarun boceto de su desenvolvimiento, de su estado actual y de susposibilidades, y unas indicaciones tan superficiales como las ex-puestas para mostrar, al final, que el adelanto de esta jardineríaestriba principalmente en la instrucción, instrucción que habéisvenido a salicitar con la organización de estas conferencias, conlo cual, al par que demostráis el honrado y animoso espíritu devuestra asociación, honráis a los que habéis traído a este lugar,como me habéis traído a mí, que, por ser el más insignificantede todos, os quedo por este honor profundamente reconocido.

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