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Aquella noche Ahí estaba yo, encorvado metido bajo la cama de mi hija, no aguantaba mi columna que cargaba sobre ella, ya ochenta y un años más un cúmulo de recuerdos, que se divisaban con tenue nitidez en mi mirar, pensaba qué ocurría en el exterior, escuché un portazo, al cual lo siguió un grito que me erizó los pelos del alma, ya que aquel grito provenía de Elizabeth mi hija, vi como alguien con sus empantanados zapatos a causa de la lluvia, según suponía yo, sé detuvo en la puerta, temblé, escuché el bisbiseo del viento que en un canto cruzaba por el 1

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Aquella noche

Ahí estaba yo, encorvado metido bajo la cama de mi hija, no aguantaba mi columna que cargaba sobre ella, ya ochenta y un años más un cúmulo de recuerdos, que se divisaban con tenue nitidez en mi mirar, pensaba qué ocurría en el exterior, escuché un portazo, al cual lo siguió un grito que me erizó los pelos del alma, ya que aquel grito provenía de Elizabeth mi hija, vi como alguien con sus empantanados zapatos a causa de la lluvia, según suponía yo, sé detuvo en la puerta, temblé, escuché el bisbiseo del viento que en un canto cruzaba por el portón de mi ventana en medio de un silbido, sentí como la persona de el frente de la puerta se alarmó, escuché un disparo y empecé a recordar como llegué ahí.Lo primero que vino a mi pensamiento fue la fúnebre noche espantosa que irrumpía en el bello cielo nocturno con perlas brillantes combinadas con la luna en creciente delineada por azulejos que por alguna razón

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que no comprendí me inspiraban un mal presagio.Mi hija Elizabeth con su voz como la miel y de niña primorosa a pesar de sus cuarenta y cuatro años que ya iniciaban a asomar en su cabeza me dijo: - Papá, entra ya, por favor te va a dar un catarro- Yo simplemente la miré y con una sonrisa le respondí con la ilusión de hacerle tiempo al tiempo, en esa voz mía ya gastada por el uso y los años, hasta en tal punto que paso de ser grave como rugido de león y se convirtió en ronca y sombría. -En mis tiempos, a mi lo único que me producía miedo era el diablo-Ella con tono burlón y pregonero me respondió combinado con una cálida y tierna sonrisa.-Pero en estos momentos, le tienes miedo hasta a tu sombra y eso que ella te acompaña. Dio una carcajada de entre dientes, se dispuso a pesarme el bastón y me ayudó a ponerme de pie.

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Al final de una comida en el estrepitoso silencio, se escuchó un murmullo proveniente de afuera.Ella gritó, tal cual si ya supiese que ocurría, me miró, con gesto de preocupación dijo en medio de un tartamudeo intrépido. -¡No otra vez!- Apagó la luz quedamos envueltos por una oscuridad incomoda, yo no sabía ni que pensar, pero tampoco me atrevía a preguntar, la puerta retumbó, alguien le dio un golpe, en el unisonó una bala entró por la ventana, cruzó la cocina, atravesó el baño y dio directo en la cabeza de la virgen del Carmen, me paralicé, mi cuerpo se salió de si, no lo sentía, solo oía las sombras volar en el piso, algo me estrujó, yo me derrumbé sobre el sofá, una voz me dijo con tono alarmante y consolador: -¡Corre!- No fui capaz, la puerta cayó, no lo comprendí hasta que escuché la voz de René, su exnovio y última atadura de su muerte, me deslicé hasta la habitación, con pasos taciturnos y enredados en el tiempo,

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ella me miró perdida en la angustia y me dijo: -¡Métete bajo la cama!-Perdido en un forcejeo inverosímil, me escurrí bajo la cama con el corazón a velocidad fugaz. Ahora estoy aquí.Una gota de sangre se pasó por el roto de la puerta en la parte superior, dio directo en mi rostro, vi muchas siluetas con figuras opacas e insensatas, tal es la nada, escuché gritos que irrumpían en el llanto: -¡No más! ¡Ya me duele! ¡Para! ¡Te odio maldito!- Alguien entró, me pregunté dónde estaría, ya qué hace dos días el cielo no nos había enviado agua y sus zapatos estaban empantanados, mi mente se deslumbró con el recuerdo de le existencia del lago y eso me dio una respuesta que provocó una nueva pregunta, pero aquella decidió ocultarse en un recuerdo vano, él dio un golpe al muro, seguido de otro y otro más, este se desmigajó y rugió en señal de derrota, expulsando un huracán de polvo y cemento seco que envolvió la habitación y sujetó mi garganta con un áspero sabor,

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obstaculizando mi respiración, empecé a hiperventilar a falta de oxígeno en mi sangre, aturdidos mis sentidos vieron como abrió un saco y me dio algo que no reconocí, ya vencido por falta de oxigeno mis ojos se cerraron tuve la sensación de estar en un desierto, en ese instante escuché un disparo a quema ropa que me aturdió, me salí de si y vi como mi cuerpo se desplomó sobre el suelo, que sentí como un colchón. Al despertar alguien me miraba a los ojos fijamente, con un tono dulce me preguntó: -¡Se encuentra bien! No fui capaz de responder. Tenía pánico, mis pies decían que corriera, mi garganta gritaba por agua y mi vejez solo quería que todo acabara bien aunque sabía que ya todo no estaba bien, esa persona me intentó tranquilizar diciendo: -Ya todo paso- Mis ojos soltaron un mar, se imaginaban lo peor, ella entendió mi reacción y taciturnamente respondió:-Ha pasado a mejor vida, ya terminaron sus dolores-

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Fui el funeral de mi hija y al llegar a casa me quedé mirando ese mismo panorama de aquella noche. Isabel Cristina Vásquez

El Grito6

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Me he acostumbrado a permanecer acostado pensando antes de levantarme de la cama, nunca de algo importante o inteligente al menos no lo recuerdo, antes de aceptar que esas escasas horas de sueño que mi cerebro me permite no volverán hasta el otro día. Me paré, hice lo acostumbrado, esa rutina que provoca que las jornadas se fusionen entre si, y hacen que sea difícil saber qué día es. Siempre lo mismo: desayunar, escuchar música, bailar solo en la pieza, tocar algún instrumento, prepararse para ir al colegio, almorzar, cepillarse los dientes, y mirarse al espejo tratando de encontrar algo que falta siempre…Nada.Llegué al colegio a la hora acostumbrada, sobre el tiempo, nunca tarde, para no tener que soportar a algún profesor de turno con algún discurso perorata sobre la puntualidad, y no muy temprano para que nadie tenga la oportunidad de hacer preguntas que no tendría ganas de responder.Cuando entré al colegio, me dirigí a la

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puerta del salón donde me tocaba la primera hora de clase, me tocó esperar un rato, antes de que alguien se dignara a abrir la puerta, y en ese momento, noté que había silencio, supuse que era algún tipo de tranquilidad que me llega a ratos, siempre me ha costado diferenciar lo que imagino y lo que pasa. Entré al salón, y me ubiqué en las sillas de atrás, me generan cierta tranquilidad, nunca he sabido la razón. El salón se fue llenando poco a poco, el profesor escribía algo en el tablero y todos empezaron a copiarlo. La clase acabó, la taché de mi lista mental, rápidamente me levanté del puesto y busqué la salida del aula, fui a analizar una tórtola que vi morir por la ventana, pero cuando llegué a donde había caído, ya no estaba, supuse que se me habían adelantado, que alguien más estaría dándose el lujo de tener una compañera por el resto del día.Camine hacia el siguiente salón, mirando el suelo, tratando de encontrarme con alguna sorpresa por el camino, pero nada, finalmente entré en el aula del profesor Rosero, un tipo viejo que se había jubilado

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hacía ya más de media década, pero seguía dictando clase, no se si por el placer de mortificar a sus estudiantes que cada año se consuelan pensando:-Al menos este año sí se jubila,o por que simplemente no tiene nada más que hacer.Ese día no se presentó, nadie nos dio razón de él, nadie se preocupó, en ese momento noté algo extraño, el silencio, no era causado por mi falta de atención hacia los demás, realmente nadie hacía ruido, la mayoría estaba recostado contra el pupitre, y los otros se dedicaban a ver películas mentales proyectadas en el vacío, yo no pude evitar sentirme sorprendido, y un tanto feliz ¿Realmente era posible?Habían algunos que todavía se expresaban con señas, leyéndose los labios entre si. El resto del día me la pase mirando, tratando de descifrar qué les estaba ocurriendo, tal vez con felicidad porque quizá, descubrieron la comodidad de dejarse llevar por la imaginación, de llegar a tal punto en esta, que ya los ojos no ven, la mente está tan ensimismada en sus propias creaciones,

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que se nos olvida dónde nos encontramos, y despertamos repentinamente cuando alguna neurona nos recuerda donde nos hallamos realmente, o tal vez la felicidad de tener algo que observar.A medida que se terminaba la jornada, había dejado de mirar este extraño fenómeno, el día se había vuelto eterno, yo había llegado a un estado tal de sentirme completamente decepcionado, ese voto de silencio que en un estado de narcisismo extremo, había llevado a arrancar cualquier intento de unión con esta gente infinitesimal y repugnante, que no ve mas allá de conseguir un celular, un MP3 y un portátil, ya no podía discutir conmigo mismo sobre porqué razón era un criatura distinta, tal vez descendiente de los elfos del bosque negro, o el hijo 101 de Lilith, que no murió un día de tantos.Un silencio más, eso había sido ese día, sin darme cuenta, me levanté agarré aire con los pulmones, con las manos y hasta con los pies, dejándolo salir tan fuertemente que el viento provocaba que las cuerdas bucales golpearan enérgicamente entre si, movía los

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labios, la lengua y la quijada de modo que el soplo alterado llevara algún mensaje, el grito fue tan largo y prolongado que ya sentía como el oxígeno le faltaba a mi cabeza y la presión se hacía cada vez más fuerte, hasta que mi cuerpo quedó sin fuerzas entonces se forzó a hacer una pausa para tomar aire de nuevo, después de que la sangre empezara a fluir normalmente por todo mi cuerpo, noté que todos habían seguido normalmente sus actividades, en ese momento solo yo, había sentido ese grito infinito que atravesaba la naturaleza.

Juan Pablo Sánchez

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VIDRIO ROTO

Quiero creer que este agujero lo causó una piedra que accidentalmente cayó en mi ventana. Miro a través de el y no veo niños saltando, están corriendo, no están jugando chucha, veo destellos salir de tubitos que tienen unas personas, veo gente gritando, pero no de alegría.Quiero imaginarme un barrio lleno de alegría y paz. Pero en vez de eso, veo niños corriendo para no ser asesinados, veo gente gritando de tristeza y dolor porque sus familiares o ellos mismos han sido atravesados por pequeñas piedrecillas que salen de los destellos. Pero… ¿Qué tal si todo fuera como en mis cuentos? Los destellos y tubitos no harían daño, en vez de eso, podrían traer alegría y curiosidad a los niños, los cuales corren porque juegan, la gente grita de festejo y mi amiga Sara y yo corremos en el barrio sin ningún miedo ni terror.

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¡Ay! Mi amiga Sara, pienso en ella, me pregunto cómo estará. Me levanto y voy a su casa sin pensar en lo que sucede a mí alrededor. La encuentro tirada en el suelo y por alguna razón no puedo ni tocarla " ni hablarle. Salgo de su casa con una gran tristeza y vacío en mi pecho. Regreso a mi casa, miro a través del agujero en la ventana, el del vidrio roto. Lo primero que veo es a mi hermanito siendo llevado por unas personas con disfraces verdes, pero lo extraño es que no parece un juego. Voy a verlo, parece como si él no me viera, lo abrazo tristemente, no parece sentir mi presencia, sé que tal vez no lo vuelva a ver, Él está llorando.

Vuelvo a la ventana, miro el agujero, el cual sospecho que no lo causó una piedra. Después de tanta tristeza lo único que me queda es mi papá y mi mamá, llegué con la esperanza de poder abrazarlos y llorar en sus brazos, pero no, cuando llego observo que ya no están y por alguna razón ya no quiero buscarlos pues creo que estoy muy débil..¿Será de tristeza?

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Quiero mirar por el agujero ver que ya todo pasó. Pero por alguna razón, la distancia a la que estoy de la ventana, se alarga, se vuelve eterna. En el camino no siento los pies, estoy cansada y en un momento de reposo total, recuerdo lo que causó realmente el agujero. Poco a poco se oscurece todo. Pienso que tal vez cuando despierte me encuentre en un mejor lugar con mi amiga, mi hermanito, mi papá y mi mamá.

Sebastián Pérez

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COMO UN ROMPECABEZAS

¿Por qué estoy aquí? Es la pregunta que camina alrededor de mi cabeza sin encontrar ni rumbo, ni sentido. Pero, sobre todo ninguna respuesta que aclare mi oscura y triste vida, pues postrado en esta cama, sin poder pararme y sintiendo un fuerte dolor en mi cuerpo, solo puedo pensar en como llegué a este lugar.Día y noche me la paso pensando para tratar de recordar aquella situación que me hizo parar aquí, pero solo siento como llegan personas con vestidos blancos y me hacen cosas, que para mi solitaria mente es imposible entender. Me saludan y no sé responderles, me llaman por un nombre que para mi no es conocido, me aplican inyecciones sin pedirme permiso pero hablan como si me conocieran de toda la vida y yo solo con una mirada de sorpresa y un silencio profundo les transmito mi duda e incertidumbre.Hace unas horas entró una de esas personas y me dijo:

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-Simón, aliste sus cosas que pronto saldrá de aquí-Yo, impresionado por lo que me había dicho aquella mujer, traté de pararme pero sentí un imperfecto en mi cuerpo, me sentía extraño, volteé mi cabeza par visualizar bien el lugar en donde me encontraba y vi un par de palos a mi lado, con unas agarraderas y unos almodones en la parte de arriba, y pensé que alguno de esos fantasmas los habían dejado por equivocación, a su lado había un morral con un aspecto muy extraño, era grande y con colores similares, lo tomé, abrí el primer bolsillo, muy grande para mí, y encontré pequeñas puntillas doradas y unos aparatos que nunca había visto, lo cerré y abrí el segundo bolsillo, un poco mas pequeño y encontré lo mismo que en el anterior, se me hizo raro y sentí un fuerte viento alrededor de mi habitación, pero continué, abrí el tercero, mucho más pequeño y encontré un trapo rojo, lo cogí y lo sacudí fuerte para mirarlo bien, cayó un papel insignificante, pues era ¿?????????? un joven con un arma en su mano y este trapo enrollado por su

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cuello, la guardé junto con el trapo y volví a poner aquel morral en su lugar.Me acomodé, de nuevo en la cama, esperando a que alguien llegara y me dijera cuándo podría pararme e irme hacia donde el viento quisiera llevarme, en ese momento entró la misma mujer, pero esta vez con una silla también muy extraña, me puso su mano en mi hombro y me dijo:-Simón, llegó la hora de que salga de aquí, venga yo le colaboro para que se siente y para llevarlo donde su familia-Cuando dijo la palabra familia sentí una alegría dentro de mi que recorrió todo mi cuerpo para sacar una sonrisa expresando mi felicidad.Salimos y me estaban esperando dos hombres muy bien vestidos, se acercaron, me saludaron, con un suave golpe en mi brazo y cogieron el morral. Salí, todavía sentado en la silla sin decir palabra alguna y ellos sin cuestionarme. Nos recogió un carro, entré dejando la silla a un lado, los hombres, amarraron mis manos y taparon mí cabeza, por un momento pensé que era

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una broma pero no pude saber en que terminó porque caí en un sueño profundo.Cuando desperté, estaba en otro lugar muy distinto al que me encontraba, pues este solo tenía grandes árboles cafés con ramas verdes, cerré mis ojos para pensar si era que estaba soñando. Pero no, era la realidad, vi a mí alrededor, se acercaron los mismos hombres que me habían recogido en el otro lugar, me dieron el morral y uno de ellos dijo:-Alístese, que nos vamos-No sabía que decir, pues no recordaba nada, abrí el morral y encontré lo mismo que había encontrado antes, volví y saqué el trapo, lo sacudí y cayó de nuevo la imagen, en ese momento vi venir un niño hacia mi que me dijo:-bienvenido de nuevo al terror y la guerra-Solo con esas palabras pude terminar de entender mi vida: pertenecía a un grupo de terroristas.

Alejandro Tabares

El miedo pudo más que la fe18

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La noche en que se suicidó, tardó en llegar a su hogar. Sandra, su esposa lo esperaba desesperada y ansiosa, tal vez oliendo la desgracia que se aproximaba. Su hijo, cantaba muy triste “porque se fue porque murió…” como si supiera lo que iba a pasar.Alfonso no quería llegar a su casa, pues sabía cual era su destino, temía que su familia se diera cuenta antes de tiempo de lo que sucedería. Él era un miembro más del bloque Catatumbo. En Norte de Santander. Se sentía digno y tranquilo con su “trabajo,” vivía tan enamorado y apegado a su mujer, como el mar a la playa, y su mayor adoración era su hijo, Mateo. Vivian en un ranchito, más estrecho que un ojal, muy humilde, en un pueblo muy alejado, pero esto para él nunca fue impedimento alguno para salir adelante. Tenía costumbres católicas y era muy creyente y apegado al divino niño.Le había llegado el día, no cabía duda de la gran tristeza que embargaba su mente,

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pensaba en ellos y lloraba, mientras más se desesperaba, más cerca veía el momento, nunca había llegado a pensar que sería capaz de hacer semejante disparate, pero tal día tuvo irónicamente la “fortaleza” de hacerlo. Recordaba el momento en que su boca al responder afirmativamente, decidió unirse a esos malditos… se arrepentía.Desde niño a Alfonso le enseñaron a luchar por el bienestar de sus seres queridos, pero el día que escogió su camino, se equivocó y tal vez no pensó en un futuro, creía que su decisión era la correcta cuando en realidad esta iba en contra de sus principios.A los 16 años se unió a las AUC, ya que allí fue donde llenó tantos vacios, encontró el apoyo que tanto creía necesitar, todos sus compañeros de infancia estaban allí, y creyó que de esa manera conseguiría su felicidad.A sus 23 años conoció a una chica hermosa, Sandra, quien era para él la rosa más bella nunca antes vista y la más especial, pues le brindó todo lo que él esperaba recibir de una mujer, y más adelante la convirtió en su esposa. Tiempo después, Sandra quedó en

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embarazo y perdió a su hijo a los 6 meses de haberlo engendrado, esto para Alfonso fue lo más frustrante que le pudo haber pasado, pues tenía puestas en su hijo muchas expectativas. Con esto, empezó a refugiarse más en su grupo y comenzó a controlar dineros ganados de forma ilícita. Esto le trajo mucha satisfacción, al saber que sus “amigos” confiaban en él ciegamente, a tal punto de entregarle millonadas para guardarlas en su casa, estaba jugando con fuego, sin pensar que algún día tarde que temprano se habría de quemar.En unos tiempos, su esposa de nuevo quedó embarazada y esta vez nació lo que era su adoración, Mateo, su único hijo.Un día que parecía muy tranquilo, se convirtió de un momento a otro en el mayor tormento de su vida, tal día a Alfonso le tocaba entregar a su jefe 30.000’000.000. La noche anterior, llegó a su hogar en medio de la lluvia, el cielo reflejaba el dolor que sentiría su alma, pues algo lo agobiaba pero no tenía ni idea de que podría ser, cuando se encontró con que el

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dinero de su patrón no estaba en su casa, era inexplicable, no le quiso reprochar nada a su esposa ni a su hijo, porque estaba seguro que ellos no entraban a la habitación en la que guardaba tal dinero. Además, solo el poseía las llaves de aquel lugar de donde desapareció, más que el dinero, su futuro. Se puso histérico y muy nervioso, sabía el problema que iba a tener, estaba seguro que el señor Morales no lo iba a comprender, pues poco le importaban sus trabajadores, siempre era primordial su dinero, era más ambicioso que el mismo Pablo Escobar, por eso lo obligaría a pagarle la deuda, sin tener piedad de él. Llovió toda la noche, y por cada trueno que escuchaba, miles de lágrimas derramaba, se sentía indigno de pertenecer a un hogar tan armonioso, y de fallarles de esta manera, porque mucho le advirtió su esposa: “Eso de los dineros solo te va a traer inconvenientes”. Se revolcaba y daba vueltas en su cama tratando de despegarse de sus problemas, se levantaba en cada momento a orarle a su divino niño. Fue eterna la noche, no quería que amaneciera,

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pero tampoco quería seguir sintiendo esa impotencia que lo carcomía, hasta que llegó una decisión precisa, triste e irremediable a su mente, decidió terminar con sus sueños, ponerle fin a su vida.Amaneció y se fue más temprano que nunca a darle la cara a su jefe, estaba ansioso por saber lo que iba a decir a causa de su fallo, llevaba su divino niño en la cintura, y oraba para que todo saliera bien, de todos modos, suicidarse ya era una decisión definitiva. Llegó el momento y le dijo a Don Sergio Morales que los 30.000’000.000 se habían perdido, que aceptaba su error, y por último que lo debía pagar de algún modo. ¿Lo pagaría con su vida?... El señor le dijo que le daba máximo 12 horas para que el dinero apareciera, o de lo contrario mandaría a matar a su esposa y a su hijo. Alfonso asustado, salió corriendo por todo el campo, todo el día, y parte de la noche se quedó por ahí esperando el momento de su “partida” y pensando en Sandra y Mateo. El tiempo se le fue tan rápido como un ferrocarril que llevaba en él sus sentimientos. Les escribió una carta en la

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que decía que huyeran, que él debía irse por el bien de ellos, pedía perdón por todos los errores cometidos, y concluía que siempre los llevaría en el corazón. Terminó de hacer su carta y se dirigió a su casa, llegó mas tarde de lo normal pero no quiso entrar, en medio del terrible frío notó que su esposa lo esperaba angustiada, y que su hijo tenía una actitud rara, se sintió cobarde, metió la carta por debajo de la puerta y salió rápidamente huyendo en busca de su “salida fácil”, corrió toda la noche hasta llegar a la ciudad, allí tomo su pistola y se mató. Todo en su cuerpo se deshizo lentamente, mientras el Divino Niño le reprochaba a su alma el por qué de su cobardía.

Kelly Andrea Castaño

La tragedia de Aniceto24

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Amaneció, un día triste, donde solo la agonía se prestaba para permanecer con la familia Córdoba, esa fue la más trágica noticia que le pudieron dar en toda su vida a Aniceto, un humilde campesino que solo buscaba un mejor futuro para sus dos hijos, pero ese día, a las cinco y treinta de la tarde cuando solo esperaba llegar para descansar, un día tan largo, donde en la mañana a las cuatro treinta se sentía la soledad y la tristeza tan presentes. Aniceto se hecho la bendición y dijo:-¡Dios protégeme y ayúdame!Su mujer Ubertina se levanta con él, le sirve un poco de agua de panela y un pan de leche, al igual que a sus dos hijos Antonio y Pablo, que se preparaban para ir a la escuela en las afueras del pueblo. Antonio y Pablo salen, les sobra el hambre por el poco desayuno que les brindó su madre, pero que no pudo calmar. Aniceto sale a trabajar a ver si el destino sí les ayudaba esta vez. Al partir de su humilde ranchito salió para donde su amigo Pedro con el que comparte el trabajo que les

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brinden. Al caminar tanto tiempo y no encontrar quien les diera una pequeña oportunidad de llevar la comida o tal vez el desayuno del siguiente día, tan hambrientos que se sentían y con tanta sed, milagrosamente encontraron a alguien, con una presencia no muy confiable que les dice:-No se alarmen he venido desde lejos, desde Caquetá, buscando aquí en Napipí, niños, solo niños de nueve a quince años.Pedro preguntó: -¿Para qué? ¿Qué quiere con ellos?El hombre le dice:-Amigo mío, no preguntes tanto solo piensa en que regalaré un buen dinero por el que me los de.-¿Sí? Dijo Pedro.-Sí, respondió aquel misterioso hombre.Pedro se pone a pensar y le dijo a Aniceto: -Tú, tú tienes dos niños los podemos vender y ganar mucho dinero, la oportunidad que estábamos esperando para salir de esta crisis.Aniceto le respondió muy enfadado:

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-¡No! ¿Estás loco? Qué crees, no, no, no puede ser, me mataría mi esposa, no, mi mujer no me lo perdonaría.Entonces Pedro su amigo le responde:-Solo piénsalo.Aniceto se va y lo deja tirado con aquel hombre en el cual nunca confió y le pareció abrumador, salió buscando refugio, pues en ese momento cae un terrible aguacero donde en el silencio y la oportuna tarde lo pusieron a pensar en su vida, su mujer y sus hijos, donde detalladamente miró como salir de tanta pobreza y ruina una sensación que lo agobiaba. No había pasado mucho tiempo para que su amigo Pedro lo encontrara y le pidiera perdón por sus desesperadas ansias de salir de la situación tan desagradable que enfrentaban, pero Aniceto le respondió:-Déjate de bobadas, piensa en salir adelante pero de otra forma no pienses en el dinero fácil, porque tú no venderías a tus hijos. Y Pedro que decía ser su amigo le respondió:

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-No, Yo lo haría, claro tengo mujer, pero ellos no sirven para nada tienen dieciocho y diecinueve años… ¿Para qué? Aniceto le respondió:-Bueno no te quejes sigue con lo tuyo y yo con lo mío en distintos caminos.Al caminar y caminar separado de Pedro, un hombre que dijo ser su amigo y que lo decepcionó miró la hora, marcaba en su reloj las cuatro cuarentaicinco de la tarde, el día se mostraba oscuro y muy frío, donde pasadas ya las ocho horas, no había encontrado nada para llevar a su casa y calmarles el hambre. Al seguir caminando perdiendo el tiempo, el reloj marco las cinco de la tarde, sonó una terrible bomba que sacudió toda la zona, un ruido tan fuerte que era como si hubiera estado muy cerca a su oído, rápidamente se agachó tan asustado pensando en que algo terrible había pasado. Aniceto estaba muy cerca de su casa pero nunca imaginó que esa terrible bomba alcanzara a su mujer. En ese momento solo corrió a ver que sucedía, pero encontró un gran enfrentamiento de las FARC con el ejército, donde un soldado lo

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miró tristemente, lo adivinó todo, pues claro allí en ese rincón de tierra había un humilde rancho o si se le podía llamar así, porque de ese rancho ya no quedaba nada.Aniceto cayó de rodillas y quedó paralizado, ese soldado que lo miraba lo sacó de allí, Aniceto muy rápidamente con mucho desespero y muchas ansias regresó a ver qué había sucedido con su querida Ubertina, si lamentablemente lo que sospechaba sucedió, sí, Ubertina murió por culpa de los fuertes y presentes enfrentamientos en la zona, donde ya nada le quedaba solo sus dos hijo Antonio y Pablo.Aniceto los vio llegar de su colegio y los abrazó, se puso a llorar con una sensación tan amarga y dolorosa y les contó con un vacio y una tristeza que salió a flote. Los niños y él quedaron destrozados.Al día siguiente le hizo un baúl de madera y la enterró en el mismo lugar donde murió, lloró, lloró y lloró con una amargura tan intensa que deseaba morir, no le encontraba sentido a su vida, solo viviría por sus dos

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hijos, lo hacía por Ubertina porque así lo hubiera querido ella.Y de Aniceto y sus dos hijos no quedó nada más que ser unos de los miles de desplazados de este país, lleno de violencia, con guerras, pobreza, hambres y un sinfín de tragedias que azotan este mundo, donde subsistir es una gran lucha, donde es tan difícil, donde cada vez se acaban las esperanzas, donde la vida les da golpes bajos, así que sobrevivir es la última opción que les mostraba la vida.

Lina María Tabares

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Una guerra sin fin

Lo único que me queda es aquel precioso cuadro que al mirarlo solo inspira tranquilidad, a pesar de lo que estamos viviendo yo aún me siento tranquila, y puede que no me crean, pero como toda niña de mi edad sueño que aún puedo ser feliz.Mientras nos desplazábamos por la serranía, me acuerdo lo bien que vivía hace un mes atrás, de solo pensarlo me siento tan feliz que me dan ganas de dar un brinquito hacia el pasado y detenerme allí, en aquel campo donde no solo soñaba, también mis sueños se hacían realidad. Éramos una familia feliz, mi hermana Sandra era la maestra de la vereda, mi hermanito Omar era solo un mocoso inquieto, pero alegre, mi mamá y mi papá se encargaban de los quehaceres de la granja.Era de madrugada cuando mi hermana llegó al cuarto donde Omar y yo dormíamos, de repente siento un golpe en mi hombro y con mucha dificultad obró mis ojos y veo a

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Sandra con Omar en sus brazos, con una voz quebradiza me dijo: ¡Levántate!Muy asustada me levanté y mientras me ponía los zapatos, noté en sus ojos demasiado terror.-¿Pero qué pasa?-le pregunté.Ella apura respondió:¡Nada, nada!Salimos tomadas de la mano, mientras veíamos muchos hombres con armas enormes, ellos, eran grandes, flacos, se tapaban la cara con una tela roja, solamente dejaban ver sus ojos, unos ojos intimidantes, sin brillo en su mirada, se les notaba la soledad y la tristeza que en sus almas tenían. Al frente había una fila de hombres dándoles la espalda a aquellos aterradores hombres. De un momento a otro uno de ellos lanzó un estruendoso grito: -¡Disparen!Mis hermanos y yo salimos corriendo a escondernos, de pronto vi salir a mi mamá de la casa, estaba temblando de miedo, traía unas cuantas cosas en los brazos.

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Después, en la noche, mi hermana nos despertó de donde estábamos escondidos y vimos que la casa esta llena de aquellos hombres malos, mi mamá estaba tan asustada que nos dijo que nos fuéramos para la ciudad sin mirar a esas personas para no tener problemas. Yo le dije que no me movía de allí sin mi papá y mucho menos sin mi cuadro (ese que mi padre me regalo un día de feria en el pueblo) Ella me regañó, me dijo que no era el momento de hacer pataletas, pero como yo he sido siempre tan rebelde, salí corriendo hacia la casa, me metí bajo los pies de los señores que estaban en la puerta con sus armas. Cuando entré a la sala vi a mi papá ya agonizando, amarrado a una silla y muy golpeado. Cuando me vio soltó su llanto, de repente escuché un grito: -¡Elena, no!Esos hombres detuvieron a mi mamá en la puerta, uno de ellos se agachó y me preguntó:-¿Qué quieres?Con mi dedo le señalé el cuadro, él me lo entregó, me llevó con mi mamá.

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Me quedé muy triste mientras miraba como me alejaba de mi papá y más me dolía la mirada diáfana que tenía.Desde ese día andamos como dicen en los noticieros: “Desplazados.”

Rossermary Ríos Henao

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Diario de un guerrillero

Mi nombre es Armando, desmovilizado del bloque 44 de las FARC, les voy a contar la historia de mi vida, triste tal vez, pero al fin y al cabo en la vida real no existen los finales felices.Como todo pelado que se respete me juntaba con los “parceros” todo el día, pero este fue distinto, cuando di mi primer paso fuera de mi humilde casa, me di cuenta de que algo no estaba bien, ese bochorno de gente hablando, no se presentaba ese día, los amigos que se parchaban en la esquina no aparecían, de repente algo me haló de la camisa, era mi mamá, me tiró hacia adentro de la casa y atrancó la puerta.Ella agarró a mi hermana, ambas parecían asustadas. Entonces, pregunte: -Ma ¿Qué paso?- Mire por todas partes buscando a mi hermano-¿Y Manuel?-¡Mijo, se llevaron a su hermano! - Respondió en un tono exaltado.

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Mamá rompió en llanto y con toda la razón, a mí también me agarró un escalofrío por todo el cuerpo, corrí a abrazarla y a hacerle las preguntas típicas de la ocasión: ¿Qué pasó? ¿Qué fue? ¿Cómo fue?Pero ella simplemente balbuceaba. Salí a la calle, sentía una mezcla de miedo y tristeza, en ese instante vi pasar ante mi varios camiones, me pegué a la puerta de la casa, y detallé con cuidado a cada uno de ellos, noté que llevaban guerrilleros, me preocupé bastante, pero cuando vi a mi hermano en uno de los camiones me quedé frío.Han pasado dos años desde aquella ocasión, he cumplido 17 años, la perdida de mi hermano marcó para siempre mi familia y mi vida, mi hermano solía responder por la casa, pero desde que se fue me tocó buscar que hacer y ponerme a trabajar.No puedo negar que me he vuelto juicioso, nada de rumbas, parceros o vicio, en cambio trabajo desde muy temprano en la tienda de un señor que nos ha colaborado mucho.

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Mi vida se ha vuelto rutinaria, trabajo, casa, trabajo, casa. Cuando voy para mi casa me vuelve esa extraña sensación de inseguridad. La calle está vacía, las puertas y ventanas de las casas están cerradas, menos la de mi casa ¿Pero por qué?Decididamente corrí a averiguar qué pasaba, cuando miré hacia el interior se me puso la piel de gallina.-¿Manuel?-¡Que más Hombre!–respondió efusivamente.Siendo sinceros, yo estaba cagado del miedo viendo a Manuel vestido de guerrillero y con tremendo fusil, más él, de lo más relajado. Mi mamá estaba sentada a su lado abrazando la ilusión de que su hijo había regresado, pero no era el mismo.-¿Qué quiere?- le respondí en tono serio--¿Cuál es el alboroto?… cálmese, ¿No puedo venir a hacer la visita? Me quedé en silencio, se notaba que se le había olvidado que la guerrilla había matado a papá.-Pues no usted ya no es de esta familia, ahora el que manda soy yo.

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Estaba firme hacia él, pero de repente perdí mi balance, Manuel me arrojó uno de sus puños-Hermano perdón, me dejé llevar. Respondió Manuel un poco más calmado.Lo miré fijamente mientras sobaba el lado de mi cara que había recibido el golpe.-Venga salgamos que necesito hablar con usted una cosita.Me rehusé, pero dicho y hecho, salí de la casa más bien obligado.-¿Qué pasa? – pregunté- - Pues vea, estoy contento porque usted se ha ajuiciado y se ha puesto a camellar, pero sinceramente no le veo futuro, yo me preocupo por usted, más bien porqué no se viene conmigo y sacamos adelante este país- dijo Manuel creyendo que era el Che Guevara.- No sé, la platica que le doy a mi mamá es lo único que tiene para subsistir, si me voy ¿Quién va a ver por ella?- Mi comandante prometió mandar mercados a las familias que apoyen la causa, si usted se queda aquí le toca esforzarse mucho para conseguirle un

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mercado decente, si se viene conmigo a mamá no le va a faltar nada – Dijo mi hermano tratando de convencerme. Después de pensarlo un rato accedí. A la mañana siguiente dejé la vida que conocía y me aventuré en busca de un futuro incierto. Desde ese mismo día pasé a formar parte de las filas de la guerrilla en las cuales permanecí aproximadamente dos años.Con cada día que pasaba me di cuenta que “el tigre no es como lo pintan” Mi hermano murió en combate tres meses después de que yo entré, mi capitán ni me dejo enterrarlo.Todas esas falacias con las que la guerrilla enreda a los campesinos no son más que un camuflaje para sus verdaderas intenciones: sembrar la guerra y el caos en las poblaciones más vulnerables.

José Julián Parra

Una venganza o una discriminación39

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En lo poco que llevo de mi vida he podido darme cuenta de cómo en Colombia nos hemos visto envueltos en una constante discriminación aislándonos y restringiendo de cosas que podríamos gozar. Mis cuatro primeros años en el colegio fueron largos y agotadores, uno de mis compañeros de clase se encargó de arruinarme la vida en lo que pudo haber sido el principio de mi gran carrera como doctor, ya que yo pertenecía a un grupo indígena desplazado del límite entre Caldas y Antioquia, fui objeto de burlas, bromas, golpizas y amenazas. Mi mamá tenía que ir todos los días por mí al colegio porque tuve un inconveniente con un compañero al que yo desde ese entonces le llamo “Catrina”… Causaba terror. Todo este conflicto empezó en cuarto de primaria en la clase de matemáticas, la profesora Luz Elena Ruiz, la más veterana del colegio, pero la más gentil y sabia, nos explicaba, cómo dividir por dos cifras, de un momento a otro fue entrando la directora del colegio o “La bruja” como la llamaba todo el salón. Entró con una carpeta de color café y un

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niño flaco, de pelo muy estrambótico y mirada fría y puesta en mí, la profesora lo sentó en el pupitre que estaba atrás de mí, yo giré un poco mi cabeza hacia atrás para ver al niño nuevo, que parecía algo gentil, bueno eso pensé hasta que él me tiró un pedazo de borrador en el ojo, yo empecé a gritar como loco, todos me miraron con cara de asombro, la profesora se acercó y me dijo: – que te pasa – Le expliqué todo lo que pasó con voz muy baja para que mis compañeros no escucharan, ella miró al joven, se acercó a él y le dijo en voz muy suave – tienes algo que agregar – Él dijo gritando: – Odio a los indios – Todos los que estábamos en el salón hicimos un gesto de asombro, especialmente yo tenía la esperanza de hacerme amigo de él. La profesora nos dijo al niño y a mí que al final de la clase nos quedáramos un tiempo más. Al sonar la campana todos los niños salieron despavoridos como si estuvieran regalando dulces afuera, nosotros dos nos quedamos

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hablando con la profesora. Ella le dijo al niño nuevo: – Empezamos mal el primer día de clase y ¿Por qué? – El niño suspiró y dijo:-El 30 de marzo del 2000 mi padre murió entre el límite de Caldas y Antioquia en manos de los indios de la comunidad Kuna, tras una expedición con un grupo arqueológico-

Yo me quede impactado, ya que ese mismo día murió mi abuelo, mi primo y mi hermana por un enfrentamiento entre un grupo de arqueólogos y mi comunidad. El niño mostraba en su cara un inmenso dolor y ganas de venganza. Al enterarse que yo era proveniente de esa comunidad, el niño se me tiró encima y me empezó a golpear. La profesora lo aparto y dijo: – mañana los dos me traen a sus padres.Esa fue la primera vez que vi a la maestra enojada.Al salir del colegio el niño me cogió del cuello de la camisa y dijo: – No te librarás de esta tan fácilmente-

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Al soltarme yo agarré mi morral y Salí corriendo.Cuando llegué a casa mi madre me preguntó: - ¿Cómo te fue en el colegio hoy hijo? – Yo no dije nada y seguí derecho hacia mi habitación. A la hora de la comida me senté en la mesa y dije todo lo que había sucedido y que mi mamá tenía que ir al colegio mañana, ella quedó aterrorizada y dijo a toda la familia: – Creo que deberíamos sacar al niño del colegio, él está corriendo mucho peligro y no podemos exponerlo así de fácil – Todos optaron por sacarme del colegio pero yo no acepté porque pensaba que había otra solución.Al día siguiente mi mamá me llevó al colegio más temprano para que no me encontrara con el niño, lo cual funcionó, ya que no me lo encontré, lo raro era que durante cinco horas de clase en el colegio el niño no apareció en ningún momento, mi mamá estaba lista para hablar con la profesora, pero la mamá del niño no llegaba, bueno eso lo pensamos hasta que

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en la puerta de la entrada del colegio venía una mujer alta, con pelo muy largo y café, unos ojos marrones y brillantes pero lo más raro es que llevaba un portafolio negro y una camisa blanca muy elegante, lo cual me impactó mucho porque solo veía gente así en los juzgados y altos cargos, ella se me acercó y dijo con una sonrisa en su cara: – Hola tú debes ser el niño del que me habló mi hijo – Mi mamá se acercó a la señora y le preguntó - ¿Vos quién sos? – La señora se presentó muy tranquilamente – Soy Sandra Caicedo de López, bueno viuda de López – La profesora salió del salón para recibir a mi mamá y a la señora Sandra.- Supongo que ya saben ¿Porqué están aquí? ¿Cierto? – Dijo la profesora. Mi madre sí sabía pero la señora Sandra no.La profesora sacó de su escritorio una carpeta café con el nombre de Santiago López Caicedo –Por aquí dice que su hijo Santiago a repetido cuarto grado por primera vez y su comportamiento no ha sido muy bueno

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últimamente, pero eso no es todo, su hijo ayer agredió al hijo de la señora aquí presente con un pedazo de borrador– Dijo la profesora. Yo estuve casi una hora afuera mientras que la profesora, mi mamá y Sandra terminaban de hablar. El tiempo pasó muy lento y yo lo único que podía hacer en ese momento era mirar las nubes de las dos de la tarde, tan blancas y esponjosas como algunas almohadas, al transcurrir quince minutos o tal vez más, se me acercó una niña, ojos color chocolate, boca delgada y roja, pelo largo y un color de piel trigueño como de una galleta ducal, me dijo: – Hola, me llamo Mariana y tú – Yo la miré fijamente como si todo en la mente se me hubiera borrado y lo único que dije fue ¡Totototocuyoyoyyo ¡ Ella soltó una carcajada muy larga lo cual me hizo reaccionar y me sonrojé, sacó un paquete de galletas que tenía en el maletín de las cuales me regaló dos, así empezó una bella amistad, Mariana y yo conversamos cuarenta y cinco minutos “los mejores minutos de mi vida”, al terminar la

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conversación de la profesora , mi mamá y la señora Sandra, mi mamá me cogió de la mano y me haló hasta salir del colegio lo cual me dejó muy triste porque no me dejó despedir de Mariana, mi madre se veía muy furiosa y enojada y lo único que dijo fue que si no me cambiaba de salón la cosa no mejoraría, ella estaba enojada porque al que deberían cambiar del salón era al parásito y no a mí, mi mamá le contó a mi papá y agregó que ahora si me iba a sacar del colegio lo cual me entristeció mucho porque allá estudiaba Mariana una de las pocas personas que no me trataba como indígena, en ese momento lo único que rondaba en mi cabeza era ¿Qué pasará con esa amistad tan bonita? ¿Porqué todo acabaría así de fácil? ¿No hay solución? Al día siguiente yo tomé la iniciativa y salí de mi casa sin que nadie se diera cuenta, tenía claro que lo que iba a hacer era arreglar el problema. Corrí directo hacia el colegio a la hora que debíamos entrar a clase, la profesora siempre nos esperaba en la entrada así que la detuve y le pregunte: ¿Dónde está Santiago? –

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Ella me dijo que estaba con su hermana Mariana yo pensé “una niña tan amable y gentil cómo podía ser hermana de un niño tan perverso y malo.”La profesora me dijo: – Tú sabes lo que le pasó ayer – Sí, le dije con rabia.-¿Y qué piensas?- Me dijo la profesora con una sonrisa.-No quiero que me cambien de salón– Le respondí. La profesora quedó impactada porque ella lo que le dijo a mi mama era que cambiaran de salón a Santiago y que su hermana Mariana pasaría a nuestro salón, yo di un salto, abracé a la profesora y salí corriendo al patio donde estaba Mariana y Santiago. Mariana me dijo: –Te enteraste, voy para tu salón – Santiago me miró y me dijo que en la salida nos veíamos, yo asustado le dije que sí. Mientras tanto en mi casa todos se preguntaban en dónde me encontraba. – ¿Se habrá escapado? – Se preguntaba mi mamá. Durante las cinco horas de clase mi mamá me estuvo buscando, a la salida Santiago y

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yo nos encontramos en un parque, rara vez se veía lleno, lo que nunca pensé era que desde ese día nunca iba a volver y que mis sueños nunca se cumplirían y la gran Catrina por fin triunfó, Mariana era su secuaz y yo su carnada.-Mi Madre al fin me encontró tras cinco horas de búsqueda tirado en el suelo sangrando con una nota que decía: La venganza se ha cumplido espero que aprendan la lección y no se metan conmigo. Esa fue parte de mi vida en el colegio.

Johan Zuluaga Pulido

La realidad de mi ciudad

De noche antes de dormir observo por mi ventana las luces que palpitan como un

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corazón. Se escuchan subir motos y a lo lejos escucho disparos. Este es solo el inicio de una fría y larga noche aquí en un pedazo de mi ciudad, Medellín, exactamente el barrio Manrique donde se ve la realidad y los personajes reales. Esto que no es un cuento de hadas pero tampoco es el infierno, es simplemente la realidad de la vida de toda esta gente que de día ríe y sufre de noche.Me encuentro yo, Freddy, pensando en la forma de compartir con las demás personas la inevitable manera de comunicar una realidad cotidiana que cobra más vidas de jóvenes que con su muerte se arrastran sus ilusiones y sueños de mi población.A mi corta edad he aprendido que la muerte es lo único seguro, lo que ronda en mi mente y en la de toda esta gente que me rodea es la incertidumbre de pensar “¿Hasta qué día viviré?” Sí, en cuestión de segundos se puede formar un tiroteo, lo terrible y más injusto de estos enfrentamientos es que las víctimas son personas inocentes, que ni saben ¿Por qué estos grupos al margen de la ley se

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enfrentan? En cada uno de los corazones de mi gente hay un sueño que no solo se ve por televisión. Caminar libremente, salir un domingo a comerse un helado o simplemente sentarse en la acera.El sábado 14 de junio del año 2001 en el apogeo de los enfrentamientos callejeros, cumplo 16 años, en este tiempo que ha transcurrido me he llenado de sabiduría, pues desde niño ver y sentir el verdadero frio de saber que en cualquier momento puede llegar la muerte que sin piedad recae sobre toda esta gente. Toda esta población vive con tanta humildad y cada día lloran por unos pocos desadaptados que se les ocurrió enfrentarse sin importar las víctimas que sufren el conflicto. En un pequeño colegio del sector me estoy graduando con honores, estoy muy feliz porque mi mentalidad es salir de este barrio y estudiar algo que me ayude a frenar esta lluvia de sangre y ríos de lágrimas.En esta realidad de mi ciudad todo lo que pienso es contribuir, con lo que mi imaginación pueda, para acabar con este problema social: La violencia. Que es no

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solo un ideal de un joven que la vivió y tiene el temor de que la va a seguir viviendo.Esto lo pienso mientras veo cuerpos de personas muertas que toda su vida han estado en este terruño en el cual es más seguro la violencia que el pan diario.Abro la puerta café de mi casa, la cual ha sido blanco de balas perdidas, entró, dejó el maletín y mi diploma en el pequeño sofá, en el cual cuando pequeño jugaba a ser piloto, ingreso a la pequeña cocina, un sudor frío me atrapó y la vi con su linda cabellera blanca y su escapulario de madera traído del santuario de Buga, como durmiendo, pero en su frágil y pequeño cuerpo estaban las marcas de dos balas, en sus ojos podía ver el desespero con el cual intentó esconderse, me dio mucha tristeza pues esta realidad de mi ciudad denominada violencia que cada día crece más, había cobrado la vida de la mujer más hermosa, mi amiga incondicional, la que me brindó el privilegio de vivir… mi madre.

Cristian Camilo Mateus Molina.

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Lo que ya no cambia más

Michael era un joven de 11 años con una mente muy desarrollada, él estudiaba tranquilamente. Para poder ir al colegio,

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bajaba el Cerro de Caspas Blancas llamado también La Rama de Margaritas.

Él estaba camino al colegio cuando por curiosidad vio muchos hombres extraños vestidos con el mismo color verde y pañoleta roja en la cara. Siguió normal como si nada pensando en la tarea de la primera hora: Ciencias con la maestra Cardozo, una señora anciana de 52 años que estaba muy cerca de la oscuridad del silencio eterno, Michael presenta su tarea, pasa el tiempo y al final llega la hora de ir a casa, lastimosamente al llegar le dicen que no puede salir, ya que hay tiroteos y un conflicto que apenas empieza.

Hace un puchero y se duerme llorando solo le importaba jugar con su juguete preferido, él se levanta y piensa si todavía no podrá salir, no sabe qué es la muerte, el dolor o la crueldad de la vida, le importa mucho estudiar, cree que el colegio es mejor hogar que en el que vive realmente, escucha varios ecos de catástrofe; su mamá le dice que no, que tiene vacaciones por ese día, ya

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que lo ve triste y aburrido por no ir al colegio se sienta a su lado y le susurra: -hijo no estés triste, mañana es otro día-

Michael se siente impotente, extraña su hogar en el colegio, su círculo de amigos en el cual es feliz, en el que sucede todo lo que desea, dónde no puede ser lastimado, hoy le toca gramática, se concentra y piensa el por qué ayer no asistió al colegio, él no es tonto, no cree que tuvo ese día libre, de pronto escucha un sonido de ¡boom! Como el de las caricaturas, el techo de su salón se derrumba poco a poco, las paredes se agrietan, se ve a dos de sus compañeros dormidos encima de una manta roja liquida, cree que es la hora de la siesta pero no entiende el por qué de la bulla gigante que en cada momento aumenta, el espacio en el que se encuentra, su círculo se quebranta. La luz entra por todos lados en diminutos hoyos, su maestra se encuentra sentada tocando su garganta como si tosiera. Han pasado diez minutos y ya todo es un caos. De pronto entra un soldado y ve el piso. Todo parece lleno de humo, como si

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hubiera caído una peste. El soldado recoge a Michael, que llora y siente un vacio inmenso en su pequeño estomago, prende camino a su casa. El estruendo, los pedazos de tierra danzando en el aire, el soldado solo escucha su respiración y sus pulmones agitados, traga saliva y su corazón se acelera cada minuto. Al fin faltan dieciséis metros para llegar a su casa. Siente un nudo en el pecho que lo acuesta lentamente. Michael llega a su hogar en medio de los incendios. Coge su juguete preferido y ve a su mamá dormida encima de la mesa color marrón rojizo. No entiende nada, él llora con todas sus fuerzas y ella no responde, alza su mirada y solo ve un cuadro de Jesucristo. El niño por fin empieza a despertar su interior y por primera vez empieza a desarrollar, sentir y entender en cada centímetro de sí, la muerte, la crueldad de la vida, el sufrimiento y el dolor propio de estar solo en el mundo y en la nada, el bien y la desgracia y unos ojos mojados, brillantes reflejando en pequeñas luces lo que lo rodea.

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Santiago Misas Pulgarín

Mi propio cuento

Es un jueves como cualquier otro y en la clase de español nuestro profesor nos pide que hagamos un trabajo en el cual tenemos que hacer un cuento sobre la violencia en mi país, algo interesante, divertido y que

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nos guste. Todos en el salón se sorprenden al escuchar esto y se les nota que están animados para hacer este trabajo. El profesor nos presta unas imágenes que muestran la vida real y nos dice:-Esas imágenes son para que escriban algo sobre ellas pero luego me las devuelven.

Mis compañeros comenzaron, algunos de ellos con ideas y otros con las imágenes. Yo tomé la imagen de unas manos con una flor y me puse a pensar que escribir de ella, pero cuando empecé y lo leí, no me gustó, no decía nada interesante, así que tomé otra imagen que era de una niña llorando en un árbol y tampoco me gustó. Yo en la tercera fila me encuentro pensando de qué va a tratar mi cuento, pero todos hablan tan fuerte que casi no puedo escuchar mi propio pensamiento, trato de concentrarme pero no lo logro.Me supongo que mis compañeros han hecho unos maravillosos cuentos.Le pregunto a mi profesor, bajito, calvo y con gracia que si la inspiración existe y él me contesta diciendo:

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-No, la inspiración no existe, lo que uno escribe es porque tiene imaginación y trabajo, no porque esté inspirado.

Yo le volví a decir:-Profesor, he intentado escribir dos veces y nada, ninguno me parece interesante como para entregar.

-Hay que trabajar-Dice el profesor.

En el salón todos andan de lado a lado hablando de sus cuentos, pero yo no he podido tener el cuento perfecto para entregar, y me pregunto:¿Qué tan interesantes serán sus cuentos? ¿De qué hablarán? O ¿Solo son inventos para poder sacar una buena nota? Todo pasa por mi cabeza pero no se qué escribir, necesito algo o si no obtendré una mala nota. Miro a mi profesor que lee y lee cuentos diferentes, hay una alumna parada allí esperando que le den consejos de su cuento.El debe ser un teso en leer todos los días cuentos diferentes, que en total en mi salón son cuarenta y cinco, además de calificarlos

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puede que sea una carreta bien larga o una simple historia. Ya casi sonará el timbre para ir al descanso y aun no he llegado a la conclusión de que voy a escribir. El profesor se para al frente de nosotros y dice:-La propuesta es, el que terminó el cuento entrega, porque voy a escoger mínimo seis o siete cuentos, y se darán cuenta cuando su hoja diga Ok.

Me pongo muy triste porque no hice nada como los demás compañeros.Esa será mi primera mala nota, pero qué más puedo hacer si no hay más tiempo para hacer uno.

Cuando al fin suena el timbre para ir al descanso, yo me levanto guardo mis útiles, todos salen corriendo pero yo me dirijo a la salida tranquilamente. Pero un poco triste por no haber hecho el trabajo como todos los demás.Cuando llego a la puerta observo mi hoja en blanco, miro al profesor me echo a reír y pienso:

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Viví mi propio cuento de español.

Daniela Londoño Castro.

Pinceladas anecdóticas

En un pueblito llamado caldas, uno de esos fríos y desolados, donde existía la indiferencia y la melancolía, nací yo. Mi madre se vino para Medellín a buscar nuevos horizontes, una perspectiva diferente a la del encierro de un pueblo

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envuelto en la monotonía, al ver que la persona que llamamos padre no me quería aceptar como hijo, ni para brindarme cariño, ternura y entrega, mucho menos para darme un apellido.

Mi abuela, una señora terca y llevada de su parecer aceptó criarme mientras mi mamá trabajaba todos los días. Pese a ello nunca tenía tiempo para mí, no existía ni siquiera la dedicación del domingo, que era su único día de descanso.

Empecé mis estudios como cualquier niño normal, pero mis comportamientos no lo eran; un niño rebelde que todo el tiempo estaba peleando con los compañeros. Mi mamá no podía asistir a las reuniones escolares, así que continué, pero desobedeciendo la normas del colegio y pronto tomaron la decisión de dejarme sin estudio, porque nadie me soportaba. Mi disciplina era la peor, nunca llevaba tareas y en otras instituciones no se querían arriesgar a recibirme, así que me quedé en la casa, pero ni eso, porque mi abuela

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muchas veces me echaba a la calle y me obligaba a no volver hasta conseguir trabajo. Sin embargo, mi intención era realmente buena, pero ella siempre quería meterse y quitarme el poco dinero que me ganaba, a mí, por supuesto, me molestaba, era lo mío. Así que decidí no volver a trabajar más.

Posterior a eso conocí muchos amigos, a quienes consideraba así, pero al fin de cuentas, no estarían conmigo si yo no generaba ingresos, así que conocí las drogas y todo aquello que me perjudicaría enormemente.Mi mamá decidió enviarme con mi papá, a pesar de que él no había estado conmigo en mi infancia, ella consideraba que allá en Caldas, encontraría mi rumbo, un centro de “rehabilitación”, quizá porque yo no era más que un encarte.Al cabo de un tiempo, decidí regresar. Lastimosamente tenía problemas mentales, mi estadía en Caldas no había servido de mucho, solo conocí bebidas extrañas, de esas que conocen en los pueblos, tenía la

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mirada extraviada y cuando intentaba acercarme a alguien y hablar con sensatez, solo veía odio en las personas e infundía temor. Hablaba de duendes, escuchaba voces y todo aquello que para los demás eran mensajes “satánicos”.Esta vez sí fui internado en un verdadero hospital mental, uno de verdadera rehabilitación, aunque a mí no me produjo efecto alguno. Y aun así, decía que era un enviado de Dios.

Continúe consumiendo drogas, sumergiéndome más en ese mundo. Un día bajo esos efectos le robé a mi abuela una máquina de coser, una plancha y otros objetos de valor para ella. Llamó a la policía y tenían una orden de captura que solo ellos conocían. Decidí lanzarme a la quebrada y correr lo más rápido posible, pero aun así mis esfuerzos fueron en vano ¡Fui atrapado! Semejante ironía ya estaba atrapado por las drogas, por la vida, no tenía escapatoria alguna. Me dieron dos años de cárcel; sufrí, casi muero de inanición e incluso en una pelea me

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tumbaron un diente. Me dieron libertad condicional, decidí volver a mi barrio, pero ya no tenía “hogar” ¡no, nunca había tenido alguno!Ahora vivo en la calle, soporto hambre, frio, noches, y mi abuela me hace la vida imposible, porque ella aun considera que debe cobrarme lo que yo le robé. Solo me queda esperar la muerte, quizá bajo un esplendoroso sol, una tormenta bajo la luz de la luna, o quizá una noche calmada. La hepatitis es poco, las siete heridas de armas corto punzantes, las comidas extrañas que me como, todo lo que he sufrido. De pronto es que tengo más vidas que un gato, aunque espero sea solo un mito.Esperare un nuevo amanecer, la lluvia, pero más que eso… Esperaré mi muerte.

Jeniffer Andrea Barragán

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El amor tiene sus límites

Un día de verano cuando el sol se desnuda para iluminar el hermoso cielo azul, una joven estaba cosechando café para tener provisiones para el invierno, de pronto ve un charco de sangre. Preocupada siguió el rastro, vio a un hombre muy herido sentado en una piedra, su camisa estaba llena de agujeros de bala.Allí habían varios soldados muertos, pero también estaban dos hombres con ropa de

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campesinos, con escopetas y machetes a su lado.Ella era una buena persona que ayudaba a todo el mundo, ayudaba a las personas aunque no las conociera.Del susto dejo caer su canasta de café y se dirigió donde aquel hombre y le dijo:-ven conmigo- Se llevó al hombre desconocido a su casa.Mientras llegaban, el hombre empezó a decir: -Cuidado que volverán a aparecer- Ella sin saber nada de lo que había sucedido le contestó: -No te preocupes que estamos en mi casa-Al entrar, el hombre se desmayó. Ella pensó: -Demás que tuvo un leve mareo- Acostó al hombre en la cama, día tras día el hombre se fue recuperando de sus heridas.El hombre se encontraba muy agradecido de que la joven lo hubiese cuidado.Ella preocupada le dice: -¿Qué fue lo que te pasó, porqué estabas con heridas de balas? -

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Él, nervioso le dice: -Estuve con mis amigos cazando, cuando de pronto llegaron los paramilitares a dispararnos sin ninguna razón-Él no dejó de mirar el rostro de ella, había notado que era muy hermosa y tenia labios tan jugosos que parecían una cereza, unos ojos tan lindos que parecían la luz del sol cuando está enviando rayos al campo.Él se presento: -Me llamo Osvaldo-Ella hace lo mismo y le pide que se quede porque todavía tenía heridas que no habían sanado. Osvaldo conmovido dice: -Está bien solo por unos días más-Fueron pasando los días y Osvaldo empezó a enamorarla llevándole flores, escribiéndole poemas, y dedicándole canciones, ella empezó a ver que él era muy tierno y también se enamoró. Con el tiempo se hicieron novios. Ella notaba que Osvaldo todas las noches desaparecía. Preocupada, una noche encendió la televisión, intentó esperarlo, pero se quedó dormida.Al día siguiente se despertó y notó que la televisión seguía encendida, en ese

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momento estaban dando las noticias del medio día. Ella sin nada que hacer se quedó viendo, cuando de pronto vio a Osvaldo muerto donde lo había visto la primera vez. Ella sorprendida se acercó a la televisión y la puso a todo volumen, la presentadora del noticiero dice: -Soldados encuentran al comandante Osvaldo Ríos muerto, tras dura batalla con sus amigos paramilitares, los soldados dicen que los paramilitares se vestían como campesinos para pasar desapercibidos y poder extorsionar al pueblo.

Brayan Alexander de los Rios

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Tragedia familiar

José, un señor de 35 años de edad tiene una familia: su esposa y sus hijos, dos niños y una niña.Ellos Vivian en las invasiones del chocó. José era de familia pobre, el trabajaba en construcción todo el día para poder mantener a su familia.En la invasión que ellos vivían molestaba mucho la guerrilla, cada noche había enfrentamientos. Unas casas eran de bahareque, otras de tabla y una que otra de ladrillo. Muchas balas perdidas perjudicaban a los niños que

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eran alcanzados cuando jugaban en los patios o en las afueras de sus casitas. José tenía un pequeño cambuche como especie de escondite para protección de su familia. Cada vez más eran los enfrentamientos, ellos tenían que refugiarse ahí hasta que todo pasara y quedara en calma.Una noche que José llegaba de trabajar, uno de sus hijos Josué el mayor estaba jugando en la casa de Manuel, su amigo; de un momento a otro comenzó la balacera, José, la esposa y los otros dos niños corrieron hacia el escondite, la mamá antes de entrar preguntó desesperada a sus otros dos hijos por Josué.– ¿Donde está Josué? Uno de los niños respondió:-jugando en la casa de Manuel el amigo y compañero de estudio.La madre salió corriendo buscándolo a gritos diciendo ¡Josué, Josué! Ella ya en llantos no quería ver lo que pasaría a su pequeño hijo. Ella se quedó sentada afuera de la casa en la carretera, y ya de eso se había parado el enfrentamiento. José salió a

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ver qué había pasado con su esposa y su hijo Josué.José y María su esposa, estaban sentados llorando por Josué, cuando María levantó el rostro y vio que Josué salía de un callejón, el pequeño todo ensangrentado, caminaba y se ponía las manos sobre su costilla izquierda, María salió corriendo hacia él, lo cogió, el niño se acostó en sus brazos, le salía sangre de la boca, pero sacó fuerzas para hablarle a su mamá.-No mi chiquito tranquilo no hables, yo te voy a salvar-Josué suspiró y le dijo a su madre: -Mami te amo- Y cerró sus ojitos y murió en los brazos de su madre.

Karol Fernanda Arteaga

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Una muerte inocente

Camilo es un viejo campesino lleno de canas, de historias y experiencias, que como muchas otras personas ha vivido toda su vida en el campo y ha visto desfilar por aquí desde los primeros movimientos guerrilleros, inspirados en la revolución cubana y el triunfo comunista, hasta los recientes grupos paramilitares de una ideología de extrema derecha. Pero, ha aprendido como todos los que vivimos aquí a convivir con los peligros que demanda vivir en un campo dominado por personas extrañas , pero no por personas como Camilo, que día a día tratan de ganarse la vida honradamente, ni por las empresas

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privadas y ni siquiera por el gobierno y su ejército.Existe también un ejército que por muy ilegal que digan que sea es el que domina mi vida, la de los campesinos y en general la de las personas que viven en este paisaje verde y hermoso que cada vez se mancha más de sangre, muchas veces inocente.Mi nombre es Leo tengo 22 años, diez de los cuales he estado en este conflicto armado, llevando el brazalete y empuñando las armas de la guerrilla, nuestro ejército, el que domina gran parte de este verde y hermoso campo.Yo nací en un pueblo muy pobre y muy distanciado de la que los capitalistas llaman civilización y nunca vi en todo este tiempo una patrulla del ejército o por lo menos un soldado, mi pueblo era patrullado por la guerrilla y en cada esquina veía los fusiles, esos fusiles que les daban el poder. Crecí viéndolos, así transcurrió mi vida, hasta que un día cuando tenía 12 años, llegó al pueblo otro ejército, pero no era el ejército del gobierno si no otro grupo, un comando de 70 paramilitares que tenían órdenes de

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sacar a la guerrilla de aquí, y cuando llegaron se armó un combate muy fuerte, yo en ese momento estaba en la tienda, cuando las balas empezaron a brotar de los fusiles, ahí yo vi como muchos cayeron y esto me marcó para siempre, al final la guerrilla logró sobreponerse y los paramilitares tuvieron que huir, pero la guerrilla tuvo muchas bajas, así que comenzaron a reclutar a los jóvenes, ahí fue cuando fui obligado a unirme a este ejército, me sacaron de la tienda y me llevaron al monte, ese fue el día en que tuve que renunciar a mi infancia, a mi adolescencia y fue el día que me tuve que poner una máscara de hipocresía, la cual me tenía y me tengo que poner incluso hoy cuando mis comandantes me ordenan cobrar el mal llamado impuesto de guerra a un campesino, que no es más que una vil extorción, o cuando me ordenan bajar a la carretera para secuestrar a alguien para poder cobrar un rescate y así conseguir dinero para la revolución, pero después de todas estas experiencias estoy aquí, vivo, con el río Magdalena y una selva

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exuberante de fondo, haciéndole mantenimiento a mi fusil, un viejo AK-47 que esta carcomido por la humedad y por el óxido, el cual tengo desde que ingresé al las filas. ¡Pero miren! Ahí viene mi comandante quien me dio una orden que me ha dejado frio, helado, casi inmóvil, no tanto por la orden, si no porque fue la primera vez que me pregunté: ¿Cuándo perdimos el rumbo, la ideología de proteger al campesino, la lucha por llegar al poder y desde allí hacer un país mejor?Esa mañana fría y clara, me di cuenta de que todos esos ideales, respetados en el pasado, simplemente se habían ido a la mierda y que ahora la ideología del dinero fácil era la que mandaba. Todo esto pasó por mi mente cuando mi comandante me dio esa orden:-Leo- Dijo él: -Hay un campesino llamado Camilo, que tiene una finquita ahí cerquita del río, que no quiere pagarnos el impuesto de guerra, necesito que baje con su fusil y lo mate para que aprenda, y de paso le sirve de

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ejemplo a los otros campesinos para que sepan que con nosotros no se juega-Yo bajé a la finca con un camarada, tardamos cerca de cuatro horas para llegar, no era una finca tan pequeña como mi comandante dijo, entramos cuando él estaba recogiendo la cosecha, estábamos justo detrás de él, yo me acerqué lentamente, mientras mi camarada me cubría la espalda, Camilo se veía tranquilo y tan apacible recogiendo esa cosecha, que por un momento pasó por mi cabeza desobedecer la orden de mi comandante y decirle a Camilo que se tenía que ir de aquí para salvar su vida. Me llené de odio y rencor contra el mundo y en ese instante disparé, él alcanzó a voltear y pude ver en sus ojos como se desvanecía la vida. Cayó, una bala fue suficiente, en ese momento me di cuenta de que mi odio no era contra el mundo, si no contra mí mismo.El cuerpo lo tiramos al río y nunca se volvió a saber nada de él, y de tanta gente que he matado, solo uno de esos muertos me atormenta la conciencia, solo esa mirada

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desvanecida, esa víctima inocente que se llevo el río.

Raúl Santiago Pinto

Mi ventana

Eran las diez de la mañana, un martes treinta y uno de mayo, llega mi hermanito por mí, íbamos a cine, era mi primera vez, yo siempre me veía las películas en la televisión, le insistí muchísimo en que me llevara a conocer. Mi hermana mayor ya había ido, mi mamá fue con el novio, Juan está cansado de ir con los amigos, y a mí la más chiquita… A nada. Siempre es, Saris me espera, Saris ya vengo, Saris arregle la cocina, mi amor la comida se la dejo en el microondas, me arregla la casa, en fin, todo yo, y siempre sola.

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Bueno como siempre se demoró, ya pensaba que no iba a llegar, pero llegó. Primero fuimos a la casa de él porque tenía que ir a recoger unos papeles para algo que en verdad no entendí, tampoco sabíamos que hacía, ni en que trabajaba.El apartamento era hermoso, de dos pisos, y ¡Ja, ja! El baño tenía bañera, y una cosa parecida a un inodoro, pero no. Yo pensaba por dentro: -Juan con esta casa y nosotras en la casita chiquita, feíta y vieja. Todo lo contrario a esa belleza-Al fin llegamos al centro comercial, me encontré a una amiguita con un señor muy mayor que ella, también iban a entrar a ver la misma película que nosotros. Juan se puso muy nervioso, rojo y a la vez frío y de un momento a otro dijo: -Coja las crispetas que nos vamos, nos vamos ¡Ya! Yo con la tristeza mas grande, pues cogí las crispetas y llorando bajamos, claro que sola, porque ese descarado Salió a mil.Cuando Salí del centro comercial no lo veía, obvio era imposible con ese aguacero

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tan horrible, yo pensaba que esa época de tormenta de frío y de tristeza ya se había ido, aunque todos en el barrio dicen que a los ricos no les llueve, pues los ricos y yo nos estábamos mojando. Al fin lo encontré, me estaba pitando como un loco, lo que no sabía era que después, me iba a dejar ahí tirada, paró en una esquina, se bajó, paró un taxi, me bajó a mí, y le dijo a ese señor: -La lleva a la iglesia de la esquina en París- Le dio plata, me imagino que bastante porque con lo que el taxista me devolvió me alcanzó para comprar muchas cositas. En todo caso iba en ese taxi pensando: ¡Uy! Juan no cambia, me ilusionó, y ve en lo que paró mi conocida al cine, no entiendo que le pasaría, de pronto le dio daño de estomago o alguien lo llamó.También me acordé de Juanita, tan raro, yo creo que doña Magola no sabía que ella andaba por allá. Con ese señor tan feo, tan gordo y calvo, si en el colegio los niños no son así ¿Por qué andaría con ese señor tan gordo? Entré a la casa y allá estaba Mari con el novio, cuando llegué se puso rara, pero la

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rareza no le sirvió para que no se burlara de mi. Como que Juan ya había avisado de mi desgracia de hoy. Al momentico llegó Juanita a mi casa con un poco de bolsas y mucha, mucha plata, me regaló dulces y dos pijamitas, pero tenía regalos para media cuadra y nunca explicó de dónde sacaba todo, aunque yo en medio de mi bobada entendía que todo era del gordo. Ese gordo, que mi hermano vio y me dejó con ganas de entrar a cine.En la tarde llegó mi mamá con ganas de almuerzo, pero como yo no estaba y Mari estaba con el novio, almuerzo no había, y ahí es cuando a Olga se le sale la Olga, se puso rabiosa, eso alegó y alegó y al fin hizo almuerzo para todos, tan linda mi mamá.Yo en verdad no pensaba que Juan apareciera tan rápido, pues al menos por pena a mí, pero no, eso llegó como un rayo, con un maletín chiquito y entro y dijo:-Por nada del mundo van a abrir esto, ni mucho menos a decir que estoy acá, ¡Ojo pues niñas!-Menos mal Juanita ya no estaba en la casa, porque qué pena esos gritos de mi mamá

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preguntando, porqué, pues si él dijo, ni una sola palabra.Juan y mi mamá se encerraron. El novio de Mari estaba demorando para irse, pero arrancó y ella y yo, mudas mirando por un ladito de la ventana para no aburrirnos, porque ni el televisor dejo prender. Al rato veo al gordo mirando como un loco, a lo mejor buscando a Juanita, pero el gordo no estaba solo, tenía dos camionetas atrás, y cuatro motos al frente de él, o sea de mi casita. Ellos se fueron, pero en tres horas más o menos llegaron otra vez, pero no a buscar, si no que estaban como esperando algo. Yo no dije nada porque aquel dijo que ni una sola palabra pues callada con mi chisme, seguí de metida, mi hermanita no, se durmió mejor.Ese señor como que me había visto, y cuando me miró bien se montó en su carrote y se fue, y los otros se quedaron, Juan salió de la pieza pálido, repálido y mi mamá salió chillando. Me preguntaron que qué veía, y yo le dije: -Vení te muestro. -No Sarita, déjeme quieto acá.

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-Juan venga un segundito –-Que no boba – Aja pero boba y todo – Yo veo pues intensa, se asomó, cuando yo iba a empezar a contarle que ahí estaba el gordo del cine, él tembló, se puso helado, me cogió las manos, y se volteó, yo seguí mirando y me elevé.Lo último que sentí, fue ese regaño:-Vos siempre de metida.Y ¡pum!; mi sangrecita se iba, temblaba, no veía, escuchaba gritos, susurros, todo se me iba lentamente, solo estaba mi mamá conmigo, acostada a mi lado. Recodé mi colegio, mis amigos, a Juanita, al cine que nunca entré y a mi hermana dormida.No entendí que pasó, no entendí porqué no hacían nada, no entendí porque me quedé sola y tampoco qué estaba haciendo el gordo afuera de mi casa. Daniela Rivera

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La violencia toca mi barrio

Todo empezó un día tranquilo y soleado, estaba jugando con mis amigos cuando de repente sonaron tres balazos que resonaron en mi mente, era algo nuevo para mí pero sabía que no era nada bueno, solo veía gente corriendo y escuché la voz de mi madre que me llamaba a gritos: -¡Sebas véngase corriendo para la casa! Yo le hice caso y cuando llegué a mi casa mí mamá cerró todo, las puertas y ventanas, y le pregunté a mi mamá:- ¿Qué es eso?- Y ella me respondió:-Son balazos de gente mala que quiere guerra en el barrio- No entendí en ese momento y así fueron los días y semanas, balas gritos y muertos.Después de un tiempo ya era costumbre ese tipo de vida. Un día saliendo del colegio vi

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dos motos negras dando vueltas por todos lados, eso era muy sospechoso y tenía miedo de que algo malo sucediera, la gente de las tiendas cerraron y yo salí corriendo cuando escuché muchos disparos y de repente sentí un dolor en mi pie izquierdo, me miré y me di cuenta que era una bala, nunca había sentido algo así; corrí varias cuadras pero no resistí me desmayé.Desperté en el hospital, lo primero que vi fue a mi madre llorando a mi lado, todavía estaba mareado así que no le dije ni una palabra. Sentía mucho dolor en mi pierna. Al otro día ya estaba mejor y ahora si le hable a mi mama: -¡Hola! – Todavía estaba como dormido pero así la saludé. –Hola mijo ¿Cómo se siente? – Yo le dije: -Todavía me siento muy adolorido – -Ah mijo, pero si supieras toda la gente que me llama a preguntar por usted y tengo muchos regalos en la casa para ti-

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Mi mamá y yo tuvimos una larga conversación y me olvidé de todos los dolores y viví un rato bueno en ese hospital.Ya estaba en mi casa, llegaron mis primos y mis amigos para jugar conmigo pero todavía sentía mucho dolor y además vino mi primo favorito. Héctor, que siempre viene de Bogotá en vacaciones, pero quiso venir para ver como estaba, -Hola Héctor, me alegra verte- Así lo saludé – Hola primo ¿Cómo te sientes? – Le respondí: – No, yo estoy bien, siento un poquito de dolor pero yo sé que me voy a mejorar- Tenía mucho dolor pero jugué con todos mis amigos y primo, me divertí mucho y quise que mis amigos se quedaran para seguir jugando.Al mes siguiente ya estaba recuperado y fui al colegio, en el camino recordé ese horrible momento y me puse muy nervioso, al llegar al colegio todos me saludaron, me dieron una gran bienvenida, me sentí demasiado contento porque sabía que ellos me querían. En el descanso sentía un gran

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dolor en mi pierna y tuve mareo y me desmayé. Desperté en el salón y vi mucha sangre así que la profesora llamo una ambulancia y me llevaron al hospital. En el hospital vi muchos médicos y estaba con muchas mangueras en mi cuerpo y no sentía mi pierna, al otro día los médicos rodearon la camilla y me dijeron algo trágico para mí: -Sebastián lo sentimos pero tenemos que amputar la pierna-Nunca me había sentido tan triste en mi vida, porque no entendía como un niño iba a sufrir por una guerra en la que él no había participado.

Santiago Correa

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María

Soy María, una niña que nunca nació, pero desde que estaba en el vientre de mi mamá tenía conciencia, me daba cuenta de todo lo que pasaba. Esta es mi historia: Fue un 3 de abril, ese día mi mamá Alicia se dio cuenta que estaba en embarazo.Todos los de la familia le dieron su apoyo menos Carlos el hombre que la embarazó. O sea, mi papá. Cuando mi mamá le contó que estaba en embarazo él le dio la espalda. Mi mami le contó a la familia que él no quería apoyarla, ellos le dijeron que no importaba que juntos saldrían adelante.

Pasó el tiempo y mi mamá ya tenía dos meses de embarazo, un día conoció a un hombre llamado Juan, Él se volvió muy

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amigo de mi mamá, cuando ya tenía siete meses de embarazo, decidió decirle que se casaran, mi mamá no sabía que decir, ella en ese momento sólo pensaba en mi. Juan le dijo:-Yo le daré mi apellido al bebé- Ella aceptó pero le dijo:-La única condición es que nos casemos cuando nazca la bebé- Juan le dijo que sí.Entonces mi mami y Juan en el tiempo que faltaba para que yo naciera planearon la boda, todo marchaba muy bien. Un día apareció mi papá Carlos, yo escuchaba mucho ruido, mi mamá estaba muy asustada, mi papá gritaba y en ese momento no sabía lo que pasaba, yo trataba de entenderlo y no podía. Hubo uninstante en que todo quedó en calma, mi papá se fue, mi mamá miraba por la ventana mientras él se iba. En un momento sentí un fuerte sonido y un gran golpe, mi mami había caído al suelo, sentía que su corazón latía fuertemente en un segundo se detuvo…Mi padre le había disparado.

Estefanía Restrepo

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El silencio de mi infancia

Me llamo Susana, tengo diez años y fui víctima de una violación. Mi familia Estaba compuesta por mi papá, mi mamá y un hermano llamado Oliver de quince años. Mi hogar era como un arcoíris, con la alegría de sus colores pero con un futuro incierto, así como el tesoro que hay al final de el.Mi papá, cansado de vivir en la pobreza salió en busca de nuevas oportunidades y de un nuevo amanecer. Pero para ello tuvo que abandonar el nido y nosotros como aguiluchos, tuvimos que defendernos solos, a partir de ese momento ayudando a mi mamá.Mi hermano armado de valor y de las ganas de superarse consiguió trabajo y aunque con quince años, trabajó como un mayoral para ganarse el sustento diario. Con ese

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esfuerzo apenas si podíamos sostenernos, yo tenía que pasar muchos apuros para mantenerme en la escuela y con el estomago vacio como parroquia sin feligreses, pasaban los días para convertirme en alguien en la vida.Mi mamá en su desespero y aprovechando sus últimos encantos, decidió unirse a otro hombre para aligerar un poco las cargas, este señor era un hombre muy importante y aunque decía amar a mi madre en el fondo parecía tener sombríos pensamientos.La situación en el hogar cambió mucho y ahora aunque no nadábamos en leche ni vivíamos a placer cada amanecer nos traía un nuevo canto de gorriones con expectativas de mejores tiempos. Con el mejor de los deseos mi madre consiguió un trabajo decente y como toda marea trae sus cosas buenas y malas, ella tenía que dejarnos solos en la casa o al menos a mí que estudiaba y permanecía más enclaustrada.Antonio, mi nuevo padrastro comenzó a elaborar un plan tenebroso que en principio yo no entendí, pero al cabo de unos días

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pude aclarar las sombrías intensiones de este señor.Aquella tarde, el viento aullaba por entre los árboles y tiraba las hojas al suelo como quien deshoja una margarita, mi padrastro llegó antes que mamá y le pidió a mi hermano que fuera a la tienda para que trajera un mercadito para hacerle una chocolatata a mi mamá, para cuando llegara. Luego de esa orden sus pensamientos se mentalizaron y como un balde de agua fría, su objetivo se pudo completar. Yo me sentí confundida y rechacé su procedimiento pues de algo me había servido saber que nadie debía tocar mi cuerpo, ni siquiera mi padre y mucho menos ese señor que no era nada conmigo. Pero este semental no quería jugar, así que su decisión fue amarrarme de manos y pies y luego pasó lo que tenía que pasar...Pero sonó la puerta y eso cortó un poco mi sufrimiento. Mi hermano Oliver notó el cambio en mí y ante su intriga, no quedó más remedio que desahogarme. Mis palabras taladraron su corazón y su rostro. Quedó convertido en piedra al sentir la

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rabia y la impotencia por lo que me había ocurrido. Lo primero que se nos ocurrió fue decirle la verdad a mi mamá. Pero, Antonio nos amenazó con matar a mi madre, y de nuevo la pesadilla se hizo presente y el dolor y el abuso apresaron mi alma como un oso agarra su presa.Todos los días Antonio hacia lo que él quisiera, yo era indefensa, no podía hacer nada mientras que me trataba mal, Antonio amarraba a mi hermano y lo dopaba. Pero cada día trae su apuro, llegó el día en que mi mamá lo vio con sus propios ojos, y a partir de ahí echó a aquel hombre que había llegado para destruir la paz de nuestro hogar.Pues la vedad lo que no sabíamos era que Antonio era como dicen por ahí "un duro de los traquetos." Los que trabajaban para él al ver que Antonio estaba en la cárcel salieron a buscarnos, ninguno de nosotros lo sabíamos.Ahora ya con 12 años estoy bajo la protección del I.C.B.F, cada mes me llevan a visitar a mi mamá al cementerio y mi

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hermano...Él está en la correccional para menores.¡Como quisiera estar con mi mamá y mi hermano en estos momentos! A veces me pregunto ¿Por qué a mí?

Melisa Osorno Zapata

Las maquinas que producen tristeza

Mi nombre Alexandra, mi papá se llama Juan. Mi mamá murió de una grave enfermedad, al menos eso me dijo mi padre, yo no la conocí, según mi padre murió cuando yo tenía apenas dos años, pero ahora que tengo siete años empiezo a ver las cosas diferentes. Mi padre es campesino, pues es lo único que sabe hacer, según dice él.Todos los días yo pienso en cómo será la ciudad, pero me despierta la realidad de la pobreza en la que vivimos, pues somos tres hermanos y mi padre, pero mis otros dos hermanos siendo mayores que yo, se fueron según dice mi padre, por la mala situación en que estábamos, pero yo no lo creó así,

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porque en las tardes cuando estaban trabajando con mi padre empezaron a llegar unos hombres con unos aparatos en las manos. Por lo que me dijo mi padre; eran unas “máquinas que producen tristeza”Ese concepto no lo entendí muy bien hasta que unos de esos días, esos mismos hombres vinieron y se llevaron a mis hermanos de diez y doce años. En ese momento no entendía nada, mi mente daba vueltas en torno a la imagen de esos hombres con aquellas máquinas.Pasaron dos años, después de eso mi vida no volvió a ser como antes, ya no era la misma niña ingenua que le creía todo a su padre. Aquellos hombres nunca volvieron, pero en cambio empezaron a venir otros, pero con más maquinas y un uniforme pintado del color de las hojas de los árboles. Lo único que alcancé a notar fueron unas letras que tenían en su pecho que decían, por lo que pude ver a mis siete años:"F-A-R-C".Al otro día que pasó esto, mi padre me despertó y me dijo:- ¡Hija, hija nos tenemos que ir ya!

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Yo le pregunté:- ¿Para donde?Y él se quedó callado y empezó a coger las cosas que tenían más valor, cogió la nevera y una pequeña mochila que traía algo de comida. Nos fuimos del lugar en que había vivido desde pequeña. En el camino pensaba miles de cosas: ¿Para dónde íbamos?, ¿Por qué? O más bien, ¿Por quién? Pues yo sabía que todo eso tenía algo que ver con aquellos hombres que fueron el día antes.Caminamos y caminamos. Mi padre no me dirigió una sola palabra en todo el camino. Después de marchar dos días enteros, ya se nos había acabado la comida. Pero por fin llegamos a la ciudad, que es en donde nos íbamos a quedar, dijo mi padre.Era un lugar muy grande, lleno de luces y de gente. Después seguimos caminando, pero ya era de noche y no teníamos donde dormir. En ese momento el hambre nos estaba ganando, mi padre metía la mano en todas las canecas de basura que encontraba, yo creo que era para buscar comida o no, no sé para qué.

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Después de buscar tanto, en vez mejorar, la situación empeoró, pues se desató una enorme tormenta, y ahora estábamos peor que cuando llegamos a la ciudadTenía hambre, frío, y lo peor de todo era que no teníamos un lugar seco donde refugiarnos y mucho menos dinero.Después de muchos percances logramos pasar una noche durmiendo debajo de un puente, que no era el mejor lugar para pasar la noche, pero logramos sobrevivir. Un año después de esto ya estábamos mejor, mi padre ya tenía un empleo como obrero, y todo parecía ir muy bien. Pero, en esos días, en que todo iba bien, sucede lo peor, a mí padre le da un repentino infarto fulminante. En ese momento mi vida cambió completamente. Ese fue un golpe muy duro para mí.Mi nombre es Alejandra, tengo doce años y soy una víctima más del confitico armado del país. Hoy en día me encuentro viviendo en un hogar de Bienestar Familiar a la espera de una buena familia que me adopte y me dé mucho amor. A veces pienso que eso nunca va a pasar y que todo esto que

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me pasó fue culpa de aquellas maquinas que producen tristeza. Stiven Manco Valencia

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