La Iglesia Espanola y Las Instituciones de Caridad Actas Del Simposium 14 Ix 2006

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R.C.U. Escorial-M.ª Cristina Servicio de Publicaciones Estudios Superiores del Escorial La Iglesia Española y las Instituciones de Caridad COLECCIÓN DEL INSTITUTO ESCURIALENSE DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS Y ARTÍSTICAS, N.º 23 EDICIONES ESCURIALENSES (EDES) Actas del Simposium 1/4-IX-2006

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El problema de la pobreza fue tratado continuadamente por la legislaciónde la Edad Media en el intento de combatir las consecuenciasindeseadas del reparto de las limosnas, que no se distribuían, generalmente,para los más necesitados sino entre los más audaces ensus súplicas e imploraciones. Se trataba de diferenciar (y esa ha sidosiempre la cuestión definitiva de este asunto) a los verdaderos pobresde los falsos, con el objeto de defenderse de estos últimos pues, condemasiada frecuencia, los vagabundos ociosos y holgazanes acababanconvirtiéndose en maleantes, lo que constituía una lacra social yun peligro importante para la normal convivencia en las nuevas ciudadesde se estaban formando.

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  • R.C.U. Escorial-M. CristinaServicio de Publicaciones

    Estudios Superiores del Escorial

    La Iglesia Espaolay las Instituciones de Caridad

    COLECCIN DEL INSTITUTO ESCURIALENSEDE INVESTIGACIONES HISTRICAS Y ARTSTICAS, N. 23

    EDICIONES ESCURIALENSES (EDES)

    Actas del Simposium1/4-IX-2006

  • 2006 by Estudios Superiores del EscorialSan Lorenzo del Escorial (Madrid)Direccin:F. Javier Campos y Fdez. de SevillaPortada:Relacin de Argamasilla de Alba, 1575Biblioteca Real del Escorial, ms. J.I.14, ff. 91-91v, n. 25

    Distribuye:EDES (Ediciones Escurialenses)Real Monasterio28200 San Lorenzo del Escorial

    ISBN: 84-89788-16-2 Depsito Legal: M. 32.656-2006

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Grafinat, S.A.Argos, 8 - 28037 Madrid

  • NDICE

  • JESS DE LA IGLESIAEl debate sobre el tratamiento a los pobres durante

    el siglo XVI........................................................................... 5-30

    J. CARLOS VIZUETE MENDOZACaridad episcopal. Arzobispos de Toledo y los pobres ........ 31-50

    JOS LUIS MORENO MARTNEZSan Juan de vila, promotor de instituciones de caridad... 51-72

    PILAR MARTINO ALBASan Jernimo maestro de obras, (de misericordia) ............. 73-84

    SANDRA DE ARRIBA CANTEROSan Jos y la caridad: un vnculo devocional e iconogrfico 85-98

    PEDRO PABLO HERRERA MESALa prctica de las Obras de Misericordia en las Cofradas

    cordobesas, siglos XIV-XVII ................................................ 99-122

    JUAN ARANDA DONCELCofradas y asistencia social en la Dicesis de Crdoba

    durante los siglos XVI y XVII: las Hermandades de la Santa Caridad.................................................................... 123-150

    RAFAEL VZQUEZ LESMESEl Colegio de Nios de Coro de la catedral de Crdoba:

    antecedentes, fundacin y constituciones ........................ 151-168

    Pgs.

  • 1060 NDICE

    LUISFERNANDO PALMA ROBLESLos hospitalarios de San Juan de Dios en Lucena

    (Crdoba) durante el siglo XVI ......................................... 169-190

    ADELA TARIFA FERNNDEZLos nios expsitos de beda (Jan) y Seplveda

    (Segovia) en el Antiguo Rgimen: las obras pas de San Jos y San Cristbal................................................... 191-216

    MARA JOSEFA PAREJO DELGADOLa prctica de la caridad en los Hospitales de Baeza y

    beda (Jan) durante los siglos XV-XVII .......................... 217-240

    MARA ANTONIA BEL BRAVOLa religiosidad asistencial en el Jan del siglo XVII .............. 241-262

    PEDRO LUIS PREZ-FRASLa Guerra de la Independencia y la crisis de las

    instituciones de caridad en Baeza (Jan) ........................ 263-284

    MARION REDER GADOWLos Hospitales de Campaa en la Mlaga de los tiempos

    modernos, siglos XVI y XVII ............................................... 285-304

    ANDRS CAMINO ROMERODon Miguel Maara y Vicentelo de Leca y la Hermandad

    de la Santa Caridad de Nuestro Seor Jesucristo de Mlaga ........................................................................... 305-328

    EVA M. MENDOZA GARCAMujer y beneficencia: el Hospital de Invlidas de Mlaga . 329-350

    ANTONIO JESS JIMNEZ SNCHEZInstituciones benfico-sanitarias en la Mlaga de fines

    del siglo XVII: el Hospital de Santa Ana ........................... 351-368

    Pgs.

  • 1061NDICE

    CARMEN RODRIGO ZARZOSALa Obra Pa de la reina Doa Germana de Foix

    en Valencia: casamiento de hurfanas y redencin de cautivos. Siglos XVI-XVII ............................................... 369-394

    ESTER ALBA PAGNPapel de la Iglesia en la historia y construccin de

    una institucin asistencial valenciana: el caso de la Casa de Misericordia ........................................................ 395-426

    MARA TRINIDAD LPEZ GARCAAproximacin a la gestin municipal del Real Hospicio y

    Casa de Misericordia de Murcia en el ltimo tercio del XVIII: las temporalidades de los jesuitas .................... 427-452

    MARA JOS VILAREl Albergue y Hospicio de Pobres de Murcia, fundacin

    del cardenal Belluga. Una institucin benfica entre la Ilustracin y el Liberalismo, siglos XVIII-XIX .................. 453-472

    FRANCISCO JAVIER DELICADO MARTNEZEl antiguo Hospital de Caridad e Iglesia aneja de Yecla

    (Murcia): gnesis, patronazgo y arte ............................... 473-490

    P. FERNANDO CAMPO DEL POZO, OSAHospital y Fundacin Simn Ruiz en Medina del Campo

    (Valladolid)......................................................................... 491-510

    LOURDES AMIGO VZQUEZDel patbulo al cielo. La labor asistencial de la Cofrada

    de la Pasin en el Valladolid del Antiguo Rgimen ........ 511-542

    RAFAEL SNCHEZ DOMINGOUna institucin hospitalaria en el Camino de Santiago:

    la ciencia mdica de la Encomienda antoniana de Castrojeriz (Burgos).......................................................... 543-572

    Pgs.

  • 1062 NDICE

    Pgs.

    ANTONIO LINAGE CONDEEl Hospital de Seplveda (Segovia) ....................................... 573-596

    MERCEDES LPEZ PICHERLos primeros aos de la inclusa de La Corua, bajo el

    patronato de la venerable Congregacin del Divino Espritu Santo y Mara Santsima de los Dolores (1793-1799)........................................................... 597-616

    SANTIAGO MONTOYA BELEAUn Hospicio para caminantes y peregrinos en el

    convento-santuario de Ntra. Sra. de la Loma de Campillo de Altobuey (Cuenca) ....................................... 617-642

    TERESA DAZ DAZHospitales del Remedio y del Socorro:

    dos instituciones benficas desaparecidas en Cifuentes (Guadalajara) .................................................. 643-668

    CARLOS SNCHEZ MARTNEstudio y documentacin del proceso constructivo del

    Hospital de Dementes del Nuncio Nuevo de Toledo (1788-1794)......................................................................... 669-698

    F. JAVIER CAMPOS Y FERNNDEZ DE SEVILLA, OSAInstituciones privadas de caridad en las Relaciones

    Topogrficas ..................................................................... 699-734

    ENRIQUE MAPELLI LPEZMiguel Maara. Mito y realidad ........................................... 735-752

    DIEGO SUREZ QUEVEDOSobre la Santa Caridad de Sevilla. El polmico retorno

    de la Real Caridad de Murillo a partir de 1814............... 753-772

  • 1063NDICE

    JESS JIMNEZ PECESLa enmarcacin de los lienzos del Hospital de la Santa

    Caridad de Sevilla ............................................................. 773-786

    ROSALA MARA VINUESA HERRERAEl oratorio de la casa natal del venerable don Miguel

    de Maara, fundador Hospital de la Santa Caridad de Sevilla ............................................................................ 787-798

    JERNIMO PAREDES GONZLEZ, OSALa caridad en la pintura de Murillo...................................... 799-812

    FRANCISCO AMORES MARTNEZLos Hospitales de la ciudad de Sanlcar la Mayor

    (Sevilla) en la Edad Moderna........................................... 813-840

    M. TERESA RUIZ BARRERARedencin de cautivos. Una especial obra de misericordia

    de la Orden de la Merced ................................................. 841-862

    CARLOS FRANCISCO NOGALES MRQUEZIntroduccin al estudio del Hospital de la Caridad de

    Arcos de la Frontera (Cdiz) ............................................ 863-882

    MARA ROSA FERNNDEZ PEALa Santa, Pontificia y Real Hermandad del Refugio y

    Piedad de Madrid en la iglesia de San Antonio de los Alemanes: una institucin de caridad dentro de un recinto de arte .................................................................... 883-898

    FLIX CARMONA MORENO, OSAUna institucin nacida para la caridad.

    Agustinas del Amparo (1859) ........................................... 899-922

    DAVID RODRGUEZ LUNAAlgunos aspectos para el estudio de la caridad en la

    Orden de San Jernimo .................................................... 923-950

    Pgs.

  • 1064 NDICE

    ANTONIO BONET SALAMANCALa Congregacin de las Hermanitas de los Ancianos

    Desamparados y la fundacin logroesa ......................... 951-978

    RAFAEL LAZCANOLa intervencin de la CONFER en la distribucin

    de la Ayuda Social Americana .......................................... 979-994

    JOS ANTONIO HURTADO GONZLEZSanta ngela de la Cruz. Un ejemplo de caridad cristiana 995-1012

    CONCEPCIN GARCA COLORADOEl cardenal don ngel Herrera Oria y su obra social ......... 1013-1026

    VALENTN SORIA SNCHEZHistoria de acciones caritativas en la Iglesia de

    Extremadura de los siglos XX-XXI..................................... 1027-1046

    TEODORO MARTN MARTNFuentes para el estudio de las Cofradas en el Antiguo

    Rgimen, con ejemplos de La Vera (Cceres) y Madrid ............................................................................... 1047-1056

    Pgs.

  • El debate sobre el tratamiento a los pobresdurante el siglo XVI

    Jess DE LA IGLESIAUniversidad Complutense de Madrid

    I. Introduccin.II. Juan Luis Vives.

    III. Domingo de Soto.IV. Juan de Robles.V. Martn de Azpilcueta.

    VI. Miguel de Giginta.VII. Pedro de Valencia.

    VIII. Las leyes de pobres.IX. Bibliografa

  • I. INTRODUCCIN

    El problema de la pobreza fue tratado continuadamente por la le-gislacin de la Edad Media en el intento de combatir las consecuen-cias indeseadas del reparto de las limosnas, que no se distribuan, ge-neralmente, para los ms necesitados sino entre los ms audaces ensus splicas e imploraciones. Se trataba de diferenciar (y esa ha sidosiempre la cuestin definitiva de este asunto) a los verdaderos pobresde los falsos, con el objeto de defenderse de estos ltimos pues, condemasiada frecuencia, los vagabundos ociosos y holgazanes acaba-ban convirtindose en maleantes, lo que constitua una lacra social yun peligro importante para la normal convivencia en las nuevas ciu-dades de se estaban formando.

    El rey Pedro I, en el siglo XIII, promulg un Ordenamiento de Me-nesterales en el que dictaba: Tengo por bien e mando que ningunosomes nin mujeres que sean e pertenescan para labrar, non anden bal-dos por el mo sennoro, nin pidiendo nin mendigando; mas que to-dos labren e vivan por labor de sus manos, salvo aquellos o aquellasque ovieren tales enfermedades, o lesiones, o tan gran vejez que lonon puedan faser, e mozos e mozas menores de dose annos.

    Pero toda esta legislacin, como ocurrira tambin en el siglo XVI,fue incapaz de desanimar a determinados grupsculos de la pobla-cin que, por vicio y por la cuanta de las limosnas recogidas, searriesgaban a transgredir la ley para continuar practicando un siste-ma de vida que, a veces, les haca ricos y que, en cualquier caso, lesmantena alejados del cumplimiento de cualquier obligacin religio-sa o civil.

    Escuchemos dos comentarios que retratan aquella situacin du-rante la centuria a la que nos estamos refiriendo. Citas que corres-ponden a escritos de Navarrete y Prez de Herrera, respectivamente.En Francia, Alemania, Italia y Flandes apenas quedaba cojo, man-co, tullido ni ciego que no viniese a Castilla a mendigar, por ser

  • 8 JESS DE LA IGLESIA

    1. BERMDEZ CAETE, A. (1956).

    grande la caridad y gruesa la moneda. ...no repugna creer que cadaao posasen en el Hospital Real de Burgos ocho o diez mil francesesy gascones y otros extranjeros que venan a Espaa con ocasin deromeras y andaban tan sueltos que nadie se ocupaba de averiguar sivolvan a salir, ni cual era el objeto de su viaje y menos si cumplansus votos. A este nmero habra que aadir la aportacin autctonapara situar el problema en su verdadera dimensin. Colmeiro nos re-cuerda que Prez de Herrera calcul que haba en Espaa, entrehombres y mujeres, ms de 150.000 mendigos vlidos y sanos.(An quedaban sin contabilizar los mendigos por necesidad).

    Este nmero tan cuantiosos de vagabundos se debi a dos proce-sos de carcter antagnico que tuvieron lugar durante el siglo XVI:

    a) El crecimiento econmico propiciado por el desarrollo de cier-tos sectores ganaderos y, ms concretamente, por los beneficios ob-tenidos de la exportacin lanera. Y si es verdad que puede decirseque dinero llama a dinero, tambin ha de reconocerse que el dinerollama a gentes indeseables que slo saben vivir a la sombra de los ri-cos y poderosos.

    b) La lucha entre agricultura y ganadera fue ganada, en princi-pio, por quienes defendan los intereses de esta ltima, lo que supusola ruina del sector agrario, castigado constantemente por un sistemaimpositivo en el que todas las dems eran clases exentas que vivandel trabajo y de los impuestos de los agricultores, lo que oblig acientos de jornaleros del campo a salir a los caminos y a las ciudadesen busca de sustento. Adems, en el siglo XVI las crisis econmicas spodan caer del cielo, lo que no ha ocurrido con las distintas crisis fi-nancieras del siglo XX ni ocurrir en las que han de acontecer en elfuturo. En aquellos tiempos, una climatologa adversa poda propi-ciar un perodo de hambruna y miseria.

    Aunque la decadencia de Espaa empez a percibirse con clari-dad durante el reinado de Felipe II, sus races habra que buscarlasen la deficiente estructura econmica heredada de los tiempos an-teriores a los Reyes Catlicos, cuando se iba construyendo un reinode Castilla en el que predominaban los mayorazgos y las grandesposesiones de la Iglesia, las dos instituciones que estancaron lapropiedad de la tierra y el desarrollo agrario 1. La inflacin que su-fri Espaa en la segunda mitad del siglo XVI dirigi a los compra-

  • 9EL DEBATE SOBRE EL TRATAMIENTO A LOS POBRES DURANTE EL...

    2. PERROTTA, C. (1999), pp. 96-99.3. Y como estamos donde estamos, es imperativo recordar que Erasmo no se

    vio capaz de terminar, por s solo, la edicin crtica de los escritos de los Padres dela Iglesia, por lo que solicit la ayuda de Vives, a quien encarg (cuando nuestro au-tor tena 28 aos) la escritura del texto crtico y los correspondientes comentarios delos veintids libros de La Ciudad de Dios, de San Agustn, tarea colosal que marcpara siempre a la mente y al enfermizo cuerpo del pensador valenciano. Vase Vi-ves, J. L. (1947), Obras completas, comentarios, notas y un ensayo bibliogrfico deLorenzo Riber, pp. 57-67.

    dores hacia el resto de Europa, ms barata que Espaa, asestandode esa manera otro golpe certero y severo a la economa castellana,pues la salida de capitales al exterior reduca los recursos que po-dran haber sido canalizados hacia la de inversin interna 2. Y todoesto se tradujo en una mayor pobreza y en un crecimiento del n-mero de mendigos que, a veces, se conformaban con pedir limos-nas, pero que, en muchas ocasiones, acababan recalando en el roboy en la criminalidad.

    Por todo esto, la discusin sobre los pobres y las limosnas se pro-fundiz en el siglo XVI con la aportacin de nuevas ideas, a vecesconfrontadas, por algunos tratadistas de la poca que se ocuparon deeste tipo de cuestiones; y el anlisis de esos estudios es el objetivoltimo de este escrito.

    II. JUAN LUIS VIVES

    Juan Luis Vives naci en 1492 y su padre muri en la hoguera ylos restos de su madre fueron sacados de la tumba y quemados delmismo modo, como nos recuerda Marjorie Grice-Hutchinson. Nonos puede extraar, por tanto, el que Vives prefiriese, cuando su sa-lud se lo permitiera, permanecer lejos de Espaa.

    Despus de un par de aos de estudios en Pars, a la edad de vein-te aos se traslad a Brujas, donde convivi con multitud de espao-les asentados en esa ciudad por cuestiones de comercio internacio-nal. All se cas. Desde 1519 fue profesor en la Universidad de Lo-vaina explicando, en un principio, la Historia natural de Plinio; aun-que lo ms importante que le sucedi en aquellos aos fue la coinci-dencia con su admirado Erasmo naciendo desde entontes una granamistad entre ambos pensadores 3. Estuvo tambin en Inglaterra,donde trab firme amistad con Toms Moro, y muri en Brujas en

  • 10 JESS DE LA IGLESIA

    4. Esta ltima idea no fue compartida por la mayora de los autores que estu-diaremos ms adelante. Vives afirma que nadie puede ser obligado a dar limosna.Azpilcueta, por ejemplo, mantiene categricamente una opinin diferente: las rentasde los beneficios eclesisticos no pertenecen completamente a sus titulares, por loestos estn obligados, despus de satisfacer las propias necesidades y las de los bie-nes encomendados, a repartir lo que sobre entre los pobres, que son los verdaderospropietarios de esas rentas. Y como veremos en otros argumentos ms adelante,tambin es una obligacin para todos el repartir entre los pobres lo que nos sobradespus de haber satisfecho nuestras necesidades.

    1540. Tena 48 aos de edad y durante el ltimo decenio de su vidasufri constantes dolores de una penosa enfermedad que se sumaba auna salud siempre dbil y llena de pesadumbres.

    El aspecto de su pensamiento que nos interesa aqu, es el expues-to en su Tratado del socorro de los pobres, publicado en latn el ao1526 en Brujas, su segunda patria, y cuya estructura est constituidapor las siguientes ideas analizando, en primer lugar, las causas queoriginan la divisin de la sociedad en ricos y pobres, criticando concrudeza los pecados capitales de los ricos: soberbia, avaricia, am-bicin desmedida y falta de amor al prjimo.

    Las desigualdades econmicas no son consecuencia de una leydivina que rija el comportamiento de la sociedad. Son producidaspor deficiencias del sistema socio-econmico establecido por loshombres, por los miembros de las clases sociales ms privilegiadas,por que no hay que delegar en Dios ni en ninguna institucin religio-sa la responsabilidad de paliar esas desigualdades 4. Pero, cul es larazn ltima de la pobreza?

    Despus de recordar que muchos son los caminos para enrique-cerse, afirma que no son menos los que pueden conducirnos a la po-breza. Caminos, estos ltimos, que se pueden derivar de desgraciasde las que no se es responsable (guerras, incendios, inundaciones,naufragios, etc.) o de actitudes expresamente viciosas y viciadas queapelan a nuestra responsabilidad. Y, tras esa exposicin, recurre alpecado original para explicar las diferentes actitudes de los hombres:

    1. De los unos, guiados por el deseo de oprimir a los otros y de dis-frutar ociosos del trabajo de los dems, y

    2. De los perezosos, que tampoco quieren trabajar, procurando vi-vir de las riquezas de los trabajadores, la de los propietarios dis-cretos y las que poseen las clases ms encumbradas.

  • 11EL DEBATE SOBRE EL TRATAMIENTO A LOS POBRES DURANTE EL...

    5. Deben de trabajar, incluso, los parcialmente discapacitados. Dice Vives quepor ser ciego o manco no dejamos de tener la obligacin de vivir de nuestro propiotrabajo.

    6. Todo el que es menesteroso ha menester de misericordia. Aunque, a largoplazo, deca Vives, todos somos pobres por necesidad porque a unos nos falta el di-nero, y a otros la salud y a muchos ms el talento, tres minusvalas que necesitansiempre del auxilio ajeno. San Agustn dej dicho que, cuando oramos, somos men-digos que pedimos a Dios lo que necesitamos.

    En consecuencia, poda deducirse por lo expuesto hasta ahora,que el hombre, como miembro de la sociedad, puede exigir la exis-tencia de posibilidades que le permitan escapar de la pobreza; y, co-mo individuo, est obligado a actuar en el mismo sentido. De dondese deduce una inmediata clasificacin de la que Vives saca las con-secuencias pertinentes.

    Los pobres pueden ser responsables, al igual que los ricos, de co-meter diferentes pecados capitales: holgazanera, pereza, envidia eirresponsabilidad individual y familiar. En este caso, Vives es parti-dario de proceder con rigor contra los viciosos. A ningn pobreque, por su edad y salud pueda trabajar, se le ha de permitir estarocioso 5. Esta idea la repite el pensador valenciano en varias ocasio-nes. Todos deben de contribuir, segn sus posibilidades, en la crea-cin de la riqueza nacional.

    En este sentido, nos recuerda algunas medidas antiguas que sedispusieron para reducir la pobreza de los miembros ms menestero-sos de la sociedad: reduccin de gabelas, entrega de campos comu-nales a los pobres para que los cultiven, y distribucin pblica de al-gn dinero sobrante. Pero ahora, dice, es preciso recurrir a remediosms prcticos y duraderos, por lo que aboga por la creacin de hos-pitales que tendran que llevar a cabo dos cometidos:

    1. Diferenciar al pobre por necesidad, del pobre por vicio y hol-gazanera, y

    2. Ayudar a los primeros 6 y procurar trabajos para los segundos,de acuerdo con sus aptitudes. Instituyendo, incluso, unos cursos deformacin profesional que intentaran conseguir cierta coincidenciade intereses entre pobres y ricos. La bsqueda de la satisfaccin delas necesidades ms urgentes no es incompatible con el intento leg-timo de maximizar beneficios, finalidad perseguida por quienes tu-vieran el poder de los medios de produccin.

  • 12 JESS DE LA IGLESIA

    As, consiguiendo que todos trabajen, que no haya ms mendici-dad, Vives cree que se reduciran las estadsticas de robos, latroci-nios y todo tipo de delitos de sangre. Y el caso es que sus palabras nocayeron al vaco: se legisl segn sus proposiciones y se construyun gran nmero de hospitales en las principales ciudades del reinoaunque, ni una medida ni la otra han valido nunca para eliminar lapobreza extrema ni la propensin de algunos a vivir de la riqueza delos dems limosneando o robndoles directamente sus bienes.

    En cualquier caso, ha de reconocerse la contribucin pionera deJuan Luis Vives en el tratamiento de este problema social. Contribu-cin que fue bien conocida por cuantos se ocuparon de esta cuestinposteriormente; para reforzar esas mismas ideas con razonamientosnuevos, o para mostrar su desacuerdo argumentando desde otro sis-tema de valores distinto. Desacuerdos que se originaron, principal-mente, segn como se contemplara la pobreza y la mendicidad: co-mo un asunto de carcter privado que slo atae a quines sufren esasituacin lastimosa, o como un problema social de consecuenciasms amplias que exige otros criterios de procedimiento diferentes.

    III. DOMINGO DE SOTO

    Este insigne fraile dominico, que fue una de las mentes ms pre-claras de la Escuela de Salamanca, tena sus propias ideas sobre lacuestin que estamos tratando, y las dio a la imprenta en 1545 bajo elinequvoco ttulo de Deliberacin en la causa de los pobres.

    Domingo de Soto naci en Segovia el ao 1494. Estudi latn yartes en su ciudad natal, continuando su formacin humanstica en larecientemente creada Universidad de Alcal de Henares, donde tuvocomo maestro, entre otros, al fraile agustino Toms de Villanueva,que habra de ser canonizado con posterioridad. Estudi en La Sor-bona de Pars, ciudad en la que fue discpulo de Francisco Vitoria,quien habra de ser, a su regreso a Espaa, el refundador y revitaliza-dor de la Universidad de Salamanca.

    En 1524, es decir, a los treinta aos de edad, ingres en la ordende Predicadores, cambiando su nombre de pila (Francisco) por el delfundador de los dominicos, y en 1525 se traslad a Salamanca, ciu-dad en la que se supona que habra de hacer una brillante carreraacadmica. Efectivamente, en 1533 consigui la ctedra de vsperascuyo contenido haba sido modificado por Vitoria hacia el estudio de

  • 13EL DEBATE SOBRE EL TRATAMIENTO A LOS POBRES DURANTE EL...

    7. Recordemos, pues tambin es justo hacerlo as, que el comportamiento deSoto en el proceso seguido por la Inquisicin contra Carranza no fue tan claro y va-leroso como se esperaba de l, aunque tambin hemos de tener en cuenta la maliciade aquellos tiempos en los que no podemos hablar ni callar sin peligro, como de-ca Luis Vives. Proceso es, contra Carranza que fue vivido y sentido intensamentepor Soto hasta el final de sus das.

    8. SIERRA BRAVO, R. (1975), pp. 145-156.9. BELTRN DE HEREDIA, V. (1960), pp. 85.

    Santo Toms; en 1940 fue elegido prior de San Esteban y, ese mismoao, se aprobaron una serie de reglamentaciones en las que se regu-laba el tratamiento que habra de seguirse respecto a los pobres y a lapermisin o denegacin de licencias para que estos pudieran solicitarlimosnas.

    Como culminacin (que no como finalizacin) de su labor acad-mica fue enviado en 1545 al Concilio de Trento junto a su hermanode hbito fray Bartolom Carranza de Miranda 7, de donde regrescinco aos ms tarde. En 1552 consigui la ctedra de prima de laUniversidad de Salamanca, dignidad que era reconocida como unade las ms elevadas jerarquas intelectuales de aquellos tiempos.Aunque no pudo disfrutar demasiado de ese nuevo estatus: por lascontinuas consultas a las que tena que responder frecuentemente, ypor una salud quebrantada que le produjo agudas dolencias constan-temente hasta la fecha de muerte, que tuvo lugar el 15 de noviembrede 1560.

    Regresando al asunto que se discute en estas pginas, perece con-veniente anotar ahora una consulta planteada por los escolsticosuna vez considerada la limosna como obligacin: si se trataba de unaproposicin concerniente a la justicia o a la caridad, lo que no erauna cuestin balad porque (en caso de implicar a la justicia) si los ri-cos no queran socorrer a los pobres verdaderos podan ser califica-dos como usurpadores o ladrones pues, segn esta interpretacin,exista la obligacin de compartir los bienes superfluos en caso denecesidad, como seguimos afirmando actualmente cuando nos refe-rimos a cuestiones de justicia social 8.

    La realidad poltica, como decamos antes, fue la proclamacinde una serie de leyes que analizaremos con ms detalle en un poste-rior apartado, en las que se establecan los aspectos que deban de serrespetados en relacin con el tratamiento a los pobres, a la peticinde limosnas y a las rentas de los hospitales. Legislacin severa quefue una de las causas del mencionado escrito de Soto, quien muestra

  • 14 JESS DE LA IGLESIA

    su desacuerdo con algunas de esas disposiciones. Esas reglamenta-ciones han sido resumidas por el tambin dominico Vicente Beltrnde Heredia 9 en los puntos que anotamos a continuacin, contra losque Soto escribira cuatro aos ms tarde su Deliberacin en la cau-sa de los pobres. Esos seis puntos fueron los siguientes: 1. Que ninguno demande por Dios sin que sea examinado si es po-

    bre.2. Que aunque sea pobre, nadie pida sino en su naturaleza, dentro de

    ciertos lmites, salvo si fueses en caso de pestilencia o de gravehambre.

    3. Que esos mismos en su naturaleza no pueden pedir sin cdula delcura o del diputado.

    4. Que estas cdulas no se las den sin que sean primero confesados,como lo manda la Iglesia.

    5. Que los peregrinos que vayan a Santiago no puedan salir a pedirms de cuatro leguas del camino derecho.

    6. Que, porque si pudiese hacer que los pobres se alimentasen sinque anduviesen a pedir por las calles, los provisores y regidorestuviesen cuidado, cada uno en lo que tocase a su oficio, y pusie-ren diligencia cmo los hospitales dotados se reformasen, paraque all fuesen alimentados y curados.Todo esto fue comentado detalladamente por Domingo de Soto

    segn anotamos a continuacin.Hay que distinguir, es cierto, entre los pobres verdaderos y los va-

    gabundos y holgazanes que, pudiendo trabajar, prefieren vivir de laslimosnas de los dems, que solicitan cada vez ms exigentemente yque incurren, con creciente frecuencia, en delitos contra la propiedady contra las personas. Vagabundos que merecen ser castigados porlas dos siguientes razones: por atentar contra el resto de la sociedady por detraer muchas limosnas que, de otra manera, se habran cana-lizado hacia el cumplimiento de su nica funcin: el auxilio a los po-bres por necesidad.

    Pero Soto no est de acuerdo con otros aspectos de la legislacinque acababa de entrar en vigor. A veces, con razonamientos dema-siado dbiles, como cuando se opone categricamente a admitir lasrestricciones de movilidad (fsica o espiritual) que recaen sobre lospobres, esgrimiendo los siguientes argumentos:

  • 15EL DEBATE SOBRE EL TRATAMIENTO A LOS POBRES DURANTE EL...

    10. No hace falta recalcar que todas estas cuestiones siguen siendo de actuali-dad en nuestros das. Existen pobres de necesidad y vagabundos que se dedican alrobo y a cometer delitos de sangre, y el Estado sigue siendo incapaz de cumplir suprincipal funcin y la primera razn de su existencia: promulgar un ordenamientojurdico consensuado por todos los ciudadanos y exigir su cumplimiento, pues paraeso se le reconoce el monopolio de la violencia. Y tambin es conveniente dejaranotado que todo eso podra hacerse sin mucha dificultad; slo se necesitara volun-tad poltica. Pero mientras se siga prefiriendo que el ciudadano est siempre atemo-rizado (por la cuestin de la inseguridad o por cualquier otra) no se avanzar muchoen este sentido.

    1. El ordenar la expulsin del los pobres no pertenecientes al lu-gar en el que mendigan es una medida extremadamente rigurosaaunque, si cada ciudad se ocupara de sus propios pobres sera fcildistinguir a los verdaderos de los falsos, resolvindose as el princi-pal problema de la trama de la pobreza. Pero Soto no quiere distin-guir entre los pobres de la localidad o los venidos de otros lugaresmenos afortunados. Y el destierro, pues de eso se trataba en realidad,se ha de aplicar nicamente a quienes cometen delitos de carctercriminal. Aunque aqu convendra anotar que el razonamiento de So-to se origina en la visin equivocada de la realidad al querer creerque slo hay pobres verdaderos; los dems, parece, han sido apresa-dos o expulsados del lugar y ya no existen, por lo que no se ocupams de ellos, cuando constituyen, verdaderamente, el objetivo lti-mo de la legislacin a la que trata de oponerse; adems, le parece a lque los pobres por necesidad no delinquen, por lo que ha de dejrse-les absoluta libertad para ejercer la mendicidad como considerenms conveniente para ellos. No importan, segn esta interpretacin,otros intereses que no sean los suyos. Y haba unos intereses clarosmuy diferentes expuestos por una sociedad atemorizada que no sabacmo eludir las crecientes exigencias de una mendicidad que se sa-ba temida; argumento esgrimido por los trabajadores y los propieta-rios menos adinerados que no disponan de guardianes propios quevelaran por su seguridad 10. Y tampoco es demasiado difcil refutarlas opiniones de Soto y de quienes opinaban como l cuando afirma-ban reiterativamente que la legislacin de 1540 pecaba de cercenarlos derechos individuales de unas clases sociales bien determinadas,pues no puede ser negado, si se discute con buena fe, que con aque-llas leyes slo se buscaba actuar contra la libertad de los delincuen-tes aunque, tambin es justo reconocer que no se legisl para lucharcontra lo que hoy llamaramos delincuencia de cuello blanco, comoha ocurrido siempre que los legisladores eran los destinatarios de las

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    11. SANTOLARIA SIERRA, F. (2003), pp. 29-35.12. Aqu se me antoja constatar, quizs con demasiada malicia, que la existen-

    cia de los pobres permite comprar a muchas ONGs un trocito de cielo en la tierra.Qu haran, si no fuera porque existen pobres, los miles de cooperantes al desarro-llo que no dejan de buscar (y de encontrar) nuevos ncleos de pobreza que les per-miten solicitar egostamente mayores recursos pblicos, sabindose que son elloslos primeros beneficiarios?

    leyes. No se le puede pedir a nadie (a ningn individuo ni a ningunaclase social) que acte contra s mismo o contra los suyos.

    2. Otra pregunta que se hace Soto es la siguiente: cmo es posi-ble entender que los ricos puedan movilizarse a su antojo mientras alos pobres se les restringe esa facultad? Podra argumentarse en con-tra, afirmando que los ricos no cambian de residencia para delinquir,lo que no se poda afirmar generalmente de lo pobres. Pero esa noera la opinin del fraile dominico, que no crea en la inocencia abso-luta de las clases superiores a las que culpabiliza de haber sido, endemasiadas ocasiones, las verdaderas creadoras de los pobres.

    3. A Soto no le parece equitativo el que se les exija a los pobres elcumplimiento de ciertas condiciones de carcter religioso (haberconfesado y comulgado cuando lo manda la Iglesia) mientras que alos ricos no se les reclama nada de eso para que puedan hacer cuantodeseen en su vida social.

    4. Tampoco est de acuerdo con la obligatoriedad de conseguirclula alguna de ninguna autoridad civil o eclesistica para que lospobres pudieran demandar limosnas libremente. No habra que tra-tar, deca, de examinar la vida de los pobres, sino de cubrir sus nece-sidades11 Y es que Soto, como apuntbamos antes, crea que sloexisten pobres verdaderos, y no piensa nunca que la mayora de losque demandaban limosnas tanto en los caminos como en las ciuda-des eran vagabundos dispuestos siempre al latrocinio y, si el botnera sustancioso, a cometer delitos de sangre.

    En resumen, habra que testificar la originalidad y el coraje de es-te dominico frente a una opinin contraria generalizada en su poca,opinin que aborda el problema de la pobreza con unos criterios ale-jados del pensamiento escolstico heredado de la Edad Media. Lapobreza ha existido siempre; y el derecho natural encuentra su justi-ficacin recordando que nada es casual y que todas las realidades tie-nen una finalidad especfica y concreta. El auxilio a los pobres, se

  • 17EL DEBATE SOBRE EL TRATAMIENTO A LOS POBRES DURANTE EL...

    deca, se traduce en la compra de un espacio seguro en la otra vida,por lo que, gracias a ellos, podemos asegurarnos la salvacin eter-na 12.

    Tampoco est de acuerdo Domingo de Soto en prohibir la mendi-cidad, y para exponer sus argumentos recurre a las enseanzas deInocencio III cuando estableci los tres puntos que han de ser consi-derados para responder correctamente a todo tipo de cuestiones: quelo que se discuta sea lcito, que sea decente y que sea provechoso.

    Contra la licitud no se puede argumentar en esta cuestin, ni tam-poco contra la decencia, si entendemos como tal a la honestidad dequienes legislaron y de las leyes proclamadas posteriormente, por loque Soto slo pudo replicar sobre el provecho o el dao que acarrea-ra la puesta en prctica de esa legislacin.

    Los daos ms inmediatos que denuncia el dominico son los si-guientes: privacin de libertad y reduccin de los recursos que se ob-tenan mediante la mendicidad, muy superiores a los que podan su-ministrarle los hospitales en la nueva situacin, porque la mayora delas ciudades castellanas carecan de suficientes rentas pblicas comopara satisfacer esas necesidades, lo que no ocurra en otras ricas ciu-dades europeas que se haban puesto como ejemplo para defender lanueva situacin. Aunque Soto no saba qu cantidades recogan ante-riormente los pobres mediante la mendicidad. Y, por otra parte, tam-bin habra que anotar aqu que no ofrece otra alternativa para resol-ver el problema individual de los pobres y el problema social dequienes les perciben con temor, debido a que muchos de ellos pade-can diferentes enfermedades contagiosas y, como se ha dicho repeti-damente ms arriba, delinquan contra la propiedad ajena con reite-rada frecuencia 13.

    IV. JUAN DE ROBLES

    Mes y medio despus de que apareciera la comentada Delibera-cin en la causa de los pobres, el fraile benedictino Juan de Robles(conocido igualmente como Juan de Medina) public De la ordenque en algunos pueblos de Espaa se ha puesto en la limosna, pararemedio de los verdaderos pobres, escrito en el que defiende las nue-

    13. GARRN MARTNEZ, J. M, (2004), pp. 77-80.

  • 14. Vase SANTOLARIA SIERRA, F. (2003), pp. 35-40.

    vas normas jurdicas, refuta (o, al menos, lo intenta) los razonamien-tos de Domingo de Soto, y enumera los beneficios sociales que sederivaran de esa legislacin 14.

    En la primera parte de su obra Juan de Robles recurre a las ideasde Luis Vives expresadas en el mencionado Tratado del socorro delos pobres en lo referente a las funciones de las autoridades pblicasen esta cuestin, que tienen que procurar el remedio de las enferme-dades de los pobres verdaderos y atajar su propagacin al resto de lasociedad. Tambin afirma Luis Vives (y corrobora igualmente Juande Robles)

    que no es propio de un magistrado sabio y celoso del bien pblicodejar que una parte tan grande de la ciudad sea no slo intil, sinoperniciosa a s y a los otros porque, cerradas la bondad y las manosde muchos, no teniendo los necesitados con qu sustentarse, venseforzados los unos a ejercer el latrocinio en poblaciones y caminos;los otros a hurtar escondidamente: y las mujeres que son de buenaedad, desechada la vergenza, no pueden retener la castidad, ven-dindola en todas partes

    de donde se deducen las tres siguientes conclusiones:

    1. La obligatoriedad de trabajar, segn est establecido con clari-dad en las Sagradas Escrituras y reiterado constantemente por losSantos Padres de la Iglesia.

    2. La necesaria intervencin del Estado para abolir la falsa men-dicidad. E impedir, incluso, la mendicidad de los pobres verdaderosmediante la construccin de hospitales en los que se les curara y ali-mentara y, en lo posible, se les hiciera trabajar. Unos comisionadospor el gobierno de la ciudad se encargaran de pedir en nombre deellos, prohibiendo rigurosamente a los pobres que pidieran limosnaen las iglesias, ni en las calles, ni en las casas particulares. De esamanera se pretenda que a los falsos pobres no les quedara otra op-cin que la de trabajar; o la de abandonar la ciudad en busca de otroslugares ms permisivos.

    3. La decadencia de Espaa que se notaba ya por doquier en la se-gunda mitad del siglo XVI mostraba la necesidad imperiosa de msmano de obra de la que exista en la economa castellana y en la del

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  • 19EL DEBATE SOBRE EL TRATAMIENTO A LOS POBRES DURANTE EL...

    resto de Espaa. Esta carencia ocasion el incremento de los costessalariales y, en consecuencia, contribuy al crecimiento de la infla-cin, principal dolencia econmica de la poca. Por eso, la luchacontra los vagos y maleantes era, no slo una necesidad social, sinotambin una demanda de carcter econmico que no poda ser desa-tendida. Aunque todos eran conscientes de que los salarios recibidospor el trabajo no siempre eran suficientes para cubrir las necesidadesdel trabajador y su familia, por lo que, en ocasiones, no exista otraalternativa para el asalariado que la recurrir a la limosna, siemprems remunerativa y menos exigente de esfuerzos fsicos que el ho-norable y meritorio trabajo por cuenta ajena.

    En este punto hemos de recordar, como acertadas, las palabras deDomingo de Soto cuando afirmaba que, en demasiadas ocasiones,los ricos eran creadores de pobres, es decir, de mendigos. Especial-mente cuando no pagaban salarios justos a los trabajadores. Y aradeterminar cul haba de ser el salario justo poda recurrirse a dosfuentes complementarias:

    1. La que proceda de la justicia conmutativa, segn la cual, ha depagrsele al trabajador lo mismo que l aporta con su trabajo.

    2. La definida por la escolstica medieval como aquel que per-mitiese al trabajador sustentarse a s y a su familia para que pudieranvivir virtuosamente.

    Pero volvamos a Robles quien, respondiendo a quienes estabanen desacuerdo con la reciente legislacin, afirmaba que la caridadcristiana resplandecera ms si se cumplieran esas leyes que si se si-guiera permitiendo a los pobres la prctica de la mendicidad: en loshospitales se procurara velar por su salud sin que tuvieran necesi-dad de pedir limosna para ello, proveyndoles de unos salarios m-nimos establecidos por la ley para que pudieran costearse su manu-tencin. Los pobres que estuvieran incapacitados incluso para pedirlimosna recibiran una atencin en los hospitales de la que carecer-an si no se cumplieran las leyes establecidas en 1540.

    Se trataba, por otra parte, de una legislacin aplicada con xitoen diversas e importantes ciudades europeas; leyes aprobadas porlas universidades ms renombradas de los Pases Bajos, de Italia yde Francia, donde tambin haba sido abolida la prctica de la men-dicidad, asignndosele al Estado la obligacin del cuidado de lospobres. Otros argumentos que se han esgrimido en contra de la nue-

  • va ley fueron respondidos por Juan de Robles segn apuntamos acontinuacin:

    1. Se reprochaba el que se tratara de una novedad legislativa, y seaceptaba casi como un axioma el que si fuera algo bueno y prove-choso que estuviera de acuerdo con la ley natural ya se habra descu-bierto y concebido con anterioridad. Pero ninguna de estas cuestio-nes -deca Robles- eran novedosas en absoluto. El Concilio Turonen-se, celebrado un siglo antes, dispuso que cada pueblo habra de man-tener a sus pobres para que no tuvieran necesidad de mendigar; ytampoco esa disposicin conciliar fue una novedad en su tiempo,pues tambin se admita como una tradicin indiscutible el que losApstoles propagaron las mismas opiniones, recordando al salmistaque calific de bienaventurado al que emplea su entendimiento enpensar como remediar al necesitado y al pobre. Y Jesucristo, en susmilagros de curacin de enfermos, no dio limosna alguna a quienesse la solicitaron sino que, al sanarles, les revoc la razn de su men-dicidad, de donde se deduce que es ms cristiano quitar mendigos(proveyndoles en los hospitales) que darles limosnas y dejarles con-tinuar en la pobreza y en la mendicidad.

    2. Con esta ley, se deca, disminuiran las limosnas, y las que seobtuvieran segn ordenaban los reglamentos seran insuficientes pa-ra costear el remedio de los pobres. Pero si esto fuera as, respondeRobles, no sera culpa de las nuevas leyes sino de quienes usan malla institucin de la limosna necesitando recrearse en la visin de lasenfermedades y de los defectos fsicos de los pobres, y ahorrndoselo que antes daran y ahora se guardan para s. Comportamiento a to-das luces equivocado porque nada era mejor para la ciudadana me-dia (la que daba ms limosnas) que la desaparicin de los pobres quemendigaban reiterativamente en las calles y en las puertas de las ca-sas. Unos lo hacan por imperiosa necesidad, pero los otros no; y sonestos los que constituan un peligro social que se quera erradicar enbeneficio, especialmente, de la ciudadana media. Tambin se argu-mentaba en contra de Robles que en los hospitales se desconocanlas necesidades de los pobres, por lo que lo recaudado siempre serainsuficiente, concibiendo de esa manera un falso silogismo: que nose sepan las necesidades no significa que lo recaudado sea suficienteo no; son dos cuestiones inconexas que no se pueden mezclar en unrazonamiento bien construido.

    3. Ya lo decamos antes. Quitando el ejercicio pblico de la mendi-cidad, decan los oponentes a Robles, se le quitaban a la buena gente

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  • 21EL DEBATE SOBRE EL TRATAMIENTO A LOS POBRES DURANTE EL...

    15. Esas deformaciones provocadas eran consideradas por los que las practica-ban como si se les dotara de una renta perpetua a las vctimas de tales barbaridades.No importaba ms la dolencia fsica de los convertidos en mancos, cojos, mudos otristes ciegos que los sentimientos de misericordia? Permtase que se siga desgra-ciando a los nios para que luego nosotros sintamos misericordia por ellos. Eso es loque parecan afirmar quienes se oponan a Juan de Robles en este punto.

    muchas ocasiones de merecer, suprimiendo, al mismo tiempo, las me-jores costumbres del pueblo. Adase a lo dicho por nuestro autor msarriba que tambin se le quitaran a los buenos muchas ocasiones demerecimiento si nombrsemos ministros de justicia a personas que nofueran corruptas ni ineptas; estos evitaran que nos maltratasen, nosmaldijesen, nos robasen y nos matasen sin culpa. Situaciones por lasque ya no podramos tener buenos sentimientos de compasin y cari-dad porque haban sido eliminadas. Maldigamos, pues, al buen minis-tro, pues su comportamiento ha sido el causante de la desaparicin deunas circunstancias por las que nos lamentbamos caritativamente converdaderos sentimientos cristianos sin llegar a pensar nunca que, cual-quier da, podran ejercerse en nuestra contra las mismas vejaciones.Sin olvidar que siempre es mejor remediar la miseria que mantenerlapara tener compasin de los que la sufren. Y as evitaramos tambinlas horribles prcticas de los vagabundos, que no dudan en desgraciarfsicamente a sus hijos rompindoles los huesos de las piernas y brazosy, en ocasiones, cegndoles, para agrandar la compasin y la miseri-cordia 15, desfiguraciones que, si eran aderezadas con inteligencia, (quenunca les faltaba a quienes se dedicaban a la mendicidad) elevaran mi-lagrosamente la cuanta de la recaudacin limosnera.

    4. Tambin nos hemos referido anteriormente a la acusacin pro-pagada por Soto en cuanto al cercenamiento de la libertad a los po-bres sin culpa suya apoyando sus argumentos en las leyes divinas yla ley natural. Pero las leyes humanas tienes fines distintos a las di-vinas por lo que, sin ser contradictorias, se dictan para conseguir ob-jetivos distintos. El derecho comn busca el enriquecimiento de lasociedad mientras que la ley divina pregona el desprecio a las rique-zas para hacerse acreedor del reino de Dios con mayor facilidad.

    5. Los pobres que son provedos por instituciones pblicas sonmaltratados y mal provedos, se le espeta a Robles desde el mismocan de artillera. Porque pareca ser cierto que los pobres, median-te la mendicidad, conseguan mayores ingresos que los que recibanahora de las instituciones pblicas. Aunque no siempre era as: habamuchos das malos para el negocio y en los hospitales reciban sus

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    sueldos con regularidad. De cualquier manera, ha de reconocerseque tampoco se saba cuanto conseguan antes, lo que impeda con-cluir si la cuanta de la diferencia perdida por los mendicantes erams deseable que la relativa seguridad social propiciada por la nue-va legislacin.

    Una vez refutados los argumentos en contra, Robles dedica la l-tima parte de su escrito a exponer una veintena de razones a favor;razones que ahora resumiremos finalizando as nuestro comentariosobre De la orden que en algunos pueblos de Espaa se ha puestoen la limosna, para remedio de los verdaderos pobres escrita por es-te ilustre fraile benedictino.

    En los hospitales se curaban a los pobres que sufran enferme-dades comunes y, ms especialmente, a los que padecan enferme-dades contagiosas que, de esa manera, no se transmitiran al restode la ciudadana con la misma facilidad que cuando se les dejabamendigar a su libre albedro. Por otra parte, estas institucionesemplearan las limosnas ms adecuadamente, al dedicar sus recur-sos, nicamente, al remedio de las necesidades de los pobres ver-daderos.

    Robles afirma, por otra parte, que en los lugares en los que se haimplantado la legislacin de 1540 ha aumentado el nmero de traba-jadores, pues ya es ms difcil seguir mendigando sin permiso de lasautoridades competentes. Y al dificultar tambin esa prctica a losforasteros se supone que evadiran menos dinero ilegalmente de Es-paa; en aquellos momentos salan por las fronteras apreciables can-tidades de oro y plata a cambio de nada sacados por los experimen-tados mendigos extranjeros.

    V. MARTN DE AZPILCUETA

    Martn de Azpilcueta y Jaureguizar naci en 1492, el ao de latoma de Granada, de la expulsin de los judos y del descubrimientode Amrica, acontecimientos especialmente decisivos para la poste-rior historia de Espaa que, a lo largo de todo el siglo XVI, sufrira unprofundo cambio estructural que podra ser resumido como la transi-cin del medievalismo al Renacimiento, eptetos bajo los que subya-cen concepciones y comportamientos culturales, religiosos, polti-cos y econmicos muy diversos, cuando no antagnicos.

  • 23EL DEBATE SOBRE EL TRATAMIENTO A LOS POBRES DURANTE EL...

    La biografa de Azpilcueta podra quedar suficientemente disea-da prestando atencin a los siguientes aspectos: sus estudios en lasuniversidades de Alcal, Toulouse y Cahors; sus aos como profesoren Salamanca y Coimbra; y, finalmente, las ltimas dcadas de su vi-da pasadas en Roma, donde muri en 1586 cuando slo le faltabanun par de meses para cumplir los 94 aos de edad. Su permanenciaen la Ciudad Eterna fue debida a las obligaciones que haba contra-do como fiel abogado de Carranza: y all acab convirtindose en unpersonaje de obligada consulta en el Tribunal de la Penitenciara, lle-gando a ser consejero personal de tres pontfices: Po V, GregorioXIII y Sixto V.

    Su obra principal se titula Manual de confesores y penitentes, pu-blicada en 1556 para aconsejar a los unos y a los otros sobre cuestio-nes de carcter religioso y moral, aunque lo que ahora nos interesa essu Tratado de las rentas de los beneficios eclesisticos, escrita unadcada despus del Manual, y en el que expone sus ideas sobre losprincipios que han de seguirse en todo lo referente a los pobres y alas obligaciones de la Iglesia en esa cuestin.

    La estructura del Tratado de Azpilcueta est conformada en res-puesta a los tres interrogantes siguientes:

    1. Si pecan mortalmente los eclesisticos que gastan sus benefi-cios de manera superflua, deliberacin que fue respondida partiendode un axioma aceptado por todos: la primera funcin de las rentaseclesisticas es la de asistir a la honesta sustentacin de sus titularesy de los bienes religiosos que estn a su cargo, y todo lo sobrante noes de ellos, sino de los pobres, por lo que se peca mortalmente si nose les entrega a estos su propiedad al contravenir dos mandamientosde la ley divina y natural: el sptimo (no hurtars) y el dcimo (nodesear los bienes ajenos).

    2. En el caso de que pequen gastndose lo que no es suyo, deter-minar si estn obligados a restituir, lo que determin como corola-rio de lo dicho anteriormente. Se ha de restituir lo no dado a sus ver-daderos propietarios por que los mandamiento quebrantados sontambin leyes de justicia, adems de las obligaciones que exige lacaridad y la misericordia. Y al igual que los regidores de la ciudadestn obligados a restituir lo que se gastaren en otros asuntos distin-tos a los que deban, los prelados que tienen a su cargo rentas ecle-sisticas estn obligados a devolverlas si no se han empleado comose debiera.

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    16. Bravo Lozano, J. (1974), pp. 466-472.

    3. Si, sabindose que las rentas eclesisticas no son propiedadexclusiva de sus titulares, establecer si estos pueden o no testar esosbienes como les apetezca. Y aqu no caba otra respuesta que la denegarle a los eclesisticos esa facultad sobre los bienes originados enlas rentas de su circunscripcin, basndose en los principios siguien-tes: porque lo tiene vedado la Iglesia en multitud de cnones; porquesi afirmamos que no pueden gastar lo que no es suyo, hemos de acor-dar con mayor rotundidad que tampoco tienen facultad alguna paratrasmitir esos bienes a quienes no sean sus legtimos propietarios.

    De esta manera se reconocen las obligaciones que tiene la Iglesiacon los ms necesitados. Se deja que sea el poder civil quien decidacmo han de distribuirse esas providencias: dndoles a los pobres unsalario mnimo para que puedan sobrevivir, o construyendo hospita-les en los que se les de cobijo y se procure sanearlos de sus frecuen-tes enfermedades.

    VI. MIGUEL DE GIGINTA

    El crecimiento de la pobreza y del nmero de pobres en las ciu-dades durante la segunda mitad del siglo XVI acentu la necesidad decrear centros de recogimiento, siguiendo una tendencia generalizadaen toda Europa hacia la construccin de una sociedad nueva en laque primaran los principios de moralidad, honradez y buenas cos-tumbres sociales. Virtudes que se deca- eran poco practicadas; es-pecialmente por los vagabundos que vivan a su albedro en los su-burbios de los principales centros urbanos del Reino.

    Con esta finalidad, y con la pretensin de excluir la presencia demendigos en las calles, escribi Miguel de Giginta su Tratado de reme-dio de pobres que fue publicado en Coimbra en 1579 en el que abogapor la creacin de centros de recogida en las principales ciudades, di-seando la estructura de su funcionamiento para que se pudiera mante-ner una vigilancia constante (especialmente por la noche) de los hus-pedes de esos albergues, cuyo ordenamiento y financiacin habran deresponder al esquema que apuntamos a continuacin 16.

    1. El edificio tendra que estar construido con materiales muy sen-cillos, y su disposicin debera de permitir el que, desde un lugar con-creto (donde estara la vivienda del mayordomo) se tuviera fcil visi-

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    17. Lo que procuraban, tambin, quienes pedan limosna en nombre de las casasde misericordia era el aprovechar esa plataforma social para significarse ante susconciudadanos para alcanzar mayor notoriedad y reputacin, algo semejante a loque ocurre actualmente cuando, cierto tipo de individuos, se desviven por regentarcofradas, hermandades y otra serie de instituciones de semejante cariz.

    bilidad de las distintas naves que compondran la estructura de esas ca-sas de misericordia. Las camas seran estrechas y, por consiguiente, in-cmodas, y estaran provistas de unas mantas groseras. Los mendigosestaran clasificados segn sexo, edad y, en su caso, de acuerdo con eltipo de enfermedades que padecieran. Generalmente, all podan acu-dir a pernoctar con toda libertad los pobres que lo desearan, sabiendoque, si en algunas ocasiones prefirieran no acudir al hospicio, no po-dran nunca dedicar ese tiempo a ir de un sitio a otro pidiendo limosna,actividad especialmente penada en las horas nocturnas. Claro que, loque se pretenda con la invencin de estas casas de misericordia era lasupresin de todo tipo de mendicidad, diurna o nocturna.

    2. El sustento de estas instituciones provendra de las limosnasrecogidas y de la actividad laboral realizada por los internos, quenunca deberan de estar ociosos. As, los tullidos y los ciegos, queson los que mueven ms los sentimientos de caridad y compasin, sedividiran en diversas cuadrillas de trabajo repartindose los distin-tos barrios de la ciudad para pedir limosna de manera rpida y bienorganizada. Actividad que poda ser realizada tambin por los ricos ypor los no necesitados, contribuyendo de esa manera al manteni-miento de la institucin 17.

    3. Mientras tanto, los que permanecieran en los centros de acogi-da deberan de trabajar en los oficios que aprendan unos de los otrospara cubrir los gastos del albergue y producir una plusvala equipa-rable al sueldo merecido por su trabajo. Y tambin se procurara, co-mo decamos ms arriba, iniciar a los vagabundos en el conocimien-to de la doctrina cristiana, haciendo que asistieran a la audiencia desermones religiosos y, en los das festivos, a la Santa Misa. Aunqueno todo habra de ser rezo y trabajo: tambin se les permitira pre-senciar espectculos honestos y otro tipo de diversiones que no fue-ran en contra de la moral ni de los principios religiosos.

    VII. PEDRO DE VALENCIA

    Este pensador extremeo que fue buen amigo de Arias Montano ydel padre Sigenza naci en la localidad pacense de Zafra el ao

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    18. VALENCIA, P. de (1994), pp. 159-173.

    1555. En Zafra estudi latn y, posteriormente, continu su forma-cin humanista en Crdoba, donde se especializ en Teologa y Sa-gradas Escrituras; curs varios aos de Derecho en la Universidad deSalamanca, aunque nunca abandon sus estudios religiosos mencio-nados anteriormente. En 1587 regres a su ciudad natal, donde con-trajo matrimonio y, a pesar de estar siempre acechado por sucesivaspenurias econmicas, continu formndose intelectualmente; en esaocasin se dedic al estudio del griego y el hebreo, guiado por su ad-mirado maestro Arias Montano.

    Por fin (era el ao 1607) y despus de varias solicitudes que nohaban sido escuchadas hasta entonces, consigui el nombramientode cronista de Felipe III, empleo que le tuvo ocupado noche y da enla redaccin de diversas monografas y discursos entre los que nosinteresan, en esta ocasin, los referentes a la ociosidad y a los recur-sos pblicos dedicados a la asignacin de limosnas. El empleo decronista le oblig a estudiar asuntos muy diversos y, entre ellos, nofaltaron crticas valientes contra la Inquisicin y reproches constan-tes a la generalizada huda del trabajo, comportamiento nacional quefue aprendido con rapidez por las clases ms bajas de la sociedad enimitacin a la nobleza, estamento al que no le pareca muy honrosoel tener ocupacin alguna.

    As transcurrieron los ltimos trece aos de su vida, ocupndose,como suele suceder con frecuencia, en trabajos para los que no esta-ba especialmente preparado y en los que no haba pensado nunca du-rante los aos juveniles de estudio. En 1619 fue vctima de una letaldepresin que, despus de hacerle sufrir un ao de desfallecimientofsico, le ocasion la muerte el 10 de abril de 1620.

    En su Discurso contra la ociosidad califica a este mal como elms daino que pueda sufrir cualquier comunidad, porque los dems(el adulterio, el homicidio, el latrocinio, o el de ocasionar un incen-dio) no peden ser universales de todo el pueblo ni de la mayor partede l, pero en la ociosidad pueden caer todos 18. Adems, cometercualquier otro delito es difcil y arriesgado, mientras que el ocio esespecialmente cmodo porque consiste, precisamente, en dejar dehacer, en no hacer nada; el ocio es, con ventaja sobre cualquier otro,el vicio ms contagioso de todos. Y, como se deca ms arriba, en laCastilla del siglo XVI era considerado como algo honroso, mientras

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    19. Leyes que pueden ser consultadas en el Tomo Tercero de la Novsima Re-copilacin, pp. 703-707. Otras leyes sobre esta cuestin proclamadas en los siglosXVII y XVIII estn recogidas en las pp. 707-721 de la misma publicacin.

    que el trabajo pareca una ocupacin denigrante de la que haba quehuir como si se tratara de algo pestilente que poda arruinar la buenareputacin de cualquiera.

    Para luchar contra esta calamidad, Pedro de Valencia aconseja lalimitacin del nmero de criados, el de clrigos y frailes; la reduc-cin del ejrcito y la expulsin de la Corte hacia sus lugares de ori-gen a todos los que no tuvieran un trabajo reconocido. Recomenda-ciones que, segn l, deberan de comenzar por la Casa Real para re-ducir sus gastos y el elevado nmero de funcionarios pblicos de losque se podra prescindir sin que se percibiera fcilmente su supre-sin.

    El objetivo del El Discurso para que en la reduccin de los gas-tos no se suprima parte de las limosnas est claro en su enunciado, ysu argumento se defiende con mltiples citas bblicas y recurriendo alos escritos de los Santos Padres y de los escritores clsicos griegos,tres fuentes de conocimiento en las que se mova Pedro de Valenciacon total diligencia y agilidad, aunque es lstima que no mencioneotras razones de carcter econmico y social, dos mbitos de la rea-lidad que haba estudiado profundamente y a los que dedica ampliosespacios en varios discursos escritos en la madurez de su vida, peroeso lo hace en otros captulos bastante alejados de nuestro tema dediscusin.

    VIII. LAS LEYES DE POBRES

    Las ideas de Luis Vives, apoyadas mayoritariamente por quienesse ocuparon de la cuestin de los pobres durante el siglo XVI, fueronplasmadas en diversas leyes 19 que citamos inmediatamente.

    En 1523, en una carta del Emperador a su hermana Juana de Aus-tria, gobernadora de Espaa mientras Carlos I estuviera ms atento asus intereses como emperador que a los asuntos castellanos, le decaque los pobres no anden por los pueblos de estos Reynos, y cadauno pida en el de su naturaleza. Adems de las prohibiciones que yaconocemos de pedir sin las correspondientes licencias y sin estarconfesado y comulgado, se legisla a favor de conceder licencias a los

  • 28 JESS DE LA IGLESIA

    pobres de cualquier otra regin cuando esta hubiera sufrido algunahambruna o pestilencia, y a los ciegos y enfermos, de donde quieraque fueren, mientras le durase su enfermedad.

    Felipe II proclam una nueva ley el 7 de agosto de 1565 com-puesta por un prembulo y ocho apartados en la que, constatado elcrecimiento de vagabundos y maleantes, se reincide sobre las mis-mas prohibiciones, lo que demostr ya, en aquellos tiempos, lo dif-cil que es combatir la ociosidad y la delincuencia que origina. FelipeII legisl muy especficamente sobre las condiciones que habran deconcurrir en los pobres para que se les concediera la correspondientelicencia de mendicidad. Amenaz, de igual manera, a quienes pidie-ran limosna sin el pertinente permiso como a quienes, teniendo laobligacin de hacer que se cumpliera la ley, permitiesen que conti-nuara la relajacin de costumbres protagonizada por los falsos po-bres, que preferan seguir pidiendo limosna en lugar de trabajar enlos oficios para los que estuvieran capacitados.

    Esta ley de 1565 an permite la mendicidad (con los condiciona-mientos conocidos) y no se avanza en la direccin correcta que ha-bra de consistir en la prohibicin absoluta de la prctica de esa acti-vidad viciosa, lo que slo se conseguira parcialmente a finales de si-glo y en las centurias posteriores con la construccin de hospitales,casas de de caridad y albergues de recogida de pobres.

    IX. BIBLIOGRAFA

    AZPILCUETA, M. (1566), Tractado de las rentas de los beneficios eclesisti-cos, Imprenta de Adrian Ghemart, Valladolid.

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    GARRN MARTNEZ, J. M., (2004), La prohibicin de la Mendicidad, Edi-ciones Universidad de Salamanca, Salamanca.

  • 29EL DEBATE SOBRE EL TRATAMIENTO A LOS POBRES DURANTE EL...

    IGLESIA GARCA, J. de la (coord) (1991), Diez Economistas Espaoles (Si-glos XVI y XVII), Real Colegio Universitario M. Cristina, San Lorenzo deEl Escorial.

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    PERROTTA, C. (1999), La disputa sobre los pobres en los siglos XVI y XVII:Espaa entre desarrollo y regresin, en Cuadernos de Ciencias Econ-micas y Empresariales, Ao 23, n. 37.

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    SIERRA BRAVO, R. (1975), El pensamiento social y econmico de la esco-lstica, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Madrid.

    VALENCIA, P. de (1994), Obras completas, vol IV/1 Escritos sociales. I. Es-critos econmicos, Estudio introductorio de Jess Luis Paradias Fuen-tes; Edicin crtica, texto e introduccin filolgica Rafael Gonzlez Ca-al. Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Len, Len1994.

    VIVES, J. L. (1947), Obras completas. Primera traslacin castellana nte-gra y directa, comentarios, notas y un ensayo bibliogrfico de LorenzoRiber, Editorial Aguilar, Madrid.

  • Caridad episcopal. Arzobispos de Toledo ylos pobres

    J. Carlos VIZUETE MENDOZAUniversidad de Castilla-La ManchaToledo

    I. Introduccin.II. El obispo, padre de los pobres.

    III. Teora y prctica de la limosna.3.1. Los escritos de Carranza.3.2. La caridad episcopal: hospitales y limosnas.

    IV. Lorenzana, la voz de los pobres.4.1. Los memoriales de Lorenzana. 4.2. El Memorial de los pobres de la dicesis de Toledo.

    V. Conclusin.

  • 1. VIGO, A. del, Economa y tica en el siglo XVI, Madrid 2006, pp. 786-881.Adems de los Padres de la Reforma, de Lutero a Calvino, el autor utiliza las obrasde: Francisco de Vitoria, Martn de Azpilcueta, Domingo de Soto, Juan Luis Vives,Juan Bernal Daz de Luco, Alejo de Venegas, Cristbal de Villaln, Luis Saravia dela Calle, Antonio de Guevara, Gabriel de Toro y Francisco de Osuna.

    2. Para el caso de la ciudad de Toledo, vid.: FERNNDEZ COLLADO, A., La li-mosna del pan del claustro en la catedral de Toledo, en Memoria Ecclesiae, XI(1997), pp. 237-241, para el cabildo, y RODRGUEZ DE GRACIA, H., Asistencia socialen Toledo siglos XVI-XVIII, Toledo 1980, para los hospitales y las cofradas.

    3. Valgan como ejemplo de ambos gneros literarios estas dos obras: El Glorioso ydivino triumpho en la canonizacin del padre de los pobres... S. Thomas de Villanueva,del Orden del gran padre... S. Agustn ponderado en ocho sermones de diferentes...maestros que los predicaron en su octava celebrada en... Toledo el ao de 1659... todosrecogidos por Fray Benito de Aste, prior del... convento de San Agustn; con dos ser-mones ms predicados por el dicho... prior.., Toledo 1660; y REYNOSO, A., Oracin sa-cra y evanglica del nuevo Apstol y Salomn destos tiempos, Padre nico de pobres,Santo Thomas de Villanueva en la fiesta que la muy noble villa de Villanueva de los In-fantes, su patria, hizo el ao pasado de sesenta y cinco, Alcal 1666. Una bibliografacompleta en CAMPOS, F. J., Santo Toms de Villanueva, San Lorenzo del Escorial 2001.

    4. GOVEA, A., Historia de la vida, muerte, y milagros del glorioso patriarca yPadre de los Pobres S. Juan de Dios, fundador de la orden de la Hospitalidad,

    I. INTRODUCCIN

    Mucho antes de que se iniciara en la Europa del siglo XVI el debatesobre el socorro de los pobres, en el que intervinieron humanistas ytelogos, moralistas y pastores, reformados y catlicos 1, numerosasorganizaciones eclesisticas, desde grandes cabildos a pequeas cofra-das 2, venan desarrollando una intensa actividad caritativa con todosaqullos que quedaban incluidos en el heterogneo grupo de los po-bres. A ellas se aaden otras obras de iniciativa personal y que porello tuvieron varia fortuna a la hora de perdurar en el tiempo, entre lasque se cuentan las promovidas por los obispos en sus dicesis.

    II. EL OBISPO, PADRE DE LOS POBRES

    En Espaa, la literatura hagiogrfica y la oratoria panegrica hanaplicado el ttulo de pater pauperum por antonomasia a dos Santos:Santo Toms de Villanueva 3 y San Juan de Dios 4. Adems, en sendas

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    Lisboa 1658; SNCHEZ, B., Oracin panegrica que en la funcin plausible y no-venario... que los hijos del mejor padre de pobres San Juan de Dios tributarongustosos... el da 10 de Marzo de 1729.

    5. Obispo de Teruel de 1701 a 1717. Compendiosa vida del padre de pobres ycaritativo prelado... Don Manuel Lamberto Lpez... y fnebre oracin que se dixoen las solemnes honras que se celebr su Santa cathedral iglesia, Zaragoza 1717.

    6. Arzobispo de Toledo de 1771 a 1800. NAVAS, R. de las, El padre de los po-bres; sermn fnebre que en las solemnes honras, celebradas de orden de la Juntade gobierno de la Real Casa de Caridad... de la ciudad de Toledo, en... memoria desu fundador... Francisco Antonio Lorenzana y Buytron... Arzobispo de Toledo... dixoel da 1 de Agosto de este ao de 1804 en... Santa Mara Magdalena de Toledo, To-ledo 1804.

    7. Mt 10, 42; 25, 40-45.8. POLICARPO, Carta a los filipenses, 6, 1, (Padres Apostlicos, edicin, traduc-

    cin y anotacin, AYN, J. J., Madrid 2000).

    oraciones fnebres se titul de igual manera a dos obispos: ManuelLamberto Lpez, obispo de Teruel 5, y Francisco Antonio Lorenzana,Arzobispo de Toledo 6. Es evidente que el apelativo tambin apareceunido a otros Santos caracterizados por el ejercicio de la caridad: SanAntonio de Padua, San Jernimo Emiliano o San Vicente de Pal.

    De esta manera se ha ido difuminando la primera figura a la quede forma natural corresponde el apelativo de padre de los pobres, elobispo. As se deduce de las intervenciones pastorales de los Padresde la Iglesia, sobre todo en las homilas y comentarios sobre los evan-gelios, y de las prcticas de las primeras comunidades cristianas. Ter-tuliano, en el Apologeticum, habla del depsito de la piedad, quesirve para dar de comer a los pobres y darles sepultura, para socorrera los jvenes y a las jvenes que no tienen medios de familia, a lossiervos que se han hecho ancianos, a los nufragos y a los prisioneros,es decir, a los ms abandonados, entre los que formaban una catego-ra aparte las viudas y los hurfanos, a quienes San Policarpo llamaltares de Dios, pues en ellos se sirve al mismo Cristo7:

    Tambin los presbteros han de ser misericordiosos, compasivoscon todos, trayendo al buen camino lo extraviado, atendiendo a to-dos los dbiles, no desentendindose ni de la viuda ni del hurfanoni del pobre, sino atendiendo siempre al bien ante Dios y ante loshombres8.

    La doctrina comn de los Padres enseaba que perteneca a lospobres cuanto posean los ricos en sobreabundancia, ya no comopropietarios, sino como meros administradores al servicio del pobre.

  • 35CARIDAD EPISCOPAL ARZOBISPOS DE TOLEDO Y LOS POBRES

    9. Segunda homila sobre Lzaro, (PG 48, 988).10. Homila VI: Destruam horrea, (PG 31, 276).11. Segunda carta a los corintios, 16, 4, (Padres Apostlicos, edicin, traduc-

    cin y anotacin, AYN, J. J., Madrid 2000).

    El tono oratorio de sus homilas puede explicar en parte afirmacio-nes tan categricas, en las que reclamaban la prctica de la limosnano como un acto de caridad, sino ms bien como una obligacin dejusticia social en el reparto de los bienes segn las exigencias de es-ta virtud en aquellas concretas circunstancias. Habis recibido for-tuna ms abundante que los otros; no es para que la disfrutis a solas,sino para que seis administradores en servicio de los dems, diceSan Juan Crisstomo 9, y San Basilio insiste:

    Por qu nadas t en la abundancia, mientras otros tienen que men-digar? No es para que t tengas el mrito del buen administrador yl la recompensa de su paciencia? El pan que t conservas perteneceal hambriento; el manto que guardas en tu ropero, al desnudo; al queva con los pies descalzos, el calzado que se estropea en tu casa; alnecesitado, el dinero que escondes en tus cofres. Cometes de esasuerte tantas injusticias cuantos donativos pudieras haber hecho10.

    Por ltimo, y para no multiplicar indefinidamente las citas, SanClemente Romano sita la limosna por encima del ayuno y la ora-cin:

    Buena es la limosna como penitencia por el pecado. Mejor es elayuno que la oracin, y la limosna mejor que ambos. El amor cubrela multitud de los pecados y la oracin que procede de una buenaconciencia libra de la muerte. Bienaventurado todo el que sea en-contrado repleto de aqullas, pues la limosna se convierte en aliviodel pecado 11.

    A mediados del siglo XVI haba desaparecido la unanimidad alconsiderar al obispo como el padre de los pobres, y mientras algu-nos autores, como Daz de Luco y Lorenzo de Villavicencio, siguenpensando que es tarea propia de obispos y prrocos, Francisco deOsuna, en su Quinta parte del abecedario espiritual, desconfa de labuena administracin de los bienes de los pobres por parte de losobispos y prefiere ponerlos bajo el cuidados de unos pocos varonesricos y virtuosos. La raz de esta desconfianza se encuentra en elcomportamiento poco ejemplar de algunos obispos de la poca, que

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    12. VIGO, A. del, o.c., p. 826.13. TELLECHEA IDGORAS, J. I., Introduccin, primera versin castellana, notas y

    edicin facsmil del texto princeps latino, Madrid 1994.14. El texto permaneci indito entre los papeles romanos del proceso de Ca-

    rranza. Fue encontrado en 1953 por J. Ignacio Tellechea que lo transcribi y utilizcomo base de su estudio El Obispo ideal en el siglo de la Reforma, Roma 1963. Sinembargo, su edicin crtica no ha visto la luz hasta 1992 en edicin preparada y ano-tada por el mismo Tellechea y publicada por el Estudio Teolgico de San Ildefonsode Toledo y la Universidad Pontificia de Salamanca.

    no apacientan a las pobres ovejas de Cristo, sino a sus mulas, quelas traen muy gruesas, a los familiares, sobrinos y parientes; y queatesoran oro y plata teniendo cuidado del maana y de cien aosque desean vivir 12.

    Resuenan en estas palabras los ecos de otras crticas a los obispossalidas de las plumas de humanistas y reformadores. El asunto era detal importancia que ocup intensamente a los padres conciliares enTrento. Ante ellos predic un sermn, el primer domingo de la cua-resma de 1546, el dominico y telogo imperial fray Bartolom Ca-rranza en cuyo sustrato se encuentra el deber de residencia de losobispos. Un ao despus, en Venecia, vea la luz el volumen Contro-versia de necessaria residentia personali Episcoporum et alioruminferiorum Pastorum 13 en el que desarrollaba el tema del sermn yque se haba tratado ya en el aula conciliar. Segn confesar despusen su prisin, Carranza siempre pens que el contenido de esta obraestaba en la raz de su ruina. Posteriormente, cuando fue nombradoarzobispo de Toledo en 1558, compuso Forma visitando diocesimToletanam. Y entre ambas fechas hay que situar la redaccin de suEspejo de Pastores, Speculum Pastorum. Hierarchia ecclesiasticain qua describuntur officia ministrorum Ecclesiae militantis14 escri-to, probablemente, en 1552 aunque incorpor diversas adiciones du-rante sus primeros meses de estancia en la crcel romana, en 1567,como consecuencia de la lectura del texto ntegro del Concilio Tri-dentino, promulgado en 1564. Pese a que repetidamente se habla delobispo ideal, el concilio no fij un modelo al que debieran ajustar-se los miembros del episcopado; sta es una figura creada por los tra-tadistas de la poca cuando se ocuparon de las caractersticas que de-ban reunir los obispos reformados, algunas de las cuales estn pre-sentes en los decretos tridentinos. Las cualidades que se les exigenson la residencia, una vida honesta de costumbres moderadas, predi-car personalmente, organizar la enseanza religiosa, conservar los

  • 37CARIDAD EPISCOPAL ARZOBISPOS DE TOLEDO Y LOS POBRES

    15. Se publicarn numerosos espejos literarios en los que mirarse, como elStimulus pastorum del arzobispo de Braga, Bartolom de los Mrtires, cuya prime-ra edicin apareci en Roma en 1564; el Buon vescovo de Jos Crispino, publicadoen 1682, y las Riflessioni ai Vescovi de Alfonso Mara de Ligorio, en 1744. Conellos se pretende conseguir que el obispo, ajustando su vida personal a los ideales dela Reforma, se convierta en el motor de la renovacin del clero y del pueblo cristia-no que le han sido encomendados.

    16. Speculum pastorum, n. 72.

    bienes de la Iglesia, visitar las parroquias de su dicesis, celebrar s-nodos, erradicar los vicios pblicos de los diocesanos, repartir limos-nas entre los pobres y velar por la ortodoxia doctrinal. En resumen,ser maestro y pastor15.

    El Espejo de Carranza se organiza en cinco partes. En la primerase ocupa del acceso al ministerio episcopal y de sus exigencias; en lasegunda presenta el ideal evanglico: Cristo, el Buen Pastor; en latercera desarrolla las funciones episcopales: orar y ofrecer el Santosacrificio, predicar, administrar los sacramentos, el ejercicio de lacaridad corporal, la administracin de justicia, visitar la dicesis, vi-gilar sobre la grey, nombrar ministros y coadjutores y, por ltimo,consagrar y bendecir; la cuarta parte est dedicada a los ministroscoadjutores que suplen al obispo donde ste no puede llegar; y laquinta a la jerarqua de la Iglesia.

    Al desarrollar la cuarta funcin de los Obispos, socorrer conayudas materiales, la hace consecuencia inmediata de la obligacinsegunda, pues es necesario completar el alimento espiritual de la pre-dicacin con el corporal. Y es tan importante que, sin ella, el nombrede obispo queda vaco:

    Sobre ello crey conveniente San Gregorio amonestar seriamenteal obispo Mariniano escribiendo a Secundino, siervo de Dios (L. 5,Epist., 29): Dile, pues, que, mudado de lugar, cambie tambin demente, y no piense que sola la leccin y oracin le bastan para que,aislado, pueda sentarse, dejando ociosas sus manos; sino que tengalarga mano, socorra a los que padecen necesidad, crea suya la pobre-za de otros. Porque si no hace estas cosas posee vacuo nombre deObispo 16.

    Y para reforzar el argumento cita a San Pablo, a San Cipriano, aSan Jernimo, a San Agustn y algunos cnones de diversos conci-lios, de Cartago a Aquisgrn, todos concordes en la idea de que el

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    17. Speculum pastorum, n. 75.18. TELLECHEA IDGORAS, J. I.., Edicin crtica y estudio histrico, Madrid

    1972.19. VIGO del, A., o.c., p. 865.

    cuidado de los pobres, viudas y hurfanos estuvo siempre cometidoa los obispos, que con sus manos, socrrales el obispo con alimentoy vestido, en cuanto le sea posible 17.

    III. TEORA Y PRCTICA DE LA LIMOSNA

    De entre los numerosos arzobispos que rigieron la dicesis de To-ledo durante las Edades Media y Moderna, slo fray Bartolom Ca-rranza ha dejado constancia escrita de su doctrina sobre la limosna.La brevedad de su episcopado, antes de ser recluido por la Inquisi-cin, no le permiti pasar de la teora a la prctica. Sin embargo, nofaltan los prelados que dejaron ejemplo de sta.

    3.1. Los escritos de Carranza

    La obra magna del Carranza telogo antes de acceder al episco-pado, el Catecismo Christiano 18, concluye su cuarta y ltima parte,De la vida cristiana, con un captulo dedicado a la limosna. Carran-za la considera fruto de la misericordia y la caridad, al tiempo queobra de penitencia. Siguiendo la prctica habitual, acumula en su ar-gumentacin los textos bblicos a los que se aaden algunos patrsti-cos exhortando a la limosna, que ha de hacerse con fe y caridad,acompaada del ayuno y la oracin, para concluir que la mejor yms fructuosa es la que se hace en vida, cuando el hombre da de loque puede gozar. En el fondo hay una continuidad con la doctrinade Santo Toms de Aquino y las interpretaciones, en los puntos os-curos, del cardenal Cayetano 19.

    Esta obligacin de todo cristiano se vea acrecentada en el casode los obispos quienes deben distribuir el estipendio recibido por suoficio, una vez satisfechas sus necesidades, entre los ms necesita-dos del rebao, los pobres:

    porque tras su congruo sustento y de los suyos, todas las dems co-sas son ayudas que hay que dar a los pobres, enfermos y peregrinos

  • 39CARIDAD EPISCOPAL ARZOBISPOS DE TOLEDO Y LOS POBRES

    20. Speculum pastorum, n. 76.21. FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de visita ad limina de los arzobis-

    po de Toledo, Cuenca 2002, p. 239.22. Lo hicieron: Sandoval y Rojas en 1603 y 1615; Fernando de Austria en

    1628; Borja y Velasco en 1645; Moscoso y Sandoval en 1650 y 1660; Pascual deAragn en 1672 y 1674; Portocarrero en 1685, 1690, 1695, 1699 y 1705; Valero yLosa en 1719; Astorga y Cspedes en 1723, 1727 y 1731; Fernndez de Crdoba en1769; y Lorenzana en 1776, 1780, 1784, 1788, 1792 y 1796.

    23. Informe de 1603, FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de, p. 200.

    (sobre todo a aqullos que no pueden lograr comida y vestido con eltrabajo de sus manos). En cuanto tenga posibilidad, debe repartir elobispo, como adujimos anteriormente citando al Concilio Aurelia-nense 20.

    Son muchos los obispos posteriores a Trento que tienen claraconciencia de que las rentas episcopales pertenecen a los pobres yque se reparten mediante la limosna, como lo muestra explcitamen-te en el informe de visita ad limina que en 1674 remiti a Roma elarzobispo don Pascual de Aragn. Tras quejarse de la reduccin delas rentas por las pensiones que sobre ellas estn cargadas, lo que li-mita mucho la atencin a los necesitados de la dicesis, afirma quesu: nimo ha sido, en deseo y ejecucin, devolver a Dios lo que esde Dios en sus pobres y necesitados 21. Estas palabras del cardenalAragn nos introducen directamente en la prctica de la limosna.

    3.2. La caridad episcopal: hospitales y limosnas

    No todos los arzobispos toledanos de los siglos XVII y XVIII pre-sentaron informes de visita ad limina22, ni los que lo hicieron dan elmismo tratamiento a las instituciones caritativas: en ocasiones no sehace de ellas ni siquiera mencin, otras veces se despacha la cuestincon decir que en la ciudad y en la dicesis hay muchos hospitales,multa hospitalia 23, aunque lo ms frecuente es presentar una enu-meracin de los hospitales recordando cmo se mantienen en el pre-sente, no sin dificultades, las fundaciones de arzobispos anteriores:

    Hay un hospital de Santa Cruz para los nios expsitos, fundacindel Ilustrsimo Cardenal don Pedro Gonzlez de Mendoza, patronaz-go del den y cabildo de esta Santa Iglesia, que nombra administra-dor a un cannigo de ella. Otro hospital del Rey, patronazgo de estadignidad arzobispal. Otro hospital de San Juan Bautista, extramuros

  • 40 J. CARLOS VIZUETE MENDOZA

    24. Informe de 1615, FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de, p. 203.25. Informe de 1650, FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de, p. 213.26. Informe de 1719, FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de, p. 285.27. Informe de 1776, FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de, p. 335.28. Informe de 1792, FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de, p. 358.

    de Toledo, fundacin del Ilustrsimo Cardenal don Juan Tavera, conadministrador, un capelln mayor y ocho capellanes y mucho nme-ro de ministros, es muy insigne fbrica y fundacin la de este hospi-tal y as se hace en l gran bien y limosnas a los pobres 24.

    Informes posteriores repetirn, casi a la letra, lo anterior, aunqueen ocasiones se aporten a Roma datos nuevos. As, Moscoso y San-doval, al referirse al hospital de Santa Cruz, precisar que cranseordinariamente cuatrocientos [nios expsitos], aydanle con sus li-mosnas el prelado, el cabildo y la fbrica de la iglesia 25.

    Pero adems de las fundaciones de Mendoza y Tavera exista otrohospital fundado por un arzobispo anterior, al que no se hace refe-rencia en ninguno de los informes de visita; se trata del hospital deSanta Catalina, establecido en la Villafranca del Puente del Arzobis-po por don Pedro Tenorio, destinado a atender a los peregrinos quevan y vienen de Guadalupe y sostenido con las rentas que proporcio-na el derecho de paso por el puente del piedra sobre el Tajo. Sus mo-destas dimensiones y la seguridad de su fuente de financiacin loalejan de las preocupaciones de los arzobispos, al contrario de lo queocurre en los grandes hospitales toledanos, como expona en su am-plio informe Valero y Losa en 1719, en el que tras recordar el origendel Hospital de Santa Cruz, anota: administra el Cabildo sus rentasy aunque con el tiempo se han deteriorado, se restablecen con la he-rencia del Cardenal Arzobispo Portocarrero, mi antecesor. Y lo mis-mo hace con el de San Juan Bautista que ha padecido tal quiebra ensus rentas que se pueden curar pocos enfermos 26. A estas fundacio-nes episcopales se aadirn las que realice el cardenal Lorenzana,que en el informe de 1776 comunicaba al Papa los primeros pasos dela casa de Caridad de Toledo 27, y en el de 1792 daba cuenta de la cre-acin de la de Ciudad Real 28.

    La caridad episcopal tiene en Toledo un ejercicio cotidiano en lafundacin que todos llaman limosna del mandato, que no es sinoun comedor para pobres abierto en el arzobispado en el que a diariose reparten treinta raciones:

  • 41CARIDAD EPISCOPAL ARZOBISPOS DE TOLEDO Y LOS POBRES

    29. Informe de 1660, FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de, p. 220.30. RIVERA RECIO, J. F., Los arzobispos de Toledo en la Baja Edad Media, To-

    ledo 1969, pp. 77-79.31. Informe de 1685, FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de, p. 243.32. En el Arca de la limosna se reunan cada ao 600 fanegas de trigo aportadas

    por tercios por el arzobispo, el cabildo y la obra y fbrica de la catedral. El canni-go limosnero se encargaba del reparto diario de pan, debiendo cuidar que ni faltaseni sobrase a lo largo del ao. Cada pobre reciba un pan de 12 onzas.

    En las casa arzobispales se da de comer todos los das del ao, a ex-pensas de la Dignidad, a treinta pobres, veinte hombres y diez muje-res; llmase esta piadosa y antigua obligacin la limosna del Manda-to, y hay tradicin que la instituy San Ildefonso para los peregrinosy pasajeros que venan a visitar a Nuestra Seora del Sagrario 29.

    A pesar de que con palabras semejantes a estas del cardenal Mos-coso la mayor parte de los arzobispos repiten el origen de la limos-na del Mandato, la fundacin del comedor se debe al arzobispo donJuan de Aragn (1319-1328) 30 que en un principio deba alimentarcon un plato de cocinado, pan y vino a tres pobres, en recuerdo de laltima Cena, mas luego, ampliando las rentas, extendi la limosnadiaria hasta los treinta peregrinos o transentes. El cardenal Portoca-rrero evala en treinta reales de velln y siete celemines de trigo elcosto diario en 1685, lo que importa cada ao 213 fanegas de trigoy mil ducados de velln para dar de comer todos los das a treinta po-bres ms las personas que se mantiene con salario y racin para ser-virlos 31. La limosna del Mandato dej de repartirse en 1780,cuando el arzobispo Lorenzana incorpor los 1.500 reales que enton-ces costaba a los fondos con los que se financiaba la Casa de Caridadde Toledo. Pero las rentas episcopales tambin sufragaban un terciode los costes de la llamada limosna del pan del claustro, que desde1490 se reparta en forma de pan cocido junto a la puerta de la Pre-sentacin 32.

    Adems de estas limosnas institucionalizadas, de las arcas epis-copales salan otras muchas limosnas ocasionales destinadas a soco-rrer las numerosas necesidades que presentan al arzobispo todo tipode personas: iglesias y conventos, pobres vergonzantes, viudas ydoncellas. Aunque los ejemplos podran multiplicarse, basten paraconcluir dos prrafos del informe remitido por el cardenal Aragn en1674:

    De estos antecedentes nace lo que la piedad y el celo de un Preladoha debido hacer; esta obligacin se ha cumplido lo que antecedente-

  • 42 J. CARLOS VIZUETE MENDOZA

    33. Informe de 1674, FERNNDEZ COLLADO, A., Los informes de, p. 239.34. Sobre este aspecto, vid. GARCA RUIPREZ, M., El cardenal Lorenzana: pa-

    dre de los pobres, en El cardenal Lorenzana, Arzobispo de Toledo, Toledo 2004,pp. 153-178.

    mente cuenta repartiendo clices, copones, vasos de comunin, or-namentos, lmparas y dems cosas necesarias para el culto divino; yreparar iglesias sin faltar en los socorros de los pobres, que importansolamente los que tengo situados de cada da en pan y en dinerotreinta mil ducados cada ao; sin los que continuamente estn minis-trando a las necesidades que ocurren, que afianzan el sustento depersonas nobles, viudas, casadas y doncellas menesterosas, y lasconservan en virtud y castidad para que la necesidad no las obligue acosas indecentes.

    Mis rentas, Beatsimo Padre, no son las que eran por las causasdichas y por las pensiones que cargan sobre el Arzobispado y subsi-dio que se le reparte, mas las que son y me han tocado las he procu-rado distribuir conociendo el beneficio y utilidad de ellas, los con-ventos de religiosas pobres, y de religiosos, los pobres nobles, queno pueden pedir de puerta en puerta, las viudas virtuosas y las don-cellas, subviniendo a muchas con dotes para tomar estado de religio-sas o de casadas; finalmente el nimo ha sido, en deseo y ejecucin,devolver a Dios lo que es de Dios en sus pobres y necesitados, lasti-mando continuamente mi corazn no bastar lo poco que queda (pa-gadas las cargas) para una mnima parte del alivio de tanta miserablenecesidad; pobreza en las iglesias y desamparo de medios y sustentode las fbricas de los conventos de monjas que estn a mi obedien-cia 33.

    IV. LORENZANA, LA VOZ DE LOS POBRES

    No hay ninguna duda de que la cuarta de las funciones episcopalesdel Espejo carranciano es a la que con ms dedicacin se entreg Lo-renzana, tanto en Mxico como en Toledo 34. En sus informes de visitaad limina no olvida nunca sealar cmo crecen los pobres en la dice-sis y los medios que dispone para su remedio. Si bien algunas de lasactuaciones responden a la iniciativa gubernamental, Lorenzana da unpaso ms en la atencin a los necesitados: incrementa la distribucinde limosnas que ya realizaban sus predecesores, completa las de otrasinstituciones, busca la forma de rentabilizar los esfuerzos de las pe-

  • 43CARIDAD EPISCOPAL ARZOBISPOS DE TOLEDO Y LOS POBRES

    queas fundaciones, cofradas y obras pas incorporndolas a un pro-yecto general que no nace de la filantropa, sino de la Caridad. Perohay en la actuacin del arzobispo Lorenzana una novedad: tanto enNueva Espaa como en Toledo se convierte en la voz de los pobres.

    4.1. Los memoriales de Lorenzana

    Entre los numerosos escritos de Lorenzana 35, en cuatro ocasionesutiliz la forma del Memorial para presentar ante la sociedad lasnecesidades de los pobres y expsitos, prestando sus palabras a lossin voz. En Mxico aparecieron los dos primeros de estos escritos36.El Memorial que presentan a todos los estados los nios expsitosde la Imperial Ciudad de Mxico37, fechado el 7 d