LA IDEA DE LA MUERTE Y EL PRINCIPIO DE LA IGUALDAD HUMANA

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LA IDEA DE LA MUERTE Y EL PRINCIPIO DE LA IGUALDAD HUMANA Por el Dr. Roberto A. M. TERAN LO- MAS, Miembro del Instituto Argentino de Filosofía Jurídica .v Social. La Filosofía política del siglo XVIII consideró como principio incon- cuso la igualdad humana, aceptando y desarrollando la tesis de los con- tractualistas del siglo anterior. J ohn Locke ( 1632-1704), al referirse al "estado de naturaleza", lo considera, además de estado de libertad, como estado de igualdad en que todo el poder y la jurisdicción son recíprocos, en el cual nadie tiene más que otro, no habiendo nada más evidente que el hecho que las cria- turas de una misma especie y categoría, nacidas promiscuamente a las raismas ventajas de la N aturaileza, y al uso de las mismas facultades, deben ser iguales entre sí. 1 Thomas Hobbes (1588-1789) expresa que la Naturaleza ha hecho a los hombres iguales en las facultades del cuerpo y de la mente. Por su- puesto que en el sistema del Leviathan esta igualdad no conducirá al bien. De la igualdad de facultades surge la igualdad de esperanzas en la obtención de los fines. "Y por consiguiente si dos hombres cualesquiera desean la misma cosa, que sin embargo, ambos a la vez no pueden gozar, se vuelven enemigos ... y en el camino de sus propios fines buscan des- truirse o someterse." 2 En el siglo XVIII Rousseau planteó el problema en términos más exac- tos. Distingue la desigualdad natural o física -establecida por la Natura- 1 ]OHN LOCKE, An Essay concerning the true original ertent and end of civil government, en "Of Civil Government" Ed. Everyman, London, 1936, p. 118. 2 THOMAS HoBBES, Leviathan, ed. Everyman, London, 1936, p. 118. Esta revista forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx DR © 1949. Universidad Nacional Autónoma de México Escuela Nacional de Jurisprudencia

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LA IDEA DE LA MUERTE Y EL PRINCIPIO DE LA IGUALDAD HUMANA

Por el Dr. Roberto A. M. TERAN LO­MAS, Miembro del Instituto Argentino de Filosofía Jurídica .v Social.

La Filosofía política del siglo XVIII consideró como principio incon­cuso la igualdad humana, aceptando y desarrollando la tesis de los con­tractualistas del siglo anterior.

J ohn Locke ( 1632-1704), al referirse al "estado de naturaleza", lo considera, además de estado de libertad, como estado de igualdad en que todo el poder y la jurisdicción son recíprocos, en el cual nadie tiene más que otro, no habiendo nada más evidente que el hecho que las cria­turas de una misma especie y categoría, nacidas promiscuamente a las raismas ventajas de la N aturaileza, y al uso de las mismas facultades, deben ser iguales entre sí. 1

Thomas Hobbes (1588-1789) expresa que la Naturaleza ha hecho a los hombres iguales en las facultades del cuerpo y de la mente. Por su­puesto que en el sistema del Leviathan esta igualdad no conducirá al bien. De la igualdad de facultades surge la igualdad de esperanzas en la obtención de los fines. "Y por consiguiente si dos hombres cualesquiera desean la misma cosa, que sin embargo, ambos a la vez no pueden gozar, se vuelven enemigos ... y en el camino de sus propios fines buscan des­truirse o someterse." 2

En el siglo XVIII Rousseau planteó el problema en términos más exac­tos. Distingue la desigualdad natural o física -establecida por la Natura-

1 ]OHN LOCKE, An Essay concerning the true original ertent and end of civil government, en "Of Civil Government" Ed. Everyman, London, 1936, p. 118.

2 THOMAS HoBBES, Leviathan, ed. Everyman, London, 1936, p. 118.

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leza, y que consiste en la diferencia de edades, salud, de fuerzas del cuerpo y de las cualidades del espíritu o del alma-, de la desigualdad moral o política, dependiente de convención, y establecida o autorizada por el consentimiento de los hombres, que consiste "en los diferentes privilegios que gozan los unos en perjuicio de los otros, como el ser más rico, más distinguido, más poderoso y aún el de hacerse obedecer." 3 Esta última desigualdad es la que combate. ¿ Son acaso iguales los hombres? ¿Qué entendemos por igualdad humana? Leonard W oolf considera que el pro­blema ha sido complicado por la ambigüedad de la proposición. ' Sin em­bargo, abstrayendo del maremagnum de ideas y opiniones, logra resumir el concepto de igualdad :

3 ]EAN ]ACQUES RoussEAu, Introducción del Discurso sobre el origen y funda­mento de la desigualdad entre los hombres.

4 El pensamiento jurídico moderno ha desbrozado la maraña y precisado el concepto de la igualdad, - bien delimitada como igualdad jurídica, igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades. Lo expresa con sigular precisión Luis Recaséns Siches. Como consecuencia del personalismo que centra el orden jurídico sobre la idea de la dignidad humana, se afirma la libertad individua~! y la paridad juridica de todas las personas. "Esta paridad jurídica implica: la igualdad de los derechos fundamentales (la vida, la libertad, la autonomía personal); y también lo que se llama igualdad ante la ley. Esta igualdad de derechos fundamentales no implica una igualación en cuanto a los derechos adquiridos, es decir, en cuanto a la situa­ción social y a la económica. Son patentes las enormes diferencias que entre los hombres existen por sus aptitudes y su aplicación at trabajo. Igualar a los hombres en un mismo nivel y en una uniformidad de vida sería superlativa injusticia, algo contrario a toda lógica y una máxima estupidez. Por encima de la igualdad de los derechos fundamentales y de la paridad jurídica ante la ley es necesario que el orde­namiento jurídico abra el camino para que las diferendas en cuanto a capacidad, en cuanto a virtud, en cuanto a esfuerzo de trabajo, y en cuanto a la calidad de las obras obtengan su reconocimiento o su transcripción proporcionalmente en las ven tajas sociales correspon1iientes que se otorguen a cada sujeto. Lo que exige el principio de la paridad jurídica es que las desigualdades en cuanto a beneficios sociales, posición económica, influencia, honores, etc., no se deban a la coerción, a privilegios tradicionales, a prerrogativas injustificadas, a engaños, a prácticas viciosas o al abuso de la debilidad de los demás sino que traduzcan proporcional­mente el valor de las diversas capacidades y el volúmen así como la ca1idad del esfuerzo desarrollado. Por ende, el derecho debe tener en cuenta aquellas dife­rencias que se eleven por encima del plano radical de paridad y que representen méritos contraídos por la persona, como sustrato de valores éticos y culturales o, dicho con otras palabras : las desigualdades humanas que toma en cuenta la con­cepción personalista son las que implican diversas concreciones de la libertad indi­vidual, esto es, las varias situaciones externas e internas en que ésta pueda darse. El derecho debe adscribir consecuencias jurídicas a esas desigualdades, pero sola­mente a ellas. Si el ordenamiento jurídico debe hacerse a cargo de esas diferencias, es precisamente porque debe tratar a todos con igual proporción; y, de tal suerte, debe tratar de modo desigual a los desiguales, con lo que cumple las exigencias de la paridad". Y concluye con estas palabras: "Trátase, pues, en suma, de orientar el ordenamiento jurídico de modo que se reconozca a cada hombre su esencia humana inalienable, y que se lleven a la práctica todas las eJcigencias que esto frae consigo, para que no se limite a una mera proclamación de •los principios, sino que se llegue a la realización efectiva de éstos". Vida humana, sociedad y derecho Z" ed. Méxi­co, Fondo de Cultura Económica, 1945, pp. 532-'533. No es otro el concepto de la

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a) En un derecho igual de toda clase social o individuo a la felicidad o a la libertad; y b) secundariamente, en el derecho a la igualdad ante la ley. 5

J. B. S. Haldane, teniendo en cuenta la misma ambigüedad apuntada, habla de la igualdad como de un dogma curioso, surgido históricamente como protesta contra instituciones como el rango hereditario. 6

Volviendo a Woolf, éste expresa que cuando los demócratas procla­maron que todos los hombres tenían un derecho igual e inalienable a la felicidad -goce de los derechos materiales y espirituales- echaron los fundamentos de una de las revoluciones sociales, políticas y psicológicas más grandes que ha conocido el mundo. 7 Ahora bien, semejante revolu­ción en el pensamiento humano tiene raíces hondas y profundas. La am­bigüedad apuntada de la proposición "todos los hombres son iguales" y su afirmación -pese a la inexactitud de su amplia formulación- "co­como comprobación de una realidad'', 8 tendrían su origen en su propia motivación psicológica, que este trabajo pretende contribuir a dilucidar. Dejamos desde ahora aclarado que no es nuestro propósito buscar el fun­damento filosófico o económico del principio de la igualdad.

Los textos constitucionales del siglo xvm, al concretar el principio de la igualdad, nos dan una clave interesantísima. La declaración de la Independencia de los Estados U nidos expresa que es verdad evidente por sí misma "que todos los hombres son creados iguales" ("We hold these truths to be self-evident: that al! men are created equal"). Y con preci­sión típicamente francesa el art. 2 de la Declaration des Droits de l'homme dice: "Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en sus derechos" ("Les hommes naissent et demeurent libres et egaux en droits").

Los hombres son creados iguales. Los hombres nacen iguales. Y Francis Bacon (1561-1626) en su Ensayo Sobre la muerte expresa:

igualdad ante la ley contenido en las Constituciones contemporáneas (por ejemplo, la Constitución Argentina, art. 16 ("La nación argentina no admite prerrogativas <le sangre, ni de nacimiento; no hay en ella fueros personales, ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley ... "), la de México, art. 12 (que veda la concesión de títulos de nobleza y prerrogativas y honores hereditarios), y la de Estados Unidos, (Enmienda 14, sección 1), que prohibe a los Estados negar a cual­quier persona dentro de su jurisdicción la protección igual de las leyes).

5 LEONARD WooLF, After the deluge, ed. Pelic:.m, Harmondsworth, Middlessex, 1937, p. 154.

6 J. B. S. HALDANE, The inequality of man afJd other essays, ed. Pe!., H. M., 1937, p. 23. (Hay traducción castellana.) V. También lo expresado por SEBASTIÁN SoLER, Ley, historia y libertad, ed. Losada, BS. AS., pp. 60-61.

7 WooLF, op. cit., p. 155. 8 SoLER, op. cit., p. 61.

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"Es tan natural morir como nacer." 9 Enlaza así genialmente -previen­do una relación de igualdad- el comienzo y el final de ·~ta extraña y accidentada historia" 10 que constituye la vida humana. Pero, ¿cómo llegó el entendimiento humano por lo menos en cuanto se refiere a nues­tra cultura occidental- a poner en relación de igualdad· al nacimiento con la muerte? Por el segundo de los términos. Woolf dice: "Que un siervo tuviese igual derecho a la felicidad que un caballero, hubiese pa­recido una idea fantástica en la Edad Media."11 Sin embargo, hubo quien se atrevió a exponer esta "idea fantástica", dando por ella su vida: J ohn Ball, el sacerdote que condujo a la revuelta a los campe~inos en Ingla­terra en el siglo XVI, había preguntado sagazmente :

"¿Cuando Adán cavaba y Eva hilaba, Quién era entonces el gentilhombre!". 12

Esta proclamación de la igualdad humana tuvo su fuente inmediata en Inglaterra en el Poema de Pedro el Labrador (Piers Plowman). Lan­gland -si tal fué el nombre del poeta- pone en boca de su simbólico labrador un apóstrofe a los caballeros : les dice que sean suaves y con­descendientes como terratenientes y señores; les emplaza a no tratar du­ramente a sus siervos. Dice en palabras henchidas de significado : " ... aunque sea tu inferior aquí, puede suceder que en el cielo esté colocado más alto o en mayor felicidad que tú salvo que obres mejor y vivas como debas. Porque en el osario de la iglesia es difícil distinguir a un hombre de otro, a un caballero de un villano: tómalo bien en cuenta en tu cora­zón". 18 He aquí sentado con claridad meridiana el principio de igual­dad ante la muerte. Y si ante la muerte, las desigualdades de clase y condición no valen, esta circunstancia y la observación del fenómeno na­tural del nacimiento, igual para todas las personas, conduce a entrever una fundamental relación de igualdad entre todos los hombres, no sólo con respecto de su muerte, sino también con respecto de su nacimiento. Los hombres mueren iguales; luego, nacen iguales (concepto señalado por Bacon). Y es éste último principio el que fué consagrado en la De-

9 FRANCIS BACON, Essays, ed. Everyman, London, 1936, p. 7. 10 WILUAM SHAKESPEARE. As you like it (Como gusteis), acto II.

11 Woou, op. cit., p. 155. 12 Cit. por Hojn Lingard, en Ernest Rhys, The Growth of PolitictJl Liberty.

A Source of History the English People, vol. 1, ed. Everyman, London, 1934, pp. 230 y s. s. Véase al respecto, nuestro trabajo Las condiciones sociales en Inglate­rra en el siglo XIV, ilustrada por Piers Plowman, en Revista Mexicana de Socio­logía, año VIII, vol. VIII, N• 3 (Sep.-dic., 1946), pp. 389 y s.

13 V. Nuestro trabajo cit., p. 397.

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claración de Independencia y en la Declaración de los Derechos del Hombre.

La idea expresada en el Poema de Pedro el Labrador no es una idea aislada; se trata de una manifestación del pensamiento general de su tiempo, el ocaso de la Edad Media. En el siglo XIV el hombre medio­eval sufría lo que Petranca había denominado la acedia -el dolor del mundo- 14 J ohannes Bühler considera que la estatua del siguo XIV,

existente en uno de los portales de la catedral de Worms, simboliza en la forma más plástica la concepción medioeval de la cultura. "Se trata de una figura femenina que representa al mundo. Vista por delante es una mujer rozagante y llena de encantos, pero por detrás trepan por su es­palda, desde sus pies hasta la nuca, toda un serie de horribles sapos y culebras". Acechan tanto la muerte física como la muerte del alma -el pecado-, y éste "detrás de todo lo que hace la vida más agradable". 15

Al temor suscitado siglos atrás con la proximidad del milenio, había seguido el siglo XIV la visita que al Mundo hiciese la Muerte: la Peste Negra, que el siglo XIV se grabó en tal forma en la mente europea, que la idea de la muerte fué el pensamiento predominante por dos siglos y medio. 16 Súmese a esto la exacerbación del fanatismo religioso, la In­quisición, la persecución de brujas, herejes y judíos, el temor del Juicio Final, que "con sus terrores, se mantenía siempre en presencia del pe­cador en potencia, de la misma manera que la horca se tenía delante para advertencia del criminal en ciernes"; el hambre, los asedios, las invasiones piratas, la miseria. Y en el siglo xv ya estamos en plena crisis de la Edad Media, como dice José Luis Martínez: período de inseguridad, de quie­bra de valores, de violencia, con sus reacciones: por una parte, un ex­tremado apetito de placeres sensuales, y por la otra, "una persistencia en el recuerdo y en la presentación macabra de la muerte". 16• Todo se

14 \VrLHELM DILTHEY, Hombre y mundo en los siglos XV y XVI, trad. E. Imaz, ed. F. C. E. México, 1944, p. 33.

15 ]OHANNES BüHLER, Vida y cultura en la Edad Media, trad. W. RocEs, ed. F. C. E., México, 1946, p. 47.

16 Al respecto, v. GEORGE MACAULA Y TREVELYAN, Historia política de Inglate­rra, trad. R. G. lgelsia, ed. F. C. E., México, 1943, pp. 170-180, y del mismo autor HIStoria social de Inglaterra, trad. A. ALVAREZ BuYLLA, ed. F. C. E., México, 1946, especialmente, p. 305; F. W. TICKNER A social and industrial history of England, ed. Arnold, London, 1937, pp. 149-159; BÜHLER, op. cit., p. 128; y nuestro trabajo cit., p. 399.

16' CESARE FoLIGNO, Literatura vernácula, en El legado de la Edad Media, de la Universidad de Oxford, ed. bajo la dirección de C. G. Crump y E. F. Jacob, Madrid, 1944. V. BÜHLER, op. cit., pp. 301 y ss.; y JosÉ Lurs MARTiNEZ, El concep­to de la muerte en la poesía española del siglo xv, en Del cristianismo y la Edad Media. Trabajos de historia, filosofía, literaria y artística, por Leopoldo Zea y otros, ed. El Colegio de México, México, 1943, pp. 74, 75 y 81.

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complementa armónicamente. Es así que Martinez dice que la peste negra es la causa incial, pero no capital -dada la predisposición- de la literatura macabra. Refiriéndose a la peste, dice: "Ella pudo haber traído esa constancia de la representación fúnebre y el espanto ante la muerte. La inminente e imprevista cercanía de la muerte agudizada por la peste, provoca. en los hombres el deseo de gozar apresuradamente una vida que se les escapará pronto ; y esto mismo suscita las primeras representado~ nes de la muerte en forma de Danza, que tendrán originariamente una función doctrinaria, surgida de los clérigos. Sin embargo, es la condición interna del siglo la que determina fundamentalmente a la Danza. El mie· do a la vida que atraviesa la época, el sentimiento de desilusión y de falta de ánimo y valor, la justifican ... El espanto y la desesperación que em­bargan las vidas apasionadas de aquellos hombres, es la más justa razón dt: la existencia de la Danza de la Muerte". 17• Agreguemos: y de toda la restante literatura cuyo eje lo constitye la idea de la muerte.

En consonancia con todo este fondo espiritual, tomó extraordinario incremento la filosofía estoica. Se produjo así una verdadera recepción del pensamiento estoico. Particularmente se escuchó la voz de . Séneca ; "Para no temer a la muerte, piensa siempre en ella" (aunque no debemos olvidar que en el ocaso de la Edad Media, el pensamiento de la muerte se volvió obsesión y terror). :'En este mar tan proceloso y expuesto a todas las, tempestades no hay ningún puerto para los navegantes, sino la muerte". Séneca reconoció la dignidad del hombre en cuanto tal, aplicando este principio aun con referencia a los esclavos. El alma buena, grande, puede encontrarse, dice, tanto en un caballero como en un esclavo o en un liberto. Aunque el cuerpo del esclavo se encuentra sujeto, "su alma permanece dueña de su destino propio". Séneca proclama expresa­mente el principio de la igualdad ante la muerte. En su Tratado De Consolación dirigido a Polibio, dice : "¿ Quién hay de tan soberbia y desenfrenada arrogancia que en esta inevitable necesidad de la natura­leza (que produjo todas las cosas a un mismo fin) pretenda que él y los suyos hayan de ser exentos, queriendo libertar alguna cosa de la ruina que amenaza a todo el orbe? Será, pues de grande consuelo pensar cada uno que le sucede lo que padecieron todos los que pasaron, y lo que han de padecer los que vinieren; que hizo más acerbo, porque la igualdad sirviese de consuelo en las asperezas del hado". 18

17 MARTÍNEZ, op. cit., pp. 63 y 75. 18 SÉNECA, Tratados morales, ed. Espasa, Austral, BS. AS., 1943, especial­

mente pp. 143-144. V. también RoooLFO MoNDOLFO, El pensamiento antiguo, t. 2, ed. Losada, Bs. As., 1942, pp. 191·193; y MAlÚA ZAMBRAl'rO, El pensamiento vivo de Séneca, ed. Losada Bs. As., 1944.

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Pero mientras Séneca articula dos principios : la dignidad humana, y la muerte con destino de todo hombre, es el segundo elemento el que prima en el pensamiento del ocaso medioeval. Y de él es extraído el principio de la igualdad humana en la forma expresada en el Poema de Pedro el Labrador.

También se hizo notar la influencia del poeta Lucrecio. Pero para éste la muerte aparece más como libertadora. "Nada hay más temible eme la muerte, ya que lo que no es no puede ser desdichado, por lo mismo que la vida mortal nada ofrece al que la muerte inmortal ha liberado, así como si jamás hubiese nacido". 19 La consecuencia surge por sí sola: si nada puede ofrecer la vida mortal a quien la muerte ha libertado, ¿cuál es el valor último del poder, el rango o las riquezas?

Ahora bien, el principio de la igualdad estaba sentado claramente, con raíces en el Antiguo Testamento, 20 en la doctrina cristiana. En el Ser­món de la montaña, Jesucristo enalteció a los humildes, a los pobres de espíritu, a los sufrientes, a los de corazón puro, a los pacificadores, a los perseguidos : de ellos será el reino de los cielos. 21 Y Jesucristo sienta el principio de la fraternidad humana: "Debes amar a tu prójimo como a ti mismo." 22 En consonancia con estos principios, Severino Boecio (fines del siglo v a comienzos del siglo VI), hace decir a la filosofía que todos los hombres son iguales por ser hijos de un solo padre, que es Dios, y que por consiguiente no hay noble sino el virtuoso, ni villano sino el vicioso. 23

Y apuntando en la dirección en que desembocaría el pensamiento medie­val, en Inglaterra, Santo Tomás Becket (1119-lí70) había dicho: "La c:1sa de Dios no será negada a ningún hombre." 24 Es que la afirmación de la igualdad fundamental de todos los hombres es una de las n0tas dis­tintivas de la civilización cristiana. 24 a

Pero estos principios fueron oscurecidos durante la Edad Media por el sistema del feudalismo y su consecuencia inevitable, la servidumbre

19 V. La interesante nota de DIÓGENES HERNÁNDEZ, El poema de la naturale::a de Tito Lucrecio Cm·o, en Histonium, Es. As., año VIII, N• 94, marzo de 1947, p. 148.

20 " ... porque polvo eres y a polvo retornarás" (Génesis, III, vers. 19). 21 San Mateo, cap. v, vers. 3 a 10. 22 San Mateo, cap. XXII, vers. 39. 23 SEVERINO EoECIO, La Consolación de la Filosofía, trad. fr. Alberto de

AGUAYO, ed. Espasa, Austral, Es. As., 1943. V. especialmente el tercer libro, metro sexto.

24 RHYS, op. cit., Introducción, p. VIII y nuestro art. cit., p. 397. 24a Pensamiento de Maritáin y Ducatillón. V. los Estudios de Filosofía del

Derecho de Lms RECASÉNS SICHES, obra conjunta con la Filosofía del Derecho de GIORGIO DEL VECCHIO, 3• ed. UTEHA, México, 1946, tomo I, p. 495.

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-como lo habían sido antes por. el poder de emperadores y dignatarios romanos-. Al respecto conviene recordar la prevención. de Tawney, de que durante la Edad Media, la iglesia oficial no se extendió demasiado en el desarrollo de las doctrinas de Jesucristo : los abades y obispos eran también señores feudales, y tenía muchos siervos en sus propiedades. 25

Por este mismo oscurecimiento, fué precisamente la reflexión de Sé­neca sobre la muerte la que más incidió sobre el pensamiento medieval, favorecida esta incidencia por todas las circunstancias apuntadas más arri­ba. Después del tremendo impacto de la peste negra, la idea de la muerte quedó grabada en forma vívida e imborrable en la mente del hombre me­dieval. Y lo mismo que los poetas clásicos : Lucrecio, Horado, habían hecho filosofía con sus versos, fueron los poetas los que reflexionaron filosóficamente en el ocaso de la Edad Media sobre la terrible y descarnada imagen de la muerte, y sobre la caducidad del poder, la gloria y la belleza terrenales.

Ya hemos citado el agudo pasaje del Poema de Pedro el labrador. No fué su autor el único poeta que pensó profundamente -con el alma­la idea de la muerte. Se trata de lo que Montoliú llamó "una manera de ver general de todo un ciclo del pensamiento europeo". 26 A través de los siglos xrv, xv y xvr, se suceden los poetas que en versos plenos de sentido expresan la caducidad de las cosas terrenas, y de cómo la muerte llega para todos los hombres sin distinción de posición ni clase social.

Señala Huizinga que la imagen de la muerte del ocaso de la Edad Media sólo recoge, del gran complejo de ideas que se mueve en torno a la muerte, la apuntada caducidad de la vida ; y precisa la subdivisión en tres temas de las lamentaciones por el término de las glorias terrenales : "¿Dónde han venido a parar aquellos que antes llenaban al mundo con su gloria?" ; "el motivo de la pavorosa consideración de la corrupción de cuanto había sido un día belleza humana"; y "el motivo de la danza de la muerte, la muerte arrebatando a los hombres de toda edad y condición". 27

Conviene recordar, a efectos de dar el debido relieve a toda la exposición subsiguiente, el concepto ef{presado por José Ferrater Mora: "la muerte caracteriza a la idea del hombre en una medida, que, en rigor, el hombre es hombre por el hecho, mejor aún, por la posibilidad de terminar su existencia por su muerte propia". Considera el autor citado, a la muerte e

25 R. H. TAWNEY, Religion and the rise of capitalism, ed. Pe!., H. M., 1938, pp. 67-68; v. también BüHLER, o p. cit., pp 132-133 y nuestro trabajo cit., p. 398.

26 MANUEL DE MoNTOLIÓ, Literatura castellana, ed. Cervantes, Barcelona, 1930, p. 164.

27 J; HurziNGA, El otoño de la Edad Media, ed. Revista de Occidente Argen­tina, pp. 282 a 284.

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individualización como coincidentes, o por lo menos paralelas, y en este orden de ideas concibe al hombre como "el ser que muere, el ser cuyo morir es inherente a su vida o determina el curso de ésta". La muerte humana "proyecta al hombre fuera del ámbito de la especie". "Al morir, y precisamente en tanto que ha concluído su vida, el hombre queda fue­ra de la especie, del clan de la sociedad, y aun de todo círculo, porque ha podido convertirse definitivamente en persona. La muerte humana ha hecho tanto como la humanidad del hombre, la personalidad de la persona. Y por eso el morir no es para el hombre una manera de ser, sino que es literalmente todo su ser." Todo esto será intuído genialmente en el ocaso de la Edad Media, al percibir a la muerte como inherente al hom­bre como tal y su incidencia sobre la vida humana -poniéndole término­sin hacer distingos fundados en las diferencias sociales, que, precisamen­te ante la muerte, pierden el valor convencionalmente atribuído a las mismas.

A la luz de estas ideas, pasamos a la exposición de los tres motivos señalados por Huizinga. El primero-"¿ Dónde han venido a parar aque­llos que antes llenaban el mundo con su gloria?"- es antiguo, con rami­ficaciones en el paganismo helénico, en los padres de la iglesia, en el Islam. 28 Aclara que la última Edad Media vive una particular predilec-

28 Por ejemplo, el poeta persa ÜMAR KHAYYÁM, muerto en 1123, en los poemas de su Rubaiyat, expresa que no en vano la substancia humana ha sido tomada del barro: así, el que la ha laborado sutilmente puede hacerla volver a su primtivo estado (LXI). En consonancia con esto, en la morada de la vida, cuyas puertas son la noche y el día, sultán tras sultán con su pompa, para una hora o dos, y sigue su camino (XVI). Pero ÜMAR encuentra una solución- solución de huida:

Aquí con un pan debajo del árbol, Una jarra de vino, un libro de versos, y Tú Junto a mí cantando en el desierto, y el desierto será el paraíso. (xr.)

y de acuerdo con esto aconseja :

Llenad la copa/ ¡Qué importa repeti1· que el tiempo vuela bajo nuestros pies? Ayer no eras nacido; maiiana morirás, Sea dulce el momento de tu vida. (xxxvn.)

La obra de este poeta persa fué conocida en Europa el siglo pasado a raíz de la traducción inglesa de EnwARD FITZGERALD (1809-1883), de cuya primera versión hemos tomado, en traducción propia, nuestras citas. Vestido con el fatalismo oriental, se repite aquí el mismo tema de la falta de sentido de la vida que surge a través de la literatura del ocaso de la Edad Media. Pero ÜMAR resolvió su problema en forma que resulta parte un tónico, parte un opio, al decir de U NTERMA YER: con la filosofía del "vino, mujeres y canto", reflexionando especialmente que el vino es un amigo de más confianza que consuela más que todos los filósofos. The Rubaiyat of Omar Khay}•ám". traducido por Edward Fitzgerald, ed. con introducción de Lours UNTERMAYER, N"ew York, 1941.

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cl6n por el· tema. Cita los hexámetros latinos de Bel'llllriiO ·:4ij :U orla y: (1140), los versos atribuidos a Jacopone de Todi, los pOdDiu de Des-· champs y Olivier de la Marche, el sermón de Gerson, el tratrldo de Dio-· nisio Cartujano .. Pero sefiala que el nuevo acento lo pontrF~is Villon ( 1131-1463) . Los autores anteriores, al formular la pregunta ·"¿·Qué fué ?" "Ubi sunt ?" inquirieron que fué Aristóteles o de César, de Salomón o de Sansón, de Demóstenes o del poder de Roma. Pero Villon -con el mismo acento de Langland, por otra parte anterior en un siglo- genera­liza. En el fin aguarda la muerte, no hay escape posible :

Sages et folz, prestres et laiz, Nobles, villains, la ges et chic hes, Petz et grans, et beaulx et laiz ..• M ort sa-isit sans exception.

Es conocido el estribillo de la Ballade des dames du tettJps jadis;

Mais ou sont les neiges d'antanf

Pero nos interesa mucho más para destacar el sentido,igualitario de la muerte, lo que Huizinga considera manifestación de ironía, cuando en medio de la enumeración de reyes y magnates de su tiempo, Villon se re­fiere a:

... le bon ro y d' Espaigne Duquel je ne say pas le nom! 19

Tanto pudo la muerte que del rey -al igual que del más humilde siervo-- no se conservó ni tan siquiera el nombre ...

Numerosos fueron los poetas de la época que prosiguieron utilizan­do como leitmotiv el "Ubi sunt ?" Skelton, en Inglaterra; en España, entre otros, López de Ayala, Santillana, Gómez Manrique y sobre todo, Jorge Manrique (1440?-1479), en sus inmortales Coplas a la muerte de su padre.

En la tercera copla encotramos el motivo de la Danza de la Muerte: se concibe a ésta democrática e igualitaria. Pero Manrique ha superado el terror. Dice José Luis Martínez que es un "poeta renacentista por su contenido y su impulso vital." "Supera el temor de la muerte y la concibe

29 HuiZINGA, op. cit., pp. 193 a 1935 V. Laurence Bisson, A short History of French Literature, ed Pe!., H. M., 1945, pp. 29 a 31.

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como consolador, como término del viaje que es la vida"; es así como el tema de la muerte alcanza un remanso de tranquilidad en la poesía de Manrique:

Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí van los ríos caudales. allí los otros medianos y más chicos, y llegados son iguales los que viven por sus 1nanos y los ricos.

Dice Martínez: "Un largo cortejo de poderosos desfila por las coplas arrastrando la memoria de su poder trastornado : Papas, emperadores, prelados, son tratados por la muerte igual que los humildes labriegos. La vida corre --como los ríos al mar- inexorablemente a la muerte. En ella paran iguales tanto los poderosos como los humildes". Todo se pierde, linaje, nobleza, estados y riquezas. 30 Y dice Augusto Cortina: "Y la muerte se acerca en silencio. Si llama a nuestra puerta, todo es en vano. La devastadora implacable sabe igualar a Papas, reyes y arzobispos, con humildes pastores." 31

A su vez, el poeta catalán Ausías March destaca el sentido igualitario de la muerte: "O mort, qui tols a tots vivants la vida". sta

El tema de la muerte, que no distingue las condiciones sociales, fué recogido en pleno Renacimento por el poeta escocés William Dunbar ( 1460 ?-1520 ?) , cortesano y amante de la vida, pero que en su Lamen­to por los maestros dió rienda suelta a la opresión que la idea de la muerte le causaba. 32

Reproducimos a continuación algunas estrofas de Dunbar.

30 MARTÍNEZ, op. cit., pp. 70, 99 a 102. 31 AuGUSTO CoRTINA, Introducción a la Obra Completa de Jorge Manrique,

ed. Espasa, Austral, Bs. As., 1940. 31' MoNTOLIÚ, El alma de España en la Edad de Oro, ed. Cervantes, Barce­

lona, s. f., p. 407. 32 C. LINKLATER THOMSON, English Literature, part. n, London, s. f.

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Nuestro placer aquí es vana gloria, el falso mundo es transitorio, la carne débil, el demonio astuto, Timor mortis conturbat me. A la muerte van todos los estados: Príncipes, prelados y potentatfos: Ricos y pobres de todos los grados, Timor mortis conturbat me. Toma a los caballeros en la lista, Armados con casco y escudo, Victorioso es en toda lucha, Timor mortis conturbat me. Toma el campeón que sitia, Al capitán encerrado en su torre, A la dama rozagante en su vergel, Timor mortis conturbat me. N o perdona al señor por su poder, Ni al sabio por su inteligencia. A su golpe atroz nadie escapar puede: Timor mortis conturbat me.

En el ocaso de este poeta no nos encontramos ante la nota suave y melancólica de Villon ni ante el dolor mesurado de Manrique -que uti­lizó el tono menor de las coplas-. N os encontramos en cada estrofa, luego de una ejemplificación de la irrelevancia del poder, la gloria o la belleza, el estribillo en latín : "timor mortis conturbat me", que resuena como un poderoso golpe de maza, más aún como la campanada de un teloj arcano que estuviese contando las horas de la vida. Nos imaginamos al autor en la íiebre de la composición : enuncia la caducidad de las glo­rias terrenas, ejemplifica, pero, recuerda a cada instante que el mismo destino le espera a él, y confiesa, golpeándose el pecho, que lo turba el temor de la muerte: "Timor mortis conturbat me". Es una de las más grandes explosiones de sinceridad que registra la literatura, que adquiere más relieve aún por el empleo de graves palabras latinas que contrastan con el suave discurso vernáculo. Villon pregunta qué fué de las nieves de antaño, o de aquel rey de España de quien ni el nombre se recuerda, o expresa que la muerte acecha a todos sin importarle su condición. Man­rique observa cómo insensiblemente se va la vida y viene la muerte -tan ca­llando-, como los ríos que van al mar, y pregunta que fué de las glorias terrenales, del rey don Juan o los infantes de Aragón. Pero estos poe-

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tas no temen la muerte. Manrique parece esperarla, más aún, buscarla. Lo dice en sus últimos versos :

¡Oh mundo! Pues que nos matas fuera la vida que diste toda vida; más según acá nos tratas, lo mejor y menos triste es la partida ...

Pero cada ejemplo que piensa Dunbar le arranca la confesión, que le desgarra el alma, de que le turba el temor a la muerte. Precisamente porque Dunbar es de aquellos hombres del Renacimiento que aman la vida como tal --como jamás fué amada en la Edad Media-. Diría Groe­ihuys que es la mentalidad burguesa que afirma la vida pero que tiem­bla en el lecho de la muerte. 33

La idea de Langland, Villon, Manrique y Dunbar perdura hasta lle­gar a Byron en pleno Romanticismo. Y a veremos más adelante su infe­rencia en Cervantes, Calderón y Quevedo. La expone Bossuet en sus sermones: la muerte aniquila todo, la grandeza, el poder, el imperio, los grandes y los pequeños de la tierra. Y exclama: "O Dios, yo adoro ese brazo soberano que destruye de un solo golpe." 34 Agregaríamos nosotros: e iguala. 35

El segundo motivo que expresa Huizinga es el de la pavorosa con­sideración de la corrupción de cuanto había sido un día belleza humana. Dice : "¿ Qué queda de toda la belleza y la gloria humana? El recuerdo, un nombre. Pero la melancolía de este pensamiento no basta para satis-

33 BERNHARD GROETHURS en, La conciencia burguesa, trad. JosÉ GAos, ed. E. F. C., México, 1943, parte n, pp. 73 y ss.

34 GROETHUYS en, op. cit., p. 86. 35 Los poetas siguen expresando la idea a través del tiempo. THOMAS GRAY

(1716-1771) en su Elegía escrita en un cementerio de aldea, expresa que no debe la ambición escarnecer la útil tarea de los labradores ni su destino obscuro, ni escuchar la grandeza con sonrisa desdeñosa "los breves y simples anales de los pobres". Porque:

El alarde de blasones, la pompa del poder, Y toda la belleza, todo lo que la riqueza dió Espera igual la hora inevitable: Los caminos de la gloria conducen sólo a la tumba.

Y más modernamente, en su ThanatoPsis, WILLIAM CuLLWN BRYANT (1794-1878), expresa que cada uno ocupará su celda en las mansiones silenciosas de la muerte. V. ANDREW LANG, History of English Literatltre, ed. Longmans, London, 1928, p. 562.

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facer la necesidad de horror que se siente ante la muerte. Para ello mírase los hombres de aquel tiempo en un espejo, que causa un espanto más visible: la caducidad en breve tiempo, la corrupción del cadáver". Re­cuérdese como ilustrativo de esto la estatua de Worms a que hemos he­cho referencia más arriba. Huizinga multiplica los ejemplos de este con­cepto, que influenciara la literatura, la pintura y la escultura del período. 88

A este respecto no podemos menos de recordar uno de los más hermosos sonetos de Petrarca:

Chi vuol veder quantunque puo natura, e il cel tra noi, venga mirar costei, eh' e sola un sol, non pur agli occhi miei, ma al mondo ceco que virtu non cura.

Y luego de invitar a contemplar a Laura previene:

E venga tosto, perche morte jura Prima i migliori e lascia star i rei; Questa, aspettata al regno degli dei, e osa bella e mortal, passa e non dura.

Reflexiona así sobre la caducidad de la belleza_ terrenal. Y prosigue ensalzando la belleza que contemplará quien venga a ver a Laura, si llega a tiempo. Y delicadamente, imaginando aun contra sus deseos la corrup­ción que sobrevendrá al maravilloso cuerpo de Laura, cierra el soneto con la prevención :

Ma si piú tarda, avra de pianger sempre.

Sin describir el cuadro, con esa reticencia genial de los poetas, nos conduce ante él.

Aun perdura este motivo en los hombres del Renacimiento. Pero en algunos de ellos ya con otro sentido. Edmund Spenser (1552-1598) -lle­vado precisamente por su fe religiosa- presenta el cuadro en su poema sobre el amor y la belleza, y el amor y la belleza celestiales: "El delicioso tinte blanco y bermejo que colorea las mejillas se borrará. Esas dulces hojas de rosa tan delicadamente extendidas sobre los labios se marchita­rán y caerán para tornarse a lo que eran, barro corrompido. Esos cabellos de oto, esos ojos que brillan como estrellas refulgentes, volverán a con-

36 HurzrNGA, op. cit., pp. 195 y ss., la idea sobrevive en la misma forma me­dieval en los sermones de la edad moderna. v. GROETHUYS en, op. cit., especialmente p. 92. También la expresa DuNBAR, y en el siglo pasado la recoge EooAR ALLAN PoE (1809-1849) en uno de sus poemas, en el cual habla de la tragedia Hombre cuyo héroe es el Conquistador Gusano (The Conqueror Worm).

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vertirse en polvo y perderán su hermosa luz". Pero por medio de la fe supera el cuadro de horror y se recrea en el triunfo del espíritu : "Pero la hermosa lámpara, cuyos celestes rayos encienden el fuego de los aman­tes, esa no se extinguirá ni amortiguará nunca, sino que cuando el aliento vital expire, volverá a su planeta nativo : allí arriba nació, y no puede morir, como partícula que es del más puro de los cielos." 37

El tercer motivo que señala Huizinga es el de la Danza de la Muer­te, la muerte que arrebata a los hombres de toda edad y condición. La fuente primera es el Dit des trois morts et trois vifs, en que se sub­raya la vanidad de las cosas humanas. Pero, como dice José Luis Martí­nez, "Las danzas, al puro sentido ejemplificativo, agregarán la prédica moral, la exhortación y un sentido de venganza contra los poderosos, que la muerte se encarga de consumar". 88

La Danza francesa es del siglo XIV, la española de la primera par­te del siglo xv. Esta de autor anónimo. Reflexiona Martínez que podría ser que el autor --que escribió en tiempos en que los literatos firmaban sus obras: Mena, Santillana, Manrique, etc.- omitiese deliberadamente su nombre por la aguda y corrosiva crítica social contenida en la obra. 89

La Muerte -"Muerte cierta" la llama la danza española- invita a todos a la danza. En las palabras mismas: "llama o requiere a todos los Estados del mundo, a que vengan (a la muerte) de su buen grado o contra su voluntad". 40

En las danzas, aparte de la queja por la fugacidad de los bienes te­rrenales, se ponen de relieve los sentimientos de rebelión y odio suscita­dos por las riquezas de los poderosos. La Muerte resulta, así ejecutbra de una inconfesada venganza, como bien lo pone de relieve Martínez. El llamado a todos a danzar, consuela a los humildes. La danza de la muerte, en la que participan: Papa, emperador, arzobispo, rey, monje, rabino, la­brador, alfaquí, todas las clases sociales, todas las religiones, resulta una aspiración hacia la justicia social. Dice Martínez: " ... los hombres del siglo xv viven enfangados en su sensualidad y en su violencia, pero no han perdido la conciencia de ella: son capaces de revolverse contra ellos y levantar su protesta; tienen la aspiración a un mundo gobernado por hombres probos en donde impere la justicia social. Y es precisamente a la muerte a quien se le delega de realizar esa abandonada justicia social;

37 V. HrPÓLITO TAINE, Historia de la Literatura Inglesa, trad. l. DE CAso, ed. Americaines, Bs, As. 1945, p. 158.

38 HurziNGA, op. cit., pp. 193 y 202; MARTÍNEZ, op. cit., p. 63. 39 MARTÍNEZ, op. cit., pp. 64 y 66. 40 HurziNGA, op. cit., p. 204; MARTÍNEZ, op. cit. p. 66.

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a ella se le encarga la justicia --o la venganza- de todos los desmanes de los poderosos". Y puntualiza el autor citado el sentido de la danza de ia muerte. "La danza, según la intención misma del poema, quiere ser un espejo alegórico de la vida, en donde se proyecte, de pronto, el fin de los hombres representados en sus castas por los distintos personajes que son llamados a danzar, es decir, a morir. La vida es, pues tomada, aquí como una danza, lo que equivale a decir, una farsa, en donde lo único verdadero es la inexorable Muerte que llegará a invitar a su danza a todos Jos hombres ... Dice la Muerte: "a la danza mortal venid los nacidos, lo que equivale a decir: la muerte es cual una danza, y la danza es un vér­tigo, un frenesí, un remolino que arrastra hacia el misterio a todos los hombres que llama la muerte . . . La vida es una danza, la danza es una vida; la danza tiene un término ineludible: la muerte. La vida, es en­tonces, una danza hacia la muerte." 41 Es sumamente interesante el nom­bre de la danza española: Danza General. La danza es para todos. Dice Cortina: "Hay democrática y chocarrera satisfacción en el aserto de tal obra: poderosos y humildes danzarán cuando la Muerte lo mande". El hombre se transforma en gusanos y polvo; la Muerte -Cortina la de­nomina igualadora- señorea a los hombres. Es de este pensamiento --que el autor citado califica "rudamente igualitario"- que surge la idea de la danza de la muerte, danza general o danza macabra. 42

Dice Huizinga, en concordancia con todo esto, que se enlaza así la advertencia de la caducidad y la vanidad de las cosas terrenales, con "la lec­ci6n de igualdad social ante la muerte". 43

Y enlaza con la misma idea de la danza de la muerte, el pensamiento contenido en la moralidad o auto Everyman, de extraordinaria popula­ridad en Holanda, Inglaterra y los países de bajoalemanes. El protagonista, simbólico del destino humano, se denomina "Everyman", es decir: "Todo hombre. La humanidad se representa por una sola persona: ergo, ninguna diferencia cualitativa existe entre los seres humanos". 44

Y la idea de la igualdad ante la muerte prendió en forma extraordi­naria en el espíritu de los pueblos: lo atestigua la extraordinaria popula­ridad de las danzas de la muerte y de Everyman. Y en Francia, en París mismo pese a todas las desigualdades sociales, se consagró en la práctica la idea de igualdad social ante la muerte, en el Cementerio de los Inocentes, el preferido por todos, cualquiera fuese su clase social. Pobres

41 MARTfNEZ, op. cit., pp. 75, 80, 81, 99 y 77. 42 V. el prólogo citado de CoRTINA a la Obra Completa de Manrique. 43 HUIZINGA, op. cit., 204. 44 THOMSON, op. cit., pp. 132-133.

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y ricos descansaban allí unos junto a otros, aunque no por mucho tiem­po, pues el espacio para enterramientos, en el cual tenían derecho de se­pultura veinte parroquias, era tan solicitado que al cabo de algún tiempo eran desenterradas de nuevo las osamentas y vendidas las lápidas sepulcra­les .... Los cráneos y las osamentas eran amontonadas luego en los osa­rios que había encima del pórtico, que rodeaba el cementerio por tres lados. A miles yacían allí, desnudos y patentes, predicando la doctrina de la igualdad universal." 45

En el siglo XVI estaba definitivamente sentada la noción de que para la muerte no había distingos. Y la idea estaba tan arraigada en la mente del pueblo, que cuando Cervantes la quiso expresar, no la puso en boca de Don Quijote, sinQ en la de Sancho, quien en medio de una de sus acostumbra­das retahilas de refranes, dichos y sentencias, exclama llanamente: " ... y al dejar este mundo y meternos la tierra adentro, por tan estrecha senda va el príncipe como el jornalero: y no ocupará más pies de tierra el cuerpo del Papa que el del sacristán, aunque sea más alto el uno que el otro; que al entrar en el hoyo todos nos ajustamos y encogemos, o nos hacen ajustar y encoger, mal que nos pese, y a buenas noches" (Don Quijote, parte 2:.t capítulo 35).

Todos los hombres son iguales ante la muerte. Y en el Siglo de Oro la idea tuvo, además de Cervantes, calificados expositores, en Calderón de la Barca y Quevedo. Calderón, en su auto sacramental El gran tea­tro del Mundo, recoge, al decir de Valbuena Prat, el tema de la danza de la muerte, aunque hace representar al mundo la parte activa de la muer­te. Y he aquí lo que es sumamente interesante. El mundo proporciona a los personajes -cuando comienza la comedia de la vida en el gran tea­tro (la idea del mundo como teatro y la vida como comedia la concibió también Shakespeare en Como gustéis, en el pasaje denominado Las siete edades del hombre)- los trajes propios de su papel. Cuando ter­mina la comedia, "el mundo quita a cada uno de los personajes sus galas y atavíos". Y dice el mundo :

Y a es tarde; que en muriendo no os asombre, no puede ganar méritos el hombre. Ya que he cobrado augustas majestades, ya que he borrado her<mosas perfecciones, ya que he frustrado altivas vanidades, ya que he igualado cetros y azadones,

45 HUIZINGA, op. cit., p. 208.

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al teat1'o pasad de las verdades, que este es el teatro de las ficciones.

Y seguidamente, en filosófica sentencia, iguala los momentos del naci­miento y la muerte: "Si cuna os recibí, tumba os despido". Esta misma idea es desarollada doctrinariamente por Quevedo en La C UM y la Sepultura. Todos los hombres son iguales ante la muerte. Sí, dice el Si­glo de Oro, y ante el nacimiento. En palabras de Quevedo: "Son la cuna y la sepultura, el principio de la vida y el fin de ella; y con ser el juicio del divertimiento las dos mayores distancias, la vista desengañada no sólo las ve confines, sino juntas con oficiosrecíprocos." 41ia

Todos los hombres son iguales ante la muerte. Y como es tan natu­ral morir como nacer -había dicho Bacon con la precisión propia de su carácter de hombre de ciencia-, se llega a la conclusión que todos los hombres nacen iguales. Los fenómenos naturales no varían en obsequio a las condiciones sociales. Es así como las ideas que flotaban en el am­biente impulsaron a los pensadores -aunque estos, salvo Bacon en fugaz momento solo hablan de un término de la proposición, el último en ser aprehendido por el pensamiento occidental.

¿ Se quiere exigir una prueba más rigurosa de que la motivación del principio de la igualdad humana se encuentra en la idea de la muerte? Con­testamos que no estamos arguyendo en el mundo físico-matemático, en el mundo de causas y efectos, sino en el mundo del hombre, en el mundo de las ciencias sociales, en un mundo de motivos y consecuencias, de causa­lidad psicológica, empleando las acertadísimas expresiones de José Juan Bruera. 46 Estamos en el mundo de la vida humana, en el mundo de lo que hacemos, deseamos, pensamos y nos ocurre -así lo expresa Recaséns Si­ches. 47 El pensamiento es parte de la vida humana. Y las ideas sufren toda suerte de evoluciones y revoluciones: Alfred North Whitehead habla de las Aventuras de las 1 deas, cuyo estudio no es otro que la Historia de la Especie Humana, en lo que respecta a la inmensa variedad de sus expe­riencias mentales. 48 Y si las ideas se basan sobre los hechos, o, mejor expresado, derivan de ellos sus motivos y sus raíces psicológicas, es in­negable que el hecho de la muerte y su generalidad, mueven al espíritu humano a reflexionar sobre la substancial igualdad humana.

45" MoNTOuú, El alma de España ... , p. 540. 46 JosÉ JuAN BRUERA, El principio filosófico-jurídico de causalidad, ed. De­

patina, Bs. Ss. 1944, pp. 260 y 264. 47 REcASÉNS SICHES, Vida humana, sociedad y Derecho, p. 58. 48 ALFRED NoRTH WHITEHEAD, Adventures of Idea, ed. Pel., H. M., 1942, p. II.

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